Este cuento infantil trata sobre la importancia de la solidaridad. Relata la historia de una familia de ardillas que ayuda a los otros animales del bosque cuando una máquina destruye sus hogares durante el invierno. Aunque el padre ardilla quiere proteger a sus hijos del frío, la madre insiste en que deben compartir su comida y refugio con los vecinos que lo necesitan. Gracias a su ayuda, todos los animales pueden pasar el invierno juntos y a salvo.
Cuento sobre la solidaridad y la amistad en invierno
1. Un cuento infantil para los niños que habla del valor de la solidaridad. Una bonita
manera de enseñar valores a los niños es a través de los cuentos y de sus
mensajes. Un cuento sobre la solidaridad. Hace frío
El invierno es un viejito que tiene una barba blanca, llena de escarcha que le
cuelga hasta el suelo. Donde camina deja un rastro de hielo que va tapando todo.
A veces trae más frío que de costumbre, como cuando sucedió esta historia:
Hacía tanto, pero tanto frío, que los árboles parecían arbolitos de Navidad
adornados con algodón. En uno de esos árboles vivían los Ardilla con sus cinco
hijitos.
Cuento sobre la solidaridad. Hace frío
Papá y mamá habían juntado muchas ramitas suaves, plumas y hojas para armar
un nido calientito para sus bebés, que nacerían en invierno.
Además, habían guardado tanta comida que podían pasar la temporada de frío
como a ellos les gustaba: durmiendo abrazaditos hasta que llegara la primavera.
Un día, la nieve caía en suaves copos que parecían maripositas blancas danzando
a la vez que se amontonaban sobre las ramas de los árboles y sobre el piso, y
todo el bosque parecía un gran cucurucho de helado de crema en medio del
silencio y la paz. ¡Brrrmmm!
Y entonces, un horrible ruido despertó a los que hibernaban: ¡una máquina
inmensa avanzaba destrozando las plantas, volteando los árboles y dejando sin
casa y sin abrigo a los animalitos que despertaban aterrados y corrían hacia
cualquier lado, tratando de salvar a sus hijitos!
Papá Ardilla abrió la puerta de su nido y vio el terror de sus vecinos. No quería que
sus hijitos se asustaran, así que volvió a cerrar y se puso a roncar.
Sus ronquidos eran más fuertes que el tronar de la máquina y sus bebés no
despertaron. Mamá Ardilla le preguntó, preocupada:
-¿Qué pasa afuera?-
- No te preocupes y sigue durmiendo, que nuestro árbol es el más grande y fuerte
del bosque y no nos va a pasar nada- le contestó.
Pero Mamá Ardilla no podía quedarse tranquila sabiendo que sus vecinos tenían
dificultades. Insistió:
- Debemos ayudar a nuestros amigos: tenemos espacio y comida para compartir
con los que más lo necesiten. ¿Para qué vamos a guardar tanto, mientras ellos
pierden a sus familias por no tener nada?-
Papá Ardilla dejó de roncar; miró a sus hijitos durmiendo calientitos y a Mamá
Ardilla. Se paró en su cama de hojas y le dio un beso grande en la nariz a la dulce
Mamá Ardilla y ¡corrió a ayudar a sus vecinos!.
En un ratito, el inmenso roble del bosque estaba lleno de animalitos que se
refugiaron felices en él. El calor de todos hizo que se derritiera la nieve acumulada
2. sobre las ramas y se llenara de flores. ¡Parecía que había llegado la primavera en
medio del invierno!.
Los pajaritos cantaron felices: ahora tenían dónde guardar a sus pichoncitos,
protegidos de la nieve y del frío. Así, gracias a la ayuda de los Ardilla se salvaron
todas las familias de sus vecinos y vivieron contentos.
Durmieron todos abrazaditos hasta que llegara en serio la primavera, el aire
estuviera calientito, y hubiera comida y agua en abundancia.
