Independencia centroamericana y otras regiones del continente lic
1. EL PAPEL DE LAS MUJERES EN LA INDEPENDENCIA CENTROAMERICANA Y
OTRAS REGIONES DEL CONTINENTE Lic. Martín Alonso Mira Palomo
INTRODUCCIÓN
Desde los orígenes de la humanidad, la mujer nunca ha permanecido de brazos cruzados
ante las múltiples exigencias de la vida. Su protagonismo siempre ha sido importante,
independientemente del rol que le ha tocado desempeñar, algunos de estos roles son,
incluso, insustituibles. Por ejemplo, madre de familia, esposa, ama de casa, entre otros.
También es importante señalar que en muchas sociedades, en unas más que en otras, no se
le ha dado a las mujeres el lugar que les corresponde, debido a la falsa creencia de que sus
responsabilidades más vinculadas al cuidado de la prole y de tipo doméstico en general, no
requieren de altos niveles de formación intelectual, moral y religiosa.
En consecuencia, para nadie es un secreto que gran parte de los problemas sociales que
actualmente nos aquejan tienen sus orígenes en la falta de atención de las madres hacia sus
hijos, debido a que la vida moderna plantea la necesidad de que las mujeres no sólo se
formen en todos los ámbitos de la vida, sino también se vean en la necesidad de trabajar
fuera del hogar, a fin de poder aportar económicamente a la satisfacción de la múltiples
necesidades de la familia.
Los pueblos siempre han tenido la necesidad de contar con el aporte de sus mujeres. Éstas,
por su parte, siempre han sabido asumir las responsabilidades que la historia les ha
demandado. Otra cosa es que muchas veces no se les quiera reconocer su valioso aporte a la
familia, a la sociedad y a la vida humana en general.
En relación al papel de la mujer en los procesos de liberación de los pueblos
latinoamericanos, es importante señalar que a pesar del especial interés de los historiadores
sobre este suceso tan relevante para los pueblos del Continente, hay un aspecto importante
sobre el cual hacen poca referencia. En relación a esto, es conveniente aprovechar el
contexto de las celebraciones correspondientes al 185° Aniversario de la Independencia
Centroamericana, para hacer referencia a la contribución de algunas mujeres a los procesos
de liberación de nuestros pueblos.
2. El licenciado Clodoveo Torres Moss, historiador y catedrático universitario guatemalteco,
sumó en fecha reciente a la bibliografía de su país y de Centroamérica una interesante obra
titulada La mujer Centroamericana en el Proceso de la Independencia. La introducción de
su libro justamente señala que la participación de los distintos estratos sociales en
ampliamente investigado. Sin embargo, no se ha profundizado lo suficiente, ni los
investigadores han sido objetivos ni ecuánimes cuando examinan la participación de la
mujer en dicho proceso. Priva en ellos, a veces, el criterio estereotipado de presentar la
culminación del mismo -la histórica Junta del 15 de Septiembre de 1821- como lo más
grande, lo más heróico, lo más digno de rememorarse y de registrarse en las páginas de la
Historia; presentan a quienes asistieron a esa magna Junta y se pronunciaron a favor de la
causa de la Independencia, firmando el acta respectiva, como los únicos próceres de tan
noble y justa causa.
LAS MUJERES Y LA INDEPENDENCIA CENTROAMERICANA
En el caso concreto de las mujeres salvadoreñas que participaron en el proceso de
Independencia Centroamericana, los historiadores siguen en deuda con las nuevas
generaciones, ya que la escasez de información es notoria. Sin embargo, la Asociación de
Mujeres por la Dignidad y la Vida publicó en fecha reciente un documento titulado Las
mujeres en la historia de la independencia y la educación, en el cual hacen referencia a las
hermanas Miranda a María Felipa Aranzamendi y Manuela Antonia Arce de Lara, mujeres
que, según el documento en mención, estuvieron directamente vinculadas al proceso
mencionado. La publicación de Las Dignas dice lo siguiente:
LAS HERMANAS MIRANDA
María Feliciana de los Ángeles y Manuela Miranda propagaron las noticias
independentistas por su campiña natal de Sensuntepeque, que se alzó en insurrección el 29
de diciembre de 1811 en el punto conocido como Piedra Bruja.
