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Lección 5: Para el 2 de noviembre de 2013

LA EXPIACIÓN: OFRENDA DE
PURIFICACIÓN

Sábado 26 de octubre
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: 2 Crónicas 33:12, 13; 2 Samuel
14:1-11; Levítico 4:27-31; Jeremías 17:1; Levítico 10:16-18; Miqueas 7:18-20.
PARA MEMORIZAR:
“Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con
la sangre preciosa de Cristo, como la de un cordero sin mancha y sin contaminación” (1 Ped. 1:18, 19).

EL SISTEMA DE SACRIFICIOS es, tal vez, la parte mejor conocida del servicio
del Santuario, porque es la que apunta directamente al sacrificio de Cristo. La
sangre del animal que moría por el pecador llegaba a ser un símbolo de la
sangre de Cristo, que murió por nosotros.
Esta semana consideraremos varios conceptos relacionados con la “ofrenda
de purificación” (también llamada “ofrenda por el pecado”), que era la forma
que Dios designó para ayudarnos a comprender mejor cómo él nos reconcilia
consigo por medio del único sacrificio verdadero, Jesucristo. Aquí se usa a
veces la expresión ofrenda de purificación en lugar de ofrenda por el pecado,
para evitar la impresión de que, por ejemplo, dar a luz es considerado como una
falta moral porque la madre tenía que presentar tal ofrenda (Lev. 12:5-8). Este
sacrificio se entiende mejor como una ofrenda de purificación por su impureza
ritual, y no un sacrificio por causa de pecado.

33
Lección 5 // Domingo 27 de octubre

EL PECADO Y LA MISERICORDIA
Quien conoce a Dios sabe que el pecado nos separa de él. La buena noticia
es que Dios puso en marcha un sistema para tratar con el pecado y llevarnos de
regreso a él. En el centro de este sistema está el sacrificio.
En el Antiguo Testamento se describen tres clases de pecado, según la per­
cepción que el pecador tenía de haber cometido: una transgresión involuntaria,
o no intencional; un pecado deliberado, o intencional; o un pecado de rebelión.
La “ofrenda de purificación” que se presenta en Levítico 4:1 a 5:13 se aplica
a pecados no intencionales y a pecados deliberados (Lev. 5:1). Para esas dos
categorías había una ofrenda, pero no se menciona ninguna para el pecado de
rebelión, que se hacía con soberbia, por lo que el rebelde debía ser cortado del
pueblo (Núm. 15:29-31). Sin embargo, parece que, aun en estos casos, tal como
el de Manasés, Dios ofreció el perdón (2 Crón. 33:12, 13).
Lee Deuteronomio 25:1 y 2; y 2 Samuel 14:1 al 11. ¿Qué revela 2 Samuel
14:9 acerca de la misericordia, la justicia y la culpa?

¿Está Dios justificado al perdonar al pecador? Después de todo, ¿no es el
pecador injusto y, por lo tanto, digno de ser condenado? (Ver Deut. 25:1.)
La historia de la mujer de Tecoa puede ilustrar la respuesta. Pretendiendo
ser una viuda, ella fue al rey David buscando su juicio. Ella fabricó una historia
acerca de sus dos hijos, uno que mató al otro. La ley israelita demandaba la
muerte del asesino (Núm. 35:31), aun cuando él era el único varón que quedaba
en la familia. La mujer suplicó a David (que actuaba como juez) que permitiera
que el hijo culpable quedara libre.
Ella luego declaró: “La maldad sea sobre mí y sobre la casa de mi padre; mas
el rey y su trono sean sin culpa” (2 Sam. 14:9). La mujer y David comprendieron
que, si el Rey decidía que el asesino saliera libre, el Rey mismo adquiriría la
culpa del asesino, y su trono de justicia (es decir, su reputación como juez) es­
taría en peligro. El juez era moralmente responsable por lo que decidía. Por eso,
la mujer ofreció llevar sobre sí la culpa.
En forma similar, Dios toma a su cargo la culpa de los pecadores a fin de de­
clararlos justos. Para que seamos perdonados, Dios mismo debe llevar nuestro
castigo. Por esto, Cristo tuvo que morir para salvarnos.

