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La hegemonía
en Gramsci

Autor: Lic. Damián Andrada
Fecha: Noviembre 2013
Lugar: Buenos Aires - Argentina
Mail: damian.andrada@gmail.com
1. Introducción
“Per vent'anni dobbiamo impedire a questo cervello di funzionare”
Michele Isgro, requisitoria contra Antonio Gramsci. 4 de junio de 1928.

Como todas las tesis de maestría, esta no será original y comenzará planteando su
hipótesis, que configura el hilo conductor de la misma:
“El nuevo Estado Plurinacional de Bolivia llevó a cabo un proceso de
hegemonía a partir de tres esferas: el poder popular liderado por los sindicatos
campesinos, los movimientos sociales y los pueblos originarios; la conducción
de un líder popular-carismático encarnado en la figura de Evo Morales; y un
respaldo ideológico indiano-nacionalista de izquierda.”
De este modo, deseamos comprobar la pertinencia y la relevancia del uso de la categoría
gramsciana de “hegemonía” en la estrategia y el modo de construcción de poder del
movimiento indígena-originario-campesino en Bolivia que, entendemos, concluyó con la
llegada de Evo Morales a la Presidencia en 2005.
A partir de esta premisa, en el marco teórico nos es necesario responder a dos problemas:
a) Refutar los posibles planteos acerca de que la categoría de “hegemonía” de Antonio
Gramsci es anacrónica para aplicar a la sociedad boliviana.
b) Explicar el concepto de “hegemonía” de Antonio Gramsci y sus categorías secundarias,
y plantear su pertinencia para comprender el proceso de construcción de poder de los
pueblos indígenas, originarios y campesinos.
Una vez desarrollado el contenido teórico, nos servirá de base para proponer una
reconstrucción histórica de la llegada al poder de los movimientos indianistas en Bolivia,
apelando a la “caja de herramientas” gramscianas, y señalar los elementos del proceso
por el cual un partido campesino conquista el poder en un país que se ha vuelto urbano.
2. Antonio Gramsci: el intelectual orgánico
Gramsci fue un pensador, periodista y político italiano de gran importancia para el
pensamiento marxista. En palabras de Eric Hobsbawm (1974): “El pensador comunista
más original de Occidente en el siglo XX” (p. 1). O también descripto como uno de los
“más puros héroes civiles” (p. 410) de Italia según Ernesto Sábato (1947).
Nino, como lo llamaban cariñosamente sus padres, nació en la ciudad sarda de Ghilarza el
22 de enero de 1891, en el seno de una familia popular. Desde chico conoció la carencia, si
bien esta se profundizó cuando a los 17 años se mudó a Cagliari, junto a su hermano. A
pesar de haber terminado el Liceo en condiciones de desnutrición, su experiencia en la
capital de Cerdeña será un fuerte hito en su vida: tomará contacto con el Partido Socialista
Italiano (PSI), comenzará sus lecturas de Benedetto Crocce y Karl Marx y comenzará su
preocupación por la cuestión social de la población.
Tres años después Gramsci gana una beca para estudiar Filología Moderna en la
Universidad de Turín. Ya en la ciudad de la Fabbrica Italiana Automobili Torino (FIAT), su
situación se agrava por los precios de una ciudad industrial. A la pobreza se le suma el frío
y Nino terminará abandonando la universidad, pero intensificará su participación política.
Su carrera como periodista se despega: publica sus primeros artículos en Il Grido del
Popolo; tiene una columna llamada Sotto la Mole en el diario del PSI, el Avanti!; y edita un
único número de la La Città Futura junto a la juventud socialista. La mirada y las opiniones
de Gramsci cobran relevancia. Al igual que Marx, utiliza al periodismo como herramienta
de lucha política. El sardo comienza a ganar fama de intelectual.
La cúspide de su carrera llega con la creación de L’Ordine Nuovo (LON), semanario que
luego se publicará todos los días, el cual busca movilizar a la clase obrera y los consigli de
fábrica. A pesar de la derrota en el Bienio Rojo, el ciclo de dos años de lucha obrera en
Italia, LON gana el apoyo de Lenin; mientras que el sardo comienza a construir su teoría
para la conquista del poder en sociedades capitalistas complejas.
Crítico del conservadurismo del PSI, Gramsci es uno de los promotores de la fractura y la
creación del Partido Comunista Italiano (PCI) en 1921, por el cual es elegido diputado en
1924. Sin embargo el fascismo se vuelve cada vez más represivo. A fines de 1926, Benito
Mussolini disuelve todos los partidos políticos y suprime las garantías constitucionales. El
5 de noviembre Gramsci es detenido y apresado en la cárcel romana de Regina Coeli. Se
iniciará así un período de encierro de más de 10 años, una década de tristeza, enfermedad
y profundo pensamiento político y teórico que nos dejará a los Quaderni del Carcere.
Resulta aquí apropiado citar al filósofo y docente argentino Néstor Kohan y, una vez más,
al historiador británico Eric Hobsbawm:
Mussolini, by a pleasing irony of history, saved him from Stalin by putting him
behind bars. Had he remained free, he would either have been forced out of
the Communist Party or obliged to lapse into silence or an ostensible public
orthodoxy, whose faint and subtle implications would now be hard to
recognize. (HOBSBAWM, 1974: 14)
El fascismo pretendió quebrar a Gramsci como revolucionario, anularle su
dignidad tras las rejas e impedirle pensar durante décadas. Jamás lo logró.
Mientras Benito Mussolini es recordado hoy como un mamarracho y un
monigote, un peón grotesco y subalterno de los nazis; los escritos de Antonio
Gramsci son leídos, consultados, estudiados e interpelados con pasión por
miles y miles de jóvenes en todos los continentes del mundo y en todos los
idiomas (…) Aún después de muerto, el combatiente prisionero logró vencer a
sus tristes y mediocres carceleros fascistas. (KOHAN, 2011: 15)
3. Los usos de Gramsci en América Latina
Preguntarnos la actualidad de Gramsci es un punto obligado al momento de desplegar su
“caja de herramientas” para estudiar la realidad boliviana y utilizar el concepto de
“hegemonía” para explicar la construcción de poder del pueblo boliviano.
En su ya clásico Los usos de Gramsci (1981), el intelectual de “Pasado y Presente” Juan
Carlos Portantiero explica que el pensamiento del italiano ha sido tomado para usos
diversos y propone “un uso de Gramsci” que se adapte a las necesidades latinoamericanas
y reconstruya la globalidad de una obra que se encuentra en producción permanente.
“Nuestra propuesta implica ver a su obra como el testimonio ideológico y
político de una estrategia de largo alcance para la conquista del poder.”
(PORTANTIERO, 1981: 72)
* * *
El debate acerca de si la obra de Gramsci es anacrónica para Latinoamérica no es nueva.
Ya el mismo Portantiero se preguntaba: “¿Por qué Gramsci, si él mismo señala que la
estrategia propuesta ‘se plantea en los Estados modernos y no en los países atrasados ni
en las colonias, donde aún tienen vigencia las formas que en las primeras han sido
superadas transformándose en anacrónicas’?”. Responde que la teoría del italiano es “una
obra abierta a cada historia nacional” y un “estímulo útil” para los análisis (p. 130). Así
justifica el uso de suss conceptos en nuestras sociedades citando al mismo Gramsci:
“Toda verdad, incluso si es universal y también si puede ser expresada con una
fórmula abstracta de tipo matemático (para la tribu de los teóricos) debe su
eficacia al ser expresada en los lenguajes de las situaciones concretas
particulares: si no es expresable en lenguas particulares es una abstracción
bizantina y escolástica, buena para el solaz de los rumiadores de frases.”
(GRAMSCI en PORTANTIERO, 1981: 123)
Portantiero explica que el análisis gramsciano excede los límites de las sociedades
capitalistas avanzadas y “nos alcanza”. De hecho, el italiano reconoce dos tipos de
sociedades “occidentales”: el “capitalismo avanzado” y el “capitalismo periférico”. Estos
últimos permiten pensar en “otra situación occidental”, más cercana al capitalismo tardío:
“Sociedades aún no ‘maduras’, dinamizadas por el Estado y por la política, pero en las que
el Estado es mucho más ‘bonapartista’ que ‘despótico-oriental’” (PORTANTIERO, 1981:
125). Así, América Latina se acerca al “Occidente periférico y tardío” que presenta cuatro
características: a) modelación de la sociedad por el Estado y la política, b) pujas políticas
en el siglo XIX entre grupos no diferenciados económicamente que aspiran al control del
aparato burocrático, c) creación de Estados y d) penetración del capital extranjero.
De este modo, el intelectual cordobés reivindica la estrategia de la “hegemonía” como
“camino para la conquista del poder” y subraya que su teoría implica un “enorme avance
en la maduración de la ciencia política”: la revolución como hecho de masas, la
particularidad histórica de cada pueblo-nación, el socialismo como auto-gobierno de los
pueblos, la condensación de una nueva moral una vez conquistado el poder, la
redefinición de las relaciones estructura-superestructura en su crítica al “economicismo”
marxista, el Estado en sentido amplio y el bloque histórico. En su análisis Portantiero
mostrará gran interés por las categorías de “guerra de posición”, “Estado” o “crisis
orgánica” para hacer énfasis en la aplicabilidad del pensamiento gramsciano en
estructuras societarias complejas que no permiten el “ataque frontal” y en el estudio de
las particularidades históricas de cada nación:
“Para sociedades complejas, caracterizadas por la multiplicidad de experiencias
asociativas de las clases populares, el modelo de articulación organizacional
propuesto por Gramsci aparece como la forma más realista de abarcar las
energías de las masas en una lucha constante por modificar las relaciones de
fuerzas sociales.” (PORTANTIERO, 1981: 136s)
***
El mayor gramsciano argentino, José “Pancho” Aricó, comienza su libro clásico, La cola del
diablo. Itinerario de Gramsci en América Latina (2005), reconociendo la fase descendente
de la filosofía del intelectual italiano a finales del ’80 y preguntándose su actualidad para
abordar la realidad. En un pasaje brillante, el líder de “Pasado y Presente” entiende las
lógicas limitaciones de la teoría gramsciana, pero cuestiona que sean prescindibles para
intervenir teóricamente en la realidad:
“Liberarnos de una lectura doctrinarista de Gramsci no significa por sí mismo
aceptar el eclipse de su pensamiento, sino, por el contrario, reconocer sus
limitaciones, restituirlo a su condición de pensamiento de una época. Pero el
problema, en definitiva, sigue siendo el de todo aquello que se escapa de la
determinación epocal, el de ese plus de significaciones irreductibles al tiempo
histórico en el que las teorías se conformaron y que apuntan a problemas no
resueltos, a demandas de realidad insatisfechas. ¿Quién podría dudar de que
para abordarlas siempre es preciso ir más allá de esas teorías, sean las de
Gramsci o las de cualquier otro? La cuestión estriba en si hoy podemos hacerlo
sin él, prescindiendo de él y de todos aquellos a los que las incitaciones del
presente liberan del cepo de los sistemas para proyectarlo como figuras de un
debate inacabado. Tan inacabado como es siempre el debate sobre la fuerza
del poder.” (ARICÓ, 2005: 28s)
Para Aricó, la penetración de las categorías analíticas gramscianas en los discursos
teóricos de los cientistas sociales e intelectuales latinoamericanos, y en el lenguaje
político usual indica un fenómeno de apropiación cultural que rebalsa el ámbito
académico. Traducimos: si en la actualidad todo el mundo habla de “hegemonía”, de
“intelectuales orgánicos” o de “nac&pop” es por Antonio Gramsci. El italiano resultaba
una novedad dentro de la tradición leninista, mientras que la “imposibilidad material de
referirlo a contextos históricos precisos” permitía abrirlo a múltiples direcciones.
Siguiendo la línea de Portantiero, Aricó también se preguntará “¿por qué Gramsci en
América Latina?”, pero, antes de entrar en este dilema teórico, explica la dificultad de
hablar de “América Latina”. Al hablar de “América Latina” entendemos una realidad
preconstituida y homogénea que no es tal: la región presenta una heterogeneidad
profunda y estructural, una pluralidad étnica que la hace única en el mundo y la
confluencia de poderes nacionales y extranjeros que se asemejan a un “agujero negro” o
“un proyecto a realizar”, recordando la definición del peruano José Carlos Mariátegui.
Para discutir la pertenencia del italiano en América Latina, Aricó se remonta al Coloquio
de Ferrara realizado en 1985 en el cual se discutió la “asincronía” del debate en torno a
Gramsci. Utilizando la explicación gramsciana de “traducibilidad” de los lenguajes, o sea la
posibilidad de encontrar equivalencias entre diferentes realidades históricas, políticas y
sociales, el intelectual defiende la necesidad de “traducción” de los paradigmas teóricos y
políticos a la hora de aplicarlos en América Latina u otras regiones o contextos históricos.
Aricó afirma que las reflexiones de Gramsci trascienden “Occidente” para ser propias de
una época nueva del capitalismo marcada por la transformación de la relación entre
Estado y sociedad civil producto de la crisis del ’30. Por otro lado, los países latinos no son
“Oriente” y, tras las independencias, iniciaron un proceso de occidentalización de sus
estructuras y superestructuras de la mano del desarrollo internacional. Recordando que
Nino decía que la “universalidad de un principio teórico” no era el punto de partida, sino
el de conclusión, y que Marx sostenía que las ideas y las filosofías son “expresión del
desarrollo histórico real”, José Aricó argumenta en favor de la conveniencia de aplicar los
teoría del sardo al estudio de la realidad material de los países latinoamericanos:
“Indudablemente, la adopción de Gramsci por el pensamiento social
latinoamericano está vinculada al hecho de que las particularidades nacionales
de los países de nuestra región encuentran en sus sugerencias teóricas, en sus
conceptos fundamentales y en su método de indagación, la posibilidad de ser
universalizados en un criterio de interpretación más general que incluya la
singularidad latinoamericana en una tipología más acorde con la realidad de
las formaciones estatales.” (ARICÓ, 2005: 138s)
***
Otra voz autorizada es la del Doctor en Historia e investigador del CONICET Waldo Ansaldi,
quien en su artículo ¿Conviene o no conviene invocar al genio de la lámpara? El uso de las
categorías gramscianas en el análisis de la historia de las sociedades latinoamericanas
(1993) busca responder “qué, cuánto y cómo” puede utilizarse al italiano para un mejor
análisis de la historia de las sociedades latinoamericanas.
El historiador recuerda que a Gramsci le interesa la historia por “razones políticas”, como
conocimiento del presente para poder transformarlo; la preocupación del intelectual es
“articular observación histórica y análisis teórico”, y para ello debió elaborar nuevos
conceptos y categorías inexistentes en su tradición teórica. Ansaldi opina que las
propuestas teóricas y metodológicas gramscianas para analizar la sociedad son un “utillaje
formidable en el campo de la política y la historia política”1 que transciende su intención
original y puede ser utilizado “independientemente de las orientaciones y propuestas
políticas del propio Gramsci”. A fines de evitar la aplicación mecánica, en sintonía con
Portantiero y Aricó también advertirá que su utilización requiere una “criba crítica” y una
“tarea de reelaboración”. Retomando la pregunta del sociólogo y politólogo Alessandro
Pizzorno acerca de si “es lícita desde un punto de vista metodológico la elaboración de
categorías abstractas aplicables a diferentes casos históricos” como lo son las categorías
gramscianas, Ansaldi es contundente:
“Mi respuesta al interrogante es que sí es lícita y posible, a condición de
renunciar a una formulación y a una aplicación talmúdicas, dogmáticas,
acríticas, mecánicas. Es decir, sin descuidar en ningún momento la historicidad
de las categorías analíticas, cualesquiera ellas sean, sin dejar de reelaborarlas
y de descartarlas toda vez que el análisis empírico, concreto, muestre sus
alcances, límites, insuficiencias o inaplicabilidad.” (ANSALDI, 1993: 50)

1

No podemos dejar de emparentar el término “utillaje” empleado por Ansaldi para referirse a las categorías creadas por
Antonio Gramsci con el de “caja de herramientas” utilizado por el filósofo Emilio de Ípola al referirse al legado del
intelectual italiano en su Introducción a “La cola del diablo”.
Citando a Gramsci, el historiador agregará que la generalización o universalización de una
época histórica se convierte en un estímulo para conocer mejor la realidad en un contexto
diferente y que, habiendo logrado esto, se incorpora a ella. Como conclusión, Ansaldi dirá
que es posible aplicar todas las categorías gramscianas, si bien no todo el pensamiento del
italiano sirve para interpretar la totalidad de las sociedades latinoamericanas: “En todos
los casos, es necesario recurrir a la ‘traductibilidad’ de los lenguajes”. De este modo, se
debe tener en cuenta que 1) nuestras sociedades “comparten la lógica de la sociedad
capitalista, aunque la historia de cada una es diferente”, 2) las sociedad latinoamericanas
son “dependientes” y “la situación de dependencia no es un dato trivial” (p. 56).
***
En su presentación a Gramsci (2005), de Antonio Santucci, el autor de Gramsci en Chile,
Jaime Massardo, define a los Cuadernos como un “gigantesco laboratorio de análisis
político” cuyo ingreso a América Latina buscó actualizar la teoría del marxismo ortodoxo y
el marxismo soviético a las particularidades de la región e historizar su conocimiento.
Massardo observa un acercamiento entre el italiano y nuestra región en la “proximidad”
ético-política con el “Che” Guevara, sus raíces en la obra pedagógica de Paulo Freire o en
los fundamentos de la Teología de la Liberación. De este modo, ratifica “la pertinencia de
una lectura latinoamericana de la obra de Gramsci”:
“Nos deja ver a un Gramsci inmensamente actual, a un Gramsci que nos
permite avanzar en pos de nuevas viejas utopías, a un Gramsci plenamente
vigente en las luchas que hoy comienzan a dibujarse en el horizonte, a un
Gramsci cuya obra y cuyo ejemplo se transforma en inagotable fuente de
inspiración para avanzar en el control democrático de todas las instancias de la
vida social, porque nos deja ver, en definitiva, a ‘un Gramsci que -como escribe
José Aricó- sobrevive a la caída de todos los muros’.” (MASSARDO en
SANTUCCI, 2005: 13)
***
Por último, en una nota titulada Cuestiones de método, Gramsci dice que si se quiere
estudiar una concepción del mundo que no fue expuesta sistemáticamente por su autor,
es necesario hacer “un trabajo filológico minucioso”, con “honestidad científica” y “lealtad
intelectual”, sin preconceptos y apriorismos ni toma de partido. Propone reconstruir la
biografía del autor estudiado, abarcar todas sus obras y encontrar el leitmotiv.
“Es observación común de todo estudioso, como experiencia personal, que
toda nueva teoría estudiada con ‘heroico furor’ (esto es, cuando no se estudia
por mera curiosidad exterior sino con profundo interés) durante cierto tiempo,
especialmente si se es joven, atrae por sí misma, se apodera de toda la
personalidad y es limitada por cada teoría sucesivamente estudiada, hasta
tanto no se establece un equilibrio crítico y se estudia con profundidad, sin
dejarse rendir por la fascinación del sistema o del autor estudiado." (GRAMSCI,
2008: 83)
De este modo, siguiendo a los autores citados, creemos que las categorías de Gramsci
pueden sernos de gran ayuda en el estudio histórico, sociológico y político de la
construcción de poder del movimiento indígena-originario-campesino boliviano. Al menos,
siendo “el poder” nuestro tema, nos resulta más fácil con él que prescindiendo de él.
Siendo conscientes de las limitaciones de la “caja de herramientas” gramsciana, no
haremos un uso acrítico o mecánico, sino que “traduciremos” y actualizaremos los
conceptos cuando sea necesario, a fines de no caer en el “mecanicismo” de los
“rumiadores de frases” ni en el “heroico furor” provocado por la fascinación de uno de los
mayores intelectuales de la tradición marxista.
Estamos convencidos de que la teoría del poder de Antonio Gramsci