Capturadas por las autoridades españolas, las hermanas Miranda fueron recluidas en el
Convento de San Francisco de la localidad de San Vicente de Austria y Lorenzana, donde
escucharon la sentencia que las condenaba a sufrir cien azotes cada una, para después
ingresar como siervas sin paga en el convento local y en la casa del cura párroco.
María de los Ángeles murió en el primer trimestre de 1812, cuando su espalda desnuda
recibió la septuagésima descarga del látigo, manejado por el verdugo frente a la multitud
3. reunida en la Plaza Central de San Vicente. Al momento de su muerte, su edad rondaba los
22 años. Por su martirio, en los altares de la libertad centroamericana, fue declarada
Heroína de la Patria, mediante el Decreto Legislativo 101, fechado el 30 de septiembre de
1976.
MARÍA FELIPA ARANZAMENDI
En diciembre de 1808 y en la ciudad de San Salvador, María Felipa Aranzamendi y Aguilar
contrajo matrimonio con Manuel José Arce, con quien procreó a cuatro hijos y siete hijas.
Debido a las enfermedades que aquejaron a su esposo durante sus años de estancia en la
cárcel, tras el fallido intento independentista de enero de 1814, María Felipa tuvo a su cargo
los bienes familiares y parte de la defensa judicial de su esposo. Labor de la que se vio
imposibilitada algún tiempo, pues quedó paralizada durante varios años a causa de uno de
sus múltiples embarazos.
María Felipa permaneció al lado de Manuel José Arce en los buenos y malos momentos de
las luchas de independencia, durante la guerra para impedir la anexión a México, en sus
años como Presidente Federal de Centro América y hasta lo acompañó al exilio en México,
cuando el prócer independentista abandonó el istmo para retornar casi al momento de su
muerte.
MANUELA ANTONIA ARCE DE LARA
Manuela Antonia de Arce y Fagoaga nació en la ciudad de San Salvador, el 23 de junio de
1783, en el hogar formado por Antonia Fagoaga de Aguilar y Bernardo José de Arce y
León.
El 4 de mayo de 1811, Manuela Antonia contrajo matrimonio con Domingo Antonio de
Lara, con quien procreó a dos hijas.
Tras los hechos del Segundo Grito de Independencia, ocurridos el 24 de enero de 1814,
Manuela Antonia se convirtió en la defensora judicial de su hermano y de su esposo. El 17
de mayo de 1817, Domingo Antonio fue condenado a sufrir ocho años de prisión en las
cárceles cubanas de El Morro. Fue Manuela Antonia quien hizo las gestiones para que
Domingo fuese indultado en junio de 1818 y excarcelado al año siguiente. Gracias a ella,
Domingo Antonio y Manuel José Arce pudieron continuar libres y activos, en la lucha por
la emancipación centroamericana.
DOÑA DOLORES BEDOYA DE MOLINA
De muchos es más o menos conocido el aporte de una valiente mujer guatemalteca que al
paso de los años se ha tenido como un símbolo de las incansables luchas por la libertad,
luego de tres siglos de inhumano sometimiento. Se trata pues de doña Dolores Bedoya de
Molina. La participación de la Sra. de Molina fue algo más que la quema de petardos y la
4. música para atraer al centro de la ciudad a los habitantes de todos los barrios de la capital
para que hicieran presión, a fin de que la Asamblea decretara la Independencia .
Según Manuel Vidal (1) la noche del 14 de septiembre de 1821, el marqués de Aycinena, el
Dr. Pedro Molina, José Francisco Barrundia y la esposa del Dr. Molina, doña María
Dolores Bedoya de Molina, acompañada de numeroso grupo de mujeres , recorrieron los
barrios invitando a sus seguidores, los llamados léperos o gente de la plebe ladina, para
reunirse temprano en la plaza, frente al Palacio. Era la primera vez que la barra – gente
llevada con el objeto de presionar a una asamblea- figuraría en la política centroamericana.