34
Lunes 28 de octubre // Lección 5

LA IMPOSICIÓN DE MANOS
Lee Levítico 4:27 al 31. ¿Qué actividades rituales se realizaban junto
con el sacrificio?

El propósito de la ofrenda era quitar el pecado y la culpa del pecador,
transferir la responsabilidad al Santuario, y permitir que el pecador saliera per­
donado y limpiado. (En casos sumamente raros, uno podía llevar una cierta
cantidad de harina como ofrenda de purificación y, aunque esta ofrenda de
purificación no tenía sangre, se entendía que “sin derramamiento de sangre no
se hace remisión” [Heb. 9:22].)
El rito mismo incluía la imposición de manos, la muerte del animal, la ma­
nipulación de la sangre, el quemar la grasa y el comer la carne del animal. El
pecador que traía la ofrenda recibía el perdón, pero solo después del ritual de
la sangre.
Una parte vital de este proceso involucraba la imposición de las manos
(Lev. 1:4; 4:4; 16:21). Esto se hacía para que la ofrenda fuera “aceptada para
expiación suya” (Lev. 1:4). La ofrenda se aplicaba solo al que ponía sus manos
sobre la cabeza del animal. Según Levítico 16:21, la imposición de manos estaba
acompañada por una confesión del pecado; esto reconocería la transferencia
del pecador al animal inocente.
La matanza era, por supuesto, básica en cualquier ofrenda animal. Después
de que el animal era muerto, la sangre derramada se usaba para hacer expia­
ción sobre el altar (Lev. 17:11). Por cuanto los pecados habían sido transferidos
al animal por la imposición de las manos, debemos comprender que la muerte
del animal era una muerte sustitutiva. El animal moría en lugar del pecador.
Esto puede explicar por qué el acto de matar el animal debía realizarlo el pe­
cador, el culpable, y no el sacerdote.
La siguiente vez que estés tentado a pecar, visualiza a Jesús muriendo en la
cruz, y mírate poniendo las manos sobre su cabeza y confesando tus pecados
sobre él. ¿Cómo podría este concepto, desarrollado en tu mente, ayudarte a
comprender cuánto costó el que seas perdonado? ¿Cómo podría esta idea ayudarte a resistir esa tentación?

35
Lección 5 // Martes 29 de octubre

LA TRANSFERENCIA DEL PECADO
“El pecado de Judá escrito está con cincel de hierro y con punta de
diamante; esculpido está en la tabla de su corazón, y en los cuernos de
sus altares” (Jer. 17:1).

Después de la imposición de las manos y la muerte del animal, el siguiente
rito en la ofrenda era la manipulación de la sangre. El sacerdote aplicaba la
sangre expiatoria a los cuernos del altar. Como se involucraba la sangre, esta
parte del rito tenía que ver con la expiación (Lev. 17:11). Si el pecador era un
hombre común o un líder, la sangre se aplicaba sobre el altar del holocausto
(Lev. 4:25, 30); si los pecadores eran el sumo sacerdote o toda la congregación,
la sangre se aplicaba al altar interior, el altar del incienso (Lev. 4:7, 18).
¿Qué significaba untar con sangre los cuernos del altar? Los cuernos eran
los puntos más elevados del altar, y así podían representar la dimensión vertical
de la salvación. Se llevaba la sangre a la presencia de Dios.
Jeremías 17:1 nos ayuda a comprender lo que sucedía: el pecado de Judá
está grabado “en la tabla de su corazón, y en los cuernos de sus altares”. Aunque
el texto se refiere a los altares involucrados en la adoración idolátrica, el prin­
cipio es el mismo: el altar reflejaba la condición moral del pueblo. La sangre
transfería la culpa del pecado y, al estar sobre los cuernos del altar, transfería
el pecado al Santuario. Esto permite comprender el plan de salvación como se
revela en el servicio del Santuario terrenal, que simboliza la obra de Cristo en
el cielo por nosotros.
Siendo que la sangre llevaba el pecado, también contaminaba el Santuario.
Encontramos un ejemplo de esta contaminación en casos en los que la sangre
de la ofrenda de purificación salpicaba accidentalmente un vestido. La vesti­
dura necesitaba ser purificada, no en cualquier parte, sino solo “en lugar santo”
(Lev. 6:27).
Finalmente, quemar la grasa sobre el altar indicaba que todo lo que tenía
que ver con la ofrenda de purificación pertenecía a Dios (Lev. 3:16).
Gracias a la muerte de Jesús, simbolizada por aquellos sacrificios, nuestro
pecado ha sido quitado de nosotros, puesto sobre Jesús y transferido al San­
tuario celestial. Esto es central en el plan de salvación.
¿Cómo nos ayudan los servicios del Santuario a comprender nuestra total
dependencia de Dios para el perdón de nuestros pecados? ¿Qué consuelo
te da esta verdad? Al mismo tiempo, ¿qué responsabilidades importantes lo
acompañan?

