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J. A. ESTACIO PEÑA

GUERRAS SANTAS
Las gemas de poder

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“Cada uno somos nuestro propio demonio y hacemos de este mundo
nuestro infierno”
Oscar Wilde

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CAPITULO I
Del inicio de los tiempos
Al comienzo era la singularidad, era la Nada y era el Todo. Había terminado un
Ciclo y el Absoluto no se encontraba manifestado. Luego en una fracción de
tiempo inentendible, Menaih se manifestó a través de diversas creaciones.
Hubo una gran explosión de energía donde comenzó el espacio tiempo para dar
cabida a lo que conocemos como universo físico y el cosmos. Menaih entonces
crea a los Elohim o dioses menores, que son los que continúan la tarea creadora
en los distintos universos. Deriva la tarea principal a 3 Elohim, Miriahn, Arish y
Thorab. Estos tres Elohim son los encargados de terminar la creación de
Menaih, dando forma a todas las cosas que conocemos. Su primera creación
fueron las estrellas, las galaxias, los planetas, todos y cada uno de ellos
cuidadosamente dispuestos con diferentes condiciones, no escatimaron ningún
esfuerzo, todo fue creado y dispuesto hasta la misma frontera extrema del
universo. Por un tiempo vieron maravillados su creación y dieron gracias a
Menaih por haberles compartido sus dones. Pero dentro de todas las cosas que
crearon los Elohim una llamó poderosamente la atención de El creador, un
pequeño planeta azul que giraba alrededor de una estrella brillante y que a la vez
a este planeta lo gravitaba una pequeña luna. Aquel planeta era un diminuto
punto azul en la negrura y la inmensidad del cosmos pero desde el mismo
momento que Menaih lo vio despertó en él un profundo amor tal así que
convocó a los tres Elohim y les dijo:
-hemos creado muchas cosas, todas sin duda alguna hermosas, han puesto todo
su esfuerzo para complacerme, yo he compartido parte de mi sabiduría y
poderes con ustedes y no me han decepcionado, me han maravillado con todas
las cosas que han creado pero una por sobre todo me ha cautivado, aquel
planeta azul que gira alrededor de aquella estrella, señalando al sol, ¿me podéis
decir cómo se llama y quien lo creó?-.
-Se llama tierra y fui yo quien lo creó-. Respondió Arish.
-pues bien-. Siguió el creador. -Creo que es lugar indicado para continuar con
toda la creación pues aún falta mucho por hacer-.

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En efecto el creador y los tres Elohim se dirigieron a la tierra, allí Menaih les
dijo:
-he aquí mi decisión, este lugar es el elegido para ser la casa de mis hijos que
estarán pronto por ver la luz del día, ustedes serán los que hagan de este lugar
un sitio habitable para ellos, para ello a cada uno de ustedes le hago entrega de
esto-. Y les entregó una gema, tal joya brillaba más que cien luces de estrellas
juntas además de ser de una extremada belleza. -dentro de estas gemas que se
llaman Timbilis, los portadores de vida, está la luz del mundo-. Prosiguió
Menaih. -Solo piensen en lo que desean crear, pongan la gema en lo alto y dejen
que la luz del sol traspase sus cristales y verán como sus deseos se hacen
realidad. Pero cuidado-. Advirtió el creador. -No dejen que esta gema los
gobierne, pues es tanto el poder que tiene que pareciera que tiene deseos
propios, por eso úsenla con inteligencia y bondad, cuiden de sus pensamientos
cuando la estén usando-.
Entregó entonces a cada Elohim un Timbilis, cada uno de ellos lo contempló
asombrados pero uno en especial amó a su gema más que a nada, Miriahn el
Elohim orgulloso puso todo su amor y más tarde toda su codicia al servicio de
la joya. Y así fue como todo se hizo, Thorab separó las aguas abundantes y creó
los mares y los ríos y todas las fuentes y cataratas y las aguas de los cielos y fue
así como se creó la lluvia; Miriahn por su parte amante de las formas creó todas
las montañas, riscos, desiertos y todos los desniveles de la faz de la tierra; Y por
último Arish el más querido por Menaih, amante de la vida, con la ayuda de su
Timbilis creó todo lo verde del planeta, los árboles, las plantas, el pasto, todas
las flores terrestres y marinas, los bosques, los valles, y no solo creó las plantas
sino que todos los animales, los terrestres, los que vivían en el mar y los que
volaban los cielos, todo lo hecho fue de agrado del creador en especial lo hecho
por Arish, tal cosa despertó en Miriahn un sentimiento para él nuevo,
sentimiento que desde ese momento creció día tras día en el corazón del más
orgulloso de los Elohim. Viendo El creador que esta tierra era más habitable les
habló a los Elohim con las siguientes palabras:
-he visto lo que han hecho de este lugar y me ha gustado en demasía, los mares
y los ríos son de una extremada belleza-. Dirigiéndose a Thorab. -la lluvia es un
fenómeno increíble, haz hecho que me sienta orgulloso de ti. Y a ti Miriahn te
digo-. Continuó diciendo Menaih con una voz que sonaba como la más
hermosa de las melodías. -que las montañas son realmente hermosas, algunas
verdes otras grises y otras blancas cubiertas de nieve, de verdad que has hecho
un trabajo admirable–. Terminó diciendo el creador. -y por ultimo tú–.
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Dirigiéndose a Arish. -tu creación es la que más me ha hecho feliz, los bosques
son realmente hermosos, lo mismo que los verdes valles y prados, las flores
todas con diferentes colores y olores, toda una gama de animales haz creado
cada uno de ellos con diferentes características, haz hecho de este sitio un lugar
más habitable para mis hijos que pronto estarán por venir-.
Esto último y la complacencia de Menaih con la creación de Arish siguieron
acrecentando en Miriahn aquel sentimiento de desconformidad que pronto se
convertiría en un odio mayúsculo y que traería a esta nueva tierra días de
inmenso dolor y muerte.

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CAPITULO II
El Nacimiento de los primeros Elfos
Luego de trascurrido cierto tiempo aun no contabilizado, en el cual los espíritus
de los tres Elohim moraban la tierra recién creada, jugueteando en el agua o
simplemente dejándose llevar por el viento, Menaih los llamó para darles buenas
nuevas, les pidió que le entregaron los tres Timbilis, Arish y Thorab accedieron
sin ningún problema, pero Miriahn de quien el Timbilis ocupaba todos sus
pensamientos en principio se rehusó a entregarlo diciendo -¿acaso no fue un
regalo tuyo, que clase de regalo es este el cual tienes derecho a quitárnoslo de
nuevo?-.
Menaih inmediatamente leyó los sombríos pensamientos del Elohim y le
respondió -en realidad es solo un momento que los necesito, para la creación
más esperada-.
Con desagrado Miriahn cedió el cristal al creador, este lo juntó con los otros
dos, los levantó hacia el sol, en ese momento hubo una explosión de luz que
encegueció a los tres Elohim, luego de la explosión de luz y cuando los Elohim
recobraron la vista, Menaih les dijo -les concedo este mi último regalo para
ustedes-.
En seguida los tres Elohim se dieron cuenta que habían dejado de ser espíritus
para transformarse en cuerpos físicos.
-además-. Continuó diciendo Menaih -mis primeros hijos ya empiezan a habitar
este mundo-.
-¿en dónde están?-. Preguntó Thorab.
-más allá de aquellas montañas-. Respondió Menaih, señalando las montañas
escarpadas. -en el valle los encontraran, ahora su misión será cuidar de ellos y
enseñarles toda la sabiduría que por mi ustedes han recibido-.
Luego de decirles esto le devolvió a cada uno su Timbilis, Miriahn al tenerlo de
vuelta sintió como si parte de su vida hubiera regresado y se sintió completo de
nuevo, nadie notó esto excepto el creador, que conocía hasta el más remoto
pensamiento de los tres Elohim.
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-¿Y qué será de ti?-. Preguntó Arish.
-yo estaré cerca, aunque no me veáis siempre estaré presente, hay solo una
creación que me falta por hacer pero eso será luego-. Respondió Menaih, luego
ante los ojos de los tres Elohim desapareció con el viento.
Como ordenó el creador, los tres se dirigieron al valle más allá de las montañas
escarpadas, valle que luego se llamaría el valle de los lamentos por los hechos
que ahí ocurrirían, cuando llegaron al fin, vieron por primera vez a los elfos,
aquellos seres eran de una extremada belleza así como de inteligencia y fuerza,
también eran inmortales, esto último llenó de cólera a Miriahn pues su orgullo
no le dejaba aceptar que estos seres tuvieran la inmortalidad tanto como él, así
que desde el mismo momento que los vio, les tuvo rencor y no participó en la
tarea de protegerlos y enseñarles, por lo contrario se marchó a vagar solo por la
tierra, pues en su corazón solo cabía espacio para su Timbilis. Arish y Thorab
por el contrario amaron a estas criaturas y les enseñaron todo y los protegieron
y fueron sus guías en los primeros años, juntos construyeron la primera de las
grandes ciudades de los elfos, Gwangur, la ciudad de los señores elfos de
antaño, que fue construida en la ribera del rio Gidli en el borde occidental del
bosque de Othis y reguardada por las montañas rocosas. Y mucho tiempo pasó
y los elfos crecieron en sabiduría y en amor por los dos Elohim, y el pueblo de
los elfos creció en número y fue coronado el primer gran rey elfo, Elenor hijo
de Sethenor, y vino la primera gran separación del pueblo de los elfos, muchos
en cabeza de Tireber abandonaron la ciudad de Gwangur y se dirigieron al norte
con la intención de establecer un nuevo reinado, y así fue como partieron
muchos elfos acompañados por Thorab quien amaba a Tireber quien había sido
su discípulo, por muchos años vagaron tratando de encontrar una tierra propicia
para construir una nueva ciudad, y así fue como después de largo tiempo
explorando nuevas tierras dieron con un el sitio imaginado, en el oriente de la
tierra media, y lo bautizaron como el reino de los lagos, y desde ese momento
amaron el agua y se dedicaron a la construcción de majestuosos barcos, y
Tireber fue coronado como rey bajo la bendición de Thorab y su reinado fue
bueno y llevó a su pueblo a la prosperidad y fue amado por los habitantes del
reino. Y se construyó la ciudad capital del reino la cual se llamó Aqarad o la
ciudad de las aguas en lengua local, pues quedaba en el borde del gran lago
Obelet. Mientras tanto en Gwangur las cosas también iban bien, el pueblo de
Elenor crecía y tuvieron que construir más ciudades, entre ellas la más
importante Portenense, y la gente amaba a Elenor pero también a Arish. El
reinado de Elenor fue Bueno y llevó a su pueblo al esplendor y Elenor tuvo
mucha descendencia, nacieron sus tres hijos de su esposa Inbanar, los cuales se
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llamaron Anathol, Elebert y Liris, la más hermosa de todos los elfos que
habitaron la tierra media y que más tarde jugará un papel determinante en esta
historia; en definitiva fueron buenos años, en los cuales reinó la paz, pero como
nada es para siempre pronto esa paz se convertiría en desesperación, odio y
muerte.

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CAPITULO III
El regreso y levantamiento de Miriahn.
Como se dijo antes Miriahn no participó en la enseñanza ni en la protección de
los elfos y se fue a vagar por el mundo, mucho tiempo estuvo errante y cada día
que pasaba más y más crecía su amor por su Timbilis, así fue como llegó a
muchos lugares, conoció muchas tierras, vio a muchos animales entre los cuales
estaban los majestuosos Mumak y los Olifantes, se dice que pisó tierras blancas
en el norte y que lo maravillaron aquellos lugares cubiertos por la nieve , pero
que también gustó de la tierra al noroccidente, tierra que más tarde se llamaría
Mingart, un lugar bastante escarpado en el cual se erguía majestuoso un volcán
de nombre Gordolin. Pasaron muchos años al final de los cuales el Elohim
orgulloso decidió volver al lugar donde había partido a su solitaria travesía,
entonces emprendió el viaje de regreso pero esta vez regresó un Elohim
diferente, un poco más callado, más astuto y por supuesto con más
resentimiento hacia los elfos y hacia sus hermanos y por supuesto una
dependencia absoluta a su joya. Así fue como un día, después de muchos años
llegó a la tierra que había dejado atrás y se sorprendió con lo que encontró, una
ciudad majestuosa llamada Gwangur, cuando los elfos lo vieron lo apresaron,
pues nunca lo habían visto antes, además estaba muy mal vestido y de no muy
buena apariencia. Entonces lo llevaron a la presencia del rey elfo Elenor, pero
junto al rey estaba Arish quien al ver a su hermano ordenó que lo soltaran
inmediatamente.
Entonces Miriahn preguntó -¿es así como recibes a tus hermanos, con espadas y
grilletes?-.
Pero Arish contestó -discúlpame hermano pero ellos jamás te han visto, tal vez
se asustaron, además esa no es la ropa digna de un Elohim-.
Cuando los presentes en el gran salón del rey oyeron esto se arrodillaron
incluyendo el rey elfo Elenor, esto llenó de gran orgullo a Miriahn. -he regresado
para ver a mis hermanos y me encuentro con esta gran ciudad-. Continúo
Miriahn -y a ti-. Mirando a Arish -vestido con ropas de oro y plata, creo que has
hecho muy buenos sirvientes-mirando con desprecio a los elfos.

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-Te equivocas, ellos no son mis sirvientes-. Respondió Arish. -son un pueblo
autónomo, yo solo los aconsejo y los protejo pero ellos toman sus propias
decisiones, prueba de ello es él-. Señalando a Elenor. -es su primer rey y
soberano de estas tierras-.
-¿soberano de estas tierras?-. Replicó Miriahn con tono burlón. -nosotros tres
somos los únicos soberanos de estas tierras, ellos solo son una raza inferior. A
propósito de los tres, ¿dónde está Thorab, no me digas que también se cansó de
este absurdo y se fue así como yo?-.
-no está aquí-. Contestó sonriendo Arish. -es verdad que se fue, pero lo hizo
con parte del pueblo elfico que decidió probar suerte en otros lugares, se dice
que encontró su hogar al oriente en el reino de los lagos y que su pueblo es
prospero tanto o más que éste-. Terminó diciendo Arish.
Esta noticia molestó en demasía al Elohim Orgulloso, pues esto significaba que
los planes que había trazado para su regreso se truncaban, al menos
momentáneamente. Muy en contra de su voluntad aunque no lo demostraba
abiertamente, Miriahn accedió a quedarse un tiempo en la gran ciudad de los
elfos, en ese tiempo muy en secreto perfeccionó sus planes, luego decidió que el
siguiente paso era ir a encontrar a su hermano Thorab y así se lo comunicó a
Arish quien apesadumbrado por ver partir a su hermano de nuevo no tuvo más
remedio que dejarlo ir. Fue así como Miriahn partió al oriente en busca del reino
de los lagos, en donde comenzaría su oscuro plan. Luego de recorrer muchos
kilómetros por fin llegó al lejano reino de los lagos y a la ciudad de Aqarad, allí
fue recibido con honores por su hermano Thorab y por el rey Tireber. Allí
Miriahn se maravilló con la ciudad y con los elfos de este pueblo pues eran más
fieros que los del reino elfico de Gwangur, esto alegró al Elohim pues sabía que
necesitaría de ellos para llevar a cabo su plan. Así que con mucho tacto y
disimulo y sin levantar sospechas ni de Thorab ni de Tireber, empezó a
envenenar las mentes y los corazones de muchos elfos que lo seguían y se
maravillaban con sus palabras.
Había pasado cierto tiempo y el Elohim Miriahn se había ganado la confianza de
la mayoría de los elfos de la ciudad y la de su hermano Thorab, pero no todos
veían a Miriahn con buenos ojos, Tireber, el rey elfo, sin saber por qué, se
cuidaba mucho de intimar con el Elohim como los otros lo hacían y mantenía
cierta distancia con él, pues en su corazón algo le decía que Miriahn era el
portador de una desgracia para su pueblo. Cierto día estaban Thorab junto con
Miriahn en el castillo del rey, y este último le pidió a su hermano que le dejara
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ver su Timbilis, entonces Thorab accedió, fueron a una habitación secreta para
la mayoría de los habitantes del castillo y allí guardado en una cajita muy bella de
oro estaba el Timbilis, cuando Miriahn lo alzó con las manos, sus ojos brillaron
de codicia.
-¡es hermoso, no crees!- . Dijo.
-en verdad que lo es- . Respondió Thorab.
-y su poder es ilimitado, imagínate lo que haríamos con él, seriamos los dueños y
amos del mundo, reinaríamos en toda la tierra y nuestro nombre seria venerado
en todos los rincones de este planeta-. Siguió diciendo Miriahn.
Thorab notando algo extraño en la voz de su hermano le arrebató la gema de
sus manos y poniéndolo de nuevo en la cajita de oro dijo –este mundo no
necesita más amos pues ya tiene uno, nuestro padre Menaih-.
Esta actitud de Miriahn inquietó mucho a Thorab, pero supuso que era normal
viniendo de alguien tan orgulloso como él. Mientras tanto Miriahn sabiéndose
incapaz para convencer a Thorab de unirse a sus planes, maquinó un oscuro y
sangriento plan para apoderarse de la joya de su hermano, en este plan estarían
involucrados los propios elfos de la ciudad, así fue como envenenó los
corazones con malicia y oscureció la mente con mentiras de 75 de los más
fuertes elfos.
Ocurrió que en la ciudad de Aqarad se celebró por esos días una gran fiesta en
el gran castillo de dicha ciudad, para celebrar el término de las cosechas que
aquel año habían sido abundantes, además el lago les proporcionaba a los
habitantes del pueblo pescado en abundancia, todo esto en honor al padre,
Menaih. Para ese motivo se decoró el gran castillo del rey de una manera
hermosa, se dispusieron mesas y sillas para todos los habitantes del pueblo, se
preparó la más deliciosa comida y se puso a disposición el mejor vino del reino;
la fiesta era amenizada con la mejor música y absolutamente todos estaban
contagiados con la felicidad, todos hasta el Elohim Thorab. Esta era la
oportunidad que había estado esperando Miriahn junto con los 75 Elfos
traidores. Aprovechando que todos estaban en la fiesta incluso los guardias del
palacio, fueron a la armería, allí todos tomaron espadas y las escondieron en las
capas pero antes de salir Miriahn les dijo –ha llegado su hora, la hora en que
ustedes sean reconocidos como los más grandes elfos de la faz de la tierra, su
recompensa será grande, la tierra será de ustedes, calmen su orgullo con el filo
de su espada, pero recuerden que Thorab no debe morir, yo me encargaré de él,
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adelante mis hermanos esta noche será recordada por todos como la noche en la
que elfos Azules se alzaron y conquistaron para ellos este reino-.
Dicho esto Miriahn junto a los 75 elfos se encaminaron hacia el gran salón del
castillo. Como se dijo antes los guardias también estaban en la celebración así
que cuando vieron entrar al Elohim con los elfos no los requisaron como era la
orden, pues estaba prohibido el ingreso de las armas al gran salón del castillo.
Aquella celebración era en grande, los elfos se habían hastiado de comer pues la
comida era abundante y también como se dijo antes el vino, así que todos
estaban bastante ebrios, todos menos el rey Tireber y por supuesto Thorab.
Cuando la noche había avanzado bastante, el rey Tireber se sintió bastante
cansado y se retiró a sus aposentos, lo mismo ocurrió con Thorab entonces
Miriahn se dio cuenta que los elfos estaban bastante indefensos, entendió que la
hora había llegado, dio la señal a sus secuaces y estos dieron inicio al acto más
vil de traición conocido hasta ese momento. Todos al mismo momento
desenfundaron sus espadas y la emprendieron primero con los guardias elfos,
estos al verse atacados intentaron defenderse en medio de su aturdimiento por
el alcohol, pero los atacantes estaban más lúcidos y los superaban en número así
que la muerte les vino rápido, en seguida las víctimas fueron los asistentes, los
atacantes no tuvieron piedad con nadie, mujeres y jóvenes fueron brutalmente
masacrados sin nadie que detuviera este holocausto, muchos intentaron salir
desesperadamente del castillo pero los 75 Elohim eran demasiados y sin ningún
remordimiento les dieron muerte. Esta fue la primera gran matanza de elfos a
manos de elfos. Los gritos provenientes del salón del castillo despertaron al rey
quien en medio de su aturdimiento entendió aquel presentimiento que había
tenido el mismo día en que había llegado a la ciudad Miriahn, se levantó rápido
de la cama, se puso rápido la ropa y fue en busca de la espada, la desenvainó y se
dirigió al gran salón consiente de lo que ocurría y de lo que estaba por venir,
pasó por las habitaciones de algunos de sus hombres de confianza,
afortunadamente algunos de ellos, pocos, estaban en sus aposentos, Tireber los
enteró de la situación y pidió que todos buscaran espadas y se alistaran para
defender al pueblo, llamó a uno de sus colaboradores quien respondía al
nombre de Ilusir y le dijo –con mucho cuidado ve y anda a la habitación del
señor Thorab y dile lo que está pasando-. Este último asintió y partió raudo.
Cuando Tireber entró al gran salón, no podía creer lo que estaba viendo, la
imagen que le mostraba aquel lugar lo conmovió y a la vez lo llenó de ira y de
rabia, muchos elfos indefensos, inocentes, cruelmente asesinados, hizo que
Tireber el primer gran rey elfo del reino de los lagos se abalanzara sobre los
asesinos. Ilusir con la fuerza y rapidez que le daban sus piernas llegó a la
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habitación de Thorab, con suavidad pero a la vez con premura tocó la puerta,
inmediatamente el Elohim respondió. Ilusir le contó lo ocurrido, Thorab
consternado por tal noticia pero con rapidez alistó su espada y salió en
compañía de Ilusir. El gran rey elfo como poseído por una fuerza superior y
junto a los pocos hombres de confianza sobrevivientes retaron a los agresores y
empezó una gran lucha de espadas, los elfos leales al rey no pusieron mucha
resistencia y murieron de manera heroica , no sin antes también matar a algunos
pocos de los traidores, pero el que no moría aún era el rey elfo que impulsado
por la ira, peleó de manera admirable, matando a otros 15 traidores antes de
morir a manos de Eryanor el más poderoso de los elfos rebeldes o elfos negros
como desde ese momento se llamaron. Cuando Thorab llegó al salón ya era
demasiado tarde, el gran rey elfo yacía en el piso en una laguna de sangre con
múltiples heridas, también sus fieles elfos e igual todos los guardias; sin entender
muy bien lo que pasaba dijo – ¿qué has hecho Miriahn, que has hecho?-.
Miriahn sin mostrar remordimiento alguno contestó -solo lo necesario, esta
tierra nos pertenece solo a los tres Elohim que lo creamos todo, yo solo reclamo
lo que es nuestro, ahora bien-. Siguió diciendo Miriahn. –te brindo la posibilidad
de que te me unas, trae tu Timbilis y dámelo y juntos reinaremos en esta tierra,
nuestro nombre será honrado y temido, gobernaremos toda la tierra a placer, si
tanto amas a estas criaturas ellos tendrán su tierra solo con el compromiso de
darnos parte de lo que acumulen de riquezas, que me dices hermano, por tu
bien piensa bien tu respuesta pues de ella depende tu vida-.
Thorab como no creyendo lo que escuchaba, desenvainó la espada, la tomó con
su mano izquierda (pues los tres Elohim lo eran), la miró, bajó la cabeza y luego
con una voz que era una mezcla de tristeza y decepción, pero también con
orgullo dijo –esta matanza sin razón debe ser vengada-.
-supongo que eso es un no-. Replicó Miriahn. –pues bien si esa es tu decisión-.
Siguió diciendo. –No tendré más remedio que apoderarme de tu piedra por la
fuerza-.
Thorab con voz firme respondió –pues la única forma en que la tendrás, es si
me la quitas de mi mano fría y tiesa, y créeme no te será fácil-.
Y dicho esto, dio un gran salto para atacar a Miriahn. El gran combate
comenzó, bajo la mirada de los sobrevivientes de los elfos negros, la destreza y
habilidad con la espada de Thorab sorprendió a Miriahn, aunque este último
también era bastante dúctil, la fortaleza de Thorab iba menguando sus fuerzas,
movimiento tras movimiento Miriahn sentía que sus fuerzas desfallecían, no
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encontraba un punto flaco para atacar a Thorab, y este a su vez se sentía con las
fuerzas intactas y en un movimiento rápido de su espada, hirió en el hombro a
Miriahn quien retrocedió entre una mezcla de dolor y sorpresa por la agilidad de
Thorab. Dominado por mas odio, Miriahn se abalanzó en contra de Thorab,
mas con vértigo que con fuerza y dejando muchos puntos flacos en su defensa,
situación que aprovechó Thorab para herir en contadas ocasiones a Miriahn
quien consumido por el dolor cayó de rodillas al suelo; justo cuando Thorab se
alistaba para asestar el golpe mortal y hacer justicia, Miriahn uso la última de sus
artimañas, rompió en llanto, arrojando la espada lejos dijo –lo siento, tienes
razón me equivoqué, lo que hice no tiene perdón, lo único que merezco es la
muerte, ahora haz lo que tengas que hacer-.
Esto le sonó tan honesto a Thorab que se le ablandó el corazón y retomando la
calma le respondió con lo siguiente –sabes que te equivocaste, lo que hiciste es
imperdonable, pero no seré yo el que te juzgue y mucho menos te quite la vida,
eso le corresponde a nuestro padre, es a él a quien tendrás que rendirle cuentas y
aceptar el veredicto que él te dé, y lo mismo para ustedes-. Dirigiéndose a los
demás elfos traidores, quienes estaban sorprendidos con la reacción de Miriahn.
Después de esto, Thorab se dirigió hacia Miriahn y le tendió la mano para
ayudarlo a parar, pero el arrepentimiento de Miriahn era fingido pues ahora que
se veía herido sabía que tenía que pensar rápido, cuando Thorab le estiró la
mano, la tomó y en ese momento de la otra mano sacó una daga que ocultaba
en el cinto y con rapidez le dio una puñalada justo en la zona abdominal.
Thorab, herido se tambaleo hacia atrás y trató con desesperación de tomar otra
vez su espada, pero la herida era demasiado profunda y el dolor era insoportable
lo que hizo que sus piernas flaquearan y cayera al suelo. Miriahn riendo con una
risa maléfica, se levantó, tomó la espada y dijo –de verdad creíste lo que dije, mi
querido Thorab, tu que tanto hablas de Menaih, mira que no está aquí justo
cuando lo necesitas, ahora que tu vida expira, estas solo, te abandonó, solo toma
mi mano, bésala y te ayudaré a curar tus heridas- y le extendió la mano a
Thorab, pero este último con lágrimas en sus ojos y con sus últimas fuerzas, le
escupió en la cara, esto último enfadó aún más a Miriahn quien con la espada
atravesó el pecho del Elohim quitándole la vida. Y así murió Thorab, amante del
agua, gran Elohim del reino de los lagos y defensor de los elfos azules.

