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Domar a un jeque
                              Olivia Gates
                     1º Pasión entre dunas




Domar a un jeque (2012)
Título Original: To Tame a Sheikh (2010)
Serie: 1º Pasión entre dunas
Editorial: Harlequin Ibérica
Sello / Colección: Deseo 1835
Género: Contemporáneo
Protagonistas: Shaheen Aal Shalaan y Johara Nazaryan

Argumento:
                           Estaba decidido a poseerla
El jeque Shaheen Aal Shalaan se fijó en ella en una fiesta y enseguida decidió que
sería suya. Tras intercambiar unas cuantas palabras, Shaheen tuvo a la
misteriosa mujer en su cama, donde ella despertó las pasiones que se había estado
negando durante tanto tiempo. Entonces, el jeque descubrió la verdadera
identidad de su amante. Era Johara, su amiga de la infancia, ahora convertida en
una mujer bellísima sin la que no podía vivir. Sin embargo, su puesto en la casa
real de Zohayd exigía un matrimonio de Estado. Pero ¿cómo iba a darle la
espalda a la mujer que esperaba un hijo suyo?
Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas




                                         Capítulo 1
     Johara Nazaryan había ido a ver al único hombre al que había amado en toda
su vida.
      Antes de que él se casara con otra.
    Su corazón latía con una mezcla de anticipación, miedo y desesperación
mientras miraba a los elegantes invitados a la despedida de soltero que su socio,
Aidan McCormick, había organizado en honor de Shaheen.
      Pero no había ni rastro del príncipe Shaheen Aal Shalaan.
     Johara respiró profundamente mientras se escondía un poco más en una
esquina, esperando no llamar demasiado la atención. Agradecía el tiempo extra para
calmarse, aunque la espera estaba poniéndola nerviosa.
      Aún no podía creer que hubiera decidido volver a verlo después de doce años.
     Durante ese tiempo había leído todo lo que se publicaba sobre él, incluso lo
había visto alguna vez, de lejos. Pero aquella noche estaba decidida a acercarse a
Shaheen para saludarlo.
      Shaheen.
    Para todo el mundo, era un príncipe de Zohayd, un reino del desierto, el hijo
más joven del rey Atef Aal Shalaan y la difunta reina Salwa. También era un
empresario que, en los últimos seis años, se había convertido en uno de los más
poderosos en el mundo de la construcción y el transporte.
     Para Johara, siempre sería el chico de catorce años que había salvado su vida
veinte años atrás.
      Entonces ella tenía seis años y era su primer día en el palacio real de Zohayd. Su
padre, un estadounidense de ascendencia armenia, había sido nombrado ayudante
del joyero real, Nazeeh Salah.
     Mientras su padre se entrevistaba con el rey, ella había salido al balcón y,
siendo como era una niña, se asomó demasiado y quedó colgada del alféizar.
       Acudió mucha gente al escuchar sus gritos pero nadie era capaz de llegar hasta
ella. Su padre había lanzado una cuerda desde el balcón para que se agarrase a ella y
cuando Johara intentaba hacerlo, alguien le gritó que se soltara. Asustada, miro hacia
abajo…
      Y entonces lo vio.
      Parecía estar demasiado lejos pero mientras su padre le gritaba que se agarrase
a la cuerda, Johara se soltó, dejándose caer más de diez metros, sabiendo que él la
atraparía.
     Y tan rápido y precioso como el halcón que le daba nombre, Shaheen lo había
hecho.




                                                                          Nº Páginas 2-90
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      Aún recordaba ese momento muchas veces. Sabía que habría podido agarrarse
a la cuerda pero había elegido confiar su seguridad a una magnífica criatura que la
miraba con un destello de seguridad en sus brillantes ojos dorados.
      A partir de ese día había sabido que siempre sería suya. Y no sólo porque la
hubiera salvado. Shaheen se convirtió en el mejor amigo de su hermano mayor,
Aram, y en mucho más para ella pero Johara sabía que su sueño de ser suya algún
día era imposible.
     Shaheen era un príncipe, ella la hija de un empleado de palacio. Aunque con el
tiempo su padre se había convertido en el joyero real, con la importante
responsabilidad de conservar el tesoro de la nación, las joyas llamadas El Orgullo de
Zohayd, seguía siendo un empleado, un extranjero de origen humilde que había
logrado aquel puesto gracias a su talento y a su trabajo.
     Pero Shaheen no la hubiese mirado aunque fuera la hija del noble más noble del
reino.
     Siempre había sido extraordinariamente amable con ella, pero salía con las
mujeres más bellas y sofisticadas desde los diecisiete años. Entonces, Johara estaba
convencida de no poseer belleza y sofisticación suficientes para llamar su atención
pero para ella era suficiente con estar a su lado, amándolo en silencio.
      Durante ocho maravillosos años, Shaheen le había ofrecido su amistad y para
estar a su lado, Johara decidió quedarse con su padre cuando sus progenitores se
separaron y su madre, francesa, se marchó de Zohayd para continuar su carrera
como diseñadora de moda en París.
      Y entonces, de repente, todo terminó. Poco antes de cumplir los catorce años,
Shaheen se había apartado abruptamente de su hermano y de ella. Aram, furioso, le
dijo a Johara que Shaheen había decidido dejar de confraternizar con los empleados y
dedicarse a su papel como príncipe de Zohayd.
      Aunque Johara no podía creerlo y estaba convencida de que el enfado de Aram
tenía otro origen, la repentina distancia del príncipe era una llamada de atención.
     Porque en realidad, ¿qué podía esperar más que un amor no correspondido
hasta que un día Shaheen se casara con una mujer noble, como era su destino?
     Tal vez se había alejado porque conocía sus sentimientos por él y no quería
hacerla sufrir. En cualquier caso, su alejamiento había influido en su decisión de
marcharse del país. Unas semanas antes de su cumpleaños, Johara se había ido de
Zohayd para vivir en Francia con su madre. Y no había vuelto nunca.
    Desde ese día, encontraba consuelo sólo cuando leía alguna noticia sobre
Shaheen, amándolo en secreto.
     Pero pronto no tendría derecho a amarlo y tenía que verlo por última vez. De
verdad tenía que verlo… antes de que se casara con otra mujer.
      Uno de sus socios, Aidan McCormick, había organizado una de despedida de
soltero para él en Nueva York y Johara había decidido acudir a la fiesta. Trabajaba
como diseñadora de moda y joyas, con gran éxito en Francia en los últimos años, y la
consideraron una invitada VIP.


                                                                       Nº Páginas 3-90
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     Pero lo difícil sería encontrar valor para acercarse a Shaheen. Y rezaba para
descubrir que lo había exagerado en su recuerdo, a él y sus sentimientos por él.
        De repente, Johara sintió que se le erizaba el vello de la nuca y se dio la vuelta…
        Shaheen estaba allí.
        La gente parecía abrirle paso, su presencia iluminando el salón como si fuese un
faro.
        Y su corazón se detuvo durante una décima de segundo.
     Siempre había sido mucho más alto que ella, aunque medía un metro setenta y
dos a los catorce años. Ahora medía un metro ochenta con tacones de cuatro
centímetros y Shaheen seguía sacándole una cabeza.
        Pero aquel no era el Shaheen que ella recordaba.
     Tenía veintidós años la última vez que lo vio, en Cannes. De lejos daba una
tremenda impresión de virilidad, clase y poder… había visto fotografías e imágenes
suyas en programas de televisión pero nada de eso podía transmitir el carisma de
aquel hombre.
     Sí, había sido como un dios para ella desde siempre, un magnífico dios del
desierto hecho de misterio y de fuerza.
     El esmoquin negro se ajustaba a unos hombros dos veces más anchos que
cuando lo conoció. No llevaba hombreras en el traje, eso era evidente. Si antes le
había parecido un joven halcón, ahora tenía la majestad de un halcón maduro.
        Y eso fue antes de mirar su rostro.
      Shaheen siempre había sido lo que los medios llamaban «espectacular», con ese
pelo ondulado de color tabaco y esos ojos únicos de color miel en contraste con su
piel morena. De joven era impresionante, ahora era arrebatador.
     Pero fue su expresión, que traicionaba su estado de ánimo, lo que la hizo sentir
un escalofrío.
      Shaheen no estaba contento. Al contrario, parecía profundamente molesto por
algo. Tal vez los demás no se daban cuenta, pero Johara podía sentirlo.
     Si lo hubiese encontrado sereno, divertido, relajado se habría atrevido a hablar
con él, pero ahora…
      En fin, al menos había algo por lo que sentirse agradecida: Shaheen no la había
visto.
     Y no se acercaría a él. Acercarse en aquel momento podría tener terribles
consecuencias. Si ejercía ese efecto devastador en ella sin haberla visto siquiera, ¿qué
ocurriría si estuviesen cara a cara?
    Tonta romántica que era, sólo había conseguido una cosa viéndolo aquella
noche: aumentar su pena. De modo que lo mejor sería evitar males mayores.
      Regañándose a sí misma, Johara dio un paso adelante para salir del salón… y
sintió como si hubiera entrado en un campo de fuerza.



                                                                             Nº Páginas 4-90
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      La mirada de Shaheen.
      El impacto fue tan tremendo que se quedó inmóvil. Sus ojos siempre le habían
parecido como carbones encendidos, incluso cuando la miraba con afecto, pero ahora
sentía esa quemazón en los huesos. Había sido un error acudir a esa fiesta, pensó, y
no tenía la menor duda de que lo lamentaría el resto de su vida.
      Se quedó donde estaba, inmóvil, como hipnotizada, mirándolo con el mismo
fatalismo con el que uno miraría un coche que se acercara a toda velocidad.




     Shaheen había lamentado desde el primer momento haber ido a casa de Aidan.
Y ese malestar se intensificaba con cada paso que daba en aquel salón lleno de gente
que hablaba y reía.
     Debería haberle contado a Aidan que aquella no era una fiesta de despedida
para él sino una pira funeraria.
      Y allí estaba su amigo y socio, acercándose con una sonrisa en los labios.
     —¡Sheen! —exclamó, dándole una palmadita en la espalda—. Pensé que habías
decidido hacerme quedar en ridículo otra vez.
      Shaheen intentó sonreír. Odiaba que Aidan abreviara su nombre. Sus amigos
occidentales lo hacían porque les resultaba más fácil y en casa porque era la primera
letra de su nombre en árabe. No sabía por qué lo aguantaba. ¿Pero qué era un
sobrenombre que no le gustaba comparado con lo que tendría que soportar a partir
de aquel momento?
      —De haber sabido qué clase de fiesta pensabas organizar, lo habría hecho.
      —Tienes que relajarte un poco, no puedes estar trabajando todo el tiempo —
dijo Aidan, pasándole un brazo por los hombros.
     Shaheen tuvo que disimular una mueca de desagrado. Le caía bien Aidan y, en
su país, las muestras físicas de afecto era habituales entre miembros del mismo sexo.
Pero, aparte de su familia, no le gustaba que lo tocasen. Ni siquiera las mujeres con
las que se acostaba. Mantenía relaciones sexuales para relajarse, no porque buscase
intimidad.
     Apenas podía recordar su último encuentro sexual. Los encuentros carnales, sin
la menor emoción, habían perdido su atractivo para Shaheen. Y era lógico, ya que las
mujeres a las que respetaba no despertaban ningún deseo en él.
      —Te aseguro que prefiero trabajar a este… frenesí.
     Aidan lo miró, desconcertado. Después de seis años como socios, aquel hombre
aún no lo conocía en absoluto. Probablemente porque lo mantenía, como a todo el
mundo, a distancia. Pero Aidan había organizado aquella fiesta con la mejor
intención, de eso estaba seguro, y no era justo ni educado mostrarse desagradecido.
     —Pero no todos los días le digo adiós a mi libertad —añadió—. De modo que
toda esta… fanfarria es bienvenida.



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      Aidan sonrió de nuevo.
      —No vas a perder tu libertad. He oído que esos matrimonios arreglados son el
paradigma de… en fin, de la flexibilidad marital —le dijo, dándole otra palmadita en
la espalda.
      Shaheen tuvo que hacer un esfuerzo para contenerse.
      Afortunadamente, Aidan se dio la vuelta en ese momento para anunciar que
había llegado el príncipe y él actuó como un autómata, como hacía tantas veces, para
no defraudar a su socio. No tenía sentido explicarle que la situación no era la que él
creía. Además, había tomado un par de copas y no estaba lúcido del todo. Dejaría
que disfrutase de la euforia del alcohol y no le hablaría de la dura realidad.
      Porque su vida estaba a punto de hundirse para siempre.
     No la vida profesional, donde no había dejado de tener un éxito detrás de otro,
sino la vida personal. Las cosas habían ido deteriorándose poco a poco… incluso
podría decir el día en el que todo había empezado a ir cuesta abajo: el día de su pelea
con Aram.
      Antes de eso, vivía una existencia encantadora, con un futuro sin límites. Pero
las cosas habían ido de mal en peor desde entonces.
      Siempre había sabido que, como príncipe de Zohayd, se esperaba de él que
contrajese un matrimonio de Estado. Pero no había querido pensar en ello, esperando
que alguno de sus hermanos mayores se casara con la mujer adecuada para los
intereses del país.
     Amjad, su hermano mayor y príncipe heredero, había hecho tal matrimonio y
había terminado en desastre.
     La mujer de Amjad, que se había casado embarazada, conspiró para matar a su
hermano y hacer pasar a ese hijo como suyo para seguir siendo la princesa y madre
del heredero al trono.
     Tras el divorcio de Amjad, el escándalo, que aún resonaba en la región, había
dado la vuelta al mundo. Y nadie se atrevía a pedirle a su hermano que volviera a
contraer otro matrimonio de Estado. Él decía que cuando llegase el momento de
convertirse en rey, su hermano Harres sería su heredero y si no, lo sería Shaheen.
Punto.
      En cuanto a Harres, él nunca contraería un matrimonio de Estado porque
casarse con una mujer de alguna tribu de la región comprometería su posición como
ministro de Interior, el mejor que había tenido nunca Zohayd. Si decidía casarse, algo
que parecía imposible, ya que ninguna mujer le había interesado de verdad en sus
treinta y seis años, Harres podría elegir a su esposa.
     De modo que dependía de él contraer un matrimonio que revitalizase los pactos
entre las diversas facciones de su país. Shaheen era el último hijo del rey nacido de
una reina de Zohayd. Haidar y Jalal, sus hermanastros, hijos de la reina Sondoss, que
era natural de Azmaharia, no eran considerados lo bastante «puros» de raza como
para que sus matrimonios pudiesen implementar la paz.



                                                                         Nº Páginas 6-90
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     Durante años, Shaheen había sabido que no podría escapar a su destino pero en
lugar de resignarse, lo odiaba más cada día. Era como una sentencia de muerte
pendiendo sobre su cabeza.
     Unos días antes, el día que cumplió treinta y cuatro años exactamente, había
decidido terminar con el sofocante suspense anunciando su capitulación. Le había
pedido a su padre que empezase a buscar candidatas y, al día siguiente, la noticia de
que el príncipe Shaheen buscaba esposa había aparecido en todos los medios de
comunicación.
     Y allí estaba, soportando una fiesta que su socio había organizado para celebrar
que pronto dejaría de ser un hombre libre.
     Shaheen miró su reloj y frunció el ceño. Sólo habían pasado unos minutos y ya
había estrechado cientos de manos y sonreído a docenas de rostros artificialmente
embellecidos o embriagados.
     Ya estaba bien. Le diría a Aidan que estaba cansado y se alejaría de aquella
pesadilla. Seguramente su socio ya habría bebido lo suficiente como para no echarlo
de menos.
     Pero cuando se dio la vuelta… se quedó sin aire en los pulmones. Porque al otro
lado de la habitación estaba… ella.
    Y, de repente, el mundo pareció detenerse. Todo parecía contener el aliento
mientras miraba esos preciosos ojos oscuros.
    No hubo una decisión consciente para lo que hizo después pero una
compulsión incontenible lo empujó en su dirección, como si estuviera hipnotizado.
     La gente se apartaba a su paso, como empujados por una fuerza invisible.
Incluso la música cesó abruptamente.
     Por fin, también Shaheen se detuvo a unos metros de ella para poder mirarla de
arriba abajo. Para devorar con los ojos esos rizos dorados que caían sobre sus sedosos
hombros. Llevaba un vestido de tafetán color chocolate, a juego con sus ojos, con un
hombro al descubierto, que destacaba su cintura de avispa y caía luego hasta los pies
en varias capas. Tenía un rostro esculpido, exquisito, ojos inteligentes y sensibles,
pómulos elegantes, nariz pequeña y unos labios hechos para la pasión.
     Y eso fue sólo un primer vistazo, luego llegarían los detalles. Necesitaría una
hora, un día, un año para maravillarse ante todos ellos.
     —Di algo —le pidió por fin, con una voz ronca que parecía salir directamente
de su corazón.
      Johara temblaba, desconcertada.
      —Yo…
      —Di algo para que pueda creer que de verdad estás aquí.
      —Yo no… —Johara no terminó la frase, consternada.
    Pero Shaheen había oído suficiente como para saber que su voz era tan bella
como su rostro.



                                                                        Nº Páginas 7-90
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      —¿No sabes qué decirme o no sabes por dónde empezar?
      —Shaheen, yo…
     De nuevo, Johara se detuvo y el corazón de Shaheen se detuvo también durante
unas décimas de segundo. Casi se había mareado cuando pronunció su nombre y
cuando levantó su barbilla con un dedo para mirarla a los ojos sintió que caía en un
abismo…
      —¿Me conoces?




                                                                       Nº Páginas 8-90
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                                         Capítulo 2
      ¿No la había reconocido?
     Johara miró a Shaheen, atónita. Pero debería haberlo imaginado. ¿Por qué iba a
reconocerla? Seguramente se había olvidado de su existencia mucho tiempo atrás. Y
aunque no fuera así, ya no se parecía nada a la chica de catorce años que había sido.
      Eso era debido en parte a que empezó a crecer muy tarde y en parte a la
influencia de su madre. Cuando vivían en Zohayd, Jacqueline Nazaryan siempre
había intentado esconder su belleza. Más tarde le explicó que, habiendo heredado la
estatura, el hermoso color de piel y los ojos de su padre, sabía que se convertiría en
una chica rubia alta y voluptuosa. Y en un país como Zohayd, donde las mujeres
eran bajitas y morenas, alguien como Johara sería una joya muy apreciada y una
fuente de interminables problemas.
      Según ella, si hubiera aprendido entonces a destacar su belleza, se habría
convertido en el objetivo de peligrosos deseos masculinos y ofertas ilícitas. Pero la
había abandonado en Zohayd, segura de que Johara seguiría siendo una persona
invisible.
     Una vez que se reunió con su madre en Francia, sin embargo, Jacqueline la
había animado a destacar su belleza, enseñándole a usar lo que, según ella, eran sus
poderes.
      A medida que Johara se convertía en diseñadora y empresaria, había
descubierto que su madre tenía razón. La mayoría de los hombres no veían más allá
de una cara bonita y un cuerpo que deseaban. Varios hombres ricos e influyentes
habían intentado adquirirla como si fuera un trofeo, aunque ella los había rechazado
sin el menor incidente. Sin las repercusiones que su madre tanto temía en Zohayd.
     De modo que era lógico que Shaheen no la hubiera reconocido; el patito feo se
había convertido en un elegante cisne.
      Y allí estaba. Mirándola como si la viera por primera vez. El brillo de interés en
sus ojos era sólo eso, interés en una mujer bonita. Nada más.
     —Claro que sabes quién soy —dijo Shaheen entonces. Las luces de las lámparas
le daban un brillo de cobre a su pelo—. Al fin y al cabo, has venido a mi despedida
de soltero.
     Ella permaneció muda. Pensaba que lo reconocía sólo porque era una
celebridad…
      —¿A quién debo darle las gracias por invitarte?
     A Johara se le encogió el corazón. No se le había ocurrido pensar que Shaheen
podría no reconocerla después de tantos años… aunque debería haberlo esperado.
Pero que no hubiera nada en ella que despertase sus recuerdos le dolía. No podía
aceptarlo.




                                                                          Nº Páginas 9-90
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     Y sólo había una razón para que se hubiera acercado a ella: Shaheen estaba
intentando conquistarla.
     —Puede que suene como la frase más antigua del mundo pero siento como si te
conociera desde siempre.
     La música subió de volumen en ese momento, cortando de raíz la posibilidad
de que Johara pudiese replicar.
      Shaheen miró alrededor con expresión airada antes de volver a clavar en ella
sus ojos.
      —Este sitio es insoportable —le dijo—. ¿Nos vamos?
     Johara contuvo el aliento cuando la tomó del brazo en un gesto cortés y
posesivo a la vez.
      —Pero… es tu fiesta.
      Shaheen esbozó una sonrisa que dejaba al descubierto unos dientes perfectos.
     —Así es, y puedo marcharme cuando quiera —bromeó, rozando su brazo
desnudo con el pulgar; la caricia haciendo que Johara sintiera escalofríos—. Y con
quien quiera.
      El mundo pareció transformarse cuando lo vio sonreír… pero aquello era
ridículo.
     Johara parpadeó, desconcertada, mientras Shaheen la sacaba del salón. De
repente, estaba en un espacioso vestíbulo de mármol, caminando sobre un par de
piernas temblorosas hacia el ascensor privado.
      ¿Cómo habían llegado hasta allí?
      De repente, todo aquello era demasiado para ella. Estar al lado de Shaheen la
dejaba sin aire, incapaz de formar un pensamiento coherente. Pero él no la recordaba
y estaba intentando seducirla sin saber quién era…
     Sólo cuando se detuvieron frente al ascensor encontró ánimo para apartarse un
poco.
     Shaheen la miró con rostro serio, el frunce de sus labios casi airado. Aquella era
una cara que no había visto, la del implacable príncipe en el que podía convertirse
cuando lo provocaban.
     No parecía entender o aceptar que una mujer pudiese tener la temeridad de
apartarse de él. Tal vez aquel encuentro terminaría con su recuerdo de Shaheen para
siempre. Y no como ella había imaginado.
    —Estás convencido de que quiero irme contigo, ¿verdad? —le preguntó, sin
poder disimular su desilusión.
      —Sí, desde luego. Tan seguro como de mi deseo de irme contigo.
      —Tenías razón —Johara suspiró—. Son las frases más antiguas del mundo.
      —Sé que suenan así, pero te aseguro que son ciertas.




