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BENEDICTO XVI
                AUDIENCIA GENERAL
     Sala Pablo VI Miércoles 27 de junio de 2012

El himno cristológico de Filipenses, 27 de junio de 2012




                    El color amarillo en letras o de fondo indica texto de la catequesis.
                    http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2011/index_sp.htm
                    Presentación diseñada por Emilio Perucha Herranz , 10 de agosto 2012.
Nuestra oración está hecha,
como hemos visto los miércoles pasados,
de silencios y palabra,
de canto y gestos que implican a toda la
persona:
los labios, la mente, el corazón, todo el
cuerpo.

Es una característica que encontramos en
la oración judía,
especialmente en los Salmos.

Hoy quiero hablar de uno de los cantos o
himnos más antiguos de la tradición
cristiana,
que san Pablo nos presenta en el que,
en cierto modo,
es su testamento espiritual:
la Carta a los Filipenses.

Se trata de una Carta que el Apóstol dicta
mientras se encuentra en la cárcel,
tal vez en Roma.

Siente próxima su muerte, pues afirma que
su vida será ofrecida como sacrificio
litúrgico (cf. Flp 2, 17).
A pesar de esta situación de grave peligro para su incolumidad física, san Pablo, en toda la
Carta, manifiesta la alegría de ser discípulo de Cristo, de poder ir a su encuentro, hasta el punto de que
no ve la muerte como una pérdida, sino como una ganancia.
En el último capítulo de la Carta hay una fuerte invitación a la alegría, característica fundamental del
ser cristianos y de nuestra oración.
San Pablo escribe: «Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos» (Flp 4, 4).




Pero, ¿cómo puede alguien estar alegre ante una condena a muerte ya inminente?
¿De dónde, o mejor, de quién le viene a san Pablo la serenidad, la fuerza, la valentía de ir al encuentro
del martirio y del derramamiento de su sangre?
Encontramos la respuesta en el centro de la Carta a los Filipenses, en lo que la tradición cristiana
denomina carmen Christo, el canto a Cristo, o más comúnmente, «himno cristológico»;
un canto en el que toda la atención se centra en los «sentimientos» de Cristo, es decir,
en su modo de pensar y en su actitud concreta y vivida.




 Himno cristológico Filipenses 2, 5-11
 5 Tened entre vosotros los mismos sentimientos
 que Cristo Jesús.
 6 Él cual, siendo de condición divina,

 no codició el ser igual a Dios
 7 sino que se despojó de su grandeza,

 asumió la condición de siervo.
 Y asumida la condición humana,
 8 se rebajó a sí mismo

  hasta morir por obediencia
 y morir en una cruz.
 9 Por eso, Dios lo exaltó sobremanera

 y le dio el Nombre que está sobre todo nombre,
 10 para que todos los seres,

 en el cielo, en la tierra y en los abismos,
  caigan de rodillas ante el nombre de Jesús,
 11 y todos proclamen

 que Jesucristo es Señor,
 para gloria de Dios Padre.
Esta oración comienza con una exhortación:
«Tened entre vosotros los sentimientos propios
de Cristo Jesús» (Flp 2, 5).

Estos sentimientos se presentan en los versículos
siguientes:
el amor, la generosidad, la humildad,
la obediencia a Dios, la entrega.

No se trata sólo y sencillamente de seguir el
ejemplo de Jesús, como una cuestión moral,
sino de comprometer toda la existencia en su
modo de pensar y de actuar.

La oración debe llevar a un conocimiento y a una
unión en el amor cada vez más profundos con el
Señor,
para poder pensar, actuar y amar como él, en él y
por él.

Practicar esto, aprender los sentimientos de
Jesús, es el camino de la vida cristiana



Ahora quiero reflexionar brevemente sobre algunos elementos de este denso canto,
que resume todo el itinerario divino y humano del Hijo de Dios y abarca toda la historia humana:
desde su ser de condición divina, hasta la encarnación, la muerte en cruz y la exaltación en la gloria del
Padre está implícito también el comportamiento de Adán, el comportamiento del hombre desde el
inicio.
Este himno a Cristo parte de su ser «en morphe
tou Theou», dice el texto griego, es decir, de su ser
«en la forma de Dios», o mejor, en la condición de
Dios.

Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, no
vive su «ser como Dios» para triunfar o para
imponer su supremacía;
no lo considera una posesión, un privilegio, un
tesoro que guardar celosamente.

Más aún, «se despojó de sí mismo», se vació de sí
mismo asumiendo, dice el texto griego,
la «morphe doulou», la «forma de esclavo»,
la realidad humana marcada por el
sufrimiento, por la pobreza, por la muerte;

se hizo plenamente semejante a los
hombres, excepto en el pecado,
para actuar como siervo completamente
entregado al servicio de los demás.



Nota
 En las diapositivas siguientes se aportan datos sobre “la
forma de esclavo” o realidad humana marcada por el
sufrimiento, pobreza y muerte.
Esclavo, es el que pertenece en propiedad a otro. Su estado era envilecedor, casi como si fuera un animal o un objeto, con el que el señor podía
obrar a pleno placer. Dependía radicalmente de la voluntad de su amo. Se podía comprar y vender, como un objeto o un animal.

Cristo se encuentra con una sociedad en la que la esclavitud era una cosa normal, y nunca la condenó directamente. Es más: incluso la utiliza en
sus parábolas como punto de referencia y de comparación (Mt. 24, 45-51; Lc 12, 42-48; 17, 7-9).

Pero puso unos principios de conducta, por los que debe regirse el ser social del hombre, que se centran en la igualdad de todos los hombres y
que exigen la abolición de la esclavitud.
 Los evangelios aportan datos suficientes para reconstruir la situación del esclavo en el judaísmo (Mt 8, 9; 18, 27. 34; 24, 45; 25, 30; Lc 17, 710;
Jn 15, 15).

