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                EL TIEMPO DE GRACIA ESTA TERMINANDO

 Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está
                     cerca el reino de Dios. (Luc. 21: 31)

_______________________________________________________________


Las Sagradas Escrituras revelan claramente que el carácter de Dios es amor,
(1ª Jn. 4: 8), sin embargo, ese amor se expresa en justicia y misericordia
hacia el ser humano, esto fue lo que realmente ocurrió en la cruz del calvario
al momento de hablar de la mayor manifestación y demostración del amor de
Dios por el hombre, (Jn. 15: 13; 3: 16) donde la justicia y la misericordia
divina se encontraron y besaron. (Sal. 85: 10)

Por otro lado, las Sagradas Escrituras nos revelan que Dios no tolera el
pecado, ama al pecador pero aborrece el pecado, es muy santo para mirar la
maldad de los habitantes de la tierra, de esta forma y a través del tiempo le ha
entregado oportunidades al ser humano para que éste enmiende sus caminos
delante de él, para que la transgresión y el camino del mal el hombre pueda
abandonar completamente.

En su carácter de gobernante supremo, Dios no puede seguir tolerando por
más tiempo este estado de cosas como las que en estos momentos persisten
sobre la tierra, donde la maldad de los hombres, mujeres y niños está
alcanzando niveles muy peligrosos, extraños e incomprensibles para la razón
humana y acercándose nefastamente al límite de lo permitido y tolerado por
Dios.

Se puede apreciar hoy, como la maldad se está escapando rápidamente del
control y la mano restrictiva del poder de la autoridad, este espectáculo
repugnante que ofrecen los moradores de la tierra a las entidades superiores
del universo no puede seguir por mucho más tiempo desarrollándose, Dios es
amor, es misericordioso y justo, pero no olvidemos que también es fuego
consumidor, (Heb. 12: 29) Dios de orden y de paz.
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El gobierno de Dios se fundamente en justicia, verdad y misericordia y ese
gobierno no solo incluye a los moradores de la tierra, sino también a los
habitantes del cielo y los innumerables mundos no caídos del vasto universo
creado, los cuales permanecen leales al gobierno de Dios y por tal razón esa
misma misericordia y justicia divina no permitirán por más tiempo que siga el
mal y todo este actual orden de cosas sobre la tierra.

Sin embargo, Dios no se levanta de su lugar y destruye al hombre de forma
inmediata sin mediar ninguna advertencia a éste, Dios destruye el pecado y la
maldad pero al estar el ser humano unido a esa iniquidad y de persistir el
hombre en el camino del mal, también tiene que ser destruido junto al pecado.

De esta forma y antes que Dios pueda intervenir, poniendo fin a la maldad del
hombre, él advierte de las peligrosas y fatales consecuencias de persistir en
ese camino, de esta forma, le concede al ser humano un tiempo de
misericordia, un tiempo de gracia que éste puede emplear para reflexionar,
cambiar y enmendar su vida retornando a Dios y a una vida conforme a los
principios divinos.

Pero realmente ¿Qué es un tiempo de gracia? ¿Cómo podemos definir un
tiempo de gracia y misericordia para el hombre? como ya lo hemos
mencionado, es un tiempo que Dios concede al hombre, un tiempo inmerecido,
por eso, se habla de gracia, el cual consiste en un período de tiempo
compuesto por algunos días, meses o incluso hasta años o siglos de tolerancia
y paciencia divina.

Cuando Dios concede un tiempo de gracia al ser humano, esto implica a su
vez, una verdad presente donde el llamado de Dios es a retornar a los caminos
de esa verdad transgredida, de allí, que los tiempos impuestos por Dios no han
sido los mismos a través de la historia del hombre, en cada tiempo han
existido condiciones diferentes y la verdad para cada tiempo o tramo de la
historia no ha sido la misma.
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Aunque la verdad de Dios es una sola y objetiva, sin embargo, el hombre
nunca ha sido conocedor y portador de toda esa verdad, la verdad es
progresiva (Prov. 4: 18) y el hombre ha conocido solo parte de esa verdad, la
verdad que Dios ha permitido que conozca hasta ese momento y tiempo
particular.

Un tiempo de gracia también implica un determinado mensajero, el cual es
portador de esa verdad presente o mensaje divino llamando al hombre al
arrepentimiento y exhortándole a volver a Dios, de esta forma, cada tiempo ha
tenido una verdad llamada la verdad presente y al hombre indicado para ese
tramo del tiempo en particular.

Sin embargo, un tiempo de gracia definido incluye además, condiciones
sociales, políticas, económicas, culturales y religiosas específicas y bien
definidas, las cuales en su conjunto conforman la sociedad que está siendo
amonestada por Dios y cuyos caminos esta debe de enmendar, la verdad
presente para una sociedad determinada puede ser impopular pero se
encuentra por sobre las ideas y principios de los hombres, mientras que el
mensajero es parte de esa sociedad contemporánea en que vive.

Cuando la sociedad en cuestión ha llegado a los límites permitidos por la
justicia y misericordia divina, Dios se manifiesta desde el alto cielo, Dios no
puede permitir que la maldad continúe desarrollándose por más tiempo entre
los hombres, cuando éstos han quitado completamente a Dios de sus vidas, los
límites de la transgresión y la crueldad llegan a niveles mortales y peligrosos y
al punto permitido, de esta forma Dios determina y le pone fin a la maldad del
hombre evitando que el mal pase los límites de las restricciones divinas fijando
un plazo señalado para la intervención y la justicia divina.
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Ese plazo señalado, tiene todos los elementos de la justicia y la misericordia de
Dios, existe un tiempo definido, teniendo este tiempo un comienzo, una cierta
duración y un final, un mensajero que llama al arrepentimiento y expone la
verdad presente que ha sido transgredida para que todos aquellos que deseen
ser salvos encuentren misericordia y la prolongación de la existencia concedida
por la gracia infinita.

Durante todo ese tiempo el hombre debe de reflexionar seriamente en sus
caminos, no descuidando el mensaje, llamado y las solemnes advertencias
hechas por Dios por medio de sus siervos que él envía, durante ese tiempo
debe de existir una reforma completa y radical de la vida y un retorno a Dios
sin condiciones, el abandono del pecado y de las prácticas que acarrean la ira
divina sobre la maldad debe de ser depuesta, el arrepentimiento, la confesión
del pecado y el abandono de este debe constituir el primer paso en el retorno a
Dios y del camino del bien.



                      Tiempo de gracia personal y global


Sin embargo, tenemos que distinguir en las Escrituras y profecías dos aspectos
importantes en cuanto al tiempo de gracia. La Biblia revela que efectivamente
existe un tiempo de gracia personal o individual y un tiempo de gracia
colectivo, universal y escatológico como humanidad en cuanto a su término y
la forma como Dios actúa entregando las condiciones que él establece en cada
uno de ellos para la salvación del ser humano.


Dios concede un tiempo de gracia individual o personal a todo ser humano sin
importar la raza, credo, nacionalidad, sexo o su condición social mientras éste
está vivo, mientras dura la vida del hombre sobre la tierra, sus hechos,
palabras y pensamientos determinarán su carácter y posterior sentencia
divina, vida eterna o muerte eterna. (Rom. 2: 7-8; Mat. 12: 33-37; Ecl. 12:
13-14)
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Cada persona puede nacer y llegar a su vejez y aquello será su tiempo de
gracia, todo el trayecto de su vida, sin embargo, la vida puede verse
interrumpida por un accidente, como le aconteció al rey Ocozías (2º de Rey. 1:
1-4) o alguna enfermedad como la que tuvo el rey Ezequías, a quien se le
prolongó su vida y con ello su tiempo de gracia, (Isa. 38: 1-22) pero en lo
general, el tiempo de gracia terminaría en ese punto o tiempo de vida vivido.


La enfermedad y la muerte campean en el mundo, y cuán poco
sabemos acerca del momento cuando terminará nuestro tiempo de
gracia... Cuántas personas, si fueran llamadas en este momento a
rendir cuentas, lo harían con pesar, remordimiento y aflicción, porque
el   tiempo   de   gracia   que    Dios    les   había   dado   lo   emplearon
abundantemente en complacer al yo. Los intereses eternos del alma han
sido descuidados temerariamente para realizar cosas sin importancia.        La
mente se mantiene ocupada, tal como Satanás se propone que esté, con
intereses egoístas, mientras el tiempo se desliza hacia la eternidad sin que se
realice ninguna preparación para el cielo. (A fin de conocerle. Jueves 11 de
noviembre calculad el costo.)

Pero también existe un tiempo de gracia escatológico y profético, donde la
humanidad en su conjunto se le concede un determinado tiempo de
misericordia que puede consistir en años o siglos antes que Dios intervenga de
manera definitiva en los asuntos de la tierra.    Esto no implica que si es un
tiempo de gracia colectivo como humanidad, la salvación también lo sea,
aunque Cristo hizo provisión para todos en el momento de morir, sin embargo,
la aceptación y preparación es personal y no colectiva. Al final del tiempo, el
pueblo de Dios es llevado a las mansiones del cielo de forma colectiva, pero la
preparación para ese evento masivo es individual.

El tiempo de gracia que analizaremos en este estudio corresponde a este
último, el que nos es dado como humanidad y señalado de manera
escatológica a través de las profecías del tiempo del fin registradas
especialmente en los libros de Daniel y Apocalipsis.
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           La rebelión de de Lucifer y el primer tiempo de gracia

Sin embargo, contar con un tiempo de gracia no es únicamente propio de los
habitantes de la tierra, la primera vez que se tiene esta idea o concepto de un
tiempo de gracia se produce en el cielo mismo en el contexto de la rebelión de
Lucifer.

Desde el mismo comienzo de ésta rebelión, Dios ha tenido que tratar con el
mal por primera vez en la historia de la eternidad, nunca antes se había visto
una situación y estado de cosas como las que se dieron, de descontento, dudas
y la división entre los habitantes del cielo.

Con las intenciones ocultas de atentar en contra del gobierno de Dios y con ello
amenazando la estabilidad de todo el universo, Lucifer llevó a delante una
rebelión que traería terribles consecuencias, insospechadas en el momento, no
solo para él y los ángeles que logró poner de su parte, sino que estas mismas
consecuencias se materializarían, tiempo después y de manera trágica sobre la
tierra y sus moradores.

Dios no intervino de manera inmediata poniendo fin a esta situación
enfrentando de lleno al ángel rebelde, se le concedió un determinado tiempo
de gracia a Lucifer y a sus ángeles para que éste lograra exponer claramente
sus verdaderas intenciones ante todo el universo y lograr arrepentirse y
desistir de sus intenciones evitando el trágico fin que le esperaría no solo a él
sino también a todos aquellos que se unieran a su rebelión.

Dios permitió que Satanás siguiese con su obra hasta que el espíritu de
desafecto se trocó en una activa rebelión.      Era necesario que sus planes se
desarrollasen en toda su plenitud, para que su verdadera naturaleza y
tendencia fuesen vistas por todos. (PP. Cap. 1 El origen del mal. Pág. 21)

Dios podía emplear sólo aquellos medios que fuesen compatibles con la verdad
y la justicia.   Satanás podía valerse de medios que Dios no podía usar: la
lisonja y el engaño.
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Había procurado falsear la palabra de Dios, y había tergiversado el plan de
gobierno divino, alegando que el Creador no obraba con justicia al imponer
leyes a los ángeles; que al exigir sumisión y obediencia de sus criaturas,
buscaba solamente su propia exaltación. Por lo tanto, era necesario demostrar
ante los habitantes del cielo y de todos los mundos que el gobierno de Dios es
justo y su ley perfecta. Satanás había fingido que procuraba fomentar el bien
del universo.   El verdadero carácter del usurpador, y su verdadero objetivo,
debían ser comprendidos por todos. Debía dársele tiempo suficiente para que
se revelase por medio de sus propias obras inicuas.

La discordia que su propio proceder había causado en el cielo, Satanás la
atribuía al gobierno de Dios.     Todo lo malo, decía, era resultado de la
administración divina. Alegaba que su propósito era mejorar los estatutos de
Jehová.   Por consiguiente, Dios le permitió demostrar la naturaleza de sus
pretensiones para que se viese el resultado de los cambios que él proponía
hacer en la ley divina. Su propia labor había de condenarle. Satanás había
dicho desde el principio que no estaba en rebeldía. El universo entero había de
ver al engañador desenmascarado. (PP. Cap. 1 El origen del mal. Pág. 22)

La inspiración nos revela que Dios soportó por mucho tiempo a Lucifer en el
cielo ¿Cuánto tiempo? no se ha revela el tiempo exacto, en términos de la
eternidad ni en los nuestros, que persistió todo este estado de cosas, sin
embargo, ese tiempo, fue el tiempo de gracia concedido a este ángel para su
arrepentimiento.

Con gran misericordia, según su divino carácter, Dios soportó por
mucho tiempo a Lucifer. (PP. Cap. 1 El origen del mal. Pág. 18)

Durante los días de esa eternidad, se hicieron todos los esfuerzos posibles para
convencerlo de su error, consejos, concilios, los ángeles leales trataban con él
pero en vano, se le hizo ver lo que acontecería en el porvenir y los peligros de
esta rebelión, Lucifer no podía ver el fin y ni siquiera él mismo estaba
completamente convencido de sus planes y donde terminaría.
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El espíritu de descontento y desafecto no se había conocido antes en el cielo.
Era un elemento nuevo, extraño, misterioso e inexplicable. Lucifer mismo, al
principio, no entendía la verdadera naturaleza de sus sentimientos; durante
algún tiempo había temido dar expresión a los pensamientos y a las
imaginaciones de su mente; sin embargo no los desechó. No veía el alcance
de su extravío. Para convencerlo de su error, se hizo cuanto esfuerzo podían
sugerir la sabiduría y el amor infinitos. Se le probó que su desafecto no tenía
razón de ser, y se le hizo saber cuál sería el resultado si persistía en su
rebeldía. (PP. Cap. 1 El origen del mal. Pág. 18)

Reunidos en concilio celestial, los ángeles rogaron a Lucifer que desistiese de
su intento. El Hijo de Dios presentó ante él la grandeza, la bondad y la justicia
del Creador, y también la naturaleza sagrada e inmutable de su ley.         Dios
mismo había establecido el orden del cielo, y, al separarse de él, Lucifer
deshonraría a su Creador y acarrearía la ruina sobre sí mismo.           Pero la
amonestación, hecha con misericordia y amor infinitos, solamente despertó un
espíritu de resistencia.     Lucifer permitió que su envidia hacia Cristo
prevaleciese, y se afirmó más en su rebelión. (PP. Cap. 1 El origen del mal.
Pág. 14)

El Rey del universo convocó a las huestes celestiales a comparecer ante él, a
fin de que en su presencia él pudiese manifestar cuál era el verdadero lugar
que ocupaba su Hijo y manifestar cuál era la relación que él tenía para con
todos los seres creados.   El Hijo de Dios compartió el trono del Padre, y la
gloria del Ser eterno, que existía por sí mismo, cubrió a ambos.

Alrededor del trono se congregaron los santos ángeles, una vasta e
innumerable muchedumbre, "millones de millones," y los ángeles más
elevados, como ministros y súbditos, se regocijaron en la luz que de la
presencia de la Deidad caía sobre ellos. Ante los habitantes del cielo reunidos,
el Rey declaró que ninguno, excepto Cristo, el Hijo unigénito de Dios, podía
penetrar en la plenitud de sus designios y que a éste le estaba encomendada la
ejecución de los grandes propósitos de su voluntad.
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El Hijo de Dios había ejecutado la voluntad del Padre en la creación de todas
las huestes del cielo, y a él, así como a Dios, debían ellas tributar homenaje y
lealtad. Cristo había de ejercer aún el poder divino en la creación de la tierra y
sus habitantes. Pero en todo esto no buscaría poder o ensalzamiento para sí
mismo, en contra del plan de Dios, sino que exaltaría la gloria del Padre, y
ejecutaría sus fines de beneficencia y amor.

Los ángeles reconocieron gozosamente la supremacía de Cristo, y postrándose
ante él, le rindieron su amor y adoración. Lucifer se postró con ellos, pero en
su corazón se libraba un extraño y feroz conflicto. La verdad, la justicia y la
lealtad luchaban contra los celos y la envidia.     La influencia de los santos
ángeles pareció por algún tiempo arrastrarlo con ellos. Mientras en melodiosos
acentos se elevaban himnos de alabanza cantados por millares de alegres
voces, el espíritu del mal parecía vencido; indecible amor conmovía su ser
entero; al igual que los inmaculados adoradores, su alma se hinchió de amor
hacia el Padre y el Hijo. Pero luego se llenó del orgullo de su propia gloria.
Volvió a su deseo de supremacía, y nuevamente dio cabida a su envidia hacia
Cristo.

El compartía los designios del Padre, mientras que Lucifer no participaba en los
concilios de Dios. ¿"Por qué -se preguntaba el poderoso ángel- debe Cristo
tener la supremacía? ¿Por qué se le honra más que a mí?" (PP. Cap. 1 El
origen del mal. Pág. 14, 15, 16)

Si Lucifer hubiera desistido de sus propósitos, Dios lo abría restituido en su
puesto de primer ángel en el cielo, hubiera sido perdonado y restaurado como
al principio.

Lucifer quedó convencido de que se hallaba en el error.        Vio que "justo es
Jehová en todos sus caminos, y misericordioso en todas sus obras" (Sal. 145:
17), que los estatutos divinos son justos, y que debía reconocerlos como tales
ante todo el cielo. De haberlo hecho, podría haberse salvado a sí mismo y a
muchos ángeles.
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Aún no había desechado completamente la lealtad a Dios.          Aunque había
abandonado su puesto de querubín cubridor, si hubiese querido volver a Dios,
reconociendo la sabiduría del Creador y conformándose con ocupar el lugar
que se le asignó en el gran plan de Dios, habría sido restablecido en su puesto.
(PP. Cap. 1 El origen del mal. Pág. 18, 19)

Sin embargo, durante todo este tiempo de gracia que se le concedió y donde
Dios permitió que estas cosas persistieran por algún tiempo, Lucifer estuvo
dispuesto a apartarse de su mal camino, lamentablemente el orgullo se lo
impidió, pero como todo tiempo de gracia que Dios concede en su misericordia
no es eterno sino que este llega a su fin, el tiempo de gracia concedido a este
ángel había llegado lamentablemente a su término, así, llegó el momento de
tomar una decisión final y radical que afectaría los destinos eternos de estos
ángeles rebeldes y de su caudillo, su tiempo de gracia había llegado
inevitablemente a su epílogo.

Había llegado el momento de hacer una decisión final; él debía
someterse completamente a la divina soberanía o colocarse en abierta
rebelión.    Casi decidió volver sobre sus pasos, pero el orgullo no se lo
permitió.   Era un sacrificio demasiado grande para quien había sido honrado
tan altamente el tener que confesar que había errado, que sus ideas y
propósitos eran falsos, y someterse a la autoridad que había estado
presentando como injusta. … Defendió persistentemente su conducta, y se
dedicó de lleno al gran conflicto contra su Creador.

Así fue como Lucifer, el "porta luz," el que compartía la gloria de Dios, el
ministro de su trono, mediante la transgresión, se convirtió en Satanás el
"adversario" de Dios y de los seres santos, y el destructor de aquellos que el
Señor había encomendado a su dirección y cuidado.
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Rechazando con desdén los argumentos y las súplicas de los ángeles leales, los
tildó de esclavos engañados. Declaró que la preferencia otorgada a Cristo era
un acto de injusticia tanto hacia él como hacia toda la hueste celestial, y
anunció que desde ese entonces no se sometería a esa violación de los
derechos de sus asociados y de los suyos propios. Nunca más reconocería la
supremacía de Cristo.

Había decidido reclamar el honor que se le debió haber otorgado, y asumir la
dirección de cuantos quisieran seguirle; y prometió a quienes entrasen en sus
filas un gobierno nuevo y mejor, bajo cuya tutela todos gozarían de libertad.
Gran número de ángeles manifestó su decisión de aceptarle como su caudillo.
Engreído por el favor que recibieran sus designios, alentó la esperanza de
atraer a su lado a todos los ángeles para hacerse igual a Dios mismo, y ser
obedecido por toda la hueste celestial. (PP. Cap. 1 El origen del mal. Pág. 19,
20)

De esta forma, Lucifer es enfrentado de manera definitiva a tomar una
decisión, someterse al gobierno de Dios o rebelarse abiertamente. Aquél
tiempo de gracia concedido misericordiosamente había transcurrido para él y
sería apreciado tan solo una vez que este hubiese terminado, pero para
entonces, ya sería demasiado tarde para él y la hueste de ángeles que le
seguía.

Satanás tembló al contemplar su obra.      Meditaba a solas en el pasado, el
presente y sus planes para el futuro. Su poderosa contextura temblaba como
si fuera sacudida por una tempestad. Entonces pasó un ángel del cielo. Lo
llamó y le suplicó que le consiguiera una entrevista con Cristo. Le fue
concedida.

Entonces le dijo al Hijo de Dios que se había arrepentido de su rebelión
y deseaba obtener nuevamente el favor de Dios.            Deseaba ocupar el
lugar que Dios le había asignado previamente, y permanecer bajo su
sabia dirección.
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Cristo lloró ante la desgracia de Satanás, pero le dijo, comunicándole
la decisión de Dios, que nunca más sería recibido en el cielo, pues éste
no podía ser expuesto al peligro. Todo el cielo se malograría si se lo
recibía otra vez, porque el pecado y la rebelión se habían originado en
él.

Las semillas de la rebelión todavía estaban dentro de él. No había tenido, en el
curso de su rebelión, motivo alguno para actuar de esa manera, y había
acarreado ruina sin esperanzas, no sólo para sí mismo, sino para las huestes
de ángeles que habrían sido felices en el cielo si él se hubiera mantenido fiel.
La ley de Dios podía condenar, pero no perdonar. (HR. Cap. 3 Las
consecuencias de la rebelión. Pág. 26, 27)

De esta forma, la Biblia nos revela el comienzo de este gran conflicto que se
originó en el cielo, nos enseña y advierte, entre otras cosas, que todo tiempo
de gracia que Dios concede a sus criaturas comienza y llega penosamente a su
fin, todo tiempo de gracia de alguna u otra forma concluye, y que de no hacer
caso de las advertencias divinas, puede llegar a tener consecuencias trágicas y
eternas para las criaturas, como las acontecidas en este caso, ese tiempo
concedido puede durar muchos años o quizás siglos, pero como sea, se nos
revela y advierte que por más tiempo que este pueda durar, llega
inevitablemente a su término, y con ello el reloj de la misericordia y paciencia
divina marca la medianoche para la existencia cuyas consecuencias pueden ser
trágicas y eternas.
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          El tiempo de gracia revelado y concedido a Adán y Eva

El desarrollo de este gran conflicto originado en el cielo y su traslado a la tierra
con la posterior y trágica caída de Adán y Eva, (Gén. 3: 1-24) la entrada del
pecado y la muerte y su expulsión del Edén, han llevado a Dios a conceder
también un tiempo de gracia a la humanidad, (Gén. 3: 15) un tiempo de gracia
destinado a que el hombre pueda retornar a Dios, aceptando su plan de
salvación para su elevación y restauración del pecado hasta la erradicación
completa del mal sobre la tierra con la destrucción final del pecado y del autor
del mal, (Mal. 4: 1) así como de todos sus seguidores en un tiempo
escatológico que Dios ha determinado que esto acontezca.

