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El cardenal Cisneros libertando a los cautivos de Orán – Francisco Jover y Casanova (1869).
Colección del Museo del Prado (Madrid). Depositado en el Palacio del Senado.
España.
Derechos de autor registrados
2017 Antonio García Megía y María Dolores Mira y Gómez de Mercado (Edición).
Congregación de Esclavas de la Inmaculada Niña
La Religión y el Mundo Actual - 20. Marruecos y España. Federico Salvador Ramón
Angarmegia: Ciencia, Cultura y Educación. Portal de Investigación y Docencia
Edición preparada con ocasión del proceso de beatificación del Padre Fundador de las Esclavas de La
Inmaculada Niña.
http://angarmegia.com - angarmegia@angarmegia.com
La religión
y el
mundo actual
- 20 -
Marruecos y España
Federico Salvador Ramón
Publicado en la revista mariana Esclava y Reina
Congregación de Esclavas de la Inmaculada Niña
Agosto a Febrero
Guadix (Granada) – España
1921/1922
zzz
Edición actualizada por
María Dolores Mira Gómez de Mercado
Antonio García Megía
Esta serie de documentos recopila los artículos que Federico Salvado Ramón, bajo
el seudónimo de «Mirasol», publica en la sección “Apuntes Sociales”, con subtítulo
genérico La Religión y el Mundo Actual, de forma casi ininterrumpida en la revista
Esclava y Reina de la Congregación de Esclavas de la Inmaculada Niña, desde su segundo
número aparecido en febrero de 1917.
Con la intención pedagógica que caracteriza toda su producción escrita, el padre
Federico observa, analiza y comenta desde un punto de vista católico, apostólico, romano
y de esclavo militante, los matices y perspectivas que se suceden en los ámbitos filosófico,
social, cultural, histórico, político, y por supuesto, religioso, durante la turbulenta
transición que supone el cambio de centuria, cuyo impacto se extiende hasta el segundo
cuarto del siglo XX.
Se trata de una época de mentalidades en conflicto que concluyen con el trágico
estallido de la Primera Guerra Mundial y sus consecuencias posteriores.
Los ejes nucleares del cambio de mentalidad afectan a campos tan diversos como
la relatividad y la operatividad de los conocimientos, el problema de los valores, las
relaciones entre ciencia, filosofía —desde el entendimiento de que la opción que cada
intelectual escoge —ya sea desde el pensamiento conceptualista, ya desde el
irracionalismo y desde la reivindicación de la «experiencia y la intuición de la
inmediatez», que siempre implica elecciones éticas y políticas a veces abiertamente
contrapuestas.
El mundo en los albores del siglo XX se enfrenta a la remoción de los fundamentos
del saber en las ciencias y en la cultura filosófica. En las décadas finales del siglo XIX y
en los inicios del siglo XX, entra en crisis el modelo positivista de cientificidad y la
prevalencia de la razón y la ciencia que habían constituido la base de los grandes sistemas
del siglo XIX. El racionalismo tradicional se ve amenazado por la irrupción imparable de
los sistemas irracionalistas de Nietzsche, Bergson o Freud.
Desde las últimas décadas del mil ochocientos y hasta la Primera Guerra Mundial,
sobre todo en Francia y en Alemania, la certeza positivista comienza a sufrir un intenso
proceso de erosión por las expansión de las posiciones irracionalista ya citadas y por la
transformación interna del propio positivismo, en el sentido de una mayor conciencia
crítica sobre las posibilidades, los límites y los métodos del saber científico, tal como se
manifiesta en la postulación sobre la fenomenología de Edmund Husserl.
Este decurso acelera el proceso de modernización emprendida por la burguesía
liberal hacia el capitalismo financiero que se aleja del capitalismo industrial alumbrado
en el siglo XVIII.
A ello se suman las transformaciones culturales sobrevenidas por las políticas de
expansión imperialista y colonial de las grandes potencias, exclusivamente europeas hasta
los inicios del siglo XX, a las que habrán de sumarse desde inicios de la centuria, los
Estados Unidos norteamericanos y el Imperio de Japón que sale fortalecido tras derrotar
al coloso Ruso en la guerra por el dominio de los territorios de Manchuria.
Este es el contexto en que se desarrolla la vida del padre Federico Salvador
Ramón, y, como queda dicho, esta su postura al respecto.
MaríaDoloresMirayGómezdeMercado
Antonio GarcíaMegía
LA RELIGIÓN Y EL MUNDO ACTUAL – MARRUECOS Y ESPAÑA
FEDERICO SALVADOR RAMÓN
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La religión y el mundo actual
- 20 -
Apuntes Sociales
Marruecos y España
Los que conocen esta sección de Esclava y Reina saben perfectamente cuál es el
más ferviente deseo que en ella se manifiesta desde que nos dirigimos al Excmo. Señor
Maura, Presidente de la Liga Africanista, al Excmo. Señor Benlloch, Director de la
acción misional en España y al pueblo español en general, urgiéndole a que piense en el
gran problema que ha de resolver en la zona de influencia española en Marruecos, para
que así pueda España conocer los datos necesarios, a fin de que no nos hallemos a lo
mejor con la falta de algún elemento indispensable.
Para nosotros la cuestión magrebina es más religiosa que política, militar y
económica, y lo hemos dicho y repetiremos, si España no va a procurar en primer término
la conversión de los mores al catolicismo, no habremos hecho la obra que corresponde a
nuestra historia y que nos impone nuestra posición geográfica, antes que a otro pueblo
cualquiera de la tierra. Y tanto más nos obliga esta hazaña en el Magreb, cuanto con más
razón se puede afirmar de nuestra Patria que ha sido el gran apóstol de la civilización
católica en el inundo.
Porque así pensamos y esta es la principal trascendencia que damos a nuestra
influencia en Marruecos, nos complacemos en hacer nuestras estas palabras de El Siglo
Futuro que tomamos del artículo de fondo correspondiente al día 27 de dicho diario:
LA RELIGIÓN Y EL MUNDO ACTUAL – MARRUECOS Y ESPAÑA
FEDERICO SALVADOR RAMÓN
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«Quizás forma parte de nuestra misión indiscutible la de sostener y propagar la
civilización católica. Tal vez esté llamada nuestra Patria a acabar con el error
mahometano, fuente de barbarie y opuesto a toda civilización, cultura y verdad».
Al día siguiente, el mismo respetable colega, en otro artículo muy digno de seguir
al primero que hemos citado, dice, refiriéndose ya al hecho de que nuestra Patria está
llamada a luchar y acabar con el error mahometano, palabras tan sesudas como éstas:
«Es necesario decir que la acción de España en la zona del protectorado está
reducida a un barniz de civilización material, y a eso que se llama atracción o
acción política que se reduce en suma a tirar un ferrocarril, abrir una carretera,
explotar unas minas, y crear tal o cual escuela para dar una instrucción, que si es
aprovechada por los indígenas, se aprovecha como la ha aprovechado Abd-el Krin,
que cursó estudios en nuestras escuelas de Ingenieros.
No ha preocupado a los Gobiernos españoles, ni por un momento, la
cristianización de Marruecos, la evangelización, la conquista espiritual religiosa de
los infieles, y unidos éstos por el vínculomás poderoso que es la religión, ¿qué ha
de esperarse de quienes están separados de nosotros por unas creencias
religiosas que les impone el odio al perro cristiano?»
Antes de seguir, queremos dejar aquí anotado el sensible descuido de que la prensa
se ha quejado de enviar, en estos tiempos de rapidez, los ejércitos a Melilla hasta sin sus
capellanes correspondientes. Advirtiendo, que no han faltado capellanes castrenses que
ganen la laureada de San Fernando en acciones de guerra realizadas en África.
Ante estas consideraciones, el articulista Mirabal, con muy sobrada razón,
continúa diciendo:
«¡Qué diferencia entre la labor españolista de aquel padre Lerchundi y la influencia
y autoridad de los frailes franciscanos, a lo que hacen los elementos civilizadores,
que sólo ven la civilización en el tráfico y en las exposiciones de productos y en
los negocios mercantiles!
¡Nuestra influencia! Más bien diríase que los influenciados de mahometismo son
los europeos que en África se establecen: respetan la Mezquita, adoptan las
costumbres, visten la chilaba, se cubren con el fez, toman el té en cuclillas...».
Y es que no puede ser de otro modo. Padecemos una educación acomodaticia
enervante en España y somos hasta tal grado menguados en nuestros liberales
procedimientos, que, en lo que toca a religión, no dudamos ser, en efecto, más
influenciados que civilizadores. Los negocios del Padre Lerchundi y de su no menos
LA RELIGIÓN Y EL MUNDO ACTUAL – MARRUECOS Y ESPAÑA
FEDERICO SALVADOR RAMÓN
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apostólico continuador, el Padre Cervera, no tienen relación, ni desde muy lejos, con los
negocios mercantiles que obligan a muchos a vivir a lo moro en África y en España.
Y porque así es, desgraciadamente para el Magreb y para nosotros, y para la
cultura y la civilización mundial, se impone y se impondrá cada día con más urgencia la
hermosísima conclusión con que el atinado articulista de quien copiamos termina su
trabajo. Dice así:
«En Marruecos no es posible otra política, ya que tanto se habla de la Reina
Católica y de su testamento, prodigiosa visión del porvenir que estamos tocando,
que aquella política que la reina Isabel siguió en sus estados de la Península para
dar la paz a su reino.
Mientras los moriscos y los judíos no fueron expulsados de España, no hubo paz.
Mientras no se alejó de la nación a sus enemigos naturales, la paz no fue posible.
Como no será posible jamás la paz mientras frente a las banderas cristianas se alce
el pendón verde del Profeta. Es decir, mientras la civilización española no penetre
por donde debe penetrar, ahuyentando las sombras del error religioso de las
inteligencias y llenándolas de la luz del Evangelio.
Por algo, los soldados de España que embarcaron con rumbo a las playas de
América, llevaron consigo para realizar aquella epopeya tanto guerreros como
sacerdotes, tanto conquistadores como misioneros».
Si, pues, de lo que se trata es de que haya paz entre moros y cristianos, el medio
más eficaz y concluyente es hacer desaparecer uno de los términos de la pelea, y altamente
consolador es para nosotros poder afirmar que el mahometismo es el llamado a
desaparecer, para dicha del mundo y gloria inmarcesible de nuestra España.
En otro tercer artículo de El Siglo Futuro, del día 29 del pasado mes, se escribía
este párrafo que a continuación anotamos y que dice así:
«Misión histórica primordial de España es la de ser portaestandarte de esa
civilización cristiana, y de tal misión forma parte indudable y quizás fundamental
la lucha contra la morisma, que dura sin casi interrupción desde don Pelayo hasta
don Alfonso XIII, constituye nuestra historia y los origen es de nuestra
nacionalidad actual a través de la Edad Media; prosigue en la Edad Moderna,
después de expulsados los moros de España, continúa en la época contemporánea
y sólo terminará, queramos o no, aunque para ello se necesite un siglo, con la
desaparición del mahometismo del mundo, con el que desaparecerá uno de los más
monstruosos instrumentos de barbarie que en el existen, y el que quizás más ha
estorbado la difusión del Evangelio y de la Iglesia».
LA RELIGIÓN Y EL MUNDO ACTUAL – MARRUECOS Y ESPAÑA
FEDERICO SALVADOR RAMÓN
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Luego, los que han de ser causas e instrumentos a la vez de que desaparezca el
mahometismo del Magreb, han de ser a toda costa trocados en fervorosos católicos en su
fuerza motriz y en la aptitud conducente al fin para que se destinan.
Tomando el distinguido articulista una de las fases de la cuestión, trata de ella con
el certero criterio católico que siempre distingue al honorable colega, con estas palabras:
«Hay que volver a la antigua concepción del Ejército español. Hay que volver a
aquel Ejército en el que un coronel ante un general, y un capitán o comandante
ante un coronel, eran como un simple recluta ante un superior de elevada
jerarquía. Hay que volver a aquel Ejército en que el compañerismo sólo existía
entre los que tenían igual grado y mientras lo tenían, pues fuera de eso sólo había
superiores y subordinados.
La verdadera concepción de la disciplina militar es aquella clásica, según la cual,
el inferior no puede permitirse ni siquiera pensar en alta voz en asuntos del
servicio, fuera de las órdenes recibidas de su superior.
Mientras esos conceptos no se restauren, nada habrá posible, y la nación, que es lo
que importa, sufrirá dolorosos fracasos, y si un jefe obrando por sí y ante sí obtiene
un éxito, hará más daño con él a su Patria que si hubiese fracasado.
El que no lo sienta así carece de la verdadera vocación militar, que es clase social
que no constituye una profesión, sino un estado, un verdadero sacerdocio, para el
que nos parecen pocos todos los honores y distinciones, pero para cuyo austero
ejercicio se requieren especialísimas y elevadas condiciones de carácter».
Después, para confirmar lo anteriormente dicho, añade:
«Alemania no fue derrotada, pero si la victoria de los aliados ha sido posible, se
debe a que, el hoy mariscal, Joffre acabó en el ejército francés con las iniciativas
personales, restableciendo la disciplina en grado tal, que, según testigos
presenciales, llegó a ser mayor en los últimos tiempos que en el mismo Ejército
alemán, que siempre fue de ella modelo».
Conformes de toda conformidad. Es indispensable la disciplina en el ejército,
como es necesaria la subordinación en todos los organismos que forman una nación, como
es imprescindible la obediencia en la familia y como es elemento de perfección, imposible
de sustituir por otro, en la vida religiosa, la observancia. Pero no tratando toda la cuestión,
aunque sí uno de los elementos más fundamentales con el asunto de la disciplina militar,
queremos recordar la pregunta con la que terminábamos nuestro artículo anterior y a la
que hemos de dar hoy respuesta en todo o en parte, repitiendo que eso de la disciplina
militar es una parte de la respuesta total.
LA RELIGIÓN Y EL MUNDO ACTUAL – MARRUECOS Y ESPAÑA
FEDERICO SALVADOR RAMÓN
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He aquí nuestras palabras:
¿Hay quien se eduque en España para trabajar después, con la debida aptitud, en
la educación de los hombres que nos toca civilizar en África? Y si no hay medios para
adquirir esta capacidad intelectual y religiosa, ¿quién es el que debe atender esta
necesidad?
Que en España no hay centros de preparación para formar los hombres que han de
ir a Marruecos, es indudable. Hasta de la falta de conocimiento del idioma moro se han
ocupado los periódicos por boca del gran patriota Armando Guerra, lamentándose muy
racionalmente de esa ignorancia tan digna de reproche.
De la instrucción meramente militar que recibe el soldado africano juzguen los
militares; de la instrucción intelectual cualquiera puede juzgar, por muy escasa que se le
suponga siempre será menos.
Ni el idioma, ni la Geografía, ni la Historia de la región de nuestra influencia son
conocidos por el soldado español que va al África; sabe lo que se alcanza por referencias
que vagan en el ambiente. ¡Cuántos van y vuelven sin saber leer y escribir! En tales
condiciones, sin conocer más terreno que el que se frecuenta, sin saber los hechos
realizados por los hombres en esos lugares y sin poder entenderse con los naturales del
país como no sea que éstos sepan el español, nuestra influencia por tal respecto será todo
lo menguada que se la quiera suponer.
Y de los fines que persigue España en África, ¿qué sabe nuestro Ejército y qué
saben los elementos civiles que forman nuestros pueblos de ocupación civilizadora?
¡Cuántos no saben mucho más allá de que es doble la retribución o de que son más
pingües las ganancias, o de que se está en mejor ocasión de ascender, o de que se pelea
por tener unas minas más o cosas por el estilo!
¡Cuántos que no han pasado de juzgar que sostenemos un ejército en Marruecos
para conseguir el barniz de civilización de que hablamos con Miraba!
¡Cuántos que piensan que la civilización es lo que conviene, lo que da utilidad, lo
que hermosea materialmente una o varias ciudades, al estilo de la elegante barbarie
europea que hoy disfrutamos, rebosante de toda suerte de antros para nutrir los vicios!
De cómo se vive en África y de cómo se debe vivir pocos se ocupan y menos se
preocupan. ¿A qué pensar en destruir los harenes, si, al fin y al cabo, se muestran más
recatados que las elegantes reuniones en cines, teatros, playas y bailes?
Si de lo que se trata es de enriquecerse a costa de los pingües negocios hechos o a
costa del tesoro español o de la pobreza mora, ¿para qué preocuparse de atender a los
LA RELIGIÓN Y EL MUNDO ACTUAL – MARRUECOS Y ESPAÑA
FEDERICO SALVADOR RAMÓN
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niños y niñas pobres haciendo resaltar la caridad cristiana, que es, sin duda, el verdadero
instrumento y causa eficacísima de la civilización católica?
Si de lo que se trata es de negociar con las almas, ¿quién se preocupará, como el
caso requiere, del negocio del alma mahometana para trocarla por el alma inspirada en la
pureza, desprendimiento y sacrificio del verdadero espíritu de Cristo? De haber pensado
con este espíritu, como dijimos con El Siglo Futuro, es indudable que en Marruecos habría
a la hora presente más sacerdotes, más religiosos y más espíritu cristiano, por lo tanto.
Que no hay bastantes sacerdotes, ni hay bastantes religiosos, ni hay iglesias
bastantes, ¡y decimos que vamos a civilizar! «Mentira autorizada de los tiempos».
España, la gran colonizadora, no ha civilizado negociando y enseñando a negociar;
ha civilizado derramando sus tesoros en sus colonias, aunque de ellos se hayan
aprovechado, en primer término, españoles de puro nombre.
Ha sufrido España una contrariedad en sus armas, y España entera renace a la vida
del amor patrio y se apresta como un solo hombre a lanzarse a reconquistar la superioridad
perdida y pueblos baturros y de toda España, y los nobles todos, y el mismo Rey, que
vendrá a merecer el sobrenombre de El Africano, todos, con nuestro magnánimo monarca,
se deciden a marchar al Magreb sintiendo en sus corazones los mismos afectos de Alfonso
XIII que, al conocer el desastre del valiente Silvestre, exclamó, arrasados los ojos en
lágrimas: «Es preciso reparar urgentemente el daño, puesto que el pueblo y el Ejército
siguen siendo los grandes héroes y los mártires de la Historia de España».
Y en la prensa hemos leído esta noticia:
«En los círculos aristocráticos, se afirma que varios caballeros de las órdenes mili
tares, se proponen convocar a junta anual a todos los capítulos, para organizar un
regimiento de caballería destinado a Marruecos».
Y no dudamos que el pueblo, la nobleza y el Rey, unidos al Ejército en el más
íntimo abrazo, sabrán imponer a las cabilas enemigas y a las que nos hicieron traición, el
correctivo indispensable para dejar asentada de una vez para siempre, si fuera posible, la
imperiosa necesidad de respetar al ejército y al pueblo de ocupación en África.