nos permite

entender la construcción de mayorías en Occidente, o sea, en estructuras societarias
complejas que no permiten el “ataque frontal” propuesto por Marx y Trotsky como
estrategia revolucionaria. En el próximo capítulo, explicaremos el concepto de hegemonía
y empezaremos a relacionarlo con su aplicación en Bolivia.
4. La hegemonía: hacia un uso posible en Bolivia
Los Cuadernos de la Cárcel significan una lectura compleja: por momentos es confusa, a
veces, cambiante y otras tantas, críptica para saltear la censura fascista. Más allá de su
gran recepción, estas tres circunstancias hacen que su teoría haya sido reinterpretada de
múltiples formas, y bienvenido sea que así haya ocurrido.
Dada esta complejidad, nos será necesario explicar la “hegemonía” y las categorías
necesarias para comprenderla: el “príncipe moderno”, la definición de Estado, cómo debe
ser la praxis revolucionaria en Occidente, la estrategia de la “guerra de trincheras”, las
alianzas y la “Cuestión Meridional”, su análisis de las relaciones de fuerza, el rol de los
“intelectuales orgánicos” y la importancia de las crisis en una estrategia revolucionaria.
Por lo tanto, deconstruiremos la telaraña gramsciana de la hegemonía.
Esta tesis entiende que la hegemonía es una teoría y una estrategia del poder, adecuada
para sociedades complejas bajo el modo de producción capitalista.
4.1. Introducción
El primer acercamiento teórico de Gramsci respecto a la praxis hegemónica aparece en el
artículo “Utopía” (1918). El intelectual sostiene que los acontecimientos dependen de la
voluntad de muchos, de la toma de conciencia de una minoría y de la capacidad de esa
minoría para orientar a la mayoría a una finalidad común. En sintonía con el italiano,
aunque desconociendo su obra, del otro lado del Atlántico el primer diputado socialista de
América Latina, Alfredo Palacios, explica que “nuestra Revolución” se dio por la idea
libertaria de una minoría ilustrada actuando en conjunto con las masas agitadas.
“Y así ha sucedido en casi todos los movimientos orgánicos en la historia de
nuestra América. Multitudes y minorías revolucionarias en conjunción –masas
y élites- son indispensables para la creación de una conciencia social que se
oponga al orden existente caracterizado por normas e instituciones que
defienden otros grupos. La masa agitada por un sentimiento nebuloso,
resentida por la injusticia del orden jurídico, fue fecundada por la idea que se
incorporó a su estado emotivo. La masa sola no puede realizar la revolución
aunque las condiciones del medio sean favorables. Es absolutamente
indispensable la alianza con la élite para asociar a deseos, aspiraciones,
creencias, ideas y fuerza.” (PALACIOS, 1954: 19)
La definición de Gramsci finaliza diciendo que antes de movilizar las voluntades se las
debe “encuadrar” dentro de los poderes del Estado. Si bien su concepto final de
“hegemonía” será diferente, lo interesante de esta acepción es que, en Occidente,
permitiría interpretar la posibilidad de construir hegemonía dentro y desde las
instituciones liberales y republicanas. Así, podremos utilizar la categoría gramsciana de
“hegemonía” en el marco de las democracias latinoamericanas. Esto nos recuerda el
consejo que el líder cubano le dio al entonces líder cocalero Evo Morales y que bien narra
el periodista Martín Sivak en su libro Jefazo:
“El principal consejo que le dio Fidel –o el que Morales recuerda como el más
importante- fue en La Habana, en 2003: ‘No hagan lo que nosotros hemos
hecho: hagan una revolución democrática. Estamos en otros tiempos y los
pueblos quieren transformaciones profundas sin guerras’. (…) Evo, que había
coqueteado con la idea de la lucha armada hizo esas palabras casi propias: la
revolución sería con los votos o no sería.” (SIVAK, 2009: 109s)
En su artículo “Democracia Obrera” (1919) en L’Ordine Nuovo, Gramsci dirá que la “acción
concreta de construcción no nacerá sino de un trabajo común y solidario de clarificación,
de persuasión y de educación recíproca” (GRAMSCI y TOGLIATTI en SACRISTÁN, 2010: 59).
Le darán así un rol esencial a la “cultura” como instrumento de hegemonía y sostendrán
que para lograr el porvenir de la sociedad comunista es necesario un PSI renovado:
“Homogéneo, cohesionado, con su doctrina, con su táctica y disciplina rígida e implacable”
(p. 76). Paralelamente, así como los soviets habían sido importantes para el Octubre Rojo,
en la Italia del ’20 el mismo papel lo cumplían los Consejos de Fábrica creados por los
obreros turineses. Intentando “traducir” su teoría a la realidad boliviana, no podemos
dejar de pensar el rol que han cumplido los movimientos sociales indígenas y campesinos.
Otra de las producciones de Gramsci sumamente relevantes para entender su concepción
de hegemonía previa a su encarcelamiento, la da durante su intervención en la Comisión
Política Preparatoria del III Congreso del Partido Comunista Italiano:
“La lucha se desarrolla en el campo ideológico, en el organizativo y en el que se
refiere a la táctica y a la estrategia del partido del proletariado.” (GRAMSCI en
SACRISTÁN, 2010: 185s)
Intelectuales en la lucha cultural y, clase dirigente en la organización y la estrategia
emergen aquí como actores principales de la construcción de hegemonía. La “acción
política”, la única creadora del progreso histórico, exige “una unidad orgánica entre teoría
y práctica, entre capas intelectuales y masas populares, entre gobernantes y gobernados”.
Definiciones como estas han dado lugar a miradas “culturalista” como la del intelectual
galés y uno de los padres fundadores de los Cultural Studies de la Escuela de Birmingham,
Raymond Williams. Tras señalar la “gran incertidumbre” que dio Gramsci al concepto,
plantea una diferencia entre “dominio” y “hegemonía”:
“El ‘dominio’ se expresa en formas directamente políticas y en tiempos de crisis
por medio de una coerción directa o efectiva. Sin embargo, la situación más
habitual es un complejo entrelazamiento de fuerzas políticas, sociales y
culturales; y la ‘hegemonía’, según las diferentes interpretaciones, es esto o las
fuerzas activas sociales y culturales que constituyen sus elementos necesarios.”
(WILLIAMS, 1997: 129)
Williams agregará que la “hegemonía” incluye y va más allá de la cultura, como proceso
social total en que los hombres configuran sus vidas, y la ideología, como sistema de
significados y valores de un particular interés de clase.
“La hegemonía constituye todo un cuerpo de prácticas y expectativas en
relación con la totalidad de la vida: nuestros sentidos y dosis de energía, las
percepciones definidas que tenemos de nosotros mismos y de nuestros mundos
(…) Es un sentido de la realidad para la mayoría de las gentes de la sociedad,
un sentido de lo absoluto debido a la realidad experimentada más allá de la
cual la movilización de la mayoría de los miembros de la sociedad se torna
sumamente difícil. Es decir que, en el sentido más firme, es una ‘cultura’, pero
una cultura que debe ser considerada asimismo como la vívida dominación y
subordinación de clases particulares.” (WILLIAMS, 1997: 131s)
Esta interpretación presenta dos ventajas: 1) corresponde a procesos comunes de
organización como podría ser una “democracia electoral” y 2) comprende a la cultura
como “algo más” que un reflejo de la estructura económica. En consecuencia, Williams
señala cuatro características de la “hegemonía”: a) es un proceso activo que debe ser
continuamente renovada, recreada, defendida y modificada; b) es un complejo efectivo de
experiencias, relaciones y actividades que tiene límites y presiones; c) no es total o
exclusiva, por eso debe estar en estado de alerta y debemos hablar también de
“contrahegemonía” y “hegemonía alternativa”; d) finalmente, no puede ser individual.
Ya en la cárcel, Gramsci hablará de la “hegemonía” en el marco de su cuestionamiento al
economicismo del materialismo histórico marxista:
“El hecho de la hegemonía presupone indudablemente que se tienen en cuenta
los intereses y las tendencias de los grupos sobre los cuales se ejerce la
hegemonía, que se forma un cierto equilibrio de compromiso, es decir que el
grupo dirigente hará sacrificios de orden económico-corporativo, pero es
también indudable que tales sacrificios y tal compromiso no pueden concernir
a lo esencial, ya que si la hegemonía es ético-política no puede dejar de ser
también económica, no puede menos que estar basada en la función decisiva
que el grupo dirigente ejerce en el núcleo rector de la actividad económica.”
(GRAMSCI, 2011: 40s)
En esta interpretación carcelaria, Gramsci evoca la hegemonía a la representación de un
grupo o clase social, como lo es el partido político, y explica que la hegemonía es “ética”,
dentro de la sociedad civil; “política”, en la esfera de la sociedad política, y “económica”
en el campo de las relaciones económicas.
En su plano ético, la hegemonía está destinada a conformar el “hombre colectivo”,
mediante la tarea educativa del Estado cuyo fin debe ser crear “nuevos y más elevados”
tipos de civilización y adecuarlos al desarrollo económico. Los instrumentos señalados por
Gramsci para incorporar individuos al “hombre colectivo” serán dos: a) el derecho, que
transforma la coerción en “libertad” y ejerce una presión colectiva en las maneras de
pensar y obrar, y b) la moral, que difunde ciertas costumbres y oculta otras. Sumaremos
aquí también a los “intelectuales orgánicos”, categoría esencial en Gramsci.
En su dimensión política, los tres poderes son órganos de hegemonía: 1) Poder
Legislativo, 2) Poder Judicial y 3) Poder Ejecutivo. También se pueden sumar las
arbitrariedades de la policía y la administración pública.
Antes de analizar las categorías fundamentales que componen la hegemonía,
comenzaremos explicando el partido político y el Estado en Gramsci, dos conceptos
elementales para la construcción de la teoría del poder del italiano
4.2. El partido político
Gramsci llamará “príncipe moderno” al partido político que reemplaza al condottiero
antropomorfo de Maquiavelo como representante de la voluntad colectiva.
“En ‘El Príncipe’ Maquiavelo se propone moldear un príncipe nuevo, virtuoso,
que concentre un poder y conforme una milicia nacional con los cuales haga
frente triunfalmente a la crisis que se abate sobre la península y pueda elevar a
Italia a la altura de las superpotencias europeas, de España y Francia.” (TURSI
en MAQUIAVELO, 2005: 12)
Mientras a principios de siglo XVI Maquiavelo pensaba en una revolución nacional que una
a toda Italia, a comienzos de siglo XX y frente a una nación italiana ya constituida Gramsci
piensa que será hora de una revolución proletaria conducida por el partido político.
“El príncipe moderno, el mito-príncipe, no puede ser una persona real, un
individuo concreto; sólo puede ser un organismo, un elemento de sociedad
complejo en el cual comience a concretarse una voluntad colectiva reconocida
y afirmada parcialmente en la acción. Este organismo ya ha sido creado por el
desarrollo histórico y es el partido político: la primera célula en la que se
resumen los gérmenes de voluntad colectiva que tienden a devenir universales
y totales.” (GRAMSCI, 2011: 12)
El partido político es “el resultado de un proceso dialéctico en el cual convergen el
movimiento espontáneo de las masas revolucionarias y la voluntad organizativa y directiva
del centro” (GRAMSCI, en SACRISTAN, 2010: 144). Para Gramsci, el partido es la expresión
de un único grupo social y el Partido Comunista es “una parte” de la clase obrera y, por lo
tanto, debe convencer a la totalidad del proletariado y conducirlo a la lucha revolucionaria
a partir de un programa. La estructura de trabajo del “príncipe moderno” debe ser:
1) Formar, organizar y ser expresión activa de una voluntad colectiva nacional-popular.
2) Llevar a cabo una reforma intelectual y moral (una nueva concepción del mundo), o
sea, “una elevación civil de los estratos más bajos de la sociedad”.
3) Esta última está directamente ligada a un programa de reforma económica.
4) En otro tramo de su obra, Gramsci agregará que los partidos deben formar dirigentes
capaces para que un grupo social se articule en un “ejército orgánicamente predispuesto”.
El partido político cuenta con tres elementos: a) “hombres comunes” que ofrecen su
disciplina, su fidelidad y apoyan las decisiones de sus dirigentes, b) un elemento de
cohesión, el centro que define qué hacer, centraliza y disciplina, y c) los “intelectuales
orgánicos”, que son la guía teórica de la praxis.
Finalmente, Gramsci diferenciará dos tipos de partidos: a) el partido de élites, conformado
por hombres de cultura que dirigen los rumbos del país desde un punto de vista cultural, y
b) el partido de masas, basado en la fidelidad “militar” de las masas a un centro político, el
cual utiliza a la muchedumbre como elemento de “maniobra”. Este último enfrenta tres
problemas: 1) las relaciones entre la dirigencia y la “masa de camaradas”, 2) las relaciones
entre la dirigencia y la clase obrera, 3) las relaciones entre la clase obrera y las demás
clases anticapitalistas.
En resumen, el partido político de masas es una organización compleja y cultural de la
sociedad para la conquista de sociedades modernas y complejas. El partido político es el
sujeto de la hegemonía. Veremos que esta será una categoría compleja a la hora de hablar
del Movimiento Al Socialismo en Bolivia.
4.3. La voluntad nacional-popular y la reforma intelectual y moral
Como bien lo vimos, ambas forman parte de la estructura de trabajo del príncipe
moderno. En primer lugar, Gramsci dice que el partido político debe formar, organizar y
ser expresión activa de la voluntad colectiva nacional y popular. El intelectual sardo
identifica esta voluntad en dos clases subalternas, de ahí lo nacional y lo popular:
“Las condiciones positivas hay que encontrarlas en la existencia de grupos
sociales urbanos, convenientemente desarrollados en el campo de la
producción industrial y que hayan alcanzado un determinado nivel de cultura
histórico-política. Es imposible cualquier formación de voluntad colectiva
nacional-popular si las grandes masas de campesinos cultivadores no irrumpen
simultáneamente en la vida política” (GRAMSCI, 2011: 14)
Una vez más, Portantiero explica que la voluntad colectiva nacional-popular es “el nexo
entre una cultura moderna, laica y científica y los núcleos de ‘buen sentido’ que se alojan
en la contradictoria cultura popular” a través de la intermediación de los intelectuales
orgánicos. Así la hegemonía se vuelve un “proceso de constitución de sujetos sociales” a
partir de la dirección política del proletariado. Portantiero agrega que en Latinoamérica lo
nacional-popular no coincidió con el socialismo sino con “la alternativa populista”:
“Las reflexiones sobre la hegemonía no hacen más que coronar su discurso
sobre lo nacional-popular como categoría fundante de la posibilidad de cambio
histórico (…) Esa voluntad colectiva expresa lo nacional-popular, el proceso de
constitución de las clases económicas en sujetos de acción histórica.”
(PORTANTIERO, 1991: 154)
En segundo lugar, Gramsci dirá que el príncipe moderno debe dedicarse a una “reforma
intelectual y moral” o sea, a construir una mirada religiosa o una concepción del mundo:
“El Príncipe Moderno debe ser, y no puede dejar de ser, el abanderado y el
organizador de una reforma intelectual y moral, lo cual significa crear el
terreno para un desarrollo ulterior de la voluntad colectiva nacional popular
hacia el cumplimiento de una forma superior y total de civilización moderna”
(GRAMSCI, 2011: 15)
En Hegemonía y estrategia socialista (2010), otros dos teóricos gramscianos con gran
influencia en los actuales procesos latinoamericanos, Ernesto Laclau y Chantal Mouffe,
explican que lo “radicalmente nuevo” de Gramsci es “la ampliación del terreno atribuido a
la recomposición política y a la hegemonía” y entender a esta última como una superación
de la “alianza de clases” a partir del desplazamiento del plano “político” de Lenin al plano
“intelectual y moral” mediante un “principio unificante”, o sea, “un fundamento
ontológico”. De este modo unen ambas categorías:
“Si un liderazgo político puede establecerse sobre la base de una coincidencia
coyuntural de intereses que mantenga separada la identidad de los sectores
intervinientes, un liderazgo intelectual y moral supone que hay un conjunto de
‘ideas’ y ‘valores’ que son compartidos por varios sectores –en nuestra
terminología, que ciertas posiciones de sujeto corten transversalmente a varios
sectores de clase-. Un liderazgo intelectual y moral constituye para Gramsci
una síntesis más alta, una ‘voluntad colectiva’ que, a través de la ideología,
pasa a ser el cemento orgánico unificador de un ‘bloque histórico’.” (LACLAU y
MOUFFE, 2010: 100s)
4.4. El Estado
En su etapa carcelaria Gramsci define a la ciencia política como “la ciencia del Estado”.
Vemos aquí una definición hegemónica del Estado funcional a su teoría del poder:
“Estado es todo complejo de actividades prácticas y teóricas con las cuales la
clase dirigente no sólo justifica y mantiene su dominio, sino también logra
obtener el consenso activo de los gobernados.” (GRAMSCI, 2011: 95s)
Desde esta óptica, el Estado sería el Gobierno de los funcionarios, que no sólo tiene y
reclama consenso, sino también lo “educa” a través de las superestructuras políticas. Casi
medio siglo más tarde, el filósofo marxista francés Louis Althusser, llamará a estas
superestructuras appareils idéologiques d’Etat (ALTHUSSER, 2011).
En una carta del 7 de septiembre de 1931, Gramsci le explica a su cuñada, Tatiana
Schucht, que su estudio sobre los intelectuales se relaciona con el concepto de Estado:
“De costumbre es comprendido como sociedad política o dictadura, o aparato coercitivo
para conformar la masa del pueblo, de acuerdo al tipo de producción y la economía de un
momento dado y no una equivalencia entre la sociedad política y la sociedad civil”
(GRAMSCI, 2005: 146). Esta explicación se ve reflejada en su nota “Estado”, donde el
intelectual sardo dará una fórmula matemática:
“Estado = sociedad política + sociedad civil, vale decir hegemonía revestida de
coerción.” (GRAMSCI, 2011: 158)
Esta fórmula viene acompañada de una nueva interpretación del “Estado” que bien
explican el gramsciano francés Jacques Texier y el filósofo mexicano Carlos Pereyra:
“El Estado en el sentido restringido de aparato gubernamental, no representa
sino un aspecto de las actividades superestructurales; el Estado integral, en
sentido gramsciano (sociedad política y sociedad civil), engloba el conjunto de
actividades superestructurales.” (TEXIER, 1975: 42)
“El Estado es un aparato represivo y, a la vez, generador de consenso y fuente
de hegemonía.” (PEREYRA, 1988: 61)
En su nota sobre “Internacionalismo y política nacional”, Gramsci retoma la afirmación del
filósofo italiano Francesco Guicciardini acerca de que la vida de un Estado precisa de las
armas y la religión, y traduce esta unidad en “doble perspectivas” necesarias para lograr la
hegemonía: “Fuerza y consenso; coerción y persuasión; Estado e Iglesia; sociedad política
y sociedad civil; política y moral; derecho y libertad; orden y disciplina; o, con un implícito
juicio de sabor literario, violencia y fraude” (GRAMSCI, 2011: 147).
Eric Hobsbawm también se refiere a la concepción del “Estado” del intelectual sardo como
un elemento relevante para entender su teoría y agrega que esta categoría precisa una
distinción entre Estado y “sociedad civil” y una entre clases “dominantes” y “subalternas”.
Así el concepto de “subalterno” se vuelve crucial: la revolución significará lograr que una
clase subalterna crea que puede volverse una potencial clase al poder.
“La concepción de Estado como un equilibrio entre coerción e instituciones
hegemónicas, extraña en la discusión marxista, no es novedosa en sí misma.
Es obvio que la clase en el poder no depende sólo del poder de coerción y la
autoridad, sino también del consentimiento derivado de la hegemonía (‘el
liderazgo intelectual y moral’ ejercido por el grupo en el poder y ‘la dirección
general’ impuesta sobre la vida social a partir del grupo dominante
fundamental’) que se vuelve ‘histórico, a partir del prestigio (y consecuente
confianza) que goza debido a su posición y función en el mundo de la
producción’.” (HOBSBAWM, 1974: 10)
Dentro de esta concepción dual del Estado, el contenido de la hegemonía política debe ser
“fundamentalmente de orden económico”: se debe reorganizar la estructura y, las
relaciones entre los hombres y el mundo de la economía (GRAMSCI, 2011: 159s). A partir
de esta transformación económica en el nuevo “Estado” prevalecerá su dimensión “ética”:
“Cada Estado es ético en cuanto una de sus funciones más importantes es la de
elevar a la gran masa de la población a un determinado nivel cultural y moral,
nivel (o tipo) que corresponde a las necesidades de desarrollo de las fuerzas
productivas y, por consiguiente, a los intereses de las clases dominantes.”
(GRAMSCI, 2011: 154)
El objetivo de Gramsci es la “sociedad regulada”: una sociedad sin clases donde las
organizaciones del pueblo realizan las funciones cumplidas por la sociedad política,
“preparando así la extinción del Estado” (ARICÓ en GRAMSCI, 2011: 159). Con la extinción
del feudalismo, la burguesía era la clase destinada a asimilar a toda la sociedad y expresar
el proceso de absorción de la “sociedad política” por parte de la “sociedad civil”, pero en
el siglo XX estaba saturada, se disgregaba y expulsaba elementos (p. 156). Así, el
proletariado es la clase llamada a ser el actor social que conduzca el proceso hegemónico.
A modo de síntesis, citaremos una vez más a Portantiero, quien mejor explica esta
concepción “integral” del Estado: un “modelo de dominación mucho más complejo” que
el del “Estado-Instrumento” de la socialdemocracia de la II Internacional Comunista.
“La distinción analítica que Gramsci establece sobre ‘lo social’ es trinaria:
estructura económica, estado (gobierno) y sociedad civil. ‘El Estado -escribees el instrumento para adecuar la sociedad civil a la estructura económica’.
Hay, entonces, una concepción doble del Estado (prácticas y organizaciones
‘públicas’ y ´privadas’ a través de las cuales se ejerce la dominación), que se
asocia con un tertium datum: la estructura económica. ‘Entre la estructura
económica y el Estado con su legislación y coerción está la sociedad civil’.”
(PORTANTIERO, 1981: 45s)
1. La sociedad civil: es la sociedad en sí, “el conjunto de los organismos vulgarmente
llamados privados", que asume el avance orgánico para la conquista de la hegemonía
cultural. Es la apuesta gramsciana como instrumento para la conquista del aparato estatal.
2. La sociedad política: también la llama “burocracia”, “gobierno de los funcionarios” o
“Estado”; y está compuesta por los funcionarios de carrera que conforman el aparato
administrativo civil y la estructura policíaca-militar (el aparato de coerción estatal).
3. Las relaciones económicas: no son estructuras predeterminadas, sino estructuras de
posibilidades, dominadas por los intereses del capital y las clases dominantes. Si bien,
Gramsci no explicitará su concepción como elemento del Estado, resaltará su carácter de
componente hegemónico y la necesidad de su transformación para la creación de un
nuevo Estado (pp. 41 y 159).
Veremos a continuación que las concepciones gramscianas del partido político y Estado
son fundamentales para entender las categorías que componen la hegemonía.
4.5. La praxis revolucionaria en Occidente
Durante toda su obra, Gramsci discutirá la dimensión positivista y determinista del
marxismo ortodoxo: la superestructura político-ideológica entendida como reflejo de la
estructura económica y la versión teleológica del materialismo histórico.
“En la producción social de su existencia, los hombres establecen determinadas
relaciones, necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de
producción que corresponden a un determinado estadio evolutivo de sus
fuerzas productivas materiales. La totalidad de esas relaciones de producción
constituye la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la cual se
alza un edificio jurídico y político, y a la cual corresponden determinadas
formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material
determina el proceso social, político e intelectual de la vida en general.”
(MARX, 2011: 66)
“Al desarrollarse la gran industria, la burguesía ve tambalearse bajo sus pies
las bases sobre las que produce y se apropia de lo producido. Y a la par que
avanza, se cava su fosa y cría a sus enterradores. Su muerte y el triunfo del
proletariado son igualmente inevitables.” (MARX y ENGELS, 2008: 57)
Por el contrario, ya en su juventud Gramsci publica un artículo titulado “La revolución
contra ‘El capital’” (1917) en el Avanti y luego reproducido en Il Grido del Popolo, donde
discute directamente con Marx y con aquellos socialistas rusos que planteaban la
necesidad de una revolución burguesa antes de la revolución socialista.
“Los hechos han superado las ideologías. Los hechos han provocado la
explosión de los esquemas críticos en cuyo marco la historia de Rusia habría
tenido que desarrollarse según los cánones del materialismo histórico. Los
bolcheviques reniegan de Karl Marx, afirman con el testimonio de la acción
cumplida, de las conquistas realizadas, que los cánones del materialismo
histórico no son tan férreos como podría creerse y como se ha creído.”
(GRAMSCI en SACRISTÁN, 2010: 34)
El entonces periodista se pregunta por qué Rusia debería haber esperado a que se
repitiera la historia de Inglaterra: que se formara una burguesía, se suscitara la lucha de
clases y finalmente llegara la catástrofe capitalista. No entiende a la historia como un
sólido ya perfilado, que tiene planes preestablecidos, ni como un desarrollo libre (p. 49): la
historia está hecha por los hombres, por las “pujas entre fuerzas activas y pasivas” (p.12).
En su artículo Utopía (1918) ampliará esta visión:
“La historia no es un cálculo matemático: no existe en ella un sistema métrico
decimal, una numeración progresiva de cantidades iguales que permita las
cuatro operaciones, las ecuaciones y la extracción de raíces. La cantidad
(estructura económica) se convierte en ella en cualidad porque se hace
instrumento de acción en manos de los hombres.” (GRAMSCI en SACRISTÁN,
2010: 45)
Podemos ver esta lectura en la carta a sus camaradas de L’Ordine Nuovo (9-II-1924),
donde el intelectual sardo critica el manifiesto de Amadeo Bordiga, quien pensaba que en
los países más desarrollados de Europa Central y Occidental se daba el mecanismo
histórico marxista, ausente en la Rusia feudal pre-revolucionaria. Así, sostendrá que sólo
es necesario organizar el partido en sí y esperar el devenir histórico. Por su parte, Gramsci
explica que la situación revolucionaria en las economías de Europa Central y Occidental no
sólo es “distinta” a la de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), sino que
también más compleja. En consecuencia plantea una estrategia revolucionaria alternativa:
“La determinación, que en Rusia era directa y lanzaba las masas a la calle, al
asalto revolucionario, en Europa Central y Occidental se complica con todas
esas sobrestructuras políticas creadas por el superior desarrollo del
capitalismo, hace más lenta y más prudente la acción de las masas y exige, por
tanto, al partido revolucionario toda una estrategia y una táctica mucho más
complicadas y de más respiro que las que necesitaron los bolcheviques en el
período comprendido entre marzo y noviembre de 1917.” (GRAMSCI en
SACRISTÁN, 2010: 146)
Ya desde la cárcel, Gramsci complejiza aún más su lectura sobre Occidente y las
diferencias con Oriente. En sus notas sobre la lucha política y la guerra militar que
desarrollamos en el próximo apartado, el intelectual sardo elabora su frase célebre, citada
ampliamente por los teóricos socialistas, y que redundará en la visión gramsciana de la
revolución en Occidente:
“En Oriente el Estado era todo, la sociedad civil era primitiva y gelatinosa; en
Occidente, entre Estado y sociedad civil existía una justa relación y bajo el
temblor del Estado se evidenciaba una robusta estructura de la sociedad civil.
El Estado sólo era una trinchera avanzada, detrás de la cual existía una robusta
cadena de fortalezas y casamatas.” (GRAMSCI, 2011: 83)
De este modo, la obra de Gramsci plantea que la acción política es más que relevante para
la concreción de la revolución y pugnará para que el objetivo de la praxis revolucionaria en
los Estados occidentales sea la conquista de la sociedad civil a través de la batalla cultural
y la conquista de las instituciones burguesas como ser la escuela y la Iglesia. De este modo
paralelo a su crítica al “economicismo”, hará una argumentación de tipo superestructural,
lo que lo ha llevado a ser considerado un “teórico de las superestructuras”.
Décadas más tarde, una línea similar seguirá el sociólogo griego radicado en Francia, Nicos
Poulantzas, quien en sus artículos escritos entre 1964 y 1967 apunta a “construir
elementos de una teoría marxista de la superestructura del Estado”. El académico plantea
comprender la “realidad de los fenómenos sociales ideales”, evitando reducirlos a un
reflejo de la “materialidad de los niveles de la base” como sí propone el marxismo
ortodoxo. De este modo la superestructura político-ideológica también tendría una
función histórica al igual que la estructura económica. Entendiendo a la superestuctura
estatal como una relación de fuerzas dada de la lucha de clases, Poulantzas afirma:
“Por una parte, no se trata aquí y ahora, de una toma del poder por medio de
la lucha armada inmediata sino de una conquista del poder. Además, esta
conquista, aún en mayor grado que la toma, puede y debe efectuarse por
medio de una organización hegemónica de la clase obrera, por medio de una
organización que la eleve de su lugar subalterno al nivel de una clase que
vislumbre ya, luchando por su conquista, el ejercicio concreto del poder.”
(POULANTZAS, 1982: 31)
La complejidad occidental y la consecuente inconveniencia del “asalto revolucionario”
serán los pilares del pensamiento de la “hegemonía” gramsciana. En la posguerra, con la
traspolación de los conceptos de “guerra de movimiento” y “guerra de posición” al campo
político, planteará que la estrategia revolucionaria en Occidente debe ser la construcción
de una hegemonía nacional en el ámbito de las superestructuras de la sociedad civil que
permita sentar las bases para una posterior conquista de la sociedad política. La guerra de
posición será para el sardo la “teoría política más importante” planteada en la postguerra.
4.6. Lucha política y guerra militar: la guerra de trincheras
Eric Hobsbawm señala que el objeto de Gramsci es doble: 1) la victoria, o sea, la
revolución socialista que libere al hombre de la dominación de la estructura económica, y
2) el combate en su dimensión de “guerra de posición” a partir de las diferentes trincheras
del Estado en Occidente.
Dada la complejidad superestructural de las sociedades occidentales, una de las notas más
importantes en los Cuadernos de la Cárcel será “Lucha política y guerra militar”. El
pensador sostiene que la lucha política es “enormemente más compleja” que la guerra
militar cuyo objetivo se cumple al destruir al enemigo y ocupar el territorio en disputa.
La lucha política conoce tres formas científico-militares de guerra: a) la de movimiento o
de maniobra, consistente en una acción directa contra el enemigo; b) la de posición o de
trincheras, basada en diversas acciones articuladas de modo paulatino que logren ganar
posiciones sobre el enemigo lentamente, y c) la guerra subterránea, “propias de minorías
débiles pero exasperadas, contra mayorías bien organizadas“. Mientras la primera tendrá
como exponente a León Trotski, partidario del “ataque frontal” que había conquistado el
poder en Rusia en 1917; la segunda será la estrategia de Lenin para Occidente.
Mientras en la antigüedad “el movimiento” se constituía en el “todo” de un conflicto
armado, la Primera Guerra Mundial trajo la táctica de las “trincheras” que obligaban un
avance gradual. El italiano sostendrá que este paso de la “guerra de movimiento” a la
“guerra de posición” también debe darse en el campo político:
“Al menos en lo que respecta a los Estados más avanzados, donde la ‘sociedad
civil’ se ha convertido en una estructura muy compleja y resistente a las
‘irrupciones’ catastróficas del elemento económico inmediato (crisis,
depresiones, etc.): las superestructuras de la sociedad civil son como el
sistema de trincheras en la guerra moderna.” (GRAMSCI, 2011: 81)
De este modo, las instituciones de la sociedad civil y “las estructuras macizas de las
democracias modernas” han vuelto al ataque revolucionario algo “parcial”. Así en
Occidente la “guerra de posición” debe ser la estrategia socialista para conquistar el
poder, la cual precisa “cualidades excepcionales de paciencia y espíritu de invención”.
"La guerra de posición requiere sacrificios enormes y masas inmensas; por eso
hace falta en ellas una inaudita concentración de la hegemonía y, por tanto,
una forma de gobierno más 'interventista' que tome abiertamente la ofensiva
contra los grupo de oposición y organice permanentemente la 'imposibilidad'
de