Sin embargo, al día siguiente la gente no concurrió en el número esperado. La barra daba
sus primeros pasos con timidez. El propio Doctor Molina refiere que en la plaza había poca
gente y para hacer mayor el concurso, era necesario animar a los tímidos. Don José Basilio
Porras y doña María Dolores idearon poner música y quemar muchos cohetes. El artificio
fue eficaz, porque hasta los contrarios concurrieron fingiéndose partidarios de la
Independencia al creer que ya había sido decretada, a causa de los gritos, la música y los
cohetes. Casi todos la consideraban la mujer del momento, aunque no a todos les merezca
la misma admiración.
Es importante señalar que existe en el Archivo General de Guatemala una valiosa obra
histórica titulada Pedro Molina, Patricio Centroamericano, la cual aporta importantes datos
sobre el Matrimonio Molina -Bedoya y de sus hijos, incluyendo numerosas fotografías.
Vale decir que es innegable el aporte histórico de esta obra. No obstante, si queremos ser
justos y fieles con nuestra Historia, debemos seguir indagando sobre la contribución de las
mujeres al proceso de emancipación en Centroamérica.
MANUELA SÁENZ
“LA LIBERTADORA DE EL LIBERTADOR”
Otro caso relevante relacionado con la participación de las mujeres en las luchas de
independencia, esta vez en Sudamérica, corresponde a Manuela Sáenz, una mujer
extraordinaria que nació en Quito, una hermosa ciudad situada entre volcanes, justamente
en una zona entre la Catedral y el Palacio Nacional, en la Plaza Mayor. Según Eduardo
Galeano (2), Manuelita Sáenz, a los quince años vestía ropa de varón, fumaba y domaba
caballos; no montaba de costado, como las mujeres de su tiempo, sino de piernas abiertas y
despreciando monturas. Más tarde, a los dieciséis años, en el Convento de Santa Catalina,
aprendió a bordar y a tocar el clavicordio. A los veinte contrajo matrimonio con el
5. respetable médico inglés James Thorme. Sabedora de que la libertad no se mendiga, sino
que se conquista con las armas en la mano, abandonó la comodidad de su hogar, para
incorporarse activamente al proyecto libertario de Bolívar, razón por la cual ahora la
conocemos como “La Libertadora de el Libertador”, en clara alusión a sus luchas al lado de
Simón Bolívar.
LAS HERMANAS TOLEDO Y LA INDEPENDENCIA DE PERÚ
“¡No pasarán, mientras tengamos vida..!”, gritaron las hermanas Toledo, y en alas del
viento llegaron las palabras a los oídos de las tropas españolas, suscitando la ira de éstos.
Alboreaba el 3 de marzo de 1821, día señalado por el destino para escribir el nombre de las
tres mujeres en las páginas gloriosas de la Historia del Perú. Poco sabemos de la vida de
estas tres mujeres. La madre llamada Cleofé y las dos hijas, para algunos historiadores
María e Higinia, para otros Teresa y Rosa. En lo que sí concuerdan es que las dos hermanas
poseían una rara belleza, aumentada, si se quiere, con la altivez de su gesto por la noble
causa que defendían.
El Gral. José Alvarez Arenales se encontraba acantonado en Huancayo, esperando órdenes,
cuando el Gral. Canterac decide que los coroneles Carratalá y Valdez ataquen a los
patriotas por la vanguardia simultáneamente encerrándolos en un anillo, propiciado por las
escarpaduras de la serranía.
Pero los espías se adelantan al designio, avisando a Arenales, el que repliega sus tropas a
Jauja. Valdez decide, entonces, pasar por Cencepción, pero no cuenta que las débiles
fuerzas de tres mujeres serán obstáculo insuperable para sus planes. Ellas con ardor arengan
a los indios y vecinos del lugar para aprestarse a la lucha. Se dice que las Toledo eran
personas prominentes y de gran honorabilidad.
