Este documento discute la importancia de soportarse unos a otros en la iglesia. Señala que al igual que Noé tuvo que soportar incomodidades en el arca para salvarse, los miembros de la iglesia deben soportar pequeñas diferencias para mantener la unidad. Usa el ejemplo de Evodia y Síntique en Filipenses, cuyo conflicto afectaba a toda la iglesia, para enfatizar que los problemas interpersonales son la causa más común de divisiones. Exhorta a los creyentes a imitar a Crist
Tema 7 EL ULTIMO ATAQUE DEL DRAGON CONTRA EL PUEBLO DE DIOS QUE GUARDA LOS MA...
Etica y las Relaciones Personales
1. Ética y las Relaciones Interpersonales
Me gustan los dibujos del arca de Noé. Generalmente muestran una escena de paz y
felicidad: animales contentos, Noé sonriente, su familia feliz navegando sobre las
aguas. Pero sin duda la verdad es otra. ¿Pueden imaginar lo que habrá sido vivir dentro
de esa arca por más de un a ño? A mí me gustan los animales; tengo tres perras. Pero
las tengo en el patio de mi casa, no adentro. Me gustan los zoológicos, pero no querría
vivir ahí. ¿Pueden imaginar el ruido constante de tantos animales? ¿Pueden imaginar
el olor que había? No debe sorprendernos que lo primero que hizo Noé al bajarse del
arca fue ofrecer un sacrificio al Se ñor, matando algunos de los animales…
¿Por qué soportó Noé la incomodidad del arca, el ruido, el olor? Porque sabía cuál era
la alternativa. Dentro del arca había vida; fuera del arca había muerte.
En cierto sentido, la iglesia es como el arca de Noé. No ofrece un viaje placentero
como un crucero de lujo. Hay que soportar algunas incomodidades. Pero fuera de ella
no hay vida. Fuera de ella no hay esperanza. No debe sorprendernos de que a veces
tenemos que aguantar a nuestros hermanos en sus debilidades; ellos también lo tienen
que hacer con nosotros.
Puede sorprendernos la cantidad de veces que la Biblia habla de soportarnos. Amar a
los hermanos, edificarlos, animarlos… esos son los conceptos en que más pensamos.
Pero a la par de esas ideas está la idea de soportarlos:
Romanos 15:1 Los que somos fuertes en la fe debemos aceptar como nuestras las
debilidades de los que son menos fuertes, y no buscar lo que a nosotros mismos nos
agrada.
1 Corintios 13:7 Tener amor es sufrirlo todo, creerlo todo, esperarlo todo, soportarlo
todo.
Efesios 4:2 Sean humildes y amables; tengan paciencia y sopórtense unos a otros con
amor;
Colosenses 3:13 Sopórtense unos a otros, y perdónense si alguno tiene una queja contra
otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes.
Quisiéramos imaginar una iglesia donde nos es fácil la convivencia, pero no es así. Al
entrar en la iglesia, no dejamos de ser seres humanos, con todas nuestras fallas. Algún
día seremos como nuestro Se ñor Jesucristo, pero aquí sobre la tierra no lo somos. La
iglesia está formada de personas distintas, con personalidades distintas, costumbres
distintas, gustos distintos. Para colmo, cada uno de nosotros ha recibido de Dios dones
distintos. Y eso es tan cierto para los ministros del evangelio como para los miembros
comunes. A veces, es aun más difícil para nosotros los ministros llevarnos bien los unos
con los otros. Existen celos. Existen rencores. Puede haber falta de respeto e
insensibilidad. También puede haber hipersensibilidad, las personas que se ofenden
por cualquier cosa. Es necesario que aprendamos a soportarnos, a aceptar las
debilidades de los demás. Queremos que todos sean perfectos como Jesucristo, pero si
somos honestos, tenemos que admitir que no lo somos nosotros. Nos tenemos que
soportar y perdonar, tal como los demás tienen que soportarnos y perdonarnos a
nosotros.