Así lo esperamos firmemente, sin género alguno de duda; pero ya, convencidos de
que nos impondremos militarmente y, hasta si se quiere, convencidos también de que, por
hoy, la disciplina militar recobrará todo su poderoso imperio, no podemos del mismo
modo convencernos de que después de restablecer el orden de la fuerza, restableceremos
igualmente el orden moral y religioso, disponiendo así el camino para acometer la ardua,
la magna, empresa de convertir a los moros a la fe de Cristo. Y si no hay en España ni en
LA RELIGIÓN Y EL MUNDO ACTUAL – MARRUECOS Y ESPAÑA
FEDERICO SALVADOR RAMÓN
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África centros de educación encaminados a preparar a los hombres que han de acometer
tamaña obra, propia de españoles, es evidente que deben crearse.
Pero, ¿quién es el que debe atender esta necesidad?, nos atrevemos a preguntar de
nuevo.
En vista de lo que antecede contestaríamos con estas palabras: el pueblo y el clero,
la nobleza y el ejército, el Gobierno y el Rey, toda España, cualquiera que sienta el amor
a la Patria, debe sentirse obligado a tomar parte en la obra civilizadora, que, por razones
de todo punto obligatorias se nos impuso y que, de no haberla recibido por unánime y
mutuo acuerdo de las naciones, nosotros mismos nos la hubiéramos tenido que imponer
por razón de nuestra historia y por exigencias geográficas.
No tratamos ahora de la parte que toca al elemento militar, creemos que nuestros
soldados cumplirán con su deber. Respecto al pueblo hemos de distinguir dos clases de
hombres: los puramente negociantes y los que se mueven por los altos ideales de la
civilización, subdividiendo a éstos en hombres de idealidad vaga e indeterminada, como
la sienten los hombres educados a la moderna en la escuela del liberalismo, y en hombres
de idealidad concreta y perfectamente definida, cuales son los formados en los sólidos e
indefectibles principios de la religión católica.
Y puesto que nosotros deseamos que todos los españoles sean del número de éstos
últimos, a éstos nos dirigimos y a éstos volvemos a preguntar, ¿quién es el que debe
atender a la urgente necesidad de enviar a Marruecos legiones de hombres formados
intelectual, moral y religiosamente para civilizar al África?
Para responder de la manera más precisa, diremos que los primeros obligados son
los religiosos y los sacerdotes, que están llamados en primer lugar a ponerse a la
vanguardia de toda hazaña en la que se trate de la gloria de Jesús.
Al lado de éstos deben figurar, y muy en primer término también, seglares de
verdadero fervor católico que deseen tomar puesto en este ejército de ocupación de las
almas mahometanas. Pero este ejército necesita sus pertrechos de guerra, y a
proporcionarlos están obligados el Católico Gobierno de la Católica España, los centros
africanistas, la Liga, antes que ningún otro, los círculos aristocráticos y las nobles
Hermandades de Santiago, de Montesa, etc., y todas cuantas existan en España como
recuerdos gloriosos de héroes que lucharon como leones en contra de la morisma, los
católicos pudientes costeando centros de educación apropiada para los apóstoles del
Magreb.
Todos los católicos en los que arda el celo de la fe, de la gloria de Cristo y de la
salvación de las almas, deben estudiar atentamente el modo de contribuir con su óbolo,
LA RELIGIÓN Y EL MUNDO ACTUAL – MARRUECOS Y ESPAÑA
FEDERICO SALVADOR RAMÓN
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con su inteligencia, con su voluntad o con su persona a tomar parte en esta nueva cruzada,
la más ingente que han presenciado los siglos, y para la que están llamados del modo más
singular, con llamamiento profético, los Esclavos de María.
Hermanos amadísimos de nuestras almas, la Santísima Virgen llama a las puertas
de nuestros marianos corazones. Meditemos todos, a los pies de nuestra invicta Reina
aquellas tan gloriosas palabras que el gran Vidente de la Esclavitud mariana dice de los
esclavos. Leámosla una vez más: «He aquí los grandes hombres que han de venir, pero a
quienes María formará por orden del Altísimo, para extender su imperio sobre el de los
impíos, idólatras y mahometanos».
Ya ha llegado el tiempo de que los esclavos marianos españoles nos aprestemos a
tomar, en esa conquista de la fe, la parte que nos corresponde. Empecemos a contarnos
siquiera los que sintamos deseos de tomar parte en esa empresa, reunámonos en un lugar,
por humilde y pobre que sea, animados del mismo espíritu, de la misma fe, de los mismos
deseos de sacrificar nuestras vidas por la conquista de las almas, ya que tantos hombres
nos dan ejemplo sacrificándose en aras del amor a la Patria. Luchen en buen hora los
soldados del rey y por él mueran, pero no demos ante el inundo el cobarde ejemplo de
que no tenga la católica España soldados invictos de las milicias de Cristo.
A los que tal piensen y quieran, por primera providencia, les ofrecemos compartir
con ellos la humildad de nuestra casa y la pobreza de nuestro pan.
Mas, como quiera que la Esclavitud de la divina María ha de estar constituida por
legión de hombres y de mujeres, a éstas también ofrecemos asilo humilde y pobre, pero
rebosante de celo por la gloria de María, nuestra Reina Inmaculada.
A ningún alma esclava de María le sea permitido decir, desde hoy, que vive
inactiva porque no hay quien la conduzca a trabajar en la viña del Padre de familias, pues
la Inmaculada María quiere esparcir los aromas de su pureza y el ungüento de sus virtudes
soberanas sobre la bárbara región de los harenes.
¡Esclavos de María, ya hay quien os espere!, la prontitud de vuestra llegada estará
en razón directa del amor más o menos fervoroso que sintáis a la Reina Inmaculada.
Empezamos a esperaros. Expectans expectavi.
Continua El Siglo Futuro con el fervoroso espíritu católico que lo distingue su
campaña instructiva acerca del ideal que debemos perseguir los españoles en nuestras
luchas en el Magreb, y en ese apostólico camino colocado, el 5 de Agosto, daba por
evidente la educación moral que es indispensable a nuestro ejército de ocupación,
especialmente en Marruecos, cosa que siempre se debe suponer realizada, y cada día con
más perfección, en la católica España.
LA RELIGIÓN Y EL MUNDO ACTUAL – MARRUECOS Y ESPAÑA
FEDERICO SALVADOR RAMÓN
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Ese valiente artículo de Mirabal termina con estos brillantes párrafos:
«Es harto deletéreo el ambiente que se respira en las calles de nuestras ciudades,
para que no intoxique a los soldados. Y por lo mismo que el peligro les busca y
acecha, es imprescindible que el remedio se aplique constantemente para evitar
que el veneno revolucionario y antipatriótico surta su efecto.
Ciertamente es de una gran oportunidad y de una gran urgencia la recomendación
que hace a los jefes de los cuerpos el capitán general de la primera región; hay que
atender cuidadosamente a la elevación del nivel moral del soldado, como dice el
señor Primo de Rivera.
Porque sin ideales, sin fe, sin Dios, sin sentir la Patria, y sin el firme concepto del
honor, nadie hay capaz de ofrendar su vida. Fuera de esos ideales, que no son de
la tierra, que no pertenecen a los sentidos, sino que son patrimonio del alma, nada
hay que lleve a los hombres al sacrificio y al heroísmo. Y ciertamente que no puede
tener grandeza ningún pueblo, donde estén en baja estos valores espirituales, que
son los que han sostenido ahora el ánimo de los defensores de Nador, que fueron
los que alentaron a los héroes de Baler, y que constituye a lo largo de la Historia
el espíritu de la raza española, que, si derramó su sangre sobre todas las tierras del
mundo, no fue por fines materiales, sino por la gloria de Dios, por la gloria de la
Patria y por el honor de la bandera, que ha sido besada por el sol en todas las
latitudes de nuestro planeta».
Y otro día, hablando de los peligros de que hay que librar al ejército español, decía:
«Pero, sobre todo, si ya que no esa instrucción patriótica los Gobiernos nos
evitaran la difusión de teorías corrosivas, que son las que están extendiendo el
espíritu anárquico en las gentes, ¿qué necesidad habría de convertir el cuartel en
escuela de patriotismo?
Desde niños hay que sentir la Patria y es deber esencial de todo gobernante
impedir que se mine y atente contra el espíritu patriótico de los gobernados,
porque si el espíritu patriótico se quebranta, ¿puede decirse que la colectividad es
una nación?».
Convencidos de que nuestro Ejército, si ha de tener por fin especial el de ser
portaestandarte de la civilización verdadera, ha de ser antes que nada católico y
enamorado de su Patria, confesarnos, con todo hombre que sepa lo que es civilizar, que
el soldado, aun suponiéndole modelo de religiosidad, es insuficiente y hasta inepto, si se
quiere, para consumar la educación de un pueblo.
LA RELIGIÓN Y EL MUNDO ACTUAL – MARRUECOS Y ESPAÑA
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Y si tal aseveración hacemos del elemento militar, porque el que se impone por
las armas no es apto para cautivar por amor, no diremos menos del elemento civil, porque
éste, atento a los bienes de la tierra, difícilmente cuidará de los intereses espirituales.
Habida cuenta de estas razones, el correctísimo Alcover, fundándose además en
el favorable concepto que de los religiosos tienen los indómitos rifeños, dice:
«¿Qué es, pues, lo prudente, sino encomendar a los frailes la obra principal de
pacificación y civilización de los moros?
¿No nos moverá a ello la fe católica, como les movía a los Reyes Católicos el ansia
de salvar las almas de los indios?
Pues muévanos siquiera el interés patrio, el anhelo de ensalzar profundamente en
el corazón de aquellas tribus, más duros que sus rocas, la sagrada bandera de la
Patria. Más puede en estas cosas un fraile que cien soldados. ¿Quién civilizó y
sujetó al dominio de España a casi todas las Américas, sino los frailes?
Vaya, pues, la Cruz con la espada, y el camino será más seguro.
Y no nos alucinemos pensando que la civilización puramente material domará a
los moros, porque sólo les dará armas mejores y más fuertes para hacernos la
guerra. Abd-el Krim, el caudillo de los Beni-Urriaguel, es un civilizado.
Y, además, es posible que con la civilización materia1 pierdan los moros la nativa
rectitud de su índole salvaje, y entonces, ya no tendrán buen concepto de los
frailes.
Y no quedará más arbitrio, que extenuarlos a hierro y fuego, según el bárbaro
sistema de colonización empleado por los norteamericanos con los pieles rojas del
Far-West».
Se impone, pues, ir al Magreb con los apóstoles de Cristo, si es que se ha de hacer
algo altamente provechoso para las cabilas, para España, para Europa, para el mundo
entero.
«Ese algo más noble y más digno, dice Fabio, no es el delenda Cartago de Catón.
Es la destrucción de una barbarie que tiene en jaque lo que tantas veces amenazó
y devastó. Y es la destrucción de un fanatismo que cree que gana las delicias de un
paraíso sensual matando al perro cristiano donde quiera que lo tope. Y, junto con
esto, la defensa nacional contra las codicias europeas».
Por mil y mil razones, se impone, no tenemos inconveniente en repetirlo, ir a
Marruecos acompañados de los apóstoles de Cristo, los cuales, un día tuvieron fuerza,
con la ayuda de Dios, para cristianizar al mundo pagano, y otro para civilizar dos mundos
LA RELIGIÓN Y EL MUNDO ACTUAL – MARRUECOS Y ESPAÑA
FEDERICO SALVADOR RAMÓN
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desconocidos, idólatras y salvajes, y más tarde batieron con invicto denuedo las
ensoberbecidas falanges del protestantismo, y hoy, a no dudarlo, Dios suscitará a los
apóstoles del mahometismo, pues, a juzgar por tantas y tantas circunstancias, ha sonado
la hora de acometer esta soberana empresa, entre las apostólicas, con ser todos los
apostolados admirable urdimbre de heroicas hazañas.
Pero es preciso concretar cada vez más, y hoy nos complacemos en hacerlo sin
que nuestras palabras envuelvan más intención que la de un humilde ruego a quien nos
dirigimos, y el reconocimiento, siempre fervoroso, para todos los que trabajan
apostólicamente en el Magreb y, muy especialmente, para el sabio y celoso obispo de
Fessea y Vicario apostólico de Marruecos y para to dos los apóstoles que viven a sus
órdenes.
Nosotros creemos lo que es a todos evidente, que en el Rif no hay apóstoles
bastantes y, por lo tanto, que es preciso aumentar su número.
Nosotros miramos hoy de un modo singular a Melilla y contemplamos a esos
rifeños que, dando pruebas de un valor inaudito, se abalanzan a los parapetos, a las
alambradas y a los cañones con el insólito desprecio de esta vida que han de trocar, si
mueren, por la eterna región de las delicias inefables de los harenes, y sentimos, como
sacerdotes, el ansia de que los moros cambien esa envilecedora esperanza por el supremo
deseo de la vida purísima del Dios tres veces santo.
Y, al pensar en Melilla nos atrevemos a preguntar: ¿Será posible que no haya
Apóstoles en esa región mahometana decididos a dar cuanto sea menester por trabajar en
la conversión de esos hombres a Cristo?
Nosotros esperamos que no falten almas ansiosas de recorrer este glorioso
apostolado.
Uno tras otro hemos escrito sendos articules enderezados a estimular a los grandes
y a los pequeños para que piensen, especialmente, en el aspecto religioso que tiene el
problema eminentemente español de la ocupación de nuestra Zona en Marruecos.
Muchos, España entera se preocupa por el mejor resultado del problema militar
en África; muchos españoles, los que viven en el amado solar que empezó en Covadonga
y terminó en Granada, y los que viven en otras naciones atienden al estudio de este
problema en sus diferentes aspectos militar, económico, social, etc.; pero del lado
puramente religioso pocos lo consideran. El Siglo Futuro, y alguno que otro diario
católico menos directamente, han tratado este asunto.
De los artículos del colega integrista ya hicimos ahincada mención y hoy la
repetiríamos trayendo a la memoria el artículo «Ni católicos ni españoles», en el que se
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estudian las causas de nuestro fracaso en Marruecos y en el que se pone como fin de
nuestra acción en el Magreb el expresado en estas preciosas palabras: «conquistar
Marruecos para Dios y para España».
Pero vamos creyendo que ni nuestros artículos, por faltos de autoridad y de
extensión en la publicidad, ni los de El Siglo Futuro, con su fervoroso sector de cristianos
lectores, ni los de los demás colegas católicos, aunque más o menos resabiados de
liberalismo, llegarán a prender en el ánimo del Gobierno en general ni de éste o aquel
ministro en particular hasta decidirlos a impulsar la evangelización mahometana en el
Riff.
Convencidos estamos de que esta empresa, la verdadera empresa civilizadora que
se ha de realizar en nuestra zona de influencia africana, más que de la vida oficial de la
nación ha de nacer de la vida cristiana de los españoles, del espíritu de fe católica que
arda en sus corazones, de la irresistible e ingeniosa fuerza de la caridad divina que inspiró
y fomentó y consumó en el mundo el apostolado de los españoles en las más salvajes
naciones.
Y como quiera que esta fe viva y caridad ardiente es de un modo especial
colocadas en las manos de los párrocos, a ellos acudimos en especial para que fomenten
entre sus feligreses, de un modo singular, este deseo de ser apóstoles del cristianismo en
el Magreb, en medio de los moros, con sus oraciones y con sus sacrificios, los que de otro
modo no puedan, y personalmente los que se sientan llamados a esta gloriosa empresa,
digna de corazones españoles.
A los párrocos, sí; a vosotros verdaderos sostenedores de la fe en el mundo, a
vosotros acude Esclava y Reina, porque es de vosotros incansable admiradora y tiene en
su alma el vehemente deseo de ser gran ayudadora de los párrocos todos del mundo.
Sabemos cuántas y cuan graves son las obligaciones que pesan sobre vosotros,
¿quién las desconocerá si piensa en el modo de hacer bien a las almas? Pero esa multitud
de obligaciones que pesan sobre vuestros hombros de ordinario, no obstan para que
acudamos a vosotros, a los párrocos españoles en primer término, para rogaros que en
vuestras constantes predicaciones públicas y familiares procuréis infundir, en los pueblos
que están a vuestro cuidado, el deseo, el ansia de la conversión de los sarracenos a nuestra
santa fe católica.
¿Podréis acaso, vosotros, venerables Párrocos, poned en duda que esta empresa es
una obra de suma importancia y trascendencia para la Religión Católica, de inmenso bien
para el mundo todo, de gran interés para España y de civilización indispensable ya para
Marruecos, puesto que la situación geográfica de este imperio lo hace tan vecino de
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Europa, que es bochornoso para el mundo civilizado que viva sumido en la barbarie
mahometana?
No, imposible; vosotros, párrocos ilustrados de la iglesia española, más
conscientes cada día de la alta misión que la Iglesia y la Patria os confían, sabéis
perfectamente que la gloria de Dios pide el acrecentamiento del Reino de Cristo en el
mundo y que la destrucción de la bestia apocalíptica será de gran honor para el nombre
cristiano, y no ignoráis que muchos exégetas enseñan que esa bestia es el Mahometismo
y que ya son llegados los días de su destrucción total.
Y siendo así sólo falta la oración que clame al cielo pidiendo los apóstoles
debeladores de los hijos de Mahoma y Dios no dejará de encender en las almas esos
deseos, y con la predicación de los padres de los pueblos cristianos, ¿quién no espera que
alguno siquiera, de sus feligreses pueda desear que esas ansias lleguen a ser realidades y
venir a formar junto a los que sienten vivísimo este deseo y suspiran y acechan el
momento en que puedan llevar a la práctica esta máxima obra de la gloria de Dios y de la
salvación de las almas?
Y cuando haya número de hombres suficiente y debidamente dispuesto intelectual
y moralmente, entonces no faltarán modos de lanzarse humildemente a la empresa, sin
ostentaciones vanas ni aparatosas exhibiciones, un Portal de Belén, una Porciúncula, una
Cueva de Manresa sería muy adecuada escuela para formar a los apóstoles católicos,
conquistadores para Cristo del alma mahometana.
Que la empresa es difícil, lo sabemos. Que supone grandes gastos, no lo
ignoramos. Que, humanamente pensando, es una quimera, no se le esconde a nadie que
piense en este asunto.
Pero, ¿es acaso una obra del mundo la que apuntamos? No, no, ciertamente que
no. La conversión del mahometismo al cristianismo es tan difícil para los hombres, como
llegar con las manos al cielo, pero también tenemos presente que no es imposible nada
que pueda ser hecho para Dios, y la conversión de las almas es un vehemente deseo del
divino Apóstol, Cristo Jesús.
