1. Sociología de las Profesiones
Marta Jiménez Jaén
TEMA 2: "DIVISIÓN DEL TRABAJO Y ESPECIALIZACIONES PROFESIONALES"
(PRIMERA PARTE)
1. Introducción
La organización de los temas 2, 3, 4 y 5 de la asignatura es heredera, en gran medida, de las aportaciones
1
de E. Freidson, en su última obra , para la construcción de un marco de análisis sobre las diversas formas de
organización de las ocupaciones vigentes en las sociedades contemporáneas. Para el autor, es preciso
distinguir entre tres grandes lógicas de las ocupaciones, que orientan la organización y el control del trabajo: l a
“lógica del mercado”, la “lógica de la burocracia o de las organizaciones” y la “lógica del profesionalismo”.
2
Sin regirnos exclusivamente por los “tipos ideales” que el autor nos va ofreciendo en esta obra , sin embargo
nos hemos atrevido a realizar un recorrido por la Sociología de las Profesiones atendiendo precisamente a
analizar las diversas problemáticas que el autor vincula a la organización de estas tres lógicas, por cuanto
considero que puede ilustrar el análisis de los grupos profesionales en el contexto de las formas de
organización del trabajo. A juicio del autor, estas lógicas se estructuran a partir de principios diferentes: la
competencia y el coste, en el caso del mercantilismo, la eficiencia, en el caso de la burocracia, y el monopolio y
la discrecionalidad, en el caso del profesionalismo.
Como punto de partida de los desarrollos que haremos a partir de ahora, podemos tomar como
referencia la síntesis que el propio autor nos ofrece sobre sus tesis:
“Utilizo el término “profesionalismo” para referirme a las circunstancias
institucionales en las que los miembros de las ocupaciones, más que los
consumidores o los directivos, controlan el trabajo. “Mercado” refiere a
aquellas circunstancias en las que los consumidores controlan el trabajo
que realizan las personas, y “burocracia” a aquellas en las que los
directivos ejercen el control. Puede afirmarse que existe el
profesionalismo cuando una ocupación organizada obtiene el poder para
determinar quién está cualificado para ejercer un conjunto definido de
tareas, impedir a otros ejercer ese trabajo y controlar los criterios por los
que evaluar la práctica. En el caso del profesionalismo, ningún consumidor
individual del trabajo en el mercado, ni los directivos de las firmas
burocráticas, tienen derecho a seleccionar por sí mismos a los trabajadores
para realizar tareas particulares o evaluar su trabajo excepto dentro de los
límites especificados por la ocupación. La ocupación organizada crea las
circunstancias bajo las que sus miembros están libres del control por parte
3
de quienes los emplean.”
Nos enfrentamos a un desarrollo específico de la definición de las profesiones respecto a lo que
pudimos analizar en el tema 1: el énfasis se pone en el trabajo, pero entendido como “la práctica del
1
Freidson, E. (2001): Professionalism. The third logic, Chicago, Chicago of University Press. Las citas textuales de esta obra
recogidas en esta exposición han sido traducidas por Marta Jiménez Jaén.
2
El autor recurre a la metodología weberiana de los tipos ideales, entendidos como modelos que permiten comparar y analizar
realidades empíricas diferentes y cambiantes (ibídem, p. 5).
3
Ibídem, p. 12.
2. Sociología de las Profesiones
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4
conocimiento y las habilidades, y las circunstancias sociales, económicas y culturales que lo rodean” . Los
elementos que definen cada uno de los tipos ideales desde los que se estudia el trabajo son:
1. La fuerza de trabajo, refiriéndose con ello a los distintos modelos de especialización establecidos en
función de los conocimientos y cualificaciones requeridos para las distintas funciones especializadas
que desarrollan los trabajadores (es el primer apartado del tema 2).
2. La división del trabajo aplicada, entendiendo por ello las formas de coordinación y control del trabajo
(relaciones sociales) cuando los individuos realizan tareas diferentes pero relacionadas, así como las
que organizan y coordinan el trabajo de especializaciones u ocupaciones relacionadas, pu diéndose
distinguir tres niveles distintos de análisis: la sociedad en su conjunto, un sector económico dado, o
una empresa, organización o centro de trabajo (es lo que afrontaremos en el segundo apartado del
tema 2).
3. El mercado de trabajo, que aporta los recursos necesarios para el mantenimiento y la organización de
las divisiones de trabajo para concederlos a los trabajadores y a los “consumidores” de trabajo,
organizando las relaciones de intercambio entre ambos. Estrechamente ligados a la organización d el
mercado de trabajo se encuentran los posibles modelos de carrera laboral disponibles (lo
estudiaremos en el tema 3).
4. El reconocimiento o no de un programa de formación vinculado a un modelo de organización del
trabajo (nos ocuparemos de ello en el tema 4).
5. La identidad e ideología que acompaña a las ocupaciones, es decir, los significados que se atribuyen al
ejercicio de las distintas actividades laborales.
Por otro lado, esta caracterización de los tipos ideales de cada lógica organizativa de las ocupa ciones debe
acompañarse de un análisis de las “contingencias que son críticas para realizar las instituciones del tipo ideal y
que varían en el tiempo y el espacio”; estas “contingencias” vienen dadas, para el autor, por “ la organización y
las posiciones políticas de las agencias estatales, la organización de las mismas ocupaciones, y diversas
circunstancias institucionales requeridas para la práctica exitosa de diferentes cuerpos de conocimiento y
5
habilidades” . Nos ocuparemos de las políticas estatales en el tema 5.
Aunque no suela ser muy corriente adoptar una posición previa que sustente hacia dónde se van a dirigir
el conjunto de reflexiones de la asignatura, nos atrevemos a hacerlo tomando como referencia las
preocupaciones a las que el propio autor pretendió dar respuesta en esta obra, y que reflejamos textualmente:
“Dado el tipo ideal que establece una perspectiva estable para la
comparación de casos empíricos, y las instituciones históricamente
variables esenciales para ello, el examen de su interacción nos permite
comprender el sentido de los procesos que establecen y mantienen la
posición de las profesiones. Se establece, además, un método sistemático
de análisis que puede ser aplicado a todas las formas de trabajo, no sólo a
los organizados como profesiones. Y aporta una fundamentación teórica
para debatir las políticas sociales. ¿Son el monopolio, el credencialismo y
el elitismo intrínsecos del profesionalismo enemigos del bienestar público?
¿Podrían todos los vestigios del profesionalismo en las economías políticas
actuales ser sustituidos por el mercado libre o la burocracia racional? ¿O
podrías reforzarse el profesionalismo?
4
Ibídem, p. 179.
5
Ibídem, p. 180.
3. Sociología de las Profesiones
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No tiene sentido responder a estas cuestiones sin reconocer de
manera inevitablemente parcial en la que un tipo ideal puede realizarse en
el mundo empírico. Es común entre los ideólogos defender que las
deficiencias empíricas en sus políticas se deben a la realización incompleta
de su modelo, y que removiendo todas las barreras para su plena
realización se podría alcanzar la utopía. Yo no pienso en utopías, ni ahora
ni en el futuro, ya que defiendo la racionalidad para las instituciones del
profesionalismo, no voy a defender una política que intente realizarlo
plenamente a expensas de los mercados o las firmas. La realidad e s y debe
ser una combinación mixta de las tres lógicas, siendo el dilema político la
composición precisa de esa mixtura. La cuestión debería ser si las virtudes
de cada una se suprimen por el énfasis en las otras y si sus vicios se
estimulan excesivamente. Pienso que el énfasis en el consumismo y el
eficientismo ha legitimado y hecho avanzar la búsqueda individual del
autointerés material y la estandarización del trabajo profesional, que son
los verdaderos vicios que las profesiones han criticado, preservan do las
6
formas sin el espíritu.”
Sin ceñirnos estrictamente al esquema aportado por Freidson, no obstante vamos a comenzar nuestras
reflexiones sobre las organizaciones y las profesiones partiendo del problema de las especializaciones,
integrando en ellas las propuestas de organización social del trabajo profesional en contraste con el trabajo
“manual”, teniendo en cuenta los debates planteados en la Sociología sobre las consecuencias de estas formas
de organización social del trabajo para los distintos colectivos de trabajadores, y las singularidades de los
profesionales ante estos modelos organizativos. Esta problemática difícilmente podría entenderse si no
tenemos presente la tradición teórica del análisis de la división del trabajo, en la que se susten tan los debates
contemporáneos acerca de sus efectos e implicaciones sociológicas. Es por ello que las dos primeras partes de
este tema se centran en un recorrido por las principales aportaciones teóricas primero sobre las
“especializaciones” y luego sobre las “divisiones” del trabajo, donde tendremos en cuenta los aportes de los
clásicos más relevantes en el análisis sociológico. En esta ocasión nos haremos eco en primer lugar de las
aportaciones de A. Smith, quien para E. Freidson sustenta el tipo ideal d e la división del trabajo organizada en
términos de la libertad de mercado. Pero lo haremos recogiendo los debates planteados primero por K. Marx a
su concepción del trabajo especializado y del mercado, y finalmente por Durkheim, en cuya defensa de la
“solidaridad social” mediante la regulación se han apoyado algunas de las teorías más importantes en el
ámbito de la sociología de las profesiones. Finalmente, afrontaremos los fundamentos del análisis de Max
Weber sobre la burocracia.
2. Especializaciones manuales e intelectuales: cualificaciones y control del trabajo
profesional
Para afrontar el debate sobre las especializaciones, vamos a situarnos de nuevo en la tesis que formula
Freidson, para quien el fundamento del análisis de esta cuestión se sitúa en la identificación de los conocimientos y
cualificaciones que sustentan los procesos de trabajo, defendiendo que existen diferentes tipos de conocimientos
requeridos por distintos tipos de especializaciones ocupacionales: se debe reconocer que todo trabajo presupone el
uso de conocimientos, es de hecho la práctica del conocimiento, y la organización social y económica de esa práctica
juega un papel crítico en la determinación de qué conocimientos pueden ser empleados en el trabajo y de cómo
pueden ser ejercidos dichos conocimientos. En sus palabras,
6
Ibídem, p. 181.
