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Identidad e identidades:
Potencialidades para la
cohesión social y territorial
Colección de Estudios
sobre Políticas Públicas
Locales y Regionales
de Cohesión Social05
URB-AL III es un programa de cooperación
regional descentralizada de la Comisión
Europea cuyo objetivo es contribuir a
incrementar el grado de cohesión social
en el seno de las colectividades subnacionales
y regionales de América Latina.
Liderada por la Diputación de Barcelona,
la Oficina de Coordinación y Orientación
de URB-AL III tiene la misión de apoyar la
ejecución del programa prestando asistencia
técnica y acompañamiento a los diferentes
proyectos para contribuir a hacer realidad
sus objetivos.
Colección de Estudios
sobre Políticas Públicas
Locales y Regionales
de Cohesión Social
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Identidad e identidades:
Potencialidades para la cohesión social y territorial
Este documento ha sido elaborado en el
marco de una subvención de la Unión
Europea. El contenido de este documento
es responsabilidad exclusiva del autor y en
modo alguno se debe considerar que refleja
la posición de la Unión Europea.
Edita: Programa URB-AL III
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María Gabriela Orduna Allegrini
Doctora en Filosofía y Letras por
la Universidad de Navarra. En la
actualidad, y desde 2002, es agente
de desarrollo local y empleo para
administraciones públicas locales.
Ha escrito diferentes artículos sobre
identidad cultural, interculturalidad,
participación social, turismo y
voluntariado. Desde 1995, es
profesora asociada del Departamento
de Educación de la Universidad de
Navarra en el área de Pedagogía
Social (Desarrollo local y comunitario,
Educación ambiental, Pedagogía del
ocio y de la tercera edad).
Identidad e identidades:
Potencialidades para la
cohesión social y territorial
María Gabriela Orduna Allegrini
05
Colección de Estudios
sobre Políticas Públicas
Locales y Regionales
de Cohesión Social
6
7
Índice
	 9	 Prólogo
	11	 Presentación
	11	Estructura del estudio Identidad e identidades: potencialidades para la cohesión
social y territorial
	13	 1. Aproximaciones para el trazado de un mapa conceptual
	13	Introducción. Obstáculos en la revisión de conceptos
	16	1.1. Cohesión social como reto en las políticas públicas
	16		1.1.1. La cohesión social en el diálogo entre América Latina y Unión Europea
	17		1.1.2. Hacia una definición del concepto de cohesión social
	19	 1.2. Conexiones entre las nociones de cohesión social y de desarrollo local
	19		1.2.1. Sobre el concepto de desarrollo
	20		1.2.2. Políticas públicas para materializar procesos de desarrollo
	21		1.2.3. El enfoque de desarrollo local
	22		1.2.4. Relación entre desarrollo local y cohesión social
	23	1.3. Las personas como punto de partida de la reflexión
	23		1.3.1. Las personas como medio y fin del desarrollo
	24		1.3.2. La necesidad humana de relación social
	26		1.3.3. Las personas, seres sociales y sociables
	28	1.4. La comunidad como marco de la acción
	28		1.4.1. Una red de relaciones
	30		1.4.2. Comunidad y cultura
	31	1.5. Identidad e identidades en la comunidad
	31		1.5.1. Identidad cultural
	33		1.5.2. Identidad y creación cultural
	33		1.5.3. Los elementos que definen la identidad de una comunidad
	36		1.5.4. Diversidad cultural
	37		1.5.5. La necesaria relación entre identidades culturales
	42	1.6. Alcanzar la identificación con la comunidad como condición para
el desarrollo local y territorial
	43		1.6.1. El sentimiento de comunidad como reconocimiento y asunción
de la identidad local
	45		1.6.2. El fomento de un sentimiento de comunidad positivo conduce
a la cohesión social
	46		1.6.3. El sentimiento de comunidad como afecto o como pasión
	48		1.6.4. Afectos desbordados
	49		1.6.5. Educación del sentimiento de comunidad
	50		1.6.6. Los valores y la identificación con la comunidad
	58	1.7. La dimensión cívica de la cohesión social
	61	 2. Políticas públicas, civismo, cohesión social, identidad e identidades
	61	2.1. La gobernanza
	62		2.1.1. Habilidades para un nuevo liderazgo político
	64		2.1.2. La implicación ciudadana
	65	2.2. Gobernanza democrática para construir comunidades cohesionadas
en lo social y diversas en lo cultural
8
	65		2.2.1. Políticas públicas participativas
	68		2.2.2. Políticas públicas sociales
	69		2.2.3. Políticas públicas de promoción social
	71		2.2.4. Objetivos de las políticas públicas de promoción social
	71		2.2.5. Rasgos de las políticas públicas de promoción social
	72		2.2.6. Principios organizativos e institucionales de políticas públicas
de promoción social
	75	2.3. Políticas públicas que fomentan la diversidad
	75		2.3.1. La necesidad de gestionar la diversidad
	76		2.3.2. Gobernanza y gestión participativa de las diversidades
	78		2.3.3. Directrices generales de políticas públicas de promoción social
que contemplen la diversidad
	80		2.3.4. Algunas acciones de política pública que contribuyen a la
promoción social y cultural
	81	2.4. Políticas públicas sobre identidad cultural con carácter sectorial
	83	2.5. Implementar políticas de cohesión social cívica y comunitaria
	83		2.5.1. Estrategia social: preparar el ambiente
	84		2.5.2. Estrategia participativa: preparar el método
	85		2.5.3. Estrategia educativa: preparar a las personas
	87	2.6. La interconexión de las políticas públicas
	89	2.7. Identidad y diversidad como valores para la cohesión social en procesos
de gobernanza democrática
	93	 3. El IV Diálogo Regional en La Paz (Bolivia), marzo de 2012
	94	Sobre las personas
	94	Sobre los lenguajes
	94	Sobre la convivencia
	95	Sobre el espacio para la convivencia
	96	Sobre el momento para la convivencia
	97	Sobre el modo de la convivencia
	99	 4.  Conclusiones
	103	 5.  El aprendizaje de experiencias exitosas
	103	Estrategia social: preparar el ambiente de la convivencia
	105	Estrategia social II: preparar el espacio para la convivencia
	107	Estrategia metodológica: preparar el proceso participativo
	108	Estrategia educativa: escuchar, informar, animar y formar
	119	 Bibliografía y herramientas para la articulación de políticas públicas
9
La serie Estudios sobre Políticas Públicas
Locales y Regionales de Cohesión
Social es un producto de la Oficina de
Coordinación y Orientación del Programa
URB-AL III. Su objetivo es presentar
el estado real de un conjunto de
problemáticas centrales que forman parte
de la actual agenda de discusión política
birregional Unión Europea - América
Latina en materia de cohesión social.
Este estudio aborda la problemática de
identidad e identidades y su relación con
la de la cohesión social.
La relación entre estos términos es
compleja. Por una parte, la existencia
de profundas diferencias identitarias
puede dificultar el ejercicio del derecho
de ciudadanía en un pie de igualdad,
lo que condiciona la posibilidad de
construir ciudades plurales, inclusivas,
participativas y con un buen nivel de
convivencia, así como la generación y
puesta en marcha de proyectos colectivos
compartidos, cuyas posibilidades se ven
afectadas.
Al mismo tiempo, sin embargo, el
pluralismo identitario es un valor
que cultivar por parte de un gobierno
democrático interesado en la generación
de civismo y convivencia. Por otra
parte, una fuerte identidad territorial
puede ser clave para la potenciación
del grado de desarrollo de un territorio
y la explotación exitosa de la marca
ciudad. La marca ciudad es un signo
identitario colectivo de índole territorial
muy relevante dado que debe reflejar
la pluralidad identitaria presente en un
territorio o capturar su rasgo identitario
más claro, al tiempo que también debe
formularse sobre la base de la ciudad
que se desea devenir. Debe, por tanto,
encarnar un proyecto político colectivo
que actúa como punto de referencia
obligado para canalizar esfuerzos e
iniciativas de índole pública o privada.
Sea porque se trata de un problema
que gestionar y enfrentar, un valor que
cultivar o un recurso que explotar, este
estudio nos alerta sobre la conveniencia
de que las políticas públicas sean
sensibles al tema de la identidad-
identidades si queremos tener incidencia
en la cohesión social de un territorio
determinado. En dicha línea, el estudio
que presentamos nos brinda algunos
elementos claves para avanzar hacia una
nueva generación de políticas públicas
locales con enfoque integrado de
identidad.
La creación, la mejora o la gestión de
la convivencia ciudadana son temas
políticamente relevantes para los
gobiernos locales latinoamericanos
interesados en potenciar la generación
de territorios socialmente cohesionados.
En ese marco, los temas relacionados con
la identidad-identidades deben ocupar
un lugar clave en la agenda política de
esos gobiernos y deben ser introducidos
de forma transversal en las políticas
públicas que estos adoptan. El avance
decidido hacia un mayor grado de
cohesión social también depende de ello.
En el estudio que les presentamos, por
tanto, la identidad deja de ser un tema
Prólogo
10
que solo importa per se, y se transforma
en una de las llaves que abre las puertas
hacia una mayor cohesión social.
Jordi Castells i Masanés,
Director de Relaciones Internacionales de la
Diputación de Barcelona y coordinador general
de la Oficina de Coordinación y Orientación del
Programa URB-AL III
11
El presente documento pretende
reflexionar sobre los conceptos de
identidad e identidades como motores de
la cohesión social y el desarrollo; de tal
manera que las conclusiones emanadas
del análisis conceptual de los términos
implicados y sus relaciones, iluminadas
con las conclusiones alcanzadas en el
IV Diálogo Regional sobre Cohesión
Social, sirvan para inspirar e implementar
políticas públicas sobre territorios
concretos de América Latina.
Es de esperar que las autoridades y los
responsables de las administraciones
locales y regionales que se enfrenten
a este texto encuentren en él líneas
conceptuales, referencias teóricas y
orientaciones prácticas que les ayuden
en su quehacer cotidiano para conseguir
un nuevo modelo de ciudad a través
de la articulación de políticas públicas;
un modelo que impulse la cohesión
social y el desarrollo local a partir de la
integración de las identidades diversas
que componen cada comunidad.
Estructura del estudio Identidad e
identidades: potencialidades para
la cohesión social y territorial
En atención al objetivo general marcado
para este trabajo, se ha articulado su
contenido en cinco grandes bloques.
El primero, titulado «Aproximaciones
para el trazado de un mapa conceptual»,
intenta hacer un recorrido, desde la
teoría, por las nociones que pretendemos
estructurar. El segundo bloque, «Políticas
públicas, cohesión social cívica, identidad
e identidades», busca sugerir pautas y
elementos de reflexión y acción para un
nuevo estilo de gobierno. Les sigue un
capítulo referente al IV Diálogo Regional,
que servirá para completar el tratamiento
conceptual de estos parámetros desde la
perspectiva real de quienes están inmersos
en el cotidiano quehacer político. El
estudio se completa con otros dos bloques
que pretenden, por un lado, ilustrar todas
estas cuestiones a la luz de experiencias,
buenas prácticas y ejemplos reales, con
un capítulo al que se ha denominado
«El aprendizaje político a través de
experiencias inspiradoras», y, por otro
lado, ofrecer un repertorio de recursos
que pueden inspirar a los responsables
de implementar políticas públicas de
cohesión social e interculturalidad, en
un apartado denominado «Bibliografía
y herramientas para la articulación de
políticas públicas».
Presentación
12
13
1. Aproximaciones para el trazado de un mapa
conceptual
Introducción. Obstáculos en la
revisión de conceptos
El primer paso para una acción
política efectiva y eficaz es cimentarla
adecuadamente. Para ello es preciso
fundamentarla, apoyarla en sólidas raíces
conceptuales que, debidamente encajadas,
actuarán como andamios o esqueletos
de las políticas públicas a implementar.
Estos soportes requieren una reflexión
teórica sobre las principales nociones que
tenemos que manejar: cohesión, desarrollo,
identidad, comunidad, cultura, etc., y las
relaciones que entre ellas se establecen.
Pero revisar y analizar estas relaciones y
los propios conceptos, aunque solo sea
desde una perspectiva teórica y abstracta,
no es tarea fácil. Entre las dificultades que
encontramos, podemos señalar:
/  La amplitud del mapa conceptual que
intentamos dibujar: es decir, estamos
ante una gran cantidad de conceptos que
además se caracterizan por ser:
	 · Polisémicos: un mismo significante,
por ejemplo, cohesión, tiene múltiples
significados.
	 · Poliédricos e irregulares: cada concepto
manejado puede presentar variedad de
caras, aristas y vértices, lo cual complica
en gran medida el análisis, pero, en
especial, el establecimiento de relaciones;
así pasa con nociones como cultura.
	 · Polémicos: los conceptos que intervienen
en este análisis se refieren a realidades
humanas, por lo que su análisis y
revisión teórica difícilmente puede
ser neutral o plenamente objetiva.
Además, en ocasiones, aluden a
situaciones dolorosas, tensas…, muchas
veces, controvertidas.
	 · Las características de las ciencias de
referencia: ante esta circunstancia,
podríamos intentar enfocar nuestro
análisis apoyándonos en una ciencia
que facilite el estudio de los conceptos.
Sin embargo, al buscar ese saber
inspirador, la primera evidencia que
tenemos es que, por ser cuestiones
transversales y complejas, no se
inspiran o definen a partir de una
única disciplina o área científica.
Debemos apoyarnos en todo un
grupo de ciencias. Podríamos acudir,
entonces, a las ciencias naturales o
experimentales, que se caracterizan
por ser nomotéticas, lógicas; por
explicar fenómenos y buscar las
causas materiales u ontológicas que
provocan un determinado efecto. Son
susceptibles de medida y, por tanto,
de generar indicadores fiables. Sin
embargo, por las características de
los fenómenos, situaciones y acciones
que intentamos atender, así como por
la tipología de políticas públicas que
queremos inspirar, no cabe emplear
en nuestra reflexión esta modalidad
de ciencias. En consecuencia,
debemos dirigirnos a las denominadas
ciencias sociales, definidas como
ideográficas y representativas. Estas
se orientan a la comprensión de las
situaciones sociales, y buscan las
razones o motivos que justifican las
conductas humanas. Sus resultados
14
son opinables, y tanto esas situaciones
como las acciones de intervención
que requieren son tan variables que
se presentan como de difícil medida,
al menos, cuantitativamente. Y es
que para explicar algunos de los
conceptos que nos ocupan es preciso,
en ocasiones de forma paralela, acudir
a la antropología, la ética, el derecho,
la psicología, la pedagogía, la filosofía
e incluso la lingüística.
/  El componente subjetivo de los
conceptos que se manejan: cuando
intentamos establecer un marco de
referencia conceptual, capaz de orientar
e inspirar el quehacer político, sobre
cuestiones que implican y afectan tanto
a los seres humanos (como la cohesión
social, el desarrollo local o la identidad
cultural), vemos que frecuentemente
se trata de conjugar, de hacer confluir
emociones, sentimientos, afectos, valores,
ideales, ideologías, proyecciones…
Alcanzar este encaje en el terreno práctico
se vuelve harto difícil, porque son algo
más que conceptos; porque detrás de cada
uno de estos términos hay una vivencia
psicológica, emocional y afectiva; porque
las experiencias varían entre las personas
e incluso en una misma persona a lo
largo del tiempo; porque pueden existir
conflictos; porque se pueden generar
reacciones impredecibles; porque cada
persona es única y, en consecuencia,
también lo son sus relaciones, sus
maneras de sentir, sus imaginarios…
Hemos de ser conscientes, además, de
que todas las cuestiones que aquí traemos
—cohesión, integración, participación…—
se proponen como objetivo o política
social, pero afectan a los individuos uno
a uno, por lo que, en todo momento, se
debe atender a los sujetos como personas
en su individualidad, como paso previo
para intervenir en la atención de los
individuos como colectividad.
/  La geometría variable de las realidades
sobre las que intervenir: al igual que
las personas que las integran, cada
comunidad, cada grupo, cada ciudad, cada
barrio o cada territorio son diferentes,
como diversas y distintas son sus
carencias y problemas; o las relaciones
internas que mantienen como grupo y las
externas formas de interacción con otros
colectivos; su dimensión y su ubicación
(no es lo mismo una gran urbe junto al
mar que un pequeño pueblo en la sierra);
sus experiencias previas de éxito o fracaso
en acciones políticas públicas y privadas
para la conquista de la cohesión social…,
todo lo cual dificulta la recogida y
sistematización de experiencias exitosas y
buenas prácticas transferibles, replicables,
como también limita la aplicación de
soluciones estandarizadas a problemas
parecidos pero no iguales.
/  La dificultad para encontrar el marco
político de referencia: partimos de la
hipótesis de que las políticas que nos
ocupan tienen que ver con la consecución
de derechos aún por conquistar en
América Latina1
(y en buena parte
del mundo): los derechos sociales,
1	 Esta idea está planteada en el Informe 2011 de
la Corporación Latinobarómetro, que se puede
encontrar en: http://www.latinobarometro.org.
15
económicos y culturales. Estos últimos,
además, ocupan extensas reflexiones
teóricas pero siguen resultando de difícil
acceso práctico para la mayoría de los
ciudadanos. La primera pregunta que
nos asalta es: ¿dónde se enmarcan los
derechos relacionados con la identidad
y la diversidad cultural? La respuesta
no es fácil y está sujeta a polémicas.
Los derechos de la primera generación
defienden la libertad cultural: de creación,
artística, científica, de expresión y
comunicación. Por tanto, los derechos de
los individuos al ejercicio y disfrute de la
cultura; en definitiva, el derecho a elegir
una cultura de referencia.
Los derechos denominados económicos
o de segunda generación en relación
con la cultura se presentan como
importantes desde la perspectiva de la
cohesión social, en la medida en que
buscan la equidad en el disfrute de la
cultura, por ejemplo, favoreciendo el
acceso de todas las personas a servicios
como museos, bibliotecas, educación…
Pero hasta que llegaron los derechos de
tercera generación o de solidaridad no se
plantearon cuestiones como el derecho
al patrimonio cultural, a la conservación
de la memoria cultural, y de la identidad
de los grupos étnicos y de los grupos
culturales diferenciados. Podríamos decir,
entonces, que el derecho a la cultura
entraña, en atención a los principios
que inspiran la política democrática, y
de forma particular para la libertad, la
igualdad y la solidaridad, cierta dificultad
para su consecución práctica.
Disfrutar de libertad cultural implica que
los individuos se identifican a sí mismos
como ciudadanos de un Estado, de una
región, de una comunidad, pero también
como miembros de grupos étnicos,
religiosos y culturales. Hablar de libertad
como factor de desarrollo supone retomar
la cultura como un valor humano, lo que
plantea tanto un derecho como también
un respeto a la cultura.
La cultura como depositaria de valores, de
formas vivas que entretejen lo cotidiano
y dotan de sentido a la existencia, es un
derecho inalienable de cada ser humano.
Pero el respeto profundo a cada cultura
será lo que permita crear condiciones
favorables para la utilización, en el marco
de los programas sociales, de los saberes
acumulados, tradiciones, modos de
vincularse con la naturaleza, capacidades
para la autoorganización comunitaria, etc.
Entonces, ¿cómo lograr la conexión entre
libertad cultural, derecho y respeto a la
cultura, y el concepto de cohesión social
imprescindible para lograr el desarrollo
económico territorial? ¿Cómo las políticas
públicas pueden contemplar los derechos
de cada individuo a ejercer su libertad y
los de cada grupo a defender, preservar
y cultivar su peculiar identidad?
/  La juventud de la acción política en
materia de derechos culturales: esta
dificultad puede ser el motivo por el que
la consecución de los derechos culturales
se ha ido relegando en la acción de
algunos gobiernos. Y es que sorprende la
escasa trayectoria histórica de la política
pública en encontrar respuestas a estas
cuestiones. A modo de ejemplo, la primera
resolución en firme adoptada por la
Comisión de Derechos Humanos relativa
a los derechos culturales data de 2002
y versa sobre la «Promoción del disfrute
16
de los derechos culturales de todos y
del respeto de las distintas identidades
culturales»,2
como primer paso para
concretar la Declaración Universal sobre
la Diversidad Cultural,3
aprobada por la
UNESCO en 2001.
1.1. Cohesión social como reto
en las políticas públicas
1.1.1. La cohesión social en el diálogo
entre América Latina y Unión Europea
Puesto que la intención de este estudio
es reflexionar sobre aquellas políticas
públicas que pueden contribuir a
incrementar la cohesión social y el
desarrollo territorial a partir de la
integración de la variable identidad,
debemos intentar concretar, en primer
lugar, la noción de cohesión social.
Gracias a un proceso iniciado a finales de
la década de 1990, hoy se puede afirmar
que la cohesión social se ha convertido
en un principio fundamental del acervo
de valores compartidos entre la Unión
Europea y América Latina. Este proceso
comenzó a esbozarse en la Declaración
emanada de la Primera Cumbre entre los
2	 Alto Comisionado de Naciones Unidas para los
Derechos Humanos: Resolución 2002/26, de 22
de abril de 2002.
3	 http://portal.unesco.org/es/ev.php-URL_
ID=13179URL_DO=DO_TOPICURL_SEC-
TION=201.html.
Jefes de Estado y de Gobierno de América
Latina y el Caribe y la Unión Europea de
junio de 1999.4
Fue, sin embargo, en la
reunión ministerial entre la Unión Europea
y el Grupo de Río de marzo de 2003
cuando surgió el concepto explícito de
cohesión social en un diálogo birregional
de alto nivel, y fue considerado como
un tema central en la agenda común y
elemento principal de la siguiente cumbre,
la de Guadalajara de 2004. En esa ciudad,
los máximos dignatarios latinoamericanos
sellaron una Declaración5
en la que se
sostiene lo siguiente:
Damos prioridad a la cohesión social
como uno de los principales elementos
de nuestra asociación estratégica
birregional y nos hemos comprometido
a cooperar para erradicar la pobreza, la
desigualdad y la exclusión social. Hacemos
un llamado a la Comisión Europea, al
Banco Interamericano de Desarrollo, a la
Comisión Económica para América Latina
y el Caribe, al Programa de las Naciones
Unidas para el Desarrollo, al Fondo
Monetario Internacional, al Banco Europeo
de Inversiones y al Banco Mundial a que
contribuyan a alcanzar este objetivo.6
Reafirmando esta postura, en 2006, en la
Declaración de Viena,7
expresaron:
4	 http://www.oei.es/cumbrerio.htm.
5	 Artículos 39 al 50, http://www.integracionsur.
com/americalatina/CumbreALatinaEuropaDcl-
Guadalajara.htm.
6	 Articulo 50 de la Declaración de Guadalajara,
http://www.eulacfoundation.org/es/documentos/
declaraci%C3%B3n-de-guadalajara-2004.
7	 http://ec.europa.eu/europeaid/where/latin-ame-
17
Subrayamos que la cohesión social, que
constituye el fundamento de las sociedades
más incluyentes, sigue siendo un objetivo
compartido y una prioridad clave de
nuestra asociación estratégica birregional.