20
CAPITULO IV
La creación de las tierras negras.
Cuando la sangre de Thorab llenó el suelo, la tierra se sacudió salvajemente, de
los mares se alzaron gigantescas olas que devastaron todas las costas, los
volcanes hicieron erupción arrojando lava ardiente, el suelo se agrietó, del cielo y
acompañado por salvajes lluvias cayó granizo ardiente, el día que apenas
empezaba se oscureció. Cientos de elfos murieron y otros tantos se
horrorizaron por estos fenómenos nuevos para ellos. En Gwangur mientras
tanto, los elfos sintieron miedo pues esta era la primera vez que experimentaban
algo así, todos fueron en busca de la sabiduría del Elohim Arish, quien también
estaba un poco preocupado y a la vez pensativo tratando de imaginar que habría
ocasionado esta furia de la madre tierra. Los temblores debilitaron la estructura
del gran castillo, cientos de casas fueron destruidas pues no resistieron la fuerza
de los temblores, los daños fueron cuantiosos no solo en Gwangur sino en
todas en todas las ciudades incluyendo Portenense.

♦♦♦♦♦
Después de Asesinar a su hermano y sin ningún remordimiento aparente,
Miriahn se dirigió a donde Thorab tenía guardado el Timbilis, abrió la pequeña
caja de oro y lo tomó, en ese momento y ante el asombro de los demás elfos
traidores, Menaih se presentó en presencia de Miriahn, este último al verlo
desenfundó de nuevo la espada.
-¿qué harás Miriahn, también me asesinarás de la misma manera como lo hiciste
con tu hermano?-. Preguntó Menaih visiblemente afectado.
Miriahn titubeó no sabiendo que decir pero sostuvo la espada esta vez mas
amenazante, entonces Menaih hizo un ademan con la mano y de pronto la
espada le empezó a pesar mucho a Miriahn tanto así que no pudo sostenerla ni
siquiera con las dos manos, también sintió que las heridas de la pelea con
Thorab, ahora le dolían más, así que no pudo soportar el dolor y se inclinó. Lo
mismo les pasó a todos los demás elfos quienes entraron en un extraño sueño y
cayeron al piso.

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-lo que hiciste es imperdonable, trajiste el dolor a este mundo, ahora por tu
culpa los habitantes de este lugar conocerán el sufrimiento, debería quitarte la
vida pues sería lo más justo, pero no es lo más conveniente dar muerte por
muerte, además eres hijo mío, por eso y solo por eso te dejo vivir, pero la vida
que tendrás estará sumida en el dolor y la oscuridad, día tras día tus
pensamientos se perderán en los profundos recodos del infierno que crearás, tu
cuerpo se deteriorará a causa de la maldad, las heridas que tienes nunca se
cerraran, ¿mataste a tu hermano por el Timbilis?, tu vida se unirá a el destino de
esas joyas, cuando las gemas desaparezcan también tu vida dejara de existir-.
Esta fue la maldición que Menaih le impuso a Miriahn por su pecado.
Cuando despertaron los elfos de aquel extraño sueño, vieron a su líder parado,
pensativo tratando de disimular su dolor, no solo por las heridas de la batalla
sino por la maldición de Menaih, cuando los vio despertar y pararse, trató de
disimular y dijo –los estaba esperando, muévanse rápido pues tenemos que
partir lo antes posible, la armada de Gwangur vendrá para acá y a ellos no
tendremos como enfrentarlos al menos no por el momento-.
-¿y a dónde iremos?-. Preguntó Eryanor.
–Al occidente-. Solo eso contestó Miriahn.

♦♦♦♦♦
Arish se encontraba en el castillo, preparándose para responder las preguntas
que seguro tenían los elfos acerca de lo que había pasado, cuando Menaih se
materializó en su presencia, al verlo el Elohim se arrodilló.
–Soy portador de malas y oscuras noticias-. Dijo Menaih.
–eso lo sospechaba-. Contestó un poco confuso Arish. – ¿qué fue lo que
produjo esta ira de la madre tierra?-. Preguntó.
El creador respondió con voz severa –Miriahn, llevado por la ambición mató a
muchos elfos en Aqarad incluido el rey Tireber y también a tu hermano ThorabAl oír esto Arish rompió en llanto, pues amaba en demasía a los elfos y también
en igual proporción a su hermano Thorab quien en los primeros días había
ayudado al crecimiento de esta raza. -¿pero por qué?, ¿Qué malignos
pensamientos llevaron a Miriahn a cometer tal acto de crueldad?-.

22
En seguida Menaih le contó lo sucedido y el porqué de las acciones del Elohim
traidor, le habló de su amor por su Timbilis y de la obsesión con la joya,
también le previno y le advirtió que Miriahn no se detendría en su oscuro
camino que había empezado a recorrer hasta tener los tres Timbilis juntos, le
ordenó que armara a su ejército y que partieran lo antes posible hacia el reino
de los lagos para ayudar a los elfos sobrevivientes.

♦♦♦♦♦
Con el Timbilis de Thorab en su poder, Miriahn partió junto con casi 50 elfos
hacia las tierras occidentales, después de muchos días de cabalgata llegaron a un
sitio conocido por Miriahn, el cual lo había conocido en su travesía de los
primeros días. Mingart esta ves estaba muy diferente de cómo Miriahn
recordaba, Gordolin había hecho erupción y había devastado todo a su
alrededor, el paisaje que mostraba aquel lugar era lúgubre, riscos impenetrables,
cataratas de lava, ninguna señal de arbustos, un olor indescriptible y en el centro
del lugar un gran valle muerto, además todo bien resguardado por montañas
intransitables y al norte por una gran cadena montañosa de hielo llamada
Mitrang. –He aquí el lugar que será de ahora en adelante nuestro hogar-. Le dijo
Miriahn a sus acompañantes. Ninguno de ellos objetaron tal decisión pues el
Elohim era amo y señor de todos sus pensamientos, veía por sus ojos,
escuchaba por sus oídos, respiraba por sus narices, ahora la voluntad de los
elfos negros estaba sometida a los caprichos del Elohim maldito.

♦♦♦♦♦
Cuando Arish le contó todo lo ocurrido a Elenor, hubo grandes muestras de
dolor en toda la ciudad y en las ciudades vecinas de todo el reino se escucharon
llantos de dolor, rezos, maldiciones hacia Miriahn, nadie podía creer lo que
escuchaban, no entendían como alguien hijo mismo del creador podía ser tan
cruel y asesinar a seres indefensos; no tardaron mucho para alistar su ejército y
marchar hacia Aqarad, miles de elfos armados con escudos, espadas y lanzas,
partieron hacia las tierras orientales incluyendo el rey Elenor, por supuesto
también Arish iba en primera fila y con él su Timbilis pues el creador le había
ordenado que siempre lo llevara consigo, pues el próximo objetivo de Miriahn
seria apoderarse de él. Pasaron largos días de interminables caminatas, cuando
por fin vieron el reino de los lagos. La primera impresión fue de asombro por
aquella tierra tan hermosa llena de ríos, lagos, cataratas, afluentes de cristalinas
aguas por doquier; siguieron caminando un par de días más cuando divisaron el
gran lago Obelet y en sus costas la gran ciudad de Aqarad otrora hermosa y
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radiante, ahora fría y con una gris sepulcral, pocos elfos en las pequeñas
viviendas de las afueras de la ciudad, todos con caras de tristeza y aun de miedo;
el gran ejercito llegó al centro mismo de la ciudad, a las propias puertas del
castillo, el panorama era desolador. Arish junto con el rey Elenor descendieron
de los caballos y se dispusieron a entrar al castillo no sin antes el rey dar órdenes
a los soldados elfos de su ejército de asegurar la ciudad y de ayudar en todo lo
que pudieran necesitar sus hermanos.
Aquel castillo era realmente hermoso, construido con gran maestría, decorado
con igual dedicación, mientras Arish y Elenor lo caminaban en dirección al gran
salón conducido por uno de los elfos locales sobrevivientes, ambos miraban
asombrados la majestuosidad de aquella construcción, al fin después de recorrer
hermosas habitaciones y pasillos llegaron al gran salón, en el centro del mismo
estaba un gran cuadro gigantesco en dónde se apreciaba al rey Tireber y
postrado ante él estaba Nieber, su hijo, quien lo lloraba desconsoladamente.
Con mucha tristeza Arish y Elenor se acercaron al joven príncipe elfo y le
dijeron -compartimos tu dolor, estamos contigo, todo Gwangur está contigo-.
Al principio el joven pareció no advertir la presencia de los dos visitantes y no
hizo caso de las palabras que le dijeron, pero luego de un rato salió de su
aturdimiento y aun con lágrimas en los ojos respondió – ¿dónde estaba
Gwangur cuando esto pasó?, ¿dónde estaban ustedes cuando mi padre fue
asesinado?, ¿dónde estaban cuando los asesinos se fueron de la ciudad sin
ningún obstáculo?-.
Elenor entendiendo el dolor del joven príncipe lo abrazó con fuerza y mientras
lo hacía le dijo –te prometo que esto no se quedará así, la muerte del rey será
vengada, Miriahn pagará por lo que hizo-.
Nieber se aferró con fuerza al rey Elenor, pero Arish también dijo –sé que esto
es duro pero tienes que ser fuerte porque tu pueblo te necesita, la esperanza y el
futuro de tu gente ahora depende ti, tú eres el heredero al trono, tienes el deber
de ser el líder de tu pueblo, debes levantarte de estos momentos trágicos y mirar
hacia delante-.
El muchacho como entendiendo lo que le decía Arish, se levantó y empezó a
dar órdenes a los elfos presentes. Los siguientes días no fueron menos tristes,
Nieber les contó como su padre había sido despedido: se había mandado anclar
un gran bote en la costa del lago Obelet, cuando todo estuvo listo se habían
puesto en el bote los cadáveres de todos los elfos, también el cuerpo del Rey
Tireber y del Elohim Thorab quienes habían sido acompañados en un solemne
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y multitudinario cortejo fúnebre desde el palacio hasta las costas de la ciudad,
cuando todos los cuerpos estuvieron en el bote, se le prendió fuego y se
desancló, el bote llevado por la corriente fue en dirección al centro del gran lago
mientras las llamas se avivaban, luego de un minuto todo el bote ardió en llamas
y en cuestión de minutos se redujo a cenizas. Ese fue el día más triste que hasta
ese momento se había conocido en estas tierras; según contó Nieber.
Después de varios días en el que el ejército de Gwangur permaneció como
guardián de la ciudad de Aqarad y el joven Nieber fuera coronado como nuevo
soberano del reino de los lagos, llegó el momento de partir, Arish y el rey
Elenor se despidieron del joven rey, le dieron consejos para su reinado, consejos
que fueron bien recibidos por el nuevo rey, este último con mucha tristeza
despidió a sus amigos no sin antes decirles –nunca olvidaré lo que ustedes mis
amigos han hecho, les juro que algún día se los pagaré-.

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CAPITULO V
El primer ataque a las tierras negras.
Muchos años pasaron, el joven rey Nieber creció y se convirtió en un elfo
hermoso, poderoso y sabio. Aqarad fue reconstruida y ahora lucia tan
esplendida como aquellos primeros días de antaño, los habitantes de la ciudad
vieron el futuro con caras de esperanza pero sin olvidar a los héroes caídos, cada
año se les recordaba con una gran celebración. El reino creció y se construyó
otra gran ciudad al otro lado del Obelet la cual llamaron Escalat, otra gran
ciudad igual de hermosa que Aqarad. Pero en la mente y en el corazón del rey
Nieber siempre estaba presente la muerte de su padre y esperaba muy en el
fondo de su corazón el día en el que pudiera vengarse de Miriahn, por eso
siempre les insistió a los de su pueblo el hecho de tener un ejército lo
suficientemente grande para defender al reino de otro posible ataque. Mas sin
embargo, él tenía otras intenciones las cuales eran marchar hacia el oeste con un
ejército nunca antes visto y arribar a las tierras negras y allí darle sentencia a
Miriahn y a los elfos negros y vengar así la muerte de su padre, tales propósitos
los mantuvo en secreto tanto para la gente de su reino como para Arish y el rey
Elenor.

♦♦♦♦♦
Por su parte el reino de Gwangur ahora era más esplendido que nunca,
Gwangur y Portenense lucían imponentes, la belleza de estas dos ciudades era el
orgullo de su rey Elenor también el de Arish, además se construyó una tercera
gran cuidad esta vez en la costa que daba al gran mar Tormentoso, llamado así
porque era imposible que algún navío lo cruzara, esta tercera ciudad se llamó
Endelesh. Pero algo le intranquilizaba el corazón al Elohim, la traición de
Miriahn y las recomendaciones de Menaih, lo hicieron prevenir al rey y entonces
Elenor siguiendo las recomendaciones de Arish construyó una gran muralla
alrededor de la ciudad de Gwangur mas no así en Portenense, tal muralla
rodeaba toda la ciudad protegiéndola de posibles ataques haciendo a la ciudad
infranqueable, por su parte en Portenense se construyó una gran torre de
vigilancia y se asentó allí una gran compañía de soldados elfos para defender a la
ciudad de futuros ataques.

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Mientras Los dos reinos elfos crecían en esplendor, el reino oscuro de Mingart
lo hacía también. Con la ayuda de su Timbilis, Miriahn despertó de las
profundidades de la tierra a criaturas abominables que nunca debieron ser
despertadas, en oscuras cuevas de estas tierras malditas las criaturas llamadas
orcos se reprodujeron como moscas, lo mismo los uruks y los trolls, así como
otras tantas criaturas infernales que serían parte del ejercito negro de Miriahn.
Con ayuda de estas criaturas se construyó en el gran valle muerto la ciudad
oscura de Agbard y en ella la gran torre de Borag, construida en la misma
montaña de Gordolin, aquella torre fue el hogar de Miriahn y desde allí fue
tramando sus maléficos planes, fue así como las tierras malditas o las tierras
negras como fueron conocidas desde ese momento en adelante, se alistaron para
la conquista de la tierra conocida. Pero las criaturas infernales despertadas por
Miriahn se expandieron más allá de los muros de Agbard, muchas fueron
enviadas a distintos lugares de la tierra para que sirvieran de espías de Miriahn y
así conocer que estaba pasando con los dos reinos elficos, de este modo el señor
oscuro se enteró de la construcción de Escalat y Endelesh, también de la
muralla de Gwangur y del esplendor de estos dos reinos, tal cosa llenó más de
odio el corazón negro del señor oscuro.

♦♦♦♦♦
Transcurrió cierto tiempo y Menaih se volvió a presentar a Arish con estas
palabras –este mundo ha cambiado, los elfos han crecido hasta convertirse en
una raza poderosa pero en el norte una amenaza a despertado, Miriahn está
reuniendo un ejército nunca antes visto para atacar estas tierras hermosas y
apoderarse del timbilis que le falta, con él en su poder será indestructible. Tu
deber será detenerlo y destruirlo junto con los Timbilis con ayuda de los elfos y
también de dos nuevas razas que por mi voluntad se han creado, una de ellas es
la de los hombres, seres débiles físicamente y de corazón frágil, pero de gran
bondad y amor, ellos serán los herederos de esta tierra después de la batalla,
batalla en la que su participación será clave y decisiva, por otra parte la otra raza
es la de los enanos, pequeños en estatura no tanto así en fuerza y coraje, nunca
los subestimes pues son seres de verdad admirables aunque de temperamento
fuerte-.
Con estas palabras Menaih se despidió de su hijo y solo sería visto por última
vez más adelante en esta historia.
Y así lo dicho por Menaih se hizo realidad, los primeros hombres empezaron a
habitar la tierra, en sus primeros años vivieron en el reino de Gwangur bajo el
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amparo , la protección y la sabiduría de los Elfos, este pueblo de los hombres
creció en sabiduría y amor hacia los elfos, pero también en número, tanto así
que después de muchos años el consejo del reino decidió que ya era hora de que
el pueblo de los hombres se gobernara solo y construyeran su reino en otro
lugar, fue así como Elnor fue coronado como el primer rey del pueblo de los
hombres y la primera decisión de este fue marchar con toda su gente hacia el
este, más allá del bosque de Othis. Después de muchas semanas de largas
caminatas, por fin encontraron la tierra que sería su hogar y en donde se
construiría el reino más grande conocido por los hombres, el reino de Henaith o
el gran reino de los prados, por la gran cantidad de valles y pastizales que allí se
encontraban. La primera gran ciudad humana fue Eroth.
Por otra parte la otra nueva raza, los enanos, forjaron su conocimiento por ellos
mismos, siempre estuvieron muy alejados de los elfos y de los hombres solo
aceptaron el conocimiento, la ayuda y la protección de Arish, de quien
aprendieron la labor que más los apasionó, la minería. El Elohim amaba a estas
criaturas por su temperamento y tenacidad, les enseño la lengua de los elfos
pero los enanos decidieron crear su propia lengua, aunque nunca les interesó
crear un reino en sí, nombraron a su primer rey, Goim, y también construyeron
su primera y única gran ciudad llamada Kilinyz, pero mucho decidieron vivir en
la profundidad de la montaña misma, fue así como se construyeron las famosas
cuevas de Kazam-Kun en el corazón de las montañas de hierro. Este pueblo
creció tanto en número como en talento para todo lo que tiene que ver con la
minería y la construcción sobre la roca, eran unos trabajadores formidables.
Y así quedaron distribuidos los reinos de los pueblos que habitaron la tierra
nueva, los elfos divididos en dos reinos, uno el reino de los lagos en el
Noroeste, cuyas dos grandes ciudades eran Aqarad la capital y Escalat, ambas en
la ribera del gran lago Obelet. El otro reino elfico era el reino de Gwangur, con
tres ciudades, Gwangur, la capital, Portenense un poco más al norte y la ciudad
costera de Endelesh. En el éste más allá del bosque de Othis, en la región de las
grandes llanuras los hombres establecieron su reino, el reino de Henaith y su
gran ciudad Eroth; por su parte los señores enanos no establecieron un reino en
sí, solo construyeron su ciudad Kilinyz y también las cuevas de Kazam-Kun en
el corazón de las montañas de hierro y la cadena montañosa del mismo nombre;
pero en el norte también se estableció el reino oscuro de Mingart y su ciudad
negra de Agbard y la torre de Borag construida sobre el Volcán Gordolin y en
cuyas entrañas miles de criaturas infernales fueron despertadas.

♦♦♦♦♦
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Como se dijo antes el rey elfo del reino de los lagos, Nieber, guardó siempre en
su corazón un remordimiento hacia los asesinos de su padre y de muchos elfos
de su pueblo, además de un ánimo de venganza, para lo cual instó a muchos de
sus conciudadanos a formar parte de un ejército nunca antes visto para atacar el
reino de Mingart, pero lo que no se esperaba Nieber era que muchos de los
suyos no tenían la mínima intención de ir a una guerra donde seguramente
morirían, para eso el pueblo del reino decidió delegar a un elfo llamado Ileveter
para que hablara con el rey y lo convenciera de desistir de llevar a muchos elfos
de su ejército a una guerra innecesaria, fue así como Ileveter se dirigió donde el
rey y le dijo -mi señor, el pueblo ha hablado, compartimos tu dolor de perder a
tú padre, pero muchos de nosotros también perdimos a alguien en aquella
masacre, pero no por eso iremos hacia el oeste a una guerra de la cual no
sabremos si regresaremos con vida o si siquiera encontraremos a Miriahn y
cobrar venganza-.
hubo un largo silencio en el gran salón del palacio, Nieber después de escuchar
al elfo se paró de su silla y con voz dura pero respetuosa dijo –hay mucha razón
en lo que dices mi querido amigo, se bien que marchar hacia el oeste
seguramente será muy difícil y más difícil será encontrar en las inmensas tierras
negras a Miriahn y sus secuaces, pero también entiéndeme, esto es algo que se
tiene que hacer, La muerte de mi padre fue un sacrificio, lo mismo la muerte de
los muchos otros elfos asesinados, es por eso que yo también como homenaje a
sus muertes estoy dispuesto a sacrificar mi vida, para que aquel hecho no quede
impune, por ultimo mi querido Ileveter, no estoy obligando a nadie a ir a la
guerra, puedes hablar con cada uno de mis soldados, ellos están dispuestos
también a ofrendar su vida por su pueblo-.
-¿pero esta ofrenda mi señor, es necesaria?-. Preguntó Ileveter. –para que
marchar al oeste cuando aquí podemos vivir en paz y armonía como ahora-.
Nieber visiblemente molesto pero con calma prosiguió –¿esa paz y armonía de
la que tanto hablas, crees que durara para siempre? cuando Miriahn arme su
ejército negro ¿cuál crees que será su primer blanco? no Ileveter, mi decisión
está tomada, el ejercito del reino marchara hacia el oeste, lo cierto quizá es que
muchos de los nuestros no regresaran, pero prefiero eso que quedarme de
brazos cruzados esperando el próximo movimiento de mi enemigo, prefiero
atacar ahora que no está tan fuerte y no después cuando sea imposible
establecer batalla con el-.

