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En el patio escuchabas estas palabras: ten cuidado con esos sidosos, no te
pongas a su lado. Yo empezaba a ver que también tenía el SIDA, pero estaba en segundo
estadio y con hepatitis B, la carga viral aún no se conocía y las defensas las mantuve
durante unos años en 472.Ya en la cárcel comencé a ver las primeras reacciones ante esta
enfermedad; me hacían sentirme mal, pues yo, aunque aún no se me notaba tenía el virus, y
tardara mas tiempo o menos tiempo, me vería como aquellas personas que en poco tiempo la
enfermedad los fulminaban; me resistía a creer esto, pero la verdad era, que estaba dentro de mí
esta enfermedad. En muchas ocasiones me preguntaba: ¿cómo la he podido coger? Y la
respuesta siempre era la misma; la aguja; ¿pero en qué ocasión pudo ser? ; y cientos de
imágenes venían a mi mente de todas las personas que había compartido con ellos la
aguja. Algunos que me decían: tengo el SIDA, pero con el mono, no parabas a pensar eso,
tan sólo pensabas en lo chungo que estabas; en que terminara pronto de ponerse para
ponerme yo. Así pues aún sigo pensando cuando sería aquel día que me infecté en la
enfermedad. Comencé a escuchar hablar de la reinfección y cuando tenía un vis a vis, con
mi mujer utilizaba el preservativo, pues en el control de los vis a vis, tenían cajas llenas de
preservativos.


        Ya la enfermedad comenzaba a entrar también en mi cabeza; ya empezaba a entender
las depresiones de mi mujer, por esta enfermedad. Unos años llevaba sabiendo de esta
enfermedad y siquiera me había parado a pensar en ella. Mi mirada estaba puesta en las
defensas, pues mientras estas se mantuvieran no había peligro; pero claro eso era al principio
ahora ya la mirada de las personas que están como yo, la tenemos puesta en la carga viral y en
las enfermedades oportunistas que son bastantes. Cuando pagué la pena, pasado año y poco
pues ya tenía trece meses pagados; pues salí en libertad preventiva con esos trece meses y
otros trece que cumplí, pagué la condena a pulso como se dice en el argot callejero, pues de una
pena como la mía se pagaba la mitad y una condena a pulso se pagaban dos años y poco más,
pero a mí no me aplicaron la libertad condicional y tampoco los seis meses que tenía de
retenciones firmadas por el juez.




                   Silvia Giménez Rodríguez                - 202 -
Después de haber pasado unos meses (…) empezamos a tener contacto con otras
personas; pero no sexuales; contactos con otras personas que también tenían el sida, pero
seguían con el problema de las drogas, a estos intentábamos ayudar hablando con ellos y el que
quería dejar las drogas, estábamos con el todo el día, haciéndoles tisanas y dándoles por la
noche unos masajes para que pudieran dormir bien(..) Otros se encontraban a parte del sida que
estaban solos; luchaban unos meses y de nuevo volvían al punto de partida; hablabas con ellos
y te decían: para qué quiero quitarme de las drogas, si no tengo nada por lo que luchar. Otros
habían tenido en sus casas, abusos sexuales; y después de un tiempo, tenían que volver a sus
casas, donde los recuerdos les atormentaban y estos eran ante todo mujeres que habían sido
violadas por los padres y hasta por los abuelos. Entonces tener que vivir otra vez bajo el mismo
techo, los hacía volver de nuevo a las drogas, pues de esa forma no se acordaban del problema.
Ellas tenían el Sida, y se buscaban la vida como prostitutas, y cuando las hablaba del Sida que
podían contagiar a otras personas; ellas me decían: que les den por culo y se jodan, que se
contagien lo mismo que a mí, me han contagiado y además son todos unos maricones y
abusones. En eso llevaban razón, pero de ahí a contagiar a otras personas y condenarlas a
muerte, era distinto.


