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PERÚ: UNA HISTORIA INMEDIATA 1948-1998
PARTIDOS, CULTURA Y CAMBIO SOCIAL
(CRÓNICA DE UN PAÍS QUE PERDÍA EL FUTURO)
Luis Miguel Glave
INTRODUCCIÓN
Este texto fue escrito en 1998, antes que termine el siglo XX con todo lo que esa fecha
simbólica representó para la reflexión historiográfica posterior y desde luego antes de
intuir siquiera los sucesos tan significativos para la historia mundial que han pasado en
la primera década de este siglo. En el Perú por su parte, se produjo la caída del régimen
corrupto de Fujimori, un proceso de transición, la instalación de una Comisión de la
Verdad y el regreso a elecciones democráticas. Todo fue de una velocidad
impresionante, como haciendo lento lo anterior, que ya fue intenso. Este estudio fue
elaborado en base a una revisión de las principales revistas y periódicos que se
publicaron en ese medio siglo, principalmente en Lima. No se trató de una revisión
exhaustiva, fue una elección marcada por la importancia que tuvieron algunas
publicaciones y la colección de las mismas que el propio autor pudo hacer, reflejando
sus preferencias y su propia experiencia vital. Usamos algunos textos que nos
permitieron orientar un poco la exposición, pero no se trata de un debate con las
aproximaciones más o menos académicas que entonces existían sobre el periodo, más
bien, tratamos de hacer un contrapunto entre nuestros recuerdos y la visión que se podía
obtener de una rápida mirada a la hemeroteca. Tomamos en cuenta también algunas
publicaciones testimoniales, como la de Francisco Igartua que publicaba una suerte de
memorias con un seguimiento de la historia de la prensa que él mismo contribuyó a
crear. También tomamos en cuenta la revisión de otro periodista, Domingo Tamariz,
siempre en la medida en que eran textos testimoniales, como el del mismo Mario
Vargas Llosa, novelista y a la vez actor de los sucesos.
Antes de dedicar un tiempo de su carrera a ser un poco historiador de la prensa
temprana, el autor ha sido siempre un devorador de periódicos. Por eso, un poco por la
propia memoria de mi propia vida, pero también teniendo presente que esa memoria se
construyó con la lectura de esa prensa que alimentó mi curiosidad y experiencia de
ciudadano, me dejé guiar en la elaboración de estas páginas. Esta presentación cubre
medio siglo de la historia del Perú, entre el año 1948 y el final del siglo XX, cincuenta
años, que cuando los recorrí con la mirada de 1998 eran los más recientes. Estas páginas
son el ejercicio de lo que se ha venido en llamar historia inmediata. Terreno en el que la
historiografía se ha mantenido un poco al margen, con raras excepciones, como por
ejemplo el libro de José Luis Rénique sobre Puno que incluimos en nuestra bibliografía.
La historia inmediata es el campo menos trabajado en la historiografía. También es uno
de los más difíciles. Se señala con razón que es necesario que exista una cierta distancia
de tiempo para tratar históricamente un proceso social. Hace poco se daba ese
argumento en razón de la necesidad de objetividad, que se suponía amenazada por la
cercanía del escritor con los acontecimientos. La moderna historiografía sin embargo,
ha dejado de lado esta supuesta debilidad, convencidos como estamos ahora que la
objetividad no es un objetivo puro y que la mirada, limitada y dirigida, de la historia, es
siempre la misma hacia atrás varios siglos como al instante del suceso. Con todo, sigue
siendo necesaria una cierta distancia para lograr apropiadamente la mirada histórica. La
historia es proceso, cambio, acción constante. Una visión de proceso no se logra
mientras éste se encuentra en marcha, cuando no se ha cerrado, cuando un
acontecimiento dice poco de lo mucho que lo genera y de lo todavía más (desconocido)
que ha de dar lugar.
La historia inmediata empero es apremiante. Sin la visión de proceso de la historia, los
discursos carecen de profundidad. La memoria es como un escudo contra la mentira, por
eso es que los regímenes autoritarios, las imposiciones, se abocan disciplinadamente a
demoler los recuerdos, haciendo tabla rasa de la historia. Se olvida con facilidad, se
aíslan los factores y se les hace revivir en discursos distorsionados. Un ejemplo al paso,
ligado con nuestra historia inmediata: la reforma agraria fracasó y es la causa de la crisis
de ese sector de la economía. Esa afirmación olvida que durante más de una década, la
reforma del agro era una demanda, una necesidad aceptada y proclamada desde los más
diversos puntos de vista ideológicos, incluidos los organismos internacionales y la
política exterior del gobierno de los EE. UU. Era además el grito de vigorosos
movimientos sociales que cambiaban la cara de la historia del país y de las corrientes
políticas más importantes. Al cabo del tiempo, si se tratara de juzgar, todos fracasaron y
no una medida aislada cuya realización era impuesta por el tiempo, del país y del
mundo. Como de lo que se trata es de comprender, la historia lo que hace es situar el
proceso que llevó a la reforma agraria (y a su no aplicación cuando se afirmaba era
necesaria) junto con las tendencias en todo nivel que se desataron a partir de ella.
Ampliación del mercado interior, cambios en las mentalidades, renovación técnica,
nuevas relaciones de producción, diferentes relaciones de poder al suprimirse o
reducirse el de los imperios locales. Se trata de uno de los temas más importantes de
nuestra historia inmediata, y está inconcluso, atravesado como fue el campo peruano por
quince años de guerra y depredación interna.
Esta historia inmediata trata de procesos que el discurso ubica en un tiempo corto, de
cambios rápidos, que expresan sin embargo tendencias de larga duración, que no son
materia de la exposición de la historia de medio siglo. Una duración que no había
llegado a su fin.
Las dificultades de la historia inmediata no son sólo producto de la cercanía del tiempo
que hace inconclusos los procesos. Esa visión parcial, que requiere de revisiones en la
propia lectura que de ella se haga, es también una aproximación selectiva. La abundante
información a disposición del historiador del tiempo inmediato de fin del siglo XX,
añade otra dificultad al discurso histórico. Todo puede ser dato histórico, con qué
criterio seleccionar, qué dejar de lado, son preguntas que marcan la investigación. A la
inversa de otras épocas, para las que el tiempo ha borrado o tergiversado memorias y
desaparecido rastros, la inmediata tiene un arsenal de información inasible para
cualquier investigación. Ese exceso obliga al lector a una mirada más aguda. Cada
parcela de la realidad reconstruida es una pista a seguir con la memoria, a cotejar con
otras memorias.
La interpretación de este discurso está presente en la selección de los temas y procesos.
No son los únicos, ni los más importantes, pero pueden conducir a encontrar los otros
que falten, de acuerdo a las necesidades de la memoria y las preguntas del futuro.
Hemos procurado mantener un tono informativo, que cubra una amplia gama de temas,
personajes y lugares, muchas veces sin duda con desproporciones, que expresan
preferencias del autor, como la cultura y sus diversas manifestaciones. La información
no es neutra, en las afirmaciones que se hacen, se halla la otra parte de la interpretación
de un discurso. Son afirmaciones muchas veces sueltas, sin argumentaciones
concomitantes, la justificación no puede desarrollarse por tratarse de un manual, que
junta múltiples miradas, para dar una imagen de conjunto y de proceso, a un
movimiento que, como repetimos, no se detiene ni muestra necesariamente su cara más
trascendente.
El criterio de presentar los acontecimientos por décadas, responde a una manera muy
cotidiana de recordar en estos nuestros tiempos. Ha tenido un cierto éxito en otras
publicaciones y es aceptada en el mundo y en la prensa. Cuando hice este trabajo un
periodista de gran talento difusor, Guillermo Thorndike, publicaba unos folletos
ilustrativos organizados en décadas de la historia reciente. La mirada por décadas es tan
ficticia como cualquiera, pero tiene una común aceptación. Se habla de los años 50
como un marco, una esfera mental, con sus íconos y sus nuevos contenidos. Los 60
fueron una era reconocida en la memoria de la mayoría de quienes ejercen puestos de
dirección en la sociedad finisecular. Han recibido nombres variados, pero la
denominación de "maravillosos" tiene una especial preponderancia. Fue la época del
movimiento estudiantil en París, que removió la sociedad francesa, arrastrando como un
eco, a veces doloroso como en Tlatelolco (México) movimientos similares, que creían
poder cambiar el mundo de una buena vez. Los 60 fueron el escenario temporal de uno
de los movimientos de mentalidades más vigorosos, dramáticos, atrevidos y un poco
tristes de todo el siglo XX. Como una cábala, o un común denominador, la década es un
lenguaje con el que se identifican procesos históricos recientes. Es la misma manera
como evaluamos nuestro cotidiano en los 90 que todavía no terminan. Es entonces una
mirada marcada por las maneras de percibir la vida contemporánea. El programa del
Presidente Odría empezó antes de los 50, y no se explica sin los sucesos de la reciente
postguerra, pero es ubicado aquí como tema de los cincuenta, la década de instalación
del país en el siglo. Las reformas atrevidas de la dictadura militar que empezó en 1968
tienen dos caras: son parte de las esperanzas y la andadura de los años 60, pero se
manifiestan mejor como las frustraciones que nos heredaron los 70.
En cada capítulo por década, los temas que se desarrollan rebasan los periodos. Así, la
renovación de la prensa durante los 50 nos hace presentar de manera sucinta una
pequeña historia de la prensa escrita de la segunda mitad del siglo XX. Siendo como son
los periódicos y revistas uno de los materiales fundamentales del discurso de la
memoria reciente, el tema tiene un lugar estelar en estas páginas.
La participación de sectores de la iglesia peruana en los procesos de desarrollo local,
sobre todo en el campo, ha sido muy importante, lo mismo que sus aportes y
elaboraciones discursivas, como la llamada Teología de la Liberación. Mencionamos el
tema a propósito de la visita del Papa al Perú, en el capítulo de los años 80. No es
privativo de esos años, pero se introduce en ese momento. Lo mismo ocurre con un
tema central en la historia peruana, la periódica ocurrencia del llamado fenómeno "el
niño", que se presenta en la misma década a propósito del fenómeno más dañino que se
manifestó en 1983. Historia de plagas, la década de fin de siglo, cuando se habla de la
postmodernidad, trajo para el Perú el retorno de las epidemias con el cólera, que terminó
haciéndose endémico.
Las biografías que se intercalan en el discurso social tienen una característica similar. El
gobernante civil más importante del periodo estudiado, Fernando Belaúnde, inicia su
actividad pública en los 50, y la cierra virtualmente con su segundo gobierno en los 80,
pero su inserción en el discurso corresponde a su difícil periodo de gobierno en los 60.
Cada entrada de los capítulos debiera poder leerse independientemente, en la medida
que todas guardan un porcentaje elevado de información sobre algún suceso, tema o
proceso del periodo. Hay entradas relacionadas, dentro de cada capítulo o entre
capítulos, como se podrá rastrear en una revisión del contenido total, pero se entienden
independientemente. La lectura del conjunto es la que otorgará sentido a cualquier
interpretación de una década o del total de la historia de medio siglo.
De manera que combinamos una presentación cronológica con una temática.
Procuramos mantener el tono informativo, sin dejar de emitir opinión. Sin embargo, la
opinión está más abiertamente expresada en la elección de temas que recorren el
discurso. Así, la movilización social, las luchas populares, las corrientes políticas y la
cultura popular, son el tema que recorre el texto. Luego de décadas de dominio
oligárquico, la segunda mitad del siglo ha sido el tiempo de las masas movilizadas,
buscando una manera de representarse en un sistema social, político y de mentalidades
para el que no han tenido modelo al que imitar o del que inspirarse.
Las regiones de un país que se integra con más lentitud que la diáspora de sus habitantes
hacia la gran ciudad y peculiarmente Lima, todas merecerían un lugar y un
protagonismo que un manual de historia general no puede darles. Sin embargo, algunos
lugares como Arequipa, Cusco, Chimbote, aparecen reiteradamente, como abanderados
de la importancia de la mirada regional para entender el país.
Esta época de medio siglo inmediato es poco heroica. No son muchos los héroes que
puedan reconocerse. Los hombres o mujeres que han trascendido, han dejado estelas de
duda, de encono, que nublan su brillo personal. Muchas de las popularidades más
grandes han terminado es estrepitosos fracasos. Algunas personas que reclamaron
inclusión en el repaso de la memoria reciente, son más bien antihéroes, vidas
responsables de centenares de muertos. Sin embargo, en el terreno de la cultura y el arte,
aparecen las biografías más ilustrativas de la humanidad del ser nacional. Junto a esos
creadores, los héroes anónimos, como los campesinos que lucharon por la tierra, los
obreros que abrieron el proceso de retorno a la democracia a fines de los 70, las mujeres
que encararon la supervivencia de la infancia y del futuro nacional en la época de la
crisis económica y el llamado ajuste estructural, son las muestras de vidas
paradigmáticas, que siempre son necesarias en la edificación de un discurso
identificatorio de la historia de un pueblo.
Con todo, este es hasta ahora un texto preliminar, que tiene muchas partes que son sólo
meras alusiones a temas que requieren de más largo análisis, pero tienen por el
momento un sentido inicial. Ha sido especialmente retomado para el estudio de los
alumnos participantes en este seminario sobre partidos políticos y cambio social.
CAPITULO I
LOS CINCUENTA
El Perú se instala en el siglo XX
La década de los 50 fue para el Perú la de su definitiva instalación en el siglo. La
modernización que se experimentó en los 20, con todos sus cambios, no alcanza para
igualar la era del crecimiento de Lima, las migraciones masivas, el aumento geométrico
en los índices demográficos, el cambio en la dinámica urbana, peculiarmente de Lima y
el ingreso en la era de las modernas comunicaciones. El mundo entró en una etapa
diferente, la primera mitad del siglo fue la de las grandes guerras, ésta, la de una guerra
sorda, amenazante, que no se definía sino en cruentas escaramuzas: Corea y Vietnam, el
África, Medio Oriente. Los bloques mundiales se enfrascaron en la denominada "guerra
fría". En ese contexto, las exportaciones primarias del país experimentaron un auge que
permitió grandes obras públicas, amparadas en un rol activo del estado como regulador
y repartidor de beneficios. La educación se convirtió en una aspiración cotidiana, los
niños y niñas tenían más colegios, más maestros. El estado de bienestar fue posible por
el aumento de las divisas que llegaban por el mejor precio de los metales en el mercado
mundial. Luego vendría la pesca. Servicios y sector terciario crecieron
vertiginosamente, pero también la industria que buscaba ampliar un mercado interno
que siempre fue esquivo. La necesidad de incorporar a todos, sobre todo a la masa
campesina, se manifestó en la claridad con que se insinuaba la necesidad de una reforma
agraria. Como ese paso no se diera, los propios campesinos presionaron por modernizar
los términos de su definitiva integración como actores sociales de una nueva nación. La
vida cotidiana se transformó, a la vez que los cambios que se visualizaban necesarios y
no se producían entraron en la agenda de los grupos y corrientes políticas que luego
serían los gobernantes del país en las décadas siguientes.
Una larga dictadura, encabezada por un militar que terminó "legalizando" su hegemonía
y los primeros años del último gobernante aristocrático, cuyos modales contrastaban con
la efervescencia de la vida cotidiana de un futuro que se venía de bruces, fueron los
gobiernos de la década.
• Los antecedentes: el fin del Frente Democrático
En el ocaso del primer gobierno de Manual Prado nació en Arequipa el Frente
Democrático Nacional. Su base más firme fue el Apra e incluía fuerzas menores como
el Partido Comunista y un número de políticos independientes mucho más
conservadores que el aprismo. En el Perú también se aplicaba la política de "frente
popular" que se había desarrollado en Europa en la lucha contra el nazismo. Los
integrantes del frente eran: José Luis Bustamante y Rivero, Rafael Belaúnde de la
Fuente, Javier Belaúnde, Alberto Ulloa, José Gálvez, Jorge Basadre. Sin duda se trataba
de una corriente política y cultural. Se puede percibir que la integración social de
Arequipa no era tan polarizada, los intelectuales de los segmentos sociales acomodados
querían ver en el pueblo, con mucho paternalismo, una masa de gente sufrida que estaba
apta a superarse con el influjo de la educación.
En 1945 se necesitaba preparar la sucesión presidencial y el problema fundamental en el
nuevo contexto era cómo incorporar al Apra al juego político, puesto que era evidente
que no se podía continuar marginando a la fuerza política más importante del país sin
cerrar el camino a cualquier intento de democratización. La salida fue la constitución
del Frente Democrático Nacional bajo la conducción de José Luis Bustamante y Rivero,
a quien secundaba un contingente de intelectuales de tendencia democrática y
nacionalista, de por sí débil pero que en las circunstancias de la postguerra inmediata se
convirtió en una importante fuerza política.
La solvencia moral de este grupo, su prestigio intelectual, su posición de defensa de la
soberanía nacional y su abierto catolicismo fueron factores que los hicieron aceptables
para todos los actores sociales: la oligarquía, el Apra, el ejército y la iglesia. El FDN
triunfó sobre el candidato oficialista, el Mariscal Eloy Ureta - el conductor de la
victoriosa guerra contra el Ecuador - por 300,000 votos contra 150,000. El Apra alcanzó
la mayoría parlamentaria y con esto la legalidad y el poder.
En el campo de la política económica un factor esencial de su identidad ideológica fue
la búsqueda de una justicia en la distribución del ingreso que respondería a ciertos
ideales éticos, en vez de la aceptación pasiva del funcionamiento espontáneo del
mercado. Aceptando medidas tales como los controles de precios e importaciones y
dando un sentido favorable a la industrialización interna.
El 25 de mayo de 1945 el Apra es reconocido legalmente como Partido del Pueblo.
Según su discurso, buscaba hacer del Perú una auténtica nación sobre la base de una
economía integrada y gracias a la acción de un estado verdaderamente representativo.
Su doctrina implicaba desde un inicio la lucha contra el imperialismo y la oligarquía.
La oligarquía tenía intereses diferenciados. Aunque predominaba la vocación liberal en
lo económico y había acuerdo en que el estado debía ser pequeño y no interferir en la
economía, los sectores ligados al gran comercio importador aceptaban los controles
estatales como una manera transitoria de corregir los desequilibrios existentes, se
manifestaban partidarios de apoyar a las industrias en actividad y simpatizaban con un
dólar e importaciones baratas, que elevaran el volumen de sus transacciones y sus
utilidades.
En cambio los intereses de la oligarquía agro exportadora eran evidentemente
contradictorios con el interés de las mayorías: supresión de todos los controles, ninguna
intervención del estado, apertura plena del mercado y dólar caro, para elevar la
magnitud de lo que recibían por sus exportaciones.
Existiendo cuantiosas necesidades de importación el peligro número uno era la
devaluación, fortalecer la moneda en el mercado interno, no obstante el sacrificio que
esta medida significara, era imperativo, una cuestión de "indiscutible conveniencia
nacional".
En cuanto a la política económica de la Sociedad Nacional de Industria tenemos lo
siguiente: se recomienda la prudencia fiscal y la concentración de la iniciativa del
Estado en obras reproductivas; se opina que los controles deberían ser temporales,
aunque un tanto contradictoriamente; se insiste en la elevación de los derechos
arancelarios y en la limitación de las importaciones superfluas y competitivas de la
industria nacional.
Pedro Beltrán fue quien entonces perfilaba mejor un discurso económico. Su credo era
decididamente liberal: el estado no debe intervenir y la inversión de capitales debe
centrarse donde sea más rentable, no importando si en el Perú o en el extranjero. No hay
idea en él de desarrollo de un mercado nacional o de promoción de la industria. La
necesidad de defender sus intereses contra los del país llevó a los sectores exportadores
de la oligarquía a buscar construir sus propios medios de representación política. Fue así
que Pedro Beltrán, el más lúcido representante de esta tendencia, un librecambista
formado en la London School of Economics, con intereses en la explotación del
algodón, que anteriormente actuó como embajador en Washington, retornó al país
convirtiendo al periódico La Prensa en el vocero político de este sector durante las dos
décadas siguientes. La situación se precipitó a partir de enero de 1947 cuando fue
asesinado Francisco Graña Garland, uno de los directores de la empresa que publicaba
La Prensa. La oligarquía tiene su mártir y las sospechas de su asesinato recaen sobre el
Apra.
La derecha toma la iniciativa política contra el Apra y el gobierno. La economía de
controles impuesta sólo había producido una corta bonanza. Así la oligarquía y la
derecha se unen para liquidar al aprismo. Beltrán propuso la Alianza Nacional. Acuden
a su llamado la Unión Revolucionaria, el Partido Social Republicano y el Partido
Socialista Auténtico. La derecha comienza a ser hegemonizada por los exportadores,
que querían convertir el antiaprismo en liberalismo económico y autoritarismo político.
El 28 de julio de 1947 el congreso no puede reunirse por el boicot de los representantes
independientes, algunos de ellos elegidos con votos apristas. Los senadores
independientes no se presentan a la instalación de su Cámara, tampoco lo podía hacer la
de Diputados. La derecha lograba neutralizar el congreso y el Apra perdía la cuota en el
poder que el compromiso de 1945 le había asignado, los intentos de reabrir el
parlamento fracasan. El senado exige condiciones que equivalen a que el Apra renuncie
al poder legislativo. Entre enero y noviembre de 1947 la movilización popular alcanza
su más alto nivel, produciéndose en un clima democrático. Ante la elevada inflación, las
organizaciones sindicales presionaban por el cumplimiento de los pactos colectivos o
por obtener mayores remuneraciones o el reconocimiento legal de sindicatos. Fracasó
un intento de huelga promovido por el aprismo apoyándose en demandas reivindicativas
de los trabajadores, para presionar por la reapertura del parlamento. La Central de
Trabajadores del Perú (CTP), controlada por el Apra, llevó adelante las luchas.
Entre agosto y diciembre de 1947 el costo de vida asciende en 55%, cifra enorme para
la época.
Fue importante el caso de la hacienda Cayaltí en el departamento de Lambayeque, que
forma su sindicato en 1945. En 1946 el sindicato va tomando fuerza, es en 1947 que
presentan su pliego de reclamos. Como no fueran escuchados entran en huelga, la cual
se levanta dos días después. Sus dirigentes son despedidos. Luego de larga lucha
sindical, donde el aprismo tenía fuerza preponderante, finalmente, en abril de 1947
negocian el aumento del 10% y 15% en sus salarios.
Entonces se produjo una huelga general en Lima, agosto - setiembre de 1947, ante el
despido de dirigentes sindicales de las empresas Field, Poblete, Santa Catalina y Rayón.
La Unión Sindical de Trabajadores de Lima (USTL), y la CTP (la central aprista) se
hacen parte del conflicto: la primera anuncia que irá a la huelga en caso de que no se
reponga a los dirigentes sindicales. El 24 de agosto la USTL da un plazo de huelga de
72 horas. Una serie de gremios deciden apoyar la iniciativa: construcción civil, gráficos,
choferes, hoteleros, yanaconas, empleados particulares, etc. El 28 de agosto empieza la
huelga y otra serie de gremios convocan a asambleas a fin de respaldarla.
Un empresario de la gran oligarquía, Gildemeister, origina la llamada "batalla de las
divisas" al negarse a entregar los dólares obtenidos por Casagrande al gobierno, en una
actitud abiertamente sediciosa. El objetivo es terminar de arrinconar al gobierno y
obligarle a levantar el control de cambios. En junio el general Odría, el miembro más
caracterizado del gabinete militar de Bustamante, exige poderes amplios para reprimir al
Apra eliminándolo de la vida civil.