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Ileveter agotó su último recurso diciendo – ya tu decisión está tomada, pero por
lo menos pide ayuda al reino de Gwangur mi señor, ellos estoy seguro,
responderán a tu llamado-.
-Gwangur ya ha hecho mucho por nosotros-. Respondió Nieber. –esto es algo
que lo tenemos que hacer solos- . Y dicho esto dio por terminada la
conversación y salió del gran salón con rumbo a sus aposentos.
Pasaron unos cuantos meses, Nieber y su ejército estaban preparados para
partir, pero antes del día señalado para la marcha, el rey llamó a Ileveter a el gran
palacio y con el convocó también a los más prestantes elfos no solo de Aqarad
sino también de Escalat, sin ninguna objeción todos los citados se hicieron
presentes, viéndolos allí a todos reunidos el rey Nieber tomo la palabra y dijo –
mis hermanos, me alegra verlos a todos aquí hoy, como ya sabrán en estos
últimos meses he estado alistando mi ejército para marchar hacia el oeste, las
razones ya son de todos conocidas y no vale la pena traerlas a discusión, más sin
embargo lo que quiero comunicarles hoy es que en tres días el ejército del reino
en cabeza mía, empezará la larga travesía que nos llevara hasta Miriahn, pero eso
no es lo único que tengo que comunicarles, he tomado la decisión de que en mi
ausencia, un grupo de los más sabios e inteligentes elfos de mi pueblo gobiernen
el reino y quiero que en cabeza de ellos esté Ileveter-.
Hubo en el salón murmullos y voces bajas hasta que uno de los asistentes tomó
la palabra –mi rey, dices que Ileveter y un grupo de los nuestros gobiernen el
reino, ¿eso significa que tú no volverás de la guerra?-.
-es lo más probable-. Respondió con franqueza Nieber. –la misión que estoy a
punto de emprender, se podría decir que es una misión suicida, por lo cual no
quiero que se aferren a falsas esperanzas de mi regreso, mi pueblo necesita a
elfos sabios que los lideren y que los defiendan de futuros ataques y creo que
Ileveter y ustedes son los más apropiados para eso-.
Ileveter visiblemente conmocionado declaró – es una decisión sabia mi señor,
no se arrepentirá de dejar el reino en nuestras manos-.
Como había anticipado el rey Nieber el día señalado para el inicio de la marcha
del ejercito del reino llegó, en total más de mil elfos impecablemente vestidos
con la armadura del reino en formación esperaban la orden para el inicio de la
gran caminata; los habitantes de Aqarad se votaron a las calles para despedir a el
ejército y a su rey, les hicieron una calle de honor. Cuando el momento llegó,
Nieber montó su caballo blanco y a su lado sus más allegados colaboradores
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entre ellos uno con el estandarte del reino en alto, este estandarte era una
inmensa embarcación en forma de cisne sobre un lecho azul. Cuando Nieber
dio la orden, aquel ejercito de elfos empezó su marcha a través de la calle de
honor que los habitantes de la ciudad habían hecho, muchas mujeres del reino al
paso de los caminantes arrojaban toda clases de flores. Al frente de tal ejército
iba Nieber, impecablemente vestido con su armadura, como si aquellos
momentos no fueran lo suficientemente tristes y grises, de la nada el cielo se
nubló y se desató una fuerte llovizna que no permitió diferenciar las lágrimas de
aquellos que despedían a sus seres queridos hacia la guerra.
Los tres mil soldados del reino de los lagos emprendieron el largo camino hacia
tierras oscuras del oeste, aquel viaje iba a ser agotador, eran muchos kilómetros
lo que les esperaba por recorrer y muchas sorpresas les acaparaba aquel camino
traicionero. Habían ya recorrido cierto trecho y se hacía de noche, el ejercito del
reino arribó a un gran valle que estaba en la rivera del rio bravo, entonces
Nieber ordenó que en aquel lugar hicieran un campamento para pasar la noche,
más sin embargo Nieber no queriendo sorpresas llamó a tres de sus elfos que
iban en caballos y les dio la orden de adelantarse y explorar la zona y traer
noticias del camino que les esperaba, y así fue como estos tres elfos
obedeciendo las ordenes, montaron sus caballos y en medio de la oscuridad
salieron a explorar la zona y a elegir el mejor camino a seguir, lo que no
contaban los elfos era que como ya es sabido Miriahn tenía muchos espías en
toda la tierra y se había enterado del inicio de la marcha de aquel ejército y había
tomado ciertas medidas para que aquel ataque no lo fuera a tomar por sorpresas
y muy pronto Nieber se iba a dar cuenta de eso.
La mañana llegó, y no había señal de los tres jinetes que habían salido a altas
horas de la noche anterior, entonces hubo gran preocupación en Nieber y sus
elfos más cercanos.
–Ya era hora de que estuvieran de vuelta-. Dijo uno de los elfos de nombre
Galdero, dirigiéndose a Nieber.
-lo mejor será que retomemos la marcha, que se alisten para la partida-. Ordenó
el rey a Galdero, así fue como en menos de lo pensado ya el ejército estaba listo
para irse de aquel lugar y a la orden de nuevo del rey empezó otra jornada de
marcha.
Pasaron muchas jornadas de extensas y agotadoras marchas cuando por fin
cruzaron los límites del reino y se prestaban para adentrarse en el reino oscuro.
Cada jornada era más agotadora que la anterior, mientras más se adentraban en
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aquel reino más se sentían cansados. El aire era más pesado y traía horribles
aromas, las noches eran sumamente frías y los días en extremo calurosos, cada
vez había menos fuentes de agua para que los soldados y los caballos bebieran y
menos pastizales para que las bestias se alimentaran; en un principio la idea de
Nieber y sus colaboradores era asaltar las tierras oscuras por el sur, rodeando la
cadena montañosa de Gordolin, este era un viaje más largo pero más seguro,
pero debido al agotamiento que Nieber veía en los miembros de su ejército, se
vio obligado a tomar el camino más rápido pero no necesariamente el más
seguro como veremos a continuación.
Nieber y sus tropas se dispusieron a adentrarse en la cadena montañosa de
Gordolin, una serie de riscos y elevaciones muy peligrosas, con ríos y cataratas
de lava que significaban otro inconveniente más, esto sumado al cansancio
acumulado por el largo viaje ya que sumaban más de tres meses de largas y
agotadoras jornadas de marchas. El clima también era un enemigo pues los días
eran muy calurosos con temperaturas que sobrepasaban los 35 ° centígrados.
Como se dijo antes las fuentes de agua limpia cada vez escaseaban más, las
provisiones de alimento también empezaban a escasear y los soldados elfos ya
mostraban signos de inconformidad latentes, más aun así seguían al frente
adentrándose más y más a estas tierras agrestes. Si bien la parte física empezaba
a pasarles factura, aún tenían la fuerza en el espíritu. El paisaje que mostraban
aquellas montañas era sombrío, casi no había ninguna señal de vida animal o
vegetal, tan solo unos pocos árboles muertos, y demasiado polvo alrededor,
también rocas, muchas rocas, acantilados y despeñaderos peligrosos, tanto así
que llegado a un sitio les era imposible a los caballos cruzar aquellos pasajes tan
peligrosos, entonces Nieber decidió prescindir de ellos, les ordenó a todos los
caballistas que desmontaran, pues desde ese lugar debían seguir a pie, de
inmediato todos obedecieron, les quitaron las cargas que traían los caballos y las
repartieron entre todos, luego Galdero pronunció estas palabras –son libres de
regresar al reino o esperarnos aquí-. Refiriéndose a los caballos; desde ese punto
la marcha de todos fue a pie.

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CAPITULO VI
Una derrota aplastante.
Siguieron muchos días de largas caminatas, cada vez más se adentraban en
Gordolin y cada vez más la visión que les brindaba el paisaje era lúgubre, de
pronto oyeron unos relinchos de caballos a la distancia, más allá de una
inclinación, la subieron sin problema y cuando miraron desde su sima lo que
vieron los sorprendió, parecía que aquel terreno les daba una tregua, pues el
paisaje que se mostraba ante sus ojos era como un oasis en el desierto. Era un
valle, rodeado de riscos, desde lo alto de unos de esos riscos caía un pequeño
hilo de agua limpia y cristalina, en el centro de aquel valle habían crecido unos
árboles frutales y estos estaban cargados de frutos para alegría de todos los
elfos, y en uno de estos árboles estaban amarrados los tres caballos de los tres
elfos que tiempo atrás habían salido a explorar la zona; sin pensarlo dos veces
todos bajaron raudos y muchos se precipitaron sobre los frutos de los arboles
mientras que otros se prestaron a beber del agua que en su caída había hecho un
pequeño pozo. Nieber sin pensar en la desventaja estratégica de aquel lugar
ordenó que hicieran campamento en ese valle. Luego de saciar su sed y hambre,
Galdero inspeccionó los tres caballos de los elfos desaparecidos y lo que
encontró lo sorprendió a tal punto que mandó llamar al rey Nieber, cuando este
último se presentó, Galdero le mostró lo que había encontrado.
–No es posible, pero si hace más de 40 días que no tenemos noticias de ellos, no
puede ser que todas las provisiones estén intactas-. Reclamó el rey con notable
extrañeza. En efecto las provisiones que cargaban los caballos estaban todas
intactas, el alimento estaba casi completo y las botas de agua estaban llenas, así
mismo los caballos parecían estar bien comidos.
-esto es demasiado raro-. Comentó Galdero. – ¿Me pregunto cómo los jinetes
llegaron a este lugar y porque no regresaron, es más donde están en este
momento?-. Preguntó de nuevo Galdero.
Con preocupación pero con serenidad respondió Nieber –esperemos que estén
por aquí cerca y que regresen pronto, por lo pronto oscurecerá dentro de muy
poco así que todos dispónganse a descansar, pero organicen la vigilancia,
recuerden que así este lugar parezca muy confortable no olviden que estamos en
el reino oscuro de Mingart-.
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La oscuridad en estas tierras oscuras era mucho más pesada, no había luna, unas
nubes la ocultaban no dejando que iluminara estas tierras. Mientras muchos de
los soldados dormían unos pocos estaban en los turnos de vigilancia, pero era
una vigilancia inútil pues la noche negra no les dejaba ver más allá de lo que
alumbraban sus tímidas antorchas, en este punto el ejército del reino de los
lagos estaba más vulnerable que nunca tal como lo había previsto Miriahn.
Con el sigilo que los caracterizaba y con la oscuridad como cómplice, los orcos
tomaban posiciones estratégicas en lo alto de los riscos, muchos de ellos con
arcos y flechas, otros con catapultas y muchos otros con escudos y espadas.
Habían estado esperando este momento por muchos días, preparando
minuciosamente el terreno, y aquel valle era el lugar ideal para el ataque
sorpresa, pues desde lo alto brindaba a los orcos una ventaja estratégica.
Desde que los espías habían hecho llegar las noticias de que un ejército del reino
de los lagos había salido de Aqarad con dirección a Mingart, las hordas de orcos
bajo la capitanía de Eryanor, el elfo negro, quien a su vez seguía las órdenes
estrictas de Miriahn, habían trazado un plan para que el ejército del reino de los
lagos fuera derrotado y aniquilado en aquellos parajes lejanos, lejos de toda
ayuda, lejos de toda misericordia.
Lo primero que se escuchó fue el sonido de unas catapultas activadas, de pronto
cayeron tres proyectiles y se estrellaron en algunas tiendas de campaña, por
supuesto hubo una gran algarabía y confusión y más cuando al ver los
proyectiles que habían sido lanzados por las catapultas se dieron cuenta que eran
las cabezas de los tres elfos que muchos días atrás habían salido a explorar la
zona, de pronto Nieber se dio cuenta de la realidad de las cosas, entendió que
todo era una trampa y que él y todo su ejército habían caído muy fácilmente, dio
una breve vista a su alrededor y se dio cuenta de la posición tan desventajosa en
la que su ejército estaba, pero ya era demasiado tarde para reproches pues
cientos de orcos bajaban raudos para entablar batalla, mientras que otros tantos
apostados en la cima de los riscos dispararon una lluvia de flechas sobre los
soldados que aturdidos por la sorpresa de aquel ataque y más aún en la
oscuridad de la noche no adivinaban de dónde venían sus enemigos, más sin
embargo muy valerosamente desenfundaron sus espadas y se aprestaron para
luchar. Tal lucha era de cualquier manera desigual para el ejército del reino de
los lagos, ya que no solo los orcos tenían mejor posición estratégica para sus
arqueros y sus catapultas, sino que en número eran casi el doble y seguían
llegando más y más. En medio de tal oscuridad total que solo se interrumpía
cuando los orcos lanzaban con sus catapultas bolas de fuego, el fragor de la
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lucha se hizo sentir, muchos elfos murieron con la lluvia de flechas, otros tantos
fueron alcanzados por las bolas de fuego, pero muchos otros resistieron el
ataque de los orcos y en combates cuerpo a cuerpo eran más dúctiles con la
espada ya que los orcos basaban sus ataques en la fuerza bruta y los elfos
contrarrestaban esto con una técnica depurada con la espada y la lanza. En
medio de la confusión Nieber se las arregló para que sus tropas hicieran una
formación estratégica para así soportar mejor la estampida de los orcos, pero
aquel ataque era interminable, por cada orco muerto aparecían otros tres más en
el campo de batalla, pero así y todo aquellos valerosos soldados lograron repeler
el ataque durante buena parte de la noche oscura.
La mañana despuntaba, el astro sol se disponía a salir y la lucha aún continuaba,
muchos eran los elfos que yacían muertos en el campo de batalla, muchos eran
los orcos asesinados, pero eso no era problema para aquel ejercito oscuro pues a
diferencia de los elfos, ellos tenían refuerzos que llegaban a cada minuto y eso
sin contar que solo los orcos eran los que luchaban y no se había requerido la
presencia de los Uruks o de los trolls o de las tantas otras criaturas infernales
que Miriahn había despertado del inframundo. Desde un punto elevado estaba
Eryanor junto a un Uruk de nombre Kreig, dirigiendo a sus soldados y llevando
a cabo las órdenes impartidas por Miriahn. Eryanor tenía órdenes claras y
precisas, sabía muy bien lo que tenía que hacer y también sabía lo que le pasaría
si fallaba en la tarea que le había sido impuesta, de ahí que sin misericordia
dirigía a su ejército y esperaba con ansias la salida del sol pues sabía muy bien
que bajo los rayos incandescentes de aquel astro, la victoria iba a llegar. En
efecto, cuando la mañana comenzó a avanzar, los rayos del sol hicieron su
trabajo, la temperatura se elevó considerablemente y volvió ese aroma
mortecino que infestaba aquel país; bajo estas condiciones Nieber veía como
perdía cada vez más y más a elfos valientes, entre ellos a su fiel sirviente y a uno
de los mejores soldados, Galdero. El cansancio era evidente en cada uno de
ellos, aunque habían matado a muchos orcos, aquel infernal ejercito parecía
intacto, pues como se dijo antes por cada orco muerto tres aparecían para
sumarse a la batalla, además que los orcos no sentían cansancio pues se
alimentaban de la carne de cada elfo asesinado y saciaban su sed con la sangre
de las víctimas, Nieber se dio cuenta de que esta batalla era perdida pero aun así
seguía luchando con más gallardía.
Eryanor montado en una bestia horrible en forma de hiena gigante, sintió que
era el momento para dar el siguiente paso, llamó a Kreig y le dijo –es hora de
dar el golpe definitivo, que entren tus soldados-.
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Kreig al oír estas palabras solo atinó a hacer un ademán de una sonrisa con su
horrible cara, luego elevó una especie de cuerno que tenía en la mano, se lo llevó
al boca y lo hizo sonar; aquel sonido se escuchó por todo el lugar de batalla,
paralizando a los combatientes, los orcos que conocían aquel sonido se hicieron
un poco para atrás y abrieron una especie de camino entre ellos, mientras tanto
los elfos sorprendidos por aquel sonido y por la actitud de los orcos trataron de
reunirse de nuevo y hacer una formación defensiva. Para sorpresa y
preocupación de Nieber, aquella decisión le mostro la aterradora verdad, su
ejército había disminuido de manera considerable, de los tres mil soldados elfos
que habían salido de Gwangur, ahora quedaban algo menos de la mitad, más sin
embargo se dirigió al frente de la formación y con la espada en alto gritó –¡sin
miedo, aquí resistiremos. A la victoria!-.
cuando terminó de decir esto se escucharon voces de respaldo a su espalda; de
pronto de un momento a otro se sintieron pisadas, y del medio del camino que
habían hecho los orcos entre ellos, hicieron su aparición unas criaturas nuevas
para los elfos, los Uruks, eran un poco más de 500 pero aun así eso significaban
malas noticias para los elfos pues estas criaturas eran mucho más fuertes,
resistentes, inteligentes y más sanguinarios que los orcos y eso muy pronto los
elfos lo iban a experimentar en carne propia.
Cuando la batalla se reanudó el sol estaba en lo más alto y sus rayos caían con
más fuerza, pero unas nubes grises aparecieron en el cielo como prediciendo el
futuro del ejercito del reino de los lagos. Aquellos uruks entraron a la batalla y
junto a los orcos muy pronto desequilibraron la balanza de la guerra, muchos
elfos fueron muertos pues no eran rivales para los uruks, la matanza fue terrible.
Mientras más se encapotaba el cielo más elfos eran asesinados sin compasión.
Ya llegada la tarde el cielo estaba totalmente gris y la victoria de las fuerzas de
Miriahn era inminente, los últimos elfos eran muertos, los elfos heridos que
clamaban compasión eran asesinados sin misericordia, solo un elfo se mantenía
de pie, y aunque herido ningún uruk ni orco lo atacaba, era el rey Nieber que
sostenía aun su espada, pero en su rostro reflejaba la tristeza de quien ve morir a
sus amigos, de pronto con rabia e impotencia en sus labios gritó –¡que esperan,
aún estoy vivo, mátenme ya, malditos!-.
De pronto se escuchó una risa, Nieber volvió la vista atrás y vio a Eryanor quien
descendía de aquella hiena gigante.
– ¡Tu maldito traidor, asesino, pagaras por la muerte de mi padre!- exclamó con
rabia Nieber quien con ímpetu se le abalanzó a Eryanor, pero este último sin
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mucho esfuerzo doblego fácilmente a el rey, que cayó de rodillas en el suelo,
momento que aprovecho Eryanor para con la espada amenazar el cuello de
Nieber.
-mátame qué esperas, estoy listo para morir-. Dijo Nieber.
Pero Eryanor con voz de satisfacción respondió –no aun no, no será tan fácil,
Miriahn te tiene algo especial reservado para ti-. Dicho esto dio unas órdenes y
unos orcos encadenaron los pies y las manos del rey del ejército de los lagos.

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CAPITULO VII
La primera gran marcha del ejército negro.
Aquel valle había quedado atrás, ahora de nuevo aquella tierra muerta le daba
otra vez la bienvenida a Nieber quien encadenado de pies y manos iba rodeado
por cientos de orcos y Uruks, al frente de la compañía y montado en su bestia
iba Eryanor quien lucía diferente a como Nieber lo recordaba, tal vez la maldad
que ahora había en su corazón lo hacía un elfo sombrío, con la piel mucho más
pálida y un color rojizo en los ojos. Muy en el fondo de su corazón Nieber se
preguntaba que le esperaba allá en la ciudad maldita de Agbard, pero fuera lo
que fuera sabía muy bien que no era nada bueno ni alentador su panorama. La
caminata junto a sus enemigos se le hizo insufrible al rey Elfo, pues además de
que había sido herido en la batalla, aquel ejercito negro no se detenía a
descansar, ya eran tres días de largas y extenuantes jornadas de caminatas, sin
una gota de agua ni asomo de comida alguna, al final del cuarto día de marcha, a
la distancia, Nieber alcanzó a divisar la ciudad que sería su destino final.
Majestuosa pero horripilante se erguía ante el ejército negro la ciudad maldita de
Agbard. Después de que las enormes puertas de la ciudad se abrieron, el ejército
de orcos ingresó con el preciado botín. la visión de la ciudad para Nieber era
como una pesadilla, miles y miles de orcos estaban en la ciudad, también uruks y
trolls, el olor era fétido y a el rey le costaba mucho trabajo respirar, pues el olor
a azufre llenaba todo el lugar, además el calor era sofocante ya que la ciudad
como se sabía estaba construida muy próxima al volcán Gordolin, todo esto
junto con la deshidratación y la falta de comida en días, hizo que el rey elfo
cayera desmayado a los pies de sus custodios. Después de descender de su
bestia, Eryanor, se dispuso a subir los escalones de la torre de Borag, en poco
más de un cuarto de hora llegó al final y entró a una especie de salón en el que
estaba dispuesto un trono y en él estaba Miriahn, impaciente por las noticias que
traía Eryanor.
–Dime, ¿has hecho lo que te pedí?-. Preguntó el Elohim, con un aire de
satisfacción en su rostro.
Eryanor contestó –si mi señor, tal como lo pediste, te lo he traído, aunque tengo
que advertirte que está herido-.

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-¿pero no se morirá pronto? espero, pues tengo algo preparado para el-. Volvió
a hablar Miriahn –.
-no mi amo, de inmediato hago que le limpien las heridas-. Respondió Eryanor.
–Muy bien, que lo lleven a los calabozos-. Fue lo último que dijo el Elohim
traicionero.

♦♦♦♦♦
Cuando Nieber abrió los ojos no pudo ver mucho a su alrededor pues tan solo
había una pequeña antorcha en la pared que se debatía con la inmensa oscuridad
que reinaba en aquel lugar. Como pudo se puso de pie, de inmediato notó que
las heridas no le dolían como antes y con sorpresa vio que alguien las había
limpiado y vendado. Ahora con más lucidez que antes, avanzó hacia el frente y
notó que estaba en una especie de celda, intentó gritar pero de inmediato se dio
cuenta que la faltaban las fuerzas, pues no sabía hacia cuantos días había sido su
última comida, eso y la falta de agua hicieron que el rey elfo de nuevo optara por
acostarse en el piso. Allí en lo profundo de Borag, en aquella oscura y fría celda
el rey elfo Nieber lloró, lloró por todos sus soldados elfos asesinados, lloró
porque sabía que su final estaba pronto y lloró por no poder vengar la muerte
de su padre, pero también lloró porque sabía que ahora que el ejército del reino
de los lagos había sido derrotado, el siguiente paso de Miriahn era el de atacar a
Aqarad y Escalat y El nada podía hacer para evitarlo, tal vez esto último era lo
que más tristeza le daba a el rey elfo del reino de los lagos.
habían pasado muchos días, tantos que Nieber ya había perdido la cuenta, con la
oscuridad como única compañera en aquella cárcel siniestra, con pocos
alimentos y con una minúscula cantidad de agua diaria, el aspecto del rey dejaba
mucho que desear y no solo físicamente sino mentalmente pues diariamente
tenía que luchar con la demencia, de pronto se oyeron unos pasos a lo lejos,
pero que poco a poco se iban acercando, pensó que eran los orcos guardias
quienes le traían la comida, bueno si a eso que le daban se le podía llamar
comida, sin embargo esta vez parecía que eran muchos más los que venían y no
los dos orcos de costumbre, de pronto y para la sorpresa de Nieber ante sus
ojos debilitados por la oscuridad, se hizo la imagen de Eryanor, con odio en su
corazón y con la poca razón que le quedaba el rey solo atinó a decir –¿vienes
por fin a matarme?-.
Eryanor con suficiencia respondió –no, aun no, como te dije antes esto no será
tan fácil para ti-.
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-¿entonces a que has venido?, ¿a burlarte de mí?-. Replicó Nieber.
-además de eso, vengo para llevarte a la sorpresa que te prometí, es algo muy
especial-. Respondió El elfo traidor.
Los orcos que acompañaban a Eryanor soltaron unas risas macabras, que
presagiaban lo que le esperaba a Nieber.

♦♦♦♦♦
ya eran seis meses los que habían pasado desde que el ejército del reino de los
lagos en cabeza de Nieber había salido de Aqarad, y no habían tenido noticia
alguna de ellos, Ileveter estaba realmente preocupado y mucho más cuando en
los últimos días habían llegado algunos de los caballos, entre los cuales se
encontraba Crin-veloz el caballo del rey Nieber, por esto Ileveter mandó reunir
a todos los elfos miembros del consejo, cuando estaban todos reunidos, Ileveter
tomó la palabra y dijo –queridos y respetados miembros de este consejo, los he
citado ya que me ronda una preocupación que me está agrietando el corazón. Ya
han pasado seis meses desde que nuestro rey Nieber salió con tres mil de
nuestros elfos en camino hacia las tierras oscuras del oeste y aún no hemos
sabido nada de ellos, ninguna noticia. Para los que no se han enterado, algunos
de nuestros caballos que son montados por algunos soldados entre los que se
encuentra el caballo de nuestro rey, han regresado solos con un muy mal
aspecto, eso creo que es presagio de lo que le pudo haber ocurrido a nuestro rey
y a nuestros elfos-.
después de oír esto hubo murmullos entre los asistentes al consejo, después de
unos segundos de silencio Ileveter volvió a tomar la palabra –comprendo su
consternación porque yo también la comparto, pero esto era algo que nosotros
sabíamos que pasaría, incluso creo que el mismo rey Nieber sabía que esto
pasaría, por eso nos eligió a nosotros para que dirigiéramos el futuro de nuestro
pueblo, creo que ese momento ha llegado, debemos empezar a tomar decisiones
que aseguren la paz de nuestra gente-.
-¿qué clase de decisiones quieres que tomemos?-. Preguntó uno de los
concejales.
–creo que lo que ha pasado es un mensaje de advertencia, si nuestro ejército ha
sido vencido por las fuerzas de Miriahn, que es lo más probable, eso quiere decir
que muy pronto la amenaza del oeste vendrá a estas tierras con ánimo de guerra,
para eso debemos estar prevenidos y que el ataque no nos tome por sorpresa,
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debemos fortalecer nuestras defensas en nuestras dos ciudades y también en la
frontera del reino poner un contingente de nuestro ejército para que nos
prevenga si las fuerzas de Miriahn quieren invadir esta tierra hermosa que tanto
amamos-. Terminó diciendo Ileveter.
Las propuestas de Ileveter fueron bien recibidas y aprobadas por todos los
miembros del concejo, quienes veían en Ileveter el líder que en esta época de
incertidumbre el reino de los lagos tanto necesitaba.