La primera indicación que el hombre tuvo acerca de su redención la oyó en la
sentencia pronunciada contra Satanás; en el huerto.          El Señor declaró: "Y
enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya;
esta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar." (Gén. 3: 15.) Esta
sentencia, pronunciada en presencia de nuestros primeros padres, fue una
promesa para ellos.    Mientras predecía la lucha entre el hombre y Satanás,
declaraba que el poder del gran adversario sería finalmente destruido.

Adán y Eva estaban como criminales ante el justo Juez, y aguardaban la
sentencia que merecía su transgresión; pero antes de oír hablar de la vida de
trabajo y angustia que sería su destino, o del decreto que determinaba que
volverían al polvo, escucharon palabras que no podían menos que infundirles
esperanza.    Aunque habrían de padecer por efecto del poder de su gran
enemigo, podrían esperar una victoria final.

Cuando Satanás supo que existiría enemistad entre él y la mujer, y entre su
simiente y la simiente de ella, se dió cuenta de que su obra de depravación de
la naturaleza humana sería interrumpida; que de alguna manera el hombre
sería capacitado para resistir su poder.
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Sin embargo, cuando el plan de redención se dió a conocer, Satanás se
regocijó con sus ángeles al pensar que por haber causado la caída del hombre,
podía ahora hacer descender al Hijo de Dios de su elevada posición. Satanás
declaró que hasta la fecha sus planes habían tenido éxito en la tierra, y que
cuando Cristo tomase la naturaleza humana, él también podría ser vencido, y
así se evitaría la redención de la raza caída.

Los ángeles celestiales explicaron más completamente a nuestros
primeros padres el plan que había sido concebido para si su redención.
Se les aseguró a Adán y a su compañera que a pesar de su gran
pecado, no se les abandonaría a merced de Satanás. El Hijo de Dios
había ofrecido expiar, con su propia vida, la transgresión de ellos. Se
les otorgaría un tiempo de gracia y, mediante el arrepentimiento y la
fe en Cristo, podrían llegar a ser de nuevo hijos de Dios. (PP. Cap. 4 El
plan de la Redención. Pág. 51, 52)



                El tiempo de gracia en la era antediluviana

Sin embargo, y hasta que ese día no llegue de manera definitiva, cuando Dios
intervenga de forma global, destruyendo al pecado para siempre, ha tenido
que conceder tiempos de gracia parciales en ciertos períodos de la historia de
la humanidad, como lo fue en la era antediluviana. Aquella raza poderosa de
seres humanos dedicó su poder, fuerza e inteligencia al invento y desarrollo
del mal en todas sus formas conocidas, que llegó finalmente a un índice
peligroso de maldad sobre la tierra y que alcanzó los límites espirituales, éticos
y morales permitidos por Dios. (Gén. 6: 1-8, 11-13)

Esta raza poderosa superando aquellos límites permitidos de maldad y
transgresión en abierta rebelión contra Dios, se les concedió un tiempo de
gracia prudente antes de ser destruidos para siempre de sobre la tierra,
durante ese tiempo deberían de cambiar sus vidas aceptando el plan de Dios.
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De esta forma, vemos como ya en ese tiempo, Dios escoge a un mensajero y
envía finalmente un último mensaje de advertencia, un mensaje impopular
para la época, que la tierra sería destruida por un diluvio de agua y que todo lo
que tenga aliento de vida sería destruido. (Gén. 6: 12-13)

Aquél tiempo de gracia para aquella primera y temprana etapa de la
humanidad, Dios permitió que se conociera, tanto su comienzo como su final,
120 años (Gén. 6: 3) Dios le dijo a Noé que sería el tiempo de gracia destinado
finalmente a esa era. Desde que comenzara a correr el tiempo con Adán en
adelante, hasta que el diluvio llegara en los días de Noé, aproximadamente
transcurrirían 1656 años de vida antediluviana, de los cuales los últimos 120
serían destinados a un tiempo de gracia definitivo.

La Biblia nos revela que el diluvio se produce en el mes segundo a los
diecisiete días de ese mes, teniendo Noé 600 años de vida. (Gén. 7: 6, 10-12)
Si tomamos los años de vida de Noé como línea de tiempo cronológica para
esa era, podemos calcular el año o los años de vida que tenía el Patriarca
cuando éste es llamado por Dios a su ministerio para dar el mensaje para
aquella época, si el diluvio se produce cuando Noé tenía 600 años de edad, eso
significa que en esa fecha terminan los 120 años de gracia y misericordia para
aquel tiempo. Si a los 600 años le restamos los 120 de gracia, nos lleva al año
480 de la vida de Noé, que sería el año en esta línea de tiempo, o bien, los
años que tenía el Patriarca cuando Dios lo llamó (Gén. 6: 1-10) y que a su vez,
sería el tiempo cuando comenzarían a correr los 120 años de gracia y
misericordia para el mundo antediluviano.

Ciento veinte años antes del diluvio, el Señor, mediante un santo
ángel, comunicó a Noé su propósito, y le ordenó que construyese un
arca. Mientras la construía, había de predicar que Dios iba a traer sobre la
tierra un diluvio para destruir a los impíos, Los que creyesen en el mensaje, y
se preparasen para ese acontecimiento mediante el arrepentimiento y la
reforma, obtendrían perdón y serían salvos. (PP. Cap. 7 El diluvio. Pág. 81)
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Señales y eventos previos a la catástrofe

Antes que se cumpliera aquél tiempo de gracia de 120 años de misericordia,
hubieron eventos y señales que anunciarían que ese fin se acercaba.              La
misma descendencia de Adán se convertiría en señal para esa catástrofe,
Matusalén sería uno de los últimos Patriarcas antediluvianos que viviera sobre
la tierra de entonces y para cuando éste muriera, sería señal que el diluvio
estaba cerca, viviendo un total de 969 años, (Gén.5: 21, 25-27) Matusalén
muere en el mismo año del diluvio o cuando Noé tenía 600 años, la
desaparición de este hombre de Dios daba testimonio que los 120 años de
gracia llegaban de esta manera a su fin.

En medio de la corrupción reinante, Matusalén, Noé y muchos más, trabajaron
para conservar el conocimiento del verdadero Dios y para detener la ola del
mal. … Enoc había repetido a sus hijos lo que Dios le había manifestado
tocante al diluvio, y Matusalén y sus hijos, que alcanzaron a oír las prédicas de
Noé, le ayudaron en la construcción del arca. (PP. Cap. 7 El diluvio. Pág. 81)

Pero también encontramos que muchos rechazaron el mensaje de la época,
120 años despreciados y a quienes predicaban hicieron mofa, escarnio y se
burlaron de manera grotesca. (2ª Ped. 3: 1-7)

Al principio, pareció que muchos recibirían la advertencia; sin embargo, no se
volvieron a Dios con verdadero arrepentimiento. No quisieron renunciar a sus
pecados. Durante el tiempo que precedió al diluvio, su fe fue probada, pero
ellos no resistieron esa prueba.     Vencidos por la incredulidad reinante, se
unieron a sus antiguos camaradas para rechazar el solemne mensaje.

Algunos   estaban   profundamente     convencidos,    y   hubieran   atendido    la
amonestación; pero eran tantos los que se mofaban y los ridiculizaban, que
terminaron por participar del mismo espíritu, resistieron a las invitaciones de la
misericordia, y pronto se hallaron entre los más atrevidos e insolentes
burladores; pues nadie es tan desenfrenado ni se hunde tanto en el pecado
como los que una vez conocieron la luz, pero resistieron al Espíritu que
convence de pecado.
17


No todos los hombres de aquella generación eran idólatras en el sentido
estricto de la palabra. Muchos profesaban ser adoradores de Dios. Alegaban
que sus ídolos eran imágenes de la Deidad, y que por su medio el pueblo podía
formarse una concepción más clara del Ser divino. Esta clase sobresalía en el
menosprecio del mensaje de Noé.

Al tratar de representar a Dios mediante objetos materiales, cegaron sus
mentes en lo que respectaba a la majestad y al poder del Creador; dejaron de
comprender la santidad de su carácter, y la naturaleza sagrada e inmutable de
sus requerimientos.

A medida que el pecado se generalizaba, les parecía cada vez menos
grave, y terminaron por declarar que la ley divina ya no estaba en vigor; que
era contrario al carácter de Dios castigar la transgresión; y negaron que sus
juicios se harían sentir en la tierra.    Si los hombres de aquella generación
hubieran obedecido la ley divina, habrían reconocido la voz de Dios en la
amonestación de su siervo; pero al rechazar la luz sus mentes se habían vuelto
tan ciegas, que creyeron de veras que el mensaje de Noé era un engaño.

No fueron las multitudes o las mayorías las que se colocaron de parte de lo
justo.   El mundo se puso contra la justicia y las leyes de Dios, y Noé fue
considerado fanático. Satanás, al tentar a Eva para que desobedeciese a Dios,
le dijo: "No moriréis." (Gén. 3:4.) Grandes hombres del mundo, honrados y
sabios, repitieron lo mismo.   "Las amenazas de Dios -dijeron- tienen por fin
intimidarnos y nunca se realizarán. No debéis alarmaros.

Nunca se producirá la destrucción de la tierra por el Dios que la hizo ni el
castigo de los seres que él creó. Podéis estar tranquilos; no temáis. Noé es
un descabellado fanático." El mundo se reía de la locura del iluso anciano. En
vez de humillar sus corazones ante Dios, persistieron en su desobediencia e
impiedad, como si Dios no les hubiera hablado por su siervo.
18


Pero Noé se mantuvo como una roca en medio de la tempestad. Rodeado por
el desdén y el ridículo popular, se distinguió por su santa integridad y por su
inconmovible fidelidad. Sus palabras iban acompañadas de poder, pues eran
la voz de Dios que hablaba a los hombres por medio de su siervo. Su relación
con Dios le comunicaba la fuerza del poder infinito, mientras que, durante
ciento veinte años, su voz solemne anunció a oídos de aquella generación
acontecimientos que, en cuanto podía juzgar la sabiduría humana, estaban
fuera de toda posibilidad.

El mundo antediluviano razonaba que las leyes de la naturaleza habían sido
estables durante muchos siglos.     Las estaciones se habían sucedido unas a
otras en orden.    Hasta entonces nunca había llovido; la tierra había sido
regada por una niebla o el rocío.

Los ríos nunca habían salido de sus cauces, sino que habían llevado sus aguas
libremente hacia el mar. Leyes fijas habían mantenido las aguas dentro de sus
límites naturales. Pero estos razonadores no reconocían la mano del que había
detenido las aguas diciendo: "Hasta aquí vendrás, y no pasarás adelante." (Job
38:11)

A medida que transcurría el tiempo sin ningún cambio visible en la naturaleza,
los hombres cuyo corazón a veces había temblado de temor comenzaron a
tranquilizarse. Razonaron, como muchos lo hacen hoy, que la naturaleza está
por encima del Dios de la naturaleza, y que sus leyes están tan firmemente
establecidas que el mismo Dios no podría cambiarlas.       Alegando que si el
mensaje de Noé fuese correcto, la naturaleza tendría que cambiar su curso,
hicieron que ese mensaje apareciera ante el mundo como un error, como un
gran engaño. Demostraron su desdén por la amonestación de Dios haciendo
exactamente las mismas cosas que habían hecho antes de recibir la
advertencia.
19


Continuaron sus fiestas y glotonerías; siguieron comiendo y bebiendo,
plantando y edificando, haciendo planes con referencia a beneficios que
esperaban obtener en el futuro; y se hundieron más profundamente en la
impiedad y el obstinado menosprecio de los requerimientos de Dios, para
mostrar que no temían al Ser infinito.      Afirmaban que si fuese cierto lo que
Noé había dicho, los hombres de fama, los sabios, los prudentes y los grandes
lo habrían comprendido. (PP. Cap. 7 El diluvio. Pág. 82, 83, 84,)

Mientras que su tiempo de gracia estaba concluyendo, los antediluvianos
se entregaban a una vida agitada de diversiones y festividades.         Los que
poseían influencia y poder se empeñaban en distraer la atención del pueblo con
alegrías y placeres para que ninguno se dejara impresionar por la última
solemne advertencia. (PP. Cap. 7 El diluvio. Pág. 93)

De esta forma, las burlas, las mofas, el desprecio del mensaje divino, los
hombres de Dios que estuvieron hasta el último momento de este mensaje, la
misma vida antediluviana, las obras, los razonamientos de la época frente al
anuncio inminente de un gran diluvio, la vida social, espiritual y moral,
revelaban que aquél tiempo de gracia y misericordia divina se acercaban a su
fin.



El fin del tiempo de gracia antediluviano

Las Escrituras nos revelan que finalmente ese tiempo de gracia y misericordia
se cumplió llegando lamentablemente a su epilogo tal como fue anunciado y
que efectivamente vino el diluvio sobre la tierra destruyéndolo todo, geografía,
vegetación, clima, hombres y animales, salvo aquellos que creyeron el
mensaje y entraron al arca, (Gén. 6: 8,9, 14-22; 7: 1-24) la hora final había
llegado para aquella poderosa raza de seres humanos, aquella hora de la cual
se burlaron y despreciaron llegó finalmente a su medianoche eterna.
20


Solamente ocho almas de la enorme población antediluviana creyeron
y obedecieron la palabra que Dios les habló por labios de Noé. Durante
ciento veinte años el predicador de la justicia amonestó al mundo acerca de
la destrucción que se aproximaba; pero su mensaje fue desechado y
despreciado. (PP. Cap. 7 El diluvio. Pág. 92)

Su tiempo de gracia estaba a punto de concluir.               Noé había seguido
fielmente las instrucciones que había recibido de Dios. El arca se terminó en
todos sus aspectos como Dios lo había mandado, y fue provista de alimentos
para los hombres y las bestias.    Y entonces el siervo de Dios dirigió su
última y solemne súplica a la gente. Con anhelo indecible, les rogó que
buscasen refugio mientras era posible encontrarlo.                   Nuevamente
rechazaron sus palabras, y alzaron sus voces en son de burla y de mofa. (PP.
Cap. 7 El diluvio. Pág. 85)



La semana de prueba ¿una demora?

Cuando se cumplió el plazo fijado por Dios, Noé, junto a toda su familia y los
animales entraron en el arca, sin embargo, el diluvio no se precipitó de manera
inmediata en el momento en que Dios les cerró la puerta, (Gén. 7: 16) sino
más bien, este se produce siete días más tarde. Según la cronología bíblica,
cuando Noé entró en el arca éste tenía 600 años de edad, en el mes segundo a
los 17 días de ese mes vino el diluvio, (v. 6, 11) lo que implica que el Patriarca
entró con su familia y los animales el día 10 de ese mismo mes.

Ese día, Dios le dice a Noé que abría una aparente demora, (v. 1-4) es decir,
que después que él entre en el arca, pasarían aún siete días más antes que el
diluvio venga sobre la tierra, los cuales sumados al día 10, cuando recién Noé
entró en el arca, nos lleva al día 17 de ese mismo mes, que fue el día en que
se precipitan las aguas y se hace efectivo el juicio sobre los hombres y mujeres
de aquella época, es decir, después de una semana. (v. 10-16)
21


Si esto fue una demora o tardanza en los planes de Dios, no alteró en nada el
plazo fijado de los 120 años, estos se cumplieron o terminaban de forma
exacta el día 17 del segundo mes del año 600 de la vida de Noé, esta semana
adicional formaba parte del plan de Dios y no una tardanza real sino más bien
era una tardanza aparente, era parte del tiempo de los 120 años. Si hubiera
sido una tardanza real, esta se hubiera extendido más allá de los 120 años
establecidos por Dios como tiempo de gracia y misericordia para esa raza.

Durante siete días después que Noé y su familia hubieron entrado en el arca,
no aparecieron señales de la inminente tempestad.      Durante ese tiempo se
probó su fe.     Fue un momento de triunfo para el mundo exterior.          La
aparente tardanza confirmaba la creencia de que el mensaje de Noé era un
error y que el diluvio no ocurriría. A pesar de las solemnes escenas que habían
presenciado, al ver cómo las bestias y las aves entraban en el arca, y el ángel
de Dios cerraba la puerta, continuaron las burlas y orgías, y hasta se mofaron
los hombres de las manifiestas señales del poder de Dios.     Se reunieron en
multitudes alrededor del arca para ridiculizar a sus ocupantes con una audacia
violenta que no se habían atrevido a manifestar antes. (PP. Cap. 7 El diluvio.
Pág. 86, 87)

Ese tiempo de gracia se cumplió, no solo en el evento sino también en el
tiempo que Dios había establecido para el mundo de entonces, desde que Dios
llamó a Noé a los 480 años de la vida de éste, comenzaron a correr los 120
años que nos llevan a esta instancia con esta semana incluida.      Terminada
aquella semana, al octavo día se desata la gran catástrofe que pondría fin al
mundo de entonces (Gén. 7: 6-24) aquél tiempo de gracia no se extendió más
allá de la fecha establecida por Dios.

Pero al octavo día obscuros nubarrones cubrieron los cielos. Y comenzó
el estallido de los truenos y el centellear de los relámpagos. Pronto grandes
gotas de agua comenzaron a caer.         Nunca había presenciado el mundo
cosa semejante y el temor se apoderó del corazón de los hombres.
22


Todos se preguntaban secretamente: "¿Será posible que Noé tuviera razón y
que el mundo se halle condenado a la destrucción?" El cielo se obscurecía cada
vez más y la lluvia caía más aprisa. Las bestias rondaban presas de terror, y
sus discordantes aullidos parecían lamentar su propio destino y la suerte del
hombre.    Entonces "fueron rotas todas las fuentes del grande abismo, y las
cataratas de los cielos fueron abiertas." (Vers. 11.) El agua se veía caer de las
nubes cual enormes cataratas. Los ríos se salieron de madre e inundaron los
valles.     Torrentes      de   aguas   brotaban    de   la    tierra   con   fuerza
indescriptible, arrojando al aire, a centenares de pies, macizas rocas,
que al caer se sepultaban profundamente en el suelo.

La gente presenció primeramente la destrucción de las obras de sus manos.
Sus espléndidos edificios, sus bellos jardines y alamedas donde habían
colocado sus ídolos, fueron destruidos por los rayos, y sus escombros fueron
diseminados.      Los altares donde habían ofrecido sacrificios humanos fueron
destruidos, y los adoradores temblaron ante el poder del Dios viviente, y
comprendieron que había sido su corrupción e idolatría lo que había provocado
su destrucción.

A medida que la violencia de la tempestad aumentaba, árboles, edificios, rocas
y tierra eran lanzados en todas direcciones.       El terror de los hombres y los
animales era indescriptible.     Por encima del rugido de la tempestad podían
escucharse los lamentos de un pueblo que había despreciado la autoridad de
Dios.     El mismo Satanás, obligado a permanecer en medio de los
revueltos elementos, temió por su propia existencia.                     Se había
deleitado en dominar tan poderosa raza, y deseaba que los hombres
viviesen    para     que    siguieran   practicando      sus    abominaciones     y
rebelándose contra el Rey del cielo.

Ahora lanzaba maldiciones contra Dios, culpándolo de injusticia y de crueldad.
Muchos, como Satanás, blasfemaban contra Dios, y si hubiesen podido, le
habrían arrojado del trono de su poder. Otros, locos de terror, extendían
las manos hacia el arca, implorando que les permitieran entrar.
23


Pero sus súplicas fueron vanas.        Su conciencia despertó, por fin, y se
convencieron de que hay en los cielos un Dios que lo gobierna todo.            Le
invocaron con fervor, pero los oídos del Creador no escuchaban sus súplicas.

En aquella terrible hora vieron que la transgresión de la ley de Dios
había ocasionado su ruina. Pero, si bien por temor al castigo reconocían su
pecado, no sentían verdadero arrepentimiento ni verdadera repugnancia hacia
el mal. Habrían vuelto a su desafío contra el cielo, si se les hubiese librado del
castigo. Así también cuando los juicios de Dios caigan sobre la tierra antes del
diluvio de fuego, los impíos sabrán exactamente en qué consiste su pecado: en
haber menospreciado su santa ley. Sin embargo, su arrepentimiento no será
más genuino que el de los pecadores del mundo antiguo.

Algunos, en su desesperación, trataron de romper el arca para entrar en ella;
pero su firme estructura soportó todos estos intentos. Otros se asieron del
arca hasta que fueron arrancados de ella por las embravecidas aguas o
por los choques con las rocas y los árboles. Todas las fibras de la maciza
arca temblaban cuando era golpeada por los vientos inmisericordes, y una ola
la arrojaba a la otra. Los rugidos de los animales que estaban dentro del arca
expresaban su miedo y dolor.      Pero en medio de los revueltos elementos el
arca continuaba flotando con toda seguridad. Ángeles muy poderosos habían
sido enviados para protegerla.

Los animales expuestos a la tempestad corrían hacia los hombres, como si
esperasen ayuda de ellos.    Algunas personas se ataron, juntamente con sus
hijos, en los lomos de poderosos animales, sabiendo que éstos eran tenaces
para conservar la vida, y que subirían a los picos más altos para escapar de las
crecientes aguas. Otros se ataron a altos árboles en la cumbre de las colinas o
las montañas; pero los árboles fueron desarraigados, y juntamente con su
cargamento de seres vivientes fueron lanzados a las bullentes olas.
24


Sitio tras sitio que prometía seguridad era abandonado.        A medida que las
aguas subían más y más, la gente huía a las más elevadas montañas en busca
de refugio.    En muchos lugares podía verse a hombres y animales que
luchaban por asentar pie en un mismo sitio hasta que al fin unos y otros eran
barridos por la furia de los elementos.

Desde las cimas más altas, los hombres contemplaban un enorme
océano sin playas. Las solemnes amonestaciones del siervo de Dios ya
no eran objeto de ridículo y mofa. ¡Cuánto habrían deseado estos
pecadores condenados a morir que se les volviera a deparar la
oportunidad que habían menospreciado! ¡Cómo imploraban que se les
diera una hora más de gracia, otra manifestación de misericordia, otra
invitación de labios de Noé! Pero ya no habían de oír la dulce voz de
misericordia. El amor, no menos que la justicia, exigía que los juicios
de Dios pusiesen término al pecado.            Las aguas vengadoras barrieron el
último refugio, y los que habían despreciado a Dios perecieron finalmente en
las obscuras profundidades. (PP. Cap. 7 El diluvio. Pág. 87, 88, 89)

Hoy   permanecen     solamente    las   evidencias   imborrables,   petrificadas   y
estampadas como en un gran libro de texto al natural al cual el tiempo no ha
podido modificar de aquel gran cataclismo universal que modificó radicalmente
la superficie, clima, geología y estructura de la tierra para siempre.   Los restos
fósiles de plantas, arboles, insectos y animales, se aprecian aún sobre la tierra
permaneciendo como únicos testigos y convertidos ahora en predicadores
silenciosos e irrefutables de aquella catástrofe universal como una solemne
advertencia para todos los hombres de la actualidad, que existió una época en
el pasado que tuvo su tiempo de gracia y misericordia y que este llegó
inevitablemente a su fin determinando así, el ocaso de toda una civilización.

Esta gran catástrofe también nos revela que los tiempos y cronologías divinas
se cumplen de manera precisa en su evento y tiempo, nos revelan que la
agenda divina no conoce premura ni demora, que lo que Dios dice se cumple
en el momento y tiempo en que él lo determinó y de la forma como lo
planificó.
25


      La destrucción de Sodoma y Gomorra y su tiempo de gracia

Una vez que Noé y sus hijos salieron del arca, comenzaron sobre la tierra
nuevas condiciones de vida, no solamente geográficas y climáticas, sino
también sociales, donde el vigor físico comenzó a disminuir y la edad de los
hombres empezó a reducirse drásticamente.

