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Literatura, Arte y Realidad
Edición Digital N°3 Verano 2006
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Sumario
Verano 2006
Titanes
del ring
Sylvia Plath: Soy muda y oscura
Reseña y selección de textos por Maximiliano Díaz Santelices
Página
3
Butaca
independiente
Cine chileno:
El posible mejor cine del mundo
por Edicson Solar
Página
16
Poesía chilena
actual
Santiago Versos
Selección esperpéntica
Página
21
Ojo ajeno Poesía universal
Por Sergio Sarmiento
Página
27
La morgue Escribieron en Chile un día
Por Sparky
Página
29
Aprendiendo
a vivir
Renunciar a la belleza
Por Robinson X
Página
31
Profeta de las
catacumbas
Vicio verdadero
Por Pablo Jerez
Página
34
Crónica
ciudadana
E l esfuerzo
Por Renato Fonseca
Página
36
Crónica
ciudadana
El paraíso perdido
Por Lisandro Bugueño
Página
38
Fotografía
digital
Verano en Playa Ancha
Por Sparky
Página
40
3
Revista ESPERPENTIA
Literatura, Arte y Realidad
Fundada el año 2000
Dirección y Edición
Sergio Sarmiento M.
Diagramación
Sparky
Colaboraron
en este número
Maximiliano Díaz Santelices
Edicson Solar
Pablo Jerez
Lugar de origen
Batuco, Santiago, Chile
Periodicidad
100% irregular
Correo electrónico
esperpentia@yahoo.com
Los artículos que contiene la
presente edición se publicaron
originalmente en el sitio web:
www.esperpentia.cl
Edición Digital N°3
VERANO 2006
PERMITIDA
SU REPRODUCCIÓN
CITANDO LA FUENTE
4
Titanes del Ring
Sylvia Plath: Soy muda y oscura
Reseña y selección de textos por Maximiliano Díaz Santelices
“Soy muda y oscura. Soy una semilla / a punto de estallar”
Cada cierta cantidad de años, un poeta tiene que cumplir el rito de matarse. Casi como deber social, la poesía
debe pagar su cuota al mercado de la oferta y la demanda. Desde ese minuto comienza el morbo que atrae a mu-
chos lectores hacia una obra que antes les hubiese sido indiferente, también se inicia la especulación (sobre todo
si el suicida es joven) acerca de lo que habría podido escribir si hubiese seguido vivo. En fin, la muerte prematura
le da a la obra del que eligió “la salida de emergencia” otra connotación, otra lectura que, evidentemente, antes no
existía, incluso a algunos los erige como íconos de la inconformidad, de la rebeldía o simplemente del dolor perma-
nente de estar vivos. Es el caso, entre otros, de Alfonsina Storni, Alejandra Pizarnik, Violeta Parra, Anne Sexton,
Sylvia Plath (hemos nombrado a propósito solo mujeres, pues la crónica de hoy tratará sobre una de ellas y sus
múltiples voces).
El suicidio de la poeta norteamericana Sylvia Plath (1932 – 1963) a la edad de 30 años, la constituyó en una poeta
de culto en lengua inglesa, tanto así que su novela autobiográfica “La campana de Cristal” vendió 80.000 ejempla-
res el año de su muerte (¿no hay mejor marketing que la muerte anticipada? Bueno, hay varios que lo han intenta-
do, pero sin éxito) Además muchos o muchas admiradores(as) de último minuto, que culparon a su ex-esposo, el
poeta Ted Hughes del suicidio de Plath (después que la abandonó dejándola sola y a cargo de sus dos pequeños
hijos), vieron en ella un símbolo de las reivindicaciones feministas. Fue en ese instante, después del acta de defun-
ción, que la poesía de Plath comenzó a editarse (por el mismo Hughes) a difundirse y a leerse en serio, desde otra
perspectiva.
Solo algunos años antes (1956) los dos poetas habían formado un matrimonio “ideal”, viviendo juntos en departa-
mentos pequeños, pero atiborrados de libros, sin dinero, pero pródigos de felicidad, mochileando o en automóvil,
casi como los personajes de Jack Kerouac, por los Estados Unidos y por Europa, escribiendo, leyendo. Hasta que
en 1960 nació su primer hijo, ese mismo año también Plath editó (en vida) su primer y único libro de poemas “El
Coloso”, del que después diría: “La verdad es que francamente, estos poemas me aburren”, la crítica de la época
calificó el libro de “sólido, pero bajo la sombra de la poesía de su marido”. Sylvia y Ted trataron de organizarse
repartiéndose las labores de crianza, la sombra aceitosa de lo doméstico al fin y al cabo teñía sus vidas, porque la
verdadera cuestión como dice Parra es ¿quién lava los platos?