disgregación

interna,

con

controles

de

todas

clases,

políticos,

administrativos, etc., consolidación de las 'posiciones' hegemónicas del grupo
dominante." (GRAMSCI en SACRISTÁN, 2010: 292)
En Gramsci: Estado y sociedad civil, el profesor de filosofía de la Universidad Nacional
Autónoma de México Carlos Pereyra sostiene que la guerra de posición es la estrategia
que debe adoptar la lucha de la clase obrera para lograr hegemonía sobre la sociedad civil
del capitalismo y la condición para transformar la sociedad:
“La dominación de clase no descansa solamente en los procedimientos
coercitivos sino, de manera fundamental, en la dirección cultural y política de
la sociedad, en la contaminación ideológica de todo el sistema social.”
(PEREYRA, 1988: 59)
“Lo que Gramsci llama ‘guerra de posiciones’ es el proceso a través del cual el
bloque dominado vigoriza su presencia en las instituciones de la sociedad civil,
alterando la correlación de fuerzas en el tejido social característico de la
formación capitalista.” (PEREYRA, 1988: 60)
Por su parte, Portantiero (1981) explica que Gramsci reflexiona sobre el pasaje de la
guerra de maniobras a la guerra de posición como estrategia revolucionaria a partir de las
relaciones de fuerzas y el fracaso del ciclo de ofensiva socialista desde el fin de la Primera
Guerra Mundial hasta 1921. El conjunto de las instituciones privadas de la sociedad civil
integran el Estado capitalista, pero como ‘trincheras’ que lo protegen del elemento
económico inmediato (p. 186). De este modo, el enemigo “no está presente
exclusivamente en el aparato gubernamental, sino que se halla diseminado en todas las
instituciones de la sociedad civil” como la familia, la iglesia, la escuela, los sindicatos, los
partidos o los medios masivos de comunicación (p. 91).
“Son las instituciones de la sociedad civil; el escenario de la lucha política de
clases.” (PORTANTIERO, 1981: 186)
“La estrategia de la guerra de posiciones implica una modificación de los
instrumentos clásicos de la acción política. El supuesto es que el poder no se
‘toma’ a través de un asalto porque el mismo no está concentrado en una sola
institución, el estado-gobierno, sino que está diseminado en infinidad de
trincheras. La revolución es así un proceso social, en el que el poder se
conquista a través de una sucesión de crisis políticas cada vez más graves, en
las que el sistema de dominación se va disgregando, perdiendo apoyos,
consenso y legitimidad, mientras las fuerzas revolucionarias concentran
crecientemente su hegemonía sobre el pueblo, acumulan fuerzas, ganan
aliados, cambian, en fin, las relaciones de fuerzas.” (PORTANTIERO, 1981: 76s)
En una ruptura teórica con Marx, Gramsci propondrá combatir el “economicismo”
marxista tanto en la teoría como en la práctica política, y suplantarlo por su categoría de
“hegemonía”, como conductora de la lucha revolucionaria: en Occidente la “guerra de
posición” se impone a la “guerra de movimiento”.
4.7. Las alianzas y la cuestión Meridional
Gramsci observa una fragmentación en Italia que llamará “la cuestión meridional”: un
norte avanzado frente a un sur retrasado. Sin embargo, a diferencia de Marx que criticaba
duramente a los “campesinos parcelarios”2 en el El 18 Brumario de Luis Bonaparte,

