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Arquidiócesis
          de
 Santa Cruz de la Sierra




    II SINODO

ARQUIDIOCESANO
        (1997-2001)




           ***

           -1-
(Página en blanco)




       -2-
-3-
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       -4-
P RESENTACIÓN

E   n la festividad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, con la solemne
    Eucaristía presidida por el Arzobispo, Cardenal Julio Terrazas, se
clausuro el II Sínodo Arquidiocesano de Santa Cruz de la Sierra.

Durante cuatro años, desde el 15 de Agosto del 1997, cientos de grupos de
fieles cristianos, en todos los barrios y Parroquias, han reflexionado, han
orado y han propuesto, como Pueblo de Dios convocado especialmente en
esta hora y en esta tierra, lo que la Iglesia quiere ser y vivir con la fuerza del
Espíritu Santo.

Con el lema “Ven, caminemos juntos” la Iglesia de Santa Cruz ha vivido el
momento más importante de su historia en los umbrales del tercer milenio.

En tres niveles se ha realizado la consulta: la Iglesia en la base, la Iglesia en
las Parroquias y la Iglesia diocesana. Tres han sido también las Asambleas
Sinodales, con un numero aproximado de doscientos miembros, sacerdotes,
religiosos y laicos, las que han examinado, discutido y aprobado los
Documentos correspondientes.

La Primera Asamblea se realizó en la ciudad de Montero, en los días 11, 12
y 13 de Diciembre del año 1998; la Segunda Asamblea en la Parroquia de
María Auxiliadora de la ciudad de Santa Cruz en los días 24, 25 y 26 de
marzo del año 2000; y la Tercera Asamblea en Cotoca, junto al Santuario
de la Virgen, que ha sido Patrona del Sínodo y es Madre y Señora del
Oriente boliviano, en los días 23, 24 y 25 del mes de Marzo del año 2001.

Los Documentos, aprobados por el Arzobispo, corresponden a cada una de
las Asambleas Sinodales. Las Normas Pastorales, promulgadas por el
Arzobispo, constituyen un cuerpo unitario y organizado, y han sido
                                      -5-
propuestas en las tres Asambleas conforme al nivel correspondiente.

El presente volumen comienza con la Oración que ha acompañado el
proceso sinodal y la Convocatoria oficial del Sínodo que fue leída en todas
las Misas Dominicales en el mes de Agosto de 1997.

En primer lugar se incluye la Carta Pastoral del Arzobispo que se hizo
pública una vez finalizada la Primera Asamblea Sinodal.

Al presentar el volumen del II Sínodo Arquidiocesano de Santa Cruz de la
Sierra damos gracias a Dios que nos concedió este tiempo de gracia para
renovar a su santa Iglesia y damos gracias a nuestro Arzobispo que tuvo el
coraje apostólico de convocarnos a su Iglesia para esta magna realización
eclesial. Fue una alegría inmensa que nuestro Arzobispo fuese designado
Cardenal por el Papa Juan Pablo II cuando estábamos concluyendo el
proceso sinodal.

En nombre de la Comisión Sinodal, que llevó adelante la organización y el
proceso del II Sínodo Arquidiocesano, tengo la satisfacción de presentar el
Libro del Sínodo.

Que la Virgen de Cotoca nos acompañe para que los frutos del Sínodo sean
abundantes y nuestro Patrono San Lorenzo interceda por la Iglesia de Santa
Cruz en estos inicios del tercer milenio.




                                              Pbro. Javier del Río
                                              Coordinador Comisión Sinodal

Santa Cruz de la Sierra, 8 Septiembre 2001.




                                   -6-
1ORACIÓN        DEL   SÍNODO


Dios Padre nuestro,
te damos gracias porque nos has dado la vida
y porque nos has elegido para construir tu Reino
en esta tierra generosa y hospitalaria.

        Tu, por medio de tu Hijo Jesucristo,
        nos has reunido para formar la Iglesia en Santa Cruz
        y ahora nos das la gracia de celebrar
        el Segundo Sínodo Arquidiocesano.
        Ayuda, oh Padre, a esta Iglesia tuya
        para que siempre comunique Vida y Esperanza
        en medio de tantos signos
        de miseria material, espiritual y moral.

Perdona nuestras apatías y divisiones
y ayúdanos a descubrir en nuestro Sínodo
el rostro propio de esta Iglesia local.

        Envíanos tu Espíritu Santo;
        que Él guíe nuestro caminar
        para dar respuestas a los desafíos del nuevo milenio
        y nos dé audacia en el trabajo,
        alegría para servir
        y valentía para anunciar la Buena Noticia a tu pueblo.

Que María, la Mamita de Cotoca,
nos acompañe y nos lleve a hacer siempre
lo que tu Hijo nos mande.
                         -7-
Amén.




 -8-
(Página en blanco)




       -9-
CONVOCATORIA

           Y

DECRETO DE REALIZACION

          DEL

II SÍNODO ARQUIDIOCESANO




          - 10 -
C ONVOCATORIA
                       "A todos ustedes hermanos
                     y hermanas que creen en Cristo:
                       reciban gracia y paz de Dios
                         nuestro Padre y de Jesús
                            el Señor" (Ef.1.1-2).



1. Gratitud por nuestra vocación a la Vida.

       Cada día que nos regala el Señor es un motivo para agradecerle: El
está presente, camina con su pueblo, nos llama y nos envía. El, con la
fuerza de su Espíritu, va formando su pueblo según su proyecto de Vida
abundante para todos.

        Gratitud por la tierra que hemos recibido.
        Nuestra gratitud se hace más grande por el regalo de esta tierra en la
que se juega nuestra fidelidad a su Mensaje y a su Reino. Tierra convocada
a ser generadora de paz y justicia para todos sus hijos.

        Gratitud porque hay mucho que construir.
        Esta parcela de la patria emerge con vigor: su economía florece, su
producción alcanza lugares privilegiados: es la atracción de muchos, el
nudo dinamizador de las proyecciones futuras para el país y para el
continente.
        Pero también aumentan y se hacen amenazantes los síntomas de
muerte. No se puede negar que una modernización sin humanismo se
convierte en instrumento de muerte para los pueblos más florecientes.
        Lo social es parte constitutiva del desarrollo humano: y este no
existe mientras persistan mecanismos de injusticia: hay no solo pobreza
sino miseria material y espiritual, ética y moral. Vivienda escasa, medicina
cara, escuela sin horizonte, grupos humanos heridos por el consumismo, por

                                    - 11 -
la droga, el alcohol. La corrupción en aumento, la manipulación del mismo
pueblo no solo con dinero sino con mensajes de medias verdades.
         Si a esto añadimos los problemas inherentes a una migración
incontrolada y tantos otros aspectos de dolor y sufrimiento, no estaríamos
cumpliendo la misión del Señor si no despertamos como Iglesia convocada
a ser Buena Noticia.
         Es aquí, en esta realidad dolorosa pero felizmente surcada por
valores culturales que aún viven en nuestra gente: el sentido de
hospitalidad, el talante alegre y optimista, las ganas de compartir, el amor a
la libertad, la dignidad para no permitir avasallamientos de ninguna índole y
más aún deseos de ser constructores de la propia historia; es aquí que
tenemos que ser testigos de la Verdad y la Vida. En esta tarea estamos
comprometidos todos los que ahora vivimos en esta tierra enriquecida con
la policromía de otros grupos humanos que van incorporándose al
nacimiento de un nuevo pueblo.
         Muchos de estos desafíos se concentran en nuestra ciudad.

2. Como Iglesia, preparamos respuestas a estos retos.

        Sí, es la comunidad de creyentes y no cada uno por su lado la que
tiene conciencia del gran sueño del Padre, de formar un solo pueblo. A
nosotros nos toca hoy retomar con sencillez y respeto la vida de nuestra
Iglesia: esa vida que ha animado, entre luces y sombras, a nuestro pueblo
desde 1605. No hay rupturas orgullosas. No somos jueces de nuestros
hermanos, ni nos emborrachamos con nuestros logros. Miles de testigos del
Señor han trabajado sembrando la Palabra, miles han entregado sus talentos
y capacidades, muchísimos han muerto por la causa del Señor.
        Si nosotros, para responder a los desafíos de hoy, queremos iniciar
un camino que nos lleve a la unidad, lo hacemos mirándonos a nosotros
mismos. ¿Estamos dormidos, cansados, acomplejados o sólo vivimos de
recuerdos?. No busquemos a quien culpabilizar, elijamos el camino de la
participación y de la corresponsabilidad.

                                    - 12 -
3. Mucho se ha hecho en esta Iglesia, pero aún hay que
   trabajar.
       Hace ciento diez años se vivió el "primer sínodo diocesano", que
dinamizó a la comunidad de aquella época en situaciones de marginalidad
geográfica, política y social. Desde el Concilio Vaticano II se han dado
nuevos impulsos de vitalidad religiosa en situaciones de cambios
profundos.
       Desde hace seis años se ha logrado un camino pastoral para los
tiempos actuales: baste recordar las Asambleas Arquidiocesanas, espacios
de libertad, comunicación y convivencia apostólica que han llegado al
corazón de esta Iglesia. Líneas pastorales y opciones valientes enmarcan el
postulado del pueblo de Dios en Santa Cruz.

           p Iglesia comunión.
           I Iglesia constructora del Reino.
           I Iglesia misionera.
           I Iglesia comunicadora de Vida y esperanza.

        Todo ese entusiasmo provocó una revisión de la metodología de los
servicios pastorales y se actualizaron sus estructuras: parroquias, sectores y
zonas pastorales.
        Se avanza, pero aún falta mucho.

        Somos una Iglesia en crecimiento.
        Hay que reconocer que, frente al crecimiento de los desafíos, se ha
hecho un esfuerzo por hacer a nuestra Iglesia más cercana y más luz y
fermento. Más de 40 sacerdotes han llegado últimamente a Santa Cruz, las
religiosas se han duplicado, el número de seminaristas crece, los laicos
toman la marcha de la Iglesia con entusiasmo, la juventud es un potencial
eclesial que nos llena de esperanza. Esto y muchísimos otros logros nos
llevan a dar un paso más, no un paso cualquiera: un paso pascual, en el que
nuestra Iglesia sea signo de una liberación integral, que nos lleve al igual
que el Maestro a dar nuestra vida en la Cruz del sufrimiento para que se
derrame la Vida de la Pascua. La Vida del Reino. Esa es misión de todos y
cada uno de los bautizados. La iniciativa es del Padre, los resultados serán
para que se manifieste su gloria y no la nuestra.
                                    - 13 -
4. Es la hora del Sínodo.

       Por todo eso y después de haber consultado y oído el parecer
entusiasta y decidido de nuestro presbiterio, de la vida consagrada, del
laicado, de los agentes de pastoral, es que tras reflexión y oración he
decidido:

CONVOCAR EL II SÍNODO ARQUIDIOCESANO DE SANTA
CRUZ

        Lo hago con el objetivo de "renovar nuestro caminar como Iglesia
local de Santa Cruz, para que todos seamos comunicadores de vida y
esperanza en los umbrales del tercer milenio".
        El Sínodo, es una gracia, un regalo de Dios. Es una llamada a la
conciencia y al corazón, es una convocatoria a unir, no a dispersar, es un
espacio para retomar nuestra responsabilidad eclesial. Queremos una
Iglesia con rostro propio, confiemos en que el Espíritu del Señor está
también en nosotros y que nos fortalece para hacer presente y creíble al
Dios que anunciamos.

       A trabajar con audacia.
       La tarea es exigente: caminar juntos es adquirir la capacidad de
señalar siempre al Maestro: que El crezca, que su Reino se construya, hoy,
no mañana y que disminuyan nuestros pequeños y limitados proyectos. La
comunidad de creyentes tiene que vivir toda ella confesando a "Cristo ayer,
hoy y siempre". El es el que cuenta, no nosotros. Somos una comunidad
creyente, sin poses individualistas.
       Caminar juntos para experimentar la alegría de trabajar
corresponsablemente y descubrir la grandeza de esta Iglesia local, que es
nuestra Iglesia en la que vamos a verificar la solidez de nuestra fe y de
nuestros compromisos. Servir a la Iglesia y no servirse de élla es el
termómetro para saber si realmente nos interesa la misión que el Señor nos
ha encomendado. Una Iglesia de servidores, es una Iglesia de constructores
del Reino.

                                  - 14 -
5. Con María, la Mamita de Cotoca, comenzamos este
   Sínodo.

        Sí, hermanos y hermanas, comienza nuestro Sínodo, hoy fiesta de
la Asunción de María. Ella con el título de Virgen de Cotoca, tan querida
en nuestro pueblo, acompañará este caminar hasta su conclusión en el año
2.000.
        Los convoco, pues, a vivir con alegría, con entusiasmo, con audacia
esta experiencia de fe. Saldremos renovados, estoy seguro, con una
proyección de espiritualidad fuerte y profunda, transformadora de tantas
situaciones inhumanas.
        Llamo a todo el pueblo de Dios a participar en todas las actividades
que vayan surgiendo y a orar: orar mucho y fuerte. A orar para que el
Señor nos dé la alegría de ser signos de esperanza y vida. Nadie puede
marginarse de esta responsabilidad.
        Como pastor estaré atento a lo que el Espíritu nos diga a través de
este gran acontecimiento. No tengan miedo, nada ni nadie nos separará del
amor de Cristo.
        Rezo por cada uno de ustedes y ustedes recen por mí para que este
mi humilde ministerio sirva para engrandecer el alma, el corazón y la vida
de nuestra Iglesia local.
        Para cada uno mi bendición más afectuosa.



                                                  +Julio Terrazas S., CssR.
                                                                Arzobispo

Santa Cruz, 15 de agosto de 1997.




                                    - 15 -
1DECRETO DE LA REALIZACIÓN DEL
                  II SÍNODO ARQUIDIOCESANO
                 DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA

                                                             D.A. 006/97


          EL ARZOBISPO DE SANTA CRUZ,
         JULIO TERRAZAS SANDOVAL, CssR.,


        Al pueblo de Dios que peregrina en la Arquidiócesis de Santa Cruz
de la Sierra:

       La inspiración de celebrar un Sínodo de nuestra Iglesia ha ido
llenando de esperanza y entusiasmo a nuestros fieles.

       Hoy todo parece decirnos que esta es la hora para vivir una
experiencia eclesial extraordinaria.

       Oído el parecer de todos los sectores del pueblo de Dios:
presbiterio, vida consagrada, organizaciones laicales, así como el clamor
de nuestros agentes de pastoral expresado en las Asambleas
Arquidiocesanas y conforme a derecho (c. 461, pár. 1) he decidido:

       "Convocar el II Sínodo de nuestra Iglesia local, acontecimiento
de fe, que permitirá a cada bautizado revitalizar su vocación eclesial y
adecuar sus organismos de formación y servicio a los nuevos desafíos de
nuestro pueblo para cumplir su misión de Iglesia constructora del
Reino".


                                  - 16 -
Lo hago en la fiesta de la Asunción de María. Ella, bajo la
advocación de Virgen de Cotoca, nos llevará a ingresar en el nuevo
milenio haciendo lo que su Hijo nos mande.

            El Espíritu de la Verdad y la Vida guíe nuestros pasos.




            Santa Cruz, 15 de agosto de 1997.




                                - 17 -
PRIMERA PARTE




 Carta
Pastoral



     - 18 -
*




- 19 -
(Página en blanco)




      - 20 -
CAMINAR UNIDOS EN EL ESPÍRITU DE
      CRISTO RESUCITADO


         Carta Pastoral de Inspiración
                y Animación Sinodal


Les escribo hoy a ustedes queridos presbíteros y diáconos,
servidores del Señor y de su pueblo, a ustedes consagrados y
consagradas que viven y ejercen sus carismas al servicio de la
misión de esta Iglesia local.


Y me dirijo con especial afecto de amigo y pastor a mis hermanas
y hermanos laicos: hombres y mujeres, adultos y jóvenes,
ancianos y niños, "piedras vivas" de la edificación del Pueblo de
Dios que peregrina en esta porción de las tierras orientales de
Bolivia.


A todos ustedes que conmigo anuncian el Evangelio de Jesucristo
para la liberación y la vida abundante de todo nuestro pueblo:
"gracia y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor
Jesucristo". Doy gracias a nuestro Dios por la fe de todos
ustedes y a cada momento los recuerdo en mis oraciones. (cf. Rm
1,7b-9a)


                             - 21 -
(Página en blanco)




      - 22 -
1. A MANERA DE PRESENTACION


E
         sta carta es el fruto de la experiencia eclesial vivida en los años de
         nuestro “caminar juntos” como Iglesia, en nuestras Asambleas
         Arquidiocesanas y en el proceso sinodal. Quiere ser apoyo a
cuantos sienten la alegría de la renovación y participación evangelizadora y
un impulso a cuantos tenemos responsabilidad en el Pueblo de Dios.

Fue en la fiesta de la Asunción de la Virgen María de 1997 que los
convoqué para realizar el II Sínodo Arquidiocesano de Santa Cruz y
continuar la primera iniciativa sinodal de nuestra Iglesia ciento diez años
atrás. Este proceso pastoral, más el resultado de nuestras Asambleas
Arquidocesanas anuales, comienza hoy a dar sus primeros frutos de
compromisos renovados. Lo que hasta hace poco parecía algo difícil y
complicado, está siendo asumido con un gran entusiasmo por parte de
nuestros fieles de los diversos sectores de Iglesia y por los propios agentes
de pastoral, principales animadores de este caminar.

Quiero hacerme eco de ese entusiasmo de miles de nuestros hermanos y
hermanas de la base que han recordado, vivido y expresado su sentir de
Iglesia en sus casas, barrios y comunidades. Quiero dejarme inspirar de lo
más significativo del aporte que ustedes mismos elaboraron en arduas y
fatigosas jornadas de reflexión, valioso trabajo en el que pusieron
entusiasmo, alegría, fe y esperanza. Al ofrecerles esta reflexión me apoyo
en la afirmación de San Agustín "con ustedes soy cristiano, para ustedes
soy pastor y guía". Vale la pena continuar la marcha sinodal, asumir sus


                                    - 23 -
exigencias de cambio y renovación y perfilar respuestas evangélicas frente
a los nuevos desafíos.

Recordemos el contexto eclesial en el que celebramos nuestro Sínodo:

Este acontecimiento se coloca en la perspectiva del Proyecto Pastoral de la
Iglesia Latinoamericana de la NUEVA EVANGELIZACION. Esta se
realiza, como lo puntualizó el Papa Juan Pablo II en Haití (1983), con
"nuevo ardor, nuevos métodos y nuevas expresiones". Así lo ratifican
también los obispos de la Iglesia en Bolivia en su "Enfoque y Directrices
Pastorales 1994 - 2.000".

Nos impulsa a este mismo fin, la preparación a la celebración de los 2.000
años del nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, su venida en la historia, el
hecho pascual de su muerte y resurrección salvadora y su espera gloriosa al
final de los tiempos. En este hacer memoria viva de Jesús se nos entrega la
Buena Nueva de la Salvación a través del anuncio y realización del Reino
de Dios y su justicia en favor, preferentemente, de los pobres y excluídos de
nuestra sociedad.

Lo que vivimos y compartimos en nuestra Iglesia de Santa Cruz,
significado vitalmente en las Asambleas Arquidiocesanas de Agentes de
Pastoral, ha generado nuevos dinamismos eclesiales, ha despertado el
entusiasmo del Evangelio y ha comprometido a todos en un mismo Camino
Pastoral Unido. Esta es una gracia que el Señor nos concede. Nuestro deber
es acogerla y corresponder a ella con fe, generosidad y esperanza.

1.1.NOS PROPUSIMOS UNA CELEBRACIÓN POR ETAPAS
Antes de convocar a la celebración del Sínodo fue necesario consultar si
éste era oportuno, posible y qué beneficios podía traernos. Mas tarde, se
perfiló la organización y planificación en función de objetivos deseables y
alcanzables. Y el día que lo convocamos propusimos etapas concretas para
iniciar un proceso, un caminar sin prisas ni lentitudes inútiles.


                                   - 24 -
1) La primera etapa fue de sensibilización, de asimilación del ser de un
sínodo, de su alcance y consecuencias y del deseo de involucrar a la
mayoría de los creyentes.

2) La segunda etapa se fijó la mirada preferencial sobre el cristiano en la
base: la persona, la familia, el grupo humano, la comunidad de base, que
está en el barrio y en el campo, en parroquias y capillas; era importante
conocer sus preocupaciones, inquietudes, anhelos; urgía despertar y escribir
la memoria de sus vidas y del origen de sus propias comunidades. Era
necesario que cada cristiano compartiera la vivencia de su fe en medio de
las realidades socio-económicas, culturales y eclesiales.

Estas dos etapas ya las hemos vivido y conviene no olvidarlas porque de
ellas depende el éxito de las siguientes.

3) La tercera etapa quiere desatar un proceso de reflexión bíblica,
teológica y pastoral sobre la puesta en marcha de parroquias que sean
"comunidad de comunidades". No se trata tanto de hacer aclaración de
conceptos, sino de crear espacios de referencia clara y significante donde se
viva la comunión y la participación en la misión de la Iglesia, tanto en la
ciudad con sus retos actuales, como en los diferentes sectores del área rural.

4) La cuarta etapa nos llevará en espíritu creativo y participativo a dotar a
nuestra Iglesia de las estructuras de servicio indispensables para hacer
efectiva la coordinación de una pastoral que responda integralmente a las
necesidades de nuestro pueblo. Y que ojalá sean estructuras autónomas
también en lo económico para que así promocionen y defiendan la dignidad
de nuestro pueblo.

1.2.NOS FIJAMOS UN OBJETIVO
Pretendemos renovarnos y tomar conciencia de nuestro ser eclesial. ¿Quién
no desea una Iglesia viva que comunique vida, una Iglesia que pregone la
esperanza más allá de nuestro tiempo y que ingrese al tercer milenio no solo
para hablar del "año de gracia" sino a aceptar este don gratuito y a vivir de
acuerdo al dador, el Señor?.


                                    - 25 -
Si nos convertimos en testigos de Jesús, tenemos que decir NO a las
esclavitudes enervantes de la deuda externa que atenaza a personas y
pueblos. Tenemos que decir SI a la reducción o perdón total de esta deuda
que provoca gritos de dolor en los sencillos.

El "año de gracia" tiene también otras dimensiones que no se pueden
olvidar: reconocer y combatir los pecados sociales y personales. Abrir
espacios para que crezca el Reino de Dios y se vaya manifestando por la
justicia, la solidaridad, la libertad y la paz, proyectando entre todos una
sociedad sin corruptos, sin drogas, sin alcohol, sin niños en la calle, sin
jóvenes desorientados sin futuro ni horizonte, sin familias destrozadas, sin
ricos cada vez más insensibles al grito y dolor de inmensas masas humanas,
sin violencias, con menos armas y más diálogo, con menos arrogancia y
más sencillez, con menos consumismo y más respeto a los pobres.

Se pretende dar pasos concretos para vivir y celebrar el Jubileo en todas sus
dimensiones y entrar así en la nueva época.

La Palabra nos ilumina e interpela.

Cuando me propuse escribir esta carta, dos textos bíblicos vinieron a mi
memoria. Ambos integran armoniosamente lo que hemos vivido y
proyectan su luz y su fuerza sobre lo que deseamos realizar. Los transmito a
ustedes para que inspiren, orienten y animen nuestro caminar eclesial.

El primer texto, del libro del Exodo: Yahvé dijo a Moisés: "He visto la
aflicción de mi pueblo en Egipto, he escuchado el clamor ante sus
opresores y conozco sus sufrimientos. He bajado para liberarlo..." ( Ex
3,7).