El 6 de setiembre el gobierno dicta un conjunto de medidas cuyo propósito es buscar
reconstruir un acuerdo a través de una serie de concesiones a la derecha, entre ellas
entregarle el 35% de las divisas en certificados que podían cambiar a precios de
mercado libre. Las medidas tenían incluso el aval de Fondo Monetario Internacional.
Ese fue el contexto del fin del gobierno de Bustamante y Rivero. Como se repetirá a
fines de siglo, una situación de crisis dentro de condiciones democráticas, conduce a
soluciones autoritarias, que contaron con apoyo popular.
• El Apra y las revoluciones: el 3 de octubre de 1948 y sus antecedentes
Esta parte de la historia del Perú contemporáneo, la historia inmediata, comienza en
realidad con un intento de sublevación fracasado. Fue el 3 de octubre de 1948. La
dirigencia partidaria del Apra había hecho alianzas tácticas desde 1936, cuando apoyó al
señor Eguiguren, en 1939 dio la consigna de votar por Manuel Prado, representante de
la oligarquía y en 1945 participa del frente que lanza a Bustamante. Sólo entonces logró
acceso al poder. Luego su práctica política llevaría al partido por senderos inesperados
de alianzas, que le dieron una mala fama política.
En el Perú, las alianzas y el diálogo político han tenido un efecto negativo en la opinión
pública. Vistas como traiciones, componendas o por lo menos como tácticas
oportunistas, las conversaciones y acuerdos políticos tuvieron "mala prensa". Visto ese
comportamiento a largo plazo, se parece mucho a las maneras como los políticos de fin
de siglo visualizan su práctica: la tolerancia, las alianzas, la solución de los conflictos,
los consensos. Pero en las décadas anteriores, donde la polarización era el signo, ese
pragmatismo aprista, en busca del poder que no conseguiría sino en 1985, significaba
poco menos que una traición y una inconducta política. Sus bases así lo percibieron.
Durante el periodo en que lograron cuotas de poder, entre 1945-48, las bases apristas se
prepararon para la revolución social que todavía la teoría aprista preconizaba. La
dirigencia mantiene una actitud doble, pone trabas para no enemistarse con sus aliados,
pero a la vez no desalienta a sus bases, preparadas en la filosofía de tomar el poder.
Al romper el partido con el gobierno, la dirigencia preparó a su gente para dar un golpe
de estado que les permitiera tomar el poder, estrategia que antes habían empleado en
1934. Moviliza a grupos militares y civiles que había organizado el Comando de
Defensa del partido (donde militaban los que los enemigos del partido llamaban
"búfalos" en recuerdo del alias del líder de la revolución trujillana de los años 30). Pero
estos cuadros tenían una actitud revolucionaria que podía no ser controlada. Por ello la
dirigencia y Víctor Raúl Haya de la Torre concretamente, se avinieron a la conspiración
para lograr que jefes militares dieran el golpe.
Los revolucionarios apristas, percatados de las maniobras, se lanzaron a la acción.
Aunque algunos han sostenido que tuvieron instrucciones para hacerlo de parte de la
jefatura, eso no se puede saber hasta que la investigación lo delibere. La madrugada del
3 de octubre se sublevó la escuadra en la rada del Callao. Buques fueron a Chorrillos,
amenazando con bombardear la Escuela Militar. Otros barcos hicieron uso de la
artillería contra la infantería acantonada en el Callao. La Escuela Naval de La Punta
cayó en manos de marineros revolucionarios del arsenal naval y de Defensa de Costas.
Grupos civiles de apristas entraron al Real Felipe y tomaron armas que allí se
encontraban para apoyar a los marineros.
En Lima las fuerzas de choque debían actuar como en el Callao. Pero según Víctor
Villanueva, cronista de los hechos de armas apristas, la dirigencia partidaria comenzó a
desactivar el movimiento. La sublevación fracasa, la represión fue inmisericorde y la
Marina quedó muy golpeada por la conspiración de la tropa. La ruptura y
enfrentamiento entre las Fuerzas Armadas y el aprismo se hicieron insalvables y más
profundas, no se saldarían sino a fines de la década de los 70.
Veamos los antecedentes de este comportamiento de la dirigencia y la decidida entrega
a la rebelión que mostraban las bases del partido. Remontémonos a 1934, en la sierra
central y sur central, una revolución fracasada que es poco conocida en los anales de la
historia del partido aprista y del Perú. Un movimiento más vasto y planificado que la
rebelión trujillana, trágicamente culminada en 1932.
Careciendo de Universidad, los jóvenes de la élite huamanguina deben estudiar en
Cuzco y Lima. Así, San Marcos y San Antonio Abad forman los abogados que ejercen
en Huamanga, a la vez que el Apra, en crecimiento organizativo sostenido, los politiza.
Los abogados apristas son el punto de partida de la organización partidaria regional y
uno de ellos, Arístides Guillen, proveniente de una familia de hacendados, será el líder
máximo de la revuelta de 1934.
De la misma manera el magisterio es centro de acción del Apra aunque nunca llega,
como en la relación del SUTEP con el grupo "Patria Roja" de los 70, a monopolizarlo.
Los colegios secundarios más importantes de la región, el Vigil en Huanta y el San
Ramón en Ayacucho, funcionaron desde los años 30 hasta los 80 bajo fuerte influencia
aprista ejercida por algunos maestros militantes; estos colegios se convierten en centros
de formación de cuadros juveniles. La FAJ, punta de lanza del movimiento de 1934,
estaba compuesta por jóvenes estudiantes universitarios y secundarios.
Con periódicos, revistas y semanarios regionales, el APRA prepara a su militancia y a
las sociedades regionales como las de Huamanga, Huancayo, Huancavelica, para la
toma del poder. Mostrando la eficacia de su organización regional, contando con el
apoyo de buena parte de la élite local y disponiendo de cuadros juveniles universitarios
y secundarios, algunas ciudades esperaban ser tomadas por las armas en 1934 con un
costo de sangre relativamente bajo.
El partido aprista había entrado en una etapa de acción revolucionaria tan pronto perdió
las elecciones contra Sánchez Cerro. La situación nacional, luego del asesinato del
presidente electo, era sumamente delicada. Recordemos que la crisis de 1929 había
liquidado la economía y el sistema político se derrumbó dos años más tarde. Pasada la
situación revolucionaria y de transición, los apristas se abocaron a la tarea del
fortalecimiento partidario y a la preparación de medidas de lucha, incluso la directa y
revolucionaria. Como fruto de esa política interna partidaria, apareció consolidada una
agrupación muy combativa y preparada, la Federación Aprista Juvenil (FAJ) que reunía
en sus filas a los cuadros jóvenes del partido, los más radicales y decididos.
La lucha política en 1934 era caracterizada por la sordidez de las acciones tanto del
bando conservador y militar que controlaba el poder, como las de las facciones
revolucionarias, del comunismo y del aprismo. Los comunistas no tuvieron una
presencia importante en la sierra sur central, salvo algunos atisbos en Huanta. Mientras,
en Ayacucho, la prédica aprista había prendido entre la juventud de las familias más
arraigadas. Los jóvenes ayacuchanos fueron reforzados por cuadros de envergadura y
mucha decisión que llegaron de Lima. Con esa base partidaria, el arraigo que tenían los
jóvenes más vinculados con el conjunto regional hizo lo restante para que, dada la
instructiva central de revolución, la chispa, que era de intención partidaria y nacional,
encendiera un movimiento mayor al partidario y de carácter regional.
El diario regional más regular de la época en Ayacucho, el periódico El Pueblo, recién
pudo informar dos días después sobre los sucesos del 26 de noviembre. Su versión era
muy aséptica, pero de alguna manera era la "oficial" en la región, desde las autoridades,
funcionarios y las mismas familias cuyos jóvenes habían dirigido el putch. Decía El
Pueblo: “el 26 en la mañana se produjo en la ciudad una situación anormal inesperada".
Lejos de Lima, con las dificultades de comunicación de las que hemos hablado, los
sucesos tomaron la forma de un evento absolutamente regional. Fue una verdadera
revolución local, con la ciudad tomada por los jóvenes apristas que se constituyeron en
el orden revolucionario, controlando los focos de poder: la prefectura, la comisaría, la
caja fiscal y el municipio, además los correos y telégrafos fueron intervenidos y
controlados. El periódico decía que la situación había sido "inesperada". Pero el éxito de
la asonada nos revela lo contrario. Hubo alarma, es cierto -y como lo dice el periódico-
pero también hubo júbilo, un soterrado apoyo y desde luego un éxito estratégico que
desde el mismo lugar no pudo ser vencido sino cuatro días después, cuando el ejército
desde Lima y Huancayo, usando la lenta comunicación vial, llegó para quedarse,
restableciendo la "normalidad" por un año largo.
La asonada comenzó en la madrugada, a las 3 de la mañana para ser más exactos. Los
puntos neurálgicos del ataque eran, la casa del prefecto departamental y el cuartel Santa
Catalina, donde funcionaba la comisaría. En Santa Catalina, quien comandó el ataque
fue un huaracino, cabo del cuerpo de seguridad, es decir, miembro del mismo cuartel
que se atacaba, llamado Teófilo Cueva Sánchez. Un clase militar, migrante de la sierra
norte, aprista convencido pero revolucionario profesional, era la cabeza visible, pero
quienes portaban las armas y llevaban la voz cantante eran los jóvenes de élite regional,
entre los cuales, el joven fajista Félix Jáuregui Oré. Chico de la élite regional, Jáuregui
cayó en el combate, junto con el guardia Manuel Matos, los mártires de ambos bandos.
El prefecto, señor Demetrio Vega, fue hecho prisionero, y en la tarde del mismo día los
combates seguían, con fuego a discreción desde las posiciones del orden y de los
rebeldes. Recién en la tarde cayó el cuartel y, para informar del éxito al comando
revolucionario, el propio Cueva marchó por la calle, cayendo mortalmente herido por
los resistentes policías que estaban acuartelados en el cuartel San Francisco de Paula.
Al día siguiente, luego del desconcierto general y con la situación política y militar
controlada, los apristas tomaron el local de la prefectura, izaron la bandera roja de la
revolución indoamericana y nombraron un comando revolucionario local, encabezado
por el verdadero líder aprista, don Arístides Guillén Valdivia quien asumió las
funciones de Prefecto y Jefe Militar del Departamento. Jóvenes armados de la FAJ
custodiaban los puestos claves y mantenían el orden. Mientras afuera, la juventud
ayacuchana entonaba alborozada la marsellesa aprista. El mismo rostro juvenil agitado
se notaba entre los muchos hombres armados que entraban y salían del local de la
comisaría, entre alborotados y realizados, obedeciendo los dictados de su comando
posesionado en la prefectura. El correo fue tomado por el hermano de Guillén, la
tesorería fiscal por Salvador Ivazeta. La comisaría quedó a cargo de Gliserio Añaños, de
la misma familia que poco antes había masacrado a los indios de La Mar, cabezas
visibles del poder local ayacuchano.
Todo fue ordenado, los cargos fueron asumidos con seriedad, el dinero, las armas, las
comunicaciones, el mando político, todo en manos del partido pero sobre todo, de los
jóvenes de élite local que daban el aspecto general de los comprometidos en la revuelta.
Se imprimieron unos afiches que se pegaron en las calles como boletín informativo,
señalando el éxito departamental, pero suponiéndolo nacional.
A pesar que El Pueblo pretendía que sólo había desconcierto por lo "anormal", lo cierto
es que lo que hubo fue un control revolucionario total, con hegemonía, y desde luego
temor por lo que venía. El mismo periódico recién pudo decir "se ha restablecido la
normalidad" el martes cuatro de diciembre, y sus ediciones no dejaron de salir en los
días de la revolución, como fue la del 28. Muy excitados, los cronistas de El Pueblo
daban cuenta de cómo la sola noticia de la llegada de los militares fue motivo de
desbande general de los revolucionarios. Tanto era el dominio de la situación por los
revolucionarios, que el periódico señalaba que de haber informado sobre los sucesos,
"hubiéramos tenido que vernos obligados a una información limitada calificando como
buenos todos los hechos realizados". Por ello, no se ocuparon de la situación, la vida de
Ayacucho en esos días no se detuvo, el gobierno era poder de los jóvenes
revolucionarios. Sin embargo, tan pronto se escuchó el ruido de los motores del ejército,
los pocos hombres armados del cuartel tomaron la alternativa de la fuga. Antes, los
jefes, los hijos de los hacendados, fugaron hacia sus propiedades en el campo. Según la
prensa oficial, de la tesorería fiscal salieron camiones con dinero que los
revolucionarios se llevaron.
Algunos ejemplos muestran los ecos de la fracasada rebelión. La Abeja, un periódico
que tiraba 1,000 ejemplares, del 28 de enero de 1935 hablaba de los "Ecos del fracasado
movimiento revolucionario del 26 de noviembre [de 1934], organizado por los apristas
en esta ciudad -- El joven José Vega hijo del señor prefecto sigue hospitalizado por la
gravedad de la herida." El hijo de Vega y el mayordomo del prefecto cayeron heridos de
bala en la madrugada al tratar de rescatar al padre que estaba en manos de los facciosos
a eso de las 4 de la mañana. El teniente Cabrera también avanzó para rescatar a Vega
pero no pudo, teniendo que replegarse. En el cuartel tomado, tenían al prefecto. Cabrera
y el Capitán Velarde, resistieron en sus puestos con siete guardias hasta las 10, pero a
pedido de un grueso número de comerciantes, a fin de evitar mayor derramamiento de
sangre, se rindieron. Los mantuvieron presos hasta el 29 de noviembre, junto con los
"comerciantes extranjeros" T. Ishikawa, Héctor Copello y Nicolás Chiarella. El día 30
son liberados y el prefecto retorna a su sede donde quitan la "bandera roja" del Apra.
Frente al antiaprismo que creció luego de la acción, otros, indigenistas connotados, más
bien hacían una labor de agitación y propaganda. Como el caso del diario El Pockra. Se
trataba de una publicación quincenal, Órgano de la Sociedad Pokcra amante del indio.
Víctor Navarro del Águila era su director. En sueltos de la primera y última página
vienen unos párrafos: "El A.P.R.A. es el único partido nacionalista que encarna las
aspiraciones del Perú". "El A.P.R.A. enuncia construcción, unidad, progreso de la
nacionalidad."
En el campo y los pueblos, la situación fue similar, los jueces, los policías y los curas,
siempre agrupados con los poderosos, se afiliaron a los hacendados, como ocurrió en La
Mar, donde los Añaños dominaron la situación. La noticia de la fiereza con la que
actuaron los apristas en Huancavelica, donde el saldo de muertos fue mucho mayor,
ayudaba a evitar que la gente que no estaba implicada pusiera resistencia al control
aprista. En Huancavelica, bajo la dirección de Cirilo Cornejo, asesinaron a policías y al
cura (cinco muertos), con ensañamiento. En Ayacucho un guardia civil murió por las
balas apristas. Cirilo Cornejo terminó sin embargo en el Senado en 1945. Fue detenido
antes, en 1938 por la guardia civil de Huanta, junto con Felix Dolorier Romani
Pero la llegada del ejército significó como dijimos el desbande general. Lo cierto es que
si bien la revolución regional fue un éxito, la asonada nacional o no se había producido
o había sido derrotada. Los únicos que tenían el control de la situación eran los apristas
de Ayacucho y Huancavelica. La situación de control regional no era suficiente, la
llegada del ejército, profesional y en el poder del estado, fue suficiente para que todos
los cuadros se desbandaran y la ciudad, silenciosa, aceptara la presencia de los nuevos
ordenadores. En Lima, el propio presidente Benavides informaba a la nación de los
sucesos, aceptando que la revolución había sido un hecho en la sierra sur central y que
de inmediato puso todo rigor en reprimirla. Los periódicos de Lima informaron en
primera plana sobre los hechos, día a día. Se tuvieron que quedar los militares un año en
la localidad, remplazando el poder local, reconstruyéndolo, reprimiendo a la manera en
que entonces se usaba, sin democracia alguna, pero conciliando con algunos sectores del
poder local, que habiendo participado de los hechos, no perdieron su situación
privilegiada dentro de la localidad.
La dirección aprista nacional guardaba silencio. Los revolucionarios locales, solos,
pagaron caro su arrogancia y otros salvaron su situación poniéndose a buen recaudo en
las haciendas de sus familias.
El tribunal de justicia dejó de funcionar sólo el mismo día 26 de noviembre, aunque en
la tarde, el Juez Instructor procedió a organizar la respectiva instrucción de los hechos
de sangre de la madrugada. El tribunal regional tuvo que hacer comunicaciones oficiales
a la corte suprema y al ministerio para levantar acusaciones de las que fue objeto. Los
jueces no dejaban de calificar de atroces los actos subversivos, peculiarmente los de
Huancavelica, pero, como expresión del poder local, sus miembros estuvieron en el ojo
de la tormenta, sospechosos de apoyar a la sublevación.
Fue el caso de los jueces de primera instancia de Víctor Fajardo y Angaraes. El de
Víctor Fajardo fue detenido en enero de 1935, acusado de participar en el movimiento
de Huancapi. El cuerpo de seguridad lo detuvo en el cuartel y fue trasladado a Lima,
como varios otros en condición de reo sujeto a la ley de emergencia que regía para
enfrentar al Apra. En diciembre, en Lircay, el subprefecto hizo detener al juez de
Angaraes. El propio subprefecto era el acusador, convirtiéndose en juez y parte. No
comprobaron nada en cuanto a la participación del letrado, pero igual fue trasladado a
Lima.
El vocal presidente defiende a los letrados, sosteniendo que se trataba de vendetas
locales. Porqué no -se preguntaba- se entregó al sospechoso a la autoridad competente
del juez instructor militar, esperando que se marchara para que la autoridad política sin
control alguno y como parte la emprendiera contra el juez. La situación era extendida,
convirtiendo la secuela del movimiento en un enfrentamiento entre jueces legalmente
constituidos y subprefectos del régimen dictatorial. En Parinacochas, el juez suplente,
Dionisio Salas, fue también detenido por el subprefecto por 10 días, acusándolo de
comunista, como se extendía en toda la zona y tener comunicación con el Apra en
Coracora. Una verdadera caza de brujas, que cobijaba enfrentamientos entre poderes
locales pues Salas había llevado adelante una instrucción criminal contra el entonces
subprefecto por ataque a mano armada y lesiones en agravio de un vecino de la
localidad.
El líder máximo del movimiento, Aristides Guillén Valdivia, busca refugio en la
hacienda familiar en la zona del río Pampas. Allí será capturado por el ejército. Otros
líderes se internan en la selva en proceso de colonización del Río Apurímac.
Ese fue el antecedente revolucionario de la asonada del Callao del 3 de octubre de 1948.
La historia del partido Aprista, en su vínculo con las historias locales, está todavía por
hacerse.
• Odría en el poder
El Frente Democrático duró apenas tres años en el poder y sucumbió ante el golpe de
Estado del Ministro de Gobierno Manuel A. Odría, en octubre de 1948. Esto fue la
consecuencia de un progresivo proceso de polarización social y política y de
incapacidad de los actores políticos de construir un consenso mínimo, que hubiera
permitido procesar democráticamente las innegables diferencias de objetivos de los
actores sociales que operaban. Esto propició choques entre los ministros de Bustamante
y el parlamento controlado por el Apra, pues los intentos de equilibrar el presupuesto a
través de una contracción de gastos públicos fueron rechazados por el Apra, que desde
el parlamento desarrolló una política de incremento de los salarios compensada
únicamente con la elevación de la tributación de los exportadores y el control de
cambios que de por sí eran insuficientes.
En el folleto que escribió en 1949 el presidente Bustamante explicando la experiencia
de su gobierno afirmó que las presiones apristas hicieron imposible la salida
democrática, contribuyendo con la oligarquía a la salida dictatorial por su inconsciencia.
Luego de su levantamiento en Arequipa, conocido como la "revolución restauradora",
Odría tuvo un efusivo recibimiento en la capital. Aseguró que su gobierno sería el más
breve posible, a la espera de restaurar la democracia constitucional.
El plan de la revolución fue de eliminar los controles de cambio, de importación y de
subsidios a los productos alimenticios. El 3 de diciembre de 1948 Odría concede a los
exportadores el 55% de las divisas en certificados canjeables a precios de mercado libre,
pero pocos días después decreta que el 30% de las utilidades sea distribuido entre los
empleados y obreros de las empresas.
En un año los exportadores habían conseguido imponer sus intereses pero aún querían
más. Presionan por la reducción de los impuestos que pagaban y trataban de crear las
condiciones para asumir directamente el poder. Pero Odría no cede en ninguno de los
dos puntos.
El intento de formar una fuerza política que lleve al poder a un exportador en unas
elecciones en las que el Apra fuera excluida es frustrado con la negativa de Odría a
derogar la ley de seguridad interior y la deportación del estratega de la Alianza
Nacional, Eudocio Ravines, el 6 de abril de 1950.
La oligarquía logra imponer pues se credo económico pero no logra controlar
directamente el poder. Su fracaso debe atribuirse a su incapacidad para pensar la política
como algo más que la defensa de sus intereses excluyentes, como lo demuestra el
análisis del programa de la Alianza Nacional.
Constitucionalización del régimen
Con el golpe militar de Odría terminaba una época de la historia inmediata del país. Las
políticas económicas de los nuevos actores políticos, junto con el Apra, procuraron una
reorientación de la economía hacia la industrialización y la redistribución del ingreso.
En medio de una gran agitación social y política, al inicio de la posguerra en el mundo,
el proyecto contribuyó al nacimiento de buena parte de la industria peruana de hoy. La
"revolución" restauró a la oligarquía en el control del país. Pero no sería por mucho
tiempo.
Para legitimarse, Odría debía dejar la presidencia, hacer lo que se conoció como la
"bajada al llano". En 1950 con el fin de lograr ese objetivo, Odría dejó
momentáneamente el mando del gobierno a su adicto Zenón Noriega. Renunciante
Odría sale ganador de las elecciones por ser el único candidato. El general Ernesto
Montagne, candidato opositor fue impedido de participar en las elecciones y luego
detenido por "causar disturbios" en Arequipa. Por el Art. 53 de la Constitución se puso
fuera de la ley al Partido Comunista y al Apra. El 28 de julio de 1950 Odría es ungido
presidente constitucional.
Arequipa 1950
Durante la época colonial, el espacio del sur peruano fue organizado por la influencia
del mercado de las minas de Potosí, pero esa presencia fue declinando, desde entonces,
la economía regional se articuló alrededor de la venta de lana, por todo el siglo XIX.
Durante la primera guerra mundial el comercio lanar aumentó, lo que dinamizó la
economía arequipeña, pero después se deprimieron las exportaciones. En la década del
40 se acentúa la caída de las exportaciones de lanas y cueros, convirtiéndose en
producto industrial de consumo local. Esto impactó los intereses económicos de
diversos grupos urbanos de Arequipa. Por otro lado, a nivel nacional por el desigual
dinamismo exportador, más intenso en el norte, y por la política vial y la tendencia a la
urbanización, se sentaron las bases en favor de la sustitución de las importaciones, que
arruinaron las producciones locales.
