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                                                                                                            CLÍNICAS
                                                                                                            CL NICAS
                                                                                                            QUIRÚRGICAS
                                                                                                            QUIR RGICAS
                                                                                                            DE NORTEAM RICA
                                                                                                               NORTEAMÉRICA
                                                        Surg Clin N Am 88 (2008) 1329–1343




                            Lesiones biliares yatrógenas: clasificación,
                                  identificación y tratamiento
                                               Kenneth J. McPartland, MDa,b,
                                             James J. Pomposelli, MD, PhDa,b,Ã
                        a
                         Division of Hepatobiliary Surgery and Liver Transplantation, Lahey Clinic Medical Center,
                                                41 Mall Road, Burlington, MA 01805, USA.
                           b
                            Tufts University School of Medicine, 145 Harrison Avenue, Boston, MA 02111, USA




                       El tracto biliar es un sistema orgánico complejo que cumple una función sencilla
                    pero vital: recoger, almacenar y liberar la bilis al tubo digestivo. Las enfermedades
                    del sistema biliar pueden causar un dolor extraordinario y debilitación, y a veces
                    ponen en peligro la vida. El desarrollo complejo del hígado y del árbol biliar dentro
                    del útero puede originar numerosas variantes anatómicas. Un requisito mínimo
                    para la práctica segura de cualquier operación hepatobiliar es el conocimiento
                    absoluto de estas variantes anatómicas y una disección y una identificación cui-
                    dadosas de las estructuras en el momento de la operación. A causa de un desco-
                    nocimiento del sistema biliar, los errores en la técnica o en la valoración pueden
                    resultar desastrosos para el paciente y motivar una discapacidad permanente o la
                    muerte. Por esta razón, es imprescindible una intervención correcta y sin riesgos
                    técnicos desde el principio. Asimismo, hay que saber reconocer las lesiones
                    yatrógenas para repararlas de inmediato o remitirlas a un cirujano con experiencia
                    en cirugía hepatobiliar. La evolución favorable exige un balance entre un juicio
                    sano, una pericia técnica y una atención detallada. Además, el cirujano hepatobiliar
                    actual ha de integrar las opciones quirúrgicas con el amplio arsenal de tratamientos
                    radiológicos y endoscópicos que existen para los pacientes con enfermedades
                    hepatobiliares.
                       En este artículo se examinan el diagnóstico, el tratamiento y la evolución de las
                    lesiones ductales. Aunque existen muchas causas de la lesión de la vía biliar, su
                    diagnóstico y su tratamiento resultan, en esencia, idénticos. Las lesiones yatrógenas
                    durante la cirugía de la vesícula, sobre todo si se emplea la vía laparoscópica, son las
                    más frecuentes y constituyen el tema central de este artículo.
                       La colecistectomía laparoscópica se introdujo por primera vez a finales de los
                    años ochenta y se ha convertido en el estándar de oro para tratar las enfermedades


                       T Autor para correspondencia. Division of Hepatobiliary Surgery and Liver Transplantation,
                    Lahey Clinic Medical Center, 41 Mall Road, Burlington, MA 01805.
                       Dirección electrónica: james.pomposelli@lahey.org (J.J. Pomposelli).
                    r 2009. Elsevier España, S.L. Reservados todos los derechos.
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                    1330                                        MCPARTLAND y POMPOSELLI


                    benignas de la vesícula. La colecistectomía laparoscópica se ha asociado a menos
                    morbilidad, a estancias hospitalarias más cortas, a un adelanto del retorno a la
                    actividad normal, a menos dolor postoperatorio y a mejores resultados estéticos
                    que la laparotomía. Se cree que cada año se realizan más de 750.000 colecistecto-
                    mías laparoscópicas en EE. UU., lo que la convierte en la operación abdominal más
                    asidua [1]. Pese a los claros beneficios de la colecistectomía laparoscópica, la tasa de
                    lesiones yatrógenas de la vía biliar se ha incrementado desde el 0,1 hasta el 0,2%
                    durante la era de la colecistectomía abierta [2,3] hasta una cifra de entre el 0,4 y el
                    0,6% durante la era de la colecistectomía laparoscópica [1,4-6]. De todos los tipos
                    de traumatismo biliar, los más comunes son las lesiones yatrógenas durante la
                    colecistectomía laparoscópica. Por desgracia, las lesiones yatrógenas de la vía biliar
                    aumentan la morbilidad y la mortalidad del paciente [7-10] e imponen una enorme
                    carga económica al uso de recursos hospitalarios, así como un número excesivo de
                    litigios por mala praxis [11].



                    Clasificación de las lesiones biliares
                       Se han propuesto diversos sistemas de clasificación para describir las lesiones
                    anatómicas de la vía biliar y facilitar su tratamiento. Una grave consecuencia de
                    muchas lesiones de la vía biliar es la fuga biliar inicial, que se sigue de la aparición
                    de una estenosis. La ligadura de los conductos biliares proximales con clips qui-
                    rúrgicos puede empeorar la situación clínica y ocasionar colangitis e ictericia.
                       Conviene clasificar las lesiones biliares a efectos documentales y para facilitar el
                    pronóstico después de la reparación. El sistema difundido por Bismuth en la era de
                    la colecistectomía abierta define las estenosis biliares según su localización ana-
                    tómica con respecto a la bifurcación hepática [12]. El sistema de clasificación de
                    Bismuth (tabla 1) durante la reparación de una estenosis o de una fístula se basa en
                    el nivel más distal, en el que se dispone de una mucosa biliar sana para la anasto-
                    mosis. Este sistema pretende ayudar al cirujano a elegir la localización más


                    Tabla 1
                    Clasificación de Bismuth de las estenosis biliares

                    Tipo     Criterios

                    1        Estenosis baja del conducto hepático común, con una longitud del muñón coledociano
                               W2 cm
                    2        Estenosis proximal del conducto hepático común, con un muñón del conducto
                               hepático o 2 cm
                    3        Estenosis biliar sin ningún conducto hepático común residual, pero con preservación de
                               la confluencia de los conductos hepáticos
                    4        Estenosis hiliar con afectación de la confluencia y pérdida de la comunicación entre los
                               conductos hepáticos derecho e izquierdo
                    5        Afectación de un conducto sectorial derecho aberrante solo o con estenosis
                               concomitante del conducto hepático común

                       Adaptado de Jarnagin WR, Blumgart LH. Benign biliary strictures. In: Blumgart LH, editor.
                    Surgery of the liver, biliary tract, and pancreas. 4th edition. Philadelphia: Saunders; 2007.
                    p. 634; con autorización.
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                                                             LESIONES BILIARES YATRÓGENAS                                            1331

                    adecuada para la reparación, y se ha comprobado que el grado de lesión con esta
                    escala se correlaciona con el resultado de la reparación quirúrgica [13].
                        McMahon et al. [14] diseñaron un sistema de clasificación que subdivide las
                    lesiones biliares en laceraciones, transecciones o escisiones de los conductos
                    biliares y estenosis. El grado de lesión se clasifica después con el sistema de clasi-
                    ficación de Bismuth. Con este esquema, las lesiones también se subdividen en
                    mayores y menores, hecho que repercute en el acceso terapéutico [14].
                        Las lesiones biliares que se producen durante la colecistectomía laparoscópica
                    tienden a ser más graves que las de la técnica abierta. Existen diversos motivos
                    pero, dado que la colecistectomía laparoscópica suele ejecutarse de forma retró-
                    grada, el nivel de lesión puede encontrarse en una localización proximal y exten-
                    derse hasta los conductos biliares de segundo y tercer orden del mismo parénquima
                    hepático. Para caracterizar mejor los patrones de lesión de la colecistectomía
                    laparoscópica, Strasberg et al. [3] modificaron la clasificación original de Bismuth
                    para obtener un sistema más amplio (tabla 2). Este sistema de clasificación estra-
                    tifica las lesiones en los tipos A a E, y las lesiones de tipo E se subclasifican en E1 a
                    E5 según el sistema de Bismuth (fig. 1).
                        Algunos otros autores han propuesto sistemas de clasificación que cubren aún
                    más el espectro de posibles lesiones biliares [15-17]. La clasificación de Stewart-
                    Way (fig. 2) se basó fundamentalmente en el patrón anatómico y en el mecanismo
                    concreto de lesión (tabla 3) [18]. A diferencia de los primeros sistemas de clasifi-
                    cación, tanto la clasificación de Stewart-Way como la propuesta recientemente por
                    Lau y Lai incluyen la presencia de lesión vascular asociada [18,19]. Estas lesiones
                    vasculares se han asociado a una mayor morbilidad y son más frecuentes que las
                    lesiones altas de los conductos biliares [20,21].
                        A pesar de los diferentes sistemas de clasificación concebidos para describir
                    mejor las lesiones de los conductos biliares, no existe ninguno perfecto. Las clasi-
                    ficaciones de Strasberg y Bismuth, las más empleadas, no incorporan información
                    clínica fundamental, como el estado del paciente, la permeabilidad vascular, el
                    momento en que se reconoce la lesión o la presencia de sepsis, datos todos ellos que
                    influyen notablemente en la estrategia de tratamiento aplicada y en la evolución.