Es la memoria histórica fundamental del pueblo de Israel que ha
experimentado la intervención de un Dios liberador, en diversos momentos
y situaciones. Nuestro Sínodo tiene que darnos la certeza de que nuestra
Iglesia cree en el Dios de la libertad y por eso no se amedrenta ante los
nuevos mayordomos de hoy.
                                      - 26 -
El segundo texto, no menos elocuente que el anterior, es una de las palabras
más propias y originales de Jesús quien vivió, participó y asumió una
realidad compleja y dura en Palestina hace dos mil años:

“En aquel momento, Jesús, movido por Espíritu Santo se estremeció de
alegría y dijo: Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque
has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes y se las has revelado a los
sencillos. Sí, Padre, así te ha parecido bien” (Lc 10,21).

Jesús es testigo de la reacción de los humildes ante la intervención
reveladora de Dios, capta las preferencias de su corazón de Padre, se
estremece de alegría y, animado por el Espíritu, le alaba y manifiesta con
firmeza su propio consentimiento a esta manera tan particular que tiene el
Padre de revelar su Reino. Esta misma experiencia de Jesús frente a la
intervención divina la hemos sentido nosotros en el camino sinodal y en la I
Asamblea Sinodal. Allí pudimos decir al igual que Jesús: “gracias Padre”,
porque los sencillos nos hicieron sentir los latidos de su corazón, conocer
sus ideas, valorar sus aportaciones y su gran experiencia de Dios con mucha
sencillez y sabiduría.

Ellos, los pequeños, nos piden mayor fidelidad y un cambio de actitudes.
Nos piden audacia y creatividad. Nos invitan a canalizar las iniciativas y
anhelos del pueblo sencillo.

A la luz de esta Palabra del Señor y de la realidad que estamos viviendo
conviene afirmar con claridad que "Somos una Iglesia que se renueva,
reasume su misión evangelizadora y da respuestas a los desafíos de nuestra
sociedad de Santa Cruz de cara al tercer milenio". Con esta afirmación
quiero señalar la voluntad de seguir caminando juntos, mostrar lo que
queremos alcanzar en el proceso sinodal y las consecuencias que de él se
deriven. Somos conscientes de que es Jesucristo quien nos renueva
constantemente en medio de esta sociedad en transformación, es El quien
abre nuestros oídos para escuchar las necesidades de nuestro pueblo y la
Palabra de Dios que resuena en la historia. Es el Espíritu Santo quien nos
capacita para encontrar las respuestas acertadas y nos da la fuerza para
comprometernos con las exigencias de los nuevos tiempos.
                                   - 27 -
2.MIRADA PASTORAL A UNA REALIDAD
      COMPLEJA Y DESAFIANTE


L
         a Iglesia, sacramento y signo de Salvación en la historia de los
         hombres, configura su acción y los acentos de su Misión de acuerdo
         con el tiempo, el espacio y las corrientes que marcan las épocas y
los procesos socio-políticos, económicos y culturales. No es una realidad
estática. Camina con los hombres y mujeres que protagonizan los cambios y
proponen nuevas ideas e invenciones que involucran a todos. Esta Iglesia,
extrae de la Palabra, del Espíritu que la anima y de los signos de los
tiempos, su inspiración y la energía que potencian su entrega apostólica y su
capacidad para adecuarse a las nuevas situaciones. El Concilio Vaticano II
expresó esta presencia de la Iglesia en el mundo con estos términos: " Los
gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de
nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez
gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada
hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón... La
Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del género humano y
de su historia" (GS 1).

Esta realidad humana y a la vez divina de la Iglesia, pide al cristiano estar
atento a los hechos que nos rodean, ser sal y luz en medio de ellos, y tener
una actitud crítica para discernir y optar en favor del Reino de Dios,
permaneciendo fiel al seguimiento de Jesús. Por ello vamos a considerar
algunos de los aspectos de la vida y del contexto de la realidad donde nos
toca vivir y testimoniar a Jesús muerto y resucitado, anunciando la Buena
Nueva del Reino con gestos de liberación y palabras de esperanza. La
                                   - 28 -
Iglesia no puede ni debe replegarse sobre sí misma, en un encierro de
permanente invernadero. Ella está orientada hacia fuera para proclamar con
valentía el Evangelio de Jesús.

2.1. COMPARTIMOS        RAICES COMUNES CON TODA LA IGLESIA, PERO ES
       LA MEMORIA PARTICULAR DE ESTE PUEBLO QUE NOS PROVEE DE
       LA FUERZA PARA CAMINAR

Nuestra Iglesia Particular de Santa Cruz es heredera, en primer lugar, de la
Evangelización que llegara en la época colonial. El Evangelio penetró en
estas tierras por la acción de los misioneros religiosos y por los doctrineros,
de acuerdo con las metodologías de aquel entonces. La labor de estos
pioneros, sobre todo en las Reducciones y las Doctrinas, marcó
profundamente la vida religiosa de nuestro pueblo. Prueba de ello son las
actuales costumbres y expresiones que perviven hoy en los pueblos
guarayos, chiquitanos, guaraníes y en el alma popular de la gente sencilla
de los valles y de los llanos orientales.

Nuestra Iglesia particular es también heredera del caminar de la Iglesia
Universal y Latinoamericana. El Concilio Vaticano II (1962-1965) marca
para la Iglesia de Europa y de los demás continentes un hecho histórico sin
precedentes. Es un verdadero Pentecostés de renovación para los cristianos
y un redescubrimiento de la obra evangelizadora de la Iglesia en un mundo
en cambio. La II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano se
reúne en Medellín (Colombia), en 1968, para aplicar en América Latina las
conclusiones del Concilio Vaticano II. Así los Obispos releen los
documentos conciliares desde la situación de pobreza injusta del continente,
explicitan su opción preferencial por los pobres y hacen pública la denuncia
profética de las estructuras de pecado. Esto produce una profunda
renovación en la Iglesia de América Latina, alcanzando poco a poco a
Bolivia y, por consiguiente, a esta parte del Pueblo de Dios en Santa Cruz.

Este reencuentro de la Iglesia y su Mensaje evangelizador con los hombres
y mujeres concretos, situados en una historia, una sociedad en rápidas
transformaciones, con culturas originarias entre los pueblos de la meseta
andina y de los llanos amazónicos, puso a prueba el talento y la capacidad
creativa de esta misma Iglesia para producir nuevas respuestas a las nuevas
                                    - 29 -
necesidades. Medellín (1968), mas tarde Puebla (1979), Santo Domingo
(1992) y el Sínodo de América (1997) constituyen una verdadera tradición
de un Magisterio eclesial que orienta y guía la acción, procesos pastorales,
pensamiento, estilo, lenguaje y mentalidad de los cristianos, que buscan
constantemente renovarse, permanecer fieles a Dios siendo fieles a su
pueblo.

Esta es la razón, hermanos y hermanas de la Iglesia de Santa Cruz, que nos
llevó a preguntarles por la memoria viva de la fundación de sus
comunidades eclesiales, capillas, centros pastorales, aldeas rurales y
barrios. Asimismo les pedimos que nos diesen los nombres de sus
fundadores, protagonistas, servidores y animadores principales que les
dejaron una base suficiente para que el Evangelio y la Iglesia echaran raíces
en sus respectivos ambientes. Guardar esta memoria y apelar
constantemente a ella, es comprometerse con la Misión de la Iglesia y con
la transformación de la sociedad por la fuerza del Evangelio que libera y, en
Cristo, produce mujeres y hombres nuevos. Todo esto que ustedes nos han
contado con sencillez y transparencia, se convierte para todos,
especialmente para nuestros sacerdotes y agentes de pastoral, en una
referencia obligada que orienta el rumbo de todo el quehacer pastoral de
esta Iglesia. Estos aportes no son para que, olvidados, mueran en nuetros
archivos. La palabra y la conciencia concreta de los hechos comunitarios
compartidos son y serán siempre una fuente de inspiración, una raíz que
alimenta nuestra identidad cristiana y eclesial, un punto de apoyo que ayude
a movilizarnos a todos hacia objetivos comunes del Pueblo de Dios y una
verificación fehaciente de nuestros procesos de inculturación del Evangelio.

2.2. ALGUNOS       ELEMENTOS QUE DESTACAN EN NUESTRA REALIDAD
       ACTUAL

Nuestra realidad es compleja, necesita de estudios especializados para
descubrir la trama de todos sus elementos. No pretendemos analizarla con
ojos de especialistas, sino con ojos de la fe, partiendo de las opciones
propias de la Iglesia, especialmente "desde la vivencia de los pobres, con la
mediación de los valores evangélicos" (CEB, Aporte a SD 79). Por esto
solo señalaremos aquellos hechos y procesos socio-políticos, económicos y
                                   - 30 -
culturales que son significativos para nosotros, hombres y mujeres que
vivimos en Santa Cruz hoy y en el futuro.

a) Aspectos sociales
Hoy vivimos no solo cambios rápidos y profundos en nuestra sociedad sino
que vivimos, lo queramos o no, un cambio de época. Uno de sus
componentes claramente identificables es el fenómeno de la globalización.
Experimentamos que el mundo se convierte en una pequeña aldea en la que,
gracias a los medios de comunicación, la ciencia y la tecnología modernas,
podemos tener acceso directo a casi todas las dimensiones de la vida
humana. Ya no existen fronteras definidas que impidan la relación entre los
pueblos, los grupos y las personas. Por eso, quienes tienen el poder de la
economía y de los avances científicos actuales, pueden imponer el
ordenamiento social y el sistema que convenga a sus intereses. Este estilo
de vida toca, en efecto, a todos los ámbitos de la sociedad, desde lo
económico hasta lo educativo, desde lo político hasta lo religioso.

Los informes de nuestros grupos de base señalan varios fenómenos de tipo
social marcados, claro está, por la globalización: unos inquietantes y otros
esperanzadores. Uno de sus componentes es la migración no sólo del campo
a la ciudad, que vacía pueblos enteros y provoca un acelerado crecimiento
demográfico en la capital, sino también del interior y exterior del país. Este
hecho trae una indudable variedad de riquezas culturales, sociales y un
potencial productivo para el bien común. Pero al encontrarse en la ciudad
con un sistema que ofrece pocas fuentes de trabajo y de espacios de
acogida, esta situación produce una gran inestabilidad, crisis de identidad,
pobreza, marginalidad, delincuencia, drogadicción, alcoholismo abandonos
del hogar, mendicidad, desocupación y otros efectos para la mayoría de la
población, que debe contentarse con las migajas de una economía informal.

Otro hecho social que clama al cielo es el de la corrupción generalizada en
muchos niveles de la sociedad, pero sobre todo en el de la cosa pública. Lo
más deplorable es la impunidad y la facilidad con que se archivan los
procesos llamados a terminar con esta lacra social. A esta corrupción se
añade el tráfico ilícito de drogas que deteriora, aún más, los valores
humanos y destruye el sentido ético de las relaciones, creando una falsa
ilusión de riqueza y bienestar por el acceso a un dinero fácil. Estos hechos

                                    - 31 -
ponen al descubierto otra de las situaciones que vivimos: la ausencia de una
cultura de la legalidad y, mas bien, una incultura de la manipulación de la
ley y del encubrimiento cómplice.

Es cierto que existen esfuerzos por parte del Estado y de las autoridades
constituidas, como también de algunas instituciones cívicas, para hacer un
frente común y eliminar la corrupción y el narcotráfico, pero son todavía
insuficientes y no alcanzan a asumir con eficacia la solución radical a tan
grave problema. Valoramos el rol protagónico de la prensa oral, televisiva y
escrita, y de personas valientes, que denuncian estos hechos
desenmascarando a los culpables, a riesgo de su propia vida y de la
seguridad de sus familias. Todos debemos animarlos a seguir propagando
con coraje los valores éticos y cristianos para despertar y formar las
conciencias.

Se observa además un creciente deterioro de las relaciones familiares y un
debilitamiento de su valor como base de la sociedad, sin seguridad y
estabilidad para la vida de sus miembros. Los índices de desintegración de
la familia son alarmantes. A ello se suman los cada vez más numerosos
abortos diarios, con los riesgos y estigmas sociales para la madre. Existe,
empero, el deseo manifiesto de reafirmar el valor de la institución familiar
para que constituya una vivencia y expresión del amor conyugal, paternal y
filial.

Es por demás sabido que un alto porcentaje de la población en nuestra
Arquidiócesis lo conforman los jóvenes y niños de ambos sexos. Ellos son
una fuerza decisiva para la sociedad y para la Iglesia en el presente y el
futuro. Pero también es cierto que nos falta vivir con seriedad la opción
pastoral por los jóvenes. La juventud y la niñez, junto a la presencia no
menos considerable y representativa en nuestro medio de tantas mujeres
que día a día optan por la vida, la justicia y el Evangelio, son una fuente de
recursos humanos de incalculables efectos multiplicadores en favor de
nuestro pueblo. Su participación en proyectos educativos, sus iniciativas
humanitarias y su rol en instituciones, organizaciones y en las comunidades
cristianas, están demostrando su capacidad creativa, su espíritu de
generosidad y disponibilidad de servicio entregado en favor de los demás.

b) Aspectos económicos

                                    - 32 -
Vivimos y estamos manejados por una economía de mercado total, en
donde no cuentan las relaciones humanas, sino el dinero. La persona es
conciderada en tanto en cuanto produce y genera dinero, de lo contrario, si
disminuye su capacidad productiva, deja de ser útil y es marginada.

La nuestra es una economía del espectáculo, de la producción masiva y de
la explotación indiscriminada de recursos naturales. Con ella se crea la falsa
ilusión de que vivimos en una sociedad de bienestar para todos, cuando solo
favorece a unos cuantos que son quienes determinan los precios de los
productos montando un aparato propagandístico capaz de despertar
necesidades que no existen en la población consumidora. A ello
contribuyen los super-almacenes, la música, los festivales y los juegos. A
consecuencia de esta realidad injusta, ha aparecido en escena una nueva
categoría de grupos cada vez más numerosos: los excluídos sin rostro, sin
voz, sin nombre, sin historia, humillados y destrozados en su dignidad de
hijos de Dios y hermanos nuestros que claman por sus derechos.

No se puede desconocer el valor de esta economía que tiene una gran
capacidad para generar bienes útiles para la vida de las personas y pueblos.
Se orienta por criterios de eficiencia y dedicación, pero olvida que el centro
y lo esencial es la persona y su dignidad. Es la economía que debería estar
al servicio de los hombres y mujeres de esta sociedad, y no la persona
sometida al capricho y ceguera de las relaciones económicas.

En medio de esta fuerza avasalladora de mercado, emerge la capacidad
creativa de los sencillos para enfrentar con valentía y dedicación la defensa
de la vida forjando una economía de subsistencia. Nuestro pueblo, y sobre
todo la mujer, ha dado y da muestras de un potencial incalculable de
energía para no claudicar ante tantas amenazas contra la dignidad humana.

c) Aspectos políticos
Hay una estabilidad democrática en el país y en las regiones. Este es un
hecho positivo, pero con sus limitaciones. Estos últimos años se busca
consolidar el marco institucional en los diversos niveles de poder y
participación ciudadana. Una muestra de ello es la cantidad de leyes que se
han aprobado para regular la vida ciudadana en sus diversos campos y
necesidades, acomodándola así a las exigencias de la modernidad y del
                                    - 33 -
sistema neoliberal que se impone. Esto, si bien da la sensación de entrar en
un proceso de reordenamiento social y jurídico positivo, no deja de ser mas
que una acomodación al sistema mencionado favoreciendo tan sólo a
algunos grupos de poder con intereses económicos fuertes, foráneos o
internos, y abandonando en el desamparo a la inmensa mayoría de nuestra
población.

Algunas de las tantas leyes promulgadas apuntan a objetivos que están al
servicio de los sectores menos favorecidos. Pero su reglamentación y la
aplicación práctica de las mismas, no están produciendo los frutos
esperados. Muchas veces postergan las aspiraciones y derechos de justas
reivindicaciones ciudadanas.

Por otro lado, constatamos con pesar que la práctica política ha perdido de
vista su valor y su objetivo: servir al bien común de la gente y sobre todo
elevar el nivel de vida de los sectores más desprotegidos. La apetencia
manifiesta de grupos y personas por el poder lleva consigo dudosas
motivaciones. La política se ha convertido en una carrera lucrativa,
insensible ante las necesidades vitales del pueblo: los "regalos"
coyunturales destierran las soluciones eficaces. Así todos los niveles de
organización y participación ciudadana tienden a una politización excesiva.
La política ha caído en el descrédito y el pueblo le quita peligrosamente su
confianza.

A todo esto se debe añadir el fenómeno de la reducción del rol de un
Estado, concebido sólo para asegurar los intereses del sistema neoliberal.
Según éste, el aparato estatal es sólo un facilitador de las relaciones
económicas y está al servicio del sistema de mercado, dejando de lado su
papel fiscalizador de las acciones de entidades y empresas privadas o
transnacionales y de velar por la justicia, la dignidad del país, su soberanía
y el bien de nuestra nación. Como resultado, tenemos una institucionalidad
que en lugar de proteger y apoyar los intereses de la Patria, sus fuerzas
organizadas se orientan a proteger el mercado y los intereses de las grandes
potencias extranjeras.

d) Aspectos culturales



                                    - 34 -
Considerando que cultura es "el modo particular como los hombres de un
pueblo cultivan su relación con la naturaleza, entre sí mismos y con Dios"
(DP 386), Santa Cruz es un espacio que acoge a muchas culturas, antiguas y
nuevas, donde los pueblos originarios de la región cruzan su riqueza
cultural con el mestizaje impuesto por otros pueblos. En estos últimos años
se ha intensificado la inmigración de quechuas y aymaras desde la parte
occidental del país; ellos vienen con su propia cultura, rica y claramente
definida en valores y expresiones concretas. Otros grupos humanos del
exterior del país también se han asentado en nuestro territorio, trayendo
consigo sus propias características y valores. Todos forman un concierto
cultural de tal policromía de identidades diversas que dan a Santa Cruz una
fisonomía original y una riqueza cultural extraordinaria.

En esta realidad, se mantiene el esfuerzo por reconocer y afirmar la
coexistencia de la diversidad cultural originaria, nacional y local, junto a las
expresiones culturales del mundo actual. En el campo literario, autores
conocidos, instituciones cívicas y eclesiales, dedican su tiempo a recuperar
la memoria histórica de nuestros pueblos aborígenes y de los procesos
diversos que vivieron y viven los movimientos sociales. Empero, la llamada
"cultura moderna" o "pos-moderna" va ocupando espacios cada vez más
amplios y está imponiéndose, tanto en el área urbana como en el área rural,
a través de los medios de comunicación social. En ella predomina la
mentalidad científico-técnica que, con una confianza absoluta en la razón,
en la libertad individual y en la eficiencia práctica, cree poder resolver
todos los problemas sociales, económicos y políticos. Esta realidad tiene
valores muy positivos; sin embargo, en su afán de producir y de ganar
dinero, no le importa manipular los medios de comunicación para incitar al
consumo, alimentando en las personas falsas necesidades y el deseo de
experimentar el placer a niveles cada vez más sofisticados y costosos,
convirtiéndolas así en dependientes pasivas o en esclavas de lo material.

Este hecho interpela y desafía a nuestra sociedad que, para no perder su
identidad, tiene que afianzar y potenciar los valores comunitarios de
solidaridad, fraternidad, justicia, equidad, respeto a las personas y su
dignidad, defensa de la vida y de una libertad responsable. Este desafío
incluye también la construcción de una sociedad pluralista, expresada en
una gran diversidad de tendencias y culturas, llamada a convivir en unidad,
respeto y mutua cooperación. Esta doble tarea no está desvinculada del

                                     - 35 -
amor y respeto a nuestra tierra; ella y todo lo que ella encierra son parte
indispensable para que la vida de las personas y pueblos tenga un marco y
un espacio de hogar para todos.



     3. LA BUENA NOTICIA DE DIOS
    PADRE INSPIRA NUESTRAS LINEAS
             PASTORALES


T
        oda esta realidad que hemos recogido con atención, mirándola
        desde la fe y con un afecto especial por los pobres, vamos a
        confrontarla con la Buena Noticia del Padre revelada en Jesús, la
Palabra de Dios hecha carne (Jn 1,14), con la experiencia fundante de las
primeras comunidades cristianas y con la vida y el caminar de la Iglesia
Universal y Latinoamericana, para poder luego fundamentar nuestras
opciones y asumir entre todos las acciones más pertinentes.

En su tiempo, Jesús anunció el Reino de Dios (Mc 1,15; Mt 4,17), realizó
signos concretos de su venida y lo declaró presente y actuante en medio de
su pueblo (Lc 17,21). Hoy la Iglesia es el signo visible y sacramental de
este Reino proclamado por Jesús. Ella lo anuncia como Buena Nueva para
los pobres que, llenos de fe y esperanza, se alegran de esta noticia en medio
de una sociedad cuestionada por la miseria de muchos y la opulencia
escandalosa de unos cuantos. "Como Cristo realizó la obra de la redención
en pobreza y persecución, de igual modo la Iglesia está destinada a
recorrer el mismo camino a fin de comunicar los frutos de la salvación a
los hombres... Cristo fue enviado por el Padre a evangelizar a los pobres, y
levantar a los oprimidos (Lc 4,18), para buscar y salvar lo que estaba
perdido (Lc 19,10); así también la Iglesia abraza con amor a todos los
afligidos por la debilidad humana; más aún, reconoce en los pobres y en
los que sufren la imagen de su Fundador pobre y paciente, se esfuerza en
remediar sus necesidades y procura servir en ellos a Cristo". Por eso, "la

                                   - 36 -
Iglesia va peregrinando entre las persecuciones del mundo y los consuelos
de Dios, anunciando la cruz del Señor hasta que venga" (cf. 1 Co 11,26)
(LG 8, c, d).

La vida de Jesús y su Iglesia, animada por el Espíritu, va a ayudarnos a
mirar con sencillez y confianza la vida de nuestra Iglesia: qué hace, qué nos
dice, qué espera de nosotros. En esta iluminación de nuestra realidad, deseo
retomar lo que ustedes, amados fieles, han expresado con cariño y libertad
en nuestra vivencia sinodal. No pretendo quedarme sólo en conceptos
conocidos o en crear nuevas teorías. Quiero insistir sobre algunas notas
fundamentales de la Iglesia. Estas no se pueden aislar unas de otras, hay que
tomarlas en su conjunto, sin embargo vamos a profundizarlas en su carácter
individual y específico para comprender cuál es la Iglesia que queremos
construir y desarrollar en nuestros barrios y parroquias.

3.1. LA IGLESIA         EVANGELIZA     CUANDO     TESTIMONIA     AL   SEÑOR
       RESUCITADO Y PROCLAMA EL          REINO   DE   DIOS   CON HECHOS Y
       PALABRAS


a) Miremos nuestra situación

Evangelizar es la labor fundamental de la Iglesia, su dicha y vocación
propia, "su identidad más profunda" (EN 14). Ella "vive para evangelizar"
(DP 224). En su aporte, las bases de nuestra Iglesia de Santa Cruz han
notado sin embargo que hay falencias en este campo. Algunos agentes de
pastoral todavía están centrando su trabajo sólo alrededor de una fría
administración sacramental. Muchas homilías no llegan al corazón del
pueblo, no asumen la vida ni las preocupaciones de sus destinatarios. Las
familias, que son el lugar privilegiado de educación en la fe y en los valores
evangélicos, han ido perdiendo fuerza en esta noble tarea. En algunos
colegios "católicos" la enseñanza religiosa es deficiente. Algunas
estructuras de Iglesia, mantenidas en su antigua concepción, pierden su
actualidad y se cierran al diálogo y a la participación comunitaria.