         Con el paso del tiempo, me enteré que en mi familia había tres infectados;
muriendo uno cuando yo estaba preso; los otros lo tienen muy en secreto, pues a mí, me
lo contó uno, una noche que estaba borracho y me hizo prometerle que no se lo diría, a
los otros hermanos. Y así es, después que han pasado siete o ocho años, aún no sé, si se lo
habrá dicho a mis otros hermanos.Este lo vive tan en secreto que a veces estando en su casa,
nos hacía sentir mal a mi mujer y a mí. llegando mi mujer a decir que no quería ir mas por casa
de este hermano. Siempre cuando llegaba alguien me llamaba a parte y me decía: Paco no
hables de la enfermedad.


         Nosotros nos hacíamos las analíticas cada tres meses, las cosas iban bien tanto
para mi mujer como para mí. Haciendo, cuanto estaba haciendo, cada día sentía mas
inseguridad, en mi, mismo, pues la gente rápido se enteraba que tenías el Sida, y ya no te
hablaban igual que antes de no tenerlo; tan sólo unos pocos que no tenían nada que ver con



                   Silvia Giménez Rodríguez                - 203 -
el Sida; nos seguían hablando. Claro está, todos los tóxicos y personas con el virus, con esos
eran con los que pasábamos todo el día; hacíamos unas reuniones en un parque todas las
tardes, desde las siete hasta las diez mas o menos. Algunos curiosos se acercaban para ver que
estábamos haciendo; unos se quedaban y escuchaban, y otros venían a meter la pata, pero
estos salían cardaos.


        Bueno nos tiramos casi dos años ayudando a la gente del barrio; la iglesia también les
daba alimentos a los más necesitados. Total que ya llevaba curado (de la droga) casi cinco
años, viendo el efecto del Sida y todo cuanto estaba haciendo. En ocasiones me llegué a
encontrar algunas personas muertas, en sus domicilios, pues yo tenía contacto con todos
ellos, y la única persona que tenían para ir con ellos al hospital, y pasar por sus casas,
para estar un rato con ellos y todo esto hasta que un día del mes de mayo se puso mala mi
mujer y la dieron ingreso en el hospital. El mismo día que llegamos por la mañana temprano,
sacaban de una habitación a uno que había muerto de esta enfermedad; pues aquello era una
planta para personas de Sida. En esa planta había ingresados mas de cincuenta personas con
esta enfermedad; los conocía a la gran mayoría, pues eran del barrio o conocidos de cuando era
toxicómano. Allí veía como ingresaban, y en poco tiempo morían, con algún tumor cerebrar o
consumidos con todas las enfermedades oportunistas.


        Mi mujer llegó por su propio pie, pero llevando allí algunos días cayó en la cama y ya
nunca mas se levantó de ella; cuatro meses se tiró para morir, con unos dolores que se pasaba
el día llorando, y pidiendo que la quitaran ese dolor. Llegó el día que mi mujer moría; y moría
de un cáncer de páncreas, provocado por esos intentos de quitarse la vida, y las
depresiones que tenía. El mismo día que ella moría, yo descargaba una fuerte tensión, que
había pasado durante cuatro meses, ésta se manifestó con diarreas y un fuerte malestar
en todos los huesos. Todo esto antes de enterrar a mi mujer; durante el velatorio, fue
cuando me ocurrió esto, la enterramos y ya comencé a sentirme solo, aún no sabía bien lo
que me esperaba, a partir del día que ella murió.