La madre y las hijas encomiendan la defensa a un sargento que quedó herido en el avance
de las tropas y recogiendo todo cuanto puede ser útil para la lucha, disponen que aliste a los
naturales, mientras ellas empuñan las armas como todo valiente soldado.
Cuenta la historia que mientras los españoles abrían fuego contra los indios y vecinos, que
luchaban tesoneramente, arengados por ellas; los primeros comenzaron a desplazarse sobre
un puente colgante enclavado entre dos barrancos, con una extensión de ochenta varas más
veinte de altura sobre el río Mantaro. Las aguerridas mujeres se arrojaron sobre las amarras
del puente para cortarlas, pese al fuego que los españoles hacían sobre ellas. La operación
ejecutada con gran heroísmo y destreza logró su objetivo hundiendo al enemigo en las
envueltas aguas del Mantaro. Valdez, ciego de ira, las conmina a que se rindan, pero las
mujeres responden con desprecio al intento.
6. El Cnel. Valdez suspende la lucha al caer la tarde y se dirige con sus tropas humillado,
jurando venganza, aguas abajo, en busca de un paso cerca de Huancayo que le permita
llegar a Concepción, lo que logra hacer. Pero en este lapso las Toledo y los vecinos se
refugian en las montañas, donde permanecen entre los indios, hasta que los patriotas
vuelvan.
José Alvarez Arenales afirma que las heroínas Toledo fueron condecoradas con la Medalla
de Vencedoras por el Generalísimo don José de San Martín, otorgándoles el sueldo y grado
de Capitán hasta su muerte, premiando así el arrojo de las mujeres que defendieron la causa
de la Independencia
LEONA VICARIO Y LA INDEPENDENCIA DE MÉXICO
María de la Soledad Leona Camila Vicario Fernández de Salvador nació el 10 de abril de
1789 en la Ciudad de México, hija de Gaspar Martín Vicario, un español peninsular y de
doña Camila Fernández de Salvador, una noble criolla. Pudo educarse al nivel de los
hombres, algo raro en esa época, recibiendo desde niña una sólida formación intelectual
que le fue muy útil, ya que le tocó vivir años muy importantes en la Historia de México.
Leona era una mujer de férreo carácter, que desde un principio comulgó con la causa de la
Independencia y lo proclamaba sin ningún empacho desde el balcón de su casa.
Conoció al joven yucateco Andrés Quintana Roo, pasante de derecho, del que se enamoró.
Ambos compartían las mismas ideas de libertad y eso afianzó su relación, a la que se opuso
su tío y tutor, al quedar huérfana de padre y madre , el abogado Agustín Fernández de San
Salvador, enemigo acérrimo de los insurgentes.
Andrés Quintana Roo, quien ya pensaba unirse a los i n s urgentes , pidió la mano de Leona
a Don Agustín, quien se la negó, argumentando que el joven era pobre. Andrés se trasladó a
Tlalpujahua, donde se unió a las fuerzas de Ignacio López Rayón y, ante la forzosa
separación, la joven buscó la manera de ayudar por su cuenta a la causa de la
independencia.
Leona Vicario, junto con su primo, hijo de su tutor Fernández de San Salvador y su
hermana, la Marquesa de Vivanco, tomó parte en la concepción del proyecto insurgente
7. desde el mismo centro de su élite. Ayudó al movimiento libertario en todo lo que le era
posible. Leona distribuía la correspondencia rebelde, recibía en su casa a los jefes y
ayudaba a las familias de los apresados.
Teniendo la capacidad y recursos para ser partícipe y libre, gastó el patrimonio que había
heredado, aún sus joyas, enviando a los insurgentes dinero e información acerca de los
movimientos políticos y militares que observaba en la capital del Virreinato.