La promoción de la cohesión social busca
contribuir a la construcción de sociedades
más incluyentes ofreciendo a todos la
oportunidad de tener acceso a los derechos
fundamentales y al empleo, de disfrutar
de los beneficios del crecimiento económico
con equidad y justicia social, y poder
desempeñar plenamente de esta forma
un papel en la sociedad. Continuaremos
proporcionando a la cohesión social
una prioridad relevante en nuestros
programas birregionales de cooperación y
asistencia como EUROsociAL y seguiremos
promoviendo también los intercambios
de experiencias entre nuestros países y
regiones.8
Posteriormente, los jefes de Estado y de
Gobierno, reunidos en Lima en 2008,
reafirmaron que la cohesión social
constituye un asunto prioritario que debe
ser abordado por los gobiernos de ambas
regiones para que puedan superarse los
problemas derivados de la pobreza, la
desigualdad social y la exclusión. Son
estos problemas los que dificultan la
sostenibilidad del crecimiento económico
y la calidad de la democracia en los países
latinoamericanos:
rica/regional-cooperation/eurosocial/documents/
declaration_vienna_es.
8	 Articulo 37 de la Declaración de Viena, http://
www.eulacfoundation.org/es/documentos/
declaraci%C3%B3n-de-viena-2006.
Confirmamos que la lucha contra la
pobreza, la desigualdad y la exclusión a
fin de alcanzar o aumentar la cohesión
social es una prioridad política clave de
la asociación estratégica entre nuestras
regiones. Ella continúa siendo un tema
central para nuestro diálogo y cooperación
a nivel nacional, subregional y regional.
Reiteramos la responsabilidad primordial
de nuestros gobiernos, en cooperación con
todos los actores relevantes, entre ellos la
sociedad civil, para implementar políticas
que conduzcan a dicho objetivo.9
Tampoco en la Cumbre de Madrid de
2010,10
a pesar de trazarse un Plan de
Acción en el que se incluyen actividades,
objetivos y medidas estratégicas, se define
el término.
1.1.2. Hacia una definición del
concepto de cohesión social
A pesar de todos estos avances en el
terreno del diálogo político para reconocer
de forma consensuada que la cohesión
social es un reto común, parece, como
señalan Freres y Sanahuja,11
que no existe
unanimidad en el significado del término:
9	 Artículo 11 de la Declaración de Lima, http://
www.eulacfoundation.org/es/documentos/
declaraci%C3%B3n-de-lima-2008.
10	 Declaración de Madrid, http://www.eulacfoun-
dation.org/es/documentos/declaracion-de-
madrid-0; Plan de Acción de Madrid: http://
www.eulacfoundation.org/es/documentos/plan-
de-acci%C3%B3n-de-madrid-2010.
11	 Freres y Sanahuja 2006:29-64.
18
hay quienes asimilan la noción a la lucha
contra la pobreza y la desigualdad; para
otros, es una idea vinculada al diálogo
social y los pactos sociales; para algunos,
es sinónimo de acceso a servicios sociales;
y otros identifican la cohesión social con
un conjunto de políticas sociales positivas
orientadas a propiciar la igualdad de
oportunidades, la participación activa de
los ciudadanos y la convivencia social de
grupos heterogéneos.
El Programa URB-AL III, a través de la
OCO, ha decidido adoptar una definición
operativa:
Una comunidad socialmente cohesionada
—cualquiera que sea su escala: local,
regional, nacional— supone una
situación global en la que los ciudadanos
comparten un sentido de pertenencia e
inclusión, participan activamente en los
asuntos públicos, reconocen y toleran
las diferencias, y gozan de una equidad
relativa en el acceso a los bienes y servicios
públicos y en cuanto a la distribución
del ingreso y la riqueza. Todo ello, en un
ambiente donde las instituciones generan
confianza y legitimidad y la ciudadanía
se ejerce a plenitud.12
Esta perspectiva permite leer en clave de
cohesión social cualquier acción pública
llevada a cabo en alguno de los sectores
de intervención (productivo-ocupacional,
cívico, territorial, institucional y/o social)
y tiene un doble objetivo: hacer frente
12	 Referencia URB-AL III: http://www.urb-al3.eu/.
a un problema específico de política
pública, así como desarrollar y afianzar
los cinco componentes que caracterizan
a una sociedad cohesionada: pertenencia,
igualdad e inclusión social, participación,
reconocimiento y legitimidad.13
13	 Mecanismos sociales definidos en el marco del
programa URB-AL III de la siguiente manera:
	 «1. Igualdad e inclusión social
	 La cohesión social supone un compromiso exten-
dido y sistémico con la justicia distributiva y la
equidad. Una sociedad que no garantiza igual-
dad de oportunidades a toda la ciudadanía genera
dinámicas de distanciamiento social y de capaci-
dades diferenciadas que erosionan e imposibilitan
su cohesión. La cohesión social está fuertemente
relacionada con las instituciones económicas, y de
manera especial con el mercado; por ello, puede
describirse como un puente entre «lo social» y
«lo económico». Las prácticas y situaciones de
exclusión del mercado, en especial del mercado
laboral, constituyen una clara amenaza a la cohe-
sión social. La inclusión, sin embargo, más allá de
la esfera laboral y económica, supone la existencia
de un sistema de protección social capaz de garan-
tizar seguridad y apoyo a todas las personas ante
la vulnerabilidad y el acaecimiento de riesgos,
eventos o necesidades específicas. Se trata, por
ejemplo, de riesgos asociados a la enfermedad,
la falta de autosuficiencia, la drogadicción, la
pobreza, el aislamiento, entre otros.
	 2. Pertenencia
	 Se relaciona con el despliegue de un sentido de
«conectividad social» en cuyo marco los ciuda-
danos comparten valores y compromisos básicos.
Una amenaza a la cohesión social se asocia con
el sentimiento de aislamiento que bajo ciertas
circunstancias puede generarse entre algunos
individuos y grupos sociales.
	 3. Reconocimiento
	 Atañe a la mediación positiva de las diferencias
identitarias, religiosas, culturales, políticas, étnicas,
de valores y de cualquier otro tipo por las que se
caracteriza la sociedad. Los ciudadanos que perciben
19
1.2. Conexiones entre las nociones
de cohesión social y de desarrollo
local
1.2.1. Sobre el concepto de desarrollo
Detengámonos ahora a estudiar la
segunda noción en juego en este análisis,
el desarrollo. Conlleva la idea de cambio,
transformación, evolución. Implícitamente,
se entiende que este cambio debe ser
positivo, por lo que se puede definir,
entonces, como la capacidad de superar
una realidad humana actual y llevarla a
niveles superiores de perfeccionamiento y
de calidad de vida.
que los otros los aceptan y reconocen, contribuyen
a la cohesión social; esta se ve amenazada, por el
contrario, por las diversas prácticas de rechazo e
intolerancia, así como por esfuerzos excesivos por
la unanimidad o la homogeneidad sociales.
	 4. Legitimidad
	 La cohesión social es una construcción colecti-
va; no se reduce a una sumatoria de individuos
yuxtapuestos. En este componente se reconoce
la acción estratégica de las instituciones (tanto
públicas como privadas) en tanto que mecanismos
o espacios de intermediación que aseguran las
«conexiones» entre los individuos. La cohesión
social depende en un alto grado de la legitimidad
de estas instituciones y se ve amenazada cuando
estas no son representativas.
	 5. Participación
	 La cohesión social supone la implicación amplia
de los ciudadanos en las cuestiones públicas (que
en este enfoque no solo son las gubernamentales).
La falta de incentivos y de causas para la partici-
pación ciudadana suele considerarse una amenaza
a la cohesión social.»
	 Recogido en: http://www.urb-al3.eu/index.
php/contenido/componentes_de_la_cohesion_
social?id_submenu_principal=132.
Desarrollo no es sinónimo de crecimiento.
Crecer significa aumentar naturalmente
el tamaño por adición a través de
la asimilación o el acrecentamiento,
mientras que desarrollar designa la acción
de expandir o realizar las potencialidades
con que se cuenta; acceder gradualmente
a un estado más pleno, mayor o mejor.
Conceptualmente, existen muchas formas
de entender, definir y explicar el desarrollo.
Algunas de estas concepciones colocan a la
persona (y no a su mero progreso económico)
en el centro de sus preocupaciones. De este
modo, se convierte en un proceso de
ampliación de las opciones de que dispone
el ser humano, todos los individuos y no
solo una parte de la comunidad, con el
propósito de crear un ámbito en el que
esas personas disfruten de una vida larga
y saludable, puedan adquirir conocimientos
y tengan acceso a los recursos necesarios
para disfrutar de un nivel de vida
decoroso. De entre todas estas opciones,
el modelo de desarrollo que interesa es el
denominado desarrollo humano.14
Como
14	 Este modelo ha sido propugnado en el seno de Nacio-
nes Unidas a partir de la década de 1990. El Informe
sobre Desarrollo Humano (HDR) nació con el objetivo
único de situar a las personas en el centro del proceso
de desarrollo, en términos de debates económicos,
formulación de políticas y promoción. El objetivo
era enorme y simple a la vez, con implicaciones de
gran alcance: ir más allá de la cuestión del ingreso
para evaluar el nivel de bienestar de las personas a
largo plazo. Con el informe anual, el PNUD pretende
lograr el desarrollo de las personas, por las personas
y para las personas, y subrayar que los objetivos
del desarrollo son las opciones y las libertades.
	 Más datos sobre los informes en: http://hdr.undp.
org/es/.
20
paradigma presenta dos facetas: por
un lado, el fomento de la capacidad
humana, es decir, mejor salud y mayores
conocimientos teóricos y prácticos
—educación—, y, por otro lado, el
aprovechamiento de la capacidad
adquirida por las personas, que llevaría
a lo que ha dado en denominarse
innovación.
Aspira a alcanzar a cuatro metas
esenciales:
(i)	Convertirse en un proceso productivo:
esto es, posibilitar que las personas
aumenten su productividad y
participen plenamente en el proceso
de generación de ingresos y empleo
remunerado.
(ii)	Conseguir la equidad: procurando
que las personas tengan acceso
a la igualdad de oportunidades,
eliminando todas las barreras que
obstaculizan logros en cuestiones
económicas, sociales y políticas, de
modo que estos individuos puedan
disfrutar de dichas oportunidades y
beneficiarse de ellas.
(iii)	Ser sostenible/sustentable: para
asegurar el acceso a las oportunidades
y los recursos no solo para las
generaciones actuales, sino también
para las futuras, fomentando
actuaciones que permitan la reposición
de todo tipo de capital físico, humano
o medioambiental gastado.
(iv)	Y, por último, favorecer la
potenciación: el desarrollo debe ser
efectuado por las personas y no solo
para ellas: las personas deben tener
ocasión de participar plenamente
en las decisiones y los procesos que
conforman sus vidas.
Considerado de este modo, el desarrollo
humano no se halla presente en ninguno
de los modelos que lo anteceden: de
crecimiento económico, de bienestar
social o de las necesidades básicas; los
incluye, pero los supera.15
El dominio del desarrollo humano,
en relación con otras concepciones o
modelos, es mayor: las oportunidades
esenciales que las personas valoran en
gran medida van desde las oportunidades
políticas, económicas y sociales de ser
creativos y productivos hasta el goce
del respeto propio, el empoderamiento
y el sentido de pertenencia a una
comunidad. Se presenta de esta manera
como una concepción holística que sitúa
a las personas en el centro de todos los
aspectos del proceso de desarrollo.
1.2.2. Políticas públicas para
materializar procesos de desarrollo
Del mismo modo que hay múltiples
formas de entender el concepto de
desarrollo, existen variadas maneras
de implementar políticas para su
consecución. Tradicionalmente, se
15	 PNUD 1996.
21
ha concebido el desarrollo como un
conjunto de atributos adquiridos de
arriba abajo tales como el crecimiento
del PIB per cápita, la industrialización
de la estructura económica, la
democratización y modernización de
la sociedad, tanto a partir de impulsos
exógenos al territorio nacional (la
ayuda al desarrollo proveniente de
los organismos internacionales) como
exógenos a las regiones interiores de un
Estado (la planificación centralizada o la
reasignación territorial de recursos). Sin
embargo, desde hace algunos años, y hoy
más que nunca, se encuentran pruebas
de que esta fórmula no es infalible.
El objetivo de mejorar la vida de las
personas sigue marcando el horizonte
que alcanzar, pero está cambiando su
concreción práctica, y esto representa un
nuevo desafío para las políticas públicas.
Es decir, estamos asistiendo al paso desde
una concepción del desarrollo como algo
adquirido por un territorio, a través de la
dotación de capital físico, conocimiento,
recursos, a una concepción del desarrollo
como algo generado en el territorio a
partir de las capacidades de los actores y
el uso sensato de los recursos locales.
1.2.3. El enfoque de desarrollo local
Esta orientación del desarrollo tiene
una historia reciente. En las últimas
décadas del siglo XX, debido a las graves
crisis económicas que se han sucedido
—en especial en los Estados Unidos de
América, Europa Occidental y Japón—,
la revisión de los modelos de desarrollo
imperantes ha ido prestigiando los
procesos de organización de la comunidad
como una manera de resolución de los
conflictos económicos y sociales desde su
raíz, desde la base, desde los que padecen
el problema y se implican activamente
en solucionarlo. El enfoque de desarrollo
endógeno, propiamente dicho, que pone
a la persona en el centro del proceso,
nace como reacción al pensamiento y
a la práctica dominante en materia de
desarrollo territorial en las décadas de
1950 y 1960, enmarcados en el modelo
industrial fordista y en la difusión del
centro abajo de las innovaciones y de los
impulsos de cambio.
Hacia finales de la década de 1980, se
introduce la denominación desarrollo
local, fundamentalmente en la Unión
Europea, como fórmula posible de
conseguir la cohesión económica y
territorial de la región, y se impulsa
con políticas regionales concretas como
las iniciativas comunitarias LEADER o
URBAN.
Denominado en ocasiones como desarrollo
alternativo, supone un cambio en la
aproximación al problema del desarrollo,
ya que lo entiende como un proceso de
abajo arriba, de construcción a partir de
las capacidades locales, de los actores
personales e institucionales de una
comunidad, y que, por tanto, presenta
una fuerte connotación territorial.
Tales actores necesitan un ambiente
(económico, institucional y axiológico)
que respalde y oriente sus esfuerzos y
energías, y encuadre sus actuaciones. Así,
el desarrollo pasa a ser un proceso de
22
construcción y cambio social de múltiples
dimensiones, que estructuran la sociedad
y configuran el escenario donde las
prácticas de desarrollo se desenvuelven.
En las últimas décadas, el enfoque del
desarrollo local se ha ido extendiendo
por los ámbitos de formulación e
implementación de políticas públicas, en
organismos internacionales, empresas
y organizaciones de la sociedad civil,
e incluso en el ambiente académico,
dando lugar a numerosos proyectos
e investigaciones; muchas veces es
utilizado para referir procesos diversos
que van desde las políticas sociales en
sociedades locales, políticas nacionales
o provinciales productivas, sociales
y/o laborales de alcance territorial,
como procesos de desarrollo surgidos
a partir de la interacción entre actores
territoriales.
1.2.4. Relación entre desarrollo local
y cohesión social
Como vimos antes, los objetivos del
desarrollo humano son:
(…) consolidar las condiciones requeridas
para la realización del potencial de la
persona humana; reconocer y proteger sus
derechos de nacer y vivir con dignidad;
garantizar el derecho a la libertad para
escoger opciones y realizarlas; y asegurar
el acceso a capacidades y oportunidades
para atender las necesidades y aspiraciones
de las personas, como sujetos individuales
y colectivos.
El Desarrollo Local es un medio para el
logro de estos propósitos. Se ejecuta a
través de una intervención de carácter
multidimensional, sinérgica e integradora
en los ámbitos regional, municipal y
barrial, que permite así valuar y reactivar
las potencialidades del territorio mediante
la cooperación activa de los sujetos que
viven en él.16
El desarrollo local y la cohesión
social tienen un doble vínculo. Por
una parte, el desarrollo local es un
vehículo para el afianzamiento de los
componentes que caracterizan a una
sociedad cohesionada. Por otra, el
avance en el proceso de desarrollo local
requiere la existencia de algún grado
de desarrollo de los componentes de la
cohesión social (pertenencia, inclusión,
participación activa en asuntos públicos,
reconocimiento y aceptación de las
diferencias, y equidad). Es en este último
sentido, en particular, que debemos
integrar la variable identidad (identidades)
en la ecuación del desarrollo.
Pero el ejercicio práctico de esta
integración es harto complejo: ¿qué
sucede cuando la convivencia entre esas
identidades no es armónica? ¿Cómo
integrar, incluir las diferentes identidades
en procesos de mejora socioeconómica?
¿Participan activamente y con equidad
todas las identidades? ¿Las políticas en
pro de cohesión reconocen las diferencias?
16	 http://www.pnud.or.cr/desarrollo-humano-local/
index.php?option=com_contentview=articleid
=44Itemid=54.
23
¿Se aceptan las diversas identidades y
son capaces de cooperar en la ideación
de un imaginario común de ciudad?
¿Cómo lograr que las diversas identidades
convivan y compartan una identidad en
cuanto comunidad de ciudadanos sin
renuncia de la propia identidad?
1.3. Las personas como punto
de partida de la reflexión
1.3.1. Las personas como medio
y fin del desarrollo
Para dar respuesta a todas estas preguntas
resulta imprescindible centrar la atención
en el elemento humano. Expresado de
otra manera, «(…) el medio y el fin del
desarrollo son las personas».17
No importa la denominación que se le
dé: recursos humanos, capital social,
comunidad o población; sin personas, no
cabe desarrollo local ni cohesión social.
Las personas son el activo insustituible
de todo proceso de mejora; son las que
conectan, conviven y se relacionan para
generar una comunidad cohesionada en la
que sea posible participar y, por fin, a las
personas deben dirigirse las acciones que
pretendan elevar las condiciones de vida
de un territorio.
En este enfoque humanista, se parte del
hecho de que cada individuo aparece
17	 Banco Mundial 1997:125.
cargado de cierta complejidad, es un ser
lleno de necesidades físicas (nutrición,
sanidad, vivienda, etc.), pero también de
necesidades intangibles:
(…) necesidades no materiales
complementarias en ocasiones a las
necesidades materiales, que incluyen
las necesidades de autodeterminación,
confianza en sí mismo y seguridad,
de participación de los trabajadores y
ciudadanos en la formulación de decisiones
que les afectan, de identidad nacional y
cultural y la necesidad de tener un sentido
de finalidad en la vida y en el trabajo.18
Asimismo, el enfoque humanista se
preocupa por el individuo en cuanto
persona, no solo como mero productor,
emprendedor, agente económico o
generador de conductas: preocupa el ser
humano en su totalidad. Esta vía permitirá
dar respuesta a toda la gama de problemas
biopsicosociales con que se enfrenta el
ser humano, propiciando un crecimiento
personal y pleno, un desarrollo que...
(…) tiene por objeto el despliegue completo
del hombre en toda su riqueza y en la
complejidad de sus expresiones y de sus
compromisos: individuo, miembro de una
familia y de una colectividad, ciudadano y
productor, inventor de técnicas y creador
de sueños.19
El enfoque humanista se orienta a un
plazo largo. No se reduce a una fórmula
18	 Streeten et al. 1986:42.
19	 Faure et al. 1972.
24
coyuntural de una acción concreta, de
un proyecto aislado, de un aprendizaje
determinado, sino que supone una
apertura de mentalidad, de actitudes, de
formas de entender las cosas, de maneras
de actuar y decidir, de hábitos, de modos de
participar. En definitiva, de crecimiento
de todas las capacidades del sujeto que se
transforma.
Esta consideración de las personas plantea
dos dimensiones del ser humano: como
parte del proceso productivo y como
objetivo final del desarrollo, esto es,
como recurso y como beneficiarios de
la actuación, respectivamente. Desde un
enfoque de desarrollo local interesan las
personas en ambas perspectivas:
1. Son un recurso, el principal, ya que al
mejorar, al optimizar el factor humano se
propiciará la optimización y mejora de los
restantes recursos; es decir:
(…) los seres humanos son el recurso
principal de toda comunidad. Dentro del
marco provisto de los recursos naturales,
los ciudadanos de una comunidad producen
la riqueza, organizan y mantienen las
instituciones, prestan servicios, dan
la pauta progresista o conservadora y
engendran la fuerza moral y los anhelos de
la comunidad.20
2. Y son el objetivo final del desarrollo,
puesto que los beneficiarios de las
acciones de mejora comunitaria han de ser
siempre los miembros de la comunidad.
20	 Ware 1979:28.
Se apuesta, en definitiva, por las
personas, porque, como afirma Pierre de
Charetenay:
(...) el futuro depende de las capacidades
locales para gestionar la técnica, encontrar
los circuitos económicos que correspondan
a la cultura y organizar los intercambios
tanto en el interior de la comunidad
como en el exterior. Todas las ayudas
son útiles, pero lo esencial se basa en la
responsabilidad local, y es preciso dejar
que se ejerza libremente.21
1.3.2. La necesidad humana
de relación social
Desde las políticas públicas en pro
de la cohesión social, especialmente,
tendrían que importar las personas no
solo como individuos que pretenden
satisfacer un interés personal, sino en
cuanto comunidad (común unidad de
vida de personas juntas en un territorio
delimitado). Una unidad que se sostiene y
recibe cohesión interna de la participación
colectiva en las emociones de lealtad,
amor y pertenencia común; donde se
relacionan, comparten valores y objetivos
y se organizan las acciones para conseguir
un bien compartido.
Existen distintas colectividades sociales,
pero es propiamente en el grupo
identitario donde es posible que el
individuo participe, se comunique y,
21	 Charetenay 1992:170.
25
en definitiva, desarrolle aprendizajes
sociales. Entendiendo aquí que grupo
es el conjunto de seres humanos con
relaciones mutuas, es decir, la colectividad
identificable, estructurada, continuada
de personas que desempeñan funciones
recíprocas conforme a determinadas
normas, intereses y valores sociales para
la prosecución de objetivos comunes.
En los primeros años de su existencia,
los individuos comienzan a aprender
a participar y actuar en sus grupos de
pertenencia, compartiendo acciones
con fines comunes, que configuran la
manera de pensar y enfrentarse a la
vida, y, en muchos casos, condicionan
la integración de los sujetos en otros
grupos más amplios. En el grupo primario
de la familia, cada persona mantiene
frecuentes relaciones, comparte un
elevado sentimiento de solidaridad y
estrecha adhesión a los valores sociales
comunes. El ámbito familiar es el
espacio social idóneo para comenzar a
interiorizar hábitos y destrezas sociales
necesarios para practicar la participación,
componente fundamental de la cohesión
social. Desde la vivencia familiar, todo
individuo interioriza y personaliza su
experiencia social. Se trata del proceso
de individualización por el que resulta
que no puede haber una persona del todo
idéntica a otra, ni es posible predecir
siempre y totalmente su comportamiento
social. Cada sujeto se individualiza
por la manera en que se adapta a los
influjos ejercidos sobre él y por su propia
interpretación personal de lo que ha
aprendido. La personalidad social no es
nunca reflejo perfecto de la cultura y
de la familia en la que el individuo se
ha desarrollado; es también, en parte, el
resultado de su propia adaptación a esa
cultura y a las otras personas con las que
convive en su sociedad.