La orden de Dios, así como al comienzo de la creación, (Gén. 1: 28) fue de
multiplicarse sobre la tierra, así también lo sería después del diluvio, (Gén. 9:
1-7) los hombres habrían de multiplicarse sobre la faz de toda la tierra, de esta
manera comienzan a surgir variados grupos familiares en diferentes lugares,
(Gén. 10: 1-32) sin embargo, algunos de ellos, como los descendientes de
Cam y su hijo Canaán, se agruparon en la llanura de Sinar convirtiéndose en
los más depravados de la zona.(Gén. 8: 20-27; 10: 15-20)

Sin embargo, nuevamente comienzan a desarrollarse y manifestarse sobre la
tierra de aquel entonces el mal en todas sus formas, nuevamente los hombres
comenzaron a despreciar a Dios y apartarse de sus caminos. Los habitantes
de la llanura comenzaron a llegar a traspasar los límites de la paciencia divina
hasta donde Dios puede tolerar el mal.

Sodoma y Gomorra y todas las ciudades de aquel lugar llegaron a un punto en
su maldad, depravación y corrupción del cual no habría ya retorno y cuyas
consecuencias serían desastrosas, (Gén. 13: 13; 18: 20-21) el mal en estas
ciudades cananeas había llegado a niveles tan peligrosos cuyas prácticas
morales de sus habitantes llegó al límite de la paciencia divina.

LA MÁS bella entre las ciudades del valle del Jordán era Sodoma, situada en
una llanura que era como el "huerto de Jehová" (Gén. 13:10) por su fertilidad
y hermosura.     Allí florecía la abundante vegetación de los trópicos.       Allí
abundaban la palmera, el olivo y la vid, y las flores esparcían su fragancia
durante todo el año.     Abundantes mieses revestían los campos, y muchos
rebaños lanares y vacunos cubrían las colinas circundantes.
26


El arte y el comercio contribuían a enriquecer la orgullosa ciudad de la llanura.
Los tesoros del oriente adornaban sus palacios, y las caravanas del desierto
proveían sus mercados de preciosos artículos. Con poco trabajo mental o
físico, se podían satisfacer todas las necesidades de la vida,    y todo el año
parecía una larga serie de festividades.

La abundancia general dio origen al lujo y al orgullo.       La ociosidad y las
riquezas endurecen el corazón que nunca ha estado oprimido por la necesidad
ni sobrecargado por el pesar.    El amor a los placeres fue fomentado por la
riqueza y la ociosidad, y la gente se entregó a la complacencia sensual. "He
aquí -dice Ezequiel,- que ésta fue la maldad de Sodoma tu hermana: soberbia,
hartura de pan, y abundancia de ociosidad tuvo ella y sus hijas; y no corroboró
la mano del afligido y del menesteroso.       Y ensoberbeciéronse, e hicieron
abominación delante de mí, y quitélas como vi bueno." (16: 49, 50.)

Nada desean los hombres tanto como la riqueza y la ociosidad, y, sin embargo,
estas cosas fueron el origen de los pecados que acarrearon la destrucción de
las ciudades de la llanura. La vida inútil y ociosa de sus habitantes los hizo
víctimas de las tentaciones de Satanás, desfiguraron la imagen de Dios, y se
hicieron más satánicos que divinos.

La ociosidad es la mayor maldición que puede caer sobre el hombre; porque la
siguen el vicio y el crimen. Debilita la mente, pervierte el entendimiento y el
alma.   Satanás está al acecho, pronto para destruir a los imprudentes cuya
ociosidad le da ocasión de acercarse a ellos bajo cualquier disfraz atractivo.
Nunca tiene más éxito que cuando se aproxima a los hombres en sus horas
ociosas.   Reinaban en Sodoma el alboroto y el júbilo, los festines y las
borracheras. Las más viles y más brutales pasiones imperaban desenfrenadas.
Los habitantes desafiaban públicamente a Dios y a su ley, y encontraban
deleite en los actos de violencia. Aunque tenían ante sí el ejemplo del mundo
antediluviano, y sabían cómo se había manifestado la ira de Dios en su
destrucción, sin embargo, seguían la misma conducta impía. (PP. Cap. 14 La
destrucción de Sodoma. Pág. 152, 153)
27


Estos niveles peligrosos de maldad, corrupción y depravación al interior de
estas ciudades cananeas, estaban siendo fielmente monitoreados por Dios,
(Gén. 13: 13; 18: 20-21) así, cuando el mal entre los hombres requiere de la
intervención divina es porque que se ha llegado a una condición tal, que
resulta imposible de describir y se hace imperativo, por el bien general, poner
fin a tales prácticas y de quienes las llevan a efecto.

De esta forma, Dios decide poner fin a estas cinco ciudades cananeas, sin
embargo, antes de hacerlo, les daría un determinado tiempo de gracia antes
de efectuar sus juicios destructivos sobre sus moradores.                  Desde que
comenzara nuevamente el desarrollo de la vida, del momento en que los
hombres salieron del arca y estos habitantes se unieran en el valle de Sinar
dando    origen      a   las   familias   de    los   cananeos,   habían   transcurrido
aproximadamente unos 400 años hasta el momento en que fueron destruidas.

Dios tenía que advertir a estos moradores de su peligroso estado moral y que
su maldad sería castigada de forma trágica, fue así, que con la llegada de Lot y
el testimonio de Abraham, éstos habitantes conocerían al Dios del cielo y la
verdadera religión, desde el momento en que Lot se separa de su tío Abraham
y decidiera habitar cerca de Sodoma y Gomorra (Gén. 13: 1-13) comenzaría a
correr el tiempo de gracia para estas ciudades.

Cuando Lot se trasladó a Sodoma, la corrupción no se había generalizado, y
Dios en su misericordia permitió que brillasen rayos de luz en medio de las
tinieblas morales.       Cuando Abrahán libró a los cautivos de los elamitas, la
atención del pueblo fue atraída a la verdadera fe. Abrahán no era desconocido
para los habitantes de Sodoma, y su veneración del Dios invisible había sido
para ellos objeto de ridículo; pero su victoria sobre fuerzas muy superiores, y
su magnánima disposición acerca de los prisioneros y del botín, despertaron la
admiración y el asombro.          Mientras alababan su habilidad y valentía, nadie
pudo evitar la convicción de que un poder divino le había dado la victoria. Y su
espíritu noble y desinteresado, tan extraño para los egoístas habitantes de
Sodoma, fue otra prueba de la superioridad de la religión a la que honró por su
valor y fidelidad.
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Melquisedec, al bendecir a Abrahán, había reconocido a Jehová como la fuente
de todo su poder y como autor de la victoria: "Bendito sea Abram del Dios alto,
poseedor de los cielos y de la tierra; y bendito sea el Dios alto, que entregó tus
enemigos en tu mano." (Gén. 14:19, 20.) Dios estaba hablando a aquel pueblo
por su providencia, pero el último rayo de luz fue rechazado, como todos los
anteriores. (PP. Cap. 14 La destrucción de Sodoma. Pág. 153, 154)

Para cuando Sodoma y Gomorra fueron destruidas, Abraham ya tenía 99 años
de edad, (Gén. 17: 1; 18: 1-33; 19-20) de manera que, para cuando se
cumple la promesa del nacimiento de Isaac, el hijo de la promesa, éste tenía
100 años, (Gén. 21: 1-5) por lo cual, Isaac nació un año después de la
destrucción   de   Sodoma y     Gomorra,     desde   aquella   destrucción   habían
transcurrido tan solo un año hasta su nacimiento. Ahora, si retrocedemos en
el tiempo y tomando como línea de tiempo los años de vida de Abraham, para
cuando nace Ismael el hijo del Patriarca y de Agar, éste tenía 86 años de edad,
(Gén. 16: 16) para ese entonces Abraham y Lot ya estaban viviendo separados
y Lot se encontraba viviendo en Sodoma.

Si contamos desde el nacimiento de Ismael, teniendo el Patriarca 86 años de
edad, hasta la destrucción de Sodoma y Gomorra, donde Abraham tenía para
entonces 99 años el cual fue el año de la catástrofe para estas ciudades, nos
da un total de 13 años.

Sin embargo, y de la manera como lo hemos mencionado, el tiempo de gracia
para estas ciudades comenzaría a correr a partir de la llegada de Lot, la Biblia
revela que éste se encuentra viviendo en Sodoma mucho antes del nacimiento
de Ismael, para ser más preciso desde el momento en que subieron de Egipto
en el tiempo de la gran sequía y hambre en la tierra. (Gén. 12: 10-20; 13: 1)
La Biblia señala que en ese tiempo subieron de Egipto y deciden separarse, a
consecuencia de una rencilla entre sus pastores que finalmente llevó a la
decisión de la separación y donde Lot escoge como tierra para vivir todo el
valle donde se encontraban estas ciudades. (Gén. 13: 2-18)
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Para cuando acontece aquello, Abraham tenía 75 años de edad (Gén. 12: 4) y
al parecer, estos eventos no pasaron de ese tiempo, (Gén. 12: 19-20; 13: 1-6)
de esta forma, si tomamos este año de la edad de Abraham (75) como la fecha
en que Lot se separó de su tío y decide vivir en el valle y con ello dando
comienzo al tiempo de gracia para Sodoma y Gomorra hasta que este concluye
definitivamente cuando Abraham tenía 99 años, encontramos que nos da un
total de 24 años, los cuales serían el tiempo de gracia y misericordia destinado
a los moradores del valle.

Durante estos 24 años que conformaron este tiempo de gracia para los
habitantes de estas cinco ciudades (Gén. 10: 15-20; 19: 22-29; Jud. 7) que
finalmente fueron destruidas, se produjeron diferentes acontecimientos que
hacían presagiar que su tiempo estaba finalizando rápidamente, señales
precursoras se manifestaron previas a la gran catástrofe.



Señales de la destrucción de Sodoma y Gomorra

Uno de los primeros eventos que se produce al comenzar ese tiempo de gracia
fue de origen natural, una catástrofe que llevó a toda la tierra de Canaán a
sumirse en una terrible y devastadora sequía y hambre. (Gén. 12: 10)
También encontramos que el índice de maldad de sus habitantes había
aumentado a niveles peligrosos, acercándose al límite de la inmoralidad
“permitida” por Dios. (Gén. 13: 13; 18: 20) durante ese tiempo también
encontramos que se producen problemas que llevan a uniones políticas entre
ciertos reyes los cuales finalmente terminan en guerra. (Gén. 14: 1-24)

Otro acontecimiento que ocurrió fue el nacimiento de Ismael, Dios le había
prometido a Abraham que tendría un hijo según la carne, (Gén. 12: 1-3; 15:
1-21) y que llevaría su propia sangre, era considerado éste, el hijo de la
promesa debido a la edad avanzada tanto de Abraham como de Sara su
esposa.
30


Frente a la duda, estos deciden tener un hijo de la esclava Agar, la egipcia,
donde el Patriarca debía de allegarse a ella, de esta unión nació Ismael, (Gén.
16: 1-16) que más tarde y en la historia traería serios conflictos, pero este no
era definitivamente el cumplimiento de la promesa.

De manera que, antes de la destrucción de Sodoma y Gomorra o que
terminara el tiempo de gracia para ellas, apareció el falso hijo de la promesa,
como una falsificación o imitación de aquella promesa que Dios les hiciera.
Antes que naciera Isaac, el verdadero heredero y cumplimiento de la promesa
divina, Dios tenía que preparar el escenario, destruyendo la maldad, la
corrupción, la inmoralidad y depravación de ese tiempo.

Fue así, que al año siguiente de la destrucción de Sodoma y Gomorra y de
todas las ciudades de la llanura, nació Isaac, cumpliendo Dios su promesa en
el tiempo señalado y planificado por Dios y no antes. (Gén. 18: 14; 21: 1- 7)

Una notable señal, previa a la destrucción de Sodoma y Gomorra se produce
con la llegada de tres seres divinos al lugar de los hechos, (Gén. 17: 1; 18: 1-
3; 16-33; 19: 1) Cristo y dos ángeles se hacían presentes, los dos mensajeros
divinos enviados por Dios tienen la misión se proteger a Lot y su familia y de
sacarlos de la ciudad previa a su destrucción final, (Gén. 19: 1-29) y con tal
misión se dirigen hacia Sodoma (Gén. 18: 21-22) mientras que Cristo (Jehová
Gén. 18: 33) permanecía con Abraham y le revelaba lo que acontecería (v. 16-
22)

Aquí encontramos que se produce una intercesión de parte del Patriarca ante
Dios por los moradores de Sodoma y Gomorra, donde Abraham se convierte,
en esa instancia, en un tipo o figura de Cristo como sumo sacerdote frente a
Dios intercediendo previo al juicio final. (Gén. 18: 23-33)

Todos estos eventos no fueron por casualidad, revelaban que algo de mayor
gravedad acontecería en la tierra en el lugar donde se encontraba concentrada
toda la actividad y prosperidad humana, Mesopotamia se convertiría en testigo
de cómo una gran catástrofe pondría fin a cerca de cuatro siglos de
prosperidad y de terrible inmoralidad y creciente maldad.
31


Finalmente el tiempo de gracia para Sodoma y Gomorra llegó a su término, 24
años de gracia y misericordia fueron despreciados por los habitantes de la
llanura, finalmente y después de tanto tiempo el reloj marcaba la medianoche
para aquellas personas que se vieron envueltas en los actos más depravados,
pervertidos y cuyo índice de maldad alcanzó niveles peligrosos traspasando los
límites de la paciencia divina. (Gén. 18: 20-21; 19: 1-29)

Y ahora se acercaba la última noche de Sodoma.               Las nubes de la
venganza proyectaban ya sus sombras sobre la ciudad condenada.        Pero los
hombres no las percibieron. Mientras se acercaban los ángeles con su misión
destructora, los hombres soñaban con prosperidad y placer. El último día fue
como todos los demás que habían llegado y desaparecido. La noche se cerró
sobre una escena de hermosura y seguridad.         Los rayos del sol poniente
inundaron un panorama de incomparable belleza.       La frescura del atardecer
había atraído fuera de las casas a los habitantes de la ciudad, y las
muchedumbres amantes del placer se paseaban gozando de aquel momento.

A la caída de la tarde, dos forasteros se acercaron a la puerta de la ciudad.
Parecían viajeros que venían a pasar allí la noche. Nadie pudo reconocer en
estos humildes caminantes a los poderosos heraldos del juicio divino, y poco
pensaba la alegre e indiferente muchedumbre que, en su trato con estos
mensajeros celestiales, esa misma noche colmaría la culpabilidad que
condenaba a su orgullosa ciudad. (PP. Cap. 14 La destrucción de Sodoma. Pág.
154)

Aquella última noche no se distinguió porque se cometieran mayores
pecados que en otras noches anteriores; pero la misericordia, tanto
tiempo despreciada, al fin cesó de interceder por ellos. Los habitantes
de Sodoma habían pasado los límites de la longanimidad divina, "el
límite oculto entre la paciencia de Dios y su ira." Los fuegos de su
venganza estaban por encenderse en el valle de Sidim.
32


Los ángeles manifestaron a Lot el objeto de su misión: "Vamos a destruir este
lugar, por cuanto el clamor de ellos ha subido de punto delante de Jehová; por
tanto Jehová nos ha enviado para destruirlo." Los forasteros a quienes Lot
había tratado de proteger, le prometieron a su vez protegerlo a él y salvar
también a todos los miembros de su familia que huyeran con él de la ciudad
impía. La turba ya cansada se había marchado, y Lot salió para avisar a sus
yernos. Repitió las palabras de los ángeles: "Levantaos, salid de este lugar;
porque Jehová va a destruir esta ciudad." Pero a ellos les pareció que Lot
bromeaba. Se rieron de lo que llamaron sus temores supersticiosos. Sus hijas
se dejaron convencer por la influencia de sus maridos.

Se encontraban perfectamente bien donde estaban.           No podían ver señal
alguna de peligro.   Todo estaba exactamente como antes.         Tenían grandes
haciendas, y no les parecía posible que la hermosa Sodoma iba a ser
destruida. (PP. Cap. 14 La destrucción de Sodoma. Pág. 156, 157)

"El sol salía sobre la tierra, cuando Lot llegó a Zoar." Los claros rayos
matutinos parecían anunciar sólo prosperidad y paz a las ciudades de la
llanura. Empezó el ajetreo de la vida diaria por las calles; los hombres iban
por sus distintos caminos, a su negocio o a los placeres del día. Los yernos de
Lot se burlaban de los temores y advertencias del caduco anciano.

De repente, como un trueno en un cielo despejado, se desató la tempestad. El
Señor hizo llover fuego y azufre del cielo sobre las ciudades y la fértil llanura.
Sus palacios y templos, las costosas moradas, los jardines y viñedos, la
muchedumbre amante del placer, que la noche anterior había injuriado a los
mensajeros del cielo, todo fue consumido.         El humo de la conflagración
ascendió al cielo como si fuera el humo de un gran horno. Y el hermoso valle
de Sidim se convirtió en un desierto, un sitio que jamás había de ser
reconstruido ni habitado, como testimonio para todas las generaciones de la
seguridad con que el juicio de Dios castiga el pecado. (PP. Cap. 14 La
destrucción de Sodoma. Pág. 160)
33


La destrucción de Sodoma y Gomorra nos revela también que todo tiempo de
gracia que Dios ha concedido a los hombres en lo pasado no es eterno, sino
más bien que este tiene un determinado plazo y llega a su fin, nos revela que
todo tiempo de gracia y misericordia tiene un comienzo y un final y que los
tiempos establecidos por Dios para destruir el pecado y la maldad de los
hombres se cumplen en el tiempo y momento preciso y el indicado por la
agenda divina.



                    Egipto y los siete tiempos de gracia

El tiempo de gracia concedido a Egipto en los días de José, es otra muestra de
cómo los tiempos establecidos por la divinidad se cumplen.       Dios advirtió a
Faraón que vendría una gran catástrofe sobre la tierra de entonces, una gran
sequía azotaría la región provocando hambre y gran necesidad entre la gente
de aquel tiempo y sumiendo al mundo de entonces en una gran crisis producto
de la escases de alimentos. (Gén. 41: 1-36)

La advertencia fue hecha en sueños entregados a Faraón, a través de símbolos
y figuras se revelaba lo que acontecería sobre la tierra y el tiempo relacionado
con la gran crisis que vendría, siete vacas gordas y siete vacas flacas, así como
siete espigas altas con gran cantidad de grano y siete espigas estériles, ambos
sueños se referían al mismo acontecimiento.

Según la interpretación que se hace de estas figuras en los sueños, tanto las
siete vacas gordas y las siete espigas con fruto representaban siete años de
gran abundancia en la tierra de Egipto, mientras que las siete vacas flacas y
las siete espigas sin fruto simbolizaban también siete años que vendrían tras
los primeros, de gran escases y hambre sobre la tierra. (v. 25-32)

De no hacer los preparativos necesarios para enfrentar la catástrofe, sufrirían
las terribles consecuencias de una de las sequías más devastadoras y el
hambre más severo que se haya producido hasta allí. (v. 30-31) De esta
manera, los hombres de entonces contarían primero con siete años de gran
abundancia sobre la tierra de Egipto antes que llegara el desastre.
34


Este tiempo de gracia, los primeros siete años, comenzarían para el tiempo en
que José estuviera preparado para convertirse en el gran líder y administrador
de Egipto quedando de esta manera al frente para lidiar con la catástrofe y
preparándose en los primeros siete años de abundancia. (v. 33-57)

Vendido por sus hermanos, pasó a través de grandes pruebas que en su
fidelidad y lealtad a Dios fue privado de siete años de libertad, acusado
injustamente fue encarcelado en Egipto.      (Gén. 37: 1-36; 39: 1-23) Sin
embargo, todo esto formaba parte del plan de Dios para preparar a José a
través de duras pruebas para lo que vendría más adelante sobre la tierra.
Enfrentar una crisis como la que vendría, requería de un hombre de Dios y
preparado en su fuero interno para convertirse finalmente en el hombre de su
tiempo.

De esta forma, entra José en el escenario, al ser sacado de la cárcel, y
convertido en el segundo hombre más poderoso de todo Egipto, después de
Faraón, comenzaría el tiempo de gracia que duraría tan solo siete años en los
cuales habría gran abundancia para preparar los siete años que vendrían
después, de sequía, escases y hambre.

La Biblia nos revela que estos eventos se cumplieron de la forma como fueron
anunciados, los siete años de abundancia y prosperidad, comenzaron con la
llegada de José al frente de todo Egipto, para luego finalizar como Dios lo
había anunciado y comenzarían los siete años de sequía. Todo se cumplió en el
evento y el tiempo señalado. Nuevamente la Biblia nos revela que el tiempo
de gracia y misericordia que Dios concede a los hombres, antes que se
produzcan los juicios divinos, no es eterno, y que la misericordia celestial se
prolonga solamente por un cierto espacio de tiempo, comienza y termina. En
este caso puntual, aunque vino la tragedia, no se sufrió al punto de poner la
existencia humana en peligro por la escasez de alimento, debido a que se hizo
una preparación previa al hacer caso de las advertencias que Dios hacía y al
poner al hombre que Dios había escogido para ese momento, así José, estaba
en el lugar correcto en el momento indicado por Dios y debidamente preparado
para hacer frente a esa crisis.
35


        Imperios, culturas y civilizaciones y su tiempo de gracia

También la Biblia nos revela que cada, civilización, cultura, imperio, pueblo y
nación que se levantó en la tierra como tal, fue según la voluntad de Dios,
nadie que ha llegado al poder mundial lo ha hecho con su propia fuerza, Dios
ha permitido según los planes y agenda divina que así aconteciera. (Dan. 4:
17, 25-31, 35; 2: 20-22; Isa. 40: 12-31; 45: 1-7)

La historia muestra como cada imperio y civilización llegó al máximo de su
poder y luego desapareció de la tierra para convertirse y formar parte de los
anales de la historia humana, dejando tras sí tan solo ruinas, escritos y la
influencia de su cultura y religión que persiste en el tiempo pero ya sin el
poder como en su tiempo lo fuera.

¿Por qué no se convirtieron en imperios mundiales eternos?, ¿por qué
desaparecieron de la tierra? ¿Por qué solamente encontramos ruinas, que la
arqueología nos ha hecho recordar que existieron alguna vez? cada imperio y
civilización ha existido por un determinado tiempo, ascenso, apogeo y caída
pareciera ser el ciclo natural pero no una línea continua hacia la inmortalidad
¿por qué?

Dios ha determinado un tiempo de gracia para las grandes naciones e
imperios, culturas y civilizaciones que se han levantado sobre la tierra, ninguna
de ellas ha resultado ser en el tiempo inmortal como era la ambición y deseo
de sus monarcas y emperadores, perpetuarse en el tiempo semejante a una
divinidad.

Las profecías nos revelan cómo cada uno de estos imperios ha emergido y
caído para luego ser reemplazado por otro que ocupa su lugar en la historia,
(Dan. 2: 1-49) cada uno contó con un determinado tiempo de gracia, en cada
uno de ellos siempre hubo un siervo de Dios que amonestó contra la iniquidad,
la idolatría, la transgresión y llamó al arrepentimiento, pero fueron rechazados
y donde los mensajes y advertencias provenientes del cielo despreciados.
36


Al ser superados los índice de maldad y de transgresión, al ser cometidos los
más terribles, crueles y repugnantes actos que la imaginación pueda concebir o
imaginar, el deterioro progresivo y rápido de la moralidad con sus peligrosas
consecuencias, la separación y rechazo de Dios, la blasfemia de querer ser
inmortales ocupando el lugar que solamente le corresponde a Dios, (Isa. 14:
1-23; Ez. 28: 1-19) de esta forma, esas naciones, imperios y civilizaciones
traspasaron los límites impuestos por la administración divina y el tiempo de
gracia para ellas llegó a su fin sobre la tierra.

