Este documento resume los ciclos vitales y desafíos en familias que enfrentan trastornos mentales graves. Explica los tipos de enfermedades psicosociales, el curso de la esquizofrenia y su impacto en la esperanza de vida. También describe el estrés que enfrentan los cuidadores, la importancia de apoyar a las familias, mejorar la comunicación y trabajar en equipo entre profesionales y familias.
Guía para superar los pensamientos atemorizantes, obsesivos o inquietantes.pdf
Ciclos vitales en el Trastorno Mental Grave
1. Los ciclos vitales en el
Trastorno Mental Grave
Sergio Siurana López
Trabajador Social y Terapeuta Familiar
Centro de Rehabilitación y Apoyo Psicosocial
Fundación Rey Ardid
Zaragoza, 29 octubre de 2016
33. “Padre y madre hasta que la
madurez de los hijos nos separe
(J. A. Ríos, 2005)
Lo que la psicosis unió, que no lo
separe el hombre
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42. ACOGER A LAS FAMILIASACOGER A LAS FAMILIAS
EXPLICAR LA ENFERMEDADEXPLICAR LA ENFERMEDAD
REDUCIR LA EMOCIÓNREDUCIR LA EMOCIÓN
EXPRESADAEXPRESADA
TRABAJAR LA CULPATRABAJAR LA CULPA
MEJORAR LA COMUNICACIÓNMEJORAR LA COMUNICACIÓN
ADHESIÓN ALADHESIÓN AL
TRATAMIENTOTRATAMIENTO
MANTENER LÍMITESMANTENER LÍMITES
ADECUADOSADECUADOS
TMG
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45. Alianza
Nosotros entendemos de esquizofrenia
Vosotros de vuestro hijo
Por este motivo, es indispensable que trabajemos
juntos
Estáis aquí porque sois una parte muy
importante de la solución
46. “Las familias ingresan en el mundo
de la enfermedad y la discapacidad
sin un mapa psicosocial. Necesitan
una guía psicosocial que les pueda
proporcionar apoyo”
(Rolland, 2000:23).
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53. Modelos diacrónicos: Escuela Milán
1. Impasse de pareja
2. La intromisión del hijo en el juego de
la pareja
3. La conducta inusitada del hijo
4. El viraje del presunto aliado
5. La eclosión de la psicosis
6. Las estrategias basadas en el síntoma
54. Jugamos contra el juego y no contra sus víctimas
Mara Selvini Palazzoli
56. Si logramos que al menos uno de los padres se
sienta mejor, menos solo, más ayudado,
habremos creado la base para un nuevo circuito
eficaz
Cirillo, Selvini, Sorrentino (2002)
Los sistémicos sentimos verdadera fascinación por los síntomas que aparecen en las transiciones del ciclo
Y si hay una transición que siempre nos ha enganchado es la de la adolescencia. La ruptura de ese cordón umbilical invisible ha generado una inagotable fuente de teorías e hipótesis cuando se nos presenta un síntoma ante nosotros dentro de esta transición
las familias tienen dos opciones contrapuestas ante la crisis. La primera, introducir cambios para crecer.
La segunda, el no cambio el estancamiento, quedando atrapadas en esa etapa del ciclo vital, manifestando su gran incapacidad para superar la crisis. Y la esquizofrenia, como veremos, es especialista en conseguir que las familias realicen la segunda opción.
Veremos con el ciclo vital se detiene, qué cosas ocurren en la familia para que el ciclo se detenga. Seguidamente, veremos como usar el ciclo vital en el tratamiento en un proceso de rehabilitación y daremos un breve repaso a las hipótesis más famosas sobre EQF y qué ha podido pasar en las fases anteriores a la adolescencia.
Los datos nos suenan a todos: adolescencia – EQF
Presentaremos para apoyar la presentación una radiografía actual de nuestros pacientes identificados que estamos atendiendo a día de hoy, no tiene pretensiones científicas, sólo dar algo de luz a lo que estamos hablando.