La expansión industrial y capitalista de la economía peruana había privilegiado el
espacio constituido por Lima y Callao. Ese proceso es el telón de fondo de la formación
del Partido Liberal, instrumento de lucha de los profesionales radicales y el artesanado
arequipeño. Fundado en 1901 sus dirigentes fueron Lino Urquieta y Francisco Mostajo.
Los efectos de la política económica serán en general ampliamente desfavorables a la
industria peruana que producía para el mercado interior, nacional, regional o local. Al
confirmarse la "libertad de comercio", las mercancías producidas en el exterior tuvieron
mejores condiciones de ingreso en el mercado nacional y desplazaron a la producción
nacional. Las provincias se vieron afectadas por el incremento de los precios que el
monopolio impuso a diversos productos. Además las medidas económicas dictadas por
el gobierno estimularon una crisis económica en el sur.
La lucha por la descentralización se hará más intensa. En primer lugar, la necesidad de
transformar las relaciones sociales en le campo, con respecto a la raza indígena. En
segundo lugar modificar la naturaleza del Estado dando funciones a las regiones. En
tercer lugar una distinta política económica.
En 1950, Arequipa se levantó. Violentamente, en choques con la policía, el pueblo salió
a las calles, destacando los estudiantes del colegio nacional de la Independencia que
empezaron las protestas por asuntos de pensiones y currículum, el 12 de junio iniciaron
una huelga donde presentaron su pliego de reclamos. Fueron reprimidos, pero la chispa
de la protesta popular se había prendido. El ejército tomó las calles y en la plaza central,
cuando se acercaba a parlamentar con la jefatura de la tropa, el intelectual católico
Arturo Villegas fue abaleado y muerto, lo que todavía indignó más a la población. Se
había constituido una suerte de gobierno civil en la Municipalidad bajo la conducción
de Francisco Mostajo. El día 14 la muchedumbre aceptó el planteamiento de Francisco
Mostajo para formar una Junta de Gobierno Local donde estarían representadas las
diversas instituciones gremiales de la ciudad. El prefecto Meza Cuadra tuvo que
renunciar y se puso a la cabeza de la plaza militar al comandante Genaro Cardeña. La
respuesta del gobierno central llegó el día 14 cuando tropas del ejército atacaron al
pueblo. Se ha calculado que habrían muerto 80 civiles y un número mayor de militares.
En Lima se esperaba un alzamiento popular como el arequipeño, y ello se avino a
prevenir la dictadura, acusando de los hechos a la Liga Democrática, encarcelando a sus
líderes, incluido su candidato el general Ernesto Montagne.
Las medidas económicas en el ochenio
Junto con la bonanza económica que significó el ingreso de divisas por las
exportaciones de minerales, la tendencia populista del mandatario y las presiones por
modernizar la economía de diversos y nuevos agentes económicos, fueron factores que
hicieron del ochenio un periodo de abundantes medidas de política económica.
Al poco de instalada, la junta Militar prohibió mediante Decreto Ley Nº 6 la iniciación
de juicios de Avisos de despedida de casas-habitación. Se ordenó la elevación de
salarios del 33% al 70 % a las víctimas de accidentes de trabajo. Elevación de
indemnización en caso de incapacidad absoluta y permanente. Por Decreto Ley Nº 13
(10902) se establece el Seguro Social Obligatorio del Empleado para el sector público y
privado. Algunas muestras del cuidado de la legislación del trabajo.
Además se dictaron disposiciones para intensificar la producción pesquera, de esta
manera se salvaba la deficiencia respecto a la difusión del consumo de alimentos ricos
en proteínas. Se tomaron medidas necesarias para proceder a las obras de irrigación del
valle de Piura. El Fondo de Educación Nacional financia la construcción de unidades
escolares, para acoger una demanda de 50 mil niños.
No había terminado el año y en diciembre de 1948, se nombra una comisión especial
encargada de elaborar un ante-proyecto de Ley de Petróleo. Asimismo el 23 de
diciembre se crea el Ministerio de Hacienda y Comercio, administrando los asuntos de
orden económico y financiero del país. Con todo esto, se nota el empeño que el
mandatario tenía para hacerse de un caudal de aceptación en las ciudades y encarar el
desarrollo de los sectores productivos con una política económica agresiva y un
robustecimiento institucional del estado.
Se elevó al 55% el porcentaje de certificados de divisas que recibirían los exportadores
y en agosto 1949 se reconoce la necesidad de incentivar la minería como fuente de
divisas obteniendo el 100% de divisas para la exportación minera.
En 1949 la dación de normas importantes en cuanto a reformas administrativas y
fiscales, fomento a la producción y obras públicas, continuó. La Junta Militar destinó S/.
12'000,000 a la terminación de las obras del ferrocarril de Matarani a La Joya,
constituyó el estanco de los vinos y licores importados y el estanco de la coca. Se creó
el Ministerio de Trabajo y Asuntos Indígenas para atender los problemas de carácter
social de un país que se transformaba a mayor velocidad.
En un año el Perú logró (Sep. 48 - Nov. 49) culminar exitosamente el proceso de
liberación de la economía nacional del control de la moneda extrajera y volver a la
libertad de cambios.
El gobierno que llevó adelante Odría en lo económico, con los lógicos cambios que una
legislación más amplia sobre los factores de la producción significó, terminó retornando
al espíritu del sistema productivo anterior, confiado en el sector exportador como el
mejor impulso del desarrollo. Para ello se redujo los impuestos que lo gravaban, se
devaluó la moneda nacional (de 6.50 soles el dólar a 19 soles en 1955), se liberó el
tráfico de divisas y se dictaron los nuevos códigos de minería (Decreto Ley No 113579)
y de petróleo en 1950 y 1952. El gobierno se retiró del control de yacimientos como el
de Marcona, que pasó a manos de una empresa norteamericana en 1952.
Del mismo modo las importaciones se desarrollaron con total libertad. Junio 8 de 1949,
el gobierno contrató al norteamericano Juluis Klein con una Misión Económica y
Financiera permaneciendo hasta 1955, presentando su primer informe el 5 de
noviembre, señalando que la inflación era la causa de los males económicos del país.
Julio 15, Decreto Ley Nº 11061 el estado entraba a poseer todas las tierras de la
República, mientras que aquellas que tenían dueño debían pagar al Estado un impuesto
anual que podría ser de diez a cincuenta soles por hectárea en tanto los terrenos se
mantuvieran eriazos. Los impuestos estaban destinados al Plan Nacional de Irrigación.
No se permitía a las tierras en estado eriazo permanecer sin el debido estudio de
irrigación, que se debía realizar antes que cumpliera el plazo de un año.
En julio 8 de 1955, Odría dicta la última ley para el desarrollo económico, la de
Industria Eléctrica, Ley Nº12378 que incluyó la revisión de las tarifas cada tres años,
bajo la base de resultados anteriores.
Durante el gobierno del general Odría se propuso la constitución de una comisión
consultiva del Ministerio de Hacienda y Comercio para solucionar los problemas
financieros y económicos. La función era reorganizar los sistemas económicos,
financieros y administrativos, especialmente en el campo monetario y presupuestario,
revisar las regulaciones, prácticas comerciales y aduaneras.
El apogeo económico de este gobierno se dio entre 1953 y 1955, la oposición usó el
lema "pan sin libertad" en contraste al de "libertad sin pan" del régimen de Bustamante.
En opinión de Rómulo Ferrero la política económica del general Odría, se resume en
tres factores básicos: el retorno al régimen de libertad económica, que implicó la
eliminación de los controles de precios, de cambios y de importaciones y la supresión
de los subsidios a los artículos alimenticios; el aumento y la diversificación de las
exportaciones nacionales, y en tercer lugar, las fuertes inversiones del exterior, atraídas
por el clima de libertad económica y estabilidad económica que reinaba en el país.
Respecto al crecimiento del PBI no fue uniforme en todos los sectores de la economía
pues fue más bien el resultado de desarrollos contradictorios entre sí. El aporte de la
industria manufacturera y de la minería superó por márgenes de cierta importancia el
crecimiento promedio del período, el de las actividades agrícolas y ganaderas estuvo por
debajo del mismo. La minería tuvo un resultado muy favorable en la producción, en
1952 se firmó un contrato con la Marcona Mining Co. subsidiaria de The Utah
Construction Company de los Estados Unidos, para la explotación del yacimiento de
mineral de hierro de Marcona. El petróleo llegó a una producción de 14.1 millones de
barriles en 1948 a 18.4 millones de barriles en 1956. La industria manufacturera alcanzó
importante resultado en los grupos de alimentos y bebidas, de textiles, de manufactura
de metales y de productos químicos, que incrementaron la producción y el ingreso.
La industria pesada estaba conformada por tres fábricas de cemento y varias plantas
dedicadas a la producción de ácido sulfúrico y otras sustancias químicas.
Odría se apoyaba firmemente en el capital extranjero, y la coyuntura internacional de
buenos precios de las materias primas, consecuencias de la intervención norteamericana
en la guerra de Corea, le es propicia. En el presupuesto de 1949 el gasto público crece
en un 45% con relación al año anterior y entre 1950 y 1955 su peso promedio al año es
del 13% del producto bruto anual.
El fin del ochenio
El talante represivo y dictatorial del gobierno de Odría estaría encarnado en la figura de
uno de sus principales colaboradores, Alejandro Esparza Zañartu, Director de Gobierno,
"ojos y oídos" del dictador, surgido de una aristocracia regional venida a menos en
Cajamarca, civil jefe de los servicios de inteligencia que formó Odría, se ensañó con los
conspicuos asistentes al Club Nacional, cuando el 14 de junio de 1950 tomó sus
instalaciones y detuvo a los militantes de la Liga Democrática. Luego sería el encargado
de establecer la tortura como método político policial de investigación y represión.
Dentro del régimen no dejaron de presentarse contradicciones, al punto de separarse los
aliados básicos de un inicio. La acusación al general Zenón Noriega en agosto de 1954
de encabezar una rebelión, condujo a quien fuera el brazo derecho del dictador a ser
destituido de su cargo de Primer Ministro y Ministro de Hacienda y exiliado a Estados
Unidos.
En 1955 se pide la derogación de la Ley de Seguridad Interior de la República y la
modificación del Estatuto Electoral así como una amnistía política para que se
realizaran las justas electorales. Esta ley no sería cambiada se había creado "para
contener el terrorismo y el crimen desatados por el APRA y calmar al terror y las
angustias precisamente de aquellos que hoy piden su derogatoria".
Se anhelaba el retorno de la democracia como lo confirmaba la organización de la
Coalición Nacional, cuyos integrantes eran Pedro Beltrán, Pedro Roselló, Manuel
Mujica Gallo.
Odría se vio obligado a negociar una salida política cuando su proyecto mostraba
evidentes signos de agotamiento. Convocó a una reunión de notables en el Convento de
Santo Domingo en 1955. De allí saldrá el acuerdo que permitirá la transferencia del
poder. Pero nuevamente se impone la necesidad de integrar al Apra a la negociación,
pues cualquier salida democrática que margine a la fuerza política más importante del
país carecerá de estabilidad. El candidato oficialista, Hernando de Lavalle, representante
de la alianza oligárquico - imperialista, ofrece a los apristas el retorno a la legalidad.
Manuel Prado Ugarteche, el representante de la fracción "nacional" de la oligarquía les
ofrece el cogobierno y es elegido con el 45% de votos surge así la alianza política
conocida como la "convivencia".
En 1956 aparece también un nuevo protagonista en la lucha electoral. El arquitecto
Fernando Belaúnde con una breve campaña alcanza 36% de los votos. Nace así Acción
Popular. A su lado se forma la Democracia Cristiana con la que gobernará a partir de
1963. Por el mismo período se forma el Movimiento social Progresista.
El pacto de Monterrico fue la alianza formada por el Partido Aprista Peruano y el
Movimiento Demócrata Pradista, apoyados por el general Odría. Los comicios
electorales fueron fijados para el domingo 17 de junio, tres fueron los candidatos
Manuel Prado y Ugarteche, Hernando de Lavalle y Fernando Belaúnde Terry lanzado
en marzo 1956 por el Frente Nacional de Juventudes Democráticas. Hernando de
Lavalle, contó con la simpatía oficial y el apoyo de los grupos terratenientes,
improvisando un grupo llamado “Unificación”, Manuel Prado fue lanzado inicialmente
por el Movimiento Demócrata Pradista que sería apoyado por el Partido Aprista
Peruano, ya entonces muy identificado con la guerra fría, desarrollaba una política anti
comunista en los sindicatos, controlando los más importantes de ellos, de manera que
daba una base popular al pradismo.
Odría garantizó la realización de las elecciones. Los candidatos de los comicios
electorales fueron Manuel Prado 568,134 votos, Fernando Belaúnde Terry 457,638
votos, Hernando de Lavalle 222,323 votos. Manuel Prado tuvo el apoyo aprista luego
que esta agrupación rompiera su compromiso con Hernando de Lavalle.
El talante conservador de la figura de Prado fue una de las características más saltantes
de la época. Ante la orientación de las fuerzas armadas continentales de propiciar un
"socialismo desde arriba" para prevenir el "socialismo desde abajo", la oligarquía por
intermedio de Prado buscaba conjurar las amenazas socialistas, viniera de donde
viniera. Es conocida la versión de que el presidente Prado se negó en un evento
internacional a siquiera pronunciar las palabras "revolución mexicana", porque según
decía, se podría interpretar que favorecía así una "revolución peruana".
Fue entonces que el 12 de octubre se desarrolla la IV Convención del Partido Aprista
Peruano. En ella, importantes dirigentes nacionales presentaron un documento
criticando a la cúpula aprista por “haberse aliado a la oligarquía”: Luis Olivera,
Ezequiel Ramírez Noriega, Gonzalo Fernández Gasco, Manuel Pita Díaz, Alberto Ruiz
Febres, Walter Palacios Vinces, Carlos Malpica y otros, todos procedentes del norte del
país; “el grupo de los 23” formó un Comité de Defensa de los principios de la
democracia interna del partido que se llamaría “Comité Aprista Rebelde”, conocido
como “Apra Rebelde” y finalmente, algunos de ellos dieron orígen en 1962 al
“Movimiento de Izquierda Revolucionaria” (MIR). Los que participaron en esa escisión
nunca fueron aceptados nuevamente en el partido por el jefe Haya de la Torre, con la
excepción de Javier Valle Riestra, que luego sería un importante líder del aprismo en la
época que llegó por fin a ser gobierno.
• Propuestas políticas surgidas en la década
La rebelión contra Bustamante comienza mucho antes del golpe de Odría, estaba
apoyada por Pedro Beltrán Espantoso, “barón” del algodón y director de la Prensa, los
Gildemeister, los Aspillaga, los Pardo grandes agroexportadores y los miembros de las
altas finanzas como los Prado. Estos grandes agroexportadores tenían con Bustamante
una gran oposición, al no haberles entregado el total de las divisas de sus exportaciones.
Financiando el golpe militar se formó una alianza entre lo que entonces era una
oligarquía con el poder militar.
Odría establece la Junta de Gobierno, consolidado el régimen, designó a Pedro Beltrán
presidente del Banco Central de Reserva, como presidente del Senado a Julio de la
Piedra, como presidente de la Cámara de Diputados a Juan Manuel Peña Prado. La
oligarquía tenía no sólo el poder económico sino también el político. Además, el nuevo
gobierno, expulsó y detuvo a dirigentes políticos apristas como comunistas, el caso de
Haya de la Torre, que permaneció 63 meses en la embajada Colombiana (3 de agosto de
1949 hasta el 5 de abril de 1954) llegó hasta la Corte Internacional de Justicia, al final
Odría accedió a deportarlo y despojarlo de la ciudadanía peruana.
En Julio 1949 se presentó el Decreto Ley “Seguridad Interior de la República”,
establecía la pena de destierro, cárcel y la pena de muerte por terrorismo; facultaba a las
autoridades policiales a actuar sin la orden de juez, desconocían el derecho de defensa,
la libertad condicional y el derecho de habeas corpus. Ante este régimen dictatorial,
personajes de la oligarquía comienzan a recelar del gobierno, a partir de 1954 el silencio
se apaga ante un conjunto de inquietudes políticas como la Coalición Nacional
Organizada por Pedro Roselló en Arequipa. El Partido Demócrata Cristiano (1956)
conformado por Hector Cornejo Chavéz, Julio Ernesto Portugal, Honorio Delgado,
Mario Polar, Enrique García Sayan, Benjamín Roca, Luis Bedoya Reyes, José Barreda
Moller y Roberto Ramírez del Villar. Propuso un cambio en el sistema económico
imperante, apoyando su discurso en las encíclicas papales.
Otra agrupación que surgió en ese contexto fue el Frente Nacional de Juventudes
Demócratas, creado en 1955 a iniciativa del abogado cajamarquino Javier Alva
Orlandini, su objetivo era “postular a un hombre joven desvinculado por completo de
los grupos tradicionales del poder político y que enarbolara las banderas de la
renovación”. Se exigió la derogatoria de la ley de expresión, la amnistía política y la
modificación de la ley electoral, en 1956 logró formar lista parlamentaria en 12
departamentos, siendo este partido el germen de Acción Popular que llevó a las
elecciones al arquitecto Fernando Belaúnde Terry.
El Movimiento Demócrata Pradista bajo la iniciativa de Manuel Cisneros Sánchez y
Javier Ortiz de Zevallos, apoyó las pretensiones electorales del ex mandatario Manuel
Prado, tenía como anhelo “realizar una obra de unificación y paz nacional”, constituido
en setiembre de 1955 en. En agosto 1956 se transformó en el Movimiento Demócrata
Peruano (MDP).
El Movimiento Social Progresista (MSP) apareció en 1956. Estaba conformada por
intelectuales y profesionales, algunos participantes en la experiencia del Frente
Democrático cuando Bustamante, con un discurso de tinte humanista, proclamaban la
necesidad del socialismo. Entre sus planteamientos estaba la reforma agraria, la idea de
la intervención planificadora del estado y la nacionalización de los recursos naturales.
Sus integrantes fueron: Santiago Agurto Calvo, los hermanos Sebastián y Augusto
Salazar Bondy, Alberto Ruiz Eldredge, José Samanez Concha, Guillermo Figallo
Adrianzén, José Matos Mar, Jorge Bravo Bresani, Eduardo Neyra, Adolfo Córdova y
Francisco Moncloa Fry.
Es notable que la mayoría de las modernas corrientes políticas en el Perú, exceptuadas
las del comunismo y el aprismo, que tuvieron su surgimiento décadas atrás, se
desarrollan y se expresan en la época de la lucha contra el autoritarismo militar que
expresaba el gobierno de Odría. En 1956 pasaron sus primeras armas electorales. Los de
centro izquierda apoyaron a Belaúnde, que estuvo cerca de lograr la meta. Los nombres
de los jóvenes políticos de entonces, serían luego los de los mandatarios del periodo
siguiente.
La renovación de la prensa. Opinión pública y política
Los antecedentes de la gran prensa fueron las revistas, como Vanguardia, de Eudocio
Ravines, la que tenía por nominativo sólo el año, 1947, 1948, 1950, que dirigía Genaro
Carnero Checa desde posiciones marxistas, opuestas a las de Ravines, ya anticomunista.
La revista de Carnero Checa abrió sus páginas a muy jóvenes colaboradores, que luego
serían de los más importantes hombres de la televisión y el espectáculo, como lo fueron
Pablo de Madalengoitia y Pepe Ludmir. Alfonso Tealdo que había sido director de Ya,
de propiedad de Augusto Belmont (también hombre de radio, quien sería continuado
por su hijo Ricardo Belmont en los años 70), sacaba Pan y luego Dedeté (contra todos
los parásitos). Fue un auge de lo que se llama prensa pequeña, surgida al impulso de las
libertades que trajo en la ciudad, luego de años de represión, el gobierno de Bustamante
y Rivero, hasta que la dictadura lo permitió. Pero el más importante de todos los
órganos de la prensa chica fue un periódico, Vanguardia, de línea liberal, dirigido por
Guillermo Hoyos Osores y donde se inció en la prensa Francisco Igartua, quien al poco
dirigiría Caretas y fundaría Oiga. Vanguardia fue clausurado en 1948 y en su
reaparición apoyó la candidatura de Ernesto Montagne. La Liga Nacional Democrática,
que se había fundado para apoyar la candidatura opositora, que cerrara el camino a la
"elección" que pretendía Odría luego de "bajar al llano", sesionaba en las oficinas de
Vanguardia, y ahí fue a dar la policía el 14 de junio de 1950, deteniendo a muchos,
encarcelando y deportando.
Hoyos era un político, formó un movimiento de resistencia cuando Odría reprimió a sus
adversarios para hacerse elegir en supuesta lid democrática. Sufrió destierro y luego
regresó a la política, no sin antes sufrir carcelería durante la dictadura de Odría, que no
sería la última dictadura que enfrentó, pues sufrió su último destierro durante el golpe
de Velasco, que lo hostigó y enjuició por mucho tiempo después, por su supuesta
participación en el escándalo del Acta de Talara.
Un grupo de periodistas, con un estilo, un ideario y nuevas técnicas de comunicación
surgió en esa época, junto con los escritores de la llamada generación del 50, ellos
mismos también parte de ese fenómeno cultural.
De entonces data la Federación de Periodistas del Perú cuyo primer presidente fue
Genaro Carnero Checa. Fue en 1950, año en que también se fundó la revista Caretas,
cuando la principal forma de comunicación moderna resultaba todavía la radio, que no
transmitía sino hasta la media noche, presentando grandes artistas, que incluso venían
en gira a Lima, como las jóvenes Lola Flores y Sarita Montiel. Entre las luminarias
nacionales destacaba Lucy Smith, quien falleciera misteriosamente en el amanecer de
ese año, dejando luego un vals criollo que inmortalizó la congoja que causó el suceso.
Igartua había fundado Oiga en 1948, en medio de una dura represión, pretendiendo
denunciar las maniobras de los exportadores para conseguir el íntegro de las divisas
generadas por sus productos, oponiéndose al mandato del gobierno de Bustamante.
"Verdadero objetivo del civilismo: eliminación del control de cambios" rezaba el titular
de su primer número. Tres números alcanzó a publicar, hasta que fue clausurada y su
director hecho prisionero político. No vuelve a aparecer sino hasta 1962, pues Igartua
dirige Caretas desde su fundación con Doris Gibson.
En este contexto de las comunicaciones, junto con la efervescencia política de la prensa
chica, los grandes medios de comunicación escrita se formaron bajo el control de fuertes
imperios familiares, atados a intereses económicos que dominaban en la sociedad
peruana. El Comercio ha sido el más representativo y de mayor estabilidad, en manos de
una familia, los Miró Quesada, salvo cuando fueron expropiados en 1874, siempre
mantuvieron la línea: empresa de carácter familiar, conservadora, de tinte antiaprista. La
oposición al aprismo caracterizó la línea del periódico. Se opuso a Benavides a fines de
su gobierno por que no ordenó la ejecución del posible asesino de Antonio Miró
Quesada, a Bustamante -a pesar que tenía una línea anti exportadora a tono con los
planteamientos del diario- por su alianza con el partido de Haya de la Torre, a Odría
cuando permitió que el jefe del partido aprista dejara la embajada colombiana luego de
años de exilio diplomático. Como luego vinieron las alianzas pragmáticas del Apra, con
Prado primero y luego con el propio Odría, el diario se opuso a ellos, desarrollando una
campaña de tinte nacionalista en defensa de los recursos naturales, particularmente el
petróleo. La batalla cotidiana la libró contra La Prensa y su propietario Pedro Beltrán. El
periódico y la familia Miró Quesada han mantenido un prestigio y un aire solemne y
señorial que no pudo ser igualado por ningún otro medio de comunicación. Inaugurado
el dominio familiar del diario por José Antonio Miró Quesada, fue continuado por sus
sucesores familiares hasta Aurelio Miró Quesada Sosa, quien prácticamente nació con el
siglo y desempeñaba la dirección a sus 91 años en 1998. Destacaron en el ejercicio del
periodismo -además de sus escritos y ensayos en otras ramas de la práctica creativa-
Oscar Miró Quesada, el científico del periodismo y Francisco Miró Quesada Cantuarias,
el filósofo, hijo del anterior y director del suplemento, entre otros miembros de esta
familia de influencia incuestionable en la vida nacional.