En un sentido figurado y desde un punto de vista religioso, nos hablan de la esclavitud como condición moral del hombre perfecto:
María es la esclava del Señor (Lc 1, 38); Jesucristo es el siervo de Dios, tomó la forma de esclavo (Flp 2, 7), se hizo esclavo para redimir al hombre
de la esclavitud del pecado (Jn 8, 34-36).
El hombre debe ser esclavo, servidor de Dios, y no de los bienes de este mundo (Mt 6, 24; Lc 16, 13), y esclavo, servidor de los hombres, sus
hermanos (Mt 20, 27; Mc 10, 44).
E. M. N. Diccionario de Jesús de Nazaret. Editorial Monte Carmelo 2001.




El Papa Pío XI, declara a santa Teresa del Niño Jesús, el 14 de diciembre de 1927, Patrona principal de todas las misiones y
de todos los misioneros y misioneras del mundo, al igual que san Francisco Javier, “por razón del grandísimo ardor y celo
que la consumía por dilatar la fe”. Monja de clausura que no salió de su convento.
El ejemplo de santa Teresa del Niño Jesús esclava de Dios y de los hombres en todo el mundo sin salir de un convento.
Jesús, pobre desde el nacimiento
                                                    (en un pesebre) a la tumba
                                                    (prestada por José Arimatea)




Pobre Diccionario Jesús de Nazaret
En el A. T. el pobre tiene en primer lugar una significación social: pobre es el indigente, el que carece de bienes, el necesitado.
Frente a la pobreza hay tres reacciones fundamentales:
1.a La pobreza es considerada como castigo (Prov 3, 10; 15, 6). 2.a La pobreza es un mal social, pues no siempre son castigados con pobreza los
malos (Eclo 13, 17-23); al pobre había que protegerle (Lev 25, 35-36; Dt 15, 1-9).
3.a La pobreza es el ideal de la vida (Eclo 31, 5-7). Los «pobres de Yahvé» (heb. anawin: pobres de espíritu, humildes, dulces) son los hombres
humildes, religiosos, fieles a la Alianza. El profeta Sofonías identifica el pobre con el justo (Sof 2, 3; 3, 11-13).

El primer pobre del N. T. es Jesús, que nace como los pobres (Lc 2, 6-7); que hace en el templo la ofrenda de los pobres (Lc 2, 22-24; Lev 12); que
no tenía hogar propio (Mt 8, 19-20); que no tenía dinero (Mt 17, 27); que murió en la más absoluta pobreza, despojado de todo (Jn 19, 23-24);
que pidió desde la cruz que alimentaran por caridad a su madre pobre (Jn 19, 27); que fue sepultado en una tumba prestada (Jn 19, 41); que,
siendo rico, se hizo pobre por amor nuestro (2 Cor 8, 9). Manifestó su predilección por los pobres (Lc 4, 18; 7, 22). Proclamó bienaventurados a
los pobres (Mt 5, 3; Lc 6, 20), indicando que no puede separarse la pobreza material y la espiritual, pues la pobreza de espíritu, si es verdadera,
tiende a cristalizar en pobreza efectiva. Los pobres bienaventurados son los pobres en sentido social, que tienen un sentido moral de humildad,
de pobreza de espíritu. El prototipo de estos pobres lo encontramos en María, de humilde condición social (Lc 1, 47). Esta humildad de María
significa su condición social de pobre y su absoluta y plena disponibilidad ante Dios.

La pobreza, en cuanto exige una vida de cierta austeridad y desprendimiento de los bienes terrenos, es necesaria para todos los cristianos; en
cuanto consejo evangélico, se exige a los misioneros y dirigentes de la Iglesia: el apóstol debe ser pobre (Lc 14, 33; Mt 10, 9). De hecho los
apóstoles lo dejaron todo (Lc 5, 11), porque así lo exigía Jesucristo (Lc 14, 33); el apóstol debe prescindir en su apostolado de todo recurso
material (Lc 10, 4) y confiar plenamente en Dios (Mt 6, 25-33). Jesús no exige a todos la pobreza material, pero a todos impone la ley de la
pobreza espiritual, que exige las siguientes actitudes: total dependencia de Dios, sin poner la confianza en apoyos humanos (2 Cor 12, 9-10);
plena disponibilidad ante Dios (Mt 11, 25), confianza filial (Mt 6, 25-33), aceptación religiosa de las tribulaciones de este mundo (Ap 2, 9-10),
actitud de servicio (Lc 22, 33-34). Quizá, como norma general para todos los cristianos, sigue siendo válido el ideal de los Proverbios: "no me des
ni pobreza ni riqueza; concédeme el pan necesario, no sea que, siendo rico, reniegue de Dios, y siendo pobre, profane su nombre" (Prov 30, 7-9).
E. M. N.
Sufrimientos de Jesús. Diccionario Jesús de Nazaret
El sufrimiento está esencialmente unido a la misión y a la vida de Jesucristo.
Así lo había determinado el designio eterno de Dios (Lc 24,26.46).

El mismo anunció que tenía que sufrir mucho y ser ajusticiado (Mt 16,21;
17,12.25; Mc 8,31; 9,12; Lc 9,22; 17,25). Así estaba también previamente
anunciado por los profetas.

Y así lo reconocieron los apóstoles, que vieron en él al Siervo paciente de
Yahvé (Is 53). Jesucristo sufrió y murió (Lc 22,15) por los pecados de los
hombres (1 Pe 3,18).
Junto a los sufrimientos de tipo físico de la pasión, a la que tuvo mucho
miedo (Mc 14,33), los sufrimientos de tipo moral, tales como la infidelidad
de Jerusalén (Lc 19,41), la incredulidad de los suyos (Jn 7,5), el abandono de
los apóstoles (Mc 14,50; Lc 22,48).

