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MMAAGGIIAA,, MMEENNTTEE YY MMIITTOO
EENN MMAARRÍÍAA MMOOLLIINNEERR
Inauguración de la Biblioteca María Moliner
Velilla de San Antonio
27 de febrero de 2004
eñora alcaldesa, señores concejales, que-
ridos amigos, apreciado público: No sería
fiel si evitara mi agradecimiento a la Con-
cejalía de Cultura por la confianza que me con-
cede con el encargo de esta conferencia, sobre
todo tras la admirable exposición que tuvimos
la semana pasada en esta misma sala. Es un
placer participar con ideas, más que con otro
tipo de festejos, en el marco de los que han de
recordar la inauguración de esta Biblioteca que
con tanto acierto rinde homenaje a la bibliote-
caria española, especializada en lexicografía,
María Moliner.
No sabía la Concejalía de cultura, o por lo
menos no lo sabía suficientemente, la satisfac-
ción que me dispensaba al encargarme hablar
sobre María Moliner. Y esto por tres motivos.
Primero porque comparto, apoyo y de-
fiendo la tendencia social de los últimos años
en los que un mejor sentido de la convivencia
propicia que las leyes, los actos y los gestos
allanen y otorguen un espacio que facilite la
plena igualdad de derechos y, lo que es más
S
RAFAEL DEL MORAL
2
difícil, de oportunidades, entre el hombre y la
mujer.
Segundo porque María Moliner es la autora
de uno de los libros que más admiración mere-
cen: por lo inesperado, por lo excepcional, por
la calidad, por la llamada a esos resortes de la
emoción que tan pocas veces se ven agasajados
por los diccionarios léxicos. Y eso mucho antes
de fijarnos en si lo había hecho una mujer o un
hombre.
Y tercero porque desde mi modesta labor
investigadora he tenido una sana obsesión por
esas unidades tan descalabradas como mágicas
que son las palabras. Algunas veces pensar el
las palabras, y en la manera de abarcarlas, co-
mo tal vez pensó Moliner, ha sido para mí tan
gratificante como debió serlo para otros lin-
güistas que de alguna manera también se refu-
giaron en este oficio sin recompensa. Y lo digo
con todas las gratas consecuencias que tiene
para esta dedicación que se instala en el pen-
samiento como cualquier otra testarudez. Pero
como no se trata del acuerdo con nuestro pa-
riente o vecino, ni depende de la estabilidad
MAGIA, MENTE Y MITO EN MARÍA MOLINER
3
económica, y ni siquiera corre peligro la vida,
uno puede pensar cuando quiera en esos tan
triviales asuntos, tas incondicionalmente in-
ofensivos, acariciarlos en el pensamiento, con-
centrarse o no en ellos, y pasar deleitosos mo-
mentos sin acordarse de si son placeres o sinsa-
bores las miserias de la vida. Esa habilidad
mental, privilegio de nuestra autora, es exten-
sible a otros ámbitos de la labor investigadora
responsable y útil.
Por eso vamos a hablar de magia, de men-
te y de mito, un poco de lingüística, mucho de
léxico y muchísimo más de las razones que
hicieron que María Moliner pasara por la histo-
ria como una de esas personas que marcan un
antes y un después. La ciencia se alimenta de
pequeños grandes momentos de genialidad. A
veces el vacío de individuos capaces de desta-
car con su ingenio es formidable. A veces, de
repente, aparece una persona excepcional ca-
paz de dividir en dos el tiempo: lo que sucedía
antes, y lo hubo después. Los niveles de varia-
ción se presentan tan adecuadamente ajusta-
RAFAEL DEL MORAL
4
dos a un ámbito del conocimiento que parten
en dos el desarrollo. Darwing marcó la concep-
ción del origen del hombre, Galileo astilló los
pensamientos cuando dijo que la tierra es re-
donda, y Albert Einstein fue capaz de conmo-
cionar los esquemas científicos del universo.
James Joyce revolucionó la novela con su Uli-
ses, Antonio de Nebrija ennobleció al castella-
no con su Gramática, y María Moliner llevó a la
práctica una amplia teoría lexicográfica que
vagaba entre los lingüistas desde tiempos re-
motos. Parece innecesario establecer un orden
de importancias entre unos y otros, porque los
valores siempre se instalan en celdas distintas,
pero en las mismas estanterías.
Con las dificultades que supone abarcar y
enmarcar, en tiempo limitado, la aportación de
Moliner a la lexicografía, concentraré las ideas
en unos cuantos puntos esenciales que añadan
luz a la estructura del Diccionario de Uso del
Español dentro de la historia del tratamiento
de las palabras en las lenguas.
MAGIA, MENTE Y MITO EN MARÍA MOLINER
5
Julius Pólux
Y empezaremos con un gran desconocido,
un lingüista griego nacido en Nauratis, Egipto,
hacia el año 135, y que vivió unos cincuenta y
siete años. Murió en Atenas. Se llamaba Julio
Pólux y se perdió casi toda su obra, que debió
ser de gran interés si consideramos lo único que
se conservó: un estudio de las palabras griegas
que llamó Onomasticón, que traducido al espa-
ñol moderno sería algo así como Libro que sirve
para localizar el nombre de las cosas. Era el
primer intento por construir un vocabulario de
la lengua griega ajeno a las exigencias del or-
den alfabético, y mucho más ajustado a la lógi-
ca de las palabras. O, dicho de otra manera, un
libro donde se buscan palabras, y no el signifi-
cado de las mismas. Las clasificó por series de
ideas análogas y encontró que la división en
diez partes se ajustaba a su visión de los con-
ceptos y cosas que era necesario denominar en
el mundo del inglés de entonces, es decir, de la
lengua en que más se extendía la cultura, que
era el griego.
RAFAEL DEL MORAL
6
Peter Mark Roget
El interés por este tipo de información cayó en
el olvido, como tantos otros asuntos relaciona-
dos con el conocimiento científico, durante
muchos siglos, hasta que nació en Londres, en
1779, Peter Mark Roget.
Peter Mark Roget, educado el la exigente
sociedad inglesa, no era sino un lingüista afi-
cionado. Su única profesión fue la medicina, y a
eso dedicó su vida activa. Una vez retirado, a
la madura edad de 61 años, recuperó un pe-
queño trabajo de juventud, una clasificación de
palabras por conceptos que había realizado con
veintitantos años por mero placer estético, co-
mo quien se entretiene completando un cruci-
grama. Luego dejó aquellos apuntes guardados
en cualquier cajón, y al abandonar su vida pro-
fesional, les quitó el polvo y dedicó todo su
tiempo y concentración a organizar y ensanchar
aquella base léxica, hasta conseguir, once años
después (María Moliner dedicaría, según todos
los indicios, quince años) una amplísima clasifi-
cación de palabras que publicó en 1852 con un
MAGIA, MENTE Y MITO EN MARÍA MOLINER
7
título espectacular: Tesoro de las palabras y las
frases de la lengua inglesa clasificadas para fa-
cilitar la expresión de las ideas y como ayuda
en la composición literaria. Su libro, en efecto,
es una colección de palabras sin explicación al-
guna. Sus significados son deducidos por los
hablantes ingleses en función de sus conoci-
mientos, a los que añaden los de las palabras
vecinas. Está dividido en seis partes (cuatro
menos que el de Julio Pólux) y merece la pena
citarlas porque nos dan idea de los tipos de pa-
labras que necesitamos para designar el mundo
que nos rodea:
1. Relaciones abstractas (existencia, orden,
números, tiempo, causa…)
2. Espacio (dimensiones, formas…)
3. Materia (orgánica, inorgánica…)
4. Inteligencia (formación de las ideas, comuni-
cación de las ideas…)
5. Voluntad (individual, social…)
6. Emoción, religión y moralidad.
RAFAEL DEL MORAL
8
Peter Mark Roget murió a los 90 años sin
conocer la segunda edición de su libro. Se fue
sin ni siquiera imaginarse que se editaría más
de sesenta veces, que se extendería, acompa-
ñando a la propagación de la lengua inglesa,
por todo el mundo, que se actualizaría en más
de cincuenta ocasiones con nuevas palabras,
que se venderían más de treinta millones de
ejemplares, y que sería un compañero indis-
pensable en muchas generaciones de oradores y
escritores de inglés. Hoy, reconocido como un
clásico y difundido en baratísimas ediciones de
bolsillo, ocupa un lugar el las estanterías de la
mayoría de los hogares anglófonos como uno de
los diccionarios de referencia más importantes
de la lengua inglesa y, por tanto, del mundo.
La clasificación de palabras de Peter Mark Ro-
get ha superado con incuestionable éxito el
test del tiempo, y se ha mostrado capaz de ab-
sorber los nuevos conceptos y el vocabulario
técnico con la estructura que él ideó. Actuali-
zado y difundido por sucesivos editores, es in-
dispensable en el moderno uso de la lengua
vehicular de la humanidad. En cualquier librer-
MAGIA, MENTE Y MITO EN MARÍA MOLINER
9
ía del mundo, no solo de dominios anglófonos,
que tenga un mínimo espacio dedicado a los es-
tudiantes ingleses, allí está el Tesoro de las pa-
labras y frases del inglés a disposición del es-
tudiante. En los años siguientes el libro fue tra-
ducido, o mejor dicho, versionado, conservando
sus estructuras, al francés, que desde entonces
multiplica sus ediciones. Y muchos años des-
pués, en 1977, al alemán. Nadie se interesó, sin
embargo, por llevar a cabo una versión espa-
ñola. Hace solo unos meses, comentando este
asunto con la directora de diccionarios de la
editorial Espasa, una de las más importantes en
lingüística, me dijo: “No tenemos ningún in-
terés en adaptar ese diccionario. En España
esos asuntos no interesan.” Su afirmación era
cierta, pero solo tenía un valor parcial. No
quiero creer que fuera una razón de menospre-
cio, prefiero explicarlo diciendo que, cuando
pudo interesar, apareció en España un lexicó-
grafo también excepcional, antecesor de María
Moliner, era Julio Casares Sánchez.
RAFAEL DEL MORAL
10
Julio Casares
Julio Casares Sánchez nació en Granada 23 años
antes que María Moliner, en 1877, y murió en
1964, 17 años antes que ella. La historia lo co-
nocerá y recordará por su original legado, reco-
gido en un espléndido trabajo lexicográfico, su
famoso Diccionario ideológico de la lengua es-
pañola, que aúna rigor y amenidad dentro de
un nuevo concepto de abordar el estudio de los
significados de las palabras, y las relaciones de
afinidad establecidas entre ellas. Interesa de-
tenerse en algunos rasgos de la vida de Casa-
res. Estudió derecho, que no lingüística, en la
universidad de Madrid, pero también… música.