Comienza en el 75% de los casos entre los 16-25 años
El curso, en función de este comienzo será episódico (brotes) o progresivo
Aunque directamente no afecta a la expectativa de vida, sabemos que por los hábitos saludables y por el suicido (considerablemente más alto que en la población normal), la esperanza de vida se reduce entre 10 y 20 años con respecto a la población general.
Incapacitación: Por definición, las personas que sufren un TMG sufren discapacidades graves en diferentes áreas. Suelen tener un 65% de discapacidad reconocida por Servicios Sociales. Y algunos de ellos, tienen dependencia y/o incapacitación judicial.
influyendo directamente en la patología de estas personas. Y ya sabemos la influencia en el sistema de creencias que tiene en la familia una enfermedad que genera estigma según Rolland (2000:20): “Las enfermedades que están asociadas a un estigma, tienden a adoptar rótulos más amplios”. También Rolland (2000:204) cita a Sontang (1988) para la cual la sociedad necesita enfermedades que se identifiquen con el mal y culpabilice a sus víctimas. Pone como ejemplos al Cáncer y el SIDA, pero el TMG cumple con ese guión en toda la historia de la humanidad.
Del Centrífugo al centrípeto
Antes ya pasaba algo. Necesitamos Atención precoz
Aunque el inicio suela ser agudo, siempre hay antes un período sintomático anterior al diagnóstico efectivo en que el individuo o la familia tienen la sensación de algo anda mal, pero la índole exacta o el alcance del problema no están claros. (Rolland, 2000:73). Este es el reto actual de la psiquiatría, conseguir avances en la atención precoz en psicosis, para mejorar el pronóstico
Cuando el trastorno aparece, la reacción familiar más inmediata es de shock y pánico. Cuesta a las familias buscar información, rehacerse, hacer un plan. Y a los recursos también nos cuesta conseguir ayudarlas en este momento.
“Sucede que los propios facultativos pasan por alto este excepcional recurso terapéutico e impiden que los familiares participen activamente en el tratamiento de la crisis, convencidos de que la ansiedad de los parientes es perjudicial para el paciente”. (Cirillo, S., Selvini, M., Sorrentino, A. M., 2002:21) “Rolland es profundamente consciente de cuánto se ha descuidado la dimensión temporal en el análisis del significado de las enfermedades. Es importante que haya establecido un vínculo entre el momento de la aparición de una enfermedad y la fase evolutiva en la que se encuentra la familia” (Rolland, 2000:10).
Culpa. Una reacción muy común en el TMG. La influencia en la aparición de la enfermedad siempre está latente en los padres (embarazo, educación, herencia genética, problemas de la pareja…). Una determinada narrativa de la historia familiar siempre puede encontrar un suceso por el que se inició la enfermedad. Hay que normalizar estos sentimientos, hay que cambiar esa narrativa por otra más funcional y ser cuidadosos para que nuestra intervención no sea contraria a lo que queremos conseguir. “Tenemos que ser conscientes que cuando nos entrevistamos con una familia están presentes la desesperación y la angustia. Y que todo ello se complica con el temor de que ellos hayan contribuido, quizás, a causar los problemas del paciente” (Anderson, Reiss y Hogarty, 1986: 51).
Sobreprotección. Y la culpa siempre tiene relación con la sobreprotección, una respuesta normal hacia las personas que queremos. “La culpa proviene de sentirse responsable de la enfermedad del paciente, y es mucho más común entre los padres que entre otros familiares o cuidadores profesionales. El sentimiento de culpa puede llevar a los familiares a hacer todo lo posible por ayudar al paciente para compensar el impacto de la enfermedad en la vida de este. Por desgracia, esto lleva a que los pacientes se vuelcan cada vez más dependientes de sus familiares y más preocupados por la incapacidad de valerse por sí mismos. Por este motivo, en una relación de sobreinvolucración la perspectiva de separarse crea una gran ansiedad en ambas partes” Kuipers, E., Leff, J. (2004:21).