♦♦♦♦♦
Después de que fue sacado de la celda encadenado de pies y manos, a Nieber se
le tapó la cabeza con una funda que olía a inmundicia, luego fue conducido por
entre los pasillos de la torre de Borag, obligado a subir escalones, hasta que por
fin luego de muchos escalones atrás Eryanor le habló de nuevo a el rey –he aquí
la sorpresa que te prometí-.
luego de decir esto, hizo que los orcos descubrieran la cabeza del rey, estos
obedecieron al instante y le quitaron la funda, el rey trató de abrir los ojos y
mirar de donde venía tal algarabía que escuchaba, pero la luz le lastimó los ojos,
más sin embargo hizo un esfuerzo y vio hacia arriba con la esperanza de ver el
azul del cielo o al sol, pero no había sol, solo nubes grises y una extraña niebla
rojiza que cubría todo el cielo, parecía que en aquel lugar maldito no alumbraba
el astro rey; y allí parado en un balcón de Borag el rey Nieber fue testigo del
poderío de Miriahn, allá en el valle muerto formados en hileras bien distribuidas,
un ejército de miles y miles de orcos Uruks, Trolls y demás criaturas, rugían de
rabia y odio.
– ¿qué te parece?-. Se escuchó una voz que interrumpió la mirada fija de Nieber
en tal ejército.
El rey se dio vuelta y vio por primera vez en mucho tiempo a su verdugo,
imponente, con una armadura negra y una espada al cinto, Miriahn continuó
diciendo –nunca jamás esta tierra vio un ejército tan magnifico-. Señalando allá
abajo. -solo están esperando una orden mía para marchar, y adivina hacia donde
dirigiré esta vez mis queridos soldados-. Soltó una risa maléfica.
Nieber se retorció de la ira, pero con las manos y pies encadenados nada pudo
hacer – ¡maldito pagaras por la muerte de mi padre!-. Atinó a decir.

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pero Miriahn con suficiencia y casi con desden respondió –mira alrededor, mira
donde estas, aun crees que puedes vengarte, No eres más que basura para mí, si
aún estas con vida es porque tengo preparado un castigo por osar atacar mis
tierras con ese insignificante ejército, después de lo que te haremos aquí, me
suplicaras que te mate, pero no será fácil, no será rápido y la muerte no te llegará
pronto, morirás lentamente, agonizaras consumido por el dolor, para que
recuerdes que yo soy el único amo de este mundo, por ultimo tu sufrimiento
será puesto de ejemplo a quienes osen no aceptar mis designios y no me
reconozcan como rey y amo de este mundo-.
-estás demente maldito, goza de tu pequeña victoria, tortúrame si es lo que
quieres pero habrán quienes se venguen por mí. En Aqarad no te será tan fácil,
tampoco en Gwangur, los pueblos libres de la tierra te vencerán eso te lo
aseguro, por lo pronto mi venganza puede esperar, pero te lo juro que en esta
vida o en la otra tomaré venganza-. Dijo Nieber a la vez que escupía la cara de
Miriahn.
Al momento los orcos guardianes golpearon a el rey en el vientre bajo
haciéndolo arrodillar del dolor, Miriahn se agachó y al oído del rey le dijo –
espero que recuerdes este momento porque será el último en el que veras la luz
del día-. Luego les dijo a los orcos. –Ahora es de ustedes, hagan lo que quieran
con él-. Los orcos visiblemente regocijados atendiendo las órdenes del Elohim
se llevaron a rastras a Nieber.
Después de que vio cómo los orcos sacaban al rey elfo a rastras, Miriahn el
Elohim negro o como seria llamado después el señor del dolor, se dispuso a
hablarle a la multitud de sus criaturas quienes estaban en el gran valle muerto
ansiosos por recibir órdenes para marchar hacia el este. Desde su balcón en la
torre Borag se dirigió a sus súbditos malditos con estas palabras –la nueva era
que inicia hoy señala que ustedes serán los dueños de la tierra, seguramente
tendrán resistencia y tendrán que derramar sangre para ello, pero el horizonte
señala la victoria, sin piedad, vayan y reclámenla, muy pronto la era de los elfos
habrá llegado a su fin, destruyan, quemen, violen, no tomen prisioneros, que la
sangre de los elfos se derrame por la tierra, desde hoy una nueva era inicia, la era
del orco-.
se oyó una gran algarabía en todo aquel lúgubre lugar, los orcos, Uruks y trolls
desenvainaron las espadas y elevaron las lanzas a la vez que rugían como leones
enfurecidos, lo último que escucharon de su señor fue un –¡marchad a la
guerra!- a viva voz.
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Seguidamente a tan breve pero eficaz discurso, el Elohim traidor le dio las
últimas instrucciones a Eryanor que de nuevo seria su general en el campo de
batalla, le enseñó por donde dirigir sus tropas y por dónde empezar el ataque a
el reino de los lagos, los puntos débiles de la defensa de Aqarad y Escalat, tras
escuchar atentamente, Eryanor salió de aquella habitación y se dirigió raudo a
montar a su bestia para empezar así a la primera gran marcha del ejercito
oscuro.

♦♦♦♦♦
Cuando aquel inmenso ejercito empezó su marcha, a Nieber le pareció que la
tierra temblaba, atado de pies y manos y a la merced de aquellos orcos
despiadados, en la profundidad de aquella tierra maldita, el rey se sintió
impotente, vencido, desesperanzado, y de nuevo lloró, pero aquel momento de
reflexión no le duró mucho ya que vio como los orcos regocijados en su maldad
se preparaban para su festín. La situación no era para nada esperanzadora,
rodeado de enemigos, sin oportunidad de escapar, con el calor sofocante de
aquel lugar, atado de pies y manos y a la merced de aquellos malignos verdugos,
el rey Nieber optó por cerrar los ojos, y tratar de extraviarse más allá de sus
pensamientos, más allá del espacio y el tiempo, recordó el país donde nació, el
lago Obelet, recordó que cuando era niño le gustaba navegarlo junto a su padre,
vio el castillo, las casas de sus elfos amigos, las mañanas en donde despuntaba el
sol y las tardes de su puesta, recordó a su caballo y lo mucho que amaba
montarlo, vio a los elfos del reino saludarlo con agrado, haciéndole venias,
dándole sonrisas sinceras, los grandes campos cultivados. pero de un momento
a otro todo cambió en aquella visión, el cielo se oscureció, vio a las hordas de
los orcos destruir todo, grandes incendios que cubrían a toda la ciudad de
Aqarad, a los elfos de la ciudad correr de un lado para otro pidiendo auxilio,
muchos de ellos yacer en el suelo inmóviles e inertes, aquello fue lo último que
vio porque las tinieblas dominaron su mente; el rey ya no era dueño de su
cuerpo se encontraba perdido en algún lugar del pensamiento donde no sentía el
dolor que le causaban las heridas de las laceraciones provocadas por los orcos
en su faena de tortura, aquel cuerpo al que los orcos torturaban ya no le
pertenecía al rey, tan solo era una masa de músculos carente de alma al que aún
le latía débilmente el corazón.

♦♦♦♦♦
Habían pasado cerca de 40 días desde que habían salido de Mingart y la travesía
del ejército negro por Gordolin había transcurrido sin sobresalto alguno, ahora
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se encontraban en las fronteras del reino de los lagos, faltaban algunos
kilómetros para atravesarla e ingresar a aquel país cuando Eryanor quien iba al
frente del grupo ordenó parar, se quedó inmóvil mirando a la lejanía, esto llamó
la atención de Kreig, el uruk, quien se le acercó y dijo –¿qué os pasa mi señor?,
¿porque mandais parar la marcha?-.
Eryanor con la mirada puesta en algún lugar del horizonte contestó –ordena que
todos descansen, que coman, que beban, pero que se preparen porque esta
noche estableceremos batalla-.
Kreig que no notaba nada alrededor, ni indicios de enemigo alguno replicó –
¿batalla mi señor, con quién?, Creo que lo más conveniente es que no nos
detengamos y sigamos marchando hasta entrada la noche, entonces ahí
podremos descansar un poco-.
Al instante Eryanor dejo de mirar a lontananza y le dio una mirada severa al
uruk –no cuestiones mis órdenes y haz lo que te digo-.
Como un perro regañado el uruk bajó la cabeza y se dispuso a acatar las órdenes
aun sin entenderlas; lo que no sabía Kreig era que el elfo podía ver más allá que
cualquier criatura, como es sabido la vista del elfo es más aguda, esta misma
vista que ahora le advertía al elfo Eryanor que más allá en el país de los lagos
había un contingente de soldados custodiando la frontera, en un numero para
nada despreciable. Bajó de su bestia y llamó a los comandantes de división,
Kreig capitán de los Uruks, urdekirnis capitán de los orcos y Telesiek a cargo de
la división de los trolls, cuando estuvieron todos reunidos les comentó lo que
había visto y juntos tramaron un plan de asalto.

♦♦♦♦♦
La noche era fría, tal vez la más fría desde que habían sido enviados a esta
frontera, además había una gruesa y gris niebla que cubría todo el lugar, el
centinela de turno apostado en la torre de vigilancia hermosamente construida
no podía ver mucho a causa de la susodicha niebla aun con su visión de elfo. Se
dispuso a prepararse un té de hierbas para calmar un poco el frio, los demás
elfos soldados dormían inocentes sin saber de la amenaza que los rodeaba, todo
estaba preparado para la incursión de los orcos.

♦♦♦♦♦

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Los trolls que son evidentemente los más fuertes, eran los encargados de llevar y
poner las catapultas en su posición, los orcos las cargaron con grandes rocas y
las rociaban con un líquido inflamable, luego procedían a prenderle fuego.
Todas las catapultas estaban armadas y listas, los trolls que las impulsaban solo
esperaban las órdenes de Eryanor, impacientes los orcos y uruks desenvainaron
las espadas y elevaron las lanzas. Eryanor dio la orden y comenzó el ataque, las
primeras cargas de las catapultas estallaron sobre las tiendas de campañas de los
elfos matando al instante a muchos, otra carga se estrelló en la torre que ardió
en llamas al instante, los elfos sobrevivientes aun soñolientos tomaron escudos,
espadas y lanzas, se alistaron para defender la frontera, pero ya era demasiado
tarde, cientos, miles de orcos cruzaban corriendo el valle con espadas en las
manos gritando y rugiendo en dirección a donde los elfos estaban apostados,
estos últimos tomaron posiciones defensivas y sacaron sus carcaj repletos de
flechas y sus arcos, con un rapidez admirable y gracias a su visión superior
muchas fechas dieron en el blanco matando a muchos enemigos, pero aun así
los orcos seguían en su correría, cuando estuvieron demasiado cerca, Lagores el
líder de los elfos grito –¡elfos, espadas!-.
De inmediato todos dejaron sus arcos y desenvainaron sus espadas, dieron un
paso adelante saliendo de las barricadas y alistándose para frenar a los orcos. La
arremetida de los orcos fue tremenda, ellos basan sus ataques en la fuerza bruta,
pero eran torpes, situación que aprovecharon los elfos, quienes además de su
fuerza que era considerable, eran más inteligentes, más coordinados y más
dúctiles con la espada. Durante casi una hora los elfos que se contaban hasta
500 lograron repeler el ataque de los orcos, pero la noche era joven aun, los
elfos estaban solos, lejos de casa y lo peor sin posibilidades de recibir refuerzos,
mientras al contrario por el ejército negro solo peleaban los orcos, ni los trolls,
ni mucho menos los uruks entraban aun a la batalla. Lagores presintiendo la
derrota inminente, llamó a uno de sus subalternos que estaba herido en un
brazo y le dijo –anda, toma un caballo, ve y alerta a Aqarad-.
El elfo herido respondió –señor yo aún puedo y quiero seguir peleando-.
-yo sé que puedes, pero necesito que lleves este recado al señor Ileveter-.
Replicó Lagoles.
–Muy bien señor-. Asintió el elfo herido. – ¿digo que protejan la ciudad y que
manden refuerzos?-.
-no refuerzos no, aquí no podremos soportar ya mucho tiempo, además
estamos muy lejos de casa, cuando vengan los refuerzos seguramente ya
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estaremos muertos, los orcos son demasiados, diles que evacúen a quienes vivan
en la dirección que seguramente tomaran los orcos, que todos se dirijan a la
ciudad, tenemos que proteger a los que más se puedan- .señaló lagoles.
–Pero señor-. Atinó a decir el elfo contrariado.
-no discutas mis órdenes y ve raudo-.
Otra vez las catapultas enemigas dieron en el blanco, matando a muchos elfos,
Eryanor quien miraba como se desenvolvía la batalla miro a Kreig y dijo –parece
que no necesitaremos de tu gente en esta batalla-.
Kreig rugió de rabia.
–tranquilo amigo cuando lleguemos a la ciudad tus soldados se darán un festín,
eso te lo prometo-.
Eryanor tenía razón, la victoria estaba cerca, el daño hecho por las cargas de las
catapultas era considerable. Los elfos no podrían seguir resistiendo aquella
salvaje embestida, más aún seguían luchando aun sabiendo que las posibilidades
de victoria eran nulas.
Ya entrada la media noche, la victoria para el ejército negro estaba consumada,
los orcos, uruks y trolls, andaban por el campo de batalla matando a los elfos
que heridos suplicaban clemencia, Eryanor proclamó – ¡no tomen prisioneros!-.
Antes de matar a los elfos heridos, los orcos robaban sus pertenencias, luego
apilaron los cadáveres y procedieron a prenderle fuego, cuando las llamas
ardieron, hubo una gran algarabía por parte de los orcos, aquellas matanzas les
gustaban, les satisfacía causar dolor y muerte al fin y al cabo para eso Miriahn
los había sacado de las profundidades de la tierra. Eryanor llamó de nuevo a
Kreig y dijo –que descansen un poco, al despuntar el alba continuaremos hacia
Aqarad-.

♦♦♦♦♦
Con la rapidez del viento, el elfo herido que se llamaba Reudan, avanzaba
montado en su caballo, hacía ya dos días que cabalgaba hacia Aqarad a llevar el
mensaje de Lagores, la herida le causaba mucho dolor pero aun así seguía
cabalgando, muy pocas veces se detenía a descansar y para que el caballo
comiera algo y se hidratara y luego volvía rápido a tomar camino, sabía que no
tenía mucho tiempo. Al cabo del 5to día por fin vio a elfos, era un pequeño
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poblado de unas 10 casas, los habitantes de aquel poblado cuando vieron al elfo
le brindaron miradas de desconfianza y era de entender ya que la apariencia del
elfo dejaba mucho que desear, Reudan habló y les dijo –apresúrense tomen solo
lo necesario y diríjanse a Aqarad, un gran ejercito malvado viene hacia nosotrosLos elfos ignoraron aquellas palabras, pensaban que el pobre elfo había perdido
la razón y siguieron en sus quehaceres, Reudan al no notar reacción alguna
volvía a decir esta vez con más autoridad –que no me escuchan, deben salvar
sus vidas, es orden del rey Ileveter, diríjanse a Aqarad-.
Esta vez uno de los presentes notó en las ropas desgastadas del elfo la insignia
del ejercito real del reino –veo que traes el uniforme del ejército, ¿de dónde
vienes?- preguntó.
Reudan bastante incomodo respondió –de la frontera del reino, los orcos nos
atacaron, son miles y todos se dirigen a Aqarad, es probable que pasen por aquí
dentro de 2 o 3 días. Pero ya basta de preguntas, hagan lo que digo si quieren
salvar sus vidas, solo tomen lo necesario y sigan el camino a Aqarad-. Y dicho
esto último partió de nuevo raudo.
Reudan había perdido la cuenta de cuantos días hacia que cabalgaba, había
pasado por muchos poblados del reino regando el mensaje de proteger la vida y
dirigirse hacia la capital Aqarad , en muchos lugares fue tomado por loco, en
otros le hicieron caso, en otros se apiadaban de él y le daban alimento y agua
para él y para su caballo, caballo que no era el mismo en el que había empezado
su recorrido, en un caserío había tenido que cambiarlo ya que el pobre animal
estaba realmente cansado y se negó a seguir el recorrido, por eso se vio en la
necesidad de cambiarlo con alguien que amablemente le ofreció uno de los
suyos, en aquel mismo caserío le habían curado amablemente la herida del
brazo. Ahora que parecía que por fin la voluntad le desfallecía, sentía que no
podía seguir ni un minuto más, hacía ya dos días y medio que se le había
acabado el alimento, aunque el agua siempre estaba al alcance de la mano, por la
cantidad de manantiales que habían en aquel reino, no era suficiente, veía la
necesidad de comer algo sólido, los elfos eran una raza muy resistente, podían
durar días tan solo comiendo el famoso pan de lembas, aquel pan se le había
acabado casi a los 15 días de cabalgata y en este caso la resistencia al joven elfo
pareciese que le llegaba el fin, pero en un momento en que levantó la mirada, de
inmediato reconoció aquellos paisajes , estaba cerca de casa, de inmediato le
volvió la esperanza, apresuró a su caballo diciéndole –ya estamos cerca amigo,
cabalga, cabalga, hemos llegado-.

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El caballo por su puesto no le respondió pero entró raudo por las primeras
calles empedradas de la gran ciudad de Aqarad, todos los que estaban en la calle
miraron al elfo que montaba aquel animal y no lo reconocieron, cuando llegó a
las puertas del palacio, desmontó el caballo, los guardias del palacio ignorando
de quien se trataba le cerraron el paso y le preguntaron – ¿quién eres y que es lo
que quieres, extraño?-.
–Soy Reudan del segundo regimiento encargado de proteger la frontera, traigo
un mensaje para el rey Ileveter de nuestro capitán Lagores que requiere de
mucha urgencia-. Respondió Reudan, mostrándoles a los guardias la insignia en
su uniforme del ejército real, mientras decía esto el elfo pareció algo agitado.
Los guardias al mirar la insignia se dieron cuenta que el elfo decía la verdad y lo
dejaron pasar, luego se llevaron al animal para las caballerizas del palacio.
Cuando Reudan llegó al gran salón uno de los guardias le ordenó que se sentara
y esperara mientras era anunciado, el elfo de mal aspecto se sentó; habían
pasado 15 minutos que al elfo le habían parecido casi una hora, de pronto entró
Ileveter, este último le brindo una mirada de curiosidad al elfo y le preguntó –
¿me dices que vienes de la frontera y que traes noticias para mí, no es cierto?-.
Reudan con las pocas fuerzas que le quedaban, le contó al rey lo que había
pasado en la frontera, el ataque de los orcos, la batalla, el mensaje que le había
mandado su capitán Lagores, por último el elfo le informo sobre la advertencia
que había dado a los habitantes de los pequeños caseríos, de venir a refugiarse a
Aqarad.
-hiciste bien muchacho, ahora ve y descansa-. Dijo el rey Ileveter. Luego ordenó
a los sirvientes que se encargaran de cuidar al elfo –llévenlo a descansar, cúrenle
las heridas, denle alimento, estén atentos de él, este elfo es muy valiente-.
Luego de ver como los sirvientes del palacio se llevaban al elfo, Ileveter mandó
llamar de nuevo a los miembros del concejo con la premisa de urgente. El
máximo temor de Ileveter se hacía realidad, un ejército basto venía con ánimo
de guerra y había llegado el momento de probar su liderazgo defendiendo a las
gentes de su pueblo. Rápidamente se reunieron, pues la situación ameritaba
acciones rápidas, mientras tanto iban llegando a la ciudad elfos que habitaban en
pueblos cercanos y que fueron advertidos por Reudan. La tensión en el consejo
era visible, pero Ileveter siempre trató de mantener la calma, reflejando
seguridad, él sabía que si proyectaba tranquilidad y seguridad, los demás
miembros del consejo se contagiarían y así llegarían a tomar decisiones más
calmadas y asertivas. Lo primero que el concejo decidió fue evacuar la ciudad,
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las mujeres y los niños de Aqarad debían cruzar el Obelet y refugiarse en
Escalat, mientras tanto todo hombre del reino capaz de sostener una espada
debía quedarse a defender la ciudad, la segunda decisión fue poner una gran
barricada en la entrada de la ciudad, sabiendo que era la única entrada posible
para las fuerzas de Miriahn, allí el ejército real debía resistir la embestida, por
último se dictó mandar mensajeros a Gwangur solicitando ayuda, Ileveter sabía
que Arish y Elenor vendrían a socorrerlos tan pronto se enteraran de la
situación. Ileveter y el concejo sabían que estas acciones se tendrían que ejecutar
con premura ya que el ejército negro llegaría dentro de 15 o 20 días, ese el
tiempo que precisaban para evacuar la ciudad, montar su defensiva y orar para
que los mensajeros llegaran sanos y salvos a Gwangur y este a su vez
respondiera, movilizando sus tropas hacia Aqarad. En esto último basaba
calladamente Ileveter sus esperanzas de triunfo, entendía que el ejército real
había sufrido dos grandes derrotas, sus soldados no eran muchos en número ni
en motivación, además no todos eran soldados, muchos eran elfos que serían
escogidos y obligados a llevar espadas o lanzas para defender la ciudad. Ileveter
sufría en silencio, su pueblo estaba por afrontar una guerra devastadora que
seguramente dejaría en ruinas la ciudad de Aqarad y la única esperanza que tenía
estaba muchos kilómetros al sur, en Gwangur, rezaba para que cuando llegaran
los refuerzos no fuera demasiado tarde.

♦♦♦♦♦
Quemando todo a su paso, así machaba el gran ejército negro, siguiendo las
órdenes de Eryanor, este último se mostraba sorprendido porque en los
pequeños caseríos que se habían topado, no habían visto a casi ningún elfo,
pereciera que se hubieran marchado de prisa, en las casas aun había algunos
enseres, alimentos y demás. Pronto se dio cuenta que habían sido advertidos de
la presencia del ejército negro y habían huido a refugiarse a la ciudad de Aqarad,
pero esto no le preocupaba a Eryanor pues en su opinión todos morirían en esa
ciudad, tenía mucha confianza de su ejército, era basto, desalmado, cruel,
asesino, resistente y lo mejor de todo seguían las ordenes sin chistar. Una
derrota del ejército negro no estaba en sus planes, sabía que si eso pasaba era su
vida la que corría peligro, pero ahora no le preocupaba eso, es más le satisfacía
volver a Aqarad, Miriahn le había prometido que si la conquistaba seria elevado
a la categoría de rey del reino de los lagos y tan solo tendría que darle cuantas a
Miriahn, sería el amo y señor de aquella ciudad en la que mucho tiempo atrás
tuvo que salir de prisa y que ahora lo vería como su rey, un rey malvado y cruel,
esto llenaba de emoción el frio y oscuro corazón del elfo negro. Así marchaba el
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ejército negro en camino a Aqarad y Escalat, marchaban hacia la guerra,
marchaban hacia un infierno.

♦♦♦♦♦
Tal como lo dispuso el concejo, los habitantes de la ciudad, mujeres, niños y
ancianos, fueron evacuados, en barcos hermosos cruzaron el Obelet en
dirección a Escalat, allí fueron bien recibidos, también se transportaron
alimentos, pues eran conscientes que la arremetida del ejército negro se
mantendría durante días, quizá semanas, y de todo corazón esperaban que no
durara meses. Los hombres capaces de empuñar un arma fueron rápidamente
instruidos, alistados y puestos a trabajar, plantaron una gran barricada en la
entrada de la ciudad, se distribuyeron posiciones estratégicas en las casas
abandonadas, los sitios más altos fueron designados para los elfos con mayor
rapidez y puntería en el manejo del arco y la flecha, las catapultas se cargaron
con rocas sacadas del fondo del Obelet y otras con bolas hechas de trapo
empapadas con líquidos inflamables, listas para ser prendidas y arrojadas; solo
quedaba una cosa por hacer, escoger al portador de las noticias que viajaría a
Gwangur. Ileveter y el concejo redactaron una carta en fino papel, la sellaron
con el sello real del reino de los lagos y se dispusieron a salir a buscar al
portador, en ese momento entró Reudan, ya recuperado del extenuante viaje
ahora lucia más fortalecido, y sin más palabras se ofreció a llevar la encomienda
hasta Gwangur, los presentes vieron con buenos ojos este gesto, y así fue como
Reudan se alistó para hacer otro viaje, este quizá más largo, más extenuante,
pero diferente, ya que lo haría a través de barco, navegaría por el rio Gidli hasta
Gwangur, pero no iría solo, lo acompañaría otros elfos. El día del embarque
llegó, llenaron el barco de víveres, estos elfos fueron despedidos como héroes,
llevaban consigo la esperanza de todo un pueblo, el pueblo elfico del reino de
los lagos, aquel viaje les llevaría semanas antes de desembarcar en Gwangur,
pero aun así llevaban en su corazón la emoción y la esperanza de que sus
defensas resistieran el ataque del ejército negro hasta cuando ellos volvieran a
casa con refuerzos.

