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Leandro fernández de moratín
1. Leandro Fernández de Moratín (Madrid, 10 de marzo de 1760 - París, 2 de junio de
1828) fue un dramaturgo y poeta español, el más relevante autor de teatro del siglo
XVIII español.
Índice
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1 Biografía
2 Obra dramática
o 2.1 Teoría de la comedia
o 2.2 El viejo y la niña
o 2.3 La comedia nueva
o 2.4 El barón
o 2.5 La mojigata
o 2.6 El sí de las niñas
3 La derrota de los pedantes
4 Obra poética
5 Referencias
o 5.1 Notas
o 5.2 Bibliografía
6 Véase también
7 Enlaces externos
[editar] Biografía
Nació en Madrid en 1760, de noble familia asturiana. Su padre era el poeta, dramaturgo
y abogado Nicolás Fernández de Moratín y su madre Isidora Cabo Conde. Se crio en un
ambiente donde eran frecuentes las discusiones literarias, pues su padre Nicolás fue un
hombre dedicado a las letras. A los cuatro años, enfermó de viruela, lo que afectó su
carácter, volviéndolo tímido. No cursó estudios universitarios porque su padre estaba en
contra, y comenzó a trabajar como oficial en una joyería.
A los diecinueve años, en 1779, ya había conseguido el accésit de poesía al concurso
público convocado por la Academia. En 1782 ganaría el segundo premio con su Lección
poética. En 1787, y gracias a la amistad de Jovellanos, emprende un viaje a París en
calidad de secretario del conde de Cabarrús, entonces encargado de una misión a París.
La experiencia fue muy provechosa para el joven escritor. Vuelto a Madrid, obtiene su
primer gran éxito con la publicación de la sátira La derrota de los pedantes. El Conde
de Floridablanca le hace entonces la merced de un beneficio de trescientos ducados, y
Moratín se ordena de primera tonsura, requisito indispensable para poder disfrutar del
beneficio. A poco de llegar Godoy al poder logró la protección del favorito, que le
ayudó a estrenar sus comedias y aumentó sus ingresos con otras sinecuras eclesiásticas.
Durante cinco años viajó por Europa, regresando a Madrid en 1797 para ocupar el cargo
de secretario de Interpretación de Lenguas, que le permitió vivir sin apuros económicos.
2. En 1808, a la caída de Godoy, tomó partido por los franceses y llegó a ser nombrado
bibliotecario mayor de la Real Biblioteca por el rey José Bonaparte. A partir de
entonces fue tachado de «afrancesado», por lo que hubo de refugiarse en Valencia,
Peñíscola y Barcelona al producirse el cambio político.
Leandro Fernández de Moratín fue un hombre de teatro en el sentido amplio de la
palabra. A su condición de autor teatral hay que añadirle otros aspectos menos
conocidos, pero que fueron tan importantes para él como éste y le ocuparon a veces más
tiempo, esfuerzo y dedicación que sus propias obras. Fue Moratín uno de los fundadores
de la historiografía teatral española. Sus Orígenes del teatro español, obra que dejó
inédita y que fue publicada en 1830-1831 por la Real Academia de la Historia, es uno
de los primeros estudios serios y documentados del teatro español anterior a Lope de
Vega. Es también de gran interés el «Prólogo» a la edición parisina de sus obras en
1825, en donde resume, desde una perspectiva clasicista la historia del teatro español
del siglo XVIII. Moratín fue también un activo impulsor de la reforma teatral de su
tiempo. Relacionado con los círculos del poder que estaban interesados en esta reforma
y heredero de las ideas de su padre, no dejó de promover una renovación de toda la
estructura teatral vigente en la España de su época. La comedia nueva es uno de los
hitos de esta campaña de reforma emprendida por los intelectuales que se movían
alrededor del gobierno desde mediados del siglo cuando proponían reformas Ignacio de
Luzán, Agustin de Montiano y Luyando, Blas Nasarre y Luis José Velázquez. Murió en
París en junio del año 1828.
[editar] Obra dramática
Es el más importante autor dramático de la escuela neoclásica española. Sus máximas
son: el teatro como deleite e instrucción moral (escuela de buenas costumbres) y una
acción que imite de modo verosímil la realidad. De ahí nace el apego a las reglas
dramáticas en todas sus facetas, especialmente la regla de las tres unidades: la de unidad
de acción, de lugar y tiempo.