                    Tabla 2
                    Clasificación de Strasberg de las lesiones laparoscópicas de los conductos biliares

                    Tipo     Criterio

                    A        Fuga por el conducto cístico o por pequeños conductos del lecho hepático
                    B        Oclusión de un conducto hepático derecho aberrante
                    C        Transección sin ligadura de un conducto hepático derecho aberrante
                    D        Lesión lateral a un conducto biliar principal
                    E1       Transección a W2 cm del hilio
                    E2       Transección a o2 cm del hilio
                    E3       Transección por el hilio
                    E4       Separación de los conductos principales en el hilio
                    E5       Lesión de tipo C más lesión del hilio

                       Datos tomados de Strasberg SM, Hertl M, Soper NJ. An analysis of the problem of biliary
                    injury during laparoscopic cholecystectomy. J Am Coll Surg 1995;180:101–25.
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                    1332                                        MCPARTLAND y POMPOSELLI




                    Figura 1. Clasificación de Strasberg de las lesiones laparoscópicas de los conductos biliares. Las
                    lesiones se estratifican según los tipos A a E. Las lesiones de tipo E se subdividen en E1 a E5 según
                    el sistema de clasificación de Bismuth. (Tomado de Strasberg SM, Hertl M, Soper NJ. An analysis
                    of the problem of biliary injury during laparoscopic cholecystectomy. J Am Coll Surg 1995;180:105;
                    con autorización.)
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                                                             LESIONES BILIARES YATRÓGENAS                                            1333




                                                                Categoría 1                          Categoría 2




                                                                Categoría 3                          Categoría 4



                    Figura 2. Clasificación de Stewart-Way de las lesiones laparoscópicas de los conductos biliares
                    (Tomado de Way LW, Stewart L, Gantert W, etal. Causes and prevention of laparoscopic bile duct
                    injuries. Ann Surg 2003;237:461; con autorización.)



                    Tabla 3
                    Clasificación de Stewart-Way de las lesiones laparoscópicas de los conductos biliares

                    Categoría         Criterio

                    1                 Confusión del CBC con el conducto cístico, pero reconocimiento final del error;
                                        incisión del conducto cístico ampliado hasta el CBC según la colangiografía
                    2                 Daño lateral del conducto hepático común por el cauterio y los clips colocados
                                        sobre él; hemorragia asociada, mala visibilidad
                    3                 Confusión del CBC con el conducto cístico, no detectada; transección o
                                        resección del CBC, CHC, CHD, CHI
                    4                 Confusión del CHD con el conducto cístico, confusión de la AHD con la arteria
                                        cística, transección del CHD y de la AHD; daño lateral del CHD por el
                                        cauterio y los clips colocados sobre los conductos

                       Abreviaturas: AHD, arteria hepática derecha; CBC, conducto biliar común; CHC, conducto
                    hepático común; CHD, conducto hepático derecho; CHI, conducto hepático izquierdo.
                       Datos tomados de Way LW, Stewart L, Gantert W, etal. Causes and prevention of
                    laparoscopic bile duct injuries. Ann Surg 2003;237:462; con autorización.




                        Al margen del sistema de clasificación que se utilice, para una reconstrucción
                    biliar segura es imprescindible disponer de un conocimiento completo del nivel
                    anatómico de la lesión y de la permeabilidad de la perfusión arterial hepática y
                    venosa portal. Como en cualquier operación, hay que corregir la sepsis o las alte-
                    raciones hemodinámicas de base antes de proceder a la reparación quirúrgica. Para
                    ello, antes de cualquier intervención diagnóstica, se requiere un drenaje inmediato
                    de las colecciones biliares y la administración de antibióticos de amplio espectro, así
                    como una reposición adecuada de volumen.
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                    Mecanismo de las lesiones biliares
                        La inmensa mayoría de las lesiones de los conductos biliares se producen
                    durante la colecistectomía laparoscópica. Los errores que motivan la lesión de los
                    conductos biliares durante esta operación suelen obedecer a un problema de
                    percepción del cirujano más que a errores relacionados con su pericia, con sus
                    conocimientos o con su juicio [18]. Como la anatomía de los conductos biliares es
                    tridimensional y se proyecta en forma bidimensional durante la colecistectomía
                    laparoscópica, es más fácil confundir las estructuras que durante la intervención
                    abierta, donde se cuenta con más claves visuales y táctiles. No obstante, el artículo
                    de Way et al. [18] no excusa todas estas lesiones. En un editorial, Lillemoe subrayó
                    que el artículo de Way no debe utilizarse como un argumento de apoyo en caso de
                    lesión ductal y que no todos los casos de lesión de los conductos biliares durante la
                    colecistectomía laparoscópica son inevitables [22].
                        El tipo más común de lesión de los conductos biliares que ocurre durante la
                    colecistectomía laparoscópica es la denominada lesión «clásica». Esta lesión se
                    produce cuando se reseca parte del conducto biliar común o colédoco junto con la
                    vesícula biliar [23]. La inflamación en la zona del triángulo de Calot puede hacer
                    que se aproximen los conductos cístico y biliar común. La retracción craneal
                    excesiva del fondo de la vesícula o la retracción lateral insuficiente del infundíbulo
                    de la misma pueden también alinear los conductos cístico y biliar común. En estos
                    casos, se puede tomar el colédoco por el conducto cístico, colocar clips sobre él y
                    dividir mediante una transección y produciendo la lesión del mismo. Cuando el
                    cirujano está convencido de que ha identificado definitivamente el conducto cístico,
                    si prosigue la disección elevará y resecará aún más el colédoco, lo que dará lugar a
                    una lesión más proximal.
                        Otros factores asociados a la lesión de los conductos biliares durante la cole-
                    cistectomía laparoscópica comprenden el uso de un endoscopio con visión termi-
                    nal, la aplicación en exceso del cauterio, el abultamiento del colédoco por
                    retracción lateral excesiva de infundíbulo que provoca un desgarro y la anatomía
                    biliar aberrante [24]. Un conducto hepático posterior derecho con una inserción
                    baja puede confundirse fácilmente con el conducto cístico o con un conducto cístico
                    accesorio. En estos casos, si no se colocan clips en el conducto se produce una fístula
                    biliar persistente, que a veces no se identifica en la colangiografía retrógrada
                    endoscópica (CRE).
                        Tras el auge inicial de la colecistectomía laparoscópica se produjo un aumento
                    concomitante en la incidencia de lesiones yatrógenas de los conductos biliares. Se
                    pensaba que la inexperiencia de los cirujanos era el motivo principal de esta mayor
                    tasa de complicaciones [25]; sin embargo, los estudios posteriores no confirmaron
                    este efecto de la curva de aprendizaje [1,26]. Una revisión de más de 1,6 millones de
                    colecistectomías laparoscópicas aplicadas a pacientes de Medicare entre 1992 y
                    1996 reveló una incidencia del 0,5% de lesiones de los conductos biliares, que no se
                    redujo con la mayor experiencia de los cirujanos [1].
                        A pesar de la falta de relación entre la experiencia del cirujano y la lesión de los
                    conductos biliares, algunos autores han recomendado estrategias para evitar estas
                    lesiones durante la colecistectomía laparoscópica [3,18,27]. Strasberg et al. [3] han
                    impulsado el concepto de la disección meticulosa del triángulo de Calot para
                    establecer la «visión crítica de seguridad» antes de dividir ninguna estructura. Esta
                    técnica de la visión crítica se basa en la retracción superior del fondo de la vesícula y
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                                                             LESIONES BILIARES YATRÓGENAS                                            1335

                    el lateral del infundíbulo, despejando así toda la grasa y el tejido conjuntivo del
                    triángulo de Calot hasta que quedan claramente visibles dos estructuras que se
                    comunican con la vesícula. Por desgracia, dada la inflamación local, no siempre
                    se pueden efectuar estas maniobras, y una disección demasiado invasiva también
                    puede producir lesiones. Lo ideal, en cuanto se visualizan claramente las dos
                    estructuras que entran en la vesícula biliar (conducto cístico y arteria cística), es
                    proceder a la colocación segura de clips y a la división [3]. Otros métodos que
                    ayudan a identificar el conducto cístico son el uso de la colangiografía intraope-
                    ratoria o la disección de la unión entre los conductos cístico y biliar común [28]. La
                    colangiografía intraoperatoria representa un modo eficaz para delimitar la anato-
                    mía biliar, pero su importancia en la prevención de las lesiones de los conductos
                    biliares resulta controvertida. Aunque en algunos estudios se ha propuesto que el
                    uso sistemático de la colangiografía intraoperatoria reduce las lesiones biliares
                    [1,29,30], en otros no se ha podido confirmar tal beneficio [31]. Hay indicios de que
                    la colangiografía intraoperatoria permite identificar un mayor número de lesiones
                    de los conductos biliares, cuando ocurren, lo que disminuiría el coste del trata-
                    miento y la estancia hospitalaria [11,32-34]. Nosotros no tenemos por costumbre
                    utilizar la colangiografía intraoperatoria en la mayoría de los casos.
                        Como con cualquier otra intervención quirúrgica, la mejor manera de obtener
                    una evolución favorable consiste en prevenir las complicaciones a través de una
                    disección cuidadosa y en identificar las estructuras antes de su transección. Cuando
                    no se puede definir claramente la anatomía del triángulo de Calot, está indicada la
                    conversión a la cirugía abierta, que no debe contemplarse como un fracaso ni como
                    una complicación, sino como uno de los resultados esperados.