2

Marx explica que Luis Bonaparte representa esta “gran masa”, “la clase más numerosa de la sociedad francesa”, a las
que, constituida por una suma de unidades, compara despectivamente con “las patatas de un saco forman un saco de
Gramsci sostiene que se debe conformar un “bloque único”, o sea, una alianza entre el
movimiento obrero y los campesinos, y juntos sumar a la pequeña burguesía. Influye en el
pensamiento del italiano la estrategia del “frente único” que Lenin plantea en el III y IV
Congreso de la III Internacional Socialista y, su infancia en la Cerdeña campesina y su vida
juvenil en la Turín industrial. Esta mirada queda bien clara en su intervención en la
comisión política preparatoria del III Congreso del PCI:
“En ningún país puede el proletariado conquistar y conservar el poder con sus
solas fuerzas; por tanto, tiene que conseguir aliados, o sea, tiene que llevar a
cabo una política que le permita ponerse en cabeza de las demás clases que
tienen intereses anticapitalistas y guiarlas en la lucha por derribar la sociedad
burguesa. La cuestión de particular importancia en Italia, donde el proletariado
es una minoría de la población trabajadora y está distribuido geográficamente
de tal modo que no puede pensar en llevar adelante una lucha victoriosa por el
poder sino después de haber dado una solución exacta al problema de sus
relaciones con la clase de los campesinos” (GRAMSCI en SACRISTÁN, 2010: 188)
En Los usos de Gramsci, Juan Carlos Portantiero hace una perfecta lectura del cambio de
estrategia en el pensamiento político de Gramsci, tras “el tiempo de la ofensiva”:
“La clave del frente único remite a la necesidad de construcción de la unidad
política de las clases populares, cualquiera fuese su encuadramiento
partidario, a través de la creación de organizaciones de masas capaces de
superar las divisiones ideológicas. La estrategia del frente único dará a Gramsci
la posibilidad de coagular políticamente su teoría de la revolución como
proceso de conquista del poder. Temas como hegemonía, las alianzas, la
construcción de un nuevo bloque histórico, pueden ser anudados con los
requerimientos prácticos de la estrategia planteada entre 1921 y 1923.”
(PORTANTIERO, 1981: 98)
patatas”. “No pueden representarse, sino que tienen que ser representados”, finaliza el pensador comunista. MARX,
Karl (2009). El 18 Brumario de Luis Bonaparte. Buenos Aires: Prometeo, pp. 117s.
El intelectual de Pasado y Presente explica que este cambio se refleja en las Tesis de Lyon
escritas en enero de 1926 para el III Congreso del Partido Comunista Italiano, donde el
grupo de L’Ordine Nuovo piensa la ligazón entre “momento democrático” y “momento
socialista”. La táctica del “frente único” se puede ver ya en la tesis 19 y 40:
“Tesis 19. Las fuerzas motrices de la revolución italiana, tal como surge de
nuestro análisis, son, en orden de importancia, las siguientes: 1. la clase obrera
y el proletariado rural; 2. los campesinos del Mezzogiorno y de las islas y los
campesinos del resto de Italia.”
“Tesis 40: La tarea de unificación de las fuerzas del proletariado y de toda la
clase trabajadora sobre un terreno de lucha es la parte "positiva" de la táctica
del frente único y representa en Italia, en las actuales circunstancias, la tarea
fundamental del partido.” (GRAMSCI, Et. Al., 1926)
Indígenas de las tierras bajas del Oriente boliviano, originarios del Occidente andino,
campesinos de toda Bolivia, intelectuales de izquierda y clases medias urbanas: aquí la
traducción boliviana al movimiento que llegó al poder con Evo Morales.
4.8. Las relaciones de fuerzas
Gramsci es el primer teórico que entiende que el estudio de las “situaciones”, o sea, “los
diversos grados de relaciones de fuerzas”, es importante tanto para realizar intuiciones
políticas “rigurosas”, como para determinar el “plan estratégico” del partido político. Un
adecuado análisis de las situaciones justifica y guía una acción práctica, y permite escoger
una “coyuntura estratégica” para la medición de fuerzas, la cual consiste en la
“preparación estratégica del teatro de la lucha” a fines de minimizar los “factores
imponderables”. El autor señala tres momentos de las “relaciones de fuerzas”:
1) Relación de fuerzas sociales estrechamente ligadas a la estructura: se basa en los
grupos sociales existentes y la posición que ocupan en determinado grado de desarrollo
de las fuerzas materiales de producción. Esta concepción permite determinar si existen las
condiciones para la transformación de la estructura económica.
2) Relación de las fuerzas políticas: es “la valoración del grado de homogeneidad,
autoconciencia y organización alcanzado por los diferentes grupos sociales”. Dentro de
este momento se dan tres grados: a) el “económico-corporativo”, o sea, la unidad
homogénea y los lazos de solidaridad de un grupo profesional (como podrían ser los
comerciantes o los fabricantes); b) la conciencia de solidaridad de intereses entre todos
los miembros de un mismo grupo social económico, que plantea la igualdad políticojurídica con los grupos dominantes; c) la conciencia de que los propios intereses
corporativos superan los límites de un grupo económico y deben convertirse en los
intereses de otros grupos subalternos; a diferencia de la anterior, esta fase es política, las
ideologías se transforman en partido y significa “la hegemonía de un grupo social
fundamental sobre una serie de grupos subordinados”. Este grupo social dominante
concibe al Estado como un organismo propio y lo utiliza para la expansión de sus
intereses, si bien presenta estas acciones como un “desarrollo de todas las energías
nacionales”. Asimismo, el grupo hegemónico debe encontrar un continuo equilibrio entre
sus intereses y el de los demás grupos subordinados.
3) La relación de las fuerzas militares. Dentro de este momento existen dos grados: a)
militar o técnico-militar, que comprende el uso de la fuerza mediante aparatos militares o
para-militares; b) político-militar, que se da ante la pasividad de una mayoría y comprende
una lucha cultural para anular al adversario sin utilizar la fuerza (o utilizándola
ocasionalmente o indirectamente).
Volviendo a Bolivia, nos interesará fundamentalmente la relación de fuerzas políticas,
dado que entendemos que bajo la figura de Evo Morales, los cocaleros lograron
convertirse en la vanguardia de todo el movimiento campesino, para luego sumar a los
originarios de la región andina y los indígenas de tierras bajas. De modo parecido, diremos
que la Guerra del Agua, la Guerra del Gas y el conflicto de Media Luna son expresiones de
la relación de las fuerzas militares con el neoliberalismo y sus expresiones de clase.
4.9. Las crisis
Juan Carlos Portantiero sostiene que uno de los ejes problemáticos de los modos
cambiantes de la dominación será “las características de la crisis”, entendida como una
“contradicción económica” que, mediante la articulación orgánica de las masas como
sujeto de acción, puede transformarse en “contradicción política”. Crisis y la hegemonía
serán dos rasgos vitales en la obra de Gramsci:
“Teoría de la hegemonía y teoría de la crisis aparecerán así entrelazadas como
temas complementarios y centrales de un enfoque que privilegiará la
mediación que las instituciones operan en la relación entre masas y clases
dominantes.” (PORTANTIERO, 1981: 43)
4.9.1. Ruptura del equilibrio de fuerzas
Si bien las crisis económicas no producen por sí mismas revoluciones, sí crean un terreno
favorable para la propagación de nuevos modos de pensar, especialmente, de aquéllos
que critican el orden imperante: “Las crisis históricas fundamentales son provocadas
inmediatamente por las crisis económicas” (GRAMSCI, 2011: 60). Si bien elimina todo
vestigio mecanicista, Gramsci ve a las crisis económicas como instrumento para la acción
política y revolucionaria:
“En todo caso, la ruptura del equilibrio de fuerzas no ocurre por causas
mecánicas inmediatas del empobrecimiento del grupo social que tiene interés
en romper el equilibrio y de hecho lo rompe; ocurre, por el contrario, en el
cuadro de conflictos superiores al mundo económico inmediato vinculado al
‘prestigio’ de clase (intereses económicos futuros), a una exasperación del
sentimiento de independencia, de autonomía y de poder” (GRAMSCI, 2011: 61)
El factor económico como causa de una nueva realidad histórica es sólo un “aspecto
parcial” de las relaciones de fuerzas. El “elemento decisivo de toda situación es la fuerza
permanentemente organizada y predispuesta” (p. 62), a la cual se debe guiar a la acción
revolucionaria cuando se vislumbra una coyuntura favorable de relaciones de fuerzas. El
intelectual recuerda el folleto de Rosa Luxemburgo Huelga de masas, partido y sindicatos,
en el cual la revolucionaria alemana compara al “elemento económico inmediato” con “la
artillería de campaña que, en la guerra, abre una brecha en la defensa enemiga” para que
las tropas logren irrumpir al cerco contrario (p. 79).
Relacionando con Bolivia, planteamos que la crisis del modelo neoliberal sembró un campo
fértil para la llegada de Evo Morales al poder. Sin crisis económica, no habría habido
Presidente indígena, si bien la crisis tampoco fue suficiente por sí misma para esto.
4.9.2. Crisis orgánica
Gramsci llama “crisis orgánica” al momento histórico en el cual “los grupos sociales se
separan de sus partidos tradicionales”, dado que no son reconocidos como “expresión
propia de su clase”. Sin embargo, esto no significa una coyuntura totalmente favorable
para las fuerzas revolucionarias dado que la situación se vuelve “delicada y peligrosa”, y
propicia para soluciones de fuerza o la emergencia de fuerzas oscuras representadas por
un líder carismático. Benito Mussolini en Italia o Adolf Hitler en Alemania pueden ser
ejemplos de esto. La raíz de la crisis orgánica se debe buscar en la labor de los dirigentes:
“El contenido es la crisis de hegemonía de la clase dirigente, que se produce o
bien porque dicha clase fracasó en alguna empresa política para la cual
requirió o impulsó por la fuerza el consenso de las grandes masas (la guerra,
por ejemplo), o bien porque vastas masas (especialmente de campesinos y de
pequeños burgueses intelectuales) pasaron de golpe de la pasividad a una
cierta actividad y plantearon reivindicaciones que en su caótico conjunto
constituyen una revolución. Se habla de ‘crisis de autoridad’ y esto es
justamente la crisis de hegemonía, o crisis del Estado en su conjunto”
(GRAMSCI, 2011: 63)
En este caso, la similitud con Bolivia entre 2001 y 2005 es sorprendente. La crisis del
Movimiento Nacional Revolucionario (MNR), Acción Democrática Nacional (ADN) o el
Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) dieron lugar a la llegada de un partido
indígena-campesino al poder. Como señalamos en ese lustro hubo tres grandes
movilizaciones populares contra el modelo económico, mientras que un cocalero indígena
y un intelectual de clase media conformaron la dupla presidencial.
"Si la clase dominante ha perdido el consentimiento, o sea, ya no es 'dirigente',
sino sólo 'dominante', detentadora de la mera fuerza coactiva, ello significa
que las grandes masas ya se han desprendido de las ideologías tradicionales,
no creen ya en aquello en lo cual antes creían." (GRAMSCI en SACRISTÁN,
2010: 313)
La solución a esta crisis orgánica pasará por la reestructuración de muchos partidos
tradicionales en un “partido único”, considerado como “el único capaz de resolver un
grave problema existente y alejar un peligro mortal”; o la emergencia de un “jefe
carismático” que rompa el equilibrio estático entre las fuerzas tradicionales. El
Movimiento Al Socialismo como “Instrumento Político para la Soberanía de los Pueblos” y
la figura de Evo Morales encarnaran este protagonismo.
4.9.3. Empate y cesarismo
El “empate” es un momento de indefinición política entre “fuerzas cuyo contraste es
incurable desde un punto de vista histórico” y va de la mano con la crisis orgánica. Es una
“crisis de autoridad” en la cual “muere lo viejo sin que pueda nacer lo nuevo”: se da un
“impedimento mecánico opuesto a quienes podrían dirigir para que no realicen su misión”
(GRAMSCI en SACRISTÁN, 2010: 313).
“Las fuerzas en lucha se equilibran de una manera catastrófica, o sea de una
manera tal que la continuación de la lucha no puede menos que concluir con la
destrucción recíproca.” (GRAMSCI, 2011: 71)
Retomando el concepto de “bonapartismo” de Karl Marx en El 18 Brumario de Luis
Bonaparte, Gramsci llamará creará la categoría de “cesarismo”:
“(…) el cesarismo expresa siempre la solución ‘arbitraria’, confiada a una gran
personalidad, de una situación histórico-política caracterizada por un equilibrio
de fuerzas de perspectiva catastrófica (…) El cesarismo es una fórmula
polémica-ideológica y no un canon de interpretación histórica. Se pueden dar
soluciones cesaristas aun sin un César, sin una gran personalidad ‘heroica’ y
representativa” (GRAMSCI, 2011: 71)
El cesarismo puede ser de tipo “progresista” cuando colaboran con las fuerzas que buscan
una transformación (o sea, la revolución), o de tipo “regresivo”, cuando su intervención
colabora con las fuerzas tradicionales que no quieren dejar el poder (la restauración).
Esta tesis plantea que en los primeros años del siglo XXI boliviano, Evo Morales fue el
“césar” que mediante la movilización social y la vía democrática rompió el “empate” entre
la burguesía de la Media Luna y los partidos tradicionales, y las clases subalternas. El
“cesarismo” de Morales ha sido de tipo progresista-revolucionario dado que terció el
empate en favor de los sectores populares excluidos históricamente de la esfera política, y
que buscaban la refundación del Estado.
4.10. Los intelectuales orgánicos
Para Gramsci las fuerzas materiales son el contenido del bloque histórico y las ideologías
su forma: las ideologías “orgánicas” son necesarias a determinada estructura y sirven para
organizar a las masas humanas. De este modo, el italiano critica el “sentido peyorativo”
que el marxismo dio a la ideología, entendida como “expresión inmediata de la
estructura” y olvidando su origen en el mundo de las sensaciones.
“Ningún acto deja de tener resultados en la vida, y el creer en una teoría, y no
en otra, tiene en la acción reflejos particulares (…) Y eso prueba que lo que
determina directamente la acción política no es la estructura económica, sino
la interpretación que se dé de ésta y de las llamadas leyes que rigen su
desarrollo.” (GRAMSCI en SACRISTÁN, 2010: 45s)
La categoría de “intelectual orgánico” resulta fundamental para el entendimiento de su
concepto de “hegemonía”: no en vano uno de los libros compilados por Palmiro Togliatti
se titula “Los intelectuales y la organización de la cultura”. Cabe destacar también que en
Latinoamérica el concepto hizo mella debido a que el italiano interpelaba directamente a
los pensadores y les daba el combustible teórico para salir de sus actividades de escritorio,
como bien señala Aricó.
La nota gramsciana para hablar de los intelectuales orgánicos es “La formación de los
intelectuales”. El sardo posee una visión muy relativista con respecto al intelectual: todos
somos intelectuales y filósofos dado que no existe trabajo puramente físico. La diferencia
está en la “función social” y los “diversos grados de actividad específicamente intelectual”.
“Todos los hombres son intelectuales, podríamos decir, pero no todos los
hombres tienen en la sociedad la función del intelectual.” (GRAMSCI, 2009: 13)
Gramsci se pregunta si los intelectuales son un grupo social autónomo o si cada grupo
social crea los suyos. Siempre existe un grupo de intelectuales preexistentes, los
“intelectuales tradicionales”, que se consideran “autónomos e independientes” de la clase
dominante. Sin embargo, Gramsci se interesa por lo que él llama “intelectual orgánico”:
“Cada grupo social, al nacer en el terreno originario de una función esencial en
el mundo de la producción económica, se crea conjunta y orgánicamente uno o
más rangos de intelectuales que le dan homogeneidad y conciencia de la
propia función, no sólo en el campo económico sino también en el social y en el
político.” (GRAMSCI, 2009: 9)
El “intelectual orgánico” de Antonio Gramsci no es un intelectual que se encuentra al
margen del mundo y mira desde afuera, sino que debe responder a los intereses de su
grupo, mantener una “relación mediata” con el tejido social y las superestructuras, y
conquistar a los intelectuales tradicionales para su sector.
“El modo de ser del nuevo intelectual ya no puede consistir en la elocuencia,
motora exterior y momentánea de los afectos y de las pasiones, sino en su
participación activa en la vida práctica, como constructor, organizador,
‘persuasivo permanente’ no como simple orador, y sin embargo superior al
espíritu matemático abstracto.” (GRAMSCI, 2009: 14)
Los intelectuales son “empleados” del grupo dominante y llevan a cabo las “funciones
subalternas de la hegemonía social y del gobierno político”: a) construir el consenso
espontáneo y b) el aparato de coerción estatal que asegura legalmente la disciplina.
Diremos que en Bolivia, los intelectuales progresistas han cumplido un rol fundamental en
la legitimación urbana del movimiento indígena-originario-campesino, a su vez que han
sido compañeros de ruta de esta construcción. De hecho, en la primera parte del Gobierno
de Evo Morales han ocupado incluso lugares en la burocracia. El mayor ejemplo de esto
será para nosotros la figura del Vicepresidente, Álvaro García Linera, un reconocido
intelectual de izquierda quien atrajo el voto de las clases medias urbanas. Desde su puesto,
García Linera desarrolló una fuerte teorización del “proceso de cambio” a su vez que ha
sido constructor del apoyo internacional al Gobierno de Evo Morales
5. Conclusiones de la hegemonía
“La guerra de posición en política es el concepto de hegemonía”.
Antonio Gramsci. Cuaderno VIII. Fragmento 52

La “hegemonía” es una estrategia de construcción de poder de largo plazo en sociedades
complejas regidas por el modo de producción capitalista. El proceso hegemónico consiste
en que un actor social tome la vanguardia, lidere su clase y a través de un sistema de
alianzas con otros sectores sociales y económicos logre el apoyo y el consenso de las
diferentes instituciones de la sociedad civil para conquistar luego el aparato del Estado, ya
sea por la fuerza revolucionaria o por las reglas de juego de la democracia liberal.
Finalmente diremos que si bien Gramsci piensa la hegemonía para establecer un gobierno
socialista, en la actualidad latinoamericana la hegemonía tiene como fin la construcción
de Estados post-neoliberales. En consecuencia, entendemos que la hegemonía significa un
proceso dinámico que se realiza en las siguientes etapas:
1°. Momento intra-hegemónico. Es el momento en el que un grupo económicocorporativo se inscribe como grupo hegemónico que lidera a las demás clases subalternas,
es una construcción política que junta estratos articulados por coincidencias económicas,
pero sobre todo políticas y éticas. Se da en el plano cultural y político, y es una
construcción dinámica y mutante, que acepta cambio de alianzas y de estrategia.
2°. Momento de hegemonía en la sociedad civil. La conjunción de grupos se convierte en
un aparato hegemónico que conquista progresivamente diversas instituciones de la
sociedad civil: sindicatos, medios de comunicación, cámaras patronales y demás
asociaciones culturales se suman al aparato hegemónico. Es el momento de la “guerra de
posición” en su máxima expresión. Se da un pasaje molecular de individuos de otras clases
y grupos sociales hacia este aparato hegemónico que en un punto del proceso se
constituye como partido político. Comienza la unidad entre dirección y masa. Un grupo de
intelectuales orgánicos abraza al aparato hegemónico y busca darle forma a la multitud
política. Este momento está en continua tensión con el ordenamiento del grupo
subalterno. Son momentos convergentes, sincrónicos y dialécticos.
3°. Momento de transformación: pasaje de la hegemonía civil a la hegemonía política. El
aparato hegemónico nucleado en un partido político conquista el aparato del Estado
mediante las instituciones liberales-burguesas, o sea la democracia, o mediante el ataque
frontal, o sea la lucha armada. Demás está decir que en las actuales sociedades
latinoamericanas impera la conquista electoral.
4°. Momento de hegemonía en la sociedad política. Una vez conquistado el aparato
burocrático del Estado, la hegemonía pasa de ser contra-hegemónica a utilizar los
diferentes aparatos ideológicos del Estado para realizar la transformación intelectual y
moral de la sociedad civil. Los medios de información, la escuela, el derecho y la
burocracia son las instituciones para ejercer el consenso. Para ellos se precisa de un
Gobierno moral que responda a los intereses de la mayoría del pueblo, logrando la
adhesión de las mayorías que serán utilizadas como masa de maniobra.
5°. Momento material: la hegemonía económica. Una vez establecidas en el poder, las
clases subalternas convertidas en sociedad política pujan por la hegemonía económica con
las corporaciones. Es necesario para ello analizar bien las relaciones de fuerza. No se
puede atacar todos los flancos al mismo tiempo, sino estudiar cuáles son las prioridades.
Se debe iniciar un proceso de redistribución del ingreso, donde se afecten intereses de las
grandes corporaciones y, siguiendo la correlación de fuerzas, iniciar un proceso de
estatización escalonada, comenzando por los recursos estratégicos y aquellos grupos
económicos que concentran el poder económico en detrimento de la sociedad civil. Nos
referimos a una estatización escalonada porque los adversarios políticos estarán
esperando errores en la conducción estatal de las hasta entonces empresas privadas. Para
ello se debe ser muy cuidadoso en el personal contratado y se debe mostrar hacia los
empleados los beneficios de una conducción estatal mediante la redistribución dentro de
la empresa a partir de mejoras salariales y diferentes beneficios.
En este sentido queremos especificar los siguientes puntos:
 La “hegemonía” en términos gramscianos no es un punto de llegada. La “hegemonía”
es un proceso de construcción de poder dialéctico y dinámico. La “hegemonía” es
movimiento, no estado. Demanda paciencia, análisis de relaciones de fuerza y estrategia.
 La “hegemonía” nunca es total, sino mayoritariamente parcial. Desde el momento en
que la “hegemonía” en términos gramscianos es encarnada por un movimiento de
izquierda, se deben afectar intereses en pos del beneficio de las mayorías. En ese sentido,
hablamos de una “hegemonía de 2/3”.
 La “hegemonía” es consenso y coerción, pero en sociedades democráticas es más
consenso que coerción. La coerción es mayoritariamente simbólica y se hace a partir de
los aparatos ideológicos del Estado: leyes, medios masivos e instituciones de la sociedad
civil.
 Cuando la coerción deja de ser mayoritariamente simbólica y toma importancia el
accionar del aparato represivo del Estado, estamos en presencia de una crisis de
hegemonía del grupo dominante. Estos momentos de crisis son las oportunidades de los
grupos contra-hegemónicos.
 La “hegemonía” es transformadora, es revolucionaria, es un proceso de construcción
de poder en busca de una sociedad más equitativa, sin excluidos ni dominantes, opresores
ni oprimidos. No existe hegemonía conservadora. A la hegemonía conservadora
corresponde el concepto de “revolución pasiva”.
Bibliografía
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La hegemonía en Gramsci