Un hermano sabio dijo que en cierto sentido somos como puerco espines. Nos
acercamos los unos a los otros buscando el calor de la confraternidad, pero
terminamos pinchándonos los unos a los otros. La reacción natural es separarnos y
2. distanciarnos, pero la reacción cristiana es soportarnos y perdonarnos. Dios no nos
llamó a ser naturales sino sobrenaturales. Recibimos otro llamamiento. Nuestra misión
es aprender a convivir. Por naturaleza los hombres se pelean; si no me creen, vayan a
visitar algún jardín de infantes. “Eso es mío. Yo lo tenía primero. Maestra, Pedrito me
pegó. Dame. Dame. ¡DAME!” Lo que Dios quiere en la iglesia es un grupo de personas
que sepa convivir, que sepa sobrellevar las diferencias y dificultades. Como alguien ha
dicho, ¿para qué Dios habrá de poner juntas para siempre a personas que no saben
convivir? Si no podemos llevarnos bien aquí, ¿querrá Dios ponernos juntos para
siempre?
En la iglesia de Filipos había dos mujeres muy trabajadores. Se llamaban Evodia y
Síntique. Mujeres trabajadoras, ejemplares en la iglesia. Pablo dice que combatieron
junto con él en el evangelio. Pero tenían un problema, un problema que aparentemente
afectaba toda la iglesia. No se llevaban bien. No se ponían de acuerdo. Y su discordia
estaba afectando la iglesia. Podemos leer en Filipenses 4 acerca de ellas:
“Ruego a Evodia, y también a Síntique, que se pongan de acuerdo como hermanas en el
Señor. Y a ti, mi fiel compañero de trabajo, te pido que ayudes a estas hermanas, pues
ellas lucharon a mi lado en el anuncio del evangelio, junto con Clemente y los otros que
trabajaron conmigo. Sus nombres ya están escritos en el libro de la vida.” (Filipenses
4:2-3)
Filipos no sería la primera iglesia donde los problemas entre algunas hermanas
afectaban a todos. A veces son hermanas, a veces son hermanos. A veces son dos
familias enteras. Los problemas interpersonales crean más divisiones que cualquier otro
problema. La gran mayoría de las divisiones dentro de la iglesia del Se ñor han surgido
por problemas personales. A veces se ñalamos alguna diferencia doctrinal, pero la
verdad es que donde hay amor, las diferencias doctrinales se solucionan. Pero donde
existen problemas personales, cualquier diferencia es excusa suficiente como para
dividirse.
Muchos de los eruditos creen que lo que Pablo más buscaba con esta carta era arreglar
los problemas causados por estas dos mujeres y su discordia. Si es así, estudiar
Filipenses nos puede ense ñar mucho acerca de cómo sobrellevar los problemas
personales entre miembros activos de la iglesia.
Escribiendo a esta iglesia conmovida por la discordia entre hermanas, Pablo habla
francamente acerca de las relaciones interpersonales en la primera parte del capítulo 2.
Leamos 2 del 1 al 4:
“Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna
comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, llénenme de
alegría viviendo todos en armonía, unidos por un mismo amor, por un mismo espíritu y
por un mismo propósito. No hagan nada por rivalidad o por orgullo, sino con humildad,
y que cada uno considere a los demás como mejores que él mismo. Ninguno busque
únicamente su propio bien, sino también el bien de los otros.” (Filipenses 2:1-4)
Si hay alguna consolación… si hay algún consuelo… si hay alguna comunión… si hay
algún afecto… si hay alguna misericordia… Pablo escribe con algo de ironía, pero a la
vez, enfatiza lo poco que hace falta para que tengamos motivo para tratar bien a
nuestros hermanos. Con el inmenso amor que Dios nos ha mostrado, tenemos más que
suficiente motivación como para demostrar amor hacia los demás. “Si fuera como un
grano de mostaza…” Pablo dice a estas hermanas y a la iglesia entera que tienen que
recordar todo lo que han recibido de Dios, toda la consolación y todo el consuelo, todo
el afecto y toda la misericordia, toda la comunión por medio del Espíritu. Si hemos
3. recibido alguna consolación, algún consuelo, alguna comunión, algún afecto, alguna
misericordia, debemos demostrar amor compasivo hacia nuestros hermanos. Por lo
que hemos recibido, Pablo dice que ciertas características deben verse en nuestras
relaciones:
(1)Unidad. Debemos estar unidos en amor y en espíritu, con el mismo propósito.
Por lo que yo he visto en mi vida, la unidad surge más naturalmente del trabajar
juntos. Personas que buscan la misma meta se unen naturalmente, sea un
campeonato deportivo o la construcción de un edificio. Lo único que puede matar
eso es la rivalidad. Una vez más lo vemos en los deportes. Si los atletas no saben
trabajar en equipo, el equipo no funciona bien por más astros que tenga en su
plantel. Si juegan con rivalidad entre sí, no logran nada de importancia.