                    Identificación de las lesiones biliares
                        En varios estudios amplios se ha comprobado que menos de un tercio de las
                    lesiones biliares yatrógenas se detectan en el momento de la colecistectomía
                    laparoscópica [10,35]. Cuando se reconoce una lesión de los conductos biliares en el
                    momento de la operación inicial, hay que tomar medidas para intentar definir
                    el grado de la misma. Si el grado de lesión está claramente definido y el cirujano se
                    siente cómodo con la reconstrucción biliar, procederá a la reparación inmediata. Si
                    hay alguna duda, porque no está bien definida la anatomía de la lesión, se colocará
                    un drenaje al paciente y se consultará con un cirujano hepatobiliar experto. La
                    evaluación correcta del grado de lesión antes de la cirugía mejora las posibilidades
                    de evolución favorable.
                        Los signos intraoperatorios evidentes de la lesión de los conductos biliares son la
                    fuga repentina e inesperada de bilis por el hígado o por el tejido blando adyacente al
                    hilio hepático o el escape persistente de bilis después de la transección de un
                    supuesto conducto cístico. Si se encuentra un segundo conducto durante la cole-
                    cistectomía que precisa la colocación de clips, no debe despreciarse como un
                    conducto accesorio benigno, ya que podría representar un conducto posterior
                    derecho. Si se duda de la anatomía biliar, se aplicará una colangiografía intrao-
                    peratoria, aunque no siempre ayudará a evitar la lesión. La conversión a la lapa-
                    rotomía abierta sólo para confirmar una lesión evidente de los conductos biliares no
                    está indicada, a menos que se vaya a proceder a una reparación inmediata. Es
                    preferible la remisión a un cirujano hepatobiliar experto en la reparación de
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                    1336                                        MCPARTLAND y POMPOSELLI


                    lesiones de los conductos biliares y, además, esta medida puede reducir la res-
                    ponsabilidad civil.
                        Una parte importante y a menudo despreciada en la evaluación de cualquier
                    lesión de los conductos biliares es la identificación de la permeabilidad de las
                    estructuras vasculares. Hay que efectuar una ecografía Doppler intraoperatoria
                    para evaluar la integridad vascular, puesto que del 12 al 32% de los pacientes con
                    lesiones de los conductos biliares asociadas a la colecistectomía laparoscópica
                    sufren una lesión arterial concomitante, y la lesión vascular aumenta significati-
                    vamente la morbilidad y la mortalidad, así como la incidencia de futuras estenosis
                    [8,9,20,21,36].
                        La mayoría de las lesiones biliares que se originan durante la colecistectomía
                    laparoscópica se diagnostican tarde. Los pacientes a menudo acuden con síntomas
                    inespecíficos, como dolor abdominal vago, náuseas y vómitos, y febrícula, causados
                    normalmente por la fuga incontrolada de bilis a la cavidad peritoneal. Algunos de
                    estos pacientes acuden con sepsis por una peritonitis biliar grave, por ictericia o por
                    un absceso intraabdominal. Los pacientes sometidos a ligadura o con una estenosis
                    temprana también pueden manifestar colangitis e ictericia.
                        Todo paciente con una evolución atípica después de la colecistectomía puede
                    sufrir una lesión de los conductos hepáticos y requiere el estudio pertinente.
                        Las técnicas de imagen, como la ecografía y la tomografía computarizada (TC),
                    son sumamente útiles para el estudio inicial de un paciente con una posible lesión
                    biliar. La presencia de colecciones líquidas o de ascitis en la cavidad peritoneal hace
                    pensar en una fuga biliar. El drenaje percutáneo confirma la presencia de bilis en la
                    colección y constituye la base del tratamiento inicial.
                        La gammagrafía con ácido iminodiacético hepaticobiliar (HIDA, del inglés
                    hepatic imido diacetic acid) facilita el diagnóstico de la fuga biliar, pero este estudio
                    carece de especificidad para definir con exactitud la anatomía biliar o el nivel de la
                    fístula. La gammagrafía HIDA también ayuda ante un paciente con síntomas poco
                    después de la colecistectomía, si las técnicas de imagen no muestran ninguna
                    colección líquida abdominal que denote una fuga biliar. En estos casos, la gamma-
                    grafía HIDA puede confirmar la presencia de la fuga biliar y motivar la evaluación
                    y el tratamiento posteriores mediante CRE. Esta confirma en ocasiones la lesión
                    biliar y proporciona una vía para el tratamiento definitivo de muchas lesiones a
                    través de la colocación temporal de endoprótesis. Si hay una rotura o una obs-
                    trucción de los conductos biliares proximales, se requiere un estudio inmediato por
                    colangiografía transhepática percutánea (CTP) para definir la anatomía biliar y
                    descomprimir el sistema biliar. La obstrucción o la transección de un conducto
                    hepático derecho aberrante (tipo B y C de Strasberg) resultan difíciles de diag-
                    nosticar. La CRE no siempre reconoce la obstrucción o la fuga y puede inter-
                    pretarse como «normal». Se precisa un cuidadoso examen de las radiografías para
                    buscar un posible conducto «omitido» y sutil que se reconoce por la falta de opa-
                    cificación de los segmentos posteriores del lóbulo derecho [37]. En el caso de fuga
                    biliar por un conducto hepático derecho aberrante que no se comunique con el
                    colédoco (tipo C de Strasberg), el estudio retrógrado con contraste a través de un
                    drenaje percutáneo puede revelar el conducto dañado. Cuando se reconocen estas
                    lesiones, se precisa una reconstrucción del segmento aislado por medio de hepa-
                    toyeyunostomía en Y de Roux.
                        Las técnicas no invasivas de imagen, como la colangiopancreatografía por
                    resonancia magnética (CPRM) y la colangiografía por TC, ayudan al estudio de las
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                    lesiones de los conductos biliares. En algunos estudios clínicos de pequeño alcance
                    se ha señalado que se puede emplear la CPRM en el postoperatorio para clasificar
                    estas lesiones y evitar en principio técnicas invasivas como la CRE o la CTP [38,39].
                    La colangiografía por TC también se ha mostrado eficaz para la visualización del
                    árbol biliar, pero todavía no se conoce bien la utilidad de esta técnica en la eva-
                    luación de las lesiones de los conductos biliares [40]. A pesar del atractivo de los
                    estudios no invasivos, la CPRM y la colangiografía por TC no permiten ninguna
                    intervención sobre el tracto biliar y pueden retrasar el tratamiento.


                    Tratamiento de las lesiones biliares
                    Tratamiento inicial
                        El tratamiento inicial de las lesiones biliares consiste en una reposición ade-
                    cuada de líquidos y el inicio del tratamiento antibiótico una vez obtenidos los
                    cultivos. Hay que solicitar una ecografía o una TC para identificar colecciones
                    líquidas abdominales y saber si hay una dilatación biliar intrahepática. La presencia
                    de bilis obstruida dentro del hígado o de una colección subhepática obliga a un
                    drenaje inmediato. La última fase en el tratamiento de las lesiones de los conductos
                    biliares se basa en definir la anatomía biliar y restablecer la comunicación
                    bilioentérica. A través de una planificación y de un tratamiento cuidadosos se
                    evitarán posibles complicaciones añadidas como una fístula biliar persistente, una
                    colangitis o una estenosis. Las lesiones de los conductos biliares, que incluyen daño
                    vascular, pueden ocasionar una necrosis hepática aguda, abscesos o cirrosis biliar
                    secundaria, y en raros casos exigen un trasplante de hígado [18].
                        El mejor tratamiento de una lesión concreta depende no sólo del grado y de la
                    localización de la lesión, sino también del momento en que se reconozca la misma.
                    Las lesiones que se diagnostican tardíamente pueden deteriorar llamativamente el
                    estado clínico del paciente y obligar a una reposición inmediata de líquidos, al
                    drenaje de la colecciones y de la bilis obstruida, y al tratamiento antibiótico antes de
                    la reparación. Algunos cirujanos prefieren esperar hasta 6 semanas para la repa-
                    ración hasta que se mitigue la inflamación y desaparezca la infección [10,41,42].
                    Según nuestra experiencia, este método propicia la formación de adherencias
                    fuertes en la zona, que dificultan aún más la reparación. Por eso, nosotros solemos
                    reparar las lesiones durante el ingreso hospitalario siempre que haya desparecido la
                    sepsis abdominal. Con independencia del método elegido, hay que procurar definir
                    por todos los medios el grado de lesión y delimitar la anatomía biliar antes de la
                    reparación [43]. La reparación inicial realizada por un cirujano hepatobiliar cua-
                    lificado con experiencia en la reparación de los conductos biliares permite obtener
                    los mejores resultados [1,11,21,44,45]. La reparación, aplicada como medida de
                    rescate, de una estenosis secundaria tras la reconstrucción inicial muestra una
                    evolución desfavorable [46], lo que otorga gran valor a la realización correcta de la
                    operación en el primer momento y con la mejor técnica posible.