                  Silvia Giménez Rodríguez                 - 204 -
Sin trabajo, con mi suegro enfermo de asma, enganchado las 24 horas al oxígeno; yo
   sintiéndome enfermo. La enfermedad empezaba a manifestarse, sin ganas de comer y casi
   sin poder andar; tan solo iba a la compra acompañado de uno de mis hijos; tenía que pararme
   varias veces en el camino o recorrido que tendría unos quinientos metros. Y así un poco de
   tiempo, hasta que un día, ya ni eso podía hacer; tan solo podía levantarme para sentarme
   en la puerta, donde había un poyete, y ahí me sentaba, pues no tenía más fuerzas para
   llegar más lejos, y así pasaban los días.Una película de la imágenes de las personas que
   había visto morir y entre ellas pasaba mi mujer todo el día por mi cabeza; y llegó un día en el que
   ni estas imágenes podía ver, pues estaba muy debilitado; ya tan sólo pensaba en mi suegra, una
   mujer ya con setenta años, con su marido enfermo sin poder salir de casa, ni a la compra, pues
   no podía dejar al marido solo, puesto que este estaba enganchado al oxígeno las veinticuatro
   horas del día.Yo sin poderla ayudarla, mis hijos aun, un poco jóvenes para responsabilidades e
   iban al colegio y yo cada día peor, esto era desesperante, pero no podía hacer nada, tan solo los
   días que me levantaba; dar unos pasos para poder ir al poyete a tomar un poco el sol. Cuando
   estaba en el salón, mi suegra aprovechaba para salir a la compra, pero si algún día hubiese
   pasado algo, que podía hacer yo; en una situación mala, que se asfixiaría con alguna flema, que
   haría yo, pues apenas tenía fuerzas ni para mirarle y tener cuidado de él.


           Pero uno de los días que salí al poyete pasó una sor o monja que conocía, y al verme
   allí sentado, se paró a mi lado, se sentó conmigo en el poyete y me dijo: Paco, se de una casa
   de acogida, quieres irte a ella; yo no lo pensé y la dije que si; ella me dice: pues tenemos que ir
   para que te hagan una entrevista; yo la dije que de acuerdo y quedamos para ir a la entrevista.


           Vamos a la entrevista, y me dicen que sí, que me puedo quedar, yo digo que tenía que
   hacer algunas cosas, e iría un par de días después. Y así fue, llegué y en la casa me quedé;
   pues yo aunque despacio aún podía andar, pero llevando poco tiempo, ya las piernas
   apenas me sostenían en pie, llegando a caer en varias ocasiones. Me llevan al hospital y
   allí quedo ingresado en la cama sin poder levantarme, puesto que las vértebras siete,
   ocho y nueve me habían dañado la médula.




                      Silvia Giménez Rodríguez                  - 205 -


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La historia de Paco y su lucha contra el SIDA