4. Sociología de las Profesiones
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“Las actividades productivas humanas que llamamos genéricamente trabajo se
distinguen de las actividades de otras criaturas por el hecho de que están
dirigidas por el conocimiento. Una adecuada sociología del trabajo, por tanto,
debe también ser una sociología del conocimiento. Desafortunadamente, los
estudiosos en este campo han restringido ampliamente su estudio al trabajo
intelectual de filósofos, científicos y académicos. Una adecuada sociología del
conocimiento debe abarcar mucho más que esto. Antes que nada, se debe
reconocer que todo trabajo presupone conocimiento, que es la práctica del
conocimiento, y que la organización social y económica de la práctica juega un
papel crítico en la determinación tanto de qué conocimiento puede ser
7
empleado en el trabajo como de cómo puede ser ejercido el conocimiento.”
El punto de partida es la definición de la “especialización ocupacional”, a la que el autor alude en términos del
“uso de un cuerpo de conocimientos y destrezas limitados pensados para alcanzar fines productivos particulares”.
La especialización es inherente al trabajo, pero para Freidson es importante tener presente que no todas las
especializaciones son semejantes, y que las diferencias entre ellas sustentan el establecimiento del valor social,
simbólico y económico de un trabajo, y justifican el grado de privilegios y de confianza que se le otorga a quienes lo
desarrollan. No se pueden entender monolíticamente los procesos históricos de especialización de las distintas
ocupaciones, puesto que a partir de la Revolución Industrial en realidad se forzaron dos grandes procesos de
especialización: uno, en el ámbito del trabajo manual, sobre la figura del artesano, y otro, en el ámbito del trabajo
intelectual, equivalente al proceso de desglosamiento y surgimiento de ocupaciones basadas en disciplinas. De estos
procesos derivan dos grandes tipos de especializaciones que sustentan valoraciones y estatus ocupacionales
8
diferentes :
- Manuales: las que derivan del proceso de división del trabajo en tareas parciales, en las cuales no existe
una organización ocupacional del trabajo, ni sustenta identidades sociales adscritas a las
especializaciones. En general, se valoran sus resultados por la productividad.
- Intelectuales: son las que derivan de “la búsqueda y la aplicación del conocimiento formal complejo y de
la técnica”. Refieren a las disciplinas y subdisciplinas generadas a partir de las ocupaciones intelectuales,
muchas de las cuales se convirtieron en ocupaciones autónomas, que se ejercen bien en términos de
autoempleo, o bien en el empleo público, o bien en empresas. El desarrollo de esta forma de
especialización ha dado lugar a figuras como el experto y el técnico. Suelen someterse básicamente a
procesos de autoevaluación.
En los diferentes tipos de especialización puede darse un amplio rango de profundización, en función del
margen de discrecionalidad (es decir, autonomía) que puede tener el trabajador. Desde esta perspectiva es posible
distinguir entre “especialización mecánica” y “especialización (manual o intelectual) discrecional”:
- La “especialización mecánica” (la división detallada del trabajo, en términos marxistas, a la que también
se refería Smith) dispone de un mínimo margen de discrecionalidad, y refiere a “la realización exclusiva
de tareas que son tan simples y repetitivas que pueden ser realizadas virtuosamente por cualquier
adulto normal”.
- La “especialización discrecional”, que implica tareas “en las que la discreción o el juicio propio se
ejercen a menudo si se quieren realizar con éxito”, y pueden darse tanto en la especialización manual
9
como en la intelectual.
7
Ibídem, p. 27.
8
Ibídem, pp. 20-22.
9
Ibídem, p. 23.
5. Sociología de las Profesiones
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El carácter “manual” o “intelectual” de una especialización no se define por el uso de la “mente” o de las
“manos” en el trabajo, sino por el tipo de conocimientos que requiere cada trabajo. Es por ello que el autor pasa a
definir las especializaciones en relación con los distintos tipos de conocimiento que identifica de acuerdo con sus
orígenes y su relación con instituciones sociales:
1) Conocimiento y habilidades cotidianas. Son los que se requieren para la vida cotidiana, a diferencia de los
que “son necesarios sólo para trabajar en un oficio u ocupación particular”. Algunos son conocimientos
tácitos, se usan inconscientemente (no se reflexiona sobre ellos), siendo esenciales para la realización
práctica de todo tipo de trabajo en la sociedad. Varían históricamente y suelen estar segmentados por edad,
raza, género y clase social. En las sociedades modernas suelen adquirirse en la escuela una parte de ellos
(escritura, lectura, aritmética,...).
2) Conocimiento laboral práctico. Es aquel vinculado al trabajo en espacios particulares, no siendo compartido
con la población en general. Puede ser también “consciente” o “tácito”.
3) Conocimiento formal. Está institucionalizado en “disciplinas”, es decir, en espacios institucionales
diferenciados de la vida cotidiana (geografía, historia, sociología,...). Se enseña a quienes aspiran a entrar en
ocupaciones especializadas. Buena parte de este conocimiento es abstracto y general, y no puede ser
aplicado directamente a los problemas del trabajo. Es el que pasa a jugar un papel esencial en la
diferenciación entre “especialización manual” e “intelectual”, puesto que sólo las “especializaciones
intelectuales” son las que se apoyan en estos conocimientos para sustentar el propio acceso al trabajo.
4) Conocimiento tácito, que es aquel que se da por establecido y procede bien de la vida cotidiana, bien de la
experiencia laboral. En palabras de Wood, “Este conocimiento tácito se aprende a través de la experiencia
individual, normalmente es específico de una situación y difícil de articular en un lenguaje explícito y
10
formalizado –desde luego, en sentido literal debe ser incapaz de articularse-.”
Partiendo del grado en el que se emplean estos diversos tipos de conocimientos en las especializaciones,
Freidson distingue entre tres tipos ideales: especialización mecánica, especialización manual discrecional y
especialización intelectual discrecional, cuyas características se observan en la siguiente Tabla:
Tabla 1. Proporción relativa de cada tipo de conocimiento y cualificación en cada tipo de especialización
Tipo de Conocimiento Conocimiento Conocimiento Conocimiento tácito
especialización cotidiano práctico formal
Mecánica Alto Bajo Bajo Moderado
Manual discrecional Moderado Alto Moderado Alto
Intelectual Bajo Moderado Alto Bajo
discrecional
Con este marco de análisis nos situamos ante la posibilidad de realizar un análisis más complejo de las
implicaciones de los diversos modelos de organización social del trabajo antes caracterizados desde el punto de vista
de la problemática de las cualificaciones. Así, nos encontramos con la posibilidad de identificar que existen ciertas
10
Wood, S. (1996): “El debate sobre la descualificación”, en Finkel, L. (1996): La organización social del trabajo, Madrid, Pirámide,
p. 303. Para este autor, “lo que implica el concepto de capacidades tácitas es sin duda que los trabajadores no pueden reducirse a
la clase de autómatas a la que apuntan las tesis simples de descualificación.” (ibídem, p. 304), si bien, como indica L. Finkel (opus
cit., p. 263), es preciso tener cuidado con este concepto por el uso que pueden darle en algunos contextos las propias empresas
(por ejemplo, como lo refleja Freidson en relación a los conocimientos cotidianos, un uso discriminatorio en razón del género e
incluso la edad a la hora de seleccionar a los trabajadores).
6. Sociología de las Profesiones
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actividades laborales que se han visto organizadas en los términos de las especializaciones mecánicas, es decir, que se
trata de ocupaciones en las que tiende a exigirse mucho “conocimiento cotidiano”, un cierto grado de “conocimiento
tácito” y en escasos conocimientos laborales “prácticos” y “formales”. Estas especializaciones se diferencian de otros
trabajos que, aún estando del lado del trabajo “manual”, pueden tener un cierto grado de discrecionalidad por parte
de quien lo desarrolla, y se les requieren por ello más conocimientos laborales y tácitos, junto con un grado
moderado de conocimientos cotidianos y formales. Finalmente, Freidson señala un tercer tipo ideal de
especialización discrecional intelectual, normalmente asociada a las tesis “oficiales” de los grupos y ocupaciones
profesionales de que “el conocimiento y las habilidades de una especialización particular requieren una
fundamentación en conceptos abstractos y en el aprendizaje formal”, y que en éstos se apoya el ejercicio discrecional
(sus perfiles serían: bajos conocimientos cotidiano y tácito, moderado conocimiento práctico y alto conocimiento
formal).
Hemos caracterizado este tipo de planteamientos precisamente en las primeras vertientes de la Sociología
de las Profesiones (particularmente, en la corriente estructural-funcionalista). Pero también tiene interés tener
presente cómo las sucesivas transformaciones de la organización social del trabajo han ido afectando al ámbito de las
especializaciones intelectuales, en particular en dos dimensiones: su progresivo proceso de incorporación a las
organizaciones y empresas (y la consiguiente integración en el trabajo asalariado) y las implicaciones que dicha
incorporación ha podido tener en la determinación de las cualificaciones y la discrecionalidad en el ejercicio de sus
funciones singulares. Dependiendo del marco de análisis en el que nos situemos, estas transformaciones han sido
interpretadas sociológicamente en ocasiones como un proceso de “desprofesionalización”, y en otras como la
“proletarización” de estos agentes (en la que se han centrado algunas aportaciones desde el marxismo). A estas
cuestiones dedicaremos la cuarta parte de este tema.
3. A. Smith: división del trabajo, especialización y la lógica del mercado
Según Freidson, hemos de tener en cuenta que tanto Adam Smith como Karl Marx utilizaron el término
“división del trabajo” para referirse, al menos en parte, a la especialización, siendo A. Smith el que primero estableció
la importancia de este proceso, si bien “más allá de su voluntad, estableció una tradición de uso que es confusa, y
11
que desafortunadamente ha llegado hasta nuestro tiempo a través de la obra de Karl Marx y Émile Durkheim.” ,
estando mezcladas en sus aportaciones las reflexiones sobre los procesos de transformación del trabajo artesanal con
la introducción de la especialización y simplificación de tareas (sobre las que hablaron extensamente Marx y Smith,
sobre todo) y sobre las relaciones que en el conjunto de la sociedad se establecían entre ocupaciones y actividades y
su papel en la propia organización de las sociedades (sobre las que llamaron en particular la atención Marx y
Durkheim). Adam Smith dedicó gran parte de su tiempo a referirse a la división del trabajo claramente como sólo
especialización, aunque reconoció la existencia de más de un tipo de especialización, pero no intentó analizar todas.