Su principal medio de expresión era la escritura y por esta vía fue una invaluable líder
insurgente. Se comunicaba mediante informes en clave publicados en el periódico "El
Ilustrador Americano". Leona Vicario tomó los nombres de sus personajes literarios
favoritos para aplicarlos a los conspiradores. Entre ellos, José María Morelos, Miguel
Hidalgo, Ignacio López Rayón y tantos otros líderes insurgentes. Hoy es considerada no
sólo como heroína de la Independencia Mexicana, sino también como la primera mujer
periodista de México.
También enviaba y recibía noticias por medio de heraldos secretos, haciendo llegar a los
conjurados dentro de la capital los informes que Quintana Roo le enviaba desde los campos
de batalla. Ella fue quien dio la noticia en México de que los insurgentes acuñaban moneda
propia. Así mismo, proveyó de armas y comida al ejército rebelde y trató de convencer a
los mejores armeros vizcaínos de que se unieran a la guerra de independencia, por lo que
fue delatada como conspiradora, siendo aprehendida y recluida en su casa, bajo la
vigilancia de su tutor
Vicario, de espíritu rebelde, se escapó y huyó al pueblo de San Juanico, Tacuba, en donde
reunió a varias mujeres, entre ellas su ama de llaves, con el propósito de unirse a la causa
insurgente.
Don Agustín, al percatarse de la ausencia de Leona, llamó a las fuerzas reales para buscar a
la joven insurgente; esto hizo que descubrieran su iniciativa rebelde en Tacuba, por lo que
fue procesada el 13 de marzo de 1813. Al ser amenazada con pasar el resto de su vida en la
cárcel si no delataba a las personas resguardadas bajo los seudónimos de su invención,
Leona Vicario eligió la cárcel perpetua. Fue sentenciada a permanecer en el Convento de
Belem de las Mochas, en la Ciudad de México y le fueron confiscados todos sus bienes.
El 22 de abril de ese mismo año, seis hombres disfrazados de fuerzas reales la rescataron y
sacaron de la ciudad con rumbo a Oaxaca, donde se encontraba Morelos. Leona llevaba
bajo su amplia falda una pequeña imprenta, pues los rebeldes editaban en forma
rudimentaria su periódico "El Ilustrador Nacional". Participó en algunos combates y
continuó difundiendo las noticias sobre lo que ocurría en el frente de batalla, como
corresponsal de guerra.
Tres años más tarde, en 1816, Leona Vicario contrajo matrimonio con Andrés Quintana
Roo en Chilapa. La pareja acompañó a las tropas de José María Morelos, padeciendo
peligros y penurias, compartiendo todas las vicisitudes de las campañas militares.
8. Siguieron al Congreso de Chilpancingo hasta la captura de Morelos, cuando tuvieron que
emprender una penosa peregrinación durante un año, a salto de mata por las abruptas
serranías, buscando refugio en la sierra de Tlatlaya, en el Estado de México. Allí, el 3 de
enero de 1817, en una cueva de la montaña, nació Genoveva, su primogénita, de la que fue
padrino Ignacio López Rayón.
Quintana Roo tuvo que huir, dejando escrita una carta en la que solicitaba el indulto, para
que su esposa la entregara al ser aprehendida. Un año después, Vicente Vargas, al mando
de veinte soldados de las fuerzas reales, sorprendió en su refugio del pueblo de Tlacocuzpa
a Leona Vicario y a su pequeña, a quienes condujo a Temascaltepec, donde se encontraron
con la buena nueva de que se les había concedido el indulto solicitado por Don Andrés para
su familia, aunque éste debían cumplirlo en España.
El valeroso matrimonio se vio obligado a acogerse al indulto, fue exiliado a España y,
finalmente, confinado en la ciudad de Toluca, donde Leona y Andrés residieron hasta 1820,
cuando regresaron a la Ciudad de México. Aquí, Andrés Quintana Roo se dedicó al
ejercicio de su profesión de abogado y a escribir obras literarias e históricas.
Leona Vicario, a pesar de haber traído al mundo a sus dos hijas en plena campaña
insurgente, fue una mujer cuya convicción ideológica la llevó a sacrificar todas las
comodidades materiales a cambio de mantener una congruencia de pensamiento y acción.