                    Reparación quirúrgica
                       El grado de lesión determina el curso de la operación. En general, una simple
                    fuga del muñón del conducto cístico, hallada durante la colecistectomía lapa-
                    roscópica, se corrige colocando un nuevo clip o una sutura, sin necesidad, en
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                    1338                                        MCPARTLAND y POMPOSELLI


                    principio, de conversión a la laparotomía. Las lesiones biliares complejas suelen
                    precisar laparotomía, pero se ha descrito la reparación laparoscópica satisfactoria
                    de las lesiones ductales de los tipos C y D [47]. El tratamiento laparoscópico de estas
                    lesiones se debe dejar sólo en manos de expertos en la cirugía laparoscópica
                    avanzada del sistema biliar, por lo que para minimizar el daño ningún cirujano
                    inexperto deberá aplicarla.
                        Las lesiones ductales laterales (tipo D de Strasberg) que no producen una tran-
                    sección completa se pueden reparar primariamente sobre un tubo en T adyacente,
                    siempre y cuando haya signos de isquemia importante o daño por cauterio en el lugar
                    de la lesión. La maniobra de Kocher para movilizar el duodeno ayuda a reducir la
                    tensión sobre el lugar reparado.
                        Las lesiones más extensas de tipo D y E de Strasberg requieren reconstrucción
                    mediante anastomosis bilioentérica. Nosotros preferimos la hepatoyeyunostomía
                    en Y de Roux sobre una sonda de alimentación pediátrica de calibre 5F que actúa
                    de prótesis biliar (fig. 3A). Habitualmente se practica una incisión subcostal con
                    extensión vertical en la línea media. La incisiones angulares bisubcostales no se
                    suelen utilizar y pueden aumentar la morbilidad. Una vez que se ha entrado en el
                    abdomen, hay que realizar una exploración completa de las lesiones. Se retiran los
                    clips quirúrgicos del hilio hepático y se examinan los conductos biliares con una
                    sonda biliar. Para documentar la permeabilidad hay que proceder a la palpación
                    y a realizar un ecografía Doppler de la arteria hepática. Se ha descrito una
                    lesión concomitante de la arteria hepática hasta en un tercio de los pacientes
                    con lesión laparoscópica de los conductos biliares [9,21,48].
                        Una vez identificados los conductos proximales, se desbrida el tejido necrótico
                    infectado y se crea un asa en Y de Roux de al menos 40 cm utilizando la técnica de
                    cosido manual o grapado. La hepatoyeyunostomía se realiza con una sutura
                    absorbible de 5-0 ininterrumpida en una sola capa (fig. 3B, C). La presencia de
                    varios conductos biliares con lesiones proximales exige anastomosis diferentes
                    (tipo E4 de Strasberg). Dada la tasa tan elevada de estenosis posteriores, no se
                    aconseja la reparación primaria de la transección completa del conducto biliar
                    sobre un tubo en T [49]. En el postoperatorio se ejecuta una colangiografía de
                    rutina a través de la prótesis biliar (fig. 4), que se dejará colocada de 6 a 8 semanas si
                    no hay complicaciones biliares.



                    Resultados de la reparación de las lesiones biliares
                       Se ha comprobado que los pacientes con conductos biliares dañados y reparados
                    después de la colecistectomía laparoscópica presentan una morbilidad y una
                    mortalidad mayores [7–10]. En una amplia serie del Johns Hopkins Hospital, la tasa
                    de morbilidad tras la reconstrucción de los conductos biliares fue del 43%, pero la
                    mayoría de las complicaciones fueron leves [10]. Las tasas de mortalidad han
                    oscilado entre el 1,7 y el 9% [7–10]. Tras un seguimiento prolongado, las estenosis
                    postoperatorias se producen en el 10 al 19% de los pacientes [50,51]. La mayoría de
                    ellas se tratan eficazmente mediante la dilatación transhepática y la colocación
                    de una prótesis, pero algunas deben ser revisadas quirúrgicamente [42,52]. El factor
                    aislado que más se asocia a las estenosis biliares después de la reparación es el nivel
                    de la lesión. Un tercio de los pacientes con una lesión proximal a la bifurcación
                    presentan una estenosis después de la reparación [51,53–55]. La tasa de
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                    Figura 3. (A) Hepatoyeyunostomía en Y de Roux terminada con una sonda de alimentación
                    pediátrica de calibre 5F utilizada como prótesis biliar. (B) Imagen a mayor aumento de la hepa-
                    toyeyunostomía con una sutura absorbible PDS interrumpida de 5-0. Obsérvense los nudos
                    parietales posteriores que pasan por dentro de la anastomosis. (C) Prótesis biliar fijada con un túnel
                    de Witzel y utilizada para el estudio postoperatorio de imagen. La omisión de la prótesis se
                    considera aceptable.


                    hepatopatía crónica tras la reparación de los conductos biliares se sitúa entre el 6 y
                    el 22% [51,55,56]. Por eso, está indicada una vigilancia indefinida y la intervención
                    precoz ante la sospecha de estenosis. La mejor manera de realizar el seguimiento es
                    educar al paciente. Habitualmente, los pacientes con estenosis biliares recidivantes
                    refieren escalofríos y tiritonas seguidas de fiebre alta. Puede o no haber dolor en el
                    hipocondrio derecho. Los estudios de laboratorio indican a veces una inflamación
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                    Figura 4. Colangiograma postoperatorio obtenido a través de la prótesis biliar percutánea: no
                    debe haber fugas y los conductos deben vaciarse enseguida (antes de 10 min). Si no se vacían antes
                    de 10 min con el paciente en bipedestación, se sospechará una estenosis.



                    hepática, pero pueden permanecer normales. Es frecuente la ausencia de dila-
                    tación ductal en el estudio de imagen, signo que no debe tranquilizar a nadie. Se
                    necesita mucho ojo clínico para reconocer este problema; los episodios iniciales
                    se tratan de forma conservadora con antibióticos. Los brotes recidivantes de
                    escalofríos y fiebre o de colangitis evidente obligan a intervenir con CTP y dila-
                    tación. A pesar de la mayor morbilidad, de la necesidad de un seguimiento pro-
                    longado y de la posibilidad de litigio que plantean las lesiones de los conductos
                    biliares, la tasa de reparación satisfactoria de estas lesiones, a juzgar por el segui-
                    miento prolongado en manos de cirujanos hepatobiliares expertos, es mayor del
                    90% [42,51].



                    Resumen
                        Las lesiones biliares plantean problemas complejos que requieren un enfoque
                    multidisciplinar con cirujanos, radiólogos y gastroenterólogos que conozcan la
                    patología hepatobiliar. Los tratamientos equivocados pueden ocasionar discapa-
                    cidad indefinida y hepatopatía crónica. Ante la naturaleza implacable del árbol
                    biliar, para obtener un desenlace favorable se requiere una estrategia perfecta-
                    mente meditada y prestar una cuidadosa atención.



                    Agradecimientos
                      Agradecemos al Sr. Vinald Francis del departamento de Arte y Fotografía de la
                    Lahey Clinic su apoyo artístico en la preparación de las figuras 3A–C.
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nto descargado de http://www.elsevierinsituciones.com el 16/12/2009. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o