Y, si hasta humanamente se impone a España la necesidad de destruir al enemigo
mahometano que tenemos a nuestras puertas y nos hace cuanta guerra puede, y, si no hay
ya quien no esté persuadido que el modo de vencer a semejante enemigo no es otro que
hacer desaparecer la causa de esa enemistad, y como todos sabemos que el odio a Cristo
es lo que hizo a los mahometanos de Norte de África nuestros seculares enemigos, es
indudable que mientras no sean amigos de Cristo tampoco lo serán de nosotros.
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Por este motivo, mis venerables párrocos, como mantenedores de la religión de
los pueblos y como los primeros patriotas de los mismos, os incumbe urgentemente el
deber de hacer a vuestros feligreses apóstoles del Magreb o ayudadores, a lo menos, con
sus oraciones, con su entusiasmo, con sus medios pecuniarios, con su cooperación
personal, si así Dios les inspirara, pues si tantos mueren hoy, volvemos a decir y
repetiremos cien veces, por el honor de la Patria, ¿qué mucho será que se hagan sacrificios
proporcionados por la salvación de esas almas, por las que dio su sangre el Salvador del
mundo y por las que quiere hoy que los hombres se apresten a dar la vida, si así fuera
menester, para sacarlas del estado de barbarie en que se encuentran?
Llenemos el ambiente español de este espíritu conquistador de almas, ahora que
en todos los pechos late el ansia de la conquista del Riff, más o menos cristianizada, pero
hagamos nosotros, los predicadores de Cristo, que se encienda en todos los corazones el
nobilísimo deseo de la conquista de las almas que un día latieron al unísono de San
Cipriano y San Agustín y de tantos sabios y mártires.
Y por si acaso fuera semilla que al caer en un alma buena fructificara, nos
atrevemos a lanzar a los cuatro vientos la idea de fundar un asilo para huérfanos de moros.
Nosotros sabemos que hay personas dispuestas a llevar la idea a la práctica, nosotros
sabemos que hay casa dispuesta para el caso, sabemos que hay quienes estén dispuestos
a dar cuanto tienen y puedan tener, pero es la empresa para muchos, es empresa de
grandes, y nosotros apenas nos atrevemos a inmiscuirnos en ella.
¡Dios mío, Jesús mío, si los hombres callan habla tú, que tu esclavo escucha!
A la clase de párrocos
Impulsados por las circunstancias de momento que atraviesa España, con motivo
de la guerra que sostiene con los moros, en la zona encomendada a su Protectorado, en el
Norte de Marruecos, nos atrevimos a llamar la atención de los párrocos españoles, seguros
como estamos, de que ellos son los principales factores del espíritu que anima a los
pueblos, sic populus, sic sacerdos, confiados de que los párrocos son los primeros
llamados a infiltrar en las almas de sus feligreses el espíritu de conversión al catolicismo
de los hijos del Rif, con lo que, por otra parte, imponíamos a la clase parroquial una
obligación tan pesada como urgente, sobre las muchas y no menos graves y perentorias
que pesan ya sobre los señores párrocos.
Esta obligación atañe hoy de modo muy singular a las tres naciones latinas, por
excelencia católicas, Italia, Francia y España, unida a las grandes responsabilidades que
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en todos los órdenes de la vida gravitan con inexorable exigencia sobre el párroco, avivan
en nosotros cada vez más íntimamente el convencimiento de la necesidad que tiene el
clero parroquial de una ayuda extraordinaria, y estimula en nosotros el deseo vehemente
de que esa ayuda o esos hombres, fieles cooperadores, o coadjutores por amor, dejen de
vivir en la región de las esperanzas y vengan ya a la vida real lo antes posible, y, para
conseguirlo, pidiendo a Dios quedamos que nos depare una mano paternal que sepa y
quiera dar vida y sustentar a tales hijos de la Iglesia y para la Iglesia.
Que uno sólo de los que pueden, quiera, y la humilde, pero gigante, obra nacerá
tan espontánea, como el lirio en el valle y como la mejorana en la sierra.
Sobre las almas que a tal apostolado se apresten caerán, sin duda, las bendiciones
del gran Padre de familias, y las lluvias fertilizantes de la Sangre Preciosa del divino
Apóstol, y soplaran vehementes los vientos del día de Pentecostés, y flamearan las lenguas
de fuego que alentaran a los apóstoles en el Cenáculo, y, como indicio evidente de que
así ha de ser, nuestro amadísimo y muy venerado padre, el Papa Benedicto XV, tan
gloriosamente reinante, acaba de hablar al mundo con tanto encarecimiento y fervorosa
piedad de la importancia de la vida parroquial, que, en su discurso, declarando heroicas
las virtudes de un párroco francés, ha dicho que, según amoroso designio de la Divina
Providencia, la glorificación de Andrés Huberto Fournet se ordena a poner de manifiesto
la importancia del ministerio parroquial, así respecto de quien debe ejercitarlo, como
mirando a quien lo puede usufructuar.
No satisface a nuestro Santísimo Padre lo dicho antes, sin dejarlo probado, y
fundamenta su aserto acerca de lo providencial que es hoy tratar de la importancia del
ministerio parroquial, añadiendo estas palabras que son una irrefutable confirmación de
hecho. Benedicto XV dice así:
«Este plan divino apareció ya en las casi contemporáneas beatificaciones de dos
Párrocos llevadas a cabo por nuestro Predecesor, de venerable recuerdo, cuando
concedió el título y el honor de Beatos a Esteban Bellesini, Párroco de Genazzano,
y a Juan Bautista Vianncy, Cura de Ars. Y he aquí que, antes de cumplirse los
cuatro lustros de aquellas beatificaciones, la Iglesia señala hoy los adelantos en la
Causa de beatificación de otro Párroco».
Sentado tan lisonjero y avivador precedente para mover al mundo al respeto y
veneración que se debe a la vida parroquial, seguro nuestro insigne Romano Pontífice de
que han de darle respuesta afirmativa, pregunta con estas palabras:
«Esta frecuencia de Causas análogas, ¿no se ordena a persuadirnos de la grande
importancia que la vida parroquial puede tener en la suspirada restauración de la
sociedad cristiana?».
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Por nuestra parte convencidos estamos que no habrá restauración social mientras
no haya restauración parroquial y, por este motivo, todo cuanto se haga a favor de esa tan
deseada restauración nos parecerá escaso, y nos alegrará cuanto regocija a nuestro
Santísimo Padre, que dice en el mismo Pontificio Documento a que nos venimos
refiriendo, esta consoladoras palabras:
«En este instante Nos sonríe el recuerdo de la hermosa iniciativa, tomada
recientemente aquí en Roma para promover con oportunas asambleas el desarrollo
de las obras parroquiales».
Sí, cuanto se haga para ayudar al Párroco será poco. Si su acción no tiene límites,
los medios, por consiguiente, de que disponga no los deben tener tampoco.
El Párroco es hombre sujeto a todas las flaquezas, tibiezas, ignorancias y caídas
anejas a nuestra pobre naturaleza, ¿será mucho que la clase parroquial pueda disponer de
hombres tan fieles, como supone el voto de obediencia, y tan fervorosos para servirlos,
como supone el sacrificio de la propia iniciativa, con tal de secundar exactamente los
deseos pastorales del Párroco?
Indudablemente que es tan grande el ofrecimiento que no se nos alcanza otro más
excelente, pero no es menor el socorro que necesita el ministerio parroquial, si ha de tener
el prestigio y trascendencia social que Benedicto XV, en nombre ele Jesucristo, quiere
que hoy resplandezca en el Párroco.
Propio es de todos los tiempos que haya quien se sacrifique en aras del bien de las
almas, de donde resultó en todos los siglos, además del esplendor de la verdadera Religión
Católica, la cultura y bienandanza general acrecentada como fruto espontáneo de la paz
que inspira la fe de Cristo.
Es claro que este sacrificio, tantas veces repetido en la historia desde el supremo
sacrificio del divino Redentor, ha de nacer del amor divino, y sólo con las gracias
espirituales pueden las almas sentirse movidas a poner cada una de su parte cuanto sea
menester para que haya sacerdotes que se apresten al sacrificio de la propia voluntad y
del propio juicio, cuanto es menester, para ir en busca del bien de todas las parroquias,
como vuelan las nubes por doquiera, sujetándose del modo más perfecto a los Señores
Párrocos, que son los legítimos y naturales directores de las parroquias, que por su saber
y virtud y muy duro sacrificio llegaron a merecer en sus diócesis respectivas.
Pero, más que director, dice el gran Benedicto XV, el Párroco debe ser tenido
como padre, y, de lo que es un padre en la familia carnal, deduce, nuestro Santísimo
Padre, lo que debe ser el padre en la familia parroquial y, por ende, las virtudes que lo
deben adornar y el respeto con que debe ser tenido y considerado por sus feligreses.
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Por lo que hace al concepto de padre, que es propio del Párroco, dice el documento
citado palabras tan consoladoras como terribles, de donde, con toda evidencia, se deduce
que el Párroco no debe estar en su parroquia tan sólo como hasta hoy, que por
circunstancias de los tiempos, la situación del ministerio parroquial es tan delicada en
medio de los pueblos y tiene tan graves obligaciones y tan altas responsabilidades, que
de ordinario se hacen dificilísimas y, para no pocos, insoportables como no haya una
mano misericordiosa que se preste a la ayuda, al consuelo, a la defensa, a cuanto es
necesario en esta vida a todo hombre que toma sobre si responsabilidades que más afectan
a la vida futura que a la presente.
Lo repetimos, sin temor de ser desmentidos por aquellos que sienten la necesidad
de un socorro extraordinario para cumplir más satisfactoriamente los deberes
parroquiales, hoy no es bastante para el ministerio parroquial el auxilio que al Párroco
dan los respetables coadjutores que le secundan diariamente, ni el que de tarde en tarde le
ofrecen las misiones, éstas porque son pasajeras, aquellos porque su acción es más bien
física que espiritual.
Se impone una ayuda intensa por lo espiritual, y menos continua que la de los
coadjutores o vicarios de las parroquias, para que no pierda eficacia por la frecuencia en
sentirla los feligreses, ayuda que, aunque no sea tan vehemente como la que llevan por
todas partes los santos misioneros de tantas órdenes y congregaciones religiosas, sea
capaz de mantener el espíritu de fervor que en los pueblos encienden las misiones.
¡Que si es admirable el párroco que cumple con su misión! ¡Que si esta misión
tiene hoy un carácter más relevante! ¡Que si necesita ayuda extraordinaria! Bien nos lo
dejó dicho nuestro nunca bien amado santísimo Padre Benedicto XV como vimos en
nuestro artículo anterior correspondiente al número pasado de nuestra humilde revista.
Pero si es amoroso designio de la divina Providencia que en estos tiempos haya
párrocos que sirvan de modelos a los de su clase, como nos decía Su Santidad, sí es la
hora de fijarse sacerdotes y fieles en la alta importancia del ministerio parroquial, si el
mismo Santo Padre Benedicto XV, alaba a los que se prestan a servir de ayudas a los
párrocos en el difícil cumplimiento de su delicadísima misión en el seno de la Iglesia y
en medio de los pueblos, ¿cómo no insistir gustosos en este asunto por tan sólidas y
recomendables razones necesario y con carácter de urgencia?
Y para que sobre los mismos fundamentos descansen cuantas consideraciones nos
sugiera la inmensa labor que debe hacer el párroco empecemos por recordar los siguientes
párrafos del documento citado de nuestro Santísimo Padre. Dicen así:
«No andaría equivocado el que comparara la parroquia a una familia. Antes bien
semejante parangón ayuda a hacer comprender por una parte de qué virtudes ha
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de estar adornado el que ejerce el ministerio parroquial, y por otra en qué altísimo
concepto ha de ser tenido este ministerio por quienes según el ordenamiento
eclesiástico le están sometidos En efecto, como en toda familia bien ordenada el
padre anda solicito por el bien de los hijos, no sólo para el momento presente sino
también para lo porvenir, así también el párroco debe andar muy cuidadoso por el
bien de sus parroquianos. No le asuste la multiplicidad y variedad de tales bienes,
porque si el padre anda solicito por el bien religioso y moral, no menos que por el
material de los hijos, el parangón antes recordado pide que el párroco esté siempre
pronto, no tanto a asistir materialmente a sus parroquianos, cuanto a procurarles
la instrucción religiosa, el alivio en los dolores y el auxilio de tos consejos
oportunos en las dudas y las dificultades de la vida.
Ningún padre hay que no tome parte en las vicisitudes alegres o dolorosas de sus
hijos. Ningún padre rehúsa jamás el poner los tesoros de la propia experiencia al
servicio de los hijos, obligados por ventura a luchar contra las insidias puestas por
falsos amigos. ¿Y qué párroco no tomará espontáneamente parte en las fiestas que
alegran las familias de sus parroquianos, y no participará de su dolor en los días de
angustia y ansiedad?
Un párroco que esperase ser llamado a la cabecera de un feligrés moribundo no
cumpliría bien su oficio, precisamente porque no hay padre que se mantenga
alejado de su hijo hasta tanto que ese se halle postrado en cama. El buen párroco
debe vivir la vida de sus feligreses, como el padre vive la de los hijos.
De otra parte, como los hijos festejan al padre que va a visitarlos, así también los
parroquianos deben hacer alegre acogida al sacerdote, no sólo cuando va a
visitarlos en la enfermedad, sino también cuando se interesa por su suerte, y
especialmente cuando promueve la instrucción catequística de sus hijos.
También aquí puede aplicarse la comparación de la parroquia con la familia,
porque en ésta no sucede que los hijos se muestren desagradecidos al que anda
solicito por su bien presente o futuro. Queremos decir que el párroco debe ser el
consejero nato de sus feligreses, y que, por lo mismo, debe hallarse al corriente de
las cuestiones del día, aun las de orden económico».
Es una gran familia la parroquia, por pequeña que ésta sea. El padre de esa gran
familia es el párroco y si es el padre se le debe todo honor por los que son sus feligreses
que son sus hijos. Pero es evidente, así lo atestigua la experiencia de todos los tiempos,
que los feligreses son, por lo general, hijos en el respeto y en la consideración hasta con
los párrocos más descuidados, en presencia de ellos, al menos, aunque por detrás los
censuren, y el afecto de ellos esté lejos de él.
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Pero los párrocos, verdaderos padres, son queridos de sus feligreses, y si ellos les
causan trabajos, y hasta sinsabores, en ellos encuentran inefables consuelos. Si el párroco
es padre ha de alimentar, vestir y educar a sus hijos, una vez que los engendró para Dios
en el santo Bautismo. Y como quiera que el párroco, aunque padre del hombre feligrés
completo, debe atender especialmente a las necesidades del alma, de aquí que su oficio
es mucho más delicado y difícil que el de los padres carnales, desde el momento en que
aquellos asumen la responsabilidad de la educación religiosa de los hombres.
Téngase en cuenta, también, para mejor valorar la dificultades y sacrificios que
exige la misión parroquial, que si es tan ardua la pura instrucción intelectual, mucho,
muchísimo más, lo es la educación moral y religiosa, porque 1uchan en contra las
pasiones del hombre que tienden a dejarse llevar por los impulsos de las
concupiscencias. Pero es cierto que tales dificultades agigantan el ministerio parroquial e
infunden en el ánimo de los feligreses el más noble y desinteresado afecto. Por esto con
sencillísimas pero admirables frases dice el inmortal Benedicto XV, como hemos leído
antes, que de la comparación de la parroquia con la familia vienen a deducirse las virtudes
del párroco y el altísimo concepto en que ha de ser tenido por sus feligreses.
Mas, permitidme, mis venerables Párrocos, que insista una vez más sobre la
verdad que trato de hacer patente.
¿Será posible hacer una estatua de gigantescas proporciones y no dotarla de un
pedestal proporcionado?
Si ese pedestal se impone, y sólo puede ser formado por hombres que, por su gran
humildad, sean capaces de sustentar en lo más alto, la dignidad parroquial que Dios quiere
manifestar con singulares caracteres por un amoroso designio de su divina Providencia,
como nos dijo el Pastor de los pastores en las palabras que meditamos en nuestro artículo
anterior.
Pidamos, pues, al cielo que, de las piedras, haga hijos de Abraham y forme la
divina gracia ese sólido pedestal sobre el que se ha de levantar el honor parroquial sin
temor de que esa tan ingente estatua pueda rodar por tierra.
El párroco debe andar muy cuidadoso por el bien de sus parroquianos. ¡Qué
sencillas, qué breves son estas palabras! Qué fácil y prontamente se dicen, pero alguna y
[no] escasa dificultad han de ofrecer en la práctica cuando, inmediatamente, añade el
documento pontificio aludido:
«No le asuste al párroco, la multiplicidad y variedad de tales bienes: la
instrucción religiosa, el alivio de los dolores y el auxilio de los consejos oportunos
en las dudas y las dificultades de la vida».
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No hay que decir más: es padre el párroco.
El porvenir de los hijos es la gran preocupación de los padres. Aún no han nacido
los hijos y ya se desvelan los padres haciendo cuentas sobre la suerte que tocará al hijo de
sus entrañas en este mundo.
El párroco, más solicito aun, debe desvelarse pensando en el bien eterno de sus
feligreses, y así como el padre carnal todo lo ordena de ordinario al bienestar terreno de
sus hijos principalmente, y por eso trabaja y agencia y ahorra y busca cuantas ayudas tiene
a su alcance para el más encumbrado porvenir de sus hijos, así también el párroco se ha
de desvivir por sus hijos para enderezarlos a la vida eterna.
¡Cuántas instrucciones! ¡Cuántos ejemplos! ¡Cuántos sacrificios para corregir,
para defender, para levantar al caído, para confortar al débil, para más santificar al que
ama la perfección!
Los hijos tienen desobediencias, repulsas, tibiezas, enojos, indiferencias para sus
padres. Todo eso y más ha de sufrir el párroco de sus feligreses, y cuando más
atormentado se halle por el frío del desamor, del olvido, de la ingratitud, entonces clame
en el retiro, en la oración, cuando tenga en sus manos la Hostia consagrada: ¿Qué cosa
pude hacer por mis hijos que no haya hecho?
Y seguro de que en su flaqueza hizo cuanto pudo dispóngase a mayores sacrificios,
con el cáliz de la Sangre divina en sus manos y, dispuesto a consumirlo hasta las heces,
repita sin cesar en la divina presencia: No se haga mi voluntad sino la tuya.
Y así fortalecido, a ejemplo del Pastor divino, seguirá derramando bienes sobre
los buenos hijos y sobre los malos, como hace el Señor con su lluvia que la derrama lo
mismo para los justos que para los pecadores, y más aún, siguiendo con celo incansable
a los descarriados y recibiéndolos en sus brazos con las ternuras de que fue objeto el Hijo
Pródigo de parte de su padre, como nos enseña el mismo Jesucristo en su parábola.