(2)Humildad. Pablo dice que en todo debemos considerar a los demás como
mejores que nosotros mismos. Yo estoy entre los que tienen un gran problema con
eso. En la iglesia, yo pienso que puedo dirigir los cantos mejor que él que está al
frente, que puedo predicar mejor, que leería mejor los textos y haría mejor los
anuncios. Lo único que no quiero hacer es limpiar las sillas y barrer el piso… pero
sé que lo podría hacer mejor que el otro. Es una lucha constante que tengo, y no
creo que yo sea el único. Tengo que aprender, en Cristo y con la ayuda del Espíritu,
a considerar a los demás como mejores que yo.
(3)Desinterés. No en el sentido de “no me importa,” sino en el sentido de estar
dispuesto a dejar a un lado los intereses propios. Qué difícil que es. Es cuestión de
buscar el bien de los demás. Eso incluye promover sus ideas, apoyar sus proyectos,
reconocer sus contribuciones. Es dejar que la otra persona haga lo que yo puedo
hacer, no insistir en que todo se haga a mí manera. Nuestra sociedad nos dice que
tenemos que cuidar lo nuestro pues nadie más lo hará. Pero si todos buscamos el
bien de los demás, todos estaremos cuidados. Cuántas veces escuchamos a las
personas decir: “Es que no recibo nada de las reuniones.” La cuestión no es lo que
recibimos, la cuestión es lo que damos. Si todos nos quedamos esperando para ver
qué vamos a recibir, nadie va a recibir nada. Pero si todos vamos a las reuniones
buscando qué podemos dar, todos recibiremos. De la misma forma, si todos
buscamos el bien de los demás, todos estaremos bien cuidados.
La base de nuestro comportamiento hacia nuestros hermanos es lo que Cristo hizo en
la cruz. Es por eso que en los versículos 5 al 11 Pablo exhorta a sus lectores a que
imiten a nuestro Se ñor. Leamos ese pasaje:
“Tengan unos con otros la manera de pensar propia de quien está unido a Cristo Jesús,
el cual: Aunque existía con el mismo ser de Dios, no se aferró a su igualdad con él, sino
que renunció a lo que era suyo y tomó naturaleza de siervo. Haciéndose como todos los
hombres y presentándose como un hombre cualquiera, se humilló a sí mismo, haciéndose
obediente hasta la muerte, hasta la muerte en la cruz. Por eso Dios le dio el más alto
honor y el más excelente de todos los nombres, para que, ante ese nombre concedido a
Jesús, doblen todos las rodillas en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra, y todos
reconozcan que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.” (Filipenses 2:5-11)
Es muy posible que este haya sido un himno de la iglesia, una canción que ellos ya
habrán conocido. Aparentemente, en el idioma original, estos versículos tienen cierta
cadencia de palabras que les hace pensar que podría haber sido cantado. Sea como
sea, Pablo usó estas palabras para destacar unos puntos importantes acerca de Jesús
y su actitud de servicio. Vemos que:
4. (1)Jesús no buscaba los títulos ni el poder. Era igual a Dios. Tenía el puesto más
importante que hay, pero no le importaba. Lo dejó. Tenía todo el poder, pero eso no
era lo que buscaba. Aceptó los límites que le fueron impuestos. Vivió como ser
humano después de haber conocido la gloria del cielo.
(2)Jesús renunció a sus derechos. No insistió en ser servido, no exigió la alabanza ni
la gloria, no reclamó ningún derecho perdido. En 1 Corintios 9, Pablo explica por
qué no recibía sustento de la iglesia. Dice: “Si otros tienen este derecho sobre ustedes,
con mayor razón nosotros. Pero no hemos hecho uso de tal derecho, y hemos venido
soportándolo todo por no estorbar el anuncio del evangelio de Cristo.” (1 Corintios 9:12)
Más adelante dice: “Aunque no soy esclavo de nadie, me he hecho esclavo de todos, a fin de
ganar para Cristo el mayor número posible de personas. Cuando he estado entre los judíos
me he vuelto como un judío, para ganarlos a ellos; es decir, que para ganar a los que viven
bajo la ley de Moisés, yo mismo me he puesto bajo esa ley, aunque en realidad no estoy
sujeto a ella. Por otra parte, para ganar a los que no viven bajo la ley de Moisés, me he
vuelto como uno de ellos, aunque realmente estoy sujeto a la ley de Dios, ya que estoy bajo
la ley de Cristo. Cuando he estado con los que son débiles en la fe, me he vuelto débil como
uno de ellos, para ganarlos también. Es decir, me he hecho igual a todos, para de alguna
manera poder salvar a algunos. Todo lo hago por el evangelio, para tener parte en el
mismo.” (1 Corintios 9:19-23) ¿De dónde aprendió esa actitud Pablo? De Jesucristo.