Con 29 años tuvo su primer trabajo: formar
parte como violinista en la orquesta del Teatro
Real de Madrid. Pero aquello no le proporcio-
naba estabilidad económica alguna. Necesitado
de actividad laboral menos sujeta a los vaive-
nes de la fortuna, tuvo que buscar otra cosa. Y
no se protegió en la jurisprudencia, que era su
formación, ni en la enseñanza, amparo de tan-
tos lingüistas, ni siquiera en la vida bohemia y
variada de los músicos, no, en nada de eso,
MAGIA, MENTE Y MITO EN MARÍA MOLINER
11
hubo de trabajar durante algún tiempo en… un
taller de ebanistería. Y como aquello tampoco
podía ser la solución para un joven como él,
abandonó durante algún tiempo toda actividad
remunerada y se concentró en la preparación
de unas oposiciones para funcionario en el mi-
nisterio de Estado, es decir, el camino que tan-
to ha asegurado la estabilidad de los españoles
durante el siglo XX. Lo demás, como tantas ve-
ces ocurre, fue una carrera guiada por el traba-
jo y las favorables influencias del azar. Intere-
sado por las lenguas orientales, y estudioso por
libre de las mismas, fue nombrado agregado
cultural en la embajada de España en Tokio. Le
interesaba el japonés, pero también el fenó-
meno lingüístico. De regreso a Madrid cultivó
los círculos intelectuales, escribió ensayos y
artículos relacionados con la lengua y la litera-
tura, ganó prestigio intelectual y, en su progre-
sivo ascenso en puestos de la administración,
fue nombrado delegado de España en la Socie-
dad de Naciones, con sede en Ginebra, y más
tarde miembro de la Real Academia Española, y
luego, en 1936, secretario perpetuo de la mis-
RAFAEL DEL MORAL
12
ma. Y aquí queríamos llegar. Desde tan privile-
giado cargo, presentó en numerosas ocasiones
el proyecto de elaborar un diccionario ideológi-
co de la lengua española. No creyeron en él.
Los vetustos académicos se mostraron tan rea-
cios a acometerlo como a incorporar algunas de
las propuestas metodológicas del intelectual
granadino, a las técnicas lexicográficas tradi-
cionales que regulaban la revisión periódica del
diccionario académico oficial.
Ante la falta del entusiasmo de sus com-
pañeros, Casares decidió emprender por cuenta
propia la redacción de esta magna obra. Tra-
bajó muchos años en ella, tal vez unos quince,
y la publicó en 1942 con el ya clásico título de
Diccionario ideológico de la lengua española.
Aquella primera edición estaba plagada de
errores, subsanados en las posteriores, hasta la
definitiva, que quedó anclada en 1959. Casares
había tenido la ocasión de conocer los grandes
diccionarios ideológicos que enriquecían la
lexicografía inglesa, francesa y alemana sem-
brada por Roget. Dividió su diccionario en tres
partes. La tercera, la más extensa, no ofrece
MAGIA, MENTE Y MITO EN MARÍA MOLINER
13
novedad alguna: es un mero listado de palabras
alfabéticas a las que se añade su significado. La
primera, que él llama parte sinóptica, es una
atractiva y graciosa clasificación de ideas en
cuarenta páginas, pero exenta de utilidad. La
central, la llamada parte analógica, recoge en
unas 500 páginas su verdadera aportación al es-
tudio del léxico. Pero, a diferencia de las obras
europeas, Casares no se atrevió a abordar el
revolucionario orden semántico o lógico, o de
significados, y, más conservador que sus cole-
gas ingleses, se refugió en el alfabético. A pe-
sar de todo, el lector puede partir de su propia
competencia lingüística, es decir, de las ideas
que ya se ha forjado acerca de una cosa, para
llegar a todas las palabras que la designan o
que tienen alguna relación de significado con
ella. Este procedimiento permite, entre otras
innovaciones, localizar una palabra desconocida
a partir de una idea aproximada del concepto
general que se busca; hallar palabras similares
a las que se investigan, pero más precisas y
exactas que las originariamente concebidas;
manejar toda la gama sinonímica de una idea o
RAFAEL DEL MORAL
14
concepto y, en general, y tener acceso a todo
el vocabulario que integra el campo semántico
de una voz.
Mark Peter Roget clasificó de manera lógi-
ca 980 conceptos, es decir, listados, que él ini-
cia con una palabra clave y luego desarrolla. En
su orden evoca, palabra a palabra, un abanico
de ideas, de sugerencias, de valoraciones. La
palabra boda, por ejemplo, elevada a la cate-
goría de concepto general dentro de la lengua,
es la número 894 de sus entradas, pero en su
contenido aparecen, en grupitos, todas aque-
llas palabras relacionadas: las que denominan a
los enamorados, las que aluden a los tipos de
bodas, las que designan los grados de parentes-
co, las que se refieren a las situaciones de la
ceremonia, las expresiones… Y así hasta un to-
tal de unas trescientas. El siguiente grupo, el
895 se llama celibato, y el 896 divorcio.
Casares nos da algo parecido, pero en or-
den alfabético, y no cuenta con 980 conceptos
en orden lógico, sino con 2.000. El inconvenien-
te del irracional orden alfabético es que nece-
sariamente los significados están aislados, y es-
MAGIA, MENTE Y MITO EN MARÍA MOLINER
15
ta distancia fuerza la repetición y referencias
entre palabras en conceptos cercanos o afines.
Pero al conjuro de la idea, a la llamada del
concepto, Julio Casares ofrece en tropel las vo-
ces, seguidas de las sinonimias, analogías, antí-
tesis y referencias. Nos regala un metódico in-
ventario del inmenso caudal de palabras casti-
zas que por desconocidas u olvidadas no nos
prestan servicio alguno, otras cuya existencia
se sabe o se presume, pero que dispersas, y
agazapadas en las columnas, nos resultan inac-
cesibles mientras no conozcamos de antemano
su representación en la frase. Pero lo que des-
taca, lo que dignifica al diccionario de Casares
es que ha reunido las palabras del español en
torno a una de las 2.000 ideas que él concibe.
Como tantos intelectuales del siglo XX que han
dedicado su vida a la investigación, que han
alejado su pensamiento del mundo para con-
centrarlo en la lingüística, Casares murió con
casi noventa años de edad, probablemente
pensando más en la vida de sus revoltosas pa-
labras que en cualquier otra peregrina y triste
imagen de la senectud.
RAFAEL DEL MORAL
16
María Moliner Ruiz
María Moliner Ruiz no pertenece exactamente a
la generación de Casares, ni siquiera a la de los
atildados y arrogantes lingüistas del siglo XX, ni
a las clases académicas, ni al orgulloso y en-
cumbrado cuerpo docente, pero sí a ese redu-
cido grupo de personas decididas, tenaces, ca-
paces de cultivar con mimo y esmero ese mun-
do intelectual. Mujer sencillamente interesada,
y para muchos, marcadamente natural y fran-
ca, al igual que Mark Peter Roget y Julio Casa-
res, dedicó buena parte de su vida a la redac-
ción de su Diccionario de uso del español que
publicó a los 66 años de edad. Casares lo había
hecho a los 64 y Roget a los 73, es decir, todas
son obras de madurez, que es cuando se han
agitado, ajustado y acomodado las palabras
multitud de veces en la vida, en lecturas y con-
versiones; que es cuando la mente se encuentra
en plena riqueza léxica. Uno no acaba nunca de
aprender palabras. Pues bien, la obra de María
Moliner es, una vez más, el resultado de una
serie de circunstancias a veces favorables, a
MAGIA, MENTE Y MITO EN MARÍA MOLINER
17
veces adversas, pero en una detenida lectura
de la biografía de la autora parece como si la
adversidad hubiera contribuido a un mejor lo-
gro de sus objetivos. Las grandes obras indivi-
duales no son el resultado de una minuciosa
programación, sino el alumbramiento, la con-
junción de un abanico de eventos entre los que
el trabajo, la inteligencia y la paciencia ocupan
un lugar de privilegio. Y si exceptuamos a Casa-
res, que, a pesar de las duras circunstancias de
la guerra civil se llenó de gloria y reconoci-
miento en vida, Roget y Moliner, en siglos y cir-
cunstancias distintas, murieron sin imaginarse
siquiera la dimensión que habían de alcanzar
sus obras.
Algunas preguntas parecen de especial in-
terés: ¿Por qué es tan importante El diccionario
de uso de María Moliner en el campo de la lexi-
cografía? ¿Cómo consiguió llevarlo a cabo?
¿Cómo logró aunar esfuerzos e inteligencia para
un libro tan necesario, tan revelador, tan equi-
librado en sus formas, en su consulta, tan com-
pleto en su estudio y tan fundado?
RAFAEL DEL MORAL
18
Breve alusión a la lingüística en el siglo XX.
Antes de desenredar estas preguntas, que son
elementales para colocar su DUE o Diccionario
de uso del español en el lugar que le corres-
ponde, abrimos un paréntesis para señalar al-
gunos puntos relacionados con la reciente his-
toria de la lingüística. Recordemos algunos lo-
gros que permitan abrir el hueco que a nuestra
autora le corresponde.
El uso o dominio de una lengua ha intere-
sado siempre, ya lo sabemos. La humanidad ha
necesitado ser bilingüe por muchos motivos.
Pero el estudio de la lengua y de las lenguas, su
estructura interna, su historia, su patrimonio,
apenas ha atraído a la humanidad desde los
griegos hasta los albores del siglo XX, dejando
un vacío de milenios apenas ocupado por algu-
nas excepciones. Los principales conceptos que
alimentan los programas de los centros de en-
señanza desde que estos reciben una regulación
se basan en los mismos principios que inspira-
ron a los estudiosos latinos. Pero el siglo XX
MAGIA, MENTE Y MITO EN MARÍA MOLINER
19
cambió la tendencia, rompió los moldes, inició
una reflexión sobre la necesidad de profundi-
zar, de inmiscuirse en sus estructuras. Si Roget
es el padre de la moderna lexicografía, Ferdi-
nand de Saussure lo es de la lingüística general.
Este profesor excepcional, nacido en Ginebra,
habría pasado totalmente desapercibido si no
fuera porque sus alumnos publicaron los apun-
tes que él, modestamente, había impartido en
clase. Después de Saussure se despertó el espí-
ritu de la renovación del estudio de la lengua y
las lenguas, y el dominio científico añadió a sus
campos de investigación una serie de lingüistas
que conmovieron este desértico campo de es-
tudio.
Edward Sapir corrió el velo que eclipsaba
a las hablas desprotegidas por la civilización, a
las humilladas y olvidadas, y despertó el interés
por todas las lenguas de la humanidad. Noam
Chomsky divulgó la teoría genética de las len-
guas, la que defiende la disposición a adquirir-
las durante los primeros años de la vida. Roman
Jakobson desveló las funciones del lenguaje
humano. Eugenio Coseriu contribuyó a la inter-
RAFAEL DEL MORAL
20
pretación filosófica de los lenguajes, y André
Martinet desmitificó los usos ortográficos. Son
aportaciones individuales, estudios más o me-
nos especializados que, siendo muy interesan-
tes, se muestran bastante distanciados de los
usuarios. Por eso, para llenar los vacíos de las
necesidades lingüísticas cotidianas, algunos
países y lenguas tienen el privilegio de contar
con un Consejo de expertos dedicados a la des-
cripción y unificación de una lengua en un mo-
mento dado, y a la publicación de sus conclu-
siones para orientación de los hablantes. Los
misioneros que trabajaron en África se convir-
tieron en improvisados lingüistas al dotar de
escritura a algunas lenguas desasistidas de
cualquier norma. A modo de consejo de exper-
tos, inventaron una ortografía para esas len-
guas, y luego las codificaron en una gramática
que recoge los usos mas generalizados de los
hablantes, y por último confeccionaron un léxi-
co a veces explicado con palabras de la propia
lengua, a veces bilingüe. Así han quedado re-
glamentadas muchas lenguas africanas como el
tiví, el bembara o el ewé.
