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Argumento 
Mía Sanderson ha estado enamorada de su jefe, Ty Brewer, durante años, 
pero el mujeriego Ty sólo la ve como una amiga, y peor aún, una buena chica. 
Así que cuando Mía y Ty son invitados a la misma fiesta de Mardi Gras, 
Mía decide que esta es su oportunidad de vivir una fantasía. Poniéndose una 
máscara de Mardi Gras, una peluca, y lentillas de color, Mía se hace pasar por la 
seductora Ama Mina, la chica mala de los sueños de Ty. Pero, ¿qué pasa si Ty 
descubre su verdadera identidad? Ella teme que este arriesgando tanto su amistad 
como su trabajo, pero por una noche con Ty, vale la pena.
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Capítulo Uno 
— Buenos días, cosita dulce. 
Cuando la puerta de cristal se cerró detrás de su jefe, Mía Sanderson levantó 
la vista a tiempo para verlo moverse pasando su escritorio, hacia su oficina. Ella 
sonrió demasiado tarde, ya se había ido. 
—Buenos días, Ty— gritó detrás de él de todos modos. 
Oh, bueno, no importa. Ninguna de las otras sonrisas que había destellado en 
su dirección en los últimos años, lo sedujo, por lo que estaba razonablemente 
segura de que la de hoy no contendría el ingrediente mágico, tampoco. 
Si tú supieras, pensó, mirando vigorosamente hacia la puerta de su oficina, si 
sólo supieras cuánto te deseo. Desde su apuesto rostro, su barbilla con hoyuelos 
cubierta con un poco de barba marrón, al pelo rubio arena que solía necesitar un 
ajuste, pero que quedaba perfecto en él, al bien construido y ligeramente musculoso 
cuerpo que parecía como si hubiera sido hecho para complacer a una mujer. Ty 
Brewer era todo lo que Mía deseaba en un hombre. 
En cuanto a su cariño diario, por desgracia, él había estado llamándola 
“Cosa Dulce”, desde que tenía trece años. Él había sido un estudiante de primer 
año de Tulane y a veces llegaba a su casa con su hermano mayor, Tim, por la 
noche o los fines de semana. No quería decir nada más ahora de lo que había sido 
entonces y probablemente eso había significado más entonces, ahora que lo 
pensaba. Por lo menos entonces él había visto algo en ella, tal vez algo lindo, algo 
meritorio, algo que le había ganado un coqueteo juguetón a pesar de la diferencia 
de edad. 
Ahora el apodo y el guiño, que a veces venía con este, eran hábitos, supuso. 
Estaba segura de que él no tenía idea de cómo ella engullía las tontas y divertidas 
palabras cada mañana, o cómo su guiño humedecía su ropa interior de encaje. Ty 
era un tipo amigable, divertido y coqueto, especialmente con las mujeres que
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conocía bien. Y dado que él había conocido a Mía por, ¡Dios!, dieciocho años, 
simplemente era razonable que hubiera coqueteado un poco. 
Sin embargo, darse cuenta de cuánto tiempo habían estado familiarizados 
era aleccionador, se dejo caer profundamente en su silla de escritorio. No habían 
estado en constante contacto durante todo ese tiempo, por supuesto, pero había 
estado trabajando para Ty desde hacía cinco años, lo cual más o menos indicaba 
que “cosita dulce” significaba... nada. Porque si ella sabía algo acerca de Ty, era que 
él no dudaba en ir tras lo que quería, en los negocios o en el placer. Y nunca había 
ido tras ella. 
Dejo escapar un suspiro, echó un vistazo hacia su puerta una vez más y 
empezó a imaginar un escenario diferente. Sus pechos se sentían pesados y su coño 
un poco hinchado mientras se imaginaba a sí misma siendo una mujer mucho más 
audaz... 
— Buenos días, cosita dulce. 
Ella le dedico una sonrisa sexy, luego extendió su mano, doblando un dedo en un 
movimiento que lo llamaba más cerca. 
—Ven aquí. Tengo algo que mostrarte. 
En la fantasía, las palabras la abandonaban en un tono suave y atrevido que 
en verdad nunca había usado e incluso no sabía si poseía. 
Rodeando el mostrador y el escritorio detrás de este, Ty le dio a su cabeza una 
inclinación lúdica que decía que estaba intrigado. 
Ella se puso de pie, revelando una corta falda y una blusa transparente con un sostén 
de encaje debajo. No es que ella alguna vez usara algo como eso para ir a trabajar, 
incluso aunque lo tuviera, pero era su fantasía, así que siguió adelante. 
— Bonito— él dijo sobre el traje, rastrillando su mirada desde sus hombros hasta sus 
rodillas.
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— Gracias, pero eso no es lo que tengo que mostrarte. — Él levantó sus cejas color 
arena en expectación. 
—Soy todo ojos, cosita dulce. ¿Qué tienes para mí? — Ella le dio una mueca burlona 
y miró hacia abajo. 
—Espero que no te altere. 
— Bueno, vamos a averiguarlo. 
Se inclinó, enganchó un dedo en la abertura de la falda y la levantó lentamente hacia 
arriba hasta que su coño quedó expuesto. 
—Olvidé ponerme mi ropa interior esta mañana. Muy poco profesional de mi parte. 
Espero que no estés enojado. 
Cuando levantó la mirada de nuevo hacia él, había calor en sus ojos. Sus pezones se 
parecían diminutas balas contra su sujetador. 
— No estoy enfado— dijo Ty, una lenta y sexy sonrisa creciendo en su cara. —Pero 
hay consecuencias para las niñas que olvidan su ropa interior cuando van a trabajar. 
Ella levantó una uña a su labio imitando preocupación. — ¿Cuáles son? 
— Bueno— su voz yendo más baja mientras se acercaba para deslizar sus manos 
suavemente sobre sus caderas, —es un hecho conocido que si olvidas tu ropa interior, tu jefe te 
va a follar. 
Mía se mordió el labio, su cuerpo ruborizado de calor. Mirando hacia abajo, 
pudo ver la reacción de su caliente fantasía, sus pezones se habían endurecido, no 
sólo en su imaginación, sino también en la realidad, ahora sobresalian a través de 
su sujetador y su ajustada blusa amarilla. 
Miró otra vez hacia la oficina de Ty. ¿Alguna vez los notaste? ¿Sabes cómo 
están por ti? Luego suspiró. ¿O esto sólo te hace creer que tengo frío, a pesar de que 
vivimos en una de las ciudades más calurosa del país?
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Ella sacudió la cabeza, luego decidió que no había ninguna razón para no 
hundirse en su fantasía, sobre todo porque acababa de llegar a la parte buena. 
— Bésame— ella dijo. 
No. Eso era demasiado manso. Estaba bien para las fantasías más 
románticas que a veces se consentía, pero las imaginaciones de hoy eran todas 
sobre calor, así que lo cambió a —Fóllame. 
Entonces bajo su culo sobre su escritorio, separando sus piernas para que él diera un 
paso entremedio. Mientras él trabajaba para desabrochar los botones de su delgada blusa, ella 
se estiraba para abrir sus jeans. 
Dios, le encantaba cuando Ty usaba jeans. Él dirigía un lugar de trabajo 
totalmente casual, y casi todos los días lo encontraban en largos y anchos shorts, 
pero en los días más fríos del invierno a menudo traía sus jeans, y afortunadamente, 
el aire hoy era fresco. Había notado el desgastado denim incluso durante el corto 
vistazo que había tenido de él. Adoraba la forma en que moldeaban suavemente a 
su trasero, y en el frente, su sexy bulto. Y hablando de bultos sexys... 
Inclinándose para besarla, él empujó su blusa abierta, luego bajó los tirantes del 
sujetador por sus hombros así las copas de encaje cayeron lo suficiente para que sus pechos se 
agitaran libres. Mientras cerraba sus manos sobre ellos, ella finalmente consiguió desabrochar 
sus jeans y abrirlos ampliamente, sacando su polla grande y dura. 
— Oh, fóllame, Ty— dijo otra vez, con mayor urgencia esta vez. Entonces compartió 
la verdad con él. —He querido esto por mucho tiempo. 
Su sonrisa era cálida, felizmente sorprendida. —Bueno, ¿por qué no lo dijiste, nena? 
Agarrando su culo, él curvo sus manos alrededor de su carne, firme y seguro, y 
condujo su rígido eje en ella, maravillosamente profundo. 
— Mmm— ronroneó sin querer. 
— ¿Dijiste algo, Mía?— sonó la voz de Ty desde dentro de su oficina.
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Ella se estremeció. —Um, no. Solo estaba... hablando conmigo misma. 
Ty se rió suavemente de ella, ese era el tipo fácil de relación que tenían y 
entonces la oficina quedó en silencio otra vez... 
Y él estaba sobre ella de nuevo. Empujando con suaves movimientos, cada uno lleno 
de placer. Mía cerró sus ojos. Estaba desabrochando la camisa de él, pasando sus manos sobre 
su pecho, presionando sus desnudos y sensibles pechos contra él. 
— Te sientes tan bien, nena— él estaba murmurando en su oído, bajo y dulce. — 
¿Por qué no hemos estado haciendo esto todo el tiempo? 
— No sé— le susurró, —pero sin duda valió la pena esperar. 
— Quiero hacer que te corras— dijo, deslizando sus manos más cerca de su culo y 
levantándola del escritorio. —Quiero hacerte gritar para mí, cosita dulce. 
Y, por supuesto, él sabía exactamente el ángulo correcto en el cual sostenerla y 
exactamente cuándo disminuir sus empujes mientras ella se retorcía en su contra, 
aproximándose al clímax. —Pronto, querido— susurró ella. —Muy pronto. 
— Ahora— exigió con tanta dureza que la sorprendió; y envió destellos por su cuerpo 
de una forma completamente nueva mientras la miraba fijamente a los ojos, insistiendo sobre 
su orgasmo. 
Oh sí, ella podía sentirlo reuniéndose, cada vez más cerca, subiendo más alto, más 
alto, escalando por su cruda orden, y por su mirada, su sexy, sexy mirada, hasta que… 
—¡Oh!— gritó mientras este la superó; los calientes y casi violentos espasmos de 
liberación se precipitaron como un río de fuego, y se sacudió contra él, montándolo mientras 
murmuraba, —Así es, nena, eso está bien. Sigue corriéndote. Te estás viniendo tan bien para 
mí, cosita dulce, tan jodidamente bien. 
El trinar del teléfono la envió saltando de su asiento como si alguien acabara 
de clavar una tachuela en su trasero. —¡Por Dios!— chilló ella, luego se recompuso 
y arrebató el auricular. —Mensajeros de Bourbon Street.
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— Oye Mía, soy Brad. ¿Todavía está Ty? 
Su contador… Era esa época del año. —Por supuesto. Espera— apretó el 
botón de espera en línea, entonces gritó, —Ty, Brad en la uno. 
Podía sentir la sonrisa de Ty cuando él dijo, —Uh, ¿estás bien ahí? 
— Bien, gracias— ella mintió, alegre, pero corto. Estaba sudando 
profusamente por la fantasía, y por la conmoción de ser sacudida de nuevo a la 
realidad. 
Entonces vino su familiar risita. —Después de cinco años de contestar el 
teléfono, no creería que te asustaría tanto. 
Y después de cinco años de suspirar por ti constantemente, creería que ya lo habrías 
notado. 
Pero, quizás lo había notado, y simplemente no estaba interesado. Ella era 
hermana de Tim, después de todo, y estaba segura de que Ty no pensaba en ella de 
ninguna otra manera. Lo que significaba que todo su sudor era en vano. 
Incluso ahora, no podía evitar recordar los casos de su fraternal afecto. A 
pesar de que él no tenía reparos en salir con todas las mujeres salvajes en la ciudad, 
estaba siempre dispuesto a dar su opinión si creía que ella estaba saliendo con 
alguien que no era lo suficientemente bueno, o “parece un poco rudo para ti, cosita 
dulce”, o “tiene demasiados tatuajes, si me preguntas”. 
Eso siempre la hacía reír, precisamente porque todos sabían que Ty no era 
un ángel, pero asumía que ella lo era, y parecía gustarle de esa manera. 
Pero esos tipos rudos con tatuajes, resultaba que, eran más su tipo de lo que 
ella siquiera había imaginado, y ellos le habían enseñado un poco sobre la diversión 
y el sexo. Ella podía no ser dueña de una blusa transparente, y podía no haber 
salido nunca de su apartamento sin ropa interior, pero en el interior, sin duda se 
cernía sobre el borde de ser una chica mala.
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Ty nunca lo creería, por supuesto. Probablemente tendría un ataque al 
corazón si se enteraba. La verdad era, según ella creía, que se conocían desde hacía 
demasiado tiempo. Él tenía ciertas ideas acerca de quién era ella, sobre lo que 
quería; ideas que habían sido ciertas durante mucho tiempo, pero lo que él no notó 
era que había crecido. Por el amor de Dios, ella tenía treinta y un años. 
Sin embargo, Ty seguía viendo a la tonta y juguetona adolescente que una 
vez había sido, la chica que estaba bien para algunas risas y un coqueteo inofensivo. 
Y ella suponía que ahora también la veía como una competente recepcionista y 
contadora; ella era más o menos su chica de los viernes para el servicio de 
mensajería en bicicleta en el corazón del barrio francés, donde el tráfico de 
bicicletas a menudo se movía mucho más rápido que los vehículos. Pero cuando se 
trataba de sexo, estaba segura de que él pensaba que era una chica mucho más 
agradable de lo que realmente era, por no hablar de una chica mucho más 
agradable de lo que quería ser. Y eso era sin duda su pérdida. 
En ese momento, la puerta se abrió de nuevo y pasó el mejor amigo de Ty, 
Jack Wade. Jack tenía una agencia de investigadores privados a sólo un par de 
manzanas de distancia. —Hola, Mía. 
— Hey— contestó ella con una sonrisa. Había conocido a Jack casi durante 
tanto tiempo como a Ty, ya que ambos habían ido con Tim en la universidad. La 
oscura y apuesta apariencia de Jack se complementaba perfectamente con la rubia 
imagen de chico de playa de Ty. Ella incluso había escuchado rumores a través de 
amigos en común que la actual mujer de Jack, Liz, había dejado que los dos la 
compartieran una noche a principio de su relación. La sola idea hizo que su coño 
zumbara de deseo. 
— ¿Está dentro?— Jack señaló hacia la oficina de Ty. 
— En el teléfono— dijo ella, —pero no debería tardar mucho. 
Jack levantó sus codos sobre el mostrador y se inclinó. —Bueno, mientras 
espero, puedo decirte lo que vine a decirle. Liz y yo celebraremos Mardi Gras con
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una gran fiesta el sábado por la noche, y estás invitada. Trae la máscara y las perlas, 
nosotros proporcionaremos el jambalaya1 y el alcohol. ¿Crees que puedes hacerlo? 
¿Una fiesta en la casa de Jack? ¿Dónde Ty casi seguro iría? Esta no era la 
primera ocasión en que la invitaban, a Jack le gustaba hacer reuniones de vez en 
cuando, e incluso sabiendo que nada nuevo ocurriría con su sexy jefe, era una fiesta 
que Mía no podía resistir. 
Le sonrió a Jack. —Por supuesto. Suena divertido. ¿A qué hora? 
— Comienza a las ocho— él le sonrió. —Liz estará contenta de que vayas; 
piensa que eres muy dulce. 
Mía resistió la tentación de rodar los ojos. ¿Incluso la esposa de Jack, quien 
a todas luces había sido una dama formal y correcta antes de conocerlo creía que 
ella era dulce? Estaba condenada. Sin embargo, forzó una sonrisa. 
—Sería bueno conocerla un poco mejor. 
En ese momento, oyeron a Ty colgar el teléfono, así que Jack se dirigió a la 
oficina. 
— Bueno, si es el viejo hombre casado haciendome una visita— Ty lo 
saludó con una sonrisa, y Mía decidió que era hora de hacer algo constructivo, por 
primera vez. 
Levantándose de su escritorio, trató de ignorar el ligero oleaje de su coño 
mientras se apoyaba en la puerta de la oficina. —Ty, Dan y Annie están fuera en 
sus recorridos, pero Bobby no ha llegado todavía y hay una entrega adeudada en la 
Jackson Square a las diez. Ya que está tranquilo, caminaré hasta allí antes de que 
sea tarde. 
Su jefe asintió. —Gracias por tomar el relevo por él, cosita dulce. Eres la 
mejor— concluyó con un guiño, y como de costumbre, su coño se agitó. 
1 La jambalaya es un plato cuyo ingrediente base es el arroz. Los principales ingredientes son: pollo, jamón 
crudo, langostinos y mucha pimienta.
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* * * * * 
— ¿Alguna vez piensas en establecerte, casarte?— preguntó Jack, en 
respuesta al saludo de Ty. 
Ty se hizo hacia atrás con una suave sonrisa. Hasta hace un año atrás o algo 
así, esa pregunta ni siquiera habría aparecido en la pantalla del radar de Jack. Pero 
el matrimonio había cambiado a su mejor amigo, al menos en algunos aspectos. 
—¿Yo?— preguntó. —De ninguna manera, compadre. 
— Vamos, amigo mío, no es como si tuviera la peste o algo así. De hecho, tú 
bien sabes lo que tengo, una mujer hermosa y sensual que le encanta follar tanto 
como a mí. No es exactamente una cadena perpetua ni nada. 
Oh sip, Ty sabía lo que Jack tenía con Liz, muy bien. Y si él podía encontrar 
a una chica como Liz; bueno, quién sabe, tal vez la palabra con “M” no sonaría tan 
terrible. Pero como estaban las cosas, no creía que eso estuviera en las cartas para 
él. 
— Además, estás poniéndote viejo tan rápido como yo— añadió Jack. 
Eso era verdad. Él acababa de cumplir treinta y seis. Difícil de creer, 
teniendo en cuenta que su libido se sentía como si perteneciera a un chico de 
diecinueve años, pero sabía que su madre y sus hermanas en la casa de Michigan 
había casi renunciado a conseguir que se casara. Lo cual era también la forma en 
que él lo veía. 
—Ya sabes cómo es la relación con las mujeres— dijo Ty. 
Jack se inclinó un poco hacia atrás, con una ocurrente sonrisa. 
—No, amigo, ¿cómo es exactamente? 
Ty puso los pies sobre su escritorio, estirándose también. —Conozco a un 
montón de mujeres a quienes les gusta follar y que lo hacen malditamente bien.
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Pero todavía tengo que conocer a una que...— ¿Cómo explicarlo? —...tenga algo 
más que ofrecer. 
Jack parpadeó. —No estoy seguro a qué te refieres. 
— Solo que nunca tengo problemas para conectar sexualmente con 
jovencitas, pero en mi experiencia, a las chicas que les gusta la fiesta no son las 
chicas que me hacen sentir... bueno, algo más que una polla dura. 
Jack ladeó su cabeza. —Pensaba así una vez, también, pero entonces Liz 
caminó a través de mi puerta y todo cambió. Sólo hace falta encontrar la correcta es 
todo. 
Ty le dio a su cabeza una sacudida. —Tuviste suerte, pero eso no quiere 
decir que haya una Liz para cada hombre. Las chicas que conozco, o son un cien 
por ciento tiernas y dulces, o un cien por ciento bajas y sucias. No puedo vivir sin el 
bajo y sucio, por lo que tengo que vivir sin el tierno y dulce. 
— Todo un sacrificio— bromeó Jack. 
Ty lanzó una suave sonrisa. —Lo creas o no, la falta de sustancia se pasa de 
moda. 
Esta vez, Jack dejó escapar una carcajada. —Estás tan lleno de mierda. Se te 
olvida, que yo estaba exactamente así hace un año. Encontrar a la mujer adecuada 
es la cosa más grande en la tierra, pero de cualquier manera, no me puedes decir 
que el sexo caliente pasa de moda. 
— Tal vez estoy llegando a un punto que tú nunca has alcanzado— sugirió 
Ty. Él negó con la cabeza, medio riéndose de sí mismo junto con Jack, pero 
tratando de averiguar lo que estaba intentando transmitir. —Como que estoy… un 
poco aburrido últimamente, supongo. Quiero decir, es lo todo mismo después de 
un tiempo. Diferente chica, misma experiencia. 
— ¿Qué es exactamente lo que no consigues que deseas tanto?
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Ty bajó sus ojos al suelo de madera debajo de él y ladeó una ligera sonrisa 
hacia su amigo. Dada la dirección que había tomado la conversación, se alegraba 
de que Mía hubiera salido durante unos minutos así podía hablar libremente. 
— ¿Alguna vez has sido... atado por una mujer? 
Otra risita se hizo eco hacia el techo, una sonrisa fácil adornaba la cara de 
Jack. —Por supuesto. Liz y yo jugamos con ese tipo de cosas. Jugamos a todo. 
— ¿Eso te gusta? 
Jack destelló una mirada de ¿hablas en serio? —Es Liz. Todo lo que hace 
Liz me gusta. 
— ¿Y si fuera otra persona? 
— Quién sabe. No puedo decirlo. 
Ty se reclinó en su silla una vez más. —He estado pensando acerca de ese 
tipo de cosas. Lo creas o no, nunca he estado con una mujer que estuviera en el 
tema de la esclavitud, y supongo que estoy buscando algo nuevo para mantener las 
relaciones sexuales interesantes. 
Jack se sentó un poco más erguido en su silla. 
—Bueno, ya sabes, hay bares a los que puedes ir, lugares para conocer 
mujeres que están en eso. 
Él asintió vacilante. —Lo sé. Pero no estoy seguro de que quiero toda la 
cosa del amordazamiento, sujeción de pezones. Nada duro. Yo sólo quiero... ya 
sabes... experimentar un poco. 
— Parece que necesitas una esposa, amigo mío— dijo Jack con una sonrisa. 
— ¿Qué? 
— Consíguete una esposa y podrás experimentar con todo lo que quieras.
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Pero Ty sacudió su cabeza. —No, si consigo una esposa como Liz podría 
hacer eso. Pero no creo que todas las esposas sean así de complacientes. 
Y la verdad es que, Ty había estado saliendo estrictamente con chicas 
traviesas y sexys durante tanto tiempo que ni siquiera sabía que debería buscar si era 
capaz de cambiar su atención a las niñas dulces. Esa perfecta combinación que Jack 
había encontrado en Liz... bueno, suponía que era una vez en la vida, que ella era 
única en su clase. 
Y, además… ¿chicas dulces y él? Simplemente no tenía sentido. 
Toma a Mía, por ejemplo. Ella era tan dulce como podía ser, y le encantaba 
estar con ella, trabajar con ella, encontrarse con ella en un bar o una fiesta, pero 
cuando llegaba el momento de la intimidad, bueno... simplemente estaba 
demasiado acostumbrado al sexo caliente y salvaje para renunciar a ello, y 
cualquier chica buena que se precie de serlo probablemente se desmayaría si él le 
dijera que quería que lo atara y follara la tapa de sus sesos. 
— Hablando de Liz— dijo Jack, —esa es la razón por la que me detuve por 
aquí. 
Su voz trajo a Ty de nuevo a la conversación. —Ah, ¿sí? 
— Mi adorable esposa y yo estamos preparando una fiesta el sábado por la 
noche para dar comienzo a Mardi Gras. A las ocho en punto. Los sospechosos de 
siempre, además de algunas personas de la oficina de Liz. 
— ¿Invitaste a Mía? 
Jack asintió. —Por supuesto. ¿Por qué? 
Se encogió de hombros. —Es divertida para pasar el rato. 
Jack le dio a su cabeza una inclinación especulativa, y Ty casi podía leer sus 
pensamientos antes de que él los dijera en voz alta.
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—Esa es a quien tú deberías invitar a salir. Mía es una dulzura. 
Ty simplemente se echó a reír. — ¿Estás sordo, Jack? Te lo acabo de decir, 
las chicas dulces y yo somos como el agua y el aceite. Nunca funcionaría. Y 
además, ella es la hermana pequeña de Tim. La conozco desde que era una niña. 