(3)Jesús vivió como siervo. En Marcos 10:45, Jesucristo dijo: “Porque ni aun el Hijo del
hombre vino para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud.”
(Marcos 10:45) El creador de todo vino al mundo no como hombre prepotente sino
como siervo. Lavó los pies a sus discípulos para mostrarles cómo tratarse los unos
a los otros.
(4)Jesús se humilló a sí mismo. Es feo que nos humillen. El orgullo es fuerte en el ser
humano. Pero Jesucristo se humilló a sí mismo. Ya no podían humillarlo a El pues
El ya se había humillado. Merecía todo y no exigía nada. Pablo dice en 2 Corintios:
“Porque ya saben ustedes que nuestro Señor Jesucristo, en su bondad, siendo rico se hizo
pobre por causa de ustedes, para que por su pobreza ustedes se hicieran ricos.” (2 Corintios
8:9)
(5)Fue obediente hasta la muerte. “Ay, pero no entiendes mi situación. Perdonaría,
pero no entiendes lo que me han hecho. No puedo soportar todo. Dios no puede
esperar que soporte eso.” Jesús soportó todo, hasta la misma cruz. Fue obediente
en todo momento. No podemos decir que nuestra situación es demasiada extrema;
no hemos pasado por lo que pasó El, sin embargo, El fue obediente hasta el fin. La
carta a los Hebreos dice: “Mientras Cristo estuvo viviendo aquí en el mundo, con voz
fuerte y muchas lágrimas oró y suplicó a Dios, que tenía poder para librarlo de la muerte; y
por su obediencia, Dios lo escuchó. Así que Cristo, a pesar de ser Hijo, sufriendo aprendió
lo que es la obediencia; y al perfeccionarse de esa manera, llegó a ser fuente de salvación
eterna para todos los que lo obedecen” (Hebreos 5:7-9)
Pablo pone este ejemplo a los filipenses para hablarles de lo que necesitan hacer para
resolver los problemas que tenían. Si siguieran portándose de acuerdo con las normas
de este mundo, sus problemas se aumentarían. Solamente imitando lo que Cristo hizo
en la cruz podrían lograr la paz y la comunión.
Porque al final, toda ética fluye de la cruz. Todo lo que hacemos como cristianos se
basa en la cruz. Tomamos nuestro yo viejo y lo crucificamos con Cristo, sepultándolo en
5. las aguas del bautismo, saliendo del agua para vivir una vida transformada.
Crucificamos nuestra carne con sus pasiones, tomamos nuestra humanidad y la
clavamos en la cruz, dejando que la parte espiritual venza a la parte carnal.
Busquemos Gálatas 5:13-26. Es un pasaje conocido, las obras de la carne y el fruto del
Espíritu. Lo que muchas veces se pasa por alto es que la aplicación directa de este
pasaje son las relaciones interpersonales. Miren los versículos 13 al 15:
“Ustedes, hermanos, han sido llamados a la libertad. Pero no usen esta libertad para
dar rienda suelta a sus instintos. Más bien sírvanse los unos a los otros por amor.
Porque toda la ley se resume en este solo mandato: “Ama a tu prójimo como a ti
mismo.” Tengan cuidado, porque si ustedes se muerden y se comen unos a otros,
llegarán a destruirse entre ustedes mismos.” (Gálatas 5:13-15)
Pablo empieza esta sección hablando del amor hacia el prójimo y de no pelearnos
entre nosotros. Habla de morderse y comerse unos a otros. Se dice que los perros
entrenados para la caza, si no se les permite salir a cazar en la época de la caza,
empiezan a atacarse entre sí, mordiéndose. Así somos los cristianos. Si no nos
ocupamos en salir a anunciar las buenas noticias, pasamos nuestro tiempo
mordiéndonos los unos a los otros.