La Prensa, que surgió a inicios de siglo ligada al Partido Demócrata, fue adquirida por
Pedro Beltrán Espantoso en 1948, quien la modernizó y le dio un tono empresarial,
anticomunista y pro norteamericano en la posguerra, durante la "guerra fría". Influyó
entre los empresarios, siendo la voz de los principales agroexportadores. Beltrán
modernizó el estilo periodístico, el contenido de los titulares, más dinámicos y
asequibles a al público. Captó la mayor cantidad de avisos: en 1968, cuando se produjo
el golpe militar, tenía el 40% de los activos, mientras El Comercio sólo el 32% y
circulaban 135,000 ejemplares frente a 106,400 de su competidor. Cuando fueron
expropiados, su situación se había deteriorado y cuando Belaúnde en su segundo
gobierno devolvió los medios de prensa, el diario dejó de circular, los tiempos y las
ideas habían cambiado y la modernidad de Beltrán en los 50 se había quedado
anticuada.
Ultima Hora, vespertino fundado por Beltrán, a cuya cabeza estuvo Ismael Frías, tuvo
un inicio poco alentador, hasta que fue dirigida por Bernardo Ortiz de Zevallos y
redactada por uno de los renovadores de la comunicación escrita, Raúl Villarán el de los
titulares explosivos y dicharacheros, quien capturaba con sapiencia de motivador las
primeras planas introduciendo la replana. Villarán estuvo luego en la fundación de
Expreso y de Correo. Última Hora se convirtió en el ejemplo de nuevo lenguaje,
populachero, de noticias sensacionales y escandalosas, renovó el periodismo haciéndolo
menos formal y de más cercanía a lo cotidiano. Fue el diario de más tiraje. Se convirtió
en parte de la vida de los limeños, entraba en lo privado y lo ventilaba en público. En
ese periódico se hizo famoso en el mundo del "chisme" un periodista, Guido
Monteverde, quien desafiara la excomunión impuesta por el Cardenal Guevara al
convocar un concurso de mambo en la Plaza de Acho en 1951. Fundaron, entre
Monteverde y Villarán, una compañía de revistas, las "Bikini Girls" que se presentaban
en el Teatro Monumental ante cientos de espectadores, destacando tres mujeres que
fueron el símbolo sexual de la época: Betty di Roma, Mara y Anakaona. Las fotos de
esas legendarias mujeres y de muchas aspirantes a ser como ellas, comenzaron a llegar a
todas las páginas de Ultima Hora, devoradas por decenas de miles de lectores.
La Crónica, que fue fundada en 1912 por Clemente Palma, junto con su famosa revista
Variedades, pasó a manos de la familia Larco Herrera y luego, en 1947, a las de la
familia Prado, vinculada a las finanzas y la inmobiliaria. Ahí se inició en las letras
Mario Vargas Llosa, casi adolescente en 1952. En abril de 1953 se inauguró el edificio
del periódico en la avenida Tacna. Ese pequeño corredor de "rascacielos" del costado
del "damero de Pizarro", era el símbolo de una ciudad de aires cosmopolitas. Los
grandes terratenientes de la sierra invirtieron en ella, esperando tiempos de esplendor
urbano. Ahí se instaló La Crónica de Mariano Ignacio Prado Heudebert en un edificio
de ocho pisos, con gran biblioteca (que perteneció a Javier Prado Ugarteche) y sala de
exposiciones, donde se exhibieron en 1958 las famosas "Vargas girls", bocetos a lápiz
del peruano Alberto Vargas (hijo de uno de los primeros fotógrafos peruanos, el
arequipeño Max T. Vargas) que triunfaba con ellas en los EE. UU., la asistencia al salón
de La Crónica para esas muestras -que contó con la presencia del autor- fue el record de
la década. Entre otras de las actividades por las que el periódico marcó la década, fue la
celebración de los concursos de "Miss Perú", que coronaba alguna bella mujer para
concursar por el cetro mundial de la belleza, de acuerdo a los cánones norteamericanos
en los que Vargas destacaba como retratista eximio.
La empresa fue competidora de Ultima Hora en la página policial, todo un mundo de la
Lima de entonces, que ha sido retratada en la primera gran novela de Vargas Llosa,
Conversación en la Catedral. En un tiempo la empresa entró también a tallar en las
tardes con La Tercera, vespertino que incorporó los periodistas deportivos que llamaban
al interés de los lectores masculinos, destacando Alfonso "Pocho" Rospigliosi. En esta
década se realizó el único campeonato sudamericano de fútbol realizado en el Perú. Fue
adquirido a través del sistema financiero por el Banco de la Nación y se convirtió en un
periódico oficial antes del estatuto de prensa de 1974 como se verá más adelante.
Para seguir con la historia de la gran prensa en el Perú, añadamos otras publicaciones de
importancia que tuvieron su auge posteriormente a esta década. Correo, fundado por
Luis Banchero, cuando era el "boom" de la pesca, a inicios de 1961. Fue muy
informado, moderno en sus recursos, sirvió de presión política para los intereses de su
dueño. Raúl Villarán fue quien puso a circular Ojo, una Ultima Hora de los años
sesenta, sin más que las noticias de su matutino y la inventiva de los redactores. El éxito
de este tipo de prensa resistió la masificación y los años, haciendo de Ojo el fenómeno
de tiraje de la prensa cuando ésta volvió a manos de sus dueños y entró en una nueva
época en los años 80.
Expreso, también un medio joven entre los grandes de la prensa, fundado igualmente
por un propietario terrateniente de la costa, Manuel Mujica Gallo a fines de 1960. Lo
dirigió muy liberalmente José Antonio Encinas, apoyando la candidatura de Belaúnde.
Cuando tuvo problemas, también creó su vespertino Extra. Fue adquirido por Manuel
Ullos, ligado al capital financiero internacional y hombre influyente en el poder.
Ello ocurrió cuando se produjo una crisis en Expreso. En los círculos periodísticos se
rumoreó acerca de la desaparición del diario. Por allí circuló el dato de que el diario que
dirigía José Antonio Encinas tenía deudas por 48 millones de soles y un déficit para el
año de 14 millones. El grupo de Ulloa, que era prominente miembro del gobierno y
representante de fuertes intereses económicos, vino a aprovechar la situación y hacerse
de un medio de prensa en 1965.
Con el golpe y las acusaciones judiciales que le abrieron a Ulloa, el periódico fue
expropiado y pasó a manos de sus trabajadores, que formaron un Frente Único en 1970.
Luego fue su director el combativo y famoso periodista Francisco Moncloa, que haría la
labor política más eficaz y cotidiana a favor de las reformas más radicales de la
revolución Velasquista.
En julio de 1974, por la nueva ley de prensa pasaron a lo que los ideólogos del régimen
llamaban "los sectores organizados de la sociedad". Tuvieron un año de efervescencia
política y de creatividad en manos de nuevos directores y redactores, hasta que fueron
lentamente "parametrados" a partir del golpe que inauguró la llamada "segunda fase" de
la revolución. la prensa monocorde y controlada, con honrosas excepciones, dejaba
abierta la puerta para la aparición de algún medio que satisfaciera las expectativas de
información libre y crítica, espacio que sólo ocupaba Caretas, muy moderadamente
desde que reabrió en 1977. Así apareció Marka, un fenómeno de comunicación, en
donde se cobijaron todos los intelectuales de izquierda.
Eudocio Ravines: el hombre de la "guerra fría".
Tal vez el mejor exponente de lo que fue en el terreno político la influencia de la
"guerra fría" en el mundo, fue Eudocio Ravines. Militante comunista en sus primeros
años, devino en el mejor comunicador del anticomunismo visceral que patrocinaban los
Estados Unidos. Un cambio sorprendente, pero no por ello inusitado en el Perú, donde
el Partido Aprista siguió el mismo sorprendente camino.
En enero de 1947, Eudocio Ravines se incorpora a la Alianza Nacional, organismo
político representativo de los intereses de la oligarquía, y acepta la dirección del diario
La Prensa, luego del "crimen Graña" que dejó al diario sin director. Desde La Prensa,
Ravines continua su campaña antiaprista y de oposición al gobierno del presidente
Bustamante y Rivero. Por ello sería deportado a México después del levantamiento
aprista del 3 de octubre de 1948. Con el golpe de Odría, el 27 de octubre, que contó con
el apoyo de la Alianza Nacional, Ravines regresa al Perú. Asume la dirección del nuevo
Última Hora, desde el cual se opone a que Odría sea elegido presidente constitucional
por lo que nuevamente sería deportado a México en abril de 1950. Con la elección de
Prado para un segundo período presidencial, Ravines regresa al Perú y se incorpora al
régimen. Cambia así de orientación al apoyar la alianza entre sus antiguos enemigos
políticos: la oligarquía (Beltrán), el Partido Aprista Peruano (Haya de la Torre) y, los
militares (Odría). Su revista de los primeros años de actividad, Vanguardia reaparecería
y se publicaría hasta julio de 1963, cuando es remplazado por un programa televisivo
con el mismo nombre. Durante este período, Ravines es ya uno de los más
caracterizados anticomunistas y un opositor al gobierno del presidente Belaúnde.
Tras el golpe militar de Velasco Alvarado, Ravines sería deportado nuevamente a
México en febrero de 1969. Por continuar su campaña de crítica desde el extranjero, el
gobierno decide declararlo traidor a la patria y privarlo de la nacionalidad peruana en
junio de 1970, expediente que siguió con muchos otros políticos y periodistas, más
como una muestra de inquina que como un efectivo castigo, que ya lo era y suficiente la
deportación. A pesar de los cambios políticos ocurridos luego de la caída del general
Velasco en agosto de 1975 y el regreso de los exiliados, Ravines no volvería al Perú ni
recuperaría su nacionalidad
El sufragio femenino.
No es posible hablar de movimientos feministas propiamente dichos en el Perú de la
primera mitad del siglo XX. Sin embargo, hubo organizaciones de mujeres, que
tuvieron en algunos casos claros planteamientos feministas. Acción Femenina surge en
1936 y en 1952 fue prohibida por la dictadura de Odría. Feminismo Peruano de Zoila
Aurora de Cáceres, participó (a través de su líder) en 1942 en la Asamblea General de la
Comisión Interamericana de Mujeres, que buscaba la igualdad política y social de las
mujeres.
En 1946, bajo el liderazgo de Magda Portal, que se distanció de los movimientos
femeninos como Feminismo Peruano, el entonces denominado "Partido del Pueblo"
organizó una Convención Nacional de Mujeres Apristas. Sin embargo, el partido de
Haya de la Torre no hizo nada por el sufragio femenino, ni consideró temas de
reivindicación femenina en su ideario.
La primera feminista peruana fue sin embargo María Jesús Alvarado Rivera. En 1911
había pedido el sufragio femenino, y sus luchas le granjearon su deportación del país
durante el Oncenio. A través de su organización Evolución Femenina, participó en el
activismo por la ciudadanía de las mujeres peruanas. En 1945, al poco de regresar de su
largo destierro en Argentina, que culminó en 1936, Alvarado logró que Evolución
Femenina obtuviera la participación de mujeres en las Juntas Transitorias Municipales.
Ella misma es nombrada en uno de los cargos.
Por iniciativa del propio Presidente Odría, el Ejecutivo propuso el voto femenino al
Congreso en octubre de 1954. Después de la segunda guerra mundial, el voto femenino
se hizo mayoritario en el mundo y fue incorporado como derecho en la Carta de las
Naciones Unidas. Los debates parlamentarios no ofrecieron un abanico muy amplio de
posiciones. Sin estorbos, salvo alguna intervención que pretendió hacer mayores
concesiones a las mujeres, y otras que todavía querían limitarlo a cierto grado de
instrucción primaria, el proyecto fue aprobado en noviembre de 1954.
En un estilo que sería peculiar durante la década siguiente, el diario Ultima Hora,
titulaba "se despunta el voto de gilas". El diario La Nación editorializaba acusando a La
Prensa de no informar nada acerca de la aprobación ni de los debates. La feminista
María Jesús Alvarado Rivera, notaba que El Comercio, que siempre acogía con
gentileza sus artículos, no lo hizo cuando se debatía el proyecto en Diputados,
guardando silencio al respecto del tema. Los grandes de la prensa silenciaron el asunto.
El 5 de setiembre de 1955, la Ley Nº 12391 concedió ciudadanía a las mujeres y les dio
derecho a voto. Los medios gubernamentales, más con fines de propaganda,
consideraban que un millón de votantes se incorporarían en los padrones de 1956. Pero
las mujeres eran mayoritariamente analfabetas, lo que las excluía del voto. Así, el
sufragio femenino de 1956 no tuvo un significado cuantificable, salvo por sus efectos
propagandísticos. En términos de la conciencia femenina sin embargo, significaba un
logro, luego de varias décadas de prudente pero persistente demanda. El voto
significativo para las mujeres lo consiguen cabalmente recién en 1980.
• La generación del 50
El grupo de intelectuales, especialmente escritores, nacidos entre 1920 y 1935 ha sido
llamado la Generación del 50. Sus orígenes coinciden con tres procesos superpuestos:
los estertores de la República Aristocrática, durante el Oncenio de Leguía y hasta el
inicio de las luchas sociales de obreros y campesinos, que quisieron representar
comunistas y apristas y que fueron detenidas por la aristocracia sobreviviente en alianza
con el ejército. Este grupo de intelectuales tuvo su actividad principal a fines de los años
40 en la posguerra y durante la década del 50, de ahí su denominación. Algunos han
resaltado que se trataba de un grupo pequeño, que se reunía en un bar del centro de
Lima, llamado "Palermo", básicamente estudiantes universitarios. Sin embargo, además
de haberse registrado unas tres centenas de escritores y científicos con producción, la
generación del 50 fue mucho más que eso. Ellos y su actividad son el más importante
retrato de la vida peruana de los años 50.
El Patio de Letras, de la vieja casa de San Marcos, era el otro escenario de este grupo.
Punto de encuentro de la juventud intelectual, fue privilegiado lugar de intercambio de
ideas, publicaciones, discusiones. De ahí continuaban los grupos al bar "Palermo". Lima
era pequeña, todavía con aire de una aldea, conservadora, donde sólo llegaban algunos
vientos de las ciencias y las artes del mundo. Justamente, para romper ese aislamiento,
es que se formaron espacios de encuentro: la Peña Pancho Fierro, los bares,
especialmente el "Palermo", el Patio de Letras de la casona del Parque Universitario, y
publicaciones como la revista Letras Peruanas que dirigía Jorge Puccinelli y Literatura
que publicaban Mario Vargas Llosa, Luis Loayza y Abelardo Oquendo. La
preocupación por definir lo que era una literatura nacional, el recuerdo de la trayectoria
creadora de los antecesores y la apertura a la cultura europea de entonces, definen esta
publicación.
La ciudad cambiaba, extendiendo su radio de influencia, hacia espacios más lejanos. El
centro mismo se transformó arquitectónicamente, hasta que fue abandonado en la
década de los sesenta, cuando Lima mostraba sus características de ciudad tomada por
la población andina. En la década de los 50, la modernidad limeña se ubicó físicamente
en el viejo centro y sus ampliaciones, sobre todo, hacia el sur, en la Plaza San Martín y
La Colmena. Durante la transformación arquitectónica y cultural del centro de Lima, la
Plaza San Martín se convirtió en el centro cosmopolita de una aldea que rompía el
cascarón. La Plaza era el corazón de la ciudad, y su radio de influencia se extendía hasta
los famosos bares: Palermo, Negro-Negro (donde eran famosos los encuentros
poéticos), Continental, el Zela (cuyo dueño era Leo Barba, maquinista de la imprenta
Leomir, donde se editaban varias de las revistas de todo tinte político a fines del
gobierno de Bustamante y durante la dictadura de Odría). El Zela recibía a la mayoría
de los bohemios y la intelectualidad limeña: Juan Ríos, Martín Adán, Emilio Adolfo
Westphalen, César Moro y su hermano el pintor Quispez Asin, Ricardo Grau, Esteban
Pavletich, Sérvulo Gutiérrez, entre los mayores, junto con Xavier Abril, Sebastián
Salazar Bondy, Fernando de Szyszlo, Blanca Varela. Artistas, escritores, intelectuales,
que compartían las inquietudes de quienes incursionaban en el periodismo, como Doris
Gibson y Francisco Igartua.
La bohemia además tenía su catedral en el "Grill" del Hotel Bolívar, inaugurado en los
años 20, pero que tuvo su auge en estos 50. La prolífica sala de "Entre Nous" se
encontraba al lado de la Bomba de Incendios. En la Plaza San Martín además estaba el
Club Nacional, centro de las tertulias del poder. La renovación de las diversiones tuvo
en los cines, el Metro y el Colón, su mejor escenario. Por eso, simbólicamente, la Plaza
fue el escenario privilegiado de los mítines políticos hasta ya entrada la década de los
80, los más famosos políticos se bautizaron en sus balcones.
La revista que publicara Emilio Adolfo Westhpalen, incluso con su propio peculio, Las
Moradas, merece especial mención. Westphalen es mayor que los miembros de este
grupo, pero su influencia fue determinante para algunos de ellos. Las Moradas traducían
al español la vanguardia de las artes europeas, reseñaba libros de difícil acceso y abría
sus páginas a los más importantes creadores de entonces. Sin la difusión de esas ideas
renovadoras que traía Las Moradas, y el estímulo que significaba para los jóvenes
comenzar a publicar, junto a los creadores más renombrados como Martín Adán y César
Moro, no se podría entender el despegue de creatividad del grupo de la Generación del
50.
Entre 1947 y 1949 Westphalen publicaba Las Moradas, como se señaló, el influjo más
novedoso en la renovación intelectual y estética de Lima. Luego Westphalen deja Lima
desde setiembre de 1949 hasta febrero de 1963. Finalmente, maduro, fino, en medio de
la febril discusión política de entonces en el país, vuelve a deleitar el medio artístico con
su revista Amaru que aparece entre 1967 y 1971.
En la época de Las Moradas se registra también el otro espacio fundamental de la
creación artística peruana, la Peña "Pancho Fierro". Espacio antecedente a los
escenarios que cobijaron a la generación del 50. Lugar frecuentado por los principales
intelectuales y artistas, incluido Westphalen.
El poeta y editor Westphalen contrajo matrimonio con Judith Ortiz Reyes. Ella
trabajaba en el colegio Pestalozzi y junto con otras pocas mujeres como Rosalía Avalos
y Blanca Varela eran estudiantes de educación en San Marcos. Sebastián Salazar Bondy
es quien introduce en la peña Pancho Fierro a Blanca Varela, entre 1947 y 1949; ahí
conoce a Emilio Westphalen y éste le publica poemas en Las Moradas. La peña era el
lugar de encuentro por excelencia, sus dueñas eran las hermanas Bustamante, Cecilia y
Celia que se casaría con José María Arguedas. Arguedas era el que cantaba en la peña y
llevaba a los artistas para que actuaran.
En la peña, se llevaba a los medios intelectuales la canción y el arte de los Andes. Las
Bustamante tenían una institución que se llamaba "Socorro rojo", llevando comida y
apoyo a los presos que sufrían carcelería por motivos políticos. Todo este grupo, que ya
giraba en torno al Patio de Letras de San Marcos, era conocido como el grupo de los
"rojos" por oposición a los apristas. Ahí participa incluso Fernando de Szyszlo, que en
1949 se casa con Blanca Varela, ambos muy amigos de Westphalen.
La trascendencia del numeroso grupo de creadores e intelectuales llamado la generación
del 50, se manifiesta en su protagonismo en la década, gracias a la existencia en Lima
sobre todo, de tribunas de expresión. En 1953 se comienza a publicar el "Suplemento
Dominical" de El Comercio y el grupo editorial auspicia la revista Mar del Sur dirigida
por Aurelio Miró Quesada Sosa. La Prensa, bajo la conducción de Pedro Beltrán que en
su política renovadora del periodismo permite a los intelectuales publicar en sus
páginas. La International Petroleum Company publica la revista Fanal. El grupo Prado
editaba La Crónica y la revista Cultura Peruana donde publicaba reportajes Mario
Vargas Llosa, quien se inició en la prensa con el diario La Crónica. Aunque sin
renovarse, sigue saliendo puntual el viejo Mercurio Peruano. Es un momento donde las
tribunas de expresión aumentan en un medio tradicionalmente escaso en ese sentido.
Desde luego que se trataba de un mercado controlado por los grandes poderes
económicos, pero no era un grupo sin contradicciones y más bien, en su competencia
fomentaron la incursión ensayística de muchos escritores. Sobre todo, los escritores
tenían algunas posibilidades de escribir con remuneraciones y hasta dedicarse a escribir
y crear. La década fue la de la renovación de la prensa, como veremos.
Es cuando los creadores abren dos corrientes de expresión en la narrativa. Paralelamente
la poesía renovó sus planteamientos, desde la fundación propiamente dicha en la
primera mitad del siglo con Eguren y Vallejo. Alberto Escobar, quien fue Premio
Nacional de Poesía a inicios de la década, viajó al extranjero con Julio Ramón Ribeyro
y, sin dejar la práctica de la poesía, se convirtió en el crítico de la generación.
La literatura de los Andes o rural y la nueva narrativa urbana, la más novedosa y la
expresión más definidora del grupo, tuvieron su gran desarrollo. La estrategia narrativa
se orientó más al cuento, pero terminó en la gran novelística peruana, que ha tenido gran
trascendencia universal. En 1953 por ejemplo, circulaba La Novela Peruana editada por
un "Círculo de novelistas peruanos" patrocinado por Sebastián Salazar Bondy.
Publicaban los más importantes cuentistas de la generación, como Julio Ramón
Ribeyro, quien pasó la mayor cantidad de la década fuera del país, en su primera salida
de aprendizaje, pero que no se desvinculó nunca del acontecer, hasta convertirse en el
más fiel testimonio de los cambios que se producían en los espacios y mentalidades
populares de la Lima de la época.
La figura de Julio Ramón Ribeyro es una de las más interesantes de las de los miembros
de esta generación. Abandonó los estudios jurídicos en 1952, cuando se encontraba en
el último año de la carrera, al recibir una beca para estudiar periodismo en Madrid,
llegando a España en noviembre del mismo año. En julio de 1953, y luego de ganar un
concurso de cuento convocado por el Instituto de Cultura Hispánica, viajó a París con el
objeto de hacer una tesis sobre literatura francesa en la Universidad La Sorbona, pero de
nuevo decidió abandonar los estudios y permanecer en Europa realizando trabajos
eventuales, y alternando su estadía en Francia con breves temporadas en Alemania
(1955-56, 1957-58) y Bélgica (1957). En 1958 regresó al Perú, y en setiembre del año
siguiente viajó a la ciudad de Ayacucho para ocupar el cargo de profesor y director de
extensión cultural de la Universidad Nacional de Huamanga. En octubre de 1960
regresó a Francia. En París trabajó como traductor y redactor de la agencia France
Presse (1962-72). En 1972 fue nombrado agregado cultural peruano en París y delegado
adjunto ante la UNESCO, y posteriormente ministro consejero, hasta llegar al cargo de
embajador peruano ante la UNESCO (1986-90). Hacia 1993 se estableció
definitivamente en Lima. En su país fue distinguido con el Premio Nacional de
Literatura (1983) y el Premio Nacional de Cultura (1993), habiendo sido galardonado
también con el Premio Juan Rulfo (1994).