MAGIA, MENTE Y MITO EN MARÍA MOLINER
21
Las obligaciones de la Real Academia Españo-
la.
Nuestros expertos, los especialistas en nuestra
lengua, se reúnen con regularidad desde 1713
bajo los auspicios de una institución, la Real
Academia Española. Además de otras compe-
tencias menores, su actividad consiste en dar a
conocer todo el material necesario que sirva de
norma para los hablantes, y en particular para
los profesores que tienen la obligación de co-
rregir los deslices de uso. Tres son, por resumir
las ideas, sus funciones fundamentales de coor-
dinación: la ortografía, la gramática y el léxico.
Las tres funciones son llevadas a cabo por sus
miembros en un reparto de tareas, y con una
densa colaboración de funcionarios y becarios.
Digamos de la Real Academia Española, co-
locándola al alcance de todos, que está forma-
da por un grupo de sabios lingüistas o hábiles
usuarios de la lengua, que, con cargo vitalicio,
reponen sus vacantes mediante la elección de
un candidato acorde con los propios miembros,
que deben elegirlo en votación. Si el candidato
RAFAEL DEL MORAL
22
ha mostrado cualidades y valores suficientes
para su merecimiento, pero no resulta del
agrado de los electores, bien por su talante
displicente, polémico o provocador, bien por su
condición social o de género, que nada de esto
es necesario alegar, el candidato se queda sin
sillón.
Los académicos, y digámoslo con todos los
respetos, tienen encomendada la misión de
aconsejar a los hablantes sobre el mejor uso de
la lengua, marcar el camino, las pautas a se-
guir, pero nunca obligar a seguirlas. Los
hablantes somos propietarios absolutos de
nuestros usos lingüísticos, y únicos consejeros
de la usanza que queramos hacer de ella. Pero
la docta institución, sostenida por los presu-
puestos de la nación, debe ofrecer con sus pu-
blicaciones sólidos principios capaces de orien-
tar al hablante. Tradicionalmente la editorial
Espasa publica sus trabajos: ortografía, gramá-
tica y diccionario.
Ha sido una satisfacción para todos los
usuarios del español el logro que consiste en
acordar unas normas ortográficas, las de 1999,
MAGIA, MENTE Y MITO EN MARÍA MOLINER
23
capaces de unificar la dimensión escrita de
nuestra lengua en todo el mundo, que no es
poco. Tal nivel de aceptación ni siquiera ha si-
do logrado por el mundo anglófono. Pero la or-
tografía, como es sabido, no tiene absoluto ri-
gor científico. A veces, alocada y esquiva, se
aleja considerablemente de sus formas parale-
las orales.
Mayor dificultad ha planteado la gramáti-
ca. En el siglo XX los académicos publicaron
tres gramáticas de la lengua española. La pri-
mera de ellas en 1931. La segunda, que apare-
ció con el título de Esbozo de una nueva
gramática de la lengua española en 1973, fue
redactada por los académicos Samuel Gili Gaya
y Salvador Fernández Ramírez, y apoyada por
los demás. No era aquel título (me refiero al de
borrador, apunte o bosquejo) sino un sobresal-
tado y pavoroso lamento que venía a decir algo
así como: “esto es un anticipo provisional, a
ver si conseguimos algo definitivo, a la vista de
cómo está el mundo de la lingüística”. Y en el
prólogo de la tercera gramática del siglo XX, la
de 1994, dice Emilio Alarcos, su autor: “No hay
RAFAEL DEL MORAL
24
gramática perfecta” y añade: “Aquí se ha
hecho lo que se ha podido para no caer ni en la
oscuridad ni en la inexactitud.” Un poco más
tarde Ignacio Bosque y Violeta Demonte, inte-
resados por los vacíos y carencias, dirigen a un
grupo de 73 lingüistas que redactan una monu-
mental gramática que se publica en 1999, el
mismo año que la ortografía, una vez más en la
editorial Espasa. La broma gramatical no tiene
seiscientas o setecientas páginas como muchas
de las compilaciones recientes, ni siquiera es
un mamotreto de mil quinientas paginas, ni un
grueso volumen de dos mil, no, tiene ni más ni
menos que 5.504 páginas repartidas en tres
tomos, y la encabeza un sugestivo título:
“Gramática descriptiva de la lengua española.”
¿Estamos en un momento histórico, como aquel
de Antonio de Nebrija en 1492, o el de Andrés
Bello en 1847? ¿Es esta monumental gramática
heredera de los grandes aciertos del pasado? No
lo sabemos. Las grandes obras de la humanidad
nunca fueron colectivas, sino el resultado del
ingenio de un único investigador. ¿Tiene más
coherencia la gramática de Emilio Alarcos que
MAGIA, MENTE Y MITO EN MARÍA MOLINER
25
la disparidad de criterios de los 73 autores de
la Gramática Descriptiva? Añadiré algo confi-
dencial aprovechando que estamos entre ami-
gos: la gramática descriptiva desbordó las pre-
visiones de venta el año de su publicación, que
sirvieron para llenar las bibliotecas; vendió al-
gunos ejemplares sueltos los dos años siguien-
tes, y un año después prácticamente desapare-
ció el interés de los compradores, que no el de
los lectores, supongo. Para ellos ahí están los
ejemplares en las bibliotecas. Algo complejo y
confuso está sucediendo en el mundo de la
gramática… ¿Asistimos al ocaso de su estudio?
La tercera labor de la Academia, la que
nos interesa, aunque las otras no son ajenas, es
la dedicada a la publicación de un léxico, la del
diccionario que popularmente se conoce como
Drae o Diccionario de la Real Academia Españo-
la. Sin ánimo de elevar la menor critica a la la-
bor institucional de la docta casa, diremos que
el Drae, que cuenta con un amplísimo equipo
de colaboradores, se publica… cuando viene
bien. La vigésima primera edición apareció,
como exigía la fecha, en 1992, y la última, la
RAFAEL DEL MORAL
26
vigésima segunda, apareció en el 2003. Esta
edición es, a juicio de muchos, la primera que
cuenta, de manera útil y práctica, con las
avanzadísimas técnicas informáticas, aunque la
anterior ya tuvo un soporte en CD.
Pues bien. Aunque la Academia se alimen-
ta de un fornido cúmulo de instrumentos para
sus ediciones, aunque se nutre con los más in-
signes sabios, aunque los colaboradores reali-
zan el trabajo sistemático y no sistemático de
aquella casa del saber, aunque cuentan con los
medios técnicos más modernos a su alcance,
resulta que el diccionario de una funcionaria
destinada en bibliotecas compite hoy con los
centenares de académicos que han colaborado
en el Drae. Cuando semejante competencia ha
destacado en otros ámbitos del conocimiento
es porque ha nacido un Einstein, o un Kant, o
un Cervantes… Creo que no es exagerado decir
que algo parecido es María Moliner, pero vea-
mos ahora las razones, veámoslas ya, pues dis-
ponemos de los antecedentes necesarios para
abordarla.
MAGIA, MENTE Y MITO EN MARÍA MOLINER
27
Publicación del Diccionario de uso del espa-
ñol.
¿Quién es María Moliner Ruiz? Si por cualquier
circunstancia hubiera dejado su obra a medias
o casi acabada, pero sin acabar, no la llamar-
íamos escritora, sino bibliotecaria. Una olvida-
da bibliotecaria. En ella coinciden las tres ca-
racterísticas necesarias para la elaboración de
un trabajo como el suyo: el acoplamiento fami-
liar y formativo, es decir la magia; la capacidad
para captar las necesidades y ajustarlas con
tanta inteligencia como humildad, es decir la
mente privilegiada; y la circunstancias propi-
cias, es decir el ambiente necesario para la
creación del mito. Las tres particularidades co-
incidieron en María Moliner Ruiz.
Del detenido análisis de su vida y sus ac-
tuaciones descubrimos, en primer lugar, el
mundo mágico de su infancia y juventud. Hija y
nieta de médico rural, tiene a su alcance la fi-
na y delicada educación de familias tan privile-
giadas. Aunque nació en Paniza, provincia de
Zaragoza, a la vez que el siglo veinte, a los dos
años ya residía en Madrid. Su familia además,
RAFAEL DEL MORAL
28
según todos los indicios, tenía sólidas raíces
asentadas en una tradición liberal, y tanto ella
como sus dos hermanos estudiaron en la Insti-
tución Libre de Enseñanza, cuna de tantos ilus-
tres sabios del siglo. Es la magia.
Perteneció a una de las primeras genera-
ciones de mujeres universitarias: Filosofía y Le-
tras, por entonces tal vez la única carrera fe-
menina, sección de historia, la única especiali-
dad de la universidad de Zaragoza. Y en cuanto
termina la licenciatura, busca, a la temprana
edad de veintidós años, el mismo acomodo que
Julio Casares: una plaza de funcionaria, ganada
por oposición, en el cuerpo de Archiveros, Bi-
bliotecarios y Arqueólogos. Seguimos en la ma-
gia.
Entre 1922, que empieza a trabajar como
funcionaria, y 1970, año en que se jubila (los
años coinciden con su edad), a María Moliner
nadie la conoce por otro oficio que el de biblio-
tecaria. Primero en el archivo de Simancas,
después en Murcia, Valencia y luego, en su tras-
lado a Madrid para acercarse a su marido, en la
Escuela Técnica Superior de Ingenieros Indus-
MAGIA, MENTE Y MITO EN MARÍA MOLINER
29
triales. Todos sabemos cuales son las obligacio-
nes laborales de los funcionarios, y también co-
nocemos, aproximadamente, los horarios de las
bibliotecas. Lo que nadie puede saber muy
bien, ni siquiera su propia familia, es cuándo,
ni cómo, ni por qué inició la elaboración de su
magna obra. Supongamos que fue hacia los años
1950, y que, en labor parecida a la constancia
que exigen otros menesteres, pero con una
mente privilegiada, invirtió unos 15 años de
trabajo… Pero trabajó a medias, o a dos ter-
cios, o a la cuarta parte… No abandonó su tra-
bajo de bibliotecaria, ni de ama de casa… o al
menos eso parece… ¿Seguía realizando las tare-
as domésticas? No lo sabemos. No lo sabemos
porque nadie se da cuenta de que alguien hace
una cosa así. Sí conocemos sus instrumentos:
una máquina de escribir, un lápiz y una goma…
Y sus carencias: nunca dispuso de un privilegio
universitario, ni académico, ni de otra institu-
ción, que es donde se hacen estos tipos de tra-
bajo. Nunca recibió favor alguno que le permi-
tiera desarrollar ese hormigueo en sus búsque-
das, esa clasificación tan ajustada, esas pala-
RAFAEL DEL MORAL
30
bras y expresiones tan propias. El hecho es que
en 1966 la editorial Gredos, que no Espasa, pu-
blicó el primer volumen del Diccionario de uso
del español, y un año después el segundo. La
autora, no lo olvidemos, es una bibliotecaria.
¿Qué hace una bibliotecaria ocupando los espa-
cios reservados a los profesores de universidad,
a los académicos, a los encumbrados eruditos?