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      —Ya, claro.
     —¿Crees que no tengo imaginación? ¿Que usaría algo tan manido para
expresarme si no fuera la verdad?
    —Tal vez sólo eres perezoso o demasiado cínico como para pensar en algo
nuevo. O tal vez crees que yo no merezco el esfuerzo de decir algo más original.
      Shaheen la miró, atónito.
      Y Johara estaba tan sorprendida como él. ¿De dónde había salido eso? Era como
si la decepción que sentía se hubiera convertido en una olla a presión, obligándola a
decir lo que pensaba.
      Lo había amado durante tanto tiempo…
      Había fantaseado tantas veces con cómo sería si volvieran a encontrarse… y la
realidad había destrozado esos sueños. Su deseo de acostarse con ella convertía en
una triste broma el cariño que había sentido por él durante toda su infancia. Un
cariño y una conexión especial que, aparentemente, sólo existían en su imaginación.
      Y saber eso hizo que su corazón se encogiese un poco más.
      —¿No se te ha ocurrido pensar que he venido con mi novio o mi marido?
      —No —respondió Shaheen.
      —¿Que pudiera estar comprometida con otro hombre no te parecía relevante?
    —No puedes estarlo —dijo él—. Yo lo habría sentido, me habría dado cuenta de
que…
       Shaheen se detuvo abruptamente. Su ilimitada energía desapareció de golpe y
la tristeza que había notado en él cuando entró en el salón pareció envolverlo como
una capa.
      Lo vio cerrar los ojos y pasarse una mano por la frente antes de mirarla a los
ojos. Y la tristeza que vio en ellos le partió el corazón.
     —No sé qué me ha pasado, perdona. Te he visto y pensé… estaba seguro de
que tú me mirabas con el mismo… reconocimiento —se disculpó.
      —No te entiendo.
    —Esa sensación que experimentas cuando conoces a alguien que… es para ti.
Debe haber sido un efecto de la luz, he visto lo que quería ver —dijo Shaheen—.
Debo estar más cansado de lo que pensaba y te pido disculpas. A ti y a tu prometido.
Debería haber imaginado que una mujer como tú no podría estar sola.
    Abría y cerraba los puños mientras hablaba y luego, sacudiendo la cabeza y
murmurando una imprecación ininteligible, se dio la vuelta.
     Johara se quedó inmóvil, como si la hubiera golpeado un rayo, viéndolo alejarse
a grandes zancadas.
     Lo único que podía pensar era que no parecía un hombre frío, decidido a
seducirla por el simple placer de hacerlo. Parecía dolido, agotado, y pensó entonces
que lo último que vería de él sería esa expresión de tristeza…


                                                                       Nº Páginas 11-90
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      —Era una pregunta hipotética.
    Shaheen se detuvo. Pero no se dio la vuelta, la tensión emanaba de sus
miembros.
      Johara hizo un esfuerzo para seguir:
     —Cuando mencioné un novio o un marido, sólo lo hice para que te parases a
pensar un momento.
      —No estás con nadie —dijo él, con voz ronca, antes de volverse para mirarla.
      Johara negó con la cabeza.
      —No.
      —Entonces sólo has puesto objeciones porque…—mientras hablaba, Shaheen se
acercaba a ella de nuevo, cada paso como un terremoto— me has tomado por un
seductor perezoso que no encuentra una sola frase original para expresar su deseo de
estar a solas contigo. Alguien que no es capaz de inventar una frase poética que haga
justicia a la sorpresa de nuestro encuentro.
      Johara intentó llevar aire a sus pulmones.
    —Muy bien, creo que debo revisar mi opinión. Veo que sí eres original y sí
puedes ser poético.
     Shaheen rio entonces y a Johara se le doblaron las rodillas. Y eso fue antes de
que diese el último paso hacia ella. Johara sintió que se le erizaba el vello de la nuca
como si hubiera recibido una descarga eléctrica.
     —Dime que tú también lo sientes —murmuró—. Dime que esta entidad casi
tangible que yo siento entre nosotros existe de verdad. Que no estoy loco, que no
estoy imaginando cosas.
      Era la segunda vez que aludía a tal condición y la idea de que estuviera
sufriendo la angustiaba hasta el punto de tener que morderse los labios.
      —Existe… no lo estás imaginando.
      —Voy a tocarte. ¿Te apartarás de nuevo o quieres que lo haga?
     Ella negó con la cabeza y Shaheen la atrajo hacia él. Johara cayó sobre su torso,
con la cabeza apoyada sobre su corazón, done había soñado tantas veces. Donde
había estado una vez, tantos años atrás, durante ese momento que cambió su destino.
Él puso una mano en su cabeza para acariciar su pelo, suspirando.
    —Esto no tiene precedentes. Hemos tenido nuestra primera pelea y nuestra
primera reconciliación incluso antes de que me dijeras tu nombre.
    —En realidad, no ha sido una pelea —objetó Johara, apartándose un poco para
poder respirar, para intentar que su corazón no estallase de felicidad.
      Shaheen sonrió, diciéndole con los ojos lo encantado que estaba.
    —Yo no quería pelearme, pero tú parecías dispuesta a sacarme los ojos —
bromeó—. Y yo te hubiera dejado. Dime tu nombre, ya ajaml makhloogah fel kone.
Bendíceme con ese regalo.


                                                                         Nº Páginas 12-90
Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas



     Acababa de llamarle «la criatura más bella del universo». Seguramente no se
había dado cuenta de que lo había dicho en su idioma nativo o lo habría traducido de
inmediato.
      —Jo… —Johara se interrumpió de inmediato. No podía decirle quién era.
     Si lo hacía, Shaheen se apartaría. Se sentiría avergonzado, consternado. Y no
podría soportar perder aquel momento.
      Porque aquella iba a ser la última vez que se vieran.
      —Gemma.
     Johara estuvo a punto de darse un golpe en la frente. ¿Gemma? ¿Tenía que
traducirlo literalmente? No podía ser menos original.
      Debería decirle que había sido muy agradable conocerlo y despedirse de él.
Salir corriendo sin mirar atrás. Tenía el resto de su vida para recordar aquel mágico
encuentro.
      Pero Shaheen se lo impidió estrechándola de nuevo contra su corazón.
      —Gemma. Perfecto, ya joharti.
      Johara dio un respingo al escuchar su verdadero nombre.
     —Significa «mi joya» en la lengua de mi madre —le explicó él—. Entonces, mi
preciosa Gemma, ¿vendrás conmigo?
      —¿Dónde? —preguntó ella.
      —Mientras estés conmigo, ¿qué importa?




      Estaba claro que nada importaba.
      Nada importaba si lo comparaba con la oportunidad de estar con Shaheen unos
minutos más. Ser el objeto de su interés, la instigadora de su deseo, era algo
irresistible.
      Johara experimentó una oleada de placer mientras estaba sentada frente a él en
el exclusivo restaurante al que la llevó a cenar, enteramente para ellos solos.
     Habían estado hablando sin parar desde que salieron de la fiesta de McCormick
y Johara había contestado sus preguntas sin especificar nombres o sitios y nada de lo
que le había dicho parecía despertar en él recuerdo alguno. Le dolía que fuera así,
pero su agradecimiento por tener unos minutos a su lado era mayor que cualquier
desilusión.
     —¿Quieres saber lo que dijo el maître cuando le pedí que vaciase el restaurante
para nosotros? —le preguntó Shaheen, con los ojos brillantes—. Que una táctica tan
grosera no funcionaría con una mujer tan refinada como tú.
      Johara rió.
      —Un hombre muy astuto.



                                                                       Nº Páginas 13-90
Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas



      Shaheen suspiró exageradamente.
      —Ojalá me hubieras dicho eso antes de que él vaciase mi supuestamente
infinita tarjeta de crédito.
     Johara rió de nuevo. Las fantasías que había ido creando con los años
demostraban ser ciertas. La conexión estaba ahí. Shaheen seguía siendo el hombre al
que recordaba… no, era mucho mejor.
      Y eso la hizo experimentar una sensación agridulce.
     —No, en serio, no deberías haber hecho tal gasto. Pensé que estábamos de
acuerdo en que daba igual dónde estuviéramos.
      —Quería estar a solas contigo.
      —Podríamos haber ido a dar un paseo por el espigón.
     —No se me había ocurrido —Shaheen se encogió de hombros—. Hace frío y no
vas vestida para pasear por la calle —cuando la miró a los ojos, el brillo de humor
había desaparecido, reemplazado por un brillo de deseo—. Además, tú sabes dónde
quiero estar contigo, Gemma. En mi casa, en mi cama.
      Johara cerró los ojos, intentando contener la emoción.
      No podía hacerlo. No debería haberlo buscado…
      —Shaheen…
      —Te deseo, Gemma. No sabía que pudiera desear a una mujer como te deseo a
ti, que pudiera sentir algo tan intenso y tan puro.
      —¿Puro?
     —Puro, inmaculado. Te deseo en todos los sentidos y tú me deseas a mí. Sé que
no sentiría lo que siento si no fuera así. ¿Dejarás que vea cumplido ese deseo?
¿Dejarás que te adore?
      —Shaheen, por favor…
    De repente, él se levantó y, antes de que el corazón de Johara pudiese latir de
nuevo, se inclinó para enterrar los labios en su cuello.
      —Esto es lo quiero, darte placer.
     Una vocecita interior le repetía: «Dile quién eres». «Shaheen dejará de
atormentarte en cuanto conozca tu identidad».
     Pero se enfadaría con ella por habérsela escondido y no podía dejar que todo
terminara así, con él sintiéndose engañado. Y odiándola.
     Tenía que decirle que no, pensó. Shaheen soportaría el rechazo. Ella no había
querido que ocurriera nada pero desde que sus ojos se encontraron en el salón,
estaba actuando sin control, sin pensar en las consecuencias, sin fuerza de voluntad.
      Johara abrió la boca y, sin pensar en las consecuencias y sin voluntad, susurró:
      —Sí, por favor.




                                                                         Nº Páginas 14-90
Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas




                                         Capítulo 3
      Johara no sabía qué esperar cuando le dijo que sí a Shaheen.
      Desde luego, nada de lo que ocurrió en las siguientes dos horas.
      Después de obtener su capitulación incondicional, Shaheen tomó su mano para
llevarla hacia la limusina que esperaba en la puerta del restaurante. En árabe, le dio
al chófer la orden de dar un largo rodeo antes de ir a su casa y luego se sentó a su
lado, charlando sobre mil cosas.
      Durante el viaje hasta su ático no la besó, no la abrazó. Sólo tocaba su mano. No
la soltó en ningún momento.
      Le mostró fotografías familiares en su iPhone, muchas de su padre y sus
hermanos, que tenían el mismo aspecto que ella recordaba, pero mayores y más
serios. Y también había fotos de su tía Bahiyah, de su hermanastra, Aliyah, y de su
prima Laylah, las únicas chicas de la familia en cinco generaciones.
    Shaheen decía que eran las únicas a las que merecía la pena fotografiar, las más
simpáticas y bellas de su familia entre un montón de hombres.
      A Aliyah, que era tres años mayor que Johara y a quien apenas había visto en
los ocho años que vivió en el palacio, la habían hecho pasar por sobrina del rey Atef.
Sólo dos años antes se había descubierto que la princesa Bahiyah la había adoptado y
hecho pasar por hija suya cuando era en realidad la hija del rey, fruto de una historia
de amor extramarital con una mujer estadounidense.
     En lugar de provocar un escándalo, el descubrimiento había abortado una
guerra en la región cuando Aliyah se casó con el nuevo rey de Judar, Kamal Aal
Masood.
     Aliyah no parecía la chica frívola que recordaba, pensó Johara, mirando su
fotografía. De hecho, era el paradigma de la feminidad y la elegancia. Y la alegría.
Estaba claro que era una mujer feliz y que su matrimonio con Kamal había sido un
matrimonio por amor. Como el futuro matrimonio de Shaheen lo sería también. ¿Qué
mujer no lo adoraría?
     Johara parpadeó para contener las lágrimas, concentrándose en la fotografía de
Laylah. La chica de doce años que era cuando vivía en el palacio se había convertido
en una belleza espectacular. No había tenido oportunidad de conocerla bien porque
la madre de Laylah, la hermana de la reina Sondoss, nunca la había dejado mezclarse
con los hijos de los empleados de palacio.
     Shaheen decía que Laylah era una de las dos razones por las que perdonaba a
su madrastra por existir; las otras dos eran sus hermanastros, Haidar y Jalal. También
decía que las mujeres de su familia daban a los As Shalaan, especialmente a Shaheen
y a sus hermanos, una visión de la vida diferente, una que no se sometía a sus
deseos. Y por eso, junto con muchas otras cosas que compartían con Johara, estaba
seguro de que se llevarían de maravilla.




                                                                         Nº Páginas 15-90
Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas



     Todo lo que decía parecía dejar claro que pensaba que no iban a separarse, que
aquello continuaría. Pero debía saber que eso era imposible.
     Parecía creer en lo que estaba diciendo, como si hubiera olvidado el matrimonio
de Estado que había anunciado cuatro días antes.
      Johara se había dado cuenta de que ese matrimonio pesaba como una losa sobre
él. Tenía que cumplir con su deber pero desde que habían vuelto a verse, todo eso
parecía olvidado.
     Y ella no iba a recordárselo. Los dos recordarían la dura realidad muy pronto y
tendrían que vivir con ella durante el resto de sus vidas.
      Pero esa noche era suya.
      De modo que allí estaba, en medio del vestíbulo, viéndolo quitarse la chaqueta
con tranquilos y precisos movimientos.
     Johara no sabía qué esperar, pero había tenido una visión de Shaheen
tomándola en brazos para sacarla de la limusina, ahogándola a besos mientras la
llevaba a su casa, apretándola contra la puerta en cuanto entrasen para demostrar
cuánto la deseaba.
      ¿Habría recordado sus deberes y decidido enfriar las cosas?
     Tal vez debería marcharse, pensó. O no debería haber ido con él. No debería
haber ido a la fiesta, no debería haberle dicho que sí…
     Johara cerró los ojos, momentáneamente cegada. Shaheen le había hecho una
fotografía con el móvil y ahora se acercaba a ella, gloriosamente masculino e
imponente. Pero era su expresión lo que hacía que su corazón latiera como un
péndulo.
     La ligereza de su paso había desaparecido, reemplazada por una ardiente
sensualidad que iluminaba sus ojos. Luego se detuvo a un metro de ella y tomó esa
mano de la que parecía enamorado.
      —Estás tan… pensativa. Y, si es posible, aún más bella que antes. Esta foto es
algo que los viejos maestros hubieran suplicado retratar —Shaheen se llevó su mano
a los labios para besar uno a uno sus nudillos—. ¿Has decidido echarte atrás?
      —No —el monosílabo salió de su boca sin pensar siquiera—. ¿Y tú?
      Shaheen rió.
     —Lo único que quiero en este momento es adorarte. Te aseguro que debo
contenerme para no tragarte entera.
     Por eso estaba conteniéndose, temía ser demasiado agresivo. Y ella se mostraba
insegura otra vez…
     Pero era lógico. Durante todos esos años, mientras lo adoraba en secreto, su
amor por él había sido espiritual. Jamás hubiera podido imaginar que Shaheen
podría desearla como mujer, y cuando fantaseaba con él, lo único que hacía era
besarla.
      Y, sin embargo, estaba deseando experimentar su amor por completo.


                                                                      Nº Páginas 16-90
Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas



     Se acercó un poco más, su corazón latiendo como las alas de un colibrí dentro
del pecho por la enormidad de lo que estaba sintiendo, por lo que estaba punto de
descubrir.
     —Empieza por cualquier sitio, Shaheen —le dijo—. Y no pares. No quiero que
pares.
     Cuando se quedó callada, un poco avergonzada, Shaheen levantó las manos
para acariciar su rostro.
     —Entonces empezaré por aquí —le dijo—. Tu piel es increíble, como todo en ti.
Es porcelana, alabastro. Tus ojos brillan como ónices pulidos, inundándome con una
avalancha de emociones, cada una más embriagadora que la otra. Y tus labios
tiemblan… cada temblor sacudiéndome hasta que no soy nada más que una masa de
ansia incontenible.
      Johara tragó saliva.
      —Yo tenía razón. Eres un poeta.
      Shaheen esbozó una sonrisa mientras ponía un dedo sobre sus labios.
      —Parece que no has oído con claridad mis últimas palabras.
      Johara cerró los ojos, saboreando esa sensación largamente soñada. Pero sus
sueños no la habían preparado para la realidad y, sin darse cuenta, dejó escapar un
gemido de placer; un placer que emanaba de su aliento, de su proximidad, de su
roce. Y entonces sus labios hicieron lo que habían anhelado hacer toda la vida,
acariciar la piel de Shaheen en un beso tembloroso.
     Al notar que contenía el aliento perdió parte de sus inhibiciones y abrió los
labios para chupar su dedo, el sabor salado de su piel hacía que su cuerpo se
convirtiera en un río de lava.
    Sabía que Shaheen podía notarlo y sintió un mareo al saber que podían
compartir aquello.
     Sintiéndose más atrevida, volvió a chuparlo, con los ojos cerrados, centrando
toda su existencia en ese dedo.
      —Esto es extremadamente peligroso —su voz era tan ronca que Johara abrió los
ojos. Los de Shaheen ardían mientras introducía el dedo en su boca y ella lo chupaba
con abandono—. Me deseas tan ardientemente como yo a ti.
     Ella asintió con la cabeza, el aliento escapando de su cuerpo. Sentía que se
desintegraba de deseo.
      Shaheen apartó el dedo para apoyar su frente en la de ella.
      —Esto no puede compararse con nada. Es agónico pero sublime a la vez.
      —Sí —susurró ella.
    Aunque no tenía experiencia para apoyar esa afirmación, sabía que el ansia que
provocaban sus caricias era más satisfactorio que una frenética copula.




                                                                      Nº Páginas 17-90
Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas



     Shaheen pasó las manos por su espalda hasta tocar la cremallera de su vestido,
que bajó con tortuosa lentitud sin dejar de mirarla a los ojos. Ella gimió cuando
desabrochó el sujetador y se quedó sin aliento cuando Shaheen se puso de rodillas,
mirándola de arriba abajo como si de verdad pudiera tragársela.
      —Quiero adorarte.
      Johara habría caído hacia delante si el hombro de Shaheen no la hubiera
sujetado. Y tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para mantenerse en pie al notar
el roce de su legua en el ombligo, el roce de sus dientes en el pecho, sus gemidos
aumentando de volumen cuando mordió suavemente sus pezones.
      —Shaheen, por favor…
     Como respuesta, él enganchó las braguitas con los pulgares para tirar hacia
abajo. Y entonces, de repente, Johara quedó desnuda ante sus ojos.
      Con los zapatos y la ropa a sus pies, sintió que el mundo se detenía. Aquello no
tenía precedentes. No podía compararlo con nada.
     Estaba con Shaheen, delante de él, desnuda. Estaba a punto de ser suya en carne
y hueso, como lo era de cualquier otra manera.
      Lo miró mientras él acariciaba sus piernas, de la pantorrilla al muslo, su cerebro
a punto de apagarse como una bombilla. Escuchó su magnífica voz diciendo cosas en
el idioma que mejor entendían en ese momento, el idioma del deseo.
     Johara se había convertido en un charco de deseo cuando Shaheen se incorporó.
Y habría caído a sus pies si él no la hubiera sujetado.
      —Abrázame, Gemma. Envuélveme en tus brazos.
    Al fin, pudo moverse. Quería hacerlo; sólo deseaba, como había deseado
siempre, darle lo que quería.
     Johara le echó los brazos al cuello, las piernas alrededor de su cintura. Y sentir
el poder de su erección fue indescriptible. Se sentiría vacía, a la deriva, cuando ya no
pudiera abrazarlo.
     Apoyó la cabeza en su hombro mientras atravesaba el ático con ella en brazos.
Tenía los ojos abiertos, pero sólo registraba pinceladas del ático, impregnado del
carácter de Shaheen, en aquel espacio austero, más impresionante por ser poco
pretencioso. Y enseguida llegaron al dormitorio… el dormitorio de Shaheen.
     Terminar en su cama era lo último que había esperado cuando se embarcó en su
misión de volver a verlo por última vez.
      Pero quería estar allí más de lo que había deseado ninguna otra cosa en su vida.
      Sus sentidos despertaron entonces de aquella especie de estupor. Allí era donde
Shaheen dormía, donde despertaba, donde leía, se duchaba y se afeitaba, donde se
vestía cada mañana y se desnudaba cada noche. Donde se daba placer a sí mismo y
donde, con toda seguridad, daba placer a otras mujeres.
      Aquel era su sancta sanctorum en Nueva York. Y estaba ofreciéndole el exclusivo
privilegio de estar allí. Sería sólo una vez, pensó. Y tenía que aprovecharla.



                                                                         Nº Páginas 18-90
Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas



      La habitación, de techo altísimo, estaba iluminada sólo por una lamparita en la
mesilla y su mirada, ávida de secretos, acababa de registrar la decoración en tonos
grises y verdes con acentos en madera del color de sus ojos.
     Shaheen la dejó en el suelo y la apretó contra la puerta, como había esperado en
un principio, sosteniéndola allí con su cuerpo.
     Johara temblaba, sintiendo la puerta de madera en su espalda desnuda, el
ardiente cuerpo masculino apretado contra ella, la presión de su erección contra la
íntima carne, sin nada entre ellos más que la ropa de Shaheen.
     Unos minutos antes había sido demasiado tímida como para explorar su deseo.
Incluso ahora no se atrevía a pasar de imaginarlo a verlo con sus propios ojos. La
idea de tenerlo dentro de ella era abrumadora y ni siquiera la había besado en los
labios…
        Shaheen levantó la cabeza.
        —Quiero darte placer, ya galbi.
      Que la llamase «mi corazón» hizo que de la garganta de Johara escapara un
sollozo.
        —Gemma, si quieres que pare, lo haré. Si no estás segura del todo…
     Johara tomó su cara entre las manos para robarle el beso que había anhelado
toda su vida y él se quedó inmóvil, dejando que lo besara durante unos segundos
antes de apartarse para tumbarla sobre la cama; la luz de la lámpara permitiéndolo
mirarla a placer.
        —¿Qué ocurre, Gemma…? ¡Estás llorando!
        Johara puso las manos sobre sus hombros, intentando tirar de él.
        —No, yo… te deseo tanto. No puedo esperar más. Por favor, Shaheen, hazme
tuya.
        La preocupación de su rostro se disipó, reemplazada por un deseo feroz.
     —Deseo tomarte, invadirte hasta que llores de placer, pero no puedo. Necesito
prepararte primero. No quiero hacerte daño.
        —No vas a hacerme daño —dijo ella—. Estoy lista…
        —Galbi, deja que yo marque el ritmo. Necesito que esto sea perfecto para ti.
        —Será perfecto. Cualquier cosa contigo sería perfecta…
    —Si no quieres tener un lunático encima de ti, no digas una palabra más,
Gemma —la interrumpió él—. Jamás imaginé que pudiera perder el control de este
modo, pero lo he perdido contigo.
     —Si ahora has perdido el control, no querría estar contigo si algún día fueras
capaz de dominarte. Seguramente me matarías de frustración…
    Esa vez fueron sus labios los que la interrumpieron, con ese beso que había
imaginado desde que tenía edad para soñar con besos. Pero estaba equivocada.




