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Por :Keila Laureano Adorno
Se vive otro amanecer en esta Isla Caribeña; donde en
lo único que se parece a mi lugar de origen es el calor que
hay que aguantar algunos días. Un amo tirano que dispuso
de mí; como quien compra una fruta en cualquier mercado
me adquirió de un barco que llego a la costa de esta isla. No
conozco el nombre de aquel que me trajo hacia acá; por la
fuerza claro está. Tampoco hablo su idioma aunque lo he
ido conociendo, pero lo que nunca olvidare es aquel rostro
insensible ante el dolor de una vida que gritaba libertad, ni
las manos dictadoras de aquellos que me apresaron. Sin
embargo, lo que recordare para siempre serán aquellos ojos
de amor mezclados con miedo con los que me miró mi
niño cuando aquellos; aquella gente de ropas extrañas me
alejaban de él.
No pasa una noche, un día, un segundo en que no vea
dibujada en mis ojos aquella escena. La vida me castigo y
no me enterado el porque, pero arrancarle de los brazos a
una mujer el regalo que llevó dentro no puede ser el castigo
de ningún delito y mucho menos del color de piel, de la
lengua que se habla, de la tribu que se nace, que no se
escoge; se hereda.
Hoy desperté creyendo escuchar a los elefantes y pensé
por un instante que estaba de nuevo en casa pero, no. Era el
sonido de una campana que anunciaba a todos los que el
sol nos devoraba la piel que era otro día de arduo trabajo en
los cañaverales que rasgan sin piedad las manos que los
atienden y dejan como recompensa su bagazo.
Son las 4:30 de la mañana apenas se ve el sol
comenzando a salir y yo; yo extraño ver las siluetas de las
jirafas en el horizonte. Miro y en cambio veo una banda de
pastizales que se extienden sin límites. Y mi mente de
nuevo se transporta a los enormes valles de mi patria, pero
un grito intolerante de aquel hombre cruel no me deja
culminar mi pensamiento amenazando con su látigo con la
excusa de acelerar la labor de día.
Ha pasado ya otro día en esta lejana tierra y no logro
acostumbrarme. No encajo, soy diferente, esta gente es
cruel y dura. La comida no es la misma, su sabor no es
igual, el aire no tiene el mismo peso, el sol no brilla de la
misma manera y las flores aunque bonitas tampoco tienen
el mismo color, ¿Dónde estoy, dónde estoy?
En este extraño lugar me han cambiado hasta el
nombre, ahora me llaman por uno que no puedo incluso
pronunciar, solo sé, que si no respondo al
escucharlo, sentiré en mis lomos el dolor y las marcas de la
desobediencia que este cuerpo mío tiene que tolerar por ser
de un color parecido a la tierra, por una mentalidad
pequeña de un hombre pálido que enaltece su linaje y
menosprecia a mi tribu. ¡Ay por este; mi color!, mi
herencia, mi marca y mi ingrato destino.
Recoger y labrar, sacar piedras, amontonar. Cortar la
caña, preparar el terreno, rasgarme las manos con las
despiadadas hojas es el comienzo de mis labores diarias bajo un
sol castigador que hace correr por mi rostro unas gotas amargas
de sudor como esos inesperados aguaceros de esta parte del
mundo que en ocasiones hacen perder la cosecha trabajada.
Sí, sudor amargo y mezquino cuya recompensa solo la ve aquel
comerciante de humanos y dueño de este lugar pero que nunca
ha sabido cómo se siente cuando resbala por tu frente y cae
ardiendo y quemando los ojos.
Si se conformara con eso pero, no. No le basta, tiene que
obligarme él o cualquiera de sus amigos y tomar posesión de
mi, a desquitarse en mi cuerpo la lujuria que los consume, a
hacerme sentir más sucia que cuando he tenido que limpiar los
corrales de los animales donde el excremento y la basura son
dueños y señores. ¿Qué religión profesan estos?; donde hablan
de hipócrita caridad, cuando ellos; de mejillas enrojecidas van
creando una raza prisionera de su despotismo.
