21. El comedor de invitados es casi tan grande como el State Dining Room de la Casa
Blanca: cien cubiertos sobrados.En el garaje caben sus veinte coches de época.
La piscina, de mármol de Carrara y en forma de «L», tiene hilo musical
subacuático.Por todas partes se ven televisiones: treinta y dos monitores
formando una deslumbrante pared electrónica.
Un sistema «inteligente» de cien microcomputadores vela por el mínimo
detalle.La casa de huéspedes vale 200 millones; la del guarda, más modesta,
cien millones (la del perro, mínimo, como la de los Boyer).
La obra faraónica, aunque desde fuera no se aprecie, ha costado la friolera de
5.000 millones de pesetas y ha tardado seis años en terminarse (tres veces más
que el rascacielos más alto de Seattle, el Seafirst Center, 76 pisos).
Con ustedes, la nueva «cibermansión» en el lago Washington, a punto de
estrenarse. ¿Acaso dijo que no le iban las ostentaciones?
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41. El pin electrónico
Aunque a Melinda no le gusta mucho la idea, él se ha emperrado en
implantar el uso del «pin» electrónico hasta en el último rincón.
Prendido en la solapa, el «pin» sirve lo mismo para abrir la puerta
sin necesidad de llave, o encender la luz sin pulsar el interruptor, o
caldear tu habitación a la temperatura ideal. «He querido
incorporar las últimas innovaciones, pero de un modo suave, poco
intimidatorio», se defiende. «La tecnología ha de estar a nuestro
servicio; no podemos hacernos esclavos de ella, de eso estoy
convencido». «Dentro de unos años, la mayoría de las casas
americanas funcionará más o menos como la mía», vaticina. «Y al
cabo de un tiempo, nos resultará extraño pensar cómo podíamos
vivir sin estos inventos, como hoy ocurre con el lavavajillas o con la
televisión».
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61. El entretenimiento, por cierto, juega un papel vital: televisiones de
alta definición, consolas que convierten automáticamente la «caja
tonta» en la «caja lista» (o sea, el ordenador). «Las posibilidades
de ocio en el hogar serán inmensas», explicaba ya en su particular
libro de las profecías (The Road Ahead). «Lo cual no nos hará
necesariamente ostracistas». La cultura con mayúsculas también
está presente. De las paredes cuelgan reproducciones electrónicas
de los cuadros más valiosos del mundo. En la biblioteca reposa
uno de los códices más preciados de Leonardo Da Vinci, adquirido
en varios millones de dólares
A falta de los últimos retoques, quienes han tenido el privilegio de
ver la casa admiten que el resultado es deslumbrante... «Desde
fuera no tiene desde luego la vista del "palacio" de Donald
Trump», sostiene el arquitecto y crítico Mark Alan Hewitt. «Pero
una vez dentro el efecto es cegador. Hay un algo intangible en la
alta tecnología que infunde a la vez respeto y veneración».
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