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Introducción
Cuando me invitaron a participar en este foro, propusieron un título para mi intervención: “Evaluar ¿para
qué?” Por supuesto acepté la propuesta, pues la pregunta es pertinente y, sobre todo, porque tengo algo
que decir al respecto (en este sentido entiendo que uno debe intervenir cuando tenga “algo que decir” y no
simplemente porque deba decir algo).
Además de responder a la pregunta mencionada me pidieron que explicara lo que es y hace el “Consejo
para la Evaluación de la Educación de Tipo Medio Superior” (Copeems A.C.). Este asunto es más fácil para
mí por razones obvias. Como podrán ver, prevaleció la ley del menor esfuerzo y mi única tarea para estar
aquí con ustedes ha consistido en escribir un texto que ponga orden en mis múltiples y viejas ideas –y
también mis perplejidades‐ acerca de la evaluación en el ámbito de la educación. Espero poder presentarlo
a ustedes en no más de 30 minutos y, así, disponer de algo de tiempo para dialogar con ustedes.
Termino la introducción agradeciendo a Gerardo Ferrando la invitación, y a ustedes la atención que les
merezca el texto que leeré a continuación. (Espero que no se decepcionen por la ausencia de imágenes
proyectadas desde una computadora).
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Evaluar ¿para qué?
Comienzo con esta pregunta, misma que puede confundirse con otra (¿por qué evaluar?), pero para no entrar en
sutilezas daré algunos argumentos para responder a ambas interrogantes:
• El propósito de ofrecer educación de buena calidad no es una moda de hoy o de ayer. Estamos ante un
compromiso permanente, pues se trata de la responsabilidad que cada sociedad asigna a sus escuelas, a los
educadores, a las familias y a las autoridades implicadas.
• Nos preocupamos por la calidad de la educación porque de ella depende en gran medida la calidad de vida de
la población. La mala calidad de la educación frustra la esperanza que todos tenemos de ser mejores
personas, una esperanza a la que todos tenemos derecho.
• En todo sistema educativo nacional –y el de México no puede ser la excepción‐ se debe ofrecer calidad
aceptable en cantidad suficiente para hacer viable el derecho a la educación y así lograr que la buena
educación sea para todos.
• Es incuestionable que para mejorar es necesario evaluar, aunque no basta con ello, pues lo más importante
es lo que se hace después de evaluar. Lo que nos interesa respecto de la evaluación es que nos lleva medir –o
a interpretar cuando no es posible medir‐ y, luego, nos exige hacer un juicio de valor al comparar un estado
de cosas dado en relación con un nivel deseado. Esa comparación es valiosa en la medida en que se
establecen niveles relevantes y significativos en los estándares o parámetros.
• Mediante evaluaciones podemos saber cómo somos y qué nos falta para ser como queremos o debemos ser.
• Mediante evaluaciones pueden los estudiantes saber si los conocimientos, habilidades, destrezas, actitudes y
valores que logran y desarrollan en un programa educativo justifican el tiempo y el esfuerzo invertidos por
ellos y sus familias.
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• La evaluación permite a un gobierno y a cada ciudadano saber si el dinero público que se destina a una escuela se
emplea en forma pertinente y eficaz.
• Las evaluaciones le permiten a una escuela, sea pública o particular, demostrar que está trabajando para el interés
de la comunidad en que opera.
• Con base en los resultados de evaluaciones, las instituciones educativas y los centros e institutos de investigación
demuestran que tienen ventajas competitivas.
• Evaluar es indispensable para justificar el otorgamiento de un certificado de estudios o un título profesional y dar
sustento razonable a la acreditación de una escuela o a la contratación y promoción de un profesor. Por supuesto,
también es necesario evaluar antes de otorgar becas y otros apoyos a los estudiantes, entre muchas otras
decisiones en materia de planeación y financiamiento que se toman en el medio de la educación.
• Las evaluaciones imparciales dan sustento y legitimidad al prestigio derivado de las acreditaciones y
certificaciones. Acreditar y certificar son procesos que procuran un bien siempre valioso en toda sociedad. Este
bien es la confianza, es decir, la certidumbre y la credibilidad en algo o en alguien.