No me sentiría bien si alcanzamos cualquier lugar siquiera cerca del sexo. Por no 
hablar de que es una gran empleada, y no correría el riesgo de joder nuestra 
relación de trabajo. 
Jack suspiró. —Pues bien, tal vez tengas suerte y conectes con otra persona 
en nuestra pequeña fiesta. 
— ¿Tiene Liz alguna compañera caliente que le guste jugar con látigos y 
cadenas? 
Jack sonrió. —Eso tendrás que averiguarlo por ti mismo, mi buen amigo. 
* * * * * 
Mía se quedó petrificada en su escritorio. Cuando regresó a la oficina por su 
bolso, Ty y Jack se estaban riendo de algo y no la habían oído entrar. 
Claramente no la habían escuchado. 
Porque estaban hablando de follar, y ser atados. Todo su cuerpo había 
chisporroteado de sorpresa… y excitación. 
La conversación que había escuchado ciertamente había confirmado una 
cosa. Ty no tenía ningún interés en ella como amante. Como lo había sospechado, 
simplemente no pensaba en ella de esa manera, aparentemente no podía verla de 
esa manera. 
La parte que realmente capturó su atención, sin embargo, fue cuando él le 
dijo a Jack que quería ser atado. Su sangre corría caliente sólo de imaginar a Ty, 
desnudo y atado, a su merced. Hasta ese momento, no había sido consciente de que
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quería experimentar un poco de bondage2, pero el fuerte palpitar de su coño decía 
que sí. 
Mientras estaba de pie allí, quieta, bolso en mano, sin saber muy bien qué 
hacer, o cómo escabullirse de vuelta sin que ellos oyeran la puerta, una idea cruzó 
por su mente. Una idea realmente traviesa. 
¿Podía ella, la dulce Mía, hacer una cosa así? 
Si lo quería intentar, tomaría algo de trabajo. 
Primero, tenía que visitar su tienda de artesanías favorita abajo en la Royal, 
ellos almacenaban toneladas de purpurina y plumas en esta época del año. Y con 
suerte tendrían, su más reciente proyecto de artesanía, hacer máscaras de Mardi 
Gras. Todo había comenzado como una forma de ayudar a su sobrina de quinto 
grado con una tarea de arte para la escuela, pero de repente se dio cuenta de que la 
artesanía podría tener un beneficio mucho más personal y satisfactorio. Tendría que 
hacer algunas otras compras, también, por supuesto, pero si estaba considerando 
seriamente esta posibilidad, tal vez debería empezar por hacer una máscara especial 
y dejar que sea su guía. 
Para su sorpresa, mientras más lo pensaba, más concreta se volvía la idea. 
Convirtiéndose en algo que definitivamente iba a hacer, algo que tenía que hacer, 
de hecho. 
Ty había confirmado sus sospechas. Él pensaba que las mujeres eran chicas 
buenas o traviesas, sin términos medios. Eso era una lástima, pero no una sorpresa. 
Ella estaba loca por Ty, pero a veces era un chico típico. Evidentemente Jack había 
sido iluminado por Liz, pero Ty permanecía en la oscuridad. 
2 Bondage es una denominación aplicada a los encordamientos eróticos ejecutados sobre una persona vestida o 
desnuda. 
Los atamientos pueden hacerse sobre una parte o sobre la totalidad del cuerpo, utilizando generalmente 
cuerdas, aunque también se puede ver en muchas ocasiones el uso de cinta, telas, cadenas, esposas, y 
cualquier otra cosa que pueda servir para inmovilizar a una persona. Con cierta frecuencia, a la persona se 
le aplica una mordaza o los ojos vendados. 
El bondage puede usarse como práctica estético-erótica, como parte de una relación BDSM, como una variante 
erótica más o como elemento en ceremonias de dominación o de sadomasoquismo.
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Ahora sabía que Ty nunca la vería como algo más que una buena chica. Y la 
verdad era que, dado el tiempo que hacía que conocían, y que él todavía se 
mantenía en contacto con su hermano en Nueva York, y que parecía gustarle e 
incluso valorar su dulzura, ella simplemente no creía que pudiera soportar 
desilusionarlo y arriesgar la alta opinión que tenia de ella. 
Pero ahora que entendía todo y que sabía, por desgracia, que nada 
romántico sucedería entre ella y el objeto de su afecto, iba a darse un regalo muy 
grande en esa temporada de carnaval. 
Ella iba a tener Ty, de una vez por todas. 
Él simplemente no se daría cuenta. 
Sintió una pequeña mueca malvada desplegarse en su cara, anticipando su 
plan. 
— Bueno, será mejor que regrese al trabajo. Mis casos no van a solucionarse 
por sí mismos— dijo Jack, dándole a Mía el tiempo suficiente para agacharse detrás 
de su escritorio mientras él salía de la oficina de Ty. 
— Oye, ¿harás tu mundialmente famosa jambalaya el sábado?— gritó Ty 
detrás de él. 
— No sería una fiesta sin ello, amigo— dijo Jack. —Nos vemos luego. 
— Muy bien, amigo. Hasta luego. 
Haciendo todo lo posible para pensar rápido mientras Jack atravesaba la 
puerta, y dejaba entrar una ráfaga de aire frío, los sonidos imprecisos del tráfico y 
una bocina tocando en algún lugar a la distancia, Mía apareció de pronto desde 
detrás del mostrador, dejó escapar un suspiro, luego golpeó un cajón del escritorio. 
Unos segundos más tarde, Ty se inclinó a través de la puerta. — ¿Mía? 
¿Cuándo regresaste?
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— Justo ahora. Me crucé con Jack en el camino y él sostuvo la puerta para 
mí. Por eso que sólo la oíste abrirse una vez. —Olvidé mi bolso— añadió, 
levantándolo en el aire. — ¿Ves? 
Él se quedó perplejo. —Yo... no te oí decirle nada a Jack. 
Ella parpadeó. —Nosotros… intercambiamos asentimientos. 
— ¿Intercambiaron asentimientos?— él la miraba como si perteneciera a una 
sala mental. 
— Síp— dijo ella, bajando la mirada hacia su bolso y los dos pequeños 
paquetes en sus brazos. —Me tengo que ir. No queremos que estos lleguen tarde— 
dijo, pasó corriendo junto a él hacia Bourbon, donde finalmente dejó escapar un 
suspiro de alivio. Jesús, había estado muy cerca. 
Pero no podía lamentar lo sucedido. 
Por lo que acababa de oír, iba a hacer sus sueños realidad. Bueno, no todos 
sus sueños, no habría una boda o una luna de miel, o niños dos puntos cinco y un 
perro con Ty. Pero iba a hacer que sus sueños sexuales se hicieran realidad, y en el 
proceso, iba a darle a Ty una noche que nunca olvidaría.
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Capítulo Dos 
La piel de Mía picó cuando se puso de pie ante el espejo en su dormitorio. 
Su plan había funcionado incluso mejor de lo que había esperado o 
imaginado. Si no supiera que estaba viendo su propio reflejo, nunca se habría 
reconocido a sí misma. 
Había escondido su cabello castaño pálido bajo una peluca color caoba de 
larga cabellera rizada, y había disfrazado sus ojos azules detrás de unos lentes de 
contacto verde bosque. Se había aplicado maquillaje mucho más cargado de lo 
habitual, destacando sus ojos con una gran cantidad de delineador y rímel, y 
acentuando sus labios con un cálido tono rojo. 
No creía que Ty la reconociera del cuello hacia abajo, tampoco. No tenia 
ropa sexy y trasparente en su armario, pero un audaz viaje de compras había 
cambiado eso. Al igual que en su fantasía, el otro día, se puso un sujetador negro de 
encaje debajo de una blusa negra transparente. Más abajo, su mini negra poseía 
cada elemento de la fantasía, excepto la sexy abertura. Y debajo de esta... se sentía 
positivamente pecadora en la tanga de encaje negra y el liguero a juego unido a 
medias negras de encaje. 
Alcanzando la cómoda a su lado, tomó dos largas tiras de perlas ónix y las 
puso sobre su cabeza. Les dio dos vueltas, tirando hacia abajo hasta que una vuelta 
rodeaba su cuello y la otra cubría sus senos. 
Para rematar las cosas, agregó la pièce de résistance3; deslizó una 
exuberante y sexy máscara negra y plateada, de manera que sólo el vibrante verde 
de sus ojos brillara a través de esta. Dos gruesas y prodigiosas plumas sobresalían 
provocativamente de un lado de la brillante máscara negra, los bordes delineados 
3 Del francés: Atracción principal.
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en cordón de plata brillante. Tres lentejuelas plateadas destacaban el punto exterior 
de cada ojo. 
— Tú eres una gatita sexual, nena— le dijo a su reflejo en la voz más baja 
que había estado practicando, asegurándose de pronunciar sus palabras más que de 
costumbre. —Y Ty nunca sabrá que eres tú. 
* * * * * 
Mientras Mía caminaba por la antigua acera en lo que solía ser la zona más 
tranquila de la calle Bourbon, la música y las voces ahogaban el clic de sus tacones 
altos. Claramente Jack y Liz no eran las únicas personas dando una fiesta esta 
noche, a medida que los olores de la comida picante y las parrillas calientes 
llenaban el aire. Rock, jazz y Zydeco4 competían por la supremacía de sonido, 
junto con las notas de un solitario saxofón en algún lugar a la distancia. 
Pasó a dos jóvenes con taps conectadas a la planta de sus zapatos de tenis, 
bailando de punta, y un bufón de la corte sobre zancos caminando como si fuera 
cualquier otra persona yendo hacia una noche de desenfreno en la Bourbon. Su 
mirada fue atraída a la vereda de enfrente, donde dos chicas estaban levantando sus 
camisetas sin mangas, mostrando sus pechos para conseguir collares. El grupo de 
chicos que las rodeaban silbaban, agregando comentarios como, —Bonitos, nena— 
mientras les entregaban los brillantes collares. A juzgar por lo cargados que estaban 
los cuellos de las chicas, ya habían estado muy ocupadas esa noche. 
El coño de Mía se hinchaba un poco más con cada paso que daba. No sólo 
por las sensuales vistas a su alrededor, sino porque debajo de su sexy atuendo, su 
ropa interior de encaje la abrazaba con fuerza, y sus ligas se frotaban contra sus 
piernas y culo con cada movimiento. Y a pesar de todo, el color y las personas y los 
senos a la vista en la calle, más algún par de ojos masculinos que la examinaron, se 
añadió a lo sexy que se sentía. 
— ¿Quieres algunos collares, querida?— preguntó un hombre con un 
4 Es la música originada por la combinación de la música cajun y elementos del blues. Es por lo tanto música 
propia de los afroamericanos de Luisana de lengua francesa.
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sombrero de vaquero mientras se aproximaba por la acera. Él miraba 
hambrientamente su pecho, pero a ella no le importaba, era guapo, de treinta y 
tantos años, y ella estaba tan caliente que la sugerencia solo añadía leña a su fuego. 
— No, pero gracias— dijo con una sonrisa en su nueva baja y sofisticada 
voz. 
Cada balcón a lo largo de la histórica calle estaba encadenado con 
serpentinas o bolas de color púrpura, oro y verde, y la mayoría estaban llenos de 
fiesteros. Cada balcón notó, mirando hacia arriba, excepto uno. La vista trajo una 
pecaminosa sonrisa a su cara. 
El tranquilo y oscuro balcón de hierro forjado que divisó estaba a menos a 
una manzana del lugar de Jack, y el apartamento al que se unía pertenecía a su tía 
Sofía. Su tía, la clase de mujer elegante y refinada que quería ser en el momento en 
que alcanzara la cincuentena, era un coleccionista de joyas y la propietaria de una 
cara tienda en St. Peter, que tenia por hábito cerrar durante las semanas anteriores a 
Mardi Gras. Era demasiado ruidoso y loco para su gusto, tanto en el trabajo como 
en la casa, ella siempre lo decía, por lo que aprovechaba cada año para irse al 
Caribe con su amante de siempre, Morris. 
Y ella continuamente invitaba a Mía a utilizar el apartamento mientras no 
estaba, dada su excelente ubicación sobre Bourbon, pero como el propio 
apartamento de Mía estaba solo a un par de manzanas sobre St. Phillip, nunca 
había tomado la oferta, hasta ahora. 
Prepárate, Ty, porque aquí vengo. 
Enderezando sus hombros y empujando fuera su pecho, caminó erguida y 
orgullosa por la calle y a través de la arcada que llevaba al apartamento de Jack. 
Disfrazada como estaba, pensó que debía estar nerviosa, pero en cambio, se sentía 
más segura y más sexy que nunca. Era como si la máscara y la peluca le dieran 
algún tipo de permiso para hacer todas las cosas que quería con Ty, sin preocuparse 
de que eso cambiara su opinión de ella. Sin preocuparse de que estropeara su
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relación o su trabajo. La única cosa que le preocupaba en ese momento era cómo 
iba a soportar la espera hasta que pudiera conseguir quitarle la ropa y salirse con la 
suya. 
Había esperado hasta después de las diez para llegar, y como había 
esperado, la fiesta parecía estar en pleno apogeo. Mientras subía las escaleras al aire 
libre hacia el lugar de Jack y Liz, se encontró con los fiesteros, algunos 
enmascarados, otros no, que habían salido a fumar. Música Jaunty Cajún5 llegaba 
desde el interior de la puerta que estaba abierta. Déjaselo a los Cajunes, pensó, 
hacen sonar al acordeón sexy. 
No podía estar más contenta al pasar a través de la puerta para encontrar a 
una gran multitud en una habitación con poca luz. Algunas personas estaban 
ataviadas con las obligatorias insignias de Mardi Gras en color púrpura, oro y 
verde, mientras que otras optaron por ropa diaria regular. Se mezcló a la 
perfección, sin siquiera intentarlo. 
Gran parte de la multitud estaba de pie atrás en los bordes de la sala, 
formando un círculo alrededor de Jack y Liz, quienes realizaban una versión sexy 
de paso doble. Mía nunca había visto a Jack mirar a cualquier mujer de la forma en 
que siempre miraba a Liz, como si iluminara su vida. 
Algunos de los invitados se movían al ritmo de la música, pero estaba claro 
que esa danza pertenecía a los dueños de la casa. Liz sonrió hacia los ojos de su 
marido, y Mía pudo ver el brillo en su mirada, incluso a través de la máscara roja 
que llevaba. No estaba segura de que jamás hubiera visto a dos personas así. 
Dios, quiero eso con Ty. 
Ella se estremeció al darse cuenta de lo que acababa de pensar. 
No podía tener eso con Ty. Lo que ella podía tener con Ty era sexo caliente. 
Y amistad. Independientes entre sí. Y eso era todo. 
5 Alegre, desenfadada.
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Cuando el candente tema Cajún llegó a su fin, la multitud dio un aplauso, y 
Ty apareció de repente, dando un paso adelante para palmear a Jack ligeramente en 
la espalda. 
—Casi lo haces ver como un buen bailarín— le dijo a Liz con una sonrisa. 
— Vaya, amigo, yo soy el que ha estado enseñándole. 
Cuando Ty levantó sus cejas, Liz dijo, —Es cierto. Jack me ha estado 
llevando a un lugar en el pantano por la barbacoa y el paso doble todos los viernes 
por la noche durante el último par de meses. 
— Tengo que conseguir algo Cajún en su alma— agregó Jack con una 
sonrisa. 
— En cambio, yo sólo voy a tomar a algún Cajún en mis brazos— dijo su 
esposa, tirando de él en un caluroso abrazo que Mía envidió. 
Pero deja de envidiar a Liz y Jack. De hecho, deja de pensar. Y empieza a entrar en tu 
juego. 
Afortunadamente, ver a Ty a través de la sala lo hizo más fácil. Desde que lo 
divisó, todo dentro de ella se apretó de excitación, y con el conocimiento de que esa 
noche finalmente lo tendría. Su coño se humedeció al recordar lo que había ido a 
hacer allí. 
Ya era hora de que saciara su lujuria por ese hombre, de una vez por todas. 
* * * * * 
Ty comprobó su reloj por quinta vez en la última hora. ¿Dónde estaba Mía? 
No es que realmente le importara, pero ella había dicho que iba a ir, y por lo 
general era puntual, y se preocupaba si no se presentaba en el lugar en que se 
suponía que estaría. La conocía hacia tanto tiempo, que le gustaba cuidar de ella 
cuando podía. Como un favor a Tim, y porque ella era una amiga, se dijo. Eso era todo.
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Cuando Liz pasó por ahí, con unos cuantos platos vacíos en sus manos, él 
bajó una mano en su brazo. — ¿Has visto a Mía? 
Ella sacudió la cabeza. —Ahora que lo mencionas, no. Sin embargo, Jack 
dijo que iba a venir. 
Le dio una ligera inclinación de cabeza, entonces dejó que Liz siguiera su 
camino. 
Sin embargo, no pudo evitar una rebelde punzada de envidia por su mejor 
amigo. Liz lo tenía todo. De hecho, él había tenido la oportunidad de obtener una 
muestra de Liz en la cama cuando ella y Jack habían comenzado a conocerse, 
habían querido experimentar con un trío, y ¿quién era él para interponerse en el 
camino? Afortunadamente, las cosas no se habían puesto difíciles después de eso. 
Había entendido que era una experiencia de una sola vez y, desde ese momento, 
estuvo muy contento de llegar a conocer a Liz como una amiga y futura esposa de 
Jack. Pero tanto como él le había dado a entender a Jack a principios de semana, a 
menudo se preguntaba cómo Jack se había vuelto tan afortunado de tener a su alma 
gemela caminando directo a su vida. 
Infiernos, tal vez él quería sentar la cabeza. Si no, ¿entonces por qué estaba 
tan celoso de la felicidad de Jack últimamente? 
Estaba teniendo pensamientos estúpidos, eso era todo. Y si era inteligente, 
dejaría de insistir en esos pensamientos estúpidos y haría lo que había planeado 
hacer en esa fiesta, encontrar alguna mujer hermosa y salvaje que quisiera liberarse 
y tener algo de diversión en Mardi Gras. 
Fue en ese preciso momento en que vio a la señora a través de la habitación. 
Incluso detrás de la máscara, sentía que ella lo estaba mirando. 
Una pelirroja con el cuerpo de humo. Hicieron contacto visual y ella 
lentamente lamió su labio superior. Sexy como el infierno. 
Al sentir el primer indicio de una reacción en su polla, decidió que tal vez su
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deseo estaba haciéndose realidad, la pelirroja debía ser una amiga de Liz, y ella 
lucía exactamente como una mujer que quería conseguir un “juntos y desnudos”. 
Si su experiencia se mantenía, ellos tendrían una buena noche o dos, o 
cinco, o diez, de sexo, y entonces terminarían, pero eso estaba bien. A pesar de sus 
breves momentos de envidia, él había más o menos aceptado que tener relaciones 
sexuales sin romance era parte de cómo funcionaba su vida. Y si hubiera necesitado 
una señal para demostrarlo, la sexy señora en negro y plateado lo era. 
Ahora, con su intensa mirada sobre él una vez más desde detrás de esa 
seductora máscara, ella metió el dedo en su copa de vino, y luego sensualmente lo 
deslizó en su boca, sorbiéndolo todo. Su pecho se calentó y su ingle se apretó más 
todavía. Muy bonito, nena, pensó, y esperaba como el infierno que ella pudiera leer 
la respuesta en sus ojos. 
En ese momento, alguien tropezó con ella, un hombre, alguien que Ty no 
conocía. El moreno del tipo empresario comenzó a hablar con ella, haciéndola 
sonreír, y una increíble e irracional ira creció dentro de él por haber interrumpido 
su silencioso coqueteo. Eso puso su polla aún más dura, haciéndolo desearla aún 
más, sintiendo como si el Sr. Pulcro acabara de invadir su territorio. 
Justo cuando estaba pensando en caminar hacia allí y encontrar alguna 
forma de hacer su reclamación sin parecer un loco, el hombre siguió su camino. 
Mirando detrás de él, la mujer de la máscara cambió su copa de una mano a la otra, 
y en el proceso dejó caer su servilleta de papel. Esta cayó al suelo a sus pies. 
Para sorpresa de Ty, ella echó una rápida mirada en su dirección. ¿Para 
asegurarse de que se seguía mirándola? 
Entonces se giró de espaldas al él y se inclinó por la cintura, bajando, 
bajando, haciendo que su falda se levantara por la parte de atrás, más allá de la 
parte superior de sus sexys medias de encaje y hasta las negras correas estiradas del 
liguero, él se quedó esperando echar un vistazo entre sus muslos. La falda no llego 
tan lejos, pero para el momento en que ella recuperó la servilleta y se paró de
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nuevo, él estaba tan duro que casi dolía. 
Justo entonces, una pieza de plata golpeó una copa de vino, y el zumbido de 
las voces llenando la habitación quedó en silencio, dejando sólo un lento vals Cajún 
sonando en su lugar. —Hay mucha más jambalaya en la cocina para cualquier 
persona que quiera— anunció Liz. 
De pie a su lado, Jack agregó, —Y si están listos para el postre, tenemos 
buñuelos frescos y, a pesar de que es un poco tarde en la temporada, un grandioso 
gran pastel del rey6. 
— Nunca es tarde para la torta del rey— gritó alguien con un pesado acento 
de Louisiana. 
Tradicionalmente, la torta del rey se supone que sea servida para el seis de 
enero, la epifanía y comienzo oficial de la temporada de Mardi Gras. Un bebé de 
plástico, para simbolizar el nuevo año, era cocinado dentro del pastel, y el que 
obtenía la porción con el bebé tenía que hospedar la siguiente velada. Pero, 
tradición a un lado, la torta del rey era un regalo muy común hasta el Fat Tuesday7 
y esta no sería una fiesta de Mardi Gras sin una. 
Volviendo su atención a la ardiente pelirroja, Ty vio que había dejado su 
lugar para avanzar hacia la mesa de postres. Él decidió quedarse atrás y evitar a la 
multitud por el momento, se acercaría a ella cuando no hubiera tanta gente a su 
alrededor. 
Parecía que se había ofrecido para ayudar a repartir el pastel mientras Liz lo 
cortaba, él observó cuando agarró dos platos morados de papel cubiertos con torta 
y dio unos pasos en la sala hasta dos fiesteros que la aliviaron de ellos. El mismo 
6 Al estilo de Luisiana, la King Cake es un rollo de canela como torta en el interior con azúcar glaseada con los 
tradicionales colores (verde, violeta, dorado) en el exterior. La torta tiene una pequeña baratija (a menudo 
un bebe de plástico, dicen para representar al Niño Jesús) en el interior (o algo colocado debajo), y la 
persona que recibe el pedazo de la torta con el abalorio tiene varios privilegios y obligaciones. 
7 El Fat Tuesday es el nombre tradicional para el día antes del Miércoles de Ceniza, el primer día de la 
Cuaresma. Es más comúnmente conocido como Mardi Gras, que es simplemente Fat Tuesday en francés. 
Recibe su nombre de la costumbre, en muchos países católicos, de marcar el día con fiesta antes de la 
temporada de ayuno de la cuaresma.
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escenario se repitió tres veces hasta que se dio cuenta de que estaba totalmente 
capturado por la visión de ella. Pero no podía evitarlo. Estaba intoxicado por su 
exuberante escote y esa sexy blusa transparente, y sus tacones negros de tiras eran 
tan calientes que pensaba que le gustaría sentir uno de ellos ligeramente en su 
espalda. Oh síp. 
En ese momento ella tomó otro pedazo de pastel y comenzó a zigzaguear a 
través de la multitud hasta que llegó a... él. Levantó el plato con una sonrisa 
insinuante. — ¿Hambriento?— preguntó en una baja y sexy voz como para hacerlo 
caer muerto. 
Sintió la pregunta en su polla. —Mucho— contestó, mirando sus cálidos 
ojos verdes. 
— Disfruta— le dijo mientras él aceptaba el pastel, luego se volvió y se alejó, 
la influjo de sus caderas era fascinante. 
