Discurso de graduación 2015_ Rodrigo Yllaric Sandoval Ganoza
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Pensar lo posible
Discurso de graduación – 9 de Junio de 2015
A mi compañero de estudios, Cristian Egoavil
Buenas noches con todos y todas:
I.
Si se me pregunta qué es lo mejor que puede entregarle una Universidad a sus alumnos,
responderé sin dudarlo que lo más valioso son las herramientas para “pensar”.
Evitaremos caer en el lugar común mientras comprendamos este verbo en toda su
complejidad: no se trata de excluir la acción, abstraerse del cuerpo ni negar todo
compromiso ético. El pensar (bien comprendido) es probablemente la actividad más
compleja a la que tiene acceso el ser humano. Actualmente, que detenernos unos
minutos parece un lujo, y concentrarnos, una tarea infinita, las buenas universidades son
algunos de los últimos refugios para someternos a la densidad incómoda del silencio y
el pensar.
Pero el pensar no nos ofrece grandes recompensas ni fórmulas para el bienestar. Cuando
se hace bien, fatiga, incomoda y angustia. Platón nos dice que Sócrates, ante el lamento
de sus amigos por la proximidad de su muerte, les habría increpado diciéndoles: “Los
que de verdad filosofan se ejercitan en morir”1
.
Aunque sería simpático y sencillo hablar ahora de bonitas anécdotas y los vínculos, más
o menos conocidos, que nos unen, traicionaría el servicio más preciado con el que esta
Universidad me supo formar. Por ello, esta noche nos propongo pensar brevemente la
anterior sentencia socrática junto a otra, tal vez más conocida, dicha durante su defensa
ante el tribunal que lo condena: “una vida sin examen permanente no es vida posible
para el ser humano”2
. Ambas líneas y su implicancia resuenan la una en la otra y, en
consecuencia, pueden ser figuradas en común: la comprensión de la muerte como un
ejercicio de examinación permanente que nos enfrenta al maravilloso ámbito de la
posibilidad. Pensar lo humano se develará entonces, siempre, como pensar “lo posible”.
1
Platón, Fedón, 67e: “οἱ ὀ ρθῶς φιλοσοφοῦ ντες ἀ ποθνῄ σκειν μελετῶσι”. La interpretación del texto
es inequívoca y bastante conocida: Platón se refiere a las ataduras que nuestro cuerpo impone a nuestro
intelecto, el cual quisiera recorrer libremente el mundo no sensible de las Ideas. No será esta la ruta que
me interese seguir.
2
Platón, Apología, 38a: “ὁ δὲ ἀ νεξέ ταστος βί ος οὺ βιωτὸ ς ἀ νθρώπῳ”.
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Supongo que si pudieran expresarse en voz alta dirían: “¿qué clase de alienígena
desubicado dedica un discurso de graduación a semejante reflexión? Solo el filósofo,
haciendo gala de su capacidad para ignorar el contexto que en este momento lo rodea”.
Tal vez sea cierto, pero no se me ocurre ningún contexto mejor que este, pues ¿hay una
situación más apropiada para hablar de “lo posible” que aquel que reúne a un grupo de
graduandos que estarán en la cúspide de su vida profesional cuando empiece el tercer
siglo de vida republicana de nuestro país? Mi motivo, con lo ridículo que pueda sonar,
es este: el 2021, probablemente en pleno ejercicio profesional nuestro que hoy
simbólicamente empieza, el Perú comenzará un tercer siglo de posibilidades durante el
cual nosotros tendremos la opción de ser vanguardia. Quisiera que pensar en todo lo que
ello implica sea el primer paso con el que hoy se me ha pedido contribuir.
Pero no perdamos de vista el sentido de “lo posible”. No me interesa referirme aquí a la
errada disyuntiva de posibilidad versus utopía. En otras palabras, no hay ninguna
oposición entre la demanda que mi reflexión ahora iniciará y la que otros estudiantes, en
Mayo de 1968, popularizaron: “seamos realistas, ¡pidamos lo imposible!”3
. Veamos,
pues, qué tienen en común la muerte, el pensamiento crítico y la posibilidad, con
nosotros.
II.
Nos consideramos humanistas, sin embargo ¿qué podemos decir del ser humano cuando
queremos pensarlo de manera completa? Es decir, ¿qué podemos afirmar acerca de éste
cuando preguntamos por eso-que-es? ¿Cómo hablar, por ejemplo, de cuidar una esencia
de lo humano sin darle la espalda a nuestras fácticas libertad, impermanencia y
diferencia?
Nos caracteriza un permanente anticiparnos por el hacer en relación con otros y con
cosas. Estamos siempre proyectándonos a través de tareas disímiles, comprensiones del
mundo y relaciones con otras personas. Ese activismo militante sólo se agota cuando se
acaba. No pretendo aquí jugar a Cantinflas; lo que quiero decir es que si deseo
observarnos completos, tendré que esperar a nuestra muerte. Pero ¿qué es la muerte sino
dejar de ser (acabar-se)?