11
Según el autor, “la división del trabajo es un concepto pobremente desarrollado, cargado de ambigüedad (ver Salz 1933: 279).
Pues a pesar de su patente importancia y del extenso uso del mismo por numerosos autores, 117 años después de la publicación
de La riqueza de las naciones Durkheim escribiría que “la teoría de la división del trabajo ha hecho… pocos progresos desde Adam
Smith” (1964: 46). Y más de medio siglo después de Durkheim, Clemente (1972: 31) insistiría en que el concepto “es uno de los
más vacíos”, que “ha recibido menos atención de la que se merece”. Unas dos décadas después se afirmaría acertadamente que
“sorprendentemente pocas investigaciones asumen la división del trabajo como problema y examinan sus determinantes sociales
y políticos así como sus factores técnicos y administrativos” (Strang y Baron 1990: 480). Esto puede ser debido a que los escritores
clásicos – Smith, Marx y Durkheim- tuvieron un propósito más amplio, central y le prestaron menor atención. Ellos usaron el
término para representar dos cosas bastante diferentes – un sinónimo de especialización en abstracto, de un lado, y de otro la
manera en que las especializaciones se constituían en ocupaciones u oficios y sus interrelaciones organizadas.” (Freidson, 2001,
opus cit.)
7. Sociología de las Profesiones
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Freidson, indudablemente al igual que en general la mayoría de los autores contemporáneos, atribuye, no
obstante, un papel crucial a Smith en la apertura del debate sobre la división del trabajo: “Ningún otro escritor más
que Smith ha sido responsable de la popularización del concepto (…). Como los otros autores clásicos, Smith se
propuso comprender y conceptualizar los profundos cambios sobrevenidos en la economía política europea, el
movimiento desde la sociedad feudal, preindustrial, a la que llamamos sociedad moderna, industrial. Se ocupó de
explicar las fuentes de la productividad y de la acumulación de capital. A diferencia de muchos otros escritores
clásicos, sin embargo, él abogó por una particular política económica nacional que pensaba que llevaría a la
“opulencia universal”. Dado este propósito, el concepto de división del trabajo requería análisis poco extensos
12
(…).”
Tenemos, por tanto, una idea central en sus planteamientos: evidenciar cómo la especialización a la que
conducía la división del trabajo artesanal, junto con la maquinaria, era el sustento del aumento de la productividad y
del crecimiento económico, enfatizando con ello la importancia económica de la actividad humana:
“Cuál es la obra de la fábrica de alfileres: un operario de éstos, no
habiendo sido educado por principios en su oficio (que la división del trabajo
calificó de distinto artefacto), ni teniendo noticia del uso de las máquinas que en
él se emplean (a cuya invención dio acaso motivo la división misma), apenas
podría acabar, aunque aplicase toda su industria, un alfiler al día, o por lo menos
es cierto que no podría hacer 20. Pero en el estado en que hoy día se halla este
oficio no sólo es un artefacto particular la obra entera o total de un alfiler, sino
que incluye cierto número de ramos, de los cuales cada uno constituye un oficio
distinto y peculiar. Uno tira el metal o alambre, otro lo endereza, otro lo corta, el
cuarto lo afila, el quinto lo prepara para ponerle la cabeza; y el formar ésta
requiere dos o tres operaciones distintas; el colocarla es otra operación particular;
es distinto oficio el blanquear todo el alfiler; y muy diferente, también, el de
colocarlos ordenadamente en los papeles. Con que el importante negocio de
hacer un alfiler viene a dividirse en 18 o más operaciones distintas, de las cuales
en una cosas se forjan por distintas manos y en otras una mano sola forma tres o
cuatro diferentes. He visto un laboratorio de esta especie en que sólo había
empleados diez hombres, de los que cada uno, por consiguiente, ejercía dos o tres
distintas operaciones de ellas. Pero aunque eran muy pobres, y muy mal provistos
de máquinas necesarias, cuando se esforzaban a trabajar hacían cerca de 12 libras
de alfileres al día. En cada libra habría más de 4.000 de mediana magnitud y, por
consiguiente, estas diez personas podían hacer cada día más de 48.000 alfileres,
cuya cantidad partida entre diez tocaría a cada uno hacer al día 4.800. Pero si
éstos hubieran trabajado separada e independientemente, sin haber sido
educados por principios en el oficio peculiar de cada uno, ninguno ciertamente
hubiera podido llegar a fabricar 20 alfileres al día, y acaso ni aún uno solo, que es
tanto como decir que no haría ciertamente la vicentésima cuadragésima parte, y
acaso la cuadrimilésima octogentésima de los que al presente son capaces de
hacer en consecuencia de una división propia y de una juiciosa combinación de sus
13
diferentes operaciones.”
12
Ibídem.
13
Smith, A. (1776, 1983): Riqueza de las Naciones, vol. 1, Barcelona, Bosch, p. 45 (citado por Köhler, H-D y Martín Artiles, A. (2007):
Manual de Sociología del trabajo y de las relaciones laborales, Madrid, Delta, p. 71).
8. Sociología de las Profesiones
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La división del trabajo permite aumentar la destreza de los trabajadores, al reducir su actividad a una o pocas
operaciones (y ello a lo largo de toda su vida); ahorra tiempo, al no tener que cambiar de actividad cada obrero; y
fomenta la mejora de las herramientas y el uso de máquinas, permitiendo que un solo hombre realice el trabajo de
14
muchos . La generalización de este modelo de especialización sería el sustento, en definitiva, de la “opulencia
universal”, si bien reconoce que sus efectos sobre los conocimientos que los obreros emplean en la producción son
contradictorios, ya que al tiempo que aumenta su virtuosismo, conduce a su degradación:
“Con los progresos en la división del trabajo viene a reducirse a muy pocas
y muy sencillas operaciones el empleo de la mayor parte de los individuos que de
él se mantienen y forman parte del gran cuerpo del pueblo. Los conocimientos de
la mayor parte de los hombres se perfeccionan necesariamente con el ejercicio de
sus mismos empleos. Un hombre que gasta la mayor parte de su vida en formar
una o dos operaciones muy sencillas, casi uniformes en sus efectos, no tiene
motivos para ejercitar mucho su entendimiento, y mucho menos su invención
para buscar varios expedientes con que remover diferentes dificultades que en
distintas operaciones pudieran ocurrirle. Casi viene a perder el ejercicio noble de
aquella potencia, y aún se hace generalmente estúpido e ignorante cuanto cabe
en una criatura racional. La torpeza de su entendimiento no sólo le deja incapaz
del gusto de una conversación y trato racional, sino de concebir sentimientos
nobles y generosos, así como de formar aún una justa idea y un juicio sólido de las
obligaciones de la vida privada. (…) Entorpece la actividad de su cuerpo y le suele
hacer incapaz de ejercitar sus fuerzas con vigor y perseverancia en cualquier otro
ejercicio a que no esté acostumbrado, mientras de este modo parece adquirir la
destreza de su oficio peculiar a expensas de sus potencias intelectuales, civiles y
marciales. Tal es el estado en que no puede menos de incurrir un pobre
trabajador, que equivale a decir la mayor parte del pueblo, dentro de una
sociedad adelantada y culta, a no tomarse el Gobierno el trabajo de precaverlo
con el desvelo en la enseñanza.
En cierto sentido no ocurre lo mismo en las sociedades que comúnmente
se llaman bárbaras, de cazadores, de pastores y aún labradores, que atraviesan
aquel rudo estado de agricultura que precede al adelanto de las artes y
manufacturas y a la extensión del comercio con las naciones extrañas. En tales
sociedades, las distintas ocupaciones de cada hombre le obligan a ejercitar más su
capacidad natural y a inventar medios con que vencer las varias dificultades que
continuamente le salen al paso. La invención se mantiene siempre en un vivo
ejercicio, y el entendimiento no incurre en aquella estupidez que parece cubrir en
15
una nación civilizada las luces de la mayoría.”
Aunque su principal interés fuera evidenciar el papel productivo de la división del trabajo, no obstante Smith
reconocía que sus ventajas no afectaban por igual a las distintas clases sociales, en la medida en que consideraba que
16
la “riqueza de las naciones” no era una cuestión exclusivamente económica, sino también social : los factores
clásicos de la producción –tierra, capital y trabajo- remitían en su obra a las tres clases sociales fundamentales de su
tiempo –terratenientes, capitalistas y trabajadores-, siendo el trabajo el factor fundamental en la creación de la
riqueza (y, por tanto, los trabajadores los agentes centrales del crecimiento), cuya distribución se materializa en las
14
Finkel, L. (1996): opus cit., p. 15.
15
Smith, A. (1776, 1983): opus cit., pp. 99 y ss (citado por Köhler, H-D. y Martín Artiles, A. (2007): pus cit., pp. 72-73).
16
Rodríguez Guerra, J. (1993): “A. Smith y la Teoría del Capital Humano. Notas sobre una relación problemática”, en Témpora, nº
21-22, p. 292.