                                                                           Nº Páginas 19-90
Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas



     Nunca había imaginado la tierna ferocidad con la que la devoraba; sus
posesivos labios abrumándola de sensaciones, enterrándola en olas de placer.
      Shaheen levantó sus brazos sobre su cabeza con una mano y acarició sus pechos
con la otra.
     —Sólo puedes gemir para pedir más y llorar de placer. Eso será suficiente para
que pierda la cabeza.
        —Deja que te vea —murmuró Johara.
        —Aún no. Y ya te estás saltando las reglas.
        —Has dicho que podía gemir pidiendo más. Y quiero más de ti.
        —Tendrás todo, y como tú quieras. Pero no ahora mismo.
        —No estás siendo justo —protestó Johara.
        —Eres tú quien está siendo injusta. Nada debería ser tan maravilloso.
        Johara intentó liberar sus manos porque necesitaba tocarlo sin la barrera de la
ropa.
     Lo oyó lanzar un gemido ronco mientras la tumbaba sobre la cama de nuevo
para seguir atormentándola con besos. Pero sólo cuando se deslizó hasta el borde de
la cama para clavar las rodillas en el suelo de nuevo se dio cuenta de sus intenciones.
Y su corazón se detuvo durante una décima de segundo.
     Era estúpido sentirse avergonzada por tener la boca de Shaheen sobre su parte
más íntima cuando estaba suplicándole más, pero así era. Johara intentó cerrar las
piernas pero él las separó con las manos.
        —Ábrete para mí, deja que te prepare.
        —Estoy preparada —insistió ella.
     —No quiero que te contengas cuando te posea y sólo un par de orgasmos te
prepararán para eso.
        —¿Un par de…? —Johara no terminó la frase, incrédula.
        ¿Qué iba a hacerle?
        Cualquier cosa. Aceptaría cualquier cosa de Shaheen.
     Se abrió para él y esos largos y perfectos dedos acariciaron sus femeninos
labios, abriéndose paso entre el río de lava de su deseo. Johara se estremeció,
experimentando sensaciones que eran casi insoportables. Y eso fue antes de que
introdujera un dedo en su húmeda cueva.
      Johara se dio cuenta entonces de que se sentía vacía y sólo tenerlo dentro podría
llenar ese vacío.
      Intentó tirar de él con las piernas, pero Shaheen no cejaba en su empeño; la
magnífica cabeza masculina entre sus muslos, invadiendo su feminidad con los
labios y la lengua. Verlo haciendo eso era casi más abrumador que las sensaciones
físicas que experimentaba.



                                                                         Nº Páginas 20-90
Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas



     En medio del delirio, lo vio beberla, devorarla, disfrutar de su esencia. Y pareció
saber cuándo no podía soportarlo más.
    —Ahora, ya roh galbi, deja que vea y oiga el placer que te doy —murmuró
Shaheen, antes de rozarla con su lengua de nuevo.
     Fue una reacción en cadena de convulsiones y éxtasis mientras Johara sostenía
su mirada, dejando que viera lo que le estaba haciendo.
     Quería suplicarle que la hiciera suya pero él seguía variando el método,
renovando su desesperación, acelerando su rendición.
     Había perdido la cuenta de los orgasmos hasta que en un momento, cuando
estaba a punto de experimentar otro, Shaheen se colocó a horcajadas sobre ella.
    —Nunca he visto o saboreado nada más hermoso —murmuró, besando sus
pechos.
      Con manos temblorosas, Johara intentó quitarle el cinturón.
      —Quiero verte desnudo… te quiero dentro de mí.
     Shaheen se apartó para quitarse la ropa con movimientos bruscos pero
contenidos. Y, aunque se moría por él, aquella era la única oportunidad de verlo
desnudo, de modo que Johara se puso de rodillas sobre la cama para admirar el
fabuloso torso bronceado, su masculinidad acentuada por el vello oscuro que lo
cubría.
     —Shaheen… —murmuró— eres más bello de lo que había imaginado. Quiero
besar cada centímetro de tu piel.
    —Más tarde, ya hayati, nos adoraremos el uno al otro centímetro a centímetro.
Ahora quiero hacerte mía y que tú me hagas tuyo.
    —Sí —Johara cayó sobre la cama, abriendo los brazos para él, y cuando
Shaheen la cubrió dejó escapar un grito ahogado…
      Era perfecto. No, sublime, como él había dicho.
     Shaheen la miraba a los ojos, solícito y tempestuoso a la vez, mientras se
enterraba en ella con un poderoso envite.
      Johara había estado segura de que no iba a dolerle, de que estaba preparada.
     Pero no estaba preparada para aquello, para él. Y no era sólo que no tuviera
experiencia. Estaba segura de que la experiencia no la habría ayudado a soportar su
primera invasión.
     Fue en el segundo envite cuando él pareció darse cuenta. Pareció entender por
qué se había encontrado con cierta resistencia, por qué la oyó gemir de dolor, por qué
su cuerpo estaba tan tenso, por qué temblaba…
      Y se quedó inmóvil, atónito.
      —¿Eres virgen?
      —No pasa nada… por favor, no pares. Por favor, Shaheen, no pares.




                                                                         Nº Páginas 21-90
Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas



      —B’Ellahi! —exclamó él, intentando apartarse.
      Johara enredó las piernas en su cintura para evitar que se apartase.
      —¡Para, Gemma! —exclamó él—. Te estoy haciendo año.
      —El dolor no es nada comparado con lo que siento cuando te tengo dentro de
mí. Siento que soy tuya…por favor, has dicho que no ibas a controlarte.
      —Eso fue antes de saber que… —Shaheen sacudió la cabeza, incrédulo—. Ya
ullah. Soy el primero.
      —¿Y eso te decepciona?
      —¿Decepcionarme? No, al contrario, estoy abrumado, emocionado.
     —Debería habértelo dicho, ya lo sé. No ha sido una decisión consciente… todo
ha sido tan rápido…—empezó a decir, tragando saliva—. Está bien, me iré y nunca
más volveremos a…
    Pero Shaheen no permitió que se moviera. Al contrario, se movió dentro de ella,
despacio, sin dejar de mirarla.
      —¿Crees que lamento ser el primero? —le preguntó, con voz ronca—. Yo sabía
que eras el mejor regalo que había recibido nunca pero ahora que me has dado esto,
el regalo es aún mayor. Ojalá pudiera ofrecerte algo de la misma magnitud.
     —Tú me estás dando un regalo también —dijo ella, levantando las caderas—. Si
de verdad quieres hacerme un regalo, no te contengas. Dámelo todo.
      —No querrás un lunático enloquecido, ¿verdad?
      —Sí, por favor.
      —Dices que sí y todo dentro de mí se rompe —musitó él, sujetando sus caderas
con las dos manos antes de empujar hasta el fondo.
      Era abrumador y cuando Shaheen se apartó, Johara lo urgió de nuevo. Él se
resistió a sus ruegos por un momento… antes de volver a enterrarse en ella.
      Johara gritó y Shaheen se contuvo, ralentizando sus embestidas, esperando que
el placer la hiciese olvidar el dolor antes de dárselo todo de verdad.
      —Gloriosa, ya galbi, literal y figuradamente.
      «Todo en ti, toda tú».
     Sintió que lo apretaba con fuerza y siguió empujando, llevándola a los límites
del placer, haciéndola gritar.
     Sólo entonces se dejó ir, un momento que Johara guardaría en su memoria para
siempre. Experimentó un nuevo orgasmo al verlo rendido al éxtasis de su unión,
echando la cabeza hacia atrás y dejando escapar un rugido de placer mientras la
llenaba con el calor de su semilla.
    Unos segundos después, Shaheen se tumbó de lado, llevándola con él, saciado
como nunca hubiera imaginado, en perfecta paz por primera vez en su vida.




                                                                         Nº Páginas 22-90
Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas



     —Esto ha sido lo mejor que me ha pasado nunca. Tú eres lo mejor que me ha
pasado nunca.
      Y Johara lo creyó.
      Shaheen no era libre para decir eso, pero aún tenían el resto de la noche.
      Temblando, se concentró en aquel milagro, acariciando su espalda.
      —Tus sentimientos son el reflejo de los míos.
      Shaheen se apartó para mirarla con una sonrisa en los labios.
      —Entonces, depende de mí demostrar lo auténticos que son mis sentimientos.
      Y durante el resto de la noche, eso fue lo que hizo. Sin dejar ninguna duda.




      Johara miraba a Shaheen, en silencio.
     Tumbado de espaldas, con la sábana de color verde oscuro sobre un muslo y el
resto de su cuerpo desnudo al descubierto, apoyaba un musculoso brazo sobre la
cabeza y el otro sobre el corazón.
      Parecía como si estuviera guardando el beso que Johara le había dado antes de
saltar de la cama, cuando le dijo que iba al baño y que volvería enseguida.
      Con el corazón encogido, murmuró un juramento:
      —Te amaré siempre, ya habibi.
      Él suspiró, en sueños, con una sonrisa en los labios.
      Y, aunque estaba al otro lado de la habitación, Johara creyó haber oído:
      —Yo también a ti, mi Gemma.
     Con lágrimas rodando por su rostro, Johara cerró la puerta y salió de la
habitación, fuera de su ático. Fuera de su vida.
      Sintiendo como si la suya hubiera terminado.




                                                                         Nº Páginas 23-90
Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas




                                         Capítulo 4
      En cuanto abrió los ojos, Shaheen supo que ocurría algo extraño. Algo
terriblemente extraño.
      Se sentía… sereno.
     Se quedó inmóvil durante unos segundos, cerrando los ojos de nuevo para
saborear esa sensación de felicidad.
     Una sensación nueva para él. Nunca se había sentido así, ni siquiera en sus
mejores días.
      Siempre había sabido que debía sentirse agradecido por todo lo que tenía y
jamás había dado por sentados sus privilegios. Aceptaba el precio que debía pagar
por ellos y la carga que ponía sobre sus hombros. Incluso disfrutaba de los retos y las
dificultades que dictaba tener esos privilegios.
      Lo que nunca le había gustado eran las restricciones que imponían en su vida,
la frustración de tener que someterse a las demandas de otros o hacer menos de lo
que él pensaba que debía hacer.
      Y esas limitaciones eran una fuente constante de tensión.
     Pero no había ni gota de esa tensión en aquel momento. Sentía algo que sólo
había experimentado parcialmente, que nunca había imaginado al completo: una
sensación de paz.
      Y era por ella.
      Gemma.
     Incluso su nombre era perfecto. Todo lo que había sentido con ella, visto en ella,
tenido con ella, lo era. Y la maravilla de conocerla parecía haber borrado de un
plumazo todo lo anterior. Que tuviera que hacer un esfuerzo para recordar algo que
no fuera ella era asombroso.
      Una noche con Gemma era como la suma total de su experiencia de la vida.
      Shaheen se estiró, canturreando una canción, satisfecho y contento.
      De modo que aquello era la verdadera pasión. Nunca había sentido nada así.
Había conocido la pasión por el trabajo, por el éxito, el amor de su familia… pero
sólo había sentido un ligero y efímero interés por las demás mujeres.
      Nunca había imaginado algo tan poderoso. Desde el momento que puso los
ojos en ella, sus sentimientos se lo habían tragado, abrumándolo hasta hacerlo perder
el control. Y no le importaba.
     Estar con Gemma lo liberaba de todas las tensiones e inhibiciones, concentrado
por entero en estar con ella, en saborear cada momento con ella.
      Sentía como si la conociera de toda la vida.




                                                                        Nº Páginas 24-90
Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas



     Y ya no podía imaginar la vida sin ella. La vida que Gemma había descarrilado
y encauzado a la vez.
      Shaheen suspiró, recordando imágenes y sensaciones de la noche anterior.
     Le había hecho el amor como si la hubiera estado esperando toda su vida. Ni
siquiera pudo parar cuando descubrió que era virgen. O más tarde, cuando se dijo a
sí mismo que no lo harían más esa noche. Pero, de nuevo, Gemma le había robado el
control.
     De repente, se sintió inquieto. La había tomado como si fuera libre de buscar su
propio destino. Y no lo era.
      ¿Cómo podía haber olvidado eso por un momento y menos una noche entera?
      Pero lo había olvidado por completo.
     Maldita fuera. Daba igual lo que le exigiera su país, lo que necesitara de él. Ya
no podía buscar una novia del catálogo real.
     No sabía cómo iba a evitar ese matrimonio, pero lo haría. Darían igual las
presiones y las exigencias. Todo en él exigía que hiciera suya a Gemma.
      Shaheen se pasó las manos por la cara. Sería una batalla épica.
      Pero una delicia también.
      En su mente, vio imágenes de ella, de los dos juntos, conversando,
acariciándose, unidos. Le daba igual la batalla. Hacerla suya era más importante que
el mundo entero.
     Shaheen se sentó en la cama y pasó las manos por el lado donde Gemma había
dormido, o al menos donde había yacido, entre las sesiones amorosas. No habían
dormido hasta el amanecer, demasiado ocupados hablando y experimentándose el
uno al otro en todos los sentidos: sensual, sexual, mental.
     Su cuerpo empezó a llamarla de nuevo pero intentó controlarse. No iba a hacer
el amor con ella aquel día por mucho que Gemma se lo pidiera. Su dulce Gemma
necesitaba al menos un par de días para recuperarse.
      —¿Gemma? —la llamó.
      Silencio.
     Volvió a llamarla y esta vez, cuando no recibió respuesta, los labios que habían
sonreído al imaginarla en la bañera se fruncieron en un gesto de alarma.
      Shaheen corrió al baño y empujó la puerta…
     Estuvo a punto de caer al suelo, aliviado, al descubrir que no estaba allí porque
había imaginado una docena de macabros escenarios durante esos segundos.
      Tenía que estar en la cocina, se dijo. Y allí no podría oírlo.
     La imaginó recién duchada, vestida con alguna de sus camisas o envuelta en
algún albornoz, demasiado ancho para ella. Y estaría dolorida en ciertos sitios…




                                                                        Nº Páginas 25-90
Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas



      Consideró la idea de entrar allí desnudo pero al final se puso los pantalones.
Gemma había respondido a sus caricias con gran pasión pero seguía siendo tímida
cuando no estaban haciendo el amor y no quería ponerla a prueba por el momento.
Ya la había apresurado en tantos sentidos…
     Que ella se lo hubiera pedido no significaba que debiera hacerlo. Él era quien
tenía experiencia, no Gemma, y no debería comportarse como un adolescente
cargado de hormonas.
     Unos segundos después de darse esa charla estaba casi corriendo hacia la
cocina. Ah, iba a ponerse en ridículo otra vez, pensó.
     Pero tuvo una premonición antes de entrar. Una sensación de… vacío, de
ausencia.
     Y la sensación se convirtió en un hecho unos segundos después. Gemma no
estaba en la cocina.
      Shaheen se dio la vuelta y corrió para inspeccionar cada habitación. Nada.
      Se había ido.
     Se quedó en medio del salón, mirando Manhattan por las ventanas, incapaz de
entenderlo.
      No podía haberse marchado.
      Debía haber tenido alguna razón importante para irse. Tal vez una emergencia.
Sí, eso debía ser. Pero si le había ocurrido algo, ¿por qué no lo había despertado para
decírselo, para pedirle ayuda?
     Gemma sabía el poder que tenía sobre él. Si alguien de su familia, algún amigo
incluso, tenía un problema, él podría ayudarla.
     ¿Era posible que no supiera que haría cualquier cosa por ella? ¿Que no creyera,
como él, que su encuentro había trascendido todas las convenciones de una relación,
que habían tomado un atajo para llegar al nivel más alto en una simple noche?
      ¿O era tan independiente que no pedía ayuda porque estaba decidida a lidiar
sola con lo que fuera?
     O tal vez no se le había ocurrido pedirle ayuda en su prisa por solucionar el
problema.
      «Para», se dijo a sí mismo.
      Seguramente estaba interpretando su ausencia de manera errónea.
      Entonces algo lo golpeó como un martillo…
      Gemma no le había dado su dirección o su número de teléfono.
      Y ni siquiera sabía su apellido.
      ¿En qué había estado pensando esa noche?




                                                                        Nº Páginas 26-90
Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas



     No había pensado en absoluto. No había pensado más que en ella, en lo que
estaban compartiendo. Por primera vez en su vida, había vivido solo para el
momento.
     Siempre había desconfiado de los demás, incluso de su gente más cercana,
porque temía las consecuencias de errores o mal comportamiento. Pero con Gemma
había bajado la guardia, no había tenido un momento de duda. Era la mujer con la
que había soñado siempre pero que jamás pensó que pudiera encontrar.
     Y había desaparecido después de darle la noche más perfecta de su vida.
Después de hacerle creer en un futuro maravilloso, en una conexión sin precedentes,
se había ido.
      «Cálmate».
     Tenía que haber una explicación, una totalmente razonable, estaba seguro.
Macharse tenía que ser lo único que podía hacer o no lo hubiera hecho. Gemma no lo
habría dejado así.
     De modo que debía calmarse. Él no sabía su dirección pero ella sí conocía la
suya. Lo único que tenía que hacer era esperar.




      Gemma no volvió.
      Parecía haberse esfumado, como si hubiera desaparecido de la faz de la tierra.
     Shaheen pensó que su equipo de seguridad sabría algo de ella, que tal vez la
habrían seguido. Pero cuando la vieron salir del ático al amanecer, en el único que
pensaron fue en él. Lo llamaron al móvil para comprobar si estaba bien y cuando
contestó, medio dormido, algo que Shaheen había olvidado, lo dejaron pasar.
     No habían visto ninguna razón para seguirla y la esperanza de encontrarla se
esfumaba por segundos.
     Shaheen la buscó por todo Nueva York, por todo Estados Unidos. Nadie había
odio hablar de ella.
      Y empezaba a pensar que ella, y la noche maravillosa que habían pasado juntos,
era fruto de su imaginación.
     Incluso teniendo una prueba de su existencia, la foto que le había hecho con el
móvil, nadie más que él parecía haberla visto. Todas las personas a las que preguntó
decían que recordarían a alguien como ella. Y no era así. En cuanto a su nombre,
tampoco nadie lo recordaba.
      Era como si nunca hubiera existido.
      En su mente había aparecido una posible explicación durante la búsqueda,
aunque Shaheen no había querido prestarle atención. Pero una vez que se convenció
de que no había tenido un accidente o algo peor, esa explicación empezaba a ganar
peso.
      Nada más que eso tenía sentido.


                                                                        Nº Páginas 27-90
Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas



    No había manera de escapar. Tenía que enfrentarse con la verdad, por
devastadora que fuera.
      Gemma no quería volver a verlo.
     Era la mujer que había puesto su mundo patas arriba pero, aparentemente, él
no había sido para ella más que una noche de pasión. Un hombre al que había
elegido para iniciarla en los ritos del amor. Tal vez le había parecido exótico, un
hombre de una cultura y un país diferente, a quien podría apartar de su vida una vez
que la aventura terminase.
     La resignación daba paso a la desesperación y si no tenía a Gemma, no había
nada más por lo que luchar, nada que lo retuviese allí.
      Era hora de volver a Zohayd para enfrentarse con sus deberes.
      Para abrazar la pesadilla.




      —Shaheen.
    Eso fue todo lo que dijo su padre, segundos después de que entrase en su
despacho.
     Y era más que suficiente. El rey Atef había pronunciado su nombre con un tono
exasperado, decepcionado.
      Y Shaheen no podía criticarlo. Se había olvidado de su padre y del resto del
mundo durante las últimas ocho semanas. Después de una llamada para decir que,
sencillamente, no iba a volver a Zohayd por el momento, había desaparecido para
todos sin explicar por qué.
      Su padre le había dejado una docena de mensajes en el móvil, había enviado
emisarios para convencerlo de que volviera o, al menos, para que le explicase cuál
era el problema…
     Atef se levantó, majestuoso, y Shaheen sostuvo su mirada. El rey Atef Aal
Shalaan no intentó abrazarlo como hacía cada vez que volvía de algún viaje.
      Aunque era un poco más bajo que él y tenía treinta años más, Shaheen siempre
había pensado que tenía unos hombros sobre los que podía recaer el peso de todo un
país.
      Pero el rey Atef necesitaba algo más que presencia para mantener el reino en
paz, para controlar a sus enemigos y a sus aliados. Más que nunca, tenía que
pacificar a los jefes de las tribus más poderosas que, constantemente, exigían su parte
de poder, prestigio y recursos.
      Y eso era algo que sólo Shaheen podría conseguir sacrificándose en el altar.
    Su padre dejó escapar un suspiro, los ojos dorados que habían heredado tanto
Shaheen como su hermano Harres brillaban bajo unas cejas pobladas.
      —No voy a preguntar por qué desapareciste ni qué te ha traído de vuelta.



                                                                        Nº Páginas 28-90
Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas



      —Mejor —dijo Shaheen.
      Debería contentarse con que hubiera vuelto. Lo demás no era asunto suyo.
      —No es el momento de reprenderte por un comportamiento potencialmente
catastrófico. La recepción ya ha empezado.
     La recepción. El desfile nupcial que su padre había organizado en cuanto supo
que volvía a Zohayd a bordo de su jet privado. Estaba intentando atraparlo antes de
que tuviera oportunidad de cambiar de opinión.
     Y allí estaba, a punto de entrar en el salón de ceremonias del palacio, esperando
el momento que destruiría su vida. Casi dos mil personas habían acudido, todas ellas
con interés en ese matrimonio.
      Pero no se esperaba que Shaheen mirase a las mujeres como quien mira un
catálogo, haciendo un círculo rojo alrededor de la más deseable. Supuestamente,
debería mirar la «mercancía» de manera más seria, más exhaustiva.
     Siendo lo que eran los matrimonios en Zohayd, especialmente en la más alta
escala social, eran las familias las que se casaban, no las personas. Por lo tanto,
tendría que elegir a una familia que pudiera soportar, ya que sería una presencia
constante en su vida.
     —No vas vestido para la ocasión —le recriminó su padre—. Le dije a tu kabeer el
yaweran lo que se esperaba de ti esta noche.
    El jefe de protocolo de Shaheen le había dicho que debería usar la ropa típica de
Zohayd pero Shaheen seguía llevando un traje de chaqueta occidental.
      El rey Atef suspiró, cansado.
      —Te ruego que, al menos, intentes disimular la repugnancia que te produce
estar aquí.
     —No me pidas más de lo que puedo dar, padre. No puedo fingir que esto no es
una tortura para mí.
     —Estás siendo poco razonable. Tú no eres el primero de la familia que debe
hacer un matrimonio de Estado.
     —Ah, claro. Tú lo hiciste dos veces, ¿por qué yo no? ¿Es eso? —Shaheen sabía
que estaba traspasando la línea de respeto hacia su padre y soberano, pero le daba
igual. No tenía fuerzas para seguir el protocolo—. Estoy aquí para hacer lo que tengo
que hacer, padre. Eso es lo único que importa. ¿Para qué voy a tomar parte en esa
farsa? ¿Por qué no me ahorras ese tormento? Prefiero no elegir el método de mi
ejecución. Te lo dejaré a ti, confiando en que elijas el más humano.
      El rey hizo una mueca.
     —Ése es el problema. Tiene que ser tu preferencia personal la que incline la
balanza a favor de una candidata o de otra.
     —¿Crees que me importa si soy fusilado, electrocutado o cortado en pedazos?
Da igual, elige una.