Poco a poco, el individuo ha de ir
ejercitando lo aprendido en el grupo
primario de la familia, y ha de trasladarlo
a otros grupos primarios y secundarios
(asociaciones ya sean formales o
informales). La diferencia entre los grupos
primarios y los secundarios reside en
el tipo de relaciones que se establecen.
Cuando estas relaciones sociales son
íntimas, personales y frecuentes, como en
la familia, son características de un grupo
primario. Las relaciones en los grupos
secundarios, en otro nivel más complejo,
son más impersonales, más artificiales,
más formales y menos frecuentes.
En la medida en que un individuo
comparte en algún porcentaje un bagaje
cultural con su familia o con otros grupos
de su comunidad, cabe decir que está
integrado socioculturalmente. Aparece así
otro concepto, la integración sociocultural,
vital para el entendimiento y la
consecución de la cohesión social, sobre el
que volveremos más adelante.
El individuo no es un átomo aislado
de otros. Por el contrario, se construye
a partir de la interacción con otros
seres iguales. La sociabilidad es un
presupuesto de la existencia humana
que se desenvuelve en el seno de un
abanico de opciones desde el punto de
vista de los grupos. Por un lado, están
los grupos esporádicos: aquellos que se
26
pueden formar en un partido de fútbol
o en el teatro; luego están los grupos
estables secundarios, representados por
las asociaciones, los partidos políticos, los
vecinos; y, por último, se encuentran los
grupos estables estructurales, legados del
pasado, como la nación, el municipio o
la comunidad étnica y cultural. Algunos
grupos nos son dados de forma natural
—por ejemplo, al nacer, automáticamente,
somos parte de una familia—, otros los
vamos eligiendo a lo largo de la vida,
por lo que no todos los seres humanos
tienen los mismos grupos de referencia e
identidad. Pero todos los seres humanos
guardamos algún tipo de relación, buena
o mala, con los grupos, simplemente por
la doble condición de ser sociales
y sociables.
1.3.3. Las personas, seres sociales
y sociables
La sociabilidad, impresa en la naturaleza
humana, es la capacidad de relación con
los otros. En un sentido amplio, designa
la potencialidad que tienen los seres
humanos para integrarse a la vida del
grupo o para la cooperación.
Como ser sociable, el hombre y la
mujer están naturalmente inclinados
a desenvolverse en sociedad. La
sociabilidad, como capacidad de
relación, permite que se establezca
comunicación. No se trata de una relación
cualquiera, sino de una que posibilita una
participación simétrica en la que todos los
individuos se implican en la producción
y construcción de conocimientos para
aumentar el nivel de entendimiento de lo
planteado. La falta de esta madurez social
genera individuos antisociales o asociales,
que en ocasiones se autoexcluyen de los
grupos o son excluidos por otros.
La sociabilidad, como toda capacidad
humana, no se encuentra en el hombre
en estado de máximo desarrollo; va
desplegándose cuando el individuo crece,
hasta llegar a un determinado grado de
madurez social, de sociabilidad; esto es,
hasta alcanzar la capacidad de realizar
actos positivos de vida social.
Los individuos maduran como personas
en el seno de su comunidad, se hacen
más sociables a través de su participación
en dos procesos básicos: socialización y
educación, dos procesos diferentes pero
relacionados. La educación lleva implícita
la socialización, pero esta no implica
aquella. El proceso de socialización es
básicamente de conformación, mientras
que el de educación es básicamente uno
de transformación de la persona social;
por lo tanto, el primero es un proceso
conservador (facilita que estemos unidos a
otras personas) y el segundo es un proceso
innovador (contribuye al crecimiento
como persona).
En atención a esta primera característica,
la socialización aparece como un cambio
funcional, mediante la participación
social, que permite el aprendizaje de
roles y la adquisición de un determinado
estatus. En un sentido convencional, se
define la socialización como el proceso
que transforma al individuo biológico
27
en individuo social por medio de la
transmisión y aprendizaje de la cultura de
la sociedad, que integra a su personalidad
y a la cual se adapta. El individuo
adquiere las capacidades que le permiten
participar como miembro efectivo de los
grupos y de la sociedad global de manera
semiautomática durante los primeros
años de la vida; y ello es un requisito
imprescindible para su adaptación
al medio en el que vive. Cuando esa
adaptación no se da, pueden surgir
situaciones de marginación o exclusión
social.
Por ello, la socialización aparece como
el producto de una interacción entre
el sujeto y el medio social. Se busca
conseguir un equilibrio en la convivencia
basado en la aceptación responsable de
la cultura del grupo y en la supervivencia
de la peculiaridad individual con el apoyo
del bloque social referencial.
De este modo, la tarea de la socialización
permitirá a cada individuo aprender un
idioma; familiarizarse con los esquemas
normativos y los valores del grupo;
ser transmisor de la propia cultura;
formarse en hábitos de comportamiento;
participar en el bien común; comprender
la vida social y aprender la técnica de
la relación social tanto a nivel personal
como comunitario; compartir costumbres;
asumir normas sociales; construirse un
estatus y, después, sus roles; participar en
el mundo del trabajo (lo cual es de interés
individual y colectivo); y desarrollar la
propia personalidad. Este aprendizaje se
logra por la convivencia con la sociedad,
por el contacto con los otros, en un
proceso de intercambio que lleva a un
común conocimiento de trascendencia
social compartido por todos. Naval define
la socialización, en un sentido amplio,
como la «educación de la sociabilidad»,
esto es, capacitar al individuo para
establecer asociaciones con otros
individuos.
Y es que el despliegue de la sociabilidad,
como capacidad radical que toda persona
tiene de llegar a la sociabilidad —a la
madurez social que esta última supone—,
precisa una vía: la educación; esto es, la
actividad o práctica social cuyo principal
propósito es ayudar a los otros a llegar a
ser personas plenas. Para ser personas en
plenitud, además de conocer y practicar
determinadas pautas y roles sociales, el
individuo debe estar integrado tanto en
sus grupos de pertenencia y referencia
como en su comunidad. Esta dependencia
del otro para educarse «(…) es simplemente
una confirmación de la naturaleza
comunitaria del hombre».22
Por ello, ese trabajo de maduración
personal progresiva, de autorrealización,
que es la educación como proceso de
personalización o individualización,
se lleva a cabo en un proceso de
socialización, que favorece la integración
de los individuos al entorno social que
les rodea, incorporándose a una cultura,
adquiriendo, entre otras cosas, un
lenguaje, unas costumbres, unas ideas o
unas normas morales.
22	 Naval Durán 1995:224.
28
Luego, resulta capital que cada persona
descubra al resto de los individuos
como un medio para crecer; que sienta
la necesidad de vivir en sociedad, de
desarrollar sus capacidades de ser sociable
y social.
El individuo que aprende a ser más
sociable no es el sujeto aislado, sino el
que está en relación con sus semejantes,
y en comunicación con las estructuras
y las fuerzas de una sociedad; el que
necesita de una comunidad, en el seno
de la cual puede establecer relación con
sus semejantes, alcanzar su plenitud, y
en la que otros seres le reconocen como
persona y como tales él las identifica. En
definitiva:
(…) llegar a ser educado sería aprender
a ser persona. Ser persona, sin embargo,
es llegar a ser miembro de una sociedad.
Llegar a ser educado es por tanto llegar a
ser miembro de una sociedad y así haber
aprendido qué es ser y vivir como miembro
de la sociedad.23
Queda establecida la necesidad de
desplegar de forma intencional estrategias
educativas para el logro de la cohesión
social como ruta que propicie la madurez
de cada persona como actor social, la
convivencia, la inclusión de los individuos
en el grupo, la integración de los grupos
en la comunidad y la materialización de
la participación social como modalidad de
relación comunicativa.
23	 Naval Durán 1995:20.
1.4. La comunidad como marco
de la acción
1.4.1. Una red de relaciones
Por tanto, para alcanzar un cierto
grado de cohesión social se requieren
estrategias educativas dirigidas a cada
persona, pero abocadas necesariamente a
desplegarse en comunidad. Entendiendo
que comunidad hace referencia, aquí, al
colectivo sociodemográfico formado por
sujetos y grupos (primarios y secundarios)
que establecen entre ellos relaciones
sociales (individuo-individuo, individuo-
grupo y grupo-grupo) para conseguir el
bien común (el bienestar, la mejora de
la calidad de vida). La comunidad es,
por tanto, la red de relaciones de apoyo
mutuo de la que uno puede depender en
un espacio y un tiempo definidos. Esta
noción es tan general que igualmente
puede aplicarse a barrios, agrupaciones
religiosas, organizaciones educativas,
grupos de autoayuda, empresas o
asociaciones deportivas. Cabe, pues,
hablar de diferentes tipos de comunidad, y
estudiarlas recurriendo también a distintos
niveles de análisis. En esta perspectiva:
(…) puede constatarse que, según los casos,
se enfatiza uno u otro aspecto. A veces,
cuando se habla de comunidad el término
designa una localidad o área geográfica: se
trata de todas las definiciones que tienen
primordialmente en cuenta los límites
geográficos o la influencia de los factores
físicos sobre las relaciones sociales. También
se habla de comunidad para designar la
estructura social de un grupo, estudiándose
las instituciones del mismo y los problemas
29
de los roles, estatus y clases sociales, que
se dan en su interior; en este caso, la
comunidad se considera fundamentalmente
como un conjunto de relaciones sociales.
Otras conceptualizaciones destacan el
aspecto psicológico, considerando a la
comunidad como sentimiento o conciencia
de pertenencia. Por último, y este es el
uso más frecuente, se emplea el término
comunidad como equivalente o sinónimo
de sociedad.24
Desde la visión de las políticas públicas
de carácter social, interesan aquellos
colectivos que ocupan un espacio físico
y poseen una estructura administrativa
que los define como barrio, aldea, pueblo,
municipio, comarca, etc.; realidades
complejas e interconectadas que, a su
vez, contienen grupos muy diversos, a
los que es posible clasificar desde los
sólidamente estructurados, que responden
a las pautas más o menos establecidas
de asociacionismo tradicional (etnias,
iglesias, asociaciones de vecinos,
movimientos, coordinadoras, entidades,
sindicatos, partidos políticos, asociaciones
empresariales, agrupaciones sociales,
benéficas, culturales, etc.), hasta los
grupos informales que reflejan afinidad
de intereses (aficiones, deportes, etc.).
Obviamente, no todos los sujetos se
relacionan o comunican de igual forma, no
todos se integran en los mismos grupos, de
la misma manera que no todas las personas
participan en la vida comunitaria con igual
intensidad: algunos lo hacen activamente,
24	 Ander-Egg 1987:43.
otros no se implican en absoluto; existen
personas que se oponen o enfrentan
abiertamente al resto de ciudadanos,
mientras que algunos individuos se
incorporan a agrupaciones organizadas
expresamente para la resolución de
problemas comunitarios.
Con esta perspectiva espacial, la
comunidad representa al grupo humano
que vive en un área geográfica específica
donde sus componentes articulan
una pluralidad de relaciones para el
acometimiento de las funciones de
producción, de gobierno, de educación,
de asistencia y de recreo. En la medida
en que es capaz de mantener un grado
de autonomía, que permite considerarla
como segmento social con sus propias
redes de interrelación y de comunicación,
se la considera como grupo social.
Para que exista sociedad local, deben
darse al menos dos condiciones: una
de naturaleza socioeconómica y otra
de naturaleza cultural. Buscando el
modo de articular políticas sociales de
cohesión nos interesa centrarnos en esta
segunda condición que hace referencia a
la manera en que un conjunto humano
perteneciente a un territorio se identifica
con su historia y muestra rasgos
culturales comunes expresados en una
identidad colectiva.
A partir de aquí, llegaremos a otra idea:
la organización de la comunidad para el
desarrollo local es un proceso que busca
suscitar grupos funcionales de ciudadanos
capaces de ser los agentes activos y
responsables de su propio progreso, usando
30
para ello como medios culturales: la
investigación en común de los problemas
locales; el planeamiento y la ejecución
por sí mismos de las soluciones que antes
convinieron; y la coordinación voluntaria
con los demás grupos y con las autoridades
oficiales de modo que se obtenga el
bienestar total de la comunidad.
En ese marco, actor local es todo aquel
individuo, grupo u organización que
desempeña roles en la sociedad local. Hay
actores locales que deben ser identificados
y evaluados en función del poder que
detentan, sea por riqueza, ubicación
política, prestigio o conocimiento, o
debido a su inserción en la malla de
organizaciones sociales, de tal modo que
en cada comunidad cabe encontrar:
/  Actores político-institucionales: el
gobierno local, las empresas públicas, las
agencias del gobierno central, regional y
provincial.
/  Actores de mercado: la microempresa
y el artesanado, la pequeña y mediana
empresa, la gran empresa, los
trabajadores.
/  Actores sociales: las comisiones
vecinales, las organizaciones de
voluntarios, las iglesias, los comités
políticos, las organizaciones no
gubernamentales, las personas.
La cultura, la identidad e incluso el
grado de cohesión social de cada
comunidad vendrán determinados
por las características de la relación
que se establezca entre estos actores.
Entre las primeras tareas para articular
políticas públicas que pretendan
fomentar la cohesión social y ser acordes
a las necesidades sociales, estará la
identificación y caracterización de todos
los actores que integran esa comunidad.
1.4.2. Comunidad y cultura
De esta manera, se puede llegar a concebir
una comunidad como un conjunto de
personas que establecen relaciones entre
ellas, con la materia, con el medio en
el que habitan y con lo sobrenatural.
Estas relaciones pueden adoptar diversos
objetivos: sentimentales, laborales, de
organización, festivos, solidarios…; y
presentar distintos caracteres: comerciales,
de cooperación, de amistad o de
enfrentamiento. Sean como sean, todas
se despliegan en un espacio concreto
(el territorio que ocupa la comunidad)
y tienen un devenir en el tiempo (la
historia de la comunidad). Los resultados
de esas relaciones peculiares que cada
comunidad mantiene en un tiempo y
lugar determinado es lo que se denomina
cultura.
De manera que podríamos definir la
cultura como el conjunto de conductas,
hechos sociales y acciones humanas,
hábitos y actividades, pensamientos,
creencias, valores y significados, saberes,
manifestaciones, objetos y experiencias
que vive cada persona individualmente, y
la comunidad entera, al entrar los sujetos
en relación con su medio a través del
trabajo, al relacionarse con la naturaleza,
31
con la materia por medio de la técnica
y las artes, al contactar con otros seres
humanos genéricos, provocando roles
sociales, costumbres y ética, incluyendo
las relaciones entre el hombre y la mujer
(sexualidad y amor), entre el ser humano y
su ser (toma de conciencia), entre el sujeto
y su medio, y entre las personas y Dios.25
Cualquier experiencia cultural tiene
lugar en un intervalo temporal con tres
momentos. Un momento que ya pasó, al
que se puede acceder por el recuerdo o la
memoria. El tiempo en que la comunidad
existe, el presente, en el que actualmente
se encuentra; influido por el pasado y
gestador del futuro. Y un tiempo por
llegar, en el que se idea la comunidad
como imaginario utópico y cuyo devenir
se planifica estratégicamente con el afán
de mejorar las condiciones de vida locales.
En este sentido, la dimensión histórica de
la comunidad se concreta en la cultura
local, mezcla de tradición y creación que
singulariza a cada grupo: en parte se
hereda, en parte se construye y en parte
se planea. Todo aquello que durante ese
devenir histórico el ser humano va creando,
diseñando, produciendo… se manifiesta
como cultura. Por eso cabe afirmar que el
complejo fenómeno social de la cultura
tiene una dimensión histórica, temporal,
que perpetúa a la comunidad en el tiempo.26
25	 Ander-Egg 1981:12 ss.; Quintana Cabanas et al.
1986:20; Armengol i Siscares 1987:33-40; Viché
1989:27; Cembranos, Montesinos y Bustelo
1989:13; Hernández 1990:137.
26	 Quintana Cabanas 1980:82.
1.5. Identidad e identidades
en la comunidad
1.5.1. Identidad cultural
Luego, se podría afirmar que la identidad
surge como resultado del proceso
de desarrollo, en la medida en que
cada comunidad, al evolucionar en el
tiempo, va generando costumbres, leyes,
productos que forman su cultura; y, a
la vez, descubrimos que la cultura hace
posible el desarrollo.27
Así, identidad cultural sería la forma de
ser solidaria y comprometida, diferente
y singular de cada comunidad para
lograr la unidad amplia a partir de la
convergencia de diferencias individuales.28
Esto es así porque cada comunidad ha
asimilado una serie de experiencias que
ha traducido después en convicciones
globales, universo simbólico, conjunto de
ideas, mitos, tradiciones, creencias que
no solo se aceptan en el subconsciente
colectivo, sino que alcanzan a ser el
marco o el horizonte donde se interpreta
cualquier acontecimiento, sea personal o
comunitario. Es decir, cada comunidad
dispone de unos modelos particulares de
interpretar todos los hechos de la vida,
de juzgar los acontecimientos, de formular
principios…
Las sociedades locales existen en
territorios cargados de huellas del
pasado. El espacio no es neutro, expresa
27	 Barrena Sánchez 1980:91.
28	 UNESCO 1990:249.
32
la historia de los seres humanos, sus
conflictos y sus sistemas de vida, sus
trabajos y sus creencias. La memoria
colectiva otorga un sentido a la relación
entre pasado, presente y proyecto, y
expresa así los contenidos profundos de
la identidad colectiva. La vuelta al pasado
por la memoria que permite reconocerse
en una historia es una condición de la
acción. No se trata de reconocer huellas,
sino de reconocerse en esas huellas. Pero
esto no basta, una comunidad es un ser
vivo que debe orientarse al futuro.
Es posible comprender las razones por las
que se mira con escepticismo el axioma
de priorizar de manera automática la
cultura heredada si la pregunta se encara
desde el punto de vista de quién opta y
por qué se opta. Nacer en un ambiente
cultural determinado de ninguna manera
implica un ejercicio de libertad, más bien
al contrario. Se trata de una situación
que solo se puede asociar con la libertad
cultural si se tiene la posibilidad de
seguir viviendo en los términos de esa
cultura y si al hacerlo se dispone, además,
de la oportunidad de optar por otras
alternativas. La libertad no se puede
disociar de la oportunidad de elegir o,
al menos, de poder considerar la forma
de ejercer una opción si esta estuviera
disponible. ¿Cómo invocar el peso
normativo de la libertad si las personas
no están en condiciones de considerar
realmente una opción diferente, sea esta
real o potencial?
Cada individuo suele identificarse con
muchos grupos distintos mediante
diversos grados de afiliación en la
medida en que, dentro de la gama de
afiliaciones que un sujeto realmente
puede reivindicar, se puede elegir la
prioridad que se le dará a una u otra
ante una situación determinada. En
este espacio de las afiliaciones es donde
los valores de las personas se tornan
decisivos.
La libertad de escoger no solo es
importante para el individuo que escoge,
también puede serlo para los demás si la
responsabilidad que implica la elección se
dimensiona de manera adecuada.
La afirmación de la identidad local se basa
en ese reconocerse, libremente, en una
historia colectiva. Todos los componentes
de esa identidad se explican solamente
si se percibe la existencia de una historia
viviente (pasada, presente y futura) a
la que cada uno de los habitantes de la
sociedad local puede afiliarse. Ahora bien,
desde un enfoque de desarrollo local,
este reconocerse en la historia no tiene
sentido si es para quedarse en una mirada
nostálgica del pasado. Solo adquiere toda
su potencialidad cuando la fuerza de esa
carga histórica provoca interrogantes
sobre el pasado y sobre el proyecto de
futuro. La identidad se convierte en
palanca del desarrollo cuando cada
individuo lleva a descubrir la posibilidad
de actuar y tiene la oportunidad de elegir
libremente su identidad. Pero, además,
este descubrimiento solo es real, solo
genera realizaciones, cuando el individuo
o el grupo que actúa se reconocen a sí
mismos como capaces de aportar algo a
su comunidad, de cambiar, de transformar
su realidad.
33
1.5.2. Identidad y creación cultural
Cuando las personas eligen afiliarse a la
identidad común porque se reconocen
en ella y tienen aportes positivos que
hacer para la mejora de su comunidad, se
genera desarrollo. Se propician, entonces,
situaciones en las que el ser humano,
unido a otros individuos, intenta optimizar
sus condiciones de vida, generando
respuestas a sus necesidades y deseos,29
dando soluciones originales y creativas a
los problemas que su medio le plantea.30
Eso es lo que se denomina creación
cultural. Como tal, es un proceso por el que
la comunidad asume y conoce la cultura
del pasado, pero se diseña para el futuro.
Va buscando respuestas comprometidas
y adaptadas a los conflictos que tiene
planteados31
en su seno.
De este modo, podemos afirmar que los
procesos de constitución de identidad
que se vuelven motores del desarrollo
tienen algunas características bien
precisas:
Reúnen el pasado, el presente y
el proyecto en una única realidad
interiorizada por el conjunto de los
miembros de la sociedad.
Se desarrollan en una realidad cultural
donde se valoran la innovación, el trabajo
y la producción.
29	 Ander-Egg 1981:16.
30	 Viché 1989:27.
31	 Froure Quintas y Sánchez Castaño 1990:41.
Marcan la diferencia y la especificidad,
para situarse en la relación con otras
diferencias y otras especificidades.
En ciertas situaciones, los agrupamientos
humanos locales no han generado
procesos identitarios que autoricen a
hablar de identidad colectiva local.
En otras, ha habido un deterioro de
los tejidos sociales originales que han
conducido a un debilitamiento o la
casi desaparición de los referentes
identitarios. En tales casos, estamos
ante grupos humanos que habitan un
territorio pero que difícilmente pueden
ser llamados comunidades locales. Les
falta un ingrediente esencial: su propio
reconocimiento y el reconocimiento de
los demás; carecen de identidad.
1.5.3. Los elementos que definen
la identidad de una comunidad
Actuando, y en esto consisten las
políticas públicas, sobre los elementos
primarios que toda cultura tiende a
institucionalizar y que determinan su
identidad como comunidad, se acelera o
demora el proceso de cambio social que
implica el desarrollo.32
De manera que
para fundamentar conceptualmente esas
políticas, es necesario concretar estos
elementos:
32	 Sancho Hazak 1976:104.
34
(i)	Materiales. Todos los objetos, en su
estado natural o transformados por
el trabajo humano, que un grupo
esté en condiciones de aprovechar
en un momento dado de su devenir
histórico: tierra, materias primas,
fuentes de energía, herramientas,
utensilios, productos naturales y
manufacturados, etc. La cultura
material está constituida por el
conjunto de bienes tangibles
que son creados, producidos o
anhelados porque tienen significados
particulares (y a partir de ello
su valor) para un grupo humano
determinado.