3
“Soyons réalistes, exigeons l’impossible”. La frase se le atribuye al socialista francés Louis Auguste
Blanqui (1805-1881).
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La evidencia, más bien, está en que no puedo experimentar mi muerte ni, por la misma
imposibilidad, la muerte de los demás. Y sin embargo, hay en este hecho (en el hecho
de que voy –vamos– a morir) una certeza única y un signo que nos marca de manera
incuestionable. Desde que nazco soy apto para mi muerte y ninguna de las posibilidades
compite de igual manera con ésta, tan cierta a la vez que impredecible.
No pretendo una apología al suicidio, al contrario. La muerte me interesa en tanto que
es mía y es mía en tanto que hay yo, pero sólo habrá yo mientras la muerte no llegue
sino se mantenga como posibilidad inminente4
. Buscando la totalidad de mi existencia,
indagando sobre mi condición de ser completo, descubro que el sentido mismo de “lo
completo” debe variar cuando se refiere a nosotros humanos: la muerte me revela como
un “todavía-no”, mi característica más propia es un poder-ser. Como un agente de
posibilidades, mi esencia es mi existencia5
.
Pero si la muerte constituye mi ser de tal manera, ¿cómo construyo una relación que no
la traicione? Ya vimos que “morir” no es la opción, pues sería llevar a realización
aquello cuya principal virtud está en la posibilidad. Pero tampoco lo es nuestra cotidiana
huida ante la muerte, ese negar nuestra propia muerte que es, en el fondo, una negación
de nuestro ser determinado hacia lo posible. La opción, siguiendo al filósofo alemán
Martin Heidegger, es “adelantarnos” hacia ella. Girar nuestra existencia hacia ella es
abrirnos hacia nuestra posibilidad más extrema y, como tal, comprendernos como
aquello que somos: posibilidad. Esto no es un simple “pensar en la muerte”, como quien
se entretiene al rumiar un concepto inefable. Se trata de tomar las riendas de nuestro
poder-ser, asumirnos como posibilidad en la responsabilidad de pensar nuestro propio
destino. Es “hacernos cargo de nuestro ser más propio desde nosotros mismos y por
nosotros mismos”6
. A esta situación, determinada por la angustia de aquella apertura,
Heidegger la llama autenticidad; y es el umbral de la conciencia, la culpa y la
4
Martin Heidegger, Ser y tiempo, § 46, p. 253. También: “La relación-de-ser para con una posibilidad ha
de ser de tal modo que deje estar la posibilidad en cuanto posibilidad, y no, pongamos, que lleve la
posibilidad a su realización (…). La posibilidad es lo que es cuando perdura, es decir, cuando sigue
estando por delante la posibilidad” (Martin Heidegger, Prolegómenos para una historia del concepto de
tiempo, §34, p. 396).
5
“El sentido propio de su ser [del Dasein] es precisamente el tener siempre por delate algo que todavía no
es, que todavía está pendiente” (Prolegómenos, §33, p. 385). “El ser que yo seré en ‘lo último’ de mi
Dasein y que en cualquier momento puedo ser, esa posibilidad es mi ‘yo soy’ más propio, es decir, yo
seré mi yo más propio (…) el Dasein es en esencia su muerte. Con la muerte lo que tiene por delante no
es algo del mundo, sino que es él mismo el que está por delante de sí” (Prolegómenos, §34, p. 391).
6
Con una modificación de tercera singular a primera persona plural, se trata de una cita de Ser y tiempo,
§53, p. 280.
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responsabilidad por el otro, en tanto que responsabilidad absoluta por los actos de uno
mismo7
. El filósofo francés Emmanuel Levinas llevaría al máximo esta afirmación,
vinculando el poder ser con una “obsesión por el otro”8
, aún anterior a la angustia por la
autenticidad. Por lo pronto, diremos que la posibilidad y la responsabilidad son al
mismo tiempo constituyentes de nuestro ser.
III.
Podemos volver a Sócrates con nuestras nuevas herramientas para proponer una
interpretación de las frases que en un inicio citamos. La segunda de ellas venía de la
Apología de Sócrates, el texto en el que Platón reconstruye el juicio en el que es
sentenciado a muerte por el tribunal ateniense. Si recordamos los motivos de esta
condena, encontramos que Sócrates logra poner en su contra a un juzgado que se
inclinaba a mantenerlo con vida, pues sugiere que en lugar de castigo merecería el
reconocimiento de una pensión vitalicia otorgada por la ciudad, debido al servicio que el
filósofo le brindaba a la misma. Esto es interpretado como arrogancia (¡la verdad
radical, el acontecimiento, siempre suena a ironía!) y Sócrates es condenado a muerte.