  • 1. La hegemonía en Gramsci Autor: Lic. Damián Andrada Fecha: Noviembre 2013 Lugar: Buenos Aires - Argentina Mail: damian.andrada@gmail.com
  • 2. 1. Introducción “Per vent'anni dobbiamo impedire a questo cervello di funzionare” Michele Isgro, requisitoria contra Antonio Gramsci. 4 de junio de 1928. Como todas las tesis de maestría, esta no será original y comenzará planteando su hipótesis, que configura el hilo conductor de la misma: “El nuevo Estado Plurinacional de Bolivia llevó a cabo un proceso de hegemonía a partir de tres esferas: el poder popular liderado por los sindicatos campesinos, los movimientos sociales y los pueblos originarios; la conducción de un líder popular-carismático encarnado en la figura de Evo Morales; y un respaldo ideológico indiano-nacionalista de izquierda.” De este modo, deseamos comprobar la pertinencia y la relevancia del uso de la categoría gramsciana de “hegemonía” en la estrategia y el modo de construcción de poder del movimiento indígena-originario-campesino en Bolivia que, entendemos, concluyó con la llegada de Evo Morales a la Presidencia en 2005. A partir de esta premisa, en el marco teórico nos es necesario responder a dos problemas: a) Refutar los posibles planteos acerca de que la categoría de “hegemonía” de Antonio Gramsci es anacrónica para aplicar a la sociedad boliviana. b) Explicar el concepto de “hegemonía” de Antonio Gramsci y sus categorías secundarias, y plantear su pertinencia para comprender el proceso de construcción de poder de los pueblos indígenas, originarios y campesinos. Una vez desarrollado el contenido teórico, nos servirá de base para proponer una reconstrucción histórica de la llegada al poder de los movimientos indianistas en Bolivia, apelando a la “caja de herramientas” gramscianas, y señalar los elementos del proceso por el cual un partido campesino conquista el poder en un país que se ha vuelto urbano.
  • 3. 2. Antonio Gramsci: el intelectual orgánico Gramsci fue un pensador, periodista y político italiano de gran importancia para el pensamiento marxista. En palabras de Eric Hobsbawm (1974): “El pensador comunista más original de Occidente en el siglo XX” (p. 1). O también descripto como uno de los “más puros héroes civiles” (p. 410) de Italia según Ernesto Sábato (1947). Nino, como lo llamaban cariñosamente sus padres, nació en la ciudad sarda de Ghilarza el 22 de enero de 1891, en el seno de una familia popular. Desde chico conoció la carencia, si bien esta se profundizó cuando a los 17 años se mudó a Cagliari, junto a su hermano. A pesar de haber terminado el Liceo en condiciones de desnutrición, su experiencia en la capital de Cerdeña será un fuerte hito en su vida: tomará contacto con el Partido Socialista Italiano (PSI), comenzará sus lecturas de Benedetto Crocce y Karl Marx y comenzará su preocupación por la cuestión social de la población. Tres años después Gramsci gana una beca para estudiar Filología Moderna en la Universidad de Turín. Ya en la ciudad de la Fabbrica Italiana Automobili Torino (FIAT), su situación se agrava por los precios de una ciudad industrial. A la pobreza se le suma el frío y Nino terminará abandonando la universidad, pero intensificará su participación política. Su carrera como periodista se despega: publica sus primeros artículos en Il Grido del Popolo; tiene una columna llamada Sotto la Mole en el diario del PSI, el Avanti!; y edita un único número de la La Città Futura junto a la juventud socialista. La mirada y las opiniones de Gramsci cobran relevancia. Al igual que Marx, utiliza al periodismo como herramienta de lucha política. El sardo comienza a ganar fama de intelectual. La cúspide de su carrera llega con la creación de L’Ordine Nuovo (LON), semanario que luego se publicará todos los días, el cual busca movilizar a la clase obrera y los consigli de fábrica. A pesar de la derrota en el Bienio Rojo, el ciclo de dos años de lucha obrera en Italia, LON gana el apoyo de Lenin; mientras que el sardo comienza a construir su teoría para la conquista del poder en sociedades capitalistas complejas. Crítico del conservadurismo del PSI, Gramsci es uno de los promotores de la fractura y la creación del Partido Comunista Italiano (PCI) en 1921, por el cual es elegido diputado en
  • 4. 1924. Sin embargo el fascismo se vuelve cada vez más represivo. A fines de 1926, Benito Mussolini disuelve todos los partidos políticos y suprime las garantías constitucionales. El 5 de noviembre Gramsci es detenido y apresado en la cárcel romana de Regina Coeli. Se iniciará así un período de encierro de más de 10 años, una década de tristeza, enfermedad y profundo pensamiento político y teórico que nos dejará a los Quaderni del Carcere. Resulta aquí apropiado citar al filósofo y docente argentino Néstor Kohan y, una vez más, al historiador británico Eric Hobsbawm: Mussolini, by a pleasing irony of history, saved him from Stalin by putting him behind bars. Had he remained free, he would either have been forced out of the Communist Party or obliged to lapse into silence or an ostensible public orthodoxy, whose faint and subtle implications would now be hard to recognize. (HOBSBAWM, 1974: 14) El fascismo pretendió quebrar a Gramsci como revolucionario, anularle su dignidad tras las rejas e impedirle pensar durante décadas. Jamás lo logró. Mientras Benito Mussolini es recordado hoy como un mamarracho y un monigote, un peón grotesco y subalterno de los nazis; los escritos de Antonio Gramsci son leídos, consultados, estudiados e interpelados con pasión por miles y miles de jóvenes en todos los continentes del mundo y en todos los idiomas (…) Aún después de muerto, el combatiente prisionero logró vencer a sus tristes y mediocres carceleros fascistas. (KOHAN, 2011: 15)
  • 5. 3. Los usos de Gramsci en América Latina Preguntarnos la actualidad de Gramsci es un punto obligado al momento de desplegar su “caja de herramientas” para estudiar la realidad boliviana y utilizar el concepto de “hegemonía” para explicar la construcción de poder del pueblo boliviano. En su ya clásico Los usos de Gramsci (1981), el intelectual de “Pasado y Presente” Juan Carlos Portantiero explica que el pensamiento del italiano ha sido tomado para usos diversos y propone “un uso de Gramsci” que se adapte a las necesidades latinoamericanas y reconstruya la globalidad de una obra que se encuentra en producción permanente. “Nuestra propuesta implica ver a su obra como el testimonio ideológico y político de una estrategia de largo alcance para la conquista del poder.” (PORTANTIERO, 1981: 72) * * * El debate acerca de si la obra de Gramsci es anacrónica para Latinoamérica no es nueva. Ya el mismo Portantiero se preguntaba: “¿Por qué Gramsci, si él mismo señala que la estrategia propuesta ‘se plantea en los Estados modernos y no en los países atrasados ni en las colonias, donde aún tienen vigencia las formas que en las primeras han sido superadas transformándose en anacrónicas’?”. Responde que la teoría del italiano es “una obra abierta a cada historia nacional” y un “estímulo útil” para los análisis (p. 130). Así justifica el uso de suss conceptos en nuestras sociedades citando al mismo Gramsci: “Toda verdad, incluso si es universal y también si puede ser expresada con una fórmula abstracta de tipo matemático (para la tribu de los teóricos) debe su eficacia al ser expresada en los lenguajes de las situaciones concretas particulares: si no es expresable en lenguas particulares es una abstracción bizantina y escolástica, buena para el solaz de los rumiadores de frases.” (GRAMSCI en PORTANTIERO, 1981: 123)
  • 6. Portantiero explica que el análisis gramsciano excede los límites de las sociedades capitalistas avanzadas y “nos alcanza”. De hecho, el italiano reconoce dos tipos de sociedades “occidentales”: el “capitalismo avanzado” y el “capitalismo periférico”. Estos últimos permiten pensar en “otra situación occidental”, más cercana al capitalismo tardío: “Sociedades aún no ‘maduras’, dinamizadas por el Estado y por la política, pero en las que el Estado es mucho más ‘bonapartista’ que ‘despótico-oriental’” (PORTANTIERO, 1981: 125). Así, América Latina se acerca al “Occidente periférico y tardío” que presenta cuatro características: a) modelación de la sociedad por el Estado y la política, b) pujas políticas en el siglo XIX entre grupos no diferenciados económicamente que aspiran al control del aparato burocrático, c) creación de Estados y d) penetración del capital extranjero. De este modo, el intelectual cordobés reivindica la estrategia de la “hegemonía” como “camino para la conquista del poder” y subraya que su teoría implica un “enorme avance en la maduración de la ciencia política”: la revolución como hecho de masas, la particularidad histórica de cada pueblo-nación, el socialismo como auto-gobierno de los pueblos, la condensación de una nueva moral una vez conquistado el poder, la redefinición de las relaciones estructura-superestructura en su crítica al “economicismo” marxista, el Estado en sentido amplio y el bloque histórico. En su análisis Portantiero mostrará gran interés por las categorías de “guerra de posición”, “Estado” o “crisis orgánica” para hacer énfasis en la aplicabilidad del pensamiento gramsciano en estructuras societarias complejas que no permiten el “ataque frontal” y en el estudio de las particularidades históricas de cada nación: “Para sociedades complejas, caracterizadas por la multiplicidad de experiencias asociativas de las clases populares, el modelo de articulación organizacional propuesto por Gramsci aparece como la forma más realista de abarcar las energías de las masas en una lucha constante por modificar las relaciones de fuerzas sociales.” (PORTANTIERO, 1981: 136s) ***
  • 7. El mayor gramsciano argentino, José “Pancho” Aricó, comienza su libro clásico, La cola del diablo. Itinerario de Gramsci en América Latina (2005), reconociendo la fase descendente de la filosofía del intelectual italiano a finales del ’80 y preguntándose su actualidad para abordar la realidad. En un pasaje brillante, el líder de “Pasado y Presente” entiende las lógicas limitaciones de la teoría gramsciana, pero cuestiona que sean prescindibles para intervenir teóricamente en la realidad: “Liberarnos de una lectura doctrinarista de Gramsci no significa por sí mismo aceptar el eclipse de su pensamiento, sino, por el contrario, reconocer sus limitaciones, restituirlo a su condición de pensamiento de una época. Pero el problema, en definitiva, sigue siendo el de todo aquello que se escapa de la determinación epocal, el de ese plus de significaciones irreductibles al tiempo histórico en el que las teorías se conformaron y que apuntan a problemas no resueltos, a demandas de realidad insatisfechas. ¿Quién podría dudar de que para abordarlas siempre es preciso ir más allá de esas teorías, sean las de Gramsci o las de cualquier otro? La cuestión estriba en si hoy podemos hacerlo sin él, prescindiendo de él y de todos aquellos a los que las incitaciones del presente liberan del cepo de los sistemas para proyectarlo como figuras de un debate inacabado. Tan inacabado como es siempre el debate sobre la fuerza del poder.” (ARICÓ, 2005: 28s) Para Aricó, la penetración de las categorías analíticas gramscianas en los discursos teóricos de los cientistas sociales e intelectuales latinoamericanos, y en el lenguaje político usual indica un fenómeno de apropiación cultural que rebalsa el ámbito académico. Traducimos: si en la actualidad todo el mundo habla de “hegemonía”, de “intelectuales orgánicos” o de “nac&pop” es por Antonio Gramsci. El italiano resultaba una novedad dentro de la tradición leninista, mientras que la “imposibilidad material de referirlo a contextos históricos precisos” permitía abrirlo a múltiples direcciones. Siguiendo la línea de Portantiero, Aricó también se preguntará “¿por qué Gramsci en América Latina?”, pero, antes de entrar en este dilema teórico, explica la dificultad de
  • 8. hablar de “América Latina”. Al hablar de “América Latina” entendemos una realidad preconstituida y homogénea que no es tal: la región presenta una heterogeneidad profunda y estructural, una pluralidad étnica que la hace única en el mundo y la confluencia de poderes nacionales y extranjeros que se asemejan a un “agujero negro” o “un proyecto a realizar”, recordando la definición del peruano José Carlos Mariátegui. Para discutir la pertenencia del italiano en América Latina, Aricó se remonta al Coloquio de Ferrara realizado en 1985 en el cual se discutió la “asincronía” del debate en torno a Gramsci. Utilizando la explicación gramsciana de “traducibilidad” de los lenguajes, o sea la posibilidad de encontrar equivalencias entre diferentes realidades históricas, políticas y sociales, el intelectual defiende la necesidad de “traducción” de los paradigmas teóricos y políticos a la hora de aplicarlos en América Latina u otras regiones o contextos históricos. Aricó afirma que las reflexiones de Gramsci trascienden “Occidente” para ser propias de una época nueva del capitalismo marcada por la transformación de la relación entre Estado y sociedad civil producto de la crisis del ’30. Por otro lado, los países latinos no son “Oriente” y, tras las independencias, iniciaron un proceso de occidentalización de sus estructuras y superestructuras de la mano del desarrollo internacional. Recordando que Nino decía que la “universalidad de un principio teórico” no era el punto de partida, sino el de conclusión, y que Marx sostenía que las ideas y las filosofías son “expresión del desarrollo histórico real”, José Aricó argumenta en favor de la conveniencia de aplicar los teoría del sardo al estudio de la realidad material de los países latinoamericanos: “Indudablemente, la adopción de Gramsci por el pensamiento social latinoamericano está vinculada al hecho de que las particularidades nacionales de los países de nuestra región encuentran en sus sugerencias teóricas, en sus conceptos fundamentales y en su método de indagación, la posibilidad de ser universalizados en un criterio de interpretación más general que incluya la singularidad latinoamericana en una tipología más acorde con la realidad de las formaciones estatales.” (ARICÓ, 2005: 138s) ***
  • 9. Otra voz autorizada es la del Doctor en Historia e investigador del CONICET Waldo Ansaldi, quien en su artículo ¿Conviene o no conviene invocar al genio de la lámpara? El uso de las categorías gramscianas en el análisis de la historia de las sociedades latinoamericanas (1993) busca responder “qué, cuánto y cómo” puede utilizarse al italiano para un mejor análisis de la historia de las sociedades latinoamericanas. El historiador recuerda que a Gramsci le interesa la historia por “razones políticas”, como conocimiento del presente para poder transformarlo; la preocupación del intelectual es “articular observación histórica y análisis teórico”, y para ello debió elaborar nuevos conceptos y categorías inexistentes en su tradición teórica. Ansaldi opina que las propuestas teóricas y metodológicas gramscianas para analizar la sociedad son un “utillaje formidable en el campo de la política y la historia política”1 que transciende su intención original y puede ser utilizado “independientemente de las orientaciones y propuestas políticas del propio Gramsci”. A fines de evitar la aplicación mecánica, en sintonía con Portantiero y Aricó también advertirá que su utilización requiere una “criba crítica” y una “tarea de reelaboración”. Retomando la pregunta del sociólogo y politólogo Alessandro Pizzorno acerca de si “es lícita desde un punto de vista metodológico la elaboración de categorías abstractas aplicables a diferentes casos históricos” como lo son las categorías gramscianas, Ansaldi es contundente: “Mi respuesta al interrogante es que sí es lícita y posible, a condición de renunciar a una formulación y a una aplicación talmúdicas, dogmáticas, acríticas, mecánicas. Es decir, sin descuidar en ningún momento la historicidad de las categorías analíticas, cualesquiera ellas sean, sin dejar de reelaborarlas y de descartarlas toda vez que el análisis empírico, concreto, muestre sus alcances, límites, insuficiencias o inaplicabilidad.” (ANSALDI, 1993: 50) 1 No podemos dejar de emparentar el término “utillaje” empleado por Ansaldi para referirse a las categorías creadas por Antonio Gramsci con el de “caja de herramientas” utilizado por el filósofo Emilio de Ípola al referirse al legado del intelectual italiano en su Introducción a “La cola del diablo”.
  • 10. Citando a Gramsci, el historiador agregará que la generalización o universalización de una época histórica se convierte en un estímulo para conocer mejor la realidad en un contexto diferente y que, habiendo logrado esto, se incorpora a ella. Como conclusión, Ansaldi dirá que es posible aplicar todas las categorías gramscianas, si bien no todo el pensamiento del italiano sirve para interpretar la totalidad de las sociedades latinoamericanas: “En todos los casos, es necesario recurrir a la ‘traductibilidad’ de los lenguajes”. De este modo, se debe tener en cuenta que 1) nuestras sociedades “comparten la lógica de la sociedad capitalista, aunque la historia de cada una es diferente”, 2) las sociedad latinoamericanas son “dependientes” y “la situación de dependencia no es un dato trivial” (p. 56). *** En su presentación a Gramsci (2005), de Antonio Santucci, el autor de Gramsci en Chile, Jaime Massardo, define a los Cuadernos como un “gigantesco laboratorio de análisis político” cuyo ingreso a América Latina buscó actualizar la teoría del marxismo ortodoxo y el marxismo soviético a las particularidades de la región e historizar su conocimiento. Massardo observa un acercamiento entre el italiano y nuestra región en la “proximidad” ético-política con el “Che” Guevara, sus raíces en la obra pedagógica de Paulo Freire o en los fundamentos de la Teología de la Liberación. De este modo, ratifica “la pertinencia de una lectura latinoamericana de la obra de Gramsci”: “Nos deja ver a un Gramsci inmensamente actual, a un Gramsci que nos permite avanzar en pos de nuevas viejas utopías, a un Gramsci plenamente vigente en las luchas que hoy comienzan a dibujarse en el horizonte, a un Gramsci cuya obra y cuyo ejemplo se transforma en inagotable fuente de inspiración para avanzar en el control democrático de todas las instancias de la vida social, porque nos deja ver, en definitiva, a ‘un Gramsci que -como escribe José Aricó- sobrevive a la caída de todos los muros’.” (MASSARDO en SANTUCCI, 2005: 13) ***
  • 11. Por último, en una nota titulada Cuestiones de método, Gramsci dice que si se quiere estudiar una concepción del mundo que no fue expuesta sistemáticamente por su autor, es necesario hacer “un trabajo filológico minucioso”, con “honestidad científica” y “lealtad intelectual”, sin preconceptos y apriorismos ni toma de partido. Propone reconstruir la biografía del autor estudiado, abarcar todas sus obras y encontrar el leitmotiv. “Es observación común de todo estudioso, como experiencia personal, que toda nueva teoría estudiada con ‘heroico furor’ (esto es, cuando no se estudia por mera curiosidad exterior sino con profundo interés) durante cierto tiempo, especialmente si se es joven, atrae por sí misma, se apodera de toda la personalidad y es limitada por cada teoría sucesivamente estudiada, hasta tanto no se establece un equilibrio crítico y se estudia con profundidad, sin dejarse rendir por la fascinación del sistema o del autor estudiado." (GRAMSCI, 2008: 83) De este modo, siguiendo a los autores citados, creemos que las categorías de Gramsci pueden sernos de gran ayuda en el estudio histórico, sociológico y político de la construcción de poder del movimiento indígena-originario-campesino boliviano. Al menos, siendo “el poder” nuestro tema, nos resulta más fácil con él que prescindiendo de él. Siendo conscientes de las limitaciones de la “caja de herramientas” gramsciana, no haremos un uso acrítico o mecánico, sino que “traduciremos” y actualizaremos los conceptos cuando sea necesario, a fines de no caer en el “mecanicismo” de los “rumiadores de frases” ni en el “heroico furor” provocado por la fascinación de uno de los mayores intelectuales de la tradición marxista. Estamos convencidos de que la teoría del poder de Antonio Gramsci nos permite entender la construcción de mayorías en Occidente, o sea, en estructuras societarias complejas que no permiten el “ataque frontal” propuesto por Marx y Trotsky como estrategia revolucionaria. En el próximo capítulo, explicaremos el concepto de hegemonía y empezaremos a relacionarlo con su aplicación en Bolivia.