Dueño de un estilo austero, calificado como tradicional -en el mejor sentido del
término- por su afinidad con los modelos clásicos, ha buscado eludir las técnicas
experimentales de la novela moderna. Este hecho, unido al carácter retraído del escritor,
han conspirado para que su literatura solo en los últimos años haya alcanzado la
difusión que merecía por el grado de excelencia alcanzado en algunas de sus obras,
especialmente en sus cuentos, donde es considerado el mejor exponente de la literatura
peruana y uno de los mejores cuentistas hispanoamericanos. En sus cuentos abundan los
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Perú una historia inmediata

  • 1. PERÚ: UNA HISTORIA INMEDIATA 1948-1998 PARTIDOS, CULTURA Y CAMBIO SOCIAL (CRÓNICA DE UN PAÍS QUE PERDÍA EL FUTURO) Luis Miguel Glave INTRODUCCIÓN Este texto fue escrito en 1998, antes que termine el siglo XX con todo lo que esa fecha simbólica representó para la reflexión historiográfica posterior y desde luego antes de intuir siquiera los sucesos tan significativos para la historia mundial que han pasado en la primera década de este siglo. En el Perú por su parte, se produjo la caída del régimen corrupto de Fujimori, un proceso de transición, la instalación de una Comisión de la Verdad y el regreso a elecciones democráticas. Todo fue de una velocidad impresionante, como haciendo lento lo anterior, que ya fue intenso. Este estudio fue elaborado en base a una revisión de las principales revistas y periódicos que se publicaron en ese medio siglo, principalmente en Lima. No se trató de una revisión exhaustiva, fue una elección marcada por la importancia que tuvieron algunas publicaciones y la colección de las mismas que el propio autor pudo hacer, reflejando sus preferencias y su propia experiencia vital. Usamos algunos textos que nos permitieron orientar un poco la exposición, pero no se trata de un debate con las aproximaciones más o menos académicas que entonces existían sobre el periodo, más bien, tratamos de hacer un contrapunto entre nuestros recuerdos y la visión que se podía obtener de una rápida mirada a la hemeroteca. Tomamos en cuenta también algunas publicaciones testimoniales, como la de Francisco Igartua que publicaba una suerte de memorias con un seguimiento de la historia de la prensa que él mismo contribuyó a crear. También tomamos en cuenta la revisión de otro periodista, Domingo Tamariz, siempre en la medida en que eran textos testimoniales, como el del mismo Mario Vargas Llosa, novelista y a la vez actor de los sucesos. Antes de dedicar un tiempo de su carrera a ser un poco historiador de la prensa temprana, el autor ha sido siempre un devorador de periódicos. Por eso, un poco por la propia memoria de mi propia vida, pero también teniendo presente que esa memoria se construyó con la lectura de esa prensa que alimentó mi curiosidad y experiencia de ciudadano, me dejé guiar en la elaboración de estas páginas. Esta presentación cubre medio siglo de la historia del Perú, entre el año 1948 y el final del siglo XX, cincuenta años, que cuando los recorrí con la mirada de 1998 eran los más recientes. Estas páginas son el ejercicio de lo que se ha venido en llamar historia inmediata. Terreno en el que la historiografía se ha mantenido un poco al margen, con raras excepciones, como por ejemplo el libro de José Luis Rénique sobre Puno que incluimos en nuestra bibliografía. La historia inmediata es el campo menos trabajado en la historiografía. También es uno de los más difíciles. Se señala con razón que es necesario que exista una cierta distancia de tiempo para tratar históricamente un proceso social. Hace poco se daba ese argumento en razón de la necesidad de objetividad, que se suponía amenazada por la cercanía del escritor con los acontecimientos. La moderna historiografía sin embargo, ha dejado de lado esta supuesta debilidad, convencidos como estamos ahora que la objetividad no es un objetivo puro y que la mirada, limitada y dirigida, de la historia, es siempre la misma hacia atrás varios siglos como al instante del suceso. Con todo, sigue siendo necesaria una cierta distancia para lograr apropiadamente la mirada histórica. La
  • 2. historia es proceso, cambio, acción constante. Una visión de proceso no se logra mientras éste se encuentra en marcha, cuando no se ha cerrado, cuando un acontecimiento dice poco de lo mucho que lo genera y de lo todavía más (desconocido) que ha de dar lugar. La historia inmediata empero es apremiante. Sin la visión de proceso de la historia, los discursos carecen de profundidad. La memoria es como un escudo contra la mentira, por eso es que los regímenes autoritarios, las imposiciones, se abocan disciplinadamente a demoler los recuerdos, haciendo tabla rasa de la historia. Se olvida con facilidad, se aíslan los factores y se les hace revivir en discursos distorsionados. Un ejemplo al paso, ligado con nuestra historia inmediata: la reforma agraria fracasó y es la causa de la crisis de ese sector de la economía. Esa afirmación olvida que durante más de una década, la reforma del agro era una demanda, una necesidad aceptada y proclamada desde los más diversos puntos de vista ideológicos, incluidos los organismos internacionales y la política exterior del gobierno de los EE. UU. Era además el grito de vigorosos movimientos sociales que cambiaban la cara de la historia del país y de las corrientes políticas más importantes. Al cabo del tiempo, si se tratara de juzgar, todos fracasaron y no una medida aislada cuya realización era impuesta por el tiempo, del país y del mundo. Como de lo que se trata es de comprender, la historia lo que hace es situar el proceso que llevó a la reforma agraria (y a su no aplicación cuando se afirmaba era necesaria) junto con las tendencias en todo nivel que se desataron a partir de ella. Ampliación del mercado interior, cambios en las mentalidades, renovación técnica, nuevas relaciones de producción, diferentes relaciones de poder al suprimirse o reducirse el de los imperios locales. Se trata de uno de los temas más importantes de nuestra historia inmediata, y está inconcluso, atravesado como fue el campo peruano por quince años de guerra y depredación interna. Esta historia inmediata trata de procesos que el discurso ubica en un tiempo corto, de cambios rápidos, que expresan sin embargo tendencias de larga duración, que no son materia de la exposición de la historia de medio siglo. Una duración que no había llegado a su fin. Las dificultades de la historia inmediata no son sólo producto de la cercanía del tiempo que hace inconclusos los procesos. Esa visión parcial, que requiere de revisiones en la propia lectura que de ella se haga, es también una aproximación selectiva. La abundante información a disposición del historiador del tiempo inmediato de fin del siglo XX, añade otra dificultad al discurso histórico. Todo puede ser dato histórico, con qué criterio seleccionar, qué dejar de lado, son preguntas que marcan la investigación. A la inversa de otras épocas, para las que el tiempo ha borrado o tergiversado memorias y desaparecido rastros, la inmediata tiene un arsenal de información inasible para cualquier investigación. Ese exceso obliga al lector a una mirada más aguda. Cada parcela de la realidad reconstruida es una pista a seguir con la memoria, a cotejar con otras memorias. La interpretación de este discurso está presente en la selección de los temas y procesos. No son los únicos, ni los más importantes, pero pueden conducir a encontrar los otros que falten, de acuerdo a las necesidades de la memoria y las preguntas del futuro. Hemos procurado mantener un tono informativo, que cubra una amplia gama de temas, personajes y lugares, muchas veces sin duda con desproporciones, que expresan preferencias del autor, como la cultura y sus diversas manifestaciones. La información
  • 3. no es neutra, en las afirmaciones que se hacen, se halla la otra parte de la interpretación de un discurso. Son afirmaciones muchas veces sueltas, sin argumentaciones concomitantes, la justificación no puede desarrollarse por tratarse de un manual, que junta múltiples miradas, para dar una imagen de conjunto y de proceso, a un movimiento que, como repetimos, no se detiene ni muestra necesariamente su cara más trascendente. El criterio de presentar los acontecimientos por décadas, responde a una manera muy cotidiana de recordar en estos nuestros tiempos. Ha tenido un cierto éxito en otras publicaciones y es aceptada en el mundo y en la prensa. Cuando hice este trabajo un periodista de gran talento difusor, Guillermo Thorndike, publicaba unos folletos ilustrativos organizados en décadas de la historia reciente. La mirada por décadas es tan ficticia como cualquiera, pero tiene una común aceptación. Se habla de los años 50 como un marco, una esfera mental, con sus íconos y sus nuevos contenidos. Los 60 fueron una era reconocida en la memoria de la mayoría de quienes ejercen puestos de dirección en la sociedad finisecular. Han recibido nombres variados, pero la denominación de "maravillosos" tiene una especial preponderancia. Fue la época del movimiento estudiantil en París, que removió la sociedad francesa, arrastrando como un eco, a veces doloroso como en Tlatelolco (México) movimientos similares, que creían poder cambiar el mundo de una buena vez. Los 60 fueron el escenario temporal de uno de los movimientos de mentalidades más vigorosos, dramáticos, atrevidos y un poco tristes de todo el siglo XX. Como una cábala, o un común denominador, la década es un lenguaje con el que se identifican procesos históricos recientes. Es la misma manera como evaluamos nuestro cotidiano en los 90 que todavía no terminan. Es entonces una mirada marcada por las maneras de percibir la vida contemporánea. El programa del Presidente Odría empezó antes de los 50, y no se explica sin los sucesos de la reciente postguerra, pero es ubicado aquí como tema de los cincuenta, la década de instalación del país en el siglo. Las reformas atrevidas de la dictadura militar que empezó en 1968 tienen dos caras: son parte de las esperanzas y la andadura de los años 60, pero se manifiestan mejor como las frustraciones que nos heredaron los 70. En cada capítulo por década, los temas que se desarrollan rebasan los periodos. Así, la renovación de la prensa durante los 50 nos hace presentar de manera sucinta una pequeña historia de la prensa escrita de la segunda mitad del siglo XX. Siendo como son los periódicos y revistas uno de los materiales fundamentales del discurso de la memoria reciente, el tema tiene un lugar estelar en estas páginas. La participación de sectores de la iglesia peruana en los procesos de desarrollo local, sobre todo en el campo, ha sido muy importante, lo mismo que sus aportes y elaboraciones discursivas, como la llamada Teología de la Liberación. Mencionamos el tema a propósito de la visita del Papa al Perú, en el capítulo de los años 80. No es privativo de esos años, pero se introduce en ese momento. Lo mismo ocurre con un tema central en la historia peruana, la periódica ocurrencia del llamado fenómeno "el niño", que se presenta en la misma década a propósito del fenómeno más dañino que se manifestó en 1983. Historia de plagas, la década de fin de siglo, cuando se habla de la postmodernidad, trajo para el Perú el retorno de las epidemias con el cólera, que terminó haciéndose endémico. Las biografías que se intercalan en el discurso social tienen una característica similar. El gobernante civil más importante del periodo estudiado, Fernando Belaúnde, inicia su
  • 4. actividad pública en los 50, y la cierra virtualmente con su segundo gobierno en los 80, pero su inserción en el discurso corresponde a su difícil periodo de gobierno en los 60. Cada entrada de los capítulos debiera poder leerse independientemente, en la medida que todas guardan un porcentaje elevado de información sobre algún suceso, tema o proceso del periodo. Hay entradas relacionadas, dentro de cada capítulo o entre capítulos, como se podrá rastrear en una revisión del contenido total, pero se entienden independientemente. La lectura del conjunto es la que otorgará sentido a cualquier interpretación de una década o del total de la historia de medio siglo. De manera que combinamos una presentación cronológica con una temática. Procuramos mantener el tono informativo, sin dejar de emitir opinión. Sin embargo, la opinión está más abiertamente expresada en la elección de temas que recorren el discurso. Así, la movilización social, las luchas populares, las corrientes políticas y la cultura popular, son el tema que recorre el texto. Luego de décadas de dominio oligárquico, la segunda mitad del siglo ha sido el tiempo de las masas movilizadas, buscando una manera de representarse en un sistema social, político y de mentalidades para el que no han tenido modelo al que imitar o del que inspirarse. Las regiones de un país que se integra con más lentitud que la diáspora de sus habitantes hacia la gran ciudad y peculiarmente Lima, todas merecerían un lugar y un protagonismo que un manual de historia general no puede darles. Sin embargo, algunos lugares como Arequipa, Cusco, Chimbote, aparecen reiteradamente, como abanderados de la importancia de la mirada regional para entender el país. Esta época de medio siglo inmediato es poco heroica. No son muchos los héroes que puedan reconocerse. Los hombres o mujeres que han trascendido, han dejado estelas de duda, de encono, que nublan su brillo personal. Muchas de las popularidades más grandes han terminado es estrepitosos fracasos. Algunas personas que reclamaron inclusión en el repaso de la memoria reciente, son más bien antihéroes, vidas responsables de centenares de muertos. Sin embargo, en el terreno de la cultura y el arte, aparecen las biografías más ilustrativas de la humanidad del ser nacional. Junto a esos creadores, los héroes anónimos, como los campesinos que lucharon por la tierra, los obreros que abrieron el proceso de retorno a la democracia a fines de los 70, las mujeres que encararon la supervivencia de la infancia y del futuro nacional en la época de la crisis económica y el llamado ajuste estructural, son las muestras de vidas paradigmáticas, que siempre son necesarias en la edificación de un discurso identificatorio de la historia de un pueblo. Con todo, este es hasta ahora un texto preliminar, que tiene muchas partes que son sólo meras alusiones a temas que requieren de más largo análisis, pero tienen por el momento un sentido inicial. Ha sido especialmente retomado para el estudio de los alumnos participantes en este seminario sobre partidos políticos y cambio social.
  • 5. CAPITULO I LOS CINCUENTA El Perú se instala en el siglo XX La década de los 50 fue para el Perú la de su definitiva instalación en el siglo. La modernización que se experimentó en los 20, con todos sus cambios, no alcanza para igualar la era del crecimiento de Lima, las migraciones masivas, el aumento geométrico en los índices demográficos, el cambio en la dinámica urbana, peculiarmente de Lima y el ingreso en la era de las modernas comunicaciones. El mundo entró en una etapa diferente, la primera mitad del siglo fue la de las grandes guerras, ésta, la de una guerra sorda, amenazante, que no se definía sino en cruentas escaramuzas: Corea y Vietnam, el África, Medio Oriente. Los bloques mundiales se enfrascaron en la denominada "guerra fría". En ese contexto, las exportaciones primarias del país experimentaron un auge que permitió grandes obras públicas, amparadas en un rol activo del estado como regulador y repartidor de beneficios. La educación se convirtió en una aspiración cotidiana, los niños y niñas tenían más colegios, más maestros. El estado de bienestar fue posible por el aumento de las divisas que llegaban por el mejor precio de los metales en el mercado mundial. Luego vendría la pesca. Servicios y sector terciario crecieron vertiginosamente, pero también la industria que buscaba ampliar un mercado interno que siempre fue esquivo. La necesidad de incorporar a todos, sobre todo a la masa campesina, se manifestó en la claridad con que se insinuaba la necesidad de una reforma agraria. Como ese paso no se diera, los propios campesinos presionaron por modernizar los términos de su definitiva integración como actores sociales de una nueva nación. La vida cotidiana se transformó, a la vez que los cambios que se visualizaban necesarios y no se producían entraron en la agenda de los grupos y corrientes políticas que luego serían los gobernantes del país en las décadas siguientes. Una larga dictadura, encabezada por un militar que terminó "legalizando" su hegemonía y los primeros años del último gobernante aristocrático, cuyos modales contrastaban con la efervescencia de la vida cotidiana de un futuro que se venía de bruces, fueron los gobiernos de la década. • Los antecedentes: el fin del Frente Democrático En el ocaso del primer gobierno de Manual Prado nació en Arequipa el Frente Democrático Nacional. Su base más firme fue el Apra e incluía fuerzas menores como el Partido Comunista y un número de políticos independientes mucho más conservadores que el aprismo. En el Perú también se aplicaba la política de "frente popular" que se había desarrollado en Europa en la lucha contra el nazismo. Los integrantes del frente eran: José Luis Bustamante y Rivero, Rafael Belaúnde de la Fuente, Javier Belaúnde, Alberto Ulloa, José Gálvez, Jorge Basadre. Sin duda se trataba de una corriente política y cultural. Se puede percibir que la integración social de Arequipa no era tan polarizada, los intelectuales de los segmentos sociales acomodados querían ver en el pueblo, con mucho paternalismo, una masa de gente sufrida que estaba apta a superarse con el influjo de la educación. En 1945 se necesitaba preparar la sucesión presidencial y el problema fundamental en el nuevo contexto era cómo incorporar al Apra al juego político, puesto que era evidente que no se podía continuar marginando a la fuerza política más importante del país sin
  • 6. cerrar el camino a cualquier intento de democratización. La salida fue la constitución del Frente Democrático Nacional bajo la conducción de José Luis Bustamante y Rivero, a quien secundaba un contingente de intelectuales de tendencia democrática y nacionalista, de por sí débil pero que en las circunstancias de la postguerra inmediata se convirtió en una importante fuerza política. La solvencia moral de este grupo, su prestigio intelectual, su posición de defensa de la soberanía nacional y su abierto catolicismo fueron factores que los hicieron aceptables para todos los actores sociales: la oligarquía, el Apra, el ejército y la iglesia. El FDN triunfó sobre el candidato oficialista, el Mariscal Eloy Ureta - el conductor de la victoriosa guerra contra el Ecuador - por 300,000 votos contra 150,000. El Apra alcanzó la mayoría parlamentaria y con esto la legalidad y el poder. En el campo de la política económica un factor esencial de su identidad ideológica fue la búsqueda de una justicia en la distribución del ingreso que respondería a ciertos ideales éticos, en vez de la aceptación pasiva del funcionamiento espontáneo del mercado. Aceptando medidas tales como los controles de precios e importaciones y dando un sentido favorable a la industrialización interna. El 25 de mayo de 1945 el Apra es reconocido legalmente como Partido del Pueblo. Según su discurso, buscaba hacer del Perú una auténtica nación sobre la base de una economía integrada y gracias a la acción de un estado verdaderamente representativo. Su doctrina implicaba desde un inicio la lucha contra el imperialismo y la oligarquía. La oligarquía tenía intereses diferenciados. Aunque predominaba la vocación liberal en lo económico y había acuerdo en que el estado debía ser pequeño y no interferir en la economía, los sectores ligados al gran comercio importador aceptaban los controles estatales como una manera transitoria de corregir los desequilibrios existentes, se manifestaban partidarios de apoyar a las industrias en actividad y simpatizaban con un dólar e importaciones baratas, que elevaran el volumen de sus transacciones y sus utilidades. En cambio los intereses de la oligarquía agro exportadora eran evidentemente contradictorios con el interés de las mayorías: supresión de todos los controles, ninguna intervención del estado, apertura plena del mercado y dólar caro, para elevar la magnitud de lo que recibían por sus exportaciones. Existiendo cuantiosas necesidades de importación el peligro número uno era la devaluación, fortalecer la moneda en el mercado interno, no obstante el sacrificio que esta medida significara, era imperativo, una cuestión de "indiscutible conveniencia nacional". En cuanto a la política económica de la Sociedad Nacional de Industria tenemos lo siguiente: se recomienda la prudencia fiscal y la concentración de la iniciativa del Estado en obras reproductivas; se opina que los controles deberían ser temporales, aunque un tanto contradictoriamente; se insiste en la elevación de los derechos arancelarios y en la limitación de las importaciones superfluas y competitivas de la industria nacional. Pedro Beltrán fue quien entonces perfilaba mejor un discurso económico. Su credo era decididamente liberal: el estado no debe intervenir y la inversión de capitales debe