                                                             LESIONES BILIARES YATRÓGENAS                                            1343

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  • 1. nto descargado de http://www.elsevierinsituciones.com el 16/12/2009. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o CLÍNICAS CL NICAS QUIRÚRGICAS QUIR RGICAS DE NORTEAM RICA NORTEAMÉRICA Surg Clin N Am 88 (2008) 1329–1343 Lesiones biliares yatrógenas: clasificación, identificación y tratamiento Kenneth J. McPartland, MDa,b, James J. Pomposelli, MD, PhDa,b,Ã a Division of Hepatobiliary Surgery and Liver Transplantation, Lahey Clinic Medical Center, 41 Mall Road, Burlington, MA 01805, USA. b Tufts University School of Medicine, 145 Harrison Avenue, Boston, MA 02111, USA El tracto biliar es un sistema orgánico complejo que cumple una función sencilla pero vital: recoger, almacenar y liberar la bilis al tubo digestivo. Las enfermedades del sistema biliar pueden causar un dolor extraordinario y debilitación, y a veces ponen en peligro la vida. El desarrollo complejo del hígado y del árbol biliar dentro del útero puede originar numerosas variantes anatómicas. Un requisito mínimo para la práctica segura de cualquier operación hepatobiliar es el conocimiento absoluto de estas variantes anatómicas y una disección y una identificación cui- dadosas de las estructuras en el momento de la operación. A causa de un desco- nocimiento del sistema biliar, los errores en la técnica o en la valoración pueden resultar desastrosos para el paciente y motivar una discapacidad permanente o la muerte. Por esta razón, es imprescindible una intervención correcta y sin riesgos técnicos desde el principio. Asimismo, hay que saber reconocer las lesiones yatrógenas para repararlas de inmediato o remitirlas a un cirujano con experiencia en cirugía hepatobiliar. La evolución favorable exige un balance entre un juicio sano, una pericia técnica y una atención detallada. Además, el cirujano hepatobiliar actual ha de integrar las opciones quirúrgicas con el amplio arsenal de tratamientos radiológicos y endoscópicos que existen para los pacientes con enfermedades hepatobiliares. En este artículo se examinan el diagnóstico, el tratamiento y la evolución de las lesiones ductales. Aunque existen muchas causas de la lesión de la vía biliar, su diagnóstico y su tratamiento resultan, en esencia, idénticos. Las lesiones yatrógenas durante la cirugía de la vesícula, sobre todo si se emplea la vía laparoscópica, son las más frecuentes y constituyen el tema central de este artículo. La colecistectomía laparoscópica se introdujo por primera vez a finales de los años ochenta y se ha convertido en el estándar de oro para tratar las enfermedades T Autor para correspondencia. Division of Hepatobiliary Surgery and Liver Transplantation, Lahey Clinic Medical Center, 41 Mall Road, Burlington, MA 01805. Dirección electrónica: james.pomposelli@lahey.org (J.J. Pomposelli). r 2009. Elsevier España, S.L. Reservados todos los derechos.
  • 2. nto descargado de http://www.elsevierinsituciones.com el 16/12/2009. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o 1330 MCPARTLAND y POMPOSELLI benignas de la vesícula. La colecistectomía laparoscópica se ha asociado a menos morbilidad, a estancias hospitalarias más cortas, a un adelanto del retorno a la actividad normal, a menos dolor postoperatorio y a mejores resultados estéticos que la laparotomía. Se cree que cada año se realizan más de 750.000 colecistecto- mías laparoscópicas en EE. UU., lo que la convierte en la operación abdominal más asidua [1]. Pese a los claros beneficios de la colecistectomía laparoscópica, la tasa de lesiones yatrógenas de la vía biliar se ha incrementado desde el 0,1 hasta el 0,2% durante la era de la colecistectomía abierta [2,3] hasta una cifra de entre el 0,4 y el 0,6% durante la era de la colecistectomía laparoscópica [1,4-6]. De todos los tipos de traumatismo biliar, los más comunes son las lesiones yatrógenas durante la colecistectomía laparoscópica. Por desgracia, las lesiones yatrógenas de la vía biliar aumentan la morbilidad y la mortalidad del paciente [7-10] e imponen una enorme carga económica al uso de recursos hospitalarios, así como un número excesivo de litigios por mala praxis [11]. Clasificación de las lesiones biliares Se han propuesto diversos sistemas de clasificación para describir las lesiones anatómicas de la vía biliar y facilitar su tratamiento. Una grave consecuencia de muchas lesiones de la vía biliar es la fuga biliar inicial, que se sigue de la aparición de una estenosis. La ligadura de los conductos biliares proximales con clips qui- rúrgicos puede empeorar la situación clínica y ocasionar colangitis e ictericia. Conviene clasificar las lesiones biliares a efectos documentales y para facilitar el pronóstico después de la reparación. El sistema difundido por Bismuth en la era de la colecistectomía abierta define las estenosis biliares según su localización ana- tómica con respecto a la bifurcación hepática [12]. El sistema de clasificación de Bismuth (tabla 1) durante la reparación de una estenosis o de una fístula se basa en el nivel más distal, en el que se dispone de una mucosa biliar sana para la anasto- mosis. Este sistema pretende ayudar al cirujano a elegir la localización más Tabla 1 Clasificación de Bismuth de las estenosis biliares Tipo Criterios 1 Estenosis baja del conducto hepático común, con una longitud del muñón coledociano W2 cm 2 Estenosis proximal del conducto hepático común, con un muñón del conducto hepático o 2 cm 3 Estenosis biliar sin ningún conducto hepático común residual, pero con preservación de la confluencia de los conductos hepáticos 4 Estenosis hiliar con afectación de la confluencia y pérdida de la comunicación entre los conductos hepáticos derecho e izquierdo 5 Afectación de un conducto sectorial derecho aberrante solo o con estenosis concomitante del conducto hepático común Adaptado de Jarnagin WR, Blumgart LH. Benign biliary strictures. In: Blumgart LH, editor. Surgery of the liver, biliary tract, and pancreas. 4th edition. Philadelphia: Saunders; 2007. p. 634; con autorización.
  • 3. nto descargado de http://www.elsevierinsituciones.com el 16/12/2009. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o LESIONES BILIARES YATRÓGENAS 1331 adecuada para la reparación, y se ha comprobado que el grado de lesión con esta escala se correlaciona con el resultado de la reparación quirúrgica [13]. McMahon et al. [14] diseñaron un sistema de clasificación que subdivide las lesiones biliares en laceraciones, transecciones o escisiones de los conductos biliares y estenosis. El grado de lesión se clasifica después con el sistema de clasi- ficación de Bismuth. Con este esquema, las lesiones también se subdividen en mayores y menores, hecho que repercute en el acceso terapéutico [14]. Las lesiones biliares que se producen durante la colecistectomía laparoscópica tienden a ser más graves que las de la técnica abierta. Existen diversos motivos pero, dado que la colecistectomía laparoscópica suele ejecutarse de forma retró- grada, el nivel de lesión puede encontrarse en una localización proximal y exten- derse hasta los conductos biliares de segundo y tercer orden del mismo parénquima hepático. Para caracterizar mejor los patrones de lesión de la colecistectomía laparoscópica, Strasberg et al. [3] modificaron la clasificación original de Bismuth para obtener un sistema más amplio (tabla 2). Este sistema de clasificación estra- tifica las lesiones en los tipos A a E, y las lesiones de tipo E se subclasifican en E1 a E5 según el sistema de Bismuth (fig. 1). Algunos otros autores han propuesto sistemas de clasificación que cubren aún más el espectro de posibles lesiones biliares [15-17]. La clasificación de Stewart- Way (fig. 2) se basó fundamentalmente en el patrón anatómico y en el mecanismo concreto de lesión (tabla 3) [18]. A diferencia de los primeros sistemas de clasifi- cación, tanto la clasificación de Stewart-Way como la propuesta recientemente por Lau y Lai incluyen la presencia de lesión vascular asociada [18,19]. Estas lesiones vasculares se han asociado a una mayor morbilidad y son más frecuentes que las lesiones altas de los conductos biliares [20,21]. A pesar de los diferentes sistemas de clasificación concebidos para describir mejor las lesiones de los conductos biliares, no existe ninguno perfecto. Las clasi- ficaciones de Strasberg y Bismuth, las más empleadas, no incorporan información clínica fundamental, como el estado del paciente, la permeabilidad vascular, el momento en que se reconoce la lesión o la presencia de sepsis, datos todos ellos que influyen notablemente en la estrategia de tratamiento aplicada y en la evolución. Tabla 2 Clasificación de Strasberg de las lesiones laparoscópicas de los conductos biliares Tipo Criterio A Fuga por el conducto cístico o por pequeños conductos del lecho hepático B Oclusión de un conducto hepático derecho aberrante C Transección sin ligadura de un conducto hepático derecho aberrante D Lesión lateral a un conducto biliar principal E1 Transección a W2 cm del hilio E2 Transección a o2 cm del hilio E3 Transección por el hilio E4 Separación de los conductos principales en el hilio E5 Lesión de tipo C más lesión del hilio Datos tomados de Strasberg SM, Hertl M, Soper NJ. An analysis of the problem of biliary injury during laparoscopic cholecystectomy. J Am Coll Surg 1995;180:101–25.