Hoy me siento débil, siento como si mi cuerpo no
pudiera soportar las obligaciones que me esperan en el día.
Siento como si la noche hubiera hecho estragos sobre
mí, hoy he pensado como nunca en aquel niño que me
arrebataron de los brazos para traerme hacia acá. Mi niño
donde estará, que habrán hecho con mi indefenso pequeño;
después de colocarnos en aquel barco sin dignidad
alguna, casi atrapados unos encima de otros para acomodar
más carga. A veces veo su imagen en el atardecer y me es tan
real que podría asegurar que he escuchado su llanto.
¡Hombre blanco, apiádate de esta negra! y dale la
oportunidad de un día volverse a sentirse tan
inmensa, como se sentía al pararse en la cima de los
majestuosos campos de su amada África, mira que la arena
del desierto me está llamando, y este corazón mío a gritos le
responde con un rescátame, con un libertad.
Creo que es época de lluvias y vientos porque
no aparado de llover en todo el día ha sido
prácticamente imposible salir al campo y arar la
tierra porque las corrientes de agua han arrastrado
todo y los vientos parecen hablar cada vez que
atraviesan las ventanas. Escuche a un blanco decir
una palabra que no conozco; huracán sea lo que
sea que signifique algo pasa; porque esta pequeña
choza se quiere arrancar del suelo y las lluvias
penetran este inmundo techo. Hace mucho frío y
los señores de la casa no han salido ni otros
esclavos que los acompañan dentro para tan
siquiera poner un pedazo de pan en mis manos.
El sonido de mi entrañas por el hambre se mezcla
con las tablas azotando y con el sonido de la imparable
lluvia, que extraña situación ayer era un día normal vi a
el sol brillando y quemándonos la piel mientras
recogía los machetes; hoy parece que fue ahogado por
tanta agua que cae del cielo. Al menos hoy todo parece
tranquilo, y he podido conversar con uno semejante a
mi aspecto pero que viene de un lugar al que llaman
Canarias o algo así, que al igual que yo fue arrastrado a
esta costa y que guarda un sentido de rabia y rebeldía
dentro de su pecho y que no deja de repetir que jura
que volará lejos nuevamente.
Hoy, barcos como los que había visto llegaban a las
costas con mercancía humana y a precios de subasta, como
si anunciara al amo que la siembra y la cosecha estaría
segura un año más. Destruyendo familias y enriqueciendo a
otras, creando hombres y mujeres unos inferiores y otros
superiores; abriéndole paso a un mal abismal que crea
fronteras, generando prejuicios vetustos y añejos entre raza
y clase. ¡¿Quién borrara de mi esta maldita mancha?!; Esta
marca que me pesa, ay de mi, de mi color, de mi estirpe.
Hombre tirano, tengo dos ojos como
tú, boca, pies, manos, que me hace inferior, dime quién te
hizo superior. Ay león, esta fiera es más despiadada que
tu, hay otro rey en esta selva de caña.
Hombres libres y esclavos, hombres blancos y hombres
negros, hombres ricos y hombres pobres, egoísmo y
crueldad. Mis manos ya ni sienten los desgarres de las
hojas, ya mis pies caminan solos los campos, ya mi cuerpo
conoce de memoria y por desgracia el cuerpo déspota del
amo cobarde. Mientras, yo sigo soñando en las horas que he
logrado dormir que esto nunca pasó, que fue un sueño que
tengo a mi hijo en mis brazos, que sigo en mis costas
africanas. No quisiera despertar, quisiera perderme en ese
sueño y entregar allí los últimos soplos de mi corazón, que
estas cadenas volaran y correr como las gacelas cuando se
aproxima el león. Volar; si pudiera hacerlo, pero escucho de
nuevo esa campana ensordecedora anunciando que hay
trabajo que hay que quemar más esta piel que me condena.