Y si solícito ha de estar el párroco con sus feligreses cuando los bautiza y casa, los
confiesa y comulga, les predica y consuela durante la vida toda de ellos, ¿qué no deberá
hacer a la hora de la muerte? Este es el momento supremo en el paso de cada hombre
sobre la tierra, pero el párroco en presencia de su hijo enfermo no es simplemente el padre
que pierde el bien más querido, es, además, el defensor de un alma, por la que pelea
Satanás para llevarla a su reino de eterna maldición, es el gran confortador de un alma
que va a caer en las manos de Dios vivo, es el gran ecónomo del gran Padre de familias
que ha de suministrar al moribundo feligrés el Viático con el que pueda hacer su viaje a
la eternidad y con el que reciba el pasaporte conveniente para ser conciudadano de los
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ángeles del cielo, pudiendo mostrar al llegar a las puertas de la inmortalidad la prenda de
la gloria.
Por tan sobrada razón, lanza nuestro Santísimo Padre un anatema terrible para la
conciencia de los párrocos cuando escribe estas terminantes palabras: «Un párroco que
esperase ser llamado a la cabecera de un feligrés moribundo no cumplirá bien su oficio».
¡Pluguiera al cielo que de hoy en más no hubiera párrocos que sintieran el escalofrío de
la acusadora conciencia al leer las anteriores palabras!
Nosotros no venimos a dirigir reproches ni exigir responsabilidades, ni a hacer
cargos intempestivos, deseamos que llegue la hora de que un escuadrón de fidelísimos
sacerdotes se apresten a trabajar en pro de los párrocos para ayudarles a cumplir bien su
oficio, suavizándoles lo difícil del ministerio parroquial, haciéndoles la vida parroquial
agradable, y hasta, apetecible al considerar que disponen de un instrumento apto para
hacer a los feligreses humildes y fervorosos, y prontos siempre a secundar las iniciativas
parroquiales, instrumento que procure también interponerse entre el párroco y sus
enemigos hasta conseguir que los díscolos sean reducidos a obediencia, y los desdeñosos
atraídos del olvido de sus deberes divinos sean vueltos a las santas prácticas de los
verdaderos hijos de Dios.
Entonces es cuando el párroco siente la dicha de vivir la vida de sus feligreses y
éstos se regocijan con su párroco y le visitan o lo reciben con verdadera alegría, como los
hijos a su padre y oyen con sencillez sus instrucciones y con docilidad se someten a su
dirección seguros de que, siguiéndolo, hallan para ellos mismos el bien presente y futuro.
Pero si esto es consolador para el corazón de un párroco, supone un deber de
nobleza, de desinterés, de rectitud, de sabiduría, que exige una buena voluntad a toda
prueba. Recordemos el final de los dos párrafos que hemos transcrito al principio del
Discurso Pontificio y veamos si un párroco, un hombre de vía ordinaria y por sí sólo,
puede años y años cumplir bien su oficio:
«Queremos decirescribe Benedicto XV, que el párroco debe ser el consejero
nato de sus feligreses, y que, por lo mismo, debe hallarse al corriente de las
cuestiones del día, aun las de orden económico».
Nuestro respetable colega Anales de los Sacerdotes Adoradores a estas últimas
palabras ha puesto esta aclaración o explicación para que los párrocos, en especial,
comprendan mejor el alcance de las palabras del Papa:
«El Cardenal Almaraz por su parte ha dicho recientemente a todos los católicos
españoles estas palabras, muy para meditadas y llevadas a la práctica por nuestros
socios: Los primeros maestros de este fecundo apostolado de la acción social,
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no son ni pueden ser otros que el Papa, los Prelados y Sacerdotes. Tratándose de
la práctica de la caridad y de la justicia, aún bajo estas nuevas formas de hacer el
bien a la humanidad, la predicación y enseñanza de estas virtudes, que pertenecen
al camino del cielo. De aquí la imperiosa necesidad de que el sacerdote, guiado
siempre por las luces de la teología y de la moral católica, se esfuerce en adquirir
conocimientos sólidos en las ciencias sociológicas, y en estudiar a fondo las
modernas tendencias y aspiraciones de la sociedad, para aplicar los principios
fundamentales de la ética cristiana al desarrollo y desenvolvimiento de la vida
social de los pueblos».
Al leer lo que antecede el alma queda perpleja y no sabe a qué decidirse, si a
postrarse ante la figura del párroco, como ante un ser superior, o a sonreírse escéptico
ante lo realizable; pero si la fuerza de los hechos obliga a lo primero, admirando al Párroco
de Genazzano y al Cura de Ars, y al Venerable Fournet, la misma imperiosa razón de los
hechos, aparte de las palabras de Benedicto XV, ya citadas en el artículo anterior, nos
obligan a convencernos que el párroco necesita hoy una ayuda singular de hombres santos
y sabios; San Juan Bautista Vianney y el Cura de Maillé, la necesitaron y la fundaron.
¿Podéis dudar, mis venerables Párrocos españoles, de que la fe popular está tan
decaída que apenas si es resorte para inspirar una acción grande o generosa?
La filantropía, la humanidad, la..., ¡no, sí!, ¡qué!...
Un espíritu exótico, huero, sin vigor, es el que nos galvaniza a las veces y nos hace
aparecer algo que, si bien se profundiza y no es mucho lo que hace falta ahondar,
demuestra bien a las claras que no es oro de verdadera ley el que se exhibe.
Que hay rasgos nobles, generosos, heroicos, ¿quién lo duda? Pero que el espíritu
de sacrificio que sustenta a la verdadera caridad está muy lejos de la generalidad del
pueblo español, eso también es evidente.
La inmensa mayoría de nuestros hombres, arrastrados por la acomodaticia
debilidad de ideas que inspira la educación que se basa en principios falsos, se convierten
en tránsfugas de todas las convicciones y de todos los procedimientos, acuciados, muy
especialmente, por el propio interés, si es que por algún concepto toma parte en los
raciocinios o en las obras.
Es necesario salir del estado de indiferencia en que se toman las verdades
religiosas, sobre todo, con el fin de que los hombres se convenzan de que así como, en
contra de los axiomas, todo es irracional, así también en oposición con la verdad revelada
no se puede sustentar doctrina alguna, sea del orden o de la ciencia que quiera.
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Y de tal manera debemos convencer a los pueblos de esta verdad, a que éstos
rechacen todo lo que la Iglesia Católica rechaza y defiendan con entusiasmo las doctrinas
del divino Maestro, y sientan ansias de que la religión católica se propague en todas las
naciones y en ellas se consolide con indestructible fuerza.
Mientras España no vuelva a sentir de este modo su religión nosotros afirmamos
sin temor de equivocarnos, que no está suficientemente capacitada para ejercer la benéfica
influencia que debe desarrollar en su zona del Magreb.
Con personas que miran con agrado que se favorezca la religión mahometana o
judía, es más, que desean que se eduque en sinagogas y mezquitas a los moradores de
nuestra zona de influencia, y lo que todavía sube más de punto, con personal director que
se opone directamente a la civilización cristiana entre los moros e israelitas, bien seguro
es que España nunca llegará al fin de su verdadero protectorado, porque nunca llegará a
hermanar con el pueblo que trata de civilizar, como no sea haciendo una colonia española
mahometana que llegaría a ser el más odioso enemigo de nuestra patria.
Una hojeada a la historia nos hará ver que los españoles se hicieron unos con los
visigodos cuando éstos se hicieron católicos abjurando el arrianismo, y pone a la vista el
hecho de que, en ocho siglos, sarracenos y españoles siempre fueron dos pueblos
diferentes, inconfundibles, y que así siguen siendo y serán hasta que los hijos de Mahoma
se conviertan en hijos de Cristo.
El miedo a tratar de convertir a los mahometanos del norte de África es de todo
punto irracional y por ser tal, diabólico. Pues decidme, ¿qué mal puede venir a nuestra
patria de ese intento llevado a la práctica? Si el intento fuera ejecutado por el Gobierno
Protector, se diría, aunque sin razón, que faltaba a esa cláusula que figura en los tratados
y que es esencialmente contraria al fin de los mismos, pues si el fin es civilizar a los que
viven en la barbarie, y a este estado deplorable los condujo el mahometismo, mientras
éste, causa de la barbarie, no desaparezca, subsistirá la barbarie por el mahometismo
engendrada. Esto es evidente.
Además, los tratados, el último y los anteriores, podrán prohibir que se moleste a
los magrebinos, por imponerles la religión católica a tiros, a cañonazos, a bayonetazos;
pero prohibir que se les predique, que se hagan con ellos obras de beneficencia cristiana
(no por el fantasma de la humanidad, más por cuenta más alta, por Cristo, por puro amor
del Redentor divino, que por todos dio su sangre), eso nadie lo puede prohibir. No hay
fuerza humana capaz de sujetar la fuerza irresistible de la palabra de Dios cuando el
Espíritu Santo inspira a los apóstoles la conversión de tales almas, o de tal pueblo.
La palabra de Dios es más vehemente que la espada de dos filos, es más libre que
las águilas, es más irresistible que el simún del desierto, y abate a los más altos cedros,
LA RELIGIÓN Y EL MUNDO ACTUAL – MARRUECOS Y ESPAÑA
FEDERICO SALVADOR RAMÓN
30
pero no como juzgan los corifeos y cobardes defensores de la falsa libertad. La religión
del Crucificado se impone con hombres que no usan más armas que el Crucifijo ni más
cadenas que el Rosario; que hacen el bien y son recompensados con la muerte, que es lo
que recibirán por primera providencia los apóstoles de los judíos y mahometanos del
Magreb.
Y vuelvo a preguntar de nuevo, ¿habrá fuerza humana, llámese como quiera, que
pueda oponerse racionalmente a ese apostolado divinamente bienhechor?
La historia responde negativamente. Atengámonos a sus enseñanzas, que ella es
la maestra de la vida.
Pero si hubiera alguna fuerza entre los hombres capaz de contrarrestar a los
apóstoles que, sin temer a nada ni a nadie, vuelan a donde el menor soplo del Espíritu
Santo les lleva, ¿sería ésta, por ventura, la de unos gobiernos que a medida que son más
impíos, son más defensores de la libertad en la emisión del pensamiento, ya por la palabra
hablada o escrita? Y ese vuestro amor a la libertad, aunque falso, os obliga, en sana lógica,
a dejar libre al predicador de Cristo.
Y, ¿cuánto no os obligará a permitir las morales enseñanzas del cristianismo la
nefanda responsabilidad que adquiráis al tolerar toda clase de enseñanzas
desmoralizadoras de palabra y de obra?
¿Es que siempre ha de tener más libertad el vicio que la virtud, el error que la
verdad?
Imposible. España despierta, España se levanta, España vuelve a embrazar el
escudo y blandir su invicta lanza y quiere volver a ser grande, y quiere volver a las
cumbres de la gloria en donde se hizo convecina de los cóndores, y, al primer envite de
su valor, sacudirá altiva a la plaga de langosta mediatizada sin ideales ni convicciones que
la enerva, y los sustituirá por hombres, verdaderos varones de recia complexión más en
el alma que en el cuerpo, y sabrán, dando su propia sangre, ganar de nuevo para Cristo
las almas de los judíos y mahometanos.
¿Hay en España hombres de este temple? ¿Los hay bastantes? Háyalos, que no los
haya, el formarlos es indispensable, y vuestra es la labor especialmente, Párrocos
españoles.
Haced a vuestros catecismos futuros soldados de Cristo; impregnad en las almas
de esas futuras madres el amor al apostolado cristiano y, muy particularmente, a este
apostolado español que hasta la fuerza nos impone.
Venimos ya mucho tiempo hace, clamando a los sacerdotes españoles para que se
apresten decididamente a tomar parte en esta acción misionera que impulsara, el nunca
LA RELIGIÓN Y EL MUNDO ACTUAL – MARRUECOS Y ESPAÑA
FEDERICO SALVADOR RAMÓN
31
suficientemente bien amado por nosotros y por el mundo entero, Benedicto XV, pero no
hemos ocultado nuestro principal intento, atraer parte de esa apostólica acción hacia
Marruecos, pues nos creemos solicitados a esta empresa por el divino amor, y la Iglesia
Católica y la Patria nos inducen ciertamente a tomar parte, siquiera sea la más humilde,
en esta empresa de titanes y en la que, a no dudarlo, resultarán una misma la civilización
de mahometanos y judíos.
Y cuenta, desde ahora para siempre, lector doctísimo, que al decir civilización
queremos decir conversión, pues nos convencemos cada día más de lo vano de la palabra
civilización y protección, y cuantas sean a éstas sinónimas, para expresar nuestra acción
en Marruecos, pues siendo verdad tan evidente que la religión de Mahoma llevó a la
barbarie en que hoy se encuentra el imperio de Marruecos, es igualmente clarísimo que,
mientras los mahometanos no dejen de serlo, seguirán siendo tan bárbaros como hoy y
como fueron ayer, porque si no se quita la causa, que es el mahometismo, es de todo punto
imposible quitar la barbarie que es su efecto directo e inmediato.
Una advertencia debo hacer en este punto, y es que mis consideraciones acerca de
España en Marruecos no suponen que yo quiera pasar por africanista, ni mucho menos.
Yo apenas sé que hay un Marruecos y que ahora vivo en Melilla, y tanto menos me juzgo
conocedor de esta región del Rif, cuanto más oigo a personas muy doctas y
experimentadas en estas tierras que no se atreven a decir que conocen el modo de ser de
los moros, y hay muchos, añaden, casi a nadie excluyen, que han escrito, y escriben, libros
en los que demuestran que nada conocen casi de la vida íntima de estas regiones. Y,
además, que hay otros que, habiendo escrito libros sobre Marruecos, si se ven en el caso
de ejercer acción en este país, lo hacen en contra de sus propios escritos.
Repito, pues, por consiguiente, que yo trato estas cuestiones como apóstol, como
misionero, no como africanista.
He dicho como apóstol y misionero, y todavía me parece demasiado y hasta
censurable jactancia. Quiero decir que siento amor inmenso a esta obra de la conversión
mahometana y cuanto por conseguirla hagan, me parecerá siempre poco. Y por este
vehementísimo deseo llevado, enseñé y escribí sobre este asunto cuanto juzgué prudente,
y por eso piso hoy tierra africana y espero que, atisbando desde esta plaza española en
África, desde los altos resquicios que ofrece el elevadísimo punto de mira religioso, no
dejaré de vislumbrar, iluminado con la divina gracia, el modo más apto para llegar a la
conversión mahometana empezada en el Rif, que por ser la región más indómita y amante
de su vida independiente, y no pocas veces nómada, ofrece ventajas de incalculable valor
para la consecución de nuestro amadísimo fin.
LA RELIGIÓN Y EL MUNDO ACTUAL – MARRUECOS Y ESPAÑA
FEDERICO SALVADOR RAMÓN
32
Por locura tendríamos en las actuales circunstancias tratar de un apostolado de
pura predicación católica entre estas cabilas, siquiera fueran las más cercanas, inmediatas
casi a Melilla, pues, de momento, no dudamos que sería contraproducente y encendería
la llama de la lucha con carácter puramente religioso, lo que aparte de ser un escándalo
internacional, originaria una protesta casi unánime en el ejército de ocupación por no estar
suficientemente preparado, por lo que atañe a la religión, para llevar a cabo su acción de
protectorado en nuestra zona de influencia.
La empresa por hoy, debe tener la lentitud propia de toda obra de educación. El
tiempo que un padre tarda en educar a sus hijos, por numerosos que sean, parece que será
suficiente, si Dios bendice el trabajo que se preste para conseguir el laudabilísimo fin de
educar un número más o menos crecido de niños moros recogidos de entre los huérfanos
que tengan de cuatro a ocho años.
Quince o veinte años de trabajo producirán un número mayor o menor de moros
educados bien y en católico, y de ellos habrá hombres con carreras diversas y distintos
oficios, y nadie dudará que puede haber también sacerdotes y éstos, ¿quién no creerá que
serán mañana los que formen en las primeras avanzadas del ejército verdaderamente
civilizador de nuestra zona de influencia?
La ignorancia y la indiscreta ansia de conseguir al punto el fruto del árbol que se
acaba de plantar, impele a muchos a juzgar pesada esta empresa, olvidándose que hace ya
más de cuatro siglos que es Melilla española y que nada de eso se hizo, cuando se debió
hacer desde que aquí llegamos, si nuestro intento, al dominarla, hubiérase inspirado en el
espíritu de nuestra excelsa reina, Isabel I.
Eduquemos niños y niñas moras en cristiano y bien pronto, relativamente,
habremos adelantado el cincuenta por ciento en la empresa de la civilización de
Marruecos. Quien viene a estas tierras bien pronto echa de ver cuanta es la necesidad de
la educación moral en altos y bajos.
Ojalá que nuestros gobiernos empezaran por hacer una verdadera selección moral
de los elementos directores que envían a Melilla –suponemos que en toda la Zona será
igual–, porque así la honestidad, el decoro profesional y el de clase, no sufriesen
menoscabo, y la honradez social no padeciese desdoro ante los mismos que vienen a
civilizar, en primer término, y, en segundo lugar, ante las cabilas a quienes pensamos
educar con instrumentos las más de las veces ineducados, ejemplares de todo vicio,
maestros de blasfemos y hasta…
No faltan personas honorabilísimas en esta ciudad, pero abundan las escandalosas.
Que entiendan las primeras que, por patriotismo, se impone corregir a las segundas o
LA RELIGIÓN Y EL MUNDO ACTUAL – MARRUECOS Y ESPAÑA
FEDERICO SALVADOR RAMÓN
33
expatriarlas a lo menos de estos lugares que deben ser verdaderas escuelas públicas de
honradez a toda prueba.
Y si España no se preocupa por llegar a conseguir que así sea, está en el ambiente
y en la lengua de todos, que el desastre de Anual se repetirá muy en breve. Con larga
honradez y gastos convenientes, es seguro que España sería más que respetada, muy
querida en estas tierras tan necesitadas de la bendición del Señor de los ejércitos y del
Príncipe de la paz, Cristo Jesús.
Derechos de autor registrados
2017 Antonio García Megía y María Dolores Mira y Gómez de Mercado (Edición).
Congregación de Esclavas de la Inmaculada Niña
La Religión y el Mundo Actual - 20. Marruecos y España. Federico Salvador Ramón
Angarmegia: Ciencia, Cultura y Educación. Portal de Investigación y Docencia
Edición preparada con ocasión del proceso de beatificación del Padre Fundador de las Esclavas de La
Inmaculada Niña.
http://angarmegia.com - angarmegia@angarmegia.com
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La Religión y el Mundo Actual de Federico Salvador Ramón – 20 – Marruecos y España

  • 1.