Jesucristo no quitó del mundo el sufrimiento, ni siquiera lo explicó de una
manera clara; quiso dejarlo en el misterio (Jn 9,3).

Es más: anuncia que el cristianismo va esencialmente unido al sufrimiento (Lc
9,23; Flp 1,29), a participar en los sufrimientos de Jesucristo (2 Cor 1,5; 1 Pe
4,1.13), para completar así, según San Pablo, lo que aún falta a la pasión de
Jesucristo (Flp 1,29; Col 1,24).

Pero el cristiano debe tener conciencia de que los sufrimientos de esta vida
no tienen comparación con la gloria futura (Rom 8,18; 2 Cor 4,17) y tener
presente que Jesucristo llamó dichosos a los que sufren y a los que son
perseguidos (Mt 5,5.10-12). ->pasión y muerte; siervo; sacrificio.
E. M. N.
Al respecto, Eusebio de Cesarea, en el siglo IV, afirma:
«Tomó sobre sí mismo las pruebas de los miembros que sufren.
Hizo suyas nuestras humildes enfermedades.
Sufrió y padeció por nuestra causa y lo hizo por su gran amor a la humanidad»
(La demostración evangélica, 10, 1, 22).

San Pablo prosigue delineando el cuadro «histórico» en el que se realizó este abajamiento de Jesús:
«Se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte» (Flp 2, 8)
El Hijo de Dios se hizo verdaderamente hombre y recorrió un camino en la completa obediencia y
fidelidad a la voluntad del Padre hasta el sacrificio supremo de su vida.
El Apóstol especifica más aún: «hasta la muerte, y una muerte de cruz».

En la cruz Jesucristo alcanzó el máximo grado de la humillación, porque la crucifixión era el castigo
reservado a los esclavos y no a las personas libres:
 «mors turpissima crucis», escribe Cicerón (cf. In Verrem, v, 64, 165).
En la cruz de Cristo el hombre es redimido, y se
invierte la experiencia de Adán:

Adán, creado a imagen y semejanza de
Dios, pretendió ser como Dios con sus propias
fuerzas, ocupar el lugar de Dios,
y así perdió la dignidad originaria que se le había
dado.

Jesús, en cambio, era «de condición divina»,
pero se humilló, se sumergió en la condición
humana, en la fidelidad total al Padre,
para redimir al Adán que hay en nosotros
y devolver al hombre la dignidad que había perdido.

Los Padres subrayan que se hizo
obediente, restituyendo a la naturaleza humana,
a través de su humanidad y su obediencia,
lo que se había perdido por la desobediencia de Adán.
En la oración, en la relación con Dios, abrimos la mente, el
                                                     corazón, la voluntad a la acción del Espíritu Santo para
                                                     entrar en esa misma dinámica de vida, como afirma san Cirilo
                                                     de Alejandría, cuya fiesta celebramos hoy:

                                                     «La obra del Espíritu Santo busca transformarnos por medio
                                                     de la gracia en la copia perfecta de su humillación» (Carta
                                                     Festal 10, 4).

                                                     La lógica humana, en cambio, busca con frecuencia la
                                                     realización de uno mismo en el poder, en el dominio, en los
                                                     medios potentes.

SAN DAMIÁN DE MOLOKAI , leproso por 5 años:          El hombre sigue queriendo construir con sus propias fuerzas
1884-1888                                            la torre de Babel para alcanzar por sí mismo la altura de
http://webcatolicodejavier.org/                      Dios, para ser como Dios.
Damianbio.html



                                    … desde septiembre de 1927 …hasta el final de su vida, es decir, a lo largo de 35 años, Teresa
                                    Neumann se mantuvo sin ningún alimento ni bebida alguna. Su única alimentación fue la
                                    sagrada comunión. Al mismo tiempo, cesaron por completo las evacuaciones urinarias e
                                    intestinales a partir de 1930.
                                    A lo largo de su vida se mantuvo en su peso sin comer ni beber. Sólo los viernes de pasión perdía
                                    unos kilos (hasta 4) que recuperaba a lo largo de la semana siguiente.
                                    … durante el Tercer Reich se tuvo en cuenta el hecho de que Teresa Neumann no tomase
                                    alimentos, por lo que no se le otorgó ninguna cartilla de racionamiento durante II Guerra
                                    Mundial.
                                    http://www.revelacionesmarianas.com/milagros_eucaristicos.htm
La Encarnación y la cruz nos recuerdan que la realización plena está en la conformación de la propia
voluntad humana a la del Padre, en vaciarse del propio egoísmo, para llenarse del amor, de la caridad
de Dios y así llegar a ser realmente capaces de amar a los demás.
El hombre no se encuentra a sí mismo permaneciendo cerrado en sí mismo, afirmándose a sí mismo.
El hombre sólo se encuentra saliendo de sí mismo.
Sólo si salimos de nosotros mismos nos reencontramos.
Adán quiso imitar a Dios, cosa que en sí misma no está mal, pero se equivocó en la idea de Dios.
Dios no es alguien que sólo quiere grandeza.
Dios es amor que ya se entrega en la Trinidad y luego en la creación.
Imitar a Dios quiere decir salir de sí mismo, entregarse en el amor.