Esta es la razón por la cual los hombres en la actualidad no se explican cómo
ciertas civilizaciones del pasado desaparecieron de la tierra teniendo todo a su
favor para perpetuarse en la línea del tiempo, condiciones geográficas y
climáticas   privilegiadas,   conocimientos    científicos   avanzados   como   en
astronomía y matemáticas, de esta manera y tras investigaciones, estudios y
conclusiones de nuestro tiempo, los motivos para su desaparición se atribuyen
a cualquier causa menos a la verdadera.

Al mirar hacia el pasado, encontramos las evidencias que aún permanecen
como mudos testigos de lo que realmente sucedió, la civilización ante
diluviana, los habitantes de Mesopotamia con Sodoma y Gomorra, Egipto,
Asiria, Babilonia, Medopersia, Grecia y Roma, figuran en la secuencia y lista de
las grandes civilizaciones que han desaparecido de la tierra, al analizar cada
una de ellas nos daríamos cuenta que cada una tuvo un tiempo de gracia y
misericordia antes que se pronunciara y ejecutara la sentencia divina (Dan. 5:
24-31)

Otras civilizaciones como los hititas, indígenas, y los grandes pueblos
precolombinos de America del Sur llegaron finalmente a su extinción,
desapareciendo para siempre y dejando tras sí, solo aquello que fue la causa
principal de su exterminio, la idolatría en todas sus formas, altares de sangre
donde las vidas humanas eran sacrificadas por cientos de miles a las
divinidades paganas para aplacar la ira de sus dioses.
37


                       Babilonia y su tiempo de gracia

Babilonia se cuenta entre una de las civilizaciones más destacadas y conocidas
de la historia pasada, la profecía bíblica la menciona en reiteradas ocasiones y
es uno de los imperios que se le concedió un significativo tiempo de gracia y
misericordia para conocer al Dios del cielo. Tiempo de gracia que llegó y
lamentablemente finalizó, cuyas consecuencias fueron trágicas, dejando a esta
brillante civilización en ruinas, de las cuales nunca más se levantaría y que
solamente la historia nos haría recordar.

El imperio neo babilónico, bajo Nabopolazar, el padre de Nabucodonosor que
más tarde se convertiría en el rey de Babilonia, surge en el año 605 ac.
Derrotando al imperio Asirio y al Faraón Necao en la batalla de Carquemis,
convirtiéndose,   en   ese   tiempo,   en    el   único   imperio   cuya   hegemonía
prevalecería sobre los demás pueblos. Su apogeo y surgimiento fue anunciado
en los tiempos de Isaías, donde el profeta ya en sus días y bajo el imperio
Asirio profetizó el surgimiento de esta gran nación. (Isa. 13: 1-22)

Babilonia sería un imperio que tendría un papel significativo en el cumplimiento
y desarrollo de la profecía bíblica, convirtiéndose en una figura escatológica del
mundo y de los poderes del mal en contra de Dios, su ley y la iglesia
remanente en el tiempo del fin. Babilonia en sus días incorporó como parte de
su territorio y súbditos al pueblo de Israel, a través de una serie de campañas
Nabucodonosor sitió a Jerusalén hasta que en el año 587 ac. fue conquistada
y destruida de manera definitiva junto con el templo de Salomón.

El tiempo de gracia entregado a Babilonia comenzaría desde el momento en
que la religión y conocimiento del Dios verdadero le fueren revelados. Desde
el instante en que el pueblo de Israel fuera llevado en cautiverio, (Jer. 39: 1-
10; 52: 4-30) Babilonia tendría entre ella a los siervos del Dios del cielo, como
lo fueron Daniel y sus compañeros, así como algunos otros más, que darían un
poderoso testimonio a favor de la verdadera religión y del verdadero Dios.
38


Por otro lado, la fidelidad de aquellos siervos del Dios del cielo sería probada
en medio de la más grande idolatría (Dan. 1: 1-21) de esta forma, Babilonia
conocería la gracia destinada a ella. (Dan. 2: 24-28, 46-49; 3: 13-30; 4: 1-37)
y su tiempo de misericordia comenzaría a correr.

Sin embargo, aquél tiempo de gracia entregado a Babilonia no se prolongaría
por mucho tiempo en la historia, llegaría a su fin de una manera trágica y
destructiva para aquél imperio que despreció las advertencias del Dios del
cielo, tras cometer el último acto que rebasó la copa de la misericordia divina y
traspasó los límites permitidos por Dios, Babilonia sentenció finalmente así su
suerte para la eternidad.

Sin saber que aquella noche sería la última de su historia, el rey Belsasar
cometió un acto de sacrilegio y profanación, al mandar traer los vasos y
utensilios sagrados del templo de Dios que su padre había llevado de Jerusalén
a Babilonia al momento de destruir la ciudad y profanar el templo. (Dan. 1: 1-
2) aquellos utensilios serían utilizados aquella noche en una festividad, pero
no era cualquier festividad, era un banquete de naturaleza religiosa y se
encontraba dedicada a la adoración de los dioses de Babilonia y este rey, a
través de este acto, unió lo sagrado con lo profano y lo pagano. (Dan. 5: 1-4)
Este era un culto donde lo divino y lo pagano se mezclaban a la vez a través de
una festividad.

Estos utensilios simbolizaba en el momento, la presencia divina y Dios no
habita entre los demás dioses como igual a ellos, por eso, aquella noche
Babilonia sentenció su suerte para la eternidad y su tiempo de gracia finalizó.
(Dan. 5: 5-28)    En esa misma noche los ejércitos medos ingresaban a la
ciudad desviando el cauce del río Éufrates y la noche del año 538 ac. Babilonia
cayó para siempre. (Dan. 5: 30-31)
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La profecía bíblica anunciaba el fin del tiempo de gracia para Babilonia y la
liberación del pueblo de Dios regresando este nuevamente a su tierra, el
profeta Isaías anunciaba ya en sus días que se levantaría un gran imperio
sobre la tierra, pero también profetizaba de su caída, (Isa. 13 y 14) aunque él
no revela ningún tiempo para tal evento, sin embargo, es el profeta Jeremías
quién revela el fin del tiempo de gracia destinado a Babilonia y la hora de su
juicio, así como su castigo, el cual se produciría al termino de los 70 años de
cautividad del pueblo de Israel en la tierra de los Caldeos, (Jer. 23: 1-8; 30: 1-
10; 25: 1-11, 12-14) de manera que, para cuando estuviera cerca la liberación
del pueblo de Israel, la principal señal sería la caída de Babilonia que
correspondería con el fin de su tiempo de gracia anunciada por el profeta
Jeremías. (Dan. 5: 5-31; 9: 1-2)

De esta forma, el tiempo de gracia y misericordia entregado a Babilonia sería
de aproximadamente 70 años, comenzando estos con la cautividad de Israel
hasta el momento y el tiempo en que Israel, según lo indicaba la profecía,
debía de retornar a su tierra.

Sin embargo, fue el profeta Daniel, quién para ese entonces ya anciano y aún
cautivo en Babilonia, se dió cuenta que algo acontecería en sus días, que el
tiempo y la profecía que hablaban del juicio a Babilonia y la liberación de Israel
se habían cumplido, fue el estudio de la palabra de Dios quién reveló al profeta
los tiempos que éste estaba viviendo y la verdad presente para su época.

La caída de Babilonia, nos revela una vez más que todo tiempo de gracia
comienza y llega a su fin, sucedió antes de este imperio y con ella la historia se
vuelve a repetir una vez más.      Este acontecimiento también fue profetizado
con anterioridad a su caída, donde se anuncia que Babilonia sería destruida y
nunca más se levantaría de sus ruinas, (Isa. 13: 9-22) así como el escarnio
contra el mismo rey de Babilonia. (14: 1-23)        De esta forma, la caída de
Babilonia obedece a un juicio y sentencia divina que ya estaban profetizadas
que acontecería, (Jer. 25: 10-14; 50: 1-46; 51: 1-64) al finalizar su tiempo de
gracia, se revelaba con ello que únicamente era el cumplimiento de la profecía
en el momento, tiempo y espacio que lo indicaban la agenda divina.
40


          Israel y su tiempo de gracia, los 70 años de cautiverio

Dios no solamente concedió un tiempo de gracia y misericordia para las
naciones, pueblos y civilizaciones cercanas a Israel, sino también lo hizo para
con su propio pueblo.     Israel fue el pueblo escogido por Dios para ser la
nación a través de la cual el resto del mundo conocería la verdadera religión y
al Dios del cielo y finalmente la salvación llegara a todos los extremos de la
tierra.

Sin embargo, y lamentablemente Israel no llegó a cumplir su misión, se
aislaron del mundo. Tras continuas rebeliones y terribles apostasías se
apartaron de su cometido, por ello, Dios mandaba continuamente a sus siervos
los profetas con mensajes de amonestación y suplicas para advertirles de los
peligros que entrañaba aquella actitud espiritual, así como los reiterados
llamados para que retornaran a los caminos del bien y al pacto de su Dios.

De esta manera, Dios toleró por mucho tiempo a la nación Judía, desde que
esta fuera sacada y liberada de la esclavitud egipcia, demostró incredulidad,
falta de fe, su relación con Dios se manifestó en una continua rebelión que a
través de caudillos apostatas los llevaron a su destrucción y perdición con el
alto costo de cientos y miles que perecieron. (Ex. 32: 25-29; Núm. 16: 1-50)
La experiencia del éxodo revela esta persistente tendencia por la cual
finalmente no entraron a la tierra prometida y no alcanzaron el descanso que
Dios quería entregarles. (Heb. 3: 1-19; 4: 1-13)

Terribles y espantosas apostasías marcaron la historia de este pueblo, una de
las más graves se vivió en los días del profeta Elías y en los tiempos del
profeta Jeremías y sus contemporáneos, esta última apostasía recibió una
severa amonestación y se les advirtió, a través de los profetas que Dios
levantó, (Jer. 1: 1-13) que de persistir el pueblo en aquellos caminos las
consecuencias serían catastróficas para la nación. (Jer. 1: 14-19)
41


A través del ministerio del profeta Jeremías y otros más, Dios hizo saber al
pueblo lo que vendría sobre ellos, el mensaje no solo llegaría hasta el pueblo
en sí, sino también a las autoridades religiosas y políticas de la nación, estas
fueron advertidas de los peligrosos caminos en los cuales estaban transitando,
pero lamentablemente rechazaron el mensaje para su tiempo y en su lugar
creyeron a los falsos profetas que les anunciaban paz y seguridad frente al
peligro que tenían en frente. (Jer. 36: 1-32: 28: 1-17)

Dios les concedió un determinado tiempo de gracia antes que los juicios
divinos fueran finalmente ejecutados sobre la nación, nadie sospechaba
siquiera la gravedad de tales juicios y los consideraron como si Dios nunca
haría tales cosas. Este tiempo de gracia para la nación comenzaría desde el
momento en que Dios enviara a sus profetas a advertirle al pueblo de las
consecuencias de la rebelión y de la apostasía en que se encontraban y
amonestarlo para que dejara los malos caminos y se volviera al Dios
verdadero, (Jer. 3: 1-25; 4: 1-4) desde allí en adelante comenzarían a correr
los días de gracia para la nación.

También se le advirtió al pueblo que ese tiempo de gracia concluiría con el sitio
de Jerusalén a manos de los caldeos, que en ese momento era el instrumento
divino para ejecutar el juicio divino sobre la impenitente ciudad, Dios envió un
libro con un mensaje escrito para que fuera leído, (Jer. 36: 1-32) pero el libro
fue quemando a manos de la autoridad política de la nación, con lo cual
revelaban que no existía disposición siquiera de escuchar la amonestación, al
parecer la suerte de la nación estaba sentenciada por sus propios líderes y
habitantes.

Al concluir la paciencia y misericordia divina, y con ello finalizar su tiempo de
gracia (Jer. 25: 15-38) la nación fue abandona a su suerte, terribles eventos
sucedieron de allí en adelante, todo aquello que Dios les había advertido que
acontecería se cumplió de forma terrible sobre el pueblo.
42


Con el sitio de Jerusalén, al concluir su tiempo de gracia a manos de Babilonia,
nadie entraba ni salía de la ciudad, con ello sobrevino la sed (Lam. 4: 4) y el
hambre, (Jer. 52: 4-6) el cual este último, llegó a tales niveles que, el estiércol
de animal llegó a tener un gran valor comestible para preservar la vida, (v. 4-
5) la situación era insostenible al interior de la ciudad, (v. 3-9) las mismas
mujeres, bajo la desesperación y el dolor extremo del hambre, a escondidas
cocinaron a sus propios hijos, (v. 9-10;) el canibalismo se despertó como fiero
instinto de supervivencia, (Jer. 19: 8-9) los cuerpos muertos quedaban sobre
la tierra sin recibir sepultura y servían de alimento a las aves del cielo, (Jer.
19: 6-8; 16: 4) aquello ocasionaba la descomposición de estos, los cual traía
como consecuencia inmediata la pestilencia, y la muerte a su vez, por
dolorosas enfermedades e infecciones. (Jer. 16: 4)

Por otro lado, el templo de Salomón, (el santuario) que era considerado como
una maravilla, fue completamente destruido y quemado por los caldeos (Sal.
74: 1-11; La. 4: 1; Dan. 1: 1-2; Jer. 52: 12-13) y la verdad de Dios fue
echada por tierra por el enemigo.

De esta forma, el tiempo de gracia había terminado para Jerusalén y la
misericordia divina, por tanto tiempo despreciada, terminó por apartarse
finalmente de la ciudad, desde allí en adelante, serían llevados en cautiverio a
Babilonia, a una tierra lejana y extraña. (Sal. 137: 1-9; Jer. 25: 10-12; 29: 1-
10; 52: 12-30) Por largos 70 años, toda aquella generación moriría en el exilio
(Dan. 9: 1-2) y los que retornarían serían los hijos que nacieron en el
cautiverio babilónico.

De esta forma, una vez más vemos como la misericordia divina es concedida y
quitada de los hombres, vemos como los tiempos que Dios establece como
gracia para los impenitentes y transgresores comienzan y llegan a su término,
todo se cumple según lo indica la profecía divina. La destrucción de Jerusalén
el año 587 ac. por Nabucodonosor, rey de Babilonia y las terribles calamidades
que sobrevinieron a la ciudad revelan hasta el presente, que el tiempo de
gracia que Dios concede no es eterno, sino que éste comienza pero llega
inevitablemente a su fin.
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   Las 70 semanas de tiempo profético y el último tiempo de gracia

Durante largos 70 años, Israel tuvo que aprender por medio del dolor, la
lección de la idolatría, lágrimas y aflicciones grabaron el mensaje divino y por
medio del cautiverio babilónico el pueblo de Dios aprendió finalmente la lección
que Dios quería enseñarles.

Aunque fueron llevados en cautiverio, Dios les prometió que de allí los sacaría
una vez concluido el período de los 70 años y retornarían así a su propia tierra.
(Jer. 25: 10-14; 29: 1-14; 30: 1-24; 31: 1-26)       Pero de allí en adelante, se
les concedería la última oportunidad a la nación, después del retorno, Israel
viviría el último tiempo de gracia para permanecer como el pueblo escogido
por Dios, ya no habría más misericordia y a Israel se le prolongaría su tiempo
de gracia, (Jer. 31: 1-6) según la profecía, este tiempo se extendería por 70
semanas de tiempo profético.

Este tiempo de gracia para el pueblo judío comenzaría una vez finalizado el
largo período de cautiverio de 70 años, (Dan. 9: 1-2) cuando ese tiempo
termina, Dios le revela al profeta Daniel, aún en el exilio, que el tiempo de la
liberación y retorno a su tierra habían llegado.

Fue así, que en el capítulo 8 del libro a Daniel se le revela al profeta una serie
de símbolos que éste no alcanzó a comprender en la visión, entre lo que más
llamó la atención del profeta, fue la actividad del cuerno pequeño y el largo
período de las 2300 tardes y mañanas, el ángel le advierte que la visión era
para el tiempo del fin, que en sus días él no podría comprender lo que estas
visiones encerraban. (Dan. 8: 15-19, 26-27; 12: 4, 9-10)

Aunque se le mandó que hiciera comprender la visión a Daniel, el ángel Gabriel
sólo le dio a éste una explicación parcial. Cuando el profeta vio las terribles
persecuciones que sobrevendrían a la iglesia, desfallecieron sus fuerzas físicas.
No pudo soportar más, y el ángel le dejó por algún tiempo. Daniel quedó "sin
fuerzas," y estuvo "enfermo algunos días." "Estaba asombrado de la visión
-dice;- mas no hubo quien la explicase."
44


Y sin embargo Dios había mandado a su mensajero: "Haz que éste entienda la
visión." Esa orden debía ser ejecutada. En obedecimiento a ella, el ángel, poco
tiempo después, volvió hacia Daniel, diciendo: "Ahora he salido para hacerte
sabio de entendimiento;" "entiende pues la palabra, y alcanza inteligencia de la
visión." (Daniel 8: 27, 16; 9: 22, 23, V.M.) Había un punto importante en la
visión del capítulo octavo, que no había sido explicado, a saber, el que se
refería al tiempo: el período de los 2.300 días; por consiguiente, el ángel,
reanudando su explicación, se espacia en la cuestión del tiempo:

"Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa
ciudad.... Sepas pues y entiendas, que desde la salida de la palabra para
restaurar y edificar a Jerusalem hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas,
y sesenta y dos semanas; tornaráse a edificar la plaza y el muro en tiempos
angustiosos. Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al
Mesías, y no por sí.... Y en otra semana confirmará el pacto a muchos, y a la
mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda." (Daniel 9: 24 - 27.)

El ángel había sido enviado a Daniel con el objeto expreso de que le explicara
el punto que no había logrado comprender en la visión del capítulo octavo, el
dato relativo al tiempo: "Hasta dos mil y trescientas tardes y mañanas;
entonces será purificado el Santuario." Después de mandar a Daniel que
"entienda" "la palabra" y que alcance inteligencia de "la visión," las primeras
palabras del ángel son: "Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo
y sobre tu santa ciudad."

La   palabra   traducida    aquí   por   "determinadas,"   significa   literalmente
"descontadas." El ángel declara que setenta semanas, que representaban 490
años, debían ser descontadas por pertenecer especialmente a los judíos. ¿Pero
de dónde fueron descontadas? Como los 2.300 días son el único período de
tiempo mencionado en el capítulo octavo, deben constituir el período del que
fueron descontadas las setenta semanas; las setenta semanas deben por
consiguiente formar parte de los 2.300 días, y ambos períodos deben
comenzar juntos.
45


El ángel declaró que las setenta semanas datan del momento en que salió el
edicto para reedificar a Jerusalén. Si se puede encontrar la fecha de aquel
edicto, queda fijado el punto de partida del gran período de los 2.300 días.

Ese decreto se encuentra en el capítulo séptimo de Esdras. (Vers. 12 - 26.) Fue
expedido en su forma más completa por Artajerjes, rey de Persia, en el año
457 ant. de J. C. Pero en Esdras 6:14 se dice que la casa del Señor fue
edificada en Jerusalén "por mandamiento de Ciro, y de Darío y de Artajerjes
rey de Persia." Estos tres reyes, al expedir el decreto y al confirmarlo y
completarlo, lo pusieron en la condición requerida por la profecía para que
marcase el principio de los 2.300 años. Tomando el año 457 ant. de J. C. en
que el decreto fue completado, como fecha de la orden, se comprobó que cada
especificación de la profecía referente a las setenta semanas se había
cumplido.

"Desde la salida de la palabra para restaurar y edificar a Jerusalem hasta el
Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas" -es decir
sesenta y nueve semanas, o sea 483 años. El decreto de Artajerjes fue puesto
en vigencia en el otoño del año 457 ant. de J. C. Partiendo de esta fecha, los
483 años alcanzan al otoño del año 27 de J. C. (Véase el Apéndice, así como el
diagrama de la pág. 374.) Entonces fue cuando esta profecía se cumplió. La
palabra "Mesías" significa "el Ungido." En el otoño del año 27 de J. C., Cristo
fue bautizado por Juan y recibió la unción del Espíritu Santo.

El apóstol Pedro testifica que "a Jesús de Nazaret: . . . Dios le ungió con el
Espíritu Santo y con poder." (Hechos 10: 38, V.M.) Y el mismo Salvador
declara: "El Espíritu del Señor está sobre mí; por cuanto me ha ungido para
anunciar buenas nuevas a los pobres." Después de su bautismo, Jesús volvió a
Galilea, "predicando el evangelio de Dios, y diciendo: Se ha cumplido el
tiempo." (S. Lucas 4:18; S. Marcos 1: 14, 15, V.M.) (CS. Cap. 19 Una profecía
significativa. Pág. 372-375)
46


De esta forma, se le revela a Daniel lo que acontecería de allí en adelante, 70
semanas de tiempo profético serían concedidas a los judíos como tiempo de
gracia y misericordia, durante este tiempo          toda y cada una de las
predicaciones y mensajes serían llevados y dirigidos exclusivamente al pueblo
judío, la profecía señalaba que durante este tiempo era el tiempo de gracia
destinado a Israel.

"Y en otra semana confirmará el pacto a muchos." La semana de la cual se
habla aquí es la última de las setenta. Son los siete últimos años del período
concedido especialmente a los judíos. Durante ese plazo, que se extendió del
año 27 al año 34 de J. C., Cristo, primero en persona y luego por intermedio
de sus discípulos, presentó la invitación del Evangelio especialmente a los
judíos. Cuando los apóstoles salieron para proclamar las buenas nuevas del
reino, las instrucciones del Salvador fueron: "Por el camino de los Gentiles no
iréis, y en ciudad de Samaritanos no entréis." (S. Mateo 10: 5, 6.)

"A la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda." En el año 31 de
J. C., tres años y medio después de su bautismo, nuestro Señor fue
crucificado. Con el gran sacrificio ofrecido en el Calvario, terminó aquel sistema
de ofrendas que durante cuatro mil años había prefigurado al Cordero de Dios.
El tipo se encontró con el antitipo, y todos los sacrificios y oblaciones del
sistema ceremonial debían cesar. (CS. Cap. 19 Una profecía significativa. Pág.
375)

De esta forma, y como lo señalaba la profecía, el tiempo de gracia para Israel
constaba de 70 semanas proféticas o 490 años, matemáticamente estos
finalizarían el año 34 dc. Ese sería el año anunciado por la profecía para
perdonar a tu hermano, Jesús de alguna forma lo ilustró mediante el perdón
por una cierta cantidad de tiempo. Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino
hasta setenta veces siete. (Mat. 18: 15-22) lo que equivale a 490 veces y
nos lleva a los 490 años o 70 semanas que fueron dedicadas exclusivamente al
pueblo judío.
47


Las setenta semanas, o 490 años concedidos a los judíos, terminaron, como lo
vimos, en el año 34 de J. C. En dicha fecha, por auto del Sanedrín judaico, la
nación selló su rechazamiento del Evangelio con el martirio de Esteban y la
persecución de los discípulos de Cristo. Entonces el mensaje de salvación, no
estando más reservado exclusivamente para el pueblo elegido, fue dado al
mundo. Los discípulos, obligados por la persecución a huir de Jerusalén,
"andaban por todas partes, predicando la Palabra." "Felipe, descendiendo a la
ciudad de Samaria, les proclamó el Cristo." Pedro, guiado por Dios, dio a
conocer el Evangelio al centurión de Cesarea, el piadoso Cornelio; el ardiente
Pablo, ganado a la fe de Cristo fue comisionado para llevar las alegres nuevas
"lejos . . . a los gentiles." (Hechos 8: 4, 5; 22: 21, V.M.)   (CS. Cap. 19 Una
profecía significativa. Pág. 375-376)

Desde el monte de los Olivos, Jesús reveló a sus discípulos la destrucción final
de Jerusalén, aunque la profecía anunciaba 70 semanas o 490 años de tiempo
de gracia, los cuales terminaban el año 34 dc. Aún así, la misericordia divina
prolongó los juicios sobre la ciudad por 40 años más, sin embargo, la paciencia
divina llegaría definitivamente a su fin.