                                                                       Nº Páginas 29-90
Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas



    —Estás exagerando. Todas las candidatas son jóvenes bellas, inteligentes,
educadas y agradables. Te gustará tu novia y tal vez, con el tiempo, aprenderás a
amarla.
      —¿Como tú amas a la reina Sondoss? ¿O a mi madre?
      Su padre lo fulminó con la mirada. Lo máximo que pudo conseguir con la
madre de Shaheen fue una convivencia pacífica. En cuanto a la reina Sondoss, abierta
hostilidad era lo único que podían esperar.
      —También están Aliyah y Kamal. Y no creo haber visto una pareja más feliz.
     —No los menciones, padre. Ellos estaban locamente enamorados antes de
casarse. El destino los obligó a separarse y, afortunadamente, los reunió de nuevo.
      Su padre suspiró, agotado, dejando a un lado su regia postura.
     Nada quedaba del formidable rey, sólo un padre dolido por aquello de lo que
no podía salvar a su hijo.
    —No sé cómo decirte cuánto siento que tengas que seguir mis pasos. Pero no
podemos hacer otra cosa y por eso te pido que mires atentamente a las candidatas.
      —Las candidatas —repitió Shaheen, despectivo.
      —Al menos tú tienes más que yo donde elegir. Yo no tuve nada que hacer en la
elección de tu madre o la reina Sondoss. Puede que tú tengas más suerte encontrando
a alguien compatible entre una docena de posibles novias.
    Shaheen apretó los dientes. Ya había encontrado a una mujer que era
compatible con él en todos los sentidos.
    Gemma, por el contrario, no sentía lo mismo. Ni siquiera lo había creído
merecedor de una despedida.
    Eso no cambiaba nada. Ahora sabía que aquello que había soñado existía,
aunque ella no lo quisiera, aunque nunca pudiera tenerla.
    ¿Qué posibilidades había de que el destino le tuviera preparada una mujer
como Gemma?
      Él sabía que no era posible.
      Pero no lo dijo. Su padre tendría que lanzar los dedos y decidir su destino.
     Por fin, Atef pasó a su lado para ir al salón de ceremonias y Shaheen lo miró
con cierta compasión. Su tarea no era fácil.
      De hecho, la vida de su padre no había sido fácil. Sus hermanos y él siempre
habían creído que no había conocido otra felicidad que su pasión por el trabajo y sus
hijos pero varios años atrás descubrieron que una vez había conocido el amor con
una extranjera, Anna Beaumont.
      Había tenido una aventura con ella durante su separación de la reina Sondoss
dos años antes de que nacieran Haidar y Jalal. Anna quedó embarazada y, cuando
los esfuerzos de Atef por divorciarse de Sondoss fracasaron, tuvo que romper con su
amante, lo más difícil que había hecho en su vida. No podía volver a verla debido a



                                                                         Nº Páginas 30-90
Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas



la amenaza de guerra con el reino de Azmahar y, además, era imperativo que no
tuviera a ese hijo.
      Pero Anna había tenido a su hijo, una niña a la que había dado en adopción.
    La tía de Shaheen, Bahiyah, sabiendo de la aventura de su hermano, había
adoptado a Aliyah haciéndola pasar por su hija.
      Sólo muchos años después, mientras su padre se recuperaba de un infarto, se
había descubierto la verdad. Un descubrimiento que llegó justo a tiempo, ya que la
amenaza de guerra en la región sólo podía ser evitada si una hija del rey Atef se
casaba con el rey de Judar. Ahora Aliyah era la esposa del rey Kamal, la querida
reina de Judar, y Anna Beaumont se había convertido en una presencia constante en
la vida de Aliyah.
     Pero eso sólo había servido para aumentar la infelicidad de su padre, que no
podía tener a la única mujer a la que había amado y, si Shaheen no se equivocaba,
seguía amando.
      Su padre y él tenían eso en común.
     Shaheen mantuvo los ojos fijos en los hombros caídos del rey Atef mientras
entraba en el salón de ceremonias.
     Su entrada provocó murmullos en el majestuoso salón. Había cientos de
personas delante de él y ninguna de ellas le importaba…
      Pero, de repente, sintió que el vello de su nuca se erizaba.
      ¿Qué era aquello?
      Shaheen miró alrededor, buscando la fuente de esa turbación…
      Y entonces todo pareció detenerse.
     Su corazón estuvo a punto de saltar de su pecho porque allí, al fondo del
salón…
      Gemma.




                                                                       Nº Páginas 31-90
Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas




                                         Capítulo 5
      Shaheen pensó que se había vuelto loco.
      Estaba viendo visiones.
      Tuvo que hacer un esfuerzo para tragar saliva, con un nudo en la garganta.
      Estaba viendo a Gemma.
     Pero no podía ser. Su mente enfebrecida debía estar proyectando su deseo de
verla, la mujer cuyo recuerdo había quedado grabado en su mente y en su corazón
para siempre, la mujer que lo había vuelto loco y a quien había perdido la esperanza
de ver otra vez.
      Shaheen cerró los ojos.
      Pero cuando volvió a abrirlos, Gemma seguía allí.
      —Shaheen, ¿por qué te paras?
     Shaheen escuchó la voz de su padre como si llegara de muy lejos. Gemma, que
estaba al fondo del salón de más de cien metros, le parecía estar a unos centímetros.
    Su mirada lo tenía prisionero como la primera vez, en Nueva York, con la
misma intensidad, la misma emoción. Pero faltaba una cosa, la sorpresa.
     Ella esperaba encontrarlo allí, por supuesto. No había elemento sorpresa en
aquella ocasión. Pero en su expresión había algo… aprensión, aversión incluso.
      ¿Le disgustaba verlo? ¿Entonces por qué estaba allí?
      Esa pregunta lo sacudió más que la emoción de volver a verla.
      ¿Cómo había llegado al palacio de Zohayd?
     Pero cuando volvió a buscarla con la mirada, Gemma apartó los ojos, se
escondió de él.
     Frustrado, Shaheen no dejaba de hacerse preguntas. El deseo de abrirse paso
entre la gente para llegar hasta ella, de apartar a todo el mundo de su camino, lo
abrumaba. Se imaginó a sí mismo tomándola en brazos para llevarla a sus
habitaciones, apretándola contra la primera superficie plana que encontrase para
devorarla…
    No era consideración por los invitados de su padre, la gente más influyente de
Zohayd, lo que detuvo a Shaheen. Era que Gemma hubiese apartado la mirada.
      Saber que no lo quería como la quería él, que no había ido a buscarlo, le rompía
el corazón.
     Durante unos minutos interminables respondió con monosílabos cuando le
hablaban, estrechó manos e intentó disimular su disgusto al ver a las posibles
candidatas y a sus familias, sin dejar de buscar a Gemma entre la gente, intentando
desesperadamente que volviese a mirarlo.
      Su hermano Harres apareció entonces a su lado.


                                                                       Nº Páginas 32-90
Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas



      —Pareces nervioso, hermano. ¿Has fumado algo para soportar esto?
      Shaheen tuvo que contener el deseo de darle un puñetazo.
      —¿Y si fuera así?
      Harres hizo una mueca.
     —Me he ofrecido a contraer matrimonio por ti. Ya he dicho que a mí me da
igual y que seguiría siendo neutral ya que nunca me encariñaría con la mujer que me
correspondiera. Pero el consejo se ha negado.
     Shaheen asintió con la cabeza. Era cierto. Harres había intentado ocupar su
puesto pero el consejo real había rechazado la petición.
      —Ellos saben que te encariñarías con tus hijos.
      Su hermano se encogió de hombros.
     —Tal vez, probablemente sí. No lo sé. No me puedo imaginar a mí mismo como
marido y menos como padre —le dijo, pasándole un brazo por los hombros y
mirándolo con los ojos dorados que ambos habían heredado de su padre—. Habría
hecho lo que fuera por evitarte esto, hermano.
      —Sí, lo sé.
     Entonces volvió a ver a Gemma entre la gente y dio un involuntario paso
adelante, como empujado por una fuerza incontenible.
     —Y yo sé lo que estás buscando con la mirada —dijo su hermano entonces—.
¿Quién hubiera podido imaginar que nuestra pequeña Johara acabaría siendo una
mujer tan bella?
     Las palabras de Harres no tenían sentido para Shaheen. ¿Estaría su mente
deteriorándose debido al estrés?
      Harres era el ministro de Interior de Zohayd, el encargado de su seguridad, y
estaba haciendo un trabajo fabuloso. Pero en su rostro, oscurecido por el sol del
desierto, había una expresión que Shaheen no había visto nunca salvo cuando estaba
con las mujeres de la familia, una ternura extraña.
      Y le había parecido que decía… no, no podía haber dicho ese nombre. ¿Por qué
iba a hacerlo después de tantos años?
      Shaheen sacudió la cabeza, desesperado por aclarar sus ideas.
      —¿De qué estás hablando?
     —La visión dorada ahí, al fondo. Nuestra Johara… o tal vez debería decir tu
Johara, se ha hecho una mujer —Harres señaló a Gemma con la mano—. No has
mirado a otro sitio desde que has llegado y te comprendo. Yo tuve que mirarla
fijamente durante quince segundos cuando Nazaryan apareció con ella del brazo.
¿Quién lo hubiera imaginado?
     Shaheen miró a su hermano como si estuviera hablando en un idioma que no
entendía.
      —¿Nazaryan?


                                                                      Nº Páginas 33-90
Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas



        Harres chascó los dedos frente a su cara.
        —Despierta de una vez, Shaheen. Me estás asustando.
        Él sacudió la cabeza de nuevo.
        —¿Cómo que Nazaryan?
        —Berj Nazaryan, el joyero real, su padre.
     Shaheen volvió la cabeza para buscarla con la mirada, incapaz de ordenar sus
pensamientos. No podía ser…
     Pero Gemma era la única mujer que llevaba un vestido dorado. Harres estaba
hablando de ella. Y estaba llamándola… Johara.
        La burbuja de incomprensión estalló de repente dentro de Shaheen.
        Gemma era Johara.
        Y la sorpresa fue como una detonación nuclear.
      Su misteriosa Gemma era Johara, la hija de Berj Nazaryan, la hermana de Aram,
la chica a la que conocía desde que tenía seis años. La que se había convertido en su
sombra desde el día que se lanzó del balcón y él la sujetó entre sus brazos.
     Por eso le había parecido como si la conociera desde siempre. Así era. La había
reconocido con esa primera mirada, aunque no de manera consciente.
     Y era lógico. No se parecía nada a la chica de catorce años que recordaba.
Delgada, con gafas y aparato en los dientes, Johara era más bien tímida y aniñada. Y
en esos años, se había convertido en todo lo contrario.
      Él creía haber visto todos los tipos de belleza que este mundo pudiera ofrecer
pero Johara era algo que jamás hubiera podido imaginar, todas sus fantasías hechas
realidad.
     Y eso sólo en la superficie. En el fondo, donde importaba de verdad, la pequeña
Johara, como la llamaba Harres, se había convertido en una mujer que lo había
seducido en un segundo, que lo había poseído para siempre en una sola noche.
     Shaheen iba a dar un paso delante pero la mano de Harres en su brazo lo
detuvo.
        —¿Estás bien? —le preguntó su hermano.
     —Sí, estoy bien —consiguió decir Shaheen, en medio de una tormenta de
sentimientos.
        Pero no era cierto, no estaba bien, al contrario. Tal vez jamás volvería a estar
bien.
        Se había acostado con Johara.
        La había hecho suya de todas las formas posibles.
     Cuando pensaba que no podía estar más sorprendido, más conmocionado, sus
ojos capturaron los hermosos ojos oscuros de Johara y la pieza final del
rompecabezas cayó en su sitio.



                                                                          Nº Páginas 34-90
Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas



     Él no la había reconocido pero ella tenía que saber quién era desde el primer
momento. De hecho, lo sabía porque había pronunciado su nombre en cuanto se
acercó a ella…
       Y luego le había hablado de sí misma, de su familia, sin nombres, fechas o sitios.
     Y cuando él no supo unir los puntos, tan conmocionado que no había sido
capaz de hacer la conexión, Johara decidió no decirle nada. La aprensión que había
notado en ella debía ser ansiedad o temor por su reacción.
     —Ahora que has visto a tus potenciales novias, ¿qué tal tienes el estómago? —
escuchó una voz femenina tras él.
       —¿Podemos dar pistas de a quién no elegir?
     Shaheen se volvió para ver a Aliyah y Laylah, que estaban poniéndose de
puntillas para darle un beso en la cara, sus exquisitos rostros llenos de vitalidad y
alegría de vivir.
      Automáticamente, Shaheen las abrazó, sin querer pensar en las ramificaciones
de lo que había pasado entre Gemma y él… Johara, se corrigió a sí mismo.
     —La belleza de esmeralda, la que tiene el pelo largo hasta los pies —empezó a
decir Laylah, dándole un pellizco en la mejilla—. No la mires siquiera. Por fuera es
una belleza pero se convertirá en una serpiente en el momento oportuno.
      —La pelirroja de ahí —añadió Aliyah, señalando discretamente con la cabeza a
la mujer de la que hablaba—. Sal corriendo si vuelves a verla. Le salen escamas en la
piel por las noches.
       Harres soltó una carcajada.
    —Si lo que queréis es que Shaheen se sienta mejor, lo estáis haciendo de una
manera muy extraña.
       Laylah le dio un codazo en las costillas.
       —Estamos salvándolo de elegir a la flor más bonita y ser devorado vivo.
       —Y ahora que habéis eliminado las flores más bonitas, ¿debe elegir a la más
fea?
       Aliyah hizo un gesto de horror.
     —No, no, esas dos son igualmente feas aunque no lo parezcan. Lo que hay
dentro es lo que cuenta. De hecho, ya hemos elegido por él. Tenemos dos que serían
perfectas.
       Harres lanzó un bufido.
     —En realidad, las dos son guapas —dijo Laylah—. Una no es tan sofisticada
como a Shaheen le gustaría, pero nosotras creemos que lo sería cuando se convirtiera
en su esposa. La otra es muy agradable, pero no tiene mucho sentido del humor,
pero con Shaheen como marido, seguramente acabaría teniéndolo.
     Shaheen sentía como si estuviera en la zona crepuscular y esperaba escuchar
una carcajada histérica en cualquier momento.



                                                                          Nº Páginas 35-90
Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas



      —Estoy aquí mismo, no habléis de mí en tercera persona —les dijo, después de
aclararse la garganta—. Gracias por vetar a mi novia de pesadilla como sólo vosotras
podíais hacerlo. Escribid el nombre de vuestras elegidas y dádselo a mi padre. Pero si
él decide que una de las diablesas es la más beneficiosa para las negociaciones, con
ella es con la que me casaré. Todo ha terminado para mí y, como le he dicho antes a
mi padre, una catástrofe con la que terminar mi vida es tan buena como cualquier
otra.
         Las dos mujeres lo miraron, entristecidas.
     No se habían dado cuenta de cuánto odiaba Shaheen hacer aquello y se sentían
mortificadas por haberle tomado el pelo.
         —Yo no sabía que fuera tan duro para ti…
         —No me daba cuenta…
      Aliyah y Laylah empezaron a hablar a la vez y, al fin, las dos se quedaron
calladas, Aliyah mordiéndose los labios, Laylah con los ojos llenos de lágrimas.
     Shaheen miro a su captora, a Gemma… a Johara, pero ella apartó la mirada
enseguida. Había estado mirándolo, pensó. No quería pero estaba mirándolo, tal vez
no podía evitarlo.
      El móvil de Harres sonó en ese momento y, después de intercambiar unas
frases tensas, cortó la comunicación y se volvió hacia Shaheen.
     —Siento tener que irme, pero hay un problema en nuestras fronteras. Puede
que tarde horas en controlarlo.
         Cuando Harres se alejó, Shaheen volvió a mirar a Aliyah y Laylah.
         —Os perdonaré si le concedéis a este hombre condenado un último deseo.
         Las dos prometieron concederle lo que fuera.
         Shaheen miró a Johara, que de nuevo apartó la mirada, antes de volverse hacia
ellas.
         —¿Recordáis a Johara Nazaryan?
     —Pues claro —respondió Laylah—. Mi madre solía apartarme cada vez que
intentaba hablar con ella. Y ahora mírala, tratándola como si fuera una estrella de
Hollywood. Todas nuestras amigas y parientes, que nunca se habían dignado a
hablar ni con ella ni con su madre, están locas por ser presentadas.
     —Qué superficiales —dijo Aliyah—. Nunca quisieron reconocer el talento de
Jacqueline Nazaryan o lo dulce que era Johara. Pero ahora que Johara se ha
convertido en una famosa diseñadora, todas quieren ser las primeras en lucir sus
exclusivos diseños. Es asombroso pensar que un vestido les parece más importante
que sus maridos. Míralos, todos babeando y a ellas no les importa nada.
      Shaheen se fijó en la gente que rodeaba a Johara por primera vez. Mujeres que
la habían tratado con condescendencia, incluso a veces con descortesía, ahora la
trataban no sólo como a una igual sino como a una celebridad.




                                                                         Nº Páginas 36-90
Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas



    Pero era el comportamiento de los hombres lo que hizo que se ofuscara.
Muchos estaban mirándola descaradamente, buscando su atención.
     Shaheen apretó los puños, preparado para una lucha a muerte por conseguir a
su compañera.
     Sí. Daba igual lo que hubiera hecho o lo imposible que fuera la situación, su
cuerpo, todo su ser la consideraba ya su compañera. Y no aceptaría nada menos.
      Aliyah se volvió hacia él.
      —¿Qué pasa con Johara?
      —Traédmela —murmuró Shaheen.




      Shaheen estaba a punto de explotar.
      De frustración.
     Habían pasado dos horas desde que le pidió a Aliyah y Laylah que le llevasen a
Johara.
     Y a las dos, que evidentemente no entendían su necesidad de contraer un
matrimonio de Estado, les pareció una buenísima idea.
     Ellas pensaban que debería olvidar los decretos del consejo real y casarse con
quien quisiera. ¿Y quién mejor que Johara?
     Cuando se apartaron, una docena de personas rodeó a Shaheen de nuevo y él
intentó concentrarse en la conversación mientras las observaba por el rabillo del ojo
intentando acercarse a Johara… pero la perdieron, empujadas por una ola de fans. Y
Johara desapareció. Miró de un lado a otro, la buscó entre la gente pero se había ido.
      Y Shaheen no tenía la menor duda de que lo había hecho a propósito.
      Podría interrogar a los guardias y criados y dejar que la noticia de que estaba
buscándola se extendiera por todo el país, o inspeccionar todas las habitaciones de
invitados y causar un escándalo aún mayor para ella y para su padre.
     De modo que allí estaba, paseando por su habitación, teniendo que hacer un
esfuerzo sobrehumano para no golpear la pared con el puño.
      No podía dejar que se le escapase por segunda vez, tenía que hablar con ella.
     Estaba haciendo planes que deshacía un minuto después, cada uno más ridículo
que el anterior, cuando un golpecito sonó en la puerta.
      —¡Vete! —gritó.
    Pensó que el pobre que se hubiera atrevido a llamar se habría ido, asustado,
cuando de nuevo volvió a sonar un golpecito, esta vez más urgente.
     Shaheen se dirigió a la puerta, dispuesto a decirle cuatro cosas a la persona que
estaba molestándolo…
      Pero se quedó inmóvil.


                                                                        Nº Páginas 37-90
Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas



      Porque allí estaba. Gemma. Johara.
     Allí estaba, con el vestido dorado que destacaba el increíble lustre de su pelo,
mirándolo con expresión ansiosa, con esos labios temblorosos que Shaheen había
necesitado como loco durante esas horribles ocho semanas.
      —Shaheen…
      Él recordó esa noche, cuando dijo su nombre por primera vez, cuando lo miró
así y cambió su vida para siempre…
      Y no le dio oportunidad de decir nada más.
     La tomó entre sus brazos con la misma velocidad y determinación que dos
décadas antes, cuando la salvó de la muerte.
     Entró en la habitación y cerró la puerta sintiendo como si sus pies no tocaran el
suelo, desesperado por tenerla a su lado, debajo de él.
     Parecía la secuencia de un sueño. Gemma… Johara, estaba en sus brazos, su
dulce aliento mezclándose con el suyo, su calor envolviéndolo.
     Pero Shaheen no dejaba de hacerse preguntas y esas preguntas hacían un
agujero en su corazón.
     ¿Por qué le había ocultado quién era? ¿Por qué se había ido sin decir nada? ¿Por
qué había decidido volver? Y la pregunta más importante de todas: ¿había vuelto por
él?
      —¿Cómo has podido…?
      Ella dio un respingo, como si la pregunta hubiera sido una bofetada.
      —Estás enfadado —le dijo.
      —¿Enfadado? —repitió él, levantando una ceja—. ¿Crees que estoy enfadado?
     —No, sí, no lo sé —murmuró Johara, con lágrimas en los ojos—. Estás más que
enfadado, estás furioso. Y tienes derecho a estarlo.
     —No estoy enfadado y no estoy furioso. Estoy… —Shaheen se pasó una mano
por el pelo—. Sigo sin creer que me hayas hecho esto.
      —Lo siento mucho. Sé que debería haberte dicho quién era…
      —Sí, deberías habérmelo dicho. Pero no me refería a eso. ¿Cómo pudiste
marcharte así, sin decirme nada? ¿No sabías lo que sentía por ti? Sentía… —Shaheen
vaciló, buscando una palabra que pudiera describir la desolación que había sentido
tras su desaparición—. Abandono.
      Johara apretó los labios, dejando que las lágrimas rodaran por sus mejillas.
      Y él la estudió, paralizado por la enormidad de la pena que irradiaba. Y luego la
abrazó de nuevo, temiendo que se desvaneciera. Se quedó sin respiración al sentir el
calor de su cuerpo cuando había desesperado de encontrarla de nuevo.




                                                                         Nº Páginas 38-90
Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas



     —No quería que esto pasara —empezó a decir Johara, sollozando sobre su
hombro—. Sólo fui a la fiesta para verte, no se me ocurrió que tal vez no me
reconocieras después de tantos años. Pero cuando no lo hiciste… cuando tú…
     Shaheen se apartó un poco para mirarla a los ojos, para llenarse de su presencia,
de su proximidad.
      —¿Qué? ¿Cuando me volví loco? ¿Cuando perdí la cabeza al verte?
      —Jamás imaginé que las cosas podrían llegar tan lejos. Quería verte por última
vez antes de que te casaras y ya no pudieras… en fin, debería haberte dicho quién
era, pero sabía que si lo hacía te apartarías o me tratarías como a una vieja amiga. Y
yo no quería perder ese momento contigo. Si te lo hubiera dicho no me habrías hecho
el amor, así que no te lo dije. Y tuve que marcharme, Shaheen, tuve que irme porque
no quería comprometerte.
    Por eso se había ido. Había pensado que eso era lo que debía hacer. Por él. Esa
noche había sido tan mágica para Johara como lo había sido para él. Lo deseaba
como la deseaba él y le había dolido en el alma tener que marcharse.
     Sólo una cosa logró contener su emoción, que se culpara a sí misma cuando ella
no tenía la culpa de nada.
     Shaheen tomó su mano, esa mano que había besado tantas veces aquella noche,
para llevársela a los labios.
     —Te equivocas, Gemma, ya joharti, mi Johara. Tú no me has comprometido, al
contrario, me diste energía, me estabilizaste. Me liberaste. Y te equivocas también
sobre tus dudas. Puede que hubiera vacilado al descubrir quién eras por la sorpresa,
pero nada podría haber evitado que te hiciera mía. Nada más que tú si no me
hubieras querido.
      Johara dejó de llorar, el remordimiento dio lugar a la incredulidad, al alivio y,
por fin, a la alegría.
     El corazón de Shaheen se expandió, expandiendo su mundo con él. Y la abrazó,
apretándola contra su corazón. La otra mitad que le había faltado durante esas ocho
semanas por fin estaba a su lado.
      —Pero me deseabas —murmuró sobre sus labios—. Sigues deseándome.
     Ella cerró los ojos, admitiendo su deseo, y Shaheen la besó con toda su alma.
Johara estaba en sus brazos de nuevo y pensaba retenerla allí. No iba a dejarla
escapar.
      —Nunca dejaré de desearte.




     Johara dejó escapar un gemido cuando los labios de Shaheen aplastaron los
suyos. Su mundo era un caleidoscopio de felicidad, su cuerpo una tormenta de
sensaciones.
      Pero no había ido allí para eso.