  • 2. En portada El cardenal Cisneros libertando a los cautivos de Orán – Francisco Jover y Casanova (1869). Colección del Museo del Prado (Madrid). Depositado en el Palacio del Senado. España. Derechos de autor registrados 2017 Antonio García Megía y María Dolores Mira y Gómez de Mercado (Edición). Congregación de Esclavas de la Inmaculada Niña La Religión y el Mundo Actual - 20. Marruecos y España. Federico Salvador Ramón Angarmegia: Ciencia, Cultura y Educación. Portal de Investigación y Docencia Edición preparada con ocasión del proceso de beatificación del Padre Fundador de las Esclavas de La Inmaculada Niña. http://angarmegia.com - angarmegia@angarmegia.com
  • 3. La religión y el mundo actual - 20 - Marruecos y España Federico Salvador Ramón Publicado en la revista mariana Esclava y Reina Congregación de Esclavas de la Inmaculada Niña Agosto a Febrero Guadix (Granada) – España 1921/1922 zzz Edición actualizada por María Dolores Mira Gómez de Mercado Antonio García Megía
  • 4.
  • 5. Esta serie de documentos recopila los artículos que Federico Salvado Ramón, bajo el seudónimo de «Mirasol», publica en la sección “Apuntes Sociales”, con subtítulo genérico La Religión y el Mundo Actual, de forma casi ininterrumpida en la revista Esclava y Reina de la Congregación de Esclavas de la Inmaculada Niña, desde su segundo número aparecido en febrero de 1917. Con la intención pedagógica que caracteriza toda su producción escrita, el padre Federico observa, analiza y comenta desde un punto de vista católico, apostólico, romano y de esclavo militante, los matices y perspectivas que se suceden en los ámbitos filosófico, social, cultural, histórico, político, y por supuesto, religioso, durante la turbulenta transición que supone el cambio de centuria, cuyo impacto se extiende hasta el segundo cuarto del siglo XX. Se trata de una época de mentalidades en conflicto que concluyen con el trágico estallido de la Primera Guerra Mundial y sus consecuencias posteriores. Los ejes nucleares del cambio de mentalidad afectan a campos tan diversos como la relatividad y la operatividad de los conocimientos, el problema de los valores, las relaciones entre ciencia, filosofía —desde el entendimiento de que la opción que cada intelectual escoge —ya sea desde el pensamiento conceptualista, ya desde el irracionalismo y desde la reivindicación de la «experiencia y la intuición de la inmediatez», que siempre implica elecciones éticas y políticas a veces abiertamente contrapuestas. El mundo en los albores del siglo XX se enfrenta a la remoción de los fundamentos del saber en las ciencias y en la cultura filosófica. En las décadas finales del siglo XIX y en los inicios del siglo XX, entra en crisis el modelo positivista de cientificidad y la prevalencia de la razón y la ciencia que habían constituido la base de los grandes sistemas del siglo XIX. El racionalismo tradicional se ve amenazado por la irrupción imparable de los sistemas irracionalistas de Nietzsche, Bergson o Freud.
  • 6. Desde las últimas décadas del mil ochocientos y hasta la Primera Guerra Mundial, sobre todo en Francia y en Alemania, la certeza positivista comienza a sufrir un intenso proceso de erosión por las expansión de las posiciones irracionalista ya citadas y por la transformación interna del propio positivismo, en el sentido de una mayor conciencia crítica sobre las posibilidades, los límites y los métodos del saber científico, tal como se manifiesta en la postulación sobre la fenomenología de Edmund Husserl. Este decurso acelera el proceso de modernización emprendida por la burguesía liberal hacia el capitalismo financiero que se aleja del capitalismo industrial alumbrado en el siglo XVIII. A ello se suman las transformaciones culturales sobrevenidas por las políticas de expansión imperialista y colonial de las grandes potencias, exclusivamente europeas hasta los inicios del siglo XX, a las que habrán de sumarse desde inicios de la centuria, los Estados Unidos norteamericanos y el Imperio de Japón que sale fortalecido tras derrotar al coloso Ruso en la guerra por el dominio de los territorios de Manchuria. Este es el contexto en que se desarrolla la vida del padre Federico Salvador Ramón, y, como queda dicho, esta su postura al respecto. MaríaDoloresMirayGómezdeMercado Antonio GarcíaMegía
  • 7. LA RELIGIÓN Y EL MUNDO ACTUAL – MARRUECOS Y ESPAÑA FEDERICO SALVADOR RAMÓN 7 La religión y el mundo actual - 20 - Apuntes Sociales Marruecos y España Los que conocen esta sección de Esclava y Reina saben perfectamente cuál es el más ferviente deseo que en ella se manifiesta desde que nos dirigimos al Excmo. Señor Maura, Presidente de la Liga Africanista, al Excmo. Señor Benlloch, Director de la acción misional en España y al pueblo español en general, urgiéndole a que piense en el gran problema que ha de resolver en la zona de influencia española en Marruecos, para que así pueda España conocer los datos necesarios, a fin de que no nos hallemos a lo mejor con la falta de algún elemento indispensable. Para nosotros la cuestión magrebina es más religiosa que política, militar y económica, y lo hemos dicho y repetiremos, si España no va a procurar en primer término la conversión de los mores al catolicismo, no habremos hecho la obra que corresponde a nuestra historia y que nos impone nuestra posición geográfica, antes que a otro pueblo cualquiera de la tierra. Y tanto más nos obliga esta hazaña en el Magreb, cuanto con más razón se puede afirmar de nuestra Patria que ha sido el gran apóstol de la civilización católica en el inundo. Porque así pensamos y esta es la principal trascendencia que damos a nuestra influencia en Marruecos, nos complacemos en hacer nuestras estas palabras de El Siglo Futuro que tomamos del artículo de fondo correspondiente al día 27 de dicho diario:
  • 8. LA RELIGIÓN Y EL MUNDO ACTUAL – MARRUECOS Y ESPAÑA FEDERICO SALVADOR RAMÓN 8 «Quizás forma parte de nuestra misión indiscutible la de sostener y propagar la civilización católica. Tal vez esté llamada nuestra Patria a acabar con el error mahometano, fuente de barbarie y opuesto a toda civilización, cultura y verdad». Al día siguiente, el mismo respetable colega, en otro artículo muy digno de seguir al primero que hemos citado, dice, refiriéndose ya al hecho de que nuestra Patria está llamada a luchar y acabar con el error mahometano, palabras tan sesudas como éstas: «Es necesario decir que la acción de España en la zona del protectorado está reducida a un barniz de civilización material, y a eso que se llama atracción o acción política que se reduce en suma a tirar un ferrocarril, abrir una carretera, explotar unas minas, y crear tal o cual escuela para dar una instrucción, que si es aprovechada por los indígenas, se aprovecha como la ha aprovechado Abd-el Krin, que cursó estudios en nuestras escuelas de Ingenieros. No ha preocupado a los Gobiernos españoles, ni por un momento, la cristianización de Marruecos, la evangelización, la conquista espiritual religiosa de los infieles, y unidos éstos por el vínculomás poderoso que es la religión, ¿qué ha de esperarse de quienes están separados de nosotros por unas creencias religiosas que les impone el odio al perro cristiano?» Antes de seguir, queremos dejar aquí anotado el sensible descuido de que la prensa se ha quejado de enviar, en estos tiempos de rapidez, los ejércitos a Melilla hasta sin sus capellanes correspondientes. Advirtiendo, que no han faltado capellanes castrenses que ganen la laureada de San Fernando en acciones de guerra realizadas en África. Ante estas consideraciones, el articulista Mirabal, con muy sobrada razón, continúa diciendo: «¡Qué diferencia entre la labor españolista de aquel padre Lerchundi y la influencia y autoridad de los frailes franciscanos, a lo que hacen los elementos civilizadores, que sólo ven la civilización en el tráfico y en las exposiciones de productos y en los negocios mercantiles! ¡Nuestra influencia! Más bien diríase que los influenciados de mahometismo son los europeos que en África se establecen: respetan la Mezquita, adoptan las costumbres, visten la chilaba, se cubren con el fez, toman el té en cuclillas...». Y es que no puede ser de otro modo. Padecemos una educación acomodaticia enervante en España y somos hasta tal grado menguados en nuestros liberales procedimientos, que, en lo que toca a religión, no dudamos ser, en efecto, más influenciados que civilizadores. Los negocios del Padre Lerchundi y de su no menos
  • 9. LA RELIGIÓN Y EL MUNDO ACTUAL – MARRUECOS Y ESPAÑA FEDERICO SALVADOR RAMÓN 9 apostólico continuador, el Padre Cervera, no tienen relación, ni desde muy lejos, con los negocios mercantiles que obligan a muchos a vivir a lo moro en África y en España. Y porque así es, desgraciadamente para el Magreb y para nosotros, y para la cultura y la civilización mundial, se impone y se impondrá cada día con más urgencia la hermosísima conclusión con que el atinado articulista de quien copiamos termina su trabajo. Dice así: «En Marruecos no es posible otra política, ya que tanto se habla de la Reina Católica y de su testamento, prodigiosa visión del porvenir que estamos tocando, que aquella política que la reina Isabel siguió en sus estados de la Península para dar la paz a su reino. Mientras los moriscos y los judíos no fueron expulsados de España, no hubo paz. Mientras no se alejó de la nación a sus enemigos naturales, la paz no fue posible. Como no será posible jamás la paz mientras frente a las banderas cristianas se alce el pendón verde del Profeta. Es decir, mientras la civilización española no penetre por donde debe penetrar, ahuyentando las sombras del error religioso de las inteligencias y llenándolas de la luz del Evangelio. Por algo, los soldados de España que embarcaron con rumbo a las playas de América, llevaron consigo para realizar aquella epopeya tanto guerreros como sacerdotes, tanto conquistadores como misioneros». Si, pues, de lo que se trata es de que haya paz entre moros y cristianos, el medio más eficaz y concluyente es hacer desaparecer uno de los términos de la pelea, y altamente consolador es para nosotros poder afirmar que el mahometismo es el llamado a desaparecer, para dicha del mundo y gloria inmarcesible de nuestra España. En otro tercer artículo de El Siglo Futuro, del día 29 del pasado mes, se escribía este párrafo que a continuación anotamos y que dice así: «Misión histórica primordial de España es la de ser portaestandarte de esa civilización cristiana, y de tal misión forma parte indudable y quizás fundamental la lucha contra la morisma, que dura sin casi interrupción desde don Pelayo hasta don Alfonso XIII, constituye nuestra historia y los origen es de nuestra nacionalidad actual a través de la Edad Media; prosigue en la Edad Moderna, después de expulsados los moros de España, continúa en la época contemporánea y sólo terminará, queramos o no, aunque para ello se necesite un siglo, con la desaparición del mahometismo del mundo, con el que desaparecerá uno de los más monstruosos instrumentos de barbarie que en el existen, y el que quizás más ha estorbado la difusión del Evangelio y de la Iglesia».
  • 10. LA RELIGIÓN Y EL MUNDO ACTUAL – MARRUECOS Y ESPAÑA FEDERICO SALVADOR RAMÓN 10 Luego, los que han de ser causas e instrumentos a la vez de que desaparezca el mahometismo del Magreb, han de ser a toda costa trocados en fervorosos católicos en su fuerza motriz y en la aptitud conducente al fin para que se destinan. Tomando el distinguido articulista una de las fases de la cuestión, trata de ella con el certero criterio católico que siempre distingue al honorable colega, con estas palabras: «Hay que volver a la antigua concepción del Ejército español. Hay que volver a aquel Ejército en el que un coronel ante un general, y un capitán o comandante ante un coronel, eran como un simple recluta ante un superior de elevada jerarquía. Hay que volver a aquel Ejército en que el compañerismo sólo existía entre los que tenían igual grado y mientras lo tenían, pues fuera de eso sólo había superiores y subordinados. La verdadera concepción de la disciplina militar es aquella clásica, según la cual, el inferior no puede permitirse ni siquiera pensar en alta voz en asuntos del servicio, fuera de las órdenes recibidas de su superior. Mientras esos conceptos no se restauren, nada habrá posible, y la nación, que es lo que importa, sufrirá dolorosos fracasos, y si un jefe obrando por sí y ante sí obtiene un éxito, hará más daño con él a su Patria que si hubiese fracasado. El que no lo sienta así carece de la verdadera vocación militar, que es clase social que no constituye una profesión, sino un estado, un verdadero sacerdocio, para el que nos parecen pocos todos los honores y distinciones, pero para cuyo austero ejercicio se requieren especialísimas y elevadas condiciones de carácter». Después, para confirmar lo anteriormente dicho, añade: «Alemania no fue derrotada, pero si la victoria de los aliados ha sido posible, se debe a que, el hoy mariscal, Joffre acabó en el ejército francés con las iniciativas personales, restableciendo la disciplina en grado tal, que, según testigos presenciales, llegó a ser mayor en los últimos tiempos que en el mismo Ejército alemán, que siempre fue de ella modelo». Conformes de toda conformidad. Es indispensable la disciplina en el ejército, como es necesaria la subordinación en todos los organismos que forman una nación, como es imprescindible la obediencia en la familia y como es elemento de perfección, imposible de sustituir por otro, en la vida religiosa, la observancia. Pero no tratando toda la cuestión, aunque sí uno de los elementos más fundamentales con el asunto de la disciplina militar, queremos recordar la pregunta con la que terminábamos nuestro artículo anterior y a la que hemos de dar hoy respuesta en todo o en parte, repitiendo que eso de la disciplina militar es una parte de la respuesta total.