• En México, la evaluación de la educación es un mandato legal, pues la Ley General de Educación establece que
corresponde a la SEP, con la participación de las correspondientes autoridades estatales, la evaluación del Sistema
Educativo Nacional. Esto implica la responsabilidad de asegurar, entre otras cuestiones, la confianza de la sociedad
y los individuos en las certificaciones y acreditaciones que se otorgan en el ámbito de la educación, como los
reconocimientos de validez oficial de estudios (RVOE), los certificados de estudios, los títulos y las cédulas
profesionales.
Sin ser todos, finco en estos argumentos mi respuesta a la pregunta que me plantearon (Para qué evaluar). Si fuera el
caso, ya tendremos oportunidad de intercambiar saberes y pareceres más adelante.
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¿Qué es y qué hace el Copeems?
El Consejo para la Evaluación de la Educación del Tipo Medio Superior (Copeems A.C.) es una asociación civil, cuyo
solo nombre ya podría ser suficiente para inferir la respuesta a estas preguntas. Pero no voy a dejar pasar la
oportunidad de explicar algo que justifique la existencia de esta instancia de evaluación en el contexto de la
educación en nuestro país, lo mismo que para decir algo, ciertamente de modo muy breve, acerca de sus criterios,
enfoques y procedimientos.
El sentido y razón de ser del Copeems tiene su explicación en un importante proyecto, me refiero a lo que conoce
como Reforma Integral de la Educación Media Superior (RIEMS). Se trata, sin duda, de un importante conjunto de
propósitos, principios, preceptos y lineamientos de acción orientados a mejorar la calidad de este segmento de
nuestro sistema educativo que durante largo tiempo no se atendió debidamente. Tal compromiso está vigente en la
SEP (federal) desde el año 2007 y progresivamente manifestaron hacerlo suyo, mediante convenios de coordinación
y de colaboración, lo mismo los gobiernos estatales que la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de
Educación Superior (ANUIES A.C.). Debo destacar que la RIEMS no es ‐como algunos creyeron‐ un programa de un
solo sexenio. Las actuales autoridades federales y las correspondientes estatales confirmaron dicho compromiso, en
reunión del Conaedu/EMS en enero de este año, expresando además su decisión de intensificar esfuerzos para
acelerar los avances de la RIEMS en cada entidad, subsistema, institución y plantel educativo.
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La RIEMS plantea una transformación radical de las escuelas que ofrecen programas de bachillerato general, de
bachillerato tecnológico o de formación profesional técnica. Pone énfasis en la pertinencia, el significado y el sentido
de los aprendizajes tanto para los estudiantes como para su entorno social, cultural y económico. De ahí la prioridad
otorgada al desarrollo por parte de los alumnos de diversos tipos de competencias, es decir, en el imperativo de
formar personas capaces de poner en juego en forma efectiva conocimientos, habilidades, destrezas, actitudes y
valores ante circunstancias y exigencias de un contexto determinado. Todo ello para dar como resultado los
desempeños deseables y necesarios que se establecieron. Así, puede verse que con la RIEMS se pretende alcanzar lo
que ‐por acuerdo convencional‐ se asume como una educación de buena calidad en este nivel.
Este propósito prioritario –que no es el único‐ entraña varios desafíos para implementar la Reforma, como el de
asegurar la necesaria congruencia entre los preceptos y principios establecidos en la RIEMS y los diversos
componentes de una escuela, componentes como los docentes y los directivos; los planes y programas de estudio;
los modelos educativos y las estrategias o secuencias didácticas; los procedimientos y medios para evaluar y
certificar diferentes logros educativos (no sólo los aprendizajes disciplinares); así como los servicios de tutoría, de
orientación, de becas y otros apoyos que disminuyen la deserción de los estudiantes. La normativa que regula la
vida de la escuela; el registro de la trayectoria de los alumnos; la adecuación y suficiencia de las instalaciones
escolares y el equipamiento de laboratorios, talleres y bibliotecas, más un largo etcétera, son parte de esos retos
que entraña el mejoramiento de la calidad de la educación media superior, objetivo que solo podrá lograrse
progresivamente escuela por escuela, mediante el esfuerzo de muchos, nunca por decreto.
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Frente a estas exigencias se han emprendido acciones que inciden en el funcionamiento de las escuelas, como la de
crear un programa de formación de profesores (Profordems) y otro de formación de directivos (Profordir) en
servicio, a fin de reorientar sus funciones hacia los ejes de la RIEMS. De igual modo, decenas de instituciones y
dependencias gubernamentales han elaborado y puesto en funciones nuevos y más pertinentes planes y programas
de estudios y se han promovido esquemas de evaluación interna y externa de los logros estudiantiles.