  • 12. 4. La hegemonía: hacia un uso posible en Bolivia Los Cuadernos de la Cárcel significan una lectura compleja: por momentos es confusa, a veces, cambiante y otras tantas, críptica para saltear la censura fascista. Más allá de su gran recepción, estas tres circunstancias hacen que su teoría haya sido reinterpretada de múltiples formas, y bienvenido sea que así haya ocurrido. Dada esta complejidad, nos será necesario explicar la “hegemonía” y las categorías necesarias para comprenderla: el “príncipe moderno”, la definición de Estado, cómo debe ser la praxis revolucionaria en Occidente, la estrategia de la “guerra de trincheras”, las alianzas y la “Cuestión Meridional”, su análisis de las relaciones de fuerza, el rol de los “intelectuales orgánicos” y la importancia de las crisis en una estrategia revolucionaria. Por lo tanto, deconstruiremos la telaraña gramsciana de la hegemonía. Esta tesis entiende que la hegemonía es una teoría y una estrategia del poder, adecuada para sociedades complejas bajo el modo de producción capitalista. 4.1. Introducción El primer acercamiento teórico de Gramsci respecto a la praxis hegemónica aparece en el artículo “Utopía” (1918). El intelectual sostiene que los acontecimientos dependen de la voluntad de muchos, de la toma de conciencia de una minoría y de la capacidad de esa minoría para orientar a la mayoría a una finalidad común. En sintonía con el italiano, aunque desconociendo su obra, del otro lado del Atlántico el primer diputado socialista de América Latina, Alfredo Palacios, explica que “nuestra Revolución” se dio por la idea libertaria de una minoría ilustrada actuando en conjunto con las masas agitadas. “Y así ha sucedido en casi todos los movimientos orgánicos en la historia de nuestra América. Multitudes y minorías revolucionarias en conjunción –masas y élites- son indispensables para la creación de una conciencia social que se oponga al orden existente caracterizado por normas e instituciones que defienden otros grupos. La masa agitada por un sentimiento nebuloso, resentida por la injusticia del orden jurídico, fue fecundada por la idea que se
  • 13. incorporó a su estado emotivo. La masa sola no puede realizar la revolución aunque las condiciones del medio sean favorables. Es absolutamente indispensable la alianza con la élite para asociar a deseos, aspiraciones, creencias, ideas y fuerza.” (PALACIOS, 1954: 19) La definición de Gramsci finaliza diciendo que antes de movilizar las voluntades se las debe “encuadrar” dentro de los poderes del Estado. Si bien su concepto final de “hegemonía” será diferente, lo interesante de esta acepción es que, en Occidente, permitiría interpretar la posibilidad de construir hegemonía dentro y desde las instituciones liberales y republicanas. Así, podremos utilizar la categoría gramsciana de “hegemonía” en el marco de las democracias latinoamericanas. Esto nos recuerda el consejo que el líder cubano le dio al entonces líder cocalero Evo Morales y que bien narra el periodista Martín Sivak en su libro Jefazo: “El principal consejo que le dio Fidel –o el que Morales recuerda como el más importante- fue en La Habana, en 2003: ‘No hagan lo que nosotros hemos hecho: hagan una revolución democrática. Estamos en otros tiempos y los pueblos quieren transformaciones profundas sin guerras’. (…) Evo, que había coqueteado con la idea de la lucha armada hizo esas palabras casi propias: la revolución sería con los votos o no sería.” (SIVAK, 2009: 109s) En su artículo “Democracia Obrera” (1919) en L’Ordine Nuovo, Gramsci dirá que la “acción concreta de construcción no nacerá sino de un trabajo común y solidario de clarificación, de persuasión y de educación recíproca” (GRAMSCI y TOGLIATTI en SACRISTÁN, 2010: 59). Le darán así un rol esencial a la “cultura” como instrumento de hegemonía y sostendrán que para lograr el porvenir de la sociedad comunista es necesario un PSI renovado: “Homogéneo, cohesionado, con su doctrina, con su táctica y disciplina rígida e implacable” (p. 76). Paralelamente, así como los soviets habían sido importantes para el Octubre Rojo, en la Italia del ’20 el mismo papel lo cumplían los Consejos de Fábrica creados por los
  • 14. obreros turineses. Intentando “traducir” su teoría a la realidad boliviana, no podemos dejar de pensar el rol que han cumplido los movimientos sociales indígenas y campesinos. Otra de las producciones de Gramsci sumamente relevantes para entender su concepción de hegemonía previa a su encarcelamiento, la da durante su intervención en la Comisión Política Preparatoria del III Congreso del Partido Comunista Italiano: “La lucha se desarrolla en el campo ideológico, en el organizativo y en el que se refiere a la táctica y a la estrategia del partido del proletariado.” (GRAMSCI en SACRISTÁN, 2010: 185s) Intelectuales en la lucha cultural y, clase dirigente en la organización y la estrategia emergen aquí como actores principales de la construcción de hegemonía. La “acción política”, la única creadora del progreso histórico, exige “una unidad orgánica entre teoría y práctica, entre capas intelectuales y masas populares, entre gobernantes y gobernados”. Definiciones como estas han dado lugar a miradas “culturalista” como la del intelectual galés y uno de los padres fundadores de los Cultural Studies de la Escuela de Birmingham, Raymond Williams. Tras señalar la “gran incertidumbre” que dio Gramsci al concepto, plantea una diferencia entre “dominio” y “hegemonía”: “El ‘dominio’ se expresa en formas directamente políticas y en tiempos de crisis por medio de una coerción directa o efectiva. Sin embargo, la situación más habitual es un complejo entrelazamiento de fuerzas políticas, sociales y culturales; y la ‘hegemonía’, según las diferentes interpretaciones, es esto o las fuerzas activas sociales y culturales que constituyen sus elementos necesarios.” (WILLIAMS, 1997: 129) Williams agregará que la “hegemonía” incluye y va más allá de la cultura, como proceso social total en que los hombres configuran sus vidas, y la ideología, como sistema de significados y valores de un particular interés de clase.
  • 15. “La hegemonía constituye todo un cuerpo de prácticas y expectativas en relación con la totalidad de la vida: nuestros sentidos y dosis de energía, las percepciones definidas que tenemos de nosotros mismos y de nuestros mundos (…) Es un sentido de la realidad para la mayoría de las gentes de la sociedad, un sentido de lo absoluto debido a la realidad experimentada más allá de la cual la movilización de la mayoría de los miembros de la sociedad se torna sumamente difícil. Es decir que, en el sentido más firme, es una ‘cultura’, pero una cultura que debe ser considerada asimismo como la vívida dominación y subordinación de clases particulares.” (WILLIAMS, 1997: 131s) Esta interpretación presenta dos ventajas: 1) corresponde a procesos comunes de organización como podría ser una “democracia electoral” y 2) comprende a la cultura como “algo más” que un reflejo de la estructura económica. En consecuencia, Williams señala cuatro características de la “hegemonía”: a) es un proceso activo que debe ser continuamente renovada, recreada, defendida y modificada; b) es un complejo efectivo de experiencias, relaciones y actividades que tiene límites y presiones; c) no es total o exclusiva, por eso debe estar en estado de alerta y debemos hablar también de “contrahegemonía” y “hegemonía alternativa”; d) finalmente, no puede ser individual. Ya en la cárcel, Gramsci hablará de la “hegemonía” en el marco de su cuestionamiento al economicismo del materialismo histórico marxista: “El hecho de la hegemonía presupone indudablemente que se tienen en cuenta los intereses y las tendencias de los grupos sobre los cuales se ejerce la hegemonía, que se forma un cierto equilibrio de compromiso, es decir que el grupo dirigente hará sacrificios de orden económico-corporativo, pero es también indudable que tales sacrificios y tal compromiso no pueden concernir a lo esencial, ya que si la hegemonía es ético-política no puede dejar de ser también económica, no puede menos que estar basada en la función decisiva que el grupo dirigente ejerce en el núcleo rector de la actividad económica.” (GRAMSCI, 2011: 40s)
  • 16. En esta interpretación carcelaria, Gramsci evoca la hegemonía a la representación de un grupo o clase social, como lo es el partido político, y explica que la hegemonía es “ética”, dentro de la sociedad civil; “política”, en la esfera de la sociedad política, y “económica” en el campo de las relaciones económicas. En su plano ético, la hegemonía está destinada a conformar el “hombre colectivo”, mediante la tarea educativa del Estado cuyo fin debe ser crear “nuevos y más elevados” tipos de civilización y adecuarlos al desarrollo económico. Los instrumentos señalados por Gramsci para incorporar individuos al “hombre colectivo” serán dos: a) el derecho, que transforma la coerción en “libertad” y ejerce una presión colectiva en las maneras de pensar y obrar, y b) la moral, que difunde ciertas costumbres y oculta otras. Sumaremos aquí también a los “intelectuales orgánicos”, categoría esencial en Gramsci. En su dimensión política, los tres poderes son órganos de hegemonía: 1) Poder Legislativo, 2) Poder Judicial y 3) Poder Ejecutivo. También se pueden sumar las arbitrariedades de la policía y la administración pública. Antes de analizar las categorías fundamentales que componen la hegemonía, comenzaremos explicando el partido político y el Estado en Gramsci, dos conceptos elementales para la construcción de la teoría del poder del italiano 4.2. El partido político Gramsci llamará “príncipe moderno” al partido político que reemplaza al condottiero antropomorfo de Maquiavelo como representante de la voluntad colectiva. “En ‘El Príncipe’ Maquiavelo se propone moldear un príncipe nuevo, virtuoso, que concentre un poder y conforme una milicia nacional con los cuales haga frente triunfalmente a la crisis que se abate sobre la península y pueda elevar a Italia a la altura de las superpotencias europeas, de España y Francia.” (TURSI en MAQUIAVELO, 2005: 12)
  • 17. Mientras a principios de siglo XVI Maquiavelo pensaba en una revolución nacional que una a toda Italia, a comienzos de siglo XX y frente a una nación italiana ya constituida Gramsci piensa que será hora de una revolución proletaria conducida por el partido político. “El príncipe moderno, el mito-príncipe, no puede ser una persona real, un individuo concreto; sólo puede ser un organismo, un elemento de sociedad complejo en el cual comience a concretarse una voluntad colectiva reconocida y afirmada parcialmente en la acción. Este organismo ya ha sido creado por el desarrollo histórico y es el partido político: la primera célula en la que se resumen los gérmenes de voluntad colectiva que tienden a devenir universales y totales.” (GRAMSCI, 2011: 12) El partido político es “el resultado de un proceso dialéctico en el cual convergen el movimiento espontáneo de las masas revolucionarias y la voluntad organizativa y directiva del centro” (GRAMSCI, en SACRISTAN, 2010: 144). Para Gramsci, el partido es la expresión de un único grupo social y el Partido Comunista es “una parte” de la clase obrera y, por lo tanto, debe convencer a la totalidad del proletariado y conducirlo a la lucha revolucionaria a partir de un programa. La estructura de trabajo del “príncipe moderno” debe ser: 1) Formar, organizar y ser expresión activa de una voluntad colectiva nacional-popular. 2) Llevar a cabo una reforma intelectual y moral (una nueva concepción del mundo), o sea, “una elevación civil de los estratos más bajos de la sociedad”. 3) Esta última está directamente ligada a un programa de reforma económica. 4) En otro tramo de su obra, Gramsci agregará que los partidos deben formar dirigentes capaces para que un grupo social se articule en un “ejército orgánicamente predispuesto”. El partido político cuenta con tres elementos: a) “hombres comunes” que ofrecen su disciplina, su fidelidad y apoyan las decisiones de sus dirigentes, b) un elemento de cohesión, el centro que define qué hacer, centraliza y disciplina, y c) los “intelectuales orgánicos”, que son la guía teórica de la praxis.
  • 18. Finalmente, Gramsci diferenciará dos tipos de partidos: a) el partido de élites, conformado por hombres de cultura que dirigen los rumbos del país desde un punto de vista cultural, y b) el partido de masas, basado en la fidelidad “militar” de las masas a un centro político, el cual utiliza a la muchedumbre como elemento de “maniobra”. Este último enfrenta tres problemas: 1) las relaciones entre la dirigencia y la “masa de camaradas”, 2) las relaciones entre la dirigencia y la clase obrera, 3) las relaciones entre la clase obrera y las demás clases anticapitalistas. En resumen, el partido político de masas es una organización compleja y cultural de la sociedad para la conquista de sociedades modernas y complejas. El partido político es el sujeto de la hegemonía. Veremos que esta será una categoría compleja a la hora de hablar del Movimiento Al Socialismo en Bolivia. 4.3. La voluntad nacional-popular y la reforma intelectual y moral Como bien lo vimos, ambas forman parte de la estructura de trabajo del príncipe moderno. En primer lugar, Gramsci dice que el partido político debe formar, organizar y ser expresión activa de la voluntad colectiva nacional y popular. El intelectual sardo identifica esta voluntad en dos clases subalternas, de ahí lo nacional y lo popular: “Las condiciones positivas hay que encontrarlas en la existencia de grupos sociales urbanos, convenientemente desarrollados en el campo de la producción industrial y que hayan alcanzado un determinado nivel de cultura histórico-política. Es imposible cualquier formación de voluntad colectiva nacional-popular si las grandes masas de campesinos cultivadores no irrumpen simultáneamente en la vida política” (GRAMSCI, 2011: 14) Una vez más, Portantiero explica que la voluntad colectiva nacional-popular es “el nexo entre una cultura moderna, laica y científica y los núcleos de ‘buen sentido’ que se alojan en la contradictoria cultura popular” a través de la intermediación de los intelectuales orgánicos. Así la hegemonía se vuelve un “proceso de constitución de sujetos sociales” a
  • 19. partir de la dirección política del proletariado. Portantiero agrega que en Latinoamérica lo nacional-popular no coincidió con el socialismo sino con “la alternativa populista”: “Las reflexiones sobre la hegemonía no hacen más que coronar su discurso sobre lo nacional-popular como categoría fundante de la posibilidad de cambio histórico (…) Esa voluntad colectiva expresa lo nacional-popular, el proceso de constitución de las clases económicas en sujetos de acción histórica.” (PORTANTIERO, 1991: 154) En segundo lugar, Gramsci dirá que el príncipe moderno debe dedicarse a una “reforma intelectual y moral” o sea, a construir una mirada religiosa o una concepción del mundo: “El Príncipe Moderno debe ser, y no puede dejar de ser, el abanderado y el organizador de una reforma intelectual y moral, lo cual significa crear el terreno para un desarrollo ulterior de la voluntad colectiva nacional popular hacia el cumplimiento de una forma superior y total de civilización moderna” (GRAMSCI, 2011: 15) En Hegemonía y estrategia socialista (2010), otros dos teóricos gramscianos con gran influencia en los actuales procesos latinoamericanos, Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, explican que lo “radicalmente nuevo” de Gramsci es “la ampliación del terreno atribuido a la recomposición política y a la hegemonía” y entender a esta última como una superación de la “alianza de clases” a partir del desplazamiento del plano “político” de Lenin al plano “intelectual y moral” mediante un “principio unificante”, o sea, “un fundamento ontológico”. De este modo unen ambas categorías: “Si un liderazgo político puede establecerse sobre la base de una coincidencia coyuntural de intereses que mantenga separada la identidad de los sectores intervinientes, un liderazgo intelectual y moral supone que hay un conjunto de ‘ideas’ y ‘valores’ que son compartidos por varios sectores –en nuestra terminología, que ciertas posiciones de sujeto corten transversalmente a varios
  • 20. sectores de clase-. Un liderazgo intelectual y moral constituye para Gramsci una síntesis más alta, una ‘voluntad colectiva’ que, a través de la ideología, pasa a ser el cemento orgánico unificador de un ‘bloque histórico’.” (LACLAU y MOUFFE, 2010: 100s) 4.4. El Estado En su etapa carcelaria Gramsci define a la ciencia política como “la ciencia del Estado”. Vemos aquí una definición hegemónica del Estado funcional a su teoría del poder: “Estado es todo complejo de actividades prácticas y teóricas con las cuales la clase dirigente no sólo justifica y mantiene su dominio, sino también logra obtener el consenso activo de los gobernados.” (GRAMSCI, 2011: 95s) Desde esta óptica, el Estado sería el Gobierno de los funcionarios, que no sólo tiene y reclama consenso, sino también lo “educa” a través de las superestructuras políticas. Casi medio siglo más tarde, el filósofo marxista francés Louis Althusser, llamará a estas superestructuras appareils idéologiques d’Etat (ALTHUSSER, 2011). En una carta del 7 de septiembre de 1931, Gramsci le explica a su cuñada, Tatiana Schucht, que su estudio sobre los intelectuales se relaciona con el concepto de Estado: “De costumbre es comprendido como sociedad política o dictadura, o aparato coercitivo para conformar la masa del pueblo, de acuerdo al tipo de producción y la economía de un momento dado y no una equivalencia entre la sociedad política y la sociedad civil” (GRAMSCI, 2005: 146). Esta explicación se ve reflejada en su nota “Estado”, donde el intelectual sardo dará una fórmula matemática: “Estado = sociedad política + sociedad civil, vale decir hegemonía revestida de coerción.” (GRAMSCI, 2011: 158) Esta fórmula viene acompañada de una nueva interpretación del “Estado” que bien explican el gramsciano francés Jacques Texier y el filósofo mexicano Carlos Pereyra:
  • 21. “El Estado en el sentido restringido de aparato gubernamental, no representa sino un aspecto de las actividades superestructurales; el Estado integral, en sentido gramsciano (sociedad política y sociedad civil), engloba el conjunto de actividades superestructurales.” (TEXIER, 1975: 42) “El Estado es un aparato represivo y, a la vez, generador de consenso y fuente de hegemonía.” (PEREYRA, 1988: 61) En su nota sobre “Internacionalismo y política nacional”, Gramsci retoma la afirmación del filósofo italiano Francesco Guicciardini acerca de que la vida de un Estado precisa de las armas y la religión, y traduce esta unidad en “doble perspectivas” necesarias para lograr la hegemonía: “Fuerza y consenso; coerción y persuasión; Estado e Iglesia; sociedad política y sociedad civil; política y moral; derecho y libertad; orden y disciplina; o, con un implícito juicio de sabor literario, violencia y fraude” (GRAMSCI, 2011: 147). Eric Hobsbawm también se refiere a la concepción del “Estado” del intelectual sardo como un elemento relevante para entender su teoría y agrega que esta categoría precisa una distinción entre Estado y “sociedad civil” y una entre clases “dominantes” y “subalternas”. Así el concepto de “subalterno” se vuelve crucial: la revolución significará lograr que una clase subalterna crea que puede volverse una potencial clase al poder. “La concepción de Estado como un equilibrio entre coerción e instituciones hegemónicas, extraña en la discusión marxista, no es novedosa en sí misma. Es obvio que la clase en el poder no depende sólo del poder de coerción y la autoridad, sino también del consentimiento derivado de la hegemonía (‘el liderazgo intelectual y moral’ ejercido por el grupo en el poder y ‘la dirección general’ impuesta sobre la vida social a partir del grupo dominante fundamental’) que se vuelve ‘histórico, a partir del prestigio (y consecuente confianza) que goza debido a su posición y función en el mundo de la producción’.” (HOBSBAWM, 1974: 10)
