2. Esopo (Αἴσωπος, c. 620–564 a.C.) fue un narrador griego que habría
escrito un buen número de fábulas que nos han llegado reunidas bajo su
autoría. Aunque no se sabe a ciencia cierta si existió y no hay escritos
suyos como tales, se cree que las pequeñas historias que la tradición le
atribuye, y que han sido vertidas a numerosas lenguas, han sobrevivido
gracias a la oralidad. La mayoría de estas fábulas están protagonizadas
por animales y objetos parlantes con características humanas que nos
dan pequeñas lecciones sobre la conducta y la vida.
Recogemos en esta breve presentación cinco de estas fábulas,
encantadores ejemplos de una tradición de sabiduría popular que
pervive en nuestro imaginario colectivo a través de los siglos.
5. Un ratón campesino tenía por
amigo a otro de la ciudad, y lo
invitó a que fuese a comer a la
campiña. Mas como solo podía
ofrecerle trigo y yerbajos, el ratón
ciudadano le dijo:
“¿Sabes, amigo, que llevas una vida
de hormiga? En cambio yo poseo
bienes en abundancia. Ven conmigo
y a tu disposición los tendrás”.
6. Partieron ambos para la villa. Mostró el ratón ciudadano a su amigo
trigo y legumbres, higos y queso, frutas y miel. Maravillado el ratón
campesino, bendecía a su amigo de todo corazón y renegaba de su mala
suerte. Dispuestos ya a darse un festín, un hombre abrió de pronto la
puerta. Espantados por el ruido, los dos ratones se lanzaron temerosos
a los agujeros. Volvieron luego a buscar higos secos, pero otra persona
entró en el lugar, y los dos amigos se precipitaron nuevamente en una
rendija para esconderse.
Entonces el ratón de los campos, olvidándose de su hambre, suspiró y
dijo al ratón de ciudad:
7. “Adiós, amigo, veo que comes hasta hartarte y que estás muy satisfecho;
pero es al precio de mil peligros y constantes temores. Yo, en cambio, soy
un pobrete y vivo mordisqueando la cebada y el trigo, mas sin congojas ni
temores hacia nadie”.
Puedes vivir con lujos y problemas, o en la tranquila pobreza.
10. Un cuervo robó a unos pastores un pedazo de carne y se retiró a un
árbol.
Lo vio una zorra. Deseando apoderarse de aquella carne, empezó a
halagar al cuervo. Elogiaba sus elegantes proporciones y su gran belleza;
agregaba, además, que no había encontrado a nadie mejor dotado que él
para ser el rey de las aves, pero que lo afectaba el hecho de que no
tuviera voz.
El cuervo, para demostrarle a la zorra que no le faltaba voz, soltó la carne
para lanzar con orgullo fuertes gritos.
La zorra, sin perder tiempo, rápidamente cogió la carne. Le dijo:
“Amigo cuervo, si además de vanidad tuvieras entendimiento, nada más
te faltaría para ser el rey de las aves”.
Cuando te adulen, con más razón debes cuidar de tus bienes.
13. El sol del verano ardía sobre el campo. La cigarra cantaba a toda voz en las
largas horas de la siesta, tranquilamente sentada en una rama.
Comía cuando se le antojaba y no tenía preocupaciones.
Entretanto, allá abajo, las hormigas trabajaban llevando la carga de alimentos
al hormiguero.
Terminó el verano, quedaron desnudos los árboles y el viento comenzó a
soplar con fuerza. La cigarra sintió frío y hambre. No tenía nada para comer y
se helaba.
14. Entonces fue a pedir auxilio a sus vecinas, las hormigas.
Llamó a la puerta del abrigado hormiguero y una hormiga acudió. La
cigarra le pidió comida.
“¿Por qué no guardaste en el verano cuando abundaba? ¿Qué
hiciste?” -preguntó la hormiga.
“Cantaba”-respondió la cigarra.
“¿Mientras yo trabajaba? ¡Pues ahora baila!” -dijo la hormiga,
dándole con la puerta en las narices.
Debemos ser prevenidos y pensar en el futuro, para no vernos luego
en dificultades.
17. En el mundo de los animales vivía una liebre muy orgullosa, porque ante
todos decía que era la más veloz. Por eso se reía siempre de la lenta tortuga.
“¡Eh, tortuga, no corras tanto que te vas a cansar!”
Un buen día, se le ocurrió a la tortuga hacerle una rara apuesta a la liebre.
“Estoy segura de poder ganarte una carrera” -le dijo.
“¿A mí?” -preguntó, asombrada, la liebre.
“Pues sí, a ti. Te apuesto lo que quieras”.
La liebre, muy divertida, aceptó.
Todos los animales se reunieron para presenciar la carrera. Se señaló cuál
iba a ser el camino y la llegada. Una vez estuvo listo, comenzó la carrera
entre grandes aplausos.
18. LLegado el día de la carrera,
arrancaron ambas al mismo tiempo.
La liebre, segura de sí misma, dejó
ventaja a la lenta tortuga. Esta
nunca dejó de caminar y a su lento
paso pero constante, avanzaba
tranquila hacia la meta.
En cambio, la liebre, que a ratos se
echaba a descansar en el camino,
se quedó dormida.
Cuando despertó, aunque corrió lo
más velozmente que pudo, no pudo
evitar que la tortuga llegara primera
a la meta.
Con constancia y con paciencia
siempre se obtiene el éxito.