Tema 4 LA ULTIMA ARCA MAS ALLA DE LA OPCIONES QUE EL MUNDO DApdf
LA CONFIRMACION
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SACRAMENTOS DE INICIACION CRISTIANA
LA CONFIRMACIÓN
El Concilio Vaticano II mandó que el ritual de la confirmación estuviera más
explícitamente vinculado con el sacramento del bautismo.
El ritual de Pablo VI es una plasmación de esta voluntad del concilio aunque
la confirmación separada continúa resistiéndose del carácter referencial. De
hecho se permite un retraso por razones teológico-pastorales. El ritual prevé una
celebración del sacramente dentro de la misa y otra fuera de la misa, aunque hace
notar que la "confirmación se tiene normalmente dentro de la misa, para que se
manifieste más claramente la conexión de este sacramente con toda la iniciación
cristiana.
El ministro originario de la confirmación es el obispo. Este es el principio que
ha mantenido la Iglesia en occidente, subrayando así la sucesión apostólica con el
acontecimiento de pentecostés, y la dimensión eclesial del don del Espíritu Santo.
Sin embargo la disciplina actual amplía notablemente la intervención de los
presbíteros en este sacramento.
La celebración del sacramento de la confirmación es muy simple. Después de
la liturgia de la Palabra, la de la misa normalmente se hace la renovación de la
profesión de fe bautismal.
El primer rito específico es la imposición general de las manos sobre los can-
didatos, parte del obispo y de los presbíteros concelebrantes. A continuación el
Obispo signa la frente del confirmando. Y acto seguido el ministro desea la paz
al confirmando.
El rito final es la oración universal, en la cual participan plenamente y con
pleno derecho los confirmandos. La bendición solemne del obispo cierra toda la
celebración.
La Confirmación
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En las observaciones previas se señalan:
a) La importancia de la confirmación en los sacramentos de la iniciación cris-
tiana: como avance por el camino de la iniciación cristiana por el que se recibe de
manera especial la efusión del Espíritu Santo y por el cual se configura (el que lo
recibe) más perfectamente a Cristo y se fortalece con su poder para poder dar
testimonio de Cristo. Este sacramento no puede repetirse porque el carácter o el
signo del Señor queda impreso.
b) Las funciones y ministerios en la celebración de la confirmación: primero
describe las funciones del pueblo de Dios y sus pastores (catequesis). Después
describe como deberá ser la celebración del sacramento (festiva y solemne) y los
ministerios de la celebración (el padrino y el ministro de la confirmación) el pa-
drino que es uno que debe ser idóneo espiritualmente, católico, madurez, no estar
impedido por el derecho para ejercer la función de padrino. El ministro ordinario
es el obispo. Otros que tiene facultad: el prelado territorial y el abad territorial, el
vicario apostólico y el perfecto apostólico, el administrador apostólico y el ad-
ministrador diocesano; el presbítero que por razón u oficio o por mandato del
obispo diocesano , bautiza a quien ha sobrepasado la infancia o admite en plena
comunión de la Iglesia. En peligro de muerte, el párroco o cualquier presbítero.
Describe otros ministros asociados del sacramento.
c) La celebración del sacramento: describe el signo sacramental con la unción
del crisma en la frente, que se hace con la imposición de la mano y la imposición
de las manos. Señala el doble significado del rito, señala la edad de la confirma-
ción, la preparación al sacramento, la confirmación dentro de la misa o fuera de
ella, lo que se debe inscribir en el libro de los confirmados.
d) Adaptaciones que pueden hacerse en el rito de la confirmación: son compe-
tencias de las conferencias episcopales hacer las debidas adaptaciones.
e) Cosas que hay que preparar: para la celebración del sacramento se deben
preparar las vestiduras sagradas (obispo y presbíteros), sedes (obispos y
presbíteros) y demás cosas (vasija con el crisma, pontifical romano o ritual, todo
lo necesario para la celebración la misa, etc.