Al lado de estos desafíos, los cristianos reconocen también la presencia de
signos alentadores que nos llenan de esperanza. La nueva evangelización
propuesta por el Papa (1983) está siendo asumida con coraje. Muchos
cristianos se han comprometido para hacer conocer a Jesús y vivir en
                                    - 37 -
hermandad y solidaridad; otros han hecho esfuerzos para llegar a diferentes
casas, familias y comunidades. Hombres y mujeres, jóvenes y niños se han
integrado al trabajo de la catequesis sacramental (catequesis familiar, de
confirmación...). Cada vez en mayor número, los bautizados van asumiendo
compromisos duraderos en grupos, movimientos apostólicos, Comunidades
Eclesiales de Base. Las misiones populares van motivando y movilizando a
aquellos cristianos que estaban al margen de la marcha de nuestra Iglesia.
Responsables de comunicación social, han introducido la voz del Evangelio
en la mayoría los medios (radio, prensa, TV). Además, la mayoría de las
parroquias urbanas y comunidades del campo cuentan ya con una
infraestructura que favorece la realización de encuentros y reuniones para
facilitar la labor evangelizadora de la Iglesia.

b) Jesús, el primer evangelizador

Esta vocación evangelizadora de la Iglesia no surge de una iniciativa
privada. Dios es quien ha tenido la iniciativa de acercarse a su pueblo, de
hacerse partícipe de su vida y de su historia (Ef 1,3-14). Él, por amor a su
pueblo, ha enviado a Jesús, su Hijo, para que nos muestre su rostro de
Padre.

Por eso, al inicio de su misión, Jesús declara que ha venido a proclamar la
llegada del Reino de Dios (Mc 1,15); asume las promesas expresadas por
los profetas y afirma que es su misión anunciar esta buena nueva a los
pobres (Lc 4,18-19). Así, El consagra todo su ministerio público a iniciar el
Reino de Dios, su Padre, comunicando vida y esperanza a su pueblo. Con
su vida y con su palabra, El muestra quién es Dios y cómo este Dios ama a
los pobres (Lc 10,21) y pecadores (Lc 19,9-10; Jn 8,11).

c) Los primeros cristianos son enviados a proclamar
   la Buena Noticia
Después de su muerte y resurrección, Jesús envía a sus discípulos a
proclamar esta Buena Nueva a todas las naciones porque ellos son sus
testigos (Lc 24,46-48). El los envió también a bautizar y a enseñar todo lo
que ellos han aprendido (Mt 28,19). Antes de consagrarse a esta tarea, los
discípulos reciben el Espíritu Santo (Hch 2,1-4). Animados y conducidos
por este Espíritu, proclaman la buena noticia de Jesús, sin desanimarse ni

                                   - 38 -
claudicar ante las dificultades y persecuciones (Hch 4,29-31). Al contrario,
ellos se alegran de haber sufrido por el Señor, porque deben continuar el
trabajo evangelizador del Hijo, aquí y ahora, "hasta que Dios sea todo en
todos" (1 Co 15,28).

d) Toda la Iglesia es evangelizadora

Continuadora de la misión de los discípulos, la Iglesia está llamada a
evangelizar, haciendo suyas las palabras del apóstol "¡Ay de mí si no
evangelizara!" (1 Co 9,16). Esta misión pertenece "al cuerpo de los
pastores" (LG 23), pero el apostolado de los laicos "nunca puede faltar en
la Iglesia" (AA 1). La misión evangelizadora corresponde pues a todo el
Pueblo de Dios (DP 348; EA 66). En él, como bautizados y "desde
comunidades vivas" (SD 293), todos están comprometidos a anunciar el
evangelio de Jesús, para "formar hombres y comunidades maduras en la fe
y dar respuestas a la nueva situación que vivimos" (SD 26). Pero, en esta
tarea, un especial protagonismo corresponde a los laicos (SD 293) que, con
"el testimonio de su vida, por su palabra oportuna y por su acción
concreta" (DP 789), tienen la vocación de transformar desde dentro, como
fermento, todas las realidades humanas de las que son actores y
protagonistas. Además, comprometida con la Nueva Evangelización, la
Iglesia debe ser promotora decidida y activa de la dignificación de la mujer
(SD 105), contando con el liderazgo femenino y promoviendo su presencia
en la organización y animación de esta misión evangelizadora (SD 109; EA
45).

Proclamando la Buena Nueva, el evangelizador da a conocer a Jesús como
el Señor revelador del Padre y comunicador del Espíritu (DP 352), llama a
la conversión y lleva a la comunión con el Padre, ofreciendo así la
salvación. Esta salvación es liberación de todo lo que oprime a la persona,
"sobre todo liberación del pecado y del maligno" (EN 9), porque la
promoción humana es "parte integrante de la evangelización" (DP 355). El
cumplimiento de esta tarea, con la palabra y con el testimonio, nos exige a
todos creatividad, responsabilidad y búsqueda permanente de los valores
evangélicos.



                                   - 39 -
e) Nuestra  Iglesia de Santa Cruz tiene que ser
   evangelizadora
Fiel a su misión, nuestra Iglesia ha dado pasos seguros para ser
evangelizadora, sin embargo, tiene que avanzar más todavía. Cada cristiano
tiene que abrir su corazón a Dios y dejarse conducir por el Espíritu para ser
creativo y audaz discípulo del Señor. Por su bautismo, él está llamado a dar
testimonio valiente y solidario, procurando que la palabra de Dios se haga
vida y que su vida sea coherente con su fe; los seguidores de Jesús se
reconocen en la vivencia del amor (Jn 13,35) y en la práctica de las
Bienaventuranzas (EN 15).
La preparación de los agentes de pastoral, de los grupos y comunidades
organizadas, como de cada cristiano, tiene que ser consciente y constante.
Esta formación debe centrarse en el mejor conocimiento de las Sagradas
Escrituras y de la realidad. La Palabra de Dios es fuente de sabiduría y
alimento de nuestra fe; es indispensable conocerla, interpretarla
adecuadamente y vivirla en comunidad. La realidad nos sitúa en el tiempo y
la historia. Ella nos relaciona con la vida, nos interpela en las necesidades
de nuestros hermanos y nos invita a dar respuestas claras y concretas.
Esta experiencia compartida de la presencia de Dios en la vida y en su
Palabra no puede hacerse sin una profundización espiritual, sin la oración
(Lc 11,1). Este diálogo con el Señor tiene que generar una fuerte
espiritualidad eclesial y personal y, al mismo tiempo, desarrollar un sentido
crítico frente a la vida y animarnos en el análisis constante de nuestros
compromisos asumidos.
Por ello cada parroquia está llamada a evaluar sus programas de catequesis,
tratando de responder con seriedad y continuidad a los criterios de
orientación adoptados y profundizados en nuestra Arquidiócesis. Los
contenidos y la metodología de los materiales disponibles no pueden ser
foráneos ni deben quedarse en versión estática, tienen que responder a las
exigencias de la realidad del pueblo y de las nuevas opciones de nuestra
Iglesia de Santa Cruz.

3.2. LA IGLESIA MISIONERA CON PROYECCIÓN UNIVERSAL
a) Nuestra situación nos interpela
                                   - 40 -
Dentro de los límites de nuestra Arquidiócesis, mucha gente no está todavía
debidamente evangelizada. Grupos enteros de la ciudad y del campo están
desatendidos y esperan la Palabra del Señor para iluminar sus vidas. Es
notable la falta de una presencia eclesial y de una acción decidida de
sacerdotes, religiosas y laicos comprometidos en varios sectores de la
población. Debido a ello, muchos de nuestros creyentes van a llenar su
inquietud religiosa y de compromiso social en otras denominaciones
religiosas, en donde con fecuencia son engañados, seducidos o
manipulados.
Por otro lado, nos alegra que numerosos agentes de pastoral estén abocados
a su labor misionera y de servicio a la Iglesia local; que algunos grupos de
religiosos(as) y de jóvenes, venidos a veces de otros países, pasen sus
vacaciones en el campo, compartiendo la vida de sus pobladores, dando
testimonio del Evangelio; nos complace que muchos laicos consagren su
tiempo libre al anuncio explícito de la Palabra de Dios. Sin embargo, no
debe dejar de preocuparnos el hecho de que aún no hemos asumido con
vigor y entusiasmo la dimensión misionera más allá de nuestras fronteras.

b) Jesús es el enviado del Padre: su misionero

Jesús consagra toda su vida a la misión encomendada por Dios, su Padre,
quien le envía, llevando una vida de misionero itinerante (Lc 8,1), yendo de
pueblo en pueblo, sin tener dónde reposar la cabeza (Mt 8,20). En estos
recorridos, El está atento a la realidad de la gente, a sus necesidades (Mc
8,2-3) y sufrimientos (Lc 9,10-11). Ante las urgencias vitales de su pueblo,
Jesús responde de acuerdo a la voluntad de su Padre (Jn 5,36) y, en su
consagración a esta tarea, es coherente: lo que anuncia, lo hace (Lc 6,36).
Se entrega a su misión hasta dar la vida (Jn 15,13) y morir en una cruz (Lc
23,33-34).

c) La Iglesia primitiva vive su envío con alegría
Enviados por Jesús, los discípulos proclaman el Evangelio a todo el mundo
conocido, comenzando por Jerusalén (Hch 1,7-8). Con la fuerza del
Espíritu, Pedro anuncia la Buena Nueva en Jerusalén a los judíos y al
pueblo (Hch 2,14s), ante el Sanedrín (4,8-12) y más tarde en Cesarea, a los
paganos (Hch 10). Felipe anuncia el Evangelio en Samaria y, por el camino,

                                   - 41 -
bautiza a un etíope (Hch 8). Pablo es llamado por el Espíritu para
evangelizar (Hch 13,2) y se consagra plenamente al anuncio del Evangelio
primero a judíos y después a paganos, visitando pueblos y ciudades,
formando comunidades y designando a sus responsables (Hch 13 - 28).
Perseguidos y conminados a callar, estos misioneros declaran: "No
podemos nosotros dejar de hablar de lo que hemos visto y oído" (Hch
4,20). "Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hch 5,29). Para
todos ellos, la prioridad fundamental es el anuncio de la Palabra (Hch 6,4).
Por esto, escribiendo a un responsable de Iglesia, Pablo insiste: "predica a
tiempo y a destiempo" (2 Tm 4,1-2).

d) La Iglesia universal y latinoamericana asume la
   misión de Jesús
La Iglesia es misionera por naturaleza (AG 35; RM 48-49). Su misión es
anunciar en todas partes el Reino de Dios y caminar hacia él (RM 2).
Realiza esta misión movida por el Espíritu Santo, avanzando por el mismo
camino que siguió Jesús, "por el camino de la pobreza, de la obediencia,
del servicio, y de la inmolación de sí mismo hasta la muerte" (AG 5). Esta
Iglesia no debe quedarse encerrada en sacristías ni lugares sagrados;
enviada al mundo, está convocada a dar razón de su esperanza,
manteniéndose en permanente estado de misión, con una nueva conciencia
de ser Iglesia y con una nueva relación con el mundo. "La Iglesia local sólo
alcanza su pleno sentido en comunión y apertura misionera a la Iglesia
universal" (CEB, Aporte a SD 360). Por otro lado, la reacción auténtica de
aquella persona que encuentra al Señor "es comunicar a los demás la
riqueza adquirida en la experiencia de este encuentro" (EA 68). La fe se
fortalece dándola (RM 2). Si los bienes espirituales no circulan, se pudren y
mueren.

Esta misión "renueva la Iglesia, refuerza la fe y la identidad cristiana" (RM
2) y compromete a todos sus miembros a hacer visible la presencia de Dios
en medio de la historia, con la vida y con la palabra, reflexionando y
celebrando esa presencia; a mostrar dónde está Dios y cómo hacer
fructificar los signos del Reino ya presentes en el mundo que evangeliza
(LG 16; AG 11); a luchar contra las fuerzas del mal expresadas en
destrucción, maldad, esclavitud y muerte. Como la misión de Jesús, la

                                   - 42 -
misión de la Iglesia pasa por la inserción y la solidaridad con los pobres,
con los más abandonados y despreciados.

e) Nuestra Iglesia de Santa Cruz desafiada a salir fuera
   de sus fronteras
En nuestra Iglesia se acaba de celebrar el III Congreso Misionero Nacional.
Este acontecimiento ha sido un fuerte llamado a participar en la misión
universal de la Iglesia (RM 71; ChL 32-35; SD 125). Es cierto que, como la
población de Santa Cruz aumenta y se renueva constantemente, nuestra
Iglesia tiene la misión de anunciar el Reino de Dios en esta situación
concreta, respondiendo a los desafíos más urgentes. Esto no nos exime de ir
hacia los que necesitan del Señor y de nuestra solidaridad, de salir fuera de
nuestras fronteras. Más aún, si nos faltara esta perspectiva, estaríamos
siendo infieles a nuestra vocación bautismal.
Es urgente pues desarrollar una estructura y una espiritualidad misionera
para que nuestra labor y nuestra vida respondan a un estado de misión
permanente. Necesitamos personas capacitadas, agentes con sólida
formación, que descubran y desarrollen sus propios dones y ayuden a los
demás a hacer lo mismo. Necesitamos también comunidades con espíritu
misionero, seguras en su identidad cristiana y volcadas hacia los demás.
Estas personas y comunidades misioneras deben estar animadas por un
proyecto común, por una visión clara y unitaria de las líneas de acción de
nuestra Iglesia (SD 12 y 462). Ellas deben tener conciencia clara de su
misión: estar allí donde todavía no se ha anunciado el evangelio; proclamar
el mensaje de Jesús con entusiasmo y decisión, pero también vivirlo y
practicarlo con valentía.

3.3.   LA IGLESIA: COMUNIÓN Y PARTICIPACIÓN
a) Nuestra situación nos interroga

Ustedes mismos han constatado que algunas parroquias mantienen todavía
un esquema centralizado, donde el sacerdote acapara todo el poder de
decisión y los laicos ejercen el papel de simples “ayudantes”. Hay quienes
consideran que más de un párroco maneja la parroquia como si fuese su

                                   - 43 -
"propiedad privada". En este ambiente no brota el diálogo y la
participación. Por otro lado, los laicos se dan cuenta de que carecen de una
formación adecuada para comprender y responder a los retos del presente.
No faltan quienes aún tienen dificultades para aceptar que no hay
contradicción entre jerarquía y carisma. No existe la coherencia y la
coordinación debidas entre los distintos proyectos y los otros servicios e
instancias eclesiales. Además, gran parte de las tareas eclesiales dependen
de ayudas económicas externas. El sentido de pertenencia a la Iglesia y la
corresponsabilidad afectiva y efectiva de cada cristiano no han sido
afianzados.

Felizmente, desde hace algunos años, nuestra Iglesia ha ido viviendo y
fortaleciendo un espíritu comunitario y participativo: muchas familias -
papá, mamá e hijos - se han comprometido en la catequesis familiar;
jóvenes y adultos, integrantes de movimientos apostólicos y de CEBs,
participan activamente en organismos de decisión de la Iglesia. Se han
organizado los sectores pastorales y reorganizado las parroquias, con
nuevos centros de encuentro y de participación, tomando conciencia de la
necesidad de una respuesta orgánica y eficiente ante los nuevos problemas.
Todo este caminar ha sido animado y acompañado por nuestras Asambleas
de agentes pastorales, verdadero espacio de comunión y de participación.
Fue allí, en la IV Asamblea, que decidimos realizar nuestro Sínodo para
fortalecer nuestro caminar y adoptar nuevos compromisos.

b) Jesús  forma una comunidad                         de    discípulos,
   asociados a su misión
La Iglesia no responde a ningún proyecto humano, sino al proyecto del
Padre, revelado en el ministerio de su Hijo. En efecto, Jesús no realiza su
misión solo. Llama a colaboradores (Mc 1,16-20), vive con ellos formando
un equipo, una comunidad de vida y de acción (Mc 3,13-19). Ellos le
acompañan en su ministerio (Mc 10,46) y El comparte con ellos su misión
(Mc 6,7), les envía a anunciar el Reino de Dios, dándoles poder para curar
enfermos (Lc 9,1-2). En esta comunidad, los hombres y las mujeres tienen
su lugar, ambos son admitidos en relaciones de fraternidad y de amistad (Lc
8,1-3). Por eso, al acercarse el momento de su pasión, Jesús no les llama
servidores, sino amigos (Jn 15,14-15). Y después de su resurrección, El les

                                   - 44 -
deja toda la responsabilidad de la misión (Mc 16,15-18), pero no los
abandona. Les da su Espíritu (Jn 20,22) y promete estar con ellos hasta el
fin de los tiempos (Mt 28,20), porque donde dos o tres se reúnen en su
nombre, El está en medio de ellos (Mt 18,20).

c) Los primeros cristianos vivían unidos

Fortalecidos con esta experiencia de vida comunitaria con Jesús, los
discípulos viven unidos y comparten todo lo que tienen (Hch 2,44-45;
4,32). Este ideal descrito por Lucas, del que da algunos ejemplos (Hch
4,36-37), Pablo lo formula de manera diferente. Comparándolo con el
cuerpo humano (1 Co 12,12-27), él nos habla de la Iglesia "Cuerpo de
Cristo", donde todos los miembros tienen una función y una
responsabilidad (Rm 12,4-8; 1 Co 12,28-30). Para él, estas funciones
corresponden a servicios y a ministerios determinados. Sin embargo, todos
deben fortalecer esta corresponsabilidad (Ef 4,1-6), haciendo un esfuerzo
constante para mantener la unidad y la diversidad, en el respeto del uno y
del otro (Jn 17,23).

d) Toda   la Iglesia avanza hacia la unidad y la
   participación
En el Concilio Vaticano II, la Iglesia ha tomado conciencia de su identidad
de Pueblo de Dios que vive y se organiza en comunión fraterna. A imagen
de la Trinidad (DP 211ss; EA 33); ella es misterio de comunión con Dios y
entre los creyentes y es enviada en misión. En ella, todos los miembros
participan de la misión salvífica, con sus diversos carismas. Nadie puede
decir que sea cristiano a título particular, nadie puede decirse hijo de Dios
sin sentirse hermano de los hombres (DP 326-327). Algunos son llamados
para representar a la comunidad y actuar en nombre de Cristo, cabeza y
guía de su Iglesia, pero todos son convocados no sólo a recibir, sino a
participar y desarrollar sus talentos, formando parte de ella como "piedras
vivas" y construyendo el Reino de Dios. En la Iglesia local, este espíritu se
concreta en una pastoral de comunión, donde todos comprometen su
voluntad y su esfuerzo por un proyecto común, según el plan del Padre, y
sacrifican perspectivas unipersonales y de pequeños grupos. En esta Iglesia
participativa y comunitaria, las Comunidades Eclesiales de Base, son
grupos que ofrecen espacios para madurar en la fe, en la práctica de la
                                   - 45 -
unidad, y en la acción de servicio para los que sufren (DP 640s; CEB,
Aporte a SD 397; SD 61).

e) En la Iglesia de Santa Cruz estamos convocados a
   ser miembros activos
En el inicio del nuevo milenio, el Señor nos convoca a recordar "nuestras
raíces" para vivir, en nuestra situación, la común-unión de la comunidad
primitiva. Este llamado nos compromete a construir comunidades vivas,
fundamentadas en el contacto personal y abiertas a la participación de todos
(SD 54). Esta comunidad debe partir de la familia, con sus problemas, sus
valores y sus esperanzas e integrar en su seno, con evangélica atención, a
las personas que están en "situación irregular" (viudas, madres solteras,
divorciadas y casadas nuevamente...). Hay que escuchar el clamor de los
sencillos, a quienes Dios revela su bondad (Lc 10,21), y tener como
distintivo la preocupación por los humildes.

Como miembros de esta Iglesia tenemos que fomentar la participación a
nivel comunitario, parroquial y arquidiocesano, creando espacios de
decisión y de acción. Urge superar el clericalismo, proyectando un modelo
de Iglesia-comunión, con estructuras que reflejen la participación activa de
todos, hombres y mujeres. Este llamado se dirige a los responsables, para
que incentiven el concurso de un mayor número de personas que
manifiesten su interés por la vida integral de su Iglesia en los grupos y
espacios carentes de organización de base. Tiene que llegar el día en que
nuestra Iglesia organice y construya su vida también en el aspecto
económico, trabajando por el autofinanciamiento de sus acciones y
servicios. Ese día estaremos dando un signo de madurez y de libertad.

3.4. LA IGLESIA      SOLIDARIA INMERSA EN LA VIDA INTEGRAL DE SU
       PUEBLO


a) Somos interpelados por nuestra situación

En muchas comunidades hay una ausencia de servicios sociales. En algunos
sectores, las necesidades apremiantes de la inmensa mayoría se quedan sin
una solución adecuada y digna. Las comunidades cristianas no están bien
organizadas y los organismos existentes no responden con efectividad a sus
                                   - 46 -
problemas más urgentes. Los líderes son insuficientes y algunos de ellos no
cuentan con el compromiso de la base. Además, en muchos casos, se confía
demasiado en la ayuda externa y no se apoyan programas ni se generan
aportes locales. Hay obras y acciones que por su excesivo costo económico
difícilmente serán asumidas por la Iglesia local.

Sin embargo, la opción evangélica de nuestra Iglesia por los pobres es
motivo de alegría. Los cristianos organizan la solidaridad en los barrios y
parroquias a través de las Caritas parroquiales y de otras múltiples y
calladas acciones. Las instituciones eclesiales realizan un trabajo de
promoción y de liberación, paliando la extrema indigencia de la gente de
barrios periféricos y de pueblos del campo. Estas instituciones no inciden
solo en el aspecto económico, sino también en el campo de la educación y
de la salud (AA 5, 7).

b) Jesús pone en marcha un proyecto de solidaridad

En Nazaret, al inicio de su ministerio público, Jesús proclama su proyecto
de evangelización (Lc 4,18-19). Poco después, ante testigos, El demuestra
que su proclamación se hace realidad: "los ciegos ven, los cojos andan..."
(Mt 11,5). La acción solidaria de Jesús revela así, con transparencia, al Dios
de la vida y da testimonio de que El vino para que todos "tengan vida y la
tengan en abundancia" (Jn 10,10). Él experimenta y vive la consecuencia
más profunda de su solidaridad con los hombres en la cruz (Lc 23,34),
entregando su vida. Pero, solidario con Jesús y su proyecto, Dios confirma
su vida y su palabra, dándole el Reino Eterno (Flp 2,6-11). Esta actitud de
Jesús descubre el secreto de muchos corazones (Lc 2,34-35) y llama a la
conversión y a la solidaridad (Lc 19,8), porque nadie puede servir a Dios y
al dinero (Mt 6,24).

c) Hagamos memoria del testimonio de la Iglesia primitiva

Los primeros cristianos no limitan su compromiso a la predicación de la
palabra o a la oración, ellos se ocupan también de los desprotegidos y tratan
de resolver sus problemas poniendo todo en común (Hch 2,44; 4,32). De
esta manera, entre ellos, no había ningún necesitado (Hch 4,34-35). Con el
mismo espíritu, consciente de las necesidades de la comunidad de

                                    - 47 -
Jerusalén, Pablo invita a los hermanos de Corinto a colaborar
económicamente haciendo un "servicio de carácter sagrado" (2 Co 8 - 9).
Este aporte es administrado por personas de confianza de la comunidad.

d) La solidaridad es el servicio privilegiado de la Iglesia

La Iglesia universal animada por el Espíritu del Resucitado comparte y
asume como propio "el gozo y la esperanza, las lágrimas y angustias del
hombre de nuestros días" (GS 1). Ella avanza en la historia con toda la
humanidad, experimentando la suerte terrena del mundo, propio de la
condición humana, y ofreciendo el don divino de la salvación (GS 3). La
Iglesia latinoamericana considera un "escándalo y una contradicción con el
ser cristiano, la creciente brecha entre ricos y pobres" (DP 28), reconoce
en los rostros concretos de la pobreza (DP 32-39) "los rasgos sufrientes de
Cristo" que "cuestiona e interpela" (DP 31), hace suyo el clamor de los
pobres (SD 296) y opta por ellos, solidarizándose con sus luchas y sus
aspiraciones (DP 1134-1165). La Iglesia boliviana se compromete a
evangelizar integralmente a los bolivianos "desde la opción evangélica por
los pobres" (Directrices Pastorales 1986-1991, Objetivo General),
asumiendo el servicio urgente a la vida de los pobres y abandonados,
principalmente "de la mujer, niños abandonados, presos, indígenas,
migrantes, campesinos, obreros y otros" (Iglesia Comunicadora de vida y
esperanza, 86). Amando a los pobres, solidario con ellos, "el cristiano imita
las actitudes del Señor" (EA 58).

e) El desafío de nuestra Iglesia de Santa Cruz: vivir la
   solidaridad
La palabra y la acción de nuestra Iglesia de Santa Cruz deben ser "buena
noticia" para todos desde la realidad empobrecida de nuestros barrios y
pueblos. Ella tiene que trabajar al servicio de la persona humana, al estilo
de Jesús, para que los más necesitados y marginados sean autores de su
propia historia (GS 74; ChL 42).