♦♦♦♦♦
En lo más alto de la torre de Borag, en una habitación llena de la oscuridad
constante que reinaba en aquel lugar donde nunca brillaba el sol, Miriahn lo veía
todo, gracias al poder de sus dos joyas, había conocido las oscuras artes del
inframundo, podía mirar más allá de los muros de su ciudad, miraba a través de
los ojos de Eryanor, capitán de sus tropas y su más leal servidor. incluso podía
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Las gemas del poder: El origen de los elfos
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Las gemas del poder: El origen de los elfos

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  • 2. 2
  • 3. J. A. ESTACIO PEÑA GUERRAS SANTAS Las gemas de poder 3
  • 4. 4
  • 5. “Cada uno somos nuestro propio demonio y hacemos de este mundo nuestro infierno” Oscar Wilde 5
  • 6. 6
  • 7. CAPITULO I Del inicio de los tiempos Al comienzo era la singularidad, era la Nada y era el Todo. Había terminado un Ciclo y el Absoluto no se encontraba manifestado. Luego en una fracción de tiempo inentendible, Menaih se manifestó a través de diversas creaciones. Hubo una gran explosión de energía donde comenzó el espacio tiempo para dar cabida a lo que conocemos como universo físico y el cosmos. Menaih entonces crea a los Elohim o dioses menores, que son los que continúan la tarea creadora en los distintos universos. Deriva la tarea principal a 3 Elohim, Miriahn, Arish y Thorab. Estos tres Elohim son los encargados de terminar la creación de Menaih, dando forma a todas las cosas que conocemos. Su primera creación fueron las estrellas, las galaxias, los planetas, todos y cada uno de ellos cuidadosamente dispuestos con diferentes condiciones, no escatimaron ningún esfuerzo, todo fue creado y dispuesto hasta la misma frontera extrema del universo. Por un tiempo vieron maravillados su creación y dieron gracias a Menaih por haberles compartido sus dones. Pero dentro de todas las cosas que crearon los Elohim una llamó poderosamente la atención de El creador, un pequeño planeta azul que giraba alrededor de una estrella brillante y que a la vez a este planeta lo gravitaba una pequeña luna. Aquel planeta era un diminuto punto azul en la negrura y la inmensidad del cosmos pero desde el mismo momento que Menaih lo vio despertó en él un profundo amor tal así que convocó a los tres Elohim y les dijo: -hemos creado muchas cosas, todas sin duda alguna hermosas, han puesto todo su esfuerzo para complacerme, yo he compartido parte de mi sabiduría y poderes con ustedes y no me han decepcionado, me han maravillado con todas las cosas que han creado pero una por sobre todo me ha cautivado, aquel planeta azul que gira alrededor de aquella estrella, señalando al sol, ¿me podéis decir cómo se llama y quien lo creó?-. -Se llama tierra y fui yo quien lo creó-. Respondió Arish. -pues bien-. Siguió el creador. -Creo que es lugar indicado para continuar con toda la creación pues aún falta mucho por hacer-. 7
  • 8. En efecto el creador y los tres Elohim se dirigieron a la tierra, allí Menaih les dijo: -he aquí mi decisión, este lugar es el elegido para ser la casa de mis hijos que estarán pronto por ver la luz del día, ustedes serán los que hagan de este lugar un sitio habitable para ellos, para ello a cada uno de ustedes le hago entrega de esto-. Y les entregó una gema, tal joya brillaba más que cien luces de estrellas juntas además de ser de una extremada belleza. -dentro de estas gemas que se llaman Timbilis, los portadores de vida, está la luz del mundo-. Prosiguió Menaih. -Solo piensen en lo que desean crear, pongan la gema en lo alto y dejen que la luz del sol traspase sus cristales y verán como sus deseos se hacen realidad. Pero cuidado-. Advirtió el creador. -No dejen que esta gema los gobierne, pues es tanto el poder que tiene que pareciera que tiene deseos propios, por eso úsenla con inteligencia y bondad, cuiden de sus pensamientos cuando la estén usando-. Entregó entonces a cada Elohim un Timbilis, cada uno de ellos lo contempló asombrados pero uno en especial amó a su gema más que a nada, Miriahn el Elohim orgulloso puso todo su amor y más tarde toda su codicia al servicio de la joya. Y así fue como todo se hizo, Thorab separó las aguas abundantes y creó los mares y los ríos y todas las fuentes y cataratas y las aguas de los cielos y fue así como se creó la lluvia; Miriahn por su parte amante de las formas creó todas las montañas, riscos, desiertos y todos los desniveles de la faz de la tierra; Y por último Arish el más querido por Menaih, amante de la vida, con la ayuda de su Timbilis creó todo lo verde del planeta, los árboles, las plantas, el pasto, todas las flores terrestres y marinas, los bosques, los valles, y no solo creó las plantas sino que todos los animales, los terrestres, los que vivían en el mar y los que volaban los cielos, todo lo hecho fue de agrado del creador en especial lo hecho por Arish, tal cosa despertó en Miriahn un sentimiento para él nuevo, sentimiento que desde ese momento creció día tras día en el corazón del más orgulloso de los Elohim. Viendo El creador que esta tierra era más habitable les habló a los Elohim con las siguientes palabras: -he visto lo que han hecho de este lugar y me ha gustado en demasía, los mares y los ríos son de una extremada belleza-. Dirigiéndose a Thorab. -la lluvia es un fenómeno increíble, haz hecho que me sienta orgulloso de ti. Y a ti Miriahn te digo-. Continuó diciendo Menaih con una voz que sonaba como la más hermosa de las melodías. -que las montañas son realmente hermosas, algunas verdes otras grises y otras blancas cubiertas de nieve, de verdad que has hecho un trabajo admirable–. Terminó diciendo el creador. -y por ultimo tú–. 8
  • 9. Dirigiéndose a Arish. -tu creación es la que más me ha hecho feliz, los bosques son realmente hermosos, lo mismo que los verdes valles y prados, las flores todas con diferentes colores y olores, toda una gama de animales haz creado cada uno de ellos con diferentes características, haz hecho de este sitio un lugar más habitable para mis hijos que pronto estarán por venir-. Esto último y la complacencia de Menaih con la creación de Arish siguieron acrecentando en Miriahn aquel sentimiento de desconformidad que pronto se convertiría en un odio mayúsculo y que traería a esta nueva tierra días de inmenso dolor y muerte. 9
  • 10. 10
  • 11. CAPITULO II El Nacimiento de los primeros Elfos Luego de trascurrido cierto tiempo aun no contabilizado, en el cual los espíritus de los tres Elohim moraban la tierra recién creada, jugueteando en el agua o simplemente dejándose llevar por el viento, Menaih los llamó para darles buenas nuevas, les pidió que le entregaron los tres Timbilis, Arish y Thorab accedieron sin ningún problema, pero Miriahn de quien el Timbilis ocupaba todos sus pensamientos en principio se rehusó a entregarlo diciendo -¿acaso no fue un regalo tuyo, que clase de regalo es este el cual tienes derecho a quitárnoslo de nuevo?-. Menaih inmediatamente leyó los sombríos pensamientos del Elohim y le respondió -en realidad es solo un momento que los necesito, para la creación más esperada-. Con desagrado Miriahn cedió el cristal al creador, este lo juntó con los otros dos, los levantó hacia el sol, en ese momento hubo una explosión de luz que encegueció a los tres Elohim, luego de la explosión de luz y cuando los Elohim recobraron la vista, Menaih les dijo -les concedo este mi último regalo para ustedes-. En seguida los tres Elohim se dieron cuenta que habían dejado de ser espíritus para transformarse en cuerpos físicos. -además-. Continuó diciendo Menaih -mis primeros hijos ya empiezan a habitar este mundo-. -¿en dónde están?-. Preguntó Thorab. -más allá de aquellas montañas-. Respondió Menaih, señalando las montañas escarpadas. -en el valle los encontraran, ahora su misión será cuidar de ellos y enseñarles toda la sabiduría que por mi ustedes han recibido-. Luego de decirles esto le devolvió a cada uno su Timbilis, Miriahn al tenerlo de vuelta sintió como si parte de su vida hubiera regresado y se sintió completo de nuevo, nadie notó esto excepto el creador, que conocía hasta el más remoto pensamiento de los tres Elohim. 11
  • 12. -¿Y qué será de ti?-. Preguntó Arish. -yo estaré cerca, aunque no me veáis siempre estaré presente, hay solo una creación que me falta por hacer pero eso será luego-. Respondió Menaih, luego ante los ojos de los tres Elohim desapareció con el viento. Como ordenó el creador, los tres se dirigieron al valle más allá de las montañas escarpadas, valle que luego se llamaría el valle de los lamentos por los hechos que ahí ocurrirían, cuando llegaron al fin, vieron por primera vez a los elfos, aquellos seres eran de una extremada belleza así como de inteligencia y fuerza, también eran inmortales, esto último llenó de cólera a Miriahn pues su orgullo no le dejaba aceptar que estos seres tuvieran la inmortalidad tanto como él, así que desde el mismo momento que los vio, les tuvo rencor y no participó en la tarea de protegerlos y enseñarles, por lo contrario se marchó a vagar solo por la tierra, pues en su corazón solo cabía espacio para su Timbilis. Arish y Thorab por el contrario amaron a estas criaturas y les enseñaron todo y los protegieron y fueron sus guías en los primeros años, juntos construyeron la primera de las grandes ciudades de los elfos, Gwangur, la ciudad de los señores elfos de antaño, que fue construida en la ribera del rio Gidli en el borde occidental del bosque de Othis y reguardada por las montañas rocosas. Y mucho tiempo pasó y los elfos crecieron en sabiduría y en amor por los dos Elohim, y el pueblo de los elfos creció en número y fue coronado el primer gran rey elfo, Elenor hijo de Sethenor, y vino la primera gran separación del pueblo de los elfos, muchos en cabeza de Tireber abandonaron la ciudad de Gwangur y se dirigieron al norte con la intención de establecer un nuevo reinado, y así fue como partieron muchos elfos acompañados por Thorab quien amaba a Tireber quien había sido su discípulo, por muchos años vagaron tratando de encontrar una tierra propicia para construir una nueva ciudad, y así fue como después de largo tiempo explorando nuevas tierras dieron con un el sitio imaginado, en el oriente de la tierra media, y lo bautizaron como el reino de los lagos, y desde ese momento amaron el agua y se dedicaron a la construcción de majestuosos barcos, y Tireber fue coronado como rey bajo la bendición de Thorab y su reinado fue bueno y llevó a su pueblo a la prosperidad y fue amado por los habitantes del reino. Y se construyó la ciudad capital del reino la cual se llamó Aqarad o la ciudad de las aguas en lengua local, pues quedaba en el borde del gran lago Obelet. Mientras tanto en Gwangur las cosas también iban bien, el pueblo de Elenor crecía y tuvieron que construir más ciudades, entre ellas la más importante Portenense, y la gente amaba a Elenor pero también a Arish. El reinado de Elenor fue Bueno y llevó a su pueblo al esplendor y Elenor tuvo mucha descendencia, nacieron sus tres hijos de su esposa Inbanar, los cuales se 12
  • 13. llamaron Anathol, Elebert y Liris, la más hermosa de todos los elfos que habitaron la tierra media y que más tarde jugará un papel determinante en esta historia; en definitiva fueron buenos años, en los cuales reinó la paz, pero como nada es para siempre pronto esa paz se convertiría en desesperación, odio y muerte. 13
  • 14. 14
  • 15. CAPITULO III El regreso y levantamiento de Miriahn. Como se dijo antes Miriahn no participó en la enseñanza ni en la protección de los elfos y se fue a vagar por el mundo, mucho tiempo estuvo errante y cada día que pasaba más y más crecía su amor por su Timbilis, así fue como llegó a muchos lugares, conoció muchas tierras, vio a muchos animales entre los cuales estaban los majestuosos Mumak y los Olifantes, se dice que pisó tierras blancas en el norte y que lo maravillaron aquellos lugares cubiertos por la nieve , pero que también gustó de la tierra al noroccidente, tierra que más tarde se llamaría Mingart, un lugar bastante escarpado en el cual se erguía majestuoso un volcán de nombre Gordolin. Pasaron muchos años al final de los cuales el Elohim orgulloso decidió volver al lugar donde había partido a su solitaria travesía, entonces emprendió el viaje de regreso pero esta vez regresó un Elohim diferente, un poco más callado, más astuto y por supuesto con más resentimiento hacia los elfos y hacia sus hermanos y por supuesto una dependencia absoluta a su joya. Así fue como un día, después de muchos años llegó a la tierra que había dejado atrás y se sorprendió con lo que encontró, una ciudad majestuosa llamada Gwangur, cuando los elfos lo vieron lo apresaron, pues nunca lo habían visto antes, además estaba muy mal vestido y de no muy buena apariencia. Entonces lo llevaron a la presencia del rey elfo Elenor, pero junto al rey estaba Arish quien al ver a su hermano ordenó que lo soltaran inmediatamente. Entonces Miriahn preguntó -¿es así como recibes a tus hermanos, con espadas y grilletes?-. Pero Arish contestó -discúlpame hermano pero ellos jamás te han visto, tal vez se asustaron, además esa no es la ropa digna de un Elohim-. Cuando los presentes en el gran salón del rey oyeron esto se arrodillaron incluyendo el rey elfo Elenor, esto llenó de gran orgullo a Miriahn. -he regresado para ver a mis hermanos y me encuentro con esta gran ciudad-. Continúo Miriahn -y a ti-. Mirando a Arish -vestido con ropas de oro y plata, creo que has hecho muy buenos sirvientes-mirando con desprecio a los elfos. 15
  • 16. -Te equivocas, ellos no son mis sirvientes-. Respondió Arish. -son un pueblo autónomo, yo solo los aconsejo y los protejo pero ellos toman sus propias decisiones, prueba de ello es él-. Señalando a Elenor. -es su primer rey y soberano de estas tierras-. -¿soberano de estas tierras?-. Replicó Miriahn con tono burlón. -nosotros tres somos los únicos soberanos de estas tierras, ellos solo son una raza inferior. A propósito de los tres, ¿dónde está Thorab, no me digas que también se cansó de este absurdo y se fue así como yo?-. -no está aquí-. Contestó sonriendo Arish. -es verdad que se fue, pero lo hizo con parte del pueblo elfico que decidió probar suerte en otros lugares, se dice que encontró su hogar al oriente en el reino de los lagos y que su pueblo es prospero tanto o más que éste-. Terminó diciendo Arish. Esta noticia molestó en demasía al Elohim Orgulloso, pues esto significaba que los planes que había trazado para su regreso se truncaban, al menos momentáneamente. Muy en contra de su voluntad aunque no lo demostraba abiertamente, Miriahn accedió a quedarse un tiempo en la gran ciudad de los elfos, en ese tiempo muy en secreto perfeccionó sus planes, luego decidió que el siguiente paso era ir a encontrar a su hermano Thorab y así se lo comunicó a Arish quien apesadumbrado por ver partir a su hermano de nuevo no tuvo más remedio que dejarlo ir. Fue así como Miriahn partió al oriente en busca del reino de los lagos, en donde comenzaría su oscuro plan. Luego de recorrer muchos kilómetros por fin llegó al lejano reino de los lagos y a la ciudad de Aqarad, allí fue recibido con honores por su hermano Thorab y por el rey Tireber. Allí Miriahn se maravilló con la ciudad y con los elfos de este pueblo pues eran más fieros que los del reino elfico de Gwangur, esto alegró al Elohim pues sabía que necesitaría de ellos para llevar a cabo su plan. Así que con mucho tacto y disimulo y sin levantar sospechas ni de Thorab ni de Tireber, empezó a envenenar las mentes y los corazones de muchos elfos que lo seguían y se maravillaban con sus palabras. Había pasado cierto tiempo y el Elohim Miriahn se había ganado la confianza de la mayoría de los elfos de la ciudad y la de su hermano Thorab, pero no todos veían a Miriahn con buenos ojos, Tireber, el rey elfo, sin saber por qué, se cuidaba mucho de intimar con el Elohim como los otros lo hacían y mantenía cierta distancia con él, pues en su corazón algo le decía que Miriahn era el portador de una desgracia para su pueblo. Cierto día estaban Thorab junto con Miriahn en el castillo del rey, y este último le pidió a su hermano que le dejara 16
  • 17. ver su Timbilis, entonces Thorab accedió, fueron a una habitación secreta para la mayoría de los habitantes del castillo y allí guardado en una cajita muy bella de oro estaba el Timbilis, cuando Miriahn lo alzó con las manos, sus ojos brillaron de codicia. -¡es hermoso, no crees!- . Dijo. -en verdad que lo es- . Respondió Thorab. -y su poder es ilimitado, imagínate lo que haríamos con él, seriamos los dueños y amos del mundo, reinaríamos en toda la tierra y nuestro nombre seria venerado en todos los rincones de este planeta-. Siguió diciendo Miriahn. Thorab notando algo extraño en la voz de su hermano le arrebató la gema de sus manos y poniéndolo de nuevo en la cajita de oro dijo –este mundo no necesita más amos pues ya tiene uno, nuestro padre Menaih-. Esta actitud de Miriahn inquietó mucho a Thorab, pero supuso que era normal viniendo de alguien tan orgulloso como él. Mientras tanto Miriahn sabiéndose incapaz para convencer a Thorab de unirse a sus planes, maquinó un oscuro y sangriento plan para apoderarse de la joya de su hermano, en este plan estarían involucrados los propios elfos de la ciudad, así fue como envenenó los corazones con malicia y oscureció la mente con mentiras de 75 de los más fuertes elfos. Ocurrió que en la ciudad de Aqarad se celebró por esos días una gran fiesta en el gran castillo de dicha ciudad, para celebrar el término de las cosechas que aquel año habían sido abundantes, además el lago les proporcionaba a los habitantes del pueblo pescado en abundancia, todo esto en honor al padre, Menaih. Para ese motivo se decoró el gran castillo del rey de una manera hermosa, se dispusieron mesas y sillas para todos los habitantes del pueblo, se preparó la más deliciosa comida y se puso a disposición el mejor vino del reino; la fiesta era amenizada con la mejor música y absolutamente todos estaban contagiados con la felicidad, todos hasta el Elohim Thorab. Esta era la oportunidad que había estado esperando Miriahn junto con los 75 Elfos traidores. Aprovechando que todos estaban en la fiesta incluso los guardias del palacio, fueron a la armería, allí todos tomaron espadas y las escondieron en las capas pero antes de salir Miriahn les dijo –ha llegado su hora, la hora en que ustedes sean reconocidos como los más grandes elfos de la faz de la tierra, su recompensa será grande, la tierra será de ustedes, calmen su orgullo con el filo de su espada, pero recuerden que Thorab no debe morir, yo me encargaré de él, 17
  • 18. adelante mis hermanos esta noche será recordada por todos como la noche en la que elfos Azules se alzaron y conquistaron para ellos este reino-. Dicho esto Miriahn junto a los 75 elfos se encaminaron hacia el gran salón del castillo. Como se dijo antes los guardias también estaban en la celebración así que cuando vieron entrar al Elohim con los elfos no los requisaron como era la orden, pues estaba prohibido el ingreso de las armas al gran salón del castillo. Aquella celebración era en grande, los elfos se habían hastiado de comer pues la comida era abundante y también como se dijo antes el vino, así que todos estaban bastante ebrios, todos menos el rey Tireber y por supuesto Thorab. Cuando la noche había avanzado bastante, el rey Tireber se sintió bastante cansado y se retiró a sus aposentos, lo mismo ocurrió con Thorab entonces Miriahn se dio cuenta que los elfos estaban bastante indefensos, entendió que la hora había llegado, dio la señal a sus secuaces y estos dieron inicio al acto más vil de traición conocido hasta ese momento. Todos al mismo momento desenfundaron sus espadas y la emprendieron primero con los guardias elfos, estos al verse atacados intentaron defenderse en medio de su aturdimiento por el alcohol, pero los atacantes estaban más lúcidos y los superaban en número así que la muerte les vino rápido, en seguida las víctimas fueron los asistentes, los atacantes no tuvieron piedad con nadie, mujeres y jóvenes fueron brutalmente masacrados sin nadie que detuviera este holocausto, muchos intentaron salir desesperadamente del castillo pero los 75 Elohim eran demasiados y sin ningún remordimiento les dieron muerte. Esta fue la primera gran matanza de elfos a manos de elfos. Los gritos provenientes del salón del castillo despertaron al rey quien en medio de su aturdimiento entendió aquel presentimiento que había tenido el mismo día en que había llegado a la ciudad Miriahn, se levantó rápido de la cama, se puso rápido la ropa y fue en busca de la espada, la desenvainó y se dirigió al gran salón consiente de lo que ocurría y de lo que estaba por venir, pasó por las habitaciones de algunos de sus hombres de confianza, afortunadamente algunos de ellos, pocos, estaban en sus aposentos, Tireber los enteró de la situación y pidió que todos buscaran espadas y se alistaran para defender al pueblo, llamó a uno de sus colaboradores quien respondía al nombre de Ilusir y le dijo –con mucho cuidado ve y anda a la habitación del señor Thorab y dile lo que está pasando-. Este último asintió y partió raudo. Cuando Tireber entró al gran salón, no podía creer lo que estaba viendo, la imagen que le mostraba aquel lugar lo conmovió y a la vez lo llenó de ira y de rabia, muchos elfos indefensos, inocentes, cruelmente asesinados, hizo que Tireber el primer gran rey elfo del reino de los lagos se abalanzara sobre los asesinos. Ilusir con la fuerza y rapidez que le daban sus piernas llegó a la 18
  • 19. habitación de Thorab, con suavidad pero a la vez con premura tocó la puerta, inmediatamente el Elohim respondió. Ilusir le contó lo ocurrido, Thorab consternado por tal noticia pero con rapidez alistó su espada y salió en compañía de Ilusir. El gran rey elfo como poseído por una fuerza superior y junto a los pocos hombres de confianza sobrevivientes retaron a los agresores y empezó una gran lucha de espadas, los elfos leales al rey no pusieron mucha resistencia y murieron de manera heroica , no sin antes también matar a algunos pocos de los traidores, pero el que no moría aún era el rey elfo que impulsado por la ira, peleó de manera admirable, matando a otros 15 traidores antes de morir a manos de Eryanor el más poderoso de los elfos rebeldes o elfos negros como desde ese momento se llamaron. Cuando Thorab llegó al salón ya era demasiado tarde, el gran rey elfo yacía en el piso en una laguna de sangre con múltiples heridas, también sus fieles elfos e igual todos los guardias; sin entender muy bien lo que pasaba dijo – ¿qué has hecho Miriahn, que has hecho?-. Miriahn sin mostrar remordimiento alguno contestó -solo lo necesario, esta tierra nos pertenece solo a los tres Elohim que lo creamos todo, yo solo reclamo lo que es nuestro, ahora bien-. Siguió diciendo Miriahn. –te brindo la posibilidad de que te me unas, trae tu Timbilis y dámelo y juntos reinaremos en esta tierra, nuestro nombre será honrado y temido, gobernaremos toda la tierra a placer, si tanto amas a estas criaturas ellos tendrán su tierra solo con el compromiso de darnos parte de lo que acumulen de riquezas, que me dices hermano, por tu bien piensa bien tu respuesta pues de ella depende tu vida-. Thorab como no creyendo lo que escuchaba, desenvainó la espada, la tomó con su mano izquierda (pues los tres Elohim lo eran), la miró, bajó la cabeza y luego con una voz que era una mezcla de tristeza y decepción, pero también con orgullo dijo –esta matanza sin razón debe ser vengada-. -supongo que eso es un no-. Replicó Miriahn. –pues bien si esa es tu decisión-. Siguió diciendo. –No tendré más remedio que apoderarme de tu piedra por la fuerza-. Thorab con voz firme respondió –pues la única forma en que la tendrás, es si me la quitas de mi mano fría y tiesa, y créeme no te será fácil-. Y dicho esto, dio un gran salto para atacar a Miriahn. El gran combate comenzó, bajo la mirada de los sobrevivientes de los elfos negros, la destreza y habilidad con la espada de Thorab sorprendió a Miriahn, aunque este último también era bastante dúctil, la fortaleza de Thorab iba menguando sus fuerzas, movimiento tras movimiento Miriahn sentía que sus fuerzas desfallecían, no 19