		Los elementos materiales de la cultura
deben ser vistos en su contexto porque
los habitantes de cada localidad,
cada región, cada país tienen sus
propios significados para las cosas y
bienes materiales de su ambiente que
constituyen su cultura material.
(ii)	De organización. Todas las
modalidades de relación social
sistematizadas mediante las cuales
se hace posible la participación
de los miembros del grupo, cuya
intervención es necesaria para cumplir
la acción: normas, reglas y leyes.
		Se proponen como un estándar de
comportamiento compartido por
un grupo social, estándar al que se
espera que sus miembros adapten su
quehacer por el significado que tiene
para ordenar sus vidas cotidianas. Se
manifiestan arraigadas en hábitos,
costumbres y tradiciones y, a veces,
recogidas por escrito. Varían entre
culturas y, en gran medida, en el
seno de cada grupo. Muchas veces
se cumplen de forma casi irreflexiva,
inconscientemente; no se cuestionan
porque muchas veces no se conocen
de modo explícito, son como una
segunda naturaleza. La trasgresión
de las normas, sin embargo, se
hace evidente de forma inmediata y
generalmente está sancionada por el
control social.
		Se colocan siempre en el plano de
lo que debería hacerse, dando base
a la ética y la moral de cada grupo
humano.
		Las normas, reglas y leyes no hacen
otra cosa que expresar los valores
de un grupo humano respecto del
comportamiento esperado. Por este
motivo, incluiríamos en este apartado
el grupo de políticas públicas sociales,
en cuanto forma de organización y
gobierno comunitario.
(iii)	De conocimiento. Experiencias
asimiladas y sistematizadas que se
elaboran, se acumulan y se trasmiten
de generación en generación y en el
marco de las cuales incorporan nuevos
conocimientos.
		Son las costumbres, pautas de
comportamientos socialmente
adquiridas, altamente significativas
para quienes las comparten o
conocen, apoyadas por la tradición y
generalmente exhibidas por miembros
del grupo social. Se caracterizan
35
por ser actos voluntarios que no
son sancionados negativamente
cuando no son respetados. Es decir,
las costumbres son formas de
comportarse aprendidas socialmente y
que son dichas, actuadas o mostradas
públicamente en la vida cotidiana de
las personas; no son reforzadas por el
control social, más bien se asumen por
socialización y uso repetido.
(iv)	Simbólicos. Diferentes códigos que
permiten la comunicación necesaria
entre los participantes en los diversos
momentos de una acción. Entre los
seres humanos, el código fundamental
es el lenguaje.
		No existiría cultura sin lenguaje;
el verbal en primer lugar, pero
también otros sistemas de lenguaje
no hablados o escritos, como la
arquitectura, las vestimentas, los
iconos o los gestos. Cada grupo social
posee su propio lenguaje distintivo,
desde los sectores socioeconómicos
más bajos hasta los más altos en la
escala social, dependiendo de la edad
o del ámbito territorial donde esté
instalada.
		Por medio del lenguaje conferimos
sentido a nuestra existencia… Toda
forma de relación, de comprensión
o de entendimiento entre personas
pertenece al dominio del lenguaje.
La vida está llena de símbolos y
de simbolismos, puesto que el ser
humano es el único animal capaz
de crearlos, de expresarse con ellos
y de interpretarlos; es, en definitiva,
el único capaz de comunicarse y
relacionarse a través del lenguaje.
		Símbolo es cualquier cosa —objeto,
gesto, palabra— que representa o se
pone en lugar de otra cosa con la que
no tiene conexión intrínseca. Una vez
más, aparece la importancia de los
valores en este análisis: una bandera
puede representar a ‘nación’, ‘fervor
nacionalista’ o ‘lealtad’, según quién
la interprete. Es decir, cada signo
puede tener numerosos significados
y diferente carga emotiva; de ahí
la importancia del respeto a los
símbolos de todas las identidades
como vía para lograr la comunicación
y, en consecuencia, la comunicación
social.
(v)	Emotivos. También pueden llamarse
subjetivos. Son las representaciones
colectivas, creencias y valores
integrados que motivan a la
participación y/o la aceptación de las
acciones: la subjetividad como un
elemento cultural indispensable.
		Desde el punto de vista de la
cultura, se conciben como aquello
que proporciona significados que
dan sentido a la vida cotidiana.
Entre ello, los valores culturales son
orientaciones intrapsíquicas que guían
(pero no determinan) los significados
con que los seres humanos establecen
relaciones sociales entre sí.
Atender a cada uno de estos factores y
al conjunto de ellos es dar un sentido
a la vida en común, proporcionar una
36
motivación para la acción conjunta, en la
medida en que procurar el bienestar social
de la comunidad, y pretenderlo como bien
común, es hacer cultura. De este modo:
(…) resulta claro que la cultura no solo está
vinculada a la manera de vivir sino que es
un elemento que impregna la totalidad de
la vida cotidiana.33
Se concibe como cultura consciente la
decisión de cómo se quiere ser, qué formas
se quieren tener, qué valores se quieren
desarrollar, qué productos se quieren
realizar y qué lenguaje o qué símbolos
sirven para expresarse, para explicarse,
para interpretarse, para entenderse,
en definitiva, para relacionarse. La
experiencia nos demuestra que, por ello,
no cabe hablar de una cultura uniforme.
1.5.4. Diversidad cultural
Cada comunidad encierra formas
heterogéneas a lo largo del tiempo y del
espacio. Esta diversidad se manifiesta
en la originalidad y la pluralidad de
las identidades que caracterizan a los
grupos y las sociedades que componen la
humanidad. Fuente de intercambios, de
innovación y de creatividad, la diversidad
cultural es, para el género humano, tan
necesaria como la diversidad biológica
para todos los organismos vivos. En este
sentido, constituye el patrimonio común
33	 Ander-Egg 1981:16.
de la humanidad y debe ser reconocida
y consolidada en beneficio de las
generaciones presentes y futuras.34
La diversidad cultural amplía las
posibilidades de elección que se brindan a
todos; es una de las fuentes del desarrollo,
entendido no solamente en términos de
crecimiento económico, sino también
como medio de acceso a una existencia
intelectual, afectiva, moral y espiritual
satisfactoria.35
Todas las personas, grupos y comunidades
tienen una manera específica de ver el
mundo y comprenderlo, de interactuar con
su entorno, de concebir los problemas y
retos que afrontan y de responder a ellos,
así como de asignar valor a sus recursos y
reglas, por lo que se afirma que cada grupo
social y comunidad tienen características
específicas que los hacen ser diversos.
Sin embargo, no es lo mismo hablar de
diferencia que de diversidad. Si hablamos
de diferencia, tenemos un punto obligado
de referencia. Somos diferentes en algo
específico. A menudo, este punto de
referencia queda, por comparación,
establecido para todos de acuerdo con
los criterios de un grupo determinado;
lo cual, en demasiadas ocasiones, es el
arranque de actitudes y conductas que
34	 En este sentido, en el capítulo 5, se recogen dife-
rentes preceptos que han contribuido a la defen-
sa y el reconocimiento de la diversidad cultural
como un bien y un derecho inalienable de la
humanidad.
35	 UNESCO 2001.
37
terminan en marginación, dominación,
discriminación o exclusión social.
Cuando se usa el concepto diversidad, por
el contrario, cada persona, cada grupo,
cada comunidad necesita hablar de lo
que es, de sus haberes, sus recursos, sus
historias y proyectos, en suma, no se
alude a la referencia, a la comparación,
sino a la identidad. Porque lo diverso se
define en relación consigo mismo y en
relación con los otros, con los diferentes,
con los que son distintos.
1.5.5. La necesaria relación entre
identidades culturales
Dentro de cada comunidad local, la
identidad cultural puede ser presentada
como respuesta de un grupo particular
para mostrar a los demás su unidad y
reafirmar los valores y costumbres que
establecen su diferencia con el resto de
miembros de su sociedad, por lo que cabe
hablar de identidades particulares que
se relacionan (de modo armónico o no)
para dar forma a una peculiar identidad
como comunidad. Esa relación entre
identidades, cuando es positiva, ha dado
en llamarse interculturalidad.
La interculturalidad
Al menos en el plano teórico, la
interculturalidad se refiere a la
interacción entre grupos humanos
de distintas culturas, llevada a cabo
de una forma respetuosa. En este
sentido, se entiende que ningún grupo
cultural está por encima de otro, lo que
favorece la cohesión social a través
de la horizontalidad, la igualdad y la
relación justa entre colectividades. En las
dinámicas interculturales, se establece
una comunicación basada en la apertura
a la diversidad cultural y el aprecio al
reconocimiento mutuo. Sin embargo, en
la práctica no es un proceso exento de
conflictos, más bien al contrario.
La afirmación de la interculturalidad
implica atender a otros dos procesos
sociales que están conectados: inserción
e integración. En la inserción, se asume
la presencia física de las personas en un
determinado espacio donde prevalece la
cultura dominante o mayoritaria. En la
integración, no solo se acepta a la persona
con otra identidad cultural, sino que entra
en juego una disposición a interactuar
de manera intelectual, psicológica y
cultural con el otro. Dado que no solo
se da por aceptada la nueva cultura,
sino que, además, hay disposición para
conocerla, respetarla y aprender de ella
en interacción mutua entre las mayorías y
minorías culturales, se genera un proceso
intercultural.
La interculturalidad en un sentido
amplio no se limita a la coexistencia,
convivencia y tolerancia entre desiguales,
sino que avanza hacia la construcción de
una comunidad de ciudadanos: en medio
de sus múltiples diferencias culturales e
individuales, que dan una mayor riqueza
al conjunto, estos ciudadanos se sienten
iguales en cuanto a sus oportunidades,
derechos y obligaciones básicas y, a la
vez, son capaces de relacionarse entre
38
todos de una manera constructiva y
haciendo todos el esfuerzo de formar
una comunidad.
Uno de los modos fundamentales de
realización de la interculturalidad
en una sociedad plural y diversa
es la democracia intercultural. Y
es que el ejercicio complementario
de distintas formas de democracia
(directa y participativa, representativa
y comunitaria), en el horizonte común
de una sociedad compartida, constituye
la garantía para el respeto por el otro
no solamente en las normas y en las
instituciones formales, sino en la
cultura política misma. En sociedades
multiculturales que conjugan elementos
de ciudadanía universal con elementos
de ciudadanía diferenciada, parece más
plausible lograr la ampliación del pacto
social; en conclusión, crecer como
comunidad cohesionada.
Desde esta perspectiva, una comunidad
de ciudadanos supone:
/  La aceptación de distintas identidades
(étnicas, religiosas, nacionales, sexuales,
entre otras) en un plano de igualdad como
requisito para que estas desarrollen sus
proyectos individual y colectivamente.
/  Que las diversas identidades reconozcan
la cultura ciudadana, lo que implica
el respeto de los otros distintos y de
su funcionamiento como identidades
particulares.
/  Que cada grupo reconozca a los otros
como ciudadanos con iguales derechos y
obligaciones, con los cuales, en conjunto,
debe construir un nosotros.
Para lograr esa comunidad de ciudadanos
intercultural, el enfoque tiene tres etapas:
/  Negociación: es la simbiosis entre las
diversas culturas que permite alcanzar
compresiones y avenencias necesarias
para evitar la confrontación y construir
un bien común.
/  Penetración: salirse del lugar de uno,
para tomar el punto de vista del otro, esto
es, aprender a desplegar la empatía como
forma de relación.
/  Descentralización: perspectiva para
alejarse de uno mismo, a través de una
reflexión de sí mismo, para acercarse al
otro, al diferente.
Vista así, la interculturalidad se apoya en
el contacto, interacción o comunicación
positiva y constructiva entre grupos
humanos de diferentes culturas; en
definitiva, en la cohesión social. No
obstante, y de ahí la dificultad de la
praxis política, generalmente se despliega
en contextos problemáticos:
/  de comunicación deficiente (por
desconocimiento de la cultura del otro);
/  de discriminación a grupos étnicos
o raciales diversos, por fallos en la
implementación de acciones de igualdad
y equidad;
/  con relaciones usualmente asimétricas
entre grupos étnicos o culturales distintos;
39
/  con dificultades para el acceso a la
información o la formación, etc.
Comunicación intercultural y
reconocimiento del otro
Una posible clave para la resolución de
estos conflictos puede estar en el tipo
de relación que se debe buscar entre los
grupos. Y es que la interculturalidad es
una modalidad de comunicación en la
medida en que describe una relación que,
buena o mala, se produce entre culturas
que se están comunicando por necesidad
de una o de ambas partes; estaríamos ante
lo que algunos han denominado como
mundos culturales en contacto. En este
sentido, la comunicación intercultural se
despliega en la convivencia, o, dicho de
otro modo, es el grado de comunidad de
vida compartido por agentes de grupos
identitarios distintos, pero que, por una u
otra razón, se encuentran comunicándose
en un momento dado. En consecuencia,
estableceríamos que la interculturalidad
se origina cuando un grupo comienza a
entender (comunicar, compartir) el sentido
que tienen las cosas y objetos para los
otros.
Descubrir al otro será difícil, quizás
no totalmente posible, si no se dan las
condiciones para que vaya operando
el descubrimiento progresivo. Este
descubrimiento es individual o
compromete a cada individuo, pero está
determinado social y culturalmente.
Emprenderlo de modo equilibrado
equivale a superar los riesgos de negarse
a sí mismo por el otro y de someter a los
otros a uno mismo.
De manera que una actitud comprensiva
o de genuino interés por comprender la
cultura del otro debería proporcionar
unas pautas de eficiencia para mejorar
las habilidades en las situaciones
multiculturales.
La comunicación intercultural en estos
términos es una forma de desarrollo
personal, sitúa al sujeto en posición de
mejorar su calidad humana como persona,
porque ensancha su horizonte cultural y
le permite una más amplia posibilidad de
ser creativo y experimental a partir de la
cultura propia, y desarrolla la capacidad
de asombro y reorientación de uno
mismo.
Por su parte, plantearnos la integración
de las diversas culturas existentes en una
comunidad para alcanzar la cohesión
social requiere una reflexión, aunque sea
breve, sobre esas diversas identidades
revisando otros dos conceptos:
intraculturalidad y multiculturalidad.
Intraculturalidad
El primero de estos términos explica la
vitalización de los elementos culturales
propios, dirigidos a fortalecer la
identidad cultural y devolver el valor
legítimo que corresponde a cada cultura
y a cada cosmovisión presentes en una
comunidad. Esta es la base para un
auténtico diálogo de saberes en igualdad
de condiciones. Por ejemplo, si no se
reconocen los conocimientos indígenas
originarios al mismo nivel científico
que los conocimientos procedentes de
la globalización, no se lograrán las
40
relaciones culturales que se espera con la
transformación social.
En la práctica, no es una cuestión fácil;
con frecuencia es posible encontrar una
visión negativa de la intraculturalidad,
al contemplarla como la sobrevaloración
de la manera de ser de un pueblo en
desmedro de otro.36
De la misma manera que cabe también
contemplar el concepto en una óptica
positiva: la intraculturalidad como
potenciación de la identidad cultural en el
seno de cada grupo.
Obviamente, esta es la opción que aquí
nos interesa. Una comunidad aspira a
conseguir su bien común al materializar,
en convivencia solidaria, su proyecto de
mejora para el presente y para el futuro. Ese
bien común se identifica, en cierta medida,
con la cultura propia, con el espíritu que
define a dicha comunidad. Desde esta
postura, se puede decir que los resultados o
concreciones del desarrollo local generado
en el seno de cada grupo son productos
intraculturales. La intraculturalidad
personaliza cada experiencia de desarrollo
local, al tratar de recuperar, resaltar y
36	 A modo de ejemplo, traemos aquí una referencia a
la intraculturalidad en la realidad boliviana: «(…)
es un concepto que pone énfasis en el desarrollo
de lo particular y un ejemplo claro de la intracul-
turalidad es la ley Avelino Siñani o el criterio de
decir que los indígenas son los buenos y el resto
son malos. Esta sobrevaloración de lo indígena va
en desmedro del otro sector, es intraculturalidad
y no interculturalidad. Eso es retroceder». Yapura
y Padilla 2007:106.
destacar la identidad cultural de cada grupo
que existe en la comunidad.
Finalmente, no podemos obviar aquí
que existen grupos muy fuertemente
cohesionados por su intraculturalidad
que difícilmente entran en interacción
positiva y constructiva con otros grupos
identitarios; en el seno de su comunidad,
se aíslan o automarginan, y ello puede
llegar a desencadenar conflictos sociales,
por lo que la solución por la vía de la
integración de intraculturas se antoja,
al menos, costosa, pero, sin duda,
imprescindible.
Multiculturalidad
En nuestras sociedades cada vez más
diversificadas, resulta indispensable
garantizar una interacción armoniosa y
una voluntad de convivir de personas y
grupos con identidades culturales a un
tiempo plurales, variadas y dinámicas.
Políticas públicas que favorecen la
interculturalidad, la inclusión y la
participación de todos los ciudadanos
garantizan la cohesión social, la vitalidad
de la sociedad civil y la paz. Establecido
de esta manera, el reconocimiento del
pluralismo cultural constituye la respuesta
política al hecho de la diversidad cultural.
Inseparable de un contexto democrático,
el pluralismo cultural es propicio a los
intercambios culturales y al desarrollo de
las capacidades creadoras que alimentan
la vida pública común.
Quizás una de las elaboraciones más agudas
sobre el multiculturalismo sea la que
plantea Peter McLaren cuando apunta que:
41
(…) el multiculturalismo significa una
aceptación cultural del riesgo que implican
la complejidad de las relaciones entre las
distintas culturas, explorando la identidad
de cada una de ellas dentro de un contexto
de poder, discurso y experiencia.37
La ideología multiculturalista que supone
entender la diversidad como pluralismo
no está exenta de controversias. El
debate sobre el multiculturalismo asume
necesariamente la relación entre identidad
étnica y cultura. Se argumenta que
la cuestión deseable es una sociedad
multicultural plenamente asumida y
enraizada, mientras que los hechos
demuestran que la sociedad multiétnica
con un profundo desarrollo en las prácticas
culturales dista bastante de la realidad a
pesar de los recientes avances habidos en
muchas democracias. El multiculturalismo
ha generado profundas discusiones sobre
cuestiones relacionadas con el significado
de la diferencia y la diversidad, sobre
la identidad de los grupos culturales
mayoritarios y minoritarios, aderezado
todo ello con la referencia constante a la
condición posmoderna.
Algunas de estas propuestas se plantean
la multiculturalidad como un reto, ya
que tienen una concepción dinámica y
cambiante de la variedad cultural que
se manifiesta en los distintos grupos
que participan en el entramado social.
También perciben la realidad social
multicultural y plural como un signo
37	 McLaren 1995:111.
de enriquecimiento y como un hecho
deseable que puede potenciar el marco de
relaciones.
La multiculturalidad, en sus últimas y
más comprometidas concepciones, hace
especial mención de las necesidades de los
grupos marginados, excluidos en muchas
ocasiones no solo por razones de su grupo
étnico, sino también por razones de clase
y género.
Haciendo un análisis de los
comportamientos predominantes en
relación con la cultura, y tratando
de buscar cuáles son las principales
estrategias, se han promovido modelos
de desarrollo cultural que destacan los
siguientes aspectos:
a)	Comprensión cultural: ser más sensible
a las diferencias étnicas presentes en
cualquier situación.
b)	Competencia cultural: para demostrar
competencia en el lenguaje y en la
cultura de grupos distintos.
c)		Emancipación cultural: la incorporación
o inclusión de la cultura minoritaria
como posibilidad de influir de forma
positiva en la sociedad.
Sea cual sea la tendencia multicultural
que se siga, puede concluirse que el
fortalecimiento de la democracia se sustenta
sobre la base de respeto por la diversidad
cultural. Como medio idóneo para ello,
se percibe la necesidad de instaurar el
diálogo a fin de resolver las diferencias
con los demás. Dialogar —en definitiva,
42
comunicarse— supone estar en un mismo
nivel de tolerancia, respeto y, sobre todo,
igualdad. No puede haber diálogo entre
un superior y un inferior. La construcción
social de una cultura de la democracia
en la que impere la tolerancia tiene que
inspirarse en un proyecto político que
exprese los pluralismos y multiculturalismos
que existen en la sociedad, y en la
reformulación de una ética que no sea
la de la dominación, el consumismo, la
competencia y la acumulación.
Volvemos, de esta manera, a encontrar la
noción de libertad cultural, en la medida
en que se reconoce que las diversas
culturas tienen una dignidad y un valor
que apelan ser conservados y respetados. Y,
a pesar de ello, este principio parece chocar
frontalmente con el hecho de que en la era
de la globalización las minorías culturales
están siendo agredidas hasta tal punto que
muchas están en proceso de extinción.
Por ello, y en un plano axiológico, en
el terreno de los valores, es necesario
defender un multiculturalismo abierto
y dialogante. Desde esta perspectiva, se
entiende que cada cultura tiene derecho
a expresar sus propios valores ante los
demás, nunca contra los demás.
Una sociedad democrática tendría
que fundarse sobre el reconocimiento
y legitimidad de la pluralidad, y no
sobre los valores únicos y tradicionales
configurados desde la base de una
racionalidad que proscribe, censura o
excluye otras subculturas. Se convierte
así en una sociedad pluralista a través
de un acto político que institucionaliza
el reconocimiento de las múltiples
subculturas. Una sociedad que se reconoce
como heterogénea, en la que la diferencia,
las otras racionalidades, cosmovisiones y
la identidad de cada grupo social forman
parte de los valores de la comunidad de
ciudadanos. Para ello, se hace necesario
formular para la sociedad una ética de la
diferencia y de la pluralidad que sirva de
inspiración a las políticas públicas.
Ahora bien, reconocer la diferencia es
reconocer la tolerancia como la fórmula
que permite a los individuos acercarse
sensiblemente a la esfera cotidiana del otro.
1.6. Alcanzar la identificación con
la comunidad como condición para
el desarrollo local y territorial
Queda otra vez de manifiesto que, en
la medida en que avancemos hacia una
comunidad capaz de integrar las múltiples
y diversas identidades que encierra en
una misma identidad como comunidad de
ciudadanos, alcanzaremos mayores cotas
de cohesión social, y, por tanto, mejores
condiciones para llegar a un desarrollo
territorial participativo. Conseguir dar
respuesta, desde la comunidad, a la
demanda social planteada en su seno solo
es posible desde políticas públicas activas
que propicien la participación efectiva de
los individuos y los grupos sociales que
la integran. Participar en la comunidad
significa optimizar los recursos humanos
en cuanto actores comunitarios, como
elementos vivos con identidad propia para
convertirlos en seres capaces de resolver
43
sus problemas específicos y coadyuvar a la
solución de problemas de otros. En suma, el
reto está en transformar a las personas para
convertirlas en actores con autonomía.