  • 1. En el patio escuchabas estas palabras: ten cuidado con esos sidosos, no te pongas a su lado. Yo empezaba a ver que también tenía el SIDA, pero estaba en segundo estadio y con hepatitis B, la carga viral aún no se conocía y las defensas las mantuve durante unos años en 472.Ya en la cárcel comencé a ver las primeras reacciones ante esta enfermedad; me hacían sentirme mal, pues yo, aunque aún no se me notaba tenía el virus, y tardara mas tiempo o menos tiempo, me vería como aquellas personas que en poco tiempo la enfermedad los fulminaban; me resistía a creer esto, pero la verdad era, que estaba dentro de mí esta enfermedad. En muchas ocasiones me preguntaba: ¿cómo la he podido coger? Y la respuesta siempre era la misma; la aguja; ¿pero en qué ocasión pudo ser? ; y cientos de imágenes venían a mi mente de todas las personas que había compartido con ellos la aguja. Algunos que me decían: tengo el SIDA, pero con el mono, no parabas a pensar eso, tan sólo pensabas en lo chungo que estabas; en que terminara pronto de ponerse para ponerme yo. Así pues aún sigo pensando cuando sería aquel día que me infecté en la enfermedad. Comencé a escuchar hablar de la reinfección y cuando tenía un vis a vis, con mi mujer utilizaba el preservativo, pues en el control de los vis a vis, tenían cajas llenas de preservativos. Ya la enfermedad comenzaba a entrar también en mi cabeza; ya empezaba a entender las depresiones de mi mujer, por esta enfermedad. Unos años llevaba sabiendo de esta enfermedad y siquiera me había parado a pensar en ella. Mi mirada estaba puesta en las defensas, pues mientras estas se mantuvieran no había peligro; pero claro eso era al principio ahora ya la mirada de las personas que están como yo, la tenemos puesta en la carga viral y en las enfermedades oportunistas que son bastantes. Cuando pagué la pena, pasado año y poco pues ya tenía trece meses pagados; pues salí en libertad preventiva con esos trece meses y otros trece que cumplí, pagué la condena a pulso como se dice en el argot callejero, pues de una pena como la mía se pagaba la mitad y una condena a pulso se pagaban dos años y poco más, pero a mí no me aplicaron la libertad condicional y tampoco los seis meses que tenía de retenciones firmadas por el juez. Silvia Giménez Rodríguez - 202 -
  • 2. Después de haber pasado unos meses (…) empezamos a tener contacto con otras personas; pero no sexuales; contactos con otras personas que también tenían el sida, pero seguían con el problema de las drogas, a estos intentábamos ayudar hablando con ellos y el que quería dejar las drogas, estábamos con el todo el día, haciéndoles tisanas y dándoles por la noche unos masajes para que pudieran dormir bien(..) Otros se encontraban a parte del sida que estaban solos; luchaban unos meses y de nuevo volvían al punto de partida; hablabas con ellos y te decían: para qué quiero quitarme de las drogas, si no tengo nada por lo que luchar. Otros habían tenido en sus casas, abusos sexuales; y después de un tiempo, tenían que volver a sus casas, donde los recuerdos les atormentaban y estos eran ante todo mujeres que habían sido violadas por los padres y hasta por los abuelos. Entonces tener que vivir otra vez bajo el mismo techo, los hacía volver de nuevo a las drogas, pues de esa forma no se acordaban del problema. Ellas tenían el Sida, y se buscaban la vida como prostitutas, y cuando las hablaba del Sida que podían contagiar a otras personas; ellas me decían: que les den por culo y se jodan, que se contagien lo mismo que a mí, me han contagiado y además son todos unos maricones y abusones. En eso llevaban razón, pero de ahí a contagiar a otras personas y condenarlas a muerte, era distinto. Con el paso del tiempo, me enteré que en mi familia había tres infectados; muriendo uno cuando yo estaba preso; los otros lo tienen muy en secreto, pues a mí, me lo contó uno, una noche que estaba borracho y me hizo prometerle que no se lo diría, a los otros hermanos. Y así es, después que han pasado siete o ocho años, aún no sé, si se lo habrá dicho a mis otros hermanos.Este lo vive tan en secreto que a veces estando en su casa, nos hacía sentir mal a mi mujer y a mí. llegando mi mujer a decir que no quería ir mas por casa de este hermano. Siempre cuando llegaba alguien me llamaba a parte y me decía: Paco no hables de la enfermedad. Nosotros nos hacíamos las analíticas cada tres meses, las cosas iban bien tanto para mi mujer como para mí. Haciendo, cuanto estaba haciendo, cada día sentía mas inseguridad, en mi, mismo, pues la gente rápido se enteraba que tenías el Sida, y ya no te hablaban igual que antes de no tenerlo; tan sólo unos pocos que no tenían nada que ver con Silvia Giménez Rodríguez - 203 -