9. Sociología de las Profesiones
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tres formas de la renta (asociada a la tierra), el beneficio (asociado al capital) y el salario (“aquella recompensa que se
17
otorga cuando el trabajador es una persona distinta del propietario del capital que emplea al obrero” ). A pesar de
su defensa de la plena libertad del mercado, Smith, no obstante, reconoce que las relaciones de intercambio entre
capital y trabajo no son armoniosas, partiendo de una situación de ventaja el capital:
“El hombre siempre ha de vivir y mantenerse con su trabajo. Por
consiguiente, su salario ha de alcanzar por lo menos para su mantenimiento. (…)
Los salarios del trabajo, en todas las naciones, se acomodan al convenio que por lo
común se hace entre estas dos partes, cuyos intereses de ningún modo pueden
considerarse los mismos. El operario desea sacar lo más y el empresario dar lo
menos que puede. Pero no es difícil de prever, (…) cuál de estos dos partidos en
ciertas ocasiones habrá de llevar la ventaja (…). Los empresarios o dueños, como
menos en número, pueden con más facilidad concertarse, además de que las
leyes, por lo regular, autorizan en éstos combinaciones y las prohíben en los otros
(…). En semejantes contiendas no pueden dejar de llevar siempre las ventajas los
dueños. Un señor de tierras, un labrador, un fabricante, o un comerciante rico,
aunque en todo un año no empleen trabajador alguno, por lo general tendrán con
qué mantenerse (…). Muchos, o los más de los operarios o trabajadores, no
podrán mantenerse una semana; pocos podrán subsistir un mes sin trabajar, y
apenas habrá uno que lo pueda hacer un año entero. A largo espacio de tiempo,
tanto el trabajador como el fabricante, el comerciante y el hacendado, se
necesitarán recíprocamente, pero nunca será en los segundos esta necesidad tan
18
inmediata.”
El reconocimiento de estas diferentes condiciones de partida no es obstáculo para avanzar en la explicación
de las circunstancias en las que debe sustentarse la diferenciación entre los salarios, en la que encontramos, si cabe,
una referencia a la necesidad de que se tenga en cuenta aquellas actividades que suponen elevados costes y mayor
19
dificultad del aprendizaje , por lo tanto, la única norma de valor no será la cantidad, sino también la calidad del
trabajo:
“Si una especie de trabajo requiere un grado extraordinario de destreza e
ingenio, la estimación que los hombres hagan de esas aptitudes dará al producto
un valor superior al que corresponde el trabajo en el empleado. Dichas aptitudes
raramente se adquieren sino a fuerza de una larga dedicación, y el valor superior
de sus productos representa, las más de las veces, sólo una compensación
razonable por el tiempo y el trabajo que se necesitan para adquirirlos. Con el
progresos de la sociedad las compensaciones de esta especie, que se
corresponden a una mayor pericia y esfuerzo, generalmente se reflejan en los
20
salarios…”
17
Smith, A. (1776), citado por Rodríguez Guerra, J. (1993): ibídem, p. 294.
18
Smith, A. (1776), citado por Köhler, H-D. y Martín Artiles, A. (2007): opus cit., p. 73.
19
“Cuando se construye una máquina muy costosa, se espera que la operación, la actuación extraordinaria de la misma, hasta su
total amortización, repondrá el capital invertido y procurará, por lo menos, el beneficio corriente. Un hombre educado a costa de
mucho trabajo y de mucho tiempo, en uno de aquellos oficios que requieren una pericia y destreza extraordinarias, se puede
comparar con una de estas máquinas costosas. La tarea que él aprende a ejecutar hay que esperar le devuelva, por encima de los
salarios usuales del trabajo ordinario, los gastos completos de su educación y, por lo menos, los beneficios correspondientes a un
capital de esa cuantía. Es necesario, además, que todo ello acaezca en un período de tiempo razonable, habida cuenta de lo muy
incierta que es la duración de la vida humana, y a semejanza de lo que hace con la máquina, cuya duración es más cierta.” (Smith,
A. (1776), citado por Rodríguez Guerra, J. (1993): opus cit., pp. 300-301).
20
Smith, A. (1776), citado por Rodríguez Guerra, J. (1993): opus cit., p. 303.
10. Sociología de las Profesiones
Marta Jiménez Jaén
Sin embargo, estas consideraciones las aplica al caso de lo que él definía como “trabajo productivo” (el que
“añade valor al objeto al que se incorpora”, y que “se concreta y realiza en algún objeto especial o mercancía
vendible, que dura, por lo menos, algún tiempo después de terminado el trabajo”), pero no al “trabajo improductivo”
21
(que no añade valor, y en el que coinciden producción y consumo) . Esta diferencia tiene interés, por cuanto el autor
integraba el trabajo profesional en el trabajo improductivo, que no contribuía al crecimiento económico, y cuyas
remuneraciones incluso venían influidas por el rango social que se les atribuía a las profesiones:
“Fiamos nuestra salud a un médico, nuestros bienes, y a veces nuestra vida
y nuestra reputación, a un Letrado, o a un Procurador en nuestra ausencia. Esta
confianza no puede depositarse en gentes de mediana y mucho menos de baja
condición. Por tanto, la recompensa debe ser tal que pueda sostenerles en el
rango que requiere en la sociedad una confianza de esta especie. El dilatado
tiempo de la educación de éstos, los gastos de su enseñanza, combinados con las
demás circunstancias, levantan mucho más el cómputo que lo que parece merecía
22
su mero trabajo.”
Finalmente, hay que tener presente una idea central de Smith respecto a la división del trabajo, concebida
socialmente, que sirve de base a Freidson para la definición del tipo ideal de la “lógica de la libre competencia” o la
“lógica del mercado”. Como afirma y explica L. Finkel, el grado de división del trabajo en la sociedad está sometido a
las limitaciones que imponen las dimensiones del mercado:
“La creciente especialización supone un alto grado de interdependencia,
como consecuencia de la cual cada actividad individual necesita de la producción
de bienes y servicios de otras industrias. Ya en la economía de trueque el
individuo podía satisfacer sus necesidades intercambiando el excedente de su
producción por otros productos, pero, al generalizarse la división del trabajo, este
proceso de dependencia se acentúa hasta tal punto que <cada hombre vive
intercambiando y llega a ser en alguna medida un comerciante>. No obstante,
Smith cree que esta división del trabajo, de la que se derivan tantas ventajas, no
es producto de la sabiduría humana, sino que más bien constituye la consecuencia
necesaria, aunque lenta y gradual, de una cierta propensión de la naturaleza
humana al trueque e intercambio de una cosa por otra. Pero si la propensión al
intercambio es lo que da origen a la división del trabajo, también Smith advierte
de que la misma está limitada o condicionada por la dimensión del mercado. No
se puede estimular a nadie a que se dedique totalmente a un solo trabajo cuando
el mercado es muy pequeño, ya que hay cierto tipo de industrias que sólo pueden
23
desarrollarse en una gran ciudad.”
3.1. El tipo ideal: la división del trabajo basada en la libre competencia
En la medida en que es a este autor al que Freidson atribuye el establecimiento de las principales ideas que
orientan la “lógica de la libre competencia”, consideramos que es este el espacio en el que debemos hacernos eco de
21
Ibídem, p. 306.
22
Ibídem, p. 310.
23
Finkel, L. (1996): opus cit., p. 15.
11. Sociología de las Profesiones
Marta Jiménez Jaén
sus señas de identidad en lo central: la división y organización del trabajo en la sociedad que supone. Lo hacemos
recogiendo la síntesis que el autor nos ofrece en “The Third Logic”:
“Adam Smith claramente sugiere un modo de organización del trabajo en
la sociedad. Dentro de su estado de perfecta libertad, el trabajo puede ser
organizado solamente por relaciones de intercambio en las que todos los
trabajadores son libres para competir sin límites como individuos para la
realización de cualquier tipo de trabajo que ellos decidan. Smith presenta lo que la
crítica ha denominado “economía de Crusoe” (Lavoie 1991). De esas condiciones
de libertad perfecta florece un modo particular de creación de una división del
trabajo. Las “combinaciones” por las que los trabajadores o empleadores
conspiran colectivamente para obtener alguna ventaja en el mercado no deben
existir. Sin combinaciones, la división del trabajo puede ser muy fluida, con
especializaciones ocupacionales y empresas productivas emergiendo libremente
y desapareciendo según las demandas del mercado y la competencia por otros
cambios. Aquellos manufactureros y artesanos que sobreviven deben no sólo
producir bienes y servicios al menor coste posible (lo cual es interpretado como
eficiencia) sino que deben también ser capaces de cambiar de un producto o
servicio a otro cuando el mercado demanda cambios o cuando la competencia
reduce la posibilidad de beneficios, o incluso desaparecerán y serán suplantados
por los competidores.
Igualmente, en esa situación de libre competencia pura dentro de los
mercados, los trabajadores geográficamente y ocupacionalmente móviles serían
capaces de realizar cualquier tarea y obtendrían los mejores ingresos donde
pudieran hacerlo. Sin ninguna restricción de movimiento desde una localidad a
otra en la búsqueda de trabajo y sin limitaciones a moverse ni leyes protectoras
ni costumbres que impidan a los trabajadores ofrecerse a realizar cualquier tipo
de trabajo, los roles laborales, empleos y ocupaciones no deben tener límites
claros ni jurisdicciones. Muchos trabajos son fácilmente transformables en
empleos cuya existencia real puede ser fugaz, y sus tareas pueden cambiar. Dichos
empleos pueden desarrollar una identidad no coherente, y quienes los realizan
difícilmente están inclinados o son capaces de desarrollar una identidad y
conciencia ocupacional. De hecho, una gran parte de los trabajos fácilmente
implican especializaciones cotidianas que pueden ser cambiadas en diversas
circunstancias. El contenido del trabajo que abarca especializaciones mecánicas y
discrecionales puede ser muy inestable, variando aún si sólo en pocas formas
24
satisfacen las diferentes demandas de cada empleador o consumidor . Así, el
número relativo de especializaciones diferentes entre ellos probablemente sea
menor. Debido a que muchos, si no la mayoría, de los empleos es probable que
duren poco, pocos de ellos, si es que hay alguno, se basarán en una extensa
experiencia o formación. Las carreras laborales, o líneas de carrera (…), se
convertirán en una sucesión de posiciones de mercado diversas y temporales,
que por su naturaleza no pueden requerir la aplicación de habilidades complejas
para las que se requiera un largo período de formación o experiencia –“carreras
desordenadas” (Wilensky 1961, y ver Spilerman 1977), con el trabajo clasificado
como descualificado o semi-cualificado. Sin protección jurídica ni otras fuentes de
24
Es característico de los economistas clásicos y neoclásicos maximizar la capacidad de los consumidores de estar bien informados,
para calcular decisiones racionalmente.