36
Miércoles 30 de octubre // Lección 5

CARGAR EL PECADO
Lee Levítico 6:25 y 26; y 10:16 al 18. ¿Qué verdad vital se revela aquí?

Al comer la ofrenda en el Lugar Santo, el sacerdote oficiante “llevaba la
iniquidad” del ofensor. La carne de esta ofrenda no era solo un pago por los ser­
vicios del sacerdote (de otro modo, Moisés no hubiera estado tan enojado con
los hijos de Aarón por no haberla comido), sino una parte vital de la expiación.
¿Cómo contribuía el comer el sacrificio al proceso de la expiación? Solo se
había de comer de aquellas ofrendas en las que la sangre no entraba al Lugar
Santo; es decir, las ofrendas del líder y del hombre común. La Biblia afirma
que, al comer el sacrificio, los sacerdotes “llevaban la iniquidad [la culpa]”, que
“hacía expiación” del pecador. Llevar la iniquidad [culpa] implicaba que el pe­
cador ahora estaba libre de ella.
En el hebreo, Éxodo 34:7 dice que Dios “lleva la iniquidad”, las mismas dos
palabras hebreas que se usaron en Levítico 10:16, donde se aclara que el sacer­
dote llevaba el pecado que a la vez traía el perdón para el pecador. Sin esa trans­
ferencia, el pecador tendría que cargar su propio pecado (Lev. 5:1) y, por lo tanto,
iría a la muerte (Rom. 6:23).
Que el sacerdote llevara el pecado de otro es justo lo que Cristo hizo por
nosotros. Él murió en nuestro lugar. Concluimos que la obra sacerdotal en el
Santuario terrenal tipifica la obra de Cristo por nosotros, porque él llevó sobre sí
mismo la culpa de nuestros pecados.
“La bendición viene por causa del perdón; el perdón viene por medio de
la fe en que el pecado, del que se está arrepentido y se lo ha confesado, es
llevado por el gran Cargador del pecado. Así, de Cristo vienen todas nuestras
bendiciones. Su muerte es un sacrificio expiatorio por nuestros pecados. Él es
el mayor medio por el cual recibimos la misericordia y el favor de Dios. Él,
entonces, es realmente el Originador, el Autor, así como el Consumador, de
nuestra fe” (MR 9:302).
Imagínate ante Dios en el Juicio. ¿Cuál sería tu apoyo: tus buenas obras, tu
observancia del sábado, todas las cosas buenas que hiciste y todas las cosas
malas que no hiciste? ¿Crees que esto sería suficiente para justificarte delante
de un Dios santo y perfecto? Si no, ¿cuál es tu única esperanza en el Juicio?
(Ver 1 Ped. 1:22.)

37
Lección 5 // Jueves 31 de octubre

PERDÓN
Lee Miqueas 7:18 al 20. ¿Qué cuadro de Dios encontramos en este pasaje?