Mientras Ty mordía la dulce porción, se encontró pensando: Infiernos, quién 
necesita una relación significativa cuando se tiene esto, una mujer muy caliente lista para lo 
que promete ser una noche de diversión por delante. 
Fue entonces cuando se dio cuenta que estaba comiendo... papel. 
Metiendo la mano en su boca, sacó una delgada hoja de papel amarillo 
arrugado. Este decía en fuertes letras en negro, ¿Quieres follar? 
Su polla amenazaba con estallar detrás de su cremallera en cualquier 
momento. Levantó la mirada para encontrar a la pelirroja a través de la sala, 
todavía repartiendo torta. Apoyando su plato en la mesa más cercana, hizo una 
línea recta hacia ella. 
Mientras ella se inclinaba para recoger dos platos más de la mesa de postres, 
él se inclinó detrás de ella, dejando que su cuerpo se pegara al de ella de la cintura 
para abajo.
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Ella se estremeció ligeramente, pero no se alejó, sólo se enderezó y se volvió 
para mirar por encima de su hombro. 
— Sí— sopló en voz baja en su oído. —Y quiero hacerlo duro. 
Tal vez no tendría que estar cien por cien seguro de que ella había enviado la 
nota, pero lo estaba. Simplemente lo sabía, sin un ápice de duda. Él se movió un 
poco más cerca, para que ella sintiera su erección presionando en la raja de su culo. 
Apoyando los platos de nuevo abajo, ella se volvió, hábilmente corriéndose 
a sí misma de entre él y la mesa, y le agarró la mano. —Sígueme. 
Solamente el toque de sus dedos se añadió a su calor mientras ella lo 
conducía a través del piso, alrededor de una esquina, y dentro del cuarto de baño, 
que estaba a la luz de las velas. Cerró la puerta de madera firmemente detrás de él y 
se volvió para mirarla. 
Sus ojos brillaban con el mismo fuego que quemaba caliente en sus venas, y 
su amplio pecho dejó escapar un poco de aire, rogando por su toque. Una sensual 
boca pintada con lápiz labial oscuro la hacía lucir aún más como una misteriosa 
pieza de fruta prohibida. Y él estaba listo para tomar un bocado. 
Dieron un paso hacia el otro al mismo tiempo, entrando uno en los brazos 
del otro. Los suyos colocándose alrededor de su cintura y los de ella rodeando su 
cuello. 
— ¿Cómo te llamas?— él preguntó, su boca cerniéndose una pulgada por 
encima de la de ella. 
Ella dudó un poco, luego lamió su labio superior. —Mina. 
— Encantado de conocerte, Mina. Soy Ty— dijo, y bajó un beso sobre esa 
oscura y sexy boca. 
Ella respondió con una ansiosa presión, hambrienta y dispuesta, tal y como 
él la deseaba. Ella sabía a dulce, como el pastel que acababa de comer, cuando
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facilitó su lengua entre sus labios. Sus pechos apretados firmes contra su pecho y su 
polla moldeada a la perfección con la abertura que podía sentir por debajo de su 
falda. 
Su piel estaba caliente al tacto, y sus movimientos contra él lo llenaban de 
nostalgia. Maldita sea, no podía recordar un momento en el que se hubiera puesto 
tan caliente tan rápido. La había deseado lo suficiente antes, en el cuarto lleno de 
gente, pero su deseo se había disparado desde que caminó tras una puerta cerrada 
con ella. 
Su lengua rodeó la suya en besos que crecieron más lentos, pero más 
calientes. Podía escucharlos a ambos respirando con dificultad mientras sus manos 
recorrían su espalda y ella pasaba los dedos por su pelo. Cuando él arrojó una 
mano alrededor de su pecho, era como si el cielo y el pecado colisionaran en la 
palma de su mano. La sensación de su exuberante carne, incluso a través de su 
blusa y sujetador, lo hizo empujar hacia la parte blanda entre sus muslos, el 
movimiento casi involuntario. 
Ella gimió cuando él pasó su pulgar a través del endurecido pezón que podía 
sentir a través de la delgada blusa y la ropa interior de encaje. 
— Quiero tu pecho en mi boca— él susurró mientras sus labios dejaban los 
suyos, aventurándose hacia abajo. Él inclinó su cabeza hacia atrás mientras ella 
llovía besos por su cuello y en la parte superior de su pecho a través de la “v” en su 
camiseta. 
— Mmm, quiero mi coño en tu boca— ronroneó ella entre beso y beso. 
Él gimió. Era una chica mala. Ya estaba loco por ella. 
Cuando ella alzó la mirada, arrastrando sus extendidos dedos hacia abajo 
por su pecho, él se estiró para quitarle la máscara. No estaba seguro de por qué; ni 
siquiera lo había planeado. Supuso que sólo quería ver mejor a esta ardiente y sexy 
mujer que estaba besándolo hasta dejarlo sin sentido. Él quería ver a quien estaba a 
punto de follar.
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Mordiéndose el labio, ella se lo impidió, sosteniendo la máscara en su lugar. 
—No. 
No discutió. En lugar de eso fue por la siguiente mejor opción, el botón 
entre sus pechos. Chasqueándolo lo abrió, llegando al interior, curvó sus dedos 
alrededor de la copa de su sujetador de encaje de un corte peligrosamente bajo. 
Ella dejó escapar un sexy suspiro ante su suave y sensual amasado, pero 
rápidamente apartó su mano, agarrando sus dos muñecas para evitar que fuera más 
lejos. —No— dijo ella, esta vez más firme. 
Él no sabía qué pensar. Incluso mientras mantenía sus muñecas a los 
costados, se inclinó para rastrillar un caliente beso en su exuberante boca. —Pensé 
que querías que te follara— él dijo, su voz saliendo ronca. — ¿Hice algo 
equivocado? 
Ella sacudió su cabeza, sus ojos tan llenos de pasión como antes. —Pero no 
quiero apurar las cosas, nene. Quiero hacer durar el placer. 
Algo sobre la forma en que lo dijo aumentó su deseo, forzando su cremallera 
más de lo que ya estaba. Él apoyó su frente contra la de ella, entregando uno, dos 
besos más pequeños diseñados para atraer. — ¿Qué tienes en mente? 
Le soltó las muñecas y mostró un atisbo de una sexy sonrisa. —Sígueme. 
Ella ya estaba buscando la perilla de la puerta cuando él sonrió y dijo, — 
¿No hemos hecho ya esta parte? 
— Esto era sólo el calentamiento, querido— dijo con esa voz ronca que lo 
ponía más lujurioso. Abriendo la puerta, miró por encima de su hombro hacia él, 
esa sexy máscara enmarcaban sus ojos con un brillo oscuro. —Para lo que quiero 
hacer contigo, tendrás que seguirme y ver a dónde te llevaré. ¿Vas a venir? 
Colocando sus manos sobre los hombros de ella, se inclinó para susurrarle 
en el oído cuando un hombre pasó junto a ellos hacia el cuarto de baño que
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quedaba libre. 
—No me has hecho correrme todavía, pero tengo la sensación de que lo 
harás. 
Sintió las palabras viajar a través de ella en la sexy extensión de sus 
hombros, en el impulso hacia adelante de sus pechos. 
— Voy a ir a donde quieras que vaya, cariño— agregó. —Sólo muéstrame 
el camino. 
* * * * * 
La piel de Mía se estremeció de calor en el momento en que llevó a Ty por 
la Bourbon Street hacia el apartamento de su tía. El estado de ánimo afuera sólo se 
añadió a su excitación. La gente se arremolinaba, las niñas todavía se estaban 
mostrando por collares, y un ambiente de fiesta impregnaba la noche más caliente 
que el promedio de febrero. 
Todavía estaba temblando sobre el nombre que le había dicho a él: Mina. 
Había temido descubrirse a sí misma incluso mientras salía de sus labios, pero que 
él había parecido aceptarlo sin pensar. Gracias a Dios que nunca le dijo que Mía 
era la abreviatura de Mina, que era la abreviatura de Guillermina, una bisabuela 
por parte de su padre. Al parecer, Tim nunca había tenido ocasión de mencionar 
esa trivialidad, tampoco, por lo que ahora estaba eternamente agradecida. 
También casi se había desmayado cuando él había tratado de quitarle la 
máscara. Gracias a Dios no había insistido. Todo dependía de mantener su sexy 
máscara puesta, y su rostro oculto. 
No había mirado hacia él mientras caminaba, no se atrevió. Estaba muy 
sorprendida de que realmente estuviera sucediendo, realmente funcionando. Había 
sido confiada, pero no había estado verdaderamente preparada para lo que se sentía 
tener sus manos sobre ella, su boca sobre la de ella. Finalmente besar al tan 
codiciado Ty había sido a la vez mágico y la cosa más natural del mundo. Él
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besaba exactamente como se había imaginado, con un suave e insistente calor y 
una lenta urgencia que podría conducir a la locura a una mujer. Casi creyó que 
podía correrse de solo besarlo. Y cuando su perfecta y deliciosamente gran erección 
había presionado en ella…Mmmm, su coño casi se había derretido de las llamas 
que había encendido allí. 
Ahora su ansioso coño zumbaba de deseo. Pero tenía un largo camino por 
recorrer antes de que en realidad lo tuviera, tuviera su pene, dentro de ella. Tenía 
planes para su hombre. Planes para una noche que él siempre recordaría.
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Capítulo Tres 
Ella lo llevó cruzando la calle y a través de un grupo de chicos de 
veintitantos años, consciente de que estaban mirando, consciente de que su blusa 
estaba desabrochada más allá de su sujetador. Decidió que debía ser una muchacha 
aún más traviesa de lo que pensaba, ya que no le importaba estar mostrándose para 
ellos, no le importaba que fuera probablemente muy claro que estaba a punto de 
seducir al hombre que la seguía. 
Liderando a Ty a través de una puerta de hierro forjado, subió las escaleras 
al apartamento del segundo piso de la tía de Sofía. No pudo evitar preguntarse si su 
culo estaba en la cara de él con cada escalón que subía, y si tal vez él estaba tentado 
a extender la mano y empujar hacia arriba su falda, e ir tras ella allí y ahora. Si lo 
hiciera, no estaba segura de tener la voluntad para detenerlo. 
Pero tienes que atenerte a tu plan, se recordó a sí misma. Si deseas darle una noche 
para recordar, tienes que tomar las cosas con calma y hacerlo bien, ponerlo donde tú lo 
quieres. Llevarlo donde él también quiere estar. 
Cuando llegaron al rellano, metió la mano en su sujetador, deslizando sus 
dedos por la suave curva inferior de su pecho izquierdo, y sacó la llave. 
Levantando la mirada, se encontró con que él la estaba observando. 
— Eso es malditamente sexy— dijo en voz baja y mordaz. 
Ella respondió con su sofisticada voz. —Me gusta viajar con poco peso. 
Él sonrió, sus ojos todo fuego y anticipación. 
Cuando ella abrió la puerta, no encendió la luz, dejó que la luz de la calle se 
filtrara a través de las ventanas delanteras y los guiara a través del departamento.
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Sólo cuando entró en lo que la tía Sophie se refiera como su sala del frente, 
justo al lado del balcón, encendió una lámpara con un regulador de intensidad. Lo 
mantuvo bajo, tanto para proteger su verdadera identidad como para crear un 
ambiente seductor. 
A continuación, se dirigió hacia las puertas francesas que llevaban al balcón. 
Por más que quería estar a solas con Ty, también lamentó tener que dejar la 
infecciosa decadencia de Mardi Gras atrás. En un impulso, abrió las puertas de par, 
dejando entrar los sonidos de la música, fragmentos de Dixieland8, jazz y Zydeco 
todos emanando desde la calle más abajo. Con estos llegó la estática vaga de las 
voces, risas y aromas de bombones dulces y gran cantidad de delicias picantes 
Cajún. Todo yendo dentro, pareciendo habitar la sala con ellos. 
Ella se había dejado caer por el apartamento de camino a casa desde el 
trabajo el día anterior para situar todo tal y como quería. Girar para ver la silla de la 
cocina que había colocado en el centro del suelo de la sala le recordó que, con su 
pasión ya en un tono febril, mejor ponía su estrategia en juego antes de que él la 
agarrara y comenzara a besarla y el plan quedara en el olvido. 
— Siéntate— dijo. No demasiado duro o autoritario. Sólo una petición. 
Él se movió hacia el sofá que descansaba contra la pared. 
— No. Allí— ella señaló la silla de madera. 
Él levantó su mirada. Sonrió ligera e inciertamente. 
—Uh, ¿por qué? 
Ella le devolvió una pequeña y mordaz sonrisa. —Sólo hazlo, querido. 
Él inclinó su cabeza especulando, como si tal vez estuviera sintonizando la 
idea de que ella estaba a punto de cumplir sus deseos privados, entonces se dirigió 
hacia la silla y tomó asiento. 
8
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Por supuesto, la forma en que él la estaba mirando ahora la hacía 
simplemente querer saltar sobre él y decidir “Que se joda el plan”, así que tuvo que 
trabajar para mantenerse calma y seguir adelante. Sin embargo, sus muslos dolían y 
su coño pulsaba de necesidad. Incluso sus brazos y manos se sentían pesados y 
hambrientos. Puro deseo empapaba todo su cuerpo en una forma que ella nunca 
había experimentado antes. 
— ¿Y ahora qué, nena?— preguntó en la voz más sexy y más rasposa que 
jamás había oído salir de su boca. 
Esto es cómo se siente ser su amante, pensó. 
La ardiente anticipación se escapaba de sus ojos y esto era sólo el principio, 
la previa. 
Se sintió dar pasos hacia él, sus zapatos haciendo clic a través de la madera 
pulida darse cuenta lo que estaba haciendo. De repente, él era como un imán para 
ella. Alcanzándolo audazmente levantó una pierna en su regazo, su falda 
elevándose casi hasta sus caderas mientras ella se ponía a horcajadas. 
Las manos de él se posaron sobre el exterior de sus muslos, rozando 
rápidamente hacia arriba, más allá del encaje de la parte superior de sus medias, 
por debajo de su falda, sobre el delgado tirante elástico de sus bragas. Un gruñido 
salió de él y su cuerpo entero palpitó, pesadamente como el ritmo de un tambor. Su 
coño se presionó contra la deliciosa longitud de su polla a través de sus jeans, 
provocando oleadas de placer que se sentían como tentáculos extendiéndose a 
través de su coño. No, esto es como se siente ser su amante. O estaba 
condenadamente cerca, de todos modos. 
— Bésame— dijo ella febrilmente. 
Sus lenguas se reunieron en el preciso segundo en que sus labios lo hicieron, 
en una cálida y sensual conexión que se sentía natural y correcta, la sensación 
fusionándose a través de ella como helado dejado fuera en el caliente sol de 
Louisiana.
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Nunca tomó la decisión consciente de empezar a desabrocharle la camisa, 
pero los botones se deslizaron libres debajo de sus dedos, uno por uno. Las manos 
de él dejaron sus caderas, entonces rozaron sus sensibles pechos mientras él 
trabajaba en sus botones, también. Cada beso se hizo más intoxicante hasta que ella 
finalmente empujó su camisa fuera de sus hombros, pasando sus manos sobre los 
músculos allí, extendiendo los dedos por la amplia y sexy extensión de su pecho. 
Se encogió de hombros fuera de la camisa antes de por fin desabrochar el 
último botón de su blusa. Ella no se molestó en quitarla por completo, dejando que 
la tela de gasa se desplomara sobre sus brazos en una forma que se sentía ligera y 
deliciosamente vinculante cuando se movía. Además, era demasiado problema 
alejar sus manos de su cuerpo finamente esculpido, medio descubierto por ella. 
Sus besos viajaron de su boca por su mandíbula, hacia su cuello. Ella se 
arqueó contra él, presionando su hambriento coño con más fuerza en su erección, 
inclinando su cabeza hacia atrás para darle la bienvenida a su aluvión de besos. Su 
boca pronto se hundió en la hinchazón superior de su pecho. Su coño se estremeció 
y su pulso se aceleró. 
Sus manos encontraron los dos sensibles montículos de carne justo debajo, 
ligeramente ahuecando las curvas exteriores mientras que rozaba con sus pulgares 
sus pezones cubiertos de encaje. Un suave gemido se le escapó cuando sus besos se 
extendieron en el valle entremedio, luego viajaron sobre la otra elevación. Sus 
pechos nunca se habían sentido tan sensibles, como un regalo que quería darle a su 
hombre. 
Él dejó caer su toque de nuevo a sus caderas, su culo, ayudándola, porque 
sin llegar a darse cuenta, en algún momento había empezado a moverse contra él, 
moliendo contra la irresistible columna de piedra bajo sus jeans. Oh Dios, a este 
ritmo, se correría pronto, antes de que la acción realmente se pusiera en marcha, lo 
que no quería, pero ¿cómo podía resistirse? 
Su cuerpo estaba a cargo ahora, retorciéndose contra él por voluntad propia.
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Él mordió el duro pico de su pecho a través del encaje que apenas lo cubría, 
y ella gritó. La deliciosa sensación se disparó directamente a su coño, y casi la 
empujó sobre el borde. Ella se movió con más fuerza contra él, queriendo más, 
más. 
Sus palmas recorrían su cuerpo, tan suavemente, su toque al mismo tiempo 
abrumador y el estímulo más maravilloso. Se oyó jadear, él también, y miró sus 
ojos para encontrar el mismo fuego que antes, sólo que ahora quemando más 
caliente. 
—Eres tan sexy nena— murmuró. —Tan jodidamente sexy. 
Él enmarcó su rostro con las manos y tiró de ella en un profundo beso que 
llegó hasta su alma, justo cuando él deslizó sus dedos por debajo de su máscara y 
comenzaba a sacarla por encima de su cabeza. 
Ella se hizo hacia atrás, tirando sus dedos lejos. —No— le espetó. 
Esto mató su creciente placer, y el orgasmo que se había sentido tan cerca... 
Pero eso de hecho estaba bien, a pesar de la frustración rugiendo a través de su 
cuerpo. Porque claramente había olvidado su plan, se había salido del camino. 
Tiempo de enfocarse. 
— ¿Por qué?— preguntó él. —Quiero verte. Quiero ver tu cara, Mina. 
Ella sacudió su cabeza, y entonces, tan doloroso como resultaba, se levantó 
de su regazo. 
El movimiento atormentó a su cuerpo con la pérdida, pero valía la pena, ya 
que su intento de quitarle la máscara fue una llamada de atención. No tenia que 
dejar que su propio deseo le hiciera perder lo mejor. Tiempo de tomar el control. 
Por completo. 
— ¿Qué pasa?— preguntó él, poniéndose de pie.
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Ella presionó su palma en el centro de su pecho y lo empujó hacia abajo. — 
Siéntate. 
— ¿Qué?— murmuró, viéndose confundido. 
— Has sido un chico malo— dijo, moviéndose hacia la bolsa de la compra 
que había colocado a sólo unos metros de distancia en su anterior visita al 
apartamento. Sacó una larga cuerda blanca que había comprado y caminó por 
detrás de su silla. 
—Dame tus muñecas. 
Él lanzó una rápida mirada por encima de su hombro, claramente 
sorprendido, pero luego su expresión se suavizó mientras movía sus brazos detrás 
de él, a través de la abertura baja en el respaldo de la silla. 
Mía respiró profundo mientras colocaba sus muñecas una sobre la otra, 
luego comenzó a atarlo. A propósito evitó atarlo a la silla, queriéndolo atado, pero 
todavía capaz de moverse a su antojo. Un dardo de oscuro placer atravesó su pecho 
mientras envolvía la cuerda, ajustadamente, más o menos, preguntándose si estaba 
mordiendo su piel, preguntándose si él estaba disfrutando de eso. 
Incluso después de su inicial deleite al escuchar la conversación de Ty y Jack 
en la oficina a principios de semana, ella no había esperado obtener alguna 
emoción profunda de asumir el papel de dominatriz, pero podía decir que se había 
equivocado. Le gustaba demasiado vincularlo con la cuerda, cada giro de la misma 
alrededor de sus muñecas llenándola con una sensación de prohibido calor. 
Cuando anudo la cuerda y caminó alrededor de él, su expresión se cernía en 
algún lugar entre excitada y divertida. 
— ¿Sabes que así no te puedo tocar? 
Sí, lo sabía. Un sacrificio, pero que valía la pena. —Eso está bien— entonces 
una idea la golpeó, una pequeña modificación en el plan. —Tal vez... debería
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hacerlo por ti. 
Con eso, se dirigió al equipo de música y pulsó el botón de reproducción 
para iniciar un CD que había traído el día anterior. Los altavoces resonaron con 
una canción sexy que siempre la calentaba. Por encima de un lento y palpitante 
ritmo de rock, el cantante le pedía a una mujer que fuera su amante, prometiendo 
mostrarle su oscuro secreto. 
Mía nunca había hecho un striptease antes, e incluso con la gran cantidad de 
clubes de hombres que se encontraban a sólo un par de cuadras de distancia, nunca 
había visto a una bailarina de striptease en vivo. Pero ella iba a intentar ser una, 
para Ty, y estaba tan emocionada que su excitación aplastaba cualquier temor. 
Alejándose de él, comenzó a balancear sus caderas sensualmente hacia atrás 
y adelante con el ritmo. Entonces se arqueó, inclinando sus hombros hacia atrás 
para dejar que su blusa transparente se deslizara de sus brazos y cayera 
silenciosamente al suelo. 
Girando, se apoyó contra la pared, una rodilla doblada, sus brazos estirados 
sobre su cabeza. Poco a poco, bajó sus manos, dejándolas rozar sensualmente los 
redondos globos de sus pechos, la plana superficie de su vientre desnudo, luego 
extendió sus dedos mientras ambas manos empujaban sus muslos. 
— Maldita sea, eso es caliente, nena— dijo, sonando totalmente hechizado. 
Curvando sus dedos alrededor del borde de su falda, encontró su mirada 
mientras juguetonamente levantaba la tela poco a poco. 
— Oh, síp. Eso está bien. Continúa. 
Cuando la falda se levantó pasando sus medias de encaje, alivió sus dedos 
sobre la carne de sus muslos, por debajo de las tirantes ligas negras. Deslizando las 
yemas de sus dedos hacia arriba, levantó la falda hasta sus caderas. Oyó suspirar a 
Ty ante la vista de su monte, que se había hinchado y estaba dolorido ahora. Fue 
un placer para ambos cuando ella deslizó su dedo medio entre sus piernas para una
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lenta caricia hacia arriba sobre sus bragas. Ella la sintió en su interior, sobre todo 
cuando Ty susurró, —Mmm, síp. 
Estirándose detrás de ella mientras reasumía su lento balanceo para la sexy 
canción, abrió la cremallera de la mini negra y utilizó ambas manos para empujarla 
hacia abajo, más abajo, hasta que se soltó a la mitad del muslo y cayó al suelo. Con 
cuidado dio un paso libre de esta, muy consciente de cómo lucía ahora, vestida sólo 
con sexy lencería negra, zapatos de tacón alto, y su brillante máscara de plumas. 
— Levántate— dijo. 
Él se puso de pie, viéndose demasiado bueno en esos agradables jeans 
ajustados, sus manos atadas detrás de su espalda. Pero estaba a punto de verse aún 
mejor. 
Avanzando hacia él, Mía pasó sus manos por su cuerpo duro y musculoso, 
desde los hombros a la cintura, donde dobló las puntas de los dedos de ambas 
manos en sus jeans. Deslizándolas hacia el centro, encontró un obstáculo 
increíblemente duro que la debilitó. —Mmm— dijo ella, desabrochando los jeans, 
entonces lentamente, bajó la cremallera. —Estás tan grande para mí. 
Metiendo la mano en la bragueta abierta, pasó su palma por su erección. 
Él inclinó su cabeza hacia atrás con un suspiro largo y sexy. —Oh, me estás 
matando aquí, cariño. 
Sonrió hacia él. —Bueno. Nada como un poco de tortura para ponerse de 
ánimo. 