  • 20. encontraba un punto flaco para atacar a Thorab, y este a su vez se sentía con las fuerzas intactas y en un movimiento rápido de su espada, hirió en el hombro a Miriahn quien retrocedió entre una mezcla de dolor y sorpresa por la agilidad de Thorab. Dominado por mas odio, Miriahn se abalanzó en contra de Thorab, mas con vértigo que con fuerza y dejando muchos puntos flacos en su defensa, situación que aprovechó Thorab para herir en contadas ocasiones a Miriahn quien consumido por el dolor cayó de rodillas al suelo; justo cuando Thorab se alistaba para asestar el golpe mortal y hacer justicia, Miriahn uso la última de sus artimañas, rompió en llanto, arrojando la espada lejos dijo –lo siento, tienes razón me equivoqué, lo que hice no tiene perdón, lo único que merezco es la muerte, ahora haz lo que tengas que hacer-. Esto le sonó tan honesto a Thorab que se le ablandó el corazón y retomando la calma le respondió con lo siguiente –sabes que te equivocaste, lo que hiciste es imperdonable, pero no seré yo el que te juzgue y mucho menos te quite la vida, eso le corresponde a nuestro padre, es a él a quien tendrás que rendirle cuentas y aceptar el veredicto que él te dé, y lo mismo para ustedes-. Dirigiéndose a los demás elfos traidores, quienes estaban sorprendidos con la reacción de Miriahn. Después de esto, Thorab se dirigió hacia Miriahn y le tendió la mano para ayudarlo a parar, pero el arrepentimiento de Miriahn era fingido pues ahora que se veía herido sabía que tenía que pensar rápido, cuando Thorab le estiró la mano, la tomó y en ese momento de la otra mano sacó una daga que ocultaba en el cinto y con rapidez le dio una puñalada justo en la zona abdominal. Thorab, herido se tambaleo hacia atrás y trató con desesperación de tomar otra vez su espada, pero la herida era demasiado profunda y el dolor era insoportable lo que hizo que sus piernas flaquearan y cayera al suelo. Miriahn riendo con una risa maléfica, se levantó, tomó la espada y dijo –de verdad creíste lo que dije, mi querido Thorab, tu que tanto hablas de Menaih, mira que no está aquí justo cuando lo necesitas, ahora que tu vida expira, estas solo, te abandonó, solo toma mi mano, bésala y te ayudaré a curar tus heridas- y le extendió la mano a Thorab, pero este último con lágrimas en sus ojos y con sus últimas fuerzas, le escupió en la cara, esto último enfadó aún más a Miriahn quien con la espada atravesó el pecho del Elohim quitándole la vida. Y así murió Thorab, amante del agua, gran Elohim del reino de los lagos y defensor de los elfos azules. 20
  • 21. CAPITULO IV La creación de las tierras negras. Cuando la sangre de Thorab llenó el suelo, la tierra se sacudió salvajemente, de los mares se alzaron gigantescas olas que devastaron todas las costas, los volcanes hicieron erupción arrojando lava ardiente, el suelo se agrietó, del cielo y acompañado por salvajes lluvias cayó granizo ardiente, el día que apenas empezaba se oscureció. Cientos de elfos murieron y otros tantos se horrorizaron por estos fenómenos nuevos para ellos. En Gwangur mientras tanto, los elfos sintieron miedo pues esta era la primera vez que experimentaban algo así, todos fueron en busca de la sabiduría del Elohim Arish, quien también estaba un poco preocupado y a la vez pensativo tratando de imaginar que habría ocasionado esta furia de la madre tierra. Los temblores debilitaron la estructura del gran castillo, cientos de casas fueron destruidas pues no resistieron la fuerza de los temblores, los daños fueron cuantiosos no solo en Gwangur sino en todas en todas las ciudades incluyendo Portenense. ♦♦♦♦♦ Después de Asesinar a su hermano y sin ningún remordimiento aparente, Miriahn se dirigió a donde Thorab tenía guardado el Timbilis, abrió la pequeña caja de oro y lo tomó, en ese momento y ante el asombro de los demás elfos traidores, Menaih se presentó en presencia de Miriahn, este último al verlo desenfundó de nuevo la espada. -¿qué harás Miriahn, también me asesinarás de la misma manera como lo hiciste con tu hermano?-. Preguntó Menaih visiblemente afectado. Miriahn titubeó no sabiendo que decir pero sostuvo la espada esta vez mas amenazante, entonces Menaih hizo un ademan con la mano y de pronto la espada le empezó a pesar mucho a Miriahn tanto así que no pudo sostenerla ni siquiera con las dos manos, también sintió que las heridas de la pelea con Thorab, ahora le dolían más, así que no pudo soportar el dolor y se inclinó. Lo mismo les pasó a todos los demás elfos quienes entraron en un extraño sueño y cayeron al piso. 21
  • 22. -lo que hiciste es imperdonable, trajiste el dolor a este mundo, ahora por tu culpa los habitantes de este lugar conocerán el sufrimiento, debería quitarte la vida pues sería lo más justo, pero no es lo más conveniente dar muerte por muerte, además eres hijo mío, por eso y solo por eso te dejo vivir, pero la vida que tendrás estará sumida en el dolor y la oscuridad, día tras día tus pensamientos se perderán en los profundos recodos del infierno que crearás, tu cuerpo se deteriorará a causa de la maldad, las heridas que tienes nunca se cerraran, ¿mataste a tu hermano por el Timbilis?, tu vida se unirá a el destino de esas joyas, cuando las gemas desaparezcan también tu vida dejara de existir-. Esta fue la maldición que Menaih le impuso a Miriahn por su pecado. Cuando despertaron los elfos de aquel extraño sueño, vieron a su líder parado, pensativo tratando de disimular su dolor, no solo por las heridas de la batalla sino por la maldición de Menaih, cuando los vio despertar y pararse, trató de disimular y dijo –los estaba esperando, muévanse rápido pues tenemos que partir lo antes posible, la armada de Gwangur vendrá para acá y a ellos no tendremos como enfrentarlos al menos no por el momento-. -¿y a dónde iremos?-. Preguntó Eryanor. –Al occidente-. Solo eso contestó Miriahn. ♦♦♦♦♦ Arish se encontraba en el castillo, preparándose para responder las preguntas que seguro tenían los elfos acerca de lo que había pasado, cuando Menaih se materializó en su presencia, al verlo el Elohim se arrodilló. –Soy portador de malas y oscuras noticias-. Dijo Menaih. –eso lo sospechaba-. Contestó un poco confuso Arish. – ¿qué fue lo que produjo esta ira de la madre tierra?-. Preguntó. El creador respondió con voz severa –Miriahn, llevado por la ambición mató a muchos elfos en Aqarad incluido el rey Tireber y también a tu hermano ThorabAl oír esto Arish rompió en llanto, pues amaba en demasía a los elfos y también en igual proporción a su hermano Thorab quien en los primeros días había ayudado al crecimiento de esta raza. -¿pero por qué?, ¿Qué malignos pensamientos llevaron a Miriahn a cometer tal acto de crueldad?-. 22
  • 23. En seguida Menaih le contó lo sucedido y el porqué de las acciones del Elohim traidor, le habló de su amor por su Timbilis y de la obsesión con la joya, también le previno y le advirtió que Miriahn no se detendría en su oscuro camino que había empezado a recorrer hasta tener los tres Timbilis juntos, le ordenó que armara a su ejército y que partieran lo antes posible hacia el reino de los lagos para ayudar a los elfos sobrevivientes. ♦♦♦♦♦ Con el Timbilis de Thorab en su poder, Miriahn partió junto con casi 50 elfos hacia las tierras occidentales, después de muchos días de cabalgata llegaron a un sitio conocido por Miriahn, el cual lo había conocido en su travesía de los primeros días. Mingart esta ves estaba muy diferente de cómo Miriahn recordaba, Gordolin había hecho erupción y había devastado todo a su alrededor, el paisaje que mostraba aquel lugar era lúgubre, riscos impenetrables, cataratas de lava, ninguna señal de arbustos, un olor indescriptible y en el centro del lugar un gran valle muerto, además todo bien resguardado por montañas intransitables y al norte por una gran cadena montañosa de hielo llamada Mitrang. –He aquí el lugar que será de ahora en adelante nuestro hogar-. Le dijo Miriahn a sus acompañantes. Ninguno de ellos objetaron tal decisión pues el Elohim era amo y señor de todos sus pensamientos, veía por sus ojos, escuchaba por sus oídos, respiraba por sus narices, ahora la voluntad de los elfos negros estaba sometida a los caprichos del Elohim maldito. ♦♦♦♦♦ Cuando Arish le contó todo lo ocurrido a Elenor, hubo grandes muestras de dolor en toda la ciudad y en las ciudades vecinas de todo el reino se escucharon llantos de dolor, rezos, maldiciones hacia Miriahn, nadie podía creer lo que escuchaban, no entendían como alguien hijo mismo del creador podía ser tan cruel y asesinar a seres indefensos; no tardaron mucho para alistar su ejército y marchar hacia Aqarad, miles de elfos armados con escudos, espadas y lanzas, partieron hacia las tierras orientales incluyendo el rey Elenor, por supuesto también Arish iba en primera fila y con él su Timbilis pues el creador le había ordenado que siempre lo llevara consigo, pues el próximo objetivo de Miriahn seria apoderarse de él. Pasaron largos días de interminables caminatas, cuando por fin vieron el reino de los lagos. La primera impresión fue de asombro por aquella tierra tan hermosa llena de ríos, lagos, cataratas, afluentes de cristalinas aguas por doquier; siguieron caminando un par de días más cuando divisaron el gran lago Obelet y en sus costas la gran ciudad de Aqarad otrora hermosa y 23
  • 24. radiante, ahora fría y con una gris sepulcral, pocos elfos en las pequeñas viviendas de las afueras de la ciudad, todos con caras de tristeza y aun de miedo; el gran ejercito llegó al centro mismo de la ciudad, a las propias puertas del castillo, el panorama era desolador. Arish junto con el rey Elenor descendieron de los caballos y se dispusieron a entrar al castillo no sin antes el rey dar órdenes a los soldados elfos de su ejército de asegurar la ciudad y de ayudar en todo lo que pudieran necesitar sus hermanos. Aquel castillo era realmente hermoso, construido con gran maestría, decorado con igual dedicación, mientras Arish y Elenor lo caminaban en dirección al gran salón conducido por uno de los elfos locales sobrevivientes, ambos miraban asombrados la majestuosidad de aquella construcción, al fin después de recorrer hermosas habitaciones y pasillos llegaron al gran salón, en el centro del mismo estaba un gran cuadro gigantesco en dónde se apreciaba al rey Tireber y postrado ante él estaba Nieber, su hijo, quien lo lloraba desconsoladamente. Con mucha tristeza Arish y Elenor se acercaron al joven príncipe elfo y le dijeron -compartimos tu dolor, estamos contigo, todo Gwangur está contigo-. Al principio el joven pareció no advertir la presencia de los dos visitantes y no hizo caso de las palabras que le dijeron, pero luego de un rato salió de su aturdimiento y aun con lágrimas en los ojos respondió – ¿dónde estaba Gwangur cuando esto pasó?, ¿dónde estaban ustedes cuando mi padre fue asesinado?, ¿dónde estaban cuando los asesinos se fueron de la ciudad sin ningún obstáculo?-. Elenor entendiendo el dolor del joven príncipe lo abrazó con fuerza y mientras lo hacía le dijo –te prometo que esto no se quedará así, la muerte del rey será vengada, Miriahn pagará por lo que hizo-. Nieber se aferró con fuerza al rey Elenor, pero Arish también dijo –sé que esto es duro pero tienes que ser fuerte porque tu pueblo te necesita, la esperanza y el futuro de tu gente ahora depende ti, tú eres el heredero al trono, tienes el deber de ser el líder de tu pueblo, debes levantarte de estos momentos trágicos y mirar hacia delante-. El muchacho como entendiendo lo que le decía Arish, se levantó y empezó a dar órdenes a los elfos presentes. Los siguientes días no fueron menos tristes, Nieber les contó como su padre había sido despedido: se había mandado anclar un gran bote en la costa del lago Obelet, cuando todo estuvo listo se habían puesto en el bote los cadáveres de todos los elfos, también el cuerpo del Rey Tireber y del Elohim Thorab quienes habían sido acompañados en un solemne 24
  • 25. y multitudinario cortejo fúnebre desde el palacio hasta las costas de la ciudad, cuando todos los cuerpos estuvieron en el bote, se le prendió fuego y se desancló, el bote llevado por la corriente fue en dirección al centro del gran lago mientras las llamas se avivaban, luego de un minuto todo el bote ardió en llamas y en cuestión de minutos se redujo a cenizas. Ese fue el día más triste que hasta ese momento se había conocido en estas tierras; según contó Nieber. Después de varios días en el que el ejército de Gwangur permaneció como guardián de la ciudad de Aqarad y el joven Nieber fuera coronado como nuevo soberano del reino de los lagos, llegó el momento de partir, Arish y el rey Elenor se despidieron del joven rey, le dieron consejos para su reinado, consejos que fueron bien recibidos por el nuevo rey, este último con mucha tristeza despidió a sus amigos no sin antes decirles –nunca olvidaré lo que ustedes mis amigos han hecho, les juro que algún día se los pagaré-. 25
  • 26. 26
  • 27. CAPITULO V El primer ataque a las tierras negras. Muchos años pasaron, el joven rey Nieber creció y se convirtió en un elfo hermoso, poderoso y sabio. Aqarad fue reconstruida y ahora lucia tan esplendida como aquellos primeros días de antaño, los habitantes de la ciudad vieron el futuro con caras de esperanza pero sin olvidar a los héroes caídos, cada año se les recordaba con una gran celebración. El reino creció y se construyó otra gran ciudad al otro lado del Obelet la cual llamaron Escalat, otra gran ciudad igual de hermosa que Aqarad. Pero en la mente y en el corazón del rey Nieber siempre estaba presente la muerte de su padre y esperaba muy en el fondo de su corazón el día en el que pudiera vengarse de Miriahn, por eso siempre les insistió a los de su pueblo el hecho de tener un ejército lo suficientemente grande para defender al reino de otro posible ataque. Mas sin embargo, él tenía otras intenciones las cuales eran marchar hacia el oeste con un ejército nunca antes visto y arribar a las tierras negras y allí darle sentencia a Miriahn y a los elfos negros y vengar así la muerte de su padre, tales propósitos los mantuvo en secreto tanto para la gente de su reino como para Arish y el rey Elenor. ♦♦♦♦♦ Por su parte el reino de Gwangur ahora era más esplendido que nunca, Gwangur y Portenense lucían imponentes, la belleza de estas dos ciudades era el orgullo de su rey Elenor también el de Arish, además se construyó una tercera gran cuidad esta vez en la costa que daba al gran mar Tormentoso, llamado así porque era imposible que algún navío lo cruzara, esta tercera ciudad se llamó Endelesh. Pero algo le intranquilizaba el corazón al Elohim, la traición de Miriahn y las recomendaciones de Menaih, lo hicieron prevenir al rey y entonces Elenor siguiendo las recomendaciones de Arish construyó una gran muralla alrededor de la ciudad de Gwangur mas no así en Portenense, tal muralla rodeaba toda la ciudad protegiéndola de posibles ataques haciendo a la ciudad infranqueable, por su parte en Portenense se construyó una gran torre de vigilancia y se asentó allí una gran compañía de soldados elfos para defender a la ciudad de futuros ataques. 27
  • 28. Mientras Los dos reinos elfos crecían en esplendor, el reino oscuro de Mingart lo hacía también. Con la ayuda de su Timbilis, Miriahn despertó de las profundidades de la tierra a criaturas abominables que nunca debieron ser despertadas, en oscuras cuevas de estas tierras malditas las criaturas llamadas orcos se reprodujeron como moscas, lo mismo los uruks y los trolls, así como otras tantas criaturas infernales que serían parte del ejercito negro de Miriahn. Con ayuda de estas criaturas se construyó en el gran valle muerto la ciudad oscura de Agbard y en ella la gran torre de Borag, construida en la misma montaña de Gordolin, aquella torre fue el hogar de Miriahn y desde allí fue tramando sus maléficos planes, fue así como las tierras malditas o las tierras negras como fueron conocidas desde ese momento en adelante, se alistaron para la conquista de la tierra conocida. Pero las criaturas infernales despertadas por Miriahn se expandieron más allá de los muros de Agbard, muchas fueron enviadas a distintos lugares de la tierra para que sirvieran de espías de Miriahn y así conocer que estaba pasando con los dos reinos elficos, de este modo el señor oscuro se enteró de la construcción de Escalat y Endelesh, también de la muralla de Gwangur y del esplendor de estos dos reinos, tal cosa llenó más de odio el corazón negro del señor oscuro. ♦♦♦♦♦ Transcurrió cierto tiempo y Menaih se volvió a presentar a Arish con estas palabras –este mundo ha cambiado, los elfos han crecido hasta convertirse en una raza poderosa pero en el norte una amenaza a despertado, Miriahn está reuniendo un ejército nunca antes visto para atacar estas tierras hermosas y apoderarse del timbilis que le falta, con él en su poder será indestructible. Tu deber será detenerlo y destruirlo junto con los Timbilis con ayuda de los elfos y también de dos nuevas razas que por mi voluntad se han creado, una de ellas es la de los hombres, seres débiles físicamente y de corazón frágil, pero de gran bondad y amor, ellos serán los herederos de esta tierra después de la batalla, batalla en la que su participación será clave y decisiva, por otra parte la otra raza es la de los enanos, pequeños en estatura no tanto así en fuerza y coraje, nunca los subestimes pues son seres de verdad admirables aunque de temperamento fuerte-. Con estas palabras Menaih se despidió de su hijo y solo sería visto por última vez más adelante en esta historia. Y así lo dicho por Menaih se hizo realidad, los primeros hombres empezaron a habitar la tierra, en sus primeros años vivieron en el reino de Gwangur bajo el 28
  • 29. amparo , la protección y la sabiduría de los Elfos, este pueblo de los hombres creció en sabiduría y amor hacia los elfos, pero también en número, tanto así que después de muchos años el consejo del reino decidió que ya era hora de que el pueblo de los hombres se gobernara solo y construyeran su reino en otro lugar, fue así como Elnor fue coronado como el primer rey del pueblo de los hombres y la primera decisión de este fue marchar con toda su gente hacia el este, más allá del bosque de Othis. Después de muchas semanas de largas caminatas, por fin encontraron la tierra que sería su hogar y en donde se construiría el reino más grande conocido por los hombres, el reino de Henaith o el gran reino de los prados, por la gran cantidad de valles y pastizales que allí se encontraban. La primera gran ciudad humana fue Eroth. Por otra parte la otra nueva raza, los enanos, forjaron su conocimiento por ellos mismos, siempre estuvieron muy alejados de los elfos y de los hombres solo aceptaron el conocimiento, la ayuda y la protección de Arish, de quien aprendieron la labor que más los apasionó, la minería. El Elohim amaba a estas criaturas por su temperamento y tenacidad, les enseño la lengua de los elfos pero los enanos decidieron crear su propia lengua, aunque nunca les interesó crear un reino en sí, nombraron a su primer rey, Goim, y también construyeron su primera y única gran ciudad llamada Kilinyz, pero mucho decidieron vivir en la profundidad de la montaña misma, fue así como se construyeron las famosas cuevas de Kazam-Kun en el corazón de las montañas de hierro. Este pueblo creció tanto en número como en talento para todo lo que tiene que ver con la minería y la construcción sobre la roca, eran unos trabajadores formidables. Y así quedaron distribuidos los reinos de los pueblos que habitaron la tierra nueva, los elfos divididos en dos reinos, uno el reino de los lagos en el Noroeste, cuyas dos grandes ciudades eran Aqarad la capital y Escalat, ambas en la ribera del gran lago Obelet. El otro reino elfico era el reino de Gwangur, con tres ciudades, Gwangur, la capital, Portenense un poco más al norte y la ciudad costera de Endelesh. En el éste más allá del bosque de Othis, en la región de las grandes llanuras los hombres establecieron su reino, el reino de Henaith y su gran ciudad Eroth; por su parte los señores enanos no establecieron un reino en sí, solo construyeron su ciudad Kilinyz y también las cuevas de Kazam-Kun en el corazón de las montañas de hierro y la cadena montañosa del mismo nombre; pero en el norte también se estableció el reino oscuro de Mingart y su ciudad negra de Agbard y la torre de Borag construida sobre el Volcán Gordolin y en cuyas entrañas miles de criaturas infernales fueron despertadas. ♦♦♦♦♦ 29
  • 30. Como se dijo antes el rey elfo del reino de los lagos, Nieber, guardó siempre en su corazón un remordimiento hacia los asesinos de su padre y de muchos elfos de su pueblo, además de un ánimo de venganza, para lo cual instó a muchos de sus conciudadanos a formar parte de un ejército nunca antes visto para atacar el reino de Mingart, pero lo que no se esperaba Nieber era que muchos de los suyos no tenían la mínima intención de ir a una guerra donde seguramente morirían, para eso el pueblo del reino decidió delegar a un elfo llamado Ileveter para que hablara con el rey y lo convenciera de desistir de llevar a muchos elfos de su ejército a una guerra innecesaria, fue así como Ileveter se dirigió donde el rey y le dijo -mi señor, el pueblo ha hablado, compartimos tu dolor de perder a tú padre, pero muchos de nosotros también perdimos a alguien en aquella masacre, pero no por eso iremos hacia el oeste a una guerra de la cual no sabremos si regresaremos con vida o si siquiera encontraremos a Miriahn y cobrar venganza-. hubo un largo silencio en el gran salón del palacio, Nieber después de escuchar al elfo se paró de su silla y con voz dura pero respetuosa dijo –hay mucha razón en lo que dices mi querido amigo, se bien que marchar hacia el oeste seguramente será muy difícil y más difícil será encontrar en las inmensas tierras negras a Miriahn y sus secuaces, pero también entiéndeme, esto es algo que se tiene que hacer, La muerte de mi padre fue un sacrificio, lo mismo la muerte de los muchos otros elfos asesinados, es por eso que yo también como homenaje a sus muertes estoy dispuesto a sacrificar mi vida, para que aquel hecho no quede impune, por ultimo mi querido Ileveter, no estoy obligando a nadie a ir a la guerra, puedes hablar con cada uno de mis soldados, ellos están dispuestos también a ofrendar su vida por su pueblo-. -¿pero esta ofrenda mi señor, es necesaria?-. Preguntó Ileveter. –para que marchar al oeste cuando aquí podemos vivir en paz y armonía como ahora-. Nieber visiblemente molesto pero con calma prosiguió –¿esa paz y armonía de la que tanto hablas, crees que durara para siempre? cuando Miriahn arme su ejército negro ¿cuál crees que será su primer blanco? no Ileveter, mi decisión está tomada, el ejercito del reino marchara hacia el oeste, lo cierto quizá es que muchos de los nuestros no regresaran, pero prefiero eso que quedarme de brazos cruzados esperando el próximo movimiento de mi enemigo, prefiero atacar ahora que no está tan fuerte y no después cuando sea imposible establecer batalla con el-. 30
  • 31. Ileveter agotó su último recurso diciendo – ya tu decisión está tomada, pero por lo menos pide ayuda al reino de Gwangur mi señor, ellos estoy seguro, responderán a tu llamado-. -Gwangur ya ha hecho mucho por nosotros-. Respondió Nieber. –esto es algo que lo tenemos que hacer solos- . Y dicho esto dio por terminada la conversación y salió del gran salón con rumbo a sus aposentos. Pasaron unos cuantos meses, Nieber y su ejército estaban preparados para partir, pero antes del día señalado para la marcha, el rey llamó a Ileveter a el gran palacio y con el convocó también a los más prestantes elfos no solo de Aqarad sino también de Escalat, sin ninguna objeción todos los citados se hicieron presentes, viéndolos allí a todos reunidos el rey Nieber tomo la palabra y dijo – mis hermanos, me alegra verlos a todos aquí hoy, como ya sabrán en estos últimos meses he estado alistando mi ejército para marchar hacia el oeste, las razones ya son de todos conocidas y no vale la pena traerlas a discusión, más sin embargo lo que quiero comunicarles hoy es que en tres días el ejército del reino en cabeza mía, empezará la larga travesía que nos llevara hasta Miriahn, pero eso no es lo único que tengo que comunicarles, he tomado la decisión de que en mi ausencia, un grupo de los más sabios e inteligentes elfos de mi pueblo gobiernen el reino y quiero que en cabeza de ellos esté Ileveter-. Hubo en el salón murmullos y voces bajas hasta que uno de los asistentes tomó la palabra –mi rey, dices que Ileveter y un grupo de los nuestros gobiernen el reino, ¿eso significa que tú no volverás de la guerra?-. -es lo más probable-. Respondió con franqueza Nieber. –la misión que estoy a punto de emprender, se podría decir que es una misión suicida, por lo cual no quiero que se aferren a falsas esperanzas de mi regreso, mi pueblo necesita a elfos sabios que los lideren y que los defiendan de futuros ataques y creo que Ileveter y ustedes son los más apropiados para eso-. Ileveter visiblemente conmocionado declaró – es una decisión sabia mi señor, no se arrepentirá de dejar el reino en nuestras manos-. Como había anticipado el rey Nieber el día señalado para el inicio de la marcha del ejercito del reino llegó, en total más de mil elfos impecablemente vestidos con la armadura del reino en formación esperaban la orden para el inicio de la gran caminata; los habitantes de Aqarad se votaron a las calles para despedir a el ejército y a su rey, les hicieron una calle de honor. Cuando el momento llegó, Nieber montó su caballo blanco y a su lado sus más allegados colaboradores 31
