El fascismo se basa en la idea de unidad nacional por encima del individuo o la clase. Suprime la discrepancia política y los localismos en favor del centralismo de un partido único. Propone una sociedad perfecta formada por cuerpos intermedios unificados bajo el gobierno central. Aunque se presenta como una tercera posición más allá de la izquierda y la derecha, en la práctica combina ideas políticas diversas bajo el nacionalismo y el autoritarismo.
2. El fascismo es una ideología
política fundamentada en un
proyecto de unidad monolítica
denominado corporativismo, por
ello exalta la idea de nación frente
a la de individuo o clase; suprime
la discrepancia política en
beneficio de un partido único y los
localismos en beneficio del
centralismo; y propone como ideal
la construcción de una utópica
sociedad perfecta, denominada
cuerpo social, formado por cuerpos
intermedios y sus representantes
unificados por el gobierno central,
y que este designaba para
representar a la sociedad.
3. Según la doctrina tercerposicionista, el fascismo no es de
izquierda ni de derecha, ni capitalista ni comunista, ya que el
fascismo sería una idea totalmente original; sin embargo en la
práctica más que una idea original sería una fusión sincrética de
varias ideas políticas -proyectos, discursos, etc.- aglutinadas
siempre bajo el nacionalismo unitario y el autoritarismo
centralista.
Una de las razones de considerar usualmente al fascismo como un
movimiento de derecha política suele ser la alianza estratégica
del fascismo con los intereses de las clases económicas más
poderosas, junto a su defensa de valores tradicionales como el
patriotismo o la religiosidad, para preservar el statu quo. Lo que
no tiene por qué estar en contradicción con su poco respeto por
la libertad económica y la autonomía del mercado libre ni por
ciertas características similares al socialismo estatalista o a la
Doctrina Social de la Iglesia. También se han señalado
parentescos, a nivel de política económica, entre el dirigismo
económico del fascismo y la Sozialpolitik de Otto von Bismarck y
el New Deal de Franklin Roosevelt.
4. Aunque esta colaboración no existiera en un principio, o su
apoyo se pueda calificar de tardío y parcial, una vez alcanzado el
poder, la plutocracia cooperó decididamente con el fascismo en
sus diversas versiones.
Por otra parte las razones para considerar que el fascismo tiene
conexiones con la izquierda política y es una variante chovinista
del socialismo de Estado, son su programa económico colectivista
(proteccionismo, nacionalización, etc.) y discurso político, más
no como movimiento o proyecto doctrinario (donde eran
antagónicos). El fascismo y sus variantes apelaban al sentimiento
popular y las masas como las protagonistas del régimen,
especialmente por la virilidad exaltada en el trabajo manual y
obrero (obrerismo); a pesar de ello no reconocía la libertad de
asociación por motivos de clase (libertad sindical) sino la
identificación de los trabajadores como «súbditos» del Estado,
«pueblo» y «patria», por ello su símil con el populismo.
El programa económico del fascismo toma importantes criterios
de la Nueva Política Económica (NPE), que Lenin aplicó luego del
fracaso en la implantación del comunismo en Rusia, que consistía
en recurrir al capitalismo para fortalecer la economía nacional.
5. La idea, en el caso de Mussolini (ex militante socialista), era usar a los
capitalistas industriales para implantar en conjunto con el gobierno el
corporativismo nacionalista y totalitario. Esta paradoja es explicable ya
que el corporativismo, el proyecto político del fascismo, haría que todos
los sectores de la sociedad deban obligatoriamente integrarse y trabajar
unificadamente al mando del gobierno, por lo que esta corporación
incluiría aspectos considerados normalmente «capitalistas» y
«socialistas».
Según el economista austriaco Ludwig von Mises la raíz del fascismo, en
sus diferentes vertientes, se encuentra en las ideas colectivistas del
socialismo y más propiamente como una escisión patriótica del marxismo,
que comparte las tesis del rechazo al mercado libre, la sociedad
burguesa, el gobierno limitado y la propiedad privada y en la exaltación
de un sector de la sociedad como el elegido por «la historia» para dirigir
las vidas del resto de la sociedad que por «razones históricas» está
permitido de vulnerar el principio de igualdad ante la ley al reclamar
«derechos especiales» sobre los demás (ej. clasismo, racismo, sexismo,
etc.). El fascismo apenas variaría, en la práctica, sobre qué grupo y cómo
se debería administrar la propiedad expoliada a los individuos.
6. Por otra parte, las ventajas que los nuevos regímenes le
proporcionaban a la plutocracia eran evidentes: eliminaba la
posibilidad de revolución social obrera, suprimía los sindicatos
reivindicativos y mantenía otras restricciones en las relaciones
capital-trabajo, legitimando el principio de liderazgo en la
empresa; al suprimir la libre competencia permitía crear cárteles
oligopólicos de empresas favorecidas con millonarios contratos
estatales o subsidiadas por el gobierno como «incentivos» a la
producción nacional. Además, de su indudable éxito en respuesta
a la Gran Depresión, al menos en el corto plazo. La sensación de
estabilidad era muy marcada: Mussolini había conseguido que los
trenes funcionaran con puntualidad (tras el famoso incidente de
uno de sus primeros viajes como Duce, en el que supuestamente
mandó fusilar a un maquinista). El que esa sensación de
estabilidad corresponda o no con una real eficacia es secundario,
y de hecho parece que la puntualidad ferroviaria (y quizá
también el incidente del maquinista) era más bien un mito.