Un día más aquí las fuerzas ya ni me dan para sostener
el lápiz y el papel. Hoy la jornada fue dura es tiempo de
cosecha y se trabaja desde que sale el sol hasta que se
oculta. Los recuerdos siguen en mi mente aun intactos, es
como observar retratos cada mañana. He visto morir a
muchos de los que vinieron en el mismo barco por no
soportar más el látigo y otros han preferido morir que
servir. Mi cuerpo se adaptó a este lugar pero mi corazón y
mi alma se niegan rotundamente. Mi color, mi carta de
condena y de muerte, mi yugo así como el de los
bueyes, pero este aprisiona más.
Un día más, un día más. Esta negra esta cansa’ esta
negra ya no aguata. ¡Hombre blanco ten piedad! Que se me
muere el corazón, que se me destruye el
alma, libertad, libertad te implora esta raza prisionera de
un prejuicio que envenena las entrañas y que mata la
conciencia. Pero, tengo la esperanza que aun guarda cabida
en mi corazón que una mañana de estas se haga tangible y
real mi ilusión de amanecer libre y volar, de caminar hacia
donde quiera, de correr y no parar. Mira hombre
pálido, que hablas de caridad y que profesas amor. Tengo
una respuesta para todo tu mal trato. Escucha bien;
hombre inhumano;
¡Yo no nací con cadenas, porque no las necesito!
Amistad. Dir. Steven Spielberg. Acts. Morgan Freeman, Anthony
Hopkins, Djimon Hounsou, and Matthew McConaughey. Dreamworks
Video, 1999. DVD.
“La esclavitud y la trata de negros”: Herencia Española. Disponible en
http://herenciaespanola.blogspot.com/2008/02/la-esclavitud-y-la-trata-
de-negros.html.
“La ruta del esclavo en Hispanoamérica” . Disponible en
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  • 2. Se vive otro amanecer en esta Isla Caribeña; donde en lo único que se parece a mi lugar de origen es el calor que hay que aguantar algunos días. Un amo tirano que dispuso de mí; como quien compra una fruta en cualquier mercado me adquirió de un barco que llego a la costa de esta isla. No conozco el nombre de aquel que me trajo hacia acá; por la fuerza claro está. Tampoco hablo su idioma aunque lo he ido conociendo, pero lo que nunca olvidare es aquel rostro insensible ante el dolor de una vida que gritaba libertad, ni las manos dictadoras de aquellos que me apresaron. Sin embargo, lo que recordare para siempre serán aquellos ojos de amor mezclados con miedo con los que me miró mi niño cuando aquellos; aquella gente de ropas extrañas me alejaban de él.
  • 3. No pasa una noche, un día, un segundo en que no vea dibujada en mis ojos aquella escena. La vida me castigo y no me enterado el porque, pero arrancarle de los brazos a una mujer el regalo que llevó dentro no puede ser el castigo de ningún delito y mucho menos del color de piel, de la lengua que se habla, de la tribu que se nace, que no se escoge; se hereda.
  • 4. Hoy desperté creyendo escuchar a los elefantes y pensé por un instante que estaba de nuevo en casa pero, no. Era el sonido de una campana que anunciaba a todos los que el sol nos devoraba la piel que era otro día de arduo trabajo en los cañaverales que rasgan sin piedad las manos que los atienden y dejan como recompensa su bagazo. Son las 4:30 de la mañana apenas se ve el sol comenzando a salir y yo; yo extraño ver las siluetas de las jirafas en el horizonte. Miro y en cambio veo una banda de pastizales que se extienden sin límites. Y mi mente de nuevo se transporta a los enormes valles de mi patria, pero un grito intolerante de aquel hombre cruel no me deja culminar mi pensamiento amenazando con su látigo con la excusa de acelerar la labor de día.
  • 5.