FIN
Nieve para la niña
Una mañana en los portales de San Fernando apareció abandonada una niña
recién nacida, envuelta en una cobija rosada y suave como sus mejillas. Al tener
noticia el presidente municipal llamó a los notables del lugar —que siempre
andaban de pleito— para decidir qué hacer con ella. “Propongo que la enviemos a
la casa cuna de la capital”, dijo la esposa del munícipe, que no quería a los niños.
“Tengo otra idea”, comentó don Jorge, el abarrotero gruñón, “sugiero que la
dejemos con nosotros y la criemos entre todos pues por aquí ya casi no hay
chamacos”. Don Joaquín, el cura, estuvo de acuerdo. Una pareja que no había
podido tener hijos la llevó a su casa y le arregló un cuarto sencillo, pero limpio,
cómodo y soleado.
La pequeña Inés (así le pusieron después de votar) se fue ganando el corazón de
los pueblerinos y, al mismo tiempo, borró sus diferencias. Cuca, la señora de la
mercería, le obsequió ropa. Manolo, el dueño del rancho, le surtía leche fresca
muy temprano. Dos ancianas solteras que no hablaban con nadie le cosieron
docenas de pequeñas mantillas y el señor Raúl llegaba cojeando para llevarle
3. flores. Hasta Fabián, el loquito al que todos temían, le hizo unos toscos juguetes
de madera. Por las tardes, a la hora del baño, se juntaban para ver a la pequeña
agitar el agua de su tina, se peleaban por enjabonarla, enjuagarla, secarla y
vestirla. A eso de las siete la arrullaban a coro y se quedaban conversando en voz
baja.
Con Inés había llegado la alegría a San Fernando. Pero un día enfermó de una tos
tan profunda que todos temieron por su vida. Doña Lola buscó al médico del
dispensario. Éste examinó a la pequeña y le indicó un medicamento muy raro:
nieve de cereza… Por allí no había dónde conseguirla. ¿Qué hacer? Clarita se
acordó de haber visto la receta en el viejo libro de su tía. Jairo, el muchachón de la
camioneta que andaba de malora, manejó hasta el cerro y bajó de él cargando
pesadas cubetas llenas de nieve pura. La seño Martina, que no veía, ofreció un
tarro de miel para endulzarla. Pero faltaban las cerezas, desconocidas en aquella
región…
“¡Ya sé!” comentó Lalo, el niño que se peinaba de raya, “el maestro me dijo que
las cerezas y los capulines son parientes”. Romelia, la cocinera de la fonda, cortó
decenas de capulines del huerto de los Molina, los ricos del pueblo; los lavó, los
molió y preparó la receta. ¡Pero oh sorpresa! Inés no quería abrir la boca. La
esposa del presidente, que ya la quería en secreto, ofreció su cucharilla de plata y
su taza de cristal cortado. Cuando le presentaron así el bocado, Inés lo aceptó con
apetito, se comió todo y al día siguiente ya no tosía.
4. Pasaron los años…Cuando Inés iba a casarse caminó por las calles de San
Fernando vestida de novia y fue tomando del brazo, uno por uno, a todos los que
la habían criado. El pueblo era un lugar distinto: los habitantes construyeron juntos
el quiosco que hay en el jardín de la plaza, allí, donde se pone el carrito que vende
nieve de cereza. (No lo cuenten, en realidad es de capulín).
Las muñecas perdidas
En enero de ese año las lluvias castigaron al sureste de Brasil. Todo comenzó
como una llovizna ligera, pero el cielo se fue cerrando. Entre el estruendo de los
truenos y el brillo de los relámpagos caía una inmensa cantidad de agua, como no
se había visto nunca en aquellos pueblos. Las calles se anegaron al grado de
parecer ríos que se llevaban todo lo que hallaban a su paso: plantas, mascotas,
utensilios caseros, macetas, muebles y adornos.
Silvia y Elizabeth eran dos pequeñas hermanas del poblado Nova Friburgo. La
tormenta las sorprendió cuando volvían a casa caminando desde la escuela. No
lograron alcanzar su hogar, la corriente las arrastró y las llevó a las afueras. Se
tomaron muy fuerte de la mano y cientos de metros más adelante Silvia, que era la
mayor, logró detenerse de la rama de un árbol. Haciendo un esfuerzo
extraordinario para su tamaño, jaló a su hermana y nadó, con un solo brazo, hasta
un terreno seco y seguro.