                                                   SAN JUAN BOSCO
                                                             1815-1888
                                                         Fiesta: 31 de enero
    Presbítero, "Padre y maestro de la juventud", patrono de los editores, fundador de los salesianos. Por su gran devoción a María
                                         Auxiliadora, conseguía de ella innumerables milagros.
        "En su vida, lo sobrenatural se hizo casi natural y lo extraordinario, ordinario." Pío XI sobre S. Juan Bosco.
NADA MÁS SUAVE SE CANTA, NADA MÁS GRATO SE OYE, NADA MÁS DULCE SE PIENSA


En la segunda parte de este «himno cristológico» de la Carta a los Filipenses, cambia el sujeto; ya no es
Cristo, sino Dios Padre.
San Pablo pone de relieve que, precisamente por la obediencia a la voluntad del Padre, «Dios lo exaltó
sobre todo y le concedió el Nombre sobre todo nombre» (Flp 2, 9-10).
Aquel que se humilló profundamente asumiendo la condición de esclavo, es exaltado, elevado sobre
todas las cosas por el Padre, que le da el nombre de «Kyrios», «Señor», la suprema dignidad y señorío.
“Jesús lava los pies de los Apóstoles” -
                                                                        Ilustración de un salterio real inglés del
                                                                        siglo XIII - Metropolitan Museum of
                                  adoracion-del-cordero-mistico.jpg     Art, Nueva York.


Ante este nombre nuevo, que es el nombre mismo de Dios en el Antiguo Testamento, «toda rodilla se
doble en el cielo y en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre» (vv. 10-11).
El Jesús que es exaltado es el de la última Cena, que se despoja de sus vestiduras, se ata una toalla, se
inclina a lavar los pies a los Apóstoles y les pregunta:
«¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros?
Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el
Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros» (Jn 13, 12-14).
Es importante recordar siempre en nuestra oración y en nuestra vida que «el ascenso a Dios se
produce precisamente en el descenso del servicio humilde, en el descenso del amor, que es la esencia
de Dios y, por eso, la verdadera fuerza purificadora que capacita al hombre para percibir y ver a Dios»
(Jesús de Nazaret, Madrid 2007, p. 124).



                                   Benedicto XVI Tras rezar el Ángelus, el Papa saludó a los peregrinos en varios
                                   idiomas. En español, dijo:
                                   Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española presentes en esta oración
                                   mariana. Hoy deseo unirme especialmente a la alegría de los fieles de la
                                   Archidiócesis de Granada, y de otras partes de España, que, esta misma mañana,
                                   están celebrando con gozo la inscripción del nombre de Fray Leopoldo de
                                   Alpandeire entre el número de los Beatos. La vida de este sencillo y austero
                                   Religioso Capuchino es un canto a la humildad y a la confianza en Dios y un
                                   modelo luminoso de devoción a la Santísima Virgen María. Invito a todos,
                                   siguiendo el ejemplo del nuevo Beato, a servir al Señor con sincero corazón, para
                                   que podamos experimentar el inmenso amor que Él nos tiene y que hace posible
                                   amar a todos los hombres sin excepción

                                   Beato Leopoldo de Alpandeire, limosnero en Granada
                                   (Beatificación, Granada 12 septiembre 2010)
                                   Fray Leopoldo de Alpandeire es un santo hermano capuchino malagueño, nacido
                                   en la Serranía de Ronda, en el pequeño pueblo de Alpandeire, en 1864. Se dedicó
                                   a las labores del campo hasta los 35 años en que abrazo la vida de los capuchinos.
                                   La mayor parte de su vida capuchina la vivió en Granada, desde 1914 fueron 42
                                   años seguidos, y aquí murió en olor y devoción de multitudes el 9 de febrero de
                                   1956, a los 92 años.
El himno de la Carta a los Filipenses nos ofrece aquí dos indicaciones
importantes para nuestra oración.
 1ª. La primera es la invocación «Señor» dirigida a Jesucristo, sentado a la
derecha del Padre:
él es el único Señor de nuestra vida, en medio de tantos «dominadores» que la
quieren dirigir y guiar.




                           Por ello, es necesario tener una escala de valores en
                           la que el primado corresponda a Dios,
                           para afirmar con san Pablo:

                           «Todo lo considero pérdida comparado con la
                           excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi
                           Señor» (Flp 3, 8).

                           El encuentro con el Resucitado le hizo comprender
                           que él es el único tesoro por el cual vale la pena
                           gastar la propia existencia.
2ª. La segunda indicación es la postración, el «doblarse de toda rodilla» en la tierra y en el cielo, que
remite a una expresión del profeta Isaías, donde indica la adoración que todas las criaturas deben a
Dios (cf. 45, 23).
La genuflexión ante el Santísimo Sacramento o el ponerse de rodillas durante la oración expresan
precisamente la actitud de adoración ante Dios, también con el cuerpo.
De ahí la importancia de no realizar este gesto por costumbre o de prisa, sino con profunda
consciencia.
Cuando nos arrodillamos ante el Señor confesamos nuestra fe en él, reconocemos que él es el único
Señor de nuestra vida.
Queridos hermanos y hermanas, en nuestra oración fijemos nuestra mirada en el
Crucificado, detengámonos con mayor frecuencia en adoración ante la Eucaristía, para que nuestra
vida entre en el amor de Dios, que se abajó con humildad para elevarnos hasta él.
Al comienzo de la catequesis nos preguntamos cómo podía alegrarse san Pablo ante el riesgo
inminente del martirio y del derramamiento de su sangre.
Esto sólo es posible porque el Apóstol nunca apartó su mirada de Cristo, hasta llegar a ser semejante a
él en la muerte, «con la esperanza de llegar a la resurrección de entre los muertos» ( Flp 3, 11).




                                                     Como san Francisco ante el crucifijo,
                                                     digamos también nosotros:

                                                     Altísimo,
                                                     glorioso Dios,
                                                     ilumina las tinieblas de mi corazón.
                                                     Dame una fe recta,
                                                     una esperanza cierta y
                                                     una caridad perfecta,
                                                     juicio y discernimiento para cumplir tu verdadera y
                                                     santa voluntad.