12. Sociología de las Profesiones
Marta Jiménez Jaén
estabilidad, el contenido de los empleos variará para satisfacer las diferentes
25
demandas de cada empleador o consumidor. Se debilita la estandarización.”
Obviamente, estamos hablando de un tipo ideal, aquel que puede inspirar el establecimiento de la lógica
pura de la competencia y de la plena desregulación, por tanto, en todas las dimensiones tenidas en cuenta en el
modelo planteado por Freidson: de las cualificaciones y conocimientos requeridos por los trabajos, de los límites
jurisdiccionales entre ocupaciones, de las barreras protectoras en el mercado de trabajo, del establecimiento de
líneas promocionales que no se inspiren más que en la pura competencia, de programas formativos que puedan
reducir la “eficiencia” económica de los puestos de trabajo… y todo ello supone la imposición de un modelo basado
en la movilidad plena y en el protagonismo central de la demanda (de los consumidores) en la determinación de las
ofertas (las condiciones y la organización del trabajo). Como el mismo autor establece, en su estado puro difícilmente
se puede encontrar materializado en la realidad; en primer lugar, porque toda división del trabajo es el resultado de
decisiones, y por lo tanto, de regulaciones, y afirma que el propio Smith tenía que reconocer esto:
“Que existen opciones entre modos de organización de la división del
trabajo fue ciertamente reconocido por Adam Smith en su discusión de cómo las
“políticas de Europa”, guiadas por la teoría mercantilista y, se puede decir, la
conveniencia política, interfirieron con la libertad de mercado. No se trataba de que
Europa no pudiera sobrevivir bajo estas políticas, sino más bien, pensaba Smith,
que su economía crecería más firmemente bajo las condiciones de un mercado libre
26
apoyado en las políticas del laissez faire por parte del estado.”
Pero también, en segundo lugar, porque tampoco es concebible su aplicación en sociedades complejas:
“...una competencia individual completamente libre y la fluidez que se le
presupone debido a la ausencia de limitaciones sociales organizadas de los
trabajadores y consumidores, es difícil imaginar cómo una división del trabajo así
pudiera existir si no es en una sociedad pequeña y simple donde existen
relativamente pocos consumidores y sofisticadas demandas. Es incluso difícil
imaginar cómo las manufacturas modestamente organizadas descritas por Smith
podían existir, dejando fuera las grandes organizaciones, más diferenciadas,
analizadas después por Marx. Además, un pacto de este tipo llegaría a chocar con
el proceso que Smith deploró (1976ª, 74-5), cuando los “maestros” se
enfrentaban al trabajo y explotaban la ventaja intrínseca de su posesión de capital
y de equipamiento capital frente a los trabajadores que solamente poseían su
fuerza de trabajo. Dicho enfrentamiento contradice los términos del modelo del
27
libre mercado, por supuesto, así como enfrenta a los trabajadores.”
Sin embargo, y por ello tiene importancia la consideración de esta lógica como uno de los tres tipos ideales
que modelan las políticas organizativas en nuestro tiempo, es importante no desestimar algo que sí es bastante real:
que el discurso de la libre competencia reaparece y se renueva constantemente en las sociedades contemporáneas
para justificar determinados tipos de políticas laborales, y no ya sólo en el ámbito de las “especializaciones
manuales” contempladas por Smith, sino también en el de las “discrecionales”, es decir, específicamente en el
ámbito de la organización del trabajo profesional, donde, como podremos ver, se han venido desplegando ciertas
25
Freidson, E. (2001): opus cit.
26
Ibídem.
27
Ibídem.
13. Sociología de las Profesiones
Marta Jiménez Jaén
líneas de cuestionamiento del “profesionalismo” amparadas en la idea de que sean el “consumo” y la demanda (y no
las propias disciplinas) los que determinen la validez de una oferta determinada de servicios.
4. La crítica marxista de la división social del trabajo: cualificaciones y control del trabajo
En primer lugar, hemos de tener en cuenta que, a diferencia de Smith, Marx sí que intentó ofrecer una
concepción de la división del trabajo concebida como proceso que afectaba al modo de organización de la sociedad
en su conjunto, además de a los procesos de especialización del trabajo en la producción. En realidad, para el autor
ambos procesos estaban estrechamente implicados en el caso de las sociedades capitalistas, en las que el modelo de
relaciones sociales impuesto socialmente se hacía efectivo en las propias formas de organización del trabajo
productivo tal como se fueron conformando en el Modo de Producción Capitalista.
Cuando nos situamos en el marco teórico planteado por Marx, hablar de “división del trabajo” equivale a
hablar de división entre “Trabajo Manual” y “Trabajo Intelectual”, pero entendiendo por ello que no nos estamos
refiriendo a una distinción entre “trabajos que se hacen con las manos” y “trabajos que se hacen con la mente”, sino
a las funciones de las distintas actividades y de los agentes que las desarrollan en el marco de las relaciones sociales
en su conjunto, que para Marx eran básicamente relaciones de dominio y de subordinación asociadas, asimismo, a las
relaciones de producción. Por lo tanto, encontramos, como admite Freidson, que para él “la “división social del
trabajo” está compuesta por todas las diferentes ocupaciones o tareas que existen en una sociedad en su conjunto,
28
atendiendo al tipo de especialización o al método social de organización” , por lo que sus análisis resultan
efectivamente más ricos que los realizados por Smith y, como veremos, por Durkheim. Vamos a seguir el desarrollo
de esta conceptualización partiendo de lo más básico: qué entendía Marx por “trabajo”.
En una primera aproximación, Marx analiza los procesos de trabajo haciendo abstracción de las formas
concretas que éstos asumen en las distintas épocas históricas. Desde este punto de vista, se nos presenta todo
proceso de trabajo como relación dialéctica entre el hombre y la naturaleza. En tanto todo proceso de trabajo
consiste en la transformación de una materia prima en un valor de uso, se puede descomponer en tres elementos:
la actividad orientada a un fin (o trabajo propiamente dicho, que implica el empleo de energía humana o
fuerza de trabajo, que se diferencia del trabajo en tanto éste es el rendimiento del uso de la fuerza de
trabajo).
el objeto de trabajo (o materia prima).
los medios de trabajo (que, junto al objeto de trabajo, constituyen lo que Marx denomina “medios de
producción”).
Mientras que los medios y el objeto de trabajo pueden considerarse “condiciones objetivas” de todo proceso
de trabajo, en la fuerza de trabajo encontramos, además de sus condiciones objetivas específicas (nivel de
cualificación, organización, etc.), una faceta “subjetiva”, ya que, al manifestarse en la actividad laboral misma, se
somete al logro de un fin predeterminado. Para Marx, todo trabajo humano, por simple que fuera, contenía una
dimensión intelectual, por eso la diferenciación fundamental que establecía era frente al “trabajo animal”:
“Una araña ejecuta operaciones que recuerdan la del tejedor, y una abeja
avergonzaría, por la construcción de las celdillas de su panal, a más de un maestro
albañil. Pero lo que distingue ventajosamente al peor maestro albañil de la mejor de
28
Marx, K. (1978): El Capital, Libro I, Madrid, Siglo XXI, Vol. 1, p. 223.
14. Sociología de las Profesiones
Marta Jiménez Jaén
las abejas es que el primero ha modelado la celdilla en su cabeza antes de
construirla en cera. Al consumarse el proceso de trabajo surge un resultado que
antes del comienzo de aquél ya existía en la imaginación del obrero, o sea
idealmente. El obrero no sólo efectúa un cambio de forma en lo natural, al mismo
tiempo, efectiviza su propio objetivo, objetivo que él sabe que determina, como una
29
ley, el modo y manera de su accionar y al que tiene que subordinar su voluntad”
Por lo tanto, tenemos que para Marx un trabajo no se considera “manual” porque carezca de contenido en sí
mismo, sino por la función que desempeña en el marco de las relaciones de dominio en el conjunto de la sociedad o
en el propio proceso productivo. Quizás sea la expresión conocida de Gramsci cuando planteaba que “todos los
hombres son intelectuales, pero no todos tienen en la sociedad la función de intelectuales”, la que mejor verbaliza
esta idea, resaltando precisamente que la categorización de una persona o colectivo en tanto que “intelectuales”
había que “situarla en el conjunto de relaciones en el que ellos -…- vienen a unirse al complejo general de las
30
relaciones sociales” . Por lo tanto, para ubicar a las ocupaciones y los agentes en el marco de las relaciones sociales
entre trabajo manual y trabajo intelectual, hay que buscar criterios no estrictamente derivados del contenido
material del trabajo, sino más abiertamente derivados de su propia relación con el saber como fundamento del
ejercicio del poder.
Una segunda aclaración viene al caso hacer respecto de la división entre trabajo manual y trabajo intelectual.
Esta división no es específica del Modo de Producción Capitalista (M.P.C.), pero sin embargo, asume formas
específicas: es en este modo de producción donde, por vez primera, se accede a diferenciar entre “trabajo
intelectual” y “trabajo manual” en el seno mismo de los procesos productivos, diferenciación forzada por el capital a
través de las continuas transformaciones de los procesos de trabajo incorporados a la producción, que ha sido
caracterizada por Marx como un proceso revestido de carácter “político” (no sólo técnico), en cuanto está implicado
en el conflicto en torno a la distribución del control, el conocimiento y el poder entre la fuerza de trabajo y el capital.
El análisis de los procesos de trabajo ha de partir de las formas concretas que asumen en unas condiciones
sociales específicas. Esta fue la tarea que él mismo se propuso realizar en la Sección IV de El capital, en la que analizó
la evolución histórica de las transformaciones de los procesos de trabajo en el marco de las relaciones capitalistas de
producción. El hecho de que un proceso de trabajo se ejecute bajo relaciones sociales capitalistas no modifica en
nada su naturaleza general, pero sí implica que está sometido a unas condiciones específicas que no se habían
presentado en otros modos de producción: el proceso de trabajo, en cuanto proceso en el que el capitalista
consume la fuerza de trabajo, muestra como fenómenos peculiares el control del obrero por el capital y la
31
apropiación por éste del producto del trabajo . El capitalista ha de tener en cuenta que el proceso de trabajo
humano requiere de la voluntad del obrero para que se lleve a cabo, y ha de enfrentarse a esto bajo unas condiciones
que potencian más el desinterés que la atención:
"Habiendo sido forzados a vender su fuerza de trabajo a otro, los trabajadores
también entregan su interés en el proceso de trabajo, el cual ahora ha sido alienado.