Para plasmar esta exigencia del Evangelio es necesario un conocimiento
objetivo y afectivo de la realidad. Los datos estadísticos son importantes,
pero no son suficientes. Ellos tienen que estar fundados en una relación de
diálogo con la realidad, sentido con el corazón (cf. Mt 9,36; Lc 7,13).

                                   - 48 -
Es necesario también un compromiso creciente de la comunidad eclesial en
su conjunto y en todos los niveles. Ella debe ser el marco de la solidaridad y
de la participación y el espacio de las realizaciones concretas. Tiene que
organizar los servicios y los recursos disponibles, coordinando con los
miembros de la comunidad civil y con las instituciones de apoyo. Debe
fomentar y proveer la formación de sus miembros en el conocimiento y
defensa de los Derechos Humanos y en la transformación de la realidad
(EA 54). Además, debe promover el trabajo en equipo y desarrollar una
conciencia ecológica, de respeto a la tierra y a todos los medios que la
naturaleza nos ofrece (Gn 1,29-30; Dn 3,57-82).

A cada cristiano en particular le corresponde hacer suyas las decisiones a
favor de los pobres y asumirlas con alegría y esperanza. Su testimonio es
dar ejemplo de pobreza solidaria en el lugar donde vive, combatiendo el
individualismo, el consumismo, el paternalismo político. Debe adoptar
hábitos saludables, rechazando los vicios, el alcohol, las drogas. Al mismo
tiempo, está llamado a participar activamente en organismos populares,
laborales, eclesiales, económicos, culturales, políticos. El amor auténtico,
vivido con humildad y sencillez, nos dispone a construir estructuras más
humanas y más cristianas.

3.5. IGLESIA PROFÉTICA       EN FIDELIDAD A   DIOS   Y A LOS EXCLUÍDOS DE
       LA SOCIEDAD


a) La situación de nuestra Iglesia nos cuestiona

Vivimos en una sociedad que cultiva la injusticia y los cristianos
mantenemos todavía el divorcio entre la fe y la vida. Nos envuelven las
tensiones entre clases, grupos y regiones. Esta situación se percibe también
entre algunos agentes de pastoral. No siempre los signos que producimos
expresan nuestros compromisos evangélicos. Además, como cristianos
organizados ofrecemos un débil acompañamiento a los marginados.
Tenemos miedo de hablar y de actuar en su favor ante las instancias
correspondientes.
Felizmente son cada vez más los sectores de iglesia que asumen una postura
más profética, denunciando situaciones de injusticia y anunciando al Dios
de la vida. Muchos laicos se enrolan en organizaciones de Iglesia y de la
sociedad para luchar por la dignidad de cada persona, por los derechos
                                    - 49 -
sociales de los menos favorecidos, por la vida personal y social. Son sobre
todo los jóvenes que se comprometen con mayor esperanza a plasmar el
Evangelio en la vida.

b) Jesús: una vida profética

Siguiendo la corriente profética, Jesús denunció el mal de su época, anunció
el proyecto de Dios y comenzó a transformar la realidad. Denunció el
"orden" existente como contrario al plan de Dios e hizo notar la hipocresía
de los fariseos (Mt 23,4-5). Anunció "buenas noticias para los pobres" (Lc
4,18; 7,22), proclamando el Reino de Dios (Mc 1,15). En este Reino, los
últimos son primeros y los primeros los últimos (Mt 20,1-16), los pobres
son proclamados bienaventurados (Lc 6,20-24) y los ricos son llamados a la
conversión (Lc 6,24-26; 18,24-27). Jesús no se limitó a denunciar y a
anunciar; con sus acciones transformó la situación de los pobres y
pecadores para que sean actores de su destino. Y para enseñarnos a ser
constructores del Reino, realizó muchos gestos simbólicos (Mc 11,15-19)
identificándose con los pobres (Mt 25,40.45). Él mismo muere en la cruz,
como un excluído y un marginado; pero Dios lo arranca de los lazos de la
muerte y le otorga la vida, constituyéndolo Señor y Cristo (Hch 2,36; Flp
2,11).

c) La   Iglesia primitiva            prolonga        el   compromiso
   profético del Señor
Las primeras comunidades cristianas han sido formadas por los humildes y
sencillos (1 Co 1.26-29). Han nacido y se han desarrollado en medio de un
imperio donde dominaba la muerte. A través de su vida ordinaria y
cotidiana, han difundido una nueva forma de definir y vivir la realidad. Han
experimentado el amor a Dios en la fraternidad, en la solidaridad con los
pobres, en la defensa de los débiles. Así, los primeros cristianos
transformaron valores, ambientes, conciencias personales y colectivas,
modelos de sociedad y de comportamiento.

d) La Iglesia universal y latinoamericana opta por los
   pobres


                                   - 50 -
La Iglesia actual desea seguir el camino de Jesús (DP 1141; SD 178). Ella
"reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su fundador" (LG
8) y opta por dar "preferencia efectiva a los sectores más pobres y
necesitados" (Med, Pobreza, 9; SRS 42) y se compromete "en la liberación
de todo el hombre y de todos los hombres" (Med, Juventud, 15; EN 30-31).
Como pueblo profético, la Iglesia discierne las voces del Señor en la
historia, anuncia "la presencia de su Espíritu" y "denuncia dónde actúa el
misterio de iniquidad" (DP 267). Y ella misma debe mostrar signos de
verdadera "valentía" "en total libertad frente a cualquier poder de este
mundo" (SD 50).

e) Nuestra Iglesia de Santa Cruz llamada a seguir los
   pasos de Jesús
Nuestra Iglesia ha avanzado en la defensa de cada persona, respetando la
dignidad humana y su categoría de hija de Dios. Pero nos toca todavía hacer
esfuerzos para tomar conciencia de la situación de injusticia y corrupción
que impera en nuestros pueblos y de la cuál - aún siendo creyentes
comprometidos - apareceríamos como encubridores o cómplices, si no
tuviéramos la clarividencia para denunciarlas.

No podemos seguir tolerando amenazas contra la vida humana, repudiamos
la discriminación de la mujer y de tantas otras personas (GS 75 y 79).
Debemos liberarnos de la corrupción y explotación, denunciando
situaciones de injusticia y anunciando una vida nueva, con un testimonio
transparente, basado en la fraternidad y la justicia. Y, desde los pobres, es
urgente evangelizar los sectores de influencia y de decisión de nuestra
sociedad.

3.6. IGLESIA    QUE   CELEBRA    EL ACONTECIMIENTO PASCUAL DE         JESÚS
       EN LA VIDA


a) Nuestra situación nos invita a la reflexión
En muchas de nuestras celebraciones se nota aún la apatía de algunas
personas que asisten pero no participan. Otras se dejan llevar por la
emotividad externa. Algunas, exigen el sacramento por la importancia

                                   - 51 -
religiosa y social del rito o por la necesidad de tener los documentos
legales. Obscurecen el auténtico sentido de las fiestas y devociones
populares con excesos en la bebida y desviaciones mercantilistas. Además,
la mayoría de nuestra gente tiene poco conocimiento del contenido bíblico y
pastoral de nuestra liturgia.

Sin embargo, nuestro pueblo celebra con gozo los acontecimientos de la
vida personal y social y mantiene gran aprecio por los sacramentos y sus
ministros. En las celebraciones de algunas parroquias, capillas y pueblos,
los laicos y, sobre todo las mujeres, tienen una activa participación. Bien
preparados, los tiempos litúrgicos fuertes animan la fe y el compromiso de
muchos cristianos. La fiesta de la Virgen de Cotoca, con todas sus
exigencias renovadoras, va animando el caminar de nuestra Iglesia y
comprometiendo a todos los sectores pastorales, las parroquias y los
diferentes grupos organizados. La imagen de María, nuestra Madre, está
presente en casi todos los hogares cristianos, como camino y guía para
seguir Jesús. Sin embargo no siempre se entiende la preocupación de la
Virgen cuando ella nos invita a hacer lo que su Hijo nos manda.

b) Jesús comparte y celebra la vida de su pueblo
En su ministerio público, Jesús comparte las alegrías y las tristezas de su
pueblo. Participa de las bodas de Caná (Jn 2,1-12) y llora ante la tumba de
Lázaro (Jn 11,35). Participa en banquetes con toda clase de gente:
pecadores (Mc 2,15; Lc 19,5), fariseos (Lc 7,36; 14,1s). Defendiendo a sus
discípulos, invita a los fariseos y maestros de la Ley a vivir en un clima de
alegría (Lc 5,34). Frente a la acción reveladora de su Padre, le agradece
públicamente y manifiesta su total acuerdo (Lc 10,21). En su enseñanza,
invita a celebrar los acontecimientos en los que se manifiesta el amor de
Dios (Lc 15,5.21.22). En la Ultima Cena, declara que deseaba muchísimo
comer la Pascua con sus discípulos (Lc 22,15-16). Después de su
resurrección, en la casa de Cleofás, Jesús hace los mismos gestos que en la
noche de Pascua (Lc 24,30). Además, no solo les ofrece algo de comer (Jn
21,9.12), sino que él mismo come delante de ellos, para fortalecer su fe y su
confianza (Lc 24,42-43).

c) La Iglesia primitiva celebra la presencia del Señor
   en su propio caminar
                                   - 52 -
Siguiendo los pasos de María (Lc 1,46), la Iglesia celebra la grandeza del
Señor y se mantiene en oración (Hch 1,14). Después, celebra la presencia
del Señor resucitado. Los apóstoles y los discípulos "parten el pan" y
comen "con alegría", bautizan (Hch 2,41-46), imponen las manos (Hch
8,17; 9,17) y todos alaban al Padre por los beneficios que Él concede a
través de sus servidores (Hch 2,47; 3,9). Toda la comunidad celebra las
acciones de Dios. Y cuando están faltos de iniciativa, Pablo afirma que el
Espíritu viene en ayuda de sus fieles (Rm 8,26) para clamar al Padre
diciendo: Abba!, Papito! (Ga 4,6). La celebración del Día del Señor siguió a
la Resurrección de Jesús (Hch 20,7) y debe continuar hasta su retorno (1 Co
11,23-26).

d) La Iglesia universal y latinoamericana orienta
   nuestra liturgia
La Iglesia no sólo es enviada por el Señor a anunciar el Reino de Dios, sino
también a realizar la obra de la salvación "mediante los sacrificios y los
sacramentos" (SC 6). En la celebración litúrgica, que es cumbre y fuente de
vida eclesial (SC 10; DP 938), "fiesta de comunión eclesial" (DP 918), ella
manifiesta el misterio de Cristo y su naturaleza más auténtica (SC 2). Por
ello, toda acción litúrgica no es una acción privada sino una celebración de
comunidad (SC 26). En ella, todos los cristianos deben participar
"consciente, piadosa y activamente" (SC 48). Al mismo tiempo, toda
celebración debe tener una proyección evangelizadora, "adaptada a las
distintas asambleas de fieles" (DP 928).

e) Somos convocados a celebrar a Dios en nuestra
   historia
Nuestra Iglesia está convocada a seguir avanzando con gozo e hidalguía por
el camino de renovación que ya ha empezado. Los cristianos, en comunión
con sus pastores, deben hacer que sus celebraciones sean un acontecimiento
festivo, una celebración de la fe y la vida (1 Ts 5,16). Estas celebraciones
deben ser dinámicas y reflejar la vida pluricultural de los participantes,
utilizando símbolos creativos y significativos. Para ello, es necesario


                                   - 53 -
organizar equipos de animación, con la formación adecuada de todos los
que prestan algún servicio o ministerio.

Cada cristiano debe tomar conciencia de la importancia y la nobleza de los
sacramentos, participando de las preparaciones previstas en las parroquias y
sectores (CEB, Orientaciones teológico-pastorales para la animación de la
liturgia en Bolivia, 47s). Con esta conciencia, las fiestas serán organizadas
con más entusiasmo y sana alegría, honrando al Señor que viene a formar
parte de nuestras vidas (SD 36; CEB, Orientaciones..., 283-289).

Cada cristiano tiene también la responsabilidad de fomentar la oración en su
familia, en su comunidad. Esta oración en común, no debe encerrarnos en
nosotros mismos, sino abrirnos hacia los demás, hacia los necesitados y
hacia aquellos que no comparten nuestra misma fe, asumiendo así la
oración de Jesús (Jn 17,17 y ss).

Los ministros ordenados y los consagrados y consagradas no pueden
permanecer al margen de la vivencia litúrgica. Son ellos los guías y
modelos de cómo se vive, se ama y se celebra al Dios que los ha elegido.
Sin el compromiso creativo y humilde de parte de todos los agentes de
pastoral es difícil llegar a liturgias inculturadas tan ansiadas por el mismo
pueblo.

3.7. IGLESIA SERVIDORA A IMAGEN DE SU SEÑOR

a) Nuestra situación: temores y esperanzas
Nuestra Arquidiócesis cuenta aproximadamente con un presbítero por cada
8000 católicos y una religiosa por cada 3000. Este número de consagrados
al Evangelio es alentador pero no es suficiente para atender las necesidades
de todos, tanto en la ciudad como en el área rural. En algunas parroquias
extensas es imposible una atención pastoral personalizada. Además, la
sociedad de mercado va produciendo personas individualistas, materialistas
y competitivas. Todo se mide por el tener, el placer y el poder, lo que invita
a una vida fácil y sin compromisos serios y definitivos. Esto produce vacíos
humanos y rompe las relaciones cercanas y personales.



                                    - 54 -
Pero tenemos motivos para alegrarnos y aumentar nuestra esperanza. El
Señor continúa llamando a jóvenes de nuestros barrios y pueblos a su
servicio y éstos, con entusiasmo, están dando una respuesta positiva a este
llamado, ingresando a nuestro Seminario. Allí, ustedes lo saben, está el
corazón de nuestra Iglesia. Por otro lado, la inmensa mayoría de nuestros
sacerdotes sigue todavía formada por meritorios misioneros que vienen de
otras Iglesias y países, pero nos alegra saber que el número de sacerdotes
nativos va en aumento. Junto a estos "consagrados" al evangelio, tenemos
también laicos, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, incluso niños,
comprometidos en la tarea de la Evangelización.

b)     Jesús, el servidor de todos
Jesús llama a todos a ser sus discípulos, señalándoles las exigencias (Lc
9,23-24). Pero, a algunos de entre ellos, los llama para estar con El y
compartir su misión (Lc 6,13). A éstos, los elige, los envía y les exige dar
fruto abundante (Jn 15,16). Les da autoridad, pero les advierte que esta
autoridad se realiza en el servicio (Lc 22,25-30). A "sus discípulos", les
confía una misión importante (Jn 20,21-23), pero a Pedro, le llama para una
tarea especial (Jn 21,15-19).

c)     La Iglesia primitiva, testimonio de servicio y
       corresponsabilidad
Los discípulos del Señor son conscientes de que El los ha llamado no para
vivir aislados, sino para caminar organizados, en comunidad. En ella, todos
tienen derechos y obligaciones semejantes, cada uno responde según el don
que ha recibido (1 Co 12,4.27-28). Todos estos carismas y ministerios están
orientados hacia la unidad del Cuerpo de Cristo y para el servicio de la
comunidad. Todos los bautizados, como "piedras vivas" (1P 2,5.9), son
llamados a colaborar en la construcción del Reino, porque el Espíritu del
Señor se manifiesta en todos (1 Co 12,7).

d)     La Iglesia universal y latinoamericana sigue los
       pasos de su Maestro


                                   - 55 -
Dios llama a todos los hombres a la "comunión y participación" en su
Iglesia (DP 852). Todos construyen el Reino de Dios en la tierra, pero cada
uno según su carisma, según su función y vocación específica (Med,
Laicos, 7; DP 853): en el ministerio ordenado, en la vida consagrada y en la
vida laical.

El ministerio ordenado tiene la finalidad suprema de anunciar el evangelio
(EN 68). Es un servicio a la humanidad en orden al Reino, en fidelidad al
Señor y a los pobres (SD 67). Esto exige cercanía a las personas y compartir
con ellas su situación de sufrimiento y sus anhelos de justicia y liberación
(SD 74).

La consagración religiosa pertenece a la vida íntima y santidad de la Iglesia
(LG 44), ella encarna su anhelo "de entregarse al radicalismo de las
bienaventuranzas" (EN 69). Ella hace presente la fuerza del evangelio en
todas las situaciones de la vida (SD 85), con su testimonio y su dinamismo
pastoral (SD 90).

Los laicos tienen su misión fundamental en el corazón del mundo, poniendo
en práctica "todas las posibilidades cristianas y evangélicas" (EN 70). Ellos
son llamados a ejercer la función profética, sacerdotal y real de Cristo (SD
254). Por esto, pueden ser llamados a colaborar en el crecimiento y la vida
eclesial, "ejerciendo ministerios muy diversos según la gracia y los
carismas que el Señor quiera concederles" (EN 73). Ellos deben tener "una
formación integral, gradual y permanente" (SD 99) para ser protagonistas
de la vida de la Iglesia (SD 103).

Las vocaciones son signo y fruto de la madurez, dinamismo y autenticidad
de la comunidad eclesial: evangelizadora, misionera, profética, solidaria,
celebradora de la vida de Dios y ministerial (SD 119).

e)     El compromiso de nuestra Iglesia de Santa Cruz
La misión de construir el Reino es tarea de todos los bautizados: de los
ministros ordenados y de los laicos (hombres, mujeres, jóvenes, niños) (AA
2; LG 31; CIC 204 y 225). Los ministros ordenados tienen el servicio de la
coordinación, de la participación y de la conducción de la comunidad

                                   - 56 -
eclesial (LG 20, 22, 23; AG 18; PO 2, 7-8). Tienen que ser, a exigencia de
todos los cristianos, "verdaderos pastores, sacerdotes y consagrados
íntegros, personas de comunidad, ministros de trato amable y acogedor,
con formación competente y actualizada". Los laicos tienen una presencia
mayoritaria en la vida de nuestra Iglesia. Ellos tienen como principal tarea
el ser fermento evangélico en la masa de la sociedad (LG 31; AA 7), pero
también participar activamente a nivel de decisión eclesial y de acción
pastoral.

La inquietud prioritaria de nuestra Iglesia es la de promover vocaciones
nativas, de sacerdotes, de religiosas y de laicos comprometidos en la
marcha de la sociedad y de la Iglesia. En esta tarea, el compromiso
comunitario y participativo en grupos de base y en pequeñas comunidades
posibilita el surgir de vocaciones, contando con el apoyo conjunto y
organizado de la pastoral juvenil, vocacional, universitaria y familiar (SD
114). También la familia, que es la célula fundamental de la Iglesia y el
lugar adecuado para promover vocaciones, tiene que apoyar y acompañar
las vocaciones de sus hijos. Esta es una de sus tareas fundamentales.

Todos los miembros del Pueblo de Dios tenemos la responsabilidad de
acompañar, orar y caminar junto a nuestros pastores, ayudándoles a que
vivan su vocación. Pero este apoyo no debe limitarse al aspecto espiritual,
sino a la integridad de sus personas y de sus acciones, asegurando para ellos
una honesta sustentación económica.

3.8.   LA IGLESIA    ECHA RAÍCES EN TIERRAS CRUCEÑAS Y SE EXPRESA
       CON UN LENGUAJE Y ROSTRO PROPIOS

a) La diversidad de nuestra situación

La población de Santa Cruz tiene una fisonomía muy particular. Es fruto de
un encuentro de pueblos y de culturas donde cada uno conserva su propia
identidad y su propia historia. De ella participan los grupos originarios de
este territorio, entre ellos, los guaraníes o chiriguanos, los chiquitanos, los
guarayos, los ayoreos y nuestra gente de los valles mantienen todavía
consistencia e identidad. De ella participan también todos los que han
venido del interior y exterior del país buscando nuevas posibilidades de
vida.

                                    - 57 -
Toda esta realidad - donde cada familia vive con su cultura, su identidad y
genio propio, sus creencias y valores - es una riqueza y un desafío para
nuestra Iglesia. Por un lado, cada cultura lleva en su seno "las Semillas del
Verbo", la expresión de diversos valores del Reino de Dios, que constituyen
diversas fuerzas espirituales para fortalecer los ejes centrales del Evangelio.
Las posibilidades de intercambio entre ellas y la heterogeneidad que resulta
son un gran potencial para constituir una sociedad vigorosa y pujante en
coexistencia, unidad, armonía y producción. Los primeros frutos de nuestro
Seminario Mayor "San Lorenzo" y de muchas vocaciones nativas son
símbolo y signo de este proyecto; ellos nos animan en nuestra misión de
construir una Iglesia con rostro propio, en la diversidad y participación, con
una manera de sentir y de actuar de acuerdo al Evangelio.

Por otro lado, esta diversidad cultural representa un gran desafío para la
pastoral de nuestra Iglesia porque el Evangelio debe ser anunciado en y
desde esta realidad pluricultural, es en ella que tiene que inculturarse la fe
cristiana y perfilarse nuestra Iglesia particular, configurando su ser y su
misión. El sínodo que estamos celebrando nos compromete en la tarea de
concretizar ese rostro propio para nuestra Iglesia, respondiendo a los
grandes desafíos de nuestro pueblo y de nuestra realidad.

b)     Jesús, la Palabra de Dios "hecha carne" en Israel
Jesús consagra su vida y su misión a las "ovejas de Israel" (Mt 10,6). Pero,
aunque afirma que debe atender con prioridad a los hijos de Israel (Mt
15,24.26), El no niega su ayuda y colaboración a los que vienen de fuera y
pertenecen a otros pueblos (Mt 15,28; Lc 7,2-10). Marcos y Mateo relatan
sus incursiones en tierras paganas (Mt 15,21; Mc 7,31). Juan afirma que los
griegos piden conocer a Jesús (12,20-22). Después de su resurrección, Jesús
envía a sus discípulos a todas las naciones (Mt 28,19), cumpliendo un
anuncio de la Escritura (Lc 24,47). Con este envío, la Palabra de Dios debe
llegar desde Jerusalén "hasta los límites de la tierra" (Hch 1,8).

c)     La Iglesia primitiva acepta la identidad de otros
       pueblos
Por esta razón, el primer gran testimonio público de los discípulos es el
hecho de que todos, "partos, medos, helamitas, ..." les escuchaban hablar en

                                    - 58 -
su propio idioma (Hch 2,9-11). Obedeciendo al Espíritu de Dios (Hch
10,19-23), Pedro entra en casa de paganos (Hch 10,24-27) y se queda un
tiempo con ellos (Hch 10,48). Enviado por el Espíritu, Pablo va para
evangelizar a los paganos y ser su apóstol (Hch 13,2). Toda la Asamblea de
Jerusalén asume esta voluntad de Dios y juntos - "el Espíritu Santo y
nosotros" - deciden enviar delegados a las iglesias formadas por no-judíos
para expresarles de viva voz su solidaridad y su apoyo (Hch 15,22-29). En
sus cartas, Pablo afirma que ya no hay más judío ni griego, esclavo ni
hombre libre (Ga 3,28). En Cristo todos somos hermanos.

d)     La Iglesia se encarna en la cultura del pueblo
Los documentos del Concilio Vaticano II dan una gran importancia a la
Iglesia local, ya que en ella se incorporan todos sus miembros en igualdad
de dignidad y de comunión para la misma misión (LG 17; AA 3). Las
Iglesias locales no son divisiones territoriales ni administrativas de una
Iglesia grande y extendida por todo el mundo. "En ella se encuentra y
opera verdaderamente la Iglesia de Cristo, que es una, santa, católica y
apostólica" (CD 11).