  • 22. Dentro de esta concepción dual del Estado, el contenido de la hegemonía política debe ser “fundamentalmente de orden económico”: se debe reorganizar la estructura y, las relaciones entre los hombres y el mundo de la economía (GRAMSCI, 2011: 159s). A partir de esta transformación económica en el nuevo “Estado” prevalecerá su dimensión “ética”: “Cada Estado es ético en cuanto una de sus funciones más importantes es la de elevar a la gran masa de la población a un determinado nivel cultural y moral, nivel (o tipo) que corresponde a las necesidades de desarrollo de las fuerzas productivas y, por consiguiente, a los intereses de las clases dominantes.” (GRAMSCI, 2011: 154) El objetivo de Gramsci es la “sociedad regulada”: una sociedad sin clases donde las organizaciones del pueblo realizan las funciones cumplidas por la sociedad política, “preparando así la extinción del Estado” (ARICÓ en GRAMSCI, 2011: 159). Con la extinción del feudalismo, la burguesía era la clase destinada a asimilar a toda la sociedad y expresar el proceso de absorción de la “sociedad política” por parte de la “sociedad civil”, pero en el siglo XX estaba saturada, se disgregaba y expulsaba elementos (p. 156). Así, el proletariado es la clase llamada a ser el actor social que conduzca el proceso hegemónico. A modo de síntesis, citaremos una vez más a Portantiero, quien mejor explica esta concepción “integral” del Estado: un “modelo de dominación mucho más complejo” que el del “Estado-Instrumento” de la socialdemocracia de la II Internacional Comunista. “La distinción analítica que Gramsci establece sobre ‘lo social’ es trinaria: estructura económica, estado (gobierno) y sociedad civil. ‘El Estado -escribees el instrumento para adecuar la sociedad civil a la estructura económica’. Hay, entonces, una concepción doble del Estado (prácticas y organizaciones ‘públicas’ y ´privadas’ a través de las cuales se ejerce la dominación), que se asocia con un tertium datum: la estructura económica. ‘Entre la estructura económica y el Estado con su legislación y coerción está la sociedad civil’.” (PORTANTIERO, 1981: 45s)
  • 23. 1. La sociedad civil: es la sociedad en sí, “el conjunto de los organismos vulgarmente llamados privados", que asume el avance orgánico para la conquista de la hegemonía cultural. Es la apuesta gramsciana como instrumento para la conquista del aparato estatal. 2. La sociedad política: también la llama “burocracia”, “gobierno de los funcionarios” o “Estado”; y está compuesta por los funcionarios de carrera que conforman el aparato administrativo civil y la estructura policíaca-militar (el aparato de coerción estatal). 3. Las relaciones económicas: no son estructuras predeterminadas, sino estructuras de posibilidades, dominadas por los intereses del capital y las clases dominantes. Si bien, Gramsci no explicitará su concepción como elemento del Estado, resaltará su carácter de componente hegemónico y la necesidad de su transformación para la creación de un nuevo Estado (pp. 41 y 159). Veremos a continuación que las concepciones gramscianas del partido político y Estado son fundamentales para entender las categorías que componen la hegemonía. 4.5. La praxis revolucionaria en Occidente Durante toda su obra, Gramsci discutirá la dimensión positivista y determinista del marxismo ortodoxo: la superestructura político-ideológica entendida como reflejo de la estructura económica y la versión teleológica del materialismo histórico. “En la producción social de su existencia, los hombres establecen determinadas relaciones, necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a un determinado estadio evolutivo de sus fuerzas productivas materiales. La totalidad de esas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la cual se alza un edificio jurídico y político, y a la cual corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material determina el proceso social, político e intelectual de la vida en general.” (MARX, 2011: 66)
  • 24. “Al desarrollarse la gran industria, la burguesía ve tambalearse bajo sus pies las bases sobre las que produce y se apropia de lo producido. Y a la par que avanza, se cava su fosa y cría a sus enterradores. Su muerte y el triunfo del proletariado son igualmente inevitables.” (MARX y ENGELS, 2008: 57) Por el contrario, ya en su juventud Gramsci publica un artículo titulado “La revolución contra ‘El capital’” (1917) en el Avanti y luego reproducido en Il Grido del Popolo, donde discute directamente con Marx y con aquellos socialistas rusos que planteaban la necesidad de una revolución burguesa antes de la revolución socialista. “Los hechos han superado las ideologías. Los hechos han provocado la explosión de los esquemas críticos en cuyo marco la historia de Rusia habría tenido que desarrollarse según los cánones del materialismo histórico. Los bolcheviques reniegan de Karl Marx, afirman con el testimonio de la acción cumplida, de las conquistas realizadas, que los cánones del materialismo histórico no son tan férreos como podría creerse y como se ha creído.” (GRAMSCI en SACRISTÁN, 2010: 34) El entonces periodista se pregunta por qué Rusia debería haber esperado a que se repitiera la historia de Inglaterra: que se formara una burguesía, se suscitara la lucha de clases y finalmente llegara la catástrofe capitalista. No entiende a la historia como un sólido ya perfilado, que tiene planes preestablecidos, ni como un desarrollo libre (p. 49): la historia está hecha por los hombres, por las “pujas entre fuerzas activas y pasivas” (p.12). En su artículo Utopía (1918) ampliará esta visión: “La historia no es un cálculo matemático: no existe en ella un sistema métrico decimal, una numeración progresiva de cantidades iguales que permita las cuatro operaciones, las ecuaciones y la extracción de raíces. La cantidad (estructura económica) se convierte en ella en cualidad porque se hace instrumento de acción en manos de los hombres.” (GRAMSCI en SACRISTÁN, 2010: 45)
  • 25. Podemos ver esta lectura en la carta a sus camaradas de L’Ordine Nuovo (9-II-1924), donde el intelectual sardo critica el manifiesto de Amadeo Bordiga, quien pensaba que en los países más desarrollados de Europa Central y Occidental se daba el mecanismo histórico marxista, ausente en la Rusia feudal pre-revolucionaria. Así, sostendrá que sólo es necesario organizar el partido en sí y esperar el devenir histórico. Por su parte, Gramsci explica que la situación revolucionaria en las economías de Europa Central y Occidental no sólo es “distinta” a la de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), sino que también más compleja. En consecuencia plantea una estrategia revolucionaria alternativa: “La determinación, que en Rusia era directa y lanzaba las masas a la calle, al asalto revolucionario, en Europa Central y Occidental se complica con todas esas sobrestructuras políticas creadas por el superior desarrollo del capitalismo, hace más lenta y más prudente la acción de las masas y exige, por tanto, al partido revolucionario toda una estrategia y una táctica mucho más complicadas y de más respiro que las que necesitaron los bolcheviques en el período comprendido entre marzo y noviembre de 1917.” (GRAMSCI en SACRISTÁN, 2010: 146) Ya desde la cárcel, Gramsci complejiza aún más su lectura sobre Occidente y las diferencias con Oriente. En sus notas sobre la lucha política y la guerra militar que desarrollamos en el próximo apartado, el intelectual sardo elabora su frase célebre, citada ampliamente por los teóricos socialistas, y que redundará en la visión gramsciana de la revolución en Occidente: “En Oriente el Estado era todo, la sociedad civil era primitiva y gelatinosa; en Occidente, entre Estado y sociedad civil existía una justa relación y bajo el temblor del Estado se evidenciaba una robusta estructura de la sociedad civil. El Estado sólo era una trinchera avanzada, detrás de la cual existía una robusta cadena de fortalezas y casamatas.” (GRAMSCI, 2011: 83)
  • 26. De este modo, la obra de Gramsci plantea que la acción política es más que relevante para la concreción de la revolución y pugnará para que el objetivo de la praxis revolucionaria en los Estados occidentales sea la conquista de la sociedad civil a través de la batalla cultural y la conquista de las instituciones burguesas como ser la escuela y la Iglesia. De este modo paralelo a su crítica al “economicismo”, hará una argumentación de tipo superestructural, lo que lo ha llevado a ser considerado un “teórico de las superestructuras”. Décadas más tarde, una línea similar seguirá el sociólogo griego radicado en Francia, Nicos Poulantzas, quien en sus artículos escritos entre 1964 y 1967 apunta a “construir elementos de una teoría marxista de la superestructura del Estado”. El académico plantea comprender la “realidad de los fenómenos sociales ideales”, evitando reducirlos a un reflejo de la “materialidad de los niveles de la base” como sí propone el marxismo ortodoxo. De este modo la superestructura político-ideológica también tendría una función histórica al igual que la estructura económica. Entendiendo a la superestuctura estatal como una relación de fuerzas dada de la lucha de clases, Poulantzas afirma: “Por una parte, no se trata aquí y ahora, de una toma del poder por medio de la lucha armada inmediata sino de una conquista del poder. Además, esta conquista, aún en mayor grado que la toma, puede y debe efectuarse por medio de una organización hegemónica de la clase obrera, por medio de una organización que la eleve de su lugar subalterno al nivel de una clase que vislumbre ya, luchando por su conquista, el ejercicio concreto del poder.” (POULANTZAS, 1982: 31) La complejidad occidental y la consecuente inconveniencia del “asalto revolucionario” serán los pilares del pensamiento de la “hegemonía” gramsciana. En la posguerra, con la traspolación de los conceptos de “guerra de movimiento” y “guerra de posición” al campo político, planteará que la estrategia revolucionaria en Occidente debe ser la construcción de una hegemonía nacional en el ámbito de las superestructuras de la sociedad civil que permita sentar las bases para una posterior conquista de la sociedad política. La guerra de posición será para el sardo la “teoría política más importante” planteada en la postguerra.
  • 27. 4.6. Lucha política y guerra militar: la guerra de trincheras Eric Hobsbawm señala que el objeto de Gramsci es doble: 1) la victoria, o sea, la revolución socialista que libere al hombre de la dominación de la estructura económica, y 2) el combate en su dimensión de “guerra de posición” a partir de las diferentes trincheras del Estado en Occidente. Dada la complejidad superestructural de las sociedades occidentales, una de las notas más importantes en los Cuadernos de la Cárcel será “Lucha política y guerra militar”. El pensador sostiene que la lucha política es “enormemente más compleja” que la guerra militar cuyo objetivo se cumple al destruir al enemigo y ocupar el territorio en disputa. La lucha política conoce tres formas científico-militares de guerra: a) la de movimiento o de maniobra, consistente en una acción directa contra el enemigo; b) la de posición o de trincheras, basada en diversas acciones articuladas de modo paulatino que logren ganar posiciones sobre el enemigo lentamente, y c) la guerra subterránea, “propias de minorías débiles pero exasperadas, contra mayorías bien organizadas“. Mientras la primera tendrá como exponente a León Trotski, partidario del “ataque frontal” que había conquistado el poder en Rusia en 1917; la segunda será la estrategia de Lenin para Occidente. Mientras en la antigüedad “el movimiento” se constituía en el “todo” de un conflicto armado, la Primera Guerra Mundial trajo la táctica de las “trincheras” que obligaban un avance gradual. El italiano sostendrá que este paso de la “guerra de movimiento” a la “guerra de posición” también debe darse en el campo político: “Al menos en lo que respecta a los Estados más avanzados, donde la ‘sociedad civil’ se ha convertido en una estructura muy compleja y resistente a las ‘irrupciones’ catastróficas del elemento económico inmediato (crisis, depresiones, etc.): las superestructuras de la sociedad civil son como el sistema de trincheras en la guerra moderna.” (GRAMSCI, 2011: 81) De este modo, las instituciones de la sociedad civil y “las estructuras macizas de las democracias modernas” han vuelto al ataque revolucionario algo “parcial”. Así en
  • 28. Occidente la “guerra de posición” debe ser la estrategia socialista para conquistar el poder, la cual precisa “cualidades excepcionales de paciencia y espíritu de invención”. "La guerra de posición requiere sacrificios enormes y masas inmensas; por eso hace falta en ellas una inaudita concentración de la hegemonía y, por tanto, una forma de gobierno más 'interventista' que tome abiertamente la ofensiva contra los grupo de oposición y organice permanentemente la 'imposibilidad' de disgregación interna, con controles de todas clases, políticos, administrativos, etc., consolidación de las 'posiciones' hegemónicas del grupo dominante." (GRAMSCI en SACRISTÁN, 2010: 292) En Gramsci: Estado y sociedad civil, el profesor de filosofía de la Universidad Nacional Autónoma de México Carlos Pereyra sostiene que la guerra de posición es la estrategia que debe adoptar la lucha de la clase obrera para lograr hegemonía sobre la sociedad civil del capitalismo y la condición para transformar la sociedad: “La dominación de clase no descansa solamente en los procedimientos coercitivos sino, de manera fundamental, en la dirección cultural y política de la sociedad, en la contaminación ideológica de todo el sistema social.” (PEREYRA, 1988: 59) “Lo que Gramsci llama ‘guerra de posiciones’ es el proceso a través del cual el bloque dominado vigoriza su presencia en las instituciones de la sociedad civil, alterando la correlación de fuerzas en el tejido social característico de la formación capitalista.” (PEREYRA, 1988: 60) Por su parte, Portantiero (1981) explica que Gramsci reflexiona sobre el pasaje de la guerra de maniobras a la guerra de posición como estrategia revolucionaria a partir de las relaciones de fuerzas y el fracaso del ciclo de ofensiva socialista desde el fin de la Primera Guerra Mundial hasta 1921. El conjunto de las instituciones privadas de la sociedad civil integran el Estado capitalista, pero como ‘trincheras’ que lo protegen del elemento
  • 29. económico inmediato (p. 186). De este modo, el enemigo “no está presente exclusivamente en el aparato gubernamental, sino que se halla diseminado en todas las instituciones de la sociedad civil” como la familia, la iglesia, la escuela, los sindicatos, los partidos o los medios masivos de comunicación (p. 91). “Son las instituciones de la sociedad civil; el escenario de la lucha política de clases.” (PORTANTIERO, 1981: 186) “La estrategia de la guerra de posiciones implica una modificación de los instrumentos clásicos de la acción política. El supuesto es que el poder no se ‘toma’ a través de un asalto porque el mismo no está concentrado en una sola institución, el estado-gobierno, sino que está diseminado en infinidad de trincheras. La revolución es así un proceso social, en el que el poder se conquista a través de una sucesión de crisis políticas cada vez más graves, en las que el sistema de dominación se va disgregando, perdiendo apoyos, consenso y legitimidad, mientras las fuerzas revolucionarias concentran crecientemente su hegemonía sobre el pueblo, acumulan fuerzas, ganan aliados, cambian, en fin, las relaciones de fuerzas.” (PORTANTIERO, 1981: 76s) En una ruptura teórica con Marx, Gramsci propondrá combatir el “economicismo” marxista tanto en la teoría como en la práctica política, y suplantarlo por su categoría de “hegemonía”, como conductora de la lucha revolucionaria: en Occidente la “guerra de posición” se impone a la “guerra de movimiento”. 4.7. Las alianzas y la cuestión Meridional Gramsci observa una fragmentación en Italia que llamará “la cuestión meridional”: un norte avanzado frente a un sur retrasado. Sin embargo, a diferencia de Marx que criticaba duramente a los “campesinos parcelarios”2 en el El 18 Brumario de Luis Bonaparte, 2 Marx explica que Luis Bonaparte representa esta “gran masa”, “la clase más numerosa de la sociedad francesa”, a las que, constituida por una suma de unidades, compara despectivamente con “las patatas de un saco forman un saco de
  • 30. Gramsci sostiene que se debe conformar un “bloque único”, o sea, una alianza entre el movimiento obrero y los campesinos, y juntos sumar a la pequeña burguesía. Influye en el pensamiento del italiano la estrategia del “frente único” que Lenin plantea en el III y IV Congreso de la III Internacional Socialista y, su infancia en la Cerdeña campesina y su vida juvenil en la Turín industrial. Esta mirada queda bien clara en su intervención en la comisión política preparatoria del III Congreso del PCI: “En ningún país puede el proletariado conquistar y conservar el poder con sus solas fuerzas; por tanto, tiene que conseguir aliados, o sea, tiene que llevar a cabo una política que le permita ponerse en cabeza de las demás clases que tienen intereses anticapitalistas y guiarlas en la lucha por derribar la sociedad burguesa. La cuestión de particular importancia en Italia, donde el proletariado es una minoría de la población trabajadora y está distribuido geográficamente de tal modo que no puede pensar en llevar adelante una lucha victoriosa por el poder sino después de haber dado una solución exacta al problema de sus relaciones con la clase de los campesinos” (GRAMSCI en SACRISTÁN, 2010: 188) En Los usos de Gramsci, Juan Carlos Portantiero hace una perfecta lectura del cambio de estrategia en el pensamiento político de Gramsci, tras “el tiempo de la ofensiva”: “La clave del frente único remite a la necesidad de construcción de la unidad política de las clases populares, cualquiera fuese su encuadramiento partidario, a través de la creación de organizaciones de masas capaces de superar las divisiones ideológicas. La estrategia del frente único dará a Gramsci la posibilidad de coagular políticamente su teoría de la revolución como proceso de conquista del poder. Temas como hegemonía, las alianzas, la construcción de un nuevo bloque histórico, pueden ser anudados con los requerimientos prácticos de la estrategia planteada entre 1921 y 1923.” (PORTANTIERO, 1981: 98) patatas”. “No pueden representarse, sino que tienen que ser representados”, finaliza el pensador comunista. MARX, Karl (2009). El 18 Brumario de Luis Bonaparte. Buenos Aires: Prometeo, pp. 117s.
  • 31. El intelectual de Pasado y Presente explica que este cambio se refleja en las Tesis de Lyon escritas en enero de 1926 para el III Congreso del Partido Comunista Italiano, donde el grupo de L’Ordine Nuovo piensa la ligazón entre “momento democrático” y “momento socialista”. La táctica del “frente único” se puede ver ya en la tesis 19 y 40: “Tesis 19. Las fuerzas motrices de la revolución italiana, tal como surge de nuestro análisis, son, en orden de importancia, las siguientes: 1. la clase obrera y el proletariado rural; 2. los campesinos del Mezzogiorno y de las islas y los campesinos del resto de Italia.” “Tesis 40: La tarea de unificación de las fuerzas del proletariado y de toda la clase trabajadora sobre un terreno de lucha es la parte "positiva" de la táctica del frente único y representa en Italia, en las actuales circunstancias, la tarea fundamental del partido.” (GRAMSCI, Et. Al., 1926) Indígenas de las tierras bajas del Oriente boliviano, originarios del Occidente andino, campesinos de toda Bolivia, intelectuales de izquierda y clases medias urbanas: aquí la traducción boliviana al movimiento que llegó al poder con Evo Morales. 4.8. Las relaciones de fuerzas Gramsci es el primer teórico que entiende que el estudio de las “situaciones”, o sea, “los diversos grados de relaciones de fuerzas”, es importante tanto para realizar intuiciones políticas “rigurosas”, como para determinar el “plan estratégico” del partido político. Un adecuado análisis de las situaciones justifica y guía una acción práctica, y permite escoger una “coyuntura estratégica” para la medición de fuerzas, la cual consiste en la “preparación estratégica del teatro de la lucha” a fines de minimizar los “factores imponderables”. El autor señala tres momentos de las “relaciones de fuerzas”: 1) Relación de fuerzas sociales estrechamente ligadas a la estructura: se basa en los grupos sociales existentes y la posición que ocupan en determinado grado de desarrollo
  • 32. de las fuerzas materiales de producción. Esta concepción permite determinar si existen las condiciones para la transformación de la estructura económica. 2) Relación de las fuerzas políticas: es “la valoración del grado de homogeneidad, autoconciencia y organización alcanzado por los diferentes grupos sociales”. Dentro de este momento se dan tres grados: a) el “económico-corporativo”, o sea, la unidad homogénea y los lazos de solidaridad de un grupo profesional (como podrían ser los comerciantes o los fabricantes); b) la conciencia de solidaridad de intereses entre todos los miembros de un mismo grupo social económico, que plantea la igualdad políticojurídica con los grupos dominantes; c) la conciencia de que los propios intereses corporativos superan los límites de un grupo económico y deben convertirse en los intereses de otros grupos subalternos; a diferencia de la anterior, esta fase es política, las ideologías se transforman en partido y significa “la hegemonía de un grupo social fundamental sobre una serie de grupos subordinados”. Este grupo social dominante concibe al Estado como un organismo propio y lo utiliza para la expansión de sus intereses, si bien presenta estas acciones como un “desarrollo de todas las energías nacionales”. Asimismo, el grupo hegemónico debe encontrar un continuo equilibrio entre sus intereses y el de los demás grupos subordinados. 3) La relación de las fuerzas militares. Dentro de este momento existen dos grados: a) militar o técnico-militar, que comprende el uso de la fuerza mediante aparatos militares o para-militares; b) político-militar, que se da ante la pasividad de una mayoría y comprende una lucha cultural para anular al adversario sin utilizar la fuerza (o utilizándola ocasionalmente o indirectamente). Volviendo a Bolivia, nos interesará fundamentalmente la relación de fuerzas políticas, dado que entendemos que bajo la figura de Evo Morales, los cocaleros lograron convertirse en la vanguardia de todo el movimiento campesino, para luego sumar a los originarios de la región andina y los indígenas de tierras bajas. De modo parecido, diremos que la Guerra del Agua, la Guerra del Gas y el conflicto de Media Luna son expresiones de la relación de las fuerzas militares con el neoliberalismo y sus expresiones de clase.