  • 7. centrarse donde sea más rentable, no importando si en el Perú o en el extranjero. No hay idea en él de desarrollo de un mercado nacional o de promoción de la industria. La necesidad de defender sus intereses contra los del país llevó a los sectores exportadores de la oligarquía a buscar construir sus propios medios de representación política. Fue así que Pedro Beltrán, el más lúcido representante de esta tendencia, un librecambista formado en la London School of Economics, con intereses en la explotación del algodón, que anteriormente actuó como embajador en Washington, retornó al país convirtiendo al periódico La Prensa en el vocero político de este sector durante las dos décadas siguientes. La situación se precipitó a partir de enero de 1947 cuando fue asesinado Francisco Graña Garland, uno de los directores de la empresa que publicaba La Prensa. La oligarquía tiene su mártir y las sospechas de su asesinato recaen sobre el Apra. La derecha toma la iniciativa política contra el Apra y el gobierno. La economía de controles impuesta sólo había producido una corta bonanza. Así la oligarquía y la derecha se unen para liquidar al aprismo. Beltrán propuso la Alianza Nacional. Acuden a su llamado la Unión Revolucionaria, el Partido Social Republicano y el Partido Socialista Auténtico. La derecha comienza a ser hegemonizada por los exportadores, que querían convertir el antiaprismo en liberalismo económico y autoritarismo político. El 28 de julio de 1947 el congreso no puede reunirse por el boicot de los representantes independientes, algunos de ellos elegidos con votos apristas. Los senadores independientes no se presentan a la instalación de su Cámara, tampoco lo podía hacer la de Diputados. La derecha lograba neutralizar el congreso y el Apra perdía la cuota en el poder que el compromiso de 1945 le había asignado, los intentos de reabrir el parlamento fracasan. El senado exige condiciones que equivalen a que el Apra renuncie al poder legislativo. Entre enero y noviembre de 1947 la movilización popular alcanza su más alto nivel, produciéndose en un clima democrático. Ante la elevada inflación, las organizaciones sindicales presionaban por el cumplimiento de los pactos colectivos o por obtener mayores remuneraciones o el reconocimiento legal de sindicatos. Fracasó un intento de huelga promovido por el aprismo apoyándose en demandas reivindicativas de los trabajadores, para presionar por la reapertura del parlamento. La Central de Trabajadores del Perú (CTP), controlada por el Apra, llevó adelante las luchas. Entre agosto y diciembre de 1947 el costo de vida asciende en 55%, cifra enorme para la época. Fue importante el caso de la hacienda Cayaltí en el departamento de Lambayeque, que forma su sindicato en 1945. En 1946 el sindicato va tomando fuerza, es en 1947 que presentan su pliego de reclamos. Como no fueran escuchados entran en huelga, la cual se levanta dos días después. Sus dirigentes son despedidos. Luego de larga lucha sindical, donde el aprismo tenía fuerza preponderante, finalmente, en abril de 1947 negocian el aumento del 10% y 15% en sus salarios. Entonces se produjo una huelga general en Lima, agosto - setiembre de 1947, ante el despido de dirigentes sindicales de las empresas Field, Poblete, Santa Catalina y Rayón. La Unión Sindical de Trabajadores de Lima (USTL), y la CTP (la central aprista) se hacen parte del conflicto: la primera anuncia que irá a la huelga en caso de que no se reponga a los dirigentes sindicales. El 24 de agosto la USTL da un plazo de huelga de 72 horas. Una serie de gremios deciden apoyar la iniciativa: construcción civil, gráficos,
  • 8. choferes, hoteleros, yanaconas, empleados particulares, etc. El 28 de agosto empieza la huelga y otra serie de gremios convocan a asambleas a fin de respaldarla. Un empresario de la gran oligarquía, Gildemeister, origina la llamada "batalla de las divisas" al negarse a entregar los dólares obtenidos por Casagrande al gobierno, en una actitud abiertamente sediciosa. El objetivo es terminar de arrinconar al gobierno y obligarle a levantar el control de cambios. En junio el general Odría, el miembro más caracterizado del gabinete militar de Bustamante, exige poderes amplios para reprimir al Apra eliminándolo de la vida civil. El 6 de setiembre el gobierno dicta un conjunto de medidas cuyo propósito es buscar reconstruir un acuerdo a través de una serie de concesiones a la derecha, entre ellas entregarle el 35% de las divisas en certificados que podían cambiar a precios de mercado libre. Las medidas tenían incluso el aval de Fondo Monetario Internacional. Ese fue el contexto del fin del gobierno de Bustamante y Rivero. Como se repetirá a fines de siglo, una situación de crisis dentro de condiciones democráticas, conduce a soluciones autoritarias, que contaron con apoyo popular. • El Apra y las revoluciones: el 3 de octubre de 1948 y sus antecedentes Esta parte de la historia del Perú contemporáneo, la historia inmediata, comienza en realidad con un intento de sublevación fracasado. Fue el 3 de octubre de 1948. La dirigencia partidaria del Apra había hecho alianzas tácticas desde 1936, cuando apoyó al señor Eguiguren, en 1939 dio la consigna de votar por Manuel Prado, representante de la oligarquía y en 1945 participa del frente que lanza a Bustamante. Sólo entonces logró acceso al poder. Luego su práctica política llevaría al partido por senderos inesperados de alianzas, que le dieron una mala fama política. En el Perú, las alianzas y el diálogo político han tenido un efecto negativo en la opinión pública. Vistas como traiciones, componendas o por lo menos como tácticas oportunistas, las conversaciones y acuerdos políticos tuvieron "mala prensa". Visto ese comportamiento a largo plazo, se parece mucho a las maneras como los políticos de fin de siglo visualizan su práctica: la tolerancia, las alianzas, la solución de los conflictos, los consensos. Pero en las décadas anteriores, donde la polarización era el signo, ese pragmatismo aprista, en busca del poder que no conseguiría sino en 1985, significaba poco menos que una traición y una inconducta política. Sus bases así lo percibieron. Durante el periodo en que lograron cuotas de poder, entre 1945-48, las bases apristas se prepararon para la revolución social que todavía la teoría aprista preconizaba. La dirigencia mantiene una actitud doble, pone trabas para no enemistarse con sus aliados, pero a la vez no desalienta a sus bases, preparadas en la filosofía de tomar el poder. Al romper el partido con el gobierno, la dirigencia preparó a su gente para dar un golpe de estado que les permitiera tomar el poder, estrategia que antes habían empleado en 1934. Moviliza a grupos militares y civiles que había organizado el Comando de Defensa del partido (donde militaban los que los enemigos del partido llamaban "búfalos" en recuerdo del alias del líder de la revolución trujillana de los años 30). Pero estos cuadros tenían una actitud revolucionaria que podía no ser controlada. Por ello la
  • 9. dirigencia y Víctor Raúl Haya de la Torre concretamente, se avinieron a la conspiración para lograr que jefes militares dieran el golpe. Los revolucionarios apristas, percatados de las maniobras, se lanzaron a la acción. Aunque algunos han sostenido que tuvieron instrucciones para hacerlo de parte de la jefatura, eso no se puede saber hasta que la investigación lo delibere. La madrugada del 3 de octubre se sublevó la escuadra en la rada del Callao. Buques fueron a Chorrillos, amenazando con bombardear la Escuela Militar. Otros barcos hicieron uso de la artillería contra la infantería acantonada en el Callao. La Escuela Naval de La Punta cayó en manos de marineros revolucionarios del arsenal naval y de Defensa de Costas. Grupos civiles de apristas entraron al Real Felipe y tomaron armas que allí se encontraban para apoyar a los marineros. En Lima las fuerzas de choque debían actuar como en el Callao. Pero según Víctor Villanueva, cronista de los hechos de armas apristas, la dirigencia partidaria comenzó a desactivar el movimiento. La sublevación fracasa, la represión fue inmisericorde y la Marina quedó muy golpeada por la conspiración de la tropa. La ruptura y enfrentamiento entre las Fuerzas Armadas y el aprismo se hicieron insalvables y más profundas, no se saldarían sino a fines de la década de los 70. Veamos los antecedentes de este comportamiento de la dirigencia y la decidida entrega a la rebelión que mostraban las bases del partido. Remontémonos a 1934, en la sierra central y sur central, una revolución fracasada que es poco conocida en los anales de la historia del partido aprista y del Perú. Un movimiento más vasto y planificado que la rebelión trujillana, trágicamente culminada en 1932. Careciendo de Universidad, los jóvenes de la élite huamanguina deben estudiar en Cuzco y Lima. Así, San Marcos y San Antonio Abad forman los abogados que ejercen en Huamanga, a la vez que el Apra, en crecimiento organizativo sostenido, los politiza. Los abogados apristas son el punto de partida de la organización partidaria regional y uno de ellos, Arístides Guillen, proveniente de una familia de hacendados, será el líder máximo de la revuelta de 1934. De la misma manera el magisterio es centro de acción del Apra aunque nunca llega, como en la relación del SUTEP con el grupo "Patria Roja" de los 70, a monopolizarlo. Los colegios secundarios más importantes de la región, el Vigil en Huanta y el San Ramón en Ayacucho, funcionaron desde los años 30 hasta los 80 bajo fuerte influencia aprista ejercida por algunos maestros militantes; estos colegios se convierten en centros de formación de cuadros juveniles. La FAJ, punta de lanza del movimiento de 1934, estaba compuesta por jóvenes estudiantes universitarios y secundarios. Con periódicos, revistas y semanarios regionales, el APRA prepara a su militancia y a las sociedades regionales como las de Huamanga, Huancayo, Huancavelica, para la toma del poder. Mostrando la eficacia de su organización regional, contando con el apoyo de buena parte de la élite local y disponiendo de cuadros juveniles universitarios y secundarios, algunas ciudades esperaban ser tomadas por las armas en 1934 con un costo de sangre relativamente bajo. El partido aprista había entrado en una etapa de acción revolucionaria tan pronto perdió las elecciones contra Sánchez Cerro. La situación nacional, luego del asesinato del
  • 10. presidente electo, era sumamente delicada. Recordemos que la crisis de 1929 había liquidado la economía y el sistema político se derrumbó dos años más tarde. Pasada la situación revolucionaria y de transición, los apristas se abocaron a la tarea del fortalecimiento partidario y a la preparación de medidas de lucha, incluso la directa y revolucionaria. Como fruto de esa política interna partidaria, apareció consolidada una agrupación muy combativa y preparada, la Federación Aprista Juvenil (FAJ) que reunía en sus filas a los cuadros jóvenes del partido, los más radicales y decididos. La lucha política en 1934 era caracterizada por la sordidez de las acciones tanto del bando conservador y militar que controlaba el poder, como las de las facciones revolucionarias, del comunismo y del aprismo. Los comunistas no tuvieron una presencia importante en la sierra sur central, salvo algunos atisbos en Huanta. Mientras, en Ayacucho, la prédica aprista había prendido entre la juventud de las familias más arraigadas. Los jóvenes ayacuchanos fueron reforzados por cuadros de envergadura y mucha decisión que llegaron de Lima. Con esa base partidaria, el arraigo que tenían los jóvenes más vinculados con el conjunto regional hizo lo restante para que, dada la instructiva central de revolución, la chispa, que era de intención partidaria y nacional, encendiera un movimiento mayor al partidario y de carácter regional. El diario regional más regular de la época en Ayacucho, el periódico El Pueblo, recién pudo informar dos días después sobre los sucesos del 26 de noviembre. Su versión era muy aséptica, pero de alguna manera era la "oficial" en la región, desde las autoridades, funcionarios y las mismas familias cuyos jóvenes habían dirigido el putch. Decía El Pueblo: “el 26 en la mañana se produjo en la ciudad una situación anormal inesperada". Lejos de Lima, con las dificultades de comunicación de las que hemos hablado, los sucesos tomaron la forma de un evento absolutamente regional. Fue una verdadera revolución local, con la ciudad tomada por los jóvenes apristas que se constituyeron en el orden revolucionario, controlando los focos de poder: la prefectura, la comisaría, la caja fiscal y el municipio, además los correos y telégrafos fueron intervenidos y controlados. El periódico decía que la situación había sido "inesperada". Pero el éxito de la asonada nos revela lo contrario. Hubo alarma, es cierto -y como lo dice el periódico- pero también hubo júbilo, un soterrado apoyo y desde luego un éxito estratégico que desde el mismo lugar no pudo ser vencido sino cuatro días después, cuando el ejército desde Lima y Huancayo, usando la lenta comunicación vial, llegó para quedarse, restableciendo la "normalidad" por un año largo. La asonada comenzó en la madrugada, a las 3 de la mañana para ser más exactos. Los puntos neurálgicos del ataque eran, la casa del prefecto departamental y el cuartel Santa Catalina, donde funcionaba la comisaría. En Santa Catalina, quien comandó el ataque fue un huaracino, cabo del cuerpo de seguridad, es decir, miembro del mismo cuartel que se atacaba, llamado Teófilo Cueva Sánchez. Un clase militar, migrante de la sierra norte, aprista convencido pero revolucionario profesional, era la cabeza visible, pero quienes portaban las armas y llevaban la voz cantante eran los jóvenes de élite regional, entre los cuales, el joven fajista Félix Jáuregui Oré. Chico de la élite regional, Jáuregui cayó en el combate, junto con el guardia Manuel Matos, los mártires de ambos bandos. El prefecto, señor Demetrio Vega, fue hecho prisionero, y en la tarde del mismo día los combates seguían, con fuego a discreción desde las posiciones del orden y de los rebeldes. Recién en la tarde cayó el cuartel y, para informar del éxito al comando
  • 11. revolucionario, el propio Cueva marchó por la calle, cayendo mortalmente herido por los resistentes policías que estaban acuartelados en el cuartel San Francisco de Paula. Al día siguiente, luego del desconcierto general y con la situación política y militar controlada, los apristas tomaron el local de la prefectura, izaron la bandera roja de la revolución indoamericana y nombraron un comando revolucionario local, encabezado por el verdadero líder aprista, don Arístides Guillén Valdivia quien asumió las funciones de Prefecto y Jefe Militar del Departamento. Jóvenes armados de la FAJ custodiaban los puestos claves y mantenían el orden. Mientras afuera, la juventud ayacuchana entonaba alborozada la marsellesa aprista. El mismo rostro juvenil agitado se notaba entre los muchos hombres armados que entraban y salían del local de la comisaría, entre alborotados y realizados, obedeciendo los dictados de su comando posesionado en la prefectura. El correo fue tomado por el hermano de Guillén, la tesorería fiscal por Salvador Ivazeta. La comisaría quedó a cargo de Gliserio Añaños, de la misma familia que poco antes había masacrado a los indios de La Mar, cabezas visibles del poder local ayacuchano. Todo fue ordenado, los cargos fueron asumidos con seriedad, el dinero, las armas, las comunicaciones, el mando político, todo en manos del partido pero sobre todo, de los jóvenes de élite local que daban el aspecto general de los comprometidos en la revuelta. Se imprimieron unos afiches que se pegaron en las calles como boletín informativo, señalando el éxito departamental, pero suponiéndolo nacional. A pesar que El Pueblo pretendía que sólo había desconcierto por lo "anormal", lo cierto es que lo que hubo fue un control revolucionario total, con hegemonía, y desde luego temor por lo que venía. El mismo periódico recién pudo decir "se ha restablecido la normalidad" el martes cuatro de diciembre, y sus ediciones no dejaron de salir en los días de la revolución, como fue la del 28. Muy excitados, los cronistas de El Pueblo daban cuenta de cómo la sola noticia de la llegada de los militares fue motivo de desbande general de los revolucionarios. Tanto era el dominio de la situación por los revolucionarios, que el periódico señalaba que de haber informado sobre los sucesos, "hubiéramos tenido que vernos obligados a una información limitada calificando como buenos todos los hechos realizados". Por ello, no se ocuparon de la situación, la vida de Ayacucho en esos días no se detuvo, el gobierno era poder de los jóvenes revolucionarios. Sin embargo, tan pronto se escuchó el ruido de los motores del ejército, los pocos hombres armados del cuartel tomaron la alternativa de la fuga. Antes, los jefes, los hijos de los hacendados, fugaron hacia sus propiedades en el campo. Según la prensa oficial, de la tesorería fiscal salieron camiones con dinero que los revolucionarios se llevaron. Algunos ejemplos muestran los ecos de la fracasada rebelión. La Abeja, un periódico que tiraba 1,000 ejemplares, del 28 de enero de 1935 hablaba de los "Ecos del fracasado movimiento revolucionario del 26 de noviembre [de 1934], organizado por los apristas en esta ciudad -- El joven José Vega hijo del señor prefecto sigue hospitalizado por la gravedad de la herida." El hijo de Vega y el mayordomo del prefecto cayeron heridos de bala en la madrugada al tratar de rescatar al padre que estaba en manos de los facciosos a eso de las 4 de la mañana. El teniente Cabrera también avanzó para rescatar a Vega pero no pudo, teniendo que replegarse. En el cuartel tomado, tenían al prefecto. Cabrera y el Capitán Velarde, resistieron en sus puestos con siete guardias hasta las 10, pero a pedido de un grueso número de comerciantes, a fin de evitar mayor derramamiento de
  • 12. sangre, se rindieron. Los mantuvieron presos hasta el 29 de noviembre, junto con los "comerciantes extranjeros" T. Ishikawa, Héctor Copello y Nicolás Chiarella. El día 30 son liberados y el prefecto retorna a su sede donde quitan la "bandera roja" del Apra. Frente al antiaprismo que creció luego de la acción, otros, indigenistas connotados, más bien hacían una labor de agitación y propaganda. Como el caso del diario El Pockra. Se trataba de una publicación quincenal, Órgano de la Sociedad Pokcra amante del indio. Víctor Navarro del Águila era su director. En sueltos de la primera y última página vienen unos párrafos: "El A.P.R.A. es el único partido nacionalista que encarna las aspiraciones del Perú". "El A.P.R.A. enuncia construcción, unidad, progreso de la nacionalidad." En el campo y los pueblos, la situación fue similar, los jueces, los policías y los curas, siempre agrupados con los poderosos, se afiliaron a los hacendados, como ocurrió en La Mar, donde los Añaños dominaron la situación. La noticia de la fiereza con la que actuaron los apristas en Huancavelica, donde el saldo de muertos fue mucho mayor, ayudaba a evitar que la gente que no estaba implicada pusiera resistencia al control aprista. En Huancavelica, bajo la dirección de Cirilo Cornejo, asesinaron a policías y al cura (cinco muertos), con ensañamiento. En Ayacucho un guardia civil murió por las balas apristas. Cirilo Cornejo terminó sin embargo en el Senado en 1945. Fue detenido antes, en 1938 por la guardia civil de Huanta, junto con Felix Dolorier Romani Pero la llegada del ejército significó como dijimos el desbande general. Lo cierto es que si bien la revolución regional fue un éxito, la asonada nacional o no se había producido o había sido derrotada. Los únicos que tenían el control de la situación eran los apristas de Ayacucho y Huancavelica. La situación de control regional no era suficiente, la llegada del ejército, profesional y en el poder del estado, fue suficiente para que todos los cuadros se desbandaran y la ciudad, silenciosa, aceptara la presencia de los nuevos ordenadores. En Lima, el propio presidente Benavides informaba a la nación de los sucesos, aceptando que la revolución había sido un hecho en la sierra sur central y que de inmediato puso todo rigor en reprimirla. Los periódicos de Lima informaron en primera plana sobre los hechos, día a día. Se tuvieron que quedar los militares un año en la localidad, remplazando el poder local, reconstruyéndolo, reprimiendo a la manera en que entonces se usaba, sin democracia alguna, pero conciliando con algunos sectores del poder local, que habiendo participado de los hechos, no perdieron su situación privilegiada dentro de la localidad. La dirección aprista nacional guardaba silencio. Los revolucionarios locales, solos, pagaron caro su arrogancia y otros salvaron su situación poniéndose a buen recaudo en las haciendas de sus familias. El tribunal de justicia dejó de funcionar sólo el mismo día 26 de noviembre, aunque en la tarde, el Juez Instructor procedió a organizar la respectiva instrucción de los hechos de sangre de la madrugada. El tribunal regional tuvo que hacer comunicaciones oficiales a la corte suprema y al ministerio para levantar acusaciones de las que fue objeto. Los jueces no dejaban de calificar de atroces los actos subversivos, peculiarmente los de Huancavelica, pero, como expresión del poder local, sus miembros estuvieron en el ojo de la tormenta, sospechosos de apoyar a la sublevación.
  • 13. Fue el caso de los jueces de primera instancia de Víctor Fajardo y Angaraes. El de Víctor Fajardo fue detenido en enero de 1935, acusado de participar en el movimiento de Huancapi. El cuerpo de seguridad lo detuvo en el cuartel y fue trasladado a Lima, como varios otros en condición de reo sujeto a la ley de emergencia que regía para enfrentar al Apra. En diciembre, en Lircay, el subprefecto hizo detener al juez de Angaraes. El propio subprefecto era el acusador, convirtiéndose en juez y parte. No comprobaron nada en cuanto a la participación del letrado, pero igual fue trasladado a Lima. El vocal presidente defiende a los letrados, sosteniendo que se trataba de vendetas locales. Porqué no -se preguntaba- se entregó al sospechoso a la autoridad competente del juez instructor militar, esperando que se marchara para que la autoridad política sin control alguno y como parte la emprendiera contra el juez. La situación era extendida, convirtiendo la secuela del movimiento en un enfrentamiento entre jueces legalmente constituidos y subprefectos del régimen dictatorial. En Parinacochas, el juez suplente, Dionisio Salas, fue también detenido por el subprefecto por 10 días, acusándolo de comunista, como se extendía en toda la zona y tener comunicación con el Apra en Coracora. Una verdadera caza de brujas, que cobijaba enfrentamientos entre poderes locales pues Salas había llevado adelante una instrucción criminal contra el entonces subprefecto por ataque a mano armada y lesiones en agravio de un vecino de la localidad. El líder máximo del movimiento, Aristides Guillén Valdivia, busca refugio en la hacienda familiar en la zona del río Pampas. Allí será capturado por el ejército. Otros líderes se internan en la selva en proceso de colonización del Río Apurímac. Ese fue el antecedente revolucionario de la asonada del Callao del 3 de octubre de 1948. La historia del partido Aprista, en su vínculo con las historias locales, está todavía por hacerse. • Odría en el poder El Frente Democrático duró apenas tres años en el poder y sucumbió ante el golpe de Estado del Ministro de Gobierno Manuel A. Odría, en octubre de 1948. Esto fue la consecuencia de un progresivo proceso de polarización social y política y de incapacidad de los actores políticos de construir un consenso mínimo, que hubiera permitido procesar democráticamente las innegables diferencias de objetivos de los actores sociales que operaban. Esto propició choques entre los ministros de Bustamante y el parlamento controlado por el Apra, pues los intentos de equilibrar el presupuesto a través de una contracción de gastos públicos fueron rechazados por el Apra, que desde el parlamento desarrolló una política de incremento de los salarios compensada únicamente con la elevación de la tributación de los exportadores y el control de cambios que de por sí eran insuficientes. En el folleto que escribió en 1949 el presidente Bustamante explicando la experiencia de su gobierno afirmó que las presiones apristas hicieron imposible la salida democrática, contribuyendo con la oligarquía a la salida dictatorial por su inconsciencia.