  • 6. Ha pasado ya otro día en esta lejana tierra y no logro acostumbrarme. No encajo, soy diferente, esta gente es cruel y dura. La comida no es la misma, su sabor no es igual, el aire no tiene el mismo peso, el sol no brilla de la misma manera y las flores aunque bonitas tampoco tienen el mismo color, ¿Dónde estoy, dónde estoy? En este extraño lugar me han cambiado hasta el nombre, ahora me llaman por uno que no puedo incluso pronunciar, solo sé, que si no respondo al escucharlo, sentiré en mis lomos el dolor y las marcas de la desobediencia que este cuerpo mío tiene que tolerar por ser de un color parecido a la tierra, por una mentalidad pequeña de un hombre pálido que enaltece su linaje y menosprecia a mi tribu. ¡Ay por este; mi color!, mi herencia, mi marca y mi ingrato destino.
  • 7.
  • 8. Recoger y labrar, sacar piedras, amontonar. Cortar la caña, preparar el terreno, rasgarme las manos con las despiadadas hojas es el comienzo de mis labores diarias bajo un sol castigador que hace correr por mi rostro unas gotas amargas de sudor como esos inesperados aguaceros de esta parte del mundo que en ocasiones hacen perder la cosecha trabajada. Sí, sudor amargo y mezquino cuya recompensa solo la ve aquel comerciante de humanos y dueño de este lugar pero que nunca ha sabido cómo se siente cuando resbala por tu frente y cae ardiendo y quemando los ojos. Si se conformara con eso pero, no. No le basta, tiene que obligarme él o cualquiera de sus amigos y tomar posesión de mi, a desquitarse en mi cuerpo la lujuria que los consume, a hacerme sentir más sucia que cuando he tenido que limpiar los corrales de los animales donde el excremento y la basura son dueños y señores. ¿Qué religión profesan estos?; donde hablan de hipócrita caridad, cuando ellos; de mejillas enrojecidas van creando una raza prisionera de su despotismo.
  • 9.
  • 10. Hoy me siento débil, siento como si mi cuerpo no pudiera soportar las obligaciones que me esperan en el día. Siento como si la noche hubiera hecho estragos sobre mí, hoy he pensado como nunca en aquel niño que me arrebataron de los brazos para traerme hacia acá. Mi niño donde estará, que habrán hecho con mi indefenso pequeño; después de colocarnos en aquel barco sin dignidad alguna, casi atrapados unos encima de otros para acomodar más carga. A veces veo su imagen en el atardecer y me es tan real que podría asegurar que he escuchado su llanto. ¡Hombre blanco, apiádate de esta negra! y dale la oportunidad de un día volverse a sentirse tan inmensa, como se sentía al pararse en la cima de los majestuosos campos de su amada África, mira que la arena del desierto me está llamando, y este corazón mío a gritos le responde con un rescátame, con un libertad.
  • 11. Creo que es época de lluvias y vientos porque no aparado de llover en todo el día ha sido prácticamente imposible salir al campo y arar la tierra porque las corrientes de agua han arrastrado todo y los vientos parecen hablar cada vez que atraviesan las ventanas. Escuche a un blanco decir una palabra que no conozco; huracán sea lo que sea que signifique algo pasa; porque esta pequeña choza se quiere arrancar del suelo y las lluvias penetran este inmundo techo. Hace mucho frío y los señores de la casa no han salido ni otros esclavos que los acompañan dentro para tan siquiera poner un pedazo de pan en mis manos.
  • 12. El sonido de mi entrañas por el hambre se mezcla con las tablas azotando y con el sonido de la imparable lluvia, que extraña situación ayer era un día normal vi a el sol brillando y quemándonos la piel mientras recogía los machetes; hoy parece que fue ahogado por tanta agua que cae del cielo. Al menos hoy todo parece tranquilo, y he podido conversar con uno semejante a mi aspecto pero que viene de un lugar al que llaman Canarias o algo así, que al igual que yo fue arrastrado a esta costa y que guarda un sentido de rabia y rebeldía dentro de su pecho y que no deja de repetir que jura que volará lejos nuevamente.