1.6.1. El sentimiento de comunidad
como reconocimiento y asunción de
la identidad local
Si convenimos que los individuos y los
grupos intervienen en la vida comunitaria
cuando se identifican con la comunidad,
cuando tienen el conocimiento y la
significación emocional y afectiva de
que pertenecen a esa comunidad, parece
oportuno detenernos ahora a reflexionar
sobre la relación entre los conceptos de
identidad y pertenencia.
Se puede establecer una gradación entre
‘ser de’ (sentido de procedencia), ‘sentirse
de’ (sentido de pertenencia) y ‘ser fiel’, ‘ser
leal’, ‘amar a’ (sentimiento de comunidad)
un país, un territorio, una cultura, una
ciudad.
El significado de sentido vincula el
concepto con el proceso fisiológico
de recepción y reconocimiento de
sensaciones y estímulos que se produce
a través de la vista, el oído, el olfato, el
gusto o el tacto, o la situación del propio
cuerpo. Es una forma de entendimiento o
razón que permite el discernimiento o la
orientación de las conductas o los actos.
De este modo, la procedencia da sentido
a la existencia humana en la medida
en que explica o da cuenta del origen,
la cuna, la raíz de donde procede una
persona, un grupo, un pueblo o nación.
En algunas comunidades desplazadas o
entre colectivos emigrantes, este de donde
procede la gente puede ser ya un escollo
para la inclusión y la integración social.
Por su parte, y añadiendo un grado más
en este sentido, pertenencia es la relación
que tiene una cosa con quien tiene
derecho a ella. El concepto, por lo tanto,
se utiliza para nombrar aquello que es
propiedad de una persona determinada.
En el ámbito social, la pertenencia es
la circunstancia de formar parte de un
grupo, una comunidad u otro tipo de
conjunto humano.
Con esta perspectiva, un grupo de
pertenencia es el grupo social al que se
adscribe un individuo, y la expresión
sentido de pertenencia explica la
sensación que una persona tiene al
experimentar que es parte integrante
de un grupo. El sujeto, de este modo,
se siente vinculado, conectado, al resto
de integrantes de su grupo, a quienes
entiende como pares. Esa conectividad,
que propicia la cohesión social en el
seno de grupos y comunidades, supone
que el ser humano desarrolla una actitud
consciente respecto a otras personas, en
quienes se ve reflejado por identificarse
con sus valores y costumbres.
En consecuencia, si la sensación es
satisfactoria confiere una conducta
activa; de tal modo que el individuo
puede llegar a manifestar su adhesión,
apoyo o inclusión a la comunidad. En la
relación entre una persona y su país, su
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Identidad e identidades: Potencialidades para la cohesión social y territorial

  • 1. Identidadeidentidades:Potencialidadesparalacohesiónsocialyterritorial urb-al IIIOficina de Coordinación y Orientación - OCO 05 Identidad e identidades: Potencialidades para la cohesión social y territorial Colección de Estudios sobre Políticas Públicas Locales y Regionales de Cohesión Social05 URB-AL III es un programa de cooperación regional descentralizada de la Comisión Europea cuyo objetivo es contribuir a incrementar el grado de cohesión social en el seno de las colectividades subnacionales y regionales de América Latina. Liderada por la Diputación de Barcelona, la Oficina de Coordinación y Orientación de URB-AL III tiene la misión de apoyar la ejecución del programa prestando asistencia técnica y acompañamiento a los diferentes proyectos para contribuir a hacer realidad sus objetivos. Colección de Estudios sobre Políticas Públicas Locales y Regionales de Cohesión Social 05_cob Identidad Identidades.indd 1 26/09/12 12:42
  • 2. Identidad e identidades: Potencialidades para la cohesión social y territorial
  • 3. Este documento ha sido elaborado en el marco de una subvención de la Unión Europea. El contenido de este documento es responsabilidad exclusiva del autor y en modo alguno se debe considerar que refleja la posición de la Unión Europea. Edita: Programa URB-AL III Travessera de les Corts 139-151. Pavelló Mestral, 4 08028 Barcelona Tel. +34 934 049 470 Fax +34 934 022 473 E-mail info@urb-al3.eu www.urb-al3.eu © Edición: Diputación de Barcelona (Oficina de Coordinación y Orientación del Programa URB-AL III) Consejo Editorial: Jordi Castells, Octavi de la Varga, Eduardo Feldman, Sara Sotillos, Carla Cors y Verónica Sanz Edición: Dirección de Comunicación de la Diputación de Barcelona Diseño: Estudi Josep Bagà DL: B. 28029-2012 María Gabriela Orduna Allegrini Doctora en Filosofía y Letras por la Universidad de Navarra. En la actualidad, y desde 2002, es agente de desarrollo local y empleo para administraciones públicas locales. Ha escrito diferentes artículos sobre identidad cultural, interculturalidad, participación social, turismo y voluntariado. Desde 1995, es profesora asociada del Departamento de Educación de la Universidad de Navarra en el área de Pedagogía Social (Desarrollo local y comunitario, Educación ambiental, Pedagogía del ocio y de la tercera edad).
  • 4. Identidad e identidades: Potencialidades para la cohesión social y territorial María Gabriela Orduna Allegrini 05 Colección de Estudios sobre Políticas Públicas Locales y Regionales de Cohesión Social
  • 5. 6
  • 6. 7 Índice 9 Prólogo 11 Presentación 11 Estructura del estudio Identidad e identidades: potencialidades para la cohesión social y territorial 13 1. Aproximaciones para el trazado de un mapa conceptual 13 Introducción. Obstáculos en la revisión de conceptos 16 1.1. Cohesión social como reto en las políticas públicas 16 1.1.1. La cohesión social en el diálogo entre América Latina y Unión Europea 17 1.1.2. Hacia una definición del concepto de cohesión social 19 1.2. Conexiones entre las nociones de cohesión social y de desarrollo local 19 1.2.1. Sobre el concepto de desarrollo 20 1.2.2. Políticas públicas para materializar procesos de desarrollo 21 1.2.3. El enfoque de desarrollo local 22 1.2.4. Relación entre desarrollo local y cohesión social 23 1.3. Las personas como punto de partida de la reflexión 23 1.3.1. Las personas como medio y fin del desarrollo 24 1.3.2. La necesidad humana de relación social 26 1.3.3. Las personas, seres sociales y sociables 28 1.4. La comunidad como marco de la acción 28 1.4.1. Una red de relaciones 30 1.4.2. Comunidad y cultura 31 1.5. Identidad e identidades en la comunidad 31 1.5.1. Identidad cultural 33 1.5.2. Identidad y creación cultural 33 1.5.3. Los elementos que definen la identidad de una comunidad 36 1.5.4. Diversidad cultural 37 1.5.5. La necesaria relación entre identidades culturales 42 1.6. Alcanzar la identificación con la comunidad como condición para el desarrollo local y territorial 43 1.6.1. El sentimiento de comunidad como reconocimiento y asunción de la identidad local 45 1.6.2. El fomento de un sentimiento de comunidad positivo conduce a la cohesión social 46 1.6.3. El sentimiento de comunidad como afecto o como pasión 48 1.6.4. Afectos desbordados 49 1.6.5. Educación del sentimiento de comunidad 50 1.6.6. Los valores y la identificación con la comunidad 58 1.7. La dimensión cívica de la cohesión social 61 2. Políticas públicas, civismo, cohesión social, identidad e identidades 61 2.1. La gobernanza 62 2.1.1. Habilidades para un nuevo liderazgo político 64 2.1.2. La implicación ciudadana 65 2.2. Gobernanza democrática para construir comunidades cohesionadas en lo social y diversas en lo cultural
  • 7. 8 65 2.2.1. Políticas públicas participativas 68 2.2.2. Políticas públicas sociales 69 2.2.3. Políticas públicas de promoción social 71 2.2.4. Objetivos de las políticas públicas de promoción social 71 2.2.5. Rasgos de las políticas públicas de promoción social 72 2.2.6. Principios organizativos e institucionales de políticas públicas de promoción social 75 2.3. Políticas públicas que fomentan la diversidad 75 2.3.1. La necesidad de gestionar la diversidad 76 2.3.2. Gobernanza y gestión participativa de las diversidades 78 2.3.3. Directrices generales de políticas públicas de promoción social que contemplen la diversidad 80 2.3.4. Algunas acciones de política pública que contribuyen a la promoción social y cultural 81 2.4. Políticas públicas sobre identidad cultural con carácter sectorial 83 2.5. Implementar políticas de cohesión social cívica y comunitaria 83 2.5.1. Estrategia social: preparar el ambiente 84 2.5.2. Estrategia participativa: preparar el método 85 2.5.3. Estrategia educativa: preparar a las personas 87 2.6. La interconexión de las políticas públicas 89 2.7. Identidad y diversidad como valores para la cohesión social en procesos de gobernanza democrática 93 3. El IV Diálogo Regional en La Paz (Bolivia), marzo de 2012 94 Sobre las personas 94 Sobre los lenguajes 94 Sobre la convivencia 95 Sobre el espacio para la convivencia 96 Sobre el momento para la convivencia 97 Sobre el modo de la convivencia 99 4.  Conclusiones 103 5.  El aprendizaje de experiencias exitosas 103 Estrategia social: preparar el ambiente de la convivencia 105 Estrategia social II: preparar el espacio para la convivencia 107 Estrategia metodológica: preparar el proceso participativo 108 Estrategia educativa: escuchar, informar, animar y formar 119 Bibliografía y herramientas para la articulación de políticas públicas
  • 8. 9 La serie Estudios sobre Políticas Públicas Locales y Regionales de Cohesión Social es un producto de la Oficina de Coordinación y Orientación del Programa URB-AL III. Su objetivo es presentar el estado real de un conjunto de problemáticas centrales que forman parte de la actual agenda de discusión política birregional Unión Europea - América Latina en materia de cohesión social. Este estudio aborda la problemática de identidad e identidades y su relación con la de la cohesión social. La relación entre estos términos es compleja. Por una parte, la existencia de profundas diferencias identitarias puede dificultar el ejercicio del derecho de ciudadanía en un pie de igualdad, lo que condiciona la posibilidad de construir ciudades plurales, inclusivas, participativas y con un buen nivel de convivencia, así como la generación y puesta en marcha de proyectos colectivos compartidos, cuyas posibilidades se ven afectadas. Al mismo tiempo, sin embargo, el pluralismo identitario es un valor que cultivar por parte de un gobierno democrático interesado en la generación de civismo y convivencia. Por otra parte, una fuerte identidad territorial puede ser clave para la potenciación del grado de desarrollo de un territorio y la explotación exitosa de la marca ciudad. La marca ciudad es un signo identitario colectivo de índole territorial muy relevante dado que debe reflejar la pluralidad identitaria presente en un territorio o capturar su rasgo identitario más claro, al tiempo que también debe formularse sobre la base de la ciudad que se desea devenir. Debe, por tanto, encarnar un proyecto político colectivo que actúa como punto de referencia obligado para canalizar esfuerzos e iniciativas de índole pública o privada. Sea porque se trata de un problema que gestionar y enfrentar, un valor que cultivar o un recurso que explotar, este estudio nos alerta sobre la conveniencia de que las políticas públicas sean sensibles al tema de la identidad- identidades si queremos tener incidencia en la cohesión social de un territorio determinado. En dicha línea, el estudio que presentamos nos brinda algunos elementos claves para avanzar hacia una nueva generación de políticas públicas locales con enfoque integrado de identidad. La creación, la mejora o la gestión de la convivencia ciudadana son temas políticamente relevantes para los gobiernos locales latinoamericanos interesados en potenciar la generación de territorios socialmente cohesionados. En ese marco, los temas relacionados con la identidad-identidades deben ocupar un lugar clave en la agenda política de esos gobiernos y deben ser introducidos de forma transversal en las políticas públicas que estos adoptan. El avance decidido hacia un mayor grado de cohesión social también depende de ello. En el estudio que les presentamos, por tanto, la identidad deja de ser un tema Prólogo
  • 9. 10 que solo importa per se, y se transforma en una de las llaves que abre las puertas hacia una mayor cohesión social. Jordi Castells i Masanés, Director de Relaciones Internacionales de la Diputación de Barcelona y coordinador general de la Oficina de Coordinación y Orientación del Programa URB-AL III
  • 10. 11 El presente documento pretende reflexionar sobre los conceptos de identidad e identidades como motores de la cohesión social y el desarrollo; de tal manera que las conclusiones emanadas del análisis conceptual de los términos implicados y sus relaciones, iluminadas con las conclusiones alcanzadas en el IV Diálogo Regional sobre Cohesión Social, sirvan para inspirar e implementar políticas públicas sobre territorios concretos de América Latina. Es de esperar que las autoridades y los responsables de las administraciones locales y regionales que se enfrenten a este texto encuentren en él líneas conceptuales, referencias teóricas y orientaciones prácticas que les ayuden en su quehacer cotidiano para conseguir un nuevo modelo de ciudad a través de la articulación de políticas públicas; un modelo que impulse la cohesión social y el desarrollo local a partir de la integración de las identidades diversas que componen cada comunidad. Estructura del estudio Identidad e identidades: potencialidades para la cohesión social y territorial En atención al objetivo general marcado para este trabajo, se ha articulado su contenido en cinco grandes bloques. El primero, titulado «Aproximaciones para el trazado de un mapa conceptual», intenta hacer un recorrido, desde la teoría, por las nociones que pretendemos estructurar. El segundo bloque, «Políticas públicas, cohesión social cívica, identidad e identidades», busca sugerir pautas y elementos de reflexión y acción para un nuevo estilo de gobierno. Les sigue un capítulo referente al IV Diálogo Regional, que servirá para completar el tratamiento conceptual de estos parámetros desde la perspectiva real de quienes están inmersos en el cotidiano quehacer político. El estudio se completa con otros dos bloques que pretenden, por un lado, ilustrar todas estas cuestiones a la luz de experiencias, buenas prácticas y ejemplos reales, con un capítulo al que se ha denominado «El aprendizaje político a través de experiencias inspiradoras», y, por otro lado, ofrecer un repertorio de recursos que pueden inspirar a los responsables de implementar políticas públicas de cohesión social e interculturalidad, en un apartado denominado «Bibliografía y herramientas para la articulación de políticas públicas». Presentación
  • 11. 12
  • 12. 13 1. Aproximaciones para el trazado de un mapa conceptual Introducción. Obstáculos en la revisión de conceptos El primer paso para una acción política efectiva y eficaz es cimentarla adecuadamente. Para ello es preciso fundamentarla, apoyarla en sólidas raíces conceptuales que, debidamente encajadas, actuarán como andamios o esqueletos de las políticas públicas a implementar. Estos soportes requieren una reflexión teórica sobre las principales nociones que tenemos que manejar: cohesión, desarrollo, identidad, comunidad, cultura, etc., y las relaciones que entre ellas se establecen. Pero revisar y analizar estas relaciones y los propios conceptos, aunque solo sea desde una perspectiva teórica y abstracta, no es tarea fácil. Entre las dificultades que encontramos, podemos señalar: /  La amplitud del mapa conceptual que intentamos dibujar: es decir, estamos ante una gran cantidad de conceptos que además se caracterizan por ser: · Polisémicos: un mismo significante, por ejemplo, cohesión, tiene múltiples significados. · Poliédricos e irregulares: cada concepto manejado puede presentar variedad de caras, aristas y vértices, lo cual complica en gran medida el análisis, pero, en especial, el establecimiento de relaciones; así pasa con nociones como cultura. · Polémicos: los conceptos que intervienen en este análisis se refieren a realidades humanas, por lo que su análisis y revisión teórica difícilmente puede ser neutral o plenamente objetiva. Además, en ocasiones, aluden a situaciones dolorosas, tensas…, muchas veces, controvertidas. · Las características de las ciencias de referencia: ante esta circunstancia, podríamos intentar enfocar nuestro análisis apoyándonos en una ciencia que facilite el estudio de los conceptos. Sin embargo, al buscar ese saber inspirador, la primera evidencia que tenemos es que, por ser cuestiones transversales y complejas, no se inspiran o definen a partir de una única disciplina o área científica. Debemos apoyarnos en todo un grupo de ciencias. Podríamos acudir, entonces, a las ciencias naturales o experimentales, que se caracterizan por ser nomotéticas, lógicas; por explicar fenómenos y buscar las causas materiales u ontológicas que provocan un determinado efecto. Son susceptibles de medida y, por tanto, de generar indicadores fiables. Sin embargo, por las características de los fenómenos, situaciones y acciones que intentamos atender, así como por la tipología de políticas públicas que queremos inspirar, no cabe emplear en nuestra reflexión esta modalidad de ciencias. En consecuencia, debemos dirigirnos a las denominadas ciencias sociales, definidas como ideográficas y representativas. Estas se orientan a la comprensión de las situaciones sociales, y buscan las razones o motivos que justifican las conductas humanas. Sus resultados
  • 13. 14 son opinables, y tanto esas situaciones como las acciones de intervención que requieren son tan variables que se presentan como de difícil medida, al menos, cuantitativamente. Y es que para explicar algunos de los conceptos que nos ocupan es preciso, en ocasiones de forma paralela, acudir a la antropología, la ética, el derecho, la psicología, la pedagogía, la filosofía e incluso la lingüística. /  El componente subjetivo de los conceptos que se manejan: cuando intentamos establecer un marco de referencia conceptual, capaz de orientar e inspirar el quehacer político, sobre cuestiones que implican y afectan tanto a los seres humanos (como la cohesión social, el desarrollo local o la identidad cultural), vemos que frecuentemente se trata de conjugar, de hacer confluir emociones, sentimientos, afectos, valores, ideales, ideologías, proyecciones… Alcanzar este encaje en el terreno práctico se vuelve harto difícil, porque son algo más que conceptos; porque detrás de cada uno de estos términos hay una vivencia psicológica, emocional y afectiva; porque las experiencias varían entre las personas e incluso en una misma persona a lo largo del tiempo; porque pueden existir conflictos; porque se pueden generar reacciones impredecibles; porque cada persona es única y, en consecuencia, también lo son sus relaciones, sus maneras de sentir, sus imaginarios… Hemos de ser conscientes, además, de que todas las cuestiones que aquí traemos —cohesión, integración, participación…— se proponen como objetivo o política social, pero afectan a los individuos uno a uno, por lo que, en todo momento, se debe atender a los sujetos como personas en su individualidad, como paso previo para intervenir en la atención de los individuos como colectividad. /  La geometría variable de las realidades sobre las que intervenir: al igual que las personas que las integran, cada comunidad, cada grupo, cada ciudad, cada barrio o cada territorio son diferentes, como diversas y distintas son sus carencias y problemas; o las relaciones internas que mantienen como grupo y las externas formas de interacción con otros colectivos; su dimensión y su ubicación (no es lo mismo una gran urbe junto al mar que un pequeño pueblo en la sierra); sus experiencias previas de éxito o fracaso en acciones políticas públicas y privadas para la conquista de la cohesión social…, todo lo cual dificulta la recogida y sistematización de experiencias exitosas y buenas prácticas transferibles, replicables, como también limita la aplicación de soluciones estandarizadas a problemas parecidos pero no iguales. /  La dificultad para encontrar el marco político de referencia: partimos de la hipótesis de que las políticas que nos ocupan tienen que ver con la consecución de derechos aún por conquistar en América Latina1 (y en buena parte del mundo): los derechos sociales, 1 Esta idea está planteada en el Informe 2011 de la Corporación Latinobarómetro, que se puede encontrar en: http://www.latinobarometro.org.