                                                     Amén (cf. Oración ante el Crucifijo: FF [276]).
Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos de la Arquidiócesis de Los
Altos, y de la Diócesis de Zacatecoluca, acompañados por sus Pastores, así como a los provenientes de
España, México, Colombia y otros países latinoamericanos.

Invito a todos a que fijen en la oración su mirada en el Crucifijo, a detenerse frecuentemente para la
adoración eucarística y así entrar en el amor de Dios, que se ha abajado con humildad para elevarnos
hacia Él.
Muchas gracias.

*Imitar a Dios significa salir de sí mismo, darse en el amor 27/VI/2012
* En la oración aprendemos a ver los signos del plan misericordioso de Dios 21/VI/2012
•La unión con Dios no aleja del mundo 13/VI/2012
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  • 1. BENEDICTO XVI AUDIENCIA GENERAL Sala Pablo VI Miércoles 27 de junio de 2012 El himno cristológico de Filipenses, 27 de junio de 2012 El color amarillo en letras o de fondo indica texto de la catequesis. http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2011/index_sp.htm Presentación diseñada por Emilio Perucha Herranz , 10 de agosto 2012.
  • 2. Nuestra oración está hecha, como hemos visto los miércoles pasados, de silencios y palabra, de canto y gestos que implican a toda la persona: los labios, la mente, el corazón, todo el cuerpo. Es una característica que encontramos en la oración judía, especialmente en los Salmos. Hoy quiero hablar de uno de los cantos o himnos más antiguos de la tradición cristiana, que san Pablo nos presenta en el que, en cierto modo, es su testamento espiritual: la Carta a los Filipenses. Se trata de una Carta que el Apóstol dicta mientras se encuentra en la cárcel, tal vez en Roma. Siente próxima su muerte, pues afirma que su vida será ofrecida como sacrificio litúrgico (cf. Flp 2, 17).
  • 3. A pesar de esta situación de grave peligro para su incolumidad física, san Pablo, en toda la Carta, manifiesta la alegría de ser discípulo de Cristo, de poder ir a su encuentro, hasta el punto de que no ve la muerte como una pérdida, sino como una ganancia. En el último capítulo de la Carta hay una fuerte invitación a la alegría, característica fundamental del ser cristianos y de nuestra oración. San Pablo escribe: «Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos» (Flp 4, 4). Pero, ¿cómo puede alguien estar alegre ante una condena a muerte ya inminente? ¿De dónde, o mejor, de quién le viene a san Pablo la serenidad, la fuerza, la valentía de ir al encuentro del martirio y del derramamiento de su sangre?
  • 4. Encontramos la respuesta en el centro de la Carta a los Filipenses, en lo que la tradición cristiana denomina carmen Christo, el canto a Cristo, o más comúnmente, «himno cristológico»; un canto en el que toda la atención se centra en los «sentimientos» de Cristo, es decir, en su modo de pensar y en su actitud concreta y vivida. Himno cristológico Filipenses 2, 5-11 5 Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo Jesús. 6 Él cual, siendo de condición divina, no codició el ser igual a Dios 7 sino que se despojó de su grandeza, asumió la condición de siervo. Y asumida la condición humana, 8 se rebajó a sí mismo hasta morir por obediencia y morir en una cruz. 9 Por eso, Dios lo exaltó sobremanera y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, 10 para que todos los seres, en el cielo, en la tierra y en los abismos, caigan de rodillas ante el nombre de Jesús, 11 y todos proclamen que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
  • 5. Esta oración comienza con una exhortación: «Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús» (Flp 2, 5). Estos sentimientos se presentan en los versículos siguientes: el amor, la generosidad, la humildad, la obediencia a Dios, la entrega. No se trata sólo y sencillamente de seguir el ejemplo de Jesús, como una cuestión moral, sino de comprometer toda la existencia en su modo de pensar y de actuar. La oración debe llevar a un conocimiento y a una unión en el amor cada vez más profundos con el Señor, para poder pensar, actuar y amar como él, en él y por él. Practicar esto, aprender los sentimientos de Jesús, es el camino de la vida cristiana Ahora quiero reflexionar brevemente sobre algunos elementos de este denso canto, que resume todo el itinerario divino y humano del Hijo de Dios y abarca toda la historia humana: desde su ser de condición divina, hasta la encarnación, la muerte en cruz y la exaltación en la gloria del Padre está implícito también el comportamiento de Adán, el comportamiento del hombre desde el inicio.
  • 6. Este himno a Cristo parte de su ser «en morphe tou Theou», dice el texto griego, es decir, de su ser «en la forma de Dios», o mejor, en la condición de Dios. Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, no vive su «ser como Dios» para triunfar o para imponer su supremacía; no lo considera una posesión, un privilegio, un tesoro que guardar celosamente. Más aún, «se despojó de sí mismo», se vació de sí mismo asumiendo, dice el texto griego, la «morphe doulou», la «forma de esclavo», la realidad humana marcada por el sufrimiento, por la pobreza, por la muerte; se hizo plenamente semejante a los hombres, excepto en el pecado, para actuar como siervo completamente entregado al servicio de los demás. Nota En las diapositivas siguientes se aportan datos sobre “la forma de esclavo” o realidad humana marcada por el sufrimiento, pobreza y muerte.