¡Habían logrado salvarse! Rieron de alegría al darse cuenta de ello. Sin embargo,
habían perdido sus mochilas. No es que los útiles les importaran tanto, pero en
una de ellas iba Florencia, la muñeca favorita de ambas, a quien querían con toda
5. el alma. Pasaron aquella noche en el campo solas, atemorizadas y friolentas… Sin
embargo, al día siguiente la lluvia cesó y las despertó el brillo de un sol
espléndido.
Caminaron al pueblo y planearon buscar a Florencia. “Pobrecita, traía ropa muy
ligera” dijo Silvia. “Sí, y no bebió su leche” comentó Elizabeth. El panorama del
pueblo era muy triste cuando comenzaron su búsqueda. De repente vieron una
manita de plástico en la orilla de la calle. ¡Pero no era Florencia, sino la muñeca
de otra niña que también se había perdido! “No es la nuestra” comentó Elizabeth.
“No” respondió Silvia, “pero vamos a recogerla, pues está sola y triste”.
A su paso recogieron varias muñecas más y ya no podían cargarlas. En un lote
baldío instalaron un campamento de muñecos rescatados. Extendieron una
sábana sobre el suelo y los fueron acomodando, los secaron, les lavaron la carita
y les dieron un beso. Horas después un chiquillo llegó al campamento y les dijo:
“Aquí les traigo a otra damnificada”. ¡Esta sí era Florencia! Estaba mugrosa y
despeinada, pero no importaba, había vuelto con ellas.
Elizabeth y Silvia no eran las únicas rescatistas de Nova Friburgo. Desde la noche
anterior los padres de ambas las buscaban con esfuerzo y entrega. No habían
logrado hallarlas, pero fueron reuniendo a todos los chicos que vieron perdidos en
la calle y les pidieron permanecer tomados de la mano formando una larga
cadena. Cuando los vieron llegar al campamento, Silvia y Elizabeth corrieron a
abrazarlos. Los otros niños, por su parte, se apresuraron hasta donde estaban los
muñecos y cada uno recuperó sus juguetes perdidos. Permanecieron juntos en el
6. campamento y, en los días siguientes, poco a poco, se reencontraron con sus
familias.
—Adaptación del relato incluido en el libro Tormenta y tormento de Manuel
Anzures.
La abeja reina
Tres hermanos habían partido, cada uno por su lado, en busca de fortuna. Los
mayores eran apuestos e inteligentes. El menor, llamado Benjamín, no tan guapo
y un poco distraído. Meses después se encontraron. Los grandes se rieron de
Benjamín y le comentaron: “Si nosotros, con todo nuestro ingenio no hemos
podido salir adelante, cómo quieres hacerlo tú, siendo tan bobo?”Andando,
llegaron a un hormiguero. Los mayores quisieron revolverlo para divertirse viendo
cómo corrÌan los asustados insectos. Pero BenjamÌn intervino—Déjenlas en paz.
No las molesten.
Pasos más adelante encontraron un lago con docenas de patos silvestres. Los
mayorespropusieron apoderarse de un par de ellos para asarlos y comerlos. Pero
Benjamín se opuso: —Déjenlos en paz. No los molesten.
Por último, en el tronco de un árbol, hallaron una colmena. Producíaa tanta miel
que ésta escurríaa por las ramas. Los hermanos mayores planeaban encender
una hoguera para hacer un espeso humo, expulsar a las abejas y comerse toda la
miel. Pero Benjamín salió en su defensa: —Déjenlas en paz. No las molesten.
7. Cansados de caminar sin rumbo, llegaron finalmente a un pequeño pueblo donde,
por efecto de un hechizo, todos los animales y los habitantes se habÌan convertido
en figuras de piedra. Entraron al gran palacio. La corte y el rey habían sufrido el
encantamiento de otra manera: habían caído en un sueño profundo. Tras recorrer
las galeríaas los tres hermanos llegaron a una habitación donde habÌa un
hombrecillo de corta estatura.