Por entonces, solo por entonces, cuando María
Moliner cuenta con 66-67 años, el mundo inte-
lectual empieza conocer su obra. Pero poca
gente se hace eco de aquel evento. La editorial
ha hecho una prudentísima edición de pocos
ejemplares, que no se ve obligada a reimprimir
en los años que siguen. La autora dispone de
una mente privilegiada, pero es necesario que
se sepa, y que llegue su diccionario a las biblio-
tecas que ella misma durante tanto tiempo ha
organizado. Y no llega. Al menos no llega en los
primeros años.
MAGIA, MENTE Y MITO EN MARÍA MOLINER
31
El diccionario
La obra produce cierta sorpresa en los ambien-
tes universitarios en que consigue introducirse,
que no son muchos. El Diccionario de uso no es
ninguna broma. ¿Por qué? ¿Qué añade aquel
diccionario a los que ya existían?
La respuesta es tan sencilla como agrada-
ble. Y lo vamos a expresar en cinco puntos.
1. El primer lugar ofrece todo lo que figu-
ra en el Diccionario de la Academia, obra del
mejor equipo de expertos que puede concebir-
se, y se aleja de aquel en el uso de una expre-
sión con la ciencia que exige la materia, pero
agradablemente distanciada del tono docto.
2. En segundo lugar Moliner explica el ori-
gen etimológico de las palabras con terminolog-
ía más cercana, y da las definiciones como
quien generosamente habla con la vecina, y
ajusta la palabra al significado que realmente
tiene. Pero si tenemos que explicar esto de
manera más rigurosa, diremos que muchas de
las definiciones de la Academia están redacta-
das en una lengua de otra época, que no es el
RAFAEL DEL MORAL
32
lenguaje adecuado para la explicación de los
términos.
3. En tercer lugar, la Academia, recurre
con excesiva insistencia a la definición en
círculo vicioso: amparar se explica como «favo-
recer, proteger»; favorecer, como «ayudar,
amparar, socorrer»; proteger como «amparar,
favorecer, defender»; defender como «ampa-
rar, librar, proteger»; ayudar, como «auxiliar,
socorrer»; auxiliar, como «dar auxilio»; auxi-
lio, como «ayuda, socorro, amparo»; y así su-
cesivamente. Moliner decide romper este jue-
go, habitual ya en los lexicógrafos sumisos al
modelo académico. No sólo evita la definición
circular, para lo cual inventa una minuciosa je-
rarquización lógica de los conceptos, sino que
desmonta una por una todas las definiciones de
la Academia y las vuelve a redactar en español
del siglo XX, y les da en muchos casos una pre-
cisión que les faltaba. Es decir, supera a la
Academia en rectitud y en cortesía hacia el
usuario.
4. Pero no se queda ahí. En cuarto lugar,
consciente de la necesidad de informar sobre la
MAGIA, MENTE Y MITO EN MARÍA MOLINER
33
familia de las palabras, añade todo su paren-
tesco, la línea familiar hereditaria o familia
léxica. De esta manera nos dice que los hijos o
nietos de la palabra calor, pongamos por caso,
son: caloría, caloricidad, calurosamente, calu-
roso, calorífero, calorífugo, calorimetría y ca-
lorímetro. A mi parecer, esta valiosísima in-
formación fue injustamente criticada, y supri-
mida en la segunda edición.
5. En quinto lugar diremos que también
nos informa de los primos hermanos de las pa-
labras, y de sus primos lejanos, y nos ofrece así
todo un campo de parentesco o campo semán-
tico… Y he aquí lo realmente nuevo, lo impre-
sionante, lo que a tantos lectores conmueve: lo
que hace es similar a lo que habían elaborado
nuestros amigos Mark Peter Roget o Julio Casa-
res Sánchez en sus diccionarios ideológicos o
conceptuales.
Afinemos, entonces, resumamos. En la
misma entrada encontramos el origen, el signi-
ficado, la línea familiar hereditaria y los paren-
tescos. Y, por si fuera poco, se detiene a rega-
larnos algunos ejemplos de frases donde la pa-
RAFAEL DEL MORAL
34
labra aparece en su contexto. Es decir, los dic-
cionarios de la Academia y el de Julio Casares a
la vez… y mejorados… María Moliner recogió
todos los tipos de diccionarios en uno solo, al
mismo tiempo… ¿podía darse más audacia, más
arrogancia intelectual en la humilde biblioteca-
ria? Pues añadiremos una característica más
que no contempla la Academia y enormemente
deseada por los usuarios: la distinción de dos
grandes niveles dentro del léxico, el de las pa-
labras y acepciones usuales, y las no usuales,
diferenciadas por medios tipográficos.
A la vista de algunas definiciones de la
Academia, siendo hablantes de español, como
somos, nos creeríamos en otro mundo.
La difusión
Se le reprochó, sin embargo, porque siempre
hay que reprochar algo en estos casos, que to-
mase como elementos documentales casi exclu-
sivamente el Drae, al que trataba de superar, y
al que solo añadió su propia competencia lin-
güística. Pero lo que más se dejó sentir fue el
impacto en medios académicos y universitarios:
MAGIA, MENTE Y MITO EN MARÍA MOLINER
35
¿Una bibliotecaria había publicado un dicciona-
rio que superaba al de la Academia? Nadie se
podía creer eso…
Por entonces había un profesor de lingüís-
tica histórica en la Universidad Complutense
que fue el primero, me refiero al primero de
entre los que tenían que reconocerlo, en anun-
ciar y proclamar la calidad del libro que ya no
llamaba la gente Diccionario de Uso, sino el
María Moliner. Era aquel profesor, o al menos
así lo veía yo por entonces como estudiante de
aquella universidad, el lingüista de mayor pres-
tigio, y la gente lo sabía. Habitualmente refu-
giado en su profundo respeto a todos y a todo,
no le daba ninguna importancia a su altísima
categoría intelectual. Parecía como si no lo su-
piera, o no quisiera saberlo. Tal vez pensaba
que no era verdad, o quizás no pensaba en na-
da. Se llamaba Rafael Lapesa. Lo veíamos como
un hombre humilde, casi siempre fracasado en
sus esfuerzos por vestir correctamente, distan-
ciado de todas las comidillas de los departa-
mentos, de las intrigas, de las tertulias insidio-
sas, hombre honrado y cabal. Prefería el usted
RAFAEL DEL MORAL
36
al tuteo, tan cargado de respeto como desasis-
tido de pedantería. No omitiré, aunque el aca-
to exija mi distanciamiento, recordar que yo
fui su alumno en los cursos de doctorado, y que
nos trataba con una elegancia tan cercana co-
mo distante, tan respetuosa como generosa,
que no aprecié en otro profesor.
Rafael Lapesa era académico de la lengua
cuando, en 1972, tras el fallecimiento de Narci-
so Alonso Cortés, quedó vacante el sillón de la
letra B. El profesor de lingüística histórica que
había creído en la bibliotecaria, la propuso pa-
ra cubrir la vacante. Creo que por entonces no
se había ganado la incansable escritora a aque-
llos ilustres señores. Todo era demasiado re-
ciente. ¿Iba a entrar en la Academia quien tan-
to había superado a los Académicos? Como de-
cía anteriormente, los eruditos señores no
están obligados a explicar los motivos de su
elección. En aquella votación ganó el sillón
Emilio Alarcos, el actual autor de la Gramática
más codiciada de España, si es que estos asun-
tos producen adición.
MAGIA, MENTE Y MITO EN MARÍA MOLINER
37
Siempre me pregunté, siendo estudiante y
también después, cómo debió vivir la bibliote-
caria aquella repentina ascensión al olimpo de
los sabios, tres años antes de su jubilación, que
se produjo a los setenta. Nunca lo supimos, pe-
ro ahora lo sospecho. María Moliner no se en-
teró de que había hecho una obra tan impor-
tante: receptora del reconocimiento de unos
pocos, silenciada por otros, ignorada por la
mayoría, María Moliner, debió ser consciente de
la importancia de lo que había hecho, aunque
también de la posibilidad de que aquello pasara
desapercibido…
Quienes en la década de los años setenta
estábamos en la universidad, vimos pasar por
las aulas, en homenajes o mesas redondas, en
encuentros personales, a veces en conversacio-
nes mucho más informales, a los dramaturgos
del momento: Antonio Buero Vallejo, Francisco
Nieva… A los lingüistas: Manuel Alvar, Antonio
Tovar, Fernando Lázaro Carreter… A los críticos
literarios: Andrés Amorós, Marina Mayoral, San-
tos Sanz Villanueva… A los poetas: Jorge
Guillén, Dámaso Alonso, Rafael Alberti… A los
RAFAEL DEL MORAL
38
novelistas: Juan Benet, Carmen Martín Gaite,
Jesús Fernández Santos… Pero nunca a María
Moliner. A nadie se le ocurrió acercarnos a
quien tan cerca vivía de nuestras aulas, nadie
le concedió la categoría de los otros. Nunca vi
en persona a la insigne investigadora, ni supe
de conferencia alguna de ella, ni asistí a mesa
redonda en que ella estuviera, ni tuve ocasión
alguna de cruzarme con ella.
A falta de fuentes más directas, utilizo mi
imaginación para describir, más con sospechas
que con fidelidad, lo que fue de la biblioteca-
ria.
El Diccionario de uso del Español se reim-
primió dos veces en cinco años, más porque se
había hecho una baja tirada, que porque su di-
fusión fuera un éxito. Mucha gente lo elogió,
pero la autora había entrado más en la edad de
los homenajes que de la creación. Su marido
murió en 1974 y ella, a quien tanto mal había
hecho la guerra y la posguerra, casi desapare-
ció con la dictadura porque en 1975 sufrió un
padecimiento cerebral que la tuvo alejada de
la vida pública hasta su muerte en 1981. Fue
MAGIA, MENTE Y MITO EN MARÍA MOLINER
39
entonces, como sucede tantas veces, cuando la
fama de Moliner se disparó. Y lo hizo aupada
por un artículo que Gabriel García Márquez pu-
blicó en el periódico El país, una necrológica
que elogiaba el Diccionario de Uso del Español.
El novelista colombiano despertó las concien-
cias, y solo entonces se multiplicaron los elo-
gios.
A nadie pareció inquietarle la renovación
de su obra hasta que en mitad de la década de
1990, la de las grandes publicaciones de la
Academia, y de la lexicografía, la editorial
Gredos reúne a un grupo de expertos para su
actualización, y en 1998, un año antes de la Or-
tografía y la Gramática Descriptiva, la editorial
Gredos publica la segunda edición del Dicciona-
rio de uso del español. Esta elegante nueva
versión, sin desdeñar nada de la primera, claro
está, es el intento renovador más ambicioso
que ha producido en nuestro siglo. La lengua es
algo vivo y los diccionarios deben ir tras los
hablantes. Deseo y espero que el Diccionario de
uso del español se convierta en la obra de refe-
rencia para muchas generaciones de hispano-
RAFAEL DEL MORAL
40
hablantes como lo fue el de Mark Peter Roget,
aquel médico, que no bibliotecario, para tantos
anglófonos del pasado, del presente y, con cer-
teza, también del futuro.
Pocas son las lenguas del mundo, y con es-
to terminamos, que disponen de un diccionario
tradicional, de ese que estamos acostumbrados
a ver, del de significados. Muchas menos tienen
el privilegio de disponer de un estudio semánti-
co o ideológico, o conceptual o temático, de su
léxico: apenas una docena: el griego fue la pio-
nera, luego el inglés, el francés, el ruso y el
alemán. La tradición lingüística oriental había
otorgado otras de este tipo a dos de sus lenguas
que más han desarrollado su dimensión cultural
a través de los tiempos, el chino y el sánscrito.
