5. Dos pobres hermanos iban de casa en casa pidiendo comida. Uno tenía dos años, el otro nueve. Estaban hambrientos. El mayor llevaba al pequeño en brazos e intentaba que no se cansara demasiado.
6. Una señora muy atenta se apiadó de ellos, entró en su casa y volvió con una lata de leche. Los niños se sentaron en la acera. El más pequeño le dijo al mayor: “Tú eres el mayor, bebe primero”. Mientras lo miraba relamiéndose.
7. El mayor hermano miraba de reojo al pequeñito. Se llevaba la lata a la boca y, haciendo que bebía, apretaba los labios fuertemente para que no le entrara ni una gota de leche. Después, extendiéndole la lata, decía al hermano: “Ahora es tu turno. Sólo un poquito”.
8. El hermanito pequeño, mientras tragaba decía: “¡Está sabrosa!, ahora tú”. Y así pasaron media tarde pasándose la lata de leche del uno al otro. Bebiendo el pequeño e imitando el trago el mayor.
9. Y entonces sucedió algo extraordinario: El mayor comenzó a cantar, a danzar, a jugar a fútbol con la lata vacía de leche. Sin haber bebido estaba radiante, con el estómago vacío pero con el corazón rebosante de alegría.
10. El hermano mayor renunció a sí mismo para recobrarse en su hermano.
11. Sin embargo, la historia de la humanidad nos relata otra cosa. Cuando los hombres pierden la sintonía con el Creador olvidan la relación de hermandad con el resto de las criaturas.
12. Adán tuvo dos hijos, Caín y Abel. Caín fue pastor y Abel, labrador. Uno y otro ofrecían dones al Señor. Pero a Abel las cosas le iban mejor.
13. Se llenó Caín de envidia contra su hermano. Un día invitó a Abel dar un paseo por el campo. Cuando estuvieron solos Caín lo acorraló y lo mató.
16. José, hijo de Jacob, era el penúltimo de doce hermanos. Era tan gracioso y dicharachero que su padre le prefería. Tuvo un sueño: Los hermanos eran gavillas. Todas se inclinaban hacia la que representaba a José.
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19. José los probó. Dejó a uno de ellos preso en la corte mientras los otros regresaban. Debían traer a su hermano pequeño para quedar liberado. Los hermanos regresaron contaron todo a Jacob y pasado un tiempo volvieron a Egipto, con Benjamín. Cuando José les vio, se emocionó. Les preguntó por su padre y les llenó los sacos de trigo. En el saco de Benjamín metió una copa de plata.
24. Cuando comenzaron a vivir bien, se dijeron: "Vamos a hacer ladrillos y a cocerlos al fuego“. Después decidieron: "Vamos a edificarnos una torre con la cúspide en los cielos, y hagámonos más famosos que Dios."
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27. El orgullo y la soberbia separa a los hermanos .
29. Francisco comenzó a vivir el mandamiento del Amor: “Amaos como yo os he amado” (Jesús de Nazaret). Y lo hizo de tal manera que se le unieron: Bernardo, Pedro, Gil, Silvestre, y muchos más… Se trataban con cariño, cuidaban a los leprosos, se corregían mutuamente y cuidaban de las iglesias, estaban dispuestos a dar la vida por los demás. No reclamaban nada como propio, eran generosos y daban de buena gana a quienes les pedían. [1] Testamento 14.
30. El grupo comenzó a crecer y se hizo necesario organizarlo. Francisco fue nombrado por el Papa responsable y tuvo que escribir una forma de vida (Regla): Nombraba “madres” a los hermanos encargados de acoger y cuidar a los demás, “hijos” los que tenían que escuchar y aprender de las madres. Todos formaban la “fraternidad”.
31. Francisco pidió al obispo “una iglesita pequeña y pobre”. Pero fueron los monjes benedictinos los que le cedieron la iglesia de Santa María de la Porciúncula . Y allí se estableció la primera fraternidad. Dormían en unas chozas en la zona de Rivotorto. Cuentan que una noche de lluvia, mientras los hermanos dormían, un campesino con malas pulgas, metió su burro allí, y los hermanos tuvieron que salir. A la vez que decía: “¡Entra, entra, porque haremos un favor a este lugar lleno de pordioseros!” .
32. El santo de Asís enseñó al mundo a recuperar la unión, la sencillez y la bondad en las relaciones entre los hombres. Él lo aprendió de la naturaleza, en la que la huella de Dios es más difícil de borrar que en la cara de los hombres. Por eso llamó “hermana” a toda la Creación.
33. Tanto le dolían las divisiones, que se presentó sin nada ante el Sultán de Egipto para pedirle que dejara de guerrear con los Cruzados y se pusieran de acuerdo en compartir los Santos Lugares de Tierra Santa.
34. Loado seas por toda criatura mi Señor, y en especial loado por el hermano sol; por la hermana luna de blanca luz menor, por la hermana agua preciosa; por el hermano fuego, por la hermana madre tierra.
35. Se trasluce aquí un modo distinto de “estar en el mundo” y no “sobre las cosas”, sino junto a ellas, como hermanos y hermanas. Llama la atención que, en la herencia espiritual que deja a la Tercera Orden, regula la vida de hermanos y hermanas, sin distinción de condición o género. Ahí encontramos a Isabel, princesa de Hungría y a Luís, rey de Francia …
37. Que nos lleva a comprender que todos somos hijos de un mismo Padre, creados distintos, pero iguales, con necesidad y derecho a la educación y en relación con los demás (somos ciudadanos, vecinos, familiares, amigos, conocidos). Por eso, entre nosotros las relaciones se sustentan en la “humanidad” y la “convivencia”.