2. Acoso escolar
Juan Carlos García Fernández
Ref. 2016.04
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“Ha conseguido alejarme de todas mis amigas;
ahora vuelvo sola a casa, deprimida y llorando”.
Chica de 13 años.
“Otros chicos me hacían la zancadilla y me ponían motes.
En una ocasión me sentí tan mal que me escapé del colegio”..
Chico de 12 años.
“Me insultan, me llaman enano,
no me dejan jugar al futbol, aunque soy bastante bueno;
me han roto material escolar a propósito.
No quiero ir al colegio.
Todo esto me produce tristeza, tengo pesadillas,
lo paso muy mal por las tardes pensando
que al día siguiente tendré que volver al colegio”.
Chico de 12 años.
"Propagan rumores para que la gente no quiera ser mi amigo.
Estoy deprimido, enfadado, estresado y muchas veces rompo a llorar.
Me siento como si estuviera a punto de romperme".
Chico de 13 años.
El acoso escolar es un comportamiento agresivo y no
deseado entre niños/niñas en edad escolar que involucra
un desequilibrio de poder real o percibido. El
comportamiento se repite o tiende a repetirse con el
tiempo. Tanto los niños o niñas que son acosados o
acosadas como los que acosan pueden padecer
problemas graves y duraderos.
Para que se considere que hay acoso, el comportamiento
debe ser agresivo, e incluir:
Un desequilibrio de poder: los niños o niñas que acosan usan su poder (como la fuerza física, el
acceso a información desagradable o la popularidad) para controlar o dañar a otros u otras.
Repetición: los comportamientos de acoso suceden más de una vez, o bien tienen el potencial de
producirse más de una vez.
El acoso incluye acciones como amenazas, rumores, agresiones físicas y verbales y la exclusión de alguien
de un grupo de manera intencional.
Generalmente se distinguen tres tipos de acoso:
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Juan Carlos García Fernández
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El acoso verbal consiste en decir o escribir cosas desagradables. Incluye: hacer burlas, insultos,
motes, comentarios sexuales inapropiados, provocaciones, amenazas de producir algún daño, etc.
El acoso social consiste en dañar la reputación o las relaciones de una persona. Incluye: dejar a una
persona de lado a propósito, decirle a otros niños o niñas que no deben ser amigos/as de una
persona, divulgar rumores acerca de ella, avergonzarla en público, etc.
El acoso físico consiste en lastimar a una persona o dañar sus pertenencias. Incluye: golpear, dar
patadas, pellizcar, escupir, hacer tropezar, empujar, quitar o romper las cosas de otra persona,
hacer gestos desagradables o inadecuados con la mano, etc.
La detección del acoso escolar no es fácil, ni para los padres o madres, ni para los profesionales de
educación.
Los padres solemos pensar que nuestros hijos o hijas están menos afectados por el acoso escolar de lo que
lo están realmente, tanto si son acosados como si acosan. Una de las razones de esto es que los hijos e hijas
no suelen contar a sus padres/madres este tipo de situaciones; y cuentan menos cuanto más mayores son.
El acoso, como otros comportamientos agresivos o inadecuados, suele ocultarse bajo una especie de ley del
silencio, donde se atemoriza a la víctima para que no hable, amenazando con que se empeorarán las
agresiones si se lo cuenta a alguien. Al mismo tiempo, se difunde un falso compañerismo que
supuestamente debe proteger a la infancia frente a la disciplina de las personas adultas, ocultándoles este
tipo de actos y desprestigiando su comunicación con el apelativo de “chivatazos”.
¿Qué podemos hacer las madres y padres para afrontar el
acoso escolar?
1. Abordar el comportamiento agresivo en los niños y
niñas pequeños; detener esos comportamientos antes
de que se conviertan en habituales; fomentar
conductas cooperativas, como ayudar, compartir y
resolver pacíficamente los problemas.
2. Estar cerca de nuestros hijos e hijas; pasar tiempo con
ellos y ellas; apoyarles en sus actividades; hablar con
ellos regularmente; interesarse por ellos y ellas, por lo
que hacen, por lo que piensan, por lo que sienten; manifestarles todo nuestro cariño; comprender sus
preocupaciones, escucharles. Esto mostrará a nuestros hijos e hijas que pueden hablar con sus padres
o madres si tienen algún problema.