  • 7. Esclavo, es el que pertenece en propiedad a otro. Su estado era envilecedor, casi como si fuera un animal o un objeto, con el que el señor podía obrar a pleno placer. Dependía radicalmente de la voluntad de su amo. Se podía comprar y vender, como un objeto o un animal. Cristo se encuentra con una sociedad en la que la esclavitud era una cosa normal, y nunca la condenó directamente. Es más: incluso la utiliza en sus parábolas como punto de referencia y de comparación (Mt. 24, 45-51; Lc 12, 42-48; 17, 7-9). Pero puso unos principios de conducta, por los que debe regirse el ser social del hombre, que se centran en la igualdad de todos los hombres y que exigen la abolición de la esclavitud. Los evangelios aportan datos suficientes para reconstruir la situación del esclavo en el judaísmo (Mt 8, 9; 18, 27. 34; 24, 45; 25, 30; Lc 17, 710; Jn 15, 15). En un sentido figurado y desde un punto de vista religioso, nos hablan de la esclavitud como condición moral del hombre perfecto: María es la esclava del Señor (Lc 1, 38); Jesucristo es el siervo de Dios, tomó la forma de esclavo (Flp 2, 7), se hizo esclavo para redimir al hombre de la esclavitud del pecado (Jn 8, 34-36). El hombre debe ser esclavo, servidor de Dios, y no de los bienes de este mundo (Mt 6, 24; Lc 16, 13), y esclavo, servidor de los hombres, sus hermanos (Mt 20, 27; Mc 10, 44). E. M. N. Diccionario de Jesús de Nazaret. Editorial Monte Carmelo 2001. El Papa Pío XI, declara a santa Teresa del Niño Jesús, el 14 de diciembre de 1927, Patrona principal de todas las misiones y de todos los misioneros y misioneras del mundo, al igual que san Francisco Javier, “por razón del grandísimo ardor y celo que la consumía por dilatar la fe”. Monja de clausura que no salió de su convento. El ejemplo de santa Teresa del Niño Jesús esclava de Dios y de los hombres en todo el mundo sin salir de un convento.
  • 8. Jesús, pobre desde el nacimiento (en un pesebre) a la tumba (prestada por José Arimatea) Pobre Diccionario Jesús de Nazaret En el A. T. el pobre tiene en primer lugar una significación social: pobre es el indigente, el que carece de bienes, el necesitado. Frente a la pobreza hay tres reacciones fundamentales: 1.a La pobreza es considerada como castigo (Prov 3, 10; 15, 6). 2.a La pobreza es un mal social, pues no siempre son castigados con pobreza los malos (Eclo 13, 17-23); al pobre había que protegerle (Lev 25, 35-36; Dt 15, 1-9). 3.a La pobreza es el ideal de la vida (Eclo 31, 5-7). Los «pobres de Yahvé» (heb. anawin: pobres de espíritu, humildes, dulces) son los hombres humildes, religiosos, fieles a la Alianza. El profeta Sofonías identifica el pobre con el justo (Sof 2, 3; 3, 11-13). El primer pobre del N. T. es Jesús, que nace como los pobres (Lc 2, 6-7); que hace en el templo la ofrenda de los pobres (Lc 2, 22-24; Lev 12); que no tenía hogar propio (Mt 8, 19-20); que no tenía dinero (Mt 17, 27); que murió en la más absoluta pobreza, despojado de todo (Jn 19, 23-24); que pidió desde la cruz que alimentaran por caridad a su madre pobre (Jn 19, 27); que fue sepultado en una tumba prestada (Jn 19, 41); que, siendo rico, se hizo pobre por amor nuestro (2 Cor 8, 9). Manifestó su predilección por los pobres (Lc 4, 18; 7, 22). Proclamó bienaventurados a los pobres (Mt 5, 3; Lc 6, 20), indicando que no puede separarse la pobreza material y la espiritual, pues la pobreza de espíritu, si es verdadera, tiende a cristalizar en pobreza efectiva. Los pobres bienaventurados son los pobres en sentido social, que tienen un sentido moral de humildad, de pobreza de espíritu. El prototipo de estos pobres lo encontramos en María, de humilde condición social (Lc 1, 47). Esta humildad de María significa su condición social de pobre y su absoluta y plena disponibilidad ante Dios. La pobreza, en cuanto exige una vida de cierta austeridad y desprendimiento de los bienes terrenos, es necesaria para todos los cristianos; en cuanto consejo evangélico, se exige a los misioneros y dirigentes de la Iglesia: el apóstol debe ser pobre (Lc 14, 33; Mt 10, 9). De hecho los apóstoles lo dejaron todo (Lc 5, 11), porque así lo exigía Jesucristo (Lc 14, 33); el apóstol debe prescindir en su apostolado de todo recurso material (Lc 10, 4) y confiar plenamente en Dios (Mt 6, 25-33). Jesús no exige a todos la pobreza material, pero a todos impone la ley de la pobreza espiritual, que exige las siguientes actitudes: total dependencia de Dios, sin poner la confianza en apoyos humanos (2 Cor 12, 9-10); plena disponibilidad ante Dios (Mt 11, 25), confianza filial (Mt 6, 25-33), aceptación religiosa de las tribulaciones de este mundo (Ap 2, 9-10), actitud de servicio (Lc 22, 33-34). Quizá, como norma general para todos los cristianos, sigue siendo válido el ideal de los Proverbios: "no me des ni pobreza ni riqueza; concédeme el pan necesario, no sea que, siendo rico, reniegue de Dios, y siendo pobre, profane su nombre" (Prov 30, 7-9). E. M. N.