La Iniciación Cristiana de los Adultos
Observaciones previas: describe que está destinado a los adultos este ritual,
que no presenta solamente la celebración de los sacramentos del bautismo, la
confirmación y la eucaristía, sino también los ritos del catecumenado.
a) Estructura de la iniciación de los adultos: indica que esta es gradual; que se
acomoda a las circunstancias de tiempo y lugar; los grados de la iniciación por
los cuales el catecúmenos deberá avanzar y que se sellan con tres ritos litúrgicos
(entrada al catecumenado, la elección, la celebración de los sacramentos). Luego
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describe las etapas de maduración y de investigación y finalmente la índole pas-
cual de la iniciación.
Hace una descripción y explicación de cada una de las etapas: La evangeliza-
ción y el "precatecumenado" el catecumenado (rito, requisitos, juicio sobre las
disposiciones de los candidatos, inscripción, celebraciones, medios de sus efica-
cia, tiempo); el tiempo de purificación e iluminación (coincidirá con la cuaresma,
en el que se hará una selección y admisión, se presentarán unos requisitos antes
de la elección, una preparación intensiva, escrutinios y la preparación próxima de
los sacramentos); los sacramentos de la iniciación (como último grado o etapa,
su celebración de cada uno de los sacramentos); el tiempo de la mystagogía
(como última etapa de la iniciación, su importancia y la misa de los neófitos).
b) Ministerios y oficios
En un primer momento presenta el "ministerio del pueblo de Dios", que está
representado por la Iglesia local el cual se manifiesta al entender y mostrar que la
iniciación de los adultos es cosa suya y asunto que atañe a todos los bautizados.
Uno de los reflejos de esta conciencia es que ayuda a los candidatos y a los cate-
cúmenos durante el período de iniciación, en el precatecumenado, en el catecu-
menado y de la mystagogia.
En un segundo momento describe como elegir al padrino del catecumenado
(puede ser varón o mujer) y su oficio como tal.
En un tercer momento describe la función del obispo o su delegado: organizar,
orientar, fomentar la educación pastoral de los catecúmenos y admitir a los can-
didatos a la elección y los sacramentos.
En un cuarto momento describe el ministerio de los presbíteros. Además dice
cuando el presbítero que bautiza puede confirmar (en ausencia del Obispo) y los
requisitos para poder hacerlo
Finalmente describe el ministerio de los diáconos y el oficio de los catequistas:
el primero para estar disponibles ante las necesidades pastorales del catecume-
nado y el segundo teniendo parte activa en los ritos en cuanto fuera posible, ense-
ñando, etc.
c) Tiempo y lugar de la celebración
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Señala el tiempo de la iniciación (primer domingo de cuaresma, la elección) y
el de la celebración (vigilia pascual).
Después presenta unas advertencias para el tiempo del catecumenado, cuando
se debe hace el rito de "inscripción del nombre y de elección), que los escrutinios
se deben hacer en los domingos III, IV y V de Cuaresma y mantener el rito de las
"entregas" que se hace después de los "escrutinios" y que pertenecen al mismo
"tiempo de la purificación e iluminación".
Describe los ritos preparatorios en el Sábado Santo: recitación del símbolo,
rito del effetá, elección del nombre cristiano y la unción del óleo de los
catecúmenos. Expone que deben celebrarse los sacramentos de la iniciación de
los adultos en la vigilia pascual.
Señala que la confirmación puede retrasarse hasta el fin del tiempo de la mys-
tagogia, hasta el tiempo de Pentecostés.
Presenta que por causa de circunstancias inesperadas y de necesidades pastora-
les se puede hace la iniciación fuera de cuaresma, pero que la celebración de los
sacramentos se haga siempre en domingo, la elección en seis semanas antes de
los sacramentos y los escrutinios en domingo. El lugar de la celebración debe ser
idóneo.
d) Describe las Acomodaciones que pueden hacer las Conferencias
Episcopales que siguen el Ritual Romano.
e) Lo que compete al obispo al obispo en su diócesis: institución, normas, cir-
cunstancias ordinarias y extraordinarias de su celebración, impedimentos graves,
abreviación del rito, delegaciones a laicos de ministerios específicos, establecer
la edad.
f) Acomodaciones que puede hacer el ministro celebrante.
Líneas de fuerza en la celebración
A través del proceso de la iniciación cristiana, descrito siguiendo los rituales
actuales, se descubren dos elementos básicos de la iniciación: cuál es el misterio
al que introduce esta iniciación y la imagen de la iglesia como gran actora visible
en todo el proceso.