Pero ninguna de nuestro entorno, ni el inglés,
ni el francés, ni el alemán, ni el italiano dispo-
nen de un estudio del léxico tan completo en
una sola obra, tan organizado en su estructura,
tan cercano en su expresión, tan elegante en su
composición y tan capaz de susurrar más que
de decir. Debe ser un placer y un orgullo para
todos nosotros que esta biblioteca lleve el
MAGIA, MENTE Y MITO EN MARÍA MOLINER
41
nombre de su autora, y lo perpetúe durante
una larga y pacífica vida a través de los años.
Muchas gracias.

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Magia, mente y mito en María Moliner

  • 1. RRaaffaaeell ddeell MMoorraall MMAAGGIIAA,, MMEENNTTEE YY MMIITTOO EENN MMAARRÍÍAA MMOOLLIINNEERR Inauguración de la Biblioteca María Moliner Velilla de San Antonio 27 de febrero de 2004
  • 2.
  • 3. eñora alcaldesa, señores concejales, que- ridos amigos, apreciado público: No sería fiel si evitara mi agradecimiento a la Con- cejalía de Cultura por la confianza que me con- cede con el encargo de esta conferencia, sobre todo tras la admirable exposición que tuvimos la semana pasada en esta misma sala. Es un placer participar con ideas, más que con otro tipo de festejos, en el marco de los que han de recordar la inauguración de esta Biblioteca que con tanto acierto rinde homenaje a la bibliote- caria española, especializada en lexicografía, María Moliner. No sabía la Concejalía de cultura, o por lo menos no lo sabía suficientemente, la satisfac- ción que me dispensaba al encargarme hablar sobre María Moliner. Y esto por tres motivos. Primero porque comparto, apoyo y de- fiendo la tendencia social de los últimos años en los que un mejor sentido de la convivencia propicia que las leyes, los actos y los gestos allanen y otorguen un espacio que facilite la plena igualdad de derechos y, lo que es más S
  • 4. RAFAEL DEL MORAL 2 difícil, de oportunidades, entre el hombre y la mujer. Segundo porque María Moliner es la autora de uno de los libros que más admiración mere- cen: por lo inesperado, por lo excepcional, por la calidad, por la llamada a esos resortes de la emoción que tan pocas veces se ven agasajados por los diccionarios léxicos. Y eso mucho antes de fijarnos en si lo había hecho una mujer o un hombre. Y tercero porque desde mi modesta labor investigadora he tenido una sana obsesión por esas unidades tan descalabradas como mágicas que son las palabras. Algunas veces pensar el las palabras, y en la manera de abarcarlas, co- mo tal vez pensó Moliner, ha sido para mí tan gratificante como debió serlo para otros lin- güistas que de alguna manera también se refu- giaron en este oficio sin recompensa. Y lo digo con todas las gratas consecuencias que tiene para esta dedicación que se instala en el pen- samiento como cualquier otra testarudez. Pero como no se trata del acuerdo con nuestro pa- riente o vecino, ni depende de la estabilidad
  • 5. MAGIA, MENTE Y MITO EN MARÍA MOLINER 3 económica, y ni siquiera corre peligro la vida, uno puede pensar cuando quiera en esos tan triviales asuntos, tas incondicionalmente in- ofensivos, acariciarlos en el pensamiento, con- centrarse o no en ellos, y pasar deleitosos mo- mentos sin acordarse de si son placeres o sinsa- bores las miserias de la vida. Esa habilidad mental, privilegio de nuestra autora, es exten- sible a otros ámbitos de la labor investigadora responsable y útil. Por eso vamos a hablar de magia, de men- te y de mito, un poco de lingüística, mucho de léxico y muchísimo más de las razones que hicieron que María Moliner pasara por la histo- ria como una de esas personas que marcan un antes y un después. La ciencia se alimenta de pequeños grandes momentos de genialidad. A veces el vacío de individuos capaces de desta- car con su ingenio es formidable. A veces, de repente, aparece una persona excepcional ca- paz de dividir en dos el tiempo: lo que sucedía antes, y lo hubo después. Los niveles de varia- ción se presentan tan adecuadamente ajusta-
  • 6. RAFAEL DEL MORAL 4 dos a un ámbito del conocimiento que parten en dos el desarrollo. Darwing marcó la concep- ción del origen del hombre, Galileo astilló los pensamientos cuando dijo que la tierra es re- donda, y Albert Einstein fue capaz de conmo- cionar los esquemas científicos del universo. James Joyce revolucionó la novela con su Uli- ses, Antonio de Nebrija ennobleció al castella- no con su Gramática, y María Moliner llevó a la práctica una amplia teoría lexicográfica que vagaba entre los lingüistas desde tiempos re- motos. Parece innecesario establecer un orden de importancias entre unos y otros, porque los valores siempre se instalan en celdas distintas, pero en las mismas estanterías. Con las dificultades que supone abarcar y enmarcar, en tiempo limitado, la aportación de Moliner a la lexicografía, concentraré las ideas en unos cuantos puntos esenciales que añadan luz a la estructura del Diccionario de Uso del Español dentro de la historia del tratamiento de las palabras en las lenguas.
  • 7. MAGIA, MENTE Y MITO EN MARÍA MOLINER 5 Julius Pólux Y empezaremos con un gran desconocido, un lingüista griego nacido en Nauratis, Egipto, hacia el año 135, y que vivió unos cincuenta y siete años. Murió en Atenas. Se llamaba Julio Pólux y se perdió casi toda su obra, que debió ser de gran interés si consideramos lo único que se conservó: un estudio de las palabras griegas que llamó Onomasticón, que traducido al espa- ñol moderno sería algo así como Libro que sirve para localizar el nombre de las cosas. Era el primer intento por construir un vocabulario de la lengua griega ajeno a las exigencias del or- den alfabético, y mucho más ajustado a la lógi- ca de las palabras. O, dicho de otra manera, un libro donde se buscan palabras, y no el signifi- cado de las mismas. Las clasificó por series de ideas análogas y encontró que la división en diez partes se ajustaba a su visión de los con- ceptos y cosas que era necesario denominar en el mundo del inglés de entonces, es decir, de la lengua en que más se extendía la cultura, que era el griego.
  • 8. RAFAEL DEL MORAL 6 Peter Mark Roget El interés por este tipo de información cayó en el olvido, como tantos otros asuntos relaciona- dos con el conocimiento científico, durante muchos siglos, hasta que nació en Londres, en 1779, Peter Mark Roget. Peter Mark Roget, educado el la exigente sociedad inglesa, no era sino un lingüista afi- cionado. Su única profesión fue la medicina, y a eso dedicó su vida activa. Una vez retirado, a la madura edad de 61 años, recuperó un pe- queño trabajo de juventud, una clasificación de palabras por conceptos que había realizado con veintitantos años por mero placer estético, co- mo quien se entretiene completando un cruci- grama. Luego dejó aquellos apuntes guardados en cualquier cajón, y al abandonar su vida pro- fesional, les quitó el polvo y dedicó todo su tiempo y concentración a organizar y ensanchar aquella base léxica, hasta conseguir, once años después (María Moliner dedicaría, según todos los indicios, quince años) una amplísima clasifi- cación de palabras que publicó en 1852 con un
  • 9. MAGIA, MENTE Y MITO EN MARÍA MOLINER 7 título espectacular: Tesoro de las palabras y las frases de la lengua inglesa clasificadas para fa- cilitar la expresión de las ideas y como ayuda en la composición literaria. Su libro, en efecto, es una colección de palabras sin explicación al- guna. Sus significados son deducidos por los hablantes ingleses en función de sus conoci- mientos, a los que añaden los de las palabras vecinas. Está dividido en seis partes (cuatro menos que el de Julio Pólux) y merece la pena citarlas porque nos dan idea de los tipos de pa- labras que necesitamos para designar el mundo que nos rodea: 1. Relaciones abstractas (existencia, orden, números, tiempo, causa…) 2. Espacio (dimensiones, formas…) 3. Materia (orgánica, inorgánica…) 4. Inteligencia (formación de las ideas, comuni- cación de las ideas…) 5. Voluntad (individual, social…) 6. Emoción, religión y moralidad.
  • 10. RAFAEL DEL MORAL 8 Peter Mark Roget murió a los 90 años sin conocer la segunda edición de su libro. Se fue sin ni siquiera imaginarse que se editaría más de sesenta veces, que se extendería, acompa- ñando a la propagación de la lengua inglesa, por todo el mundo, que se actualizaría en más de cincuenta ocasiones con nuevas palabras, que se venderían más de treinta millones de ejemplares, y que sería un compañero indis- pensable en muchas generaciones de oradores y escritores de inglés. Hoy, reconocido como un clásico y difundido en baratísimas ediciones de bolsillo, ocupa un lugar el las estanterías de la mayoría de los hogares anglófonos como uno de los diccionarios de referencia más importantes de la lengua inglesa y, por tanto, del mundo. La clasificación de palabras de Peter Mark Ro- get ha superado con incuestionable éxito el test del tiempo, y se ha mostrado capaz de ab- sorber los nuevos conceptos y el vocabulario técnico con la estructura que él ideó. Actuali- zado y difundido por sucesivos editores, es in- dispensable en el moderno uso de la lengua vehicular de la humanidad. En cualquier librer-
  • 11. MAGIA, MENTE Y MITO EN MARÍA MOLINER 9 ía del mundo, no solo de dominios anglófonos, que tenga un mínimo espacio dedicado a los es- tudiantes ingleses, allí está el Tesoro de las pa- labras y frases del inglés a disposición del es- tudiante. En los años siguientes el libro fue tra- ducido, o mejor dicho, versionado, conservando sus estructuras, al francés, que desde entonces multiplica sus ediciones. Y muchos años des- pués, en 1977, al alemán. Nadie se interesó, sin embargo, por llevar a cabo una versión espa- ñola. Hace solo unos meses, comentando este asunto con la directora de diccionarios de la editorial Espasa, una de las más importantes en lingüística, me dijo: “No tenemos ningún in- terés en adaptar ese diccionario. En España esos asuntos no interesan.” Su afirmación era cierta, pero solo tenía un valor parcial. No quiero creer que fuera una razón de menospre- cio, prefiero explicarlo diciendo que, cuando pudo interesar, apareció en España un lexicó- grafo también excepcional, antecesor de María Moliner, era Julio Casares Sánchez.