  • 9. Sufrimientos de Jesús. Diccionario Jesús de Nazaret El sufrimiento está esencialmente unido a la misión y a la vida de Jesucristo. Así lo había determinado el designio eterno de Dios (Lc 24,26.46). El mismo anunció que tenía que sufrir mucho y ser ajusticiado (Mt 16,21; 17,12.25; Mc 8,31; 9,12; Lc 9,22; 17,25). Así estaba también previamente anunciado por los profetas. Y así lo reconocieron los apóstoles, que vieron en él al Siervo paciente de Yahvé (Is 53). Jesucristo sufrió y murió (Lc 22,15) por los pecados de los hombres (1 Pe 3,18). Junto a los sufrimientos de tipo físico de la pasión, a la que tuvo mucho miedo (Mc 14,33), los sufrimientos de tipo moral, tales como la infidelidad de Jerusalén (Lc 19,41), la incredulidad de los suyos (Jn 7,5), el abandono de los apóstoles (Mc 14,50; Lc 22,48). Jesucristo no quitó del mundo el sufrimiento, ni siquiera lo explicó de una manera clara; quiso dejarlo en el misterio (Jn 9,3). Es más: anuncia que el cristianismo va esencialmente unido al sufrimiento (Lc 9,23; Flp 1,29), a participar en los sufrimientos de Jesucristo (2 Cor 1,5; 1 Pe 4,1.13), para completar así, según San Pablo, lo que aún falta a la pasión de Jesucristo (Flp 1,29; Col 1,24). Pero el cristiano debe tener conciencia de que los sufrimientos de esta vida no tienen comparación con la gloria futura (Rom 8,18; 2 Cor 4,17) y tener presente que Jesucristo llamó dichosos a los que sufren y a los que son perseguidos (Mt 5,5.10-12). ->pasión y muerte; siervo; sacrificio. E. M. N.
  • 10. Al respecto, Eusebio de Cesarea, en el siglo IV, afirma: «Tomó sobre sí mismo las pruebas de los miembros que sufren. Hizo suyas nuestras humildes enfermedades. Sufrió y padeció por nuestra causa y lo hizo por su gran amor a la humanidad» (La demostración evangélica, 10, 1, 22). San Pablo prosigue delineando el cuadro «histórico» en el que se realizó este abajamiento de Jesús: «Se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte» (Flp 2, 8)
  • 11. El Hijo de Dios se hizo verdaderamente hombre y recorrió un camino en la completa obediencia y fidelidad a la voluntad del Padre hasta el sacrificio supremo de su vida. El Apóstol especifica más aún: «hasta la muerte, y una muerte de cruz». En la cruz Jesucristo alcanzó el máximo grado de la humillación, porque la crucifixión era el castigo reservado a los esclavos y no a las personas libres: «mors turpissima crucis», escribe Cicerón (cf. In Verrem, v, 64, 165).
  • 12. En la cruz de Cristo el hombre es redimido, y se invierte la experiencia de Adán: Adán, creado a imagen y semejanza de Dios, pretendió ser como Dios con sus propias fuerzas, ocupar el lugar de Dios, y así perdió la dignidad originaria que se le había dado. Jesús, en cambio, era «de condición divina», pero se humilló, se sumergió en la condición humana, en la fidelidad total al Padre, para redimir al Adán que hay en nosotros y devolver al hombre la dignidad que había perdido. Los Padres subrayan que se hizo obediente, restituyendo a la naturaleza humana, a través de su humanidad y su obediencia, lo que se había perdido por la desobediencia de Adán.
  • 13. En la oración, en la relación con Dios, abrimos la mente, el corazón, la voluntad a la acción del Espíritu Santo para entrar en esa misma dinámica de vida, como afirma san Cirilo de Alejandría, cuya fiesta celebramos hoy: «La obra del Espíritu Santo busca transformarnos por medio de la gracia en la copia perfecta de su humillación» (Carta Festal 10, 4). La lógica humana, en cambio, busca con frecuencia la realización de uno mismo en el poder, en el dominio, en los medios potentes. SAN DAMIÁN DE MOLOKAI , leproso por 5 años: El hombre sigue queriendo construir con sus propias fuerzas 1884-1888 la torre de Babel para alcanzar por sí mismo la altura de http://webcatolicodejavier.org/ Dios, para ser como Dios. Damianbio.html … desde septiembre de 1927 …hasta el final de su vida, es decir, a lo largo de 35 años, Teresa Neumann se mantuvo sin ningún alimento ni bebida alguna. Su única alimentación fue la sagrada comunión. Al mismo tiempo, cesaron por completo las evacuaciones urinarias e intestinales a partir de 1930. A lo largo de su vida se mantuvo en su peso sin comer ni beber. Sólo los viernes de pasión perdía unos kilos (hasta 4) que recuperaba a lo largo de la semana siguiente. … durante el Tercer Reich se tuvo en cuenta el hecho de que Teresa Neumann no tomase alimentos, por lo que no se le otorgó ninguna cartilla de racionamiento durante II Guerra Mundial. http://www.revelacionesmarianas.com/milagros_eucaristicos.htm
  • 14. La Encarnación y la cruz nos recuerdan que la realización plena está en la conformación de la propia voluntad humana a la del Padre, en vaciarse del propio egoísmo, para llenarse del amor, de la caridad de Dios y así llegar a ser realmente capaces de amar a los demás. El hombre no se encuentra a sí mismo permaneciendo cerrado en sí mismo, afirmándose a sí mismo. El hombre sólo se encuentra saliendo de sí mismo. Sólo si salimos de nosotros mismos nos reencontramos. Adán quiso imitar a Dios, cosa que en sí misma no está mal, pero se equivocó en la idea de Dios. Dios no es alguien que sólo quiere grandeza. Dios es amor que ya se entrega en la Trinidad y luego en la creación. Imitar a Dios quiere decir salir de sí mismo, entregarse en el amor. SAN JUAN BOSCO 1815-1888 Fiesta: 31 de enero Presbítero, "Padre y maestro de la juventud", patrono de los editores, fundador de los salesianos. Por su gran devoción a María Auxiliadora, conseguía de ella innumerables milagros. "En su vida, lo sobrenatural se hizo casi natural y lo extraordinario, ordinario." Pío XI sobre S. Juan Bosco.
  • 15. NADA MÁS SUAVE SE CANTA, NADA MÁS GRATO SE OYE, NADA MÁS DULCE SE PIENSA En la segunda parte de este «himno cristológico» de la Carta a los Filipenses, cambia el sujeto; ya no es Cristo, sino Dios Padre. San Pablo pone de relieve que, precisamente por la obediencia a la voluntad del Padre, «Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre sobre todo nombre» (Flp 2, 9-10). Aquel que se humilló profundamente asumiendo la condición de esclavo, es exaltado, elevado sobre todas las cosas por el Padre, que le da el nombre de «Kyrios», «Señor», la suprema dignidad y señorío.