  • 4. nto descargado de http://www.elsevierinsituciones.com el 16/12/2009. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o 1332 MCPARTLAND y POMPOSELLI Figura 1. Clasificación de Strasberg de las lesiones laparoscópicas de los conductos biliares. Las lesiones se estratifican según los tipos A a E. Las lesiones de tipo E se subdividen en E1 a E5 según el sistema de clasificación de Bismuth. (Tomado de Strasberg SM, Hertl M, Soper NJ. An analysis of the problem of biliary injury during laparoscopic cholecystectomy. J Am Coll Surg 1995;180:105; con autorización.)
  • 5. nto descargado de http://www.elsevierinsituciones.com el 16/12/2009. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o LESIONES BILIARES YATRÓGENAS 1333 Categoría 1 Categoría 2 Categoría 3 Categoría 4 Figura 2. Clasificación de Stewart-Way de las lesiones laparoscópicas de los conductos biliares (Tomado de Way LW, Stewart L, Gantert W, etal. Causes and prevention of laparoscopic bile duct injuries. Ann Surg 2003;237:461; con autorización.) Tabla 3 Clasificación de Stewart-Way de las lesiones laparoscópicas de los conductos biliares Categoría Criterio 1 Confusión del CBC con el conducto cístico, pero reconocimiento final del error; incisión del conducto cístico ampliado hasta el CBC según la colangiografía 2 Daño lateral del conducto hepático común por el cauterio y los clips colocados sobre él; hemorragia asociada, mala visibilidad 3 Confusión del CBC con el conducto cístico, no detectada; transección o resección del CBC, CHC, CHD, CHI 4 Confusión del CHD con el conducto cístico, confusión de la AHD con la arteria cística, transección del CHD y de la AHD; daño lateral del CHD por el cauterio y los clips colocados sobre los conductos Abreviaturas: AHD, arteria hepática derecha; CBC, conducto biliar común; CHC, conducto hepático común; CHD, conducto hepático derecho; CHI, conducto hepático izquierdo. Datos tomados de Way LW, Stewart L, Gantert W, etal. Causes and prevention of laparoscopic bile duct injuries. Ann Surg 2003;237:462; con autorización. Al margen del sistema de clasificación que se utilice, para una reconstrucción biliar segura es imprescindible disponer de un conocimiento completo del nivel anatómico de la lesión y de la permeabilidad de la perfusión arterial hepática y venosa portal. Como en cualquier operación, hay que corregir la sepsis o las alte- raciones hemodinámicas de base antes de proceder a la reparación quirúrgica. Para ello, antes de cualquier intervención diagnóstica, se requiere un drenaje inmediato de las colecciones biliares y la administración de antibióticos de amplio espectro, así como una reposición adecuada de volumen.
  • 6. nto descargado de http://www.elsevierinsituciones.com el 16/12/2009. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o 1334 MCPARTLAND y POMPOSELLI Mecanismo de las lesiones biliares La inmensa mayoría de las lesiones de los conductos biliares se producen durante la colecistectomía laparoscópica. Los errores que motivan la lesión de los conductos biliares durante esta operación suelen obedecer a un problema de percepción del cirujano más que a errores relacionados con su pericia, con sus conocimientos o con su juicio [18]. Como la anatomía de los conductos biliares es tridimensional y se proyecta en forma bidimensional durante la colecistectomía laparoscópica, es más fácil confundir las estructuras que durante la intervención abierta, donde se cuenta con más claves visuales y táctiles. No obstante, el artículo de Way et al. [18] no excusa todas estas lesiones. En un editorial, Lillemoe subrayó que el artículo de Way no debe utilizarse como un argumento de apoyo en caso de lesión ductal y que no todos los casos de lesión de los conductos biliares durante la colecistectomía laparoscópica son inevitables [22]. El tipo más común de lesión de los conductos biliares que ocurre durante la colecistectomía laparoscópica es la denominada lesión «clásica». Esta lesión se produce cuando se reseca parte del conducto biliar común o colédoco junto con la vesícula biliar [23]. La inflamación en la zona del triángulo de Calot puede hacer que se aproximen los conductos cístico y biliar común. La retracción craneal excesiva del fondo de la vesícula o la retracción lateral insuficiente del infundíbulo de la misma pueden también alinear los conductos cístico y biliar común. En estos casos, se puede tomar el colédoco por el conducto cístico, colocar clips sobre él y dividir mediante una transección y produciendo la lesión del mismo. Cuando el cirujano está convencido de que ha identificado definitivamente el conducto cístico, si prosigue la disección elevará y resecará aún más el colédoco, lo que dará lugar a una lesión más proximal. Otros factores asociados a la lesión de los conductos biliares durante la cole- cistectomía laparoscópica comprenden el uso de un endoscopio con visión termi- nal, la aplicación en exceso del cauterio, el abultamiento del colédoco por retracción lateral excesiva de infundíbulo que provoca un desgarro y la anatomía biliar aberrante [24]. Un conducto hepático posterior derecho con una inserción baja puede confundirse fácilmente con el conducto cístico o con un conducto cístico accesorio. En estos casos, si no se colocan clips en el conducto se produce una fístula biliar persistente, que a veces no se identifica en la colangiografía retrógrada endoscópica (CRE). Tras el auge inicial de la colecistectomía laparoscópica se produjo un aumento concomitante en la incidencia de lesiones yatrógenas de los conductos biliares. Se pensaba que la inexperiencia de los cirujanos era el motivo principal de esta mayor tasa de complicaciones [25]; sin embargo, los estudios posteriores no confirmaron este efecto de la curva de aprendizaje [1,26]. Una revisión de más de 1,6 millones de colecistectomías laparoscópicas aplicadas a pacientes de Medicare entre 1992 y 1996 reveló una incidencia del 0,5% de lesiones de los conductos biliares, que no se redujo con la mayor experiencia de los cirujanos [1]. A pesar de la falta de relación entre la experiencia del cirujano y la lesión de los conductos biliares, algunos autores han recomendado estrategias para evitar estas lesiones durante la colecistectomía laparoscópica [3,18,27]. Strasberg et al. [3] han impulsado el concepto de la disección meticulosa del triángulo de Calot para establecer la «visión crítica de seguridad» antes de dividir ninguna estructura. Esta técnica de la visión crítica se basa en la retracción superior del fondo de la vesícula y
  • 7. nto descargado de http://www.elsevierinsituciones.com el 16/12/2009. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o LESIONES BILIARES YATRÓGENAS 1335 el lateral del infundíbulo, despejando así toda la grasa y el tejido conjuntivo del triángulo de Calot hasta que quedan claramente visibles dos estructuras que se comunican con la vesícula. Por desgracia, dada la inflamación local, no siempre se pueden efectuar estas maniobras, y una disección demasiado invasiva también puede producir lesiones. Lo ideal, en cuanto se visualizan claramente las dos estructuras que entran en la vesícula biliar (conducto cístico y arteria cística), es proceder a la colocación segura de clips y a la división [3]. Otros métodos que ayudan a identificar el conducto cístico son el uso de la colangiografía intraope- ratoria o la disección de la unión entre los conductos cístico y biliar común [28]. La colangiografía intraoperatoria representa un modo eficaz para delimitar la anato- mía biliar, pero su importancia en la prevención de las lesiones de los conductos biliares resulta controvertida. Aunque en algunos estudios se ha propuesto que el uso sistemático de la colangiografía intraoperatoria reduce las lesiones biliares [1,29,30], en otros no se ha podido confirmar tal beneficio [31]. Hay indicios de que la colangiografía intraoperatoria permite identificar un mayor número de lesiones de los conductos biliares, cuando ocurren, lo que disminuiría el coste del trata- miento y la estancia hospitalaria [11,32-34]. Nosotros no tenemos por costumbre utilizar la colangiografía intraoperatoria en la mayoría de los casos. Como con cualquier otra intervención quirúrgica, la mejor manera de obtener una evolución favorable consiste en prevenir las complicaciones a través de una disección cuidadosa y en identificar las estructuras antes de su transección. Cuando no se puede definir claramente la anatomía del triángulo de Calot, está indicada la conversión a la cirugía abierta, que no debe contemplarse como un fracaso ni como una complicación, sino como uno de los resultados esperados. Identificación de las lesiones biliares En varios estudios amplios se ha comprobado que menos de un tercio de las lesiones biliares yatrógenas se detectan en el momento de la colecistectomía laparoscópica [10,35]. Cuando se reconoce una lesión de los conductos biliares en el momento de la operación inicial, hay que tomar medidas para intentar definir el grado de la misma. Si el grado de lesión está claramente definido y el cirujano se siente cómodo con la reconstrucción biliar, procederá a la reparación inmediata. Si hay alguna duda, porque no está bien definida la anatomía de la lesión, se colocará un drenaje al paciente y se consultará con un cirujano hepatobiliar experto. La evaluación correcta del grado de lesión antes de la cirugía mejora las posibilidades de evolución favorable. Los signos intraoperatorios evidentes de la lesión de los conductos biliares son la fuga repentina e inesperada de bilis por el hígado o por el tejido blando adyacente al hilio hepático o el escape persistente de bilis después de la transección de un supuesto conducto cístico. Si se encuentra un segundo conducto durante la cole- cistectomía que precisa la colocación de clips, no debe despreciarse como un conducto accesorio benigno, ya que podría representar un conducto posterior derecho. Si se duda de la anatomía biliar, se aplicará una colangiografía intrao- peratoria, aunque no siempre ayudará a evitar la lesión. La conversión a la lapa- rotomía abierta sólo para confirmar una lesión evidente de los conductos biliares no está indicada, a menos que se vaya a proceder a una reparación inmediata. Es preferible la remisión a un cirujano hepatobiliar experto en la reparación de