32
El proceso de trabajo ha pasado a ser responsabilidad del capitalista"
De aquí parte el problema del control del trabajo en el Capitalismo: dadas estas condiciones, el capitalista
buscará e impondrá medidas de control y modos de trabajo en los que la importancia de la voluntad o la capacidad de
decisión del obrero tienda a ser disminuida, reducida a un mínimo, jugando en ello un papel central la cuestión del
29
Ibídem, p. 216.
30
Gramsci, A. (1974): La formación de los intelectuales, Barcelona, Grijalbo, pp. 25-26.
31
Ibídem, p. 224.
32
Ibídem, p. 75.
15. Sociología de las Profesiones
Marta Jiménez Jaén
control del conocimiento requerido para el desarrollo del trabajo. En definitiva, el capital intentará que el control del
proceso de trabajo pase de manos del obrero a las suyas, forzando de esta forma un proceso de "alienación
33
progresiva del proceso de producción" . Asimismo, el capital ensayará por doquier fórmulas disciplinarias diferentes,
muchas de ellas no ligadas a necesariamente a los modos de trabajo, pero que se muestran necesarias allí donde
éstos aún no le permiten un dominio total sobre los productores.
La incorporación del capital al proceso productivo ha implicado la continua transformación de los procesos
de trabajo. En el Capítulo VI (inédito) de "El Capital", Marx analiza estos procesos, a los que denominó "sumisión del
34
trabajo al capital", distinguiendo entre aquellos de carácter formal y los de carácter real . La "sumisión formal" se
caracteriza por la introducción del capital en la producción sin que se llegue a transformar los modos de trabajo, sólo
afectando a las relaciones de producción y al proceso productivo considerado globalmente:
"Que el trabajo se haga más intenso o se prolongue la duración del proceso
laboral; que el trabajo se vuelva más continuo y, bajo la mirada interesada del
capitalista, más ordenado, etc., no altera en sí y para sí el carácter del proceso real
35
del trabajo, del modo real del trabajo"
Esta sumisión formal se distingue de la "real" en que en ésta se revolucionan las condiciones reales de
producción y el mismo proceso de trabajo. La sumisión real tiene relevancia en el tema que nos ocupa porque bajo
36
ella, la producción del excedente no se realiza exclusivamente de forma extensiva sino también de forma intensiva ,
esto es, no aumentando la jornada de trabajo sino la fuerza productiva del mismo. En este proceso de sumisión del
trabajo al capital Marx distingue básicamente tres etapas, analizadas en la Sección IV de El Capital: la “cooperación
simple”, la “manufactura” y la “gran industria”.
La “Cooperación Simple” constituye el primer modelo de organización del proceso de trabajo bajo el dominio
del capital. Aunque el trabajo cooperativo no es privativo del Modo de Producción Capitalista, en éste adquiere unas
características específicas, que llevaron a considerar a Marx la "Cooperación Simple" como una fase de este modo de
producción. En este sentido, la define como
"...la forma de trabajo de muchos que, en el mismo lugar y en equipo, trabajan
planificadamente en el mismo proceso de producción o en procesos de producción
37
distintos pero conexos."
En esta forma capitalista de la cooperación, es un mismo capital individual el que emplea al conjunto de los
obreros (compra su fuerza de trabajo), el único propietario de los medios de producción y del producto del trabajo,
así como el que ejerce el control sobre la producción concebida globalmente. Su fin último es la valorización del
capital. Si bien el proceso mismo de trabajo no sufre apenas modificaciones, ya que la actividad del obrero sigue
constituyendo el ejercicio de un oficio artesanal, surge una fuerza productiva social del trabajo del simple hecho de
38
poner a colaborar a distintos artesanos . Sin embargo, de ella sólo se beneficia el capitalista: para él es gratuita, pero
le pertenece su producto en tanto en cuanto se genera con la puesta en acción de elementos que él previamente ha
33
Braverman, H. (1980): Trabajo y Capital Monopolista, México, Nueva Visión, p. 226.
34
Marx, K. (1980): El Capital, Capítulo VI (inédito), México, Siglo XXI, pp. 55-60.
35
Ibídem, p. 56.
36
Los términos de "producción extensiva" e "intensiva" del excedente equivalen a los de "plusvalor absoluto" y "relativo"
utilizados por Marx. Los hemos recogido de C. Palloix (1979): "El proceso de trabajo del fordismo al neofordismo", El Cárabo, nº 13-
14, p. 127.
37
Marx, K. (1975): El Capital, Libro I, Madrid, Siglo XXI (Vol. 2), p. 395.
38
Ibídem, p. 400.
16. Sociología de las Profesiones
Marta Jiménez Jaén
adquirido en el mercado. Con ella se obtiene un incremento de la tasa de plusvalor que se extrae del proceso
productivo: aumenta la productividad del trabajo, lo cual se traduce en un abaratamiento del valor de las mercancías,
así como en una reducción del tiempo de trabajo necesario para la reproducción del obrero.
Para el obrero los efectos son negativos en un doble aspecto: la fuerza productiva social que surge es
apropiada por el capital pero, además, pierde control sobre el proceso productivo en su conjunto: con la extensión
de la cooperación como modelo de organización, la función de dirección "se convierte en el requisito para la
39
ejecución del proceso laboral mismo, en una verdadera condición de producción" . Dado el carácter capitalista de la
cooperación, esta función aparece, en realidad, como función del capital: éste concentra en sus manos la
planificación global de la producción, la toma de decisiones del proceso en su conjunto, aunque el obrero conserva
para sí la concepción, planificación y ejecución del proceso de trabajo, de los modos de operar.
Con la subordinación del obrero a la planificación del capital comienza un proceso de escisión entre la
concepción y la ejecución en el sistema productivo, escisión que constituye un eje fundamental de la problemática
del control del trabajo. A esta separación del obrero de la planificación global se une, con el desarrollo de la
Cooperación Simple, el abandono por parte del empresario de la función de vigilancia directa de los trabajadores,
función que recae en un nuevo conjunto de asalariados situados entre el poder del capital y la masa obrera que
40
ejecuta el trabajo directo .
La Cooperación Simple, aunque resulta ventajosa para la satisfacción de los objetivos del capital -mayor
valorización del capital a través de un mayor control sobre el proceso productivo- se muestra no obstante limitada. La
superación de estas limitaciones -tales como el enorme grado de autonomía que poseía cada obrero individual en el
desempeño de su trabajo- vendrá dada por la aplicación de una división de los oficios en tareas parciales. Cuando
dicha subdivisión supone una asignación permanente y exclusiva de las tareas parciales a obreros individuales
entramos en una nueva fase del proceso de sumisión del trabajo al capital denominada por Marx la Manufactura,
característica de las sociedades capitalistas entre mediados del siglo XVI y finales del XVIII. La aplicación sistemática
de la división del trabajo constituye el primer gran principio innovador del proceso de trabajo forzado por el capital.
Con ella, se inicia la transformación del trabajo mismo, aunque en este período aún queda circunscrita al ejercicio de
una operación artesanal: "el procedimiento analítico, en efecto, parte de un oficio artesanal y llega siempre a una
41
operación artesanal" .
Con la división del oficio en operaciones parciales se logró aumentar la productividad del trabajo, al
42 43
promover el "virtuosismo" del trabajador , el perfeccionamiento de las herramientas de trabajo y la intensificación
39
Ibídem, p. 402 (el subrayado es de M.J.)
40
Ibídem, p. 403.
41
De Palma, A. (1977): "La organización capitalista del trabajo en "El Capital" de Marx", Cuadernos de Pasado y Presente, nº 32, p.
15. Encontramos en Marx alusiones a estas dos cuestiones:
- Respecto al inicio de la transformación del proceso de trabajo: "Mientras que la cooperación simple, en términos
generales, deja inalterado el modo de trabajo del individuo, la manufactura lo revoluciona desde los cimientos y
hace presa en las raíces mismas de la fuerza individual de trabajo" (Marx, K. (1975): opus cit., p. 438)
- Respecto a su carácter aún artesanal: "El análisis del proceso de producción en sus fases particulares coincide aquí
por entero con la disgregación de una actividad artesanal en sus diversas operaciones parciales. Compuesta o
simple, la operación sigue siendo artesanal, y por tanto dependiente del vigor, habilidad, rapidez y seguridad del
obrero individual en el manejo de su instrumento" (ibídem, p. 412).
42
El ejercicio, por un mismo obrero, de distintas operaciones que componen un oficio permite la aparición de "poros" en su
jornada laboral en la forma de interrupciones en el desempeño de las distintas tareas. Al pasar a ejecutar una sola operación a la
largo de todo el día, reduce e incluso anula la posibilidad de que surjan estas interrupciones. Asimismo, se desarrolla la destreza
del obrero en la realización de esta operación (ibídem, p. 414).
17. Sociología de las Profesiones
Marta Jiménez Jaén
44
del trabajo (al hacer depender la actividad de unos obreros de la de otros) . Lo novedoso en este caso es que no sólo
aumenta la fuerza productiva del trabajo en beneficio del capital, sino que además lo hace mutilando al obrero, con la
división de su oficio en tareas parciales:
“Mientras que la Cooperación Simple, en términos generales, deja inalterado el
modo de trabajo del individuo, la Manufactura lo revoluciona desde los cimientos
y hace presa en las raíces mismas de la fuerza individual de trabajo. Mutila al
trabajador, lo convierte en una aberración al fomentar su habilidad parcializada –
cual si fuera una planta de invernadero- sofocando en él multitud de impulsos y
aptitudes productivos, tal como en los estados del Plata se sacrifica un animal
45
para arrebatarle el cuero o el sebo.”