  • 32. entre ellos uno con el estandarte del reino en alto, este estandarte era una inmensa embarcación en forma de cisne sobre un lecho azul. Cuando Nieber dio la orden, aquel ejercito de elfos empezó su marcha a través de la calle de honor que los habitantes de la ciudad habían hecho, muchas mujeres del reino al paso de los caminantes arrojaban toda clases de flores. Al frente de tal ejército iba Nieber, impecablemente vestido con su armadura, como si aquellos momentos no fueran lo suficientemente tristes y grises, de la nada el cielo se nubló y se desató una fuerte llovizna que no permitió diferenciar las lágrimas de aquellos que despedían a sus seres queridos hacia la guerra. Los tres mil soldados del reino de los lagos emprendieron el largo camino hacia tierras oscuras del oeste, aquel viaje iba a ser agotador, eran muchos kilómetros lo que les esperaba por recorrer y muchas sorpresas les acaparaba aquel camino traicionero. Habían ya recorrido cierto trecho y se hacía de noche, el ejercito del reino arribó a un gran valle que estaba en la rivera del rio bravo, entonces Nieber ordenó que en aquel lugar hicieran un campamento para pasar la noche, más sin embargo Nieber no queriendo sorpresas llamó a tres de sus elfos que iban en caballos y les dio la orden de adelantarse y explorar la zona y traer noticias del camino que les esperaba, y así fue como estos tres elfos obedeciendo las ordenes, montaron sus caballos y en medio de la oscuridad salieron a explorar la zona y a elegir el mejor camino a seguir, lo que no contaban los elfos era que como ya es sabido Miriahn tenía muchos espías en toda la tierra y se había enterado del inicio de la marcha de aquel ejército y había tomado ciertas medidas para que aquel ataque no lo fuera a tomar por sorpresas y muy pronto Nieber se iba a dar cuenta de eso. La mañana llegó, y no había señal de los tres jinetes que habían salido a altas horas de la noche anterior, entonces hubo gran preocupación en Nieber y sus elfos más cercanos. –Ya era hora de que estuvieran de vuelta-. Dijo uno de los elfos de nombre Galdero, dirigiéndose a Nieber. -lo mejor será que retomemos la marcha, que se alisten para la partida-. Ordenó el rey a Galdero, así fue como en menos de lo pensado ya el ejército estaba listo para irse de aquel lugar y a la orden de nuevo del rey empezó otra jornada de marcha. Pasaron muchas jornadas de extensas y agotadoras marchas cuando por fin cruzaron los límites del reino y se prestaban para adentrarse en el reino oscuro. Cada jornada era más agotadora que la anterior, mientras más se adentraban en 32
  • 33. aquel reino más se sentían cansados. El aire era más pesado y traía horribles aromas, las noches eran sumamente frías y los días en extremo calurosos, cada vez había menos fuentes de agua para que los soldados y los caballos bebieran y menos pastizales para que las bestias se alimentaran; en un principio la idea de Nieber y sus colaboradores era asaltar las tierras oscuras por el sur, rodeando la cadena montañosa de Gordolin, este era un viaje más largo pero más seguro, pero debido al agotamiento que Nieber veía en los miembros de su ejército, se vio obligado a tomar el camino más rápido pero no necesariamente el más seguro como veremos a continuación. Nieber y sus tropas se dispusieron a adentrarse en la cadena montañosa de Gordolin, una serie de riscos y elevaciones muy peligrosas, con ríos y cataratas de lava que significaban otro inconveniente más, esto sumado al cansancio acumulado por el largo viaje ya que sumaban más de tres meses de largas y agotadoras jornadas de marchas. El clima también era un enemigo pues los días eran muy calurosos con temperaturas que sobrepasaban los 35 ° centígrados. Como se dijo antes las fuentes de agua limpia cada vez escaseaban más, las provisiones de alimento también empezaban a escasear y los soldados elfos ya mostraban signos de inconformidad latentes, más aun así seguían al frente adentrándose más y más a estas tierras agrestes. Si bien la parte física empezaba a pasarles factura, aún tenían la fuerza en el espíritu. El paisaje que mostraban aquellas montañas era sombrío, casi no había ninguna señal de vida animal o vegetal, tan solo unos pocos árboles muertos, y demasiado polvo alrededor, también rocas, muchas rocas, acantilados y despeñaderos peligrosos, tanto así que llegado a un sitio les era imposible a los caballos cruzar aquellos pasajes tan peligrosos, entonces Nieber decidió prescindir de ellos, les ordenó a todos los caballistas que desmontaran, pues desde ese lugar debían seguir a pie, de inmediato todos obedecieron, les quitaron las cargas que traían los caballos y las repartieron entre todos, luego Galdero pronunció estas palabras –son libres de regresar al reino o esperarnos aquí-. Refiriéndose a los caballos; desde ese punto la marcha de todos fue a pie. 33
  • 34. 34
  • 35. CAPITULO VI Una derrota aplastante. Siguieron muchos días de largas caminatas, cada vez más se adentraban en Gordolin y cada vez más la visión que les brindaba el paisaje era lúgubre, de pronto oyeron unos relinchos de caballos a la distancia, más allá de una inclinación, la subieron sin problema y cuando miraron desde su sima lo que vieron los sorprendió, parecía que aquel terreno les daba una tregua, pues el paisaje que se mostraba ante sus ojos era como un oasis en el desierto. Era un valle, rodeado de riscos, desde lo alto de unos de esos riscos caía un pequeño hilo de agua limpia y cristalina, en el centro de aquel valle habían crecido unos árboles frutales y estos estaban cargados de frutos para alegría de todos los elfos, y en uno de estos árboles estaban amarrados los tres caballos de los tres elfos que tiempo atrás habían salido a explorar la zona; sin pensarlo dos veces todos bajaron raudos y muchos se precipitaron sobre los frutos de los arboles mientras que otros se prestaron a beber del agua que en su caída había hecho un pequeño pozo. Nieber sin pensar en la desventaja estratégica de aquel lugar ordenó que hicieran campamento en ese valle. Luego de saciar su sed y hambre, Galdero inspeccionó los tres caballos de los elfos desaparecidos y lo que encontró lo sorprendió a tal punto que mandó llamar al rey Nieber, cuando este último se presentó, Galdero le mostró lo que había encontrado. –No es posible, pero si hace más de 40 días que no tenemos noticias de ellos, no puede ser que todas las provisiones estén intactas-. Reclamó el rey con notable extrañeza. En efecto las provisiones que cargaban los caballos estaban todas intactas, el alimento estaba casi completo y las botas de agua estaban llenas, así mismo los caballos parecían estar bien comidos. -esto es demasiado raro-. Comentó Galdero. – ¿Me pregunto cómo los jinetes llegaron a este lugar y porque no regresaron, es más donde están en este momento?-. Preguntó de nuevo Galdero. Con preocupación pero con serenidad respondió Nieber –esperemos que estén por aquí cerca y que regresen pronto, por lo pronto oscurecerá dentro de muy poco así que todos dispónganse a descansar, pero organicen la vigilancia, recuerden que así este lugar parezca muy confortable no olviden que estamos en el reino oscuro de Mingart-. 35
  • 36. La oscuridad en estas tierras oscuras era mucho más pesada, no había luna, unas nubes la ocultaban no dejando que iluminara estas tierras. Mientras muchos de los soldados dormían unos pocos estaban en los turnos de vigilancia, pero era una vigilancia inútil pues la noche negra no les dejaba ver más allá de lo que alumbraban sus tímidas antorchas, en este punto el ejército del reino de los lagos estaba más vulnerable que nunca tal como lo había previsto Miriahn. Con el sigilo que los caracterizaba y con la oscuridad como cómplice, los orcos tomaban posiciones estratégicas en lo alto de los riscos, muchos de ellos con arcos y flechas, otros con catapultas y muchos otros con escudos y espadas. Habían estado esperando este momento por muchos días, preparando minuciosamente el terreno, y aquel valle era el lugar ideal para el ataque sorpresa, pues desde lo alto brindaba a los orcos una ventaja estratégica. Desde que los espías habían hecho llegar las noticias de que un ejército del reino de los lagos había salido de Aqarad con dirección a Mingart, las hordas de orcos bajo la capitanía de Eryanor, el elfo negro, quien a su vez seguía las órdenes estrictas de Miriahn, habían trazado un plan para que el ejército del reino de los lagos fuera derrotado y aniquilado en aquellos parajes lejanos, lejos de toda ayuda, lejos de toda misericordia. Lo primero que se escuchó fue el sonido de unas catapultas activadas, de pronto cayeron tres proyectiles y se estrellaron en algunas tiendas de campaña, por supuesto hubo una gran algarabía y confusión y más cuando al ver los proyectiles que habían sido lanzados por las catapultas se dieron cuenta que eran las cabezas de los tres elfos que muchos días atrás habían salido a explorar la zona, de pronto Nieber se dio cuenta de la realidad de las cosas, entendió que todo era una trampa y que él y todo su ejército habían caído muy fácilmente, dio una breve vista a su alrededor y se dio cuenta de la posición tan desventajosa en la que su ejército estaba, pero ya era demasiado tarde para reproches pues cientos de orcos bajaban raudos para entablar batalla, mientras que otros tantos apostados en la cima de los riscos dispararon una lluvia de flechas sobre los soldados que aturdidos por la sorpresa de aquel ataque y más aún en la oscuridad de la noche no adivinaban de dónde venían sus enemigos, más sin embargo muy valerosamente desenfundaron sus espadas y se aprestaron para luchar. Tal lucha era de cualquier manera desigual para el ejército del reino de los lagos, ya que no solo los orcos tenían mejor posición estratégica para sus arqueros y sus catapultas, sino que en número eran casi el doble y seguían llegando más y más. En medio de tal oscuridad total que solo se interrumpía cuando los orcos lanzaban con sus catapultas bolas de fuego, el fragor de la 36
  • 37. lucha se hizo sentir, muchos elfos murieron con la lluvia de flechas, otros tantos fueron alcanzados por las bolas de fuego, pero muchos otros resistieron el ataque de los orcos y en combates cuerpo a cuerpo eran más dúctiles con la espada ya que los orcos basaban sus ataques en la fuerza bruta y los elfos contrarrestaban esto con una técnica depurada con la espada y la lanza. En medio de la confusión Nieber se las arregló para que sus tropas hicieran una formación estratégica para así soportar mejor la estampida de los orcos, pero aquel ataque era interminable, por cada orco muerto aparecían otros tres más en el campo de batalla, pero así y todo aquellos valerosos soldados lograron repeler el ataque durante buena parte de la noche oscura. La mañana despuntaba, el astro sol se disponía a salir y la lucha aún continuaba, muchos eran los elfos que yacían muertos en el campo de batalla, muchos eran los orcos asesinados, pero eso no era problema para aquel ejercito oscuro pues a diferencia de los elfos, ellos tenían refuerzos que llegaban a cada minuto y eso sin contar que solo los orcos eran los que luchaban y no se había requerido la presencia de los Uruks o de los trolls o de las tantas otras criaturas infernales que Miriahn había despertado del inframundo. Desde un punto elevado estaba Eryanor junto a un Uruk de nombre Kreig, dirigiendo a sus soldados y llevando a cabo las órdenes impartidas por Miriahn. Eryanor tenía órdenes claras y precisas, sabía muy bien lo que tenía que hacer y también sabía lo que le pasaría si fallaba en la tarea que le había sido impuesta, de ahí que sin misericordia dirigía a su ejército y esperaba con ansias la salida del sol pues sabía muy bien que bajo los rayos incandescentes de aquel astro, la victoria iba a llegar. En efecto, cuando la mañana comenzó a avanzar, los rayos del sol hicieron su trabajo, la temperatura se elevó considerablemente y volvió ese aroma mortecino que infestaba aquel país; bajo estas condiciones Nieber veía como perdía cada vez más y más a elfos valientes, entre ellos a su fiel sirviente y a uno de los mejores soldados, Galdero. El cansancio era evidente en cada uno de ellos, aunque habían matado a muchos orcos, aquel infernal ejercito parecía intacto, pues como se dijo antes por cada orco muerto tres aparecían para sumarse a la batalla, además que los orcos no sentían cansancio pues se alimentaban de la carne de cada elfo asesinado y saciaban su sed con la sangre de las víctimas, Nieber se dio cuenta de que esta batalla era perdida pero aun así seguía luchando con más gallardía. Eryanor montado en una bestia horrible en forma de hiena gigante, sintió que era el momento para dar el siguiente paso, llamó a Kreig y le dijo –es hora de dar el golpe definitivo, que entren tus soldados-. 37
  • 38. Kreig al oír estas palabras solo atinó a hacer un ademán de una sonrisa con su horrible cara, luego elevó una especie de cuerno que tenía en la mano, se lo llevó al boca y lo hizo sonar; aquel sonido se escuchó por todo el lugar de batalla, paralizando a los combatientes, los orcos que conocían aquel sonido se hicieron un poco para atrás y abrieron una especie de camino entre ellos, mientras tanto los elfos sorprendidos por aquel sonido y por la actitud de los orcos trataron de reunirse de nuevo y hacer una formación defensiva. Para sorpresa y preocupación de Nieber, aquella decisión le mostro la aterradora verdad, su ejército había disminuido de manera considerable, de los tres mil soldados elfos que habían salido de Gwangur, ahora quedaban algo menos de la mitad, más sin embargo se dirigió al frente de la formación y con la espada en alto gritó –¡sin miedo, aquí resistiremos. A la victoria!-. cuando terminó de decir esto se escucharon voces de respaldo a su espalda; de pronto de un momento a otro se sintieron pisadas, y del medio del camino que habían hecho los orcos entre ellos, hicieron su aparición unas criaturas nuevas para los elfos, los Uruks, eran un poco más de 500 pero aun así eso significaban malas noticias para los elfos pues estas criaturas eran mucho más fuertes, resistentes, inteligentes y más sanguinarios que los orcos y eso muy pronto los elfos lo iban a experimentar en carne propia. Cuando la batalla se reanudó el sol estaba en lo más alto y sus rayos caían con más fuerza, pero unas nubes grises aparecieron en el cielo como prediciendo el futuro del ejercito del reino de los lagos. Aquellos uruks entraron a la batalla y junto a los orcos muy pronto desequilibraron la balanza de la guerra, muchos elfos fueron muertos pues no eran rivales para los uruks, la matanza fue terrible. Mientras más se encapotaba el cielo más elfos eran asesinados sin compasión. Ya llegada la tarde el cielo estaba totalmente gris y la victoria de las fuerzas de Miriahn era inminente, los últimos elfos eran muertos, los elfos heridos que clamaban compasión eran asesinados sin misericordia, solo un elfo se mantenía de pie, y aunque herido ningún uruk ni orco lo atacaba, era el rey Nieber que sostenía aun su espada, pero en su rostro reflejaba la tristeza de quien ve morir a sus amigos, de pronto con rabia e impotencia en sus labios gritó –¡que esperan, aún estoy vivo, mátenme ya, malditos!-. De pronto se escuchó una risa, Nieber volvió la vista atrás y vio a Eryanor quien descendía de aquella hiena gigante. – ¡Tu maldito traidor, asesino, pagaras por la muerte de mi padre!- exclamó con rabia Nieber quien con ímpetu se le abalanzó a Eryanor, pero este último sin 38
  • 39. mucho esfuerzo doblego fácilmente a el rey, que cayó de rodillas en el suelo, momento que aprovecho Eryanor para con la espada amenazar el cuello de Nieber. -mátame qué esperas, estoy listo para morir-. Dijo Nieber. Pero Eryanor con voz de satisfacción respondió –no aun no, no será tan fácil, Miriahn te tiene algo especial reservado para ti-. Dicho esto dio unas órdenes y unos orcos encadenaron los pies y las manos del rey del ejército de los lagos. 39
  • 40. 40
  • 41. CAPITULO VII La primera gran marcha del ejército negro. Aquel valle había quedado atrás, ahora de nuevo aquella tierra muerta le daba otra vez la bienvenida a Nieber quien encadenado de pies y manos iba rodeado por cientos de orcos y Uruks, al frente de la compañía y montado en su bestia iba Eryanor quien lucía diferente a como Nieber lo recordaba, tal vez la maldad que ahora había en su corazón lo hacía un elfo sombrío, con la piel mucho más pálida y un color rojizo en los ojos. Muy en el fondo de su corazón Nieber se preguntaba que le esperaba allá en la ciudad maldita de Agbard, pero fuera lo que fuera sabía muy bien que no era nada bueno ni alentador su panorama. La caminata junto a sus enemigos se le hizo insufrible al rey Elfo, pues además de que había sido herido en la batalla, aquel ejercito negro no se detenía a descansar, ya eran tres días de largas y extenuantes jornadas de caminatas, sin una gota de agua ni asomo de comida alguna, al final del cuarto día de marcha, a la distancia, Nieber alcanzó a divisar la ciudad que sería su destino final. Majestuosa pero horripilante se erguía ante el ejército negro la ciudad maldita de Agbard. Después de que las enormes puertas de la ciudad se abrieron, el ejército de orcos ingresó con el preciado botín. la visión de la ciudad para Nieber era como una pesadilla, miles y miles de orcos estaban en la ciudad, también uruks y trolls, el olor era fétido y a el rey le costaba mucho trabajo respirar, pues el olor a azufre llenaba todo el lugar, además el calor era sofocante ya que la ciudad como se sabía estaba construida muy próxima al volcán Gordolin, todo esto junto con la deshidratación y la falta de comida en días, hizo que el rey elfo cayera desmayado a los pies de sus custodios. Después de descender de su bestia, Eryanor, se dispuso a subir los escalones de la torre de Borag, en poco más de un cuarto de hora llegó al final y entró a una especie de salón en el que estaba dispuesto un trono y en él estaba Miriahn, impaciente por las noticias que traía Eryanor. –Dime, ¿has hecho lo que te pedí?-. Preguntó el Elohim, con un aire de satisfacción en su rostro. Eryanor contestó –si mi señor, tal como lo pediste, te lo he traído, aunque tengo que advertirte que está herido-. 41
  • 42. -¿pero no se morirá pronto? espero, pues tengo algo preparado para el-. Volvió a hablar Miriahn –. -no mi amo, de inmediato hago que le limpien las heridas-. Respondió Eryanor. –Muy bien, que lo lleven a los calabozos-. Fue lo último que dijo el Elohim traicionero. ♦♦♦♦♦ Cuando Nieber abrió los ojos no pudo ver mucho a su alrededor pues tan solo había una pequeña antorcha en la pared que se debatía con la inmensa oscuridad que reinaba en aquel lugar. Como pudo se puso de pie, de inmediato notó que las heridas no le dolían como antes y con sorpresa vio que alguien las había limpiado y vendado. Ahora con más lucidez que antes, avanzó hacia el frente y notó que estaba en una especie de celda, intentó gritar pero de inmediato se dio cuenta que la faltaban las fuerzas, pues no sabía hacia cuantos días había sido su última comida, eso y la falta de agua hicieron que el rey elfo de nuevo optara por acostarse en el piso. Allí en lo profundo de Borag, en aquella oscura y fría celda el rey elfo Nieber lloró, lloró por todos sus soldados elfos asesinados, lloró porque sabía que su final estaba pronto y lloró por no poder vengar la muerte de su padre, pero también lloró porque sabía que ahora que el ejército del reino de los lagos había sido derrotado, el siguiente paso de Miriahn era el de atacar a Aqarad y Escalat y El nada podía hacer para evitarlo, tal vez esto último era lo que más tristeza le daba a el rey elfo del reino de los lagos. habían pasado muchos días, tantos que Nieber ya había perdido la cuenta, con la oscuridad como única compañera en aquella cárcel siniestra, con pocos alimentos y con una minúscula cantidad de agua diaria, el aspecto del rey dejaba mucho que desear y no solo físicamente sino mentalmente pues diariamente tenía que luchar con la demencia, de pronto se oyeron unos pasos a lo lejos, pero que poco a poco se iban acercando, pensó que eran los orcos guardias quienes le traían la comida, bueno si a eso que le daban se le podía llamar comida, sin embargo esta vez parecía que eran muchos más los que venían y no los dos orcos de costumbre, de pronto y para la sorpresa de Nieber ante sus ojos debilitados por la oscuridad, se hizo la imagen de Eryanor, con odio en su corazón y con la poca razón que le quedaba el rey solo atinó a decir –¿vienes por fin a matarme?-. Eryanor con suficiencia respondió –no, aun no, como te dije antes esto no será tan fácil para ti-. 42
  • 43. -¿entonces a que has venido?, ¿a burlarte de mí?-. Replicó Nieber. -además de eso, vengo para llevarte a la sorpresa que te prometí, es algo muy especial-. Respondió El elfo traidor. Los orcos que acompañaban a Eryanor soltaron unas risas macabras, que presagiaban lo que le esperaba a Nieber. ♦♦♦♦♦ ya eran seis meses los que habían pasado desde que el ejército del reino de los lagos en cabeza de Nieber había salido de Aqarad, y no habían tenido noticia alguna de ellos, Ileveter estaba realmente preocupado y mucho más cuando en los últimos días habían llegado algunos de los caballos, entre los cuales se encontraba Crin-veloz el caballo del rey Nieber, por esto Ileveter mandó reunir a todos los elfos miembros del consejo, cuando estaban todos reunidos, Ileveter tomó la palabra y dijo –queridos y respetados miembros de este consejo, los he citado ya que me ronda una preocupación que me está agrietando el corazón. Ya han pasado seis meses desde que nuestro rey Nieber salió con tres mil de nuestros elfos en camino hacia las tierras oscuras del oeste y aún no hemos sabido nada de ellos, ninguna noticia. Para los que no se han enterado, algunos de nuestros caballos que son montados por algunos soldados entre los que se encuentra el caballo de nuestro rey, han regresado solos con un muy mal aspecto, eso creo que es presagio de lo que le pudo haber ocurrido a nuestro rey y a nuestros elfos-. después de oír esto hubo murmullos entre los asistentes al consejo, después de unos segundos de silencio Ileveter volvió a tomar la palabra –comprendo su consternación porque yo también la comparto, pero esto era algo que nosotros sabíamos que pasaría, incluso creo que el mismo rey Nieber sabía que esto pasaría, por eso nos eligió a nosotros para que dirigiéramos el futuro de nuestro pueblo, creo que ese momento ha llegado, debemos empezar a tomar decisiones que aseguren la paz de nuestra gente-. -¿qué clase de decisiones quieres que tomemos?-. Preguntó uno de los concejales. –creo que lo que ha pasado es un mensaje de advertencia, si nuestro ejército ha sido vencido por las fuerzas de Miriahn, que es lo más probable, eso quiere decir que muy pronto la amenaza del oeste vendrá a estas tierras con ánimo de guerra, para eso debemos estar prevenidos y que el ataque no nos tome por sorpresa, 43