Por otro lado, la Iglesia tiene la convicción de que Dios se comunica al
hombre según su propia cultura (GS 58). El Reino de Dios anunciado por
Jesús es "vivido por personas profundamente vinculadas a una cultura"
(EN 20). El rostro de Cristo es el rostro del pueblo, ese rostro que
percibimos en nuestros hermanos, especialmente en los más pobres. Por
esto, en fidelidad al Señor, la Iglesia local echa raíces y modela su rostro
propio en una población concreta (EN 62). "La inculturación del Evangelio
es un imperativo del seguimiento a Jesús" y esta tarea "se realiza en el
proyecto de cada pueblo" (SD 13) para que este pueblo fortalezca su
identidad, defienda sus auténticos valores y confíe en su futuro,
"contraponiéndose a los poderes de la muerte" (SD 243). Siguiendo esta
opción iniciada por Jesús, que se hizo "israelita", la Iglesia en Bolivia nos
pide asumir el compromiso de "reconocer y apoyar procesos y espacios de
inculturación del Evangelio, en los cuales los propios nativos sean sujetos
y actores" (Iglesia Comunicadora de Vida y Esperanza, 76).

e)     El desafío de nuestra Iglesia de Santa Cruz: crear
       su rostro propio
                                   - 59 -
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  • 1. Arquidiócesis de Santa Cruz de la Sierra II SINODO ARQUIDIOCESANO (1997-2001) *** -1-
  • 3. -3-
  • 5. P RESENTACIÓN E n la festividad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, con la solemne Eucaristía presidida por el Arzobispo, Cardenal Julio Terrazas, se clausuro el II Sínodo Arquidiocesano de Santa Cruz de la Sierra. Durante cuatro años, desde el 15 de Agosto del 1997, cientos de grupos de fieles cristianos, en todos los barrios y Parroquias, han reflexionado, han orado y han propuesto, como Pueblo de Dios convocado especialmente en esta hora y en esta tierra, lo que la Iglesia quiere ser y vivir con la fuerza del Espíritu Santo. Con el lema “Ven, caminemos juntos” la Iglesia de Santa Cruz ha vivido el momento más importante de su historia en los umbrales del tercer milenio. En tres niveles se ha realizado la consulta: la Iglesia en la base, la Iglesia en las Parroquias y la Iglesia diocesana. Tres han sido también las Asambleas Sinodales, con un numero aproximado de doscientos miembros, sacerdotes, religiosos y laicos, las que han examinado, discutido y aprobado los Documentos correspondientes. La Primera Asamblea se realizó en la ciudad de Montero, en los días 11, 12 y 13 de Diciembre del año 1998; la Segunda Asamblea en la Parroquia de María Auxiliadora de la ciudad de Santa Cruz en los días 24, 25 y 26 de marzo del año 2000; y la Tercera Asamblea en Cotoca, junto al Santuario de la Virgen, que ha sido Patrona del Sínodo y es Madre y Señora del Oriente boliviano, en los días 23, 24 y 25 del mes de Marzo del año 2001. Los Documentos, aprobados por el Arzobispo, corresponden a cada una de las Asambleas Sinodales. Las Normas Pastorales, promulgadas por el Arzobispo, constituyen un cuerpo unitario y organizado, y han sido -5-
  • 6. propuestas en las tres Asambleas conforme al nivel correspondiente. El presente volumen comienza con la Oración que ha acompañado el proceso sinodal y la Convocatoria oficial del Sínodo que fue leída en todas las Misas Dominicales en el mes de Agosto de 1997. En primer lugar se incluye la Carta Pastoral del Arzobispo que se hizo pública una vez finalizada la Primera Asamblea Sinodal. Al presentar el volumen del II Sínodo Arquidiocesano de Santa Cruz de la Sierra damos gracias a Dios que nos concedió este tiempo de gracia para renovar a su santa Iglesia y damos gracias a nuestro Arzobispo que tuvo el coraje apostólico de convocarnos a su Iglesia para esta magna realización eclesial. Fue una alegría inmensa que nuestro Arzobispo fuese designado Cardenal por el Papa Juan Pablo II cuando estábamos concluyendo el proceso sinodal. En nombre de la Comisión Sinodal, que llevó adelante la organización y el proceso del II Sínodo Arquidiocesano, tengo la satisfacción de presentar el Libro del Sínodo. Que la Virgen de Cotoca nos acompañe para que los frutos del Sínodo sean abundantes y nuestro Patrono San Lorenzo interceda por la Iglesia de Santa Cruz en estos inicios del tercer milenio. Pbro. Javier del Río Coordinador Comisión Sinodal Santa Cruz de la Sierra, 8 Septiembre 2001. -6-
  • 7. 1ORACIÓN DEL SÍNODO Dios Padre nuestro, te damos gracias porque nos has dado la vida y porque nos has elegido para construir tu Reino en esta tierra generosa y hospitalaria. Tu, por medio de tu Hijo Jesucristo, nos has reunido para formar la Iglesia en Santa Cruz y ahora nos das la gracia de celebrar el Segundo Sínodo Arquidiocesano. Ayuda, oh Padre, a esta Iglesia tuya para que siempre comunique Vida y Esperanza en medio de tantos signos de miseria material, espiritual y moral. Perdona nuestras apatías y divisiones y ayúdanos a descubrir en nuestro Sínodo el rostro propio de esta Iglesia local. Envíanos tu Espíritu Santo; que Él guíe nuestro caminar para dar respuestas a los desafíos del nuevo milenio y nos dé audacia en el trabajo, alegría para servir y valentía para anunciar la Buena Noticia a tu pueblo. Que María, la Mamita de Cotoca, nos acompañe y nos lleve a hacer siempre lo que tu Hijo nos mande. -7-
  • 10. CONVOCATORIA Y DECRETO DE REALIZACION DEL II SÍNODO ARQUIDIOCESANO - 10 -
  • 11. C ONVOCATORIA "A todos ustedes hermanos y hermanas que creen en Cristo: reciban gracia y paz de Dios nuestro Padre y de Jesús el Señor" (Ef.1.1-2). 1. Gratitud por nuestra vocación a la Vida. Cada día que nos regala el Señor es un motivo para agradecerle: El está presente, camina con su pueblo, nos llama y nos envía. El, con la fuerza de su Espíritu, va formando su pueblo según su proyecto de Vida abundante para todos. Gratitud por la tierra que hemos recibido. Nuestra gratitud se hace más grande por el regalo de esta tierra en la que se juega nuestra fidelidad a su Mensaje y a su Reino. Tierra convocada a ser generadora de paz y justicia para todos sus hijos. Gratitud porque hay mucho que construir. Esta parcela de la patria emerge con vigor: su economía florece, su producción alcanza lugares privilegiados: es la atracción de muchos, el nudo dinamizador de las proyecciones futuras para el país y para el continente. Pero también aumentan y se hacen amenazantes los síntomas de muerte. No se puede negar que una modernización sin humanismo se convierte en instrumento de muerte para los pueblos más florecientes. Lo social es parte constitutiva del desarrollo humano: y este no existe mientras persistan mecanismos de injusticia: hay no solo pobreza sino miseria material y espiritual, ética y moral. Vivienda escasa, medicina cara, escuela sin horizonte, grupos humanos heridos por el consumismo, por - 11 -
  • 12. la droga, el alcohol. La corrupción en aumento, la manipulación del mismo pueblo no solo con dinero sino con mensajes de medias verdades. Si a esto añadimos los problemas inherentes a una migración incontrolada y tantos otros aspectos de dolor y sufrimiento, no estaríamos cumpliendo la misión del Señor si no despertamos como Iglesia convocada a ser Buena Noticia. Es aquí, en esta realidad dolorosa pero felizmente surcada por valores culturales que aún viven en nuestra gente: el sentido de hospitalidad, el talante alegre y optimista, las ganas de compartir, el amor a la libertad, la dignidad para no permitir avasallamientos de ninguna índole y más aún deseos de ser constructores de la propia historia; es aquí que tenemos que ser testigos de la Verdad y la Vida. En esta tarea estamos comprometidos todos los que ahora vivimos en esta tierra enriquecida con la policromía de otros grupos humanos que van incorporándose al nacimiento de un nuevo pueblo. Muchos de estos desafíos se concentran en nuestra ciudad. 2. Como Iglesia, preparamos respuestas a estos retos. Sí, es la comunidad de creyentes y no cada uno por su lado la que tiene conciencia del gran sueño del Padre, de formar un solo pueblo. A nosotros nos toca hoy retomar con sencillez y respeto la vida de nuestra Iglesia: esa vida que ha animado, entre luces y sombras, a nuestro pueblo desde 1605. No hay rupturas orgullosas. No somos jueces de nuestros hermanos, ni nos emborrachamos con nuestros logros. Miles de testigos del Señor han trabajado sembrando la Palabra, miles han entregado sus talentos y capacidades, muchísimos han muerto por la causa del Señor. Si nosotros, para responder a los desafíos de hoy, queremos iniciar un camino que nos lleve a la unidad, lo hacemos mirándonos a nosotros mismos. ¿Estamos dormidos, cansados, acomplejados o sólo vivimos de recuerdos?. No busquemos a quien culpabilizar, elijamos el camino de la participación y de la corresponsabilidad. - 12 -
  • 13. 3. Mucho se ha hecho en esta Iglesia, pero aún hay que trabajar. Hace ciento diez años se vivió el "primer sínodo diocesano", que dinamizó a la comunidad de aquella época en situaciones de marginalidad geográfica, política y social. Desde el Concilio Vaticano II se han dado nuevos impulsos de vitalidad religiosa en situaciones de cambios profundos. Desde hace seis años se ha logrado un camino pastoral para los tiempos actuales: baste recordar las Asambleas Arquidiocesanas, espacios de libertad, comunicación y convivencia apostólica que han llegado al corazón de esta Iglesia. Líneas pastorales y opciones valientes enmarcan el postulado del pueblo de Dios en Santa Cruz. p Iglesia comunión. I Iglesia constructora del Reino. I Iglesia misionera. I Iglesia comunicadora de Vida y esperanza. Todo ese entusiasmo provocó una revisión de la metodología de los servicios pastorales y se actualizaron sus estructuras: parroquias, sectores y zonas pastorales. Se avanza, pero aún falta mucho. Somos una Iglesia en crecimiento. Hay que reconocer que, frente al crecimiento de los desafíos, se ha hecho un esfuerzo por hacer a nuestra Iglesia más cercana y más luz y fermento. Más de 40 sacerdotes han llegado últimamente a Santa Cruz, las religiosas se han duplicado, el número de seminaristas crece, los laicos toman la marcha de la Iglesia con entusiasmo, la juventud es un potencial eclesial que nos llena de esperanza. Esto y muchísimos otros logros nos llevan a dar un paso más, no un paso cualquiera: un paso pascual, en el que nuestra Iglesia sea signo de una liberación integral, que nos lleve al igual que el Maestro a dar nuestra vida en la Cruz del sufrimiento para que se derrame la Vida de la Pascua. La Vida del Reino. Esa es misión de todos y cada uno de los bautizados. La iniciativa es del Padre, los resultados serán para que se manifieste su gloria y no la nuestra. - 13 -
  • 14. 4. Es la hora del Sínodo. Por todo eso y después de haber consultado y oído el parecer entusiasta y decidido de nuestro presbiterio, de la vida consagrada, del laicado, de los agentes de pastoral, es que tras reflexión y oración he decidido: CONVOCAR EL II SÍNODO ARQUIDIOCESANO DE SANTA CRUZ Lo hago con el objetivo de "renovar nuestro caminar como Iglesia local de Santa Cruz, para que todos seamos comunicadores de vida y esperanza en los umbrales del tercer milenio". El Sínodo, es una gracia, un regalo de Dios. Es una llamada a la conciencia y al corazón, es una convocatoria a unir, no a dispersar, es un espacio para retomar nuestra responsabilidad eclesial. Queremos una Iglesia con rostro propio, confiemos en que el Espíritu del Señor está también en nosotros y que nos fortalece para hacer presente y creíble al Dios que anunciamos. A trabajar con audacia. La tarea es exigente: caminar juntos es adquirir la capacidad de señalar siempre al Maestro: que El crezca, que su Reino se construya, hoy, no mañana y que disminuyan nuestros pequeños y limitados proyectos. La comunidad de creyentes tiene que vivir toda ella confesando a "Cristo ayer, hoy y siempre". El es el que cuenta, no nosotros. Somos una comunidad creyente, sin poses individualistas. Caminar juntos para experimentar la alegría de trabajar corresponsablemente y descubrir la grandeza de esta Iglesia local, que es nuestra Iglesia en la que vamos a verificar la solidez de nuestra fe y de nuestros compromisos. Servir a la Iglesia y no servirse de élla es el termómetro para saber si realmente nos interesa la misión que el Señor nos ha encomendado. Una Iglesia de servidores, es una Iglesia de constructores del Reino. - 14 -
  • 15. 5. Con María, la Mamita de Cotoca, comenzamos este Sínodo. Sí, hermanos y hermanas, comienza nuestro Sínodo, hoy fiesta de la Asunción de María. Ella con el título de Virgen de Cotoca, tan querida en nuestro pueblo, acompañará este caminar hasta su conclusión en el año 2.000. Los convoco, pues, a vivir con alegría, con entusiasmo, con audacia esta experiencia de fe. Saldremos renovados, estoy seguro, con una proyección de espiritualidad fuerte y profunda, transformadora de tantas situaciones inhumanas. Llamo a todo el pueblo de Dios a participar en todas las actividades que vayan surgiendo y a orar: orar mucho y fuerte. A orar para que el Señor nos dé la alegría de ser signos de esperanza y vida. Nadie puede marginarse de esta responsabilidad. Como pastor estaré atento a lo que el Espíritu nos diga a través de este gran acontecimiento. No tengan miedo, nada ni nadie nos separará del amor de Cristo. Rezo por cada uno de ustedes y ustedes recen por mí para que este mi humilde ministerio sirva para engrandecer el alma, el corazón y la vida de nuestra Iglesia local. Para cada uno mi bendición más afectuosa. +Julio Terrazas S., CssR. Arzobispo Santa Cruz, 15 de agosto de 1997. - 15 -
  • 16. 1DECRETO DE LA REALIZACIÓN DEL II SÍNODO ARQUIDIOCESANO DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA D.A. 006/97 EL ARZOBISPO DE SANTA CRUZ, JULIO TERRAZAS SANDOVAL, CssR., Al pueblo de Dios que peregrina en la Arquidiócesis de Santa Cruz de la Sierra: La inspiración de celebrar un Sínodo de nuestra Iglesia ha ido llenando de esperanza y entusiasmo a nuestros fieles. Hoy todo parece decirnos que esta es la hora para vivir una experiencia eclesial extraordinaria. Oído el parecer de todos los sectores del pueblo de Dios: presbiterio, vida consagrada, organizaciones laicales, así como el clamor de nuestros agentes de pastoral expresado en las Asambleas Arquidiocesanas y conforme a derecho (c. 461, pár. 1) he decidido: "Convocar el II Sínodo de nuestra Iglesia local, acontecimiento de fe, que permitirá a cada bautizado revitalizar su vocación eclesial y adecuar sus organismos de formación y servicio a los nuevos desafíos de nuestro pueblo para cumplir su misión de Iglesia constructora del Reino". - 16 -
  • 17. Lo hago en la fiesta de la Asunción de María. Ella, bajo la advocación de Virgen de Cotoca, nos llevará a ingresar en el nuevo milenio haciendo lo que su Hijo nos mande. El Espíritu de la Verdad y la Vida guíe nuestros pasos. Santa Cruz, 15 de agosto de 1997. - 17 -
  • 21. CAMINAR UNIDOS EN EL ESPÍRITU DE CRISTO RESUCITADO Carta Pastoral de Inspiración y Animación Sinodal Les escribo hoy a ustedes queridos presbíteros y diáconos, servidores del Señor y de su pueblo, a ustedes consagrados y consagradas que viven y ejercen sus carismas al servicio de la misión de esta Iglesia local. Y me dirijo con especial afecto de amigo y pastor a mis hermanas y hermanos laicos: hombres y mujeres, adultos y jóvenes, ancianos y niños, "piedras vivas" de la edificación del Pueblo de Dios que peregrina en esta porción de las tierras orientales de Bolivia. A todos ustedes que conmigo anuncian el Evangelio de Jesucristo para la liberación y la vida abundante de todo nuestro pueblo: "gracia y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo". Doy gracias a nuestro Dios por la fe de todos ustedes y a cada momento los recuerdo en mis oraciones. (cf. Rm 1,7b-9a) - 21 -
  • 23. 1. A MANERA DE PRESENTACION E sta carta es el fruto de la experiencia eclesial vivida en los años de nuestro “caminar juntos” como Iglesia, en nuestras Asambleas Arquidiocesanas y en el proceso sinodal. Quiere ser apoyo a cuantos sienten la alegría de la renovación y participación evangelizadora y un impulso a cuantos tenemos responsabilidad en el Pueblo de Dios. Fue en la fiesta de la Asunción de la Virgen María de 1997 que los convoqué para realizar el II Sínodo Arquidiocesano de Santa Cruz y continuar la primera iniciativa sinodal de nuestra Iglesia ciento diez años atrás. Este proceso pastoral, más el resultado de nuestras Asambleas Arquidocesanas anuales, comienza hoy a dar sus primeros frutos de compromisos renovados. Lo que hasta hace poco parecía algo difícil y complicado, está siendo asumido con un gran entusiasmo por parte de nuestros fieles de los diversos sectores de Iglesia y por los propios agentes de pastoral, principales animadores de este caminar. Quiero hacerme eco de ese entusiasmo de miles de nuestros hermanos y hermanas de la base que han recordado, vivido y expresado su sentir de Iglesia en sus casas, barrios y comunidades. Quiero dejarme inspirar de lo más significativo del aporte que ustedes mismos elaboraron en arduas y fatigosas jornadas de reflexión, valioso trabajo en el que pusieron entusiasmo, alegría, fe y esperanza. Al ofrecerles esta reflexión me apoyo en la afirmación de San Agustín "con ustedes soy cristiano, para ustedes soy pastor y guía". Vale la pena continuar la marcha sinodal, asumir sus - 23 -
  • 24. exigencias de cambio y renovación y perfilar respuestas evangélicas frente a los nuevos desafíos. Recordemos el contexto eclesial en el que celebramos nuestro Sínodo: Este acontecimiento se coloca en la perspectiva del Proyecto Pastoral de la Iglesia Latinoamericana de la NUEVA EVANGELIZACION. Esta se realiza, como lo puntualizó el Papa Juan Pablo II en Haití (1983), con "nuevo ardor, nuevos métodos y nuevas expresiones". Así lo ratifican también los obispos de la Iglesia en Bolivia en su "Enfoque y Directrices Pastorales 1994 - 2.000". Nos impulsa a este mismo fin, la preparación a la celebración de los 2.000 años del nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, su venida en la historia, el hecho pascual de su muerte y resurrección salvadora y su espera gloriosa al final de los tiempos. En este hacer memoria viva de Jesús se nos entrega la Buena Nueva de la Salvación a través del anuncio y realización del Reino de Dios y su justicia en favor, preferentemente, de los pobres y excluídos de nuestra sociedad. Lo que vivimos y compartimos en nuestra Iglesia de Santa Cruz, significado vitalmente en las Asambleas Arquidiocesanas de Agentes de Pastoral, ha generado nuevos dinamismos eclesiales, ha despertado el entusiasmo del Evangelio y ha comprometido a todos en un mismo Camino Pastoral Unido. Esta es una gracia que el Señor nos concede. Nuestro deber es acogerla y corresponder a ella con fe, generosidad y esperanza. 1.1.NOS PROPUSIMOS UNA CELEBRACIÓN POR ETAPAS Antes de convocar a la celebración del Sínodo fue necesario consultar si éste era oportuno, posible y qué beneficios podía traernos. Mas tarde, se perfiló la organización y planificación en función de objetivos deseables y alcanzables. Y el día que lo convocamos propusimos etapas concretas para iniciar un proceso, un caminar sin prisas ni lentitudes inútiles. - 24 -
  • 25. 1) La primera etapa fue de sensibilización, de asimilación del ser de un sínodo, de su alcance y consecuencias y del deseo de involucrar a la mayoría de los creyentes. 2) La segunda etapa se fijó la mirada preferencial sobre el cristiano en la base: la persona, la familia, el grupo humano, la comunidad de base, que está en el barrio y en el campo, en parroquias y capillas; era importante conocer sus preocupaciones, inquietudes, anhelos; urgía despertar y escribir la memoria de sus vidas y del origen de sus propias comunidades. Era necesario que cada cristiano compartiera la vivencia de su fe en medio de las realidades socio-económicas, culturales y eclesiales. Estas dos etapas ya las hemos vivido y conviene no olvidarlas porque de ellas depende el éxito de las siguientes. 3) La tercera etapa quiere desatar un proceso de reflexión bíblica, teológica y pastoral sobre la puesta en marcha de parroquias que sean "comunidad de comunidades". No se trata tanto de hacer aclaración de conceptos, sino de crear espacios de referencia clara y significante donde se viva la comunión y la participación en la misión de la Iglesia, tanto en la ciudad con sus retos actuales, como en los diferentes sectores del área rural. 4) La cuarta etapa nos llevará en espíritu creativo y participativo a dotar a nuestra Iglesia de las estructuras de servicio indispensables para hacer efectiva la coordinación de una pastoral que responda integralmente a las necesidades de nuestro pueblo. Y que ojalá sean estructuras autónomas también en lo económico para que así promocionen y defiendan la dignidad de nuestro pueblo. 1.2.NOS FIJAMOS UN OBJETIVO Pretendemos renovarnos y tomar conciencia de nuestro ser eclesial. ¿Quién no desea una Iglesia viva que comunique vida, una Iglesia que pregone la esperanza más allá de nuestro tiempo y que ingrese al tercer milenio no solo para hablar del "año de gracia" sino a aceptar este don gratuito y a vivir de acuerdo al dador, el Señor?. - 25 -
  • 26. Si nos convertimos en testigos de Jesús, tenemos que decir NO a las esclavitudes enervantes de la deuda externa que atenaza a personas y pueblos. Tenemos que decir SI a la reducción o perdón total de esta deuda que provoca gritos de dolor en los sencillos. El "año de gracia" tiene también otras dimensiones que no se pueden olvidar: reconocer y combatir los pecados sociales y personales. Abrir espacios para que crezca el Reino de Dios y se vaya manifestando por la justicia, la solidaridad, la libertad y la paz, proyectando entre todos una sociedad sin corruptos, sin drogas, sin alcohol, sin niños en la calle, sin jóvenes desorientados sin futuro ni horizonte, sin familias destrozadas, sin ricos cada vez más insensibles al grito y dolor de inmensas masas humanas, sin violencias, con menos armas y más diálogo, con menos arrogancia y más sencillez, con menos consumismo y más respeto a los pobres. Se pretende dar pasos concretos para vivir y celebrar el Jubileo en todas sus dimensiones y entrar así en la nueva época. La Palabra nos ilumina e interpela. Cuando me propuse escribir esta carta, dos textos bíblicos vinieron a mi memoria. Ambos integran armoniosamente lo que hemos vivido y proyectan su luz y su fuerza sobre lo que deseamos realizar. Los transmito a ustedes para que inspiren, orienten y animen nuestro caminar eclesial. El primer texto, del libro del Exodo: Yahvé dijo a Moisés: "He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto, he escuchado el clamor ante sus opresores y conozco sus sufrimientos. He bajado para liberarlo..." ( Ex 3,7). Es la memoria histórica fundamental del pueblo de Israel que ha experimentado la intervención de un Dios liberador, en diversos momentos y situaciones. Nuestro Sínodo tiene que darnos la certeza de que nuestra Iglesia cree en el Dios de la libertad y por eso no se amedrenta ante los nuevos mayordomos de hoy. - 26 -