La separación de géneros la realizó con tal precisión, que no llegó a escribir tragedias,
pese a ser un género muy en boga en el Neoclasicismo europeo. Su carácter le llevó a la
comedia, género que define diciendo: «pinta a los hombres como son, imita las
costumbres nacionales existentes, los vicios y errores comunes, los incidentes de la vida
doméstica; y de estos acaecimientos, de esos privados intereses, forma una fábula
verosímil, instructiva y agradable».
[editar] Teoría de la comedia
La exposición más extensa y detallada de sus ideas sobre la comedia se encuentra en el
«Prólogo» que compuso para acompañar la edición definitiva de sus obras publicada en
París en 1825. Hablando de sí mismo en tercera persona, el dramaturgo proporciona,
entre otras muchas doctrinas sobre el teatro, su definición del género cómico:
«imitación en diálogo (escrito en prosa o en verso) de un suceso ocurrido en un lugar y
en pocas horas entre personas particulares, por medio del cual […] resultan puestos en
ridículo los vicios y errores comunes en la sociedad, y recomendadas por consiguiente
la verdad y la virtud».
3. [editar] El viejo y la niña
La primera comedia escrita por don Leandro fue estrenada el 22 de mayo de 1790, pero
su génesis y redacción se remontan a varios años antes, quizás a 1783. El propósito del
autor (condenar una unión que no debía haberse efectuado, no sólo por la desigualdad
en la edad de los cónyuges, sino sobre todo por el interés y el engaño con que fue
concertada) queda bien manifiesto desde el primer momento.
[editar] La comedia nueva
Artículo principal: La comedia nueva.
La compañía de Eusebio Ribera estrenó el 7 de febrero de 1792 en el Teatro del
Príncipe La comedia nueva, acompañada de un fin de fiesta de Ramón de la Cruz, El
muñuelo. La comedia se mantuvo en cartel siete días con una entrada muy aceptable,1 y
se repuso a menudo durante los años siguientes. La comedia estaba terminada en
diciembre de 1791.
Se trata de una obra maestra de la sátira teatral. El asunto es el estreno de una «comedia
nueva», El gran cerco de Viena, escrita por el ingenuo e inexperto en la escritura
dramática don Eleuterio Crispín de Andorra. El apelativo de «comedia nueva» se daba,
como es lógico, a una obra que se publicaba o representaba por primera vez, en
oposición a las «antiguas», esto es, las del Siglo de Oro; y las de repertorio, estrenadas
en fecha anterior. En el café donde se desarrolla la acción se produce una animada
discusión entre partidarios y detractores de la comedia, que representa el tipo de teatro
que triunfaba entonces en los escenarios madrileños. Así consigue Moratín, mediante un
artificio metateatral, dar idea de los absurdos y despropósitos del teatro de su tiempo.
Ya en sus comentarios a La comedia nueva se ocupó el mismo Moratín de documentar
minuciosamente todas y cada una de las particularidades de la comedia heroica de don
Eleuterio, desde el mismo título, remedo de tantas comedias que narraban cercos y
tomas de ciudades, hasta las escenas de falsos diálogos en forma de soliloquios
simultáneos, pasando por las descripciones de hambres pavorosas, de las que cita
significativos ejemplos de La destrucción de Sagunto (1787), de Gaspar Zavala y
Zamora, y El sitio de Calés (1790) de Luciano Francisco Comella.
El primer elemento que llama la atención es que la obra está escrita en prosa. Era esta
una forma de escribir teatro poco común en la década de 1790. Dramas como El
delincuente honrado de Jovellanos son prácticamente los únicos en prosa escritos hasta
entonces.
Los cafés eran una de las novedades de la España del siglo XVIII, como lo habían sido
en el resto de Europa. Esta moda encontró su reflejo en el teatro: Carlo Goldoni había
escrito una comedia titulada La bottega del caffè, conocida sin duda por Moratín, pues
en La comedia nueva se utiliza alguna situación de la obra goldoniana, como es el reloj
parado del pedante.
La comedia es de una factura técnica perfecta, un ejemplo de ajuste a las normas
neoclásicas. Las unidades se siguen de forma rigurosa. La sala del café es el único
espacio donde sucede toda la acción. La unidad de tiempo es tan perfecta que es una de
4. las pocas obras en donde se cumple el ideal de que la representación dure exactamente
lo mismo que la acción dramática.
[editar] El barón
Artículo principal: El barón.