Una vez consumada la Independencia, Leona y Andrés se mantuvieron muy activos en la
defensa de la república federal. Andrés Quintana Roo fue diputado, senador y presidente
del Tribunal Supremo de Justicia y fue Secretario de Relaciones Exteriores durante el
gobierno de Gómez Farías. Leona, además de colaborar con él en sus tareas políticas,
combatía con su pluma los actos que le parecían en contra de la nación mexicana. Ambos
actuaron siempre con una gran inteligencia política.
El Congreso de 1822 decidió que Leona Vicario recibiera, en reconocimiento a su labor a
favor de la causa de la Independencia y como restitución de parte de sus bienes incautados
por el gobierno virreinal, las propiedades de la calle de Santo Domingo esquina con
Cocheras, hoy Brasil, esquina con Colombia, así como las propiedades de los números 9 y
10 de esta última calle.
Leona Vicario murió a las nueve de la noche del 21 de agosto de 1842, a los 53 años de
edad, en la casa de Santo Domingo. Nueve años le sobrevivió Andrés Quintana Roo, su
amante esposo y compañero de incontables aventuras libertarias.
La vieja casona ubicada en Brasil 77 esquina Colombia 3, en el Centro Histórico de la
Capital mexicana ha sido convertida en el Museo “Leona Vicario”. Hay dos placas en la
fachada con las siguientes inscripciones: "Dedicada a la Heroína de la Independencia" en
azulejo; mientras que la otra dice: "La mujer mexicana a Leona Vicario en reconocimiento
a sus servicios a la Patria".
9. En 1900 sus restos fueron trasladados a la Rotonda de los Hombres Ilustres y en 1925, al
monumento del Ángel de la Independencia, donde reposa al lado de los demás caudillos de
ese movimiento.
Desde 1948, el nombre de la heroína ilustre Leona Vicario se encuentra escrito con letras
de oro en la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, como representante de la
mujer que le dio la patria a México.
CONCLUSIÓN
Como el objetivo del presente artículo no es agotar toda la información existente en los
libros de Historia sobre la participación de las mujeres en los procesos de independencia de
España, hemos querido hacer referencia únicamente a casos muy ejemplarizantes, los
cuales esperamos sirvan de estímulo para que aquellos lectores, interesados en indagar
sobre el tema, puedan hacerlo por su cuenta. Al respecto es importante señalar que la lista
de mujeres comprometidas con la independencia de nuestros pueblos es interminable. Por
ejemplo, tenemos el caso de Javier Cabrera, una mujer extraordinaria que figuró
ampliamente en la Independencia de Chile; María Vellido y Juana Padilla, en Perú; Josefa
Ortiz de Domínguez, en México, entre otras.
Es importante señalar que todas las mujeres latinoamericanas que actuaron con relieve en el
caminar de la emancipación política merecen que nuestras instituciones educativas y
culturales, lo mismo que los investigadores históricos, se interesen en realizar una profunda
investigación sobre este tema, el cual sin temor a equivocarnos daría como resultado la
obtención de una documentación amplia, veraz, objetiva y de innegable valor histórico para
todos los pueblos latinoamericanos. Sobre todo ahora que corremos el riesgo de perder
nuestra identidad histórica causa de las tendencias globalizadoras.
Todas las mujeres que se esforzaron, y continúan esforzándose por heredarnos un mundo
mejor, deben ocupar el lugar que les corresponde en la memoria histórica de nuestros
pueblos. De ahí que haya necesidad de recordarlas con la misma admiración y respeto que
se recuerdan a todos aquellos ciudadanos ilustres que mostraron gran interés por heredarnos
una condición de vida libre, soberana e independiente, al modo que lo hicieron por ejemplo,
nuestros próceres de la Independencia Centroamericana. Una gesta gloriosa que ha llenado
de sentido la vida de nuestros pueblos durante estos ciento ochenta y cinco años que
estamos conmemorando precisamente durante este mes de septiembre.