  • 14. 15 económicos y culturales. Estos últimos, además, ocupan extensas reflexiones teóricas pero siguen resultando de difícil acceso práctico para la mayoría de los ciudadanos. La primera pregunta que nos asalta es: ¿dónde se enmarcan los derechos relacionados con la identidad y la diversidad cultural? La respuesta no es fácil y está sujeta a polémicas. Los derechos de la primera generación defienden la libertad cultural: de creación, artística, científica, de expresión y comunicación. Por tanto, los derechos de los individuos al ejercicio y disfrute de la cultura; en definitiva, el derecho a elegir una cultura de referencia. Los derechos denominados económicos o de segunda generación en relación con la cultura se presentan como importantes desde la perspectiva de la cohesión social, en la medida en que buscan la equidad en el disfrute de la cultura, por ejemplo, favoreciendo el acceso de todas las personas a servicios como museos, bibliotecas, educación… Pero hasta que llegaron los derechos de tercera generación o de solidaridad no se plantearon cuestiones como el derecho al patrimonio cultural, a la conservación de la memoria cultural, y de la identidad de los grupos étnicos y de los grupos culturales diferenciados. Podríamos decir, entonces, que el derecho a la cultura entraña, en atención a los principios que inspiran la política democrática, y de forma particular para la libertad, la igualdad y la solidaridad, cierta dificultad para su consecución práctica. Disfrutar de libertad cultural implica que los individuos se identifican a sí mismos como ciudadanos de un Estado, de una región, de una comunidad, pero también como miembros de grupos étnicos, religiosos y culturales. Hablar de libertad como factor de desarrollo supone retomar la cultura como un valor humano, lo que plantea tanto un derecho como también un respeto a la cultura. La cultura como depositaria de valores, de formas vivas que entretejen lo cotidiano y dotan de sentido a la existencia, es un derecho inalienable de cada ser humano. Pero el respeto profundo a cada cultura será lo que permita crear condiciones favorables para la utilización, en el marco de los programas sociales, de los saberes acumulados, tradiciones, modos de vincularse con la naturaleza, capacidades para la autoorganización comunitaria, etc. Entonces, ¿cómo lograr la conexión entre libertad cultural, derecho y respeto a la cultura, y el concepto de cohesión social imprescindible para lograr el desarrollo económico territorial? ¿Cómo las políticas públicas pueden contemplar los derechos de cada individuo a ejercer su libertad y los de cada grupo a defender, preservar y cultivar su peculiar identidad? /  La juventud de la acción política en materia de derechos culturales: esta dificultad puede ser el motivo por el que la consecución de los derechos culturales se ha ido relegando en la acción de algunos gobiernos. Y es que sorprende la escasa trayectoria histórica de la política pública en encontrar respuestas a estas cuestiones. A modo de ejemplo, la primera resolución en firme adoptada por la Comisión de Derechos Humanos relativa a los derechos culturales data de 2002 y versa sobre la «Promoción del disfrute
  • 15. 16 de los derechos culturales de todos y del respeto de las distintas identidades culturales»,2 como primer paso para concretar la Declaración Universal sobre la Diversidad Cultural,3 aprobada por la UNESCO en 2001. 1.1. Cohesión social como reto en las políticas públicas 1.1.1. La cohesión social en el diálogo entre América Latina y Unión Europea Puesto que la intención de este estudio es reflexionar sobre aquellas políticas públicas que pueden contribuir a incrementar la cohesión social y el desarrollo territorial a partir de la integración de la variable identidad, debemos intentar concretar, en primer lugar, la noción de cohesión social. Gracias a un proceso iniciado a finales de la década de 1990, hoy se puede afirmar que la cohesión social se ha convertido en un principio fundamental del acervo de valores compartidos entre la Unión Europea y América Latina. Este proceso comenzó a esbozarse en la Declaración emanada de la Primera Cumbre entre los 2 Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos: Resolución 2002/26, de 22 de abril de 2002. 3 http://portal.unesco.org/es/ev.php-URL_ ID=13179URL_DO=DO_TOPICURL_SEC- TION=201.html. Jefes de Estado y de Gobierno de América Latina y el Caribe y la Unión Europea de junio de 1999.4 Fue, sin embargo, en la reunión ministerial entre la Unión Europea y el Grupo de Río de marzo de 2003 cuando surgió el concepto explícito de cohesión social en un diálogo birregional de alto nivel, y fue considerado como un tema central en la agenda común y elemento principal de la siguiente cumbre, la de Guadalajara de 2004. En esa ciudad, los máximos dignatarios latinoamericanos sellaron una Declaración5 en la que se sostiene lo siguiente: Damos prioridad a la cohesión social como uno de los principales elementos de nuestra asociación estratégica birregional y nos hemos comprometido a cooperar para erradicar la pobreza, la desigualdad y la exclusión social. Hacemos un llamado a la Comisión Europea, al Banco Interamericano de Desarrollo, a la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, al Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, al Fondo Monetario Internacional, al Banco Europeo de Inversiones y al Banco Mundial a que contribuyan a alcanzar este objetivo.6 Reafirmando esta postura, en 2006, en la Declaración de Viena,7 expresaron: 4 http://www.oei.es/cumbrerio.htm. 5 Artículos 39 al 50, http://www.integracionsur. com/americalatina/CumbreALatinaEuropaDcl- Guadalajara.htm. 6 Articulo 50 de la Declaración de Guadalajara, http://www.eulacfoundation.org/es/documentos/ declaraci%C3%B3n-de-guadalajara-2004. 7 http://ec.europa.eu/europeaid/where/latin-ame-
  • 16. 17 Subrayamos que la cohesión social, que constituye el fundamento de las sociedades más incluyentes, sigue siendo un objetivo compartido y una prioridad clave de nuestra asociación estratégica birregional. La promoción de la cohesión social busca contribuir a la construcción de sociedades más incluyentes ofreciendo a todos la oportunidad de tener acceso a los derechos fundamentales y al empleo, de disfrutar de los beneficios del crecimiento económico con equidad y justicia social, y poder desempeñar plenamente de esta forma un papel en la sociedad. Continuaremos proporcionando a la cohesión social una prioridad relevante en nuestros programas birregionales de cooperación y asistencia como EUROsociAL y seguiremos promoviendo también los intercambios de experiencias entre nuestros países y regiones.8 Posteriormente, los jefes de Estado y de Gobierno, reunidos en Lima en 2008, reafirmaron que la cohesión social constituye un asunto prioritario que debe ser abordado por los gobiernos de ambas regiones para que puedan superarse los problemas derivados de la pobreza, la desigualdad social y la exclusión. Son estos problemas los que dificultan la sostenibilidad del crecimiento económico y la calidad de la democracia en los países latinoamericanos: rica/regional-cooperation/eurosocial/documents/ declaration_vienna_es. 8 Articulo 37 de la Declaración de Viena, http:// www.eulacfoundation.org/es/documentos/ declaraci%C3%B3n-de-viena-2006. Confirmamos que la lucha contra la pobreza, la desigualdad y la exclusión a fin de alcanzar o aumentar la cohesión social es una prioridad política clave de la asociación estratégica entre nuestras regiones. Ella continúa siendo un tema central para nuestro diálogo y cooperación a nivel nacional, subregional y regional. Reiteramos la responsabilidad primordial de nuestros gobiernos, en cooperación con todos los actores relevantes, entre ellos la sociedad civil, para implementar políticas que conduzcan a dicho objetivo.9 Tampoco en la Cumbre de Madrid de 2010,10 a pesar de trazarse un Plan de Acción en el que se incluyen actividades, objetivos y medidas estratégicas, se define el término. 1.1.2. Hacia una definición del concepto de cohesión social A pesar de todos estos avances en el terreno del diálogo político para reconocer de forma consensuada que la cohesión social es un reto común, parece, como señalan Freres y Sanahuja,11 que no existe unanimidad en el significado del término: 9 Artículo 11 de la Declaración de Lima, http:// www.eulacfoundation.org/es/documentos/ declaraci%C3%B3n-de-lima-2008. 10 Declaración de Madrid, http://www.eulacfoun- dation.org/es/documentos/declaracion-de- madrid-0; Plan de Acción de Madrid: http:// www.eulacfoundation.org/es/documentos/plan- de-acci%C3%B3n-de-madrid-2010. 11 Freres y Sanahuja 2006:29-64.
  • 17. 18 hay quienes asimilan la noción a la lucha contra la pobreza y la desigualdad; para otros, es una idea vinculada al diálogo social y los pactos sociales; para algunos, es sinónimo de acceso a servicios sociales; y otros identifican la cohesión social con un conjunto de políticas sociales positivas orientadas a propiciar la igualdad de oportunidades, la participación activa de los ciudadanos y la convivencia social de grupos heterogéneos. El Programa URB-AL III, a través de la OCO, ha decidido adoptar una definición operativa: Una comunidad socialmente cohesionada —cualquiera que sea su escala: local, regional, nacional— supone una situación global en la que los ciudadanos comparten un sentido de pertenencia e inclusión, participan activamente en los asuntos públicos, reconocen y toleran las diferencias, y gozan de una equidad relativa en el acceso a los bienes y servicios públicos y en cuanto a la distribución del ingreso y la riqueza. Todo ello, en un ambiente donde las instituciones generan confianza y legitimidad y la ciudadanía se ejerce a plenitud.12 Esta perspectiva permite leer en clave de cohesión social cualquier acción pública llevada a cabo en alguno de los sectores de intervención (productivo-ocupacional, cívico, territorial, institucional y/o social) y tiene un doble objetivo: hacer frente 12 Referencia URB-AL III: http://www.urb-al3.eu/. a un problema específico de política pública, así como desarrollar y afianzar los cinco componentes que caracterizan a una sociedad cohesionada: pertenencia, igualdad e inclusión social, participación, reconocimiento y legitimidad.13 13 Mecanismos sociales definidos en el marco del programa URB-AL III de la siguiente manera: «1. Igualdad e inclusión social La cohesión social supone un compromiso exten- dido y sistémico con la justicia distributiva y la equidad. Una sociedad que no garantiza igual- dad de oportunidades a toda la ciudadanía genera dinámicas de distanciamiento social y de capaci- dades diferenciadas que erosionan e imposibilitan su cohesión. La cohesión social está fuertemente relacionada con las instituciones económicas, y de manera especial con el mercado; por ello, puede describirse como un puente entre «lo social» y «lo económico». Las prácticas y situaciones de exclusión del mercado, en especial del mercado laboral, constituyen una clara amenaza a la cohe- sión social. La inclusión, sin embargo, más allá de la esfera laboral y económica, supone la existencia de un sistema de protección social capaz de garan- tizar seguridad y apoyo a todas las personas ante la vulnerabilidad y el acaecimiento de riesgos, eventos o necesidades específicas. Se trata, por ejemplo, de riesgos asociados a la enfermedad, la falta de autosuficiencia, la drogadicción, la pobreza, el aislamiento, entre otros. 2. Pertenencia Se relaciona con el despliegue de un sentido de «conectividad social» en cuyo marco los ciuda- danos comparten valores y compromisos básicos. Una amenaza a la cohesión social se asocia con el sentimiento de aislamiento que bajo ciertas circunstancias puede generarse entre algunos individuos y grupos sociales. 3. Reconocimiento Atañe a la mediación positiva de las diferencias identitarias, religiosas, culturales, políticas, étnicas, de valores y de cualquier otro tipo por las que se caracteriza la sociedad. Los ciudadanos que perciben
  • 18. 19 1.2. Conexiones entre las nociones de cohesión social y de desarrollo local 1.2.1. Sobre el concepto de desarrollo Detengámonos ahora a estudiar la segunda noción en juego en este análisis, el desarrollo. Conlleva la idea de cambio, transformación, evolución. Implícitamente, se entiende que este cambio debe ser positivo, por lo que se puede definir, entonces, como la capacidad de superar una realidad humana actual y llevarla a niveles superiores de perfeccionamiento y de calidad de vida. que los otros los aceptan y reconocen, contribuyen a la cohesión social; esta se ve amenazada, por el contrario, por las diversas prácticas de rechazo e intolerancia, así como por esfuerzos excesivos por la unanimidad o la homogeneidad sociales. 4. Legitimidad La cohesión social es una construcción colecti- va; no se reduce a una sumatoria de individuos yuxtapuestos. En este componente se reconoce la acción estratégica de las instituciones (tanto públicas como privadas) en tanto que mecanismos o espacios de intermediación que aseguran las «conexiones» entre los individuos. La cohesión social depende en un alto grado de la legitimidad de estas instituciones y se ve amenazada cuando estas no son representativas. 5. Participación La cohesión social supone la implicación amplia de los ciudadanos en las cuestiones públicas (que en este enfoque no solo son las gubernamentales). La falta de incentivos y de causas para la partici- pación ciudadana suele considerarse una amenaza a la cohesión social.» Recogido en: http://www.urb-al3.eu/index. php/contenido/componentes_de_la_cohesion_ social?id_submenu_principal=132. Desarrollo no es sinónimo de crecimiento. Crecer significa aumentar naturalmente el tamaño por adición a través de la asimilación o el acrecentamiento, mientras que desarrollar designa la acción de expandir o realizar las potencialidades con que se cuenta; acceder gradualmente a un estado más pleno, mayor o mejor. Conceptualmente, existen muchas formas de entender, definir y explicar el desarrollo. Algunas de estas concepciones colocan a la persona (y no a su mero progreso económico) en el centro de sus preocupaciones. De este modo, se convierte en un proceso de ampliación de las opciones de que dispone el ser humano, todos los individuos y no solo una parte de la comunidad, con el propósito de crear un ámbito en el que esas personas disfruten de una vida larga y saludable, puedan adquirir conocimientos y tengan acceso a los recursos necesarios para disfrutar de un nivel de vida decoroso. De entre todas estas opciones, el modelo de desarrollo que interesa es el denominado desarrollo humano.14 Como 14 Este modelo ha sido propugnado en el seno de Nacio- nes Unidas a partir de la década de 1990. El Informe sobre Desarrollo Humano (HDR) nació con el objetivo único de situar a las personas en el centro del proceso de desarrollo, en términos de debates económicos, formulación de políticas y promoción. El objetivo era enorme y simple a la vez, con implicaciones de gran alcance: ir más allá de la cuestión del ingreso para evaluar el nivel de bienestar de las personas a largo plazo. Con el informe anual, el PNUD pretende lograr el desarrollo de las personas, por las personas y para las personas, y subrayar que los objetivos del desarrollo son las opciones y las libertades. Más datos sobre los informes en: http://hdr.undp. org/es/.
  • 19. 20 paradigma presenta dos facetas: por un lado, el fomento de la capacidad humana, es decir, mejor salud y mayores conocimientos teóricos y prácticos —educación—, y, por otro lado, el aprovechamiento de la capacidad adquirida por las personas, que llevaría a lo que ha dado en denominarse innovación. Aspira a alcanzar a cuatro metas esenciales: (i) Convertirse en un proceso productivo: esto es, posibilitar que las personas aumenten su productividad y participen plenamente en el proceso de generación de ingresos y empleo remunerado. (ii) Conseguir la equidad: procurando que las personas tengan acceso a la igualdad de oportunidades, eliminando todas las barreras que obstaculizan logros en cuestiones económicas, sociales y políticas, de modo que estos individuos puedan disfrutar de dichas oportunidades y beneficiarse de ellas. (iii) Ser sostenible/sustentable: para asegurar el acceso a las oportunidades y los recursos no solo para las generaciones actuales, sino también para las futuras, fomentando actuaciones que permitan la reposición de todo tipo de capital físico, humano o medioambiental gastado. (iv) Y, por último, favorecer la potenciación: el desarrollo debe ser efectuado por las personas y no solo para ellas: las personas deben tener ocasión de participar plenamente en las decisiones y los procesos que conforman sus vidas. Considerado de este modo, el desarrollo humano no se halla presente en ninguno de los modelos que lo anteceden: de crecimiento económico, de bienestar social o de las necesidades básicas; los incluye, pero los supera.15 El dominio del desarrollo humano, en relación con otras concepciones o modelos, es mayor: las oportunidades esenciales que las personas valoran en gran medida van desde las oportunidades políticas, económicas y sociales de ser creativos y productivos hasta el goce del respeto propio, el empoderamiento y el sentido de pertenencia a una comunidad. Se presenta de esta manera como una concepción holística que sitúa a las personas en el centro de todos los aspectos del proceso de desarrollo. 1.2.2. Políticas públicas para materializar procesos de desarrollo Del mismo modo que hay múltiples formas de entender el concepto de desarrollo, existen variadas maneras de implementar políticas para su consecución. Tradicionalmente, se 15 PNUD 1996.
  • 20. 21 ha concebido el desarrollo como un conjunto de atributos adquiridos de arriba abajo tales como el crecimiento del PIB per cápita, la industrialización de la estructura económica, la democratización y modernización de la sociedad, tanto a partir de impulsos exógenos al territorio nacional (la ayuda al desarrollo proveniente de los organismos internacionales) como exógenos a las regiones interiores de un Estado (la planificación centralizada o la reasignación territorial de recursos). Sin embargo, desde hace algunos años, y hoy más que nunca, se encuentran pruebas de que esta fórmula no es infalible. El objetivo de mejorar la vida de las personas sigue marcando el horizonte que alcanzar, pero está cambiando su concreción práctica, y esto representa un nuevo desafío para las políticas públicas. Es decir, estamos asistiendo al paso desde una concepción del desarrollo como algo adquirido por un territorio, a través de la dotación de capital físico, conocimiento, recursos, a una concepción del desarrollo como algo generado en el territorio a partir de las capacidades de los actores y el uso sensato de los recursos locales. 1.2.3. El enfoque de desarrollo local Esta orientación del desarrollo tiene una historia reciente. En las últimas décadas del siglo XX, debido a las graves crisis económicas que se han sucedido —en especial en los Estados Unidos de América, Europa Occidental y Japón—, la revisión de los modelos de desarrollo imperantes ha ido prestigiando los procesos de organización de la comunidad como una manera de resolución de los conflictos económicos y sociales desde su raíz, desde la base, desde los que padecen el problema y se implican activamente en solucionarlo. El enfoque de desarrollo endógeno, propiamente dicho, que pone a la persona en el centro del proceso, nace como reacción al pensamiento y a la práctica dominante en materia de desarrollo territorial en las décadas de 1950 y 1960, enmarcados en el modelo industrial fordista y en la difusión del centro abajo de las innovaciones y de los impulsos de cambio. Hacia finales de la década de 1980, se introduce la denominación desarrollo local, fundamentalmente en la Unión Europea, como fórmula posible de conseguir la cohesión económica y territorial de la región, y se impulsa con políticas regionales concretas como las iniciativas comunitarias LEADER o URBAN. Denominado en ocasiones como desarrollo alternativo, supone un cambio en la aproximación al problema del desarrollo, ya que lo entiende como un proceso de abajo arriba, de construcción a partir de las capacidades locales, de los actores personales e institucionales de una comunidad, y que, por tanto, presenta una fuerte connotación territorial. Tales actores necesitan un ambiente (económico, institucional y axiológico) que respalde y oriente sus esfuerzos y energías, y encuadre sus actuaciones. Así, el desarrollo pasa a ser un proceso de
  • 21. 22 construcción y cambio social de múltiples dimensiones, que estructuran la sociedad y configuran el escenario donde las prácticas de desarrollo se desenvuelven. En las últimas décadas, el enfoque del desarrollo local se ha ido extendiendo por los ámbitos de formulación e implementación de políticas públicas, en organismos internacionales, empresas y organizaciones de la sociedad civil, e incluso en el ambiente académico, dando lugar a numerosos proyectos e investigaciones; muchas veces es utilizado para referir procesos diversos que van desde las políticas sociales en sociedades locales, políticas nacionales o provinciales productivas, sociales y/o laborales de alcance territorial, como procesos de desarrollo surgidos a partir de la interacción entre actores territoriales. 1.2.4. Relación entre desarrollo local y cohesión social Como vimos antes, los objetivos del desarrollo humano son: (…) consolidar las condiciones requeridas para la realización del potencial de la persona humana; reconocer y proteger sus derechos de nacer y vivir con dignidad; garantizar el derecho a la libertad para escoger opciones y realizarlas; y asegurar el acceso a capacidades y oportunidades para atender las necesidades y aspiraciones de las personas, como sujetos individuales y colectivos. El Desarrollo Local es un medio para el logro de estos propósitos. Se ejecuta a través de una intervención de carácter multidimensional, sinérgica e integradora en los ámbitos regional, municipal y barrial, que permite así valuar y reactivar las potencialidades del territorio mediante la cooperación activa de los sujetos que viven en él.16 El desarrollo local y la cohesión social tienen un doble vínculo. Por una parte, el desarrollo local es un vehículo para el afianzamiento de los componentes que caracterizan a una sociedad cohesionada. Por otra, el avance en el proceso de desarrollo local requiere la existencia de algún grado de desarrollo de los componentes de la cohesión social (pertenencia, inclusión, participación activa en asuntos públicos, reconocimiento y aceptación de las diferencias, y equidad). Es en este último sentido, en particular, que debemos integrar la variable identidad (identidades) en la ecuación del desarrollo. Pero el ejercicio práctico de esta integración es harto complejo: ¿qué sucede cuando la convivencia entre esas identidades no es armónica? ¿Cómo integrar, incluir las diferentes identidades en procesos de mejora socioeconómica? ¿Participan activamente y con equidad todas las identidades? ¿Las políticas en pro de cohesión reconocen las diferencias? 16 http://www.pnud.or.cr/desarrollo-humano-local/ index.php?option=com_contentview=articleid =44Itemid=54.
  • 22. 23 ¿Se aceptan las diversas identidades y son capaces de cooperar en la ideación de un imaginario común de ciudad? ¿Cómo lograr que las diversas identidades convivan y compartan una identidad en cuanto comunidad de ciudadanos sin renuncia de la propia identidad? 1.3. Las personas como punto de partida de la reflexión 1.3.1. Las personas como medio y fin del desarrollo Para dar respuesta a todas estas preguntas resulta imprescindible centrar la atención en el elemento humano. Expresado de otra manera, «(…) el medio y el fin del desarrollo son las personas».17 No importa la denominación que se le dé: recursos humanos, capital social, comunidad o población; sin personas, no cabe desarrollo local ni cohesión social. Las personas son el activo insustituible de todo proceso de mejora; son las que conectan, conviven y se relacionan para generar una comunidad cohesionada en la que sea posible participar y, por fin, a las personas deben dirigirse las acciones que pretendan elevar las condiciones de vida de un territorio. En este enfoque humanista, se parte del hecho de que cada individuo aparece 17 Banco Mundial 1997:125. cargado de cierta complejidad, es un ser lleno de necesidades físicas (nutrición, sanidad, vivienda, etc.), pero también de necesidades intangibles: (…) necesidades no materiales complementarias en ocasiones a las necesidades materiales, que incluyen las necesidades de autodeterminación, confianza en sí mismo y seguridad, de participación de los trabajadores y ciudadanos en la formulación de decisiones que les afectan, de identidad nacional y cultural y la necesidad de tener un sentido de finalidad en la vida y en el trabajo.18 Asimismo, el enfoque humanista se preocupa por el individuo en cuanto persona, no solo como mero productor, emprendedor, agente económico o generador de conductas: preocupa el ser humano en su totalidad. Esta vía permitirá dar respuesta a toda la gama de problemas biopsicosociales con que se enfrenta el ser humano, propiciando un crecimiento personal y pleno, un desarrollo que... (…) tiene por objeto el despliegue completo del hombre en toda su riqueza y en la complejidad de sus expresiones y de sus compromisos: individuo, miembro de una familia y de una colectividad, ciudadano y productor, inventor de técnicas y creador de sueños.19 El enfoque humanista se orienta a un plazo largo. No se reduce a una fórmula 18 Streeten et al. 1986:42. 19 Faure et al. 1972.
  • 23. 24 coyuntural de una acción concreta, de un proyecto aislado, de un aprendizaje determinado, sino que supone una apertura de mentalidad, de actitudes, de formas de entender las cosas, de maneras de actuar y decidir, de hábitos, de modos de participar. En definitiva, de crecimiento de todas las capacidades del sujeto que se transforma. Esta consideración de las personas plantea dos dimensiones del ser humano: como parte del proceso productivo y como objetivo final del desarrollo, esto es, como recurso y como beneficiarios de la actuación, respectivamente. Desde un enfoque de desarrollo local interesan las personas en ambas perspectivas: 1. Son un recurso, el principal, ya que al mejorar, al optimizar el factor humano se propiciará la optimización y mejora de los restantes recursos; es decir: (…) los seres humanos son el recurso principal de toda comunidad. Dentro del marco provisto de los recursos naturales, los ciudadanos de una comunidad producen la riqueza, organizan y mantienen las instituciones, prestan servicios, dan la pauta progresista o conservadora y engendran la fuerza moral y los anhelos de la comunidad.20 2. Y son el objetivo final del desarrollo, puesto que los beneficiarios de las acciones de mejora comunitaria han de ser siempre los miembros de la comunidad. 20 Ware 1979:28. Se apuesta, en definitiva, por las personas, porque, como afirma Pierre de Charetenay: (...) el futuro depende de las capacidades locales para gestionar la técnica, encontrar los circuitos económicos que correspondan a la cultura y organizar los intercambios tanto en el interior de la comunidad como en el exterior. Todas las ayudas son útiles, pero lo esencial se basa en la responsabilidad local, y es preciso dejar que se ejerza libremente.21 1.3.2. La necesidad humana de relación social Desde las políticas públicas en pro de la cohesión social, especialmente, tendrían que importar las personas no solo como individuos que pretenden satisfacer un interés personal, sino en cuanto comunidad (común unidad de vida de personas juntas en un territorio delimitado). Una unidad que se sostiene y recibe cohesión interna de la participación colectiva en las emociones de lealtad, amor y pertenencia común; donde se relacionan, comparten valores y objetivos y se organizan las acciones para conseguir un bien compartido. Existen distintas colectividades sociales, pero es propiamente en el grupo identitario donde es posible que el individuo participe, se comunique y, 21 Charetenay 1992:170.