  • 33. 4.9. Las crisis Juan Carlos Portantiero sostiene que uno de los ejes problemáticos de los modos cambiantes de la dominación será “las características de la crisis”, entendida como una “contradicción económica” que, mediante la articulación orgánica de las masas como sujeto de acción, puede transformarse en “contradicción política”. Crisis y la hegemonía serán dos rasgos vitales en la obra de Gramsci: “Teoría de la hegemonía y teoría de la crisis aparecerán así entrelazadas como temas complementarios y centrales de un enfoque que privilegiará la mediación que las instituciones operan en la relación entre masas y clases dominantes.” (PORTANTIERO, 1981: 43) 4.9.1. Ruptura del equilibrio de fuerzas Si bien las crisis económicas no producen por sí mismas revoluciones, sí crean un terreno favorable para la propagación de nuevos modos de pensar, especialmente, de aquéllos que critican el orden imperante: “Las crisis históricas fundamentales son provocadas inmediatamente por las crisis económicas” (GRAMSCI, 2011: 60). Si bien elimina todo vestigio mecanicista, Gramsci ve a las crisis económicas como instrumento para la acción política y revolucionaria: “En todo caso, la ruptura del equilibrio de fuerzas no ocurre por causas mecánicas inmediatas del empobrecimiento del grupo social que tiene interés en romper el equilibrio y de hecho lo rompe; ocurre, por el contrario, en el cuadro de conflictos superiores al mundo económico inmediato vinculado al ‘prestigio’ de clase (intereses económicos futuros), a una exasperación del sentimiento de independencia, de autonomía y de poder” (GRAMSCI, 2011: 61) El factor económico como causa de una nueva realidad histórica es sólo un “aspecto parcial” de las relaciones de fuerzas. El “elemento decisivo de toda situación es la fuerza permanentemente organizada y predispuesta” (p. 62), a la cual se debe guiar a la acción
  • 34. revolucionaria cuando se vislumbra una coyuntura favorable de relaciones de fuerzas. El intelectual recuerda el folleto de Rosa Luxemburgo Huelga de masas, partido y sindicatos, en el cual la revolucionaria alemana compara al “elemento económico inmediato” con “la artillería de campaña que, en la guerra, abre una brecha en la defensa enemiga” para que las tropas logren irrumpir al cerco contrario (p. 79). Relacionando con Bolivia, planteamos que la crisis del modelo neoliberal sembró un campo fértil para la llegada de Evo Morales al poder. Sin crisis económica, no habría habido Presidente indígena, si bien la crisis tampoco fue suficiente por sí misma para esto. 4.9.2. Crisis orgánica Gramsci llama “crisis orgánica” al momento histórico en el cual “los grupos sociales se separan de sus partidos tradicionales”, dado que no son reconocidos como “expresión propia de su clase”. Sin embargo, esto no significa una coyuntura totalmente favorable para las fuerzas revolucionarias dado que la situación se vuelve “delicada y peligrosa”, y propicia para soluciones de fuerza o la emergencia de fuerzas oscuras representadas por un líder carismático. Benito Mussolini en Italia o Adolf Hitler en Alemania pueden ser ejemplos de esto. La raíz de la crisis orgánica se debe buscar en la labor de los dirigentes: “El contenido es la crisis de hegemonía de la clase dirigente, que se produce o bien porque dicha clase fracasó en alguna empresa política para la cual requirió o impulsó por la fuerza el consenso de las grandes masas (la guerra, por ejemplo), o bien porque vastas masas (especialmente de campesinos y de pequeños burgueses intelectuales) pasaron de golpe de la pasividad a una cierta actividad y plantearon reivindicaciones que en su caótico conjunto constituyen una revolución. Se habla de ‘crisis de autoridad’ y esto es justamente la crisis de hegemonía, o crisis del Estado en su conjunto” (GRAMSCI, 2011: 63) En este caso, la similitud con Bolivia entre 2001 y 2005 es sorprendente. La crisis del Movimiento Nacional Revolucionario (MNR), Acción Democrática Nacional (ADN) o el
  • 35. Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) dieron lugar a la llegada de un partido indígena-campesino al poder. Como señalamos en ese lustro hubo tres grandes movilizaciones populares contra el modelo económico, mientras que un cocalero indígena y un intelectual de clase media conformaron la dupla presidencial. "Si la clase dominante ha perdido el consentimiento, o sea, ya no es 'dirigente', sino sólo 'dominante', detentadora de la mera fuerza coactiva, ello significa que las grandes masas ya se han desprendido de las ideologías tradicionales, no creen ya en aquello en lo cual antes creían." (GRAMSCI en SACRISTÁN, 2010: 313) La solución a esta crisis orgánica pasará por la reestructuración de muchos partidos tradicionales en un “partido único”, considerado como “el único capaz de resolver un grave problema existente y alejar un peligro mortal”; o la emergencia de un “jefe carismático” que rompa el equilibrio estático entre las fuerzas tradicionales. El Movimiento Al Socialismo como “Instrumento Político para la Soberanía de los Pueblos” y la figura de Evo Morales encarnaran este protagonismo. 4.9.3. Empate y cesarismo El “empate” es un momento de indefinición política entre “fuerzas cuyo contraste es incurable desde un punto de vista histórico” y va de la mano con la crisis orgánica. Es una “crisis de autoridad” en la cual “muere lo viejo sin que pueda nacer lo nuevo”: se da un “impedimento mecánico opuesto a quienes podrían dirigir para que no realicen su misión” (GRAMSCI en SACRISTÁN, 2010: 313). “Las fuerzas en lucha se equilibran de una manera catastrófica, o sea de una manera tal que la continuación de la lucha no puede menos que concluir con la destrucción recíproca.” (GRAMSCI, 2011: 71) Retomando el concepto de “bonapartismo” de Karl Marx en El 18 Brumario de Luis Bonaparte, Gramsci llamará creará la categoría de “cesarismo”:
  • 36. “(…) el cesarismo expresa siempre la solución ‘arbitraria’, confiada a una gran personalidad, de una situación histórico-política caracterizada por un equilibrio de fuerzas de perspectiva catastrófica (…) El cesarismo es una fórmula polémica-ideológica y no un canon de interpretación histórica. Se pueden dar soluciones cesaristas aun sin un César, sin una gran personalidad ‘heroica’ y representativa” (GRAMSCI, 2011: 71) El cesarismo puede ser de tipo “progresista” cuando colaboran con las fuerzas que buscan una transformación (o sea, la revolución), o de tipo “regresivo”, cuando su intervención colabora con las fuerzas tradicionales que no quieren dejar el poder (la restauración). Esta tesis plantea que en los primeros años del siglo XXI boliviano, Evo Morales fue el “césar” que mediante la movilización social y la vía democrática rompió el “empate” entre la burguesía de la Media Luna y los partidos tradicionales, y las clases subalternas. El “cesarismo” de Morales ha sido de tipo progresista-revolucionario dado que terció el empate en favor de los sectores populares excluidos históricamente de la esfera política, y que buscaban la refundación del Estado. 4.10. Los intelectuales orgánicos Para Gramsci las fuerzas materiales son el contenido del bloque histórico y las ideologías su forma: las ideologías “orgánicas” son necesarias a determinada estructura y sirven para organizar a las masas humanas. De este modo, el italiano critica el “sentido peyorativo” que el marxismo dio a la ideología, entendida como “expresión inmediata de la estructura” y olvidando su origen en el mundo de las sensaciones. “Ningún acto deja de tener resultados en la vida, y el creer en una teoría, y no en otra, tiene en la acción reflejos particulares (…) Y eso prueba que lo que determina directamente la acción política no es la estructura económica, sino la interpretación que se dé de ésta y de las llamadas leyes que rigen su desarrollo.” (GRAMSCI en SACRISTÁN, 2010: 45s)
  • 37. La categoría de “intelectual orgánico” resulta fundamental para el entendimiento de su concepto de “hegemonía”: no en vano uno de los libros compilados por Palmiro Togliatti se titula “Los intelectuales y la organización de la cultura”. Cabe destacar también que en Latinoamérica el concepto hizo mella debido a que el italiano interpelaba directamente a los pensadores y les daba el combustible teórico para salir de sus actividades de escritorio, como bien señala Aricó. La nota gramsciana para hablar de los intelectuales orgánicos es “La formación de los intelectuales”. El sardo posee una visión muy relativista con respecto al intelectual: todos somos intelectuales y filósofos dado que no existe trabajo puramente físico. La diferencia está en la “función social” y los “diversos grados de actividad específicamente intelectual”. “Todos los hombres son intelectuales, podríamos decir, pero no todos los hombres tienen en la sociedad la función del intelectual.” (GRAMSCI, 2009: 13) Gramsci se pregunta si los intelectuales son un grupo social autónomo o si cada grupo social crea los suyos. Siempre existe un grupo de intelectuales preexistentes, los “intelectuales tradicionales”, que se consideran “autónomos e independientes” de la clase dominante. Sin embargo, Gramsci se interesa por lo que él llama “intelectual orgánico”: “Cada grupo social, al nacer en el terreno originario de una función esencial en el mundo de la producción económica, se crea conjunta y orgánicamente uno o más rangos de intelectuales que le dan homogeneidad y conciencia de la propia función, no sólo en el campo económico sino también en el social y en el político.” (GRAMSCI, 2009: 9) El “intelectual orgánico” de Antonio Gramsci no es un intelectual que se encuentra al margen del mundo y mira desde afuera, sino que debe responder a los intereses de su grupo, mantener una “relación mediata” con el tejido social y las superestructuras, y conquistar a los intelectuales tradicionales para su sector.
  • 38. “El modo de ser del nuevo intelectual ya no puede consistir en la elocuencia, motora exterior y momentánea de los afectos y de las pasiones, sino en su participación activa en la vida práctica, como constructor, organizador, ‘persuasivo permanente’ no como simple orador, y sin embargo superior al espíritu matemático abstracto.” (GRAMSCI, 2009: 14) Los intelectuales son “empleados” del grupo dominante y llevan a cabo las “funciones subalternas de la hegemonía social y del gobierno político”: a) construir el consenso espontáneo y b) el aparato de coerción estatal que asegura legalmente la disciplina. Diremos que en Bolivia, los intelectuales progresistas han cumplido un rol fundamental en la legitimación urbana del movimiento indígena-originario-campesino, a su vez que han sido compañeros de ruta de esta construcción. De hecho, en la primera parte del Gobierno de Evo Morales han ocupado incluso lugares en la burocracia. El mayor ejemplo de esto será para nosotros la figura del Vicepresidente, Álvaro García Linera, un reconocido intelectual de izquierda quien atrajo el voto de las clases medias urbanas. Desde su puesto, García Linera desarrolló una fuerte teorización del “proceso de cambio” a su vez que ha sido constructor del apoyo internacional al Gobierno de Evo Morales
  • 39. 5. Conclusiones de la hegemonía “La guerra de posición en política es el concepto de hegemonía”. Antonio Gramsci. Cuaderno VIII. Fragmento 52 La “hegemonía” es una estrategia de construcción de poder de largo plazo en sociedades complejas regidas por el modo de producción capitalista. El proceso hegemónico consiste en que un actor social tome la vanguardia, lidere su clase y a través de un sistema de alianzas con otros sectores sociales y económicos logre el apoyo y el consenso de las diferentes instituciones de la sociedad civil para conquistar luego el aparato del Estado, ya sea por la fuerza revolucionaria o por las reglas de juego de la democracia liberal. Finalmente diremos que si bien Gramsci piensa la hegemonía para establecer un gobierno socialista, en la actualidad latinoamericana la hegemonía tiene como fin la construcción de Estados post-neoliberales. En consecuencia, entendemos que la hegemonía significa un proceso dinámico que se realiza en las siguientes etapas: 1°. Momento intra-hegemónico. Es el momento en el que un grupo económicocorporativo se inscribe como grupo hegemónico que lidera a las demás clases subalternas, es una construcción política que junta estratos articulados por coincidencias económicas, pero sobre todo políticas y éticas. Se da en el plano cultural y político, y es una construcción dinámica y mutante, que acepta cambio de alianzas y de estrategia. 2°. Momento de hegemonía en la sociedad civil. La conjunción de grupos se convierte en un aparato hegemónico que conquista progresivamente diversas instituciones de la sociedad civil: sindicatos, medios de comunicación, cámaras patronales y demás asociaciones culturales se suman al aparato hegemónico. Es el momento de la “guerra de posición” en su máxima expresión. Se da un pasaje molecular de individuos de otras clases y grupos sociales hacia este aparato hegemónico que en un punto del proceso se constituye como partido político. Comienza la unidad entre dirección y masa. Un grupo de intelectuales orgánicos abraza al aparato hegemónico y busca darle forma a la multitud política. Este momento está en continua tensión con el ordenamiento del grupo subalterno. Son momentos convergentes, sincrónicos y dialécticos.
  • 40. 3°. Momento de transformación: pasaje de la hegemonía civil a la hegemonía política. El aparato hegemónico nucleado en un partido político conquista el aparato del Estado mediante las instituciones liberales-burguesas, o sea la democracia, o mediante el ataque frontal, o sea la lucha armada. Demás está decir que en las actuales sociedades latinoamericanas impera la conquista electoral. 4°. Momento de hegemonía en la sociedad política. Una vez conquistado el aparato burocrático del Estado, la hegemonía pasa de ser contra-hegemónica a utilizar los diferentes aparatos ideológicos del Estado para realizar la transformación intelectual y moral de la sociedad civil. Los medios de información, la escuela, el derecho y la burocracia son las instituciones para ejercer el consenso. Para ellos se precisa de un Gobierno moral que responda a los intereses de la mayoría del pueblo, logrando la adhesión de las mayorías que serán utilizadas como masa de maniobra. 5°. Momento material: la hegemonía económica. Una vez establecidas en el poder, las clases subalternas convertidas en sociedad política pujan por la hegemonía económica con las corporaciones. Es necesario para ello analizar bien las relaciones de fuerza. No se puede atacar todos los flancos al mismo tiempo, sino estudiar cuáles son las prioridades. Se debe iniciar un proceso de redistribución del ingreso, donde se afecten intereses de las grandes corporaciones y, siguiendo la correlación de fuerzas, iniciar un proceso de estatización escalonada, comenzando por los recursos estratégicos y aquellos grupos económicos que concentran el poder económico en detrimento de la sociedad civil. Nos referimos a una estatización escalonada porque los adversarios políticos estarán esperando errores en la conducción estatal de las hasta entonces empresas privadas. Para ello se debe ser muy cuidadoso en el personal contratado y se debe mostrar hacia los empleados los beneficios de una conducción estatal mediante la redistribución dentro de la empresa a partir de mejoras salariales y diferentes beneficios. En este sentido queremos especificar los siguientes puntos:
  • 41.  La “hegemonía” en términos gramscianos no es un punto de llegada. La “hegemonía” es un proceso de construcción de poder dialéctico y dinámico. La “hegemonía” es movimiento, no estado. Demanda paciencia, análisis de relaciones de fuerza y estrategia.  La “hegemonía” nunca es total, sino mayoritariamente parcial. Desde el momento en que la “hegemonía” en términos gramscianos es encarnada por un movimiento de izquierda, se deben afectar intereses en pos del beneficio de las mayorías. En ese sentido, hablamos de una “hegemonía de 2/3”.  La “hegemonía” es consenso y coerción, pero en sociedades democráticas es más consenso que coerción. La coerción es mayoritariamente simbólica y se hace a partir de los aparatos ideológicos del Estado: leyes, medios masivos e instituciones de la sociedad civil.  Cuando la coerción deja de ser mayoritariamente simbólica y toma importancia el accionar del aparato represivo del Estado, estamos en presencia de una crisis de hegemonía del grupo dominante. Estos momentos de crisis son las oportunidades de los grupos contra-hegemónicos.  La “hegemonía” es transformadora, es revolucionaria, es un proceso de construcción de poder en busca de una sociedad más equitativa, sin excluidos ni dominantes, opresores ni oprimidos. No existe hegemonía conservadora. A la hegemonía conservadora corresponde el concepto de “revolución pasiva”.
  • 42. Bibliografía  ALTHUSSER, Louis (2011). Ideología y aparatos ideológicos de Estado. Buenos Aires: Nueva Visión  ANSALDI, Waldo (1993). “¿Conviene o no conviene invocar al genio de la lámpara? El uso de las categorías gramscianas en el análisis de la historia de las sociedades latinoamericanas”. En: Estudios Sociales, Santa Fe, Nº 2, pp. 45-65  ARICÓ, José M. (2005). La cola del diablo. Itinerario de Gramsci en América Latina. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.  GRAMSCI, Antonio (2005). Cartas desde la cárcel. Buenos Aires: Nueva Visión.  GRAMSCI, Antonio (2008). El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce. Buenos Aires: Nueva Visión.  GRAMSCI, Antonio (2009). Los intelectuales y la organización de la cultura. Buenos Aires: Nueva Visión.  GRAMSCI, Antonio (2011). Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno. Buenos Aires, Nueva Visión.  GRAMSCI, Antonio, Et. Al. (1926). La situación italiana y las tareas del PCI (Tesis de Lyon). Lyon. Disponible en: www.gramsci.org.ar/3/26.htm Consultado 3 de abril de 2013.  HOBSBAWM, Eric (1974). “The Great Gramsci”. En: New York Review of Books, New York, Vol. 21, N°5.  KOHAN, Néstor, (2011). “¿Por qué Gramsci hoy?”. En: Sudestada, Buenos Aires, N°97, pp. 13-15.  LACLAU, Ernesto y MOUFFE, Chantal (2010). Hegemonía y estrategia socialista. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.  MAQUIAVELO (2005). El Príncipe. Buenos Aires: Editorial Biblos.  MARX, Karl (2009). El 18 Brumario de Luis Bonaparte. Buenos Aires: Prometeo.
  • 43.  MARX, Karl (2011). “Prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política”, en Introducción General a la Crítica de la Economía Política. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.  MARX, Karl, y ENGELS, Friedrich (2008). Manifiesto Comunista. Buenos Aires: Prometeo Libros.  PALACIOS, Alfredo (1954). Masas y élites en Iberoamérica. Buenos Aires: Ed. Columbia.  PEREYRA, Carlos (1988). “Gramsci: Estado y sociedad civil”. En: Cuadernos políticos, México, N°54/55, Editorial Era, Mayo-Diciembre, pp. 52-60.  PORTANTIERO, Juan Carlos (1981). Los usos de Gramsci. México: Folios Ediciones.  PORTANTIERO, Juan Carlos (1991). “Gramsci en clave latinoamericana”. En Nueva Sociedad, Buenos Aires, N°115, Septiembre-Octubre, pp. 152-157.  POULANTZAS, Nicos (1982). Hegemonía y dominación en el Estado moderno. México: Cuadernos de Pasado y Presente N°48.  SÁBATO, Ernesto (1947). "Epistolario de Gramsci", en Realidad. Revista de ideas, Buenos Aires, N°6.  SACRISTÁN, Manuel (2010). Antología. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.  SANTUCCI, Antonio (2005). Gramsci. Santiago de Chile: LOM Ediciones.  SIVAK, Martín (2009). Jefazo. Retrato íntimo de Evo Morales. Buenos Aires: Debate.  TEXIER, Jacques (1975). Gramsci, teórico de las superestructuras. México: Editorial de Cultura Popular.  WILLIAMS, Raymond (1997). Marxismo y literatura. Barcelona: Ediciones Península.