  • 8. nto descargado de http://www.elsevierinsituciones.com el 16/12/2009. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o 1336 MCPARTLAND y POMPOSELLI lesiones de los conductos biliares y, además, esta medida puede reducir la res- ponsabilidad civil. Una parte importante y a menudo despreciada en la evaluación de cualquier lesión de los conductos biliares es la identificación de la permeabilidad de las estructuras vasculares. Hay que efectuar una ecografía Doppler intraoperatoria para evaluar la integridad vascular, puesto que del 12 al 32% de los pacientes con lesiones de los conductos biliares asociadas a la colecistectomía laparoscópica sufren una lesión arterial concomitante, y la lesión vascular aumenta significati- vamente la morbilidad y la mortalidad, así como la incidencia de futuras estenosis [8,9,20,21,36]. La mayoría de las lesiones biliares que se originan durante la colecistectomía laparoscópica se diagnostican tarde. Los pacientes a menudo acuden con síntomas inespecíficos, como dolor abdominal vago, náuseas y vómitos, y febrícula, causados normalmente por la fuga incontrolada de bilis a la cavidad peritoneal. Algunos de estos pacientes acuden con sepsis por una peritonitis biliar grave, por ictericia o por un absceso intraabdominal. Los pacientes sometidos a ligadura o con una estenosis temprana también pueden manifestar colangitis e ictericia. Todo paciente con una evolución atípica después de la colecistectomía puede sufrir una lesión de los conductos hepáticos y requiere el estudio pertinente. Las técnicas de imagen, como la ecografía y la tomografía computarizada (TC), son sumamente útiles para el estudio inicial de un paciente con una posible lesión biliar. La presencia de colecciones líquidas o de ascitis en la cavidad peritoneal hace pensar en una fuga biliar. El drenaje percutáneo confirma la presencia de bilis en la colección y constituye la base del tratamiento inicial. La gammagrafía con ácido iminodiacético hepaticobiliar (HIDA, del inglés hepatic imido diacetic acid) facilita el diagnóstico de la fuga biliar, pero este estudio carece de especificidad para definir con exactitud la anatomía biliar o el nivel de la fístula. La gammagrafía HIDA también ayuda ante un paciente con síntomas poco después de la colecistectomía, si las técnicas de imagen no muestran ninguna colección líquida abdominal que denote una fuga biliar. En estos casos, la gamma- grafía HIDA puede confirmar la presencia de la fuga biliar y motivar la evaluación y el tratamiento posteriores mediante CRE. Esta confirma en ocasiones la lesión biliar y proporciona una vía para el tratamiento definitivo de muchas lesiones a través de la colocación temporal de endoprótesis. Si hay una rotura o una obs- trucción de los conductos biliares proximales, se requiere un estudio inmediato por colangiografía transhepática percutánea (CTP) para definir la anatomía biliar y descomprimir el sistema biliar. La obstrucción o la transección de un conducto hepático derecho aberrante (tipo B y C de Strasberg) resultan difíciles de diag- nosticar. La CRE no siempre reconoce la obstrucción o la fuga y puede inter- pretarse como «normal». Se precisa un cuidadoso examen de las radiografías para buscar un posible conducto «omitido» y sutil que se reconoce por la falta de opa- cificación de los segmentos posteriores del lóbulo derecho [37]. En el caso de fuga biliar por un conducto hepático derecho aberrante que no se comunique con el colédoco (tipo C de Strasberg), el estudio retrógrado con contraste a través de un drenaje percutáneo puede revelar el conducto dañado. Cuando se reconocen estas lesiones, se precisa una reconstrucción del segmento aislado por medio de hepa- toyeyunostomía en Y de Roux. Las técnicas no invasivas de imagen, como la colangiopancreatografía por resonancia magnética (CPRM) y la colangiografía por TC, ayudan al estudio de las
  • 9. nto descargado de http://www.elsevierinsituciones.com el 16/12/2009. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o LESIONES BILIARES YATRÓGENAS 1337 lesiones de los conductos biliares. En algunos estudios clínicos de pequeño alcance se ha señalado que se puede emplear la CPRM en el postoperatorio para clasificar estas lesiones y evitar en principio técnicas invasivas como la CRE o la CTP [38,39]. La colangiografía por TC también se ha mostrado eficaz para la visualización del árbol biliar, pero todavía no se conoce bien la utilidad de esta técnica en la eva- luación de las lesiones de los conductos biliares [40]. A pesar del atractivo de los estudios no invasivos, la CPRM y la colangiografía por TC no permiten ninguna intervención sobre el tracto biliar y pueden retrasar el tratamiento. Tratamiento de las lesiones biliares Tratamiento inicial El tratamiento inicial de las lesiones biliares consiste en una reposición ade- cuada de líquidos y el inicio del tratamiento antibiótico una vez obtenidos los cultivos. Hay que solicitar una ecografía o una TC para identificar colecciones líquidas abdominales y saber si hay una dilatación biliar intrahepática. La presencia de bilis obstruida dentro del hígado o de una colección subhepática obliga a un drenaje inmediato. La última fase en el tratamiento de las lesiones de los conductos biliares se basa en definir la anatomía biliar y restablecer la comunicación bilioentérica. A través de una planificación y de un tratamiento cuidadosos se evitarán posibles complicaciones añadidas como una fístula biliar persistente, una colangitis o una estenosis. Las lesiones de los conductos biliares, que incluyen daño vascular, pueden ocasionar una necrosis hepática aguda, abscesos o cirrosis biliar secundaria, y en raros casos exigen un trasplante de hígado [18]. El mejor tratamiento de una lesión concreta depende no sólo del grado y de la localización de la lesión, sino también del momento en que se reconozca la misma. Las lesiones que se diagnostican tardíamente pueden deteriorar llamativamente el estado clínico del paciente y obligar a una reposición inmediata de líquidos, al drenaje de la colecciones y de la bilis obstruida, y al tratamiento antibiótico antes de la reparación. Algunos cirujanos prefieren esperar hasta 6 semanas para la repa- ración hasta que se mitigue la inflamación y desaparezca la infección [10,41,42]. Según nuestra experiencia, este método propicia la formación de adherencias fuertes en la zona, que dificultan aún más la reparación. Por eso, nosotros solemos reparar las lesiones durante el ingreso hospitalario siempre que haya desparecido la sepsis abdominal. Con independencia del método elegido, hay que procurar definir por todos los medios el grado de lesión y delimitar la anatomía biliar antes de la reparación [43]. La reparación inicial realizada por un cirujano hepatobiliar cua- lificado con experiencia en la reparación de los conductos biliares permite obtener los mejores resultados [1,11,21,44,45]. La reparación, aplicada como medida de rescate, de una estenosis secundaria tras la reconstrucción inicial muestra una evolución desfavorable [46], lo que otorga gran valor a la realización correcta de la operación en el primer momento y con la mejor técnica posible. Reparación quirúrgica El grado de lesión determina el curso de la operación. En general, una simple fuga del muñón del conducto cístico, hallada durante la colecistectomía lapa- roscópica, se corrige colocando un nuevo clip o una sutura, sin necesidad, en