Dios aplazó sus juicios sobre la ciudad y la nación hasta cosa de
cuarenta años después que Cristo hubo anunciado el castigo de
Jerusalén. Admirable fue la paciencia que tuvo Dios con los que rechazaran su
Evangelio y asesinaran a su Hijo. La parábola de la higuera estéril representa
el trato bondadoso de Dios con la nación judía. Ya había sido dada 31 la orden:
"Córtala, ¿por qué ocupará aún la tierra?" (S. Lucas 13: 7), pero la divina
misericordia la preservó por algún tiempo. Había todavía muchos judíos que
ignoraban lo que habían sido el carácter y la obra de Cristo. Y los hijos no
habían tenido las oportunidades ni visto la luz que sus padres habían
rechazado. Por medio de la predicación de los apóstoles y de sus compañeros,
Dios iba a hacer brillar la luz sobre ellos para que pudiesen ver cómo se habían
cumplido las profecías, no únicamente las que se referían al nacimiento y vida
del Salvador sino también las que anunciaban su muerte y su gloriosa
resurrección.
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  • 1. 1 EL TIEMPO DE GRACIA ESTA TERMINANDO Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios. (Luc. 21: 31) _______________________________________________________________ Las Sagradas Escrituras revelan claramente que el carácter de Dios es amor, (1ª Jn. 4: 8), sin embargo, ese amor se expresa en justicia y misericordia hacia el ser humano, esto fue lo que realmente ocurrió en la cruz del calvario al momento de hablar de la mayor manifestación y demostración del amor de Dios por el hombre, (Jn. 15: 13; 3: 16) donde la justicia y la misericordia divina se encontraron y besaron. (Sal. 85: 10) Por otro lado, las Sagradas Escrituras nos revelan que Dios no tolera el pecado, ama al pecador pero aborrece el pecado, es muy santo para mirar la maldad de los habitantes de la tierra, de esta forma y a través del tiempo le ha entregado oportunidades al ser humano para que éste enmiende sus caminos delante de él, para que la transgresión y el camino del mal el hombre pueda abandonar completamente. En su carácter de gobernante supremo, Dios no puede seguir tolerando por más tiempo este estado de cosas como las que en estos momentos persisten sobre la tierra, donde la maldad de los hombres, mujeres y niños está alcanzando niveles muy peligrosos, extraños e incomprensibles para la razón humana y acercándose nefastamente al límite de lo permitido y tolerado por Dios. Se puede apreciar hoy, como la maldad se está escapando rápidamente del control y la mano restrictiva del poder de la autoridad, este espectáculo repugnante que ofrecen los moradores de la tierra a las entidades superiores del universo no puede seguir por mucho más tiempo desarrollándose, Dios es amor, es misericordioso y justo, pero no olvidemos que también es fuego consumidor, (Heb. 12: 29) Dios de orden y de paz.
  • 2. 2 El gobierno de Dios se fundamente en justicia, verdad y misericordia y ese gobierno no solo incluye a los moradores de la tierra, sino también a los habitantes del cielo y los innumerables mundos no caídos del vasto universo creado, los cuales permanecen leales al gobierno de Dios y por tal razón esa misma misericordia y justicia divina no permitirán por más tiempo que siga el mal y todo este actual orden de cosas sobre la tierra. Sin embargo, Dios no se levanta de su lugar y destruye al hombre de forma inmediata sin mediar ninguna advertencia a éste, Dios destruye el pecado y la maldad pero al estar el ser humano unido a esa iniquidad y de persistir el hombre en el camino del mal, también tiene que ser destruido junto al pecado. De esta forma y antes que Dios pueda intervenir, poniendo fin a la maldad del hombre, él advierte de las peligrosas y fatales consecuencias de persistir en ese camino, de esta forma, le concede al ser humano un tiempo de misericordia, un tiempo de gracia que éste puede emplear para reflexionar, cambiar y enmendar su vida retornando a Dios y a una vida conforme a los principios divinos. Pero realmente ¿Qué es un tiempo de gracia? ¿Cómo podemos definir un tiempo de gracia y misericordia para el hombre? como ya lo hemos mencionado, es un tiempo que Dios concede al hombre, un tiempo inmerecido, por eso, se habla de gracia, el cual consiste en un período de tiempo compuesto por algunos días, meses o incluso hasta años o siglos de tolerancia y paciencia divina. Cuando Dios concede un tiempo de gracia al ser humano, esto implica a su vez, una verdad presente donde el llamado de Dios es a retornar a los caminos de esa verdad transgredida, de allí, que los tiempos impuestos por Dios no han sido los mismos a través de la historia del hombre, en cada tiempo han existido condiciones diferentes y la verdad para cada tiempo o tramo de la historia no ha sido la misma.
  • 3. 3 Aunque la verdad de Dios es una sola y objetiva, sin embargo, el hombre nunca ha sido conocedor y portador de toda esa verdad, la verdad es progresiva (Prov. 4: 18) y el hombre ha conocido solo parte de esa verdad, la verdad que Dios ha permitido que conozca hasta ese momento y tiempo particular. Un tiempo de gracia también implica un determinado mensajero, el cual es portador de esa verdad presente o mensaje divino llamando al hombre al arrepentimiento y exhortándole a volver a Dios, de esta forma, cada tiempo ha tenido una verdad llamada la verdad presente y al hombre indicado para ese tramo del tiempo en particular. Sin embargo, un tiempo de gracia definido incluye además, condiciones sociales, políticas, económicas, culturales y religiosas específicas y bien definidas, las cuales en su conjunto conforman la sociedad que está siendo amonestada por Dios y cuyos caminos esta debe de enmendar, la verdad presente para una sociedad determinada puede ser impopular pero se encuentra por sobre las ideas y principios de los hombres, mientras que el mensajero es parte de esa sociedad contemporánea en que vive. Cuando la sociedad en cuestión ha llegado a los límites permitidos por la justicia y misericordia divina, Dios se manifiesta desde el alto cielo, Dios no puede permitir que la maldad continúe desarrollándose por más tiempo entre los hombres, cuando éstos han quitado completamente a Dios de sus vidas, los límites de la transgresión y la crueldad llegan a niveles mortales y peligrosos y al punto permitido, de esta forma Dios determina y le pone fin a la maldad del hombre evitando que el mal pase los límites de las restricciones divinas fijando un plazo señalado para la intervención y la justicia divina.
  • 4. 4 Ese plazo señalado, tiene todos los elementos de la justicia y la misericordia de Dios, existe un tiempo definido, teniendo este tiempo un comienzo, una cierta duración y un final, un mensajero que llama al arrepentimiento y expone la verdad presente que ha sido transgredida para que todos aquellos que deseen ser salvos encuentren misericordia y la prolongación de la existencia concedida por la gracia infinita. Durante todo ese tiempo el hombre debe de reflexionar seriamente en sus caminos, no descuidando el mensaje, llamado y las solemnes advertencias hechas por Dios por medio de sus siervos que él envía, durante ese tiempo debe de existir una reforma completa y radical de la vida y un retorno a Dios sin condiciones, el abandono del pecado y de las prácticas que acarrean la ira divina sobre la maldad debe de ser depuesta, el arrepentimiento, la confesión del pecado y el abandono de este debe constituir el primer paso en el retorno a Dios y del camino del bien. Tiempo de gracia personal y global Sin embargo, tenemos que distinguir en las Escrituras y profecías dos aspectos importantes en cuanto al tiempo de gracia. La Biblia revela que efectivamente existe un tiempo de gracia personal o individual y un tiempo de gracia colectivo, universal y escatológico como humanidad en cuanto a su término y la forma como Dios actúa entregando las condiciones que él establece en cada uno de ellos para la salvación del ser humano. Dios concede un tiempo de gracia individual o personal a todo ser humano sin importar la raza, credo, nacionalidad, sexo o su condición social mientras éste está vivo, mientras dura la vida del hombre sobre la tierra, sus hechos, palabras y pensamientos determinarán su carácter y posterior sentencia divina, vida eterna o muerte eterna. (Rom. 2: 7-8; Mat. 12: 33-37; Ecl. 12: 13-14)
  • 5. 5 Cada persona puede nacer y llegar a su vejez y aquello será su tiempo de gracia, todo el trayecto de su vida, sin embargo, la vida puede verse interrumpida por un accidente, como le aconteció al rey Ocozías (2º de Rey. 1: 1-4) o alguna enfermedad como la que tuvo el rey Ezequías, a quien se le prolongó su vida y con ello su tiempo de gracia, (Isa. 38: 1-22) pero en lo general, el tiempo de gracia terminaría en ese punto o tiempo de vida vivido. La enfermedad y la muerte campean en el mundo, y cuán poco sabemos acerca del momento cuando terminará nuestro tiempo de gracia... Cuántas personas, si fueran llamadas en este momento a rendir cuentas, lo harían con pesar, remordimiento y aflicción, porque el tiempo de gracia que Dios les había dado lo emplearon abundantemente en complacer al yo. Los intereses eternos del alma han sido descuidados temerariamente para realizar cosas sin importancia. La mente se mantiene ocupada, tal como Satanás se propone que esté, con intereses egoístas, mientras el tiempo se desliza hacia la eternidad sin que se realice ninguna preparación para el cielo. (A fin de conocerle. Jueves 11 de noviembre calculad el costo.) Pero también existe un tiempo de gracia escatológico y profético, donde la humanidad en su conjunto se le concede un determinado tiempo de misericordia que puede consistir en años o siglos antes que Dios intervenga de manera definitiva en los asuntos de la tierra. Esto no implica que si es un tiempo de gracia colectivo como humanidad, la salvación también lo sea, aunque Cristo hizo provisión para todos en el momento de morir, sin embargo, la aceptación y preparación es personal y no colectiva. Al final del tiempo, el pueblo de Dios es llevado a las mansiones del cielo de forma colectiva, pero la preparación para ese evento masivo es individual. El tiempo de gracia que analizaremos en este estudio corresponde a este último, el que nos es dado como humanidad y señalado de manera escatológica a través de las profecías del tiempo del fin registradas especialmente en los libros de Daniel y Apocalipsis.
  • 6. 6 La rebelión de de Lucifer y el primer tiempo de gracia Sin embargo, contar con un tiempo de gracia no es únicamente propio de los habitantes de la tierra, la primera vez que se tiene esta idea o concepto de un tiempo de gracia se produce en el cielo mismo en el contexto de la rebelión de Lucifer. Desde el mismo comienzo de ésta rebelión, Dios ha tenido que tratar con el mal por primera vez en la historia de la eternidad, nunca antes se había visto una situación y estado de cosas como las que se dieron, de descontento, dudas y la división entre los habitantes del cielo. Con las intenciones ocultas de atentar en contra del gobierno de Dios y con ello amenazando la estabilidad de todo el universo, Lucifer llevó a delante una rebelión que traería terribles consecuencias, insospechadas en el momento, no solo para él y los ángeles que logró poner de su parte, sino que estas mismas consecuencias se materializarían, tiempo después y de manera trágica sobre la tierra y sus moradores. Dios no intervino de manera inmediata poniendo fin a esta situación enfrentando de lleno al ángel rebelde, se le concedió un determinado tiempo de gracia a Lucifer y a sus ángeles para que éste lograra exponer claramente sus verdaderas intenciones ante todo el universo y lograr arrepentirse y desistir de sus intenciones evitando el trágico fin que le esperaría no solo a él sino también a todos aquellos que se unieran a su rebelión. Dios permitió que Satanás siguiese con su obra hasta que el espíritu de desafecto se trocó en una activa rebelión. Era necesario que sus planes se desarrollasen en toda su plenitud, para que su verdadera naturaleza y tendencia fuesen vistas por todos. (PP. Cap. 1 El origen del mal. Pág. 21) Dios podía emplear sólo aquellos medios que fuesen compatibles con la verdad y la justicia. Satanás podía valerse de medios que Dios no podía usar: la lisonja y el engaño.
  • 7. 7 Había procurado falsear la palabra de Dios, y había tergiversado el plan de gobierno divino, alegando que el Creador no obraba con justicia al imponer leyes a los ángeles; que al exigir sumisión y obediencia de sus criaturas, buscaba solamente su propia exaltación. Por lo tanto, era necesario demostrar ante los habitantes del cielo y de todos los mundos que el gobierno de Dios es justo y su ley perfecta. Satanás había fingido que procuraba fomentar el bien del universo. El verdadero carácter del usurpador, y su verdadero objetivo, debían ser comprendidos por todos. Debía dársele tiempo suficiente para que se revelase por medio de sus propias obras inicuas. La discordia que su propio proceder había causado en el cielo, Satanás la atribuía al gobierno de Dios. Todo lo malo, decía, era resultado de la administración divina. Alegaba que su propósito era mejorar los estatutos de Jehová. Por consiguiente, Dios le permitió demostrar la naturaleza de sus pretensiones para que se viese el resultado de los cambios que él proponía hacer en la ley divina. Su propia labor había de condenarle. Satanás había dicho desde el principio que no estaba en rebeldía. El universo entero había de ver al engañador desenmascarado. (PP. Cap. 1 El origen del mal. Pág. 22) La inspiración nos revela que Dios soportó por mucho tiempo a Lucifer en el cielo ¿Cuánto tiempo? no se ha revela el tiempo exacto, en términos de la eternidad ni en los nuestros, que persistió todo este estado de cosas, sin embargo, ese tiempo, fue el tiempo de gracia concedido a este ángel para su arrepentimiento. Con gran misericordia, según su divino carácter, Dios soportó por mucho tiempo a Lucifer. (PP. Cap. 1 El origen del mal. Pág. 18) Durante los días de esa eternidad, se hicieron todos los esfuerzos posibles para convencerlo de su error, consejos, concilios, los ángeles leales trataban con él pero en vano, se le hizo ver lo que acontecería en el porvenir y los peligros de esta rebelión, Lucifer no podía ver el fin y ni siquiera él mismo estaba completamente convencido de sus planes y donde terminaría.
  • 8. 8 El espíritu de descontento y desafecto no se había conocido antes en el cielo. Era un elemento nuevo, extraño, misterioso e inexplicable. Lucifer mismo, al principio, no entendía la verdadera naturaleza de sus sentimientos; durante algún tiempo había temido dar expresión a los pensamientos y a las imaginaciones de su mente; sin embargo no los desechó. No veía el alcance de su extravío. Para convencerlo de su error, se hizo cuanto esfuerzo podían sugerir la sabiduría y el amor infinitos. Se le probó que su desafecto no tenía razón de ser, y se le hizo saber cuál sería el resultado si persistía en su rebeldía. (PP. Cap. 1 El origen del mal. Pág. 18) Reunidos en concilio celestial, los ángeles rogaron a Lucifer que desistiese de su intento. El Hijo de Dios presentó ante él la grandeza, la bondad y la justicia del Creador, y también la naturaleza sagrada e inmutable de su ley. Dios mismo había establecido el orden del cielo, y, al separarse de él, Lucifer deshonraría a su Creador y acarrearía la ruina sobre sí mismo. Pero la amonestación, hecha con misericordia y amor infinitos, solamente despertó un espíritu de resistencia. Lucifer permitió que su envidia hacia Cristo prevaleciese, y se afirmó más en su rebelión. (PP. Cap. 1 El origen del mal. Pág. 14) El Rey del universo convocó a las huestes celestiales a comparecer ante él, a fin de que en su presencia él pudiese manifestar cuál era el verdadero lugar que ocupaba su Hijo y manifestar cuál era la relación que él tenía para con todos los seres creados. El Hijo de Dios compartió el trono del Padre, y la gloria del Ser eterno, que existía por sí mismo, cubrió a ambos. Alrededor del trono se congregaron los santos ángeles, una vasta e innumerable muchedumbre, "millones de millones," y los ángeles más elevados, como ministros y súbditos, se regocijaron en la luz que de la presencia de la Deidad caía sobre ellos. Ante los habitantes del cielo reunidos, el Rey declaró que ninguno, excepto Cristo, el Hijo unigénito de Dios, podía penetrar en la plenitud de sus designios y que a éste le estaba encomendada la ejecución de los grandes propósitos de su voluntad.
  • 9. 9 El Hijo de Dios había ejecutado la voluntad del Padre en la creación de todas las huestes del cielo, y a él, así como a Dios, debían ellas tributar homenaje y lealtad. Cristo había de ejercer aún el poder divino en la creación de la tierra y sus habitantes. Pero en todo esto no buscaría poder o ensalzamiento para sí mismo, en contra del plan de Dios, sino que exaltaría la gloria del Padre, y ejecutaría sus fines de beneficencia y amor. Los ángeles reconocieron gozosamente la supremacía de Cristo, y postrándose ante él, le rindieron su amor y adoración. Lucifer se postró con ellos, pero en su corazón se libraba un extraño y feroz conflicto. La verdad, la justicia y la lealtad luchaban contra los celos y la envidia. La influencia de los santos ángeles pareció por algún tiempo arrastrarlo con ellos. Mientras en melodiosos acentos se elevaban himnos de alabanza cantados por millares de alegres voces, el espíritu del mal parecía vencido; indecible amor conmovía su ser entero; al igual que los inmaculados adoradores, su alma se hinchió de amor hacia el Padre y el Hijo. Pero luego se llenó del orgullo de su propia gloria. Volvió a su deseo de supremacía, y nuevamente dio cabida a su envidia hacia Cristo. El compartía los designios del Padre, mientras que Lucifer no participaba en los concilios de Dios. ¿"Por qué -se preguntaba el poderoso ángel- debe Cristo tener la supremacía? ¿Por qué se le honra más que a mí?" (PP. Cap. 1 El origen del mal. Pág. 14, 15, 16) Si Lucifer hubiera desistido de sus propósitos, Dios lo abría restituido en su puesto de primer ángel en el cielo, hubiera sido perdonado y restaurado como al principio. Lucifer quedó convencido de que se hallaba en el error. Vio que "justo es Jehová en todos sus caminos, y misericordioso en todas sus obras" (Sal. 145: 17), que los estatutos divinos son justos, y que debía reconocerlos como tales ante todo el cielo. De haberlo hecho, podría haberse salvado a sí mismo y a muchos ángeles.
  • 10. 10 Aún no había desechado completamente la lealtad a Dios. Aunque había abandonado su puesto de querubín cubridor, si hubiese querido volver a Dios, reconociendo la sabiduría del Creador y conformándose con ocupar el lugar que se le asignó en el gran plan de Dios, habría sido restablecido en su puesto. (PP. Cap. 1 El origen del mal. Pág. 18, 19) Sin embargo, durante todo este tiempo de gracia que se le concedió y donde Dios permitió que estas cosas persistieran por algún tiempo, Lucifer estuvo dispuesto a apartarse de su mal camino, lamentablemente el orgullo se lo impidió, pero como todo tiempo de gracia que Dios concede en su misericordia no es eterno sino que este llega a su fin, el tiempo de gracia concedido a este ángel había llegado lamentablemente a su término, así, llegó el momento de tomar una decisión final y radical que afectaría los destinos eternos de estos ángeles rebeldes y de su caudillo, su tiempo de gracia había llegado inevitablemente a su epílogo. Había llegado el momento de hacer una decisión final; él debía someterse completamente a la divina soberanía o colocarse en abierta rebelión. Casi decidió volver sobre sus pasos, pero el orgullo no se lo permitió. Era un sacrificio demasiado grande para quien había sido honrado tan altamente el tener que confesar que había errado, que sus ideas y propósitos eran falsos, y someterse a la autoridad que había estado presentando como injusta. … Defendió persistentemente su conducta, y se dedicó de lleno al gran conflicto contra su Creador. Así fue como Lucifer, el "porta luz," el que compartía la gloria de Dios, el ministro de su trono, mediante la transgresión, se convirtió en Satanás el "adversario" de Dios y de los seres santos, y el destructor de aquellos que el Señor había encomendado a su dirección y cuidado.
  • 11. 11 Rechazando con desdén los argumentos y las súplicas de los ángeles leales, los tildó de esclavos engañados. Declaró que la preferencia otorgada a Cristo era un acto de injusticia tanto hacia él como hacia toda la hueste celestial, y anunció que desde ese entonces no se sometería a esa violación de los derechos de sus asociados y de los suyos propios. Nunca más reconocería la supremacía de Cristo. Había decidido reclamar el honor que se le debió haber otorgado, y asumir la dirección de cuantos quisieran seguirle; y prometió a quienes entrasen en sus filas un gobierno nuevo y mejor, bajo cuya tutela todos gozarían de libertad. Gran número de ángeles manifestó su decisión de aceptarle como su caudillo. Engreído por el favor que recibieran sus designios, alentó la esperanza de atraer a su lado a todos los ángeles para hacerse igual a Dios mismo, y ser obedecido por toda la hueste celestial. (PP. Cap. 1 El origen del mal. Pág. 19, 20) De esta forma, Lucifer es enfrentado de manera definitiva a tomar una decisión, someterse al gobierno de Dios o rebelarse abiertamente. Aquél tiempo de gracia concedido misericordiosamente había transcurrido para él y sería apreciado tan solo una vez que este hubiese terminado, pero para entonces, ya sería demasiado tarde para él y la hueste de ángeles que le seguía. Satanás tembló al contemplar su obra. Meditaba a solas en el pasado, el presente y sus planes para el futuro. Su poderosa contextura temblaba como si fuera sacudida por una tempestad. Entonces pasó un ángel del cielo. Lo llamó y le suplicó que le consiguiera una entrevista con Cristo. Le fue concedida. Entonces le dijo al Hijo de Dios que se había arrepentido de su rebelión y deseaba obtener nuevamente el favor de Dios. Deseaba ocupar el lugar que Dios le había asignado previamente, y permanecer bajo su sabia dirección.
  • 12. 12 Cristo lloró ante la desgracia de Satanás, pero le dijo, comunicándole la decisión de Dios, que nunca más sería recibido en el cielo, pues éste no podía ser expuesto al peligro. Todo el cielo se malograría si se lo recibía otra vez, porque el pecado y la rebelión se habían originado en él. Las semillas de la rebelión todavía estaban dentro de él. No había tenido, en el curso de su rebelión, motivo alguno para actuar de esa manera, y había acarreado ruina sin esperanzas, no sólo para sí mismo, sino para las huestes de ángeles que habrían sido felices en el cielo si él se hubiera mantenido fiel. La ley de Dios podía condenar, pero no perdonar. (HR. Cap. 3 Las consecuencias de la rebelión. Pág. 26, 27) De esta forma, la Biblia nos revela el comienzo de este gran conflicto que se originó en el cielo, nos enseña y advierte, entre otras cosas, que todo tiempo de gracia que Dios concede a sus criaturas comienza y llega penosamente a su fin, todo tiempo de gracia de alguna u otra forma concluye, y que de no hacer caso de las advertencias divinas, puede llegar a tener consecuencias trágicas y eternas para las criaturas, como las acontecidas en este caso, ese tiempo concedido puede durar muchos años o quizás siglos, pero como sea, se nos revela y advierte que por más tiempo que este pueda durar, llega inevitablemente a su término, y con ello el reloj de la misericordia y paciencia divina marca la medianoche para la existencia cuyas consecuencias pueden ser trágicas y eternas.