En 1787 Moratín había recibido un encargo que no podía menos que cumplir. La
condesa de Benavente, doña Faustina, le encargó escribir una zarzuela. Haciendo de
tripas corazón, escribió El barón, zarzuela en dos actos que envió a la condesa. Con
gran alegría de Moratín, no se llegó a representar nunca, pero corrió manuscrita y
durante el viaje a Italia se hizo una adaptación sin permiso del autor que, con música de
José Lidón, llegó a los escenarios. Moratín recuperó la obra y decidió convertirla en
comedia. Así lo hizo. La obra se estrenó, allá por el año 1803 en el Teatro de la Cruz
[editar] La mojigata
También de esta comedia empezaron a circular copias manuscritas a partir de 1791. Fue
enmendada y ensayada por los actores de la compañía de Ribera, y finalmente
representada en el Teatro de la Cruz el 19 de mayo de 1804. Con La mojigata Moratín
seguía con su análisis personal del problema de la educación femenina en sus
repercusiones sociales.
[editar] El sí de las niñas
Artículo principal: El sí de las niñas.
El sí de las niñas es una comedia que trata sobre Doña Paquita, una joven de 16 años
obligada por su madre doña Irene a casarse con Don Diego, un sensible y rico caballero
de 59 años. Sin embargo este ignora que Doña Paquita está enamorada de un tal «Don
Félix», quien en realidad se llama Don Carlos, y es sobrino de Don Diego. Con este
triángulo amoroso como argumento se desarrolla la obra, cuyo tema principal es la
opresión de las muchachas forzadas a obedecer a su madre y entrar en un matrimonio
desigual y en este caso con una gran diferencia de edad entre los contrayentes.
La clave de la obra se encuentra en la contradicción que caracteriza a Don Diego en el
tema de la educación de los jóvenes y la elección de estado: su práctica, su actuación, no
concuerda con la teoría. Pide libertad para la elección de estado (una libertad negada
entonces a los jóvenes), critica la falsa concepción de la autoridad por parte de los
padres: comprende que ese falso autoritarismo es la raíz de muchos males; quiere que
Paquita elija con libertad.
Pero en la práctica, don Diego, que es el protector de su sobrino Carlos, comete con él
los mismos errores que critica en teoría. Esta contradicción entre la teoría y la práctica
es el hilo que conduce la trama teatral.
[editar] La derrota de los pedantes
5. La obra en prosa más conocida de Moratín es La derrota de los pedantes, artificio
alegórico, compuesto a la manera del Viaje del Parnaso cervantino, la República
literaria de Saavedra Fajardo, o las Exequias de la lengua castellana de Forner: las
Musas, ayudadas por los buenos poetas, arrojan del Parnaso a librazo limpio a los malos
escritores. Muchas de sus burlas van contra los tópicos y variedades de los poetas de
todo tiempo, pero otras muchas se dirigen contra autores concretos que se citan o que,
por los datos aducidos, pueden reconocerse fácilmente. La cultura y el gusto artístico de
Moratín hacen de la generalidad de sus juicios certeras definiciones, pero claro está que
no puede faltar alguna estrecha interpretación propia del gusto de la época y de las ideas
literarias del autor; así, por ejemplo, entre los libros que se disparan como «malos» se
incluyen las comedias de Cervantes, el «Arte» de Gracián y no pocos poetas barrocos,
como Jacinto Polo de Medina, Gabriel Bocángel, Villamediana y otros varios.
[editar] Obra poética
Tumba de Moratín en Madrid.
El tomo III de las Obras dramáticas y líricas de 1825 está dedicado a la lírica. Su obra
abarca casi cincuenta años de dedicación a la poesía, que dieron como fruto poco más
de un centenar de poemas: ciento nueve poemas seguros más uno atribuido recoge Pérez
Magallón en su edición de las Poesías completas (Barcelona: Sirmio, 1995) de Leandro.
Moratín es autor de un centenar de composiciones poéticas: nueve epístolas, doce odas,
veintidós sonetos, nueve romances, diecisiete epigramas, «composiciones diversas»,
consistentes en ocho poemas líricos que se apartan de las modalidades tradicionales, dos
traducciones y una elegía, el «romance endecasílabo» o «canto épico» en cuartetos La
toma de Granada, y nueve traducciones de Horacio. Miembro de la Arcadia Romana
con el nombre de Inarco Celenio, Moratín, en calidad de lírico, no puede ser
considerado un poeta de originalidad y fantasía de primera fila. Sin embargo, no cabe
duda que merece que se le sitúe cerca de los dos auténticos poetas líricos del siglo
XVIII español, Manuel José Quintana y Juan Meléndez Valdés, y no entre los demás
poetas de su tiempo, fundamentalmente mediocres. Sus preocupaciones en cuanto a la
forma son la corrección, la armonía y el equilibrio expresivos, en una atmósfera
neoclásica, como es lógico, pero veteada de una serie de matices de recogimiento y
6. melancolía que se remontan a Horacio por una parte, y, por otra, a ciertos estados de
ánimo del momento histórico y poético del autor. Leandro de Moratín no fue un
retrasado poeta del XVIII español, ni un anticipo de vagas tonalidades románticas, sino
un puro y fiel representante de ese auténtico resurgir del gusto clásico que coincide, en
su plenitud, con los albores del romanticismo.