Los últimos tres versículos del libro de Miqueas se concentran en la relación
de Dios con su remanente. El texto describe en forma hermosa por qué Dios no
tiene rival. Él es incomparable por su amor y su gracia perdonadores. La carac­
terística destacada de Dios, como se revela en Miqueas (y en otros lugares), es
su disposición a perdonar. Miqueas enfatiza este punto al usar diversas expre­
siones para los atributos de Dios (vers. 18) y sus realizaciones (vers. 19, 20). Sus
atributos y realizaciones se explican en el lenguaje del Credo Israelita en Éxodo
34:6 y 7, una de las descripciones más amadas del carácter de Dios.
Es interesante que varias palabras vitales de Miqueas 7:18 al 20 se usan tam­
bién en el Canto del Siervo en Isaías 53, señalando el hecho de que el medio del
perdón viene de aquel que está sufriendo por el pueblo.
Lamentablemente, no todos gozarán de la gracia salvadora de Dios. El
perdón de Dios no es barato ni automático. Involucra la lealtad. Los que han
experimentado su gracia responden del mismo modo, tal como vemos en Mi­
queas 6:8, un texto central en este libro. Así como Dios “se deleita en mise­
ricordia” [7:18], llama a su remanente a “amar misericordia” [6:8]. Su pueblo
imitará el carácter de Dios. Su vida relejará su amor, su compasión y su bondad.
En la Biblia, Miqueas 7:18 al 20, con su énfasis en el perdón, es seguido de
inmediato por Nahum 1:2 y 3, con su énfasis en el Juicio. Esto despliega las dos
dimensiones del trato de Dios con nosotros: perdona a los arrepentidos y cas­
tiga a los impíos. Ambos lados pertenecen a Dios. Él es Salvador y Juez. Estos
dos aspectos del carácter de Dios son complementarios, no contradictorios. Un
Dios compasivo puede también ser un Dios justo. Sabiendo esto, podemos des­
cansar seguros en su amor, su perdón y su justicia total.
Lee Miqueas 6:8. ¿Cuán buena es una profesión de fe sin estos principios, para
revelar la realidad de esa profesión? ¿Qué es más fácil: pretender tener fe en
Jesús o vivir esa fe, como se expresa en Miqueas 6:8? ¿Cómo puedes mejorar
esta última parte?

38
Viernes 1º de noviembre // Lección 5

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: Elena G. de White, “El Tabernáculo y sus
servicios”, en Patriarcas y profetas, pp. 356-372.
“Como Cristo, después de su ascensión, compareció ante la presencia de
Dos para ofrecer su sangre en beneficio de los creyentes arrepentidos, así el
sacerdote rociaba en el servicio diario la sangre del sacrificio en el Lugar Santo
a favor de los pecadores.
“Aunque la sangre de Cristo habría de librar al pecador arrepentido de la
condenación de la Ley, no había de anular el pecado; este queda registrado en
el Santuario hasta la expiación final; así en el símbolo, la sangre de la víctima
quitaba el pecado del arrepentido, pero quedaba en el Santuario hasta el día de
la expiación” (PP 371).

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. Algunos han alegado que todo el concepto de sustitución es injusto. ¿Por
qué el inocente debe morir en lugar del culpable? Sin embargo, por cuanto esto
es una verdad que no solo se enseña claramente en la Biblia, sino también está
en el centro de su tema básico, ¿cómo respondemos a esa acusación? ¿Podría
ser que la “injusticia” de todo ello nos ayude a entender la gracia que se exhibió
a fin de darnos el perdón? Es decir, ¿de qué maneras podría esta “injusticia”
ayudarnos a mostrar precisamente cuán grande, y misericordioso y amante es
realmente nuestro Dios?
2. Como clase, lean Miqueas 6:8. ¿Qué se nos indica aquí? Pero, más im­
portante, ¿cómo podemos aprender a cumplir este mandato explícito? ¿Cómo
aprendemos a hacer todas estas cosas, incluyendo “humillarte ante tu Dios”
[“caminar humildemente con tu Dios”, BJ]? ¿Qué significa esto? ¿De qué modo
el caminar humildemente con Dios puede traducirse en caminar humildemente
con otros?
3. Piensa acerca de lo que significa que el único camino para ser salvos
haya sido por medio de la muerte de Jesús. ¿Qué nos enseña esta verdad asom­
brosa acerca de cuán verdaderamente malo es el pecado, y por qué cualquier
esfuerzo para salvarnos por nuestras buenas obras es tan inútil como fregar un
cerdo para hacerlo carne limpia?
4. En la clase, repasen la pregunta al final de la lección del miércoles. Ana­
licen las respuestas que dieron, y la implicaciones de esas respuestas en rela­
ción con el evangelio y lo que Dios hizo por nosotros para salvarnos.