3. Aprender sobre el acoso escolar: sus efectos; los programas de prevención; los planes de convivencia
del centro educativo en que se forman; aclarar las dudas, desmontar los mitos. Familiarizarse con los
pasos para abordar el acoso escolar. Conocer la diferencia entre el acoso escolar y otros tipos de
agresiones que puedan darse entre niños y/o niñas; aunque a veces se confunden, no todas las
agresiones son acoso escolar.
4. Tratar a los demás con amabilidad y respeto. Los niños y niñas aprenden con el ejemplo y reflejarán las
actitudes y los comportamientos de sus padres y madres. Cuando en una familia hay violencia; cuando
se justifican las agresiones (de un niño o niña a otro u otra; de una país a otro; de un o una deportista
a otro u otra; de todos y todas al medio ambiente,…); cuando no se enseña a afrontar y resolver los
conflictos, sino a ganarlos o perderlos; cuando hay una paternidad-maternidad autoritaria, o cuando
es muy permisiva; cuando se vive la desconfianza o el desprecio hacia el diferente; cuando se educa
para un éxito basado en ser los y las mejores, en ser superiores a otros, en “pisar para que no te
pisen”; en ese caso es menos extraño encontrar niños o niñas que acosan a otros niños o niñas.
Cuando en una familia no solo no hay violencia, sino que no se tolera ninguna de sus formas; cuando
los conflictos se abordan y se resuelven de forma no violenta; cuando se establecen unas relaciones de
respeto entre quienes la conforman; cuando se aprenden a identificar las emociones y existen cauces
de reconocimiento y expresión de los sentimientos; cuando se enseña a los hijos e hijas a interpretar y
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entender el mundo en el que viven y a buscar formas de relación social basadas en la justicia y la
igualdad, desde las relaciones con la familia extensa, pasando por las relaciones vecinales y
ciudadanas, hasta las relaciones globales; en ese caso es más difícil que encontremos acosadores o
acosadoras.
5. Desarrollar normas y expectativas claras acerca de cómo los niños y niñas deben tratar a los demás.
Hacer cumplir estas normas con las consecuencias naturales y apropiadas, e insistir en la enseñanza
del comportamiento adecuado.
6. Hablar sobre el acoso escolar con nuestros hijos e hijas les ayuda a comprender lo que es, por qué es
perjudicial, y cómo responder. Explicarles qué es el acoso y cómo enfrentarlo de manera segura.
Decirles a los niños y niñas que el acoso escolar es inaceptable. Analizar y practicar con ellos y ellas lo
que pueden hacer cuando se enfrenten al acoso escolar. Darles consejos para hacer frente al acoso
escolar que puedan experimentar: decir directamente y de forma segura al acosador o acosadora que
deje de hacerlo, irse, obtener ayuda de personas adultas. Hablar de cómo pueden ayudar a quienes
están siendo acosados.
7. Estar atentos a las señales: a veces no nos cuentan lo que pasa, sin embargo hay señales que nos
alertan de que puede estar pasando algo serio, cambios no explicados en el comportamiento o en la
salud:
contusiones, marcas, pequeñas heridas no adecuadamente justificadas,
material escolar, ropa u otros objetos dañados o perdidos,
retraimiento, ansiedad, aislamiento, apatía, tristeza, signos depresivos, impulsos autolesivos,
irritabilidad, agresividad,
cambios en los hábitos alimenticios: no come, viene del colegio con hambre, comidas
compulsivas,
alteraciones del sueño, pesadillas, mojar la cama,
dolores de cabeza o abdominales,
miedo al ir al colegio,
descenso del rendimiento escolar,
No existe una única señal o indicador de que está habiendo acoso escolar. Estos cambios indican que
está pasando algo con nuestros hijos e hijas; si descartamos que sea debido a cambios en el hogar
(nacimiento de hermano/a, divorcio, cambio de colegio, fallecimiento de una persona cercana) puede
tratarse de una situación de acoso o de alguna otra circunstancia. En ocasiones nuestros hijos e hijas
intentan que no observemos nada extraño, porque no quieren preocuparnos, porque no saben que se
les puede ayudar, por miedo a que se les perciba como inhábiles, por temor a represalias,… En
cualquier caso tendremos que actuar tan pronto como sea posible.