Ellos intercambiaron miradas salvajes y él se inclinó para barrer un 
hambriento beso a través de su boca mientras ella apretaba y acariciaba su polla a 
través de sus calzoncillos. Ella estaba impresionada por lo grande que se sentía y 
eso no hizo sino aumentar su excitación. 
Moviéndose por detrás de él, enganchó sus pulgares en sus jeans y ropa
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interior y los arrastró hasta las rodillas. Casi se estremeció ante la vista de su culo 
apretado y redondo, sus muñecas atadas justo encima de este. 
Mientras él se quitaba los zapatos y comenzaba a maniobrar fuera de la 
mezclilla, ella corrió sus manos alrededor de él por detrás, acariciando su pecho, 
sus caderas, la parte superior de sus muslos, todo excepto la polla. 
Él inclinó su cabeza hacia atrás en frustración. —Por favor, nena. 
— Eso es, querido. Quiero escucharte rogar. Ruégame. 
Él dudó un momento, dejando escapar un pequeño gruñido, luego dijo, — 
Por favor, tócame— y agregó, —Vamos, cariño. Hazlo. 
Ella retiró sus manos. 
— ¿Qué?— preguntó él, claramente perturbado. 
— Eso sonó más como una exigencia que un ruego, —intencionalmente 
sonó molesta. 
En el momento en que se giró para enfrentarla, ella regresaba de otro viaje a 
la bolsa de la compra, de la que había recuperado una fusta de cuero negro. Se 
quedó de pie severamente golpeándola en la palma de su mano libre mientras le 
daba una mirada destinada a acabar con cualquier argumento. 
Él arqueó sus cejas. — ¿Tienes la intención de utilizar esa cosa en mí? 
— Has sido un chico malo. Claramente necesitas ser disciplinado. 
Se quedó mirándola incierto, como si tal vez estuviera reconsiderando el 
deseo de ser dominado. Pero teniendo en cuenta por todos los problemas que había 
pasado, organizando todo esto, estaría condenada si él iba a echarse atrás. 
Levantando el extremo con flecos de la fusta en su hombro mientras él observaba, 
deslizó la longitud de la herramienta a lo largo de la hinchazón de un seno, el 
trenzado cuero que lo rodeó creó una agradable sensación al pasar por encima de
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su piel. 
Como había esperado, el fuego regresó a sus ojos. — ¿Usarlo te excita? 
Ella asintió. —Mucho. 
— ¿Qué quieres que haga?— preguntó él, al parecer dispuesto a obedecer. 
— Haz lo que digo y sólo eso. No me cuestiones o discutas conmigo. Toma 
lo que te dé y disfruta. 
Ella sintió la exigente orden hundirse en su excitación, haciéndolo querer 
obedecer. 
Y por primera vez en medio de su intento de disciplina, notó su polla. Era 
incluso más grande de lo que había imaginado. Sin duda el ejemplar más grande 
que alguna vez había tenido. La visión de esta la hizo morderse el labio con hambre 
mientras se estiraba con su nuevo juguete de cuero. Deslizándolo detrás de su 
erección, ella la tiró un poco hacia adelante, luego retiró la fusta, dejando que el eje 
golpeara suavemente contra su abdomen. Él dejó escapar un suave y rápido 
gemido. 
Pero ella no podía dejarse distraer por su erección, no importa cuán colosal 
y hermosa se veía, por lo que volvió al trabajo. —Date la vuelta e inclínate sobre la 
silla. 
Observó a Ty tomar una profunda respiración, luego girar, inclinándose 
levemente por la cintura, sus muñecas todavía atadas detrás de él. — ¿Así? 
— Sí, eso servirá. Ahora dime que has sido un chico malo. 
Dudó, por lo que aprovechó la oportunidad para chasquear la fusta 
ligeramente contra su hermoso y masculino culo, sorprendida por el placer que el 
golpe le entregó... a ella. —Dilo— ordenó. 
Suspiró, todavía luciendo reacio. —He sido un chico malo.
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Ella golpeó su culo con la fusta de nuevo, un poco más duro esta vez. 
— Oh Dios, he sido un chico malo. 
Mmm, sí, esta vez sonaba como que su pequeño azote estaba empezando a 
sentirse bien para él. 
Su coño palpitó cuando golpeó la fusta más duro a través de su carne, esta 
vez dejando una marca de color rosa. Él gimió. 
Cada golpe sucesivo de la fusta provoco otro gemido de Ty, cada uno 
sonando profundo, más profundo, hasta que ella le preguntó: — ¿Te gusta la 
flagelación de la Ama Mina? 
Él asintió vigorosamente, aunque parecía un poco agotado por el deseo. — 
Sí. 
— Mmm, ese es un buen chico— ronroneó ella, su coño zumbando con 
deleite ante su sumisión. —Ahora, vuelve a sentarte. 
Él obedeció, y cuando volvió a ver sus ojos, supo que lo tenía absolutamente 
excitado, y listo para lo que sea que viniese después. 
— ¿Quieres ver más de mí?— ella trazó la fusta sensualmente a través de sus 
piernas y arriba por su coño en caso de que él necesitara un poco de inspiración. 
Él respondió profundamente. —Oh sí. 
— Ruégame. 
No dudó en esta vez. —Por favor, déjame verte, Ama Mina. Déjame ver tus 
senos, déjame ver tu bonito coño. 
Oooh, le gustaba de esta manera, hasta el punto que incrementaba el pulso 
en su coño y apenas podía esperar que viera más de ella. 
Abandonando su fusta en el sofá detrás de ella, se estiro hasta curvar sus
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dedos en las copas de su sujetador, poco a poco tirando de estas hacia abajo para 
revelar sus tensos pezones rosados, parados gruesos y erectos. Las perlas que 
llevaba cayeron entre sus senos. Él dejó escapar un bajo gemido y ella se pasó sus 
manos sobre ellos, retorciendo las rosadas puntas. 
— Tan bonito— murmuró. 
— Ruega para ver mi coño un poco más— le ordenó. 
La solicitud trajo nuevo calor a su expresión. —Por favor, Ama Mina, 
muéstrame tu coño. Muéstrame tu caliente y rosado coño. Quiero ver lo mojada y 
abierta que estás. 
Mmm, justo lo que la dominatriz ordenó. Como antes, su ruego incrementó 
su excitación, poniéndola incluso más encendida de lo que ya estaba. 
Se dio la vuelta, poniéndose de espalda hacia él, luego deslizó sus dedos 
debajo del elástico hacia sus caderas. Bajo sus bragas sobre sus ligas y medias, 
doblándose por la cintura para darle una caliente vista de atrás. Cuando las bragas 
estaban en sus tobillos, salió y se volvió para estar delante de él, expuesta. 
— Oh Dios— susurró, sus ojos pegados entre sus muslos. 
— ¿Te gusta, querido?— preguntó, llegando con su mano para correr sus 
dedos a través de su mojada abertura. Ella bajó la mirada hacia ella misma, 
excitada ante la vista, porque se había afeitado todo su vello púbico a excepción de 
una estrecha franja por encima de su coño. 
— Joder sí— gruñó él, sonando tan excitado como ella. 
Siguiendo sus instintos y muy consciente de que le gustaba ver sus eróticos 
toques, se sentó en el sofá y separó sus muslos ampliamente. 
— Unh...— respiró. 
Se mordió el labio, estirándose por la fusta, luego comenzó a correr la punta
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de cuero con flecos sobre su clítoris y labios internos. 
— Oh Dios, cariño, eso es tan malditamente caliente. Déjame follarte ahora 
mismo. 
Mía no podía creer lo maravilloso que se sentía frotar el cuero de la fusta a 
través de su raja mientras que los ojos de Ty lo bebían todo. Nunca se había tocado 
para un hombre antes, y como todo lo demás era la primera vez para ella esta 
noche, la crudeza del acto la emocionaba casi más de lo que podía entender. — ¿Te 
gusta verme jugar con mi coño?— ronroneó. 
— Dios sí, nena— su voz era un ruido sordo y caliente. —Pero necesito 
follarte ahora mismo. 
Ella bajó la fusta al almohadón a su lado y cuadró su mirada en la de él. — 
¿Estás siendo un chico malo otra vez? ¿Tratando de tomar el control cuando sabes 
que me pertenece? 
Ty parecía como si estuviera listo para salir disparado de la silla en cualquier 
momento, pero ante eso, se recompuso. Ella lo vio tomar una respiración profunda. 
—No. Lo que tú quieras, Ama Mina. Lo que tú digas. 
— Bien— sonrió. —Ahora, ponte de rodillas y ven acá. 
Sus ojos se encontraron. Los suyos parecían decir que no estaba seguro de si 
le gustaba esta parte del juego. Ella mantuvo su mirada fija, sin embargo. 
Ordenando. 
Finalmente, dejó la silla y cayó de rodillas, sus manos todavía firmemente 
atadas detrás de él. Empezó a moverse hacia ella, poniendo una rodilla delante de 
la otra. 
Ty parecía increíblemente sexy acercándose a ella, su dura polla 
balanceándose con cada movimiento, sus ojos hambrientos, sus manos todavía 
atadas. Saber que estaba de buen grado siguiendo sus demandas sólo lo hacía
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mejor. Ella separó más sus piernas, tan lejos como pudo, mientras él se le acercaba, 
complacida de que su ardiente mirada hubiera caído de nuevo a su coño. 
— Ahora, cómeme— dijo, cuando él estaba de rodillas entre sus muslos. 
Sin dudarlo un segundo, bajó su cara a su coño, cerrando su boca sobre su 
hinchado clítoris. Ella gritó ante el inmediato placer. Silbando cuando empezó a 
chupar, se dio cuenta de que su disfrute era más profundo, mucho más profundo, 
porque el hombre que la chupaba era Ty. Su Ty, el chico por el que había tenido un 
flechazo durante la mayor parte de su vida. Y ahora de repente ellos estaban 
jugando traviesos juegos sexuales y él estaba lamiendo vigorosamente su raja, 
consiguiéndola más y más húmeda, haciéndola pensar sí, sí, y haciéndola saber que 
disfrazarse para ser su amante secreta fue la mejor cosa que jamás había hecho. 
— Oooh, sí, lame mi coño— susurró ella sobre él, viendo como arrastraba 
su lengua todo el camino desde su apertura hasta su clítoris. —Oh Dios, sí, nene, 
eso es bueno. 
Ella levantó un tacón en el sofá, su rodilla doblada, para darle un mejor 
acceso, comenzando a elevarse a sí misma. Al mismo tiempo, ella acariciaba sus 
pechos, masajeando gentilmente, girando suavemente los pezones, sus perlas 
negras haciendo clic ligeramente juntas mientras ella se empujaba hacia él. 
Cuando miró hacia arriba, sus ojos estaban vidriosos ante sus auto caricias, 
ella aumentó el calor con sólo empujar un pecho tan alto como pudo con su mano, 
luego inclinándose hacia este; apenas capaz de arrastrar su lengua a través de su 
propio pezón. Ella sintió un escalofrío correr por él y le echó una sexy sonrisa. — 
No pares— le dijo. —Lame el bonito coño de tu Ama Mina. 
El cuerpo de Mía estaba en llamas. Sin embargo, quería elevar la 
temperatura en la sala aún más, así que cuando vio la fusta al lado de su zapato, la 
tomó y comenzó a golpear fuerte el culo de Ty al tiempo de sus suaves estocadas 
contra su hábil boca. Por un lado, odiaba pensar en todas las otras mujeres con las 
que sabía había estado con el paso de los años, pero por otro, no podía haber estado
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más contenta de tener un hombre de tal experiencia entre sus muslos. Ella gimió 
mientras el placer crecía y crecía; agradecida de que no hubiera llegado a su clímax 
antes cuando habían estado en la silla, agradecida de haberlo guardado hasta ahora, 
porque de repente ella quería, más que nada, correrse en su caliente y sexy boca. 
Ella gimió mientras se conducía hacia él, sus collares de Mardi Gras, 
chasqueando más fuerte juntos. Pronto dejó de golpearlo con la fusta, en su lugar 
estirándose más allá de sus manos atadas para deslizar la herramienta arriba y 
abajo en el valle de su culo. La nueva sensación lo hizo gemir profundamente, así 
que continuó, pensando en el cuero trenzado que iba y venía a través de su culo 
mientras ella se acerca más y más a alcanzar el orgasmo. 
Ella bajó su mano libre a su grueso y rubio cabello, emocionada por la 
simple sensación de correr sus dedos a través de este, pero pronto ella lo estaba 
usando para guiarlo, para forzarlo, para hacerlo presionarse más profundo en su 
contra mientras follaba su boca. —Un poco más, nene, sólo un poco más— 
murmuró ella, tirando de él hacia su coño mientras ella estimulaba su culo con la 
fusta. 
Los gemidos de ambos llenaban el aire sofocante, ahogando el CD de 
canciones sexys que ella había puesto, así como los ruidos del exterior. Se preguntó 
brevemente si alguien más allá del balcón podía oírlos, y esperaba que así fuera. 
Esperaba que todo el barrio francés pudiera oírlos excitarse uno al otro. 
Y entonces sus labios abrazaron apretadamente el hinchado brote de su 
clítoris, y ella empujó hacia él más fuerte, y, oh Dios, el clímax rompió sobre ella 
como una marejada, más consumidor y abrumador que cualquier cosa que jamás 
hubiese experimentado. Oyó sus propios gritos sin ser plenamente consciente de 
hacer ruido. Los pulsos de placer eran salvajes, empapando, llenando sus orejas, su 
cuerpo entero; cada extremidad parecía vibrar con las intensas olas. 
Ella se levantó, tratando de tirar de su coño lejos de su boca porque era 
demasiado, no podía soportarlo, tenía que dejarlo pasar y recuperarse, pero Ty no 
la liberaría, siguió sobre su coño hasta que estaba presionándola en la parte trasera
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del sofá para seguir chupando su clítoris. Su insistencia seria un motivo para 
castigarlo, pero esta arrastró su orgasmo, más largo, más duro... mejor. Mmm, sí. 
Así que cuando la inundación en su interior, finalmente se calmó y él se 
retiró para arrodillarse ante ella, ella no dijo nada acerca de la disciplina. De hecho, 
apenas podía moverse. Se sentía débil y pesada, bien follada sin haber sido follada 
todavía. Increíble. 
Aún más sorprendente era que Ty estaba sentado pacientemente esperando 
entre sus rodillas por sus siguientes instrucciones, de repente un obediente esclavo 
sexual. 
— ¿Estuvo bien?— él preguntó, mirándola con expectación. Su rostro 
brillaba con su humedad. 
Ella asintió, todavía está tratando de volver en sí. — ¿Estás listo para más?— 
preguntó, manteniendo su sensual voz. 
— Oh sip, nena. Estoy listo para lo que quieras, Ama Mina. 
Ella no pudo evitar una sonrisa malvada difundirse a través de su cara. — 
Vaya, vaya, ¿no eres un buen chico ahora? Tal vez debería recompensarte. 
Sus ojos brillaron con nueva anticipación. — ¿Cómo? 
— Vuelve a tu silla, y tal vez vaya a chupar tu polla.
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Capítulo Cuatro 
Ty apenas podía respirar en el momento en que se sentó de nuevo. Su 
cuerpo se sentía en el borde. Dios, incluso su trasero, por la forma en que ella lo 
había frotado con la fusta. Nunca había sentido algo así. Nunca había pensado que 
él lo querría. Pero la Ama Mina le estaba enseñando una cosa o dos, justo cuando 
pensaba que sabía todo lo que había que saber sobre el sexo. 
Poco a poco ella se puso de pie, con sus zapatos de “fóllame” acentuando 
esas piernas largas y sedosas, que conducían a su dulce coñito, tan suave y afeitado. 
No creía que alguna vez hubiera estado con una mujer tan increíble 
En cuanto a la cosa de la esclavitud, él había estado en lo correcto, le 
gustaba ser atado. Pero no había pensado que la disciplina viniera con todo eso, y 
buena esa parte... bien, no era fácil, pero había decidido entregarse a lo que pasaba 
tanto como fuera posible, sólo por esa noche. Después de todo, él lo había deseado, 
¿no? Y como una respuesta a su deseo, allí estaba la misteriosa Mina, llevando sus 
fantasías a la vida y añadiendo a la mezcla sus pequeñas órdenes calientes y esa 
sexy fusta que utilizaba muy bien. 
Ella caminó hacia él, sus exuberantes labios brillando con la insinuación de 
una sonrisa, y fue sólo entonces cuando él se dio cuenta de que había alcanzado su 
bolsa de golosinas cuando no estaba mirando, porque sostenía más cuerda en su 
mano. Se le hizo un nudo en el estómago con una extraña excitación al preguntarse 
qué haría ahora, y al saber que estaba más o menos a su merced. Ante su merced 
por elección, sí, pero no había mucho que un hombre pudiera hacer con las manos 
atadas a la espalda si decidía que quería finalizar el juego. 
Ella se arrodilló entre sus muslos, viéndose deliciosa. Él aún podía saborear 
el dulce gusto de su coño…Había estado tan húmeda, que había sentido como sus 
jugos mojaban toda su cara, y la sensación endureció su ansioso pene aún más.
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Presionando uno de sus tobillos contra la pata delantera de la silla, ella 
empezó a atarlo. Igual que antes, cuando había atado sus muñecas, sentía la dura 
cuerda mordiendo su piel, complaciente sólo porque ella lo deseaba. 
Cuando comenzó su trabajo en su otro tobillo, no pudo evitar preguntarle: 
—Pensé que estaba siendo bueno. ¿Por qué me atas de nuevo? 
Ella esbozó una traviesa sonrisa debajo de esa máscara sexy. —El hecho de 
que estés siendo bueno ahora, no significa que no tratarás de tomar la iniciativa en 
cinco minutos— miró abajo hacia su trabajo, rodeando la parte inferior de su pierna 
izquierda con más cuerda, tirando de esta cómodamente con un movimiento que 
sintió en su polla, y luego levantó la mirada a la de él de nuevo. —Además, me 
gusta la forma en que te ves atado. 
Él no respondió, sólo sintió su polla hincharse más. 
Mientras observaba su trabajo, pensó en esa máscara, deseando como el 
infierno quitársela, preguntándose por qué estaba tan firme en no dejar que la viera. 
Debe ser parte de lo que la excita sobre este pequeño juego caliente, se dijo. 
Él no estaba seguro de por qué ver su rostro era tan importante, pero cuando 
ella lo besaba... No podía explicárselo a sí mismo, pero algo en ella se sentía muy 
familiar, casi como si la conociera. Pero no creía que olvidara haber conocido a 
Ama Mina, por lo que descartó la idea. 
— Ruégame que chupe tu polla— le ordenó ella. 
Al principio, se había sentido extraño rogar. Pero estaba más acostumbrado 
a la disciplina ahora, y aunque no creía que fuera a querer esto todo el tiempo, 
rogarle que bajara esos preciosos labios a su erección no era un desafío. —Por 
favor, Ama Mina, chupa mi pene con tu muy, muy bonita boca. Por favor, 
chúpame. 
Arrodillándose entre sus muslos, ella lo sorprendió lamiendo sus bolas, 
después, arrastrando su húmeda lengua hacia arriba por su longitud. Cuando llegó
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a la punta, lamió con avidez la gran acumulación de fluido en el extremo. 
— Mmm— dijo ella. —Delicioso. 
Él podría haberse venido en ese momento, teniendo en cuenta todo lo que 
había soportado hasta ahora, pero de ninguna manera estaba dispuesto a dejarse 
llevar por el momento. Tenía la sensación de que la sexy y misteriosa Mina sólo 
estaba comenzando con él. 
— Dímelo otra vez— dijo ella. 
— Por favor, nena, chúpame. Quiero estar en tu boca. Quiero sentir tus 
sexys labios sobre mí. 
Levantándose un poco, ella apoyó los codos en sus rodillas y deslizó sus 
manos hacia arriba sobre sus muslos hasta que sus pechos desnudos se detuvieron 
alrededor de su erección. —Oh Dios— dijo él en un gemido. 
— ¿Y éstos?— preguntó ella. — ¿Te gustaría sentir estos sobre tu polla, 
también? 
Eran deliciosos, redondos y exuberantes, con unos bonitos pezones color 
malva, que no podía creer que no hubiera tenido en su boca todavía. Sin embargo, 
sobre su pene... eso sería aún mejor. —Mmm— dijo él, apenas capaz de hablar 
mientras bajaba la mirada hacia la excitante visión de los dos montículos suaves 
curvados alrededor de su duro eje. El rígido encaje de su sujetador rozaba sus bolas. 
—Sí, por favor. 
Ella levantó sus manos a los redondos y blancos globos de carne, 
presionándolos más a fondo alrededor de su erección, sus collares atrapados y 
entrelazados con sus dedos largos y afilados. Cuando empezó a deslizar 
suavemente sus pechos arriba y abajo por su pene, él se estremeció y gimió de 
nuevo tan cerca de venirse que se preguntó cómo estaba arreglándoselas para no 
hacerlo. Él por lo general estaba controlado, pero estar con la Ama Mina cambiaba 
las cosas.
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— ¿Eso se siente bien, nene?— ronroneó ella, mirándolo. 
— Dios, síp. 
— A la Ama Mina le gusta complacerte cuando eres un buen chico. 
— ¿Puedo empujarme?— le preguntó, temiendo que si lo hacía sin 
preguntar, de repente pudiera ponerlo en la tierra de los chicos malos de nuevo, y 
no quería eso en ese momento. Estaba disfrutando demasiado de su atención. 
— Ligeramente— dijo ella, su voz con una cadencia, y de inmediato él 
comenzó a ayudarla, empujando su pene hambriento por sus hermosos senos. 
Maldita sea, lo que no daría por poder usar sus manos en este momento, para poder 
sostener sus montículos en torno a él. Pero no se quejaba. Sus bonitos y cónicos 
dedos, sus uñas pintadas de un rojo sangre sexy, lucían calientes como el infierno 
curvados alrededor de sus pechos. Y todo este juego había resultado ser aún más 
excitante de lo que había imaginado. 
— Ahora— dijo ella con esa voz sexy, — ¿cuán duro quieres que te chupe 
este pene grande y duro? 
Él miró hacia abajo a la visión que tenía delante. Su dolorosa erección 
siendo complacida entre sus hermosos pechos, sus ardientes ojos brillando a través 
de esa sexy máscara negra, sus carnosos labios rojos burlándose de él con las 
posibilidades. Dejó todo en lo que estaba pensando. —Te deseo tanto, Ama Mina. 
Tanto, que apenas puedo respirar. Quiero verte chuparme. Quiero ver cuánto de mi 
pene puedes tomar. Quiero follar tu boca del mismo modo que follaste la mía en el 
sofá. Por favor, chúpame, Mina. Por favor. 
Sus ojos nunca dejaron los de él mientras lo recompensaba con una pequeña 
y traviesa sonrisa, y sus labios fueron hacia la cabeza de su erección. Ella lamió un 
círculo pequeño y caliente alrededor de la punta, tomando de nuevo la perla de 
humedad del extremo y envolviéndolo en un total, —Oh síp, nena. 
Entonces ella bajó sus hermosos labios sobre él, suave, rápido, tomando una
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porción asombrosa de su longitud. Él tenía más de veinte centímetros y ella acabó 
por tragarse la mayor parte. Podía sentir la punta de su erección tocar el fondo de 
su garganta, húmeda y cálida mientras ella lo sostenía allí, como si le mostrara 
exactamente lo que podía hacer con su pene. 
Finalmente, después de un impresionante momento, ella se apartó y 
comenzó a mover su boca arriba y abajo, tomándolo casi igual de profundo cada 
vez. 
— Eso es tan bueno, nena. 
Él se levantó a sí mismo ligeramente, follando su boca justo como le había 
dicho que quería. Ella no se opuso, ni siquiera retrocedió, y a él le encantaba su 
audacia, le encantaba lo mucho que disfrutaba lo que estaba haciendo. 