Hasta este momento, hemos visto cómo la muerte y la existencia trazan un vínculo
fundamental que nos arrojan hacia la posibilidad y que nos definen, ante todo, como
poder-ser. Esto demanda de nosotros una responsabilidad radical. Las dos frases de
Sócrates han cobrado un nuevo sentido: el “examen permanente” que impulsa nuestra
humanidad es condición para afrontar con autenticidad las posibilidades a las que
estamos abiertos. El filósofo solamente radicaliza y hace de esta opción su oficio,
“ejercitándose en el morir”. Pero el caso del juicio de Sócrates nos obliga a añadir un
elemento más: el servicio político. No hay pensamiento que esté exonerado de la
angustia por lo político. La atadura entre posibilidad y responsabilidad nos lo advertía
de antemano.
Pero, ¿no es lo político el ámbito de lo necesario? ¿No es acaso el lugar donde la
voluntad popular se cuantifica y se norma? ¿El espacio donde hace falta técnica y
gestión, realismo y dato, antes que posibilidad y utopía? El filósofo francés Alain
Badiou ha pensado ya en estas preguntas de manera magistral. Él ha respondido que lo
político es, más bien, uno de los ámbitos donde emergen acontecimientos, entendidos
7
Prolegómenos, §35.
8
Emmanuel Levinas, Morir por…, p. 34.
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como rupturas por exceso dentro de una estructura deficiente. Toda estructura intenta
desesperadamente mantener algo atado que presenta un excedente9
. Este exceso se
expresa en síntomas (la desigualdad estructural latinoamericana en la distribución de la
riqueza podría ser un ejemplo) para los que surgen interpretaciones en las que acontece
un nuevo orden10
(con nuevos excedentes y deficiencias, aunque superando las
anteriores). En palabras del propio Badiou: “La posibilidad de lo imposible es el fondo
de la política. Ella se opone globalmente a (…) [la comprensión de] la política (…)
[como] gestión de lo necesario. La política comienza por el mismo gesto con el que
Rousseau suprime el fundamento mismo de la desigualdad: hacer a un lado todos los
hechos. Importa hacer a un lado todos los hechos para que advenga el
acontecimiento.”11
Se pensará con desdén que hablo desde el mundo etéreo de la filosofía y, peor aún,
desde el viejo Badiou, que escribía estas líneas en 1984. Sin embargo, el espíritu de
nuestro tiempo no es sino la continuación de la homogenización de un mundo y el
derrumbe emocional de las alternativas que cayeron, con la forma de un muro, en las
Alemanias de 1989. Hoy, vemos cómo la gesta de Syriza, en Grecia, es una lucha por la
posibilidad enfrentada a la estructura rígida del Banco Central Europeo que llama
“imposibles” a sus políticas alternativas. En Perú, la movilización Pulpín fue un
enfrentamiento “irracional” contra el sentido común económico; y, sin embargo, venció
disputando una imposible posibilidad: que el desarrollo económico no sea a costas de la
explotación del trabajador y que las demandas de los ciudadanos sean el punto de
partida y llegada de los gobiernos.
Nos hallamos ante un punto sin retorno. En los próximos seis años, o los políticos, los
medios periodísticos concentrados y las corporaciones cerrarán más las puertas de la
política posible; o nosotros, especialmente la generación que empieza a experimentar un
abismo respecto de sus predecesoras, las mantendremos abiertas. Que los gritos por
“¡igualdad!” y “¡libertad!” de hace dos siglos hoy parezcan aún revolucionarios nos
demuestra que corremos el riesgo de volver a una era oscura. Como los funcionarios
9
En tanto que representa unidad a partir de la multiplicidad.
10
A partir de un nuevo “sujeto político”. Allí está la clave.
11
Alain Badiou, ¿Se puede pensar la política?, p. 53.
6. 6
que seremos durante el tercer siglo de nuestra república nos toca optar, y asumir
auténticamente la posibilidad y la responsabilidad que nos constituyen12
.
No puedo omitir esta noche los agradecimientos muy especiales a quienes fueron mis
profesores y cuya loable chamba fue brindarme las herramientas para, entre otras cosas,
pensar lo que hoy he compartido con todos. Igualmente agradezco a mi familia, cuyo
esfuerzo para tolerarme en casa y apoyo incondicional para lo que he hecho fuera, han
sido apoteósicos.
No he querido hacer de estas palabras una celebración por la meta sobrepasada, sino una
llamada a las responsabilidades del futuro. Pues, como el grandísimo pequeño Julio
Ramón Ribeyro dijo al respecto: “Ser el eterno forastero, el eterno aprendiz, el eterno
postulante, he allí una fórmula para ser ‘feliz’”13
.
12
Los filósofos –para no dejar de lado a esa humilde minoría con la que empecé este discurso– debemos
ser para nuestra ciudad, como también dice Sócrates en la Apología, como un zancudo para un caballo:
“despertándolos, persuadiéndolos y reprochándolos uno a uno, no cesaré durante todo el día de posarme
en todas partes. (…) Pero, quizá, irritados, como los que son despertados cuando cabecean somnolientos,
dando un manotazo [ustedes] me condenarán a muerte” Apología, 30e-31a.
13
Citado por Titinger, Daniel, Un hombre flaco, p. 26. Las comillas son mías. En Ribeyro se debe pensar
en una forma muy especial de “felicidad”, que no entra en contradicción con lo que aquí hemos
expresado.