  • 14. Luego de su levantamiento en Arequipa, conocido como la "revolución restauradora", Odría tuvo un efusivo recibimiento en la capital. Aseguró que su gobierno sería el más breve posible, a la espera de restaurar la democracia constitucional. El plan de la revolución fue de eliminar los controles de cambio, de importación y de subsidios a los productos alimenticios. El 3 de diciembre de 1948 Odría concede a los exportadores el 55% de las divisas en certificados canjeables a precios de mercado libre, pero pocos días después decreta que el 30% de las utilidades sea distribuido entre los empleados y obreros de las empresas. En un año los exportadores habían conseguido imponer sus intereses pero aún querían más. Presionan por la reducción de los impuestos que pagaban y trataban de crear las condiciones para asumir directamente el poder. Pero Odría no cede en ninguno de los dos puntos. El intento de formar una fuerza política que lleve al poder a un exportador en unas elecciones en las que el Apra fuera excluida es frustrado con la negativa de Odría a derogar la ley de seguridad interior y la deportación del estratega de la Alianza Nacional, Eudocio Ravines, el 6 de abril de 1950. La oligarquía logra imponer pues se credo económico pero no logra controlar directamente el poder. Su fracaso debe atribuirse a su incapacidad para pensar la política como algo más que la defensa de sus intereses excluyentes, como lo demuestra el análisis del programa de la Alianza Nacional. Constitucionalización del régimen Con el golpe militar de Odría terminaba una época de la historia inmediata del país. Las políticas económicas de los nuevos actores políticos, junto con el Apra, procuraron una reorientación de la economía hacia la industrialización y la redistribución del ingreso. En medio de una gran agitación social y política, al inicio de la posguerra en el mundo, el proyecto contribuyó al nacimiento de buena parte de la industria peruana de hoy. La "revolución" restauró a la oligarquía en el control del país. Pero no sería por mucho tiempo. Para legitimarse, Odría debía dejar la presidencia, hacer lo que se conoció como la "bajada al llano". En 1950 con el fin de lograr ese objetivo, Odría dejó momentáneamente el mando del gobierno a su adicto Zenón Noriega. Renunciante Odría sale ganador de las elecciones por ser el único candidato. El general Ernesto Montagne, candidato opositor fue impedido de participar en las elecciones y luego detenido por "causar disturbios" en Arequipa. Por el Art. 53 de la Constitución se puso fuera de la ley al Partido Comunista y al Apra. El 28 de julio de 1950 Odría es ungido presidente constitucional. Arequipa 1950 Durante la época colonial, el espacio del sur peruano fue organizado por la influencia del mercado de las minas de Potosí, pero esa presencia fue declinando, desde entonces, la economía regional se articuló alrededor de la venta de lana, por todo el siglo XIX. Durante la primera guerra mundial el comercio lanar aumentó, lo que dinamizó la
  • 15. economía arequipeña, pero después se deprimieron las exportaciones. En la década del 40 se acentúa la caída de las exportaciones de lanas y cueros, convirtiéndose en producto industrial de consumo local. Esto impactó los intereses económicos de diversos grupos urbanos de Arequipa. Por otro lado, a nivel nacional por el desigual dinamismo exportador, más intenso en el norte, y por la política vial y la tendencia a la urbanización, se sentaron las bases en favor de la sustitución de las importaciones, que arruinaron las producciones locales. La expansión industrial y capitalista de la economía peruana había privilegiado el espacio constituido por Lima y Callao. Ese proceso es el telón de fondo de la formación del Partido Liberal, instrumento de lucha de los profesionales radicales y el artesanado arequipeño. Fundado en 1901 sus dirigentes fueron Lino Urquieta y Francisco Mostajo. Los efectos de la política económica serán en general ampliamente desfavorables a la industria peruana que producía para el mercado interior, nacional, regional o local. Al confirmarse la "libertad de comercio", las mercancías producidas en el exterior tuvieron mejores condiciones de ingreso en el mercado nacional y desplazaron a la producción nacional. Las provincias se vieron afectadas por el incremento de los precios que el monopolio impuso a diversos productos. Además las medidas económicas dictadas por el gobierno estimularon una crisis económica en el sur. La lucha por la descentralización se hará más intensa. En primer lugar, la necesidad de transformar las relaciones sociales en le campo, con respecto a la raza indígena. En segundo lugar modificar la naturaleza del Estado dando funciones a las regiones. En tercer lugar una distinta política económica. En 1950, Arequipa se levantó. Violentamente, en choques con la policía, el pueblo salió a las calles, destacando los estudiantes del colegio nacional de la Independencia que empezaron las protestas por asuntos de pensiones y currículum, el 12 de junio iniciaron una huelga donde presentaron su pliego de reclamos. Fueron reprimidos, pero la chispa de la protesta popular se había prendido. El ejército tomó las calles y en la plaza central, cuando se acercaba a parlamentar con la jefatura de la tropa, el intelectual católico Arturo Villegas fue abaleado y muerto, lo que todavía indignó más a la población. Se había constituido una suerte de gobierno civil en la Municipalidad bajo la conducción de Francisco Mostajo. El día 14 la muchedumbre aceptó el planteamiento de Francisco Mostajo para formar una Junta de Gobierno Local donde estarían representadas las diversas instituciones gremiales de la ciudad. El prefecto Meza Cuadra tuvo que renunciar y se puso a la cabeza de la plaza militar al comandante Genaro Cardeña. La respuesta del gobierno central llegó el día 14 cuando tropas del ejército atacaron al pueblo. Se ha calculado que habrían muerto 80 civiles y un número mayor de militares. En Lima se esperaba un alzamiento popular como el arequipeño, y ello se avino a prevenir la dictadura, acusando de los hechos a la Liga Democrática, encarcelando a sus líderes, incluido su candidato el general Ernesto Montagne. Las medidas económicas en el ochenio Junto con la bonanza económica que significó el ingreso de divisas por las exportaciones de minerales, la tendencia populista del mandatario y las presiones por
  • 16. modernizar la economía de diversos y nuevos agentes económicos, fueron factores que hicieron del ochenio un periodo de abundantes medidas de política económica. Al poco de instalada, la junta Militar prohibió mediante Decreto Ley Nº 6 la iniciación de juicios de Avisos de despedida de casas-habitación. Se ordenó la elevación de salarios del 33% al 70 % a las víctimas de accidentes de trabajo. Elevación de indemnización en caso de incapacidad absoluta y permanente. Por Decreto Ley Nº 13 (10902) se establece el Seguro Social Obligatorio del Empleado para el sector público y privado. Algunas muestras del cuidado de la legislación del trabajo. Además se dictaron disposiciones para intensificar la producción pesquera, de esta manera se salvaba la deficiencia respecto a la difusión del consumo de alimentos ricos en proteínas. Se tomaron medidas necesarias para proceder a las obras de irrigación del valle de Piura. El Fondo de Educación Nacional financia la construcción de unidades escolares, para acoger una demanda de 50 mil niños. No había terminado el año y en diciembre de 1948, se nombra una comisión especial encargada de elaborar un ante-proyecto de Ley de Petróleo. Asimismo el 23 de diciembre se crea el Ministerio de Hacienda y Comercio, administrando los asuntos de orden económico y financiero del país. Con todo esto, se nota el empeño que el mandatario tenía para hacerse de un caudal de aceptación en las ciudades y encarar el desarrollo de los sectores productivos con una política económica agresiva y un robustecimiento institucional del estado. Se elevó al 55% el porcentaje de certificados de divisas que recibirían los exportadores y en agosto 1949 se reconoce la necesidad de incentivar la minería como fuente de divisas obteniendo el 100% de divisas para la exportación minera. En 1949 la dación de normas importantes en cuanto a reformas administrativas y fiscales, fomento a la producción y obras públicas, continuó. La Junta Militar destinó S/. 12'000,000 a la terminación de las obras del ferrocarril de Matarani a La Joya, constituyó el estanco de los vinos y licores importados y el estanco de la coca. Se creó el Ministerio de Trabajo y Asuntos Indígenas para atender los problemas de carácter social de un país que se transformaba a mayor velocidad. En un año el Perú logró (Sep. 48 - Nov. 49) culminar exitosamente el proceso de liberación de la economía nacional del control de la moneda extrajera y volver a la libertad de cambios. El gobierno que llevó adelante Odría en lo económico, con los lógicos cambios que una legislación más amplia sobre los factores de la producción significó, terminó retornando al espíritu del sistema productivo anterior, confiado en el sector exportador como el mejor impulso del desarrollo. Para ello se redujo los impuestos que lo gravaban, se devaluó la moneda nacional (de 6.50 soles el dólar a 19 soles en 1955), se liberó el tráfico de divisas y se dictaron los nuevos códigos de minería (Decreto Ley No 113579) y de petróleo en 1950 y 1952. El gobierno se retiró del control de yacimientos como el de Marcona, que pasó a manos de una empresa norteamericana en 1952. Del mismo modo las importaciones se desarrollaron con total libertad. Junio 8 de 1949, el gobierno contrató al norteamericano Juluis Klein con una Misión Económica y
  • 17. Financiera permaneciendo hasta 1955, presentando su primer informe el 5 de noviembre, señalando que la inflación era la causa de los males económicos del país. Julio 15, Decreto Ley Nº 11061 el estado entraba a poseer todas las tierras de la República, mientras que aquellas que tenían dueño debían pagar al Estado un impuesto anual que podría ser de diez a cincuenta soles por hectárea en tanto los terrenos se mantuvieran eriazos. Los impuestos estaban destinados al Plan Nacional de Irrigación. No se permitía a las tierras en estado eriazo permanecer sin el debido estudio de irrigación, que se debía realizar antes que cumpliera el plazo de un año. En julio 8 de 1955, Odría dicta la última ley para el desarrollo económico, la de Industria Eléctrica, Ley Nº12378 que incluyó la revisión de las tarifas cada tres años, bajo la base de resultados anteriores. Durante el gobierno del general Odría se propuso la constitución de una comisión consultiva del Ministerio de Hacienda y Comercio para solucionar los problemas financieros y económicos. La función era reorganizar los sistemas económicos, financieros y administrativos, especialmente en el campo monetario y presupuestario, revisar las regulaciones, prácticas comerciales y aduaneras. El apogeo económico de este gobierno se dio entre 1953 y 1955, la oposición usó el lema "pan sin libertad" en contraste al de "libertad sin pan" del régimen de Bustamante. En opinión de Rómulo Ferrero la política económica del general Odría, se resume en tres factores básicos: el retorno al régimen de libertad económica, que implicó la eliminación de los controles de precios, de cambios y de importaciones y la supresión de los subsidios a los artículos alimenticios; el aumento y la diversificación de las exportaciones nacionales, y en tercer lugar, las fuertes inversiones del exterior, atraídas por el clima de libertad económica y estabilidad económica que reinaba en el país. Respecto al crecimiento del PBI no fue uniforme en todos los sectores de la economía pues fue más bien el resultado de desarrollos contradictorios entre sí. El aporte de la industria manufacturera y de la minería superó por márgenes de cierta importancia el crecimiento promedio del período, el de las actividades agrícolas y ganaderas estuvo por debajo del mismo. La minería tuvo un resultado muy favorable en la producción, en 1952 se firmó un contrato con la Marcona Mining Co. subsidiaria de The Utah Construction Company de los Estados Unidos, para la explotación del yacimiento de mineral de hierro de Marcona. El petróleo llegó a una producción de 14.1 millones de barriles en 1948 a 18.4 millones de barriles en 1956. La industria manufacturera alcanzó importante resultado en los grupos de alimentos y bebidas, de textiles, de manufactura de metales y de productos químicos, que incrementaron la producción y el ingreso. La industria pesada estaba conformada por tres fábricas de cemento y varias plantas dedicadas a la producción de ácido sulfúrico y otras sustancias químicas. Odría se apoyaba firmemente en el capital extranjero, y la coyuntura internacional de buenos precios de las materias primas, consecuencias de la intervención norteamericana en la guerra de Corea, le es propicia. En el presupuesto de 1949 el gasto público crece en un 45% con relación al año anterior y entre 1950 y 1955 su peso promedio al año es del 13% del producto bruto anual.
  • 18. El fin del ochenio El talante represivo y dictatorial del gobierno de Odría estaría encarnado en la figura de uno de sus principales colaboradores, Alejandro Esparza Zañartu, Director de Gobierno, "ojos y oídos" del dictador, surgido de una aristocracia regional venida a menos en Cajamarca, civil jefe de los servicios de inteligencia que formó Odría, se ensañó con los conspicuos asistentes al Club Nacional, cuando el 14 de junio de 1950 tomó sus instalaciones y detuvo a los militantes de la Liga Democrática. Luego sería el encargado de establecer la tortura como método político policial de investigación y represión. Dentro del régimen no dejaron de presentarse contradicciones, al punto de separarse los aliados básicos de un inicio. La acusación al general Zenón Noriega en agosto de 1954 de encabezar una rebelión, condujo a quien fuera el brazo derecho del dictador a ser destituido de su cargo de Primer Ministro y Ministro de Hacienda y exiliado a Estados Unidos. En 1955 se pide la derogación de la Ley de Seguridad Interior de la República y la modificación del Estatuto Electoral así como una amnistía política para que se realizaran las justas electorales. Esta ley no sería cambiada se había creado "para contener el terrorismo y el crimen desatados por el APRA y calmar al terror y las angustias precisamente de aquellos que hoy piden su derogatoria". Se anhelaba el retorno de la democracia como lo confirmaba la organización de la Coalición Nacional, cuyos integrantes eran Pedro Beltrán, Pedro Roselló, Manuel Mujica Gallo. Odría se vio obligado a negociar una salida política cuando su proyecto mostraba evidentes signos de agotamiento. Convocó a una reunión de notables en el Convento de Santo Domingo en 1955. De allí saldrá el acuerdo que permitirá la transferencia del poder. Pero nuevamente se impone la necesidad de integrar al Apra a la negociación, pues cualquier salida democrática que margine a la fuerza política más importante del país carecerá de estabilidad. El candidato oficialista, Hernando de Lavalle, representante de la alianza oligárquico - imperialista, ofrece a los apristas el retorno a la legalidad. Manuel Prado Ugarteche, el representante de la fracción "nacional" de la oligarquía les ofrece el cogobierno y es elegido con el 45% de votos surge así la alianza política conocida como la "convivencia". En 1956 aparece también un nuevo protagonista en la lucha electoral. El arquitecto Fernando Belaúnde con una breve campaña alcanza 36% de los votos. Nace así Acción Popular. A su lado se forma la Democracia Cristiana con la que gobernará a partir de 1963. Por el mismo período se forma el Movimiento social Progresista. El pacto de Monterrico fue la alianza formada por el Partido Aprista Peruano y el Movimiento Demócrata Pradista, apoyados por el general Odría. Los comicios electorales fueron fijados para el domingo 17 de junio, tres fueron los candidatos Manuel Prado y Ugarteche, Hernando de Lavalle y Fernando Belaúnde Terry lanzado en marzo 1956 por el Frente Nacional de Juventudes Democráticas. Hernando de Lavalle, contó con la simpatía oficial y el apoyo de los grupos terratenientes, improvisando un grupo llamado “Unificación”, Manuel Prado fue lanzado inicialmente por el Movimiento Demócrata Pradista que sería apoyado por el Partido Aprista
  • 19. Peruano, ya entonces muy identificado con la guerra fría, desarrollaba una política anti comunista en los sindicatos, controlando los más importantes de ellos, de manera que daba una base popular al pradismo. Odría garantizó la realización de las elecciones. Los candidatos de los comicios electorales fueron Manuel Prado 568,134 votos, Fernando Belaúnde Terry 457,638 votos, Hernando de Lavalle 222,323 votos. Manuel Prado tuvo el apoyo aprista luego que esta agrupación rompiera su compromiso con Hernando de Lavalle. El talante conservador de la figura de Prado fue una de las características más saltantes de la época. Ante la orientación de las fuerzas armadas continentales de propiciar un "socialismo desde arriba" para prevenir el "socialismo desde abajo", la oligarquía por intermedio de Prado buscaba conjurar las amenazas socialistas, viniera de donde viniera. Es conocida la versión de que el presidente Prado se negó en un evento internacional a siquiera pronunciar las palabras "revolución mexicana", porque según decía, se podría interpretar que favorecía así una "revolución peruana". Fue entonces que el 12 de octubre se desarrolla la IV Convención del Partido Aprista Peruano. En ella, importantes dirigentes nacionales presentaron un documento criticando a la cúpula aprista por “haberse aliado a la oligarquía”: Luis Olivera, Ezequiel Ramírez Noriega, Gonzalo Fernández Gasco, Manuel Pita Díaz, Alberto Ruiz Febres, Walter Palacios Vinces, Carlos Malpica y otros, todos procedentes del norte del país; “el grupo de los 23” formó un Comité de Defensa de los principios de la democracia interna del partido que se llamaría “Comité Aprista Rebelde”, conocido como “Apra Rebelde” y finalmente, algunos de ellos dieron orígen en 1962 al “Movimiento de Izquierda Revolucionaria” (MIR). Los que participaron en esa escisión nunca fueron aceptados nuevamente en el partido por el jefe Haya de la Torre, con la excepción de Javier Valle Riestra, que luego sería un importante líder del aprismo en la época que llegó por fin a ser gobierno. • Propuestas políticas surgidas en la década La rebelión contra Bustamante comienza mucho antes del golpe de Odría, estaba apoyada por Pedro Beltrán Espantoso, “barón” del algodón y director de la Prensa, los Gildemeister, los Aspillaga, los Pardo grandes agroexportadores y los miembros de las altas finanzas como los Prado. Estos grandes agroexportadores tenían con Bustamante una gran oposición, al no haberles entregado el total de las divisas de sus exportaciones. Financiando el golpe militar se formó una alianza entre lo que entonces era una oligarquía con el poder militar. Odría establece la Junta de Gobierno, consolidado el régimen, designó a Pedro Beltrán presidente del Banco Central de Reserva, como presidente del Senado a Julio de la Piedra, como presidente de la Cámara de Diputados a Juan Manuel Peña Prado. La oligarquía tenía no sólo el poder económico sino también el político. Además, el nuevo gobierno, expulsó y detuvo a dirigentes políticos apristas como comunistas, el caso de Haya de la Torre, que permaneció 63 meses en la embajada Colombiana (3 de agosto de 1949 hasta el 5 de abril de 1954) llegó hasta la Corte Internacional de Justicia, al final Odría accedió a deportarlo y despojarlo de la ciudadanía peruana.
  • 20. En Julio 1949 se presentó el Decreto Ley “Seguridad Interior de la República”, establecía la pena de destierro, cárcel y la pena de muerte por terrorismo; facultaba a las autoridades policiales a actuar sin la orden de juez, desconocían el derecho de defensa, la libertad condicional y el derecho de habeas corpus. Ante este régimen dictatorial, personajes de la oligarquía comienzan a recelar del gobierno, a partir de 1954 el silencio se apaga ante un conjunto de inquietudes políticas como la Coalición Nacional Organizada por Pedro Roselló en Arequipa. El Partido Demócrata Cristiano (1956) conformado por Hector Cornejo Chavéz, Julio Ernesto Portugal, Honorio Delgado, Mario Polar, Enrique García Sayan, Benjamín Roca, Luis Bedoya Reyes, José Barreda Moller y Roberto Ramírez del Villar. Propuso un cambio en el sistema económico imperante, apoyando su discurso en las encíclicas papales. Otra agrupación que surgió en ese contexto fue el Frente Nacional de Juventudes Demócratas, creado en 1955 a iniciativa del abogado cajamarquino Javier Alva Orlandini, su objetivo era “postular a un hombre joven desvinculado por completo de los grupos tradicionales del poder político y que enarbolara las banderas de la renovación”. Se exigió la derogatoria de la ley de expresión, la amnistía política y la modificación de la ley electoral, en 1956 logró formar lista parlamentaria en 12 departamentos, siendo este partido el germen de Acción Popular que llevó a las elecciones al arquitecto Fernando Belaúnde Terry. El Movimiento Demócrata Pradista bajo la iniciativa de Manuel Cisneros Sánchez y Javier Ortiz de Zevallos, apoyó las pretensiones electorales del ex mandatario Manuel Prado, tenía como anhelo “realizar una obra de unificación y paz nacional”, constituido en setiembre de 1955 en. En agosto 1956 se transformó en el Movimiento Demócrata Peruano (MDP). El Movimiento Social Progresista (MSP) apareció en 1956. Estaba conformada por intelectuales y profesionales, algunos participantes en la experiencia del Frente Democrático cuando Bustamante, con un discurso de tinte humanista, proclamaban la necesidad del socialismo. Entre sus planteamientos estaba la reforma agraria, la idea de la intervención planificadora del estado y la nacionalización de los recursos naturales. Sus integrantes fueron: Santiago Agurto Calvo, los hermanos Sebastián y Augusto Salazar Bondy, Alberto Ruiz Eldredge, José Samanez Concha, Guillermo Figallo Adrianzén, José Matos Mar, Jorge Bravo Bresani, Eduardo Neyra, Adolfo Córdova y Francisco Moncloa Fry. Es notable que la mayoría de las modernas corrientes políticas en el Perú, exceptuadas las del comunismo y el aprismo, que tuvieron su surgimiento décadas atrás, se desarrollan y se expresan en la época de la lucha contra el autoritarismo militar que expresaba el gobierno de Odría. En 1956 pasaron sus primeras armas electorales. Los de centro izquierda apoyaron a Belaúnde, que estuvo cerca de lograr la meta. Los nombres de los jóvenes políticos de entonces, serían luego los de los mandatarios del periodo siguiente. La renovación de la prensa. Opinión pública y política Los antecedentes de la gran prensa fueron las revistas, como Vanguardia, de Eudocio Ravines, la que tenía por nominativo sólo el año, 1947, 1948, 1950, que dirigía Genaro Carnero Checa desde posiciones marxistas, opuestas a las de Ravines, ya anticomunista.
  • 21. La revista de Carnero Checa abrió sus páginas a muy jóvenes colaboradores, que luego serían de los más importantes hombres de la televisión y el espectáculo, como lo fueron Pablo de Madalengoitia y Pepe Ludmir. Alfonso Tealdo que había sido director de Ya, de propiedad de Augusto Belmont (también hombre de radio, quien sería continuado por su hijo Ricardo Belmont en los años 70), sacaba Pan y luego Dedeté (contra todos los parásitos). Fue un auge de lo que se llama prensa pequeña, surgida al impulso de las libertades que trajo en la ciudad, luego de años de represión, el gobierno de Bustamante y Rivero, hasta que la dictadura lo permitió. Pero el más importante de todos los órganos de la prensa chica fue un periódico, Vanguardia, de línea liberal, dirigido por Guillermo Hoyos Osores y donde se inció en la prensa Francisco Igartua, quien al poco dirigiría Caretas y fundaría Oiga. Vanguardia fue clausurado en 1948 y en su reaparición apoyó la candidatura de Ernesto Montagne. La Liga Nacional Democrática, que se había fundado para apoyar la candidatura opositora, que cerrara el camino a la "elección" que pretendía Odría luego de "bajar al llano", sesionaba en las oficinas de Vanguardia, y ahí fue a dar la policía el 14 de junio de 1950, deteniendo a muchos, encarcelando y deportando. Hoyos era un político, formó un movimiento de resistencia cuando Odría reprimió a sus adversarios para hacerse elegir en supuesta lid democrática. Sufrió destierro y luego regresó a la política, no sin antes sufrir carcelería durante la dictadura de Odría, que no sería la última dictadura que enfrentó, pues sufrió su último destierro durante el golpe de Velasco, que lo hostigó y enjuició por mucho tiempo después, por su supuesta participación en el escándalo del Acta de Talara. Un grupo de periodistas, con un estilo, un ideario y nuevas técnicas de comunicación surgió en esa época, junto con los escritores de la llamada generación del 50, ellos mismos también parte de ese fenómeno cultural. De entonces data la Federación de Periodistas del Perú cuyo primer presidente fue Genaro Carnero Checa. Fue en 1950, año en que también se fundó la revista Caretas, cuando la principal forma de comunicación moderna resultaba todavía la radio, que no transmitía sino hasta la media noche, presentando grandes artistas, que incluso venían en gira a Lima, como las jóvenes Lola Flores y Sarita Montiel. Entre las luminarias nacionales destacaba Lucy Smith, quien falleciera misteriosamente en el amanecer de ese año, dejando luego un vals criollo que inmortalizó la congoja que causó el suceso. Igartua había fundado Oiga en 1948, en medio de una dura represión, pretendiendo denunciar las maniobras de los exportadores para conseguir el íntegro de las divisas generadas por sus productos, oponiéndose al mandato del gobierno de Bustamante. "Verdadero objetivo del civilismo: eliminación del control de cambios" rezaba el titular de su primer número. Tres números alcanzó a publicar, hasta que fue clausurada y su director hecho prisionero político. No vuelve a aparecer sino hasta 1962, pues Igartua dirige Caretas desde su fundación con Doris Gibson. En este contexto de las comunicaciones, junto con la efervescencia política de la prensa chica, los grandes medios de comunicación escrita se formaron bajo el control de fuertes imperios familiares, atados a intereses económicos que dominaban en la sociedad peruana. El Comercio ha sido el más representativo y de mayor estabilidad, en manos de una familia, los Miró Quesada, salvo cuando fueron expropiados en 1874, siempre mantuvieron la línea: empresa de carácter familiar, conservadora, de tinte antiaprista. La
  • 22. oposición al aprismo caracterizó la línea del periódico. Se opuso a Benavides a fines de su gobierno por que no ordenó la ejecución del posible asesino de Antonio Miró Quesada, a Bustamante -a pesar que tenía una línea anti exportadora a tono con los planteamientos del diario- por su alianza con el partido de Haya de la Torre, a Odría cuando permitió que el jefe del partido aprista dejara la embajada colombiana luego de años de exilio diplomático. Como luego vinieron las alianzas pragmáticas del Apra, con Prado primero y luego con el propio Odría, el diario se opuso a ellos, desarrollando una campaña de tinte nacionalista en defensa de los recursos naturales, particularmente el petróleo. La batalla cotidiana la libró contra La Prensa y su propietario Pedro Beltrán. El periódico y la familia Miró Quesada han mantenido un prestigio y un aire solemne y señorial que no pudo ser igualado por ningún otro medio de comunicación. Inaugurado el dominio familiar del diario por José Antonio Miró Quesada, fue continuado por sus sucesores familiares hasta Aurelio Miró Quesada Sosa, quien prácticamente nació con el siglo y desempeñaba la dirección a sus 91 años en 1998. Destacaron en el ejercicio del periodismo -además de sus escritos y ensayos en otras ramas de la práctica creativa- Oscar Miró Quesada, el científico del periodismo y Francisco Miró Quesada Cantuarias, el filósofo, hijo del anterior y director del suplemento, entre otros miembros de esta familia de influencia incuestionable en la vida nacional. La Prensa, que surgió a inicios de siglo ligada al Partido Demócrata, fue adquirida por Pedro Beltrán Espantoso en 1948, quien la modernizó y le dio un tono empresarial, anticomunista y pro norteamericano en la posguerra, durante la "guerra fría". Influyó entre los empresarios, siendo la voz de los principales agroexportadores. Beltrán modernizó el estilo periodístico, el contenido de los titulares, más dinámicos y asequibles a al público. Captó la mayor cantidad de avisos: en 1968, cuando se produjo el golpe militar, tenía el 40% de los activos, mientras El Comercio sólo el 32% y circulaban 135,000 ejemplares frente a 106,400 de su competidor. Cuando fueron expropiados, su situación se había deteriorado y cuando Belaúnde en su segundo gobierno devolvió los medios de prensa, el diario dejó de circular, los tiempos y las ideas habían cambiado y la modernidad de Beltrán en los 50 se había quedado anticuada. Ultima Hora, vespertino fundado por Beltrán, a cuya cabeza estuvo Ismael Frías, tuvo un inicio poco alentador, hasta que fue dirigida por Bernardo Ortiz de Zevallos y redactada por uno de los renovadores de la comunicación escrita, Raúl Villarán el de los titulares explosivos y dicharacheros, quien capturaba con sapiencia de motivador las primeras planas introduciendo la replana. Villarán estuvo luego en la fundación de Expreso y de Correo. Última Hora se convirtió en el ejemplo de nuevo lenguaje, populachero, de noticias sensacionales y escandalosas, renovó el periodismo haciéndolo menos formal y de más cercanía a lo cotidiano. Fue el diario de más tiraje. Se convirtió en parte de la vida de los limeños, entraba en lo privado y lo ventilaba en público. En ese periódico se hizo famoso en el mundo del "chisme" un periodista, Guido Monteverde, quien desafiara la excomunión impuesta por el Cardenal Guevara al convocar un concurso de mambo en la Plaza de Acho en 1951. Fundaron, entre Monteverde y Villarán, una compañía de revistas, las "Bikini Girls" que se presentaban en el Teatro Monumental ante cientos de espectadores, destacando tres mujeres que fueron el símbolo sexual de la época: Betty di Roma, Mara y Anakaona. Las fotos de esas legendarias mujeres y de muchas aspirantes a ser como ellas, comenzaron a llegar a todas las páginas de Ultima Hora, devoradas por decenas de miles de lectores.