  • 13. 13 El tiempo de gracia revelado y concedido a Adán y Eva El desarrollo de este gran conflicto originado en el cielo y su traslado a la tierra con la posterior y trágica caída de Adán y Eva, (Gén. 3: 1-24) la entrada del pecado y la muerte y su expulsión del Edén, han llevado a Dios a conceder también un tiempo de gracia a la humanidad, (Gén. 3: 15) un tiempo de gracia destinado a que el hombre pueda retornar a Dios, aceptando su plan de salvación para su elevación y restauración del pecado hasta la erradicación completa del mal sobre la tierra con la destrucción final del pecado y del autor del mal, (Mal. 4: 1) así como de todos sus seguidores en un tiempo escatológico que Dios ha determinado que esto acontezca. La primera indicación que el hombre tuvo acerca de su redención la oyó en la sentencia pronunciada contra Satanás; en el huerto. El Señor declaró: "Y enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; esta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar." (Gén. 3: 15.) Esta sentencia, pronunciada en presencia de nuestros primeros padres, fue una promesa para ellos. Mientras predecía la lucha entre el hombre y Satanás, declaraba que el poder del gran adversario sería finalmente destruido. Adán y Eva estaban como criminales ante el justo Juez, y aguardaban la sentencia que merecía su transgresión; pero antes de oír hablar de la vida de trabajo y angustia que sería su destino, o del decreto que determinaba que volverían al polvo, escucharon palabras que no podían menos que infundirles esperanza. Aunque habrían de padecer por efecto del poder de su gran enemigo, podrían esperar una victoria final. Cuando Satanás supo que existiría enemistad entre él y la mujer, y entre su simiente y la simiente de ella, se dió cuenta de que su obra de depravación de la naturaleza humana sería interrumpida; que de alguna manera el hombre sería capacitado para resistir su poder.
  • 14. 14 Sin embargo, cuando el plan de redención se dió a conocer, Satanás se regocijó con sus ángeles al pensar que por haber causado la caída del hombre, podía ahora hacer descender al Hijo de Dios de su elevada posición. Satanás declaró que hasta la fecha sus planes habían tenido éxito en la tierra, y que cuando Cristo tomase la naturaleza humana, él también podría ser vencido, y así se evitaría la redención de la raza caída. Los ángeles celestiales explicaron más completamente a nuestros primeros padres el plan que había sido concebido para si su redención. Se les aseguró a Adán y a su compañera que a pesar de su gran pecado, no se les abandonaría a merced de Satanás. El Hijo de Dios había ofrecido expiar, con su propia vida, la transgresión de ellos. Se les otorgaría un tiempo de gracia y, mediante el arrepentimiento y la fe en Cristo, podrían llegar a ser de nuevo hijos de Dios. (PP. Cap. 4 El plan de la Redención. Pág. 51, 52) El tiempo de gracia en la era antediluviana Sin embargo, y hasta que ese día no llegue de manera definitiva, cuando Dios intervenga de forma global, destruyendo al pecado para siempre, ha tenido que conceder tiempos de gracia parciales en ciertos períodos de la historia de la humanidad, como lo fue en la era antediluviana. Aquella raza poderosa de seres humanos dedicó su poder, fuerza e inteligencia al invento y desarrollo del mal en todas sus formas conocidas, que llegó finalmente a un índice peligroso de maldad sobre la tierra y que alcanzó los límites espirituales, éticos y morales permitidos por Dios. (Gén. 6: 1-8, 11-13) Esta raza poderosa superando aquellos límites permitidos de maldad y transgresión en abierta rebelión contra Dios, se les concedió un tiempo de gracia prudente antes de ser destruidos para siempre de sobre la tierra, durante ese tiempo deberían de cambiar sus vidas aceptando el plan de Dios.
  • 15. 15 De esta forma, vemos como ya en ese tiempo, Dios escoge a un mensajero y envía finalmente un último mensaje de advertencia, un mensaje impopular para la época, que la tierra sería destruida por un diluvio de agua y que todo lo que tenga aliento de vida sería destruido. (Gén. 6: 12-13) Aquél tiempo de gracia para aquella primera y temprana etapa de la humanidad, Dios permitió que se conociera, tanto su comienzo como su final, 120 años (Gén. 6: 3) Dios le dijo a Noé que sería el tiempo de gracia destinado finalmente a esa era. Desde que comenzara a correr el tiempo con Adán en adelante, hasta que el diluvio llegara en los días de Noé, aproximadamente transcurrirían 1656 años de vida antediluviana, de los cuales los últimos 120 serían destinados a un tiempo de gracia definitivo. La Biblia nos revela que el diluvio se produce en el mes segundo a los diecisiete días de ese mes, teniendo Noé 600 años de vida. (Gén. 7: 6, 10-12) Si tomamos los años de vida de Noé como línea de tiempo cronológica para esa era, podemos calcular el año o los años de vida que tenía el Patriarca cuando éste es llamado por Dios a su ministerio para dar el mensaje para aquella época, si el diluvio se produce cuando Noé tenía 600 años de edad, eso significa que en esa fecha terminan los 120 años de gracia y misericordia para aquel tiempo. Si a los 600 años le restamos los 120 de gracia, nos lleva al año 480 de la vida de Noé, que sería el año en esta línea de tiempo, o bien, los años que tenía el Patriarca cuando Dios lo llamó (Gén. 6: 1-10) y que a su vez, sería el tiempo cuando comenzarían a correr los 120 años de gracia y misericordia para el mundo antediluviano. Ciento veinte años antes del diluvio, el Señor, mediante un santo ángel, comunicó a Noé su propósito, y le ordenó que construyese un arca. Mientras la construía, había de predicar que Dios iba a traer sobre la tierra un diluvio para destruir a los impíos, Los que creyesen en el mensaje, y se preparasen para ese acontecimiento mediante el arrepentimiento y la reforma, obtendrían perdón y serían salvos. (PP. Cap. 7 El diluvio. Pág. 81)
  • 16. 16 Señales y eventos previos a la catástrofe Antes que se cumpliera aquél tiempo de gracia de 120 años de misericordia, hubieron eventos y señales que anunciarían que ese fin se acercaba. La misma descendencia de Adán se convertiría en señal para esa catástrofe, Matusalén sería uno de los últimos Patriarcas antediluvianos que viviera sobre la tierra de entonces y para cuando éste muriera, sería señal que el diluvio estaba cerca, viviendo un total de 969 años, (Gén.5: 21, 25-27) Matusalén muere en el mismo año del diluvio o cuando Noé tenía 600 años, la desaparición de este hombre de Dios daba testimonio que los 120 años de gracia llegaban de esta manera a su fin. En medio de la corrupción reinante, Matusalén, Noé y muchos más, trabajaron para conservar el conocimiento del verdadero Dios y para detener la ola del mal. … Enoc había repetido a sus hijos lo que Dios le había manifestado tocante al diluvio, y Matusalén y sus hijos, que alcanzaron a oír las prédicas de Noé, le ayudaron en la construcción del arca. (PP. Cap. 7 El diluvio. Pág. 81) Pero también encontramos que muchos rechazaron el mensaje de la época, 120 años despreciados y a quienes predicaban hicieron mofa, escarnio y se burlaron de manera grotesca. (2ª Ped. 3: 1-7) Al principio, pareció que muchos recibirían la advertencia; sin embargo, no se volvieron a Dios con verdadero arrepentimiento. No quisieron renunciar a sus pecados. Durante el tiempo que precedió al diluvio, su fe fue probada, pero ellos no resistieron esa prueba. Vencidos por la incredulidad reinante, se unieron a sus antiguos camaradas para rechazar el solemne mensaje. Algunos estaban profundamente convencidos, y hubieran atendido la amonestación; pero eran tantos los que se mofaban y los ridiculizaban, que terminaron por participar del mismo espíritu, resistieron a las invitaciones de la misericordia, y pronto se hallaron entre los más atrevidos e insolentes burladores; pues nadie es tan desenfrenado ni se hunde tanto en el pecado como los que una vez conocieron la luz, pero resistieron al Espíritu que convence de pecado.
  • 17. 17 No todos los hombres de aquella generación eran idólatras en el sentido estricto de la palabra. Muchos profesaban ser adoradores de Dios. Alegaban que sus ídolos eran imágenes de la Deidad, y que por su medio el pueblo podía formarse una concepción más clara del Ser divino. Esta clase sobresalía en el menosprecio del mensaje de Noé. Al tratar de representar a Dios mediante objetos materiales, cegaron sus mentes en lo que respectaba a la majestad y al poder del Creador; dejaron de comprender la santidad de su carácter, y la naturaleza sagrada e inmutable de sus requerimientos. A medida que el pecado se generalizaba, les parecía cada vez menos grave, y terminaron por declarar que la ley divina ya no estaba en vigor; que era contrario al carácter de Dios castigar la transgresión; y negaron que sus juicios se harían sentir en la tierra. Si los hombres de aquella generación hubieran obedecido la ley divina, habrían reconocido la voz de Dios en la amonestación de su siervo; pero al rechazar la luz sus mentes se habían vuelto tan ciegas, que creyeron de veras que el mensaje de Noé era un engaño. No fueron las multitudes o las mayorías las que se colocaron de parte de lo justo. El mundo se puso contra la justicia y las leyes de Dios, y Noé fue considerado fanático. Satanás, al tentar a Eva para que desobedeciese a Dios, le dijo: "No moriréis." (Gén. 3:4.) Grandes hombres del mundo, honrados y sabios, repitieron lo mismo. "Las amenazas de Dios -dijeron- tienen por fin intimidarnos y nunca se realizarán. No debéis alarmaros. Nunca se producirá la destrucción de la tierra por el Dios que la hizo ni el castigo de los seres que él creó. Podéis estar tranquilos; no temáis. Noé es un descabellado fanático." El mundo se reía de la locura del iluso anciano. En vez de humillar sus corazones ante Dios, persistieron en su desobediencia e impiedad, como si Dios no les hubiera hablado por su siervo.
  • 18. 18 Pero Noé se mantuvo como una roca en medio de la tempestad. Rodeado por el desdén y el ridículo popular, se distinguió por su santa integridad y por su inconmovible fidelidad. Sus palabras iban acompañadas de poder, pues eran la voz de Dios que hablaba a los hombres por medio de su siervo. Su relación con Dios le comunicaba la fuerza del poder infinito, mientras que, durante ciento veinte años, su voz solemne anunció a oídos de aquella generación acontecimientos que, en cuanto podía juzgar la sabiduría humana, estaban fuera de toda posibilidad. El mundo antediluviano razonaba que las leyes de la naturaleza habían sido estables durante muchos siglos. Las estaciones se habían sucedido unas a otras en orden. Hasta entonces nunca había llovido; la tierra había sido regada por una niebla o el rocío. Los ríos nunca habían salido de sus cauces, sino que habían llevado sus aguas libremente hacia el mar. Leyes fijas habían mantenido las aguas dentro de sus límites naturales. Pero estos razonadores no reconocían la mano del que había detenido las aguas diciendo: "Hasta aquí vendrás, y no pasarás adelante." (Job 38:11) A medida que transcurría el tiempo sin ningún cambio visible en la naturaleza, los hombres cuyo corazón a veces había temblado de temor comenzaron a tranquilizarse. Razonaron, como muchos lo hacen hoy, que la naturaleza está por encima del Dios de la naturaleza, y que sus leyes están tan firmemente establecidas que el mismo Dios no podría cambiarlas. Alegando que si el mensaje de Noé fuese correcto, la naturaleza tendría que cambiar su curso, hicieron que ese mensaje apareciera ante el mundo como un error, como un gran engaño. Demostraron su desdén por la amonestación de Dios haciendo exactamente las mismas cosas que habían hecho antes de recibir la advertencia.
  • 19. 19 Continuaron sus fiestas y glotonerías; siguieron comiendo y bebiendo, plantando y edificando, haciendo planes con referencia a beneficios que esperaban obtener en el futuro; y se hundieron más profundamente en la impiedad y el obstinado menosprecio de los requerimientos de Dios, para mostrar que no temían al Ser infinito. Afirmaban que si fuese cierto lo que Noé había dicho, los hombres de fama, los sabios, los prudentes y los grandes lo habrían comprendido. (PP. Cap. 7 El diluvio. Pág. 82, 83, 84,) Mientras que su tiempo de gracia estaba concluyendo, los antediluvianos se entregaban a una vida agitada de diversiones y festividades. Los que poseían influencia y poder se empeñaban en distraer la atención del pueblo con alegrías y placeres para que ninguno se dejara impresionar por la última solemne advertencia. (PP. Cap. 7 El diluvio. Pág. 93) De esta forma, las burlas, las mofas, el desprecio del mensaje divino, los hombres de Dios que estuvieron hasta el último momento de este mensaje, la misma vida antediluviana, las obras, los razonamientos de la época frente al anuncio inminente de un gran diluvio, la vida social, espiritual y moral, revelaban que aquél tiempo de gracia y misericordia divina se acercaban a su fin. El fin del tiempo de gracia antediluviano Las Escrituras nos revelan que finalmente ese tiempo de gracia y misericordia se cumplió llegando lamentablemente a su epilogo tal como fue anunciado y que efectivamente vino el diluvio sobre la tierra destruyéndolo todo, geografía, vegetación, clima, hombres y animales, salvo aquellos que creyeron el mensaje y entraron al arca, (Gén. 6: 8,9, 14-22; 7: 1-24) la hora final había llegado para aquella poderosa raza de seres humanos, aquella hora de la cual se burlaron y despreciaron llegó finalmente a su medianoche eterna.
  • 20. 20 Solamente ocho almas de la enorme población antediluviana creyeron y obedecieron la palabra que Dios les habló por labios de Noé. Durante ciento veinte años el predicador de la justicia amonestó al mundo acerca de la destrucción que se aproximaba; pero su mensaje fue desechado y despreciado. (PP. Cap. 7 El diluvio. Pág. 92) Su tiempo de gracia estaba a punto de concluir. Noé había seguido fielmente las instrucciones que había recibido de Dios. El arca se terminó en todos sus aspectos como Dios lo había mandado, y fue provista de alimentos para los hombres y las bestias. Y entonces el siervo de Dios dirigió su última y solemne súplica a la gente. Con anhelo indecible, les rogó que buscasen refugio mientras era posible encontrarlo. Nuevamente rechazaron sus palabras, y alzaron sus voces en son de burla y de mofa. (PP. Cap. 7 El diluvio. Pág. 85) La semana de prueba ¿una demora? Cuando se cumplió el plazo fijado por Dios, Noé, junto a toda su familia y los animales entraron en el arca, sin embargo, el diluvio no se precipitó de manera inmediata en el momento en que Dios les cerró la puerta, (Gén. 7: 16) sino más bien, este se produce siete días más tarde. Según la cronología bíblica, cuando Noé entró en el arca éste tenía 600 años de edad, en el mes segundo a los 17 días de ese mes vino el diluvio, (v. 6, 11) lo que implica que el Patriarca entró con su familia y los animales el día 10 de ese mismo mes. Ese día, Dios le dice a Noé que abría una aparente demora, (v. 1-4) es decir, que después que él entre en el arca, pasarían aún siete días más antes que el diluvio venga sobre la tierra, los cuales sumados al día 10, cuando recién Noé entró en el arca, nos lleva al día 17 de ese mismo mes, que fue el día en que se precipitan las aguas y se hace efectivo el juicio sobre los hombres y mujeres de aquella época, es decir, después de una semana. (v. 10-16)
  • 21. 21 Si esto fue una demora o tardanza en los planes de Dios, no alteró en nada el plazo fijado de los 120 años, estos se cumplieron o terminaban de forma exacta el día 17 del segundo mes del año 600 de la vida de Noé, esta semana adicional formaba parte del plan de Dios y no una tardanza real sino más bien era una tardanza aparente, era parte del tiempo de los 120 años. Si hubiera sido una tardanza real, esta se hubiera extendido más allá de los 120 años establecidos por Dios como tiempo de gracia y misericordia para esa raza. Durante siete días después que Noé y su familia hubieron entrado en el arca, no aparecieron señales de la inminente tempestad. Durante ese tiempo se probó su fe. Fue un momento de triunfo para el mundo exterior. La aparente tardanza confirmaba la creencia de que el mensaje de Noé era un error y que el diluvio no ocurriría. A pesar de las solemnes escenas que habían presenciado, al ver cómo las bestias y las aves entraban en el arca, y el ángel de Dios cerraba la puerta, continuaron las burlas y orgías, y hasta se mofaron los hombres de las manifiestas señales del poder de Dios. Se reunieron en multitudes alrededor del arca para ridiculizar a sus ocupantes con una audacia violenta que no se habían atrevido a manifestar antes. (PP. Cap. 7 El diluvio. Pág. 86, 87) Ese tiempo de gracia se cumplió, no solo en el evento sino también en el tiempo que Dios había establecido para el mundo de entonces, desde que Dios llamó a Noé a los 480 años de la vida de éste, comenzaron a correr los 120 años que nos llevan a esta instancia con esta semana incluida. Terminada aquella semana, al octavo día se desata la gran catástrofe que pondría fin al mundo de entonces (Gén. 7: 6-24) aquél tiempo de gracia no se extendió más allá de la fecha establecida por Dios. Pero al octavo día obscuros nubarrones cubrieron los cielos. Y comenzó el estallido de los truenos y el centellear de los relámpagos. Pronto grandes gotas de agua comenzaron a caer. Nunca había presenciado el mundo cosa semejante y el temor se apoderó del corazón de los hombres.
  • 22. 22 Todos se preguntaban secretamente: "¿Será posible que Noé tuviera razón y que el mundo se halle condenado a la destrucción?" El cielo se obscurecía cada vez más y la lluvia caía más aprisa. Las bestias rondaban presas de terror, y sus discordantes aullidos parecían lamentar su propio destino y la suerte del hombre. Entonces "fueron rotas todas las fuentes del grande abismo, y las cataratas de los cielos fueron abiertas." (Vers. 11.) El agua se veía caer de las nubes cual enormes cataratas. Los ríos se salieron de madre e inundaron los valles. Torrentes de aguas brotaban de la tierra con fuerza indescriptible, arrojando al aire, a centenares de pies, macizas rocas, que al caer se sepultaban profundamente en el suelo. La gente presenció primeramente la destrucción de las obras de sus manos. Sus espléndidos edificios, sus bellos jardines y alamedas donde habían colocado sus ídolos, fueron destruidos por los rayos, y sus escombros fueron diseminados. Los altares donde habían ofrecido sacrificios humanos fueron destruidos, y los adoradores temblaron ante el poder del Dios viviente, y comprendieron que había sido su corrupción e idolatría lo que había provocado su destrucción. A medida que la violencia de la tempestad aumentaba, árboles, edificios, rocas y tierra eran lanzados en todas direcciones. El terror de los hombres y los animales era indescriptible. Por encima del rugido de la tempestad podían escucharse los lamentos de un pueblo que había despreciado la autoridad de Dios. El mismo Satanás, obligado a permanecer en medio de los revueltos elementos, temió por su propia existencia. Se había deleitado en dominar tan poderosa raza, y deseaba que los hombres viviesen para que siguieran practicando sus abominaciones y rebelándose contra el Rey del cielo. Ahora lanzaba maldiciones contra Dios, culpándolo de injusticia y de crueldad. Muchos, como Satanás, blasfemaban contra Dios, y si hubiesen podido, le habrían arrojado del trono de su poder. Otros, locos de terror, extendían las manos hacia el arca, implorando que les permitieran entrar.
  • 23. 23 Pero sus súplicas fueron vanas. Su conciencia despertó, por fin, y se convencieron de que hay en los cielos un Dios que lo gobierna todo. Le invocaron con fervor, pero los oídos del Creador no escuchaban sus súplicas. En aquella terrible hora vieron que la transgresión de la ley de Dios había ocasionado su ruina. Pero, si bien por temor al castigo reconocían su pecado, no sentían verdadero arrepentimiento ni verdadera repugnancia hacia el mal. Habrían vuelto a su desafío contra el cielo, si se les hubiese librado del castigo. Así también cuando los juicios de Dios caigan sobre la tierra antes del diluvio de fuego, los impíos sabrán exactamente en qué consiste su pecado: en haber menospreciado su santa ley. Sin embargo, su arrepentimiento no será más genuino que el de los pecadores del mundo antiguo. Algunos, en su desesperación, trataron de romper el arca para entrar en ella; pero su firme estructura soportó todos estos intentos. Otros se asieron del arca hasta que fueron arrancados de ella por las embravecidas aguas o por los choques con las rocas y los árboles. Todas las fibras de la maciza arca temblaban cuando era golpeada por los vientos inmisericordes, y una ola la arrojaba a la otra. Los rugidos de los animales que estaban dentro del arca expresaban su miedo y dolor. Pero en medio de los revueltos elementos el arca continuaba flotando con toda seguridad. Ángeles muy poderosos habían sido enviados para protegerla. Los animales expuestos a la tempestad corrían hacia los hombres, como si esperasen ayuda de ellos. Algunas personas se ataron, juntamente con sus hijos, en los lomos de poderosos animales, sabiendo que éstos eran tenaces para conservar la vida, y que subirían a los picos más altos para escapar de las crecientes aguas. Otros se ataron a altos árboles en la cumbre de las colinas o las montañas; pero los árboles fueron desarraigados, y juntamente con su cargamento de seres vivientes fueron lanzados a las bullentes olas.
  • 24. 24 Sitio tras sitio que prometía seguridad era abandonado. A medida que las aguas subían más y más, la gente huía a las más elevadas montañas en busca de refugio. En muchos lugares podía verse a hombres y animales que luchaban por asentar pie en un mismo sitio hasta que al fin unos y otros eran barridos por la furia de los elementos. Desde las cimas más altas, los hombres contemplaban un enorme océano sin playas. Las solemnes amonestaciones del siervo de Dios ya no eran objeto de ridículo y mofa. ¡Cuánto habrían deseado estos pecadores condenados a morir que se les volviera a deparar la oportunidad que habían menospreciado! ¡Cómo imploraban que se les diera una hora más de gracia, otra manifestación de misericordia, otra invitación de labios de Noé! Pero ya no habían de oír la dulce voz de misericordia. El amor, no menos que la justicia, exigía que los juicios de Dios pusiesen término al pecado. Las aguas vengadoras barrieron el último refugio, y los que habían despreciado a Dios perecieron finalmente en las obscuras profundidades. (PP. Cap. 7 El diluvio. Pág. 87, 88, 89) Hoy permanecen solamente las evidencias imborrables, petrificadas y estampadas como en un gran libro de texto al natural al cual el tiempo no ha podido modificar de aquel gran cataclismo universal que modificó radicalmente la superficie, clima, geología y estructura de la tierra para siempre. Los restos fósiles de plantas, arboles, insectos y animales, se aprecian aún sobre la tierra permaneciendo como únicos testigos y convertidos ahora en predicadores silenciosos e irrefutables de aquella catástrofe universal como una solemne advertencia para todos los hombres de la actualidad, que existió una época en el pasado que tuvo su tiempo de gracia y misericordia y que este llegó inevitablemente a su fin determinando así, el ocaso de toda una civilización. Esta gran catástrofe también nos revela que los tiempos y cronologías divinas se cumplen de manera precisa en su evento y tiempo, nos revelan que la agenda divina no conoce premura ni demora, que lo que Dios dice se cumple en el momento y tiempo en que él lo determinó y de la forma como lo planificó.