  • 27. El segundo texto, no menos elocuente que el anterior, es una de las palabras más propias y originales de Jesús quien vivió, participó y asumió una realidad compleja y dura en Palestina hace dos mil años: “En aquel momento, Jesús, movido por Espíritu Santo se estremeció de alegría y dijo: Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes y se las has revelado a los sencillos. Sí, Padre, así te ha parecido bien” (Lc 10,21). Jesús es testigo de la reacción de los humildes ante la intervención reveladora de Dios, capta las preferencias de su corazón de Padre, se estremece de alegría y, animado por el Espíritu, le alaba y manifiesta con firmeza su propio consentimiento a esta manera tan particular que tiene el Padre de revelar su Reino. Esta misma experiencia de Jesús frente a la intervención divina la hemos sentido nosotros en el camino sinodal y en la I Asamblea Sinodal. Allí pudimos decir al igual que Jesús: “gracias Padre”, porque los sencillos nos hicieron sentir los latidos de su corazón, conocer sus ideas, valorar sus aportaciones y su gran experiencia de Dios con mucha sencillez y sabiduría. Ellos, los pequeños, nos piden mayor fidelidad y un cambio de actitudes. Nos piden audacia y creatividad. Nos invitan a canalizar las iniciativas y anhelos del pueblo sencillo. A la luz de esta Palabra del Señor y de la realidad que estamos viviendo conviene afirmar con claridad que "Somos una Iglesia que se renueva, reasume su misión evangelizadora y da respuestas a los desafíos de nuestra sociedad de Santa Cruz de cara al tercer milenio". Con esta afirmación quiero señalar la voluntad de seguir caminando juntos, mostrar lo que queremos alcanzar en el proceso sinodal y las consecuencias que de él se deriven. Somos conscientes de que es Jesucristo quien nos renueva constantemente en medio de esta sociedad en transformación, es El quien abre nuestros oídos para escuchar las necesidades de nuestro pueblo y la Palabra de Dios que resuena en la historia. Es el Espíritu Santo quien nos capacita para encontrar las respuestas acertadas y nos da la fuerza para comprometernos con las exigencias de los nuevos tiempos. - 27 -
  • 28. 2.MIRADA PASTORAL A UNA REALIDAD COMPLEJA Y DESAFIANTE L a Iglesia, sacramento y signo de Salvación en la historia de los hombres, configura su acción y los acentos de su Misión de acuerdo con el tiempo, el espacio y las corrientes que marcan las épocas y los procesos socio-políticos, económicos y culturales. No es una realidad estática. Camina con los hombres y mujeres que protagonizan los cambios y proponen nuevas ideas e invenciones que involucran a todos. Esta Iglesia, extrae de la Palabra, del Espíritu que la anima y de los signos de los tiempos, su inspiración y la energía que potencian su entrega apostólica y su capacidad para adecuarse a las nuevas situaciones. El Concilio Vaticano II expresó esta presencia de la Iglesia en el mundo con estos términos: " Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón... La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia" (GS 1). Esta realidad humana y a la vez divina de la Iglesia, pide al cristiano estar atento a los hechos que nos rodean, ser sal y luz en medio de ellos, y tener una actitud crítica para discernir y optar en favor del Reino de Dios, permaneciendo fiel al seguimiento de Jesús. Por ello vamos a considerar algunos de los aspectos de la vida y del contexto de la realidad donde nos toca vivir y testimoniar a Jesús muerto y resucitado, anunciando la Buena Nueva del Reino con gestos de liberación y palabras de esperanza. La - 28 -
  • 29. Iglesia no puede ni debe replegarse sobre sí misma, en un encierro de permanente invernadero. Ella está orientada hacia fuera para proclamar con valentía el Evangelio de Jesús. 2.1. COMPARTIMOS RAICES COMUNES CON TODA LA IGLESIA, PERO ES LA MEMORIA PARTICULAR DE ESTE PUEBLO QUE NOS PROVEE DE LA FUERZA PARA CAMINAR Nuestra Iglesia Particular de Santa Cruz es heredera, en primer lugar, de la Evangelización que llegara en la época colonial. El Evangelio penetró en estas tierras por la acción de los misioneros religiosos y por los doctrineros, de acuerdo con las metodologías de aquel entonces. La labor de estos pioneros, sobre todo en las Reducciones y las Doctrinas, marcó profundamente la vida religiosa de nuestro pueblo. Prueba de ello son las actuales costumbres y expresiones que perviven hoy en los pueblos guarayos, chiquitanos, guaraníes y en el alma popular de la gente sencilla de los valles y de los llanos orientales. Nuestra Iglesia particular es también heredera del caminar de la Iglesia Universal y Latinoamericana. El Concilio Vaticano II (1962-1965) marca para la Iglesia de Europa y de los demás continentes un hecho histórico sin precedentes. Es un verdadero Pentecostés de renovación para los cristianos y un redescubrimiento de la obra evangelizadora de la Iglesia en un mundo en cambio. La II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano se reúne en Medellín (Colombia), en 1968, para aplicar en América Latina las conclusiones del Concilio Vaticano II. Así los Obispos releen los documentos conciliares desde la situación de pobreza injusta del continente, explicitan su opción preferencial por los pobres y hacen pública la denuncia profética de las estructuras de pecado. Esto produce una profunda renovación en la Iglesia de América Latina, alcanzando poco a poco a Bolivia y, por consiguiente, a esta parte del Pueblo de Dios en Santa Cruz. Este reencuentro de la Iglesia y su Mensaje evangelizador con los hombres y mujeres concretos, situados en una historia, una sociedad en rápidas transformaciones, con culturas originarias entre los pueblos de la meseta andina y de los llanos amazónicos, puso a prueba el talento y la capacidad creativa de esta misma Iglesia para producir nuevas respuestas a las nuevas - 29 -
  • 30. necesidades. Medellín (1968), mas tarde Puebla (1979), Santo Domingo (1992) y el Sínodo de América (1997) constituyen una verdadera tradición de un Magisterio eclesial que orienta y guía la acción, procesos pastorales, pensamiento, estilo, lenguaje y mentalidad de los cristianos, que buscan constantemente renovarse, permanecer fieles a Dios siendo fieles a su pueblo. Esta es la razón, hermanos y hermanas de la Iglesia de Santa Cruz, que nos llevó a preguntarles por la memoria viva de la fundación de sus comunidades eclesiales, capillas, centros pastorales, aldeas rurales y barrios. Asimismo les pedimos que nos diesen los nombres de sus fundadores, protagonistas, servidores y animadores principales que les dejaron una base suficiente para que el Evangelio y la Iglesia echaran raíces en sus respectivos ambientes. Guardar esta memoria y apelar constantemente a ella, es comprometerse con la Misión de la Iglesia y con la transformación de la sociedad por la fuerza del Evangelio que libera y, en Cristo, produce mujeres y hombres nuevos. Todo esto que ustedes nos han contado con sencillez y transparencia, se convierte para todos, especialmente para nuestros sacerdotes y agentes de pastoral, en una referencia obligada que orienta el rumbo de todo el quehacer pastoral de esta Iglesia. Estos aportes no son para que, olvidados, mueran en nuetros archivos. La palabra y la conciencia concreta de los hechos comunitarios compartidos son y serán siempre una fuente de inspiración, una raíz que alimenta nuestra identidad cristiana y eclesial, un punto de apoyo que ayude a movilizarnos a todos hacia objetivos comunes del Pueblo de Dios y una verificación fehaciente de nuestros procesos de inculturación del Evangelio. 2.2. ALGUNOS ELEMENTOS QUE DESTACAN EN NUESTRA REALIDAD ACTUAL Nuestra realidad es compleja, necesita de estudios especializados para descubrir la trama de todos sus elementos. No pretendemos analizarla con ojos de especialistas, sino con ojos de la fe, partiendo de las opciones propias de la Iglesia, especialmente "desde la vivencia de los pobres, con la mediación de los valores evangélicos" (CEB, Aporte a SD 79). Por esto solo señalaremos aquellos hechos y procesos socio-políticos, económicos y - 30 -
  • 31. culturales que son significativos para nosotros, hombres y mujeres que vivimos en Santa Cruz hoy y en el futuro. a) Aspectos sociales Hoy vivimos no solo cambios rápidos y profundos en nuestra sociedad sino que vivimos, lo queramos o no, un cambio de época. Uno de sus componentes claramente identificables es el fenómeno de la globalización. Experimentamos que el mundo se convierte en una pequeña aldea en la que, gracias a los medios de comunicación, la ciencia y la tecnología modernas, podemos tener acceso directo a casi todas las dimensiones de la vida humana. Ya no existen fronteras definidas que impidan la relación entre los pueblos, los grupos y las personas. Por eso, quienes tienen el poder de la economía y de los avances científicos actuales, pueden imponer el ordenamiento social y el sistema que convenga a sus intereses. Este estilo de vida toca, en efecto, a todos los ámbitos de la sociedad, desde lo económico hasta lo educativo, desde lo político hasta lo religioso. Los informes de nuestros grupos de base señalan varios fenómenos de tipo social marcados, claro está, por la globalización: unos inquietantes y otros esperanzadores. Uno de sus componentes es la migración no sólo del campo a la ciudad, que vacía pueblos enteros y provoca un acelerado crecimiento demográfico en la capital, sino también del interior y exterior del país. Este hecho trae una indudable variedad de riquezas culturales, sociales y un potencial productivo para el bien común. Pero al encontrarse en la ciudad con un sistema que ofrece pocas fuentes de trabajo y de espacios de acogida, esta situación produce una gran inestabilidad, crisis de identidad, pobreza, marginalidad, delincuencia, drogadicción, alcoholismo abandonos del hogar, mendicidad, desocupación y otros efectos para la mayoría de la población, que debe contentarse con las migajas de una economía informal. Otro hecho social que clama al cielo es el de la corrupción generalizada en muchos niveles de la sociedad, pero sobre todo en el de la cosa pública. Lo más deplorable es la impunidad y la facilidad con que se archivan los procesos llamados a terminar con esta lacra social. A esta corrupción se añade el tráfico ilícito de drogas que deteriora, aún más, los valores humanos y destruye el sentido ético de las relaciones, creando una falsa ilusión de riqueza y bienestar por el acceso a un dinero fácil. Estos hechos - 31 -
  • 32. ponen al descubierto otra de las situaciones que vivimos: la ausencia de una cultura de la legalidad y, mas bien, una incultura de la manipulación de la ley y del encubrimiento cómplice. Es cierto que existen esfuerzos por parte del Estado y de las autoridades constituidas, como también de algunas instituciones cívicas, para hacer un frente común y eliminar la corrupción y el narcotráfico, pero son todavía insuficientes y no alcanzan a asumir con eficacia la solución radical a tan grave problema. Valoramos el rol protagónico de la prensa oral, televisiva y escrita, y de personas valientes, que denuncian estos hechos desenmascarando a los culpables, a riesgo de su propia vida y de la seguridad de sus familias. Todos debemos animarlos a seguir propagando con coraje los valores éticos y cristianos para despertar y formar las conciencias. Se observa además un creciente deterioro de las relaciones familiares y un debilitamiento de su valor como base de la sociedad, sin seguridad y estabilidad para la vida de sus miembros. Los índices de desintegración de la familia son alarmantes. A ello se suman los cada vez más numerosos abortos diarios, con los riesgos y estigmas sociales para la madre. Existe, empero, el deseo manifiesto de reafirmar el valor de la institución familiar para que constituya una vivencia y expresión del amor conyugal, paternal y filial. Es por demás sabido que un alto porcentaje de la población en nuestra Arquidiócesis lo conforman los jóvenes y niños de ambos sexos. Ellos son una fuerza decisiva para la sociedad y para la Iglesia en el presente y el futuro. Pero también es cierto que nos falta vivir con seriedad la opción pastoral por los jóvenes. La juventud y la niñez, junto a la presencia no menos considerable y representativa en nuestro medio de tantas mujeres que día a día optan por la vida, la justicia y el Evangelio, son una fuente de recursos humanos de incalculables efectos multiplicadores en favor de nuestro pueblo. Su participación en proyectos educativos, sus iniciativas humanitarias y su rol en instituciones, organizaciones y en las comunidades cristianas, están demostrando su capacidad creativa, su espíritu de generosidad y disponibilidad de servicio entregado en favor de los demás. b) Aspectos económicos - 32 -
  • 33. Vivimos y estamos manejados por una economía de mercado total, en donde no cuentan las relaciones humanas, sino el dinero. La persona es conciderada en tanto en cuanto produce y genera dinero, de lo contrario, si disminuye su capacidad productiva, deja de ser útil y es marginada. La nuestra es una economía del espectáculo, de la producción masiva y de la explotación indiscriminada de recursos naturales. Con ella se crea la falsa ilusión de que vivimos en una sociedad de bienestar para todos, cuando solo favorece a unos cuantos que son quienes determinan los precios de los productos montando un aparato propagandístico capaz de despertar necesidades que no existen en la población consumidora. A ello contribuyen los super-almacenes, la música, los festivales y los juegos. A consecuencia de esta realidad injusta, ha aparecido en escena una nueva categoría de grupos cada vez más numerosos: los excluídos sin rostro, sin voz, sin nombre, sin historia, humillados y destrozados en su dignidad de hijos de Dios y hermanos nuestros que claman por sus derechos. No se puede desconocer el valor de esta economía que tiene una gran capacidad para generar bienes útiles para la vida de las personas y pueblos. Se orienta por criterios de eficiencia y dedicación, pero olvida que el centro y lo esencial es la persona y su dignidad. Es la economía que debería estar al servicio de los hombres y mujeres de esta sociedad, y no la persona sometida al capricho y ceguera de las relaciones económicas. En medio de esta fuerza avasalladora de mercado, emerge la capacidad creativa de los sencillos para enfrentar con valentía y dedicación la defensa de la vida forjando una economía de subsistencia. Nuestro pueblo, y sobre todo la mujer, ha dado y da muestras de un potencial incalculable de energía para no claudicar ante tantas amenazas contra la dignidad humana. c) Aspectos políticos Hay una estabilidad democrática en el país y en las regiones. Este es un hecho positivo, pero con sus limitaciones. Estos últimos años se busca consolidar el marco institucional en los diversos niveles de poder y participación ciudadana. Una muestra de ello es la cantidad de leyes que se han aprobado para regular la vida ciudadana en sus diversos campos y necesidades, acomodándola así a las exigencias de la modernidad y del - 33 -
  • 34. sistema neoliberal que se impone. Esto, si bien da la sensación de entrar en un proceso de reordenamiento social y jurídico positivo, no deja de ser mas que una acomodación al sistema mencionado favoreciendo tan sólo a algunos grupos de poder con intereses económicos fuertes, foráneos o internos, y abandonando en el desamparo a la inmensa mayoría de nuestra población. Algunas de las tantas leyes promulgadas apuntan a objetivos que están al servicio de los sectores menos favorecidos. Pero su reglamentación y la aplicación práctica de las mismas, no están produciendo los frutos esperados. Muchas veces postergan las aspiraciones y derechos de justas reivindicaciones ciudadanas. Por otro lado, constatamos con pesar que la práctica política ha perdido de vista su valor y su objetivo: servir al bien común de la gente y sobre todo elevar el nivel de vida de los sectores más desprotegidos. La apetencia manifiesta de grupos y personas por el poder lleva consigo dudosas motivaciones. La política se ha convertido en una carrera lucrativa, insensible ante las necesidades vitales del pueblo: los "regalos" coyunturales destierran las soluciones eficaces. Así todos los niveles de organización y participación ciudadana tienden a una politización excesiva. La política ha caído en el descrédito y el pueblo le quita peligrosamente su confianza. A todo esto se debe añadir el fenómeno de la reducción del rol de un Estado, concebido sólo para asegurar los intereses del sistema neoliberal. Según éste, el aparato estatal es sólo un facilitador de las relaciones económicas y está al servicio del sistema de mercado, dejando de lado su papel fiscalizador de las acciones de entidades y empresas privadas o transnacionales y de velar por la justicia, la dignidad del país, su soberanía y el bien de nuestra nación. Como resultado, tenemos una institucionalidad que en lugar de proteger y apoyar los intereses de la Patria, sus fuerzas organizadas se orientan a proteger el mercado y los intereses de las grandes potencias extranjeras. d) Aspectos culturales - 34 -
  • 35. Considerando que cultura es "el modo particular como los hombres de un pueblo cultivan su relación con la naturaleza, entre sí mismos y con Dios" (DP 386), Santa Cruz es un espacio que acoge a muchas culturas, antiguas y nuevas, donde los pueblos originarios de la región cruzan su riqueza cultural con el mestizaje impuesto por otros pueblos. En estos últimos años se ha intensificado la inmigración de quechuas y aymaras desde la parte occidental del país; ellos vienen con su propia cultura, rica y claramente definida en valores y expresiones concretas. Otros grupos humanos del exterior del país también se han asentado en nuestro territorio, trayendo consigo sus propias características y valores. Todos forman un concierto cultural de tal policromía de identidades diversas que dan a Santa Cruz una fisonomía original y una riqueza cultural extraordinaria. En esta realidad, se mantiene el esfuerzo por reconocer y afirmar la coexistencia de la diversidad cultural originaria, nacional y local, junto a las expresiones culturales del mundo actual. En el campo literario, autores conocidos, instituciones cívicas y eclesiales, dedican su tiempo a recuperar la memoria histórica de nuestros pueblos aborígenes y de los procesos diversos que vivieron y viven los movimientos sociales. Empero, la llamada "cultura moderna" o "pos-moderna" va ocupando espacios cada vez más amplios y está imponiéndose, tanto en el área urbana como en el área rural, a través de los medios de comunicación social. En ella predomina la mentalidad científico-técnica que, con una confianza absoluta en la razón, en la libertad individual y en la eficiencia práctica, cree poder resolver todos los problemas sociales, económicos y políticos. Esta realidad tiene valores muy positivos; sin embargo, en su afán de producir y de ganar dinero, no le importa manipular los medios de comunicación para incitar al consumo, alimentando en las personas falsas necesidades y el deseo de experimentar el placer a niveles cada vez más sofisticados y costosos, convirtiéndolas así en dependientes pasivas o en esclavas de lo material. Este hecho interpela y desafía a nuestra sociedad que, para no perder su identidad, tiene que afianzar y potenciar los valores comunitarios de solidaridad, fraternidad, justicia, equidad, respeto a las personas y su dignidad, defensa de la vida y de una libertad responsable. Este desafío incluye también la construcción de una sociedad pluralista, expresada en una gran diversidad de tendencias y culturas, llamada a convivir en unidad, respeto y mutua cooperación. Esta doble tarea no está desvinculada del - 35 -
  • 36. amor y respeto a nuestra tierra; ella y todo lo que ella encierra son parte indispensable para que la vida de las personas y pueblos tenga un marco y un espacio de hogar para todos. 3. LA BUENA NOTICIA DE DIOS PADRE INSPIRA NUESTRAS LINEAS PASTORALES T oda esta realidad que hemos recogido con atención, mirándola desde la fe y con un afecto especial por los pobres, vamos a confrontarla con la Buena Noticia del Padre revelada en Jesús, la Palabra de Dios hecha carne (Jn 1,14), con la experiencia fundante de las primeras comunidades cristianas y con la vida y el caminar de la Iglesia Universal y Latinoamericana, para poder luego fundamentar nuestras opciones y asumir entre todos las acciones más pertinentes. En su tiempo, Jesús anunció el Reino de Dios (Mc 1,15; Mt 4,17), realizó signos concretos de su venida y lo declaró presente y actuante en medio de su pueblo (Lc 17,21). Hoy la Iglesia es el signo visible y sacramental de este Reino proclamado por Jesús. Ella lo anuncia como Buena Nueva para los pobres que, llenos de fe y esperanza, se alegran de esta noticia en medio de una sociedad cuestionada por la miseria de muchos y la opulencia escandalosa de unos cuantos. "Como Cristo realizó la obra de la redención en pobreza y persecución, de igual modo la Iglesia está destinada a recorrer el mismo camino a fin de comunicar los frutos de la salvación a los hombres... Cristo fue enviado por el Padre a evangelizar a los pobres, y levantar a los oprimidos (Lc 4,18), para buscar y salvar lo que estaba perdido (Lc 19,10); así también la Iglesia abraza con amor a todos los afligidos por la debilidad humana; más aún, reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador pobre y paciente, se esfuerza en remediar sus necesidades y procura servir en ellos a Cristo". Por eso, "la - 36 -
  • 37. Iglesia va peregrinando entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios, anunciando la cruz del Señor hasta que venga" (cf. 1 Co 11,26) (LG 8, c, d). La vida de Jesús y su Iglesia, animada por el Espíritu, va a ayudarnos a mirar con sencillez y confianza la vida de nuestra Iglesia: qué hace, qué nos dice, qué espera de nosotros. En esta iluminación de nuestra realidad, deseo retomar lo que ustedes, amados fieles, han expresado con cariño y libertad en nuestra vivencia sinodal. No pretendo quedarme sólo en conceptos conocidos o en crear nuevas teorías. Quiero insistir sobre algunas notas fundamentales de la Iglesia. Estas no se pueden aislar unas de otras, hay que tomarlas en su conjunto, sin embargo vamos a profundizarlas en su carácter individual y específico para comprender cuál es la Iglesia que queremos construir y desarrollar en nuestros barrios y parroquias. 3.1. LA IGLESIA EVANGELIZA CUANDO TESTIMONIA AL SEÑOR RESUCITADO Y PROCLAMA EL REINO DE DIOS CON HECHOS Y PALABRAS a) Miremos nuestra situación Evangelizar es la labor fundamental de la Iglesia, su dicha y vocación propia, "su identidad más profunda" (EN 14). Ella "vive para evangelizar" (DP 224). En su aporte, las bases de nuestra Iglesia de Santa Cruz han notado sin embargo que hay falencias en este campo. Algunos agentes de pastoral todavía están centrando su trabajo sólo alrededor de una fría administración sacramental. Muchas homilías no llegan al corazón del pueblo, no asumen la vida ni las preocupaciones de sus destinatarios. Las familias, que son el lugar privilegiado de educación en la fe y en los valores evangélicos, han ido perdiendo fuerza en esta noble tarea. En algunos colegios "católicos" la enseñanza religiosa es deficiente. Algunas estructuras de Iglesia, mantenidas en su antigua concepción, pierden su actualidad y se cierran al diálogo y a la participación comunitaria. Al lado de estos desafíos, los cristianos reconocen también la presencia de signos alentadores que nos llenan de esperanza. La nueva evangelización propuesta por el Papa (1983) está siendo asumida con coraje. Muchos cristianos se han comprometido para hacer conocer a Jesús y vivir en - 37 -