                                                                        Nº Páginas 39-90
Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas



      Daba igual que estuviera muriéndose por él, temblando de deseo.
     Clavó los dedos en su pelo, intentando tirar de él, respirar antes de que la
arrastrase al placer. Pero fracasó.
    Como si intuyera su lucha, Shaheen se apartó para mirarla a los ojos con una
mezcla de ternura y feroz deseo.
     —¿Qué ocurre, ya joharti? Tu corazón late con tal fuerza que puedo sentirlo en
mi pecho.
      —No he venido aquí para esto, Shaheen. Sólo quería explicarte, decirte adiós…
      —No habrá despedidas entre nosotros, ya galbi. Nunca.
     Antes de que ella pudiera decir que sí las habría, aunque ninguno de los dos las
deseara, Shaheen volvió a buscar sus labios de nuevo.
     Y Johara se ahogó en ellos. En su deseo, en un mundo en el que sólo existía él,
sólo importaba él. Se dejó ahogar, prometiéndose a sí misma que sería la última
vez…
      —Lo siento, Shaheen. He llamado… varias veces.
      Los dos se apartaron al escuchar la voz femenina.
      —Vete de aquí, Aliyah.
      —Lo siento mucho, pero esto no puede esperar.
      Johara miró a Shaheen, sin saber qué hacer.
     Aliyah y Laylah habían intentado convencerla para que hablase con Shaheen y
ella había escapado porque no quería comprometerlo más. Pero ahora tenía el
vestido levantado, las piernas abiertas, las manos masculinas en sus nalgas y un
pecho al descubierto.
    Mortificada, tuvo que aceptar que, a pesar de la interrupción, seguía excitada.
No habría podido salir corriendo aunque Shaheen la soltase.
     Y no tuvo que hacerlo. Shaheen se apartó por fin, bajando su vestido con
aparente tranquilidad antes de volverse hacia Aliyah, que miraba a Johara con gesto
de disculpa. Estaba claro que tenía una razón importante para estar allí, una que no
podía contar en su presencia.
      Aquella era su oportunidad de escapar, pero la mano de Shaheen la detuvo.
     —Por favor… —murmuró Johara—. Pronto me iré y no volverás a verme. Te lo
suplico, mientras tenga que estar en Zohayd debes alejarte de mí.
     Y luego salió de la habitación, sujetándose el vestido para no tropezar. Pero
estuvo a punto de caer de bruces cuando escuchó su voz tras ella, intensa, ronca,
voraz:
      —Nunca me alejaré de ti, ya joharti.