Ella siguió entregándole sus deliciosas atenciones durante lo que pareció un 
largo y generoso rato, y disfrutó de cada segundo. Más de una vez trató de 
acercarse a ella, para pasar sus dedos por su pelo, o para atraerla sobre él más duro, 
sólo para recordar que sus manos estaban atadas en su espalda. Se esforzó 
inútilmente con las cuerdas, tan frustrado como contento por el roce áspero contra 
su piel. Pero mientras ella se mantenía trabajando sobre él, chupándolo tan a fondo 
pensó que iba a morir de placer mientras se bombeaba en su húmeda y exuberante 
boca, y para el momento en que liberó su eje, él se sintió más enamorado de la 
sensual mujer enmascarada de lo que podía entender. Quería decirle lo chica mala 
que era y lo mucho que amaba eso, pero como el sumiso esclavo que era esa noche, 
sabía que no era el momento, por lo que se mordió la lengua. 
Finalmente empujándose para ponerse en pie, dijo: —Ahora es el 
momento para de que puedas darme un poco más de placer. 
Él le dio su sonrisa más malvada. — ¿Quieres que te lama ese bonito coño 
rosa otra vez, Ama Mina? 
Ella sacudió la cabeza. —No. Te montaré.
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Con eso, ella levantó una pierna sobre la silla, dándole una increíble vista de 
su coño, luego rodeó su eje con su puño, y se sentó sobre él con una sorprendente 
facilidad. 
Ambos gimieron ante la suave y profunda entrada. 
— Tienes un pene maravilloso, Ty— ella se inclinó para poner un sensual 
beso en sus labios. 
— Tienes un cálido, húmedo y dulce coñito— respondió él. 
Ella se mordió el labio ante el sucio cumplido, hundiéndose un poco más 
allá, y él gimió. 
— Un coñito muy profundo— agregó él. 
— Afortunado para ti, ¿verdad? Para poder dar cabida a esa erección. 
— ¿Se siente bien dentro de ti? 
Ella hizo un lánguido asentimiento. —Tan grande y duro. Me estás 
llenando. 
— ¿Me follarás ahora, Ama Mina? Quiero decir, ¿realmente me follarás? 
¿Realmente me montarás? ¿Duro? 
Él podría haber jurado que la pregunta había vuelto sus pezones como 
cuentas un poco más firmes ante sus ojos. — ¿Es eso lo que quieres, Ty? ¿Ser atado 
y follado duro? 
Él se limitó a asentir. Eso era lo que había querido antes de esa noche, pero 
ahora lo quería más de lo que había creído posible. Y lo quería con ella. Su 
dominatriz, Mina, la Ama de la Máscara Brillante. 
— Entonces te daré lo que quieres, nene. Te lo daré tan bueno, que te 
correrás como nunca antes.
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  • 3. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 3 Argumento Mía Sanderson ha estado enamorada de su jefe, Ty Brewer, durante años, pero el mujeriego Ty sólo la ve como una amiga, y peor aún, una buena chica. Así que cuando Mía y Ty son invitados a la misma fiesta de Mardi Gras, Mía decide que esta es su oportunidad de vivir una fantasía. Poniéndose una máscara de Mardi Gras, una peluca, y lentillas de color, Mía se hace pasar por la seductora Ama Mina, la chica mala de los sueños de Ty. Pero, ¿qué pasa si Ty descubre su verdadera identidad? Ella teme que este arriesgando tanto su amistad como su trabajo, pero por una noche con Ty, vale la pena.
  • 4. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 4 Capítulo Uno — Buenos días, cosita dulce. Cuando la puerta de cristal se cerró detrás de su jefe, Mía Sanderson levantó la vista a tiempo para verlo moverse pasando su escritorio, hacia su oficina. Ella sonrió demasiado tarde, ya se había ido. —Buenos días, Ty— gritó detrás de él de todos modos. Oh, bueno, no importa. Ninguna de las otras sonrisas que había destellado en su dirección en los últimos años, lo sedujo, por lo que estaba razonablemente segura de que la de hoy no contendría el ingrediente mágico, tampoco. Si tú supieras, pensó, mirando vigorosamente hacia la puerta de su oficina, si sólo supieras cuánto te deseo. Desde su apuesto rostro, su barbilla con hoyuelos cubierta con un poco de barba marrón, al pelo rubio arena que solía necesitar un ajuste, pero que quedaba perfecto en él, al bien construido y ligeramente musculoso cuerpo que parecía como si hubiera sido hecho para complacer a una mujer. Ty Brewer era todo lo que Mía deseaba en un hombre. En cuanto a su cariño diario, por desgracia, él había estado llamándola “Cosa Dulce”, desde que tenía trece años. Él había sido un estudiante de primer año de Tulane y a veces llegaba a su casa con su hermano mayor, Tim, por la noche o los fines de semana. No quería decir nada más ahora de lo que había sido entonces y probablemente eso había significado más entonces, ahora que lo pensaba. Por lo menos entonces él había visto algo en ella, tal vez algo lindo, algo meritorio, algo que le había ganado un coqueteo juguetón a pesar de la diferencia de edad. Ahora el apodo y el guiño, que a veces venía con este, eran hábitos, supuso. Estaba segura de que él no tenía idea de cómo ella engullía las tontas y divertidas palabras cada mañana, o cómo su guiño humedecía su ropa interior de encaje. Ty era un tipo amigable, divertido y coqueto, especialmente con las mujeres que
  • 5. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 5 conocía bien. Y dado que él había conocido a Mía por, ¡Dios!, dieciocho años, simplemente era razonable que hubiera coqueteado un poco. Sin embargo, darse cuenta de cuánto tiempo habían estado familiarizados era aleccionador, se dejo caer profundamente en su silla de escritorio. No habían estado en constante contacto durante todo ese tiempo, por supuesto, pero había estado trabajando para Ty desde hacía cinco años, lo cual más o menos indicaba que “cosita dulce” significaba... nada. Porque si ella sabía algo acerca de Ty, era que él no dudaba en ir tras lo que quería, en los negocios o en el placer. Y nunca había ido tras ella. Dejo escapar un suspiro, echó un vistazo hacia su puerta una vez más y empezó a imaginar un escenario diferente. Sus pechos se sentían pesados y su coño un poco hinchado mientras se imaginaba a sí misma siendo una mujer mucho más audaz... — Buenos días, cosita dulce. Ella le dedico una sonrisa sexy, luego extendió su mano, doblando un dedo en un movimiento que lo llamaba más cerca. —Ven aquí. Tengo algo que mostrarte. En la fantasía, las palabras la abandonaban en un tono suave y atrevido que en verdad nunca había usado e incluso no sabía si poseía. Rodeando el mostrador y el escritorio detrás de este, Ty le dio a su cabeza una inclinación lúdica que decía que estaba intrigado. Ella se puso de pie, revelando una corta falda y una blusa transparente con un sostén de encaje debajo. No es que ella alguna vez usara algo como eso para ir a trabajar, incluso aunque lo tuviera, pero era su fantasía, así que siguió adelante. — Bonito— él dijo sobre el traje, rastrillando su mirada desde sus hombros hasta sus rodillas.
  • 6. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 6 — Gracias, pero eso no es lo que tengo que mostrarte. — Él levantó sus cejas color arena en expectación. —Soy todo ojos, cosita dulce. ¿Qué tienes para mí? — Ella le dio una mueca burlona y miró hacia abajo. —Espero que no te altere. — Bueno, vamos a averiguarlo. Se inclinó, enganchó un dedo en la abertura de la falda y la levantó lentamente hacia arriba hasta que su coño quedó expuesto. —Olvidé ponerme mi ropa interior esta mañana. Muy poco profesional de mi parte. Espero que no estés enojado. Cuando levantó la mirada de nuevo hacia él, había calor en sus ojos. Sus pezones se parecían diminutas balas contra su sujetador. — No estoy enfado— dijo Ty, una lenta y sexy sonrisa creciendo en su cara. —Pero hay consecuencias para las niñas que olvidan su ropa interior cuando van a trabajar. Ella levantó una uña a su labio imitando preocupación. — ¿Cuáles son? — Bueno— su voz yendo más baja mientras se acercaba para deslizar sus manos suavemente sobre sus caderas, —es un hecho conocido que si olvidas tu ropa interior, tu jefe te va a follar. Mía se mordió el labio, su cuerpo ruborizado de calor. Mirando hacia abajo, pudo ver la reacción de su caliente fantasía, sus pezones se habían endurecido, no sólo en su imaginación, sino también en la realidad, ahora sobresalian a través de su sujetador y su ajustada blusa amarilla. Miró otra vez hacia la oficina de Ty. ¿Alguna vez los notaste? ¿Sabes cómo están por ti? Luego suspiró. ¿O esto sólo te hace creer que tengo frío, a pesar de que vivimos en una de las ciudades más calurosa del país?
  • 7. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 7 Ella sacudió la cabeza, luego decidió que no había ninguna razón para no hundirse en su fantasía, sobre todo porque acababa de llegar a la parte buena. — Bésame— ella dijo. No. Eso era demasiado manso. Estaba bien para las fantasías más románticas que a veces se consentía, pero las imaginaciones de hoy eran todas sobre calor, así que lo cambió a —Fóllame. Entonces bajo su culo sobre su escritorio, separando sus piernas para que él diera un paso entremedio. Mientras él trabajaba para desabrochar los botones de su delgada blusa, ella se estiraba para abrir sus jeans. Dios, le encantaba cuando Ty usaba jeans. Él dirigía un lugar de trabajo totalmente casual, y casi todos los días lo encontraban en largos y anchos shorts, pero en los días más fríos del invierno a menudo traía sus jeans, y afortunadamente, el aire hoy era fresco. Había notado el desgastado denim incluso durante el corto vistazo que había tenido de él. Adoraba la forma en que moldeaban suavemente a su trasero, y en el frente, su sexy bulto. Y hablando de bultos sexys... Inclinándose para besarla, él empujó su blusa abierta, luego bajó los tirantes del sujetador por sus hombros así las copas de encaje cayeron lo suficiente para que sus pechos se agitaran libres. Mientras cerraba sus manos sobre ellos, ella finalmente consiguió desabrochar sus jeans y abrirlos ampliamente, sacando su polla grande y dura. — Oh, fóllame, Ty— dijo otra vez, con mayor urgencia esta vez. Entonces compartió la verdad con él. —He querido esto por mucho tiempo. Su sonrisa era cálida, felizmente sorprendida. —Bueno, ¿por qué no lo dijiste, nena? Agarrando su culo, él curvo sus manos alrededor de su carne, firme y seguro, y condujo su rígido eje en ella, maravillosamente profundo. — Mmm— ronroneó sin querer. — ¿Dijiste algo, Mía?— sonó la voz de Ty desde dentro de su oficina.
  • 8. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 8 Ella se estremeció. —Um, no. Solo estaba... hablando conmigo misma. Ty se rió suavemente de ella, ese era el tipo fácil de relación que tenían y entonces la oficina quedó en silencio otra vez... Y él estaba sobre ella de nuevo. Empujando con suaves movimientos, cada uno lleno de placer. Mía cerró sus ojos. Estaba desabrochando la camisa de él, pasando sus manos sobre su pecho, presionando sus desnudos y sensibles pechos contra él. — Te sientes tan bien, nena— él estaba murmurando en su oído, bajo y dulce. — ¿Por qué no hemos estado haciendo esto todo el tiempo? — No sé— le susurró, —pero sin duda valió la pena esperar. — Quiero hacer que te corras— dijo, deslizando sus manos más cerca de su culo y levantándola del escritorio. —Quiero hacerte gritar para mí, cosita dulce. Y, por supuesto, él sabía exactamente el ángulo correcto en el cual sostenerla y exactamente cuándo disminuir sus empujes mientras ella se retorcía en su contra, aproximándose al clímax. —Pronto, querido— susurró ella. —Muy pronto. — Ahora— exigió con tanta dureza que la sorprendió; y envió destellos por su cuerpo de una forma completamente nueva mientras la miraba fijamente a los ojos, insistiendo sobre su orgasmo. Oh sí, ella podía sentirlo reuniéndose, cada vez más cerca, subiendo más alto, más alto, escalando por su cruda orden, y por su mirada, su sexy, sexy mirada, hasta que… —¡Oh!— gritó mientras este la superó; los calientes y casi violentos espasmos de liberación se precipitaron como un río de fuego, y se sacudió contra él, montándolo mientras murmuraba, —Así es, nena, eso está bien. Sigue corriéndote. Te estás viniendo tan bien para mí, cosita dulce, tan jodidamente bien. El trinar del teléfono la envió saltando de su asiento como si alguien acabara de clavar una tachuela en su trasero. —¡Por Dios!— chilló ella, luego se recompuso y arrebató el auricular. —Mensajeros de Bourbon Street.
  • 9. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 9 — Oye Mía, soy Brad. ¿Todavía está Ty? Su contador… Era esa época del año. —Por supuesto. Espera— apretó el botón de espera en línea, entonces gritó, —Ty, Brad en la uno. Podía sentir la sonrisa de Ty cuando él dijo, —Uh, ¿estás bien ahí? — Bien, gracias— ella mintió, alegre, pero corto. Estaba sudando profusamente por la fantasía, y por la conmoción de ser sacudida de nuevo a la realidad. Entonces vino su familiar risita. —Después de cinco años de contestar el teléfono, no creería que te asustaría tanto. Y después de cinco años de suspirar por ti constantemente, creería que ya lo habrías notado. Pero, quizás lo había notado, y simplemente no estaba interesado. Ella era hermana de Tim, después de todo, y estaba segura de que Ty no pensaba en ella de ninguna otra manera. Lo que significaba que todo su sudor era en vano. Incluso ahora, no podía evitar recordar los casos de su fraternal afecto. A pesar de que él no tenía reparos en salir con todas las mujeres salvajes en la ciudad, estaba siempre dispuesto a dar su opinión si creía que ella estaba saliendo con alguien que no era lo suficientemente bueno, o “parece un poco rudo para ti, cosita dulce”, o “tiene demasiados tatuajes, si me preguntas”. Eso siempre la hacía reír, precisamente porque todos sabían que Ty no era un ángel, pero asumía que ella lo era, y parecía gustarle de esa manera. Pero esos tipos rudos con tatuajes, resultaba que, eran más su tipo de lo que ella siquiera había imaginado, y ellos le habían enseñado un poco sobre la diversión y el sexo. Ella podía no ser dueña de una blusa transparente, y podía no haber salido nunca de su apartamento sin ropa interior, pero en el interior, sin duda se cernía sobre el borde de ser una chica mala.
  • 10. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 11110000 Ty nunca lo creería, por supuesto. Probablemente tendría un ataque al corazón si se enteraba. La verdad era, según ella creía, que se conocían desde hacía demasiado tiempo. Él tenía ciertas ideas acerca de quién era ella, sobre lo que quería; ideas que habían sido ciertas durante mucho tiempo, pero lo que él no notó era que había crecido. Por el amor de Dios, ella tenía treinta y un años. Sin embargo, Ty seguía viendo a la tonta y juguetona adolescente que una vez había sido, la chica que estaba bien para algunas risas y un coqueteo inofensivo. Y ella suponía que ahora también la veía como una competente recepcionista y contadora; ella era más o menos su chica de los viernes para el servicio de mensajería en bicicleta en el corazón del barrio francés, donde el tráfico de bicicletas a menudo se movía mucho más rápido que los vehículos. Pero cuando se trataba de sexo, estaba segura de que él pensaba que era una chica mucho más agradable de lo que realmente era, por no hablar de una chica mucho más agradable de lo que quería ser. Y eso era sin duda su pérdida. En ese momento, la puerta se abrió de nuevo y pasó el mejor amigo de Ty, Jack Wade. Jack tenía una agencia de investigadores privados a sólo un par de manzanas de distancia. —Hola, Mía. — Hey— contestó ella con una sonrisa. Había conocido a Jack casi durante tanto tiempo como a Ty, ya que ambos habían ido con Tim en la universidad. La oscura y apuesta apariencia de Jack se complementaba perfectamente con la rubia imagen de chico de playa de Ty. Ella incluso había escuchado rumores a través de amigos en común que la actual mujer de Jack, Liz, había dejado que los dos la compartieran una noche a principio de su relación. La sola idea hizo que su coño zumbara de deseo. — ¿Está dentro?— Jack señaló hacia la oficina de Ty. — En el teléfono— dijo ella, —pero no debería tardar mucho. Jack levantó sus codos sobre el mostrador y se inclinó. —Bueno, mientras espero, puedo decirte lo que vine a decirle. Liz y yo celebraremos Mardi Gras con
  • 11. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 11111111 una gran fiesta el sábado por la noche, y estás invitada. Trae la máscara y las perlas, nosotros proporcionaremos el jambalaya1 y el alcohol. ¿Crees que puedes hacerlo? ¿Una fiesta en la casa de Jack? ¿Dónde Ty casi seguro iría? Esta no era la primera ocasión en que la invitaban, a Jack le gustaba hacer reuniones de vez en cuando, e incluso sabiendo que nada nuevo ocurriría con su sexy jefe, era una fiesta que Mía no podía resistir. Le sonrió a Jack. —Por supuesto. Suena divertido. ¿A qué hora? — Comienza a las ocho— él le sonrió. —Liz estará contenta de que vayas; piensa que eres muy dulce. Mía resistió la tentación de rodar los ojos. ¿Incluso la esposa de Jack, quien a todas luces había sido una dama formal y correcta antes de conocerlo creía que ella era dulce? Estaba condenada. Sin embargo, forzó una sonrisa. —Sería bueno conocerla un poco mejor. En ese momento, oyeron a Ty colgar el teléfono, así que Jack se dirigió a la oficina. — Bueno, si es el viejo hombre casado haciendome una visita— Ty lo saludó con una sonrisa, y Mía decidió que era hora de hacer algo constructivo, por primera vez. Levantándose de su escritorio, trató de ignorar el ligero oleaje de su coño mientras se apoyaba en la puerta de la oficina. —Ty, Dan y Annie están fuera en sus recorridos, pero Bobby no ha llegado todavía y hay una entrega adeudada en la Jackson Square a las diez. Ya que está tranquilo, caminaré hasta allí antes de que sea tarde. Su jefe asintió. —Gracias por tomar el relevo por él, cosita dulce. Eres la mejor— concluyó con un guiño, y como de costumbre, su coño se agitó. 1 La jambalaya es un plato cuyo ingrediente base es el arroz. Los principales ingredientes son: pollo, jamón crudo, langostinos y mucha pimienta.
  • 12. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 11112222 * * * * * — ¿Alguna vez piensas en establecerte, casarte?— preguntó Jack, en respuesta al saludo de Ty. Ty se hizo hacia atrás con una suave sonrisa. Hasta hace un año atrás o algo así, esa pregunta ni siquiera habría aparecido en la pantalla del radar de Jack. Pero el matrimonio había cambiado a su mejor amigo, al menos en algunos aspectos. —¿Yo?— preguntó. —De ninguna manera, compadre. — Vamos, amigo mío, no es como si tuviera la peste o algo así. De hecho, tú bien sabes lo que tengo, una mujer hermosa y sensual que le encanta follar tanto como a mí. No es exactamente una cadena perpetua ni nada. Oh sip, Ty sabía lo que Jack tenía con Liz, muy bien. Y si él podía encontrar a una chica como Liz; bueno, quién sabe, tal vez la palabra con “M” no sonaría tan terrible. Pero como estaban las cosas, no creía que eso estuviera en las cartas para él. — Además, estás poniéndote viejo tan rápido como yo— añadió Jack. Eso era verdad. Él acababa de cumplir treinta y seis. Difícil de creer, teniendo en cuenta que su libido se sentía como si perteneciera a un chico de diecinueve años, pero sabía que su madre y sus hermanas en la casa de Michigan había casi renunciado a conseguir que se casara. Lo cual era también la forma en que él lo veía. —Ya sabes cómo es la relación con las mujeres— dijo Ty. Jack se inclinó un poco hacia atrás, con una ocurrente sonrisa. —No, amigo, ¿cómo es exactamente? Ty puso los pies sobre su escritorio, estirándose también. —Conozco a un montón de mujeres a quienes les gusta follar y que lo hacen malditamente bien.
  • 13. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 11113333 Pero todavía tengo que conocer a una que...— ¿Cómo explicarlo? —...tenga algo más que ofrecer. Jack parpadeó. —No estoy seguro a qué te refieres. — Solo que nunca tengo problemas para conectar sexualmente con jovencitas, pero en mi experiencia, a las chicas que les gusta la fiesta no son las chicas que me hacen sentir... bueno, algo más que una polla dura. Jack ladeó su cabeza. —Pensaba así una vez, también, pero entonces Liz caminó a través de mi puerta y todo cambió. Sólo hace falta encontrar la correcta es todo. Ty le dio a su cabeza una sacudida. —Tuviste suerte, pero eso no quiere decir que haya una Liz para cada hombre. Las chicas que conozco, o son un cien por ciento tiernas y dulces, o un cien por ciento bajas y sucias. No puedo vivir sin el bajo y sucio, por lo que tengo que vivir sin el tierno y dulce. — Todo un sacrificio— bromeó Jack. Ty lanzó una suave sonrisa. —Lo creas o no, la falta de sustancia se pasa de moda. Esta vez, Jack dejó escapar una carcajada. —Estás tan lleno de mierda. Se te olvida, que yo estaba exactamente así hace un año. Encontrar a la mujer adecuada es la cosa más grande en la tierra, pero de cualquier manera, no me puedes decir que el sexo caliente pasa de moda. — Tal vez estoy llegando a un punto que tú nunca has alcanzado— sugirió Ty. Él negó con la cabeza, medio riéndose de sí mismo junto con Jack, pero tratando de averiguar lo que estaba intentando transmitir. —Como que estoy… un poco aburrido últimamente, supongo. Quiero decir, es lo todo mismo después de un tiempo. Diferente chica, misma experiencia. — ¿Qué es exactamente lo que no consigues que deseas tanto?
  • 14. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 11114444 Ty bajó sus ojos al suelo de madera debajo de él y ladeó una ligera sonrisa hacia su amigo. Dada la dirección que había tomado la conversación, se alegraba de que Mía hubiera salido durante unos minutos así podía hablar libremente. — ¿Alguna vez has sido... atado por una mujer? Otra risita se hizo eco hacia el techo, una sonrisa fácil adornaba la cara de Jack. —Por supuesto. Liz y yo jugamos con ese tipo de cosas. Jugamos a todo. — ¿Eso te gusta? Jack destelló una mirada de ¿hablas en serio? —Es Liz. Todo lo que hace Liz me gusta. — ¿Y si fuera otra persona? — Quién sabe. No puedo decirlo. Ty se reclinó en su silla una vez más. —He estado pensando acerca de ese tipo de cosas. Lo creas o no, nunca he estado con una mujer que estuviera en el tema de la esclavitud, y supongo que estoy buscando algo nuevo para mantener las relaciones sexuales interesantes. Jack se sentó un poco más erguido en su silla. —Bueno, ya sabes, hay bares a los que puedes ir, lugares para conocer mujeres que están en eso. Él asintió vacilante. —Lo sé. Pero no estoy seguro de que quiero toda la cosa del amordazamiento, sujeción de pezones. Nada duro. Yo sólo quiero... ya sabes... experimentar un poco. — Parece que necesitas una esposa, amigo mío— dijo Jack con una sonrisa. — ¿Qué? — Consíguete una esposa y podrás experimentar con todo lo que quieras.