  • 38. hermandad y solidaridad; otros han hecho esfuerzos para llegar a diferentes casas, familias y comunidades. Hombres y mujeres, jóvenes y niños se han integrado al trabajo de la catequesis sacramental (catequesis familiar, de confirmación...). Cada vez en mayor número, los bautizados van asumiendo compromisos duraderos en grupos, movimientos apostólicos, Comunidades Eclesiales de Base. Las misiones populares van motivando y movilizando a aquellos cristianos que estaban al margen de la marcha de nuestra Iglesia. Responsables de comunicación social, han introducido la voz del Evangelio en la mayoría los medios (radio, prensa, TV). Además, la mayoría de las parroquias urbanas y comunidades del campo cuentan ya con una infraestructura que favorece la realización de encuentros y reuniones para facilitar la labor evangelizadora de la Iglesia. b) Jesús, el primer evangelizador Esta vocación evangelizadora de la Iglesia no surge de una iniciativa privada. Dios es quien ha tenido la iniciativa de acercarse a su pueblo, de hacerse partícipe de su vida y de su historia (Ef 1,3-14). Él, por amor a su pueblo, ha enviado a Jesús, su Hijo, para que nos muestre su rostro de Padre. Por eso, al inicio de su misión, Jesús declara que ha venido a proclamar la llegada del Reino de Dios (Mc 1,15); asume las promesas expresadas por los profetas y afirma que es su misión anunciar esta buena nueva a los pobres (Lc 4,18-19). Así, El consagra todo su ministerio público a iniciar el Reino de Dios, su Padre, comunicando vida y esperanza a su pueblo. Con su vida y con su palabra, El muestra quién es Dios y cómo este Dios ama a los pobres (Lc 10,21) y pecadores (Lc 19,9-10; Jn 8,11). c) Los primeros cristianos son enviados a proclamar la Buena Noticia Después de su muerte y resurrección, Jesús envía a sus discípulos a proclamar esta Buena Nueva a todas las naciones porque ellos son sus testigos (Lc 24,46-48). El los envió también a bautizar y a enseñar todo lo que ellos han aprendido (Mt 28,19). Antes de consagrarse a esta tarea, los discípulos reciben el Espíritu Santo (Hch 2,1-4). Animados y conducidos por este Espíritu, proclaman la buena noticia de Jesús, sin desanimarse ni - 38 -
  • 39. claudicar ante las dificultades y persecuciones (Hch 4,29-31). Al contrario, ellos se alegran de haber sufrido por el Señor, porque deben continuar el trabajo evangelizador del Hijo, aquí y ahora, "hasta que Dios sea todo en todos" (1 Co 15,28). d) Toda la Iglesia es evangelizadora Continuadora de la misión de los discípulos, la Iglesia está llamada a evangelizar, haciendo suyas las palabras del apóstol "¡Ay de mí si no evangelizara!" (1 Co 9,16). Esta misión pertenece "al cuerpo de los pastores" (LG 23), pero el apostolado de los laicos "nunca puede faltar en la Iglesia" (AA 1). La misión evangelizadora corresponde pues a todo el Pueblo de Dios (DP 348; EA 66). En él, como bautizados y "desde comunidades vivas" (SD 293), todos están comprometidos a anunciar el evangelio de Jesús, para "formar hombres y comunidades maduras en la fe y dar respuestas a la nueva situación que vivimos" (SD 26). Pero, en esta tarea, un especial protagonismo corresponde a los laicos (SD 293) que, con "el testimonio de su vida, por su palabra oportuna y por su acción concreta" (DP 789), tienen la vocación de transformar desde dentro, como fermento, todas las realidades humanas de las que son actores y protagonistas. Además, comprometida con la Nueva Evangelización, la Iglesia debe ser promotora decidida y activa de la dignificación de la mujer (SD 105), contando con el liderazgo femenino y promoviendo su presencia en la organización y animación de esta misión evangelizadora (SD 109; EA 45). Proclamando la Buena Nueva, el evangelizador da a conocer a Jesús como el Señor revelador del Padre y comunicador del Espíritu (DP 352), llama a la conversión y lleva a la comunión con el Padre, ofreciendo así la salvación. Esta salvación es liberación de todo lo que oprime a la persona, "sobre todo liberación del pecado y del maligno" (EN 9), porque la promoción humana es "parte integrante de la evangelización" (DP 355). El cumplimiento de esta tarea, con la palabra y con el testimonio, nos exige a todos creatividad, responsabilidad y búsqueda permanente de los valores evangélicos. - 39 -
  • 40. e) Nuestra Iglesia de Santa Cruz tiene que ser evangelizadora Fiel a su misión, nuestra Iglesia ha dado pasos seguros para ser evangelizadora, sin embargo, tiene que avanzar más todavía. Cada cristiano tiene que abrir su corazón a Dios y dejarse conducir por el Espíritu para ser creativo y audaz discípulo del Señor. Por su bautismo, él está llamado a dar testimonio valiente y solidario, procurando que la palabra de Dios se haga vida y que su vida sea coherente con su fe; los seguidores de Jesús se reconocen en la vivencia del amor (Jn 13,35) y en la práctica de las Bienaventuranzas (EN 15). La preparación de los agentes de pastoral, de los grupos y comunidades organizadas, como de cada cristiano, tiene que ser consciente y constante. Esta formación debe centrarse en el mejor conocimiento de las Sagradas Escrituras y de la realidad. La Palabra de Dios es fuente de sabiduría y alimento de nuestra fe; es indispensable conocerla, interpretarla adecuadamente y vivirla en comunidad. La realidad nos sitúa en el tiempo y la historia. Ella nos relaciona con la vida, nos interpela en las necesidades de nuestros hermanos y nos invita a dar respuestas claras y concretas. Esta experiencia compartida de la presencia de Dios en la vida y en su Palabra no puede hacerse sin una profundización espiritual, sin la oración (Lc 11,1). Este diálogo con el Señor tiene que generar una fuerte espiritualidad eclesial y personal y, al mismo tiempo, desarrollar un sentido crítico frente a la vida y animarnos en el análisis constante de nuestros compromisos asumidos. Por ello cada parroquia está llamada a evaluar sus programas de catequesis, tratando de responder con seriedad y continuidad a los criterios de orientación adoptados y profundizados en nuestra Arquidiócesis. Los contenidos y la metodología de los materiales disponibles no pueden ser foráneos ni deben quedarse en versión estática, tienen que responder a las exigencias de la realidad del pueblo y de las nuevas opciones de nuestra Iglesia de Santa Cruz. 3.2. LA IGLESIA MISIONERA CON PROYECCIÓN UNIVERSAL a) Nuestra situación nos interpela - 40 -
  • 41. Dentro de los límites de nuestra Arquidiócesis, mucha gente no está todavía debidamente evangelizada. Grupos enteros de la ciudad y del campo están desatendidos y esperan la Palabra del Señor para iluminar sus vidas. Es notable la falta de una presencia eclesial y de una acción decidida de sacerdotes, religiosas y laicos comprometidos en varios sectores de la población. Debido a ello, muchos de nuestros creyentes van a llenar su inquietud religiosa y de compromiso social en otras denominaciones religiosas, en donde con fecuencia son engañados, seducidos o manipulados. Por otro lado, nos alegra que numerosos agentes de pastoral estén abocados a su labor misionera y de servicio a la Iglesia local; que algunos grupos de religiosos(as) y de jóvenes, venidos a veces de otros países, pasen sus vacaciones en el campo, compartiendo la vida de sus pobladores, dando testimonio del Evangelio; nos complace que muchos laicos consagren su tiempo libre al anuncio explícito de la Palabra de Dios. Sin embargo, no debe dejar de preocuparnos el hecho de que aún no hemos asumido con vigor y entusiasmo la dimensión misionera más allá de nuestras fronteras. b) Jesús es el enviado del Padre: su misionero Jesús consagra toda su vida a la misión encomendada por Dios, su Padre, quien le envía, llevando una vida de misionero itinerante (Lc 8,1), yendo de pueblo en pueblo, sin tener dónde reposar la cabeza (Mt 8,20). En estos recorridos, El está atento a la realidad de la gente, a sus necesidades (Mc 8,2-3) y sufrimientos (Lc 9,10-11). Ante las urgencias vitales de su pueblo, Jesús responde de acuerdo a la voluntad de su Padre (Jn 5,36) y, en su consagración a esta tarea, es coherente: lo que anuncia, lo hace (Lc 6,36). Se entrega a su misión hasta dar la vida (Jn 15,13) y morir en una cruz (Lc 23,33-34). c) La Iglesia primitiva vive su envío con alegría Enviados por Jesús, los discípulos proclaman el Evangelio a todo el mundo conocido, comenzando por Jerusalén (Hch 1,7-8). Con la fuerza del Espíritu, Pedro anuncia la Buena Nueva en Jerusalén a los judíos y al pueblo (Hch 2,14s), ante el Sanedrín (4,8-12) y más tarde en Cesarea, a los paganos (Hch 10). Felipe anuncia el Evangelio en Samaria y, por el camino, - 41 -
  • 42. bautiza a un etíope (Hch 8). Pablo es llamado por el Espíritu para evangelizar (Hch 13,2) y se consagra plenamente al anuncio del Evangelio primero a judíos y después a paganos, visitando pueblos y ciudades, formando comunidades y designando a sus responsables (Hch 13 - 28). Perseguidos y conminados a callar, estos misioneros declaran: "No podemos nosotros dejar de hablar de lo que hemos visto y oído" (Hch 4,20). "Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hch 5,29). Para todos ellos, la prioridad fundamental es el anuncio de la Palabra (Hch 6,4). Por esto, escribiendo a un responsable de Iglesia, Pablo insiste: "predica a tiempo y a destiempo" (2 Tm 4,1-2). d) La Iglesia universal y latinoamericana asume la misión de Jesús La Iglesia es misionera por naturaleza (AG 35; RM 48-49). Su misión es anunciar en todas partes el Reino de Dios y caminar hacia él (RM 2). Realiza esta misión movida por el Espíritu Santo, avanzando por el mismo camino que siguió Jesús, "por el camino de la pobreza, de la obediencia, del servicio, y de la inmolación de sí mismo hasta la muerte" (AG 5). Esta Iglesia no debe quedarse encerrada en sacristías ni lugares sagrados; enviada al mundo, está convocada a dar razón de su esperanza, manteniéndose en permanente estado de misión, con una nueva conciencia de ser Iglesia y con una nueva relación con el mundo. "La Iglesia local sólo alcanza su pleno sentido en comunión y apertura misionera a la Iglesia universal" (CEB, Aporte a SD 360). Por otro lado, la reacción auténtica de aquella persona que encuentra al Señor "es comunicar a los demás la riqueza adquirida en la experiencia de este encuentro" (EA 68). La fe se fortalece dándola (RM 2). Si los bienes espirituales no circulan, se pudren y mueren. Esta misión "renueva la Iglesia, refuerza la fe y la identidad cristiana" (RM 2) y compromete a todos sus miembros a hacer visible la presencia de Dios en medio de la historia, con la vida y con la palabra, reflexionando y celebrando esa presencia; a mostrar dónde está Dios y cómo hacer fructificar los signos del Reino ya presentes en el mundo que evangeliza (LG 16; AG 11); a luchar contra las fuerzas del mal expresadas en destrucción, maldad, esclavitud y muerte. Como la misión de Jesús, la - 42 -
  • 43. misión de la Iglesia pasa por la inserción y la solidaridad con los pobres, con los más abandonados y despreciados. e) Nuestra Iglesia de Santa Cruz desafiada a salir fuera de sus fronteras En nuestra Iglesia se acaba de celebrar el III Congreso Misionero Nacional. Este acontecimiento ha sido un fuerte llamado a participar en la misión universal de la Iglesia (RM 71; ChL 32-35; SD 125). Es cierto que, como la población de Santa Cruz aumenta y se renueva constantemente, nuestra Iglesia tiene la misión de anunciar el Reino de Dios en esta situación concreta, respondiendo a los desafíos más urgentes. Esto no nos exime de ir hacia los que necesitan del Señor y de nuestra solidaridad, de salir fuera de nuestras fronteras. Más aún, si nos faltara esta perspectiva, estaríamos siendo infieles a nuestra vocación bautismal. Es urgente pues desarrollar una estructura y una espiritualidad misionera para que nuestra labor y nuestra vida respondan a un estado de misión permanente. Necesitamos personas capacitadas, agentes con sólida formación, que descubran y desarrollen sus propios dones y ayuden a los demás a hacer lo mismo. Necesitamos también comunidades con espíritu misionero, seguras en su identidad cristiana y volcadas hacia los demás. Estas personas y comunidades misioneras deben estar animadas por un proyecto común, por una visión clara y unitaria de las líneas de acción de nuestra Iglesia (SD 12 y 462). Ellas deben tener conciencia clara de su misión: estar allí donde todavía no se ha anunciado el evangelio; proclamar el mensaje de Jesús con entusiasmo y decisión, pero también vivirlo y practicarlo con valentía. 3.3. LA IGLESIA: COMUNIÓN Y PARTICIPACIÓN a) Nuestra situación nos interroga Ustedes mismos han constatado que algunas parroquias mantienen todavía un esquema centralizado, donde el sacerdote acapara todo el poder de decisión y los laicos ejercen el papel de simples “ayudantes”. Hay quienes consideran que más de un párroco maneja la parroquia como si fuese su - 43 -
  • 44. "propiedad privada". En este ambiente no brota el diálogo y la participación. Por otro lado, los laicos se dan cuenta de que carecen de una formación adecuada para comprender y responder a los retos del presente. No faltan quienes aún tienen dificultades para aceptar que no hay contradicción entre jerarquía y carisma. No existe la coherencia y la coordinación debidas entre los distintos proyectos y los otros servicios e instancias eclesiales. Además, gran parte de las tareas eclesiales dependen de ayudas económicas externas. El sentido de pertenencia a la Iglesia y la corresponsabilidad afectiva y efectiva de cada cristiano no han sido afianzados. Felizmente, desde hace algunos años, nuestra Iglesia ha ido viviendo y fortaleciendo un espíritu comunitario y participativo: muchas familias - papá, mamá e hijos - se han comprometido en la catequesis familiar; jóvenes y adultos, integrantes de movimientos apostólicos y de CEBs, participan activamente en organismos de decisión de la Iglesia. Se han organizado los sectores pastorales y reorganizado las parroquias, con nuevos centros de encuentro y de participación, tomando conciencia de la necesidad de una respuesta orgánica y eficiente ante los nuevos problemas. Todo este caminar ha sido animado y acompañado por nuestras Asambleas de agentes pastorales, verdadero espacio de comunión y de participación. Fue allí, en la IV Asamblea, que decidimos realizar nuestro Sínodo para fortalecer nuestro caminar y adoptar nuevos compromisos. b) Jesús forma una comunidad de discípulos, asociados a su misión La Iglesia no responde a ningún proyecto humano, sino al proyecto del Padre, revelado en el ministerio de su Hijo. En efecto, Jesús no realiza su misión solo. Llama a colaboradores (Mc 1,16-20), vive con ellos formando un equipo, una comunidad de vida y de acción (Mc 3,13-19). Ellos le acompañan en su ministerio (Mc 10,46) y El comparte con ellos su misión (Mc 6,7), les envía a anunciar el Reino de Dios, dándoles poder para curar enfermos (Lc 9,1-2). En esta comunidad, los hombres y las mujeres tienen su lugar, ambos son admitidos en relaciones de fraternidad y de amistad (Lc 8,1-3). Por eso, al acercarse el momento de su pasión, Jesús no les llama servidores, sino amigos (Jn 15,14-15). Y después de su resurrección, El les - 44 -
  • 45. deja toda la responsabilidad de la misión (Mc 16,15-18), pero no los abandona. Les da su Espíritu (Jn 20,22) y promete estar con ellos hasta el fin de los tiempos (Mt 28,20), porque donde dos o tres se reúnen en su nombre, El está en medio de ellos (Mt 18,20). c) Los primeros cristianos vivían unidos Fortalecidos con esta experiencia de vida comunitaria con Jesús, los discípulos viven unidos y comparten todo lo que tienen (Hch 2,44-45; 4,32). Este ideal descrito por Lucas, del que da algunos ejemplos (Hch 4,36-37), Pablo lo formula de manera diferente. Comparándolo con el cuerpo humano (1 Co 12,12-27), él nos habla de la Iglesia "Cuerpo de Cristo", donde todos los miembros tienen una función y una responsabilidad (Rm 12,4-8; 1 Co 12,28-30). Para él, estas funciones corresponden a servicios y a ministerios determinados. Sin embargo, todos deben fortalecer esta corresponsabilidad (Ef 4,1-6), haciendo un esfuerzo constante para mantener la unidad y la diversidad, en el respeto del uno y del otro (Jn 17,23). d) Toda la Iglesia avanza hacia la unidad y la participación En el Concilio Vaticano II, la Iglesia ha tomado conciencia de su identidad de Pueblo de Dios que vive y se organiza en comunión fraterna. A imagen de la Trinidad (DP 211ss; EA 33); ella es misterio de comunión con Dios y entre los creyentes y es enviada en misión. En ella, todos los miembros participan de la misión salvífica, con sus diversos carismas. Nadie puede decir que sea cristiano a título particular, nadie puede decirse hijo de Dios sin sentirse hermano de los hombres (DP 326-327). Algunos son llamados para representar a la comunidad y actuar en nombre de Cristo, cabeza y guía de su Iglesia, pero todos son convocados no sólo a recibir, sino a participar y desarrollar sus talentos, formando parte de ella como "piedras vivas" y construyendo el Reino de Dios. En la Iglesia local, este espíritu se concreta en una pastoral de comunión, donde todos comprometen su voluntad y su esfuerzo por un proyecto común, según el plan del Padre, y sacrifican perspectivas unipersonales y de pequeños grupos. En esta Iglesia participativa y comunitaria, las Comunidades Eclesiales de Base, son grupos que ofrecen espacios para madurar en la fe, en la práctica de la - 45 -
  • 46. unidad, y en la acción de servicio para los que sufren (DP 640s; CEB, Aporte a SD 397; SD 61). e) En la Iglesia de Santa Cruz estamos convocados a ser miembros activos En el inicio del nuevo milenio, el Señor nos convoca a recordar "nuestras raíces" para vivir, en nuestra situación, la común-unión de la comunidad primitiva. Este llamado nos compromete a construir comunidades vivas, fundamentadas en el contacto personal y abiertas a la participación de todos (SD 54). Esta comunidad debe partir de la familia, con sus problemas, sus valores y sus esperanzas e integrar en su seno, con evangélica atención, a las personas que están en "situación irregular" (viudas, madres solteras, divorciadas y casadas nuevamente...). Hay que escuchar el clamor de los sencillos, a quienes Dios revela su bondad (Lc 10,21), y tener como distintivo la preocupación por los humildes. Como miembros de esta Iglesia tenemos que fomentar la participación a nivel comunitario, parroquial y arquidiocesano, creando espacios de decisión y de acción. Urge superar el clericalismo, proyectando un modelo de Iglesia-comunión, con estructuras que reflejen la participación activa de todos, hombres y mujeres. Este llamado se dirige a los responsables, para que incentiven el concurso de un mayor número de personas que manifiesten su interés por la vida integral de su Iglesia en los grupos y espacios carentes de organización de base. Tiene que llegar el día en que nuestra Iglesia organice y construya su vida también en el aspecto económico, trabajando por el autofinanciamiento de sus acciones y servicios. Ese día estaremos dando un signo de madurez y de libertad. 3.4. LA IGLESIA SOLIDARIA INMERSA EN LA VIDA INTEGRAL DE SU PUEBLO a) Somos interpelados por nuestra situación En muchas comunidades hay una ausencia de servicios sociales. En algunos sectores, las necesidades apremiantes de la inmensa mayoría se quedan sin una solución adecuada y digna. Las comunidades cristianas no están bien organizadas y los organismos existentes no responden con efectividad a sus - 46 -
  • 47. problemas más urgentes. Los líderes son insuficientes y algunos de ellos no cuentan con el compromiso de la base. Además, en muchos casos, se confía demasiado en la ayuda externa y no se apoyan programas ni se generan aportes locales. Hay obras y acciones que por su excesivo costo económico difícilmente serán asumidas por la Iglesia local. Sin embargo, la opción evangélica de nuestra Iglesia por los pobres es motivo de alegría. Los cristianos organizan la solidaridad en los barrios y parroquias a través de las Caritas parroquiales y de otras múltiples y calladas acciones. Las instituciones eclesiales realizan un trabajo de promoción y de liberación, paliando la extrema indigencia de la gente de barrios periféricos y de pueblos del campo. Estas instituciones no inciden solo en el aspecto económico, sino también en el campo de la educación y de la salud (AA 5, 7). b) Jesús pone en marcha un proyecto de solidaridad En Nazaret, al inicio de su ministerio público, Jesús proclama su proyecto de evangelización (Lc 4,18-19). Poco después, ante testigos, El demuestra que su proclamación se hace realidad: "los ciegos ven, los cojos andan..." (Mt 11,5). La acción solidaria de Jesús revela así, con transparencia, al Dios de la vida y da testimonio de que El vino para que todos "tengan vida y la tengan en abundancia" (Jn 10,10). Él experimenta y vive la consecuencia más profunda de su solidaridad con los hombres en la cruz (Lc 23,34), entregando su vida. Pero, solidario con Jesús y su proyecto, Dios confirma su vida y su palabra, dándole el Reino Eterno (Flp 2,6-11). Esta actitud de Jesús descubre el secreto de muchos corazones (Lc 2,34-35) y llama a la conversión y a la solidaridad (Lc 19,8), porque nadie puede servir a Dios y al dinero (Mt 6,24). c) Hagamos memoria del testimonio de la Iglesia primitiva Los primeros cristianos no limitan su compromiso a la predicación de la palabra o a la oración, ellos se ocupan también de los desprotegidos y tratan de resolver sus problemas poniendo todo en común (Hch 2,44; 4,32). De esta manera, entre ellos, no había ningún necesitado (Hch 4,34-35). Con el mismo espíritu, consciente de las necesidades de la comunidad de - 47 -
  • 48. Jerusalén, Pablo invita a los hermanos de Corinto a colaborar económicamente haciendo un "servicio de carácter sagrado" (2 Co 8 - 9). Este aporte es administrado por personas de confianza de la comunidad. d) La solidaridad es el servicio privilegiado de la Iglesia La Iglesia universal animada por el Espíritu del Resucitado comparte y asume como propio "el gozo y la esperanza, las lágrimas y angustias del hombre de nuestros días" (GS 1). Ella avanza en la historia con toda la humanidad, experimentando la suerte terrena del mundo, propio de la condición humana, y ofreciendo el don divino de la salvación (GS 3). La Iglesia latinoamericana considera un "escándalo y una contradicción con el ser cristiano, la creciente brecha entre ricos y pobres" (DP 28), reconoce en los rostros concretos de la pobreza (DP 32-39) "los rasgos sufrientes de Cristo" que "cuestiona e interpela" (DP 31), hace suyo el clamor de los pobres (SD 296) y opta por ellos, solidarizándose con sus luchas y sus aspiraciones (DP 1134-1165). La Iglesia boliviana se compromete a evangelizar integralmente a los bolivianos "desde la opción evangélica por los pobres" (Directrices Pastorales 1986-1991, Objetivo General), asumiendo el servicio urgente a la vida de los pobres y abandonados, principalmente "de la mujer, niños abandonados, presos, indígenas, migrantes, campesinos, obreros y otros" (Iglesia Comunicadora de vida y esperanza, 86). Amando a los pobres, solidario con ellos, "el cristiano imita las actitudes del Señor" (EA 58). e) El desafío de nuestra Iglesia de Santa Cruz: vivir la solidaridad La palabra y la acción de nuestra Iglesia de Santa Cruz deben ser "buena noticia" para todos desde la realidad empobrecida de nuestros barrios y pueblos. Ella tiene que trabajar al servicio de la persona humana, al estilo de Jesús, para que los más necesitados y marginados sean autores de su propia historia (GS 74; ChL 42). Para plasmar esta exigencia del Evangelio es necesario un conocimiento objetivo y afectivo de la realidad. Los datos estadísticos son importantes, pero no son suficientes. Ellos tienen que estar fundados en una relación de diálogo con la realidad, sentido con el corazón (cf. Mt 9,36; Lc 7,13). - 48 -