                                                                        Nº Páginas 40-90
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  • 1. Domar a un jeque Olivia Gates 1º Pasión entre dunas Domar a un jeque (2012) Título Original: To Tame a Sheikh (2010) Serie: 1º Pasión entre dunas Editorial: Harlequin Ibérica Sello / Colección: Deseo 1835 Género: Contemporáneo Protagonistas: Shaheen Aal Shalaan y Johara Nazaryan Argumento: Estaba decidido a poseerla El jeque Shaheen Aal Shalaan se fijó en ella en una fiesta y enseguida decidió que sería suya. Tras intercambiar unas cuantas palabras, Shaheen tuvo a la misteriosa mujer en su cama, donde ella despertó las pasiones que se había estado negando durante tanto tiempo. Entonces, el jeque descubrió la verdadera identidad de su amante. Era Johara, su amiga de la infancia, ahora convertida en una mujer bellísima sin la que no podía vivir. Sin embargo, su puesto en la casa real de Zohayd exigía un matrimonio de Estado. Pero ¿cómo iba a darle la espalda a la mujer que esperaba un hijo suyo?
  • 2. Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas Capítulo 1 Johara Nazaryan había ido a ver al único hombre al que había amado en toda su vida. Antes de que él se casara con otra. Su corazón latía con una mezcla de anticipación, miedo y desesperación mientras miraba a los elegantes invitados a la despedida de soltero que su socio, Aidan McCormick, había organizado en honor de Shaheen. Pero no había ni rastro del príncipe Shaheen Aal Shalaan. Johara respiró profundamente mientras se escondía un poco más en una esquina, esperando no llamar demasiado la atención. Agradecía el tiempo extra para calmarse, aunque la espera estaba poniéndola nerviosa. Aún no podía creer que hubiera decidido volver a verlo después de doce años. Durante ese tiempo había leído todo lo que se publicaba sobre él, incluso lo había visto alguna vez, de lejos. Pero aquella noche estaba decidida a acercarse a Shaheen para saludarlo. Shaheen. Para todo el mundo, era un príncipe de Zohayd, un reino del desierto, el hijo más joven del rey Atef Aal Shalaan y la difunta reina Salwa. También era un empresario que, en los últimos seis años, se había convertido en uno de los más poderosos en el mundo de la construcción y el transporte. Para Johara, siempre sería el chico de catorce años que había salvado su vida veinte años atrás. Entonces ella tenía seis años y era su primer día en el palacio real de Zohayd. Su padre, un estadounidense de ascendencia armenia, había sido nombrado ayudante del joyero real, Nazeeh Salah. Mientras su padre se entrevistaba con el rey, ella había salido al balcón y, siendo como era una niña, se asomó demasiado y quedó colgada del alféizar. Acudió mucha gente al escuchar sus gritos pero nadie era capaz de llegar hasta ella. Su padre había lanzado una cuerda desde el balcón para que se agarrase a ella y cuando Johara intentaba hacerlo, alguien le gritó que se soltara. Asustada, miro hacia abajo… Y entonces lo vio. Parecía estar demasiado lejos pero mientras su padre le gritaba que se agarrase a la cuerda, Johara se soltó, dejándose caer más de diez metros, sabiendo que él la atraparía. Y tan rápido y precioso como el halcón que le daba nombre, Shaheen lo había hecho. Nº Páginas 2-90
  • 3. Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas Aún recordaba ese momento muchas veces. Sabía que habría podido agarrarse a la cuerda pero había elegido confiar su seguridad a una magnífica criatura que la miraba con un destello de seguridad en sus brillantes ojos dorados. A partir de ese día había sabido que siempre sería suya. Y no sólo porque la hubiera salvado. Shaheen se convirtió en el mejor amigo de su hermano mayor, Aram, y en mucho más para ella pero Johara sabía que su sueño de ser suya algún día era imposible. Shaheen era un príncipe, ella la hija de un empleado de palacio. Aunque con el tiempo su padre se había convertido en el joyero real, con la importante responsabilidad de conservar el tesoro de la nación, las joyas llamadas El Orgullo de Zohayd, seguía siendo un empleado, un extranjero de origen humilde que había logrado aquel puesto gracias a su talento y a su trabajo. Pero Shaheen no la hubiese mirado aunque fuera la hija del noble más noble del reino. Siempre había sido extraordinariamente amable con ella, pero salía con las mujeres más bellas y sofisticadas desde los diecisiete años. Entonces, Johara estaba convencida de no poseer belleza y sofisticación suficientes para llamar su atención pero para ella era suficiente con estar a su lado, amándolo en silencio. Durante ocho maravillosos años, Shaheen le había ofrecido su amistad y para estar a su lado, Johara decidió quedarse con su padre cuando sus progenitores se separaron y su madre, francesa, se marchó de Zohayd para continuar su carrera como diseñadora de moda en París. Y entonces, de repente, todo terminó. Poco antes de cumplir los catorce años, Shaheen se había apartado abruptamente de su hermano y de ella. Aram, furioso, le dijo a Johara que Shaheen había decidido dejar de confraternizar con los empleados y dedicarse a su papel como príncipe de Zohayd. Aunque Johara no podía creerlo y estaba convencida de que el enfado de Aram tenía otro origen, la repentina distancia del príncipe era una llamada de atención. Porque en realidad, ¿qué podía esperar más que un amor no correspondido hasta que un día Shaheen se casara con una mujer noble, como era su destino? Tal vez se había alejado porque conocía sus sentimientos por él y no quería hacerla sufrir. En cualquier caso, su alejamiento había influido en su decisión de marcharse del país. Unas semanas antes de su cumpleaños, Johara se había ido de Zohayd para vivir en Francia con su madre. Y no había vuelto nunca. Desde ese día, encontraba consuelo sólo cuando leía alguna noticia sobre Shaheen, amándolo en secreto. Pero pronto no tendría derecho a amarlo y tenía que verlo por última vez. De verdad tenía que verlo… antes de que se casara con otra mujer. Uno de sus socios, Aidan McCormick, había organizado una de despedida de soltero para él en Nueva York y Johara había decidido acudir a la fiesta. Trabajaba como diseñadora de moda y joyas, con gran éxito en Francia en los últimos años, y la consideraron una invitada VIP. Nº Páginas 3-90
  • 4. Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas Pero lo difícil sería encontrar valor para acercarse a Shaheen. Y rezaba para descubrir que lo había exagerado en su recuerdo, a él y sus sentimientos por él. De repente, Johara sintió que se le erizaba el vello de la nuca y se dio la vuelta… Shaheen estaba allí. La gente parecía abrirle paso, su presencia iluminando el salón como si fuese un faro. Y su corazón se detuvo durante una décima de segundo. Siempre había sido mucho más alto que ella, aunque medía un metro setenta y dos a los catorce años. Ahora medía un metro ochenta con tacones de cuatro centímetros y Shaheen seguía sacándole una cabeza. Pero aquel no era el Shaheen que ella recordaba. Tenía veintidós años la última vez que lo vio, en Cannes. De lejos daba una tremenda impresión de virilidad, clase y poder… había visto fotografías e imágenes suyas en programas de televisión pero nada de eso podía transmitir el carisma de aquel hombre. Sí, había sido como un dios para ella desde siempre, un magnífico dios del desierto hecho de misterio y de fuerza. El esmoquin negro se ajustaba a unos hombros dos veces más anchos que cuando lo conoció. No llevaba hombreras en el traje, eso era evidente. Si antes le había parecido un joven halcón, ahora tenía la majestad de un halcón maduro. Y eso fue antes de mirar su rostro. Shaheen siempre había sido lo que los medios llamaban «espectacular», con ese pelo ondulado de color tabaco y esos ojos únicos de color miel en contraste con su piel morena. De joven era impresionante, ahora era arrebatador. Pero fue su expresión, que traicionaba su estado de ánimo, lo que la hizo sentir un escalofrío. Shaheen no estaba contento. Al contrario, parecía profundamente molesto por algo. Tal vez los demás no se daban cuenta, pero Johara podía sentirlo. Si lo hubiese encontrado sereno, divertido, relajado se habría atrevido a hablar con él, pero ahora… En fin, al menos había algo por lo que sentirse agradecida: Shaheen no la había visto. Y no se acercaría a él. Acercarse en aquel momento podría tener terribles consecuencias. Si ejercía ese efecto devastador en ella sin haberla visto siquiera, ¿qué ocurriría si estuviesen cara a cara? Tonta romántica que era, sólo había conseguido una cosa viéndolo aquella noche: aumentar su pena. De modo que lo mejor sería evitar males mayores. Regañándose a sí misma, Johara dio un paso adelante para salir del salón… y sintió como si hubiera entrado en un campo de fuerza. Nº Páginas 4-90
  • 5. Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas La mirada de Shaheen. El impacto fue tan tremendo que se quedó inmóvil. Sus ojos siempre le habían parecido como carbones encendidos, incluso cuando la miraba con afecto, pero ahora sentía esa quemazón en los huesos. Había sido un error acudir a esa fiesta, pensó, y no tenía la menor duda de que lo lamentaría el resto de su vida. Se quedó donde estaba, inmóvil, como hipnotizada, mirándolo con el mismo fatalismo con el que uno miraría un coche que se acercara a toda velocidad. Shaheen había lamentado desde el primer momento haber ido a casa de Aidan. Y ese malestar se intensificaba con cada paso que daba en aquel salón lleno de gente que hablaba y reía. Debería haberle contado a Aidan que aquella no era una fiesta de despedida para él sino una pira funeraria. Y allí estaba su amigo y socio, acercándose con una sonrisa en los labios. —¡Sheen! —exclamó, dándole una palmadita en la espalda—. Pensé que habías decidido hacerme quedar en ridículo otra vez. Shaheen intentó sonreír. Odiaba que Aidan abreviara su nombre. Sus amigos occidentales lo hacían porque les resultaba más fácil y en casa porque era la primera letra de su nombre en árabe. No sabía por qué lo aguantaba. ¿Pero qué era un sobrenombre que no le gustaba comparado con lo que tendría que soportar a partir de aquel momento? —De haber sabido qué clase de fiesta pensabas organizar, lo habría hecho. —Tienes que relajarte un poco, no puedes estar trabajando todo el tiempo — dijo Aidan, pasándole un brazo por los hombros. Shaheen tuvo que disimular una mueca de desagrado. Le caía bien Aidan y, en su país, las muestras físicas de afecto era habituales entre miembros del mismo sexo. Pero, aparte de su familia, no le gustaba que lo tocasen. Ni siquiera las mujeres con las que se acostaba. Mantenía relaciones sexuales para relajarse, no porque buscase intimidad. Apenas podía recordar su último encuentro sexual. Los encuentros carnales, sin la menor emoción, habían perdido su atractivo para Shaheen. Y era lógico, ya que las mujeres a las que respetaba no despertaban ningún deseo en él. —Te aseguro que prefiero trabajar a este… frenesí. Aidan lo miró, desconcertado. Después de seis años como socios, aquel hombre aún no lo conocía en absoluto. Probablemente porque lo mantenía, como a todo el mundo, a distancia. Pero Aidan había organizado aquella fiesta con la mejor intención, de eso estaba seguro, y no era justo ni educado mostrarse desagradecido. —Pero no todos los días le digo adiós a mi libertad —añadió—. De modo que toda esta… fanfarria es bienvenida. Nº Páginas 5-90
  • 6. Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas Aidan sonrió de nuevo. —No vas a perder tu libertad. He oído que esos matrimonios arreglados son el paradigma de… en fin, de la flexibilidad marital —le dijo, dándole otra palmadita en la espalda. Shaheen tuvo que hacer un esfuerzo para contenerse. Afortunadamente, Aidan se dio la vuelta en ese momento para anunciar que había llegado el príncipe y él actuó como un autómata, como hacía tantas veces, para no defraudar a su socio. No tenía sentido explicarle que la situación no era la que él creía. Además, había tomado un par de copas y no estaba lúcido del todo. Dejaría que disfrutase de la euforia del alcohol y no le hablaría de la dura realidad. Porque su vida estaba a punto de hundirse para siempre. No la vida profesional, donde no había dejado de tener un éxito detrás de otro, sino la vida personal. Las cosas habían ido deteriorándose poco a poco… incluso podría decir el día en el que todo había empezado a ir cuesta abajo: el día de su pelea con Aram. Antes de eso, vivía una existencia encantadora, con un futuro sin límites. Pero las cosas habían ido de mal en peor desde entonces. Siempre había sabido que, como príncipe de Zohayd, se esperaba de él que contrajese un matrimonio de Estado. Pero no había querido pensar en ello, esperando que alguno de sus hermanos mayores se casara con la mujer adecuada para los intereses del país. Amjad, su hermano mayor y príncipe heredero, había hecho tal matrimonio y había terminado en desastre. La mujer de Amjad, que se había casado embarazada, conspiró para matar a su hermano y hacer pasar a ese hijo como suyo para seguir siendo la princesa y madre del heredero al trono. Tras el divorcio de Amjad, el escándalo, que aún resonaba en la región, había dado la vuelta al mundo. Y nadie se atrevía a pedirle a su hermano que volviera a contraer otro matrimonio de Estado. Él decía que cuando llegase el momento de convertirse en rey, su hermano Harres sería su heredero y si no, lo sería Shaheen. Punto. En cuanto a Harres, él nunca contraería un matrimonio de Estado porque casarse con una mujer de alguna tribu de la región comprometería su posición como ministro de Interior, el mejor que había tenido nunca Zohayd. Si decidía casarse, algo que parecía imposible, ya que ninguna mujer le había interesado de verdad en sus treinta y seis años, Harres podría elegir a su esposa. De modo que dependía de él contraer un matrimonio que revitalizase los pactos entre las diversas facciones de su país. Shaheen era el último hijo del rey nacido de una reina de Zohayd. Haidar y Jalal, sus hermanastros, hijos de la reina Sondoss, que era natural de Azmaharia, no eran considerados lo bastante «puros» de raza como para que sus matrimonios pudiesen implementar la paz. Nº Páginas 6-90
  • 7. Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas Durante años, Shaheen había sabido que no podría escapar a su destino pero en lugar de resignarse, lo odiaba más cada día. Era como una sentencia de muerte pendiendo sobre su cabeza. Unos días antes, el día que cumplió treinta y cuatro años exactamente, había decidido terminar con el sofocante suspense anunciando su capitulación. Le había pedido a su padre que empezase a buscar candidatas y, al día siguiente, la noticia de que el príncipe Shaheen buscaba esposa había aparecido en todos los medios de comunicación. Y allí estaba, soportando una fiesta que su socio había organizado para celebrar que pronto dejaría de ser un hombre libre. Shaheen miró su reloj y frunció el ceño. Sólo habían pasado unos minutos y ya había estrechado cientos de manos y sonreído a docenas de rostros artificialmente embellecidos o embriagados. Ya estaba bien. Le diría a Aidan que estaba cansado y se alejaría de aquella pesadilla. Seguramente su socio ya habría bebido lo suficiente como para no echarlo de menos. Pero cuando se dio la vuelta… se quedó sin aire en los pulmones. Porque al otro lado de la habitación estaba… ella. Y, de repente, el mundo pareció detenerse. Todo parecía contener el aliento mientras miraba esos preciosos ojos oscuros. No hubo una decisión consciente para lo que hizo después pero una compulsión incontenible lo empujó en su dirección, como si estuviera hipnotizado. La gente se apartaba a su paso, como empujados por una fuerza invisible. Incluso la música cesó abruptamente. Por fin, también Shaheen se detuvo a unos metros de ella para poder mirarla de arriba abajo. Para devorar con los ojos esos rizos dorados que caían sobre sus sedosos hombros. Llevaba un vestido de tafetán color chocolate, a juego con sus ojos, con un hombro al descubierto, que destacaba su cintura de avispa y caía luego hasta los pies en varias capas. Tenía un rostro esculpido, exquisito, ojos inteligentes y sensibles, pómulos elegantes, nariz pequeña y unos labios hechos para la pasión. Y eso fue sólo un primer vistazo, luego llegarían los detalles. Necesitaría una hora, un día, un año para maravillarse ante todos ellos. —Di algo —le pidió por fin, con una voz ronca que parecía salir directamente de su corazón. Johara temblaba, desconcertada. —Yo… —Di algo para que pueda creer que de verdad estás aquí. —Yo no… —Johara no terminó la frase, consternada. Pero Shaheen había oído suficiente como para saber que su voz era tan bella como su rostro. Nº Páginas 7-90
  • 8. Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas —¿No sabes qué decirme o no sabes por dónde empezar? —Shaheen, yo… De nuevo, Johara se detuvo y el corazón de Shaheen se detuvo también durante unas décimas de segundo. Casi se había mareado cuando pronunció su nombre y cuando levantó su barbilla con un dedo para mirarla a los ojos sintió que caía en un abismo… —¿Me conoces? Nº Páginas 8-90
  • 9. Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas Capítulo 2 ¿No la había reconocido? Johara miró a Shaheen, atónita. Pero debería haberlo imaginado. ¿Por qué iba a reconocerla? Seguramente se había olvidado de su existencia mucho tiempo atrás. Y aunque no fuera así, ya no se parecía nada a la chica de catorce años que había sido. Eso era debido en parte a que empezó a crecer muy tarde y en parte a la influencia de su madre. Cuando vivían en Zohayd, Jacqueline Nazaryan siempre había intentado esconder su belleza. Más tarde le explicó que, habiendo heredado la estatura, el hermoso color de piel y los ojos de su padre, sabía que se convertiría en una chica rubia alta y voluptuosa. Y en un país como Zohayd, donde las mujeres eran bajitas y morenas, alguien como Johara sería una joya muy apreciada y una fuente de interminables problemas. Según ella, si hubiera aprendido entonces a destacar su belleza, se habría convertido en el objetivo de peligrosos deseos masculinos y ofertas ilícitas. Pero la había abandonado en Zohayd, segura de que Johara seguiría siendo una persona invisible. Una vez que se reunió con su madre en Francia, sin embargo, Jacqueline la había animado a destacar su belleza, enseñándole a usar lo que, según ella, eran sus poderes. A medida que Johara se convertía en diseñadora y empresaria, había descubierto que su madre tenía razón. La mayoría de los hombres no veían más allá de una cara bonita y un cuerpo que deseaban. Varios hombres ricos e influyentes habían intentado adquirirla como si fuera un trofeo, aunque ella los había rechazado sin el menor incidente. Sin las repercusiones que su madre tanto temía en Zohayd. De modo que era lógico que Shaheen no la hubiera reconocido; el patito feo se había convertido en un elegante cisne. Y allí estaba. Mirándola como si la viera por primera vez. El brillo de interés en sus ojos era sólo eso, interés en una mujer bonita. Nada más. —Claro que sabes quién soy —dijo Shaheen entonces. Las luces de las lámparas le daban un brillo de cobre a su pelo—. Al fin y al cabo, has venido a mi despedida de soltero. Ella permaneció muda. Pensaba que lo reconocía sólo porque era una celebridad… —¿A quién debo darle las gracias por invitarte? A Johara se le encogió el corazón. No se le había ocurrido pensar que Shaheen podría no reconocerla después de tantos años… aunque debería haberlo esperado. Pero que no hubiera nada en ella que despertase sus recuerdos le dolía. No podía aceptarlo. Nº Páginas 9-90
  • 10. Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas Y sólo había una razón para que se hubiera acercado a ella: Shaheen estaba intentando conquistarla. —Puede que suene como la frase más antigua del mundo pero siento como si te conociera desde siempre. La música subió de volumen en ese momento, cortando de raíz la posibilidad de que Johara pudiese replicar. Shaheen miró alrededor con expresión airada antes de volver a clavar en ella sus ojos. —Este sitio es insoportable —le dijo—. ¿Nos vamos? Johara contuvo el aliento cuando la tomó del brazo en un gesto cortés y posesivo a la vez. —Pero… es tu fiesta. Shaheen esbozó una sonrisa que dejaba al descubierto unos dientes perfectos. —Así es, y puedo marcharme cuando quiera —bromeó, rozando su brazo desnudo con el pulgar; la caricia haciendo que Johara sintiera escalofríos—. Y con quien quiera. El mundo pareció transformarse cuando lo vio sonreír… pero aquello era ridículo. Johara parpadeó, desconcertada, mientras Shaheen la sacaba del salón. De repente, estaba en un espacioso vestíbulo de mármol, caminando sobre un par de piernas temblorosas hacia el ascensor privado. ¿Cómo habían llegado hasta allí? De repente, todo aquello era demasiado para ella. Estar al lado de Shaheen la dejaba sin aire, incapaz de formar un pensamiento coherente. Pero él no la recordaba y estaba intentando seducirla sin saber quién era… Sólo cuando se detuvieron frente al ascensor encontró ánimo para apartarse un poco. Shaheen la miró con rostro serio, el frunce de sus labios casi airado. Aquella era una cara que no había visto, la del implacable príncipe en el que podía convertirse cuando lo provocaban. No parecía entender o aceptar que una mujer pudiese tener la temeridad de apartarse de él. Tal vez aquel encuentro terminaría con su recuerdo de Shaheen para siempre. Y no como ella había imaginado. —Estás convencido de que quiero irme contigo, ¿verdad? —le preguntó, sin poder disimular su desilusión. —Sí, desde luego. Tan seguro como de mi deseo de irme contigo. —Tenías razón —Johara suspiró—. Son las frases más antiguas del mundo. —Sé que suenan así, pero te aseguro que son ciertas. Nº Páginas 10-90
  • 11. Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas —Ya, claro. —¿Crees que no tengo imaginación? ¿Que usaría algo tan manido para expresarme si no fuera la verdad? —Tal vez sólo eres perezoso o demasiado cínico como para pensar en algo nuevo. O tal vez crees que yo no merezco el esfuerzo de decir algo más original. Shaheen la miró, atónito. Y Johara estaba tan sorprendida como él. ¿De dónde había salido eso? Era como si la decepción que sentía se hubiera convertido en una olla a presión, obligándola a decir lo que pensaba. Lo había amado durante tanto tiempo… Había fantaseado tantas veces con cómo sería si volvieran a encontrarse… y la realidad había destrozado esos sueños. Su deseo de acostarse con ella convertía en una triste broma el cariño que había sentido por él durante toda su infancia. Un cariño y una conexión especial que, aparentemente, sólo existían en su imaginación. Y saber eso hizo que su corazón se encogiese un poco más. —¿No se te ha ocurrido pensar que he venido con mi novio o mi marido? —No —respondió Shaheen. —¿Que pudiera estar comprometida con otro hombre no te parecía relevante? —No puedes estarlo —dijo él—. Yo lo habría sentido, me habría dado cuenta de que… Shaheen se detuvo abruptamente. Su ilimitada energía desapareció de golpe y la tristeza que había notado en él cuando entró en el salón pareció envolverlo como una capa. Lo vio cerrar los ojos y pasarse una mano por la frente antes de mirarla a los ojos. Y la tristeza que vio en ellos le partió el corazón. —No sé qué me ha pasado, perdona. Te he visto y pensé… estaba seguro de que tú me mirabas con el mismo… reconocimiento —se disculpó. —No te entiendo. —Esa sensación que experimentas cuando conoces a alguien que… es para ti. Debe haber sido un efecto de la luz, he visto lo que quería ver —dijo Shaheen—. Debo estar más cansado de lo que pensaba y te pido disculpas. A ti y a tu prometido. Debería haber imaginado que una mujer como tú no podría estar sola. Abría y cerraba los puños mientras hablaba y luego, sacudiendo la cabeza y murmurando una imprecación ininteligible, se dio la vuelta. Johara se quedó inmóvil, como si la hubiera golpeado un rayo, viéndolo alejarse a grandes zancadas. Lo único que podía pensar era que no parecía un hombre frío, decidido a seducirla por el simple placer de hacerlo. Parecía dolido, agotado, y pensó entonces que lo último que vería de él sería esa expresión de tristeza… Nº Páginas 11-90
  • 12. Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas —Era una pregunta hipotética. Shaheen se detuvo. Pero no se dio la vuelta, la tensión emanaba de sus miembros. Johara hizo un esfuerzo para seguir: —Cuando mencioné un novio o un marido, sólo lo hice para que te parases a pensar un momento. —No estás con nadie —dijo él, con voz ronca, antes de volverse para mirarla. Johara negó con la cabeza. —No. —Entonces sólo has puesto objeciones porque…—mientras hablaba, Shaheen se acercaba a ella de nuevo, cada paso como un terremoto— me has tomado por un seductor perezoso que no encuentra una sola frase original para expresar su deseo de estar a solas contigo. Alguien que no es capaz de inventar una frase poética que haga justicia a la sorpresa de nuestro encuentro. Johara intentó llevar aire a sus pulmones. —Muy bien, creo que debo revisar mi opinión. Veo que sí eres original y sí puedes ser poético. Shaheen rio entonces y a Johara se le doblaron las rodillas. Y eso fue antes de que diese el último paso hacia ella. Johara sintió que se le erizaba el vello de la nuca como si hubiera recibido una descarga eléctrica. —Dime que tú también lo sientes —murmuró—. Dime que esta entidad casi tangible que yo siento entre nosotros existe de verdad. Que no estoy loco, que no estoy imaginando cosas. Era la segunda vez que aludía a tal condición y la idea de que estuviera sufriendo la angustiaba hasta el punto de tener que morderse los labios. —Existe… no lo estás imaginando. —Voy a tocarte. ¿Te apartarás de nuevo o quieres que lo haga? Ella negó con la cabeza y Shaheen la atrajo hacia él. Johara cayó sobre su torso, con la cabeza apoyada sobre su corazón, done había soñado tantas veces. Donde había estado una vez, tantos años atrás, durante ese momento que cambió su destino. Él puso una mano en su cabeza para acariciar su pelo, suspirando. —Esto no tiene precedentes. Hemos tenido nuestra primera pelea y nuestra primera reconciliación incluso antes de que me dijeras tu nombre. —En realidad, no ha sido una pelea —objetó Johara, apartándose un poco para poder respirar, para intentar que su corazón no estallase de felicidad. Shaheen sonrió, diciéndole con los ojos lo encantado que estaba. —Yo no quería pelearme, pero tú parecías dispuesta a sacarme los ojos — bromeó—. Y yo te hubiera dejado. Dime tu nombre, ya ajaml makhloogah fel kone. Bendíceme con ese regalo. Nº Páginas 12-90
  • 13. Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas Acababa de llamarle «la criatura más bella del universo». Seguramente no se había dado cuenta de que lo había dicho en su idioma nativo o lo habría traducido de inmediato. —Jo… —Johara se interrumpió de inmediato. No podía decirle quién era. Si lo hacía, Shaheen se apartaría. Se sentiría avergonzado, consternado. Y no podría soportar perder aquel momento. Porque aquella iba a ser la última vez que se vieran. —Gemma. Johara estuvo a punto de darse un golpe en la frente. ¿Gemma? ¿Tenía que traducirlo literalmente? No podía ser menos original. Debería decirle que había sido muy agradable conocerlo y despedirse de él. Salir corriendo sin mirar atrás. Tenía el resto de su vida para recordar aquel mágico encuentro. Pero Shaheen se lo impidió estrechándola de nuevo contra su corazón. —Gemma. Perfecto, ya joharti. Johara dio un respingo al escuchar su verdadero nombre. —Significa «mi joya» en la lengua de mi madre —le explicó él—. Entonces, mi preciosa Gemma, ¿vendrás conmigo? —¿Dónde? —preguntó ella. —Mientras estés conmigo, ¿qué importa? Estaba claro que nada importaba. Nada importaba si lo comparaba con la oportunidad de estar con Shaheen unos minutos más. Ser el objeto de su interés, la instigadora de su deseo, era algo irresistible. Johara experimentó una oleada de placer mientras estaba sentada frente a él en el exclusivo restaurante al que la llevó a cenar, enteramente para ellos solos. Habían estado hablando sin parar desde que salieron de la fiesta de McCormick y Johara había contestado sus preguntas sin especificar nombres o sitios y nada de lo que le había dicho parecía despertar en él recuerdo alguno. Le dolía que fuera así, pero su agradecimiento por tener unos minutos a su lado era mayor que cualquier desilusión. —¿Quieres saber lo que dijo el maître cuando le pedí que vaciase el restaurante para nosotros? —le preguntó Shaheen, con los ojos brillantes—. Que una táctica tan grosera no funcionaría con una mujer tan refinada como tú. Johara rió. —Un hombre muy astuto. Nº Páginas 13-90
  • 14. Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas Shaheen suspiró exageradamente. —Ojalá me hubieras dicho eso antes de que él vaciase mi supuestamente infinita tarjeta de crédito. Johara rió de nuevo. Las fantasías que había ido creando con los años demostraban ser ciertas. La conexión estaba ahí. Shaheen seguía siendo el hombre al que recordaba… no, era mucho mejor. Y eso la hizo experimentar una sensación agridulce. —No, en serio, no deberías haber hecho tal gasto. Pensé que estábamos de acuerdo en que daba igual dónde estuviéramos. —Quería estar a solas contigo. —Podríamos haber ido a dar un paseo por el espigón. —No se me había ocurrido —Shaheen se encogió de hombros—. Hace frío y no vas vestida para pasear por la calle —cuando la miró a los ojos, el brillo de humor había desaparecido, reemplazado por un brillo de deseo—. Además, tú sabes dónde quiero estar contigo, Gemma. En mi casa, en mi cama. Johara cerró los ojos, intentando contener la emoción. No podía hacerlo. No debería haberlo buscado… —Shaheen… —Te deseo, Gemma. No sabía que pudiera desear a una mujer como te deseo a ti, que pudiera sentir algo tan intenso y tan puro. —¿Puro? —Puro, inmaculado. Te deseo en todos los sentidos y tú me deseas a mí. Sé que no sentiría lo que siento si no fuera así. ¿Dejarás que vea cumplido ese deseo? ¿Dejarás que te adore? —Shaheen, por favor… De repente, él se levantó y, antes de que el corazón de Johara pudiese latir de nuevo, se inclinó para enterrar los labios en su cuello. —Esto es lo quiero, darte placer. Una vocecita interior le repetía: «Dile quién eres». «Shaheen dejará de atormentarte en cuanto conozca tu identidad». Pero se enfadaría con ella por habérsela escondido y no podía dejar que todo terminara así, con él sintiéndose engañado. Y odiándola. Tenía que decirle que no, pensó. Shaheen soportaría el rechazo. Ella no había querido que ocurriera nada pero desde que sus ojos se encontraron en el salón, estaba actuando sin control, sin pensar en las consecuencias, sin fuerza de voluntad. Johara abrió la boca y, sin pensar en las consecuencias y sin voluntad, susurró: —Sí, por favor. Nº Páginas 14-90