  • 11. LA RELIGIÓN Y EL MUNDO ACTUAL – MARRUECOS Y ESPAÑA FEDERICO SALVADOR RAMÓN 11 He aquí nuestras palabras: ¿Hay quien se eduque en España para trabajar después, con la debida aptitud, en la educación de los hombres que nos toca civilizar en África? Y si no hay medios para adquirir esta capacidad intelectual y religiosa, ¿quién es el que debe atender esta necesidad? Que en España no hay centros de preparación para formar los hombres que han de ir a Marruecos, es indudable. Hasta de la falta de conocimiento del idioma moro se han ocupado los periódicos por boca del gran patriota Armando Guerra, lamentándose muy racionalmente de esa ignorancia tan digna de reproche. De la instrucción meramente militar que recibe el soldado africano juzguen los militares; de la instrucción intelectual cualquiera puede juzgar, por muy escasa que se le suponga siempre será menos. Ni el idioma, ni la Geografía, ni la Historia de la región de nuestra influencia son conocidos por el soldado español que va al África; sabe lo que se alcanza por referencias que vagan en el ambiente. ¡Cuántos van y vuelven sin saber leer y escribir! En tales condiciones, sin conocer más terreno que el que se frecuenta, sin saber los hechos realizados por los hombres en esos lugares y sin poder entenderse con los naturales del país como no sea que éstos sepan el español, nuestra influencia por tal respecto será todo lo menguada que se la quiera suponer. Y de los fines que persigue España en África, ¿qué sabe nuestro Ejército y qué saben los elementos civiles que forman nuestros pueblos de ocupación civilizadora? ¡Cuántos no saben mucho más allá de que es doble la retribución o de que son más pingües las ganancias, o de que se está en mejor ocasión de ascender, o de que se pelea por tener unas minas más o cosas por el estilo! ¡Cuántos que no han pasado de juzgar que sostenemos un ejército en Marruecos para conseguir el barniz de civilización de que hablamos con Miraba! ¡Cuántos que piensan que la civilización es lo que conviene, lo que da utilidad, lo que hermosea materialmente una o varias ciudades, al estilo de la elegante barbarie europea que hoy disfrutamos, rebosante de toda suerte de antros para nutrir los vicios! De cómo se vive en África y de cómo se debe vivir pocos se ocupan y menos se preocupan. ¿A qué pensar en destruir los harenes, si, al fin y al cabo, se muestran más recatados que las elegantes reuniones en cines, teatros, playas y bailes? Si de lo que se trata es de enriquecerse a costa de los pingües negocios hechos o a costa del tesoro español o de la pobreza mora, ¿para qué preocuparse de atender a los
  • 12. LA RELIGIÓN Y EL MUNDO ACTUAL – MARRUECOS Y ESPAÑA FEDERICO SALVADOR RAMÓN 12 niños y niñas pobres haciendo resaltar la caridad cristiana, que es, sin duda, el verdadero instrumento y causa eficacísima de la civilización católica? Si de lo que se trata es de negociar con las almas, ¿quién se preocupará, como el caso requiere, del negocio del alma mahometana para trocarla por el alma inspirada en la pureza, desprendimiento y sacrificio del verdadero espíritu de Cristo? De haber pensado con este espíritu, como dijimos con El Siglo Futuro, es indudable que en Marruecos habría a la hora presente más sacerdotes, más religiosos y más espíritu cristiano, por lo tanto. Que no hay bastantes sacerdotes, ni hay bastantes religiosos, ni hay iglesias bastantes, ¡y decimos que vamos a civilizar! «Mentira autorizada de los tiempos». España, la gran colonizadora, no ha civilizado negociando y enseñando a negociar; ha civilizado derramando sus tesoros en sus colonias, aunque de ellos se hayan aprovechado, en primer término, españoles de puro nombre. Ha sufrido España una contrariedad en sus armas, y España entera renace a la vida del amor patrio y se apresta como un solo hombre a lanzarse a reconquistar la superioridad perdida y pueblos baturros y de toda España, y los nobles todos, y el mismo Rey, que vendrá a merecer el sobrenombre de El Africano, todos, con nuestro magnánimo monarca, se deciden a marchar al Magreb sintiendo en sus corazones los mismos afectos de Alfonso XIII que, al conocer el desastre del valiente Silvestre, exclamó, arrasados los ojos en lágrimas: «Es preciso reparar urgentemente el daño, puesto que el pueblo y el Ejército siguen siendo los grandes héroes y los mártires de la Historia de España». Y en la prensa hemos leído esta noticia: «En los círculos aristocráticos, se afirma que varios caballeros de las órdenes mili tares, se proponen convocar a junta anual a todos los capítulos, para organizar un regimiento de caballería destinado a Marruecos». Y no dudamos que el pueblo, la nobleza y el Rey, unidos al Ejército en el más íntimo abrazo, sabrán imponer a las cabilas enemigas y a las que nos hicieron traición, el correctivo indispensable para dejar asentada de una vez para siempre, si fuera posible, la imperiosa necesidad de respetar al ejército y al pueblo de ocupación en África. Así lo esperamos firmemente, sin género alguno de duda; pero ya, convencidos de que nos impondremos militarmente y, hasta si se quiere, convencidos también de que, por hoy, la disciplina militar recobrará todo su poderoso imperio, no podemos del mismo modo convencernos de que después de restablecer el orden de la fuerza, restableceremos igualmente el orden moral y religioso, disponiendo así el camino para acometer la ardua, la magna, empresa de convertir a los moros a la fe de Cristo. Y si no hay en España ni en
  • 13. LA RELIGIÓN Y EL MUNDO ACTUAL – MARRUECOS Y ESPAÑA FEDERICO SALVADOR RAMÓN 13 África centros de educación encaminados a preparar a los hombres que han de acometer tamaña obra, propia de españoles, es evidente que deben crearse. Pero, ¿quién es el que debe atender esta necesidad?, nos atrevemos a preguntar de nuevo. En vista de lo que antecede contestaríamos con estas palabras: el pueblo y el clero, la nobleza y el ejército, el Gobierno y el Rey, toda España, cualquiera que sienta el amor a la Patria, debe sentirse obligado a tomar parte en la obra civilizadora, que, por razones de todo punto obligatorias se nos impuso y que, de no haberla recibido por unánime y mutuo acuerdo de las naciones, nosotros mismos nos la hubiéramos tenido que imponer por razón de nuestra historia y por exigencias geográficas. No tratamos ahora de la parte que toca al elemento militar, creemos que nuestros soldados cumplirán con su deber. Respecto al pueblo hemos de distinguir dos clases de hombres: los puramente negociantes y los que se mueven por los altos ideales de la civilización, subdividiendo a éstos en hombres de idealidad vaga e indeterminada, como la sienten los hombres educados a la moderna en la escuela del liberalismo, y en hombres de idealidad concreta y perfectamente definida, cuales son los formados en los sólidos e indefectibles principios de la religión católica. Y puesto que nosotros deseamos que todos los españoles sean del número de éstos últimos, a éstos nos dirigimos y a éstos volvemos a preguntar, ¿quién es el que debe atender a la urgente necesidad de enviar a Marruecos legiones de hombres formados intelectual, moral y religiosamente para civilizar al África? Para responder de la manera más precisa, diremos que los primeros obligados son los religiosos y los sacerdotes, que están llamados en primer lugar a ponerse a la vanguardia de toda hazaña en la que se trate de la gloria de Jesús. Al lado de éstos deben figurar, y muy en primer término también, seglares de verdadero fervor católico que deseen tomar puesto en este ejército de ocupación de las almas mahometanas. Pero este ejército necesita sus pertrechos de guerra, y a proporcionarlos están obligados el Católico Gobierno de la Católica España, los centros africanistas, la Liga, antes que ningún otro, los círculos aristocráticos y las nobles Hermandades de Santiago, de Montesa, etc., y todas cuantas existan en España como recuerdos gloriosos de héroes que lucharon como leones en contra de la morisma, los católicos pudientes costeando centros de educación apropiada para los apóstoles del Magreb. Todos los católicos en los que arda el celo de la fe, de la gloria de Cristo y de la salvación de las almas, deben estudiar atentamente el modo de contribuir con su óbolo,
  • 14. LA RELIGIÓN Y EL MUNDO ACTUAL – MARRUECOS Y ESPAÑA FEDERICO SALVADOR RAMÓN 14 con su inteligencia, con su voluntad o con su persona a tomar parte en esta nueva cruzada, la más ingente que han presenciado los siglos, y para la que están llamados del modo más singular, con llamamiento profético, los Esclavos de María. Hermanos amadísimos de nuestras almas, la Santísima Virgen llama a las puertas de nuestros marianos corazones. Meditemos todos, a los pies de nuestra invicta Reina aquellas tan gloriosas palabras que el gran Vidente de la Esclavitud mariana dice de los esclavos. Leámosla una vez más: «He aquí los grandes hombres que han de venir, pero a quienes María formará por orden del Altísimo, para extender su imperio sobre el de los impíos, idólatras y mahometanos». Ya ha llegado el tiempo de que los esclavos marianos españoles nos aprestemos a tomar, en esa conquista de la fe, la parte que nos corresponde. Empecemos a contarnos siquiera los que sintamos deseos de tomar parte en esa empresa, reunámonos en un lugar, por humilde y pobre que sea, animados del mismo espíritu, de la misma fe, de los mismos deseos de sacrificar nuestras vidas por la conquista de las almas, ya que tantos hombres nos dan ejemplo sacrificándose en aras del amor a la Patria. Luchen en buen hora los soldados del rey y por él mueran, pero no demos ante el inundo el cobarde ejemplo de que no tenga la católica España soldados invictos de las milicias de Cristo. A los que tal piensen y quieran, por primera providencia, les ofrecemos compartir con ellos la humildad de nuestra casa y la pobreza de nuestro pan. Mas, como quiera que la Esclavitud de la divina María ha de estar constituida por legión de hombres y de mujeres, a éstas también ofrecemos asilo humilde y pobre, pero rebosante de celo por la gloria de María, nuestra Reina Inmaculada. A ningún alma esclava de María le sea permitido decir, desde hoy, que vive inactiva porque no hay quien la conduzca a trabajar en la viña del Padre de familias, pues la Inmaculada María quiere esparcir los aromas de su pureza y el ungüento de sus virtudes soberanas sobre la bárbara región de los harenes. ¡Esclavos de María, ya hay quien os espere!, la prontitud de vuestra llegada estará en razón directa del amor más o menos fervoroso que sintáis a la Reina Inmaculada. Empezamos a esperaros. Expectans expectavi. Continua El Siglo Futuro con el fervoroso espíritu católico que lo distingue su campaña instructiva acerca del ideal que debemos perseguir los españoles en nuestras luchas en el Magreb, y en ese apostólico camino colocado, el 5 de Agosto, daba por evidente la educación moral que es indispensable a nuestro ejército de ocupación, especialmente en Marruecos, cosa que siempre se debe suponer realizada, y cada día con más perfección, en la católica España.
  • 15. LA RELIGIÓN Y EL MUNDO ACTUAL – MARRUECOS Y ESPAÑA FEDERICO SALVADOR RAMÓN 15 Ese valiente artículo de Mirabal termina con estos brillantes párrafos: «Es harto deletéreo el ambiente que se respira en las calles de nuestras ciudades, para que no intoxique a los soldados. Y por lo mismo que el peligro les busca y acecha, es imprescindible que el remedio se aplique constantemente para evitar que el veneno revolucionario y antipatriótico surta su efecto. Ciertamente es de una gran oportunidad y de una gran urgencia la recomendación que hace a los jefes de los cuerpos el capitán general de la primera región; hay que atender cuidadosamente a la elevación del nivel moral del soldado, como dice el señor Primo de Rivera. Porque sin ideales, sin fe, sin Dios, sin sentir la Patria, y sin el firme concepto del honor, nadie hay capaz de ofrendar su vida. Fuera de esos ideales, que no son de la tierra, que no pertenecen a los sentidos, sino que son patrimonio del alma, nada hay que lleve a los hombres al sacrificio y al heroísmo. Y ciertamente que no puede tener grandeza ningún pueblo, donde estén en baja estos valores espirituales, que son los que han sostenido ahora el ánimo de los defensores de Nador, que fueron los que alentaron a los héroes de Baler, y que constituye a lo largo de la Historia el espíritu de la raza española, que, si derramó su sangre sobre todas las tierras del mundo, no fue por fines materiales, sino por la gloria de Dios, por la gloria de la Patria y por el honor de la bandera, que ha sido besada por el sol en todas las latitudes de nuestro planeta». Y otro día, hablando de los peligros de que hay que librar al ejército español, decía: «Pero, sobre todo, si ya que no esa instrucción patriótica los Gobiernos nos evitaran la difusión de teorías corrosivas, que son las que están extendiendo el espíritu anárquico en las gentes, ¿qué necesidad habría de convertir el cuartel en escuela de patriotismo? Desde niños hay que sentir la Patria y es deber esencial de todo gobernante impedir que se mine y atente contra el espíritu patriótico de los gobernados, porque si el espíritu patriótico se quebranta, ¿puede decirse que la colectividad es una nación?». Convencidos de que nuestro Ejército, si ha de tener por fin especial el de ser portaestandarte de la civilización verdadera, ha de ser antes que nada católico y enamorado de su Patria, confesarnos, con todo hombre que sepa lo que es civilizar, que el soldado, aun suponiéndole modelo de religiosidad, es insuficiente y hasta inepto, si se quiere, para consumar la educación de un pueblo.
  • 16. LA RELIGIÓN Y EL MUNDO ACTUAL – MARRUECOS Y ESPAÑA FEDERICO SALVADOR RAMÓN 16 Y si tal aseveración hacemos del elemento militar, porque el que se impone por las armas no es apto para cautivar por amor, no diremos menos del elemento civil, porque éste, atento a los bienes de la tierra, difícilmente cuidará de los intereses espirituales. Habida cuenta de estas razones, el correctísimo Alcover, fundándose además en el favorable concepto que de los religiosos tienen los indómitos rifeños, dice: «¿Qué es, pues, lo prudente, sino encomendar a los frailes la obra principal de pacificación y civilización de los moros? ¿No nos moverá a ello la fe católica, como les movía a los Reyes Católicos el ansia de salvar las almas de los indios? Pues muévanos siquiera el interés patrio, el anhelo de ensalzar profundamente en el corazón de aquellas tribus, más duros que sus rocas, la sagrada bandera de la Patria. Más puede en estas cosas un fraile que cien soldados. ¿Quién civilizó y sujetó al dominio de España a casi todas las Américas, sino los frailes? Vaya, pues, la Cruz con la espada, y el camino será más seguro. Y no nos alucinemos pensando que la civilización puramente material domará a los moros, porque sólo les dará armas mejores y más fuertes para hacernos la guerra. Abd-el Krim, el caudillo de los Beni-Urriaguel, es un civilizado. Y, además, es posible que con la civilización materia1 pierdan los moros la nativa rectitud de su índole salvaje, y entonces, ya no tendrán buen concepto de los frailes. Y no quedará más arbitrio, que extenuarlos a hierro y fuego, según el bárbaro sistema de colonización empleado por los norteamericanos con los pieles rojas del Far-West». Se impone, pues, ir al Magreb con los apóstoles de Cristo, si es que se ha de hacer algo altamente provechoso para las cabilas, para España, para Europa, para el mundo entero. «Ese algo más noble y más digno, dice Fabio, no es el delenda Cartago de Catón. Es la destrucción de una barbarie que tiene en jaque lo que tantas veces amenazó y devastó. Y es la destrucción de un fanatismo que cree que gana las delicias de un paraíso sensual matando al perro cristiano donde quiera que lo tope. Y, junto con esto, la defensa nacional contra las codicias europeas». Por mil y mil razones, se impone, no tenemos inconveniente en repetirlo, ir a Marruecos acompañados de los apóstoles de Cristo, los cuales, un día tuvieron fuerza, con la ayuda de Dios, para cristianizar al mundo pagano, y otro para civilizar dos mundos
  • 17. LA RELIGIÓN Y EL MUNDO ACTUAL – MARRUECOS Y ESPAÑA FEDERICO SALVADOR RAMÓN 17 desconocidos, idólatras y salvajes, y más tarde batieron con invicto denuedo las ensoberbecidas falanges del protestantismo, y hoy, a no dudarlo, Dios suscitará a los apóstoles del mahometismo, pues, a juzgar por tantas y tantas circunstancias, ha sonado la hora de acometer esta soberana empresa, entre las apostólicas, con ser todos los apostolados admirable urdimbre de heroicas hazañas. Pero es preciso concretar cada vez más, y hoy nos complacemos en hacerlo sin que nuestras palabras envuelvan más intención que la de un humilde ruego a quien nos dirigimos, y el reconocimiento, siempre fervoroso, para todos los que trabajan apostólicamente en el Magreb y, muy especialmente, para el sabio y celoso obispo de Fessea y Vicario apostólico de Marruecos y para to dos los apóstoles que viven a sus órdenes. Nosotros creemos lo que es a todos evidente, que en el Rif no hay apóstoles bastantes y, por lo tanto, que es preciso aumentar su número. Nosotros miramos hoy de un modo singular a Melilla y contemplamos a esos rifeños que, dando pruebas de un valor inaudito, se abalanzan a los parapetos, a las alambradas y a los cañones con el insólito desprecio de esta vida que han de trocar, si mueren, por la eterna región de las delicias inefables de los harenes, y sentimos, como sacerdotes, el ansia de que los moros cambien esa envilecedora esperanza por el supremo deseo de la vida purísima del Dios tres veces santo. Y, al pensar en Melilla nos atrevemos a preguntar: ¿Será posible que no haya Apóstoles en esa región mahometana decididos a dar cuanto sea menester por trabajar en la conversión de esos hombres a Cristo? Nosotros esperamos que no falten almas ansiosas de recorrer este glorioso apostolado. Uno tras otro hemos escrito sendos articules enderezados a estimular a los grandes y a los pequeños para que piensen, especialmente, en el aspecto religioso que tiene el problema eminentemente español de la ocupación de nuestra Zona en Marruecos. Muchos, España entera se preocupa por el mejor resultado del problema militar en África; muchos españoles, los que viven en el amado solar que empezó en Covadonga y terminó en Granada, y los que viven en otras naciones atienden al estudio de este problema en sus diferentes aspectos militar, económico, social, etc.; pero del lado puramente religioso pocos lo consideran. El Siglo Futuro, y alguno que otro diario católico menos directamente, han tratado este asunto. De los artículos del colega integrista ya hicimos ahincada mención y hoy la repetiríamos trayendo a la memoria el artículo «Ni católicos ni españoles», en el que se
  • 18. LA RELIGIÓN Y EL MUNDO ACTUAL – MARRUECOS Y ESPAÑA FEDERICO SALVADOR RAMÓN 18 estudian las causas de nuestro fracaso en Marruecos y en el que se pone como fin de nuestra acción en el Magreb el expresado en estas preciosas palabras: «conquistar Marruecos para Dios y para España». Pero vamos creyendo que ni nuestros artículos, por faltos de autoridad y de extensión en la publicidad, ni los de El Siglo Futuro, con su fervoroso sector de cristianos lectores, ni los de los demás colegas católicos, aunque más o menos resabiados de liberalismo, llegarán a prender en el ánimo del Gobierno en general ni de éste o aquel ministro en particular hasta decidirlos a impulsar la evangelización mahometana en el Riff. Convencidos estamos de que esta empresa, la verdadera empresa civilizadora que se ha de realizar en nuestra zona de influencia africana, más que de la vida oficial de la nación ha de nacer de la vida cristiana de los españoles, del espíritu de fe católica que arda en sus corazones, de la irresistible e ingeniosa fuerza de la caridad divina que inspiró y fomentó y consumó en el mundo el apostolado de los españoles en las más salvajes naciones. Y como quiera que esta fe viva y caridad ardiente es de un modo especial colocadas en las manos de los párrocos, a ellos acudimos en especial para que fomenten entre sus feligreses, de un modo singular, este deseo de ser apóstoles del cristianismo en el Magreb, en medio de los moros, con sus oraciones y con sus sacrificios, los que de otro modo no puedan, y personalmente los que se sientan llamados a esta gloriosa empresa, digna de corazones españoles. A los párrocos, sí; a vosotros verdaderos sostenedores de la fe en el mundo, a vosotros acude Esclava y Reina, porque es de vosotros incansable admiradora y tiene en su alma el vehemente deseo de ser gran ayudadora de los párrocos todos del mundo. Sabemos cuántas y cuan graves son las obligaciones que pesan sobre vosotros, ¿quién las desconocerá si piensa en el modo de hacer bien a las almas? Pero esa multitud de obligaciones que pesan sobre vuestros hombros de ordinario, no obstan para que acudamos a vosotros, a los párrocos españoles en primer término, para rogaros que en vuestras constantes predicaciones públicas y familiares procuréis infundir, en los pueblos que están a vuestro cuidado, el deseo, el ansia de la conversión de los sarracenos a nuestra santa fe católica. ¿Podréis acaso, vosotros, venerables Párrocos, poned en duda que esta empresa es una obra de suma importancia y trascendencia para la Religión Católica, de inmenso bien para el mundo todo, de gran interés para España y de civilización indispensable ya para Marruecos, puesto que la situación geográfica de este imperio lo hace tan vecino de
  • 19. LA RELIGIÓN Y EL MUNDO ACTUAL – MARRUECOS Y ESPAÑA FEDERICO SALVADOR RAMÓN 19 Europa, que es bochornoso para el mundo civilizado que viva sumido en la barbarie mahometana? No, imposible; vosotros, párrocos ilustrados de la iglesia española, más conscientes cada día de la alta misión que la Iglesia y la Patria os confían, sabéis perfectamente que la gloria de Dios pide el acrecentamiento del Reino de Cristo en el mundo y que la destrucción de la bestia apocalíptica será de gran honor para el nombre cristiano, y no ignoráis que muchos exégetas enseñan que esa bestia es el Mahometismo y que ya son llegados los días de su destrucción total. Y siendo así sólo falta la oración que clame al cielo pidiendo los apóstoles debeladores de los hijos de Mahoma y Dios no dejará de encender en las almas esos deseos, y con la predicación de los padres de los pueblos cristianos, ¿quién no espera que alguno siquiera, de sus feligreses pueda desear que esas ansias lleguen a ser realidades y venir a formar junto a los que sienten vivísimo este deseo y suspiran y acechan el momento en que puedan llevar a la práctica esta máxima obra de la gloria de Dios y de la salvación de las almas? Y cuando haya número de hombres suficiente y debidamente dispuesto intelectual y moralmente, entonces no faltarán modos de lanzarse humildemente a la empresa, sin ostentaciones vanas ni aparatosas exhibiciones, un Portal de Belén, una Porciúncula, una Cueva de Manresa sería muy adecuada escuela para formar a los apóstoles católicos, conquistadores para Cristo del alma mahometana. Que la empresa es difícil, lo sabemos. Que supone grandes gastos, no lo ignoramos. Que, humanamente pensando, es una quimera, no se le esconde a nadie que piense en este asunto. Pero, ¿es acaso una obra del mundo la que apuntamos? No, no, ciertamente que no. La conversión del mahometismo al cristianismo es tan difícil para los hombres, como llegar con las manos al cielo, pero también tenemos presente que no es imposible nada que pueda ser hecho para Dios, y la conversión de las almas es un vehemente deseo del divino Apóstol, Cristo Jesús. Y, si hasta humanamente se impone a España la necesidad de destruir al enemigo mahometano que tenemos a nuestras puertas y nos hace cuanta guerra puede, y, si no hay ya quien no esté persuadido que el modo de vencer a semejante enemigo no es otro que hacer desaparecer la causa de esa enemistad, y como todos sabemos que el odio a Cristo es lo que hizo a los mahometanos de Norte de África nuestros seculares enemigos, es indudable que mientras no sean amigos de Cristo tampoco lo serán de nosotros.