39

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Leccion: La expiación ofrenda de purificación

  • 1. Lección 5: Para el 2 de noviembre de 2013 LA EXPIACIÓN: OFRENDA DE PURIFICACIÓN Sábado 26 de octubre LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: 2 Crónicas 33:12, 13; 2 Samuel 14:1-11; Levítico 4:27-31; Jeremías 17:1; Levítico 10:16-18; Miqueas 7:18-20. PARA MEMORIZAR: “Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como la de un cordero sin mancha y sin contaminación” (1 Ped. 1:18, 19). EL SISTEMA DE SACRIFICIOS es, tal vez, la parte mejor conocida del servicio del Santuario, porque es la que apunta directamente al sacrificio de Cristo. La sangre del animal que moría por el pecador llegaba a ser un símbolo de la sangre de Cristo, que murió por nosotros. Esta semana consideraremos varios conceptos relacionados con la “ofrenda de purificación” (también llamada “ofrenda por el pecado”), que era la forma que Dios designó para ayudarnos a comprender mejor cómo él nos reconcilia consigo por medio del único sacrificio verdadero, Jesucristo. Aquí se usa a veces la expresión ofrenda de purificación en lugar de ofrenda por el pecado, para evitar la impresión de que, por ejemplo, dar a luz es considerado como una falta moral porque la madre tenía que presentar tal ofrenda (Lev. 12:5-8). Este sacrificio se entiende mejor como una ofrenda de purificación por su impureza ritual, y no un sacrificio por causa de pecado. 33
  • 2. Lección 5 // Domingo 27 de octubre EL PECADO Y LA MISERICORDIA Quien conoce a Dios sabe que el pecado nos separa de él. La buena noticia es que Dios puso en marcha un sistema para tratar con el pecado y llevarnos de regreso a él. En el centro de este sistema está el sacrificio. En el Antiguo Testamento se describen tres clases de pecado, según la per­ cepción que el pecador tenía de haber cometido: una transgresión involuntaria, o no intencional; un pecado deliberado, o intencional; o un pecado de rebelión. La “ofrenda de purificación” que se presenta en Levítico 4:1 a 5:13 se aplica a pecados no intencionales y a pecados deliberados (Lev. 5:1). Para esas dos categorías había una ofrenda, pero no se menciona ninguna para el pecado de rebelión, que se hacía con soberbia, por lo que el rebelde debía ser cortado del pueblo (Núm. 15:29-31). Sin embargo, parece que, aun en estos casos, tal como el de Manasés, Dios ofreció el perdón (2 Crón. 33:12, 13). Lee Deuteronomio 25:1 y 2; y 2 Samuel 14:1 al 11. ¿Qué revela 2 Samuel 14:9 acerca de la misericordia, la justicia y la culpa? ¿Está Dios justificado al perdonar al pecador? Después de todo, ¿no es el pecador injusto y, por lo tanto, digno de ser condenado? (Ver Deut. 25:1.) La historia de la mujer de Tecoa puede ilustrar la respuesta. Pretendiendo ser una viuda, ella fue al rey David buscando su juicio. Ella fabricó una historia acerca de sus dos hijos, uno que mató al otro. La ley israelita demandaba la muerte del asesino (Núm. 35:31), aun cuando él era el único varón que quedaba en la familia. La mujer suplicó a David (que actuaba como juez) que permitiera que el hijo culpable quedara libre. Ella luego declaró: “La maldad sea sobre mí y sobre la casa de mi padre; mas el rey y su trono sean sin culpa” (2 Sam. 14:9). La mujer y David comprendieron que, si el Rey decidía que el asesino saliera libre, el Rey mismo adquiriría la culpa del asesino, y su trono de justicia (es decir, su reputación como juez) es­ taría en peligro. El juez era moralmente responsable por lo que decidía. Por eso, la mujer ofreció llevar sobre sí la culpa. En forma similar, Dios toma a su cargo la culpa de los pecadores a fin de de­ clararlos justos. Para que seamos perdonados, Dios mismo debe llevar nuestro castigo. Por esto, Cristo tuvo que morir para salvarnos. 34