El misterio pascual es el término hacia el cual se dirige todo el proceso iniciá-
tico, en tanto que, por la incorporación a Cristo, el hombre es introducido en la
comunidad de la familia divina. De ahí que la simbología sea directamente pas-
cual: cosepultados en la muerte de Cristo, ungidos y sellados por el Espíritu, etc.
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Todo el conjunto del ritual de la iniciación cristiana expresa una clara y de-
terminada imagen de la iglesia, visibilizada en la comunidad local. Esta imagen
constituye una verdadera autodefinición de la Iglesia, y se desarrolla en tres ver-
tientes: misionera, maternal, estructurada ministerialmente.
La vertiente misionera se la Iglesia se entiende aquí en el doble sentido de la
palabra: misionera en cuanto la Iglesia ha recibido de Cristo la misión de conti-
nuar su propia misión, y misionera en cuanto la Iglesia anuncia el evangelio y se
esfuerza en extender el reino de Cristo. El primer aspecto se manifiesta en toda la
actividad iniciática, el segundo aspecto se manifiesta especialmente en la etapa
de evangelización y precatecumenado.
La vertiente maternal es la más comentada por los Padres en relación con el
bautismo. La persona en la cual se concentra esta función maternal es, para los
adultos el padrino, y, para los niños, los propios padres, en principio.
La vertiente de la estructuración ministerial, nos hace ver que la actividad mi-
sionera y maternal de la iglesia, y sobre todo la misma acción sacramental, no
proceden de los recursos y de la iniciativa humana; son la obra de Dios. Esta
afirmación fundamental recorre todo el proceso de la iniciación cristiana. El
ritual insiste en la dimensión pastoral del ministro el bautismo.
"La celebración del bautismo tiene su punto culminante en la ablución del
agua con la invocación de la Santísima Trinidad, y es preparada por la bendición
del agua" (RICA).
Entre los símbolos sacramentales de la iniciación cristiana ocupan un lugar
importante las unciones y las imposiciones de manos. Los actuales rituales de la
liturgia romana prescriben de la iniciación una unción prebautismal con el óleo
de los catecúmenos, y dos unciones postbautismales con el crisma, o una sola,
también con el crisma, en el caso de la iniciación completa de adultos.
La unción con el óleo quiere significar la fuerza de Cristo para adherirse a él
en la fe, y para conmorir con él, en el misterio del baño bautismal. La unción
quedaría vinculada con la fe que se profesa en este momentos, expresión de la
adhesión personal del elegido hacia Jesucristo, que quedará sellada en el baño
bautismal.
La segunda unción postbautismal es la que corresponde al sacramentos de la
confirmación. La determinación de Pablo VI ha dejado claro que esta unción,
junto con la imposición de la mano constituye el gesto sacramental básico de la
confirmación. Esta segunda unción o crismación destaca en primer lugar el
carácter perfectivo de esta crismación en relación con la iniciación cristiana. En
segundo lugar, el carácter finalmente cristológico de la unción postbautismal de
la confirmación.
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Junto a las unciones, o separadamente, aparece en los rituales de iniciación
cristiana la imposición de manos como uno de los gestos "perfectivos".
En la fórmula de la crismación o confirmación lo que aparece como central es,
indudablemente, la donación del Espírtu como elemento perfectivo del cristiano,
imagen de Cristo, para que pueda vivir constantemente en el Espíritu.
Como antiguamente, también hoy en el ritual para la iniciación de adultos se
prevé y considera normal la participación de los neófitos en la eucaristía. El bau-
tismo y la confirmación nos dan la posibilidad de incorporarnos definitivamente
al Cuerpo del Señor: son la preparación indispensable para lo que en la eucaristía
encuentra su pleno cumplimiento.
En la iniciación cristiana dos sacramentos confieren carácter: el bautismo, que
nos coloca en la condición de "ser-hijos-de-Dios" y la confirmación, que nos si-
túa en el "obrar-como-hijos-de-Dios". La eucaristía, instituida para ser repetida,
consolida y ahonda el carácter recibido en el bautismo y en la confirmación.