  • 20. LA RELIGIÓN Y EL MUNDO ACTUAL – MARRUECOS Y ESPAÑA FEDERICO SALVADOR RAMÓN 20 Por este motivo, mis venerables párrocos, como mantenedores de la religión de los pueblos y como los primeros patriotas de los mismos, os incumbe urgentemente el deber de hacer a vuestros feligreses apóstoles del Magreb o ayudadores, a lo menos, con sus oraciones, con su entusiasmo, con sus medios pecuniarios, con su cooperación personal, si así Dios les inspirara, pues si tantos mueren hoy, volvemos a decir y repetiremos cien veces, por el honor de la Patria, ¿qué mucho será que se hagan sacrificios proporcionados por la salvación de esas almas, por las que dio su sangre el Salvador del mundo y por las que quiere hoy que los hombres se apresten a dar la vida, si así fuera menester, para sacarlas del estado de barbarie en que se encuentran? Llenemos el ambiente español de este espíritu conquistador de almas, ahora que en todos los pechos late el ansia de la conquista del Riff, más o menos cristianizada, pero hagamos nosotros, los predicadores de Cristo, que se encienda en todos los corazones el nobilísimo deseo de la conquista de las almas que un día latieron al unísono de San Cipriano y San Agustín y de tantos sabios y mártires. Y por si acaso fuera semilla que al caer en un alma buena fructificara, nos atrevemos a lanzar a los cuatro vientos la idea de fundar un asilo para huérfanos de moros. Nosotros sabemos que hay personas dispuestas a llevar la idea a la práctica, nosotros sabemos que hay casa dispuesta para el caso, sabemos que hay quienes estén dispuestos a dar cuanto tienen y puedan tener, pero es la empresa para muchos, es empresa de grandes, y nosotros apenas nos atrevemos a inmiscuirnos en ella. ¡Dios mío, Jesús mío, si los hombres callan habla tú, que tu esclavo escucha! A la clase de párrocos Impulsados por las circunstancias de momento que atraviesa España, con motivo de la guerra que sostiene con los moros, en la zona encomendada a su Protectorado, en el Norte de Marruecos, nos atrevimos a llamar la atención de los párrocos españoles, seguros como estamos, de que ellos son los principales factores del espíritu que anima a los pueblos, sic populus, sic sacerdos, confiados de que los párrocos son los primeros llamados a infiltrar en las almas de sus feligreses el espíritu de conversión al catolicismo de los hijos del Rif, con lo que, por otra parte, imponíamos a la clase parroquial una obligación tan pesada como urgente, sobre las muchas y no menos graves y perentorias que pesan ya sobre los señores párrocos. Esta obligación atañe hoy de modo muy singular a las tres naciones latinas, por excelencia católicas, Italia, Francia y España, unida a las grandes responsabilidades que
  • 21. LA RELIGIÓN Y EL MUNDO ACTUAL – MARRUECOS Y ESPAÑA FEDERICO SALVADOR RAMÓN 21 en todos los órdenes de la vida gravitan con inexorable exigencia sobre el párroco, avivan en nosotros cada vez más íntimamente el convencimiento de la necesidad que tiene el clero parroquial de una ayuda extraordinaria, y estimula en nosotros el deseo vehemente de que esa ayuda o esos hombres, fieles cooperadores, o coadjutores por amor, dejen de vivir en la región de las esperanzas y vengan ya a la vida real lo antes posible, y, para conseguirlo, pidiendo a Dios quedamos que nos depare una mano paternal que sepa y quiera dar vida y sustentar a tales hijos de la Iglesia y para la Iglesia. Que uno sólo de los que pueden, quiera, y la humilde, pero gigante, obra nacerá tan espontánea, como el lirio en el valle y como la mejorana en la sierra. Sobre las almas que a tal apostolado se apresten caerán, sin duda, las bendiciones del gran Padre de familias, y las lluvias fertilizantes de la Sangre Preciosa del divino Apóstol, y soplaran vehementes los vientos del día de Pentecostés, y flamearan las lenguas de fuego que alentaran a los apóstoles en el Cenáculo, y, como indicio evidente de que así ha de ser, nuestro amadísimo y muy venerado padre, el Papa Benedicto XV, tan gloriosamente reinante, acaba de hablar al mundo con tanto encarecimiento y fervorosa piedad de la importancia de la vida parroquial, que, en su discurso, declarando heroicas las virtudes de un párroco francés, ha dicho que, según amoroso designio de la Divina Providencia, la glorificación de Andrés Huberto Fournet se ordena a poner de manifiesto la importancia del ministerio parroquial, así respecto de quien debe ejercitarlo, como mirando a quien lo puede usufructuar. No satisface a nuestro Santísimo Padre lo dicho antes, sin dejarlo probado, y fundamenta su aserto acerca de lo providencial que es hoy tratar de la importancia del ministerio parroquial, añadiendo estas palabras que son una irrefutable confirmación de hecho. Benedicto XV dice así: «Este plan divino apareció ya en las casi contemporáneas beatificaciones de dos Párrocos llevadas a cabo por nuestro Predecesor, de venerable recuerdo, cuando concedió el título y el honor de Beatos a Esteban Bellesini, Párroco de Genazzano, y a Juan Bautista Vianncy, Cura de Ars. Y he aquí que, antes de cumplirse los cuatro lustros de aquellas beatificaciones, la Iglesia señala hoy los adelantos en la Causa de beatificación de otro Párroco». Sentado tan lisonjero y avivador precedente para mover al mundo al respeto y veneración que se debe a la vida parroquial, seguro nuestro insigne Romano Pontífice de que han de darle respuesta afirmativa, pregunta con estas palabras: «Esta frecuencia de Causas análogas, ¿no se ordena a persuadirnos de la grande importancia que la vida parroquial puede tener en la suspirada restauración de la sociedad cristiana?».
  • 22. LA RELIGIÓN Y EL MUNDO ACTUAL – MARRUECOS Y ESPAÑA FEDERICO SALVADOR RAMÓN 22 Por nuestra parte convencidos estamos que no habrá restauración social mientras no haya restauración parroquial y, por este motivo, todo cuanto se haga a favor de esa tan deseada restauración nos parecerá escaso, y nos alegrará cuanto regocija a nuestro Santísimo Padre, que dice en el mismo Pontificio Documento a que nos venimos refiriendo, esta consoladoras palabras: «En este instante Nos sonríe el recuerdo de la hermosa iniciativa, tomada recientemente aquí en Roma para promover con oportunas asambleas el desarrollo de las obras parroquiales». Sí, cuanto se haga para ayudar al Párroco será poco. Si su acción no tiene límites, los medios, por consiguiente, de que disponga no los deben tener tampoco. El Párroco es hombre sujeto a todas las flaquezas, tibiezas, ignorancias y caídas anejas a nuestra pobre naturaleza, ¿será mucho que la clase parroquial pueda disponer de hombres tan fieles, como supone el voto de obediencia, y tan fervorosos para servirlos, como supone el sacrificio de la propia iniciativa, con tal de secundar exactamente los deseos pastorales del Párroco? Indudablemente que es tan grande el ofrecimiento que no se nos alcanza otro más excelente, pero no es menor el socorro que necesita el ministerio parroquial, si ha de tener el prestigio y trascendencia social que Benedicto XV, en nombre ele Jesucristo, quiere que hoy resplandezca en el Párroco. Propio es de todos los tiempos que haya quien se sacrifique en aras del bien de las almas, de donde resultó en todos los siglos, además del esplendor de la verdadera Religión Católica, la cultura y bienandanza general acrecentada como fruto espontáneo de la paz que inspira la fe de Cristo. Es claro que este sacrificio, tantas veces repetido en la historia desde el supremo sacrificio del divino Redentor, ha de nacer del amor divino, y sólo con las gracias espirituales pueden las almas sentirse movidas a poner cada una de su parte cuanto sea menester para que haya sacerdotes que se apresten al sacrificio de la propia voluntad y del propio juicio, cuanto es menester, para ir en busca del bien de todas las parroquias, como vuelan las nubes por doquiera, sujetándose del modo más perfecto a los Señores Párrocos, que son los legítimos y naturales directores de las parroquias, que por su saber y virtud y muy duro sacrificio llegaron a merecer en sus diócesis respectivas. Pero, más que director, dice el gran Benedicto XV, el Párroco debe ser tenido como padre, y, de lo que es un padre en la familia carnal, deduce, nuestro Santísimo Padre, lo que debe ser el padre en la familia parroquial y, por ende, las virtudes que lo deben adornar y el respeto con que debe ser tenido y considerado por sus feligreses.
  • 23. LA RELIGIÓN Y EL MUNDO ACTUAL – MARRUECOS Y ESPAÑA FEDERICO SALVADOR RAMÓN 23 Por lo que hace al concepto de padre, que es propio del Párroco, dice el documento citado palabras tan consoladoras como terribles, de donde, con toda evidencia, se deduce que el Párroco no debe estar en su parroquia tan sólo como hasta hoy, que por circunstancias de los tiempos, la situación del ministerio parroquial es tan delicada en medio de los pueblos y tiene tan graves obligaciones y tan altas responsabilidades, que de ordinario se hacen dificilísimas y, para no pocos, insoportables como no haya una mano misericordiosa que se preste a la ayuda, al consuelo, a la defensa, a cuanto es necesario en esta vida a todo hombre que toma sobre si responsabilidades que más afectan a la vida futura que a la presente. Lo repetimos, sin temor de ser desmentidos por aquellos que sienten la necesidad de un socorro extraordinario para cumplir más satisfactoriamente los deberes parroquiales, hoy no es bastante para el ministerio parroquial el auxilio que al Párroco dan los respetables coadjutores que le secundan diariamente, ni el que de tarde en tarde le ofrecen las misiones, éstas porque son pasajeras, aquellos porque su acción es más bien física que espiritual. Se impone una ayuda intensa por lo espiritual, y menos continua que la de los coadjutores o vicarios de las parroquias, para que no pierda eficacia por la frecuencia en sentirla los feligreses, ayuda que, aunque no sea tan vehemente como la que llevan por todas partes los santos misioneros de tantas órdenes y congregaciones religiosas, sea capaz de mantener el espíritu de fervor que en los pueblos encienden las misiones. ¡Que si es admirable el párroco que cumple con su misión! ¡Que si esta misión tiene hoy un carácter más relevante! ¡Que si necesita ayuda extraordinaria! Bien nos lo dejó dicho nuestro nunca bien amado santísimo Padre Benedicto XV como vimos en nuestro artículo anterior correspondiente al número pasado de nuestra humilde revista. Pero si es amoroso designio de la divina Providencia que en estos tiempos haya párrocos que sirvan de modelos a los de su clase, como nos decía Su Santidad, sí es la hora de fijarse sacerdotes y fieles en la alta importancia del ministerio parroquial, si el mismo Santo Padre Benedicto XV, alaba a los que se prestan a servir de ayudas a los párrocos en el difícil cumplimiento de su delicadísima misión en el seno de la Iglesia y en medio de los pueblos, ¿cómo no insistir gustosos en este asunto por tan sólidas y recomendables razones necesario y con carácter de urgencia? Y para que sobre los mismos fundamentos descansen cuantas consideraciones nos sugiera la inmensa labor que debe hacer el párroco empecemos por recordar los siguientes párrafos del documento citado de nuestro Santísimo Padre. Dicen así: «No andaría equivocado el que comparara la parroquia a una familia. Antes bien semejante parangón ayuda a hacer comprender por una parte de qué virtudes ha
  • 24. LA RELIGIÓN Y EL MUNDO ACTUAL – MARRUECOS Y ESPAÑA FEDERICO SALVADOR RAMÓN 24 de estar adornado el que ejerce el ministerio parroquial, y por otra en qué altísimo concepto ha de ser tenido este ministerio por quienes según el ordenamiento eclesiástico le están sometidos En efecto, como en toda familia bien ordenada el padre anda solicito por el bien de los hijos, no sólo para el momento presente sino también para lo porvenir, así también el párroco debe andar muy cuidadoso por el bien de sus parroquianos. No le asuste la multiplicidad y variedad de tales bienes, porque si el padre anda solicito por el bien religioso y moral, no menos que por el material de los hijos, el parangón antes recordado pide que el párroco esté siempre pronto, no tanto a asistir materialmente a sus parroquianos, cuanto a procurarles la instrucción religiosa, el alivio en los dolores y el auxilio de tos consejos oportunos en las dudas y las dificultades de la vida. Ningún padre hay que no tome parte en las vicisitudes alegres o dolorosas de sus hijos. Ningún padre rehúsa jamás el poner los tesoros de la propia experiencia al servicio de los hijos, obligados por ventura a luchar contra las insidias puestas por falsos amigos. ¿Y qué párroco no tomará espontáneamente parte en las fiestas que alegran las familias de sus parroquianos, y no participará de su dolor en los días de angustia y ansiedad? Un párroco que esperase ser llamado a la cabecera de un feligrés moribundo no cumpliría bien su oficio, precisamente porque no hay padre que se mantenga alejado de su hijo hasta tanto que ese se halle postrado en cama. El buen párroco debe vivir la vida de sus feligreses, como el padre vive la de los hijos. De otra parte, como los hijos festejan al padre que va a visitarlos, así también los parroquianos deben hacer alegre acogida al sacerdote, no sólo cuando va a visitarlos en la enfermedad, sino también cuando se interesa por su suerte, y especialmente cuando promueve la instrucción catequística de sus hijos. También aquí puede aplicarse la comparación de la parroquia con la familia, porque en ésta no sucede que los hijos se muestren desagradecidos al que anda solicito por su bien presente o futuro. Queremos decir que el párroco debe ser el consejero nato de sus feligreses, y que, por lo mismo, debe hallarse al corriente de las cuestiones del día, aun las de orden económico». Es una gran familia la parroquia, por pequeña que ésta sea. El padre de esa gran familia es el párroco y si es el padre se le debe todo honor por los que son sus feligreses que son sus hijos. Pero es evidente, así lo atestigua la experiencia de todos los tiempos, que los feligreses son, por lo general, hijos en el respeto y en la consideración hasta con los párrocos más descuidados, en presencia de ellos, al menos, aunque por detrás los censuren, y el afecto de ellos esté lejos de él.
  • 25. LA RELIGIÓN Y EL MUNDO ACTUAL – MARRUECOS Y ESPAÑA FEDERICO SALVADOR RAMÓN 25 Pero los párrocos, verdaderos padres, son queridos de sus feligreses, y si ellos les causan trabajos, y hasta sinsabores, en ellos encuentran inefables consuelos. Si el párroco es padre ha de alimentar, vestir y educar a sus hijos, una vez que los engendró para Dios en el santo Bautismo. Y como quiera que el párroco, aunque padre del hombre feligrés completo, debe atender especialmente a las necesidades del alma, de aquí que su oficio es mucho más delicado y difícil que el de los padres carnales, desde el momento en que aquellos asumen la responsabilidad de la educación religiosa de los hombres. Téngase en cuenta, también, para mejor valorar la dificultades y sacrificios que exige la misión parroquial, que si es tan ardua la pura instrucción intelectual, mucho, muchísimo más, lo es la educación moral y religiosa, porque 1uchan en contra las pasiones del hombre que tienden a dejarse llevar por los impulsos de las concupiscencias. Pero es cierto que tales dificultades agigantan el ministerio parroquial e infunden en el ánimo de los feligreses el más noble y desinteresado afecto. Por esto con sencillísimas pero admirables frases dice el inmortal Benedicto XV, como hemos leído antes, que de la comparación de la parroquia con la familia vienen a deducirse las virtudes del párroco y el altísimo concepto en que ha de ser tenido por sus feligreses. Mas, permitidme, mis venerables Párrocos, que insista una vez más sobre la verdad que trato de hacer patente. ¿Será posible hacer una estatua de gigantescas proporciones y no dotarla de un pedestal proporcionado? Si ese pedestal se impone, y sólo puede ser formado por hombres que, por su gran humildad, sean capaces de sustentar en lo más alto, la dignidad parroquial que Dios quiere manifestar con singulares caracteres por un amoroso designio de su divina Providencia, como nos dijo el Pastor de los pastores en las palabras que meditamos en nuestro artículo anterior. Pidamos, pues, al cielo que, de las piedras, haga hijos de Abraham y forme la divina gracia ese sólido pedestal sobre el que se ha de levantar el honor parroquial sin temor de que esa tan ingente estatua pueda rodar por tierra. El párroco debe andar muy cuidadoso por el bien de sus parroquianos. ¡Qué sencillas, qué breves son estas palabras! Qué fácil y prontamente se dicen, pero alguna y [no] escasa dificultad han de ofrecer en la práctica cuando, inmediatamente, añade el documento pontificio aludido: «No le asuste al párroco, la multiplicidad y variedad de tales bienes: la instrucción religiosa, el alivio de los dolores y el auxilio de los consejos oportunos en las dudas y las dificultades de la vida».
