2. En un bautismo general,
Jesús también se
bautizó. Y, mientras
oraba, se abrió el cielo,
bajó el Espíritu Santo
sobre él en forma de
paloma, y vino una voz
del cielo: Tú eres mi
Hijo, el amado, el
predilecto.
Lucas 3, 21-22.
3. El bautismo de Jesús
marca el inicio de su
vida pública. Después
de treinta años de
vida silenciosa en
Nazaret, se lanza a su
su gran aventura.
Puede hacerlo gracias
a una convicción
profunda...
4. Se sabe hijo de Dios Padre.
De su unión con él saca su gran fuerza.
En el Jordán se manifiesta la Trinidad: el
Padre en la voz, el Espíritu Santo en forma de
paloma y el Hijo, Jesús.
5. Cada cristiano, después
de ser bautizado, se
convierte en hijo amado
y predilecto de Dios.
Somos hermanos.
Nos une, no la sangre
humana, sino la sangre
de Cristo.
Los que comemos de su
pan y bebemos de su
cáliz formamos una gran
familia.
6. Pero no solo estamos
llamados a ser
receptores. No basta
acoger los dones: la
palabra y los
sacramentos.
La madurez cristiana
empieza cuando nos
decidimos a seguir los
pasos de Jesús.
7. Cuando ya rebosamos
amor, podemos
transmitir aquello que
hemos recibido.
Hemos de alimentarnos
de Dios, pero estamos
llamados a dar…
La madurez cristiana
implica caminar con
Jesús hasta la entrega,
hasta la cruz.
8. Por el camino nos toparemos con nuestros
límites, con el miedo, con la oposición de muchos.
Esa será nuestra cruz.
Pero contamos con un gran aliado:
Cristo lleva nuestra carga.
9. El Padre y el Espíritu Santo serán nuestros
compañeros de camino. Nunca estaremos solos.
Quizás moriremos, no físicamente, pero sí
dejando atrás muchas cosas que lastran nuestro
corazón, como peso muerto.
10. Pero también compartiremos con Jesús el
momento más glorioso: la resurrección.
San Pablo nos recuerda: «Los que hemos muerto
con Cristo, con Cristo hemos resucitado».