Las características básicas de la red social de la persona con esquizofrenia son los contactos restrictivos, la relativa inestabilidad de la red y el bajo nivel de conexiones con otras redes. Los vínculos representan solo un tipo de contenido, solo un rol y una función. Habitualmente están localizadas en el ámbito familiar y en los recursos sociosanitarios que reciben (Marcelino López, 2006: 138).
Se restringe el quedar con los amigos y se interrumpe la relación con los vecinos. El estigma social, la naturaleza de la enfermedad (sintomatología incomprendida por gran parte de la sociedad) y el estado emocional de los familiares (tristeza, ansiedad e irritabilidad) son causas de este aislamiento social que agrava la situación, tanto del estado de salud de los familiares como de la propia persona afectada, agravando su sintomatología (Gradillas, 1998).
se abandona la autonomía, no hay retos para la emancipación de sus miembros, lo nuevo y externo es considerado como peligroso y la conducta de un miembro repercute en los otros de manera excesivamente intensa. Es decir, los límites entre los subsistemas son excesivamente difusos y los límites con el exterior excesivamente rígidos. El riesgo a que se repita un brote psicótico hace que la familia no intente nada nuevo, nada arriesgado que no salga de su zona de confort. Que todo sea previsible y rutinario. Se crean reglas que impiden que el tiempo avance, la familia se detiene en su ciclo vital, aparece la homeostasis.
Que todo sea previsible y rutinario. Se crean reglas que impiden que el tiempo avance, la familia se detiene en su ciclo vital, aparece la homeostasis.
Personalidad anterior del enfermo.
Relación previa.
Intensidad y duración de la convivencia.
Unión de la familia.
Motivación del familiar.
Niveles de tolerancia ante la adversidad.
Participación de la voluntad.
Además, y atendiendo a la tipología psicosocial de Rolland (2000) hay que destacar dos aspectos en el TMG: Por un lado, “las enfermedades que tiene un comienzo agudo conllevan que los cambios emocionales y prácticos se condensen en un breve lapso de tiempo y exigen de la familia una movilización más rápida de su capacidad para manejar la crisis”. Y en segundo lugar, “en las enfermedades recurrentes, la índole episódica requiere una flexibilidad que permita un desplazamiento pendular entre dos formas de organización familiar: una para periodos de crisis y otra para los períodos de remisión (...) A la larga pueden convertirse en las más exigentes en términos psicosociales”. (Rolland, 2000:53)
En resumen, se crea un círculo vicioso: Tensión cuidador – empeoramiento del clima familiar – peor evolución de la enfermedad, sin que ninguno de los componentes de dicho círculo sea el inicio ni el final. Nuestra intervención como profesionales debe tender a romper ese círculo y conseguir que la familia salga de su homeostasis continuando con su ciclo vital.
“Padre y madre hasta que la madurez de los hijos nos separe”: una separación que, por tanto, no se dará nunca. “La mala resolución del divorcio atenta contra la continuidad de la pareja coparental y de ahí puede derivarse sabotajes contra el otro progenitor, violación de las fronteras entre los subsistemas y tarea a través de la que se puede socavar la estructura jerárquica de la familia que siguen necesitando los hijos como punto de referencia para la incorporación de pautas, reglas, normas, aparte del inevitable atrapamiento de los hijos que se ven envueltos en complicados conflictos de lealtades” (Ríos, 2005:197). Aspectos que alcanzan su máxima expresión en nuestras familias.