  • 15. Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas Capítulo 3 Johara no sabía qué esperar cuando le dijo que sí a Shaheen. Desde luego, nada de lo que ocurrió en las siguientes dos horas. Después de obtener su capitulación incondicional, Shaheen tomó su mano para llevarla hacia la limusina que esperaba en la puerta del restaurante. En árabe, le dio al chófer la orden de dar un largo rodeo antes de ir a su casa y luego se sentó a su lado, charlando sobre mil cosas. Durante el viaje hasta su ático no la besó, no la abrazó. Sólo tocaba su mano. No la soltó en ningún momento. Le mostró fotografías familiares en su iPhone, muchas de su padre y sus hermanos, que tenían el mismo aspecto que ella recordaba, pero mayores y más serios. Y también había fotos de su tía Bahiyah, de su hermanastra, Aliyah, y de su prima Laylah, las únicas chicas de la familia en cinco generaciones. Shaheen decía que eran las únicas a las que merecía la pena fotografiar, las más simpáticas y bellas de su familia entre un montón de hombres. A Aliyah, que era tres años mayor que Johara y a quien apenas había visto en los ocho años que vivió en el palacio, la habían hecho pasar por sobrina del rey Atef. Sólo dos años antes se había descubierto que la princesa Bahiyah la había adoptado y hecho pasar por hija suya cuando era en realidad la hija del rey, fruto de una historia de amor extramarital con una mujer estadounidense. En lugar de provocar un escándalo, el descubrimiento había abortado una guerra en la región cuando Aliyah se casó con el nuevo rey de Judar, Kamal Aal Masood. Aliyah no parecía la chica frívola que recordaba, pensó Johara, mirando su fotografía. De hecho, era el paradigma de la feminidad y la elegancia. Y la alegría. Estaba claro que era una mujer feliz y que su matrimonio con Kamal había sido un matrimonio por amor. Como el futuro matrimonio de Shaheen lo sería también. ¿Qué mujer no lo adoraría? Johara parpadeó para contener las lágrimas, concentrándose en la fotografía de Laylah. La chica de doce años que era cuando vivía en el palacio se había convertido en una belleza espectacular. No había tenido oportunidad de conocerla bien porque la madre de Laylah, la hermana de la reina Sondoss, nunca la había dejado mezclarse con los hijos de los empleados de palacio. Shaheen decía que Laylah era una de las dos razones por las que perdonaba a su madrastra por existir; las otras dos eran sus hermanastros, Haidar y Jalal. También decía que las mujeres de su familia daban a los As Shalaan, especialmente a Shaheen y a sus hermanos, una visión de la vida diferente, una que no se sometía a sus deseos. Y por eso, junto con muchas otras cosas que compartían con Johara, estaba seguro de que se llevarían de maravilla. Nº Páginas 15-90
  • 16. Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas Todo lo que decía parecía dejar claro que pensaba que no iban a separarse, que aquello continuaría. Pero debía saber que eso era imposible. Parecía creer en lo que estaba diciendo, como si hubiera olvidado el matrimonio de Estado que había anunciado cuatro días antes. Johara se había dado cuenta de que ese matrimonio pesaba como una losa sobre él. Tenía que cumplir con su deber pero desde que habían vuelto a verse, todo eso parecía olvidado. Y ella no iba a recordárselo. Los dos recordarían la dura realidad muy pronto y tendrían que vivir con ella durante el resto de sus vidas. Pero esa noche era suya. De modo que allí estaba, en medio del vestíbulo, viéndolo quitarse la chaqueta con tranquilos y precisos movimientos. Johara no sabía qué esperar, pero había tenido una visión de Shaheen tomándola en brazos para sacarla de la limusina, ahogándola a besos mientras la llevaba a su casa, apretándola contra la puerta en cuanto entrasen para demostrar cuánto la deseaba. ¿Habría recordado sus deberes y decidido enfriar las cosas? Tal vez debería marcharse, pensó. O no debería haber ido con él. No debería haber ido a la fiesta, no debería haberle dicho que sí… Johara cerró los ojos, momentáneamente cegada. Shaheen le había hecho una fotografía con el móvil y ahora se acercaba a ella, gloriosamente masculino e imponente. Pero era su expresión lo que hacía que su corazón latiera como un péndulo. La ligereza de su paso había desaparecido, reemplazada por una ardiente sensualidad que iluminaba sus ojos. Luego se detuvo a un metro de ella y tomó esa mano de la que parecía enamorado. —Estás tan… pensativa. Y, si es posible, aún más bella que antes. Esta foto es algo que los viejos maestros hubieran suplicado retratar —Shaheen se llevó su mano a los labios para besar uno a uno sus nudillos—. ¿Has decidido echarte atrás? —No —el monosílabo salió de su boca sin pensar siquiera—. ¿Y tú? Shaheen rió. —Lo único que quiero en este momento es adorarte. Te aseguro que debo contenerme para no tragarte entera. Por eso estaba conteniéndose, temía ser demasiado agresivo. Y ella se mostraba insegura otra vez… Pero era lógico. Durante todos esos años, mientras lo adoraba en secreto, su amor por él había sido espiritual. Jamás hubiera podido imaginar que Shaheen podría desearla como mujer, y cuando fantaseaba con él, lo único que hacía era besarla. Y, sin embargo, estaba deseando experimentar su amor por completo. Nº Páginas 16-90
  • 17. Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas Se acercó un poco más, su corazón latiendo como las alas de un colibrí dentro del pecho por la enormidad de lo que estaba sintiendo, por lo que estaba punto de descubrir. —Empieza por cualquier sitio, Shaheen —le dijo—. Y no pares. No quiero que pares. Cuando se quedó callada, un poco avergonzada, Shaheen levantó las manos para acariciar su rostro. —Entonces empezaré por aquí —le dijo—. Tu piel es increíble, como todo en ti. Es porcelana, alabastro. Tus ojos brillan como ónices pulidos, inundándome con una avalancha de emociones, cada una más embriagadora que la otra. Y tus labios tiemblan… cada temblor sacudiéndome hasta que no soy nada más que una masa de ansia incontenible. Johara tragó saliva. —Yo tenía razón. Eres un poeta. Shaheen esbozó una sonrisa mientras ponía un dedo sobre sus labios. —Parece que no has oído con claridad mis últimas palabras. Johara cerró los ojos, saboreando esa sensación largamente soñada. Pero sus sueños no la habían preparado para la realidad y, sin darse cuenta, dejó escapar un gemido de placer; un placer que emanaba de su aliento, de su proximidad, de su roce. Y entonces sus labios hicieron lo que habían anhelado hacer toda la vida, acariciar la piel de Shaheen en un beso tembloroso. Al notar que contenía el aliento perdió parte de sus inhibiciones y abrió los labios para chupar su dedo, el sabor salado de su piel hacía que su cuerpo se convirtiera en un río de lava. Sabía que Shaheen podía notarlo y sintió un mareo al saber que podían compartir aquello. Sintiéndose más atrevida, volvió a chuparlo, con los ojos cerrados, centrando toda su existencia en ese dedo. —Esto es extremadamente peligroso —su voz era tan ronca que Johara abrió los ojos. Los de Shaheen ardían mientras introducía el dedo en su boca y ella lo chupaba con abandono—. Me deseas tan ardientemente como yo a ti. Ella asintió con la cabeza, el aliento escapando de su cuerpo. Sentía que se desintegraba de deseo. Shaheen apartó el dedo para apoyar su frente en la de ella. —Esto no puede compararse con nada. Es agónico pero sublime a la vez. —Sí —susurró ella. Aunque no tenía experiencia para apoyar esa afirmación, sabía que el ansia que provocaban sus caricias era más satisfactorio que una frenética copula. Nº Páginas 17-90
  • 18. Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas Shaheen pasó las manos por su espalda hasta tocar la cremallera de su vestido, que bajó con tortuosa lentitud sin dejar de mirarla a los ojos. Ella gimió cuando desabrochó el sujetador y se quedó sin aliento cuando Shaheen se puso de rodillas, mirándola de arriba abajo como si de verdad pudiera tragársela. —Quiero adorarte. Johara habría caído hacia delante si el hombro de Shaheen no la hubiera sujetado. Y tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para mantenerse en pie al notar el roce de su legua en el ombligo, el roce de sus dientes en el pecho, sus gemidos aumentando de volumen cuando mordió suavemente sus pezones. —Shaheen, por favor… Como respuesta, él enganchó las braguitas con los pulgares para tirar hacia abajo. Y entonces, de repente, Johara quedó desnuda ante sus ojos. Con los zapatos y la ropa a sus pies, sintió que el mundo se detenía. Aquello no tenía precedentes. No podía compararlo con nada. Estaba con Shaheen, delante de él, desnuda. Estaba a punto de ser suya en carne y hueso, como lo era de cualquier otra manera. Lo miró mientras él acariciaba sus piernas, de la pantorrilla al muslo, su cerebro a punto de apagarse como una bombilla. Escuchó su magnífica voz diciendo cosas en el idioma que mejor entendían en ese momento, el idioma del deseo. Johara se había convertido en un charco de deseo cuando Shaheen se incorporó. Y habría caído a sus pies si él no la hubiera sujetado. —Abrázame, Gemma. Envuélveme en tus brazos. Al fin, pudo moverse. Quería hacerlo; sólo deseaba, como había deseado siempre, darle lo que quería. Johara le echó los brazos al cuello, las piernas alrededor de su cintura. Y sentir el poder de su erección fue indescriptible. Se sentiría vacía, a la deriva, cuando ya no pudiera abrazarlo. Apoyó la cabeza en su hombro mientras atravesaba el ático con ella en brazos. Tenía los ojos abiertos, pero sólo registraba pinceladas del ático, impregnado del carácter de Shaheen, en aquel espacio austero, más impresionante por ser poco pretencioso. Y enseguida llegaron al dormitorio… el dormitorio de Shaheen. Terminar en su cama era lo último que había esperado cuando se embarcó en su misión de volver a verlo por última vez. Pero quería estar allí más de lo que había deseado ninguna otra cosa en su vida. Sus sentidos despertaron entonces de aquella especie de estupor. Allí era donde Shaheen dormía, donde despertaba, donde leía, se duchaba y se afeitaba, donde se vestía cada mañana y se desnudaba cada noche. Donde se daba placer a sí mismo y donde, con toda seguridad, daba placer a otras mujeres. Aquel era su sancta sanctorum en Nueva York. Y estaba ofreciéndole el exclusivo privilegio de estar allí. Sería sólo una vez, pensó. Y tenía que aprovecharla. Nº Páginas 18-90
  • 19. Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas La habitación, de techo altísimo, estaba iluminada sólo por una lamparita en la mesilla y su mirada, ávida de secretos, acababa de registrar la decoración en tonos grises y verdes con acentos en madera del color de sus ojos. Shaheen la dejó en el suelo y la apretó contra la puerta, como había esperado en un principio, sosteniéndola allí con su cuerpo. Johara temblaba, sintiendo la puerta de madera en su espalda desnuda, el ardiente cuerpo masculino apretado contra ella, la presión de su erección contra la íntima carne, sin nada entre ellos más que la ropa de Shaheen. Unos minutos antes había sido demasiado tímida como para explorar su deseo. Incluso ahora no se atrevía a pasar de imaginarlo a verlo con sus propios ojos. La idea de tenerlo dentro de ella era abrumadora y ni siquiera la había besado en los labios… Shaheen levantó la cabeza. —Quiero darte placer, ya galbi. Que la llamase «mi corazón» hizo que de la garganta de Johara escapara un sollozo. —Gemma, si quieres que pare, lo haré. Si no estás segura del todo… Johara tomó su cara entre las manos para robarle el beso que había anhelado toda su vida y él se quedó inmóvil, dejando que lo besara durante unos segundos antes de apartarse para tumbarla sobre la cama; la luz de la lámpara permitiéndolo mirarla a placer. —¿Qué ocurre, Gemma…? ¡Estás llorando! Johara puso las manos sobre sus hombros, intentando tirar de él. —No, yo… te deseo tanto. No puedo esperar más. Por favor, Shaheen, hazme tuya. La preocupación de su rostro se disipó, reemplazada por un deseo feroz. —Deseo tomarte, invadirte hasta que llores de placer, pero no puedo. Necesito prepararte primero. No quiero hacerte daño. —No vas a hacerme daño —dijo ella—. Estoy lista… —Galbi, deja que yo marque el ritmo. Necesito que esto sea perfecto para ti. —Será perfecto. Cualquier cosa contigo sería perfecta… —Si no quieres tener un lunático encima de ti, no digas una palabra más, Gemma —la interrumpió él—. Jamás imaginé que pudiera perder el control de este modo, pero lo he perdido contigo. —Si ahora has perdido el control, no querría estar contigo si algún día fueras capaz de dominarte. Seguramente me matarías de frustración… Esa vez fueron sus labios los que la interrumpieron, con ese beso que había imaginado desde que tenía edad para soñar con besos. Pero estaba equivocada. Nº Páginas 19-90
  • 20. Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas Nunca había imaginado la tierna ferocidad con la que la devoraba; sus posesivos labios abrumándola de sensaciones, enterrándola en olas de placer. Shaheen levantó sus brazos sobre su cabeza con una mano y acarició sus pechos con la otra. —Sólo puedes gemir para pedir más y llorar de placer. Eso será suficiente para que pierda la cabeza. —Deja que te vea —murmuró Johara. —Aún no. Y ya te estás saltando las reglas. —Has dicho que podía gemir pidiendo más. Y quiero más de ti. —Tendrás todo, y como tú quieras. Pero no ahora mismo. —No estás siendo justo —protestó Johara. —Eres tú quien está siendo injusta. Nada debería ser tan maravilloso. Johara intentó liberar sus manos porque necesitaba tocarlo sin la barrera de la ropa. Lo oyó lanzar un gemido ronco mientras la tumbaba sobre la cama de nuevo para seguir atormentándola con besos. Pero sólo cuando se deslizó hasta el borde de la cama para clavar las rodillas en el suelo de nuevo se dio cuenta de sus intenciones. Y su corazón se detuvo durante una décima de segundo. Era estúpido sentirse avergonzada por tener la boca de Shaheen sobre su parte más íntima cuando estaba suplicándole más, pero así era. Johara intentó cerrar las piernas pero él las separó con las manos. —Ábrete para mí, deja que te prepare. —Estoy preparada —insistió ella. —No quiero que te contengas cuando te posea y sólo un par de orgasmos te prepararán para eso. —¿Un par de…? —Johara no terminó la frase, incrédula. ¿Qué iba a hacerle? Cualquier cosa. Aceptaría cualquier cosa de Shaheen. Se abrió para él y esos largos y perfectos dedos acariciaron sus femeninos labios, abriéndose paso entre el río de lava de su deseo. Johara se estremeció, experimentando sensaciones que eran casi insoportables. Y eso fue antes de que introdujera un dedo en su húmeda cueva. Johara se dio cuenta entonces de que se sentía vacía y sólo tenerlo dentro podría llenar ese vacío. Intentó tirar de él con las piernas, pero Shaheen no cejaba en su empeño; la magnífica cabeza masculina entre sus muslos, invadiendo su feminidad con los labios y la lengua. Verlo haciendo eso era casi más abrumador que las sensaciones físicas que experimentaba. Nº Páginas 20-90
  • 21. Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas En medio del delirio, lo vio beberla, devorarla, disfrutar de su esencia. Y pareció saber cuándo no podía soportarlo más. —Ahora, ya roh galbi, deja que vea y oiga el placer que te doy —murmuró Shaheen, antes de rozarla con su lengua de nuevo. Fue una reacción en cadena de convulsiones y éxtasis mientras Johara sostenía su mirada, dejando que viera lo que le estaba haciendo. Quería suplicarle que la hiciera suya pero él seguía variando el método, renovando su desesperación, acelerando su rendición. Había perdido la cuenta de los orgasmos hasta que en un momento, cuando estaba a punto de experimentar otro, Shaheen se colocó a horcajadas sobre ella. —Nunca he visto o saboreado nada más hermoso —murmuró, besando sus pechos. Con manos temblorosas, Johara intentó quitarle el cinturón. —Quiero verte desnudo… te quiero dentro de mí. Shaheen se apartó para quitarse la ropa con movimientos bruscos pero contenidos. Y, aunque se moría por él, aquella era la única oportunidad de verlo desnudo, de modo que Johara se puso de rodillas sobre la cama para admirar el fabuloso torso bronceado, su masculinidad acentuada por el vello oscuro que lo cubría. —Shaheen… —murmuró— eres más bello de lo que había imaginado. Quiero besar cada centímetro de tu piel. —Más tarde, ya hayati, nos adoraremos el uno al otro centímetro a centímetro. Ahora quiero hacerte mía y que tú me hagas tuyo. —Sí —Johara cayó sobre la cama, abriendo los brazos para él, y cuando Shaheen la cubrió dejó escapar un grito ahogado… Era perfecto. No, sublime, como él había dicho. Shaheen la miraba a los ojos, solícito y tempestuoso a la vez, mientras se enterraba en ella con un poderoso envite. Johara había estado segura de que no iba a dolerle, de que estaba preparada. Pero no estaba preparada para aquello, para él. Y no era sólo que no tuviera experiencia. Estaba segura de que la experiencia no la habría ayudado a soportar su primera invasión. Fue en el segundo envite cuando él pareció darse cuenta. Pareció entender por qué se había encontrado con cierta resistencia, por qué la oyó gemir de dolor, por qué su cuerpo estaba tan tenso, por qué temblaba… Y se quedó inmóvil, atónito. —¿Eres virgen? —No pasa nada… por favor, no pares. Por favor, Shaheen, no pares. Nº Páginas 21-90
  • 22. Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas —B’Ellahi! —exclamó él, intentando apartarse. Johara enredó las piernas en su cintura para evitar que se apartase. —¡Para, Gemma! —exclamó él—. Te estoy haciendo año. —El dolor no es nada comparado con lo que siento cuando te tengo dentro de mí. Siento que soy tuya…por favor, has dicho que no ibas a controlarte. —Eso fue antes de saber que… —Shaheen sacudió la cabeza, incrédulo—. Ya ullah. Soy el primero. —¿Y eso te decepciona? —¿Decepcionarme? No, al contrario, estoy abrumado, emocionado. —Debería habértelo dicho, ya lo sé. No ha sido una decisión consciente… todo ha sido tan rápido…—empezó a decir, tragando saliva—. Está bien, me iré y nunca más volveremos a… Pero Shaheen no permitió que se moviera. Al contrario, se movió dentro de ella, despacio, sin dejar de mirarla. —¿Crees que lamento ser el primero? —le preguntó, con voz ronca—. Yo sabía que eras el mejor regalo que había recibido nunca pero ahora que me has dado esto, el regalo es aún mayor. Ojalá pudiera ofrecerte algo de la misma magnitud. —Tú me estás dando un regalo también —dijo ella, levantando las caderas—. Si de verdad quieres hacerme un regalo, no te contengas. Dámelo todo. —No querrás un lunático enloquecido, ¿verdad? —Sí, por favor. —Dices que sí y todo dentro de mí se rompe —musitó él, sujetando sus caderas con las dos manos antes de empujar hasta el fondo. Era abrumador y cuando Shaheen se apartó, Johara lo urgió de nuevo. Él se resistió a sus ruegos por un momento… antes de volver a enterrarse en ella. Johara gritó y Shaheen se contuvo, ralentizando sus embestidas, esperando que el placer la hiciese olvidar el dolor antes de dárselo todo de verdad. —Gloriosa, ya galbi, literal y figuradamente. «Todo en ti, toda tú». Sintió que lo apretaba con fuerza y siguió empujando, llevándola a los límites del placer, haciéndola gritar. Sólo entonces se dejó ir, un momento que Johara guardaría en su memoria para siempre. Experimentó un nuevo orgasmo al verlo rendido al éxtasis de su unión, echando la cabeza hacia atrás y dejando escapar un rugido de placer mientras la llenaba con el calor de su semilla. Unos segundos después, Shaheen se tumbó de lado, llevándola con él, saciado como nunca hubiera imaginado, en perfecta paz por primera vez en su vida. Nº Páginas 22-90
  • 23. Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas —Esto ha sido lo mejor que me ha pasado nunca. Tú eres lo mejor que me ha pasado nunca. Y Johara lo creyó. Shaheen no era libre para decir eso, pero aún tenían el resto de la noche. Temblando, se concentró en aquel milagro, acariciando su espalda. —Tus sentimientos son el reflejo de los míos. Shaheen se apartó para mirarla con una sonrisa en los labios. —Entonces, depende de mí demostrar lo auténticos que son mis sentimientos. Y durante el resto de la noche, eso fue lo que hizo. Sin dejar ninguna duda. Johara miraba a Shaheen, en silencio. Tumbado de espaldas, con la sábana de color verde oscuro sobre un muslo y el resto de su cuerpo desnudo al descubierto, apoyaba un musculoso brazo sobre la cabeza y el otro sobre el corazón. Parecía como si estuviera guardando el beso que Johara le había dado antes de saltar de la cama, cuando le dijo que iba al baño y que volvería enseguida. Con el corazón encogido, murmuró un juramento: —Te amaré siempre, ya habibi. Él suspiró, en sueños, con una sonrisa en los labios. Y, aunque estaba al otro lado de la habitación, Johara creyó haber oído: —Yo también a ti, mi Gemma. Con lágrimas rodando por su rostro, Johara cerró la puerta y salió de la habitación, fuera de su ático. Fuera de su vida. Sintiendo como si la suya hubiera terminado. Nº Páginas 23-90
  • 24. Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas Capítulo 4 En cuanto abrió los ojos, Shaheen supo que ocurría algo extraño. Algo terriblemente extraño. Se sentía… sereno. Se quedó inmóvil durante unos segundos, cerrando los ojos de nuevo para saborear esa sensación de felicidad. Una sensación nueva para él. Nunca se había sentido así, ni siquiera en sus mejores días. Siempre había sabido que debía sentirse agradecido por todo lo que tenía y jamás había dado por sentados sus privilegios. Aceptaba el precio que debía pagar por ellos y la carga que ponía sobre sus hombros. Incluso disfrutaba de los retos y las dificultades que dictaba tener esos privilegios. Lo que nunca le había gustado eran las restricciones que imponían en su vida, la frustración de tener que someterse a las demandas de otros o hacer menos de lo que él pensaba que debía hacer. Y esas limitaciones eran una fuente constante de tensión. Pero no había ni gota de esa tensión en aquel momento. Sentía algo que sólo había experimentado parcialmente, que nunca había imaginado al completo: una sensación de paz. Y era por ella. Gemma. Incluso su nombre era perfecto. Todo lo que había sentido con ella, visto en ella, tenido con ella, lo era. Y la maravilla de conocerla parecía haber borrado de un plumazo todo lo anterior. Que tuviera que hacer un esfuerzo para recordar algo que no fuera ella era asombroso. Una noche con Gemma era como la suma total de su experiencia de la vida. Shaheen se estiró, canturreando una canción, satisfecho y contento. De modo que aquello era la verdadera pasión. Nunca había sentido nada así. Había conocido la pasión por el trabajo, por el éxito, el amor de su familia… pero sólo había sentido un ligero y efímero interés por las demás mujeres. Nunca había imaginado algo tan poderoso. Desde el momento que puso los ojos en ella, sus sentimientos se lo habían tragado, abrumándolo hasta hacerlo perder el control. Y no le importaba. Estar con Gemma lo liberaba de todas las tensiones e inhibiciones, concentrado por entero en estar con ella, en saborear cada momento con ella. Sentía como si la conociera de toda la vida. Nº Páginas 24-90
  • 25. Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas Y ya no podía imaginar la vida sin ella. La vida que Gemma había descarrilado y encauzado a la vez. Shaheen suspiró, recordando imágenes y sensaciones de la noche anterior. Le había hecho el amor como si la hubiera estado esperando toda su vida. Ni siquiera pudo parar cuando descubrió que era virgen. O más tarde, cuando se dijo a sí mismo que no lo harían más esa noche. Pero, de nuevo, Gemma le había robado el control. De repente, se sintió inquieto. La había tomado como si fuera libre de buscar su propio destino. Y no lo era. ¿Cómo podía haber olvidado eso por un momento y menos una noche entera? Pero lo había olvidado por completo. Maldita fuera. Daba igual lo que le exigiera su país, lo que necesitara de él. Ya no podía buscar una novia del catálogo real. No sabía cómo iba a evitar ese matrimonio, pero lo haría. Darían igual las presiones y las exigencias. Todo en él exigía que hiciera suya a Gemma. Shaheen se pasó las manos por la cara. Sería una batalla épica. Pero una delicia también. En su mente, vio imágenes de ella, de los dos juntos, conversando, acariciándose, unidos. Le daba igual la batalla. Hacerla suya era más importante que el mundo entero. Shaheen se sentó en la cama y pasó las manos por el lado donde Gemma había dormido, o al menos donde había yacido, entre las sesiones amorosas. No habían dormido hasta el amanecer, demasiado ocupados hablando y experimentándose el uno al otro en todos los sentidos: sensual, sexual, mental. Su cuerpo empezó a llamarla de nuevo pero intentó controlarse. No iba a hacer el amor con ella aquel día por mucho que Gemma se lo pidiera. Su dulce Gemma necesitaba al menos un par de días para recuperarse. —¿Gemma? —la llamó. Silencio. Volvió a llamarla y esta vez, cuando no recibió respuesta, los labios que habían sonreído al imaginarla en la bañera se fruncieron en un gesto de alarma. Shaheen corrió al baño y empujó la puerta… Estuvo a punto de caer al suelo, aliviado, al descubrir que no estaba allí porque había imaginado una docena de macabros escenarios durante esos segundos. Tenía que estar en la cocina, se dijo. Y allí no podría oírlo. La imaginó recién duchada, vestida con alguna de sus camisas o envuelta en algún albornoz, demasiado ancho para ella. Y estaría dolorida en ciertos sitios… Nº Páginas 25-90
  • 26. Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas Consideró la idea de entrar allí desnudo pero al final se puso los pantalones. Gemma había respondido a sus caricias con gran pasión pero seguía siendo tímida cuando no estaban haciendo el amor y no quería ponerla a prueba por el momento. Ya la había apresurado en tantos sentidos… Que ella se lo hubiera pedido no significaba que debiera hacerlo. Él era quien tenía experiencia, no Gemma, y no debería comportarse como un adolescente cargado de hormonas. Unos segundos después de darse esa charla estaba casi corriendo hacia la cocina. Ah, iba a ponerse en ridículo otra vez, pensó. Pero tuvo una premonición antes de entrar. Una sensación de… vacío, de ausencia. Y la sensación se convirtió en un hecho unos segundos después. Gemma no estaba en la cocina. Shaheen se dio la vuelta y corrió para inspeccionar cada habitación. Nada. Se había ido. Se quedó en medio del salón, mirando Manhattan por las ventanas, incapaz de entenderlo. No podía haberse marchado. Debía haber tenido alguna razón importante para irse. Tal vez una emergencia. Sí, eso debía ser. Pero si le había ocurrido algo, ¿por qué no lo había despertado para decírselo, para pedirle ayuda? Gemma sabía el poder que tenía sobre él. Si alguien de su familia, algún amigo incluso, tenía un problema, él podría ayudarla. ¿Era posible que no supiera que haría cualquier cosa por ella? ¿Que no creyera, como él, que su encuentro había trascendido todas las convenciones de una relación, que habían tomado un atajo para llegar al nivel más alto en una simple noche? ¿O era tan independiente que no pedía ayuda porque estaba decidida a lidiar sola con lo que fuera? O tal vez no se le había ocurrido pedirle ayuda en su prisa por solucionar el problema. «Para», se dijo a sí mismo. Seguramente estaba interpretando su ausencia de manera errónea. Entonces algo lo golpeó como un martillo… Gemma no le había dado su dirección o su número de teléfono. Y ni siquiera sabía su apellido. ¿En qué había estado pensando esa noche? Nº Páginas 26-90
  • 27. Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas No había pensado en absoluto. No había pensado más que en ella, en lo que estaban compartiendo. Por primera vez en su vida, había vivido solo para el momento. Siempre había desconfiado de los demás, incluso de su gente más cercana, porque temía las consecuencias de errores o mal comportamiento. Pero con Gemma había bajado la guardia, no había tenido un momento de duda. Era la mujer con la que había soñado siempre pero que jamás pensó que pudiera encontrar. Y había desaparecido después de darle la noche más perfecta de su vida. Después de hacerle creer en un futuro maravilloso, en una conexión sin precedentes, se había ido. «Cálmate». Tenía que haber una explicación, una totalmente razonable, estaba seguro. Macharse tenía que ser lo único que podía hacer o no lo hubiera hecho. Gemma no lo habría dejado así. De modo que debía calmarse. Él no sabía su dirección pero ella sí conocía la suya. Lo único que tenía que hacer era esperar. Gemma no volvió. Parecía haberse esfumado, como si hubiera desaparecido de la faz de la tierra. Shaheen pensó que su equipo de seguridad sabría algo de ella, que tal vez la habrían seguido. Pero cuando la vieron salir del ático al amanecer, en el único que pensaron fue en él. Lo llamaron al móvil para comprobar si estaba bien y cuando contestó, medio dormido, algo que Shaheen había olvidado, lo dejaron pasar. No habían visto ninguna razón para seguirla y la esperanza de encontrarla se esfumaba por segundos. Shaheen la buscó por todo Nueva York, por todo Estados Unidos. Nadie había odio hablar de ella. Y empezaba a pensar que ella, y la noche maravillosa que habían pasado juntos, era fruto de su imaginación. Incluso teniendo una prueba de su existencia, la foto que le había hecho con el móvil, nadie más que él parecía haberla visto. Todas las personas a las que preguntó decían que recordarían a alguien como ella. Y no era así. En cuanto a su nombre, tampoco nadie lo recordaba. Era como si nunca hubiera existido. En su mente había aparecido una posible explicación durante la búsqueda, aunque Shaheen no había querido prestarle atención. Pero una vez que se convenció de que no había tenido un accidente o algo peor, esa explicación empezaba a ganar peso. Nada más que eso tenía sentido. Nº Páginas 27-90