Cuando un bautizado recibe la eucaristía sin haber recibido antes la
confirmación, se podría decir que para él la eucaristía es más bien un alimento,
un sustento que sostiene su "ser cristiano", su ser "hijo-adoptivo-de-Dios".
Cuando por el contrario, ha recibido la confirmación, su participación en la
eucaristía se hace positiva y activa: ofrece con Cristo el sacrificio de la alianza
para la reconstrucción del mundo.
La edad de la celebración en la confirmación
Dentro de las disposiciones canónicas que afectan la celebración del
sacramento de la confirmación, destaca la referente a la edad. La cuestión de la
edad ha sido objeto de encendida discusión en el posconcilio, sin llegar a un
acuerdo ya que se ha radicalizado las posturas de los teólogos-liturgistas y de los
pastores: favorables los primeros a mantener la unidad de los tres sacramentos de
la iniciación y, por tanto, a reaproximar la confirmación al bautismo, o al menos
a no posponerla a la eucaristía; propensos los segundos a fijar una edad en la que
el bautizado sea capaz de recibir con las mejores dispociones el sacramento,
injertando así la gracia sacramental en una personalidad psicológicamente
madura.
El RC, atendiendo menos a la línea de la unidad e la iniciación y aun ratifi-
cando la praxis occidental de la edad de la discreción para los niños, permite, "si
existen razones pastorales, especialmente si se quiere inculcar con más fuerza en
los fieles su plena adhesión a Cristo en el Señor y la necesidad de dar testimonio
de él, (que) las conferencias episcopales puedan determinar una edad más idónea,
de tal modo que el sacramento se confiera cuando los niños son ya algo mayores
y han recibido una conveniente formación" (n.11).
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Prescindiendo de lo discutible de la decisión, el debate ha servido al menos
para replantear el problema de la iniciación de los niños de manera integral, con
lo límites de una cierta teología del sacramento. Si existe un problema de edad,
se refiere en primer lugar al bautismo, y, en segundo lugar, a la primera
eucaristía. Para la confirmación sólo se ha planteado en los últimos años, con
motivaciones que tendrían aplicación a todo sacramento y en particular a toda la
iniciación cristiana.
En los últimos años se ha venido a configurar la pastoral de la confirmación
en muchos casos según el siguientes modelo: retraso de su celebración a una
edad más avanzada (entre 12-20 años); fijación de un período espaciado de
preparación y catequesis; insistencia en al maduración de la fe y el compromiso
cristiano; utilización de esta pastoral como medio para responder a la necesidad
de una oferta pastoral adecuada a la preadolescencia, adolescencia o juventud;
acento en la exigencia de una continuidad en la acción y de una sinceridad de
vida cristiana; fáctica marginación de la dimensión simbólica-celebrativa del pro-
ceso y el sacramento; desconexión real con la comunidad y carencia de una
"comunidad de referencia".
Esta opción diversamente realizada según los casos, tiene "aspectos positivos"
como: la preocupación por atender a la juventud, el deseo de autentificar la vida
cristiana, la valoración de la libertad y la creación de un espacio para la opción de
fe, la mayor seriedad y verdad en la celebración del sacramento, la superación del
sacramentalismo, la promoción de una tarea evangelizadora en la búsqueda de la
creación de verdaderas comunidades. Pero también encierra estos "aspectos ne-
gativos" como: una comprensión deficiente de la confirmación, que lleva a ser-
virse de ella para fines que no le perteneces; una falta e integración en un proyec-
to total de iniciación cristiana, que lleva a separarla del bautismo y la eucaristía,
etc.
El peligro que de aquí se deriva es la intrumentalización de la confirmación y su
transformación en rito de paso. La confirmación se utiliza para cubrir vacío
pastorales mucho más profundos y para sacralizar los momentos de la existencia
humana. Mientras se valora una edad para la confirmación de los niños, se vuelve
menos comprensible, o bien una excepción, la praxis normal y normativa de la
confirmación de adultos, sin hablar de la praxis oriental de los niños. No existen
de suyo sacramentos del nacimiento y de la pubertad o de la adolescencia: la
referencia es solamente al misterio de Cristo y a la fe de