  • 15. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 11115555 Pero Ty sacudió su cabeza. —No, si consigo una esposa como Liz podría hacer eso. Pero no creo que todas las esposas sean así de complacientes. Y la verdad es que, Ty había estado saliendo estrictamente con chicas traviesas y sexys durante tanto tiempo que ni siquiera sabía que debería buscar si era capaz de cambiar su atención a las niñas dulces. Esa perfecta combinación que Jack había encontrado en Liz... bueno, suponía que era una vez en la vida, que ella era única en su clase. Y, además… ¿chicas dulces y él? Simplemente no tenía sentido. Toma a Mía, por ejemplo. Ella era tan dulce como podía ser, y le encantaba estar con ella, trabajar con ella, encontrarse con ella en un bar o una fiesta, pero cuando llegaba el momento de la intimidad, bueno... simplemente estaba demasiado acostumbrado al sexo caliente y salvaje para renunciar a ello, y cualquier chica buena que se precie de serlo probablemente se desmayaría si él le dijera que quería que lo atara y follara la tapa de sus sesos. — Hablando de Liz— dijo Jack, —esa es la razón por la que me detuve por aquí. Su voz trajo a Ty de nuevo a la conversación. —Ah, ¿sí? — Mi adorable esposa y yo estamos preparando una fiesta el sábado por la noche para dar comienzo a Mardi Gras. A las ocho en punto. Los sospechosos de siempre, además de algunas personas de la oficina de Liz. — ¿Invitaste a Mía? Jack asintió. —Por supuesto. ¿Por qué? Se encogió de hombros. —Es divertida para pasar el rato. Jack le dio a su cabeza una inclinación especulativa, y Ty casi podía leer sus pensamientos antes de que él los dijera en voz alta.
  • 16. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 11116666 —Esa es a quien tú deberías invitar a salir. Mía es una dulzura. Ty simplemente se echó a reír. — ¿Estás sordo, Jack? Te lo acabo de decir, las chicas dulces y yo somos como el agua y el aceite. Nunca funcionaría. Y además, ella es la hermana pequeña de Tim. La conozco desde que era una niña. No me sentiría bien si alcanzamos cualquier lugar siquiera cerca del sexo. Por no hablar de que es una gran empleada, y no correría el riesgo de joder nuestra relación de trabajo. Jack suspiró. —Pues bien, tal vez tengas suerte y conectes con otra persona en nuestra pequeña fiesta. — ¿Tiene Liz alguna compañera caliente que le guste jugar con látigos y cadenas? Jack sonrió. —Eso tendrás que averiguarlo por ti mismo, mi buen amigo. * * * * * Mía se quedó petrificada en su escritorio. Cuando regresó a la oficina por su bolso, Ty y Jack se estaban riendo de algo y no la habían oído entrar. Claramente no la habían escuchado. Porque estaban hablando de follar, y ser atados. Todo su cuerpo había chisporroteado de sorpresa… y excitación. La conversación que había escuchado ciertamente había confirmado una cosa. Ty no tenía ningún interés en ella como amante. Como lo había sospechado, simplemente no pensaba en ella de esa manera, aparentemente no podía verla de esa manera. La parte que realmente capturó su atención, sin embargo, fue cuando él le dijo a Jack que quería ser atado. Su sangre corría caliente sólo de imaginar a Ty, desnudo y atado, a su merced. Hasta ese momento, no había sido consciente de que
  • 17. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 11117777 quería experimentar un poco de bondage2, pero el fuerte palpitar de su coño decía que sí. Mientras estaba de pie allí, quieta, bolso en mano, sin saber muy bien qué hacer, o cómo escabullirse de vuelta sin que ellos oyeran la puerta, una idea cruzó por su mente. Una idea realmente traviesa. ¿Podía ella, la dulce Mía, hacer una cosa así? Si lo quería intentar, tomaría algo de trabajo. Primero, tenía que visitar su tienda de artesanías favorita abajo en la Royal, ellos almacenaban toneladas de purpurina y plumas en esta época del año. Y con suerte tendrían, su más reciente proyecto de artesanía, hacer máscaras de Mardi Gras. Todo había comenzado como una forma de ayudar a su sobrina de quinto grado con una tarea de arte para la escuela, pero de repente se dio cuenta de que la artesanía podría tener un beneficio mucho más personal y satisfactorio. Tendría que hacer algunas otras compras, también, por supuesto, pero si estaba considerando seriamente esta posibilidad, tal vez debería empezar por hacer una máscara especial y dejar que sea su guía. Para su sorpresa, mientras más lo pensaba, más concreta se volvía la idea. Convirtiéndose en algo que definitivamente iba a hacer, algo que tenía que hacer, de hecho. Ty había confirmado sus sospechas. Él pensaba que las mujeres eran chicas buenas o traviesas, sin términos medios. Eso era una lástima, pero no una sorpresa. Ella estaba loca por Ty, pero a veces era un chico típico. Evidentemente Jack había sido iluminado por Liz, pero Ty permanecía en la oscuridad. 2 Bondage es una denominación aplicada a los encordamientos eróticos ejecutados sobre una persona vestida o desnuda. Los atamientos pueden hacerse sobre una parte o sobre la totalidad del cuerpo, utilizando generalmente cuerdas, aunque también se puede ver en muchas ocasiones el uso de cinta, telas, cadenas, esposas, y cualquier otra cosa que pueda servir para inmovilizar a una persona. Con cierta frecuencia, a la persona se le aplica una mordaza o los ojos vendados. El bondage puede usarse como práctica estético-erótica, como parte de una relación BDSM, como una variante erótica más o como elemento en ceremonias de dominación o de sadomasoquismo.
  • 18. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 11118888 Ahora sabía que Ty nunca la vería como algo más que una buena chica. Y la verdad era que, dado el tiempo que hacía que conocían, y que él todavía se mantenía en contacto con su hermano en Nueva York, y que parecía gustarle e incluso valorar su dulzura, ella simplemente no creía que pudiera soportar desilusionarlo y arriesgar la alta opinión que tenia de ella. Pero ahora que entendía todo y que sabía, por desgracia, que nada romántico sucedería entre ella y el objeto de su afecto, iba a darse un regalo muy grande en esa temporada de carnaval. Ella iba a tener Ty, de una vez por todas. Él simplemente no se daría cuenta. Sintió una pequeña mueca malvada desplegarse en su cara, anticipando su plan. — Bueno, será mejor que regrese al trabajo. Mis casos no van a solucionarse por sí mismos— dijo Jack, dándole a Mía el tiempo suficiente para agacharse detrás de su escritorio mientras él salía de la oficina de Ty. — Oye, ¿harás tu mundialmente famosa jambalaya el sábado?— gritó Ty detrás de él. — No sería una fiesta sin ello, amigo— dijo Jack. —Nos vemos luego. — Muy bien, amigo. Hasta luego. Haciendo todo lo posible para pensar rápido mientras Jack atravesaba la puerta, y dejaba entrar una ráfaga de aire frío, los sonidos imprecisos del tráfico y una bocina tocando en algún lugar a la distancia, Mía apareció de pronto desde detrás del mostrador, dejó escapar un suspiro, luego golpeó un cajón del escritorio. Unos segundos más tarde, Ty se inclinó a través de la puerta. — ¿Mía? ¿Cuándo regresaste?
  • 19. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 11119999 — Justo ahora. Me crucé con Jack en el camino y él sostuvo la puerta para mí. Por eso que sólo la oíste abrirse una vez. —Olvidé mi bolso— añadió, levantándolo en el aire. — ¿Ves? Él se quedó perplejo. —Yo... no te oí decirle nada a Jack. Ella parpadeó. —Nosotros… intercambiamos asentimientos. — ¿Intercambiaron asentimientos?— él la miraba como si perteneciera a una sala mental. — Síp— dijo ella, bajando la mirada hacia su bolso y los dos pequeños paquetes en sus brazos. —Me tengo que ir. No queremos que estos lleguen tarde— dijo, pasó corriendo junto a él hacia Bourbon, donde finalmente dejó escapar un suspiro de alivio. Jesús, había estado muy cerca. Pero no podía lamentar lo sucedido. Por lo que acababa de oír, iba a hacer sus sueños realidad. Bueno, no todos sus sueños, no habría una boda o una luna de miel, o niños dos puntos cinco y un perro con Ty. Pero iba a hacer que sus sueños sexuales se hicieran realidad, y en el proceso, iba a darle a Ty una noche que nunca olvidaría.
  • 20. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 22220000 Capítulo Dos La piel de Mía picó cuando se puso de pie ante el espejo en su dormitorio. Su plan había funcionado incluso mejor de lo que había esperado o imaginado. Si no supiera que estaba viendo su propio reflejo, nunca se habría reconocido a sí misma. Había escondido su cabello castaño pálido bajo una peluca color caoba de larga cabellera rizada, y había disfrazado sus ojos azules detrás de unos lentes de contacto verde bosque. Se había aplicado maquillaje mucho más cargado de lo habitual, destacando sus ojos con una gran cantidad de delineador y rímel, y acentuando sus labios con un cálido tono rojo. No creía que Ty la reconociera del cuello hacia abajo, tampoco. No tenia ropa sexy y trasparente en su armario, pero un audaz viaje de compras había cambiado eso. Al igual que en su fantasía, el otro día, se puso un sujetador negro de encaje debajo de una blusa negra transparente. Más abajo, su mini negra poseía cada elemento de la fantasía, excepto la sexy abertura. Y debajo de esta... se sentía positivamente pecadora en la tanga de encaje negra y el liguero a juego unido a medias negras de encaje. Alcanzando la cómoda a su lado, tomó dos largas tiras de perlas ónix y las puso sobre su cabeza. Les dio dos vueltas, tirando hacia abajo hasta que una vuelta rodeaba su cuello y la otra cubría sus senos. Para rematar las cosas, agregó la pièce de résistance3; deslizó una exuberante y sexy máscara negra y plateada, de manera que sólo el vibrante verde de sus ojos brillara a través de esta. Dos gruesas y prodigiosas plumas sobresalían provocativamente de un lado de la brillante máscara negra, los bordes delineados 3 Del francés: Atracción principal.
  • 21. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 22221111 en cordón de plata brillante. Tres lentejuelas plateadas destacaban el punto exterior de cada ojo. — Tú eres una gatita sexual, nena— le dijo a su reflejo en la voz más baja que había estado practicando, asegurándose de pronunciar sus palabras más que de costumbre. —Y Ty nunca sabrá que eres tú. * * * * * Mientras Mía caminaba por la antigua acera en lo que solía ser la zona más tranquila de la calle Bourbon, la música y las voces ahogaban el clic de sus tacones altos. Claramente Jack y Liz no eran las únicas personas dando una fiesta esta noche, a medida que los olores de la comida picante y las parrillas calientes llenaban el aire. Rock, jazz y Zydeco4 competían por la supremacía de sonido, junto con las notas de un solitario saxofón en algún lugar a la distancia. Pasó a dos jóvenes con taps conectadas a la planta de sus zapatos de tenis, bailando de punta, y un bufón de la corte sobre zancos caminando como si fuera cualquier otra persona yendo hacia una noche de desenfreno en la Bourbon. Su mirada fue atraída a la vereda de enfrente, donde dos chicas estaban levantando sus camisetas sin mangas, mostrando sus pechos para conseguir collares. El grupo de chicos que las rodeaban silbaban, agregando comentarios como, —Bonitos, nena— mientras les entregaban los brillantes collares. A juzgar por lo cargados que estaban los cuellos de las chicas, ya habían estado muy ocupadas esa noche. El coño de Mía se hinchaba un poco más con cada paso que daba. No sólo por las sensuales vistas a su alrededor, sino porque debajo de su sexy atuendo, su ropa interior de encaje la abrazaba con fuerza, y sus ligas se frotaban contra sus piernas y culo con cada movimiento. Y a pesar de todo, el color y las personas y los senos a la vista en la calle, más algún par de ojos masculinos que la examinaron, se añadió a lo sexy que se sentía. — ¿Quieres algunos collares, querida?— preguntó un hombre con un 4 Es la música originada por la combinación de la música cajun y elementos del blues. Es por lo tanto música propia de los afroamericanos de Luisana de lengua francesa.
  • 22. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 22222222 sombrero de vaquero mientras se aproximaba por la acera. Él miraba hambrientamente su pecho, pero a ella no le importaba, era guapo, de treinta y tantos años, y ella estaba tan caliente que la sugerencia solo añadía leña a su fuego. — No, pero gracias— dijo con una sonrisa en su nueva baja y sofisticada voz. Cada balcón a lo largo de la histórica calle estaba encadenado con serpentinas o bolas de color púrpura, oro y verde, y la mayoría estaban llenos de fiesteros. Cada balcón notó, mirando hacia arriba, excepto uno. La vista trajo una pecaminosa sonrisa a su cara. El tranquilo y oscuro balcón de hierro forjado que divisó estaba a menos a una manzana del lugar de Jack, y el apartamento al que se unía pertenecía a su tía Sofía. Su tía, la clase de mujer elegante y refinada que quería ser en el momento en que alcanzara la cincuentena, era un coleccionista de joyas y la propietaria de una cara tienda en St. Peter, que tenia por hábito cerrar durante las semanas anteriores a Mardi Gras. Era demasiado ruidoso y loco para su gusto, tanto en el trabajo como en la casa, ella siempre lo decía, por lo que aprovechaba cada año para irse al Caribe con su amante de siempre, Morris. Y ella continuamente invitaba a Mía a utilizar el apartamento mientras no estaba, dada su excelente ubicación sobre Bourbon, pero como el propio apartamento de Mía estaba solo a un par de manzanas sobre St. Phillip, nunca había tomado la oferta, hasta ahora. Prepárate, Ty, porque aquí vengo. Enderezando sus hombros y empujando fuera su pecho, caminó erguida y orgullosa por la calle y a través de la arcada que llevaba al apartamento de Jack. Disfrazada como estaba, pensó que debía estar nerviosa, pero en cambio, se sentía más segura y más sexy que nunca. Era como si la máscara y la peluca le dieran algún tipo de permiso para hacer todas las cosas que quería con Ty, sin preocuparse de que eso cambiara su opinión de ella. Sin preocuparse de que estropeara su
  • 23. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 22223333 relación o su trabajo. La única cosa que le preocupaba en ese momento era cómo iba a soportar la espera hasta que pudiera conseguir quitarle la ropa y salirse con la suya. Había esperado hasta después de las diez para llegar, y como había esperado, la fiesta parecía estar en pleno apogeo. Mientras subía las escaleras al aire libre hacia el lugar de Jack y Liz, se encontró con los fiesteros, algunos enmascarados, otros no, que habían salido a fumar. Música Jaunty Cajún5 llegaba desde el interior de la puerta que estaba abierta. Déjaselo a los Cajunes, pensó, hacen sonar al acordeón sexy. No podía estar más contenta al pasar a través de la puerta para encontrar a una gran multitud en una habitación con poca luz. Algunas personas estaban ataviadas con las obligatorias insignias de Mardi Gras en color púrpura, oro y verde, mientras que otras optaron por ropa diaria regular. Se mezcló a la perfección, sin siquiera intentarlo. Gran parte de la multitud estaba de pie atrás en los bordes de la sala, formando un círculo alrededor de Jack y Liz, quienes realizaban una versión sexy de paso doble. Mía nunca había visto a Jack mirar a cualquier mujer de la forma en que siempre miraba a Liz, como si iluminara su vida. Algunos de los invitados se movían al ritmo de la música, pero estaba claro que esa danza pertenecía a los dueños de la casa. Liz sonrió hacia los ojos de su marido, y Mía pudo ver el brillo en su mirada, incluso a través de la máscara roja que llevaba. No estaba segura de que jamás hubiera visto a dos personas así. Dios, quiero eso con Ty. Ella se estremeció al darse cuenta de lo que acababa de pensar. No podía tener eso con Ty. Lo que ella podía tener con Ty era sexo caliente. Y amistad. Independientes entre sí. Y eso era todo. 5 Alegre, desenfadada.
  • 24. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 22224444 Cuando el candente tema Cajún llegó a su fin, la multitud dio un aplauso, y Ty apareció de repente, dando un paso adelante para palmear a Jack ligeramente en la espalda. —Casi lo haces ver como un buen bailarín— le dijo a Liz con una sonrisa. — Vaya, amigo, yo soy el que ha estado enseñándole. Cuando Ty levantó sus cejas, Liz dijo, —Es cierto. Jack me ha estado llevando a un lugar en el pantano por la barbacoa y el paso doble todos los viernes por la noche durante el último par de meses. — Tengo que conseguir algo Cajún en su alma— agregó Jack con una sonrisa. — En cambio, yo sólo voy a tomar a algún Cajún en mis brazos— dijo su esposa, tirando de él en un caluroso abrazo que Mía envidió. Pero deja de envidiar a Liz y Jack. De hecho, deja de pensar. Y empieza a entrar en tu juego. Afortunadamente, ver a Ty a través de la sala lo hizo más fácil. Desde que lo divisó, todo dentro de ella se apretó de excitación, y con el conocimiento de que esa noche finalmente lo tendría. Su coño se humedeció al recordar lo que había ido a hacer allí. Ya era hora de que saciara su lujuria por ese hombre, de una vez por todas. * * * * * Ty comprobó su reloj por quinta vez en la última hora. ¿Dónde estaba Mía? No es que realmente le importara, pero ella había dicho que iba a ir, y por lo general era puntual, y se preocupaba si no se presentaba en el lugar en que se suponía que estaría. La conocía hacia tanto tiempo, que le gustaba cuidar de ella cuando podía. Como un favor a Tim, y porque ella era una amiga, se dijo. Eso era todo.
  • 25. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 22225555 Cuando Liz pasó por ahí, con unos cuantos platos vacíos en sus manos, él bajó una mano en su brazo. — ¿Has visto a Mía? Ella sacudió la cabeza. —Ahora que lo mencionas, no. Sin embargo, Jack dijo que iba a venir. Le dio una ligera inclinación de cabeza, entonces dejó que Liz siguiera su camino. Sin embargo, no pudo evitar una rebelde punzada de envidia por su mejor amigo. Liz lo tenía todo. De hecho, él había tenido la oportunidad de obtener una muestra de Liz en la cama cuando ella y Jack habían comenzado a conocerse, habían querido experimentar con un trío, y ¿quién era él para interponerse en el camino? Afortunadamente, las cosas no se habían puesto difíciles después de eso. Había entendido que era una experiencia de una sola vez y, desde ese momento, estuvo muy contento de llegar a conocer a Liz como una amiga y futura esposa de Jack. Pero tanto como él le había dado a entender a Jack a principios de semana, a menudo se preguntaba cómo Jack se había vuelto tan afortunado de tener a su alma gemela caminando directo a su vida. Infiernos, tal vez él quería sentar la cabeza. Si no, ¿entonces por qué estaba tan celoso de la felicidad de Jack últimamente? Estaba teniendo pensamientos estúpidos, eso era todo. Y si era inteligente, dejaría de insistir en esos pensamientos estúpidos y haría lo que había planeado hacer en esa fiesta, encontrar alguna mujer hermosa y salvaje que quisiera liberarse y tener algo de diversión en Mardi Gras. Fue en ese preciso momento en que vio a la señora a través de la habitación. Incluso detrás de la máscara, sentía que ella lo estaba mirando. Una pelirroja con el cuerpo de humo. Hicieron contacto visual y ella lentamente lamió su labio superior. Sexy como el infierno. Al sentir el primer indicio de una reacción en su polla, decidió que tal vez su
  • 26. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 22226666 deseo estaba haciéndose realidad, la pelirroja debía ser una amiga de Liz, y ella lucía exactamente como una mujer que quería conseguir un “juntos y desnudos”. Si su experiencia se mantenía, ellos tendrían una buena noche o dos, o cinco, o diez, de sexo, y entonces terminarían, pero eso estaba bien. A pesar de sus breves momentos de envidia, él había más o menos aceptado que tener relaciones sexuales sin romance era parte de cómo funcionaba su vida. Y si hubiera necesitado una señal para demostrarlo, la sexy señora en negro y plateado lo era. Ahora, con su intensa mirada sobre él una vez más desde detrás de esa seductora máscara, ella metió el dedo en su copa de vino, y luego sensualmente lo deslizó en su boca, sorbiéndolo todo. Su pecho se calentó y su ingle se apretó más todavía. Muy bonito, nena, pensó, y esperaba como el infierno que ella pudiera leer la respuesta en sus ojos. En ese momento, alguien tropezó con ella, un hombre, alguien que Ty no conocía. El moreno del tipo empresario comenzó a hablar con ella, haciéndola sonreír, y una increíble e irracional ira creció dentro de él por haber interrumpido su silencioso coqueteo. Eso puso su polla aún más dura, haciéndolo desearla aún más, sintiendo como si el Sr. Pulcro acabara de invadir su territorio. Justo cuando estaba pensando en caminar hacia allí y encontrar alguna forma de hacer su reclamación sin parecer un loco, el hombre siguió su camino. Mirando detrás de él, la mujer de la máscara cambió su copa de una mano a la otra, y en el proceso dejó caer su servilleta de papel. Esta cayó al suelo a sus pies. Para sorpresa de Ty, ella echó una rápida mirada en su dirección. ¿Para asegurarse de que se seguía mirándola? Entonces se giró de espaldas al él y se inclinó por la cintura, bajando, bajando, haciendo que su falda se levantara por la parte de atrás, más allá de la parte superior de sus sexys medias de encaje y hasta las negras correas estiradas del liguero, él se quedó esperando echar un vistazo entre sus muslos. La falda no llego tan lejos, pero para el momento en que ella recuperó la servilleta y se paró de
  • 27. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 22227777 nuevo, él estaba tan duro que casi dolía. Justo entonces, una pieza de plata golpeó una copa de vino, y el zumbido de las voces llenando la habitación quedó en silencio, dejando sólo un lento vals Cajún sonando en su lugar. —Hay mucha más jambalaya en la cocina para cualquier persona que quiera— anunció Liz. De pie a su lado, Jack agregó, —Y si están listos para el postre, tenemos buñuelos frescos y, a pesar de que es un poco tarde en la temporada, un grandioso gran pastel del rey6. — Nunca es tarde para la torta del rey— gritó alguien con un pesado acento de Louisiana. Tradicionalmente, la torta del rey se supone que sea servida para el seis de enero, la epifanía y comienzo oficial de la temporada de Mardi Gras. Un bebé de plástico, para simbolizar el nuevo año, era cocinado dentro del pastel, y el que obtenía la porción con el bebé tenía que hospedar la siguiente velada. Pero, tradición a un lado, la torta del rey era un regalo muy común hasta el Fat Tuesday7 y esta no sería una fiesta de Mardi Gras sin una. Volviendo su atención a la ardiente pelirroja, Ty vio que había dejado su lugar para avanzar hacia la mesa de postres. Él decidió quedarse atrás y evitar a la multitud por el momento, se acercaría a ella cuando no hubiera tanta gente a su alrededor. Parecía que se había ofrecido para ayudar a repartir el pastel mientras Liz lo cortaba, él observó cuando agarró dos platos morados de papel cubiertos con torta y dio unos pasos en la sala hasta dos fiesteros que la aliviaron de ellos. El mismo 6 Al estilo de Luisiana, la King Cake es un rollo de canela como torta en el interior con azúcar glaseada con los tradicionales colores (verde, violeta, dorado) en el exterior. La torta tiene una pequeña baratija (a menudo un bebe de plástico, dicen para representar al Niño Jesús) en el interior (o algo colocado debajo), y la persona que recibe el pedazo de la torta con el abalorio tiene varios privilegios y obligaciones. 7 El Fat Tuesday es el nombre tradicional para el día antes del Miércoles de Ceniza, el primer día de la Cuaresma. Es más comúnmente conocido como Mardi Gras, que es simplemente Fat Tuesday en francés. Recibe su nombre de la costumbre, en muchos países católicos, de marcar el día con fiesta antes de la temporada de ayuno de la cuaresma.
  • 28. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 22228888 escenario se repitió tres veces hasta que se dio cuenta de que estaba totalmente capturado por la visión de ella. Pero no podía evitarlo. Estaba intoxicado por su exuberante escote y esa sexy blusa transparente, y sus tacones negros de tiras eran tan calientes que pensaba que le gustaría sentir uno de ellos ligeramente en su espalda. Oh síp. En ese momento ella tomó otro pedazo de pastel y comenzó a zigzaguear a través de la multitud hasta que llegó a... él. Levantó el plato con una sonrisa insinuante. — ¿Hambriento?— preguntó en una baja y sexy voz como para hacerlo caer muerto. Sintió la pregunta en su polla. —Mucho— contestó, mirando sus cálidos ojos verdes. — Disfruta— le dijo mientras él aceptaba el pastel, luego se volvió y se alejó, la influjo de sus caderas era fascinante. Mientras Ty mordía la dulce porción, se encontró pensando: Infiernos, quién necesita una relación significativa cuando se tiene esto, una mujer muy caliente lista para lo que promete ser una noche de diversión por delante. Fue entonces cuando se dio cuenta que estaba comiendo... papel. Metiendo la mano en su boca, sacó una delgada hoja de papel amarillo arrugado. Este decía en fuertes letras en negro, ¿Quieres follar? Su polla amenazaba con estallar detrás de su cremallera en cualquier momento. Levantó la mirada para encontrar a la pelirroja a través de la sala, todavía repartiendo torta. Apoyando su plato en la mesa más cercana, hizo una línea recta hacia ella. Mientras ella se inclinaba para recoger dos platos más de la mesa de postres, él se inclinó detrás de ella, dejando que su cuerpo se pegara al de ella de la cintura para abajo.