Un desafío relevante fue y sigue siendo el de estimular el interés de todos los subsistemas e instituciones (de
sostenimiento público y particular) y sus respectivos planteles escolares por adoptar y poner en práctica los
preceptos de la RIEMS.
En tal sentido se creó el Sistema Nacional de Bachillerato (SNB), que puede entenderse como un padrón que
acredita a los planteles escolares que han cumplido los requisitos y asumido los compromisos establecidos en el
marco normativo de la RIEMS (acuerdos del titular de la SEP y del Comité Directivo SNB). Se pretende que la
pertenencia de una escuela al padrón del SNB sea reconocida socialmente como una distinción más relevante que la
sola validez oficial de estudios.
Estos elementos constituyen el marco en que se crea el Copeems y se determinan sus funciones. El Copeems es la
instancia responsable de verificar y constatar, mediante las evaluaciones necesarias, la medida en que las escuelas
interesadas en pertenecer al SNB han satisfecho los requisitos para lograr la acreditación correspondiente. El
Copeems debe entenderse, entonces, como una instancia operativa de carácter técnico al servicio de la RIEMS y el
mejoramiento de la educación en este nivel. Sus funciones son evaluar, asesorar y acompañar a las escuelas en su
propósito de mejorar lo suficiente y acreditarse como escuela de buena calidad, como escuela acorde a los
estándares de la RIEMS y el SNB.
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• Marco normativo que regula los diferentes aspectos del proceso educativo y, en general, las características,
los derechos y las obligaciones de quienes integran el plantel.
• Infraestructura tecnológica y equipamiento de aulas, laboratorios, talleres, bibliotecas, etc.
• Instalaciones para las actividades docentes, de tutoría y orientación, así como para las administrativas,
artísticas, deportivas, recreativas, sanitarias y de protección civil.
Estos componentes y procesos han de satisfacer, dentro de plazos fijos, determinados estándares.
• Por otra parte y para los efectos de la permanencia de un plantel en la categoría más alta del SNB se agregan
otros criterios y otros aspectos sujetos a escrutinio. En este caso el proceso de evaluación periódica pone énfasis
en los resultados y los impactos logrados por el plantel, lo que implica agregar criterios específicos, entre los que
destacan la eficacia, la eficiencia, la equidad y la vinculación al entorno. Por ende, se incorporan indicadores y
estándares que tienen que ver con los aprendizajes y con las competencias que desarrollan los alumnos
(conocimientos, habilidades, destrezas, actitudes, valores); con las tasas de eficacia y eficiencia terminal y de
incorporación a la educación superior o al trabajo una vez concluida la educación media, así como los efectos
positivos del plantel en su entorno inmediato.
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• La calidad de una escuela o un profesor no se define con base en un atributo aislado, sino a partir de una
diversidad integrada de factores.
• Los evaluadores no deben ser “profesionales de la incredulidad”, sino personas que buscan cosas dignas de
creerse.
• La acreditación de una escuela no debe derivarse de famas fincadas en la publicidad, el tamaño o el monto de
sus recursos económicos. El prestigio de una escuela es honroso cuando proviene de desempeños y logros
evaluados válida e imparcialmente.
• Una escuela es una comunidad y la educación es una acción colectiva. Al evaluarlas es relevante identificar si el
desempeño de cada quien contribuye al buen desarrollo de la institución.
• Todos los ambientes de convivencia (familia, escuela, gremio) tienen impacto en la asunción de valores. No son
los contenidos de una asignatura los que educan en valores y forjan el carácter de los estudiantes, sino los
comportamientos y ejemplos de quienes con ellos conviven.
• Los objetivos curriculares deben ser oportunidades para movilizar quehaceres y saberes, también vocaciones y
pasión por la cultura.
• No todo lo importante es factible de ser expresado en cifras. ¿Cómo medir la expresión de un joven que
finalmente ha comprendido lo que le era difícil? ¿Cómo cuantificar la dedicación que un profesor presta a sus
alumnos, cómo medir la curiosidad que despierta en ellos, cómo las expectativas y la voluntad de logro que les
genera, cómo la disciplina y el esfuerzo que les demanda? Estos atributos docentes no se miden, pero se
perciben, se interpretan y se valoran. Por ello se llega al más “perogrullesco” de los preceptos en el Copeems: es
imposible identificar la calidad de una escuela sin pasar por la calidad de sus docentes.