  • 3. el Sida; nos seguían hablando. Claro está, todos los tóxicos y personas con el virus, con esos eran con los que pasábamos todo el día; hacíamos unas reuniones en un parque todas las tardes, desde las siete hasta las diez mas o menos. Algunos curiosos se acercaban para ver que estábamos haciendo; unos se quedaban y escuchaban, y otros venían a meter la pata, pero estos salían cardaos. Bueno nos tiramos casi dos años ayudando a la gente del barrio; la iglesia también les daba alimentos a los más necesitados. Total que ya llevaba curado (de la droga) casi cinco años, viendo el efecto del Sida y todo cuanto estaba haciendo. En ocasiones me llegué a encontrar algunas personas muertas, en sus domicilios, pues yo tenía contacto con todos ellos, y la única persona que tenían para ir con ellos al hospital, y pasar por sus casas, para estar un rato con ellos y todo esto hasta que un día del mes de mayo se puso mala mi mujer y la dieron ingreso en el hospital. El mismo día que llegamos por la mañana temprano, sacaban de una habitación a uno que había muerto de esta enfermedad; pues aquello era una planta para personas de Sida. En esa planta había ingresados mas de cincuenta personas con esta enfermedad; los conocía a la gran mayoría, pues eran del barrio o conocidos de cuando era toxicómano. Allí veía como ingresaban, y en poco tiempo morían, con algún tumor cerebrar o consumidos con todas las enfermedades oportunistas. Mi mujer llegó por su propio pie, pero llevando allí algunos días cayó en la cama y ya nunca mas se levantó de ella; cuatro meses se tiró para morir, con unos dolores que se pasaba el día llorando, y pidiendo que la quitaran ese dolor. Llegó el día que mi mujer moría; y moría de un cáncer de páncreas, provocado por esos intentos de quitarse la vida, y las depresiones que tenía. El mismo día que ella moría, yo descargaba una fuerte tensión, que había pasado durante cuatro meses, ésta se manifestó con diarreas y un fuerte malestar en todos los huesos. Todo esto antes de enterrar a mi mujer; durante el velatorio, fue cuando me ocurrió esto, la enterramos y ya comencé a sentirme solo, aún no sabía bien lo que me esperaba, a partir del día que ella murió. Silvia Giménez Rodríguez - 204 -
  • 4. Sin trabajo, con mi suegro enfermo de asma, enganchado las 24 horas al oxígeno; yo sintiéndome enfermo. La enfermedad empezaba a manifestarse, sin ganas de comer y casi sin poder andar; tan solo iba a la compra acompañado de uno de mis hijos; tenía que pararme varias veces en el camino o recorrido que tendría unos quinientos metros. Y así un poco de tiempo, hasta que un día, ya ni eso podía hacer; tan solo podía levantarme para sentarme en la puerta, donde había un poyete, y ahí me sentaba, pues no tenía más fuerzas para llegar más lejos, y así pasaban los días.Una película de la imágenes de las personas que había visto morir y entre ellas pasaba mi mujer todo el día por mi cabeza; y llegó un día en el que ni estas imágenes podía ver, pues estaba muy debilitado; ya tan sólo pensaba en mi suegra, una mujer ya con setenta años, con su marido enfermo sin poder salir de casa, ni a la compra, pues no podía dejar al marido solo, puesto que este estaba enganchado al oxígeno las veinticuatro horas del día.Yo sin poderla ayudarla, mis hijos aun, un poco jóvenes para responsabilidades e iban al colegio y yo cada día peor, esto era desesperante, pero no podía hacer nada, tan solo los días que me levantaba; dar unos pasos para poder ir al poyete a tomar un poco el sol. Cuando estaba en el salón, mi suegra aprovechaba para salir a la compra, pero si algún día hubiese pasado algo, que podía hacer yo; en una situación mala, que se asfixiaría con alguna flema, que haría yo, pues apenas tenía fuerzas ni para mirarle y tener cuidado de él. Pero uno de los días que salí al poyete pasó una sor o monja que conocía, y al verme allí sentado, se paró a mi lado, se sentó conmigo en el poyete y me dijo: Paco, se de una casa de acogida, quieres irte a ella; yo no lo pensé y la dije que si; ella me dice: pues tenemos que ir para que te hagan una entrevista; yo la dije que de acuerdo y quedamos para ir a la entrevista. Vamos a la entrevista, y me dicen que sí, que me puedo quedar, yo digo que tenía que hacer algunas cosas, e iría un par de días después. Y así fue, llegué y en la casa me quedé; pues yo aunque despacio aún podía andar, pero llevando poco tiempo, ya las piernas apenas me sostenían en pie, llegando a caer en varias ocasiones. Me llevan al hospital y allí quedo ingresado en la cama sin poder levantarme, puesto que las vértebras siete, ocho y nueve me habían dañado la médula. Silvia Giménez Rodríguez - 205 - Anterior Inicio Siguiente