Luego fíjense en cómo termina esta sección en los versículos 24 al 26:
“Y los que son de Cristo Jesús, ya han crucificado la naturaleza del hombre pecador
junto con sus pasiones y malos deseos. Si ahora vivimos por el Espíritu, dejemos también
que el Espíritu nos guíe. No seamos orgullosos, ni sembremos rivalidades y envidias
entre nosotros.” (Gálatas 5:24-26)
La regla del contexto en el estudio bíblico nos obliga a leer el resto de esta sección, los
versículos que hablan del fruto del Espíritu y de las obras de la carne, en el contexto de
las relaciones interpersonales. Es decir, lo que Pablo dice de la carne y el Espíritu lo
dice porque está pensando en la convivencia entre cristianos.
Leamos el resto de este pasaje, pensando en ese enfoque:
“Por lo tanto, digo: Vivan según el Espíritu, y no busquen satisfacer sus propios malos
deseos. Porque los malos deseos están en contra del Espíritu, y el Espíritu está en contra
de los malos deseos. El uno está en contra de los otros, y por eso ustedes no pueden
hacer lo que quisieran. Pero si el Espíritu los guía, entonces ya no estarán sometidos a la
ley. Es fácil ver lo que hacen quienes siguen los malos deseos: cometen inmoralidades
sexuales, hacen cosas impuras y viciosas, adoran ídolos y practican la brujería.
Mantienen odios, discordias y celos. Se enojan fácilmente, causan rivalidades, divisiones
y partidismos. Son envidiosos, borrachos, glotones y otras cosas parecidas. Les advierto
a ustedes, como ya antes lo he hecho, que los que así se portan no tendrán parte en el
reino de Dios. En cambio, lo que el Espíritu produce es amor, alegría, paz, paciencia,
amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. Contra tales cosas no hay
ley.” (Gálatas 5:16-23)
Obviamente, no todo lo que se habla aquí tiene que ver directamente con las relaciones
entre hermanos. Pero muchas cosas sí. Muchos de los problemas que solemos ver en
las iglesias surgen de las obras de la carne: odios, discordias, celos, enojo, rivalidades,
partidismos. Son las cosas que atentan vez tras vez contra la iglesia, buscando tirar
abajo la obra del Se ñor. Pablo dice que estas cosas surgen cuando estamos siguiendo
la carne, cuando estamos siguiendo nuestra parte humana, esa parte que crucificamos
y sepultamos debajo del agua. Es el viejo yo, mi ser antiguo, lo que era yo antes de ser
6. cristiano. Cuando veo estas cosas en mí, tiene que haber una alarma que suena en mi
mente, alertándome al peligro.
Por otro lado, tenemos el fruto del Espíritu, los resultados de una vida entregada al
Se ñor. No son producto de la voluntad humana; por más que me esfuerzo no puedo
lograr estas cosas sin la ayuda del Espíritu. Pero por medio del Espíritu puedo lograr el
amor, la alegría, la paz, la paciencia, la amabilidad, la bondad, la fidelidad, la humildad
y el dominio propio. Es cuestión de seguir la guía del Espíritu y no seguir a mi
humanidad, mi carne, mis deseos humanos. ¿Cómo voy a saber cuál estoy siguiendo?
Lo único que tengo que hacer es ver lo que se está produciendo en mi vida, si son las
obras de la carne o si es el fruto del Espíritu.
La cruz hace toda la diferencia en nuestras vidas. Crucificando el viejo yo, me libero de
mi pasado, me libero de la esclavitud a las pasiones humanas. Ya no tengo que vivir
como los demás. Escribiendo a los efesios en el capítulo 4 de su carta a ellos, Pablo
dice:
“Esto, pues, es lo que les digo y les encargo en el nombre del Señor: que ya no vivan más
como los paganos, los cuales viven de acuerdo con sus equivocados criterios y tienen
oscurecido el entendimiento. Ellos no gozan de la vida que viene de Dios, porque son
ignorantes a causa de lo insensible de su corazón. Se han endurecido y se han entregado
al vicio, cometiendo sin freno toda clase de cosas impuras. Pero ustedes no conocieron a
Cristo para vivir así, pues ciertamente oyeron el mensaje acerca de él y aprendieron a
vivir como él lo quiere, según la verdad que está en Jesús. Por eso, deben ustedes
renunciar a su antigua manera de vivir y despojarse de lo que antes eran, ya que todo
eso se ha corrompido, a causa de los deseos engañosos. Deben renovarse
espiritualmente en su manera de juzgar, y revestirse de la nueva naturaleza, creada a
imagen de Dios y que se distingue por una vida recta y pura, basada en la verdad.”