Si no ha existido una rehabilitación, la persona con TMG tiene la institucionalización como destino. Una institucionalización que puede llamarse ULE, EASC, piso asistido u otra alternativa residencial. También es importante la relación con los hermanos. “De hecho, en las estructuras psiquiátricas asistencias, destinadas a tratar y curar pacientes psicóticos crónicos con enfoque diverso – y vagamente – integrado (Ciompi, 1982; Liberman, 1992; Saraceno, 1995), se llega a veces a hablar con los hermanos que se encargan de ir detrás del hermano loco, la mayoría de las veces de mala gana, como si sus padres y el destino les hubieran dejado en herencia esa maldición” (Selvini Palazzoli, 1985). Cirillo, S., Selvini, M., Sorrentino, A. M., 2002:95)
Antes de nada, para poder trabajar con una familia en un CRPS debemos deslizarnos de la intervención individual a la familiar. No tenemos la placa de Terapia Familiar en la puerta y ello da a lugar a que la familia reciba un mensaje distinto. “En una institución pública no acuñada al carácter de Terapia Familiar, el demandante no llega nunca con una petición de terapia familiar, sino que, fiel al patrón cultural habitual, lineal, llama con un diagnóstico previo, acerca de quién es el paciente y con dos peticiones: una, la confirmación de su propio diagnóstico, con ciertos retoques de “cientificismo”; otra, la de un cambio, casi mágico, para que el síntoma desaparezca, sin tocar en absoluto el sistema familiar” (Suárez, T. 1983). “El que tiene que cambiar es él, no nosotros” podría decir cualquier padre, madre o hermano/a en una sesión, si se nos ocurriera hacer Terapia Familiar en este tipo de contexto.
“Es fundamental ayudar a los familiares a entender el significado de la crisis psicótica del hijo dentro de su historia evolutiva, historia que les pertenece. La vivencia determinada por el hecho de tener que tratar con algo extraño e incomprensible suscita, sin embargo, una reacción natural de alejamiento y da forma a la enfermedad como algo que no resulta familiar, cuya interpretación compete a los técnicos” (Cirillo, S., Selvini, M., Sorrentino, A. M., 2002:22).
el comportamiento actual de una familia no puede comprenderse adecuadamente aislado de su historia, 2000:110).
La simbiosis nos recuerda la importancia de trabajar las tres generaciones: “En la mayoría de las familias, los padres transmiten parte de su inmadurez a uno o más de sus hijos. En cada generación los padres suelen proyectan gran parte de su inmadurez en un único hijo, creando así un grave deterioro en un hijo de cada generación. A su vez, en cada generación suele haber un hijo que crece relativamente ajeno a los requerimientos y las presiones emocionales de la masa del yo familiar y alcanza en esa situación el nivel más alto posible de diferenciación. Según esto, se necesitan por lo menos tres generaciones para que una persona adquiera el nivel de “no sí-mismo”, que culminará en la esquizofrenia” (Bowen, 1998).
Siguiendo este mapa, la pareja se creará con dos personas con problemas de diferenciación. Whitaker definía a la pareja como el resultado cuando dos familias envían a sus ejércitos al campo de batalla para ver quién triunfa. Pues bien, en el caso de familias con miembro psicótico esa batalla es épica.
Pues bien, en el caso de familias con miembro psicótico esa batalla es épica.
Stierlin (1979) le llamó enganche maligno, las relaciones están basadas en la lucha por el poder. El sistema se vuelve completamente rígido, se agreden ferozmente sin adelantar el resultado de la lucha: ninguno de los dos puede deshacer el enganche ni hacer avanzar el combate. Ni, como hemos visto antes, medie un divorcio.
Realmente, como ya hemos dicho antes, necesitamos herramientas donde podamos comenzar la terapia mucho antes, entre el punto 4 y el punto 5. Es decir, el momento cumbre de la adolescencia. “La transición entre la fase de crisis y la crónica es quizá la más importante: es la línea que separa la crisis de la larga travesía; es el momento de diseñar un programa de acción viable para convivir con una enfermedad crónica” (Rolland, 2000:81).
En el momento que hacemos la intervención intentamos romper lo patológico, que es ese juego familiar y lo hacemos explícito definitivamente mediante devoluciones. La familia se metacomunica, los miembros de la familia saben por qué pasa lo que pasa y, a partir de ahí que sea el propio sistema familiar quien tenga las claves para avanzar en su ciclo vital. Para vislumbrar expectativas de cambio, para crear la base para un sistema más eficaz y con menos sufrimiento. “Si logramos que al menos uno de los padres se sienta mejor, menos solo, más ayudado, habremos creado la base para un nuevo circuito eficaz” (Cirillo, S., Selvini, M., Sorrentino, A. M., 2002:122).