  • 3. Lunes 28 de octubre // Lección 5 LA IMPOSICIÓN DE MANOS Lee Levítico 4:27 al 31. ¿Qué actividades rituales se realizaban junto con el sacrificio? El propósito de la ofrenda era quitar el pecado y la culpa del pecador, transferir la responsabilidad al Santuario, y permitir que el pecador saliera per­ donado y limpiado. (En casos sumamente raros, uno podía llevar una cierta cantidad de harina como ofrenda de purificación y, aunque esta ofrenda de purificación no tenía sangre, se entendía que “sin derramamiento de sangre no se hace remisión” [Heb. 9:22].) El rito mismo incluía la imposición de manos, la muerte del animal, la ma­ nipulación de la sangre, el quemar la grasa y el comer la carne del animal. El pecador que traía la ofrenda recibía el perdón, pero solo después del ritual de la sangre. Una parte vital de este proceso involucraba la imposición de las manos (Lev. 1:4; 4:4; 16:21). Esto se hacía para que la ofrenda fuera “aceptada para expiación suya” (Lev. 1:4). La ofrenda se aplicaba solo al que ponía sus manos sobre la cabeza del animal. Según Levítico 16:21, la imposición de manos estaba acompañada por una confesión del pecado; esto reconocería la transferencia del pecador al animal inocente. La matanza era, por supuesto, básica en cualquier ofrenda animal. Después de que el animal era muerto, la sangre derramada se usaba para hacer expia­ ción sobre el altar (Lev. 17:11). Por cuanto los pecados habían sido transferidos al animal por la imposición de las manos, debemos comprender que la muerte del animal era una muerte sustitutiva. El animal moría en lugar del pecador. Esto puede explicar por qué el acto de matar el animal debía realizarlo el pe­ cador, el culpable, y no el sacerdote. La siguiente vez que estés tentado a pecar, visualiza a Jesús muriendo en la cruz, y mírate poniendo las manos sobre su cabeza y confesando tus pecados sobre él. ¿Cómo podría este concepto, desarrollado en tu mente, ayudarte a comprender cuánto costó el que seas perdonado? ¿Cómo podría esta idea ayudarte a resistir esa tentación? 35
  • 4. Lección 5 // Martes 29 de octubre LA TRANSFERENCIA DEL PECADO “El pecado de Judá escrito está con cincel de hierro y con punta de diamante; esculpido está en la tabla de su corazón, y en los cuernos de sus altares” (Jer. 17:1). Después de la imposición de las manos y la muerte del animal, el siguiente rito en la ofrenda era la manipulación de la sangre. El sacerdote aplicaba la sangre expiatoria a los cuernos del altar. Como se involucraba la sangre, esta parte del rito tenía que ver con la expiación (Lev. 17:11). Si el pecador era un hombre común o un líder, la sangre se aplicaba sobre el altar del holocausto (Lev. 4:25, 30); si los pecadores eran el sumo sacerdote o toda la congregación, la sangre se aplicaba al altar interior, el altar del incienso (Lev. 4:7, 18). ¿Qué significaba untar con sangre los cuernos del altar? Los cuernos eran los puntos más elevados del altar, y así podían representar la dimensión vertical de la salvación. Se llevaba la sangre a la presencia de Dios. Jeremías 17:1 nos ayuda a comprender lo que sucedía: el pecado de Judá está grabado “en la tabla de su corazón, y en los cuernos de sus altares”. Aunque el texto se refiere a los altares involucrados en la adoración idolátrica, el prin­ cipio es el mismo: el altar reflejaba la condición moral del pueblo. La sangre transfería la culpa del pecado y, al estar sobre los cuernos del altar, transfería el pecado al Santuario. Esto permite comprender el plan de salvación como se revela en el servicio del Santuario terrenal, que simboliza la obra de Cristo en el cielo por nosotros. Siendo que la sangre llevaba el pecado, también contaminaba el Santuario. Encontramos un ejemplo de esta contaminación en casos en los que la sangre de la ofrenda