  • 29. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 22229999 Ella se estremeció ligeramente, pero no se alejó, sólo se enderezó y se volvió para mirar por encima de su hombro. — Sí— sopló en voz baja en su oído. —Y quiero hacerlo duro. Tal vez no tendría que estar cien por cien seguro de que ella había enviado la nota, pero lo estaba. Simplemente lo sabía, sin un ápice de duda. Él se movió un poco más cerca, para que ella sintiera su erección presionando en la raja de su culo. Apoyando los platos de nuevo abajo, ella se volvió, hábilmente corriéndose a sí misma de entre él y la mesa, y le agarró la mano. —Sígueme. Solamente el toque de sus dedos se añadió a su calor mientras ella lo conducía a través del piso, alrededor de una esquina, y dentro del cuarto de baño, que estaba a la luz de las velas. Cerró la puerta de madera firmemente detrás de él y se volvió para mirarla. Sus ojos brillaban con el mismo fuego que quemaba caliente en sus venas, y su amplio pecho dejó escapar un poco de aire, rogando por su toque. Una sensual boca pintada con lápiz labial oscuro la hacía lucir aún más como una misteriosa pieza de fruta prohibida. Y él estaba listo para tomar un bocado. Dieron un paso hacia el otro al mismo tiempo, entrando uno en los brazos del otro. Los suyos colocándose alrededor de su cintura y los de ella rodeando su cuello. — ¿Cómo te llamas?— él preguntó, su boca cerniéndose una pulgada por encima de la de ella. Ella dudó un poco, luego lamió su labio superior. —Mina. — Encantado de conocerte, Mina. Soy Ty— dijo, y bajó un beso sobre esa oscura y sexy boca. Ella respondió con una ansiosa presión, hambrienta y dispuesta, tal y como él la deseaba. Ella sabía a dulce, como el pastel que acababa de comer, cuando
  • 30. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 33330000 facilitó su lengua entre sus labios. Sus pechos apretados firmes contra su pecho y su polla moldeada a la perfección con la abertura que podía sentir por debajo de su falda. Su piel estaba caliente al tacto, y sus movimientos contra él lo llenaban de nostalgia. Maldita sea, no podía recordar un momento en el que se hubiera puesto tan caliente tan rápido. La había deseado lo suficiente antes, en el cuarto lleno de gente, pero su deseo se había disparado desde que caminó tras una puerta cerrada con ella. Su lengua rodeó la suya en besos que crecieron más lentos, pero más calientes. Podía escucharlos a ambos respirando con dificultad mientras sus manos recorrían su espalda y ella pasaba los dedos por su pelo. Cuando él arrojó una mano alrededor de su pecho, era como si el cielo y el pecado colisionaran en la palma de su mano. La sensación de su exuberante carne, incluso a través de su blusa y sujetador, lo hizo empujar hacia la parte blanda entre sus muslos, el movimiento casi involuntario. Ella gimió cuando él pasó su pulgar a través del endurecido pezón que podía sentir a través de la delgada blusa y la ropa interior de encaje. — Quiero tu pecho en mi boca— él susurró mientras sus labios dejaban los suyos, aventurándose hacia abajo. Él inclinó su cabeza hacia atrás mientras ella llovía besos por su cuello y en la parte superior de su pecho a través de la “v” en su camiseta. — Mmm, quiero mi coño en tu boca— ronroneó ella entre beso y beso. Él gimió. Era una chica mala. Ya estaba loco por ella. Cuando ella alzó la mirada, arrastrando sus extendidos dedos hacia abajo por su pecho, él se estiró para quitarle la máscara. No estaba seguro de por qué; ni siquiera lo había planeado. Supuso que sólo quería ver mejor a esta ardiente y sexy mujer que estaba besándolo hasta dejarlo sin sentido. Él quería ver a quien estaba a punto de follar.
  • 31. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 33331111 Mordiéndose el labio, ella se lo impidió, sosteniendo la máscara en su lugar. —No. No discutió. En lugar de eso fue por la siguiente mejor opción, el botón entre sus pechos. Chasqueándolo lo abrió, llegando al interior, curvó sus dedos alrededor de la copa de su sujetador de encaje de un corte peligrosamente bajo. Ella dejó escapar un sexy suspiro ante su suave y sensual amasado, pero rápidamente apartó su mano, agarrando sus dos muñecas para evitar que fuera más lejos. —No— dijo ella, esta vez más firme. Él no sabía qué pensar. Incluso mientras mantenía sus muñecas a los costados, se inclinó para rastrillar un caliente beso en su exuberante boca. —Pensé que querías que te follara— él dijo, su voz saliendo ronca. — ¿Hice algo equivocado? Ella sacudió su cabeza, sus ojos tan llenos de pasión como antes. —Pero no quiero apurar las cosas, nene. Quiero hacer durar el placer. Algo sobre la forma en que lo dijo aumentó su deseo, forzando su cremallera más de lo que ya estaba. Él apoyó su frente contra la de ella, entregando uno, dos besos más pequeños diseñados para atraer. — ¿Qué tienes en mente? Le soltó las muñecas y mostró un atisbo de una sexy sonrisa. —Sígueme. Ella ya estaba buscando la perilla de la puerta cuando él sonrió y dijo, — ¿No hemos hecho ya esta parte? — Esto era sólo el calentamiento, querido— dijo con esa voz ronca que lo ponía más lujurioso. Abriendo la puerta, miró por encima de su hombro hacia él, esa sexy máscara enmarcaban sus ojos con un brillo oscuro. —Para lo que quiero hacer contigo, tendrás que seguirme y ver a dónde te llevaré. ¿Vas a venir? Colocando sus manos sobre los hombros de ella, se inclinó para susurrarle en el oído cuando un hombre pasó junto a ellos hacia el cuarto de baño que
  • 32. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 33332222 quedaba libre. —No me has hecho correrme todavía, pero tengo la sensación de que lo harás. Sintió las palabras viajar a través de ella en la sexy extensión de sus hombros, en el impulso hacia adelante de sus pechos. — Voy a ir a donde quieras que vaya, cariño— agregó. —Sólo muéstrame el camino. * * * * * La piel de Mía se estremeció de calor en el momento en que llevó a Ty por la Bourbon Street hacia el apartamento de su tía. El estado de ánimo afuera sólo se añadió a su excitación. La gente se arremolinaba, las niñas todavía se estaban mostrando por collares, y un ambiente de fiesta impregnaba la noche más caliente que el promedio de febrero. Todavía estaba temblando sobre el nombre que le había dicho a él: Mina. Había temido descubrirse a sí misma incluso mientras salía de sus labios, pero que él había parecido aceptarlo sin pensar. Gracias a Dios que nunca le dijo que Mía era la abreviatura de Mina, que era la abreviatura de Guillermina, una bisabuela por parte de su padre. Al parecer, Tim nunca había tenido ocasión de mencionar esa trivialidad, tampoco, por lo que ahora estaba eternamente agradecida. También casi se había desmayado cuando él había tratado de quitarle la máscara. Gracias a Dios no había insistido. Todo dependía de mantener su sexy máscara puesta, y su rostro oculto. No había mirado hacia él mientras caminaba, no se atrevió. Estaba muy sorprendida de que realmente estuviera sucediendo, realmente funcionando. Había sido confiada, pero no había estado verdaderamente preparada para lo que se sentía tener sus manos sobre ella, su boca sobre la de ella. Finalmente besar al tan codiciado Ty había sido a la vez mágico y la cosa más natural del mundo. Él
  • 33. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 33333333 besaba exactamente como se había imaginado, con un suave e insistente calor y una lenta urgencia que podría conducir a la locura a una mujer. Casi creyó que podía correrse de solo besarlo. Y cuando su perfecta y deliciosamente gran erección había presionado en ella…Mmmm, su coño casi se había derretido de las llamas que había encendido allí. Ahora su ansioso coño zumbaba de deseo. Pero tenía un largo camino por recorrer antes de que en realidad lo tuviera, tuviera su pene, dentro de ella. Tenía planes para su hombre. Planes para una noche que él siempre recordaría.
  • 34. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 33334444 Capítulo Tres Ella lo llevó cruzando la calle y a través de un grupo de chicos de veintitantos años, consciente de que estaban mirando, consciente de que su blusa estaba desabrochada más allá de su sujetador. Decidió que debía ser una muchacha aún más traviesa de lo que pensaba, ya que no le importaba estar mostrándose para ellos, no le importaba que fuera probablemente muy claro que estaba a punto de seducir al hombre que la seguía. Liderando a Ty a través de una puerta de hierro forjado, subió las escaleras al apartamento del segundo piso de la tía de Sofía. No pudo evitar preguntarse si su culo estaba en la cara de él con cada escalón que subía, y si tal vez él estaba tentado a extender la mano y empujar hacia arriba su falda, e ir tras ella allí y ahora. Si lo hiciera, no estaba segura de tener la voluntad para detenerlo. Pero tienes que atenerte a tu plan, se recordó a sí misma. Si deseas darle una noche para recordar, tienes que tomar las cosas con calma y hacerlo bien, ponerlo donde tú lo quieres. Llevarlo donde él también quiere estar. Cuando llegaron al rellano, metió la mano en su sujetador, deslizando sus dedos por la suave curva inferior de su pecho izquierdo, y sacó la llave. Levantando la mirada, se encontró con que él la estaba observando. — Eso es malditamente sexy— dijo en voz baja y mordaz. Ella respondió con su sofisticada voz. —Me gusta viajar con poco peso. Él sonrió, sus ojos todo fuego y anticipación. Cuando ella abrió la puerta, no encendió la luz, dejó que la luz de la calle se filtrara a través de las ventanas delanteras y los guiara a través del departamento.
  • 35. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 33335555 Sólo cuando entró en lo que la tía Sophie se refiera como su sala del frente, justo al lado del balcón, encendió una lámpara con un regulador de intensidad. Lo mantuvo bajo, tanto para proteger su verdadera identidad como para crear un ambiente seductor. A continuación, se dirigió hacia las puertas francesas que llevaban al balcón. Por más que quería estar a solas con Ty, también lamentó tener que dejar la infecciosa decadencia de Mardi Gras atrás. En un impulso, abrió las puertas de par, dejando entrar los sonidos de la música, fragmentos de Dixieland8, jazz y Zydeco todos emanando desde la calle más abajo. Con estos llegó la estática vaga de las voces, risas y aromas de bombones dulces y gran cantidad de delicias picantes Cajún. Todo yendo dentro, pareciendo habitar la sala con ellos. Ella se había dejado caer por el apartamento de camino a casa desde el trabajo el día anterior para situar todo tal y como quería. Girar para ver la silla de la cocina que había colocado en el centro del suelo de la sala le recordó que, con su pasión ya en un tono febril, mejor ponía su estrategia en juego antes de que él la agarrara y comenzara a besarla y el plan quedara en el olvido. — Siéntate— dijo. No demasiado duro o autoritario. Sólo una petición. Él se movió hacia el sofá que descansaba contra la pared. — No. Allí— ella señaló la silla de madera. Él levantó su mirada. Sonrió ligera e inciertamente. —Uh, ¿por qué? Ella le devolvió una pequeña y mordaz sonrisa. —Sólo hazlo, querido. Él inclinó su cabeza especulando, como si tal vez estuviera sintonizando la idea de que ella estaba a punto de cumplir sus deseos privados, entonces se dirigió hacia la silla y tomó asiento. 8
  • 36. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 33336666 Por supuesto, la forma en que él la estaba mirando ahora la hacía simplemente querer saltar sobre él y decidir “Que se joda el plan”, así que tuvo que trabajar para mantenerse calma y seguir adelante. Sin embargo, sus muslos dolían y su coño pulsaba de necesidad. Incluso sus brazos y manos se sentían pesados y hambrientos. Puro deseo empapaba todo su cuerpo en una forma que ella nunca había experimentado antes. — ¿Y ahora qué, nena?— preguntó en la voz más sexy y más rasposa que jamás había oído salir de su boca. Esto es cómo se siente ser su amante, pensó. La ardiente anticipación se escapaba de sus ojos y esto era sólo el principio, la previa. Se sintió dar pasos hacia él, sus zapatos haciendo clic a través de la madera pulida darse cuenta lo que estaba haciendo. De repente, él era como un imán para ella. Alcanzándolo audazmente levantó una pierna en su regazo, su falda elevándose casi hasta sus caderas mientras ella se ponía a horcajadas. Las manos de él se posaron sobre el exterior de sus muslos, rozando rápidamente hacia arriba, más allá del encaje de la parte superior de sus medias, por debajo de su falda, sobre el delgado tirante elástico de sus bragas. Un gruñido salió de él y su cuerpo entero palpitó, pesadamente como el ritmo de un tambor. Su coño se presionó contra la deliciosa longitud de su polla a través de sus jeans, provocando oleadas de placer que se sentían como tentáculos extendiéndose a través de su coño. No, esto es como se siente ser su amante. O estaba condenadamente cerca, de todos modos. — Bésame— dijo ella febrilmente. Sus lenguas se reunieron en el preciso segundo en que sus labios lo hicieron, en una cálida y sensual conexión que se sentía natural y correcta, la sensación fusionándose a través de ella como helado dejado fuera en el caliente sol de Louisiana.
  • 37. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 33337777 Nunca tomó la decisión consciente de empezar a desabrocharle la camisa, pero los botones se deslizaron libres debajo de sus dedos, uno por uno. Las manos de él dejaron sus caderas, entonces rozaron sus sensibles pechos mientras él trabajaba en sus botones, también. Cada beso se hizo más intoxicante hasta que ella finalmente empujó su camisa fuera de sus hombros, pasando sus manos sobre los músculos allí, extendiendo los dedos por la amplia y sexy extensión de su pecho. Se encogió de hombros fuera de la camisa antes de por fin desabrochar el último botón de su blusa. Ella no se molestó en quitarla por completo, dejando que la tela de gasa se desplomara sobre sus brazos en una forma que se sentía ligera y deliciosamente vinculante cuando se movía. Además, era demasiado problema alejar sus manos de su cuerpo finamente esculpido, medio descubierto por ella. Sus besos viajaron de su boca por su mandíbula, hacia su cuello. Ella se arqueó contra él, presionando su hambriento coño con más fuerza en su erección, inclinando su cabeza hacia atrás para darle la bienvenida a su aluvión de besos. Su boca pronto se hundió en la hinchazón superior de su pecho. Su coño se estremeció y su pulso se aceleró. Sus manos encontraron los dos sensibles montículos de carne justo debajo, ligeramente ahuecando las curvas exteriores mientras que rozaba con sus pulgares sus pezones cubiertos de encaje. Un suave gemido se le escapó cuando sus besos se extendieron en el valle entremedio, luego viajaron sobre la otra elevación. Sus pechos nunca se habían sentido tan sensibles, como un regalo que quería darle a su hombre. Él dejó caer su toque de nuevo a sus caderas, su culo, ayudándola, porque sin llegar a darse cuenta, en algún momento había empezado a moverse contra él, moliendo contra la irresistible columna de piedra bajo sus jeans. Oh Dios, a este ritmo, se correría pronto, antes de que la acción realmente se pusiera en marcha, lo que no quería, pero ¿cómo podía resistirse? Su cuerpo estaba a cargo ahora, retorciéndose contra él por voluntad propia.
  • 38. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 33338888 Él mordió el duro pico de su pecho a través del encaje que apenas lo cubría, y ella gritó. La deliciosa sensación se disparó directamente a su coño, y casi la empujó sobre el borde. Ella se movió con más fuerza contra él, queriendo más, más. Sus palmas recorrían su cuerpo, tan suavemente, su toque al mismo tiempo abrumador y el estímulo más maravilloso. Se oyó jadear, él también, y miró sus ojos para encontrar el mismo fuego que antes, sólo que ahora quemando más caliente. —Eres tan sexy nena— murmuró. —Tan jodidamente sexy. Él enmarcó su rostro con las manos y tiró de ella en un profundo beso que llegó hasta su alma, justo cuando él deslizó sus dedos por debajo de su máscara y comenzaba a sacarla por encima de su cabeza. Ella se hizo hacia atrás, tirando sus dedos lejos. —No— le espetó. Esto mató su creciente placer, y el orgasmo que se había sentido tan cerca... Pero eso de hecho estaba bien, a pesar de la frustración rugiendo a través de su cuerpo. Porque claramente había olvidado su plan, se había salido del camino. Tiempo de enfocarse. — ¿Por qué?— preguntó él. —Quiero verte. Quiero ver tu cara, Mina. Ella sacudió su cabeza, y entonces, tan doloroso como resultaba, se levantó de su regazo. El movimiento atormentó a su cuerpo con la pérdida, pero valía la pena, ya que su intento de quitarle la máscara fue una llamada de atención. No tenia que dejar que su propio deseo le hiciera perder lo mejor. Tiempo de tomar el control. Por completo. — ¿Qué pasa?— preguntó él, poniéndose de pie.
  • 39. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 33339999 Ella presionó su palma en el centro de su pecho y lo empujó hacia abajo. — Siéntate. — ¿Qué?— murmuró, viéndose confundido. — Has sido un chico malo— dijo, moviéndose hacia la bolsa de la compra que había colocado a sólo unos metros de distancia en su anterior visita al apartamento. Sacó una larga cuerda blanca que había comprado y caminó por detrás de su silla. —Dame tus muñecas. Él lanzó una rápida mirada por encima de su hombro, claramente sorprendido, pero luego su expresión se suavizó mientras movía sus brazos detrás de él, a través de la abertura baja en el respaldo de la silla. Mía respiró profundo mientras colocaba sus muñecas una sobre la otra, luego comenzó a atarlo. A propósito evitó atarlo a la silla, queriéndolo atado, pero todavía capaz de moverse a su antojo. Un dardo de oscuro placer atravesó su pecho mientras envolvía la cuerda, ajustadamente, más o menos, preguntándose si estaba mordiendo su piel, preguntándose si él estaba disfrutando de eso. Incluso después de su inicial deleite al escuchar la conversación de Ty y Jack en la oficina a principios de semana, ella no había esperado obtener alguna emoción profunda de asumir el papel de dominatriz, pero podía decir que se había equivocado. Le gustaba demasiado vincularlo con la cuerda, cada giro de la misma alrededor de sus muñecas llenándola con una sensación de prohibido calor. Cuando anudo la cuerda y caminó alrededor de él, su expresión se cernía en algún lugar entre excitada y divertida. — ¿Sabes que así no te puedo tocar? Sí, lo sabía. Un sacrificio, pero que valía la pena. —Eso está bien— entonces una idea la golpeó, una pequeña modificación en el plan. —Tal vez... debería
  • 40. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 44440000 hacerlo por ti. Con eso, se dirigió al equipo de música y pulsó el botón de reproducción para iniciar un CD que había traído el día anterior. Los altavoces resonaron con una canción sexy que siempre la calentaba. Por encima de un lento y palpitante ritmo de rock, el cantante le pedía a una mujer que fuera su amante, prometiendo mostrarle su oscuro secreto. Mía nunca había hecho un striptease antes, e incluso con la gran cantidad de clubes de hombres que se encontraban a sólo un par de cuadras de distancia, nunca había visto a una bailarina de striptease en vivo. Pero ella iba a intentar ser una, para Ty, y estaba tan emocionada que su excitación aplastaba cualquier temor. Alejándose de él, comenzó a balancear sus caderas sensualmente hacia atrás y adelante con el ritmo. Entonces se arqueó, inclinando sus hombros hacia atrás para dejar que su blusa transparente se deslizara de sus brazos y cayera silenciosamente al suelo. Girando, se apoyó contra la pared, una rodilla doblada, sus brazos estirados sobre su cabeza. Poco a poco, bajó sus manos, dejándolas rozar sensualmente los redondos globos de sus pechos, la plana superficie de su vientre desnudo, luego extendió sus dedos mientras ambas manos empujaban sus muslos. — Maldita sea, eso es caliente, nena— dijo, sonando totalmente hechizado. Curvando sus dedos alrededor del borde de su falda, encontró su mirada mientras juguetonamente levantaba la tela poco a poco. — Oh, síp. Eso está bien. Continúa. Cuando la falda se levantó pasando sus medias de encaje, alivió sus dedos sobre la carne de sus muslos, por debajo de las tirantes ligas negras. Deslizando las yemas de sus dedos hacia arriba, levantó la falda hasta sus caderas. Oyó suspirar a Ty ante la vista de su monte, que se había hinchado y estaba dolorido ahora. Fue un placer para ambos cuando ella deslizó su dedo medio entre sus piernas para una
  • 41. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 44441111 lenta caricia hacia arriba sobre sus bragas. Ella la sintió en su interior, sobre todo cuando Ty susurró, —Mmm, síp. Estirándose detrás de ella mientras reasumía su lento balanceo para la sexy canción, abrió la cremallera de la mini negra y utilizó ambas manos para empujarla hacia abajo, más abajo, hasta que se soltó a la mitad del muslo y cayó al suelo. Con cuidado dio un paso libre de esta, muy consciente de cómo lucía ahora, vestida sólo con sexy lencería negra, zapatos de tacón alto, y su brillante máscara de plumas. — Levántate— dijo. Él se puso de pie, viéndose demasiado bueno en esos agradables jeans ajustados, sus manos atadas detrás de su espalda. Pero estaba a punto de verse aún mejor. Avanzando hacia él, Mía pasó sus manos por su cuerpo duro y musculoso, desde los hombros a la cintura, donde dobló las puntas de los dedos de ambas manos en sus jeans. Deslizándolas hacia el centro, encontró un obstáculo increíblemente duro que la debilitó. —Mmm— dijo ella, desabrochando los jeans, entonces lentamente, bajó la cremallera. —Estás tan grande para mí. Metiendo la mano en la bragueta abierta, pasó su palma por su erección. Él inclinó su cabeza hacia atrás con un suspiro largo y sexy. —Oh, me estás matando aquí, cariño. Sonrió hacia él. —Bueno. Nada como un poco de tortura para ponerse de ánimo. Ellos intercambiaron miradas salvajes y él se inclinó para barrer un hambriento beso a través de su boca mientras ella apretaba y acariciaba su polla a través de sus calzoncillos. Ella estaba impresionada por lo grande que se sentía y eso no hizo sino aumentar su excitación. Moviéndose por detrás de él, enganchó sus pulgares en sus jeans y ropa
  • 42. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 44442222 interior y los arrastró hasta las rodillas. Casi se estremeció ante la vista de su culo apretado y redondo, sus muñecas atadas justo encima de este. Mientras él se quitaba los zapatos y comenzaba a maniobrar fuera de la mezclilla, ella corrió sus manos alrededor de él por detrás, acariciando su pecho, sus caderas, la parte superior de sus muslos, todo excepto la polla. Él inclinó su cabeza hacia atrás en frustración. —Por favor, nena. — Eso es, querido. Quiero escucharte rogar. Ruégame. Él dudó un momento, dejando escapar un pequeño gruñido, luego dijo, — Por favor, tócame— y agregó, —Vamos, cariño. Hazlo. Ella retiró sus manos. — ¿Qué?— preguntó él, claramente perturbado. — Eso sonó más como una exigencia que un ruego, —intencionalmente sonó molesta. En el momento en que se giró para enfrentarla, ella regresaba de otro viaje a la bolsa de la compra, de la que había recuperado una fusta de cuero negro. Se quedó de pie severamente golpeándola en la palma de su mano libre mientras le daba una mirada destinada a acabar con cualquier argumento. Él arqueó sus cejas. — ¿Tienes la intención de utilizar esa cosa en mí? — Has sido un chico malo. Claramente necesitas ser disciplinado. Se quedó mirándola incierto, como si tal vez estuviera reconsiderando el deseo de ser dominado. Pero teniendo en cuenta por todos los problemas que había pasado, organizando todo esto, estaría condenada si él iba a echarse atrás. Levantando el extremo con flecos de la fusta en su hombro mientras él observaba, deslizó la longitud de la herramienta a lo largo de la hinchazón de un seno, el trenzado cuero que lo rodeó creó una agradable sensación al pasar por encima de
  • 43. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 44443333 su piel. Como había esperado, el fuego regresó a sus ojos. — ¿Usarlo te excita? Ella asintió. —Mucho. — ¿Qué quieres que haga?— preguntó él, al parecer dispuesto a obedecer. — Haz lo que digo y sólo eso. No me cuestiones o discutas conmigo. Toma lo que te dé y disfruta. Ella sintió la exigente orden hundirse en su excitación, haciéndolo querer obedecer. Y por primera vez en medio de su intento de disciplina, notó su polla. Era incluso más grande de lo que había imaginado. Sin duda el ejemplar más grande que alguna vez había tenido. La visión de esta la hizo morderse el labio con hambre mientras se estiraba con su nuevo juguete de cuero. Deslizándolo detrás de su erección, ella la tiró un poco hacia adelante, luego retiró la fusta, dejando que el eje golpeara suavemente contra su abdomen. Él dejó escapar un suave y rápido gemido. Pero ella no podía dejarse distraer por su erección, no importa cuán colosal y hermosa se veía, por lo que volvió al trabajo. —Date la vuelta e inclínate sobre la silla. Observó a Ty tomar una profunda respiración, luego girar, inclinándose levemente por la cintura, sus muñecas todavía atadas detrás de él. — ¿Así? — Sí, eso servirá. Ahora dime que has sido un chico malo. Dudó, por lo que aprovechó la oportunidad para chasquear la fusta ligeramente contra su hermoso y masculino culo, sorprendida por el placer que el golpe le entregó... a ella. —Dilo— ordenó. Suspiró, todavía luciendo reacio. —He sido un chico malo.