  • 12. RAFAEL DEL MORAL 10 Julio Casares Julio Casares Sánchez nació en Granada 23 años antes que María Moliner, en 1877, y murió en 1964, 17 años antes que ella. La historia lo co- nocerá y recordará por su original legado, reco- gido en un espléndido trabajo lexicográfico, su famoso Diccionario ideológico de la lengua es- pañola, que aúna rigor y amenidad dentro de un nuevo concepto de abordar el estudio de los significados de las palabras, y las relaciones de afinidad establecidas entre ellas. Interesa de- tenerse en algunos rasgos de la vida de Casa- res. Estudió derecho, que no lingüística, en la universidad de Madrid, pero también… música. Con 29 años tuvo su primer trabajo: formar parte como violinista en la orquesta del Teatro Real de Madrid. Pero aquello no le proporcio- naba estabilidad económica alguna. Necesitado de actividad laboral menos sujeta a los vaive- nes de la fortuna, tuvo que buscar otra cosa. Y no se protegió en la jurisprudencia, que era su formación, ni en la enseñanza, amparo de tan- tos lingüistas, ni siquiera en la vida bohemia y variada de los músicos, no, en nada de eso,
  • 13. MAGIA, MENTE Y MITO EN MARÍA MOLINER 11 hubo de trabajar durante algún tiempo en… un taller de ebanistería. Y como aquello tampoco podía ser la solución para un joven como él, abandonó durante algún tiempo toda actividad remunerada y se concentró en la preparación de unas oposiciones para funcionario en el mi- nisterio de Estado, es decir, el camino que tan- to ha asegurado la estabilidad de los españoles durante el siglo XX. Lo demás, como tantas ve- ces ocurre, fue una carrera guiada por el traba- jo y las favorables influencias del azar. Intere- sado por las lenguas orientales, y estudioso por libre de las mismas, fue nombrado agregado cultural en la embajada de España en Tokio. Le interesaba el japonés, pero también el fenó- meno lingüístico. De regreso a Madrid cultivó los círculos intelectuales, escribió ensayos y artículos relacionados con la lengua y la litera- tura, ganó prestigio intelectual y, en su progre- sivo ascenso en puestos de la administración, fue nombrado delegado de España en la Socie- dad de Naciones, con sede en Ginebra, y más tarde miembro de la Real Academia Española, y luego, en 1936, secretario perpetuo de la mis-
  • 14. RAFAEL DEL MORAL 12 ma. Y aquí queríamos llegar. Desde tan privile- giado cargo, presentó en numerosas ocasiones el proyecto de elaborar un diccionario ideológi- co de la lengua española. No creyeron en él. Los vetustos académicos se mostraron tan rea- cios a acometerlo como a incorporar algunas de las propuestas metodológicas del intelectual granadino, a las técnicas lexicográficas tradi- cionales que regulaban la revisión periódica del diccionario académico oficial. Ante la falta del entusiasmo de sus com- pañeros, Casares decidió emprender por cuenta propia la redacción de esta magna obra. Tra- bajó muchos años en ella, tal vez unos quince, y la publicó en 1942 con el ya clásico título de Diccionario ideológico de la lengua española. Aquella primera edición estaba plagada de errores, subsanados en las posteriores, hasta la definitiva, que quedó anclada en 1959. Casares había tenido la ocasión de conocer los grandes diccionarios ideológicos que enriquecían la lexicografía inglesa, francesa y alemana sem- brada por Roget. Dividió su diccionario en tres partes. La tercera, la más extensa, no ofrece
  • 15. MAGIA, MENTE Y MITO EN MARÍA MOLINER 13 novedad alguna: es un mero listado de palabras alfabéticas a las que se añade su significado. La primera, que él llama parte sinóptica, es una atractiva y graciosa clasificación de ideas en cuarenta páginas, pero exenta de utilidad. La central, la llamada parte analógica, recoge en unas 500 páginas su verdadera aportación al es- tudio del léxico. Pero, a diferencia de las obras europeas, Casares no se atrevió a abordar el revolucionario orden semántico o lógico, o de significados, y, más conservador que sus cole- gas ingleses, se refugió en el alfabético. A pe- sar de todo, el lector puede partir de su propia competencia lingüística, es decir, de las ideas que ya se ha forjado acerca de una cosa, para llegar a todas las palabras que la designan o que tienen alguna relación de significado con ella. Este procedimiento permite, entre otras innovaciones, localizar una palabra desconocida a partir de una idea aproximada del concepto general que se busca; hallar palabras similares a las que se investigan, pero más precisas y exactas que las originariamente concebidas; manejar toda la gama sinonímica de una idea o
  • 16. RAFAEL DEL MORAL 14 concepto y, en general, y tener acceso a todo el vocabulario que integra el campo semántico de una voz. Mark Peter Roget clasificó de manera lógi- ca 980 conceptos, es decir, listados, que él ini- cia con una palabra clave y luego desarrolla. En su orden evoca, palabra a palabra, un abanico de ideas, de sugerencias, de valoraciones. La palabra boda, por ejemplo, elevada a la cate- goría de concepto general dentro de la lengua, es la número 894 de sus entradas, pero en su contenido aparecen, en grupitos, todas aque- llas palabras relacionadas: las que denominan a los enamorados, las que aluden a los tipos de bodas, las que designan los grados de parentes- co, las que se refieren a las situaciones de la ceremonia, las expresiones… Y así hasta un to- tal de unas trescientas. El siguiente grupo, el 895 se llama celibato, y el 896 divorcio. Casares nos da algo parecido, pero en or- den alfabético, y no cuenta con 980 conceptos en orden lógico, sino con 2.000. El inconvenien- te del irracional orden alfabético es que nece- sariamente los significados están aislados, y es-
  • 17. MAGIA, MENTE Y MITO EN MARÍA MOLINER 15 ta distancia fuerza la repetición y referencias entre palabras en conceptos cercanos o afines. Pero al conjuro de la idea, a la llamada del concepto, Julio Casares ofrece en tropel las vo- ces, seguidas de las sinonimias, analogías, antí- tesis y referencias. Nos regala un metódico in- ventario del inmenso caudal de palabras casti- zas que por desconocidas u olvidadas no nos prestan servicio alguno, otras cuya existencia se sabe o se presume, pero que dispersas, y agazapadas en las columnas, nos resultan inac- cesibles mientras no conozcamos de antemano su representación en la frase. Pero lo que des- taca, lo que dignifica al diccionario de Casares es que ha reunido las palabras del español en torno a una de las 2.000 ideas que él concibe. Como tantos intelectuales del siglo XX que han dedicado su vida a la investigación, que han alejado su pensamiento del mundo para con- centrarlo en la lingüística, Casares murió con casi noventa años de edad, probablemente pensando más en la vida de sus revoltosas pa- labras que en cualquier otra peregrina y triste imagen de la senectud.
  • 18. RAFAEL DEL MORAL 16 María Moliner Ruiz María Moliner Ruiz no pertenece exactamente a la generación de Casares, ni siquiera a la de los atildados y arrogantes lingüistas del siglo XX, ni a las clases académicas, ni al orgulloso y en- cumbrado cuerpo docente, pero sí a ese redu- cido grupo de personas decididas, tenaces, ca- paces de cultivar con mimo y esmero ese mun- do intelectual. Mujer sencillamente interesada, y para muchos, marcadamente natural y fran- ca, al igual que Mark Peter Roget y Julio Casa- res, dedicó buena parte de su vida a la redac- ción de su Diccionario de uso del español que publicó a los 66 años de edad. Casares lo había hecho a los 64 y Roget a los 73, es decir, todas son obras de madurez, que es cuando se han agitado, ajustado y acomodado las palabras multitud de veces en la vida, en lecturas y con- versiones; que es cuando la mente se encuentra en plena riqueza léxica. Uno no acaba nunca de aprender palabras. Pues bien, la obra de María Moliner es, una vez más, el resultado de una serie de circunstancias a veces favorables, a
  • 19. MAGIA, MENTE Y MITO EN MARÍA MOLINER 17 veces adversas, pero en una detenida lectura de la biografía de la autora parece como si la adversidad hubiera contribuido a un mejor lo- gro de sus objetivos. Las grandes obras indivi- duales no son el resultado de una minuciosa programación, sino el alumbramiento, la con- junción de un abanico de eventos entre los que el trabajo, la inteligencia y la paciencia ocupan un lugar de privilegio. Y si exceptuamos a Casa- res, que, a pesar de las duras circunstancias de la guerra civil se llenó de gloria y reconoci- miento en vida, Roget y Moliner, en siglos y cir- cunstancias distintas, murieron sin imaginarse siquiera la dimensión que habían de alcanzar sus obras. Algunas preguntas parecen de especial in- terés: ¿Por qué es tan importante El diccionario de uso de María Moliner en el campo de la lexi- cografía? ¿Cómo consiguió llevarlo a cabo? ¿Cómo logró aunar esfuerzos e inteligencia para un libro tan necesario, tan revelador, tan equi- librado en sus formas, en su consulta, tan com- pleto en su estudio y tan fundado?
  • 20. RAFAEL DEL MORAL 18 Breve alusión a la lingüística en el siglo XX. Antes de desenredar estas preguntas, que son elementales para colocar su DUE o Diccionario de uso del español en el lugar que le corres- ponde, abrimos un paréntesis para señalar al- gunos puntos relacionados con la reciente his- toria de la lingüística. Recordemos algunos lo- gros que permitan abrir el hueco que a nuestra autora le corresponde. El uso o dominio de una lengua ha intere- sado siempre, ya lo sabemos. La humanidad ha necesitado ser bilingüe por muchos motivos. Pero el estudio de la lengua y de las lenguas, su estructura interna, su historia, su patrimonio, apenas ha atraído a la humanidad desde los griegos hasta los albores del siglo XX, dejando un vacío de milenios apenas ocupado por algu- nas excepciones. Los principales conceptos que alimentan los programas de los centros de en- señanza desde que estos reciben una regulación se basan en los mismos principios que inspira- ron a los estudiosos latinos. Pero el siglo XX
  • 21. MAGIA, MENTE Y MITO EN MARÍA MOLINER 19 cambió la tendencia, rompió los moldes, inició una reflexión sobre la necesidad de profundi- zar, de inmiscuirse en sus estructuras. Si Roget es el padre de la moderna lexicografía, Ferdi- nand de Saussure lo es de la lingüística general. Este profesor excepcional, nacido en Ginebra, habría pasado totalmente desapercibido si no fuera porque sus alumnos publicaron los apun- tes que él, modestamente, había impartido en clase. Después de Saussure se despertó el espí- ritu de la renovación del estudio de la lengua y las lenguas, y el dominio científico añadió a sus campos de investigación una serie de lingüistas que conmovieron este desértico campo de es- tudio. Edward Sapir corrió el velo que eclipsaba a las hablas desprotegidas por la civilización, a las humilladas y olvidadas, y despertó el interés por todas las lenguas de la humanidad. Noam Chomsky divulgó la teoría genética de las len- guas, la que defiende la disposición a adquirir- las durante los primeros años de la vida. Roman Jakobson desveló las funciones del lenguaje humano. Eugenio Coseriu contribuyó a la inter-
  • 22. RAFAEL DEL MORAL 20 pretación filosófica de los lenguajes, y André Martinet desmitificó los usos ortográficos. Son aportaciones individuales, estudios más o me- nos especializados que, siendo muy interesan- tes, se muestran bastante distanciados de los usuarios. Por eso, para llenar los vacíos de las necesidades lingüísticas cotidianas, algunos países y lenguas tienen el privilegio de contar con un Consejo de expertos dedicados a la des- cripción y unificación de una lengua en un mo- mento dado, y a la publicación de sus conclu- siones para orientación de los hablantes. Los misioneros que trabajaron en África se convir- tieron en improvisados lingüistas al dotar de escritura a algunas lenguas desasistidas de cualquier norma. A modo de consejo de exper- tos, inventaron una ortografía para esas len- guas, y luego las codificaron en una gramática que recoge los usos mas generalizados de los hablantes, y por último confeccionaron un léxi- co a veces explicado con palabras de la propia lengua, a veces bilingüe. Así han quedado re- glamentadas muchas lenguas africanas como el tiví, el bembara o el ewé.