  • 44. debemos fortalecer nuestras defensas en nuestras dos ciudades y también en la frontera del reino poner un contingente de nuestro ejército para que nos prevenga si las fuerzas de Miriahn quieren invadir esta tierra hermosa que tanto amamos-. Terminó diciendo Ileveter. Las propuestas de Ileveter fueron bien recibidas y aprobadas por todos los miembros del concejo, quienes veían en Ileveter el líder que en esta época de incertidumbre el reino de los lagos tanto necesitaba. ♦♦♦♦♦ Después de que fue sacado de la celda encadenado de pies y manos, a Nieber se le tapó la cabeza con una funda que olía a inmundicia, luego fue conducido por entre los pasillos de la torre de Borag, obligado a subir escalones, hasta que por fin luego de muchos escalones atrás Eryanor le habló de nuevo a el rey –he aquí la sorpresa que te prometí-. luego de decir esto, hizo que los orcos descubrieran la cabeza del rey, estos obedecieron al instante y le quitaron la funda, el rey trató de abrir los ojos y mirar de donde venía tal algarabía que escuchaba, pero la luz le lastimó los ojos, más sin embargo hizo un esfuerzo y vio hacia arriba con la esperanza de ver el azul del cielo o al sol, pero no había sol, solo nubes grises y una extraña niebla rojiza que cubría todo el cielo, parecía que en aquel lugar maldito no alumbraba el astro rey; y allí parado en un balcón de Borag el rey Nieber fue testigo del poderío de Miriahn, allá en el valle muerto formados en hileras bien distribuidas, un ejército de miles y miles de orcos Uruks, Trolls y demás criaturas, rugían de rabia y odio. – ¿qué te parece?-. Se escuchó una voz que interrumpió la mirada fija de Nieber en tal ejército. El rey se dio vuelta y vio por primera vez en mucho tiempo a su verdugo, imponente, con una armadura negra y una espada al cinto, Miriahn continuó diciendo –nunca jamás esta tierra vio un ejército tan magnifico-. Señalando allá abajo. -solo están esperando una orden mía para marchar, y adivina hacia donde dirigiré esta vez mis queridos soldados-. Soltó una risa maléfica. Nieber se retorció de la ira, pero con las manos y pies encadenados nada pudo hacer – ¡maldito pagaras por la muerte de mi padre!-. Atinó a decir. 44
  • 45. pero Miriahn con suficiencia y casi con desden respondió –mira alrededor, mira donde estas, aun crees que puedes vengarte, No eres más que basura para mí, si aún estas con vida es porque tengo preparado un castigo por osar atacar mis tierras con ese insignificante ejército, después de lo que te haremos aquí, me suplicaras que te mate, pero no será fácil, no será rápido y la muerte no te llegará pronto, morirás lentamente, agonizaras consumido por el dolor, para que recuerdes que yo soy el único amo de este mundo, por ultimo tu sufrimiento será puesto de ejemplo a quienes osen no aceptar mis designios y no me reconozcan como rey y amo de este mundo-. -estás demente maldito, goza de tu pequeña victoria, tortúrame si es lo que quieres pero habrán quienes se venguen por mí. En Aqarad no te será tan fácil, tampoco en Gwangur, los pueblos libres de la tierra te vencerán eso te lo aseguro, por lo pronto mi venganza puede esperar, pero te lo juro que en esta vida o en la otra tomaré venganza-. Dijo Nieber a la vez que escupía la cara de Miriahn. Al momento los orcos guardianes golpearon a el rey en el vientre bajo haciéndolo arrodillar del dolor, Miriahn se agachó y al oído del rey le dijo – espero que recuerdes este momento porque será el último en el que veras la luz del día-. Luego les dijo a los orcos. –Ahora es de ustedes, hagan lo que quieran con él-. Los orcos visiblemente regocijados atendiendo las órdenes del Elohim se llevaron a rastras a Nieber. Después de que vio cómo los orcos sacaban al rey elfo a rastras, Miriahn el Elohim negro o como seria llamado después el señor del dolor, se dispuso a hablarle a la multitud de sus criaturas quienes estaban en el gran valle muerto ansiosos por recibir órdenes para marchar hacia el este. Desde su balcón en la torre Borag se dirigió a sus súbditos malditos con estas palabras –la nueva era que inicia hoy señala que ustedes serán los dueños de la tierra, seguramente tendrán resistencia y tendrán que derramar sangre para ello, pero el horizonte señala la victoria, sin piedad, vayan y reclámenla, muy pronto la era de los elfos habrá llegado a su fin, destruyan, quemen, violen, no tomen prisioneros, que la sangre de los elfos se derrame por la tierra, desde hoy una nueva era inicia, la era del orco-. se oyó una gran algarabía en todo aquel lúgubre lugar, los orcos, Uruks y trolls desenvainaron las espadas y elevaron las lanzas a la vez que rugían como leones enfurecidos, lo último que escucharon de su señor fue un –¡marchad a la guerra!- a viva voz. 45
  • 46. Seguidamente a tan breve pero eficaz discurso, el Elohim traidor le dio las últimas instrucciones a Eryanor que de nuevo seria su general en el campo de batalla, le enseñó por donde dirigir sus tropas y por dónde empezar el ataque a el reino de los lagos, los puntos débiles de la defensa de Aqarad y Escalat, tras escuchar atentamente, Eryanor salió de aquella habitación y se dirigió raudo a montar a su bestia para empezar así a la primera gran marcha del ejercito oscuro. ♦♦♦♦♦ Cuando aquel inmenso ejercito empezó su marcha, a Nieber le pareció que la tierra temblaba, atado de pies y manos y a la merced de aquellos orcos despiadados, en la profundidad de aquella tierra maldita, el rey se sintió impotente, vencido, desesperanzado, y de nuevo lloró, pero aquel momento de reflexión no le duró mucho ya que vio como los orcos regocijados en su maldad se preparaban para su festín. La situación no era para nada esperanzadora, rodeado de enemigos, sin oportunidad de escapar, con el calor sofocante de aquel lugar, atado de pies y manos y a la merced de aquellos malignos verdugos, el rey Nieber optó por cerrar los ojos, y tratar de extraviarse más allá de sus pensamientos, más allá del espacio y el tiempo, recordó el país donde nació, el lago Obelet, recordó que cuando era niño le gustaba navegarlo junto a su padre, vio el castillo, las casas de sus elfos amigos, las mañanas en donde despuntaba el sol y las tardes de su puesta, recordó a su caballo y lo mucho que amaba montarlo, vio a los elfos del reino saludarlo con agrado, haciéndole venias, dándole sonrisas sinceras, los grandes campos cultivados. pero de un momento a otro todo cambió en aquella visión, el cielo se oscureció, vio a las hordas de los orcos destruir todo, grandes incendios que cubrían a toda la ciudad de Aqarad, a los elfos de la ciudad correr de un lado para otro pidiendo auxilio, muchos de ellos yacer en el suelo inmóviles e inertes, aquello fue lo último que vio porque las tinieblas dominaron su mente; el rey ya no era dueño de su cuerpo se encontraba perdido en algún lugar del pensamiento donde no sentía el dolor que le causaban las heridas de las laceraciones provocadas por los orcos en su faena de tortura, aquel cuerpo al que los orcos torturaban ya no le pertenecía al rey, tan solo era una masa de músculos carente de alma al que aún le latía débilmente el corazón. ♦♦♦♦♦ Habían pasado cerca de 40 días desde que habían salido de Mingart y la travesía del ejército negro por Gordolin había transcurrido sin sobresalto alguno, ahora 46
  • 47. se encontraban en las fronteras del reino de los lagos, faltaban algunos kilómetros para atravesarla e ingresar a aquel país cuando Eryanor quien iba al frente del grupo ordenó parar, se quedó inmóvil mirando a la lejanía, esto llamó la atención de Kreig, el uruk, quien se le acercó y dijo –¿qué os pasa mi señor?, ¿porque mandais parar la marcha?-. Eryanor con la mirada puesta en algún lugar del horizonte contestó –ordena que todos descansen, que coman, que beban, pero que se preparen porque esta noche estableceremos batalla-. Kreig que no notaba nada alrededor, ni indicios de enemigo alguno replicó – ¿batalla mi señor, con quién?, Creo que lo más conveniente es que no nos detengamos y sigamos marchando hasta entrada la noche, entonces ahí podremos descansar un poco-. Al instante Eryanor dejo de mirar a lontananza y le dio una mirada severa al uruk –no cuestiones mis órdenes y haz lo que te digo-. Como un perro regañado el uruk bajó la cabeza y se dispuso a acatar las órdenes aun sin entenderlas; lo que no sabía Kreig era que el elfo podía ver más allá que cualquier criatura, como es sabido la vista del elfo es más aguda, esta misma vista que ahora le advertía al elfo Eryanor que más allá en el país de los lagos había un contingente de soldados custodiando la frontera, en un numero para nada despreciable. Bajó de su bestia y llamó a los comandantes de división, Kreig capitán de los Uruks, urdekirnis capitán de los orcos y Telesiek a cargo de la división de los trolls, cuando estuvieron todos reunidos les comentó lo que había visto y juntos tramaron un plan de asalto. ♦♦♦♦♦ La noche era fría, tal vez la más fría desde que habían sido enviados a esta frontera, además había una gruesa y gris niebla que cubría todo el lugar, el centinela de turno apostado en la torre de vigilancia hermosamente construida no podía ver mucho a causa de la susodicha niebla aun con su visión de elfo. Se dispuso a prepararse un té de hierbas para calmar un poco el frio, los demás elfos soldados dormían inocentes sin saber de la amenaza que los rodeaba, todo estaba preparado para la incursión de los orcos. ♦♦♦♦♦ 47
  • 48. Los trolls que son evidentemente los más fuertes, eran los encargados de llevar y poner las catapultas en su posición, los orcos las cargaron con grandes rocas y las rociaban con un líquido inflamable, luego procedían a prenderle fuego. Todas las catapultas estaban armadas y listas, los trolls que las impulsaban solo esperaban las órdenes de Eryanor, impacientes los orcos y uruks desenvainaron las espadas y elevaron las lanzas. Eryanor dio la orden y comenzó el ataque, las primeras cargas de las catapultas estallaron sobre las tiendas de campañas de los elfos matando al instante a muchos, otra carga se estrelló en la torre que ardió en llamas al instante, los elfos sobrevivientes aun soñolientos tomaron escudos, espadas y lanzas, se alistaron para defender la frontera, pero ya era demasiado tarde, cientos, miles de orcos cruzaban corriendo el valle con espadas en las manos gritando y rugiendo en dirección a donde los elfos estaban apostados, estos últimos tomaron posiciones defensivas y sacaron sus carcaj repletos de flechas y sus arcos, con un rapidez admirable y gracias a su visión superior muchas fechas dieron en el blanco matando a muchos enemigos, pero aun así los orcos seguían en su correría, cuando estuvieron demasiado cerca, Lagores el líder de los elfos grito –¡elfos, espadas!-. De inmediato todos dejaron sus arcos y desenvainaron sus espadas, dieron un paso adelante saliendo de las barricadas y alistándose para frenar a los orcos. La arremetida de los orcos fue tremenda, ellos basan sus ataques en la fuerza bruta, pero eran torpes, situación que aprovecharon los elfos, quienes además de su fuerza que era considerable, eran más inteligentes, más coordinados y más dúctiles con la espada. Durante casi una hora los elfos que se contaban hasta 500 lograron repeler el ataque de los orcos, pero la noche era joven aun, los elfos estaban solos, lejos de casa y lo peor sin posibilidades de recibir refuerzos, mientras al contrario por el ejército negro solo peleaban los orcos, ni los trolls, ni mucho menos los uruks entraban aun a la batalla. Lagores presintiendo la derrota inminente, llamó a uno de sus subalternos que estaba herido en un brazo y le dijo –anda, toma un caballo, ve y alerta a Aqarad-. El elfo herido respondió –señor yo aún puedo y quiero seguir peleando-. -yo sé que puedes, pero necesito que lleves este recado al señor Ileveter-. Replicó Lagoles. –Muy bien señor-. Asintió el elfo herido. – ¿digo que protejan la ciudad y que manden refuerzos?-. -no refuerzos no, aquí no podremos soportar ya mucho tiempo, además estamos muy lejos de casa, cuando vengan los refuerzos seguramente ya 48
  • 49. estaremos muertos, los orcos son demasiados, diles que evacúen a quienes vivan en la dirección que seguramente tomaran los orcos, que todos se dirijan a la ciudad, tenemos que proteger a los que más se puedan- .señaló lagoles. –Pero señor-. Atinó a decir el elfo contrariado. -no discutas mis órdenes y ve raudo-. Otra vez las catapultas enemigas dieron en el blanco, matando a muchos elfos, Eryanor quien miraba como se desenvolvía la batalla miro a Kreig y dijo –parece que no necesitaremos de tu gente en esta batalla-. Kreig rugió de rabia. –tranquilo amigo cuando lleguemos a la ciudad tus soldados se darán un festín, eso te lo prometo-. Eryanor tenía razón, la victoria estaba cerca, el daño hecho por las cargas de las catapultas era considerable. Los elfos no podrían seguir resistiendo aquella salvaje embestida, más aún seguían luchando aun sabiendo que las posibilidades de victoria eran nulas. Ya entrada la media noche, la victoria para el ejército negro estaba consumada, los orcos, uruks y trolls, andaban por el campo de batalla matando a los elfos que heridos suplicaban clemencia, Eryanor proclamó – ¡no tomen prisioneros!-. Antes de matar a los elfos heridos, los orcos robaban sus pertenencias, luego apilaron los cadáveres y procedieron a prenderle fuego, cuando las llamas ardieron, hubo una gran algarabía por parte de los orcos, aquellas matanzas les gustaban, les satisfacía causar dolor y muerte al fin y al cabo para eso Miriahn los había sacado de las profundidades de la tierra. Eryanor llamó de nuevo a Kreig y dijo –que descansen un poco, al despuntar el alba continuaremos hacia Aqarad-. ♦♦♦♦♦ Con la rapidez del viento, el elfo herido que se llamaba Reudan, avanzaba montado en su caballo, hacía ya dos días que cabalgaba hacia Aqarad a llevar el mensaje de Lagores, la herida le causaba mucho dolor pero aun así seguía cabalgando, muy pocas veces se detenía a descansar y para que el caballo comiera algo y se hidratara y luego volvía rápido a tomar camino, sabía que no tenía mucho tiempo. Al cabo del 5to día por fin vio a elfos, era un pequeño 49
  • 50. poblado de unas 10 casas, los habitantes de aquel poblado cuando vieron al elfo le brindaron miradas de desconfianza y era de entender ya que la apariencia del elfo dejaba mucho que desear, Reudan habló y les dijo –apresúrense tomen solo lo necesario y diríjanse a Aqarad, un gran ejercito malvado viene hacia nosotrosLos elfos ignoraron aquellas palabras, pensaban que el pobre elfo había perdido la razón y siguieron en sus quehaceres, Reudan al no notar reacción alguna volvía a decir esta vez con más autoridad –que no me escuchan, deben salvar sus vidas, es orden del rey Ileveter, diríjanse a Aqarad-. Esta vez uno de los presentes notó en las ropas desgastadas del elfo la insignia del ejercito real del reino –veo que traes el uniforme del ejército, ¿de dónde vienes?- preguntó. Reudan bastante incomodo respondió –de la frontera del reino, los orcos nos atacaron, son miles y todos se dirigen a Aqarad, es probable que pasen por aquí dentro de 2 o 3 días. Pero ya basta de preguntas, hagan lo que digo si quieren salvar sus vidas, solo tomen lo necesario y sigan el camino a Aqarad-. Y dicho esto último partió de nuevo raudo. Reudan había perdido la cuenta de cuantos días hacia que cabalgaba, había pasado por muchos poblados del reino regando el mensaje de proteger la vida y dirigirse hacia la capital Aqarad , en muchos lugares fue tomado por loco, en otros le hicieron caso, en otros se apiadaban de él y le daban alimento y agua para él y para su caballo, caballo que no era el mismo en el que había empezado su recorrido, en un caserío había tenido que cambiarlo ya que el pobre animal estaba realmente cansado y se negó a seguir el recorrido, por eso se vio en la necesidad de cambiarlo con alguien que amablemente le ofreció uno de los suyos, en aquel mismo caserío le habían curado amablemente la herida del brazo. Ahora que parecía que por fin la voluntad le desfallecía, sentía que no podía seguir ni un minuto más, hacía ya dos días y medio que se le había acabado el alimento, aunque el agua siempre estaba al alcance de la mano, por la cantidad de manantiales que habían en aquel reino, no era suficiente, veía la necesidad de comer algo sólido, los elfos eran una raza muy resistente, podían durar días tan solo comiendo el famoso pan de lembas, aquel pan se le había acabado casi a los 15 días de cabalgata y en este caso la resistencia al joven elfo pareciese que le llegaba el fin, pero en un momento en que levantó la mirada, de inmediato reconoció aquellos paisajes , estaba cerca de casa, de inmediato le volvió la esperanza, apresuró a su caballo diciéndole –ya estamos cerca amigo, cabalga, cabalga, hemos llegado-. 50
  • 51. El caballo por su puesto no le respondió pero entró raudo por las primeras calles empedradas de la gran ciudad de Aqarad, todos los que estaban en la calle miraron al elfo que montaba aquel animal y no lo reconocieron, cuando llegó a las puertas del palacio, desmontó el caballo, los guardias del palacio ignorando de quien se trataba le cerraron el paso y le preguntaron – ¿quién eres y que es lo que quieres, extraño?-. –Soy Reudan del segundo regimiento encargado de proteger la frontera, traigo un mensaje para el rey Ileveter de nuestro capitán Lagores que requiere de mucha urgencia-. Respondió Reudan, mostrándoles a los guardias la insignia en su uniforme del ejército real, mientras decía esto el elfo pareció algo agitado. Los guardias al mirar la insignia se dieron cuenta que el elfo decía la verdad y lo dejaron pasar, luego se llevaron al animal para las caballerizas del palacio. Cuando Reudan llegó al gran salón uno de los guardias le ordenó que se sentara y esperara mientras era anunciado, el elfo de mal aspecto se sentó; habían pasado 15 minutos que al elfo le habían parecido casi una hora, de pronto entró Ileveter, este último le brindo una mirada de curiosidad al elfo y le preguntó – ¿me dices que vienes de la frontera y que traes noticias para mí, no es cierto?-. Reudan con las pocas fuerzas que le quedaban, le contó al rey lo que había pasado en la frontera, el ataque de los orcos, la batalla, el mensaje que le había mandado su capitán Lagores, por último el elfo le informo sobre la advertencia que había dado a los habitantes de los pequeños caseríos, de venir a refugiarse a Aqarad. -hiciste bien muchacho, ahora ve y descansa-. Dijo el rey Ileveter. Luego ordenó a los sirvientes que se encargaran de cuidar al elfo –llévenlo a descansar, cúrenle las heridas, denle alimento, estén atentos de él, este elfo es muy valiente-. Luego de ver como los sirvientes del palacio se llevaban al elfo, Ileveter mandó llamar de nuevo a los miembros del concejo con la premisa de urgente. El máximo temor de Ileveter se hacía realidad, un ejército basto venía con ánimo de guerra y había llegado el momento de probar su liderazgo defendiendo a las gentes de su pueblo. Rápidamente se reunieron, pues la situación ameritaba acciones rápidas, mientras tanto iban llegando a la ciudad elfos que habitaban en pueblos cercanos y que fueron advertidos por Reudan. La tensión en el consejo era visible, pero Ileveter siempre trató de mantener la calma, reflejando seguridad, él sabía que si proyectaba tranquilidad y seguridad, los demás miembros del consejo se contagiarían y así llegarían a tomar decisiones más calmadas y asertivas. Lo primero que el concejo decidió fue evacuar la ciudad, 51
  • 52. las mujeres y los niños de Aqarad debían cruzar el Obelet y refugiarse en Escalat, mientras tanto todo hombre del reino capaz de sostener una espada debía quedarse a defender la ciudad, la segunda decisión fue poner una gran barricada en la entrada de la ciudad, sabiendo que era la única entrada posible para las fuerzas de Miriahn, allí el ejército real debía resistir la embestida, por último se dictó mandar mensajeros a Gwangur solicitando ayuda, Ileveter sabía que Arish y Elenor vendrían a socorrerlos tan pronto se enteraran de la situación. Ileveter y el concejo sabían que estas acciones se tendrían que ejecutar con premura ya que el ejército negro llegaría dentro de 15 o 20 días, ese el tiempo que precisaban para evacuar la ciudad, montar su defensiva y orar para que los mensajeros llegaran sanos y salvos a Gwangur y este a su vez respondiera, movilizando sus tropas hacia Aqarad. En esto último basaba calladamente Ileveter sus esperanzas de triunfo, entendía que el ejército real había sufrido dos grandes derrotas, sus soldados no eran muchos en número ni en motivación, además no todos eran soldados, muchos eran elfos que serían escogidos y obligados a llevar espadas o lanzas para defender la ciudad. Ileveter sufría en silencio, su pueblo estaba por afrontar una guerra devastadora que seguramente dejaría en ruinas la ciudad de Aqarad y la única esperanza que tenía estaba muchos kilómetros al sur, en Gwangur, rezaba para que cuando llegaran los refuerzos no fuera demasiado tarde. ♦♦♦♦♦ Quemando todo a su paso, así machaba el gran ejército negro, siguiendo las órdenes de Eryanor, este último se mostraba sorprendido porque en los pequeños caseríos que se habían topado, no habían visto a casi ningún elfo, pereciera que se hubieran marchado de prisa, en las casas aun había algunos enseres, alimentos y demás. Pronto se dio cuenta que habían sido advertidos de la presencia del ejército negro y habían huido a refugiarse a la ciudad de Aqarad, pero esto no le preocupaba a Eryanor pues en su opinión todos morirían en esa ciudad, tenía mucha confianza de su ejército, era basto, desalmado, cruel, asesino, resistente y lo mejor de todo seguían las ordenes sin chistar. Una derrota del ejército negro no estaba en sus planes, sabía que si eso pasaba era su vida la que corría peligro, pero ahora no le preocupaba eso, es más le satisfacía volver a Aqarad, Miriahn le había prometido que si la conquistaba seria elevado a la categoría de rey del reino de los lagos y tan solo tendría que darle cuantas a Miriahn, sería el amo y señor de aquella ciudad en la que mucho tiempo atrás tuvo que salir de prisa y que ahora lo vería como su rey, un rey malvado y cruel, esto llenaba de emoción el frio y oscuro corazón del elfo negro. Así marchaba el 52
  • 53. ejército negro en camino a Aqarad y Escalat, marchaban hacia la guerra, marchaban hacia un infierno. ♦♦♦♦♦ Tal como lo dispuso el concejo, los habitantes de la ciudad, mujeres, niños y ancianos, fueron evacuados, en barcos hermosos cruzaron el Obelet en dirección a Escalat, allí fueron bien recibidos, también se transportaron alimentos, pues eran conscientes que la arremetida del ejército negro se mantendría durante días, quizá semanas, y de todo corazón esperaban que no durara meses. Los hombres capaces de empuñar un arma fueron rápidamente instruidos, alistados y puestos a trabajar, plantaron una gran barricada en la entrada de la ciudad, se distribuyeron posiciones estratégicas en las casas abandonadas, los sitios más altos fueron designados para los elfos con mayor rapidez y puntería en el manejo del arco y la flecha, las catapultas se cargaron con rocas sacadas del fondo del Obelet y otras con bolas hechas de trapo empapadas con líquidos inflamables, listas para ser prendidas y arrojadas; solo quedaba una cosa por hacer, escoger al portador de las noticias que viajaría a Gwangur. Ileveter y el concejo redactaron una carta en fino papel, la sellaron con el sello real del reino de los lagos y se dispusieron a salir a buscar al portador, en ese momento entró Reudan, ya recuperado del extenuante viaje ahora lucia más fortalecido, y sin más palabras se ofreció a llevar la encomienda hasta Gwangur, los presentes vieron con buenos ojos este gesto, y así fue como Reudan se alistó para hacer otro viaje, este quizá más largo, más extenuante, pero diferente, ya que lo haría a través de barco, navegaría por el rio Gidli hasta Gwangur, pero no iría solo, lo acompañaría otros elfos. El día del embarque llegó, llenaron el barco de víveres, estos elfos fueron despedidos como héroes, llevaban consigo la esperanza de todo un pueblo, el pueblo elfico del reino de los lagos, aquel viaje les llevaría semanas antes de desembarcar en Gwangur, pero aun así llevaban en su corazón la emoción y la esperanza de que sus defensas resistieran el ataque del ejército negro hasta cuando ellos volvieran a casa con refuerzos. ♦♦♦♦♦ En lo más alto de la torre de Borag, en una habitación llena de la oscuridad constante que reinaba en aquel lugar donde nunca brillaba el sol, Miriahn lo veía todo, gracias al poder de sus dos joyas, había conocido las oscuras artes del inframundo, podía mirar más allá de los muros de su ciudad, miraba a través de los ojos de Eryanor, capitán de sus tropas y su más leal servidor. incluso podía 53