  • 44. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 44444444 Ella golpeó su culo con la fusta de nuevo, un poco más duro esta vez. — Oh Dios, he sido un chico malo. Mmm, sí, esta vez sonaba como que su pequeño azote estaba empezando a sentirse bien para él. Su coño palpitó cuando golpeó la fusta más duro a través de su carne, esta vez dejando una marca de color rosa. Él gimió. Cada golpe sucesivo de la fusta provoco otro gemido de Ty, cada uno sonando profundo, más profundo, hasta que ella le preguntó: — ¿Te gusta la flagelación de la Ama Mina? Él asintió vigorosamente, aunque parecía un poco agotado por el deseo. — Sí. — Mmm, ese es un buen chico— ronroneó ella, su coño zumbando con deleite ante su sumisión. —Ahora, vuelve a sentarte. Él obedeció, y cuando volvió a ver sus ojos, supo que lo tenía absolutamente excitado, y listo para lo que sea que viniese después. — ¿Quieres ver más de mí?— ella trazó la fusta sensualmente a través de sus piernas y arriba por su coño en caso de que él necesitara un poco de inspiración. Él respondió profundamente. —Oh sí. — Ruégame. No dudó en esta vez. —Por favor, déjame verte, Ama Mina. Déjame ver tus senos, déjame ver tu bonito coño. Oooh, le gustaba de esta manera, hasta el punto que incrementaba el pulso en su coño y apenas podía esperar que viera más de ella. Abandonando su fusta en el sofá detrás de ella, se estiro hasta curvar sus
  • 45. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 44445555 dedos en las copas de su sujetador, poco a poco tirando de estas hacia abajo para revelar sus tensos pezones rosados, parados gruesos y erectos. Las perlas que llevaba cayeron entre sus senos. Él dejó escapar un bajo gemido y ella se pasó sus manos sobre ellos, retorciendo las rosadas puntas. — Tan bonito— murmuró. — Ruega para ver mi coño un poco más— le ordenó. La solicitud trajo nuevo calor a su expresión. —Por favor, Ama Mina, muéstrame tu coño. Muéstrame tu caliente y rosado coño. Quiero ver lo mojada y abierta que estás. Mmm, justo lo que la dominatriz ordenó. Como antes, su ruego incrementó su excitación, poniéndola incluso más encendida de lo que ya estaba. Se dio la vuelta, poniéndose de espalda hacia él, luego deslizó sus dedos debajo del elástico hacia sus caderas. Bajo sus bragas sobre sus ligas y medias, doblándose por la cintura para darle una caliente vista de atrás. Cuando las bragas estaban en sus tobillos, salió y se volvió para estar delante de él, expuesta. — Oh Dios— susurró, sus ojos pegados entre sus muslos. — ¿Te gusta, querido?— preguntó, llegando con su mano para correr sus dedos a través de su mojada abertura. Ella bajó la mirada hacia ella misma, excitada ante la vista, porque se había afeitado todo su vello púbico a excepción de una estrecha franja por encima de su coño. — Joder sí— gruñó él, sonando tan excitado como ella. Siguiendo sus instintos y muy consciente de que le gustaba ver sus eróticos toques, se sentó en el sofá y separó sus muslos ampliamente. — Unh...— respiró. Se mordió el labio, estirándose por la fusta, luego comenzó a correr la punta
  • 46. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 44446666 de cuero con flecos sobre su clítoris y labios internos. — Oh Dios, cariño, eso es tan malditamente caliente. Déjame follarte ahora mismo. Mía no podía creer lo maravilloso que se sentía frotar el cuero de la fusta a través de su raja mientras que los ojos de Ty lo bebían todo. Nunca se había tocado para un hombre antes, y como todo lo demás era la primera vez para ella esta noche, la crudeza del acto la emocionaba casi más de lo que podía entender. — ¿Te gusta verme jugar con mi coño?— ronroneó. — Dios sí, nena— su voz era un ruido sordo y caliente. —Pero necesito follarte ahora mismo. Ella bajó la fusta al almohadón a su lado y cuadró su mirada en la de él. — ¿Estás siendo un chico malo otra vez? ¿Tratando de tomar el control cuando sabes que me pertenece? Ty parecía como si estuviera listo para salir disparado de la silla en cualquier momento, pero ante eso, se recompuso. Ella lo vio tomar una respiración profunda. —No. Lo que tú quieras, Ama Mina. Lo que tú digas. — Bien— sonrió. —Ahora, ponte de rodillas y ven acá. Sus ojos se encontraron. Los suyos parecían decir que no estaba seguro de si le gustaba esta parte del juego. Ella mantuvo su mirada fija, sin embargo. Ordenando. Finalmente, dejó la silla y cayó de rodillas, sus manos todavía firmemente atadas detrás de él. Empezó a moverse hacia ella, poniendo una rodilla delante de la otra. Ty parecía increíblemente sexy acercándose a ella, su dura polla balanceándose con cada movimiento, sus ojos hambrientos, sus manos todavía atadas. Saber que estaba de buen grado siguiendo sus demandas sólo lo hacía
  • 47. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 44447777 mejor. Ella separó más sus piernas, tan lejos como pudo, mientras él se le acercaba, complacida de que su ardiente mirada hubiera caído de nuevo a su coño. — Ahora, cómeme— dijo, cuando él estaba de rodillas entre sus muslos. Sin dudarlo un segundo, bajó su cara a su coño, cerrando su boca sobre su hinchado clítoris. Ella gritó ante el inmediato placer. Silbando cuando empezó a chupar, se dio cuenta de que su disfrute era más profundo, mucho más profundo, porque el hombre que la chupaba era Ty. Su Ty, el chico por el que había tenido un flechazo durante la mayor parte de su vida. Y ahora de repente ellos estaban jugando traviesos juegos sexuales y él estaba lamiendo vigorosamente su raja, consiguiéndola más y más húmeda, haciéndola pensar sí, sí, y haciéndola saber que disfrazarse para ser su amante secreta fue la mejor cosa que jamás había hecho. — Oooh, sí, lame mi coño— susurró ella sobre él, viendo como arrastraba su lengua todo el camino desde su apertura hasta su clítoris. —Oh Dios, sí, nene, eso es bueno. Ella levantó un tacón en el sofá, su rodilla doblada, para darle un mejor acceso, comenzando a elevarse a sí misma. Al mismo tiempo, ella acariciaba sus pechos, masajeando gentilmente, girando suavemente los pezones, sus perlas negras haciendo clic ligeramente juntas mientras ella se empujaba hacia él. Cuando miró hacia arriba, sus ojos estaban vidriosos ante sus auto caricias, ella aumentó el calor con sólo empujar un pecho tan alto como pudo con su mano, luego inclinándose hacia este; apenas capaz de arrastrar su lengua a través de su propio pezón. Ella sintió un escalofrío correr por él y le echó una sexy sonrisa. — No pares— le dijo. —Lame el bonito coño de tu Ama Mina. El cuerpo de Mía estaba en llamas. Sin embargo, quería elevar la temperatura en la sala aún más, así que cuando vio la fusta al lado de su zapato, la tomó y comenzó a golpear fuerte el culo de Ty al tiempo de sus suaves estocadas contra su hábil boca. Por un lado, odiaba pensar en todas las otras mujeres con las que sabía había estado con el paso de los años, pero por otro, no podía haber estado
  • 48. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 44448888 más contenta de tener un hombre de tal experiencia entre sus muslos. Ella gimió mientras el placer crecía y crecía; agradecida de que no hubiera llegado a su clímax antes cuando habían estado en la silla, agradecida de haberlo guardado hasta ahora, porque de repente ella quería, más que nada, correrse en su caliente y sexy boca. Ella gimió mientras se conducía hacia él, sus collares de Mardi Gras, chasqueando más fuerte juntos. Pronto dejó de golpearlo con la fusta, en su lugar estirándose más allá de sus manos atadas para deslizar la herramienta arriba y abajo en el valle de su culo. La nueva sensación lo hizo gemir profundamente, así que continuó, pensando en el cuero trenzado que iba y venía a través de su culo mientras ella se acerca más y más a alcanzar el orgasmo. Ella bajó su mano libre a su grueso y rubio cabello, emocionada por la simple sensación de correr sus dedos a través de este, pero pronto ella lo estaba usando para guiarlo, para forzarlo, para hacerlo presionarse más profundo en su contra mientras follaba su boca. —Un poco más, nene, sólo un poco más— murmuró ella, tirando de él hacia su coño mientras ella estimulaba su culo con la fusta. Los gemidos de ambos llenaban el aire sofocante, ahogando el CD de canciones sexys que ella había puesto, así como los ruidos del exterior. Se preguntó brevemente si alguien más allá del balcón podía oírlos, y esperaba que así fuera. Esperaba que todo el barrio francés pudiera oírlos excitarse uno al otro. Y entonces sus labios abrazaron apretadamente el hinchado brote de su clítoris, y ella empujó hacia él más fuerte, y, oh Dios, el clímax rompió sobre ella como una marejada, más consumidor y abrumador que cualquier cosa que jamás hubiese experimentado. Oyó sus propios gritos sin ser plenamente consciente de hacer ruido. Los pulsos de placer eran salvajes, empapando, llenando sus orejas, su cuerpo entero; cada extremidad parecía vibrar con las intensas olas. Ella se levantó, tratando de tirar de su coño lejos de su boca porque era demasiado, no podía soportarlo, tenía que dejarlo pasar y recuperarse, pero Ty no la liberaría, siguió sobre su coño hasta que estaba presionándola en la parte trasera
  • 49. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 44449999 del sofá para seguir chupando su clítoris. Su insistencia seria un motivo para castigarlo, pero esta arrastró su orgasmo, más largo, más duro... mejor. Mmm, sí. Así que cuando la inundación en su interior, finalmente se calmó y él se retiró para arrodillarse ante ella, ella no dijo nada acerca de la disciplina. De hecho, apenas podía moverse. Se sentía débil y pesada, bien follada sin haber sido follada todavía. Increíble. Aún más sorprendente era que Ty estaba sentado pacientemente esperando entre sus rodillas por sus siguientes instrucciones, de repente un obediente esclavo sexual. — ¿Estuvo bien?— él preguntó, mirándola con expectación. Su rostro brillaba con su humedad. Ella asintió, todavía está tratando de volver en sí. — ¿Estás listo para más?— preguntó, manteniendo su sensual voz. — Oh sip, nena. Estoy listo para lo que quieras, Ama Mina. Ella no pudo evitar una sonrisa malvada difundirse a través de su cara. — Vaya, vaya, ¿no eres un buen chico ahora? Tal vez debería recompensarte. Sus ojos brillaron con nueva anticipación. — ¿Cómo? — Vuelve a tu silla, y tal vez vaya a chupar tu polla.
  • 50. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 55550000 Capítulo Cuatro Ty apenas podía respirar en el momento en que se sentó de nuevo. Su cuerpo se sentía en el borde. Dios, incluso su trasero, por la forma en que ella lo había frotado con la fusta. Nunca había sentido algo así. Nunca había pensado que él lo querría. Pero la Ama Mina le estaba enseñando una cosa o dos, justo cuando pensaba que sabía todo lo que había que saber sobre el sexo. Poco a poco ella se puso de pie, con sus zapatos de “fóllame” acentuando esas piernas largas y sedosas, que conducían a su dulce coñito, tan suave y afeitado. No creía que alguna vez hubiera estado con una mujer tan increíble En cuanto a la cosa de la esclavitud, él había estado en lo correcto, le gustaba ser atado. Pero no había pensado que la disciplina viniera con todo eso, y buena esa parte... bien, no era fácil, pero había decidido entregarse a lo que pasaba tanto como fuera posible, sólo por esa noche. Después de todo, él lo había deseado, ¿no? Y como una respuesta a su deseo, allí estaba la misteriosa Mina, llevando sus fantasías a la vida y añadiendo a la mezcla sus pequeñas órdenes calientes y esa sexy fusta que utilizaba muy bien. Ella caminó hacia él, sus exuberantes labios brillando con la insinuación de una sonrisa, y fue sólo entonces cuando él se dio cuenta de que había alcanzado su bolsa de golosinas cuando no estaba mirando, porque sostenía más cuerda en su mano. Se le hizo un nudo en el estómago con una extraña excitación al preguntarse qué haría ahora, y al saber que estaba más o menos a su merced. Ante su merced por elección, sí, pero no había mucho que un hombre pudiera hacer con las manos atadas a la espalda si decidía que quería finalizar el juego. Ella se arrodilló entre sus muslos, viéndose deliciosa. Él aún podía saborear el dulce gusto de su coño…Había estado tan húmeda, que había sentido como sus jugos mojaban toda su cara, y la sensación endureció su ansioso pene aún más.
  • 51. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 55551111 Presionando uno de sus tobillos contra la pata delantera de la silla, ella empezó a atarlo. Igual que antes, cuando había atado sus muñecas, sentía la dura cuerda mordiendo su piel, complaciente sólo porque ella lo deseaba. Cuando comenzó su trabajo en su otro tobillo, no pudo evitar preguntarle: —Pensé que estaba siendo bueno. ¿Por qué me atas de nuevo? Ella esbozó una traviesa sonrisa debajo de esa máscara sexy. —El hecho de que estés siendo bueno ahora, no significa que no tratarás de tomar la iniciativa en cinco minutos— miró abajo hacia su trabajo, rodeando la parte inferior de su pierna izquierda con más cuerda, tirando de esta cómodamente con un movimiento que sintió en su polla, y luego levantó la mirada a la de él de nuevo. —Además, me gusta la forma en que te ves atado. Él no respondió, sólo sintió su polla hincharse más. Mientras observaba su trabajo, pensó en esa máscara, deseando como el infierno quitársela, preguntándose por qué estaba tan firme en no dejar que la viera. Debe ser parte de lo que la excita sobre este pequeño juego caliente, se dijo. Él no estaba seguro de por qué ver su rostro era tan importante, pero cuando ella lo besaba... No podía explicárselo a sí mismo, pero algo en ella se sentía muy familiar, casi como si la conociera. Pero no creía que olvidara haber conocido a Ama Mina, por lo que descartó la idea. — Ruégame que chupe tu polla— le ordenó ella. Al principio, se había sentido extraño rogar. Pero estaba más acostumbrado a la disciplina ahora, y aunque no creía que fuera a querer esto todo el tiempo, rogarle que bajara esos preciosos labios a su erección no era un desafío. —Por favor, Ama Mina, chupa mi pene con tu muy, muy bonita boca. Por favor, chúpame. Arrodillándose entre sus muslos, ella lo sorprendió lamiendo sus bolas, después, arrastrando su húmeda lengua hacia arriba por su longitud. Cuando llegó
  • 52. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 55552222 a la punta, lamió con avidez la gran acumulación de fluido en el extremo. — Mmm— dijo ella. —Delicioso. Él podría haberse venido en ese momento, teniendo en cuenta todo lo que había soportado hasta ahora, pero de ninguna manera estaba dispuesto a dejarse llevar por el momento. Tenía la sensación de que la sexy y misteriosa Mina sólo estaba comenzando con él. — Dímelo otra vez— dijo ella. — Por favor, nena, chúpame. Quiero estar en tu boca. Quiero sentir tus sexys labios sobre mí. Levantándose un poco, ella apoyó los codos en sus rodillas y deslizó sus manos hacia arriba sobre sus muslos hasta que sus pechos desnudos se detuvieron alrededor de su erección. —Oh Dios— dijo él en un gemido. — ¿Y éstos?— preguntó ella. — ¿Te gustaría sentir estos sobre tu polla, también? Eran deliciosos, redondos y exuberantes, con unos bonitos pezones color malva, que no podía creer que no hubiera tenido en su boca todavía. Sin embargo, sobre su pene... eso sería aún mejor. —Mmm— dijo él, apenas capaz de hablar mientras bajaba la mirada hacia la excitante visión de los dos montículos suaves curvados alrededor de su duro eje. El rígido encaje de su sujetador rozaba sus bolas. —Sí, por favor. Ella levantó sus manos a los redondos y blancos globos de carne, presionándolos más a fondo alrededor de su erección, sus collares atrapados y entrelazados con sus dedos largos y afilados. Cuando empezó a deslizar suavemente sus pechos arriba y abajo por su pene, él se estremeció y gimió de nuevo tan cerca de venirse que se preguntó cómo estaba arreglándoselas para no hacerlo. Él por lo general estaba controlado, pero estar con la Ama Mina cambiaba las cosas.
  • 53. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 55553333 — ¿Eso se siente bien, nene?— ronroneó ella, mirándolo. — Dios, síp. — A la Ama Mina le gusta complacerte cuando eres un buen chico. — ¿Puedo empujarme?— le preguntó, temiendo que si lo hacía sin preguntar, de repente pudiera ponerlo en la tierra de los chicos malos de nuevo, y no quería eso en ese momento. Estaba disfrutando demasiado de su atención. — Ligeramente— dijo ella, su voz con una cadencia, y de inmediato él comenzó a ayudarla, empujando su pene hambriento por sus hermosos senos. Maldita sea, lo que no daría por poder usar sus manos en este momento, para poder sostener sus montículos en torno a él. Pero no se quejaba. Sus bonitos y cónicos dedos, sus uñas pintadas de un rojo sangre sexy, lucían calientes como el infierno curvados alrededor de sus pechos. Y todo este juego había resultado ser aún más excitante de lo que había imaginado. — Ahora— dijo ella con esa voz sexy, — ¿cuán duro quieres que te chupe este pene grande y duro? Él miró hacia abajo a la visión que tenía delante. Su dolorosa erección siendo complacida entre sus hermosos pechos, sus ardientes ojos brillando a través de esa sexy máscara negra, sus carnosos labios rojos burlándose de él con las posibilidades. Dejó todo en lo que estaba pensando. —Te deseo tanto, Ama Mina. Tanto, que apenas puedo respirar. Quiero verte chuparme. Quiero ver cuánto de mi pene puedes tomar. Quiero follar tu boca del mismo modo que follaste la mía en el sofá. Por favor, chúpame, Mina. Por favor. Sus ojos nunca dejaron los de él mientras lo recompensaba con una pequeña y traviesa sonrisa, y sus labios fueron hacia la cabeza de su erección. Ella lamió un círculo pequeño y caliente alrededor de la punta, tomando de nuevo la perla de humedad del extremo y envolviéndolo en un total, —Oh síp, nena. Entonces ella bajó sus hermosos labios sobre él, suave, rápido, tomando una
  • 54. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 55554444 porción asombrosa de su longitud. Él tenía más de veinte centímetros y ella acabó por tragarse la mayor parte. Podía sentir la punta de su erección tocar el fondo de su garganta, húmeda y cálida mientras ella lo sostenía allí, como si le mostrara exactamente lo que podía hacer con su pene. Finalmente, después de un impresionante momento, ella se apartó y comenzó a mover su boca arriba y abajo, tomándolo casi igual de profundo cada vez. — Eso es tan bueno, nena. Él se levantó a sí mismo ligeramente, follando su boca justo como le había dicho que quería. Ella no se opuso, ni siquiera retrocedió, y a él le encantaba su audacia, le encantaba lo mucho que disfrutaba lo que estaba haciendo. Ella siguió entregándole sus deliciosas atenciones durante lo que pareció un largo y generoso rato, y disfrutó de cada segundo. Más de una vez trató de acercarse a ella, para pasar sus dedos por su pelo, o para atraerla sobre él más duro, sólo para recordar que sus manos estaban atadas en su espalda. Se esforzó inútilmente con las cuerdas, tan frustrado como contento por el roce áspero contra su piel. Pero mientras ella se mantenía trabajando sobre él, chupándolo tan a fondo pensó que iba a morir de placer mientras se bombeaba en su húmeda y exuberante boca, y para el momento en que liberó su eje, él se sintió más enamorado de la sensual mujer enmascarada de lo que podía entender. Quería decirle lo chica mala que era y lo mucho que amaba eso, pero como el sumiso esclavo que era esa noche, sabía que no era el momento, por lo que se mordió la lengua. Finalmente empujándose para ponerse en pie, dijo: —Ahora es el momento para de que puedas darme un poco más de placer. Él le dio su sonrisa más malvada. — ¿Quieres que te lama ese bonito coño rosa otra vez, Ama Mina? Ella sacudió la cabeza. —No. Te montaré.
  • 55. El Club de las Excomulgadas Lacey Alexander - Mardi Gras - Serie Fuego en la Ciudad 55555555 Con eso, ella levantó una pierna sobre la silla, dándole una increíble vista de su coño, luego rodeó su eje con su puño, y se sentó sobre él con una sorprendente facilidad. Ambos gimieron ante la suave y profunda entrada. — Tienes un pene maravilloso, Ty— ella se inclinó para poner un sensual beso en sus labios. — Tienes un cálido, húmedo y dulce coñito— respondió él. Ella se mordió el labio ante el sucio cumplido, hundiéndose un poco más allá, y él gimió. — Un coñito muy profundo— agregó él. — Afortunado para ti, ¿verdad? Para poder dar cabida a esa erección. — ¿Se siente bien dentro de ti? Ella hizo un lánguido asentimiento. —Tan grande y duro. Me estás llenando. — ¿Me follarás ahora, Ama Mina? Quiero decir, ¿realmente me follarás? ¿Realmente me montarás? ¿Duro? Él podría haber jurado que la pregunta había vuelto sus pezones como cuentas un poco más firmes ante sus ojos. — ¿Es eso lo que quieres, Ty? ¿Ser atado y follado duro? Él se limitó a asentir. Eso era lo que había querido antes de esa noche, pero ahora lo quería más de lo que había creído posible. Y lo quería con ella. Su dominatriz, Mina, la Ama de la Máscara Brillante. — Entonces te daré lo que quieres, nene. Te lo daré tan bueno, que te correrás como nunca antes.