  • 23. MAGIA, MENTE Y MITO EN MARÍA MOLINER 21 Las obligaciones de la Real Academia Españo- la. Nuestros expertos, los especialistas en nuestra lengua, se reúnen con regularidad desde 1713 bajo los auspicios de una institución, la Real Academia Española. Además de otras compe- tencias menores, su actividad consiste en dar a conocer todo el material necesario que sirva de norma para los hablantes, y en particular para los profesores que tienen la obligación de co- rregir los deslices de uso. Tres son, por resumir las ideas, sus funciones fundamentales de coor- dinación: la ortografía, la gramática y el léxico. Las tres funciones son llevadas a cabo por sus miembros en un reparto de tareas, y con una densa colaboración de funcionarios y becarios. Digamos de la Real Academia Española, co- locándola al alcance de todos, que está forma- da por un grupo de sabios lingüistas o hábiles usuarios de la lengua, que, con cargo vitalicio, reponen sus vacantes mediante la elección de un candidato acorde con los propios miembros, que deben elegirlo en votación. Si el candidato
  • 24. RAFAEL DEL MORAL 22 ha mostrado cualidades y valores suficientes para su merecimiento, pero no resulta del agrado de los electores, bien por su talante displicente, polémico o provocador, bien por su condición social o de género, que nada de esto es necesario alegar, el candidato se queda sin sillón. Los académicos, y digámoslo con todos los respetos, tienen encomendada la misión de aconsejar a los hablantes sobre el mejor uso de la lengua, marcar el camino, las pautas a se- guir, pero nunca obligar a seguirlas. Los hablantes somos propietarios absolutos de nuestros usos lingüísticos, y únicos consejeros de la usanza que queramos hacer de ella. Pero la docta institución, sostenida por los presu- puestos de la nación, debe ofrecer con sus pu- blicaciones sólidos principios capaces de orien- tar al hablante. Tradicionalmente la editorial Espasa publica sus trabajos: ortografía, gramá- tica y diccionario. Ha sido una satisfacción para todos los usuarios del español el logro que consiste en acordar unas normas ortográficas, las de 1999,
  • 25. MAGIA, MENTE Y MITO EN MARÍA MOLINER 23 capaces de unificar la dimensión escrita de nuestra lengua en todo el mundo, que no es poco. Tal nivel de aceptación ni siquiera ha si- do logrado por el mundo anglófono. Pero la or- tografía, como es sabido, no tiene absoluto ri- gor científico. A veces, alocada y esquiva, se aleja considerablemente de sus formas parale- las orales. Mayor dificultad ha planteado la gramáti- ca. En el siglo XX los académicos publicaron tres gramáticas de la lengua española. La pri- mera de ellas en 1931. La segunda, que apare- ció con el título de Esbozo de una nueva gramática de la lengua española en 1973, fue redactada por los académicos Samuel Gili Gaya y Salvador Fernández Ramírez, y apoyada por los demás. No era aquel título (me refiero al de borrador, apunte o bosquejo) sino un sobresal- tado y pavoroso lamento que venía a decir algo así como: “esto es un anticipo provisional, a ver si conseguimos algo definitivo, a la vista de cómo está el mundo de la lingüística”. Y en el prólogo de la tercera gramática del siglo XX, la de 1994, dice Emilio Alarcos, su autor: “No hay
  • 26. RAFAEL DEL MORAL 24 gramática perfecta” y añade: “Aquí se ha hecho lo que se ha podido para no caer ni en la oscuridad ni en la inexactitud.” Un poco más tarde Ignacio Bosque y Violeta Demonte, inte- resados por los vacíos y carencias, dirigen a un grupo de 73 lingüistas que redactan una monu- mental gramática que se publica en 1999, el mismo año que la ortografía, una vez más en la editorial Espasa. La broma gramatical no tiene seiscientas o setecientas páginas como muchas de las compilaciones recientes, ni siquiera es un mamotreto de mil quinientas paginas, ni un grueso volumen de dos mil, no, tiene ni más ni menos que 5.504 páginas repartidas en tres tomos, y la encabeza un sugestivo título: “Gramática descriptiva de la lengua española.” ¿Estamos en un momento histórico, como aquel de Antonio de Nebrija en 1492, o el de Andrés Bello en 1847? ¿Es esta monumental gramática heredera de los grandes aciertos del pasado? No lo sabemos. Las grandes obras de la humanidad nunca fueron colectivas, sino el resultado del ingenio de un único investigador. ¿Tiene más coherencia la gramática de Emilio Alarcos que
  • 27. MAGIA, MENTE Y MITO EN MARÍA MOLINER 25 la disparidad de criterios de los 73 autores de la Gramática Descriptiva? Añadiré algo confi- dencial aprovechando que estamos entre ami- gos: la gramática descriptiva desbordó las pre- visiones de venta el año de su publicación, que sirvieron para llenar las bibliotecas; vendió al- gunos ejemplares sueltos los dos años siguien- tes, y un año después prácticamente desapare- ció el interés de los compradores, que no el de los lectores, supongo. Para ellos ahí están los ejemplares en las bibliotecas. Algo complejo y confuso está sucediendo en el mundo de la gramática… ¿Asistimos al ocaso de su estudio? La tercera labor de la Academia, la que nos interesa, aunque las otras no son ajenas, es la dedicada a la publicación de un léxico, la del diccionario que popularmente se conoce como Drae o Diccionario de la Real Academia Españo- la. Sin ánimo de elevar la menor critica a la la- bor institucional de la docta casa, diremos que el Drae, que cuenta con un amplísimo equipo de colaboradores, se publica… cuando viene bien. La vigésima primera edición apareció, como exigía la fecha, en 1992, y la última, la
  • 28. RAFAEL DEL MORAL 26 vigésima segunda, apareció en el 2003. Esta edición es, a juicio de muchos, la primera que cuenta, de manera útil y práctica, con las avanzadísimas técnicas informáticas, aunque la anterior ya tuvo un soporte en CD. Pues bien. Aunque la Academia se alimen- ta de un fornido cúmulo de instrumentos para sus ediciones, aunque se nutre con los más in- signes sabios, aunque los colaboradores reali- zan el trabajo sistemático y no sistemático de aquella casa del saber, aunque cuentan con los medios técnicos más modernos a su alcance, resulta que el diccionario de una funcionaria destinada en bibliotecas compite hoy con los centenares de académicos que han colaborado en el Drae. Cuando semejante competencia ha destacado en otros ámbitos del conocimiento es porque ha nacido un Einstein, o un Kant, o un Cervantes… Creo que no es exagerado decir que algo parecido es María Moliner, pero vea- mos ahora las razones, veámoslas ya, pues dis- ponemos de los antecedentes necesarios para abordarla.
  • 29. MAGIA, MENTE Y MITO EN MARÍA MOLINER 27 Publicación del Diccionario de uso del espa- ñol. ¿Quién es María Moliner Ruiz? Si por cualquier circunstancia hubiera dejado su obra a medias o casi acabada, pero sin acabar, no la llamar- íamos escritora, sino bibliotecaria. Una olvida- da bibliotecaria. En ella coinciden las tres ca- racterísticas necesarias para la elaboración de un trabajo como el suyo: el acoplamiento fami- liar y formativo, es decir la magia; la capacidad para captar las necesidades y ajustarlas con tanta inteligencia como humildad, es decir la mente privilegiada; y la circunstancias propi- cias, es decir el ambiente necesario para la creación del mito. Las tres particularidades co- incidieron en María Moliner Ruiz. Del detenido análisis de su vida y sus ac- tuaciones descubrimos, en primer lugar, el mundo mágico de su infancia y juventud. Hija y nieta de médico rural, tiene a su alcance la fi- na y delicada educación de familias tan privile- giadas. Aunque nació en Paniza, provincia de Zaragoza, a la vez que el siglo veinte, a los dos años ya residía en Madrid. Su familia además,
  • 30. RAFAEL DEL MORAL 28 según todos los indicios, tenía sólidas raíces asentadas en una tradición liberal, y tanto ella como sus dos hermanos estudiaron en la Insti- tución Libre de Enseñanza, cuna de tantos ilus- tres sabios del siglo. Es la magia. Perteneció a una de las primeras genera- ciones de mujeres universitarias: Filosofía y Le- tras, por entonces tal vez la única carrera fe- menina, sección de historia, la única especiali- dad de la universidad de Zaragoza. Y en cuanto termina la licenciatura, busca, a la temprana edad de veintidós años, el mismo acomodo que Julio Casares: una plaza de funcionaria, ganada por oposición, en el cuerpo de Archiveros, Bi- bliotecarios y Arqueólogos. Seguimos en la ma- gia. Entre 1922, que empieza a trabajar como funcionaria, y 1970, año en que se jubila (los años coinciden con su edad), a María Moliner nadie la conoce por otro oficio que el de biblio- tecaria. Primero en el archivo de Simancas, después en Murcia, Valencia y luego, en su tras- lado a Madrid para acercarse a su marido, en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Indus-
  • 31. MAGIA, MENTE Y MITO EN MARÍA MOLINER 29 triales. Todos sabemos cuales son las obligacio- nes laborales de los funcionarios, y también co- nocemos, aproximadamente, los horarios de las bibliotecas. Lo que nadie puede saber muy bien, ni siquiera su propia familia, es cuándo, ni cómo, ni por qué inició la elaboración de su magna obra. Supongamos que fue hacia los años 1950, y que, en labor parecida a la constancia que exigen otros menesteres, pero con una mente privilegiada, invirtió unos 15 años de trabajo… Pero trabajó a medias, o a dos ter- cios, o a la cuarta parte… No abandonó su tra- bajo de bibliotecaria, ni de ama de casa… o al menos eso parece… ¿Seguía realizando las tare- as domésticas? No lo sabemos. No lo sabemos porque nadie se da cuenta de que alguien hace una cosa así. Sí conocemos sus instrumentos: una máquina de escribir, un lápiz y una goma… Y sus carencias: nunca dispuso de un privilegio universitario, ni académico, ni de otra institu- ción, que es donde se hacen estos tipos de tra- bajo. Nunca recibió favor alguno que le permi- tiera desarrollar ese hormigueo en sus búsque- das, esa clasificación tan ajustada, esas pala-
  • 32. RAFAEL DEL MORAL 30 bras y expresiones tan propias. El hecho es que en 1966 la editorial Gredos, que no Espasa, pu- blicó el primer volumen del Diccionario de uso del español, y un año después el segundo. La autora, no lo olvidemos, es una bibliotecaria. ¿Qué hace una bibliotecaria ocupando los espa- cios reservados a los profesores de universidad, a los académicos, a los encumbrados eruditos? Por entonces, solo por entonces, cuando María Moliner cuenta con 66-67 años, el mundo inte- lectual empieza conocer su obra. Pero poca gente se hace eco de aquel evento. La editorial ha hecho una prudentísima edición de pocos ejemplares, que no se ve obligada a reimprimir en los años que siguen. La autora dispone de una mente privilegiada, pero es necesario que se sepa, y que llegue su diccionario a las biblio- tecas que ella misma durante tanto tiempo ha organizado. Y no llega. Al menos no llega en los primeros años.