7. Lo mismo puede decirse del origen personal de algunos de sus
miembros, empezando por el propio Mussolini, que antes del
término de la Primera Guerra Mundial, era un importante
ideólogo obrerista y militante socialista. El origen social de los
líderes fascistas en distintas partes de Europa fue muy diferente:
a veces aristocrático (Starhemberg, Mosley, Ciano), a veces
proletario (Jacques Doriot y el PPF francés); muchas veces
militares (Franco, Pétain, Vidkun Quisling, Szálasi, Metaxas), o
juristas (José Antonio Primo de Rivera, Ante Pavelić, Oliveira
Salazar). Los casos más destacados, los propios Hitler y Mussolini,
eran fuertes personalidades de oscuro origen, desclasados e
inadaptados, pero de irresistible ascensión. Sus militantes salían
de entre los estudiantes (muy abundantes en la Guardia de Hierro
rumana o el rexismo belga), de los pequeños propietarios
campesinos, de los desempleados urbanos y, sobre todo, de la
temerosa pequeña burguesía empobrecida o amenazada por la
crisis y atemorizada por el avance del comunismo y el desorden
público. Las capas medias y medias bajas fueron la espina dorsal
del fascismo.
8. El fascismo tuvo una base racial en Alemania, aunque
no en Italia (al menos inicialmente, hasta 1938); los
nazis construyeron una amalgama ideológica de gran
eficacia movilizadora a partir de fuentes mitológicas
y literarias y supersticiones de carácter romántico,
así como de los textos clásicos dedicados a consagrar
la desigualdad de las razas y de publicaciones y
panfletos de carácter ocultista; destacando dos
elementos: el mito de la raza aria superior de origen
nórdico (que mezcla la hipótesis filológica de la
existencia de un pueblo indoeuropeo original con la
pseudocientífica teoría nórdica, sustentada por
algunos autores como Houston Stewart Chamberlain)
y el antisemitismo (que se había reavivado desde la
divulgación de los Protocolos de los Sabios de Sion,
falsificados para la justificación de los pogromos de
la Rusia zarista).
9. El antisemitismo estaba presente
en muchos países de Europa central
y oriental desde la Edad Media, y
fue uno de los elementos que se
utilizaron en los mismos para el
surgimiento endógeno de
movimientos fascistas. A ello se
sumó la ocupación nazi y los
gobiernos colaboracionistas
impuestos, que explotaron a
conciencia ese sentimiento para su
propia conveniencia. El resultado
fue que en muchas ocasiones los
verdugos de las SS eran superados
en crueldad por soldados de países
aliados, a los que tenían que
contener (por ejemplo en
Rumanía), o se producían matanzas
espontáneas de judíos a cargo de la
población local, como la llamada
matanza de Jedwabne en Polonia.
10. El racismo entendido en su expresión puramente biológica,
es decir, la intelectualización de la supremacía racial, no
está presente en todos los movimientos fascistas, además
de estar presente en otros contextos cuya relación con el
fascismo es más controvertida, como el supremacismo
blanco en Estados Unidos o el apartheid en Sudáfrica. Lo
que sí aparece como una constante del fascismo, y para
muchos autores lo caracteriza de racismo, es la
concepción de la etnicidad como elemento identitario. Esa
identidad étnica puede expresarse de otras formas, como
las que atienden al origen geográfico (caso de la xenofobia
de los movimientos neofascistas o neonazis que se oponen
a la inmigración en muchos países europeos desde finales
del siglo XX), la religión (fundamental para el fascismo
francés, belga, croata o español, y más adelante en el
conflicto de Irlanda del Norte o los casos de limpieza
étnica que se han dado en las Guerras yugoslavas) o el
idioma.
11. Se suele indicar que una característica de los
países donde triunfaron los movimientos
fascistas fue la reacción de humillación nacional
por la derrota en la Primera Guerra Mundial (se
ha utilizado la expresión nacionalismo de
vencidos), que impulsaba a buscar chivos
expiatorios a quienes culpar (caso de
Alemania), o la frustración de las expectativas
no cumplidas (caso de Italia, defraudada por el
incumplimiento del Tratado de Londres). En
ambos casos, el resentimiento se
manifestaba, en el plano internacional, en
contra de los más claros vencedores (como
Inglaterra, Francia o Estados Unidos); mientras
que en el plano interno se volcaba contra…
12. …el movimiento obrero (sindicalistas, anarquistas,
comunistas, socialistas) o el peligro real o imaginado
de una revolución comunista o incluso una
Conspiración Judeo-Masónico-Comunista-
Internacional, o cualquier otra fantasmagórica
sinarquía oculta en cuya composición incluyera a
cualquier organización que los fascistas juzgasen
transnacional y opuesta a los intereses del Estado,
como el capitalismo, la banca, la bolsa, la Sociedad
de Naciones, el movimiento pacifista o la prensa.
Sobre todo en el caso alemán, se insistía en la
convicción de pertenecer a un pueblo o raza superior
cuya postración actual se debe a una traición que le
ha humillado y sometido a una condición injusta; y
que tiene derecho a la expansión en su propio
espacio vital (Lebensraum), a costa de los inferiores.