  • 24. 25 en definitiva, desarrolle aprendizajes sociales. Entendiendo aquí que grupo es el conjunto de seres humanos con relaciones mutuas, es decir, la colectividad identificable, estructurada, continuada de personas que desempeñan funciones recíprocas conforme a determinadas normas, intereses y valores sociales para la prosecución de objetivos comunes. En los primeros años de su existencia, los individuos comienzan a aprender a participar y actuar en sus grupos de pertenencia, compartiendo acciones con fines comunes, que configuran la manera de pensar y enfrentarse a la vida, y, en muchos casos, condicionan la integración de los sujetos en otros grupos más amplios. En el grupo primario de la familia, cada persona mantiene frecuentes relaciones, comparte un elevado sentimiento de solidaridad y estrecha adhesión a los valores sociales comunes. El ámbito familiar es el espacio social idóneo para comenzar a interiorizar hábitos y destrezas sociales necesarios para practicar la participación, componente fundamental de la cohesión social. Desde la vivencia familiar, todo individuo interioriza y personaliza su experiencia social. Se trata del proceso de individualización por el que resulta que no puede haber una persona del todo idéntica a otra, ni es posible predecir siempre y totalmente su comportamiento social. Cada sujeto se individualiza por la manera en que se adapta a los influjos ejercidos sobre él y por su propia interpretación personal de lo que ha aprendido. La personalidad social no es nunca reflejo perfecto de la cultura y de la familia en la que el individuo se ha desarrollado; es también, en parte, el resultado de su propia adaptación a esa cultura y a las otras personas con las que convive en su sociedad. Poco a poco, el individuo ha de ir ejercitando lo aprendido en el grupo primario de la familia, y ha de trasladarlo a otros grupos primarios y secundarios (asociaciones ya sean formales o informales). La diferencia entre los grupos primarios y los secundarios reside en el tipo de relaciones que se establecen. Cuando estas relaciones sociales son íntimas, personales y frecuentes, como en la familia, son características de un grupo primario. Las relaciones en los grupos secundarios, en otro nivel más complejo, son más impersonales, más artificiales, más formales y menos frecuentes. En la medida en que un individuo comparte en algún porcentaje un bagaje cultural con su familia o con otros grupos de su comunidad, cabe decir que está integrado socioculturalmente. Aparece así otro concepto, la integración sociocultural, vital para el entendimiento y la consecución de la cohesión social, sobre el que volveremos más adelante. El individuo no es un átomo aislado de otros. Por el contrario, se construye a partir de la interacción con otros seres iguales. La sociabilidad es un presupuesto de la existencia humana que se desenvuelve en el seno de un abanico de opciones desde el punto de vista de los grupos. Por un lado, están los grupos esporádicos: aquellos que se
  • 25. 26 pueden formar en un partido de fútbol o en el teatro; luego están los grupos estables secundarios, representados por las asociaciones, los partidos políticos, los vecinos; y, por último, se encuentran los grupos estables estructurales, legados del pasado, como la nación, el municipio o la comunidad étnica y cultural. Algunos grupos nos son dados de forma natural —por ejemplo, al nacer, automáticamente, somos parte de una familia—, otros los vamos eligiendo a lo largo de la vida, por lo que no todos los seres humanos tienen los mismos grupos de referencia e identidad. Pero todos los seres humanos guardamos algún tipo de relación, buena o mala, con los grupos, simplemente por la doble condición de ser sociales y sociables. 1.3.3. Las personas, seres sociales y sociables La sociabilidad, impresa en la naturaleza humana, es la capacidad de relación con los otros. En un sentido amplio, designa la potencialidad que tienen los seres humanos para integrarse a la vida del grupo o para la cooperación. Como ser sociable, el hombre y la mujer están naturalmente inclinados a desenvolverse en sociedad. La sociabilidad, como capacidad de relación, permite que se establezca comunicación. No se trata de una relación cualquiera, sino de una que posibilita una participación simétrica en la que todos los individuos se implican en la producción y construcción de conocimientos para aumentar el nivel de entendimiento de lo planteado. La falta de esta madurez social genera individuos antisociales o asociales, que en ocasiones se autoexcluyen de los grupos o son excluidos por otros. La sociabilidad, como toda capacidad humana, no se encuentra en el hombre en estado de máximo desarrollo; va desplegándose cuando el individuo crece, hasta llegar a un determinado grado de madurez social, de sociabilidad; esto es, hasta alcanzar la capacidad de realizar actos positivos de vida social. Los individuos maduran como personas en el seno de su comunidad, se hacen más sociables a través de su participación en dos procesos básicos: socialización y educación, dos procesos diferentes pero relacionados. La educación lleva implícita la socialización, pero esta no implica aquella. El proceso de socialización es básicamente de conformación, mientras que el de educación es básicamente uno de transformación de la persona social; por lo tanto, el primero es un proceso conservador (facilita que estemos unidos a otras personas) y el segundo es un proceso innovador (contribuye al crecimiento como persona). En atención a esta primera característica, la socialización aparece como un cambio funcional, mediante la participación social, que permite el aprendizaje de roles y la adquisición de un determinado estatus. En un sentido convencional, se define la socialización como el proceso que transforma al individuo biológico
  • 26. 27 en individuo social por medio de la transmisión y aprendizaje de la cultura de la sociedad, que integra a su personalidad y a la cual se adapta. El individuo adquiere las capacidades que le permiten participar como miembro efectivo de los grupos y de la sociedad global de manera semiautomática durante los primeros años de la vida; y ello es un requisito imprescindible para su adaptación al medio en el que vive. Cuando esa adaptación no se da, pueden surgir situaciones de marginación o exclusión social. Por ello, la socialización aparece como el producto de una interacción entre el sujeto y el medio social. Se busca conseguir un equilibrio en la convivencia basado en la aceptación responsable de la cultura del grupo y en la supervivencia de la peculiaridad individual con el apoyo del bloque social referencial. De este modo, la tarea de la socialización permitirá a cada individuo aprender un idioma; familiarizarse con los esquemas normativos y los valores del grupo; ser transmisor de la propia cultura; formarse en hábitos de comportamiento; participar en el bien común; comprender la vida social y aprender la técnica de la relación social tanto a nivel personal como comunitario; compartir costumbres; asumir normas sociales; construirse un estatus y, después, sus roles; participar en el mundo del trabajo (lo cual es de interés individual y colectivo); y desarrollar la propia personalidad. Este aprendizaje se logra por la convivencia con la sociedad, por el contacto con los otros, en un proceso de intercambio que lleva a un común conocimiento de trascendencia social compartido por todos. Naval define la socialización, en un sentido amplio, como la «educación de la sociabilidad», esto es, capacitar al individuo para establecer asociaciones con otros individuos. Y es que el despliegue de la sociabilidad, como capacidad radical que toda persona tiene de llegar a la sociabilidad —a la madurez social que esta última supone—, precisa una vía: la educación; esto es, la actividad o práctica social cuyo principal propósito es ayudar a los otros a llegar a ser personas plenas. Para ser personas en plenitud, además de conocer y practicar determinadas pautas y roles sociales, el individuo debe estar integrado tanto en sus grupos de pertenencia y referencia como en su comunidad. Esta dependencia del otro para educarse «(…) es simplemente una confirmación de la naturaleza comunitaria del hombre».22 Por ello, ese trabajo de maduración personal progresiva, de autorrealización, que es la educación como proceso de personalización o individualización, se lleva a cabo en un proceso de socialización, que favorece la integración de los individuos al entorno social que les rodea, incorporándose a una cultura, adquiriendo, entre otras cosas, un lenguaje, unas costumbres, unas ideas o unas normas morales. 22 Naval Durán 1995:224.
  • 27. 28 Luego, resulta capital que cada persona descubra al resto de los individuos como un medio para crecer; que sienta la necesidad de vivir en sociedad, de desarrollar sus capacidades de ser sociable y social. El individuo que aprende a ser más sociable no es el sujeto aislado, sino el que está en relación con sus semejantes, y en comunicación con las estructuras y las fuerzas de una sociedad; el que necesita de una comunidad, en el seno de la cual puede establecer relación con sus semejantes, alcanzar su plenitud, y en la que otros seres le reconocen como persona y como tales él las identifica. En definitiva: (…) llegar a ser educado sería aprender a ser persona. Ser persona, sin embargo, es llegar a ser miembro de una sociedad. Llegar a ser educado es por tanto llegar a ser miembro de una sociedad y así haber aprendido qué es ser y vivir como miembro de la sociedad.23 Queda establecida la necesidad de desplegar de forma intencional estrategias educativas para el logro de la cohesión social como ruta que propicie la madurez de cada persona como actor social, la convivencia, la inclusión de los individuos en el grupo, la integración de los grupos en la comunidad y la materialización de la participación social como modalidad de relación comunicativa. 23 Naval Durán 1995:20. 1.4. La comunidad como marco de la acción 1.4.1. Una red de relaciones Por tanto, para alcanzar un cierto grado de cohesión social se requieren estrategias educativas dirigidas a cada persona, pero abocadas necesariamente a desplegarse en comunidad. Entendiendo que comunidad hace referencia, aquí, al colectivo sociodemográfico formado por sujetos y grupos (primarios y secundarios) que establecen entre ellos relaciones sociales (individuo-individuo, individuo- grupo y grupo-grupo) para conseguir el bien común (el bienestar, la mejora de la calidad de vida). La comunidad es, por tanto, la red de relaciones de apoyo mutuo de la que uno puede depender en un espacio y un tiempo definidos. Esta noción es tan general que igualmente puede aplicarse a barrios, agrupaciones religiosas, organizaciones educativas, grupos de autoayuda, empresas o asociaciones deportivas. Cabe, pues, hablar de diferentes tipos de comunidad, y estudiarlas recurriendo también a distintos niveles de análisis. En esta perspectiva: (…) puede constatarse que, según los casos, se enfatiza uno u otro aspecto. A veces, cuando se habla de comunidad el término designa una localidad o área geográfica: se trata de todas las definiciones que tienen primordialmente en cuenta los límites geográficos o la influencia de los factores físicos sobre las relaciones sociales. También se habla de comunidad para designar la estructura social de un grupo, estudiándose las instituciones del mismo y los problemas
  • 28. 29 de los roles, estatus y clases sociales, que se dan en su interior; en este caso, la comunidad se considera fundamentalmente como un conjunto de relaciones sociales. Otras conceptualizaciones destacan el aspecto psicológico, considerando a la comunidad como sentimiento o conciencia de pertenencia. Por último, y este es el uso más frecuente, se emplea el término comunidad como equivalente o sinónimo de sociedad.24 Desde la visión de las políticas públicas de carácter social, interesan aquellos colectivos que ocupan un espacio físico y poseen una estructura administrativa que los define como barrio, aldea, pueblo, municipio, comarca, etc.; realidades complejas e interconectadas que, a su vez, contienen grupos muy diversos, a los que es posible clasificar desde los sólidamente estructurados, que responden a las pautas más o menos establecidas de asociacionismo tradicional (etnias, iglesias, asociaciones de vecinos, movimientos, coordinadoras, entidades, sindicatos, partidos políticos, asociaciones empresariales, agrupaciones sociales, benéficas, culturales, etc.), hasta los grupos informales que reflejan afinidad de intereses (aficiones, deportes, etc.). Obviamente, no todos los sujetos se relacionan o comunican de igual forma, no todos se integran en los mismos grupos, de la misma manera que no todas las personas participan en la vida comunitaria con igual intensidad: algunos lo hacen activamente, 24 Ander-Egg 1987:43. otros no se implican en absoluto; existen personas que se oponen o enfrentan abiertamente al resto de ciudadanos, mientras que algunos individuos se incorporan a agrupaciones organizadas expresamente para la resolución de problemas comunitarios. Con esta perspectiva espacial, la comunidad representa al grupo humano que vive en un área geográfica específica donde sus componentes articulan una pluralidad de relaciones para el acometimiento de las funciones de producción, de gobierno, de educación, de asistencia y de recreo. En la medida en que es capaz de mantener un grado de autonomía, que permite considerarla como segmento social con sus propias redes de interrelación y de comunicación, se la considera como grupo social. Para que exista sociedad local, deben darse al menos dos condiciones: una de naturaleza socioeconómica y otra de naturaleza cultural. Buscando el modo de articular políticas sociales de cohesión nos interesa centrarnos en esta segunda condición que hace referencia a la manera en que un conjunto humano perteneciente a un territorio se identifica con su historia y muestra rasgos culturales comunes expresados en una identidad colectiva. A partir de aquí, llegaremos a otra idea: la organización de la comunidad para el desarrollo local es un proceso que busca suscitar grupos funcionales de ciudadanos capaces de ser los agentes activos y responsables de su propio progreso, usando
  • 29. 30 para ello como medios culturales: la investigación en común de los problemas locales; el planeamiento y la ejecución por sí mismos de las soluciones que antes convinieron; y la coordinación voluntaria con los demás grupos y con las autoridades oficiales de modo que se obtenga el bienestar total de la comunidad. En ese marco, actor local es todo aquel individuo, grupo u organización que desempeña roles en la sociedad local. Hay actores locales que deben ser identificados y evaluados en función del poder que detentan, sea por riqueza, ubicación política, prestigio o conocimiento, o debido a su inserción en la malla de organizaciones sociales, de tal modo que en cada comunidad cabe encontrar: /  Actores político-institucionales: el gobierno local, las empresas públicas, las agencias del gobierno central, regional y provincial. /  Actores de mercado: la microempresa y el artesanado, la pequeña y mediana empresa, la gran empresa, los trabajadores. /  Actores sociales: las comisiones vecinales, las organizaciones de voluntarios, las iglesias, los comités políticos, las organizaciones no gubernamentales, las personas. La cultura, la identidad e incluso el grado de cohesión social de cada comunidad vendrán determinados por las características de la relación que se establezca entre estos actores. Entre las primeras tareas para articular políticas públicas que pretendan fomentar la cohesión social y ser acordes a las necesidades sociales, estará la identificación y caracterización de todos los actores que integran esa comunidad. 1.4.2. Comunidad y cultura De esta manera, se puede llegar a concebir una comunidad como un conjunto de personas que establecen relaciones entre ellas, con la materia, con el medio en el que habitan y con lo sobrenatural. Estas relaciones pueden adoptar diversos objetivos: sentimentales, laborales, de organización, festivos, solidarios…; y presentar distintos caracteres: comerciales, de cooperación, de amistad o de enfrentamiento. Sean como sean, todas se despliegan en un espacio concreto (el territorio que ocupa la comunidad) y tienen un devenir en el tiempo (la historia de la comunidad). Los resultados de esas relaciones peculiares que cada comunidad mantiene en un tiempo y lugar determinado es lo que se denomina cultura. De manera que podríamos definir la cultura como el conjunto de conductas, hechos sociales y acciones humanas, hábitos y actividades, pensamientos, creencias, valores y significados, saberes, manifestaciones, objetos y experiencias que vive cada persona individualmente, y la comunidad entera, al entrar los sujetos en relación con su medio a través del trabajo, al relacionarse con la naturaleza,
  • 30. 31 con la materia por medio de la técnica y las artes, al contactar con otros seres humanos genéricos, provocando roles sociales, costumbres y ética, incluyendo las relaciones entre el hombre y la mujer (sexualidad y amor), entre el ser humano y su ser (toma de conciencia), entre el sujeto y su medio, y entre las personas y Dios.25 Cualquier experiencia cultural tiene lugar en un intervalo temporal con tres momentos. Un momento que ya pasó, al que se puede acceder por el recuerdo o la memoria. El tiempo en que la comunidad existe, el presente, en el que actualmente se encuentra; influido por el pasado y gestador del futuro. Y un tiempo por llegar, en el que se idea la comunidad como imaginario utópico y cuyo devenir se planifica estratégicamente con el afán de mejorar las condiciones de vida locales. En este sentido, la dimensión histórica de la comunidad se concreta en la cultura local, mezcla de tradición y creación que singulariza a cada grupo: en parte se hereda, en parte se construye y en parte se planea. Todo aquello que durante ese devenir histórico el ser humano va creando, diseñando, produciendo… se manifiesta como cultura. Por eso cabe afirmar que el complejo fenómeno social de la cultura tiene una dimensión histórica, temporal, que perpetúa a la comunidad en el tiempo.26 25 Ander-Egg 1981:12 ss.; Quintana Cabanas et al. 1986:20; Armengol i Siscares 1987:33-40; Viché 1989:27; Cembranos, Montesinos y Bustelo 1989:13; Hernández 1990:137. 26 Quintana Cabanas 1980:82. 1.5. Identidad e identidades en la comunidad 1.5.1. Identidad cultural Luego, se podría afirmar que la identidad surge como resultado del proceso de desarrollo, en la medida en que cada comunidad, al evolucionar en el tiempo, va generando costumbres, leyes, productos que forman su cultura; y, a la vez, descubrimos que la cultura hace posible el desarrollo.27 Así, identidad cultural sería la forma de ser solidaria y comprometida, diferente y singular de cada comunidad para lograr la unidad amplia a partir de la convergencia de diferencias individuales.28 Esto es así porque cada comunidad ha asimilado una serie de experiencias que ha traducido después en convicciones globales, universo simbólico, conjunto de ideas, mitos, tradiciones, creencias que no solo se aceptan en el subconsciente colectivo, sino que alcanzan a ser el marco o el horizonte donde se interpreta cualquier acontecimiento, sea personal o comunitario. Es decir, cada comunidad dispone de unos modelos particulares de interpretar todos los hechos de la vida, de juzgar los acontecimientos, de formular principios… Las sociedades locales existen en territorios cargados de huellas del pasado. El espacio no es neutro, expresa 27 Barrena Sánchez 1980:91. 28 UNESCO 1990:249.
  • 31. 32 la historia de los seres humanos, sus conflictos y sus sistemas de vida, sus trabajos y sus creencias. La memoria colectiva otorga un sentido a la relación entre pasado, presente y proyecto, y expresa así los contenidos profundos de la identidad colectiva. La vuelta al pasado por la memoria que permite reconocerse en una historia es una condición de la acción. No se trata de reconocer huellas, sino de reconocerse en esas huellas. Pero esto no basta, una comunidad es un ser vivo que debe orientarse al futuro. Es posible comprender las razones por las que se mira con escepticismo el axioma de priorizar de manera automática la cultura heredada si la pregunta se encara desde el punto de vista de quién opta y por qué se opta. Nacer en un ambiente cultural determinado de ninguna manera implica un ejercicio de libertad, más bien al contrario. Se trata de una situación que solo se puede asociar con la libertad cultural si se tiene la posibilidad de seguir viviendo en los términos de esa cultura y si al hacerlo se dispone, además, de la oportunidad de optar por otras alternativas. La libertad no se puede disociar de la oportunidad de elegir o, al menos, de poder considerar la forma de ejercer una opción si esta estuviera disponible. ¿Cómo invocar el peso normativo de la libertad si las personas no están en condiciones de considerar realmente una opción diferente, sea esta real o potencial? Cada individuo suele identificarse con muchos grupos distintos mediante diversos grados de afiliación en la medida en que, dentro de la gama de afiliaciones que un sujeto realmente puede reivindicar, se puede elegir la prioridad que se le dará a una u otra ante una situación determinada. En este espacio de las afiliaciones es donde los valores de las personas se tornan decisivos. La libertad de escoger no solo es importante para el individuo que escoge, también puede serlo para los demás si la responsabilidad que implica la elección se dimensiona de manera adecuada. La afirmación de la identidad local se basa en ese reconocerse, libremente, en una historia colectiva. Todos los componentes de esa identidad se explican solamente si se percibe la existencia de una historia viviente (pasada, presente y futura) a la que cada uno de los habitantes de la sociedad local puede afiliarse. Ahora bien, desde un enfoque de desarrollo local, este reconocerse en la historia no tiene sentido si es para quedarse en una mirada nostálgica del pasado. Solo adquiere toda su potencialidad cuando la fuerza de esa carga histórica provoca interrogantes sobre el pasado y sobre el proyecto de futuro. La identidad se convierte en palanca del desarrollo cuando cada individuo lleva a descubrir la posibilidad de actuar y tiene la oportunidad de elegir libremente su identidad. Pero, además, este descubrimiento solo es real, solo genera realizaciones, cuando el individuo o el grupo que actúa se reconocen a sí mismos como capaces de aportar algo a su comunidad, de cambiar, de transformar su realidad.
  • 32. 33 1.5.2. Identidad y creación cultural Cuando las personas eligen afiliarse a la identidad común porque se reconocen en ella y tienen aportes positivos que hacer para la mejora de su comunidad, se genera desarrollo. Se propician, entonces, situaciones en las que el ser humano, unido a otros individuos, intenta optimizar sus condiciones de vida, generando respuestas a sus necesidades y deseos,29 dando soluciones originales y creativas a los problemas que su medio le plantea.30 Eso es lo que se denomina creación cultural. Como tal, es un proceso por el que la comunidad asume y conoce la cultura del pasado, pero se diseña para el futuro. Va buscando respuestas comprometidas y adaptadas a los conflictos que tiene planteados31 en su seno. De este modo, podemos afirmar que los procesos de constitución de identidad que se vuelven motores del desarrollo tienen algunas características bien precisas: Reúnen el pasado, el presente y el proyecto en una única realidad interiorizada por el conjunto de los miembros de la sociedad. Se desarrollan en una realidad cultural donde se valoran la innovación, el trabajo y la producción. 29 Ander-Egg 1981:16. 30 Viché 1989:27. 31 Froure Quintas y Sánchez Castaño 1990:41. Marcan la diferencia y la especificidad, para situarse en la relación con otras diferencias y otras especificidades. En ciertas situaciones, los agrupamientos humanos locales no han generado procesos identitarios que autoricen a hablar de identidad colectiva local. En otras, ha habido un deterioro de los tejidos sociales originales que han conducido a un debilitamiento o la casi desaparición de los referentes identitarios. En tales casos, estamos ante grupos humanos que habitan un territorio pero que difícilmente pueden ser llamados comunidades locales. Les falta un ingrediente esencial: su propio reconocimiento y el reconocimiento de los demás; carecen de identidad. 1.5.3. Los elementos que definen la identidad de una comunidad Actuando, y en esto consisten las políticas públicas, sobre los elementos primarios que toda cultura tiende a institucionalizar y que determinan su identidad como comunidad, se acelera o demora el proceso de cambio social que implica el desarrollo.32 De manera que para fundamentar conceptualmente esas políticas, es necesario concretar estos elementos: 32 Sancho Hazak 1976:104.