(Efesios 4:17-24)“
Es una transformación. Ya somos muy distintos del mundo. Vivimos vidas renovadas.
En los versículos que siguen, Pablo describe el impacto que esa renovación tiene en
nuestras relaciones interpersonales:
“Por lo tanto, ya no mientan más, sino diga cada uno la verdad a su prójimo, porque
todos somos miembros de un mismo cuerpo. Si se enojan, no pequen; que el enojo no les
dure todo el día. No le den oportunidad al diablo. El que robaba, deje de robar y
póngase a trabajar, realizando un buen trabajo con sus manos para que tenga algo que
dar a los necesitados. No digan malas palabras, sino solo palabras buenas que edifiquen
la comunidad y traigan beneficios a quienes las escuchen. No hagan que se entristezca el
Espíritu Santo de Dios, con el que ustedes han sido sellados para distinguirlos como
propiedad de Dios el día en que él les dé la liberación definitiva. Alejen de ustedes la
amargura, las pasiones, los enojos, los gritos, los insultos y toda clase de maldad. Sean
buenos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, como Dios los perdonó
a ustedes en Cristo. Ustedes, como hijos amados de Dios, procuren imitarlo. Traten a
todos con amor, de la misma manera que Cristo nos amó y se entregó por nosotros, como
ofrenda y sacrificio de olor agradable a Dios.” (Efesios 4:25-5:2)
Pablo menciona varias cosas aquí. Se ñalo algunas:
(1)Decir la verdad. En el versículo 15, Pablo dice que debemos hablar la verdad en
amor. No buscamos enga ñar a nuestros hermanos. Somos de la verdad. Dios es
7. verdad. Cristo dijo: “Yo soy la verdad.” Si somos de él, todo lo que sale de nuestras
bocas debe ser la verdad.
(2)Controlar el enojo. El enojo es obra de la carne, así que tenemos que limitarlo.
No debe llevarnos al pecado. Y no debemos dejar que se convierta en rencor, pues
eso da oportunidad al diablo. La ira es parte de nuestro viejo yo. No podemos decir:
“Bueno, yo soy así.” No, Ud. era así; ahora debe vivir guiado por el Espíritu.
(3)Usar palabras de edificación. Si siguiéramos los consejos de Pablo aquí, ¡creo
que habría mucho más silencio! No hablar nada excepto lo que edifica y trae
beneficios. Se ha dicho que cada cosa que decimos debe pasar por tres filtros: ¿es
verdad? ¿es bueno? ¿es necesario? Hay un cáncer que anda por ahí en las iglesias,
hermanos que pasan su tiempo buscando en qué criticar a otros. Hay revistas
enteras dedicadas a se ñalar las faltas de otros hermanos. No participemos en tal
pecado. Si alguien nos habla de lo que otro hermano ha hecho, lo que alguna
congregación ense ña, lo que algún predicador cree, nuestra pregunta debe ser: “Y
¿qué dijo ese hermano cuando hablaste con él?” Si no han hablado directamente
con los hermanos a quienes están criticando, no debemos escucharlos. Así de
simple. No participemos en chismes y murmuración.
(4)Eliminar las tendencias humanas: amargura, pasiones, enojos, gritos, insultos,
maldad. Como dije, demasiadas veces disculpamos tales cosas diciendo “Bueno,
así soy yo.” Pero el cristiano no puede hablar así. Estábamos controlados por
nuestras pasiones, pero ya no. Ya vivimos bajo la guía del Espíritu.
(5)Ser buenos Ser bueno quiere decir hacer las cosas que le ayudan a la persona a
llegar al cielo. Me he dado cuenta en los últimos a ños que en eso está la prueba de
si algo es bueno o malo. Algo que nos acerca a Dios es bueno; todo lo que me aleja
de El es malo. Es por eso que una enfermedad puede ser buena. La muerte de un
ser querido puede ser bueno. Conseguir el trabajo de mis sue ños puede ser malo.
Entonces, ser bueno con alguien a veces incluye decirle cosas que no le gustan.
Incluye se ñalar el pecado en su vida. Incluye reprenderle.