Al verlos, éste no les dijo nada. Simplemente los tomó del brazo y los condujo a
una mesa donde estaban servidos ricos manjares.
Cuando terminaron de cenar, sin pronunciar palabra, llevó a cada uno a un
confortable dormitorio. Los tres durmieron un sueño reparador, y despertaron
llenos de energía al día siguiente. El hombrecillo fue por el hermano mayor y lo
llevó a una mesa de piedra para darle de desayunar. Sobre ella estaban escritas
las tres pruebas que debía superar para librar al pueblo del encantamiento.
La primera era ésta: en el bosque, bajo el musgo, estaban las mil perlas de la
princesa. Había que buscarlas todas antes de que el sol se pusiera y traerlas al
palacio. Si no las hallaba, él mismo se convertirÌa en piedra.
El mayor fue pero, a pesar de su esfuerzo, sólo halló cien, y se convirtió en piedra.
Al día siguiente, el segundo hermano realizó la prueba, pero sólo halló doscientas
y también se convirtió en piedra. Llegó el turno de Benjamín. Éste llegó temprano
y se puso a buscar en el musgo. Casi no encontraba ninguna y se sentó en una
piedra a llorar de aflicción. Pero por allÌ andaba el rey del hormiguero que él habÌa
8. salvado. Veníaa acompañado de cinco mil hormigas para ubicar las perlas.En muy
poco tiempo habían encontrado todas y las juntaron en un montón.
Cuando volvió al palacio para entregarlas, BenjamÌn encontó que le esperaba la
segunda prueba. La llave de la alcoba de la princesa se habÌa caÌdo al fondo del
lago. Era necesario recuperarla. Al llegar a la orilla vió a los patos que había
protegido de sus hermanos. Todos se sumergieron bajo el agua y, en cuestión de
minutos, uno traía la dorada llave en el pico. La tercera prueba era la más difÌcil.
Entre las tres hijas del rey, que estaban dormidas hacÌa meses, había que escoger
a la menor, que era la más buena.
El problema es que eran muy parecidas. Sólo las diferenciaba un detalle. Las dos
mayores habÌan comido un terrón de azúcar, y la menor, una cucharada de miel.
“¿Qué haré?” pensó Benjamín muy apurado. Pero entonces, por la ventana entró
volando la reina de las abejas y se posó en la boca de la que habÌa comido miel.
De este modo, Benjamín reconoció a la más buena. En ese mismo instante se
rompió el encantamiento. Los habitantes del palacio despertaron y todas las
figuras de piedra recuperaron su forma humana. Benjamín se casó con la princesa
más joven y, años después, llegó a ser rey. Sus hermanos, liberados también del
hechizo, se casaron con las otras dos hermanas.
—Adaptación de La abeja reina de los Hermanos Grimm.
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solidaridad/#sthash.638zzEm9.dpuf
9. La solidaridad es la adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros.
En un mundo rápido y competitivo muchas personas tienden a pensar que la clave
para sobrevivir está en buscar sólo su beneficio personal, sin importar lo que
ocurre con los demás, se les llama individualistas. Al no dar ayuda, no la
reciben. Piensan en sólo en sí mismas y efectúan cada acción evaluando su
propia conveniencia.
La solidaridad es mi valor
Una persona solidaria está dispuesta a dar lo mejor de sí y a unir su esfuerzo al de
los demás para conseguir metas comunes que los beneficien a ellos como grupo,
pero también a otras personas con causas distintas a las propias que por algún
motivo están en desventaja. Ser solidario consiste en ponerse en el papel de
quienes sufren un problema o tienen una necesidad e invitar a otros a que se unan
para ayudarlos. La solidaridad es un valor útil en todos los ámbitos: permite el
apoyo entre los diversos miembros de una familia, construye comunidades
urbanas y escolares más sólidas y resistentes, edifica naciones en las que todos
los individuos se sienten responsables y trabajan por el bien común. La unión
entre las personas da origen a cuerpos compactos, unidos y enteros con poder y
capacidad de transformación mayores al que tienen sus integrantes por separado.