  • 10. nto descargado de http://www.elsevierinsituciones.com el 16/12/2009. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o 1338 MCPARTLAND y POMPOSELLI principio, de conversión a la laparotomía. Las lesiones biliares complejas suelen precisar laparotomía, pero se ha descrito la reparación laparoscópica satisfactoria de las lesiones ductales de los tipos C y D [47]. El tratamiento laparoscópico de estas lesiones se debe dejar sólo en manos de expertos en la cirugía laparoscópica avanzada del sistema biliar, por lo que para minimizar el daño ningún cirujano inexperto deberá aplicarla. Las lesiones ductales laterales (tipo D de Strasberg) que no producen una tran- sección completa se pueden reparar primariamente sobre un tubo en T adyacente, siempre y cuando haya signos de isquemia importante o daño por cauterio en el lugar de la lesión. La maniobra de Kocher para movilizar el duodeno ayuda a reducir la tensión sobre el lugar reparado. Las lesiones más extensas de tipo D y E de Strasberg requieren reconstrucción mediante anastomosis bilioentérica. Nosotros preferimos la hepatoyeyunostomía en Y de Roux sobre una sonda de alimentación pediátrica de calibre 5F que actúa de prótesis biliar (fig. 3A). Habitualmente se practica una incisión subcostal con extensión vertical en la línea media. La incisiones angulares bisubcostales no se suelen utilizar y pueden aumentar la morbilidad. Una vez que se ha entrado en el abdomen, hay que realizar una exploración completa de las lesiones. Se retiran los clips quirúrgicos del hilio hepático y se examinan los conductos biliares con una sonda biliar. Para documentar la permeabilidad hay que proceder a la palpación y a realizar un ecografía Doppler de la arteria hepática. Se ha descrito una lesión concomitante de la arteria hepática hasta en un tercio de los pacientes con lesión laparoscópica de los conductos biliares [9,21,48]. Una vez identificados los conductos proximales, se desbrida el tejido necrótico infectado y se crea un asa en Y de Roux de al menos 40 cm utilizando la técnica de cosido manual o grapado. La hepatoyeyunostomía se realiza con una sutura absorbible de 5-0 ininterrumpida en una sola capa (fig. 3B, C). La presencia de varios conductos biliares con lesiones proximales exige anastomosis diferentes (tipo E4 de Strasberg). Dada la tasa tan elevada de estenosis posteriores, no se aconseja la reparación primaria de la transección completa del conducto biliar sobre un tubo en T [49]. En el postoperatorio se ejecuta una colangiografía de rutina a través de la prótesis biliar (fig. 4), que se dejará colocada de 6 a 8 semanas si no hay complicaciones biliares. Resultados de la reparación de las lesiones biliares Se ha comprobado que los pacientes con conductos biliares dañados y reparados después de la colecistectomía laparoscópica presentan una morbilidad y una mortalidad mayores [7–10]. En una amplia serie del Johns Hopkins Hospital, la tasa de morbilidad tras la reconstrucción de los conductos biliares fue del 43%, pero la mayoría de las complicaciones fueron leves [10]. Las tasas de mortalidad han oscilado entre el 1,7 y el 9% [7–10]. Tras un seguimiento prolongado, las estenosis postoperatorias se producen en el 10 al 19% de los pacientes [50,51]. La mayoría de ellas se tratan eficazmente mediante la dilatación transhepática y la colocación de una prótesis, pero algunas deben ser revisadas quirúrgicamente [42,52]. El factor aislado que más se asocia a las estenosis biliares después de la reparación es el nivel de la lesión. Un tercio de los pacientes con una lesión proximal a la bifurcación presentan una estenosis después de la reparación [51,53–55]. La tasa de
  • 11. nto descargado de http://www.elsevierinsituciones.com el 16/12/2009. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o LESIONES BILIARES YATRÓGENAS 1339 Figura 3. (A) Hepatoyeyunostomía en Y de Roux terminada con una sonda de alimentación pediátrica de calibre 5F utilizada como prótesis biliar. (B) Imagen a mayor aumento de la hepa- toyeyunostomía con una sutura absorbible PDS interrumpida de 5-0. Obsérvense los nudos parietales posteriores que pasan por dentro de la anastomosis. (C) Prótesis biliar fijada con un túnel de Witzel y utilizada para el estudio postoperatorio de imagen. La omisión de la prótesis se considera aceptable. hepatopatía crónica tras la reparación de los conductos biliares se sitúa entre el 6 y el 22% [51,55,56]. Por eso, está indicada una vigilancia indefinida y la intervención precoz ante la sospecha de estenosis. La mejor manera de realizar el seguimiento es educar al paciente. Habitualmente, los pacientes con estenosis biliares recidivantes refieren escalofríos y tiritonas seguidas de fiebre alta. Puede o no haber dolor en el hipocondrio derecho. Los estudios de laboratorio indican a veces una inflamación
  • 12. nto descargado de http://www.elsevierinsituciones.com el 16/12/2009. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o 1340 MCPARTLAND y POMPOSELLI Figura 4. Colangiograma postoperatorio obtenido a través de la prótesis biliar percutánea: no debe haber fugas y los conductos deben vaciarse enseguida (antes de 10 min). Si no se vacían antes de 10 min con el paciente en bipedestación, se sospechará una estenosis. hepática, pero pueden permanecer normales. Es frecuente la ausencia de dila- tación ductal en el estudio de imagen, signo que no debe tranquilizar a nadie. Se necesita mucho ojo clínico para reconocer este problema; los episodios iniciales se tratan de forma conservadora con antibióticos. Los brotes recidivantes de escalofríos y fiebre o de colangitis evidente obligan a intervenir con CTP y dila- tación. A pesar de la mayor morbilidad, de la necesidad de un seguimiento pro- longado y de la posibilidad de litigio que plantean las lesiones de los conductos biliares, la tasa de reparación satisfactoria de estas lesiones, a juzgar por el segui- miento prolongado en manos de cirujanos hepatobiliares expertos, es mayor del 90% [42,51]. Resumen Las lesiones biliares plantean problemas complejos que requieren un enfoque multidisciplinar con cirujanos, radiólogos y gastroenterólogos que conozcan la patología hepatobiliar. Los tratamientos equivocados pueden ocasionar discapa- cidad indefinida y hepatopatía crónica. Ante la naturaleza implacable del árbol biliar, para obtener un desenlace favorable se requiere una estrategia perfecta- mente meditada y prestar una cuidadosa atención. Agradecimientos Agradecemos al Sr. Vinald Francis del departamento de Arte y Fotografía de la Lahey Clinic su apoyo artístico en la preparación de las figuras 3A–C.
  • 13. nto descargado de http://www.elsevierinsituciones.com el 16/12/2009. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o LESIONES BILIARES YATRÓGENAS 1341 Bibliografía [1] Flum DR, Cheadle A, Prela C, et al. Bile duct injury during cholecystectomy and survival in Medicare beneficiaries. JAMA 2003;290(16):2168–73. [2] Roslyn JJ, Binns GS, Hughes EF, et al. Open cholecystectomy. A contemporary analysis of 42,474 patients. Ann Surg 1993;218(2):129–37. [3] Strasberg SM, Hertl M, Soper NJ. An analysis of the problem of biliary injury during lapa- roscopic cholecystectomy. J Am Coll Surg 1995;180(1):101–25. [4] Adamsen S, Hansen OH, Funch-Jensen P, et al. Bile duct injury during laparoscopic cho- lecystectomy: a prospective nationwide series. J Am Coll Surg 1997;184(6):571–8. [5] Ooi LL, Goh YC, Chew SP, et al. Bile duct injuries during laparoscopic cholecystectomy: a collective experience of four teaching hospitals and results of repair. Aust N Z J Surg 1999; 69(12):844–6. [6] Waage A, Nilsson M. Iatrogenic bile duct injury: a population-based study of 152 776 cho- lecystectomies in the Swedish Inpatient Registry. Arch Surg 2006;141(12):1207–13. [7] Dolan JP, Diggs BS, Sheppard BC, et al. Ten-year trend in the national volume of bile duct injuries requiring operative repair. Surg Endosc 2005;19(7):967–73. [8] Frilling A, Li J, Weber F, et al. Major bile duct injuries after laparoscopic cholecystectomy: a tertiary center experience. J Gastrointest Surg 2004;8(6):679–85. [9] Mathisen O, Soreide O, Bergan A. Laparoscopic cholecystectomy: bile duct and vascular injuries: management and outcome. Scand J Gastroenterol 2002;37(4):476–81. [10] Sicklick JK, Camp MS, Lillemoe KD, et al. Surgical management of bile duct injuries sus- tained during laparoscopic cholecystectomy: perioperative results in 200 patients. Ann Surg 2005;241(5):786–92 [discussion: 793–5]. [11] Savader SJ, Lillemoe KD, Prescott CA, et al. Laparoscopic cholecystectomy-related bile duct injuries: a health and financial disaster. Ann Surg 1997;225(3):268–73. [12] Jarnagin WR, Blumgart LH. Benign biliary strictures. In: Blumgart LH, editor. Surgery of the liver, biliary tract, and pancreas. 4th edition. Philadelphia: Saunders; 2007. p. 628–54. [13] Bismuth H, Majno PE. Biliary strictures: classification based on the principles of surgical treatment. World J Surg 2001;25(10):1241–4. [14] McMahon AJ, Fullarton G, Baxter JN, et al. Bile duct injury and bile leakage in laparoscopic cholecystectomy. Br J Surg 1995;82(3):307–13. [15] Bergman JJ, van den Brink GR, Rauws EA, et al. Treatment of bile duct lesions after laparoscopic cholecystectomy. Gut 1996;38(1):141–7. [16] Csendes A, Navarrete C, Burdiles P, et al. Treatment of common bile duct injuries during laparoscopic cholecystectomy: endoscopic and surgical management. World J Surg 2001; 25(10):1346–51. [17] Neuhaus P, Schmidt SC, Hintze RE, et al. [Classification and treatment of bile duct injuries after laparoscopic cholecystectomy]. Chirurg 2000;71(2):166–73 [in German]. [18] Way LW, Stewart L, Gantert W, et al. Causes and prevention of laparoscopic bile duct injuries: analysis of 252 cases from a human factors and cognitive psychology perspective. Ann Surg 2003;237(4):460–9. [19] Lau WY, Lai EC. Classification of iatrogenic bile duct injury. Hepatobiliary Pancreat Dis Int 2007;6(5):459–63. [20] Alves A, Farges O, Nicolet J, et al. Incidence and consequence of an hepatic artery injury in patients with postcholecystectomy bile duct strictures. Ann Surg 2003;238(1):93–6. [21] Stewart L, Robinson TN, Lee CM, et al. Right hepatic artery injury associated with lapa- roscopic bile duct injury: incidence, mechanism, and consequences. J Gastrointest Surg 2004; 8(5):523–30 [discussion: 530–1]. [22] Lillemoe KD. To err is human, but should we expect more from a surgeon? Ann Surg 2003; 237(4):470–1. [23] Branum G, Schmitt C, Baillie J, et al. Management of major biliary complications after laparoscopic cholecystectomy. Ann Surg 1993;217(5):532–40 [discussion: 540–1].
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