  • 25. 25 La destrucción de Sodoma y Gomorra y su tiempo de gracia Una vez que Noé y sus hijos salieron del arca, comenzaron sobre la tierra nuevas condiciones de vida, no solamente geográficas y climáticas, sino también sociales, donde el vigor físico comenzó a disminuir y la edad de los hombres empezó a reducirse drásticamente. La orden de Dios, así como al comienzo de la creación, (Gén. 1: 28) fue de multiplicarse sobre la tierra, así también lo sería después del diluvio, (Gén. 9: 1-7) los hombres habrían de multiplicarse sobre la faz de toda la tierra, de esta manera comienzan a surgir variados grupos familiares en diferentes lugares, (Gén. 10: 1-32) sin embargo, algunos de ellos, como los descendientes de Cam y su hijo Canaán, se agruparon en la llanura de Sinar convirtiéndose en los más depravados de la zona.(Gén. 8: 20-27; 10: 15-20) Sin embargo, nuevamente comienzan a desarrollarse y manifestarse sobre la tierra de aquel entonces el mal en todas sus formas, nuevamente los hombres comenzaron a despreciar a Dios y apartarse de sus caminos. Los habitantes de la llanura comenzaron a llegar a traspasar los límites de la paciencia divina hasta donde Dios puede tolerar el mal. Sodoma y Gomorra y todas las ciudades de aquel lugar llegaron a un punto en su maldad, depravación y corrupción del cual no habría ya retorno y cuyas consecuencias serían desastrosas, (Gén. 13: 13; 18: 20-21) el mal en estas ciudades cananeas había llegado a niveles tan peligrosos cuyas prácticas morales de sus habitantes llegó al límite de la paciencia divina. LA MÁS bella entre las ciudades del valle del Jordán era Sodoma, situada en una llanura que era como el "huerto de Jehová" (Gén. 13:10) por su fertilidad y hermosura. Allí florecía la abundante vegetación de los trópicos. Allí abundaban la palmera, el olivo y la vid, y las flores esparcían su fragancia durante todo el año. Abundantes mieses revestían los campos, y muchos rebaños lanares y vacunos cubrían las colinas circundantes.
  • 26. 26 El arte y el comercio contribuían a enriquecer la orgullosa ciudad de la llanura. Los tesoros del oriente adornaban sus palacios, y las caravanas del desierto proveían sus mercados de preciosos artículos. Con poco trabajo mental o físico, se podían satisfacer todas las necesidades de la vida, y todo el año parecía una larga serie de festividades. La abundancia general dio origen al lujo y al orgullo. La ociosidad y las riquezas endurecen el corazón que nunca ha estado oprimido por la necesidad ni sobrecargado por el pesar. El amor a los placeres fue fomentado por la riqueza y la ociosidad, y la gente se entregó a la complacencia sensual. "He aquí -dice Ezequiel,- que ésta fue la maldad de Sodoma tu hermana: soberbia, hartura de pan, y abundancia de ociosidad tuvo ella y sus hijas; y no corroboró la mano del afligido y del menesteroso. Y ensoberbeciéronse, e hicieron abominación delante de mí, y quitélas como vi bueno." (16: 49, 50.) Nada desean los hombres tanto como la riqueza y la ociosidad, y, sin embargo, estas cosas fueron el origen de los pecados que acarrearon la destrucción de las ciudades de la llanura. La vida inútil y ociosa de sus habitantes los hizo víctimas de las tentaciones de Satanás, desfiguraron la imagen de Dios, y se hicieron más satánicos que divinos. La ociosidad es la mayor maldición que puede caer sobre el hombre; porque la siguen el vicio y el crimen. Debilita la mente, pervierte el entendimiento y el alma. Satanás está al acecho, pronto para destruir a los imprudentes cuya ociosidad le da ocasión de acercarse a ellos bajo cualquier disfraz atractivo. Nunca tiene más éxito que cuando se aproxima a los hombres en sus horas ociosas. Reinaban en Sodoma el alboroto y el júbilo, los festines y las borracheras. Las más viles y más brutales pasiones imperaban desenfrenadas. Los habitantes desafiaban públicamente a Dios y a su ley, y encontraban deleite en los actos de violencia. Aunque tenían ante sí el ejemplo del mundo antediluviano, y sabían cómo se había manifestado la ira de Dios en su destrucción, sin embargo, seguían la misma conducta impía. (PP. Cap. 14 La destrucción de Sodoma. Pág. 152, 153)
  • 27. 27 Estos niveles peligrosos de maldad, corrupción y depravación al interior de estas ciudades cananeas, estaban siendo fielmente monitoreados por Dios, (Gén. 13: 13; 18: 20-21) así, cuando el mal entre los hombres requiere de la intervención divina es porque que se ha llegado a una condición tal, que resulta imposible de describir y se hace imperativo, por el bien general, poner fin a tales prácticas y de quienes las llevan a efecto. De esta forma, Dios decide poner fin a estas cinco ciudades cananeas, sin embargo, antes de hacerlo, les daría un determinado tiempo de gracia antes de efectuar sus juicios destructivos sobre sus moradores. Desde que comenzara nuevamente el desarrollo de la vida, del momento en que los hombres salieron del arca y estos habitantes se unieran en el valle de Sinar dando origen a las familias de los cananeos, habían transcurrido aproximadamente unos 400 años hasta el momento en que fueron destruidas. Dios tenía que advertir a estos moradores de su peligroso estado moral y que su maldad sería castigada de forma trágica, fue así, que con la llegada de Lot y el testimonio de Abraham, éstos habitantes conocerían al Dios del cielo y la verdadera religión, desde el momento en que Lot se separa de su tío Abraham y decidiera habitar cerca de Sodoma y Gomorra (Gén. 13: 1-13) comenzaría a correr el tiempo de gracia para estas ciudades. Cuando Lot se trasladó a Sodoma, la corrupción no se había generalizado, y Dios en su misericordia permitió que brillasen rayos de luz en medio de las tinieblas morales. Cuando Abrahán libró a los cautivos de los elamitas, la atención del pueblo fue atraída a la verdadera fe. Abrahán no era desconocido para los habitantes de Sodoma, y su veneración del Dios invisible había sido para ellos objeto de ridículo; pero su victoria sobre fuerzas muy superiores, y su magnánima disposición acerca de los prisioneros y del botín, despertaron la admiración y el asombro. Mientras alababan su habilidad y valentía, nadie pudo evitar la convicción de que un poder divino le había dado la victoria. Y su espíritu noble y desinteresado, tan extraño para los egoístas habitantes de Sodoma, fue otra prueba de la superioridad de la religión a la que honró por su valor y fidelidad.
  • 28. 28 Melquisedec, al bendecir a Abrahán, había reconocido a Jehová como la fuente de todo su poder y como autor de la victoria: "Bendito sea Abram del Dios alto, poseedor de los cielos y de la tierra; y bendito sea el Dios alto, que entregó tus enemigos en tu mano." (Gén. 14:19, 20.) Dios estaba hablando a aquel pueblo por su providencia, pero el último rayo de luz fue rechazado, como todos los anteriores. (PP. Cap. 14 La destrucción de Sodoma. Pág. 153, 154) Para cuando Sodoma y Gomorra fueron destruidas, Abraham ya tenía 99 años de edad, (Gén. 17: 1; 18: 1-33; 19-20) de manera que, para cuando se cumple la promesa del nacimiento de Isaac, el hijo de la promesa, éste tenía 100 años, (Gén. 21: 1-5) por lo cual, Isaac nació un año después de la destrucción de Sodoma y Gomorra, desde aquella destrucción habían transcurrido tan solo un año hasta su nacimiento. Ahora, si retrocedemos en el tiempo y tomando como línea de tiempo los años de vida de Abraham, para cuando nace Ismael el hijo del Patriarca y de Agar, éste tenía 86 años de edad, (Gén. 16: 16) para ese entonces Abraham y Lot ya estaban viviendo separados y Lot se encontraba viviendo en Sodoma. Si contamos desde el nacimiento de Ismael, teniendo el Patriarca 86 años de edad, hasta la destrucción de Sodoma y Gomorra, donde Abraham tenía para entonces 99 años el cual fue el año de la catástrofe para estas ciudades, nos da un total de 13 años. Sin embargo, y de la manera como lo hemos mencionado, el tiempo de gracia para estas ciudades comenzaría a correr a partir de la llegada de Lot, la Biblia revela que éste se encuentra viviendo en Sodoma mucho antes del nacimiento de Ismael, para ser más preciso desde el momento en que subieron de Egipto en el tiempo de la gran sequía y hambre en la tierra. (Gén. 12: 10-20; 13: 1) La Biblia señala que en ese tiempo subieron de Egipto y deciden separarse, a consecuencia de una rencilla entre sus pastores que finalmente llevó a la decisión de la separación y donde Lot escoge como tierra para vivir todo el valle donde se encontraban estas ciudades. (Gén. 13: 2-18)
  • 29. 29 Para cuando acontece aquello, Abraham tenía 75 años de edad (Gén. 12: 4) y al parecer, estos eventos no pasaron de ese tiempo, (Gén. 12: 19-20; 13: 1-6) de esta forma, si tomamos este año de la edad de Abraham (75) como la fecha en que Lot se separó de su tío y decide vivir en el valle y con ello dando comienzo al tiempo de gracia para Sodoma y Gomorra hasta que este concluye definitivamente cuando Abraham tenía 99 años, encontramos que nos da un total de 24 años, los cuales serían el tiempo de gracia y misericordia destinado a los moradores del valle. Durante estos 24 años que conformaron este tiempo de gracia para los habitantes de estas cinco ciudades (Gén. 10: 15-20; 19: 22-29; Jud. 7) que finalmente fueron destruidas, se produjeron diferentes acontecimientos que hacían presagiar que su tiempo estaba finalizando rápidamente, señales precursoras se manifestaron previas a la gran catástrofe. Señales de la destrucción de Sodoma y Gomorra Uno de los primeros eventos que se produce al comenzar ese tiempo de gracia fue de origen natural, una catástrofe que llevó a toda la tierra de Canaán a sumirse en una terrible y devastadora sequía y hambre. (Gén. 12: 10) También encontramos que el índice de maldad de sus habitantes había aumentado a niveles peligrosos, acercándose al límite de la inmoralidad “permitida” por Dios. (Gén. 13: 13; 18: 20) durante ese tiempo también encontramos que se producen problemas que llevan a uniones políticas entre ciertos reyes los cuales finalmente terminan en guerra. (Gén. 14: 1-24) Otro acontecimiento que ocurrió fue el nacimiento de Ismael, Dios le había prometido a Abraham que tendría un hijo según la carne, (Gén. 12: 1-3; 15: 1-21) y que llevaría su propia sangre, era considerado éste, el hijo de la promesa debido a la edad avanzada tanto de Abraham como de Sara su esposa.
  • 30. 30 Frente a la duda, estos deciden tener un hijo de la esclava Agar, la egipcia, donde el Patriarca debía de allegarse a ella, de esta unión nació Ismael, (Gén. 16: 1-16) que más tarde y en la historia traería serios conflictos, pero este no era definitivamente el cumplimiento de la promesa. De manera que, antes de la destrucción de Sodoma y Gomorra o que terminara el tiempo de gracia para ellas, apareció el falso hijo de la promesa, como una falsificación o imitación de aquella promesa que Dios les hiciera. Antes que naciera Isaac, el verdadero heredero y cumplimiento de la promesa divina, Dios tenía que preparar el escenario, destruyendo la maldad, la corrupción, la inmoralidad y depravación de ese tiempo. Fue así, que al año siguiente de la destrucción de Sodoma y Gomorra y de todas las ciudades de la llanura, nació Isaac, cumpliendo Dios su promesa en el tiempo señalado y planificado por Dios y no antes. (Gén. 18: 14; 21: 1- 7) Una notable señal, previa a la destrucción de Sodoma y Gomorra se produce con la llegada de tres seres divinos al lugar de los hechos, (Gén. 17: 1; 18: 1- 3; 16-33; 19: 1) Cristo y dos ángeles se hacían presentes, los dos mensajeros divinos enviados por Dios tienen la misión se proteger a Lot y su familia y de sacarlos de la ciudad previa a su destrucción final, (Gén. 19: 1-29) y con tal misión se dirigen hacia Sodoma (Gén. 18: 21-22) mientras que Cristo (Jehová Gén. 18: 33) permanecía con Abraham y le revelaba lo que acontecería (v. 16- 22) Aquí encontramos que se produce una intercesión de parte del Patriarca ante Dios por los moradores de Sodoma y Gomorra, donde Abraham se convierte, en esa instancia, en un tipo o figura de Cristo como sumo sacerdote frente a Dios intercediendo previo al juicio final. (Gén. 18: 23-33) Todos estos eventos no fueron por casualidad, revelaban que algo de mayor gravedad acontecería en la tierra en el lugar donde se encontraba concentrada toda la actividad y prosperidad humana, Mesopotamia se convertiría en testigo de cómo una gran catástrofe pondría fin a cerca de cuatro siglos de prosperidad y de terrible inmoralidad y creciente maldad.
  • 31. 31 Finalmente el tiempo de gracia para Sodoma y Gomorra llegó a su término, 24 años de gracia y misericordia fueron despreciados por los habitantes de la llanura, finalmente y después de tanto tiempo el reloj marcaba la medianoche para aquellas personas que se vieron envueltas en los actos más depravados, pervertidos y cuyo índice de maldad alcanzó niveles peligrosos traspasando los límites de la paciencia divina. (Gén. 18: 20-21; 19: 1-29) Y ahora se acercaba la última noche de Sodoma. Las nubes de la venganza proyectaban ya sus sombras sobre la ciudad condenada. Pero los hombres no las percibieron. Mientras se acercaban los ángeles con su misión destructora, los hombres soñaban con prosperidad y placer. El último día fue como todos los demás que habían llegado y desaparecido. La noche se cerró sobre una escena de hermosura y seguridad. Los rayos del sol poniente inundaron un panorama de incomparable belleza. La frescura del atardecer había atraído fuera de las casas a los habitantes de la ciudad, y las muchedumbres amantes del placer se paseaban gozando de aquel momento. A la caída de la tarde, dos forasteros se acercaron a la puerta de la ciudad. Parecían viajeros que venían a pasar allí la noche. Nadie pudo reconocer en estos humildes caminantes a los poderosos heraldos del juicio divino, y poco pensaba la alegre e indiferente muchedumbre que, en su trato con estos mensajeros celestiales, esa misma noche colmaría la culpabilidad que condenaba a su orgullosa ciudad. (PP. Cap. 14 La destrucción de Sodoma. Pág. 154) Aquella última noche no se distinguió porque se cometieran mayores pecados que en otras noches anteriores; pero la misericordia, tanto tiempo despreciada, al fin cesó de interceder por ellos. Los habitantes de Sodoma habían pasado los límites de la longanimidad divina, "el límite oculto entre la paciencia de Dios y su ira." Los fuegos de su venganza estaban por encenderse en el valle de Sidim.
  • 32. 32 Los ángeles manifestaron a Lot el objeto de su misión: "Vamos a destruir este lugar, por cuanto el clamor de ellos ha subido de punto delante de Jehová; por tanto Jehová nos ha enviado para destruirlo." Los forasteros a quienes Lot había tratado de proteger, le prometieron a su vez protegerlo a él y salvar también a todos los miembros de su familia que huyeran con él de la ciudad impía. La turba ya cansada se había marchado, y Lot salió para avisar a sus yernos. Repitió las palabras de los ángeles: "Levantaos, salid de este lugar; porque Jehová va a destruir esta ciudad." Pero a ellos les pareció que Lot bromeaba. Se rieron de lo que llamaron sus temores supersticiosos. Sus hijas se dejaron convencer por la influencia de sus maridos. Se encontraban perfectamente bien donde estaban. No podían ver señal alguna de peligro. Todo estaba exactamente como antes. Tenían grandes haciendas, y no les parecía posible que la hermosa Sodoma iba a ser destruida. (PP. Cap. 14 La destrucción de Sodoma. Pág. 156, 157) "El sol salía sobre la tierra, cuando Lot llegó a Zoar." Los claros rayos matutinos parecían anunciar sólo prosperidad y paz a las ciudades de la llanura. Empezó el ajetreo de la vida diaria por las calles; los hombres iban por sus distintos caminos, a su negocio o a los placeres del día. Los yernos de Lot se burlaban de los temores y advertencias del caduco anciano. De repente, como un trueno en un cielo despejado, se desató la tempestad. El Señor hizo llover fuego y azufre del cielo sobre las ciudades y la fértil llanura. Sus palacios y templos, las costosas moradas, los jardines y viñedos, la muchedumbre amante del placer, que la noche anterior había injuriado a los mensajeros del cielo, todo fue consumido. El humo de la conflagración ascendió al cielo como si fuera el humo de un gran horno. Y el hermoso valle de Sidim se convirtió en un desierto, un sitio que jamás había de ser reconstruido ni habitado, como testimonio para todas las generaciones de la seguridad con que el juicio de Dios castiga el pecado. (PP. Cap. 14 La destrucción de Sodoma. Pág. 160)
  • 33. 33 La destrucción de Sodoma y Gomorra nos revela también que todo tiempo de gracia que Dios ha concedido a los hombres en lo pasado no es eterno, sino más bien que este tiene un determinado plazo y llega a su fin, nos revela que todo tiempo de gracia y misericordia tiene un comienzo y un final y que los tiempos establecidos por Dios para destruir el pecado y la maldad de los hombres se cumplen en el tiempo y momento preciso y el indicado por la agenda divina. Egipto y los siete tiempos de gracia El tiempo de gracia concedido a Egipto en los días de José, es otra muestra de cómo los tiempos establecidos por la divinidad se cumplen. Dios advirtió a Faraón que vendría una gran catástrofe sobre la tierra de entonces, una gran sequía azotaría la región provocando hambre y gran necesidad entre la gente de aquel tiempo y sumiendo al mundo de entonces en una gran crisis producto de la escases de alimentos. (Gén. 41: 1-36) La advertencia fue hecha en sueños entregados a Faraón, a través de símbolos y figuras se revelaba lo que acontecería sobre la tierra y el tiempo relacionado con la gran crisis que vendría, siete vacas gordas y siete vacas flacas, así como siete espigas altas con gran cantidad de grano y siete espigas estériles, ambos sueños se referían al mismo acontecimiento. Según la interpretación que se hace de estas figuras en los sueños, tanto las siete vacas gordas y las siete espigas con fruto representaban siete años de gran abundancia en la tierra de Egipto, mientras que las siete vacas flacas y las siete espigas sin fruto simbolizaban también siete años que vendrían tras los primeros, de gran escases y hambre sobre la tierra. (v. 25-32) De no hacer los preparativos necesarios para enfrentar la catástrofe, sufrirían las terribles consecuencias de una de las sequías más devastadoras y el hambre más severo que se haya producido hasta allí. (v. 30-31) De esta manera, los hombres de entonces contarían primero con siete años de gran abundancia sobre la tierra de Egipto antes que llegara el desastre.
  • 34. 34 Este tiempo de gracia, los primeros siete años, comenzarían para el tiempo en que José estuviera preparado para convertirse en el gran líder y administrador de Egipto quedando de esta manera al frente para lidiar con la catástrofe y preparándose en los primeros siete años de abundancia. (v. 33-57) Vendido por sus hermanos, pasó a través de grandes pruebas que en su fidelidad y lealtad a Dios fue privado de siete años de libertad, acusado injustamente fue encarcelado en Egipto. (Gén. 37: 1-36; 39: 1-23) Sin embargo, todo esto formaba parte del plan de Dios para preparar a José a través de duras pruebas para lo que vendría más adelante sobre la tierra. Enfrentar una crisis como la que vendría, requería de un hombre de Dios y preparado en su fuero interno para convertirse finalmente en el hombre de su tiempo. De esta forma, entra José en el escenario, al ser sacado de la cárcel, y convertido en el segundo hombre más poderoso de todo Egipto, después de Faraón, comenzaría el tiempo de gracia que duraría tan solo siete años en los cuales habría gran abundancia para preparar los siete años que vendrían después, de sequía, escases y hambre. La Biblia nos revela que estos eventos se cumplieron de la forma como fueron anunciados, los siete años de abundancia y prosperidad, comenzaron con la llegada de José al frente de todo Egipto, para luego finalizar como Dios lo había anunciado y comenzarían los siete años de sequía. Todo se cumplió en el evento y el tiempo señalado. Nuevamente la Biblia nos revela que el tiempo de gracia y misericordia que Dios concede a los hombres, antes que se produzcan los juicios divinos, no es eterno, y que la misericordia celestial se prolonga solamente por un cierto espacio de tiempo, comienza y termina. En este caso puntual, aunque vino la tragedia, no se sufrió al punto de poner la existencia humana en peligro por la escasez de alimento, debido a que se hizo una preparación previa al hacer caso de las advertencias que Dios hacía y al poner al hombre que Dios había escogido para ese momento, así José, estaba en el lugar correcto en el momento indicado por Dios y debidamente preparado para hacer frente a esa crisis.
  • 35. 35 Imperios, culturas y civilizaciones y su tiempo de gracia También la Biblia nos revela que cada, civilización, cultura, imperio, pueblo y nación que se levantó en la tierra como tal, fue según la voluntad de Dios, nadie que ha llegado al poder mundial lo ha hecho con su propia fuerza, Dios ha permitido según los planes y agenda divina que así aconteciera. (Dan. 4: 17, 25-31, 35; 2: 20-22; Isa. 40: 12-31; 45: 1-7) La historia muestra como cada imperio y civilización llegó al máximo de su poder y luego desapareció de la tierra para convertirse y formar parte de los anales de la historia humana, dejando tras sí tan solo ruinas, escritos y la influencia de su cultura y religión que persiste en el tiempo pero ya sin el poder como en su tiempo lo fuera. ¿Por qué no se convirtieron en imperios mundiales eternos?, ¿por qué desaparecieron de la tierra? ¿Por qué solamente encontramos ruinas, que la arqueología nos ha hecho recordar que existieron alguna vez? cada imperio y civilización ha existido por un determinado tiempo, ascenso, apogeo y caída pareciera ser el ciclo natural pero no una línea continua hacia la inmortalidad ¿por qué? Dios ha determinado un tiempo de gracia para las grandes naciones e imperios, culturas y civilizaciones que se han levantado sobre la tierra, ninguna de ellas ha resultado ser en el tiempo inmortal como era la ambición y deseo de sus monarcas y emperadores, perpetuarse en el tiempo semejante a una divinidad. Las profecías nos revelan cómo cada uno de estos imperios ha emergido y caído para luego ser reemplazado por otro que ocupa su lugar en la historia, (Dan. 2: 1-49) cada uno contó con un determinado tiempo de gracia, en cada uno de ellos siempre hubo un siervo de Dios que amonestó contra la iniquidad, la idolatría, la transgresión y llamó al arrepentimiento, pero fueron rechazados y donde los mensajes y advertencias provenientes del cielo despreciados.
  • 36. 36 Al ser superados los índice de maldad y de transgresión, al ser cometidos los más terribles, crueles y repugnantes actos que la imaginación pueda concebir o imaginar, el deterioro progresivo y rápido de la moralidad con sus peligrosas consecuencias, la separación y rechazo de Dios, la blasfemia de querer ser inmortales ocupando el lugar que solamente le corresponde a Dios, (Isa. 14: 1-23; Ez. 28: 1-19) de esta forma, esas naciones, imperios y civilizaciones traspasaron los límites impuestos por la administración divina y el tiempo de gracia para ellas llegó a su fin sobre la tierra. Esta es la razón por la cual los hombres en la actualidad no se explican cómo ciertas civilizaciones del pasado desaparecieron de la tierra teniendo todo a su favor para perpetuarse en la línea del tiempo, condiciones geográficas y climáticas privilegiadas, conocimientos científicos avanzados como en astronomía y matemáticas, de esta manera y tras investigaciones, estudios y conclusiones de nuestro tiempo, los motivos para su desaparición se atribuyen a cualquier causa menos a la verdadera. Al mirar hacia el pasado, encontramos las evidencias que aún permanecen como mudos testigos de lo que realmente sucedió, la civilización ante diluviana, los habitantes de Mesopotamia con Sodoma y Gomorra, Egipto, Asiria, Babilonia, Medopersia, Grecia y Roma, figuran en la secuencia y lista de las grandes civilizaciones que han desaparecido de la tierra, al analizar cada una de ellas nos daríamos cuenta que cada una tuvo un tiempo de gracia y misericordia antes que se pronunciara y ejecutara la sentencia divina (Dan. 5: 24-31) Otras civilizaciones como los hititas, indígenas, y los grandes pueblos precolombinos de America del Sur llegaron finalmente a su extinción, desapareciendo para siempre y dejando tras sí, solo aquello que fue la causa principal de su exterminio, la idolatría en todas sus formas, altares de sangre donde las vidas humanas eran sacrificadas por cientos de miles a las divinidades paganas para aplacar la ira de sus dioses.
