HOMILÍA DEL DOMINGO 2º DE NAVIDAD. DIA 3 DE ENERO DEL 2016
PROTEGEME DIOS MÍO, ME REFUGIO EN TI
1. “PROTÉGEME, DIOS MÍO,
QUE ME REFUGIO EN TI”. (Sal. 15).
Queridos amigos: Muchas son las personas que acuden a la Iglesia pidiendo
ayuda y protección.
El pueblo de Israel acudió al Señor pidiendo ayuda y protección con estas palabras:
“Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti”. (Sal. 15)
En el Día de la Iglesia Diocesana, tal vez nos venga bien reflexionar sobre
nuestras ofertas hacia los demás como iglesia.
¿Qué podemos ofrecer frente a tanta angustia y desconfianza ante el futuro?
¿Qué podemos ofrecer ante tantas preocupaciones, necesidades, alteraciones y
preocupaciones?
Yo os invito a que no nos cansemos de ofrecer y compartir acogida, confianza y
solidaridad.
Acogida.
Cuando la Iglesia acoge a las personas, se convierte en lugar donde uno puede
reposar, descansar, compartir, aliviar y tener un espacio para la confidencia.
Cuando los que formamos parte de la Iglesia Diocesana, somos capaces de
acoger y de compartir en la medida de nuestras posibilidades…:
-aliviamos angustias, dolores y soledades.
- solucionamos problemas compartiendo tiempo, dinero, presencia y acompañamiento.
- facilitamos esperanza, ya que la ayuda abre horizontes, elimina obstáculo y ofrece
salidas a situaciones desesperanzadas.
Con el salmista, pedimos al Señor: “Protégenos, Señor, para poder ser
personas acogedoras, que escuchan, atienden y ofrecen fe y esperanza.
Confianza.
Todos, en la vida, nos encontramos con situaciones dudosas en las que no
sabemos qué hacer ni hacia dónde tirar.
Si en esos momentos, nos encontramos con personas que ofrecen confianza, es
una forma de hacer florecer la esperanza. Quien sabe dar confianza, es el mejor don y la
mejor limosna que puede ofrecer. La confianza, es la que nos abre el corazón y la que es
capaz de abrir la ruta del amor, de la fe y de la esperanza.
Con el salmista decimos: “Protégenos, Señor, para no caer en la desconfianza,
en la desesperanza o en el sin sentido”.
Solidaridad.
El acoger y ofrecer confianza, siempre exige hacer un hueco y renunciar a ciertas
comodidades. Siempre exige solidaridad.
Solidaridad, que es la ternura de los pueblos y la mejor expresión de amor de las
personas.
Solidaridad, que es un sentimiento de generosidad ante la situación del otro.
Solidaridad, que es una actitud de ayuda libre y desinteresada.
Solidaridad, que debe ser una práctica que agrupa voluntades y lleva a hacer
algo juntos como Iglesia.
Nunca olvidemos, que respecto a la solidaridad nada es inútil ni despreciable.
“Llegar a ser la voz de los humildes,
descubrir la injusticia y la maldad,
denunciar al injusto y al malvado…,
es solidaridad”. (Monseñor Leónidas Proaño)
La solidaridad no es para consumir, es para vivir.
Por eso, rezamos con el salmista: “Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti”.
Gabriel. 33º. Domingo Ordinario. Ciclo. B. Madrid. 18 de Noviembre de 2012.