  • 13. Hoy, barcos como los que había visto llegaban a las costas con mercancía humana y a precios de subasta, como si anunciara al amo que la siembra y la cosecha estaría segura un año más. Destruyendo familias y enriqueciendo a otras, creando hombres y mujeres unos inferiores y otros superiores; abriéndole paso a un mal abismal que crea fronteras, generando prejuicios vetustos y añejos entre raza y clase. ¡¿Quién borrara de mi esta maldita mancha?!; Esta marca que me pesa, ay de mi, de mi color, de mi estirpe. Hombre tirano, tengo dos ojos como tú, boca, pies, manos, que me hace inferior, dime quién te hizo superior. Ay león, esta fiera es más despiadada que tu, hay otro rey en esta selva de caña.
  • 14.
  • 15. Hombres libres y esclavos, hombres blancos y hombres negros, hombres ricos y hombres pobres, egoísmo y crueldad. Mis manos ya ni sienten los desgarres de las hojas, ya mis pies caminan solos los campos, ya mi cuerpo conoce de memoria y por desgracia el cuerpo déspota del amo cobarde. Mientras, yo sigo soñando en las horas que he logrado dormir que esto nunca pasó, que fue un sueño que tengo a mi hijo en mis brazos, que sigo en mis costas africanas. No quisiera despertar, quisiera perderme en ese sueño y entregar allí los últimos soplos de mi corazón, que estas cadenas volaran y correr como las gacelas cuando se aproxima el león. Volar; si pudiera hacerlo, pero escucho de nuevo esa campana ensordecedora anunciando que hay trabajo que hay que quemar más esta piel que me condena.
  • 16.
  • 17. Un día más aquí las fuerzas ya ni me dan para sostener el lápiz y el papel. Hoy la jornada fue dura es tiempo de cosecha y se trabaja desde que sale el sol hasta que se oculta. Los recuerdos siguen en mi mente aun intactos, es como observar retratos cada mañana. He visto morir a muchos de los que vinieron en el mismo barco por no soportar más el látigo y otros han preferido morir que servir. Mi cuerpo se adaptó a este lugar pero mi corazón y mi alma se niegan rotundamente. Mi color, mi carta de condena y de muerte, mi yugo así como el de los bueyes, pero este aprisiona más.
  • 18. Un día más, un día más. Esta negra esta cansa’ esta negra ya no aguata. ¡Hombre blanco ten piedad! Que se me muere el corazón, que se me destruye el alma, libertad, libertad te implora esta raza prisionera de un prejuicio que envenena las entrañas y que mata la conciencia. Pero, tengo la esperanza que aun guarda cabida en mi corazón que una mañana de estas se haga tangible y real mi ilusión de amanecer libre y volar, de caminar hacia donde quiera, de correr y no parar. Mira hombre pálido, que hablas de caridad y que profesas amor. Tengo una respuesta para todo tu mal trato. Escucha bien; hombre inhumano; ¡Yo no nací con cadenas, porque no las necesito!
  • 19.
  • 20. Amistad. Dir. Steven Spielberg. Acts. Morgan Freeman, Anthony Hopkins, Djimon Hounsou, and Matthew McConaughey. Dreamworks Video, 1999. DVD. “La esclavitud y la trata de negros”: Herencia Española. Disponible en http://herenciaespanola.blogspot.com/2008/02/la-esclavitud-y-la-trata- de-negros.html. “La ruta del esclavo en Hispanoamérica” . Disponible en http://historia.fcs.ucr.ac.cr/articulos/rut-esc.htm. Medina, Fernado. Clase magistral. Historia social y cultural de los EE.UU. Universidad de Puerto Rico, Arecibo, P.R. 8 y 10 de abril 2013.