8. Proteger y escuchar a nuestros hijos e hijas si sospechamos que están siendo objeto de acoso escolar.
Algunos niños o niñas pueden tener dificultades para hablar de ello y responderán mejor si no se les
pregunta directamente: saber qué tal les ha ido el día, cómo se sienten; o quizá lo expresen mejor con
un dibujo o con una canción que con palabras. Escucharle, ponerse en su lugar, hacerle ver que nadie
es “culpable” de ser acosado o acosada; mostrarles que cuentan con toda nuestra comprensión y
apoyo para que no vuelva a suceder algo así. Y comunicarlo a la dirección del centro escolar para que
se ponga en marcha el protocolo de acoso y para que adopte todas las medidas de protección.
9. Animar a los niños y niñas a hablar cuando sean víctimas de acoso escolar o cuando presencien que
otros niños/niñas son víctimas de acoso. Designar una o dos personas adultas de confianza en el
colegio a quienes su hijo o hija pueda informar si sufre, ve o sospecha que hay acoso escolar. Anímalos
a que te informen del acoso a ti también; toma esa información en serio.
10. Animar a los niños y niñas a que hagan lo que les gusta. Las actividades especiales, la respuesta a sus
intereses y pasatiempos pueden reforzar la confianza, ayudar a los niños y niñas a hacer amigos o
amigas fuera de la escuela; y a protegerlos de comportamientos de acoso escolar.
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Siempre hay que dar credibilidad a las demandas de ayuda, de la víctima o de algún compañero o
compañera que hayan sido testigos de las agresiones, para proteger cuanto antes a la posible víctima,
aunque no hayamos podido comprobarlo ni diferenciar si se trata de acoso o de otro tipo de agresión. Esa
comprobación se hará en un segundo momento.
Aunque en ocasiones se habla de un “perfil del niño acosado o niña acosada”, refiriéndose a la “presencia
en la víctima de un rasgo que lo convierte en diferente del resto”, no hay acuerdo al respecto entre los
estudiosos del tema: todos tenemos algún rasgo distintivo, diferenciador; todos tenemos puntos fuertes y
puntos débiles. Más bien parece que esa atribución de rasgos diferenciadores se produce a posteriori; que
puede ser un efecto del acoso (baja autoestima) o una justificación culpabilizadora del acoso (rasgos físicos
o comportamientos diferenciados). Creemos que es más apropiado hablar de diversas circunstancias que
convergen en una situación de acoso, entre las que tiene especial relevancia el clima de convivencia y el
sistema de abordaje de los conflictos en el colegio.
Los efectos del acoso pueden ser muy serios, a corto y largo plazo: deterioro de la autoestima, ansiedad,
depresión, fobia escolar, tendencias autolesivas, sentimiento de desprotección, somatizaciones diversas,
etc.
El impacto del acoso escolar en los niños o niñas con discapacidad puede ser diferente al impacto en otros
niños y niñas. Esto es debido a que su condición puede ser reforzada o empeorada por la intimidación. Por
ejemplo, un niño o niña con un trastorno de la comunicación social, reacio a mezclarse en situaciones
sociales, debido al acoso puede retraerse aún más. Esto puede significar que pierda la oportunidad de
desarrollar sus habilidades sociales y, por lo tanto, que sienta menos confianza en situaciones sociales, lo
que a su vez agrava el problema.
Entendemos que ningún niño o niña es “culpable” de ser acosado o acosada; nadie merece ser víctima de
acoso. Por tanto en ningún caso hay que hacer descansar en él o ella la responsabilidad del acoso o de
librarse del mismo. Todo el apoyo que se pueda prestar a los menores acosados o acosadas, tanto desde la
familia como desde el centro escolar o por profesionales especializados, ha de sustentarse en la
desculpabilización, si existiera, y en la mejora de la autoestima y de las habilidades sociales.