  • 26. LA RELIGIÓN Y EL MUNDO ACTUAL – MARRUECOS Y ESPAÑA FEDERICO SALVADOR RAMÓN 26 No hay que decir más: es padre el párroco. El porvenir de los hijos es la gran preocupación de los padres. Aún no han nacido los hijos y ya se desvelan los padres haciendo cuentas sobre la suerte que tocará al hijo de sus entrañas en este mundo. El párroco, más solicito aun, debe desvelarse pensando en el bien eterno de sus feligreses, y así como el padre carnal todo lo ordena de ordinario al bienestar terreno de sus hijos principalmente, y por eso trabaja y agencia y ahorra y busca cuantas ayudas tiene a su alcance para el más encumbrado porvenir de sus hijos, así también el párroco se ha de desvivir por sus hijos para enderezarlos a la vida eterna. ¡Cuántas instrucciones! ¡Cuántos ejemplos! ¡Cuántos sacrificios para corregir, para defender, para levantar al caído, para confortar al débil, para más santificar al que ama la perfección! Los hijos tienen desobediencias, repulsas, tibiezas, enojos, indiferencias para sus padres. Todo eso y más ha de sufrir el párroco de sus feligreses, y cuando más atormentado se halle por el frío del desamor, del olvido, de la ingratitud, entonces clame en el retiro, en la oración, cuando tenga en sus manos la Hostia consagrada: ¿Qué cosa pude hacer por mis hijos que no haya hecho? Y seguro de que en su flaqueza hizo cuanto pudo dispóngase a mayores sacrificios, con el cáliz de la Sangre divina en sus manos y, dispuesto a consumirlo hasta las heces, repita sin cesar en la divina presencia: No se haga mi voluntad sino la tuya. Y así fortalecido, a ejemplo del Pastor divino, seguirá derramando bienes sobre los buenos hijos y sobre los malos, como hace el Señor con su lluvia que la derrama lo mismo para los justos que para los pecadores, y más aún, siguiendo con celo incansable a los descarriados y recibiéndolos en sus brazos con las ternuras de que fue objeto el Hijo Pródigo de parte de su padre, como nos enseña el mismo Jesucristo en su parábola. Y si solícito ha de estar el párroco con sus feligreses cuando los bautiza y casa, los confiesa y comulga, les predica y consuela durante la vida toda de ellos, ¿qué no deberá hacer a la hora de la muerte? Este es el momento supremo en el paso de cada hombre sobre la tierra, pero el párroco en presencia de su hijo enfermo no es simplemente el padre que pierde el bien más querido, es, además, el defensor de un alma, por la que pelea Satanás para llevarla a su reino de eterna maldición, es el gran confortador de un alma que va a caer en las manos de Dios vivo, es el gran ecónomo del gran Padre de familias que ha de suministrar al moribundo feligrés el Viático con el que pueda hacer su viaje a la eternidad y con el que reciba el pasaporte conveniente para ser conciudadano de los
  • 27. LA RELIGIÓN Y EL MUNDO ACTUAL – MARRUECOS Y ESPAÑA FEDERICO SALVADOR RAMÓN 27 ángeles del cielo, pudiendo mostrar al llegar a las puertas de la inmortalidad la prenda de la gloria. Por tan sobrada razón, lanza nuestro Santísimo Padre un anatema terrible para la conciencia de los párrocos cuando escribe estas terminantes palabras: «Un párroco que esperase ser llamado a la cabecera de un feligrés moribundo no cumplirá bien su oficio». ¡Pluguiera al cielo que de hoy en más no hubiera párrocos que sintieran el escalofrío de la acusadora conciencia al leer las anteriores palabras! Nosotros no venimos a dirigir reproches ni exigir responsabilidades, ni a hacer cargos intempestivos, deseamos que llegue la hora de que un escuadrón de fidelísimos sacerdotes se apresten a trabajar en pro de los párrocos para ayudarles a cumplir bien su oficio, suavizándoles lo difícil del ministerio parroquial, haciéndoles la vida parroquial agradable, y hasta, apetecible al considerar que disponen de un instrumento apto para hacer a los feligreses humildes y fervorosos, y prontos siempre a secundar las iniciativas parroquiales, instrumento que procure también interponerse entre el párroco y sus enemigos hasta conseguir que los díscolos sean reducidos a obediencia, y los desdeñosos atraídos del olvido de sus deberes divinos sean vueltos a las santas prácticas de los verdaderos hijos de Dios. Entonces es cuando el párroco siente la dicha de vivir la vida de sus feligreses y éstos se regocijan con su párroco y le visitan o lo reciben con verdadera alegría, como los hijos a su padre y oyen con sencillez sus instrucciones y con docilidad se someten a su dirección seguros de que, siguiéndolo, hallan para ellos mismos el bien presente y futuro. Pero si esto es consolador para el corazón de un párroco, supone un deber de nobleza, de desinterés, de rectitud, de sabiduría, que exige una buena voluntad a toda prueba. Recordemos el final de los dos párrafos que hemos transcrito al principio del Discurso Pontificio y veamos si un párroco, un hombre de vía ordinaria y por sí sólo, puede años y años cumplir bien su oficio: «Queremos decirescribe Benedicto XV, que el párroco debe ser el consejero nato de sus feligreses, y que, por lo mismo, debe hallarse al corriente de las cuestiones del día, aun las de orden económico». Nuestro respetable colega Anales de los Sacerdotes Adoradores a estas últimas palabras ha puesto esta aclaración o explicación para que los párrocos, en especial, comprendan mejor el alcance de las palabras del Papa: «El Cardenal Almaraz por su parte ha dicho recientemente a todos los católicos españoles estas palabras, muy para meditadas y llevadas a la práctica por nuestros socios: Los primeros maestros de este fecundo apostolado de la acción social,
  • 28. LA RELIGIÓN Y EL MUNDO ACTUAL – MARRUECOS Y ESPAÑA FEDERICO SALVADOR RAMÓN 28 no son ni pueden ser otros que el Papa, los Prelados y Sacerdotes. Tratándose de la práctica de la caridad y de la justicia, aún bajo estas nuevas formas de hacer el bien a la humanidad, la predicación y enseñanza de estas virtudes, que pertenecen al camino del cielo. De aquí la imperiosa necesidad de que el sacerdote, guiado siempre por las luces de la teología y de la moral católica, se esfuerce en adquirir conocimientos sólidos en las ciencias sociológicas, y en estudiar a fondo las modernas tendencias y aspiraciones de la sociedad, para aplicar los principios fundamentales de la ética cristiana al desarrollo y desenvolvimiento de la vida social de los pueblos». Al leer lo que antecede el alma queda perpleja y no sabe a qué decidirse, si a postrarse ante la figura del párroco, como ante un ser superior, o a sonreírse escéptico ante lo realizable; pero si la fuerza de los hechos obliga a lo primero, admirando al Párroco de Genazzano y al Cura de Ars, y al Venerable Fournet, la misma imperiosa razón de los hechos, aparte de las palabras de Benedicto XV, ya citadas en el artículo anterior, nos obligan a convencernos que el párroco necesita hoy una ayuda singular de hombres santos y sabios; San Juan Bautista Vianney y el Cura de Maillé, la necesitaron y la fundaron. ¿Podéis dudar, mis venerables Párrocos españoles, de que la fe popular está tan decaída que apenas si es resorte para inspirar una acción grande o generosa? La filantropía, la humanidad, la..., ¡no, sí!, ¡qué!... Un espíritu exótico, huero, sin vigor, es el que nos galvaniza a las veces y nos hace aparecer algo que, si bien se profundiza y no es mucho lo que hace falta ahondar, demuestra bien a las claras que no es oro de verdadera ley el que se exhibe. Que hay rasgos nobles, generosos, heroicos, ¿quién lo duda? Pero que el espíritu de sacrificio que sustenta a la verdadera caridad está muy lejos de la generalidad del pueblo español, eso también es evidente. La inmensa mayoría de nuestros hombres, arrastrados por la acomodaticia debilidad de ideas que inspira la educación que se basa en principios falsos, se convierten en tránsfugas de todas las convicciones y de todos los procedimientos, acuciados, muy especialmente, por el propio interés, si es que por algún concepto toma parte en los raciocinios o en las obras. Es necesario salir del estado de indiferencia en que se toman las verdades religiosas, sobre todo, con el fin de que los hombres se convenzan de que así como, en contra de los axiomas, todo es irracional, así también en oposición con la verdad revelada no se puede sustentar doctrina alguna, sea del orden o de la ciencia que quiera.
  • 29. LA RELIGIÓN Y EL MUNDO ACTUAL – MARRUECOS Y ESPAÑA FEDERICO SALVADOR RAMÓN 29 Y de tal manera debemos convencer a los pueblos de esta verdad, a que éstos rechacen todo lo que la Iglesia Católica rechaza y defiendan con entusiasmo las doctrinas del divino Maestro, y sientan ansias de que la religión católica se propague en todas las naciones y en ellas se consolide con indestructible fuerza. Mientras España no vuelva a sentir de este modo su religión nosotros afirmamos sin temor de equivocarnos, que no está suficientemente capacitada para ejercer la benéfica influencia que debe desarrollar en su zona del Magreb. Con personas que miran con agrado que se favorezca la religión mahometana o judía, es más, que desean que se eduque en sinagogas y mezquitas a los moradores de nuestra zona de influencia, y lo que todavía sube más de punto, con personal director que se opone directamente a la civilización cristiana entre los moros e israelitas, bien seguro es que España nunca llegará al fin de su verdadero protectorado, porque nunca llegará a hermanar con el pueblo que trata de civilizar, como no sea haciendo una colonia española mahometana que llegaría a ser el más odioso enemigo de nuestra patria. Una hojeada a la historia nos hará ver que los españoles se hicieron unos con los visigodos cuando éstos se hicieron católicos abjurando el arrianismo, y pone a la vista el hecho de que, en ocho siglos, sarracenos y españoles siempre fueron dos pueblos diferentes, inconfundibles, y que así siguen siendo y serán hasta que los hijos de Mahoma se conviertan en hijos de Cristo. El miedo a tratar de convertir a los mahometanos del norte de África es de todo punto irracional y por ser tal, diabólico. Pues decidme, ¿qué mal puede venir a nuestra patria de ese intento llevado a la práctica? Si el intento fuera ejecutado por el Gobierno Protector, se diría, aunque sin razón, que faltaba a esa cláusula que figura en los tratados y que es esencialmente contraria al fin de los mismos, pues si el fin es civilizar a los que viven en la barbarie, y a este estado deplorable los condujo el mahometismo, mientras éste, causa de la barbarie, no desaparezca, subsistirá la barbarie por el mahometismo engendrada. Esto es evidente. Además, los tratados, el último y los anteriores, podrán prohibir que se moleste a los magrebinos, por imponerles la religión católica a tiros, a cañonazos, a bayonetazos; pero prohibir que se les predique, que se hagan con ellos obras de beneficencia cristiana (no por el fantasma de la humanidad, más por cuenta más alta, por Cristo, por puro amor del Redentor divino, que por todos dio su sangre), eso nadie lo puede prohibir. No hay fuerza humana capaz de sujetar la fuerza irresistible de la palabra de Dios cuando el Espíritu Santo inspira a los apóstoles la conversión de tales almas, o de tal pueblo. La palabra de Dios es más vehemente que la espada de dos filos, es más libre que las águilas, es más irresistible que el simún del desierto, y abate a los más altos cedros,
  • 30. LA RELIGIÓN Y EL MUNDO ACTUAL – MARRUECOS Y ESPAÑA FEDERICO SALVADOR RAMÓN 30 pero no como juzgan los corifeos y cobardes defensores de la falsa libertad. La religión del Crucificado se impone con hombres que no usan más armas que el Crucifijo ni más cadenas que el Rosario; que hacen el bien y son recompensados con la muerte, que es lo que recibirán por primera providencia los apóstoles de los judíos y mahometanos del Magreb. Y vuelvo a preguntar de nuevo, ¿habrá fuerza humana, llámese como quiera, que pueda oponerse racionalmente a ese apostolado divinamente bienhechor? La historia responde negativamente. Atengámonos a sus enseñanzas, que ella es la maestra de la vida. Pero si hubiera alguna fuerza entre los hombres capaz de contrarrestar a los apóstoles que, sin temer a nada ni a nadie, vuelan a donde el menor soplo del Espíritu Santo les lleva, ¿sería ésta, por ventura, la de unos gobiernos que a medida que son más impíos, son más defensores de la libertad en la emisión del pensamiento, ya por la palabra hablada o escrita? Y ese vuestro amor a la libertad, aunque falso, os obliga, en sana lógica, a dejar libre al predicador de Cristo. Y, ¿cuánto no os obligará a permitir las morales enseñanzas del cristianismo la nefanda responsabilidad que adquiráis al tolerar toda clase de enseñanzas desmoralizadoras de palabra y de obra? ¿Es que siempre ha de tener más libertad el vicio que la virtud, el error que la verdad? Imposible. España despierta, España se levanta, España vuelve a embrazar el escudo y blandir su invicta lanza y quiere volver a ser grande, y quiere volver a las cumbres de la gloria en donde se hizo convecina de los cóndores, y, al primer envite de su valor, sacudirá altiva a la plaga de langosta mediatizada sin ideales ni convicciones que la enerva, y los sustituirá por hombres, verdaderos varones de recia complexión más en el alma que en el cuerpo, y sabrán, dando su propia sangre, ganar de nuevo para Cristo las almas de los judíos y mahometanos. ¿Hay en España hombres de este temple? ¿Los hay bastantes? Háyalos, que no los haya, el formarlos es indispensable, y vuestra es la labor especialmente, Párrocos españoles. Haced a vuestros catecismos futuros soldados de Cristo; impregnad en las almas de esas futuras madres el amor al apostolado cristiano y, muy particularmente, a este apostolado español que hasta la fuerza nos impone. Venimos ya mucho tiempo hace, clamando a los sacerdotes españoles para que se apresten decididamente a tomar parte en esta acción misionera que impulsara, el nunca
  • 31. LA RELIGIÓN Y EL MUNDO ACTUAL – MARRUECOS Y ESPAÑA FEDERICO SALVADOR RAMÓN 31 suficientemente bien amado por nosotros y por el mundo entero, Benedicto XV, pero no hemos ocultado nuestro principal intento, atraer parte de esa apostólica acción hacia Marruecos, pues nos creemos solicitados a esta empresa por el divino amor, y la Iglesia Católica y la Patria nos inducen ciertamente a tomar parte, siquiera sea la más humilde, en esta empresa de titanes y en la que, a no dudarlo, resultarán una misma la civilización de mahometanos y judíos. Y cuenta, desde ahora para siempre, lector doctísimo, que al decir civilización queremos decir conversión, pues nos convencemos cada día más de lo vano de la palabra civilización y protección, y cuantas sean a éstas sinónimas, para expresar nuestra acción en Marruecos, pues siendo verdad tan evidente que la religión de Mahoma llevó a la barbarie en que hoy se encuentra el imperio de Marruecos, es igualmente clarísimo que, mientras los mahometanos no dejen de serlo, seguirán siendo tan bárbaros como hoy y como fueron ayer, porque si no se quita la causa, que es el mahometismo, es de todo punto imposible quitar la barbarie que es su efecto directo e inmediato. Una advertencia debo hacer en este punto, y es que mis consideraciones acerca de España en Marruecos no suponen que yo quiera pasar por africanista, ni mucho menos. Yo apenas sé que hay un Marruecos y que ahora vivo en Melilla, y tanto menos me juzgo conocedor de esta región del Rif, cuanto más oigo a personas muy doctas y experimentadas en estas tierras que no se atreven a decir que conocen el modo de ser de los moros, y hay muchos, añaden, casi a nadie excluyen, que han escrito, y escriben, libros en los que demuestran que nada conocen casi de la vida íntima de estas regiones. Y, además, que hay otros que, habiendo escrito libros sobre Marruecos, si se ven en el caso de ejercer acción en este país, lo hacen en contra de sus propios escritos. Repito, pues, por consiguiente, que yo trato estas cuestiones como apóstol, como misionero, no como africanista. He dicho como apóstol y misionero, y todavía me parece demasiado y hasta censurable jactancia. Quiero decir que siento amor inmenso a esta obra de la conversión mahometana y cuanto por conseguirla hagan, me parecerá siempre poco. Y por este vehementísimo deseo llevado, enseñé y escribí sobre este asunto cuanto juzgué prudente, y por eso piso hoy tierra africana y espero que, atisbando desde esta plaza española en África, desde los altos resquicios que ofrece el elevadísimo punto de mira religioso, no dejaré de vislumbrar, iluminado con la divina gracia, el modo más apto para llegar a la conversión mahometana empezada en el Rif, que por ser la región más indómita y amante de su vida independiente, y no pocas veces nómada, ofrece ventajas de incalculable valor para la consecución de nuestro amadísimo fin.
  • 32. LA RELIGIÓN Y EL MUNDO ACTUAL – MARRUECOS Y ESPAÑA FEDERICO SALVADOR RAMÓN 32 Por locura tendríamos en las actuales circunstancias tratar de un apostolado de pura predicación católica entre estas cabilas, siquiera fueran las más cercanas, inmediatas casi a Melilla, pues, de momento, no dudamos que sería contraproducente y encendería la llama de la lucha con carácter puramente religioso, lo que aparte de ser un escándalo internacional, originaria una protesta casi unánime en el ejército de ocupación por no estar suficientemente preparado, por lo que atañe a la religión, para llevar a cabo su acción de protectorado en nuestra zona de influencia. La empresa por hoy, debe tener la lentitud propia de toda obra de educación. El tiempo que un padre tarda en educar a sus hijos, por numerosos que sean, parece que será suficiente, si Dios bendice el trabajo que se preste para conseguir el laudabilísimo fin de educar un número más o menos crecido de niños moros recogidos de entre los huérfanos que tengan de cuatro a ocho años. Quince o veinte años de trabajo producirán un número mayor o menor de moros educados bien y en católico, y de ellos habrá hombres con carreras diversas y distintos oficios, y nadie dudará que puede haber también sacerdotes y éstos, ¿quién no creerá que serán mañana los que formen en las primeras avanzadas del ejército verdaderamente civilizador de nuestra zona de influencia? La ignorancia y la indiscreta ansia de conseguir al punto el fruto del árbol que se acaba de plantar, impele a muchos a juzgar pesada esta empresa, olvidándose que hace ya más de cuatro siglos que es Melilla española y que nada de eso se hizo, cuando se debió hacer desde que aquí llegamos, si nuestro intento, al dominarla, hubiérase inspirado en el espíritu de nuestra excelsa reina, Isabel I. Eduquemos niños y niñas moras en cristiano y bien pronto, relativamente, habremos adelantado el cincuenta por ciento en la empresa de la civilización de Marruecos. Quien viene a estas tierras bien pronto echa de ver cuanta es la necesidad de la educación moral en altos y bajos. Ojalá que nuestros gobiernos empezaran por hacer una verdadera selección moral de los elementos directores que envían a Melilla –suponemos que en toda la Zona será igual–, porque así la honestidad, el decoro profesional y el de clase, no sufriesen menoscabo, y la honradez social no padeciese desdoro ante los mismos que vienen a civilizar, en primer término, y, en segundo lugar, ante las cabilas a quienes pensamos educar con instrumentos las más de las veces ineducados, ejemplares de todo vicio, maestros de blasfemos y hasta… No faltan personas honorabilísimas en esta ciudad, pero abundan las escandalosas. Que entiendan las primeras que, por patriotismo, se impone corregir a las segundas o
  • 33. LA RELIGIÓN Y EL MUNDO ACTUAL – MARRUECOS Y ESPAÑA FEDERICO SALVADOR RAMÓN 33 expatriarlas a lo menos de estos lugares que deben ser verdaderas escuelas públicas de honradez a toda prueba. Y si España no se preocupa por llegar a conseguir que así sea, está en el ambiente y en la lengua de todos, que el desastre de Anual se repetirá muy en breve. Con larga honradez y gastos convenientes, es seguro que España sería más que respetada, muy querida en estas tierras tan necesitadas de la bendición del Señor de los ejércitos y del Príncipe de la paz, Cristo Jesús.
  • 34.
  • 35. Derechos de autor registrados 2017 Antonio García Megía y María Dolores Mira y Gómez de Mercado (Edición). Congregación de Esclavas de la Inmaculada Niña La Religión y el Mundo Actual - 20. Marruecos y España. Federico Salvador Ramón Angarmegia: Ciencia, Cultura y Educación. Portal de Investigación y Docencia Edición preparada con ocasión del proceso de beatificación del Padre Fundador de las Esclavas de La Inmaculada Niña. http://angarmegia.com - angarmegia@angarmegia.com