  • 33. 34 (i) Materiales. Todos los objetos, en su estado natural o transformados por el trabajo humano, que un grupo esté en condiciones de aprovechar en un momento dado de su devenir histórico: tierra, materias primas, fuentes de energía, herramientas, utensilios, productos naturales y manufacturados, etc. La cultura material está constituida por el conjunto de bienes tangibles que son creados, producidos o anhelados porque tienen significados particulares (y a partir de ello su valor) para un grupo humano determinado. Los elementos materiales de la cultura deben ser vistos en su contexto porque los habitantes de cada localidad, cada región, cada país tienen sus propios significados para las cosas y bienes materiales de su ambiente que constituyen su cultura material. (ii) De organización. Todas las modalidades de relación social sistematizadas mediante las cuales se hace posible la participación de los miembros del grupo, cuya intervención es necesaria para cumplir la acción: normas, reglas y leyes. Se proponen como un estándar de comportamiento compartido por un grupo social, estándar al que se espera que sus miembros adapten su quehacer por el significado que tiene para ordenar sus vidas cotidianas. Se manifiestan arraigadas en hábitos, costumbres y tradiciones y, a veces, recogidas por escrito. Varían entre culturas y, en gran medida, en el seno de cada grupo. Muchas veces se cumplen de forma casi irreflexiva, inconscientemente; no se cuestionan porque muchas veces no se conocen de modo explícito, son como una segunda naturaleza. La trasgresión de las normas, sin embargo, se hace evidente de forma inmediata y generalmente está sancionada por el control social. Se colocan siempre en el plano de lo que debería hacerse, dando base a la ética y la moral de cada grupo humano. Las normas, reglas y leyes no hacen otra cosa que expresar los valores de un grupo humano respecto del comportamiento esperado. Por este motivo, incluiríamos en este apartado el grupo de políticas públicas sociales, en cuanto forma de organización y gobierno comunitario. (iii) De conocimiento. Experiencias asimiladas y sistematizadas que se elaboran, se acumulan y se trasmiten de generación en generación y en el marco de las cuales incorporan nuevos conocimientos. Son las costumbres, pautas de comportamientos socialmente adquiridas, altamente significativas para quienes las comparten o conocen, apoyadas por la tradición y generalmente exhibidas por miembros del grupo social. Se caracterizan
  • 34. 35 por ser actos voluntarios que no son sancionados negativamente cuando no son respetados. Es decir, las costumbres son formas de comportarse aprendidas socialmente y que son dichas, actuadas o mostradas públicamente en la vida cotidiana de las personas; no son reforzadas por el control social, más bien se asumen por socialización y uso repetido. (iv) Simbólicos. Diferentes códigos que permiten la comunicación necesaria entre los participantes en los diversos momentos de una acción. Entre los seres humanos, el código fundamental es el lenguaje. No existiría cultura sin lenguaje; el verbal en primer lugar, pero también otros sistemas de lenguaje no hablados o escritos, como la arquitectura, las vestimentas, los iconos o los gestos. Cada grupo social posee su propio lenguaje distintivo, desde los sectores socioeconómicos más bajos hasta los más altos en la escala social, dependiendo de la edad o del ámbito territorial donde esté instalada. Por medio del lenguaje conferimos sentido a nuestra existencia… Toda forma de relación, de comprensión o de entendimiento entre personas pertenece al dominio del lenguaje. La vida está llena de símbolos y de simbolismos, puesto que el ser humano es el único animal capaz de crearlos, de expresarse con ellos y de interpretarlos; es, en definitiva, el único capaz de comunicarse y relacionarse a través del lenguaje. Símbolo es cualquier cosa —objeto, gesto, palabra— que representa o se pone en lugar de otra cosa con la que no tiene conexión intrínseca. Una vez más, aparece la importancia de los valores en este análisis: una bandera puede representar a ‘nación’, ‘fervor nacionalista’ o ‘lealtad’, según quién la interprete. Es decir, cada signo puede tener numerosos significados y diferente carga emotiva; de ahí la importancia del respeto a los símbolos de todas las identidades como vía para lograr la comunicación y, en consecuencia, la comunicación social. (v) Emotivos. También pueden llamarse subjetivos. Son las representaciones colectivas, creencias y valores integrados que motivan a la participación y/o la aceptación de las acciones: la subjetividad como un elemento cultural indispensable. Desde el punto de vista de la cultura, se conciben como aquello que proporciona significados que dan sentido a la vida cotidiana. Entre ello, los valores culturales son orientaciones intrapsíquicas que guían (pero no determinan) los significados con que los seres humanos establecen relaciones sociales entre sí. Atender a cada uno de estos factores y al conjunto de ellos es dar un sentido a la vida en común, proporcionar una
  • 35. 36 motivación para la acción conjunta, en la medida en que procurar el bienestar social de la comunidad, y pretenderlo como bien común, es hacer cultura. De este modo: (…) resulta claro que la cultura no solo está vinculada a la manera de vivir sino que es un elemento que impregna la totalidad de la vida cotidiana.33 Se concibe como cultura consciente la decisión de cómo se quiere ser, qué formas se quieren tener, qué valores se quieren desarrollar, qué productos se quieren realizar y qué lenguaje o qué símbolos sirven para expresarse, para explicarse, para interpretarse, para entenderse, en definitiva, para relacionarse. La experiencia nos demuestra que, por ello, no cabe hablar de una cultura uniforme. 1.5.4. Diversidad cultural Cada comunidad encierra formas heterogéneas a lo largo del tiempo y del espacio. Esta diversidad se manifiesta en la originalidad y la pluralidad de las identidades que caracterizan a los grupos y las sociedades que componen la humanidad. Fuente de intercambios, de innovación y de creatividad, la diversidad cultural es, para el género humano, tan necesaria como la diversidad biológica para todos los organismos vivos. En este sentido, constituye el patrimonio común 33 Ander-Egg 1981:16. de la humanidad y debe ser reconocida y consolidada en beneficio de las generaciones presentes y futuras.34 La diversidad cultural amplía las posibilidades de elección que se brindan a todos; es una de las fuentes del desarrollo, entendido no solamente en términos de crecimiento económico, sino también como medio de acceso a una existencia intelectual, afectiva, moral y espiritual satisfactoria.35 Todas las personas, grupos y comunidades tienen una manera específica de ver el mundo y comprenderlo, de interactuar con su entorno, de concebir los problemas y retos que afrontan y de responder a ellos, así como de asignar valor a sus recursos y reglas, por lo que se afirma que cada grupo social y comunidad tienen características específicas que los hacen ser diversos. Sin embargo, no es lo mismo hablar de diferencia que de diversidad. Si hablamos de diferencia, tenemos un punto obligado de referencia. Somos diferentes en algo específico. A menudo, este punto de referencia queda, por comparación, establecido para todos de acuerdo con los criterios de un grupo determinado; lo cual, en demasiadas ocasiones, es el arranque de actitudes y conductas que 34 En este sentido, en el capítulo 5, se recogen dife- rentes preceptos que han contribuido a la defen- sa y el reconocimiento de la diversidad cultural como un bien y un derecho inalienable de la humanidad. 35 UNESCO 2001.
  • 36. 37 terminan en marginación, dominación, discriminación o exclusión social. Cuando se usa el concepto diversidad, por el contrario, cada persona, cada grupo, cada comunidad necesita hablar de lo que es, de sus haberes, sus recursos, sus historias y proyectos, en suma, no se alude a la referencia, a la comparación, sino a la identidad. Porque lo diverso se define en relación consigo mismo y en relación con los otros, con los diferentes, con los que son distintos. 1.5.5. La necesaria relación entre identidades culturales Dentro de cada comunidad local, la identidad cultural puede ser presentada como respuesta de un grupo particular para mostrar a los demás su unidad y reafirmar los valores y costumbres que establecen su diferencia con el resto de miembros de su sociedad, por lo que cabe hablar de identidades particulares que se relacionan (de modo armónico o no) para dar forma a una peculiar identidad como comunidad. Esa relación entre identidades, cuando es positiva, ha dado en llamarse interculturalidad. La interculturalidad Al menos en el plano teórico, la interculturalidad se refiere a la interacción entre grupos humanos de distintas culturas, llevada a cabo de una forma respetuosa. En este sentido, se entiende que ningún grupo cultural está por encima de otro, lo que favorece la cohesión social a través de la horizontalidad, la igualdad y la relación justa entre colectividades. En las dinámicas interculturales, se establece una comunicación basada en la apertura a la diversidad cultural y el aprecio al reconocimiento mutuo. Sin embargo, en la práctica no es un proceso exento de conflictos, más bien al contrario. La afirmación de la interculturalidad implica atender a otros dos procesos sociales que están conectados: inserción e integración. En la inserción, se asume la presencia física de las personas en un determinado espacio donde prevalece la cultura dominante o mayoritaria. En la integración, no solo se acepta a la persona con otra identidad cultural, sino que entra en juego una disposición a interactuar de manera intelectual, psicológica y cultural con el otro. Dado que no solo se da por aceptada la nueva cultura, sino que, además, hay disposición para conocerla, respetarla y aprender de ella en interacción mutua entre las mayorías y minorías culturales, se genera un proceso intercultural. La interculturalidad en un sentido amplio no se limita a la coexistencia, convivencia y tolerancia entre desiguales, sino que avanza hacia la construcción de una comunidad de ciudadanos: en medio de sus múltiples diferencias culturales e individuales, que dan una mayor riqueza al conjunto, estos ciudadanos se sienten iguales en cuanto a sus oportunidades, derechos y obligaciones básicas y, a la vez, son capaces de relacionarse entre
  • 37. 38 todos de una manera constructiva y haciendo todos el esfuerzo de formar una comunidad. Uno de los modos fundamentales de realización de la interculturalidad en una sociedad plural y diversa es la democracia intercultural. Y es que el ejercicio complementario de distintas formas de democracia (directa y participativa, representativa y comunitaria), en el horizonte común de una sociedad compartida, constituye la garantía para el respeto por el otro no solamente en las normas y en las instituciones formales, sino en la cultura política misma. En sociedades multiculturales que conjugan elementos de ciudadanía universal con elementos de ciudadanía diferenciada, parece más plausible lograr la ampliación del pacto social; en conclusión, crecer como comunidad cohesionada. Desde esta perspectiva, una comunidad de ciudadanos supone: /  La aceptación de distintas identidades (étnicas, religiosas, nacionales, sexuales, entre otras) en un plano de igualdad como requisito para que estas desarrollen sus proyectos individual y colectivamente. /  Que las diversas identidades reconozcan la cultura ciudadana, lo que implica el respeto de los otros distintos y de su funcionamiento como identidades particulares. /  Que cada grupo reconozca a los otros como ciudadanos con iguales derechos y obligaciones, con los cuales, en conjunto, debe construir un nosotros. Para lograr esa comunidad de ciudadanos intercultural, el enfoque tiene tres etapas: /  Negociación: es la simbiosis entre las diversas culturas que permite alcanzar compresiones y avenencias necesarias para evitar la confrontación y construir un bien común. /  Penetración: salirse del lugar de uno, para tomar el punto de vista del otro, esto es, aprender a desplegar la empatía como forma de relación. /  Descentralización: perspectiva para alejarse de uno mismo, a través de una reflexión de sí mismo, para acercarse al otro, al diferente. Vista así, la interculturalidad se apoya en el contacto, interacción o comunicación positiva y constructiva entre grupos humanos de diferentes culturas; en definitiva, en la cohesión social. No obstante, y de ahí la dificultad de la praxis política, generalmente se despliega en contextos problemáticos: /  de comunicación deficiente (por desconocimiento de la cultura del otro); /  de discriminación a grupos étnicos o raciales diversos, por fallos en la implementación de acciones de igualdad y equidad; /  con relaciones usualmente asimétricas entre grupos étnicos o culturales distintos;
  • 38. 39 /  con dificultades para el acceso a la información o la formación, etc. Comunicación intercultural y reconocimiento del otro Una posible clave para la resolución de estos conflictos puede estar en el tipo de relación que se debe buscar entre los grupos. Y es que la interculturalidad es una modalidad de comunicación en la medida en que describe una relación que, buena o mala, se produce entre culturas que se están comunicando por necesidad de una o de ambas partes; estaríamos ante lo que algunos han denominado como mundos culturales en contacto. En este sentido, la comunicación intercultural se despliega en la convivencia, o, dicho de otro modo, es el grado de comunidad de vida compartido por agentes de grupos identitarios distintos, pero que, por una u otra razón, se encuentran comunicándose en un momento dado. En consecuencia, estableceríamos que la interculturalidad se origina cuando un grupo comienza a entender (comunicar, compartir) el sentido que tienen las cosas y objetos para los otros. Descubrir al otro será difícil, quizás no totalmente posible, si no se dan las condiciones para que vaya operando el descubrimiento progresivo. Este descubrimiento es individual o compromete a cada individuo, pero está determinado social y culturalmente. Emprenderlo de modo equilibrado equivale a superar los riesgos de negarse a sí mismo por el otro y de someter a los otros a uno mismo. De manera que una actitud comprensiva o de genuino interés por comprender la cultura del otro debería proporcionar unas pautas de eficiencia para mejorar las habilidades en las situaciones multiculturales. La comunicación intercultural en estos términos es una forma de desarrollo personal, sitúa al sujeto en posición de mejorar su calidad humana como persona, porque ensancha su horizonte cultural y le permite una más amplia posibilidad de ser creativo y experimental a partir de la cultura propia, y desarrolla la capacidad de asombro y reorientación de uno mismo. Por su parte, plantearnos la integración de las diversas culturas existentes en una comunidad para alcanzar la cohesión social requiere una reflexión, aunque sea breve, sobre esas diversas identidades revisando otros dos conceptos: intraculturalidad y multiculturalidad. Intraculturalidad El primero de estos términos explica la vitalización de los elementos culturales propios, dirigidos a fortalecer la identidad cultural y devolver el valor legítimo que corresponde a cada cultura y a cada cosmovisión presentes en una comunidad. Esta es la base para un auténtico diálogo de saberes en igualdad de condiciones. Por ejemplo, si no se reconocen los conocimientos indígenas originarios al mismo nivel científico que los conocimientos procedentes de la globalización, no se lograrán las
  • 39. 40 relaciones culturales que se espera con la transformación social. En la práctica, no es una cuestión fácil; con frecuencia es posible encontrar una visión negativa de la intraculturalidad, al contemplarla como la sobrevaloración de la manera de ser de un pueblo en desmedro de otro.36 De la misma manera que cabe también contemplar el concepto en una óptica positiva: la intraculturalidad como potenciación de la identidad cultural en el seno de cada grupo. Obviamente, esta es la opción que aquí nos interesa. Una comunidad aspira a conseguir su bien común al materializar, en convivencia solidaria, su proyecto de mejora para el presente y para el futuro. Ese bien común se identifica, en cierta medida, con la cultura propia, con el espíritu que define a dicha comunidad. Desde esta postura, se puede decir que los resultados o concreciones del desarrollo local generado en el seno de cada grupo son productos intraculturales. La intraculturalidad personaliza cada experiencia de desarrollo local, al tratar de recuperar, resaltar y 36 A modo de ejemplo, traemos aquí una referencia a la intraculturalidad en la realidad boliviana: «(…) es un concepto que pone énfasis en el desarrollo de lo particular y un ejemplo claro de la intracul- turalidad es la ley Avelino Siñani o el criterio de decir que los indígenas son los buenos y el resto son malos. Esta sobrevaloración de lo indígena va en desmedro del otro sector, es intraculturalidad y no interculturalidad. Eso es retroceder». Yapura y Padilla 2007:106. destacar la identidad cultural de cada grupo que existe en la comunidad. Finalmente, no podemos obviar aquí que existen grupos muy fuertemente cohesionados por su intraculturalidad que difícilmente entran en interacción positiva y constructiva con otros grupos identitarios; en el seno de su comunidad, se aíslan o automarginan, y ello puede llegar a desencadenar conflictos sociales, por lo que la solución por la vía de la integración de intraculturas se antoja, al menos, costosa, pero, sin duda, imprescindible. Multiculturalidad En nuestras sociedades cada vez más diversificadas, resulta indispensable garantizar una interacción armoniosa y una voluntad de convivir de personas y grupos con identidades culturales a un tiempo plurales, variadas y dinámicas. Políticas públicas que favorecen la interculturalidad, la inclusión y la participación de todos los ciudadanos garantizan la cohesión social, la vitalidad de la sociedad civil y la paz. Establecido de esta manera, el reconocimiento del pluralismo cultural constituye la respuesta política al hecho de la diversidad cultural. Inseparable de un contexto democrático, el pluralismo cultural es propicio a los intercambios culturales y al desarrollo de las capacidades creadoras que alimentan la vida pública común. Quizás una de las elaboraciones más agudas sobre el multiculturalismo sea la que plantea Peter McLaren cuando apunta que:
  • 40. 41 (…) el multiculturalismo significa una aceptación cultural del riesgo que implican la complejidad de las relaciones entre las distintas culturas, explorando la identidad de cada una de ellas dentro de un contexto de poder, discurso y experiencia.37 La ideología multiculturalista que supone entender la diversidad como pluralismo no está exenta de controversias. El debate sobre el multiculturalismo asume necesariamente la relación entre identidad étnica y cultura. Se argumenta que la cuestión deseable es una sociedad multicultural plenamente asumida y enraizada, mientras que los hechos demuestran que la sociedad multiétnica con un profundo desarrollo en las prácticas culturales dista bastante de la realidad a pesar de los recientes avances habidos en muchas democracias. El multiculturalismo ha generado profundas discusiones sobre cuestiones relacionadas con el significado de la diferencia y la diversidad, sobre la identidad de los grupos culturales mayoritarios y minoritarios, aderezado todo ello con la referencia constante a la condición posmoderna. Algunas de estas propuestas se plantean la multiculturalidad como un reto, ya que tienen una concepción dinámica y cambiante de la variedad cultural que se manifiesta en los distintos grupos que participan en el entramado social. También perciben la realidad social multicultural y plural como un signo 37 McLaren 1995:111. de enriquecimiento y como un hecho deseable que puede potenciar el marco de relaciones. La multiculturalidad, en sus últimas y más comprometidas concepciones, hace especial mención de las necesidades de los grupos marginados, excluidos en muchas ocasiones no solo por razones de su grupo étnico, sino también por razones de clase y género. Haciendo un análisis de los comportamientos predominantes en relación con la cultura, y tratando de buscar cuáles son las principales estrategias, se han promovido modelos de desarrollo cultural que destacan los siguientes aspectos: a) Comprensión cultural: ser más sensible a las diferencias étnicas presentes en cualquier situación. b) Competencia cultural: para demostrar competencia en el lenguaje y en la cultura de grupos distintos. c) Emancipación cultural: la incorporación o inclusión de la cultura minoritaria como posibilidad de influir de forma positiva en la sociedad. Sea cual sea la tendencia multicultural que se siga, puede concluirse que el fortalecimiento de la democracia se sustenta sobre la base de respeto por la diversidad cultural. Como medio idóneo para ello, se percibe la necesidad de instaurar el diálogo a fin de resolver las diferencias con los demás. Dialogar —en definitiva,
  • 41. 42 comunicarse— supone estar en un mismo nivel de tolerancia, respeto y, sobre todo, igualdad. No puede haber diálogo entre un superior y un inferior. La construcción social de una cultura de la democracia en la que impere la tolerancia tiene que inspirarse en un proyecto político que exprese los pluralismos y multiculturalismos que existen en la sociedad, y en la reformulación de una ética que no sea la de la dominación, el consumismo, la competencia y la acumulación. Volvemos, de esta manera, a encontrar la noción de libertad cultural, en la medida en que se reconoce que las diversas culturas tienen una dignidad y un valor que apelan ser conservados y respetados. Y, a pesar de ello, este principio parece chocar frontalmente con el hecho de que en la era de la globalización las minorías culturales están siendo agredidas hasta tal punto que muchas están en proceso de extinción. Por ello, y en un plano axiológico, en el terreno de los valores, es necesario defender un multiculturalismo abierto y dialogante. Desde esta perspectiva, se entiende que cada cultura tiene derecho a expresar sus propios valores ante los demás, nunca contra los demás. Una sociedad democrática tendría que fundarse sobre el reconocimiento y legitimidad de la pluralidad, y no sobre los valores únicos y tradicionales configurados desde la base de una racionalidad que proscribe, censura o excluye otras subculturas. Se convierte así en una sociedad pluralista a través de un acto político que institucionaliza el reconocimiento de las múltiples subculturas. Una sociedad que se reconoce como heterogénea, en la que la diferencia, las otras racionalidades, cosmovisiones y la identidad de cada grupo social forman parte de los valores de la comunidad de ciudadanos. Para ello, se hace necesario formular para la sociedad una ética de la diferencia y de la pluralidad que sirva de inspiración a las políticas públicas. Ahora bien, reconocer la diferencia es reconocer la tolerancia como la fórmula que permite a los individuos acercarse sensiblemente a la esfera cotidiana del otro. 1.6. Alcanzar la identificación con la comunidad como condición para el desarrollo local y territorial Queda otra vez de manifiesto que, en la medida en que avancemos hacia una comunidad capaz de integrar las múltiples y diversas identidades que encierra en una misma identidad como comunidad de ciudadanos, alcanzaremos mayores cotas de cohesión social, y, por tanto, mejores condiciones para llegar a un desarrollo territorial participativo. Conseguir dar respuesta, desde la comunidad, a la demanda social planteada en su seno solo es posible desde políticas públicas activas que propicien la participación efectiva de los individuos y los grupos sociales que la integran. Participar en la comunidad significa optimizar los recursos humanos en cuanto actores comunitarios, como elementos vivos con identidad propia para convertirlos en seres capaces de resolver
  • 42. 43 sus problemas específicos y coadyuvar a la solución de problemas de otros. En suma, el reto está en transformar a las personas para convertirlas en actores con autonomía. 1.6.1. El sentimiento de comunidad como reconocimiento y asunción de la identidad local Si convenimos que los individuos y los grupos intervienen en la vida comunitaria cuando se identifican con la comunidad, cuando tienen el conocimiento y la significación emocional y afectiva de que pertenecen a esa comunidad, parece oportuno detenernos ahora a reflexionar sobre la relación entre los conceptos de identidad y pertenencia. Se puede establecer una gradación entre ‘ser de’ (sentido de procedencia), ‘sentirse de’ (sentido de pertenencia) y ‘ser fiel’, ‘ser leal’, ‘amar a’ (sentimiento de comunidad) un país, un territorio, una cultura, una ciudad. El significado de sentido vincula el concepto con el proceso fisiológico de recepción y reconocimiento de sensaciones y estímulos que se produce a través de la vista, el oído, el olfato, el gusto o el tacto, o la situación del propio cuerpo. Es una forma de entendimiento o razón que permite el discernimiento o la orientación de las conductas o los actos. De este modo, la procedencia da sentido a la existencia humana en la medida en que explica o da cuenta del origen, la cuna, la raíz de donde procede una persona, un grupo, un pueblo o nación. En algunas comunidades desplazadas o entre colectivos emigrantes, este de donde procede la gente puede ser ya un escollo para la inclusión y la integración social. Por su parte, y añadiendo un grado más en este sentido, pertenencia es la relación que tiene una cosa con quien tiene derecho a ella. El concepto, por lo tanto, se utiliza para nombrar aquello que es propiedad de una persona determinada. En el ámbito social, la pertenencia es la circunstancia de formar parte de un grupo, una comunidad u otro tipo de conjunto humano. Con esta perspectiva, un grupo de pertenencia es el grupo social al que se adscribe un individuo, y la expresión sentido de pertenencia explica la sensación que una persona tiene al experimentar que es parte integrante de un grupo. El sujeto, de este modo, se siente vinculado, conectado, al resto de integrantes de su grupo, a quienes entiende como pares. Esa conectividad, que propicia la cohesión social en el seno de grupos y comunidades, supone que el ser humano desarrolla una actitud consciente respecto a otras personas, en quienes se ve reflejado por identificarse con sus valores y costumbres. En consecuencia, si la sensación es satisfactoria confiere una conducta activa; de tal modo que el individuo puede llegar a manifestar su adhesión, apoyo o inclusión a la comunidad. En la relación entre una persona y su país, su