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THOMAS PIKETTY: EL CAPITAL EN EL SIGLO XXI.
Manfred Nolte
Recuerden este nombre: Thomas Piketty. No es una estrella del rock pero la
fama de estejovencatedrático de economía dela Universidad de Paris, se
propaga como el fuego en el keroseno. Su último libro „El capital en el siglo XXI‟
ha despertado una atención inusitada en la comunidad académica
internacional. El nobel Paul Krugman ha incluido una crónica de la publicación
en su columna en „The New York Times‟ y otramás detalladaen la sección de
reseñas del „New York Review of Books‟ advirtiendo de la “magna obra” del
estudioso galo que podría ser el libro más importante del año, quizá de toda una
década, en materia económica. Martin Wolf, el economista de cabecera del
prestigioso „Financial Times‟ señala que “el economista Thomas Piketty ha
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escrito un libro extraordinariamente importante. Los lectores receptivos serán
incapaces de ignorar las evidencias y argumentos que se vuelcan en el.” Y así
una larga de opiniones autorizadas.Como era de esperar otras figuras relevantes
del mundo económico muestran sus reticencias bien a las conclusiones del
francés bien a algunas de las lagunas u omisiones de su obra, como es el caso del
también nobel Robert Solow o del profesor de Harvard Greg Mankiw.
Piketty se ha encaramado con un salto de gigante a la cima del colectivo de
expertos sobre el tema que posiblemente está llenado más páginas en los
medios de comunicación especializada y que se erige en un protagonista
indiscutible en la estela de la gran crisis global. Realiza una labor enciclopédica
en un doble plano: testimoniar con un apabullante aparato estadístico la
creciente concentración de la renta y de la riqueza en las manos de una elite
minoritaria y agregadamente demostrar el retorno a un „capitalismo
patrimonial‟ en el que los estratos económicos más favorecidos quedan copados
no tanto por los poseedores de riqueza sino por los beneficiarios de una riqueza
heredada en el que los factores de ubicación geográfica, familia y otros similares
tienen mayor relevancia que el esfuerzo o el talento, inhibiendo la promoción
abierta en la escala social. Como señala Piketty “el riesgo de una deriva hacia la
oligarquía es real y concede poca razón al optimismo”.
El alegato de Pikettyconcurre en un momento crítico en la evaluación del tema
de la desigualdad. Dos elementos parecían estar fuertemente consensuados y no
sujetos a discusión. El primero que una determinada desigualdad de renta y
patrimonial es inevitable e incluso inherente a la diversa generación de valor de
los distintos grupos y personas. El segundo que una desigualdad extrema e
injusta es éticamente inasumible a la luz del derecho natural. La gran diatriba se
centraba en si la desigualdad además de su reprobable factor de descohesión
social era ineficiente desde un punto estrictamente económico. Se debate si al
margen de los argumentos habituales que subrayan elliderazgo potencial de los
más afortunados, su mayor capacidad para atraer y multiplicar riqueza,o su
mayor propensión al consumo, la desigualdad contrae la renta global y se
considera en su consecuencia, ineficiente.
Piketty apenas presta atención a esta alternativa, esto es, a si el coste de
reducción de las desigualdades quedará compensado por sus beneficios.Pero
para sorpresa general, dado el mutismo que sobre la materia ha alcanzado hasta
el presente este organismo, los economistas del Fondo Monetario internacional
han publicado al menos tres informes en los últimos seis meses, en los que
toman partido al afirmar que la desigualdad injusta es regresiva,
desestabilizante e ineficiente y al mismo tiempo –otro gran foco de debate
teórico hasta la fecha- las políticas de redistribución son congruentes con los
postulados de la eficiencia económica. Una cátedra de enorme influencia
institucional, la del FMI, que vira de rumbo en materia tan sensible.
“El Capital en el Siglo XXI” orilla, como hemos señalado,el tema de la eficiencia
de la desigualdad pero lanza un mensaje demoledor.La ortodoxia representada
en Simon Kuznets y su famosa curva, postulaban que la tendencia secular de la
desigualdad era la de estrecharse.Pero la gran evidencia empírica contenida en
el nuevo „best seller‟, y el corazón de su mensaje, es que la desigualdad
planetaria aumenta, ya que la tasa de crecimiento histórica del rendimiento del
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capital (r) es manifiestamente superior a la tasa de crecimiento de la economía
en su conjunto(g) lo que equivale a constatar el distanciamiento progresivo de
las rentas salariales y de los rendimientos del capital conduciendo a un
capitalismo patrimonial y al dominio progresivo de la riqueza sobre el trabajo.
Piketty –aunque de fuerte extracción socialdemócrata- parece bastante neutral
respecto al sistema, declarándose apolítico y desmarcándose del marxismo. Es
más, sostiene que el capitalismo es un sistema idóneo para la creación de
riqueza pero acrecentando las desigualdades.En ausencia de políticas
impositivas fuertemente progresivas la desigualdad conduciría a una situación
inostenibes. De ahí que, irónicamente, un reciente artículo suyo en el Financial
Times lleve por título „Salvemos el capitalismo de manos de los capitalistas‟.
La previsión del estudio es que la separación entre r y g será creciente en el
tiempo y que no existe una idea clara de cómo impedir que esto suceda. La
propuesta de Piketty de una tasa progresiva a la riqueza hasta niveles del 80% y
de índole global parece utópica e inviable. Piketty, por otra parte, no es ciego a
la evidencia de que si la tecnología contribuye a sustituir y devaluar la
aportación del capital humano al crecimiento, su tasa de participación relativa
necesariamente deberá decrecer. En el lenguaje de los economistas, en una era
de robots la elasticidad de sustitución entre capital y trabajo será muy superior a
la unidad. Otras criticas frontales a la obra del francés aluden a las bondades de
la acumulación histórica del capital que elevó durante décadas el nivel de vida
de las poblaciones hasta registros inimaginables, y al aparente salto mental
entre las tendencias históricas y las perspectivas venideras. Como señala Clive
Crook, existe en el libro “una persistente tensión entre los límites de los datos
que presenta y la grandiosidad de las conclusiones que traza”. Ya se sabe que
hacer predicciones es muy complicado, sobre todo cuando se refieren al futuro.
El economista parisino aclara en un acto de presentación del estudio que este
pone más énfasis en el análisis histórico que en la prospectiva futura.
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La obra monumental de Piketty lanza augurios tan pesimistas que habrá que
ganar experiencia y esperar a ver cuales son sus puntos débiles, si es que
existen, y observar como se van atemperando los pronósticos.
Con todo, en una reflexión preliminar conviene denunciar que las etiquetas
siempre son malévolas y que las estadísticas no entienden de izquierdas o de
derechas. Que las desigualdades existirán siempre, son inevitables y hasta cierto
punto eficientes. Pero en una sociedad crecientemente dominada por una
riqueza elitista y minoritaria, el dinero ejercerá una influencia determinante
sobre el poder, con la obvia tentación de comprarlo de forma más o menos sutil
o más o menos descarada.Si así se advirtiera, es obvio que tal situación no se
debe tolerar.