1. El elefante juguetón
Quería jugar con su ojo izquierdo. Se lo quitó y se puso a jugar con él
como si fuera una pelota de ping pong.
Le daba con su larga trompa, con una oreja, con la otra, con la cadera, con
una pata, con la otra… De tanto jugar acabó cayéndosele y fue rebotando
hasta caer en un estanque helado.
El elefante metió la trompa en el agua fría para buscarlo pero no lo
encontró. Metió las patas delanteras y siguió buscando pero lo único que
consiguió fue remover el agua turbia. El agua del estanque estaba cada vez
más turbia.
Entonces el tonto elefante empezó a ponerse tenso porque no había forma
de encontrarlo. Comenzó a llorar por la pérdida de su ojo.
Toda la fauna salvaje del lugar estaba contemplándolo incapaces de hacer
nada por él.
Les preguntó acongojado:
-“¿Han visto mi ojo?”
Y la fauna entera contestó:
-“No, no, no…no lo hemos visto”
Pero en la fauna había un malvado hipopótamo que se reía de él:
- “Ja, ja, ja…”
Cada vez que el elefante preguntaba por su ojo, la fauna contestaba y el
hipopótamo se reía.
Apareció por allí una rara rana que nunca antes habían visto. Al ver tan
apurado al elefante, comenzó a cantarle:
- “Elefantito…no pasa nada…cálmate….”
La rana siguió cantando hasta que el elefante se calmó.
Con él también se calmaron las aguas del estanque que poco a poco fueron
quedando limpias.
Entonces el elefante pudo encontrar su ojo.
Se lo colocó y se prometió que nunca más jugaría con él.
Amigo, cuando te pase algo, no te pongas tenso y cálmate, cálmate, cálmate…
Así seguro que lo solucionarás.