  • 16. “Jesús lava los pies de los Apóstoles” - Ilustración de un salterio real inglés del siglo XIII - Metropolitan Museum of adoracion-del-cordero-mistico.jpg Art, Nueva York. Ante este nombre nuevo, que es el nombre mismo de Dios en el Antiguo Testamento, «toda rodilla se doble en el cielo y en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre» (vv. 10-11). El Jesús que es exaltado es el de la última Cena, que se despoja de sus vestiduras, se ata una toalla, se inclina a lavar los pies a los Apóstoles y les pregunta: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros» (Jn 13, 12-14).
  • 17. Es importante recordar siempre en nuestra oración y en nuestra vida que «el ascenso a Dios se produce precisamente en el descenso del servicio humilde, en el descenso del amor, que es la esencia de Dios y, por eso, la verdadera fuerza purificadora que capacita al hombre para percibir y ver a Dios» (Jesús de Nazaret, Madrid 2007, p. 124). Benedicto XVI Tras rezar el Ángelus, el Papa saludó a los peregrinos en varios idiomas. En español, dijo: Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española presentes en esta oración mariana. Hoy deseo unirme especialmente a la alegría de los fieles de la Archidiócesis de Granada, y de otras partes de España, que, esta misma mañana, están celebrando con gozo la inscripción del nombre de Fray Leopoldo de Alpandeire entre el número de los Beatos. La vida de este sencillo y austero Religioso Capuchino es un canto a la humildad y a la confianza en Dios y un modelo luminoso de devoción a la Santísima Virgen María. Invito a todos, siguiendo el ejemplo del nuevo Beato, a servir al Señor con sincero corazón, para que podamos experimentar el inmenso amor que Él nos tiene y que hace posible amar a todos los hombres sin excepción Beato Leopoldo de Alpandeire, limosnero en Granada (Beatificación, Granada 12 septiembre 2010) Fray Leopoldo de Alpandeire es un santo hermano capuchino malagueño, nacido en la Serranía de Ronda, en el pequeño pueblo de Alpandeire, en 1864. Se dedicó a las labores del campo hasta los 35 años en que abrazo la vida de los capuchinos. La mayor parte de su vida capuchina la vivió en Granada, desde 1914 fueron 42 años seguidos, y aquí murió en olor y devoción de multitudes el 9 de febrero de 1956, a los 92 años.
  • 18. El himno de la Carta a los Filipenses nos ofrece aquí dos indicaciones importantes para nuestra oración. 1ª. La primera es la invocación «Señor» dirigida a Jesucristo, sentado a la derecha del Padre: él es el único Señor de nuestra vida, en medio de tantos «dominadores» que la quieren dirigir y guiar. Por ello, es necesario tener una escala de valores en la que el primado corresponda a Dios, para afirmar con san Pablo: «Todo lo considero pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor» (Flp 3, 8). El encuentro con el Resucitado le hizo comprender que él es el único tesoro por el cual vale la pena gastar la propia existencia.
  • 19. 2ª. La segunda indicación es la postración, el «doblarse de toda rodilla» en la tierra y en el cielo, que remite a una expresión del profeta Isaías, donde indica la adoración que todas las criaturas deben a Dios (cf. 45, 23). La genuflexión ante el Santísimo Sacramento o el ponerse de rodillas durante la oración expresan precisamente la actitud de adoración ante Dios, también con el cuerpo. De ahí la importancia de no realizar este gesto por costumbre o de prisa, sino con profunda consciencia. Cuando nos arrodillamos ante el Señor confesamos nuestra fe en él, reconocemos que él es el único Señor de nuestra vida.
  • 20. Queridos hermanos y hermanas, en nuestra oración fijemos nuestra mirada en el Crucificado, detengámonos con mayor frecuencia en adoración ante la Eucaristía, para que nuestra vida entre en el amor de Dios, que se abajó con humildad para elevarnos hasta él. Al comienzo de la catequesis nos preguntamos cómo podía alegrarse san Pablo ante el riesgo inminente del martirio y del derramamiento de su sangre. Esto sólo es posible porque el Apóstol nunca apartó su mirada de Cristo, hasta llegar a ser semejante a él en la muerte, «con la esperanza de llegar a la resurrección de entre los muertos» ( Flp 3, 11). Como san Francisco ante el crucifijo, digamos también nosotros: Altísimo, glorioso Dios, ilumina las tinieblas de mi corazón. Dame una fe recta, una esperanza cierta y una caridad perfecta, juicio y discernimiento para cumplir tu verdadera y santa voluntad. Amén (cf. Oración ante el Crucifijo: FF [276]).
  • 21. Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos de la Arquidiócesis de Los Altos, y de la Diócesis de Zacatecoluca, acompañados por sus Pastores, así como a los provenientes de España, México, Colombia y otros países latinoamericanos. Invito a todos a que fijen en la oración su mirada en el Crucifijo, a detenerse frecuentemente para la adoración eucarística y así entrar en el amor de Dios, que se ha abajado con humildad para elevarnos hacia Él. Muchas gracias. *Imitar a Dios significa salir de sí mismo, darse en el amor 27/VI/2012 * En la oración aprendemos a ver los signos del plan misericordioso de Dios 21/VI/2012 •La unión con Dios no aleja del mundo 13/VI/2012 * Dios no se cansa de nosotros 30/V/2012