de purificación salpicaba accidentalmente un vestido. La vesti­ dura necesitaba ser purificada, no en cualquier parte, sino solo “en lugar santo” (Lev. 6:27). Finalmente, quemar la grasa sobre el altar indicaba que todo lo que tenía que ver con la ofrenda de purificación pertenecía a Dios (Lev. 3:16). Gracias a la muerte de Jesús, simbolizada por aquellos sacrificios, nuestro pecado ha sido quitado de nosotros, puesto sobre Jesús y transferido al San­ tuario celestial. Esto es central en el plan de salvación. ¿Cómo nos ayudan los servicios del Santuario a comprender nuestra total dependencia de Dios para el perdón de nuestros pecados? ¿Qué consuelo te da esta verdad? Al mismo tiempo, ¿qué responsabilidades importantes lo acompañan? 36
  • 5. Miércoles 30 de octubre // Lección 5 CARGAR EL PECADO Lee Levítico 6:25 y 26; y 10:16 al 18. ¿Qué verdad vital se revela aquí? Al comer la ofrenda en el Lugar Santo, el sacerdote oficiante “llevaba la iniquidad” del ofensor. La carne de esta ofrenda no era solo un pago por los ser­ vicios del sacerdote (de otro modo, Moisés no hubiera estado tan enojado con los hijos de Aarón por no haberla comido), sino una parte vital de la expiación. ¿Cómo contribuía el comer el sacrificio al proceso de la expiación? Solo se había de comer de aquellas ofrendas en las que la sangre no entraba al Lugar Santo; es decir, las ofrendas del líder y del hombre común. La Biblia afirma que, al comer el sacrificio, los sacerdotes “llevaban la iniquidad [la culpa]”, que “hacía expiación” del pecador. Llevar la iniquidad [culpa] implicaba que el pe­ cador ahora estaba libre de ella. En el hebreo, Éxodo 34:7 dice que Dios “lleva la iniquidad”, las mismas dos palabras hebreas que se usaron en Levítico 10:16, donde se aclara que el sacer­ dote llevaba el pecado que a la vez traía el perdón para el pecador. Sin esa trans­ ferencia, el pecador tendría que cargar su propio pecado (Lev. 5:1) y, por lo tanto, iría a la muerte (Rom. 6:23). Que el sacerdote llevara el pecado de otro es justo lo que Cristo hizo por nosotros. Él murió en nuestro lugar. Concluimos que la obra sacerdotal en el Santuario terrenal tipifica la obra de Cristo por nosotros, porque él llevó sobre sí mismo la culpa de nuestros pecados. “La bendición viene por causa del perdón; el perdón viene por medio de la fe en que el pecado, del que se está arrepentido y se lo ha confesado, es llevado por el gran Cargador del pecado. Así, de Cristo vienen todas nuestras bendiciones. Su muerte es un sacrificio expiatorio por nuestros pecados. Él es el mayor medio por el cual recibimos la misericordia y el favor de Dios. Él, entonces, es realmente el Originador, el Autor, así como el Consumador, de nuestra fe” (MR 9:302). Imagínate ante Dios en el Juicio. ¿Cuál sería tu apoyo: tus buenas obras, tu observancia del sábado, todas las cosas buenas que hiciste y todas las cosas malas que no hiciste? ¿Crees que esto sería suficiente para justificarte delante de un Dios santo y perfecto? Si no, ¿cuál es tu única esperanza en el Juicio? (Ver 1 Ped. 1:22.) 37
  • 6. Lección 5 // Jueves 31 de octubre PERDÓN Lee Miqueas 7:18 al 20. ¿Qué cuadro de Dios encontramos en este pasaje? Los últimos tres versículos del libro de Miqueas se concentran en la relación de Dios con su remanente. El texto describe en forma hermosa por qué Dios no tiene rival. Él es incomparable por su amor y su gracia perdonadores. La carac­ terística destacada de Dios, como se revela en Miqueas (y en otros lugares), es su disposición a perdonar. Miqueas enfatiza este punto al usar diversas expre­ siones para los atributos de Dios (vers. 18) y sus realizaciones (vers. 19, 20). Sus atributos y realizaciones se explican en el lenguaje del Credo Israelita en Éxodo 34:6 y 7, una de las descripciones más amadas del