  • 23. La Crónica, que fue fundada en 1912 por Clemente Palma, junto con su famosa revista Variedades, pasó a manos de la familia Larco Herrera y luego, en 1947, a las de la familia Prado, vinculada a las finanzas y la inmobiliaria. Ahí se inició en las letras Mario Vargas Llosa, casi adolescente en 1952. En abril de 1953 se inauguró el edificio del periódico en la avenida Tacna. Ese pequeño corredor de "rascacielos" del costado del "damero de Pizarro", era el símbolo de una ciudad de aires cosmopolitas. Los grandes terratenientes de la sierra invirtieron en ella, esperando tiempos de esplendor urbano. Ahí se instaló La Crónica de Mariano Ignacio Prado Heudebert en un edificio de ocho pisos, con gran biblioteca (que perteneció a Javier Prado Ugarteche) y sala de exposiciones, donde se exhibieron en 1958 las famosas "Vargas girls", bocetos a lápiz del peruano Alberto Vargas (hijo de uno de los primeros fotógrafos peruanos, el arequipeño Max T. Vargas) que triunfaba con ellas en los EE. UU., la asistencia al salón de La Crónica para esas muestras -que contó con la presencia del autor- fue el record de la década. Entre otras de las actividades por las que el periódico marcó la década, fue la celebración de los concursos de "Miss Perú", que coronaba alguna bella mujer para concursar por el cetro mundial de la belleza, de acuerdo a los cánones norteamericanos en los que Vargas destacaba como retratista eximio. La empresa fue competidora de Ultima Hora en la página policial, todo un mundo de la Lima de entonces, que ha sido retratada en la primera gran novela de Vargas Llosa, Conversación en la Catedral. En un tiempo la empresa entró también a tallar en las tardes con La Tercera, vespertino que incorporó los periodistas deportivos que llamaban al interés de los lectores masculinos, destacando Alfonso "Pocho" Rospigliosi. En esta década se realizó el único campeonato sudamericano de fútbol realizado en el Perú. Fue adquirido a través del sistema financiero por el Banco de la Nación y se convirtió en un periódico oficial antes del estatuto de prensa de 1974 como se verá más adelante. Para seguir con la historia de la gran prensa en el Perú, añadamos otras publicaciones de importancia que tuvieron su auge posteriormente a esta década. Correo, fundado por Luis Banchero, cuando era el "boom" de la pesca, a inicios de 1961. Fue muy informado, moderno en sus recursos, sirvió de presión política para los intereses de su dueño. Raúl Villarán fue quien puso a circular Ojo, una Ultima Hora de los años sesenta, sin más que las noticias de su matutino y la inventiva de los redactores. El éxito de este tipo de prensa resistió la masificación y los años, haciendo de Ojo el fenómeno de tiraje de la prensa cuando ésta volvió a manos de sus dueños y entró en una nueva época en los años 80. Expreso, también un medio joven entre los grandes de la prensa, fundado igualmente por un propietario terrateniente de la costa, Manuel Mujica Gallo a fines de 1960. Lo dirigió muy liberalmente José Antonio Encinas, apoyando la candidatura de Belaúnde. Cuando tuvo problemas, también creó su vespertino Extra. Fue adquirido por Manuel Ullos, ligado al capital financiero internacional y hombre influyente en el poder. Ello ocurrió cuando se produjo una crisis en Expreso. En los círculos periodísticos se rumoreó acerca de la desaparición del diario. Por allí circuló el dato de que el diario que dirigía José Antonio Encinas tenía deudas por 48 millones de soles y un déficit para el año de 14 millones. El grupo de Ulloa, que era prominente miembro del gobierno y representante de fuertes intereses económicos, vino a aprovechar la situación y hacerse de un medio de prensa en 1965.
  • 24. Con el golpe y las acusaciones judiciales que le abrieron a Ulloa, el periódico fue expropiado y pasó a manos de sus trabajadores, que formaron un Frente Único en 1970. Luego fue su director el combativo y famoso periodista Francisco Moncloa, que haría la labor política más eficaz y cotidiana a favor de las reformas más radicales de la revolución Velasquista. En julio de 1974, por la nueva ley de prensa pasaron a lo que los ideólogos del régimen llamaban "los sectores organizados de la sociedad". Tuvieron un año de efervescencia política y de creatividad en manos de nuevos directores y redactores, hasta que fueron lentamente "parametrados" a partir del golpe que inauguró la llamada "segunda fase" de la revolución. la prensa monocorde y controlada, con honrosas excepciones, dejaba abierta la puerta para la aparición de algún medio que satisfaciera las expectativas de información libre y crítica, espacio que sólo ocupaba Caretas, muy moderadamente desde que reabrió en 1977. Así apareció Marka, un fenómeno de comunicación, en donde se cobijaron todos los intelectuales de izquierda. Eudocio Ravines: el hombre de la "guerra fría". Tal vez el mejor exponente de lo que fue en el terreno político la influencia de la "guerra fría" en el mundo, fue Eudocio Ravines. Militante comunista en sus primeros años, devino en el mejor comunicador del anticomunismo visceral que patrocinaban los Estados Unidos. Un cambio sorprendente, pero no por ello inusitado en el Perú, donde el Partido Aprista siguió el mismo sorprendente camino. En enero de 1947, Eudocio Ravines se incorpora a la Alianza Nacional, organismo político representativo de los intereses de la oligarquía, y acepta la dirección del diario La Prensa, luego del "crimen Graña" que dejó al diario sin director. Desde La Prensa, Ravines continua su campaña antiaprista y de oposición al gobierno del presidente Bustamante y Rivero. Por ello sería deportado a México después del levantamiento aprista del 3 de octubre de 1948. Con el golpe de Odría, el 27 de octubre, que contó con el apoyo de la Alianza Nacional, Ravines regresa al Perú. Asume la dirección del nuevo Última Hora, desde el cual se opone a que Odría sea elegido presidente constitucional por lo que nuevamente sería deportado a México en abril de 1950. Con la elección de Prado para un segundo período presidencial, Ravines regresa al Perú y se incorpora al régimen. Cambia así de orientación al apoyar la alianza entre sus antiguos enemigos políticos: la oligarquía (Beltrán), el Partido Aprista Peruano (Haya de la Torre) y, los militares (Odría). Su revista de los primeros años de actividad, Vanguardia reaparecería y se publicaría hasta julio de 1963, cuando es remplazado por un programa televisivo con el mismo nombre. Durante este período, Ravines es ya uno de los más caracterizados anticomunistas y un opositor al gobierno del presidente Belaúnde. Tras el golpe militar de Velasco Alvarado, Ravines sería deportado nuevamente a México en febrero de 1969. Por continuar su campaña de crítica desde el extranjero, el gobierno decide declararlo traidor a la patria y privarlo de la nacionalidad peruana en junio de 1970, expediente que siguió con muchos otros políticos y periodistas, más como una muestra de inquina que como un efectivo castigo, que ya lo era y suficiente la deportación. A pesar de los cambios políticos ocurridos luego de la caída del general Velasco en agosto de 1975 y el regreso de los exiliados, Ravines no volvería al Perú ni recuperaría su nacionalidad
  • 25. El sufragio femenino. No es posible hablar de movimientos feministas propiamente dichos en el Perú de la primera mitad del siglo XX. Sin embargo, hubo organizaciones de mujeres, que tuvieron en algunos casos claros planteamientos feministas. Acción Femenina surge en 1936 y en 1952 fue prohibida por la dictadura de Odría. Feminismo Peruano de Zoila Aurora de Cáceres, participó (a través de su líder) en 1942 en la Asamblea General de la Comisión Interamericana de Mujeres, que buscaba la igualdad política y social de las mujeres. En 1946, bajo el liderazgo de Magda Portal, que se distanció de los movimientos femeninos como Feminismo Peruano, el entonces denominado "Partido del Pueblo" organizó una Convención Nacional de Mujeres Apristas. Sin embargo, el partido de Haya de la Torre no hizo nada por el sufragio femenino, ni consideró temas de reivindicación femenina en su ideario. La primera feminista peruana fue sin embargo María Jesús Alvarado Rivera. En 1911 había pedido el sufragio femenino, y sus luchas le granjearon su deportación del país durante el Oncenio. A través de su organización Evolución Femenina, participó en el activismo por la ciudadanía de las mujeres peruanas. En 1945, al poco de regresar de su largo destierro en Argentina, que culminó en 1936, Alvarado logró que Evolución Femenina obtuviera la participación de mujeres en las Juntas Transitorias Municipales. Ella misma es nombrada en uno de los cargos. Por iniciativa del propio Presidente Odría, el Ejecutivo propuso el voto femenino al Congreso en octubre de 1954. Después de la segunda guerra mundial, el voto femenino se hizo mayoritario en el mundo y fue incorporado como derecho en la Carta de las Naciones Unidas. Los debates parlamentarios no ofrecieron un abanico muy amplio de posiciones. Sin estorbos, salvo alguna intervención que pretendió hacer mayores concesiones a las mujeres, y otras que todavía querían limitarlo a cierto grado de instrucción primaria, el proyecto fue aprobado en noviembre de 1954. En un estilo que sería peculiar durante la década siguiente, el diario Ultima Hora, titulaba "se despunta el voto de gilas". El diario La Nación editorializaba acusando a La Prensa de no informar nada acerca de la aprobación ni de los debates. La feminista María Jesús Alvarado Rivera, notaba que El Comercio, que siempre acogía con gentileza sus artículos, no lo hizo cuando se debatía el proyecto en Diputados, guardando silencio al respecto del tema. Los grandes de la prensa silenciaron el asunto. El 5 de setiembre de 1955, la Ley Nº 12391 concedió ciudadanía a las mujeres y les dio derecho a voto. Los medios gubernamentales, más con fines de propaganda, consideraban que un millón de votantes se incorporarían en los padrones de 1956. Pero las mujeres eran mayoritariamente analfabetas, lo que las excluía del voto. Así, el sufragio femenino de 1956 no tuvo un significado cuantificable, salvo por sus efectos propagandísticos. En términos de la conciencia femenina sin embargo, significaba un logro, luego de varias décadas de prudente pero persistente demanda. El voto significativo para las mujeres lo consiguen cabalmente recién en 1980. • La generación del 50
  • 26. El grupo de intelectuales, especialmente escritores, nacidos entre 1920 y 1935 ha sido llamado la Generación del 50. Sus orígenes coinciden con tres procesos superpuestos: los estertores de la República Aristocrática, durante el Oncenio de Leguía y hasta el inicio de las luchas sociales de obreros y campesinos, que quisieron representar comunistas y apristas y que fueron detenidas por la aristocracia sobreviviente en alianza con el ejército. Este grupo de intelectuales tuvo su actividad principal a fines de los años 40 en la posguerra y durante la década del 50, de ahí su denominación. Algunos han resaltado que se trataba de un grupo pequeño, que se reunía en un bar del centro de Lima, llamado "Palermo", básicamente estudiantes universitarios. Sin embargo, además de haberse registrado unas tres centenas de escritores y científicos con producción, la generación del 50 fue mucho más que eso. Ellos y su actividad son el más importante retrato de la vida peruana de los años 50. El Patio de Letras, de la vieja casa de San Marcos, era el otro escenario de este grupo. Punto de encuentro de la juventud intelectual, fue privilegiado lugar de intercambio de ideas, publicaciones, discusiones. De ahí continuaban los grupos al bar "Palermo". Lima era pequeña, todavía con aire de una aldea, conservadora, donde sólo llegaban algunos vientos de las ciencias y las artes del mundo. Justamente, para romper ese aislamiento, es que se formaron espacios de encuentro: la Peña Pancho Fierro, los bares, especialmente el "Palermo", el Patio de Letras de la casona del Parque Universitario, y publicaciones como la revista Letras Peruanas que dirigía Jorge Puccinelli y Literatura que publicaban Mario Vargas Llosa, Luis Loayza y Abelardo Oquendo. La preocupación por definir lo que era una literatura nacional, el recuerdo de la trayectoria creadora de los antecesores y la apertura a la cultura europea de entonces, definen esta publicación. La ciudad cambiaba, extendiendo su radio de influencia, hacia espacios más lejanos. El centro mismo se transformó arquitectónicamente, hasta que fue abandonado en la década de los sesenta, cuando Lima mostraba sus características de ciudad tomada por la población andina. En la década de los 50, la modernidad limeña se ubicó físicamente en el viejo centro y sus ampliaciones, sobre todo, hacia el sur, en la Plaza San Martín y La Colmena. Durante la transformación arquitectónica y cultural del centro de Lima, la Plaza San Martín se convirtió en el centro cosmopolita de una aldea que rompía el cascarón. La Plaza era el corazón de la ciudad, y su radio de influencia se extendía hasta los famosos bares: Palermo, Negro-Negro (donde eran famosos los encuentros poéticos), Continental, el Zela (cuyo dueño era Leo Barba, maquinista de la imprenta Leomir, donde se editaban varias de las revistas de todo tinte político a fines del gobierno de Bustamante y durante la dictadura de Odría). El Zela recibía a la mayoría de los bohemios y la intelectualidad limeña: Juan Ríos, Martín Adán, Emilio Adolfo Westphalen, César Moro y su hermano el pintor Quispez Asin, Ricardo Grau, Esteban Pavletich, Sérvulo Gutiérrez, entre los mayores, junto con Xavier Abril, Sebastián Salazar Bondy, Fernando de Szyszlo, Blanca Varela. Artistas, escritores, intelectuales, que compartían las inquietudes de quienes incursionaban en el periodismo, como Doris Gibson y Francisco Igartua. La bohemia además tenía su catedral en el "Grill" del Hotel Bolívar, inaugurado en los años 20, pero que tuvo su auge en estos 50. La prolífica sala de "Entre Nous" se encontraba al lado de la Bomba de Incendios. En la Plaza San Martín además estaba el Club Nacional, centro de las tertulias del poder. La renovación de las diversiones tuvo en los cines, el Metro y el Colón, su mejor escenario. Por eso, simbólicamente, la Plaza
  • 27. fue el escenario privilegiado de los mítines políticos hasta ya entrada la década de los 80, los más famosos políticos se bautizaron en sus balcones. La revista que publicara Emilio Adolfo Westhpalen, incluso con su propio peculio, Las Moradas, merece especial mención. Westphalen es mayor que los miembros de este grupo, pero su influencia fue determinante para algunos de ellos. Las Moradas traducían al español la vanguardia de las artes europeas, reseñaba libros de difícil acceso y abría sus páginas a los más importantes creadores de entonces. Sin la difusión de esas ideas renovadoras que traía Las Moradas, y el estímulo que significaba para los jóvenes comenzar a publicar, junto a los creadores más renombrados como Martín Adán y César Moro, no se podría entender el despegue de creatividad del grupo de la Generación del 50. Entre 1947 y 1949 Westphalen publicaba Las Moradas, como se señaló, el influjo más novedoso en la renovación intelectual y estética de Lima. Luego Westphalen deja Lima desde setiembre de 1949 hasta febrero de 1963. Finalmente, maduro, fino, en medio de la febril discusión política de entonces en el país, vuelve a deleitar el medio artístico con su revista Amaru que aparece entre 1967 y 1971. En la época de Las Moradas se registra también el otro espacio fundamental de la creación artística peruana, la Peña "Pancho Fierro". Espacio antecedente a los escenarios que cobijaron a la generación del 50. Lugar frecuentado por los principales intelectuales y artistas, incluido Westphalen. El poeta y editor Westphalen contrajo matrimonio con Judith Ortiz Reyes. Ella trabajaba en el colegio Pestalozzi y junto con otras pocas mujeres como Rosalía Avalos y Blanca Varela eran estudiantes de educación en San Marcos. Sebastián Salazar Bondy es quien introduce en la peña Pancho Fierro a Blanca Varela, entre 1947 y 1949; ahí conoce a Emilio Westphalen y éste le publica poemas en Las Moradas. La peña era el lugar de encuentro por excelencia, sus dueñas eran las hermanas Bustamante, Cecilia y Celia que se casaría con José María Arguedas. Arguedas era el que cantaba en la peña y llevaba a los artistas para que actuaran. En la peña, se llevaba a los medios intelectuales la canción y el arte de los Andes. Las Bustamante tenían una institución que se llamaba "Socorro rojo", llevando comida y apoyo a los presos que sufrían carcelería por motivos políticos. Todo este grupo, que ya giraba en torno al Patio de Letras de San Marcos, era conocido como el grupo de los "rojos" por oposición a los apristas. Ahí participa incluso Fernando de Szyszlo, que en 1949 se casa con Blanca Varela, ambos muy amigos de Westphalen. La trascendencia del numeroso grupo de creadores e intelectuales llamado la generación del 50, se manifiesta en su protagonismo en la década, gracias a la existencia en Lima sobre todo, de tribunas de expresión. En 1953 se comienza a publicar el "Suplemento Dominical" de El Comercio y el grupo editorial auspicia la revista Mar del Sur dirigida por Aurelio Miró Quesada Sosa. La Prensa, bajo la conducción de Pedro Beltrán que en su política renovadora del periodismo permite a los intelectuales publicar en sus páginas. La International Petroleum Company publica la revista Fanal. El grupo Prado editaba La Crónica y la revista Cultura Peruana donde publicaba reportajes Mario Vargas Llosa, quien se inició en la prensa con el diario La Crónica. Aunque sin renovarse, sigue saliendo puntual el viejo Mercurio Peruano. Es un momento donde las
  • 28. tribunas de expresión aumentan en un medio tradicionalmente escaso en ese sentido. Desde luego que se trataba de un mercado controlado por los grandes poderes económicos, pero no era un grupo sin contradicciones y más bien, en su competencia fomentaron la incursión ensayística de muchos escritores. Sobre todo, los escritores tenían algunas posibilidades de escribir con remuneraciones y hasta dedicarse a escribir y crear. La década fue la de la renovación de la prensa, como veremos. Es cuando los creadores abren dos corrientes de expresión en la narrativa. Paralelamente la poesía renovó sus planteamientos, desde la fundación propiamente dicha en la primera mitad del siglo con Eguren y Vallejo. Alberto Escobar, quien fue Premio Nacional de Poesía a inicios de la década, viajó al extranjero con Julio Ramón Ribeyro y, sin dejar la práctica de la poesía, se convirtió en el crítico de la generación. La literatura de los Andes o rural y la nueva narrativa urbana, la más novedosa y la expresión más definidora del grupo, tuvieron su gran desarrollo. La estrategia narrativa se orientó más al cuento, pero terminó en la gran novelística peruana, que ha tenido gran trascendencia universal. En 1953 por ejemplo, circulaba La Novela Peruana editada por un "Círculo de novelistas peruanos" patrocinado por Sebastián Salazar Bondy. Publicaban los más importantes cuentistas de la generación, como Julio Ramón Ribeyro, quien pasó la mayor cantidad de la década fuera del país, en su primera salida de aprendizaje, pero que no se desvinculó nunca del acontecer, hasta convertirse en el más fiel testimonio de los cambios que se producían en los espacios y mentalidades populares de la Lima de la época. La figura de Julio Ramón Ribeyro es una de las más interesantes de las de los miembros de esta generación. Abandonó los estudios jurídicos en 1952, cuando se encontraba en el último año de la carrera, al recibir una beca para estudiar periodismo en Madrid, llegando a España en noviembre del mismo año. En julio de 1953, y luego de ganar un concurso de cuento convocado por el Instituto de Cultura Hispánica, viajó a París con el objeto de hacer una tesis sobre literatura francesa en la Universidad La Sorbona, pero de nuevo decidió abandonar los estudios y permanecer en Europa realizando trabajos eventuales, y alternando su estadía en Francia con breves temporadas en Alemania (1955-56, 1957-58) y Bélgica (1957). En 1958 regresó al Perú, y en setiembre del año siguiente viajó a la ciudad de Ayacucho para ocupar el cargo de profesor y director de extensión cultural de la Universidad Nacional de Huamanga. En octubre de 1960 regresó a Francia. En París trabajó como traductor y redactor de la agencia France Presse (1962-72). En 1972 fue nombrado agregado cultural peruano en París y delegado adjunto ante la UNESCO, y posteriormente ministro consejero, hasta llegar al cargo de embajador peruano ante la UNESCO (1986-90). Hacia 1993 se estableció definitivamente en Lima. En su país fue distinguido con el Premio Nacional de Literatura (1983) y el Premio Nacional de Cultura (1993), habiendo sido galardonado también con el Premio Juan Rulfo (1994). Dueño de un estilo austero, calificado como tradicional -en el mejor sentido del término- por su afinidad con los modelos clásicos, ha buscado eludir las técnicas experimentales de la novela moderna. Este hecho, unido al carácter retraído del escritor, han conspirado para que su literatura solo en los últimos años haya alcanzado la difusión que merecía por el grado de excelencia alcanzado en algunas de sus obras, especialmente en sus cuentos, donde es considerado el mejor exponente de la literatura peruana y uno de los mejores cuentistas hispanoamericanos. En sus cuentos abundan los