  • 49. Es necesario también un compromiso creciente de la comunidad eclesial en su conjunto y en todos los niveles. Ella debe ser el marco de la solidaridad y de la participación y el espacio de las realizaciones concretas. Tiene que organizar los servicios y los recursos disponibles, coordinando con los miembros de la comunidad civil y con las instituciones de apoyo. Debe fomentar y proveer la formación de sus miembros en el conocimiento y defensa de los Derechos Humanos y en la transformación de la realidad (EA 54). Además, debe promover el trabajo en equipo y desarrollar una conciencia ecológica, de respeto a la tierra y a todos los medios que la naturaleza nos ofrece (Gn 1,29-30; Dn 3,57-82). A cada cristiano en particular le corresponde hacer suyas las decisiones a favor de los pobres y asumirlas con alegría y esperanza. Su testimonio es dar ejemplo de pobreza solidaria en el lugar donde vive, combatiendo el individualismo, el consumismo, el paternalismo político. Debe adoptar hábitos saludables, rechazando los vicios, el alcohol, las drogas. Al mismo tiempo, está llamado a participar activamente en organismos populares, laborales, eclesiales, económicos, culturales, políticos. El amor auténtico, vivido con humildad y sencillez, nos dispone a construir estructuras más humanas y más cristianas. 3.5. IGLESIA PROFÉTICA EN FIDELIDAD A DIOS Y A LOS EXCLUÍDOS DE LA SOCIEDAD a) La situación de nuestra Iglesia nos cuestiona Vivimos en una sociedad que cultiva la injusticia y los cristianos mantenemos todavía el divorcio entre la fe y la vida. Nos envuelven las tensiones entre clases, grupos y regiones. Esta situación se percibe también entre algunos agentes de pastoral. No siempre los signos que producimos expresan nuestros compromisos evangélicos. Además, como cristianos organizados ofrecemos un débil acompañamiento a los marginados. Tenemos miedo de hablar y de actuar en su favor ante las instancias correspondientes. Felizmente son cada vez más los sectores de iglesia que asumen una postura más profética, denunciando situaciones de injusticia y anunciando al Dios de la vida. Muchos laicos se enrolan en organizaciones de Iglesia y de la sociedad para luchar por la dignidad de cada persona, por los derechos - 49 -
  • 50. sociales de los menos favorecidos, por la vida personal y social. Son sobre todo los jóvenes que se comprometen con mayor esperanza a plasmar el Evangelio en la vida. b) Jesús: una vida profética Siguiendo la corriente profética, Jesús denunció el mal de su época, anunció el proyecto de Dios y comenzó a transformar la realidad. Denunció el "orden" existente como contrario al plan de Dios e hizo notar la hipocresía de los fariseos (Mt 23,4-5). Anunció "buenas noticias para los pobres" (Lc 4,18; 7,22), proclamando el Reino de Dios (Mc 1,15). En este Reino, los últimos son primeros y los primeros los últimos (Mt 20,1-16), los pobres son proclamados bienaventurados (Lc 6,20-24) y los ricos son llamados a la conversión (Lc 6,24-26; 18,24-27). Jesús no se limitó a denunciar y a anunciar; con sus acciones transformó la situación de los pobres y pecadores para que sean actores de su destino. Y para enseñarnos a ser constructores del Reino, realizó muchos gestos simbólicos (Mc 11,15-19) identificándose con los pobres (Mt 25,40.45). Él mismo muere en la cruz, como un excluído y un marginado; pero Dios lo arranca de los lazos de la muerte y le otorga la vida, constituyéndolo Señor y Cristo (Hch 2,36; Flp 2,11). c) La Iglesia primitiva prolonga el compromiso profético del Señor Las primeras comunidades cristianas han sido formadas por los humildes y sencillos (1 Co 1.26-29). Han nacido y se han desarrollado en medio de un imperio donde dominaba la muerte. A través de su vida ordinaria y cotidiana, han difundido una nueva forma de definir y vivir la realidad. Han experimentado el amor a Dios en la fraternidad, en la solidaridad con los pobres, en la defensa de los débiles. Así, los primeros cristianos transformaron valores, ambientes, conciencias personales y colectivas, modelos de sociedad y de comportamiento. d) La Iglesia universal y latinoamericana opta por los pobres - 50 -
  • 51. La Iglesia actual desea seguir el camino de Jesús (DP 1141; SD 178). Ella "reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su fundador" (LG 8) y opta por dar "preferencia efectiva a los sectores más pobres y necesitados" (Med, Pobreza, 9; SRS 42) y se compromete "en la liberación de todo el hombre y de todos los hombres" (Med, Juventud, 15; EN 30-31). Como pueblo profético, la Iglesia discierne las voces del Señor en la historia, anuncia "la presencia de su Espíritu" y "denuncia dónde actúa el misterio de iniquidad" (DP 267). Y ella misma debe mostrar signos de verdadera "valentía" "en total libertad frente a cualquier poder de este mundo" (SD 50). e) Nuestra Iglesia de Santa Cruz llamada a seguir los pasos de Jesús Nuestra Iglesia ha avanzado en la defensa de cada persona, respetando la dignidad humana y su categoría de hija de Dios. Pero nos toca todavía hacer esfuerzos para tomar conciencia de la situación de injusticia y corrupción que impera en nuestros pueblos y de la cuál - aún siendo creyentes comprometidos - apareceríamos como encubridores o cómplices, si no tuviéramos la clarividencia para denunciarlas. No podemos seguir tolerando amenazas contra la vida humana, repudiamos la discriminación de la mujer y de tantas otras personas (GS 75 y 79). Debemos liberarnos de la corrupción y explotación, denunciando situaciones de injusticia y anunciando una vida nueva, con un testimonio transparente, basado en la fraternidad y la justicia. Y, desde los pobres, es urgente evangelizar los sectores de influencia y de decisión de nuestra sociedad. 3.6. IGLESIA QUE CELEBRA EL ACONTECIMIENTO PASCUAL DE JESÚS EN LA VIDA a) Nuestra situación nos invita a la reflexión En muchas de nuestras celebraciones se nota aún la apatía de algunas personas que asisten pero no participan. Otras se dejan llevar por la emotividad externa. Algunas, exigen el sacramento por la importancia - 51 -
  • 52. religiosa y social del rito o por la necesidad de tener los documentos legales. Obscurecen el auténtico sentido de las fiestas y devociones populares con excesos en la bebida y desviaciones mercantilistas. Además, la mayoría de nuestra gente tiene poco conocimiento del contenido bíblico y pastoral de nuestra liturgia. Sin embargo, nuestro pueblo celebra con gozo los acontecimientos de la vida personal y social y mantiene gran aprecio por los sacramentos y sus ministros. En las celebraciones de algunas parroquias, capillas y pueblos, los laicos y, sobre todo las mujeres, tienen una activa participación. Bien preparados, los tiempos litúrgicos fuertes animan la fe y el compromiso de muchos cristianos. La fiesta de la Virgen de Cotoca, con todas sus exigencias renovadoras, va animando el caminar de nuestra Iglesia y comprometiendo a todos los sectores pastorales, las parroquias y los diferentes grupos organizados. La imagen de María, nuestra Madre, está presente en casi todos los hogares cristianos, como camino y guía para seguir Jesús. Sin embargo no siempre se entiende la preocupación de la Virgen cuando ella nos invita a hacer lo que su Hijo nos manda. b) Jesús comparte y celebra la vida de su pueblo En su ministerio público, Jesús comparte las alegrías y las tristezas de su pueblo. Participa de las bodas de Caná (Jn 2,1-12) y llora ante la tumba de Lázaro (Jn 11,35). Participa en banquetes con toda clase de gente: pecadores (Mc 2,15; Lc 19,5), fariseos (Lc 7,36; 14,1s). Defendiendo a sus discípulos, invita a los fariseos y maestros de la Ley a vivir en un clima de alegría (Lc 5,34). Frente a la acción reveladora de su Padre, le agradece públicamente y manifiesta su total acuerdo (Lc 10,21). En su enseñanza, invita a celebrar los acontecimientos en los que se manifiesta el amor de Dios (Lc 15,5.21.22). En la Ultima Cena, declara que deseaba muchísimo comer la Pascua con sus discípulos (Lc 22,15-16). Después de su resurrección, en la casa de Cleofás, Jesús hace los mismos gestos que en la noche de Pascua (Lc 24,30). Además, no solo les ofrece algo de comer (Jn 21,9.12), sino que él mismo come delante de ellos, para fortalecer su fe y su confianza (Lc 24,42-43). c) La Iglesia primitiva celebra la presencia del Señor en su propio caminar - 52 -
  • 53. Siguiendo los pasos de María (Lc 1,46), la Iglesia celebra la grandeza del Señor y se mantiene en oración (Hch 1,14). Después, celebra la presencia del Señor resucitado. Los apóstoles y los discípulos "parten el pan" y comen "con alegría", bautizan (Hch 2,41-46), imponen las manos (Hch 8,17; 9,17) y todos alaban al Padre por los beneficios que Él concede a través de sus servidores (Hch 2,47; 3,9). Toda la comunidad celebra las acciones de Dios. Y cuando están faltos de iniciativa, Pablo afirma que el Espíritu viene en ayuda de sus fieles (Rm 8,26) para clamar al Padre diciendo: Abba!, Papito! (Ga 4,6). La celebración del Día del Señor siguió a la Resurrección de Jesús (Hch 20,7) y debe continuar hasta su retorno (1 Co 11,23-26). d) La Iglesia universal y latinoamericana orienta nuestra liturgia La Iglesia no sólo es enviada por el Señor a anunciar el Reino de Dios, sino también a realizar la obra de la salvación "mediante los sacrificios y los sacramentos" (SC 6). En la celebración litúrgica, que es cumbre y fuente de vida eclesial (SC 10; DP 938), "fiesta de comunión eclesial" (DP 918), ella manifiesta el misterio de Cristo y su naturaleza más auténtica (SC 2). Por ello, toda acción litúrgica no es una acción privada sino una celebración de comunidad (SC 26). En ella, todos los cristianos deben participar "consciente, piadosa y activamente" (SC 48). Al mismo tiempo, toda celebración debe tener una proyección evangelizadora, "adaptada a las distintas asambleas de fieles" (DP 928). e) Somos convocados a celebrar a Dios en nuestra historia Nuestra Iglesia está convocada a seguir avanzando con gozo e hidalguía por el camino de renovación que ya ha empezado. Los cristianos, en comunión con sus pastores, deben hacer que sus celebraciones sean un acontecimiento festivo, una celebración de la fe y la vida (1 Ts 5,16). Estas celebraciones deben ser dinámicas y reflejar la vida pluricultural de los participantes, utilizando símbolos creativos y significativos. Para ello, es necesario - 53 -
  • 54. organizar equipos de animación, con la formación adecuada de todos los que prestan algún servicio o ministerio. Cada cristiano debe tomar conciencia de la importancia y la nobleza de los sacramentos, participando de las preparaciones previstas en las parroquias y sectores (CEB, Orientaciones teológico-pastorales para la animación de la liturgia en Bolivia, 47s). Con esta conciencia, las fiestas serán organizadas con más entusiasmo y sana alegría, honrando al Señor que viene a formar parte de nuestras vidas (SD 36; CEB, Orientaciones..., 283-289). Cada cristiano tiene también la responsabilidad de fomentar la oración en su familia, en su comunidad. Esta oración en común, no debe encerrarnos en nosotros mismos, sino abrirnos hacia los demás, hacia los necesitados y hacia aquellos que no comparten nuestra misma fe, asumiendo así la oración de Jesús (Jn 17,17 y ss). Los ministros ordenados y los consagrados y consagradas no pueden permanecer al margen de la vivencia litúrgica. Son ellos los guías y modelos de cómo se vive, se ama y se celebra al Dios que los ha elegido. Sin el compromiso creativo y humilde de parte de todos los agentes de pastoral es difícil llegar a liturgias inculturadas tan ansiadas por el mismo pueblo. 3.7. IGLESIA SERVIDORA A IMAGEN DE SU SEÑOR a) Nuestra situación: temores y esperanzas Nuestra Arquidiócesis cuenta aproximadamente con un presbítero por cada 8000 católicos y una religiosa por cada 3000. Este número de consagrados al Evangelio es alentador pero no es suficiente para atender las necesidades de todos, tanto en la ciudad como en el área rural. En algunas parroquias extensas es imposible una atención pastoral personalizada. Además, la sociedad de mercado va produciendo personas individualistas, materialistas y competitivas. Todo se mide por el tener, el placer y el poder, lo que invita a una vida fácil y sin compromisos serios y definitivos. Esto produce vacíos humanos y rompe las relaciones cercanas y personales. - 54 -
  • 55. Pero tenemos motivos para alegrarnos y aumentar nuestra esperanza. El Señor continúa llamando a jóvenes de nuestros barrios y pueblos a su servicio y éstos, con entusiasmo, están dando una respuesta positiva a este llamado, ingresando a nuestro Seminario. Allí, ustedes lo saben, está el corazón de nuestra Iglesia. Por otro lado, la inmensa mayoría de nuestros sacerdotes sigue todavía formada por meritorios misioneros que vienen de otras Iglesias y países, pero nos alegra saber que el número de sacerdotes nativos va en aumento. Junto a estos "consagrados" al evangelio, tenemos también laicos, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, incluso niños, comprometidos en la tarea de la Evangelización. b) Jesús, el servidor de todos Jesús llama a todos a ser sus discípulos, señalándoles las exigencias (Lc 9,23-24). Pero, a algunos de entre ellos, los llama para estar con El y compartir su misión (Lc 6,13). A éstos, los elige, los envía y les exige dar fruto abundante (Jn 15,16). Les da autoridad, pero les advierte que esta autoridad se realiza en el servicio (Lc 22,25-30). A "sus discípulos", les confía una misión importante (Jn 20,21-23), pero a Pedro, le llama para una tarea especial (Jn 21,15-19). c) La Iglesia primitiva, testimonio de servicio y corresponsabilidad Los discípulos del Señor son conscientes de que El los ha llamado no para vivir aislados, sino para caminar organizados, en comunidad. En ella, todos tienen derechos y obligaciones semejantes, cada uno responde según el don que ha recibido (1 Co 12,4.27-28). Todos estos carismas y ministerios están orientados hacia la unidad del Cuerpo de Cristo y para el servicio de la comunidad. Todos los bautizados, como "piedras vivas" (1P 2,5.9), son llamados a colaborar en la construcción del Reino, porque el Espíritu del Señor se manifiesta en todos (1 Co 12,7). d) La Iglesia universal y latinoamericana sigue los pasos de su Maestro - 55 -
  • 56. Dios llama a todos los hombres a la "comunión y participación" en su Iglesia (DP 852). Todos construyen el Reino de Dios en la tierra, pero cada uno según su carisma, según su función y vocación específica (Med, Laicos, 7; DP 853): en el ministerio ordenado, en la vida consagrada y en la vida laical. El ministerio ordenado tiene la finalidad suprema de anunciar el evangelio (EN 68). Es un servicio a la humanidad en orden al Reino, en fidelidad al Señor y a los pobres (SD 67). Esto exige cercanía a las personas y compartir con ellas su situación de sufrimiento y sus anhelos de justicia y liberación (SD 74). La consagración religiosa pertenece a la vida íntima y santidad de la Iglesia (LG 44), ella encarna su anhelo "de entregarse al radicalismo de las bienaventuranzas" (EN 69). Ella hace presente la fuerza del evangelio en todas las situaciones de la vida (SD 85), con su testimonio y su dinamismo pastoral (SD 90). Los laicos tienen su misión fundamental en el corazón del mundo, poniendo en práctica "todas las posibilidades cristianas y evangélicas" (EN 70). Ellos son llamados a ejercer la función profética, sacerdotal y real de Cristo (SD 254). Por esto, pueden ser llamados a colaborar en el crecimiento y la vida eclesial, "ejerciendo ministerios muy diversos según la gracia y los carismas que el Señor quiera concederles" (EN 73). Ellos deben tener "una formación integral, gradual y permanente" (SD 99) para ser protagonistas de la vida de la Iglesia (SD 103). Las vocaciones son signo y fruto de la madurez, dinamismo y autenticidad de la comunidad eclesial: evangelizadora, misionera, profética, solidaria, celebradora de la vida de Dios y ministerial (SD 119). e) El compromiso de nuestra Iglesia de Santa Cruz La misión de construir el Reino es tarea de todos los bautizados: de los ministros ordenados y de los laicos (hombres, mujeres, jóvenes, niños) (AA 2; LG 31; CIC 204 y 225). Los ministros ordenados tienen el servicio de la coordinación, de la participación y de la conducción de la comunidad - 56 -
  • 57. eclesial (LG 20, 22, 23; AG 18; PO 2, 7-8). Tienen que ser, a exigencia de todos los cristianos, "verdaderos pastores, sacerdotes y consagrados íntegros, personas de comunidad, ministros de trato amable y acogedor, con formación competente y actualizada". Los laicos tienen una presencia mayoritaria en la vida de nuestra Iglesia. Ellos tienen como principal tarea el ser fermento evangélico en la masa de la sociedad (LG 31; AA 7), pero también participar activamente a nivel de decisión eclesial y de acción pastoral. La inquietud prioritaria de nuestra Iglesia es la de promover vocaciones nativas, de sacerdotes, de religiosas y de laicos comprometidos en la marcha de la sociedad y de la Iglesia. En esta tarea, el compromiso comunitario y participativo en grupos de base y en pequeñas comunidades posibilita el surgir de vocaciones, contando con el apoyo conjunto y organizado de la pastoral juvenil, vocacional, universitaria y familiar (SD 114). También la familia, que es la célula fundamental de la Iglesia y el lugar adecuado para promover vocaciones, tiene que apoyar y acompañar las vocaciones de sus hijos. Esta es una de sus tareas fundamentales. Todos los miembros del Pueblo de Dios tenemos la responsabilidad de acompañar, orar y caminar junto a nuestros pastores, ayudándoles a que vivan su vocación. Pero este apoyo no debe limitarse al aspecto espiritual, sino a la integridad de sus personas y de sus acciones, asegurando para ellos una honesta sustentación económica. 3.8. LA IGLESIA ECHA RAÍCES EN TIERRAS CRUCEÑAS Y SE EXPRESA CON UN LENGUAJE Y ROSTRO PROPIOS a) La diversidad de nuestra situación La población de Santa Cruz tiene una fisonomía muy particular. Es fruto de un encuentro de pueblos y de culturas donde cada uno conserva su propia identidad y su propia historia. De ella participan los grupos originarios de este territorio, entre ellos, los guaraníes o chiriguanos, los chiquitanos, los guarayos, los ayoreos y nuestra gente de los valles mantienen todavía consistencia e identidad. De ella participan también todos los que han venido del interior y exterior del país buscando nuevas posibilidades de vida. - 57 -
  • 58. Toda esta realidad - donde cada familia vive con su cultura, su identidad y genio propio, sus creencias y valores - es una riqueza y un desafío para nuestra Iglesia. Por un lado, cada cultura lleva en su seno "las Semillas del Verbo", la expresión de diversos valores del Reino de Dios, que constituyen diversas fuerzas espirituales para fortalecer los ejes centrales del Evangelio. Las posibilidades de intercambio entre ellas y la heterogeneidad que resulta son un gran potencial para constituir una sociedad vigorosa y pujante en coexistencia, unidad, armonía y producción. Los primeros frutos de nuestro Seminario Mayor "San Lorenzo" y de muchas vocaciones nativas son símbolo y signo de este proyecto; ellos nos animan en nuestra misión de construir una Iglesia con rostro propio, en la diversidad y participación, con una manera de sentir y de actuar de acuerdo al Evangelio. Por otro lado, esta diversidad cultural representa un gran desafío para la pastoral de nuestra Iglesia porque el Evangelio debe ser anunciado en y desde esta realidad pluricultural, es en ella que tiene que inculturarse la fe cristiana y perfilarse nuestra Iglesia particular, configurando su ser y su misión. El sínodo que estamos celebrando nos compromete en la tarea de concretizar ese rostro propio para nuestra Iglesia, respondiendo a los grandes desafíos de nuestro pueblo y de nuestra realidad. b) Jesús, la Palabra de Dios "hecha carne" en Israel Jesús consagra su vida y su misión a las "ovejas de Israel" (Mt 10,6). Pero, aunque afirma que debe atender con prioridad a los hijos de Israel (Mt 15,24.26), El no niega su ayuda y colaboración a los que vienen de fuera y pertenecen a otros pueblos (Mt 15,28; Lc 7,2-10). Marcos y Mateo relatan sus incursiones en tierras paganas (Mt 15,21; Mc 7,31). Juan afirma que los griegos piden conocer a Jesús (12,20-22). Después de su resurrección, Jesús envía a sus discípulos a todas las naciones (Mt 28,19), cumpliendo un anuncio de la Escritura (Lc 24,47). Con este envío, la Palabra de Dios debe llegar desde Jerusalén "hasta los límites de la tierra" (Hch 1,8). c) La Iglesia primitiva acepta la identidad de otros pueblos Por esta razón, el primer gran testimonio público de los discípulos es el hecho de que todos, "partos, medos, helamitas, ..." les escuchaban hablar en - 58 -
  • 59. su propio idioma (Hch 2,9-11). Obedeciendo al Espíritu de Dios (Hch 10,19-23), Pedro entra en casa de paganos (Hch 10,24-27) y se queda un tiempo con ellos (Hch 10,48). Enviado por el Espíritu, Pablo va para evangelizar a los paganos y ser su apóstol (Hch 13,2). Toda la Asamblea de Jerusalén asume esta voluntad de Dios y juntos - "el Espíritu Santo y nosotros" - deciden enviar delegados a las iglesias formadas por no-judíos para expresarles de viva voz su solidaridad y su apoyo (Hch 15,22-29). En sus cartas, Pablo afirma que ya no hay más judío ni griego, esclavo ni hombre libre (Ga 3,28). En Cristo todos somos hermanos. d) La Iglesia se encarna en la cultura del pueblo Los documentos del Concilio Vaticano II dan una gran importancia a la Iglesia local, ya que en ella se incorporan todos sus miembros en igualdad de dignidad y de comunión para la misma misión (LG 17; AA 3). Las Iglesias locales no son divisiones territoriales ni administrativas de una Iglesia grande y extendida por todo el mundo. "En ella se encuentra y opera verdaderamente la Iglesia de Cristo, que es una, santa, católica y apostólica" (CD 11). Por otro lado, la Iglesia tiene la convicción de que Dios se comunica al hombre según su propia cultura (GS 58). El Reino de Dios anunciado por Jesús es "vivido por personas profundamente vinculadas a una cultura" (EN 20). El rostro de Cristo es el rostro del pueblo, ese rostro que percibimos en nuestros hermanos, especialmente en los más pobres. Por esto, en fidelidad al Señor, la Iglesia local echa raíces y modela su rostro propio en una población concreta (EN 62). "La inculturación del Evangelio es un imperativo del seguimiento a Jesús" y esta tarea "se realiza en el proyecto de cada pueblo" (SD 13) para que este pueblo fortalezca su identidad, defienda sus auténticos valores y confíe en su futuro, "contraponiéndose a los poderes de la muerte" (SD 243). Siguiendo esta opción iniciada por Jesús, que se hizo "israelita", la Iglesia en Bolivia nos pide asumir el compromiso de "reconocer y apoyar procesos y espacios de inculturación del Evangelio, en los cuales los propios nativos sean sujetos y actores" (Iglesia Comunicadora de Vida y Esperanza, 76). e) El desafío de nuestra Iglesia de Santa Cruz: crear su rostro propio - 59 -