La parcelación del obrero tiene que ver fundamentalmente con las transformaciones que se promueven en la
propia fuerza de trabajo, en las destrezas requeridas para el ejercicio de la actividad laboral: la división en tareas y su
distribución entre los obreros tal como se practicó marcaron el inicio de un proceso de descualificación de la fuerza
de trabajo que será profundizado posteriormente. Esta descualificación afecta, por vez primera, a las destrezas
necesarias para el desempeño de la actividad artesanal y representa, en la manufactura, una cierta expropiación del
saber del obrero por parte del capital. La descualificación tiene implicaciones importantes para el problema del
control del trabajo, estando relacionada con varios aspectos importantes del mismo:
1. Separación entre concepción y ejecución. La pérdida de destrezas para el desempeño de la actividad laboral
implica una pérdida de comprensión global del proceso de trabajo, comprensión que a partir de ahora sólo poseerá el
capital:
“Los conocimientos, la inteligencia y la voluntad que desarrollan el campesino o el
artesano independientes, aunque más no sea en pequeña escala –al igual que el
salvaje que ejerce todo el arte de la guerra bajo la forma de astucia personal-,
ahora son necesarios únicamente para el taller en su conjunto. Si las potencias
intelectuales de la producción amplían su escala en un lado, ello ocurre porque en
muchos otros lados se desvanecen. Lo que pierden los obreros parciales se
46
concentra, enfrentado a ellos, en el capital”
Con esta separación de la concepción del propio proceso de trabajo, el obrero transfiere al capital gran parte
de su capacidad de decisión, lo cual implica que ha conseguido hacerse con unas mayores posibilidades de controlar
el trabajo del obrero y el proceso productivo en general.
2. Dependencia de la fuerza de trabajo. Al parcelarse su oficio y dedicarse de forma exclusiva a una
operación, el obrero pierde la capacidad de ejercer un oficio de forma independiente. Esto significa que no sólo ha de
vender su fuerza de trabajo por no poseer medios de producción, sino que ahora ha de venderla, además, por ser
43
La parcelación de las tareas potencia el perfeccionamiento de las herramientas de trabajo en un doble sentido: su diferenciación
(“instrumentos de la misma clase adquieren formas fijas especiales para cada aplicación útil particular” y su especialización (“cada
uno de tales instrumentos especiales sólo opera con toda eficacia en las manos de un obrero parcial específico”). Ibídem, pp. 415-
416.
44
En la producción manufacturera, la materia prima de un obrero parcial viene dada por el producto parcial del trabajo de otro u
otros obreros. Esta “interdependencia directa” fuerza a cada obrero a emplear en su actividad laboral sólo el tiempo necesario
para la producción de su producto parcial. Esto genera, según Marx, “una continuidad, uniformidad, orden y sobre todo una
intensidad en el trabajo, radicalmente distintas de las que imperan en la artesanía independiente e incluso en la Cooperación
Simple”. Ibídem, p. 420.
45
Ibídem, pp. 438-439.
46
Ibídem, pp. 439-440.
18. Sociología de las Profesiones
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incapaz de ponerla en funcionamiento de forma independiente. Todo esto supone el establecimiento de una relación
de dependencia más fuerte entre el obrero y la dirección capitalista:
“...ahora es su propia fuerza de trabajo individual la que se niega a prestar
servicios si no es vendida al capital. Únicamente funciona en una concatenación
47
que no existe sino después de su venta, en el taller del capitalista.
3. Jerarquización de la fuerza de trabajo. La parcelación del trabajo es utilizada también por el capital para
transformar la forma en que ejerce la disciplina y en que se organiza a los obreros en el taller. En función de la
especialización, las tareas se distinguirán unas de otras por requerir grados de habilidad, desenvoltura, atención, etc.,
diferentes. Esto permite al capital establecer una gradación de las tareas según su complejidad y, con ella, se impone
una jerarquización en el conjunto de productores, a la que corresponde una escala de salarios. Junto a esta división
jerárquica de los obreros se desarrolla una nueva división, ahora entre trabajadores cualificados y no cualificados.
Al igual que ocurrió en la Cooperación Simple, si bien con la Manufactura se asiste a un desarrollo de la
fuerza productiva del trabajo, este desarrollo sólo beneficia al poseedor de los medios de producción. Sin embargo, a
pesar de que se mejorasen las condiciones de explotación del obrero, éste continuó poseyendo posibilidades de
controlar su trabajo, dado el carácter artesanal que aún poseía el mismo. Y la clase obrera no desaprovechó esta
circunstancia, desarrollando gran cantidad de formas de resistencia que representaron uno de los principales
problemas a los que hubo de enfrentarse el capital en este período y que le llevaron a forzar un nuevo desarrollo de
las fuerzas productivas a través de una nueva forma de organización y ejecución del proceso productivo. Este nuevo
desarrollo lo permite la propia Manufactura: el perfeccionamiento de las herramientas que potenció, posibilitó a su
vez la aparición de la maquinaria, que llega a constituir la nueva base técnica del trabajo en un nuevo período del
48
proceso capitalista de trabajo: la Gran Industria .
La maquinaria permite suprimir el artesanado como base técnica del proceso de trabajo. Con el artesanado,
desaparece una de las principales limitaciones del trabajo manufacturero para el capital, el subjetivismo, que es
sustituido por la aplicación consciente y sistemática de la ciencia en la producción:
“En cuanto maquinaria, el medio de trabajo cobra un modo material de existencia
que implica el reemplazo de la fuerza humana por las fuerzas naturales, y de la
rutina de origen empírico por la aplicación consciente de las ciencias naturales. En
la manufactura, la organización social del trabajo es puramente subjetiva,
combinación de obreros parciales; en el sistema de las máquinas, la gran industria
posee un organismo de producción totalmente objetivo al cual el obrero
encuentra como condición de producción material, preexistente a él y
49
acabada” .
Con el proceso de trabajo articulado a partir de la maquinaria, el capital accede a unas posibilidades de
control del trabajo nunca alcanzadas con la Manufactura:
47
Ibídem, p. 439.
48
Ibídem, p. 449.
49
Marx (1975) diferencia entre la intensificación del trabajo sin el uso de la maquinaria, que “consistía en poner al obrero,
mediante el aumento de la fuerza productiva del trabajo, en condiciones de producir más con el mismo gasto de trabajo y en el
mismo tiempo”, y el carácter de dicha intensificación en la Gran Industria, donde la maquinaria “impone a la vez un mayor gasto
de trabajo en el mismo tiempo, una tensión acrecentada de la fuerza de trabajo”. Opus cit., p. 499.
19. Sociología de las Profesiones
Marta Jiménez Jaén
1. División del trabajo. La Gran Industria se configura en torno a una división del trabajo diferente a la de la
manufactura, que consiste en la “distribución de los obreros entre máquinas especializadas, así como de masas de
50
obreros (...) entre los diversos departamentos de la fábrica, en los que trabajan en máquinas del mismo tipo...” . La
utilización de las máquinas convierte en innecesaria la asignación de los obreros a una función de forma permanente;
sin embargo, esta asignación permanente va a continuar vigente en la fábrica, practicándose en un principio por la
inercia de la tradición creada en la manufactura y, en un segundo momento, aplicándose de forma consciente y
sistemática por el capital, que la convierte en un medio más de control y explotación de la fuerza de trabajo:
“La especialidad vitalicia de manejar una herramienta parcial se convierte en la
especialidad vitalicia de servir a una máquina parcial. Se utiliza abusivamente la
maquinaria para transformar al obrero, desde su infancia, en parte de una
51
máquina parcial.”
En la Gran Industria la subordinación del obrero al medio de trabajo se convierte, en palabras de Marx, en
52
una “realidad técnicamente tangible” , y permite el desarrollo de formas disciplinarias que llegan a constituir un
“régimen fabril” en el que adquiere relevancia el trabajo de supervisión, que divide a los obreros en trabajadores
53
directos y capataces .
2. Descualificación de la fuerza de trabajo. Íntimamente ligado a la división del trabajo se encuentra el
proceso de descualificación que la utilización de las máquinas promueve. En la Gran Industria este proceso, ya
iniciado en la Manufactura, se consuma, puesto que no se trata ya de la mutilación del obrero por la pérdida de
algunas destrezas, sino que asistimos ahora a un casi total “vaciado” del contenido de su trabajo:
“la habilidad detallista del obrero mecánico individual, privado de contenido,
desaparece como cosa accesoria e insignificante ante la ciencia, ante las
descomunales fuerzas naturales y el trabajo masivo social que están
corporificados en el sistema fundado en las máquinas y que forman, con éste, el
54
poder del patrón.”
Con esta pérdida de contenido del trabajo directo, la separación entre concepción y ejecución se convierte
en una realidad palpable; el obrero, ahora mero ejecutor, pierde toda posibilidad de tomar decisiones en su trabajo;
el área decisional del mismo ha pasado ahora a manos del capital:
“Ahora, en la fábrica, es la dirección quien decide las modalidades de
funcionamiento y de organización de las máquinas. Las únicas operaciones
reservadas al obrero se reducen a los servicios auxiliares de vigilancia, de
corrección de las operaciones mecánicas y de alimentación de la máquina.
Además, una parte cada vez mayor de las funciones manuales residuales es poco
55
a poco mecanizada e incorporada a las máquinas”
La faceta intelectual del trabajo se convierte en un elemento de poder del capital, pero, al mismo tiempo,
deja de ser el fundamento de la jerarquización que caracterizaba al periodo manufacturero, aunque se introducen
50
Ibídem, p. 512.
51
Ibídem, p. 515.
52
Ibídem, p. 516.
53
Ibídem, pp. 517-518.
54
Ibídem, p. 516.
55
De Palma, A. (1977): opus cit., p. 24.
20. Sociología de las Profesiones
Marta Jiménez Jaén
elementos que dan pié a una jerarquización cualitativamente diferente: con la descualificación del trabajo se permite
la incorporación masiva de trabajadores no cualificados en la producción, los cuales se van a ver situados
jerárquicamente por debajo del grupo de trabajadores cualificados y de aquellos encargados de la inspección del
trabajo directo. Queda, de esta forma, modificada la composición social de los trabajadores en la fábrica: la gran
masa de los productores son ahora trabajadores no cualificados, mientras que los escasos trabajadores cualificados
pasan a jugar un especial papel, erigiéndose en agentes de control del capital sobre el resto de productores directos.