(6)Perdonar. El perdón se basa en el perdón que hemos recibido. Jesucristo lo
explica mejor que yo en Mateo 18:23-35 “Por esto, sucede con el reino de los cielos
como con un rey que quiso hacer cuentas con sus funcionarios. Estaba comenzando a
hacerlas cuando le presentaron a uno que le debía muchos millones. Como aquel
funcionario no tenía con qué pagar, el rey ordenó que lo vendieran como esclavo, junto con
su esposa, sus hijos y todo lo que tenía, para que quedara pagada la deuda. El funcionario
se arrodilló delante del rey, y le rogó: ‘Tenga usted paciencia conmigo y se lo pagaré todo.’
Y el rey tuvo compasión de él; así que le perdonó la deuda y lo puso en libertad. “Pero al
salir, aquel funcionario se encontró con un compañero suyo que le debía una pequeña
cantidad. Lo agarró del cuello y comenzó a estrangularlo, diciéndole: ‘¡Págame lo que me
debes!’ El compañero, arrodillándose delante de él, le rogó: ‘Ten paciencia conmigo y te lo
pagaré todo.’ Pero el otro no quiso, sino que lo hizo meter en la cárcel hasta que le pagara
la deuda. Esto dolió mucho a los otros funcionarios, que fueron a contarle al rey todo lo
sucedido. Entonces el rey lo mandó llamar, y le dijo: ‘¡Malvado! Yo te perdoné toda aquella
deuda porque me lo rogaste. Pues tú también debiste tener compasión de tu compañero, del
mismo modo que yo tuve compasión de ti.’ Y tanto se enojó el rey, que ordenó castigarlo
hasta que pagara todo lo que debía.” Jesús añadió: —Así hará también con ustedes mi
Padre celestial, si cada uno de ustedes no perdona de corazón a su hermano.”
8. (7)Amar. El amor se basa en la cruz, como toda nuestra ética. El apóstol Juan
escribió: “Conocemos lo que es el amor porque Jesucristo dio su vida por nosotros; así
también, nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos.” (1 Juan 3:16) No
debemos olvidarnos que el amor está en el centro de nuestra fe. Los mandamientos
más grandes tienen que ver con el amor. Cristo dijo que el mundo nos conocería
como discípulos suyos por el amor que tenemos. En Apocalipsis 2, vemos el
ejemplo de la iglesia de Efeso, una iglesia activa, con una doctrina impecable, pero
que estaba por dejar de ser una iglesia de Dios por su falta de amor.
Cristo nos ha puesto en un cuerpo. Su cuerpo. Todo lo que hacemos a los demás nos
afecta a nosotros. Estamos conectados. Somos dependientes, los unos de los otros.
Crecemos si crecen los otros; si ellos no avanzan en la fe, nosotros tampoco podemos
avanzar. Tenemos que poner nuestras relaciones interpersonales en un lugar de
prioridad.
Los que saben de cangrejos me dicen que hay un truco relativamente fácil para
asegurarse que los cangrejos no escapen de una cubeta. Si uno pone un cangrejo en
la cubeta, tiene que taparlo bien; sino, fácilmente se escapa el cangrejo. Pero si uno
pone dos cangrejos o más en una cubeta, ya no hace falta la tapa. Si un cangrejo
empieza a subir y tratar de escaparse, los otros lo retienen, lo tiran abajo. No permiten
que los otros escapen, y ellos tampoco escapan. Si se dejaran en paz los unos a los
otros, todos saldrían y escaparían de la muerte segura que les espera.
A veces somos como los cangrejos, ¿no? Pensamos que tirar abajo a nuestros
hermanos nos exalta a nosotros de alguna forma. Pensamos que si el otro sobresale,
habrá menos gloria para nosotros. Y nos tiramos abajo mutuamente. Vemos que este
hermano tiene éxito, entonces buscamos lo que sea para criticarlo, para herirlo, para
tirarlo abajo.
Otro ejemplo que tenemos de la naturaleza son las hormigas. Las hormigas son
formidables, no por lo que es el insecto en sí sino por lo que hacen en conjunto.
Trabajando juntas, logran grandes cosas. Hasta están dispuestas a sacrificarse por el
bien del grupo. Cuando sienten que se les viene alguna inundación, se unen todas
para formar una balsa viviente, flotando por el agua hasta llegar a un lugar seguro.
Unidas entre sí, las hormigas logran grandes cosas.
¿Cuál vamos a ser nosotros? ¿Seremos un canasto de cangrejos, siempre tirándose
abajo, no avanzando porque no dejamos avanzar? ¿O seremos hormigas, ayudándonos
mutuamente para poder lograr juntos mucho más de lo que podríamos lograr cada uno
por sí solo?