1. El 25 de enero de 1938, hace ahora 77 años, tuvo lugar una gran Aurora Boreal que fue visible desde
toda Europa. España, en plena guerra civil, vivió el acontecimiento entre la sorpresa, el desconcierto
y el miedo.
Serranillos también la vivió; es una de las historias que mi abuela (Tía Ramos, aunque en el registro
rece como Hermenegilda) nos cuenta sin parar, y que a mí me encanta escuchar en las tardes de
invierno junto a la lumbre mientras hace calcetín y nos asamos un cachito de morcilla gorda.
He de decir que la primera vez que me la contó, dudé, e ignorante de mí corrí al ordenador en busca
de pruebas en alguna hemeroteca que me confirmase lo que mi abuela me contaba.
Mi abuela tenía razón:
ABC (26 de Enero de 1938)
4. Mi abuela sólo tenía 14 años, pero recuerda (o recordaba) cada detalle como si hubiese sido ayer.
-“Era por la tarde, veníamos Antonia y yo del pinar de por un “hace” de piornos; de camino a
casa vimos el cielo ardiendo, al principio pensábamos que algún pastor había prendido rastrojos pero
al llegar al Barrio Arriba todos los vecinos estaban alborotados; estábamos en plena guerra y
pensábamos que ya habían llegado al pueblo las bombas de las que tanto hablaban en la radio.
Dejamos la leña y como todos, cogimos lo más valioso que teníamos, y nos fuimos corriendo al Barrio
Abajo, (que allí el cielo no está tan cerca del suelo) y a la Plaza.
Mi madre me mandó coger el botecillo de higos que guardaba debajo de la cama para las
buenas ocasiones y nos dijo – “Comeirlas” hijas, que los estamos guardando todo el año y no sabemos
si hoy será nuestro último día”.
Recuerdo que Tío Germán agarró su mula y se la bajó del ramal al Barrio Abajo muy asustado;
-entonces los animales eran uno más de la familia, era nuestra forma de ganarnos la vida, un bien
muy preciado, no como ahora que los tenéis por capricho- (me aclara muy seria)
No teníamos televisión, ni teléfono, ni nada de nada; estábamos asustados, seguíamos sin saber lo
que pasaba y el cielo cada vez se ponía más rojo. Antes para cualquier cosa grave se tocaban las
campanas, ahora con esos teléfonos que tenéis os enteráis de todo.
Nos juntamos unos pocos en el Barrio Abajo, y alguien sacó una radio, donde, entre el murmullo,
hablaban de una Aurora Boreal; nosotros seguíamos igual que estábamos ¡Que sería esa Aurora de
la que hablaban!
Mi padre, que era más listo que le hambre y ya en su época sabía leer y escribir como la gloria, fue a
la casa donde se hospedaba el maestro y le preguntó -¿Ha visto usted el cielo? Mire, mire, viene en
llamas; hemos escuchado la radio y dicen que es una Aurora Boreal ¿puede usted explicarnos qué
es? El maestro muy amablemente nos explicó lo que era aquello que estaba sucediendo.
Todos nos quedamos tranquilos, no eran las bombas de la Guerra, ni fuego ni ná’ de lo que asustarse,
era “algo del Sol” que hacía que el cielo se pusiera en llamas, pero no era peligroso. ¡Podíamos dormir
tranquilos!
De camino a casa, mi madre nos pesquisó los higos…-¡Ay Madre!, ¡donde estarán ya los higos…!
(murmuré entre dientes)-
- María Pérez -