  • 37. 37 Babilonia y su tiempo de gracia Babilonia se cuenta entre una de las civilizaciones más destacadas y conocidas de la historia pasada, la profecía bíblica la menciona en reiteradas ocasiones y es uno de los imperios que se le concedió un significativo tiempo de gracia y misericordia para conocer al Dios del cielo. Tiempo de gracia que llegó y lamentablemente finalizó, cuyas consecuencias fueron trágicas, dejando a esta brillante civilización en ruinas, de las cuales nunca más se levantaría y que solamente la historia nos haría recordar. El imperio neo babilónico, bajo Nabopolazar, el padre de Nabucodonosor que más tarde se convertiría en el rey de Babilonia, surge en el año 605 ac. Derrotando al imperio Asirio y al Faraón Necao en la batalla de Carquemis, convirtiéndose, en ese tiempo, en el único imperio cuya hegemonía prevalecería sobre los demás pueblos. Su apogeo y surgimiento fue anunciado en los tiempos de Isaías, donde el profeta ya en sus días y bajo el imperio Asirio profetizó el surgimiento de esta gran nación. (Isa. 13: 1-22) Babilonia sería un imperio que tendría un papel significativo en el cumplimiento y desarrollo de la profecía bíblica, convirtiéndose en una figura escatológica del mundo y de los poderes del mal en contra de Dios, su ley y la iglesia remanente en el tiempo del fin. Babilonia en sus días incorporó como parte de su territorio y súbditos al pueblo de Israel, a través de una serie de campañas Nabucodonosor sitió a Jerusalén hasta que en el año 587 ac. fue conquistada y destruida de manera definitiva junto con el templo de Salomón. El tiempo de gracia entregado a Babilonia comenzaría desde el momento en que la religión y conocimiento del Dios verdadero le fueren revelados. Desde el instante en que el pueblo de Israel fuera llevado en cautiverio, (Jer. 39: 1- 10; 52: 4-30) Babilonia tendría entre ella a los siervos del Dios del cielo, como lo fueron Daniel y sus compañeros, así como algunos otros más, que darían un poderoso testimonio a favor de la verdadera religión y del verdadero Dios.
  • 38. 38 Por otro lado, la fidelidad de aquellos siervos del Dios del cielo sería probada en medio de la más grande idolatría (Dan. 1: 1-21) de esta forma, Babilonia conocería la gracia destinada a ella. (Dan. 2: 24-28, 46-49; 3: 13-30; 4: 1-37) y su tiempo de misericordia comenzaría a correr. Sin embargo, aquél tiempo de gracia entregado a Babilonia no se prolongaría por mucho tiempo en la historia, llegaría a su fin de una manera trágica y destructiva para aquél imperio que despreció las advertencias del Dios del cielo, tras cometer el último acto que rebasó la copa de la misericordia divina y traspasó los límites permitidos por Dios, Babilonia sentenció finalmente así su suerte para la eternidad. Sin saber que aquella noche sería la última de su historia, el rey Belsasar cometió un acto de sacrilegio y profanación, al mandar traer los vasos y utensilios sagrados del templo de Dios que su padre había llevado de Jerusalén a Babilonia al momento de destruir la ciudad y profanar el templo. (Dan. 1: 1- 2) aquellos utensilios serían utilizados aquella noche en una festividad, pero no era cualquier festividad, era un banquete de naturaleza religiosa y se encontraba dedicada a la adoración de los dioses de Babilonia y este rey, a través de este acto, unió lo sagrado con lo profano y lo pagano. (Dan. 5: 1-4) Este era un culto donde lo divino y lo pagano se mezclaban a la vez a través de una festividad. Estos utensilios simbolizaba en el momento, la presencia divina y Dios no habita entre los demás dioses como igual a ellos, por eso, aquella noche Babilonia sentenció su suerte para la eternidad y su tiempo de gracia finalizó. (Dan. 5: 5-28) En esa misma noche los ejércitos medos ingresaban a la ciudad desviando el cauce del río Éufrates y la noche del año 538 ac. Babilonia cayó para siempre. (Dan. 5: 30-31)
  • 39. 39 La profecía bíblica anunciaba el fin del tiempo de gracia para Babilonia y la liberación del pueblo de Dios regresando este nuevamente a su tierra, el profeta Isaías anunciaba ya en sus días que se levantaría un gran imperio sobre la tierra, pero también profetizaba de su caída, (Isa. 13 y 14) aunque él no revela ningún tiempo para tal evento, sin embargo, es el profeta Jeremías quién revela el fin del tiempo de gracia destinado a Babilonia y la hora de su juicio, así como su castigo, el cual se produciría al termino de los 70 años de cautividad del pueblo de Israel en la tierra de los Caldeos, (Jer. 23: 1-8; 30: 1- 10; 25: 1-11, 12-14) de manera que, para cuando estuviera cerca la liberación del pueblo de Israel, la principal señal sería la caída de Babilonia que correspondería con el fin de su tiempo de gracia anunciada por el profeta Jeremías. (Dan. 5: 5-31; 9: 1-2) De esta forma, el tiempo de gracia y misericordia entregado a Babilonia sería de aproximadamente 70 años, comenzando estos con la cautividad de Israel hasta el momento y el tiempo en que Israel, según lo indicaba la profecía, debía de retornar a su tierra. Sin embargo, fue el profeta Daniel, quién para ese entonces ya anciano y aún cautivo en Babilonia, se dió cuenta que algo acontecería en sus días, que el tiempo y la profecía que hablaban del juicio a Babilonia y la liberación de Israel se habían cumplido, fue el estudio de la palabra de Dios quién reveló al profeta los tiempos que éste estaba viviendo y la verdad presente para su época. La caída de Babilonia, nos revela una vez más que todo tiempo de gracia comienza y llega a su fin, sucedió antes de este imperio y con ella la historia se vuelve a repetir una vez más. Este acontecimiento también fue profetizado con anterioridad a su caída, donde se anuncia que Babilonia sería destruida y nunca más se levantaría de sus ruinas, (Isa. 13: 9-22) así como el escarnio contra el mismo rey de Babilonia. (14: 1-23) De esta forma, la caída de Babilonia obedece a un juicio y sentencia divina que ya estaban profetizadas que acontecería, (Jer. 25: 10-14; 50: 1-46; 51: 1-64) al finalizar su tiempo de gracia, se revelaba con ello que únicamente era el cumplimiento de la profecía en el momento, tiempo y espacio que lo indicaban la agenda divina.
  • 40. 40 Israel y su tiempo de gracia, los 70 años de cautiverio Dios no solamente concedió un tiempo de gracia y misericordia para las naciones, pueblos y civilizaciones cercanas a Israel, sino también lo hizo para con su propio pueblo. Israel fue el pueblo escogido por Dios para ser la nación a través de la cual el resto del mundo conocería la verdadera religión y al Dios del cielo y finalmente la salvación llegara a todos los extremos de la tierra. Sin embargo, y lamentablemente Israel no llegó a cumplir su misión, se aislaron del mundo. Tras continuas rebeliones y terribles apostasías se apartaron de su cometido, por ello, Dios mandaba continuamente a sus siervos los profetas con mensajes de amonestación y suplicas para advertirles de los peligros que entrañaba aquella actitud espiritual, así como los reiterados llamados para que retornaran a los caminos del bien y al pacto de su Dios. De esta manera, Dios toleró por mucho tiempo a la nación Judía, desde que esta fuera sacada y liberada de la esclavitud egipcia, demostró incredulidad, falta de fe, su relación con Dios se manifestó en una continua rebelión que a través de caudillos apostatas los llevaron a su destrucción y perdición con el alto costo de cientos y miles que perecieron. (Ex. 32: 25-29; Núm. 16: 1-50) La experiencia del éxodo revela esta persistente tendencia por la cual finalmente no entraron a la tierra prometida y no alcanzaron el descanso que Dios quería entregarles. (Heb. 3: 1-19; 4: 1-13) Terribles y espantosas apostasías marcaron la historia de este pueblo, una de las más graves se vivió en los días del profeta Elías y en los tiempos del profeta Jeremías y sus contemporáneos, esta última apostasía recibió una severa amonestación y se les advirtió, a través de los profetas que Dios levantó, (Jer. 1: 1-13) que de persistir el pueblo en aquellos caminos las consecuencias serían catastróficas para la nación. (Jer. 1: 14-19)
  • 41. 41 A través del ministerio del profeta Jeremías y otros más, Dios hizo saber al pueblo lo que vendría sobre ellos, el mensaje no solo llegaría hasta el pueblo en sí, sino también a las autoridades religiosas y políticas de la nación, estas fueron advertidas de los peligrosos caminos en los cuales estaban transitando, pero lamentablemente rechazaron el mensaje para su tiempo y en su lugar creyeron a los falsos profetas que les anunciaban paz y seguridad frente al peligro que tenían en frente. (Jer. 36: 1-32: 28: 1-17) Dios les concedió un determinado tiempo de gracia antes que los juicios divinos fueran finalmente ejecutados sobre la nación, nadie sospechaba siquiera la gravedad de tales juicios y los consideraron como si Dios nunca haría tales cosas. Este tiempo de gracia para la nación comenzaría desde el momento en que Dios enviara a sus profetas a advertirle al pueblo de las consecuencias de la rebelión y de la apostasía en que se encontraban y amonestarlo para que dejara los malos caminos y se volviera al Dios verdadero, (Jer. 3: 1-25; 4: 1-4) desde allí en adelante comenzarían a correr los días de gracia para la nación. También se le advirtió al pueblo que ese tiempo de gracia concluiría con el sitio de Jerusalén a manos de los caldeos, que en ese momento era el instrumento divino para ejecutar el juicio divino sobre la impenitente ciudad, Dios envió un libro con un mensaje escrito para que fuera leído, (Jer. 36: 1-32) pero el libro fue quemando a manos de la autoridad política de la nación, con lo cual revelaban que no existía disposición siquiera de escuchar la amonestación, al parecer la suerte de la nación estaba sentenciada por sus propios líderes y habitantes. Al concluir la paciencia y misericordia divina, y con ello finalizar su tiempo de gracia (Jer. 25: 15-38) la nación fue abandona a su suerte, terribles eventos sucedieron de allí en adelante, todo aquello que Dios les había advertido que acontecería se cumplió de forma terrible sobre el pueblo.
  • 42. 42 Con el sitio de Jerusalén, al concluir su tiempo de gracia a manos de Babilonia, nadie entraba ni salía de la ciudad, con ello sobrevino la sed (Lam. 4: 4) y el hambre, (Jer. 52: 4-6) el cual este último, llegó a tales niveles que, el estiércol de animal llegó a tener un gran valor comestible para preservar la vida, (v. 4- 5) la situación era insostenible al interior de la ciudad, (v. 3-9) las mismas mujeres, bajo la desesperación y el dolor extremo del hambre, a escondidas cocinaron a sus propios hijos, (v. 9-10;) el canibalismo se despertó como fiero instinto de supervivencia, (Jer. 19: 8-9) los cuerpos muertos quedaban sobre la tierra sin recibir sepultura y servían de alimento a las aves del cielo, (Jer. 19: 6-8; 16: 4) aquello ocasionaba la descomposición de estos, los cual traía como consecuencia inmediata la pestilencia, y la muerte a su vez, por dolorosas enfermedades e infecciones. (Jer. 16: 4) Por otro lado, el templo de Salomón, (el santuario) que era considerado como una maravilla, fue completamente destruido y quemado por los caldeos (Sal. 74: 1-11; La. 4: 1; Dan. 1: 1-2; Jer. 52: 12-13) y la verdad de Dios fue echada por tierra por el enemigo. De esta forma, el tiempo de gracia había terminado para Jerusalén y la misericordia divina, por tanto tiempo despreciada, terminó por apartarse finalmente de la ciudad, desde allí en adelante, serían llevados en cautiverio a Babilonia, a una tierra lejana y extraña. (Sal. 137: 1-9; Jer. 25: 10-12; 29: 1- 10; 52: 12-30) Por largos 70 años, toda aquella generación moriría en el exilio (Dan. 9: 1-2) y los que retornarían serían los hijos que nacieron en el cautiverio babilónico. De esta forma, una vez más vemos como la misericordia divina es concedida y quitada de los hombres, vemos como los tiempos que Dios establece como gracia para los impenitentes y transgresores comienzan y llegan a su término, todo se cumple según lo indica la profecía divina. La destrucción de Jerusalén el año 587 ac. por Nabucodonosor, rey de Babilonia y las terribles calamidades que sobrevinieron a la ciudad revelan hasta el presente, que el tiempo de gracia que Dios concede no es eterno, sino que éste comienza pero llega inevitablemente a su fin.
  • 43. 43 Las 70 semanas de tiempo profético y el último tiempo de gracia Durante largos 70 años, Israel tuvo que aprender por medio del dolor, la lección de la idolatría, lágrimas y aflicciones grabaron el mensaje divino y por medio del cautiverio babilónico el pueblo de Dios aprendió finalmente la lección que Dios quería enseñarles. Aunque fueron llevados en cautiverio, Dios les prometió que de allí los sacaría una vez concluido el período de los 70 años y retornarían así a su propia tierra. (Jer. 25: 10-14; 29: 1-14; 30: 1-24; 31: 1-26) Pero de allí en adelante, se les concedería la última oportunidad a la nación, después del retorno, Israel viviría el último tiempo de gracia para permanecer como el pueblo escogido por Dios, ya no habría más misericordia y a Israel se le prolongaría su tiempo de gracia, (Jer. 31: 1-6) según la profecía, este tiempo se extendería por 70 semanas de tiempo profético. Este tiempo de gracia para el pueblo judío comenzaría una vez finalizado el largo período de cautiverio de 70 años, (Dan. 9: 1-2) cuando ese tiempo termina, Dios le revela al profeta Daniel, aún en el exilio, que el tiempo de la liberación y retorno a su tierra habían llegado. Fue así, que en el capítulo 8 del libro a Daniel se le revela al profeta una serie de símbolos que éste no alcanzó a comprender en la visión, entre lo que más llamó la atención del profeta, fue la actividad del cuerno pequeño y el largo período de las 2300 tardes y mañanas, el ángel le advierte que la visión era para el tiempo del fin, que en sus días él no podría comprender lo que estas visiones encerraban. (Dan. 8: 15-19, 26-27; 12: 4, 9-10) Aunque se le mandó que hiciera comprender la visión a Daniel, el ángel Gabriel sólo le dio a éste una explicación parcial. Cuando el profeta vio las terribles persecuciones que sobrevendrían a la iglesia, desfallecieron sus fuerzas físicas. No pudo soportar más, y el ángel le dejó por algún tiempo. Daniel quedó "sin fuerzas," y estuvo "enfermo algunos días." "Estaba asombrado de la visión -dice;- mas no hubo quien la explicase."
  • 44. 44 Y sin embargo Dios había mandado a su mensajero: "Haz que éste entienda la visión." Esa orden debía ser ejecutada. En obedecimiento a ella, el ángel, poco tiempo después, volvió hacia Daniel, diciendo: "Ahora he salido para hacerte sabio de entendimiento;" "entiende pues la palabra, y alcanza inteligencia de la visión." (Daniel 8: 27, 16; 9: 22, 23, V.M.) Había un punto importante en la visión del capítulo octavo, que no había sido explicado, a saber, el que se refería al tiempo: el período de los 2.300 días; por consiguiente, el ángel, reanudando su explicación, se espacia en la cuestión del tiempo: "Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad.... Sepas pues y entiendas, que desde la salida de la palabra para restaurar y edificar a Jerusalem hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; tornaráse a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos. Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, y no por sí.... Y en otra semana confirmará el pacto a muchos, y a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda." (Daniel 9: 24 - 27.) El ángel había sido enviado a Daniel con el objeto expreso de que le explicara el punto que no había logrado comprender en la visión del capítulo octavo, el dato relativo al tiempo: "Hasta dos mil y trescientas tardes y mañanas; entonces será purificado el Santuario." Después de mandar a Daniel que "entienda" "la palabra" y que alcance inteligencia de "la visión," las primeras palabras del ángel son: "Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad." La palabra traducida aquí por "determinadas," significa literalmente "descontadas." El ángel declara que setenta semanas, que representaban 490 años, debían ser descontadas por pertenecer especialmente a los judíos. ¿Pero de dónde fueron descontadas? Como los 2.300 días son el único período de tiempo mencionado en el capítulo octavo, deben constituir el período del que fueron descontadas las setenta semanas; las setenta semanas deben por consiguiente formar parte de los 2.300 días, y ambos períodos deben comenzar juntos.
  • 45. 45 El ángel declaró que las setenta semanas datan del momento en que salió el edicto para reedificar a Jerusalén. Si se puede encontrar la fecha de aquel edicto, queda fijado el punto de partida del gran período de los 2.300 días. Ese decreto se encuentra en el capítulo séptimo de Esdras. (Vers. 12 - 26.) Fue expedido en su forma más completa por Artajerjes, rey de Persia, en el año 457 ant. de J. C. Pero en Esdras 6:14 se dice que la casa del Señor fue edificada en Jerusalén "por mandamiento de Ciro, y de Darío y de Artajerjes rey de Persia." Estos tres reyes, al expedir el decreto y al confirmarlo y completarlo, lo pusieron en la condición requerida por la profecía para que marcase el principio de los 2.300 años. Tomando el año 457 ant. de J. C. en que el decreto fue completado, como fecha de la orden, se comprobó que cada especificación de la profecía referente a las setenta semanas se había cumplido. "Desde la salida de la palabra para restaurar y edificar a Jerusalem hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas" -es decir sesenta y nueve semanas, o sea 483 años. El decreto de Artajerjes fue puesto en vigencia en el otoño del año 457 ant. de J. C. Partiendo de esta fecha, los 483 años alcanzan al otoño del año 27 de J. C. (Véase el Apéndice, así como el diagrama de la pág. 374.) Entonces fue cuando esta profecía se cumplió. La palabra "Mesías" significa "el Ungido." En el otoño del año 27 de J. C., Cristo fue bautizado por Juan y recibió la unción del Espíritu Santo. El apóstol Pedro testifica que "a Jesús de Nazaret: . . . Dios le ungió con el Espíritu Santo y con poder." (Hechos 10: 38, V.M.) Y el mismo Salvador declara: "El Espíritu del Señor está sobre mí; por cuanto me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres." Después de su bautismo, Jesús volvió a Galilea, "predicando el evangelio de Dios, y diciendo: Se ha cumplido el tiempo." (S. Lucas 4:18; S. Marcos 1: 14, 15, V.M.) (CS. Cap. 19 Una profecía significativa. Pág. 372-375)
  • 46. 46 De esta forma, se le revela a Daniel lo que acontecería de allí en adelante, 70 semanas de tiempo profético serían concedidas a los judíos como tiempo de gracia y misericordia, durante este tiempo toda y cada una de las predicaciones y mensajes serían llevados y dirigidos exclusivamente al pueblo judío, la profecía señalaba que durante este tiempo era el tiempo de gracia destinado a Israel. "Y en otra semana confirmará el pacto a muchos." La semana de la cual se habla aquí es la última de las setenta. Son los siete últimos años del período concedido especialmente a los judíos. Durante ese plazo, que se extendió del año 27 al año 34 de J. C., Cristo, primero en persona y luego por intermedio de sus discípulos, presentó la invitación del Evangelio especialmente a los judíos. Cuando los apóstoles salieron para proclamar las buenas nuevas del reino, las instrucciones del Salvador fueron: "Por el camino de los Gentiles no iréis, y en ciudad de Samaritanos no entréis." (S. Mateo 10: 5, 6.) "A la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda." En el año 31 de J. C., tres años y medio después de su bautismo, nuestro Señor fue crucificado. Con el gran sacrificio ofrecido en el Calvario, terminó aquel sistema de ofrendas que durante cuatro mil años había prefigurado al Cordero de Dios. El tipo se encontró con el antitipo, y todos los sacrificios y oblaciones del sistema ceremonial debían cesar. (CS. Cap. 19 Una profecía significativa. Pág. 375) De esta forma, y como lo señalaba la profecía, el tiempo de gracia para Israel constaba de 70 semanas proféticas o 490 años, matemáticamente estos finalizarían el año 34 dc. Ese sería el año anunciado por la profecía para perdonar a tu hermano, Jesús de alguna forma lo ilustró mediante el perdón por una cierta cantidad de tiempo. Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino hasta setenta veces siete. (Mat. 18: 15-22) lo que equivale a 490 veces y nos lleva a los 490 años o 70 semanas que fueron dedicadas exclusivamente al pueblo judío.
  • 47. 47 Las setenta semanas, o 490 años concedidos a los judíos, terminaron, como lo vimos, en el año 34 de J. C. En dicha fecha, por auto del Sanedrín judaico, la nación selló su rechazamiento del Evangelio con el martirio de Esteban y la persecución de los discípulos de Cristo. Entonces el mensaje de salvación, no estando más reservado exclusivamente para el pueblo elegido, fue dado al mundo. Los discípulos, obligados por la persecución a huir de Jerusalén, "andaban por todas partes, predicando la Palabra." "Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les proclamó el Cristo." Pedro, guiado por Dios, dio a conocer el Evangelio al centurión de Cesarea, el piadoso Cornelio; el ardiente Pablo, ganado a la fe de Cristo fue comisionado para llevar las alegres nuevas "lejos . . . a los gentiles." (Hechos 8: 4, 5; 22: 21, V.M.) (CS. Cap. 19 Una profecía significativa. Pág. 375-376) Desde el monte de los Olivos, Jesús reveló a sus discípulos la destrucción final de Jerusalén, aunque la profecía anunciaba 70 semanas o 490 años de tiempo de gracia, los cuales terminaban el año 34 dc. Aún así, la misericordia divina prolongó los juicios sobre la ciudad por 40 años más, sin embargo, la paciencia divina llegaría definitivamente a su fin. Dios aplazó sus juicios sobre la ciudad y la nación hasta cosa de cuarenta años después que Cristo hubo anunciado el castigo de Jerusalén. Admirable fue la paciencia que tuvo Dios con los que rechazaran su Evangelio y asesinaran a su Hijo. La parábola de la higuera estéril representa el trato bondadoso de Dios con la nación judía. Ya había sido dada 31 la orden: "Córtala, ¿por qué ocupará aún la tierra?" (S. Lucas 13: 7), pero la divina misericordia la preservó por algún tiempo. Había todavía muchos judíos que ignoraban lo que habían sido el carácter y la obra de Cristo. Y los hijos no habían tenido las oportunidades ni visto la luz que sus padres habían rechazado. Por medio de la predicación de los apóstoles y de sus compañeros, Dios iba a hacer brillar la luz sobre ellos para que pudiesen ver cómo se habían cumplido las profecías, no únicamente las que se referían al nacimiento y vida del Salvador sino también las que anunciaban su muerte y su gloriosa resurrección.