La toma de Granada (1779) es un poemita muy breve, en cuartetos
endecasílabos no rimados, y en el que se canta la toma de Granada por los Reyes
Católicos.
La Sátira contra los vicios. Donde Moratín se revela como batallador es, frente
a los poetas de su tiempo, en la Lección poética. Sátira contra los vicios
introducidos en la poesía castellana (1782), composición en tercetos de
endecasílabos rimados. La Sátira se recrea fingiendo que aconseja a los poetas
para que se expresen en los modos que, por el contrario, Moratín desprecia y
rechaza en cuanto típicos de la poesía «barroca». Y lo hace a medida que
desarrolla y hace una reseña del tema de la lírica, de la épica y de la dramática.
En cuanto a la lírica, se detiene en los vicios de estilo, en las metáforas fuera de
lugar, en la mezcla de arcaísmos ridículos con afrancesamiento de léxico y
sintaxis, en los abusos de latinismos como ha sucedido en Góngora, etc.; en
cambio, aconseja que se mire a Horacio como modelo. La Sátira ofrece el
interés de ser, más que un intento de poesía lírica, un programa poético o, mejor
dicho, estético-crítico: una especie de poética, en el sentido de lucha contra todo
exceso, tanto de «contenido» como de «forma».
Las epístolas. Las nueve epístolas se inspiran en una amplia gama de temas y
circunstancias. Tres de ellas están dirigidas al «Príncipe de la Paz»: la sinceridad
del sentimiento de gratitud de Moratín hacia Godoy libera al poeta de toda
sospecha de adulación. Otra, típicamente horaciana, va dirigida «a un ministro,
sobre la utilidad de la historia». Otra epístola, a un amigo, le sirve de pretexto
para reunir y burlarse de un centón de versos de poetas del grupo de Quintana.
Tiene una en homenaje «a la marquesa de Villafranca» por el nacimiento de su
primogénito, el conde de Niebla, a cuya precoz muerte Moratín habría de
dedicar más tarde una oda. Escribe una epístola a don Simón Rodrigo Laso,
«redactor del colegio de San Clemente de Bolonia», que es típicamente
horaciana por el tema relativo a la índole de los hombres, siempre descontentos
con el propio destino. También es horaciana la que dirige a Jovellanos, desde
Roma, ciudad que el poeta toma como símbolo de la caducidad de las cosas
humanas. Indudablemente, la epístola más feliz de todas, la que dedica «A
Claudio», lleva el significativo subtítulo de «El filosofastro». Está inspirada por
el temperamento satírico de Moratín y somete a una divertida caricatura a un
inoportuno, don Ermeguncio, a mitad de camino entre el famoso inoportuno
horaciano de la oda III y el don Hermógenes que Moratín crearía en La comedia
nueva o el café.
Las odas. Uno de los resultados más felices de la imitación de Horacio en
España lo constituye el conjunto de las doce odas de Moratín. Ya son
interesantes de por sí a causa de la variedad de la versificación, que va desde los
metros solemnes que hacen pensar en los clásicos hasta los modernos metros
ligeros. Es muy amplia la gama de temas. Los hay muy cercanos al espíritu
7. horaciano («A Nísida», «A los colegiales de San Clemente de Bolonia»). Otros
temas son amorosos, o simplemente galantes (como «A Rosinda, histrionisa», y
a la hermosa actriz María del Rosario Fernández, llamada «la Tirana»). Por
último, también tiene odas inspiradas en otros sentimientos, como las que dedica
a seres queridos desaparecidos, por ejemplo al padre, o ausentes, como a
Jovellanos. Quizá pueda parecer más cerebral que espontánea la profesión de fe
que le sirve de punto de partida a la oda más famosa, «A la Virgen… en
Lendinara (estado veneciano», publicada precisamente en esta pequeña ciudad
italiana en 1795, compuesta para doña Sabina Conti, la dama madrileña esposa
del literato italiano Giovan Battista Conti.