Espíritu de equipo
Los Juegos Olímpicos, desde su inicio, han sido un ejemplo de solidaridad pues su
realización sólo resulta posible gracias al esfuerzo de decenas de naciones y
cientos de individuos que dan juntos lo mejor de sí con el propósito de celebrarlos.
Después de superar tensiones políticas y diplomáticas hoy toman parte en ellos
casi todos los países del mundo. La delegación correspondiente a cada uno
comparte la responsabilidad y el esfuerzo de representar a su nación ante el
mundo y llevar buenos resultados de regreso. Cuando es así los participantes son
recibidos como auténticos héroes.
Sin embargo, hay todavía una expresión más clara y directa de la solidaridad en la
esencia de los deportes mismos: el juego en equipo. Aunque existen prácticas
individuales donde todo depende de una persona y de quienes la ayudaron a
entrenarse (la halterofilia es uno de ellos), hay otras en que el desempeño
individual cuenta para un resultado de conjunto (como el nado sincronizado o el
patinaje sobre hielo en parejas, en los Juegos de Invierno). Hay también un grupo
de deportes cuya esencia misma es la cooperación de los miembros de un equipo
que puede ser numeroso. El buen resultado sólo es posible cuando éstos se
coordinan y se entregan a una causa común.
10. Con seguridad tú mismo identificas varios de ellos, empezando por el futbol que
practicas, pero hay muchos más. El Comité Olímpico Internacional reconoce, entre
otros, el baloncesto (o básquetbol), el balonmano, el voleibol, el waterpolo (cuyo
objetivo es anotar goles en una piscina), el hockey sobre césped y sobre hielo (en
el que se enfrentan dos equipos para hacer el mayor número de anotaciones), las
diferentes variedades de piragüismo y remo (en las que los participantes luchan
por hacer avanzar sus vehículos por el agua), el voleibol y el voleibol de playa.
El número de integrantes es variable de acuerdo con la disciplina. Su diversidad
nos demuestra que en todos los espacios y circunstancias existen oportunidades
para el trabajo en equipo y la coordinación de habilidades. Un deporte eliminado
del programa, el “juego de la soga”, es tal vez la muestra más visible del esfuerzo
compartido: dos equipos de ocho personas tiran de una cuerda buscando jalar al
equipo opositor hasta una marca central. En él resulta claro que, cuando suman su
esfuerzo, ocho personas juntas tienen más fuerza que ocho personas separadas.
Más allá de obtener la victoria, los practicantes de los deportes en equipo
adquieren sólidos vínculos de compromiso y concordia.
Suecia y Noruega: solidaridad con América Latina
Suecia y Noruega son dos de las naciones del mundo con una mejor calidad de
vida para sus habitantes. Los ciudadanos de esos países podrían limitarse a
disfrutar de ese privilegio; sin embargo, han formado grupos para buscar que otras
naciones menos favorecidas alcancen el mismo bienestar.
En Noruega la Organización Solidaria con América Latina trabaja para difundir
información sobre la situación social, política y económica de la región en todo el
mundo. Busca impulsar la libertad y el respeto a los derechos humanos, frenar la
discriminación, los abusos de la policía y el ejército, procurar un mejor reparto de
la riqueza y la creación de sociedades democráticas. Está basada en la
solidaridad y se coordina con grupos en las diversas naciones de América que
luchan por iguales objetivos. Está conformada por voluntarios.
Cada año envía a dos brigadas de diez jóvenes noruegos a alguna nación de
América. Reúnen información, conversan con las autoridades y organizaciones y
detectar los problemas. Cuando regresan a Noruega presentan un reporte para
que la comunidad internacional cobre conciencia. Elaboran libros, organizan
conferencias y reuniones e incluso hacen manifestaciones pacíficas, en apoyo a
distintas causas.
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