carácter de Dios. Es interesante que varias palabras vitales de Miqueas 7:18 al 20 se usan tam­ bién en el Canto del Siervo en Isaías 53, señalando el hecho de que el medio del perdón viene de aquel que está sufriendo por el pueblo. Lamentablemente, no todos gozarán de la gracia salvadora de Dios. El perdón de Dios no es barato ni automático. Involucra la lealtad. Los que han experimentado su gracia responden del mismo modo, tal como vemos en Mi­ queas 6:8, un texto central en este libro. Así como Dios “se deleita en mise­ ricordia” [7:18], llama a su remanente a “amar misericordia” [6:8]. Su pueblo imitará el carácter de Dios. Su vida relejará su amor, su compasión y su bondad. En la Biblia, Miqueas 7:18 al 20, con su énfasis en el perdón, es seguido de inmediato por Nahum 1:2 y 3, con su énfasis en el Juicio. Esto despliega las dos dimensiones del trato de Dios con nosotros: perdona a los arrepentidos y cas­ tiga a los impíos. Ambos lados pertenecen a Dios. Él es Salvador y Juez. Estos dos aspectos del carácter de Dios son complementarios, no contradictorios. Un Dios compasivo puede también ser un Dios justo. Sabiendo esto, podemos des­ cansar seguros en su amor, su perdón y su justicia total. Lee Miqueas 6:8. ¿Cuán buena es una profesión de fe sin estos principios, para revelar la realidad de esa profesión? ¿Qué es más fácil: pretender tener fe en Jesús o vivir esa fe, como se expresa en Miqueas 6:8? ¿Cómo puedes mejorar esta última parte? 38
  • 7. Viernes 1º de noviembre // Lección 5 PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: Elena G. de White, “El Tabernáculo y sus servicios”, en Patriarcas y profetas, pp. 356-372. “Como Cristo, después de su ascensión, compareció ante la presencia de Dos para ofrecer su sangre en beneficio de los creyentes arrepentidos, así el sacerdote rociaba en el servicio diario la sangre del sacrificio en el Lugar Santo a favor de los pecadores. “Aunque la sangre de Cristo habría de librar al pecador arrepentido de la condenación de la Ley, no había de anular el pecado; este queda registrado en el Santuario hasta la expiación final; así en el símbolo, la sangre de la víctima quitaba el pecado del arrepentido, pero quedaba en el Santuario hasta el día de la expiación” (PP 371). PREGUNTAS PARA DIALOGAR: 1. Algunos han alegado que todo el concepto de sustitución es injusto. ¿Por qué el inocente debe morir en lugar del culpable? Sin embargo, por cuanto esto es una verdad que no solo se enseña claramente en la Biblia, sino también está en el centro de su tema básico, ¿cómo respondemos a esa acusación? ¿Podría ser que la “injusticia” de todo ello nos ayude a entender la gracia que se exhibió a fin de darnos el perdón? Es decir, ¿de qué maneras podría esta “injusticia” ayudarnos a mostrar precisamente cuán grande, y misericordioso y amante es realmente nuestro Dios? 2. Como clase, lean Miqueas 6:8. ¿Qué se nos indica aquí? Pero, más im­ portante, ¿cómo podemos aprender a cumplir este mandato explícito? ¿Cómo aprendemos a hacer todas estas cosas, incluyendo “humillarte ante tu Dios” [“caminar humildemente con tu Dios”, BJ]? ¿Qué significa esto? ¿De qué modo el caminar humildemente con Dios puede traducirse en caminar humildemente con otros? 3. Piensa acerca de lo que significa que el único camino para ser salvos haya sido por medio de la muerte de Jesús. ¿Qué nos enseña esta verdad asom­ brosa acerca de cuán verdaderamente malo es el pecado, y por qué cualquier esfuerzo para salvarnos por nuestras buenas obras es tan inútil como fregar un cerdo para hacerlo carne limpia? 4. En la clase, repasen la pregunta al final de la lección del miércoles. Ana­ licen las respuestas que dieron, y la implicaciones de esas respuestas en rela­ ción con el evangelio y lo que Dios hizo por nosotros para salvarnos. 39