  • 33. MAGIA, MENTE Y MITO EN MARÍA MOLINER 31 El diccionario La obra produce cierta sorpresa en los ambien- tes universitarios en que consigue introducirse, que no son muchos. El Diccionario de uso no es ninguna broma. ¿Por qué? ¿Qué añade aquel diccionario a los que ya existían? La respuesta es tan sencilla como agrada- ble. Y lo vamos a expresar en cinco puntos. 1. El primer lugar ofrece todo lo que figu- ra en el Diccionario de la Academia, obra del mejor equipo de expertos que puede concebir- se, y se aleja de aquel en el uso de una expre- sión con la ciencia que exige la materia, pero agradablemente distanciada del tono docto. 2. En segundo lugar Moliner explica el ori- gen etimológico de las palabras con terminolog- ía más cercana, y da las definiciones como quien generosamente habla con la vecina, y ajusta la palabra al significado que realmente tiene. Pero si tenemos que explicar esto de manera más rigurosa, diremos que muchas de las definiciones de la Academia están redacta- das en una lengua de otra época, que no es el
  • 34. RAFAEL DEL MORAL 32 lenguaje adecuado para la explicación de los términos. 3. En tercer lugar, la Academia, recurre con excesiva insistencia a la definición en círculo vicioso: amparar se explica como «favo- recer, proteger»; favorecer, como «ayudar, amparar, socorrer»; proteger como «amparar, favorecer, defender»; defender como «ampa- rar, librar, proteger»; ayudar, como «auxiliar, socorrer»; auxiliar, como «dar auxilio»; auxi- lio, como «ayuda, socorro, amparo»; y así su- cesivamente. Moliner decide romper este jue- go, habitual ya en los lexicógrafos sumisos al modelo académico. No sólo evita la definición circular, para lo cual inventa una minuciosa je- rarquización lógica de los conceptos, sino que desmonta una por una todas las definiciones de la Academia y las vuelve a redactar en español del siglo XX, y les da en muchos casos una pre- cisión que les faltaba. Es decir, supera a la Academia en rectitud y en cortesía hacia el usuario. 4. Pero no se queda ahí. En cuarto lugar, consciente de la necesidad de informar sobre la
  • 35. MAGIA, MENTE Y MITO EN MARÍA MOLINER 33 familia de las palabras, añade todo su paren- tesco, la línea familiar hereditaria o familia léxica. De esta manera nos dice que los hijos o nietos de la palabra calor, pongamos por caso, son: caloría, caloricidad, calurosamente, calu- roso, calorífero, calorífugo, calorimetría y ca- lorímetro. A mi parecer, esta valiosísima in- formación fue injustamente criticada, y supri- mida en la segunda edición. 5. En quinto lugar diremos que también nos informa de los primos hermanos de las pa- labras, y de sus primos lejanos, y nos ofrece así todo un campo de parentesco o campo semán- tico… Y he aquí lo realmente nuevo, lo impre- sionante, lo que a tantos lectores conmueve: lo que hace es similar a lo que habían elaborado nuestros amigos Mark Peter Roget o Julio Casa- res Sánchez en sus diccionarios ideológicos o conceptuales. Afinemos, entonces, resumamos. En la misma entrada encontramos el origen, el signi- ficado, la línea familiar hereditaria y los paren- tescos. Y, por si fuera poco, se detiene a rega- larnos algunos ejemplos de frases donde la pa-
  • 36. RAFAEL DEL MORAL 34 labra aparece en su contexto. Es decir, los dic- cionarios de la Academia y el de Julio Casares a la vez… y mejorados… María Moliner recogió todos los tipos de diccionarios en uno solo, al mismo tiempo… ¿podía darse más audacia, más arrogancia intelectual en la humilde biblioteca- ria? Pues añadiremos una característica más que no contempla la Academia y enormemente deseada por los usuarios: la distinción de dos grandes niveles dentro del léxico, el de las pa- labras y acepciones usuales, y las no usuales, diferenciadas por medios tipográficos. A la vista de algunas definiciones de la Academia, siendo hablantes de español, como somos, nos creeríamos en otro mundo. La difusión Se le reprochó, sin embargo, porque siempre hay que reprochar algo en estos casos, que to- mase como elementos documentales casi exclu- sivamente el Drae, al que trataba de superar, y al que solo añadió su propia competencia lin- güística. Pero lo que más se dejó sentir fue el impacto en medios académicos y universitarios:
  • 37. MAGIA, MENTE Y MITO EN MARÍA MOLINER 35 ¿Una bibliotecaria había publicado un dicciona- rio que superaba al de la Academia? Nadie se podía creer eso… Por entonces había un profesor de lingüís- tica histórica en la Universidad Complutense que fue el primero, me refiero al primero de entre los que tenían que reconocerlo, en anun- ciar y proclamar la calidad del libro que ya no llamaba la gente Diccionario de Uso, sino el María Moliner. Era aquel profesor, o al menos así lo veía yo por entonces como estudiante de aquella universidad, el lingüista de mayor pres- tigio, y la gente lo sabía. Habitualmente refu- giado en su profundo respeto a todos y a todo, no le daba ninguna importancia a su altísima categoría intelectual. Parecía como si no lo su- piera, o no quisiera saberlo. Tal vez pensaba que no era verdad, o quizás no pensaba en na- da. Se llamaba Rafael Lapesa. Lo veíamos como un hombre humilde, casi siempre fracasado en sus esfuerzos por vestir correctamente, distan- ciado de todas las comidillas de los departa- mentos, de las intrigas, de las tertulias insidio- sas, hombre honrado y cabal. Prefería el usted
  • 38. RAFAEL DEL MORAL 36 al tuteo, tan cargado de respeto como desasis- tido de pedantería. No omitiré, aunque el aca- to exija mi distanciamiento, recordar que yo fui su alumno en los cursos de doctorado, y que nos trataba con una elegancia tan cercana co- mo distante, tan respetuosa como generosa, que no aprecié en otro profesor. Rafael Lapesa era académico de la lengua cuando, en 1972, tras el fallecimiento de Narci- so Alonso Cortés, quedó vacante el sillón de la letra B. El profesor de lingüística histórica que había creído en la bibliotecaria, la propuso pa- ra cubrir la vacante. Creo que por entonces no se había ganado la incansable escritora a aque- llos ilustres señores. Todo era demasiado re- ciente. ¿Iba a entrar en la Academia quien tan- to había superado a los Académicos? Como de- cía anteriormente, los eruditos señores no están obligados a explicar los motivos de su elección. En aquella votación ganó el sillón Emilio Alarcos, el actual autor de la Gramática más codiciada de España, si es que estos asun- tos producen adición.
  • 39. MAGIA, MENTE Y MITO EN MARÍA MOLINER 37 Siempre me pregunté, siendo estudiante y también después, cómo debió vivir la bibliote- caria aquella repentina ascensión al olimpo de los sabios, tres años antes de su jubilación, que se produjo a los setenta. Nunca lo supimos, pe- ro ahora lo sospecho. María Moliner no se en- teró de que había hecho una obra tan impor- tante: receptora del reconocimiento de unos pocos, silenciada por otros, ignorada por la mayoría, María Moliner, debió ser consciente de la importancia de lo que había hecho, aunque también de la posibilidad de que aquello pasara desapercibido… Quienes en la década de los años setenta estábamos en la universidad, vimos pasar por las aulas, en homenajes o mesas redondas, en encuentros personales, a veces en conversacio- nes mucho más informales, a los dramaturgos del momento: Antonio Buero Vallejo, Francisco Nieva… A los lingüistas: Manuel Alvar, Antonio Tovar, Fernando Lázaro Carreter… A los críticos literarios: Andrés Amorós, Marina Mayoral, San- tos Sanz Villanueva… A los poetas: Jorge Guillén, Dámaso Alonso, Rafael Alberti… A los
  • 40. RAFAEL DEL MORAL 38 novelistas: Juan Benet, Carmen Martín Gaite, Jesús Fernández Santos… Pero nunca a María Moliner. A nadie se le ocurrió acercarnos a quien tan cerca vivía de nuestras aulas, nadie le concedió la categoría de los otros. Nunca vi en persona a la insigne investigadora, ni supe de conferencia alguna de ella, ni asistí a mesa redonda en que ella estuviera, ni tuve ocasión alguna de cruzarme con ella. A falta de fuentes más directas, utilizo mi imaginación para describir, más con sospechas que con fidelidad, lo que fue de la biblioteca- ria. El Diccionario de uso del Español se reim- primió dos veces en cinco años, más porque se había hecho una baja tirada, que porque su di- fusión fuera un éxito. Mucha gente lo elogió, pero la autora había entrado más en la edad de los homenajes que de la creación. Su marido murió en 1974 y ella, a quien tanto mal había hecho la guerra y la posguerra, casi desapare- ció con la dictadura porque en 1975 sufrió un padecimiento cerebral que la tuvo alejada de la vida pública hasta su muerte en 1981. Fue
  • 41. MAGIA, MENTE Y MITO EN MARÍA MOLINER 39 entonces, como sucede tantas veces, cuando la fama de Moliner se disparó. Y lo hizo aupada por un artículo que Gabriel García Márquez pu- blicó en el periódico El país, una necrológica que elogiaba el Diccionario de Uso del Español. El novelista colombiano despertó las concien- cias, y solo entonces se multiplicaron los elo- gios. A nadie pareció inquietarle la renovación de su obra hasta que en mitad de la década de 1990, la de las grandes publicaciones de la Academia, y de la lexicografía, la editorial Gredos reúne a un grupo de expertos para su actualización, y en 1998, un año antes de la Or- tografía y la Gramática Descriptiva, la editorial Gredos publica la segunda edición del Dicciona- rio de uso del español. Esta elegante nueva versión, sin desdeñar nada de la primera, claro está, es el intento renovador más ambicioso que ha producido en nuestro siglo. La lengua es algo vivo y los diccionarios deben ir tras los hablantes. Deseo y espero que el Diccionario de uso del español se convierta en la obra de refe- rencia para muchas generaciones de hispano-
  • 42. RAFAEL DEL MORAL 40 hablantes como lo fue el de Mark Peter Roget, aquel médico, que no bibliotecario, para tantos anglófonos del pasado, del presente y, con cer- teza, también del futuro. Pocas son las lenguas del mundo, y con es- to terminamos, que disponen de un diccionario tradicional, de ese que estamos acostumbrados a ver, del de significados. Muchas menos tienen el privilegio de disponer de un estudio semánti- co o ideológico, o conceptual o temático, de su léxico: apenas una docena: el griego fue la pio- nera, luego el inglés, el francés, el ruso y el alemán. La tradición lingüística oriental había otorgado otras de este tipo a dos de sus lenguas que más han desarrollado su dimensión cultural a través de los tiempos, el chino y el sánscrito. Pero ninguna de nuestro entorno, ni el inglés, ni el francés, ni el alemán, ni el italiano dispo- nen de un estudio del léxico tan completo en una sola obra, tan organizado en su estructura, tan cercano en su expresión, tan elegante en su composición y tan capaz de susurrar más que de decir. Debe ser un placer y un orgullo para todos nosotros que esta biblioteca lleve el
  • 43. MAGIA, MENTE Y MITO EN MARÍA MOLINER 41 nombre de su autora, y lo perpetúe durante una larga y pacífica vida a través de los años. Muchas gracias.