Traducciones de Horacio. En la traducción de nueve odas de Horacio, lo que
más sorprende, aparte la evidente preocupación formal, que se manifiesta
también en la selección de los metros, es la identidad entre el pensamiento del
poeta latino y el de Moratín en la visión de las cosas humanas: concordancia
cuya sugestión se acrecienta por la diferencia de expresión entre la solemne
compostura horaciana y la ligereza dieciochesca de Moratín. Horacio se halla
presente, pero se advierte que es un Horacio transferido a un ambiente castellano
muy distinto, a efectos expresivos, al de sus más fieles intérpretes españoles del
Siglo de Oro, desde fray Luis de León hasta Francisco de Medrano.
Los sonetos. Desde el punto de vista formal, los sonetos corroboran la habilidad
de Moratín en cuanto a facilidad y fluidez de versificación. Desde el punto de
vista de los temas que trata, estos poemas abarcan una amplia gama, si bien una
gran parte de ellos se inspiran en cosas o personas de teatro. Ora es la
descripción de la belleza de una «histrionista», Clori. Ora el llanto por la muerte
del aplaudido e «inimitable» actor Isidoro Márquez. Ora el elogio de una
bailarina del teatro de Burdeos o el de la «saltatrix» Eliodora, que mucho dinero
cuesta a quien deba mantener a una «hermosa de mi vida» como aquélla. O bien
es la presentación del primer gracioso del teatro de Barcelona, Felipe Blanco.
Los romances. En los nueve romances volvemos a encontrar una amplia gama
de temas: políticos, de polémica literaria, de asuntos personales, y de
circunstancias.
Los epigramas. Muchos de los diecisiete epigramas son destellos de sátira, a
veces feroz. Entre los personajes teatrales objeto de sus dardos, vuelve a
aparecer Geroncio: es significativo el nombre de otros literatos de poca monta,
como el que acabamos de nombrar. A su vez, también son significativos los
títulos de otros epigramas, como, por ejemplo, los tres, delicadísimos y galantes,
que dedica «a Lesbia, modista», o aquel otro «a una señorita francesa».
Composiciones diversas. Algunas de ellas tocan temas históricos, como la que
se inspira en «La sombra de Nelson». Hay también traducciones, entre ellas la
de un «sonetto pastorale in dialogo» del dieciochesco italiano Paolo Rolli.
La «Elegía a las Musas», «la obra maestra de Moratín», además de ser más
lograda desde el punto de vista poético, es indudablemente la más significativa
de esas composiciones. Lázaro Carreter afirma, y creemos que con toda razón,
que en este último poema Moratín toca la cumbre de la lírica española.
8. [editar] Referencias
[editar] Notas
1. ↑ Leandro Fernández de Moratín, ed. lit. de René Andioc y John Dowling [Estudio
sobre La comedia nueva,págs. 33-59], La comedia nueva.El sí de las niñas.,Madrid,
Castalia, 1993, págs. 49-50. ISBN 978-84-7039-057-9.
[editar] Bibliografía
Juan Luis ALBORG: Historia de la literatura española. Madrid: Gredos, 1972,
vol. III.
René ANDIOC: Teatro y sociedad en el Madrid del siglo XVIII. Madrid:
Fundación Juan March-Castalia, 1976
Joaquín ARCE: «La lírica de Moratín y el ideal neoclásico», en Francisco Rico
(dir.): Historia y crítica de la literatura española. Barcelona: Crítica, 1983, vol.
IV, pp. 546-554.
Antonietta CALDERONE y Fernando DOMÉNECH]: «La comedia neoclásica.
Moratín», en Javier HUERTA CALVO (dir.): Historia del teatro español.
Madrid: Gredos, 2003, vol. II, pp. 1603-1651.
Philip DEACON: '"Efectos de la crianza": La Mojigata de Leandro Fernández
de Moratín', Dieciocho 27 (2004), pp. 87-100.
Fernando DOMÉNECH: Leandro Fernández de Moratín. Madrid: Síntesis,
2003.
Leandro FERNÁNDEZ DE MORATÍN: El sí de las niñas. La comedia nueva.
Edición de René ANDIOC. Madrid: Espasa, 2001.
Leandro FERNÁNDEZ DE MORATIN, Poesías completas (poesías sueltas y
otros poemas), Edición de Jesús Pérez Magallón. Barcelona: Sirmio, 1995.
Giuseppe Carlo ROSSI: Leandro Fernández de Moratín. Introducción a su vida
y obra. Madrid: Cátedra, 1974.
[editar] Véase también
Literatura española de la Ilustración
Literatura de España
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