  • 28. Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas No había manera de escapar. Tenía que enfrentarse con la verdad, por devastadora que fuera. Gemma no quería volver a verlo. Era la mujer que había puesto su mundo patas arriba pero, aparentemente, él no había sido para ella más que una noche de pasión. Un hombre al que había elegido para iniciarla en los ritos del amor. Tal vez le había parecido exótico, un hombre de una cultura y un país diferente, a quien podría apartar de su vida una vez que la aventura terminase. La resignación daba paso a la desesperación y si no tenía a Gemma, no había nada más por lo que luchar, nada que lo retuviese allí. Era hora de volver a Zohayd para enfrentarse con sus deberes. Para abrazar la pesadilla. —Shaheen. Eso fue todo lo que dijo su padre, segundos después de que entrase en su despacho. Y era más que suficiente. El rey Atef había pronunciado su nombre con un tono exasperado, decepcionado. Y Shaheen no podía criticarlo. Se había olvidado de su padre y del resto del mundo durante las últimas ocho semanas. Después de una llamada para decir que, sencillamente, no iba a volver a Zohayd por el momento, había desaparecido para todos sin explicar por qué. Su padre le había dejado una docena de mensajes en el móvil, había enviado emisarios para convencerlo de que volviera o, al menos, para que le explicase cuál era el problema… Atef se levantó, majestuoso, y Shaheen sostuvo su mirada. El rey Atef Aal Shalaan no intentó abrazarlo como hacía cada vez que volvía de algún viaje. Aunque era un poco más bajo que él y tenía treinta años más, Shaheen siempre había pensado que tenía unos hombros sobre los que podía recaer el peso de todo un país. Pero el rey Atef necesitaba algo más que presencia para mantener el reino en paz, para controlar a sus enemigos y a sus aliados. Más que nunca, tenía que pacificar a los jefes de las tribus más poderosas que, constantemente, exigían su parte de poder, prestigio y recursos. Y eso era algo que sólo Shaheen podría conseguir sacrificándose en el altar. Su padre dejó escapar un suspiro, los ojos dorados que habían heredado tanto Shaheen como su hermano Harres brillaban bajo unas cejas pobladas. —No voy a preguntar por qué desapareciste ni qué te ha traído de vuelta. Nº Páginas 28-90
  • 29. Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas —Mejor —dijo Shaheen. Debería contentarse con que hubiera vuelto. Lo demás no era asunto suyo. —No es el momento de reprenderte por un comportamiento potencialmente catastrófico. La recepción ya ha empezado. La recepción. El desfile nupcial que su padre había organizado en cuanto supo que volvía a Zohayd a bordo de su jet privado. Estaba intentando atraparlo antes de que tuviera oportunidad de cambiar de opinión. Y allí estaba, a punto de entrar en el salón de ceremonias del palacio, esperando el momento que destruiría su vida. Casi dos mil personas habían acudido, todas ellas con interés en ese matrimonio. Pero no se esperaba que Shaheen mirase a las mujeres como quien mira un catálogo, haciendo un círculo rojo alrededor de la más deseable. Supuestamente, debería mirar la «mercancía» de manera más seria, más exhaustiva. Siendo lo que eran los matrimonios en Zohayd, especialmente en la más alta escala social, eran las familias las que se casaban, no las personas. Por lo tanto, tendría que elegir a una familia que pudiera soportar, ya que sería una presencia constante en su vida. —No vas vestido para la ocasión —le recriminó su padre—. Le dije a tu kabeer el yaweran lo que se esperaba de ti esta noche. El jefe de protocolo de Shaheen le había dicho que debería usar la ropa típica de Zohayd pero Shaheen seguía llevando un traje de chaqueta occidental. El rey Atef suspiró, cansado. —Te ruego que, al menos, intentes disimular la repugnancia que te produce estar aquí. —No me pidas más de lo que puedo dar, padre. No puedo fingir que esto no es una tortura para mí. —Estás siendo poco razonable. Tú no eres el primero de la familia que debe hacer un matrimonio de Estado. —Ah, claro. Tú lo hiciste dos veces, ¿por qué yo no? ¿Es eso? —Shaheen sabía que estaba traspasando la línea de respeto hacia su padre y soberano, pero le daba igual. No tenía fuerzas para seguir el protocolo—. Estoy aquí para hacer lo que tengo que hacer, padre. Eso es lo único que importa. ¿Para qué voy a tomar parte en esa farsa? ¿Por qué no me ahorras ese tormento? Prefiero no elegir el método de mi ejecución. Te lo dejaré a ti, confiando en que elijas el más humano. El rey hizo una mueca. —Ése es el problema. Tiene que ser tu preferencia personal la que incline la balanza a favor de una candidata o de otra. —¿Crees que me importa si soy fusilado, electrocutado o cortado en pedazos? Da igual, elige una. Nº Páginas 29-90
  • 30. Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas —Estás exagerando. Todas las candidatas son jóvenes bellas, inteligentes, educadas y agradables. Te gustará tu novia y tal vez, con el tiempo, aprenderás a amarla. —¿Como tú amas a la reina Sondoss? ¿O a mi madre? Su padre lo fulminó con la mirada. Lo máximo que pudo conseguir con la madre de Shaheen fue una convivencia pacífica. En cuanto a la reina Sondoss, abierta hostilidad era lo único que podían esperar. —También están Aliyah y Kamal. Y no creo haber visto una pareja más feliz. —No los menciones, padre. Ellos estaban locamente enamorados antes de casarse. El destino los obligó a separarse y, afortunadamente, los reunió de nuevo. Su padre suspiró, agotado, dejando a un lado su regia postura. Nada quedaba del formidable rey, sólo un padre dolido por aquello de lo que no podía salvar a su hijo. —No sé cómo decirte cuánto siento que tengas que seguir mis pasos. Pero no podemos hacer otra cosa y por eso te pido que mires atentamente a las candidatas. —Las candidatas —repitió Shaheen, despectivo. —Al menos tú tienes más que yo donde elegir. Yo no tuve nada que hacer en la elección de tu madre o la reina Sondoss. Puede que tú tengas más suerte encontrando a alguien compatible entre una docena de posibles novias. Shaheen apretó los dientes. Ya había encontrado a una mujer que era compatible con él en todos los sentidos. Gemma, por el contrario, no sentía lo mismo. Ni siquiera lo había creído merecedor de una despedida. Eso no cambiaba nada. Ahora sabía que aquello que había soñado existía, aunque ella no lo quisiera, aunque nunca pudiera tenerla. ¿Qué posibilidades había de que el destino le tuviera preparada una mujer como Gemma? Él sabía que no era posible. Pero no lo dijo. Su padre tendría que lanzar los dedos y decidir su destino. Por fin, Atef pasó a su lado para ir al salón de ceremonias y Shaheen lo miró con cierta compasión. Su tarea no era fácil. De hecho, la vida de su padre no había sido fácil. Sus hermanos y él siempre habían creído que no había conocido otra felicidad que su pasión por el trabajo y sus hijos pero varios años atrás descubrieron que una vez había conocido el amor con una extranjera, Anna Beaumont. Había tenido una aventura con ella durante su separación de la reina Sondoss dos años antes de que nacieran Haidar y Jalal. Anna quedó embarazada y, cuando los esfuerzos de Atef por divorciarse de Sondoss fracasaron, tuvo que romper con su amante, lo más difícil que había hecho en su vida. No podía volver a verla debido a Nº Páginas 30-90
  • 31. Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas la amenaza de guerra con el reino de Azmahar y, además, era imperativo que no tuviera a ese hijo. Pero Anna había tenido a su hijo, una niña a la que había dado en adopción. La tía de Shaheen, Bahiyah, sabiendo de la aventura de su hermano, había adoptado a Aliyah haciéndola pasar por su hija. Sólo muchos años después, mientras su padre se recuperaba de un infarto, se había descubierto la verdad. Un descubrimiento que llegó justo a tiempo, ya que la amenaza de guerra en la región sólo podía ser evitada si una hija del rey Atef se casaba con el rey de Judar. Ahora Aliyah era la esposa del rey Kamal, la querida reina de Judar, y Anna Beaumont se había convertido en una presencia constante en la vida de Aliyah. Pero eso sólo había servido para aumentar la infelicidad de su padre, que no podía tener a la única mujer a la que había amado y, si Shaheen no se equivocaba, seguía amando. Su padre y él tenían eso en común. Shaheen mantuvo los ojos fijos en los hombros caídos del rey Atef mientras entraba en el salón de ceremonias. Su entrada provocó murmullos en el majestuoso salón. Había cientos de personas delante de él y ninguna de ellas le importaba… Pero, de repente, sintió que el vello de su nuca se erizaba. ¿Qué era aquello? Shaheen miró alrededor, buscando la fuente de esa turbación… Y entonces todo pareció detenerse. Su corazón estuvo a punto de saltar de su pecho porque allí, al fondo del salón… Gemma. Nº Páginas 31-90
  • 32. Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas Capítulo 5 Shaheen pensó que se había vuelto loco. Estaba viendo visiones. Tuvo que hacer un esfuerzo para tragar saliva, con un nudo en la garganta. Estaba viendo a Gemma. Pero no podía ser. Su mente enfebrecida debía estar proyectando su deseo de verla, la mujer cuyo recuerdo había quedado grabado en su mente y en su corazón para siempre, la mujer que lo había vuelto loco y a quien había perdido la esperanza de ver otra vez. Shaheen cerró los ojos. Pero cuando volvió a abrirlos, Gemma seguía allí. —Shaheen, ¿por qué te paras? Shaheen escuchó la voz de su padre como si llegara de muy lejos. Gemma, que estaba al fondo del salón de más de cien metros, le parecía estar a unos centímetros. Su mirada lo tenía prisionero como la primera vez, en Nueva York, con la misma intensidad, la misma emoción. Pero faltaba una cosa, la sorpresa. Ella esperaba encontrarlo allí, por supuesto. No había elemento sorpresa en aquella ocasión. Pero en su expresión había algo… aprensión, aversión incluso. ¿Le disgustaba verlo? ¿Entonces por qué estaba allí? Esa pregunta lo sacudió más que la emoción de volver a verla. ¿Cómo había llegado al palacio de Zohayd? Pero cuando volvió a buscarla con la mirada, Gemma apartó los ojos, se escondió de él. Frustrado, Shaheen no dejaba de hacerse preguntas. El deseo de abrirse paso entre la gente para llegar hasta ella, de apartar a todo el mundo de su camino, lo abrumaba. Se imaginó a sí mismo tomándola en brazos para llevarla a sus habitaciones, apretándola contra la primera superficie plana que encontrase para devorarla… No era consideración por los invitados de su padre, la gente más influyente de Zohayd, lo que detuvo a Shaheen. Era que Gemma hubiese apartado la mirada. Saber que no lo quería como la quería él, que no había ido a buscarlo, le rompía el corazón. Durante unos minutos interminables respondió con monosílabos cuando le hablaban, estrechó manos e intentó disimular su disgusto al ver a las posibles candidatas y a sus familias, sin dejar de buscar a Gemma entre la gente, intentando desesperadamente que volviese a mirarlo. Su hermano Harres apareció entonces a su lado. Nº Páginas 32-90
  • 33. Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas —Pareces nervioso, hermano. ¿Has fumado algo para soportar esto? Shaheen tuvo que contener el deseo de darle un puñetazo. —¿Y si fuera así? Harres hizo una mueca. —Me he ofrecido a contraer matrimonio por ti. Ya he dicho que a mí me da igual y que seguiría siendo neutral ya que nunca me encariñaría con la mujer que me correspondiera. Pero el consejo se ha negado. Shaheen asintió con la cabeza. Era cierto. Harres había intentado ocupar su puesto pero el consejo real había rechazado la petición. —Ellos saben que te encariñarías con tus hijos. Su hermano se encogió de hombros. —Tal vez, probablemente sí. No lo sé. No me puedo imaginar a mí mismo como marido y menos como padre —le dijo, pasándole un brazo por los hombros y mirándolo con los ojos dorados que ambos habían heredado de su padre—. Habría hecho lo que fuera por evitarte esto, hermano. —Sí, lo sé. Entonces volvió a ver a Gemma entre la gente y dio un involuntario paso adelante, como empujado por una fuerza incontenible. —Y yo sé lo que estás buscando con la mirada —dijo su hermano entonces—. ¿Quién hubiera podido imaginar que nuestra pequeña Johara acabaría siendo una mujer tan bella? Las palabras de Harres no tenían sentido para Shaheen. ¿Estaría su mente deteriorándose debido al estrés? Harres era el ministro de Interior de Zohayd, el encargado de su seguridad, y estaba haciendo un trabajo fabuloso. Pero en su rostro, oscurecido por el sol del desierto, había una expresión que Shaheen no había visto nunca salvo cuando estaba con las mujeres de la familia, una ternura extraña. Y le había parecido que decía… no, no podía haber dicho ese nombre. ¿Por qué iba a hacerlo después de tantos años? Shaheen sacudió la cabeza, desesperado por aclarar sus ideas. —¿De qué estás hablando? —La visión dorada ahí, al fondo. Nuestra Johara… o tal vez debería decir tu Johara, se ha hecho una mujer —Harres señaló a Gemma con la mano—. No has mirado a otro sitio desde que has llegado y te comprendo. Yo tuve que mirarla fijamente durante quince segundos cuando Nazaryan apareció con ella del brazo. ¿Quién lo hubiera imaginado? Shaheen miró a su hermano como si estuviera hablando en un idioma que no entendía. —¿Nazaryan? Nº Páginas 33-90
  • 34. Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas Harres chascó los dedos frente a su cara. —Despierta de una vez, Shaheen. Me estás asustando. Él sacudió la cabeza de nuevo. —¿Cómo que Nazaryan? —Berj Nazaryan, el joyero real, su padre. Shaheen volvió la cabeza para buscarla con la mirada, incapaz de ordenar sus pensamientos. No podía ser… Pero Gemma era la única mujer que llevaba un vestido dorado. Harres estaba hablando de ella. Y estaba llamándola… Johara. La burbuja de incomprensión estalló de repente dentro de Shaheen. Gemma era Johara. Y la sorpresa fue como una detonación nuclear. Su misteriosa Gemma era Johara, la hija de Berj Nazaryan, la hermana de Aram, la chica a la que conocía desde que tenía seis años. La que se había convertido en su sombra desde el día que se lanzó del balcón y él la sujetó entre sus brazos. Por eso le había parecido como si la conociera desde siempre. Así era. La había reconocido con esa primera mirada, aunque no de manera consciente. Y era lógico. No se parecía nada a la chica de catorce años que recordaba. Delgada, con gafas y aparato en los dientes, Johara era más bien tímida y aniñada. Y en esos años, se había convertido en todo lo contrario. Él creía haber visto todos los tipos de belleza que este mundo pudiera ofrecer pero Johara era algo que jamás hubiera podido imaginar, todas sus fantasías hechas realidad. Y eso sólo en la superficie. En el fondo, donde importaba de verdad, la pequeña Johara, como la llamaba Harres, se había convertido en una mujer que lo había seducido en un segundo, que lo había poseído para siempre en una sola noche. Shaheen iba a dar un paso delante pero la mano de Harres en su brazo lo detuvo. —¿Estás bien? —le preguntó su hermano. —Sí, estoy bien —consiguió decir Shaheen, en medio de una tormenta de sentimientos. Pero no era cierto, no estaba bien, al contrario. Tal vez jamás volvería a estar bien. Se había acostado con Johara. La había hecho suya de todas las formas posibles. Cuando pensaba que no podía estar más sorprendido, más conmocionado, sus ojos capturaron los hermosos ojos oscuros de Johara y la pieza final del rompecabezas cayó en su sitio. Nº Páginas 34-90
  • 35. Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas Él no la había reconocido pero ella tenía que saber quién era desde el primer momento. De hecho, lo sabía porque había pronunciado su nombre en cuanto se acercó a ella… Y luego le había hablado de sí misma, de su familia, sin nombres, fechas o sitios. Y cuando él no supo unir los puntos, tan conmocionado que no había sido capaz de hacer la conexión, Johara decidió no decirle nada. La aprensión que había notado en ella debía ser ansiedad o temor por su reacción. —Ahora que has visto a tus potenciales novias, ¿qué tal tienes el estómago? — escuchó una voz femenina tras él. —¿Podemos dar pistas de a quién no elegir? Shaheen se volvió para ver a Aliyah y Laylah, que estaban poniéndose de puntillas para darle un beso en la cara, sus exquisitos rostros llenos de vitalidad y alegría de vivir. Automáticamente, Shaheen las abrazó, sin querer pensar en las ramificaciones de lo que había pasado entre Gemma y él… Johara, se corrigió a sí mismo. —La belleza de esmeralda, la que tiene el pelo largo hasta los pies —empezó a decir Laylah, dándole un pellizco en la mejilla—. No la mires siquiera. Por fuera es una belleza pero se convertirá en una serpiente en el momento oportuno. —La pelirroja de ahí —añadió Aliyah, señalando discretamente con la cabeza a la mujer de la que hablaba—. Sal corriendo si vuelves a verla. Le salen escamas en la piel por las noches. Harres soltó una carcajada. —Si lo que queréis es que Shaheen se sienta mejor, lo estáis haciendo de una manera muy extraña. Laylah le dio un codazo en las costillas. —Estamos salvándolo de elegir a la flor más bonita y ser devorado vivo. —Y ahora que habéis eliminado las flores más bonitas, ¿debe elegir a la más fea? Aliyah hizo un gesto de horror. —No, no, esas dos son igualmente feas aunque no lo parezcan. Lo que hay dentro es lo que cuenta. De hecho, ya hemos elegido por él. Tenemos dos que serían perfectas. Harres lanzó un bufido. —En realidad, las dos son guapas —dijo Laylah—. Una no es tan sofisticada como a Shaheen le gustaría, pero nosotras creemos que lo sería cuando se convirtiera en su esposa. La otra es muy agradable, pero no tiene mucho sentido del humor, pero con Shaheen como marido, seguramente acabaría teniéndolo. Shaheen sentía como si estuviera en la zona crepuscular y esperaba escuchar una carcajada histérica en cualquier momento. Nº Páginas 35-90
  • 36. Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas —Estoy aquí mismo, no habléis de mí en tercera persona —les dijo, después de aclararse la garganta—. Gracias por vetar a mi novia de pesadilla como sólo vosotras podíais hacerlo. Escribid el nombre de vuestras elegidas y dádselo a mi padre. Pero si él decide que una de las diablesas es la más beneficiosa para las negociaciones, con ella es con la que me casaré. Todo ha terminado para mí y, como le he dicho antes a mi padre, una catástrofe con la que terminar mi vida es tan buena como cualquier otra. Las dos mujeres lo miraron, entristecidas. No se habían dado cuenta de cuánto odiaba Shaheen hacer aquello y se sentían mortificadas por haberle tomado el pelo. —Yo no sabía que fuera tan duro para ti… —No me daba cuenta… Aliyah y Laylah empezaron a hablar a la vez y, al fin, las dos se quedaron calladas, Aliyah mordiéndose los labios, Laylah con los ojos llenos de lágrimas. Shaheen miro a su captora, a Gemma… a Johara, pero ella apartó la mirada enseguida. Había estado mirándolo, pensó. No quería pero estaba mirándolo, tal vez no podía evitarlo. El móvil de Harres sonó en ese momento y, después de intercambiar unas frases tensas, cortó la comunicación y se volvió hacia Shaheen. —Siento tener que irme, pero hay un problema en nuestras fronteras. Puede que tarde horas en controlarlo. Cuando Harres se alejó, Shaheen volvió a mirar a Aliyah y Laylah. —Os perdonaré si le concedéis a este hombre condenado un último deseo. Las dos prometieron concederle lo que fuera. Shaheen miró a Johara, que de nuevo apartó la mirada, antes de volverse hacia ellas. —¿Recordáis a Johara Nazaryan? —Pues claro —respondió Laylah—. Mi madre solía apartarme cada vez que intentaba hablar con ella. Y ahora mírala, tratándola como si fuera una estrella de Hollywood. Todas nuestras amigas y parientes, que nunca se habían dignado a hablar ni con ella ni con su madre, están locas por ser presentadas. —Qué superficiales —dijo Aliyah—. Nunca quisieron reconocer el talento de Jacqueline Nazaryan o lo dulce que era Johara. Pero ahora que Johara se ha convertido en una famosa diseñadora, todas quieren ser las primeras en lucir sus exclusivos diseños. Es asombroso pensar que un vestido les parece más importante que sus maridos. Míralos, todos babeando y a ellas no les importa nada. Shaheen se fijó en la gente que rodeaba a Johara por primera vez. Mujeres que la habían tratado con condescendencia, incluso a veces con descortesía, ahora la trataban no sólo como a una igual sino como a una celebridad. Nº Páginas 36-90
  • 37. Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas Pero era el comportamiento de los hombres lo que hizo que se ofuscara. Muchos estaban mirándola descaradamente, buscando su atención. Shaheen apretó los puños, preparado para una lucha a muerte por conseguir a su compañera. Sí. Daba igual lo que hubiera hecho o lo imposible que fuera la situación, su cuerpo, todo su ser la consideraba ya su compañera. Y no aceptaría nada menos. Aliyah se volvió hacia él. —¿Qué pasa con Johara? —Traédmela —murmuró Shaheen. Shaheen estaba a punto de explotar. De frustración. Habían pasado dos horas desde que le pidió a Aliyah y Laylah que le llevasen a Johara. Y a las dos, que evidentemente no entendían su necesidad de contraer un matrimonio de Estado, les pareció una buenísima idea. Ellas pensaban que debería olvidar los decretos del consejo real y casarse con quien quisiera. ¿Y quién mejor que Johara? Cuando se apartaron, una docena de personas rodeó a Shaheen de nuevo y él intentó concentrarse en la conversación mientras las observaba por el rabillo del ojo intentando acercarse a Johara… pero la perdieron, empujadas por una ola de fans. Y Johara desapareció. Miró de un lado a otro, la buscó entre la gente pero se había ido. Y Shaheen no tenía la menor duda de que lo había hecho a propósito. Podría interrogar a los guardias y criados y dejar que la noticia de que estaba buscándola se extendiera por todo el país, o inspeccionar todas las habitaciones de invitados y causar un escándalo aún mayor para ella y para su padre. De modo que allí estaba, paseando por su habitación, teniendo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no golpear la pared con el puño. No podía dejar que se le escapase por segunda vez, tenía que hablar con ella. Estaba haciendo planes que deshacía un minuto después, cada uno más ridículo que el anterior, cuando un golpecito sonó en la puerta. —¡Vete! —gritó. Pensó que el pobre que se hubiera atrevido a llamar se habría ido, asustado, cuando de nuevo volvió a sonar un golpecito, esta vez más urgente. Shaheen se dirigió a la puerta, dispuesto a decirle cuatro cosas a la persona que estaba molestándolo… Pero se quedó inmóvil. Nº Páginas 37-90
  • 38. Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas Porque allí estaba. Gemma. Johara. Allí estaba, con el vestido dorado que destacaba el increíble lustre de su pelo, mirándolo con expresión ansiosa, con esos labios temblorosos que Shaheen había necesitado como loco durante esas horribles ocho semanas. —Shaheen… Él recordó esa noche, cuando dijo su nombre por primera vez, cuando lo miró así y cambió su vida para siempre… Y no le dio oportunidad de decir nada más. La tomó entre sus brazos con la misma velocidad y determinación que dos décadas antes, cuando la salvó de la muerte. Entró en la habitación y cerró la puerta sintiendo como si sus pies no tocaran el suelo, desesperado por tenerla a su lado, debajo de él. Parecía la secuencia de un sueño. Gemma… Johara, estaba en sus brazos, su dulce aliento mezclándose con el suyo, su calor envolviéndolo. Pero Shaheen no dejaba de hacerse preguntas y esas preguntas hacían un agujero en su corazón. ¿Por qué le había ocultado quién era? ¿Por qué se había ido sin decir nada? ¿Por qué había decidido volver? Y la pregunta más importante de todas: ¿había vuelto por él? —¿Cómo has podido…? Ella dio un respingo, como si la pregunta hubiera sido una bofetada. —Estás enfadado —le dijo. —¿Enfadado? —repitió él, levantando una ceja—. ¿Crees que estoy enfadado? —No, sí, no lo sé —murmuró Johara, con lágrimas en los ojos—. Estás más que enfadado, estás furioso. Y tienes derecho a estarlo. —No estoy enfadado y no estoy furioso. Estoy… —Shaheen se pasó una mano por el pelo—. Sigo sin creer que me hayas hecho esto. —Lo siento mucho. Sé que debería haberte dicho quién era… —Sí, deberías habérmelo dicho. Pero no me refería a eso. ¿Cómo pudiste marcharte así, sin decirme nada? ¿No sabías lo que sentía por ti? Sentía… —Shaheen vaciló, buscando una palabra que pudiera describir la desolación que había sentido tras su desaparición—. Abandono. Johara apretó los labios, dejando que las lágrimas rodaran por sus mejillas. Y él la estudió, paralizado por la enormidad de la pena que irradiaba. Y luego la abrazó de nuevo, temiendo que se desvaneciera. Se quedó sin respiración al sentir el calor de su cuerpo cuando había desesperado de encontrarla de nuevo. Nº Páginas 38-90
  • 39. Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas —No quería que esto pasara —empezó a decir Johara, sollozando sobre su hombro—. Sólo fui a la fiesta para verte, no se me ocurrió que tal vez no me reconocieras después de tantos años. Pero cuando no lo hiciste… cuando tú… Shaheen se apartó un poco para mirarla a los ojos, para llenarse de su presencia, de su proximidad. —¿Qué? ¿Cuando me volví loco? ¿Cuando perdí la cabeza al verte? —Jamás imaginé que las cosas podrían llegar tan lejos. Quería verte por última vez antes de que te casaras y ya no pudieras… en fin, debería haberte dicho quién era, pero sabía que si lo hacía te apartarías o me tratarías como a una vieja amiga. Y yo no quería perder ese momento contigo. Si te lo hubiera dicho no me habrías hecho el amor, así que no te lo dije. Y tuve que marcharme, Shaheen, tuve que irme porque no quería comprometerte. Por eso se había ido. Había pensado que eso era lo que debía hacer. Por él. Esa noche había sido tan mágica para Johara como lo había sido para él. Lo deseaba como la deseaba él y le había dolido en el alma tener que marcharse. Sólo una cosa logró contener su emoción, que se culpara a sí misma cuando ella no tenía la culpa de nada. Shaheen tomó su mano, esa mano que había besado tantas veces aquella noche, para llevársela a los labios. —Te equivocas, Gemma, ya joharti, mi Johara. Tú no me has comprometido, al contrario, me diste energía, me estabilizaste. Me liberaste. Y te equivocas también sobre tus dudas. Puede que hubiera vacilado al descubrir quién eras por la sorpresa, pero nada podría haber evitado que te hiciera mía. Nada más que tú si no me hubieras querido. Johara dejó de llorar, el remordimiento dio lugar a la incredulidad, al alivio y, por fin, a la alegría. El corazón de Shaheen se expandió, expandiendo su mundo con él. Y la abrazó, apretándola contra su corazón. La otra mitad que le había faltado durante esas ocho semanas por fin estaba a su lado. —Pero me deseabas —murmuró sobre sus labios—. Sigues deseándome. Ella cerró los ojos, admitiendo su deseo, y Shaheen la besó con toda su alma. Johara estaba en sus brazos de nuevo y pensaba retenerla allí. No iba a dejarla escapar. —Nunca dejaré de desearte. Johara dejó escapar un gemido cuando los labios de Shaheen aplastaron los suyos. Su mundo era un caleidoscopio de felicidad, su cuerpo una tormenta de sensaciones. Pero no había ido allí para eso. Nº Páginas 39-90
  • 40. Olivia Gates - Domar a un jeque - 1º Pasión entre dunas Daba igual que estuviera muriéndose por él, temblando de deseo. Clavó los dedos en su pelo, intentando tirar de él, respirar antes de que la arrastrase al placer. Pero fracasó. Como si intuyera su lucha, Shaheen se apartó para mirarla a los ojos con una mezcla de ternura y feroz deseo. —¿Qué ocurre, ya joharti? Tu corazón late con tal fuerza que puedo sentirlo en mi pecho. —No he venido aquí para esto, Shaheen. Sólo quería explicarte, decirte adiós… —No habrá despedidas entre nosotros, ya galbi. Nunca. Antes de que ella pudiera decir que sí las habría, aunque ninguno de los dos las deseara, Shaheen volvió a buscar sus labios de nuevo. Y Johara se ahogó en ellos. En su deseo, en un mundo en el que sólo existía él, sólo importaba él. Se dejó ahogar, prometiéndose a sí misma que sería la última vez… —Lo siento, Shaheen. He llamado… varias veces. Los dos se apartaron al escuchar la voz femenina. —Vete de aquí, Aliyah. —Lo siento mucho, pero esto no puede esperar. Johara miró a Shaheen, sin saber qué hacer. Aliyah y Laylah habían intentado convencerla para que hablase con Shaheen y ella había escapado porque no quería comprometerlo más. Pero ahora tenía el vestido levantado, las piernas abiertas, las manos masculinas en sus nalgas y un pecho al descubierto. Mortificada, tuvo que aceptar que, a pesar de la interrupción, seguía excitada. No habría podido salir corriendo aunque Shaheen la soltase. Y no tuvo que hacerlo. Shaheen se apartó por fin, bajando su vestido con aparente tranquilidad antes de volverse hacia Aliyah, que miraba a Johara con gesto de disculpa. Estaba claro que tenía una razón importante para estar allí, una que no podía contar en su presencia. Aquella era su oportunidad de escapar, pero la mano de Shaheen la detuvo. —Por favor… —murmuró Johara—. Pronto me iré y no volverás a verme. Te lo suplico, mientras tenga que estar en Zohayd debes alejarte de mí. Y luego salió de la habitación, sujetándose el vestido para no tropezar. Pero estuvo a punto de caer de bruces cuando escuchó su voz tras ella, intensa, ronca, voraz: —Nunca me alejaré de ti, ya joharti. Nº Páginas 40-90