Pero también se introduce otro aspecto novedoso respecto a la fuerza de trabajo: con las máquinas incorporadas a la
fábrica, la fuerza física deja de constituir un elemento imprescindible de la fuerza de trabajo; por lo tanto, a partir de
este momento, también las mujeres y los niños pasan a engrosar el ejército de reserva que el capital tiene a su
disposición y que va a utilizar, en determinados momentos, de forma preferente a la fuerza de trabajo adulta
56
masculina . La descualificación del trabajo en la Gran Industria se muestra doblemente efectiva para el capital: por
un lado, contribuye a una mayor desvalorización de la fuerza de trabajo y, por otro, supone un ataque directo a las
formas de resistencia que la clase obrera había desarrollado gracias a las destrezas que la Manufactura aún le
permitía poseer.
En definitiva, la aportación de Marx viene dada por esta integración en sus análisis entre los procesos de
especialización y el establecimiento de un marco de relaciones disciplinarias:
“Su concepto de la división detallada del trabajo de la fábrica incluía no
sólo lo que yo llamo la especialización mecánica, sino también la organización
social formalmente estructurada de la fábrica capitalista en la que la
especialización mecánica es instituida y mantenida por “oficiales” y “capataces”
en roles de dirección y supervisión. Habló de las especializaciones mecánicas y de
la organización de la supervisión como derivadas de las circunstancias históricas
específicas del capitalismo (Marx 1967: cap. 13-14). Para él, la “división detallada
del trabajo” contiene en sí una variedad de tareas que son todas de carácter
mecánico y una organización social formal que es empleada para constituirla,
57
dirigirla y coordinarla.”
4.1. Recapitulación: lo que ha quedado de Marx
No se puede negar que en sus elaboraciones Marx tuvo como un referente importante a A. Smith y sus
aportaciones sobre la mejora de la productividad derivada de la especialización del trabajo, pero indudablemente su
objetivo fue sentar las bases para hacer evidente que el modelo de especialización que sustentó la división detallada
del trabajo no sólo no era “natural”, sino que estaba intrínsecamente vinculada a las relaciones sociales de
explotación y dominio típicas del Modo de Producción Capitalista, por lo que no cabía esperar de su obra una defensa
de esta lógica organizativa. Para él la organización del trabajo dentro de la fábrica no era ajena al marco de las
56
Si bien Marx llamó la atención sobre la ampliación del ejército de reserva de fuerza de trabajo que permitía la maquinaria con la
incorporación de mujeres y niños al mismo (Marx, K. (1975): opus cit., pp. 480 y ss.), encontramos en la obra de B. Coriat un
intento de mostrar cómo, en determinados momentos, el capital fomenta la contratación de mujeres y niños. En su libro El taller y
el cronómetro, recoge manifestaciones de algunos fabricantes que defienden el “consumo productivo del niño” como necesidad
técnica; buena muestra de ello es la siguiente cita: “...los delicados y flexibles dedos de los niños son más convenientes que los de
los hombres para efectuar el anudado de los hilos, tarea que se les encomienda especialmente. De modo más general, dan
muestra (...) de una flexibilidad del cuerpo para colocarse en cualquier parte (...) de la que sería incapaz el adulto” (Citado por
Coriat, B. (1979): El taller y el cronómetro, Madrid, Siglo XXI, pp. 17-20).
57
Freidson, E. (2001): opus cit., p.
21. Sociología de las Profesiones
Marta Jiménez Jaén
relaciones sociales de la producción capitalista, pero sí que consideraba que compatibilizaban desde modelos
organizativos distintos; en palabras de Freidson,
“En una economía política en su conjunto, en sus sectores económicos o
industriales diferenciados, y en espacios de trabajo particulares, es posible
concebir un plan controlado jerárquicamente que especifica en detalle lo que
debe ser cada tarea de una división del trabajo, quién debe realizarla, qué relación
hay entre las tareas, y quién asumirá el poder para ejercer la dirección sobre ellas.
Marx (1963: 135) imaginó cómo podía ser organizada jerárquicamente la división
del trabajo en una sociedad completa:
<La sociedad en su conjunto tiene esto en común con el interior de
una empresa, que ésta también tiene una división del trabajo. Si
uno toma como modelo la división del trabajo en una empresa
moderna, para aplicarla a la sociedad global, la sociedad mejor
organizada para la producción de riqueza indudablemente sería la
que tuviera un solo empleador jefe, distribuyendo tareas a los
diferentes miembros de la comunidad de acuerdo a unas normas
previamente fijadas.>
En esta profecía Marx esquematizó lo que nosotros llamamos una
economía de dirección, pero rechazó que en su tiempo la división social del
trabajo (o lo que es lo mismo, la división del trabajo en el conjunto de la sociedad)
estuviera organizada de esta manera, concluyendo que <aunque dentro de la
empresa moderna la división del trabajo está meticulosamente regulada por la
autoridad del empleador, la sociedad moderna (en su conjunto) no tiene otra
regla, ni otra autoridad para la distribución del trabajo que la libre competencia>
(1963: 135). De hecho, él inadecuadamente caracterizó la división social del
trabajo de su tiempo en los términos en los que Adam Smith defendía como lo
que debería ser y concibió un método eficaz de organización como una economía
58
política completa en directa contradicción con los planteamientos de Smith.”
Es decir, para él efectivamente –sin entrar en más detalles- donde el carácter jerárquico y despótico de la
división capitalista del trabajo se hacía evidente era en el interior de las empresas productivas, puesto que en el
mundo social externo la imagen era la de la igualdad entre individuos ante el mercado. Al poner el énfasis en el
carácter capitalista y, por tanto, interesado, de la división del trabajo dentro de la producción, vinculaba el debate
sobre la especialización del trabajo y sobre las relaciones entre especializaciones al de la crítica y necesaria
transformación de raíz de las relaciones capitalistas de producción, proceso en el que situaba a la clase trabajadora
(configurada por los trabajadores “manuales” sobre los que se había producido todo el proceso de descualificación y
pérdida de control sobre el trabajo) como depositaria de la construcción de un modelo de organización del trabajo
alternativo a la especialización y parcelación (“mutilación”) del trabajador, que sustentase un marco cooperativo (y
no jerárquico ni despótico) de toma de decisiones y de control sobre el trabajo y la producción y, sobre todo,
orientado desde la lógica de la rentabilidad colectiva y social frente a la de la explotación y dominio por el capital.
Para Freidson, en realidad, poco se puede extraer de sus aportaciones que vaya mucho más allá de la reflexión crítica
–y con un carácter más que nada general- sobre los procesos organizativos y de la división del trabajo en la sociedad
capitalista:
58
Ibídem.
22. Sociología de las Profesiones
Marta Jiménez Jaén
“En sus primeros trabajos, Marx era hostil a la idea de que personas
dedicaran su vida a practicar una especialidad simple, sin importar su complejidad
y discrecionalidad. Una división estable del trabajo entre trabajadores era un
anatema para él incluso si estaba organizado y administrado por los mismos
trabajadores. En sus últimos trabajos, aunque parece que había aceptado la
especialización ocupacional de alguna manera como un imperativo de las
necesidades técnicas de la producción, aportó sugerencias sobre la forma en que
sería organizada la división del trabajo en las empresas productivas cuando se
crearan por parte de los trabajadores y no de los capitalistas (Rattansi 1982: 163-
79). Preveía la posesión por la clase trabajadora, y que la toma de decisiones
colectiva guiaría la producción así como la gestión cotidiana de las empresas, pero
como ha afirmado Rapaport (1976: 33), no se enfrentó a <las relaciones de
autoridad en la dirección de la producción, y la división social del trabajo entre
planificadores, directores y productores>. Este prejuicio contra la especialización y
la división del trabajo en una parte de los analistas influenciados por Marx
continúa hasta la actualidad, un hecho que Sayer y Walker deploran
59
apropiadamente (1992).”
Sin embargo, como veremos en el último apartado de este tema, desde el marco de análisis que ha inspirado
este autor sí que se ha desplegado un conjunto de aportaciones sobre los análisis de los procesos de trabajo desde el
punto de vista de la problemática tanto de las cualificaciones como del control y la participación en la producción que
han marcado, en algunos casos, un antes y un después en la sociología del trabajo y de las profesiones.
5. Las aportaciones de Max Weber: la lógica burocrática
Toda la sociología que parte de Weber va a insistir mucho en la acción y los actores sociales, sus valores
culturales, sus motivaciones y, en general, los factores subjetivos. Este significado subjetivo compartido puede ser
pasado, presente o futuro, puede ser o no comprendido explícitamente.
Weber distinguía entre cuatro tipos ideales de acción social:
1.- La conducta racional deliberada, acción que evalúa los resultados posibles calculando los medios y
valorando instrumentalmente el peso de distintas alternativas para el logro de un fin que se pretende alcanzar.
2.- La conducta racional orientada a valores: persigue ideales y no toma en consideración otras alternativas
que no sean relevantes a esos valores. Hace caso omiso de la instrumentalidad.
3.- La conducta afectiva: determinada por las pasiones y sentimientos actuales del agente. Es la orientación
por la presión emocional, no por un valor o ideal.
4.- La conducta tradicional: regida por la costumbre heredada, no evalúa los medios ni persigue ideales. Así
60
son la mayor parte de las conductas cotidianas, orientadas por el sentido común .
La acción social no tiene lugar en ámbitos indefinidos o imprecisos, sino que la probabilidad de realizar
acciones con una orientación estable y previsible se basa en la creencia compartida en la existencia de un orden
legítimo, que contextualiza la acción. Dicho orden se manifiesta en las leyes, normas, convenciones y usos en los que
se enmarca la conducta de los actores, y tiene un carácter convencional o consensual. Un cambio en el orden legítimo
permite un cambio en la acción social y su orientación. De estos tipos de conducta social, la conducta afectiva y la
59
Ibídem.
60
Weber, M. (1979): Economía y Sociedad, México, Fondo de Cultura Económica, p. 20.