ESPERPENTIADigitalN°3/Verano2006
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También, como todos, tuvieron su “Pequeña casa en la pradera”, pues habían llenado una vivienda, en la campiña
inglesa, de libros y versos, dejando crecer los sueños de una pareja de poetas, en una bucólica existencia rodea-
dos de naturaleza, animales y poesía, aunque poco a poco tuvieron que enfrentarse a “la realidad”: un aborto, una
apendicitis, otro embarazo, el adulterio de Ted y las preguntas que seguramente Sylvia se hizo: ¿qué es más im-
portante: los hijos, el matrimonio, la poesía?, ¿qué soy, madre o poeta? En 1962 nace su segundo hijo, vuelta a
Londres a un departamento muy frío, además en octubre de ese año Hughes la abandona definitivamente por otra
poeta: Assia Guttman, quien años más tarde también se suicidaría (“Solo se aprende aprende aprende / de los
propios propios errores” como diría Rojas). Son años en que escribe poemas que hablan de toda su angustia
(editados paradójicamente –como ya sabemos- por su ex Ted Hughes, según algunos para beneficio propio).
Estos textos son: “Tres mujeres”(1968) y los que posteriormente formarán parte de su libro “Ariel”(1965),
“Cruzando el agua” (1971) y “Árboles de invierno” (1971), escritos en su mayoría antes que los niños despertasen,
a eso de las cuatro de la mañana, según propia confesión. Arrastraba así un gran problema (no solo de ella, sino
de su género), pues todavía resultaba muy difícil ser inteligente, culta, sensible, pero confinada a sus atávicos
deberes, de esposa y madre que tenía que compartir sus obligaciones domésticas con el hecho de escribir ¿Cómo
criar hijos, tener una familia, hacer feliz al esposo y escribir poemas? ¿En qué tiempo?
En relación a su poesía, esta nace siempre de una experiencia individual, cualquier sensación podía provocar y
despertar en Plath una serie de asociaciones simbólicas, pero sin un afán intelectual. Especialmente sensible se
encontraba al estar embarazada o en las semanas previas a su muerte, donde cualquier situación podía ser con-
vertida en poesía. Este era el primer impulso, una epifanía cotidiana que podía ser tan insignificante como “La
mota en el ojo”, el recuerdo de su padre muerto a los ocho años (“El Coloso” y “Papaíto”), hasta hechos trascen-
dentes como tener un hijo o perderlo (“Tres Mujeres”), pero debajo de estas experiencias comunes a la mayoría de
las personas, se alojaba la mirada “vidente” de la poeta que, a través de imágenes a veces herméticas o simples,
explorando recursos técnicos e imaginativos, ineludiblemente debió bucear en la interioridad del ser humano, abis-
mo no necesariamente grato, pues tuvo que enfrentarse a sus monstruos, que en el fondo son los monstruos de
todos: la relación con su padre, el dolor, la muerte, el suicidio, la maternidad, el amor, el engaño, la ruptura, en fin,
la paradoja que significa estar vivo con toda su carga de absurdo, del cual ni la poesía puede salvar. En pocas
palabras, una vida que hay que vivirla, aunque no valga la pena y se tenga una clara vocación para el suicidio (en
1953 ya se había intentado matar).
En la selección de poemas que hemos hecho, como siempre ha primado lo arbitrario y lo subjetivo, no hay ningún
orden salvo el del gusto propio. Sin embargo, hemos tratado de mostrar los aviesos fantasmas que rondaban la
poesía y la mente alucinada de Sylvia Plath, junto con cierta temática recurrente. En este sentido, quisiéramos
destacar el poema “Tres mujeres”, del cual presentamos un fragmento, este texto dialogado fue hecho para ser
leído en un programa radial, es así como la primera vez que se presentó fue el 19 de agosto de 1962 en la BBC.
Está basado en la experiencia de la maternidad y sus problemáticas. Su estilo es bastante directo y conversacio-
nal, a pesar de la construcción de imágenes muy poderosas e imaginativas. Las voces son de tres mujeres que
esperan en una sala de la maternidad el momento del alumbramiento: la primera, una esposa que nunca habla de
su marido; la segunda, una secretaria con un marido indiferente; la tercera, una muchacha soltera.
El tema de la maternidad también se puede distinguir en otros poemas seleccionados, como también la obsesión
por el padre, la muerte, etc. Quizá lo más interesante de todo esto es la verdad que hay detrás de estos textos, hay
tal comunicación (a pesar de ciertas traducciones) que el lector parece estar frente a una “confesión” (algunos
críticos han llamado a este estilo “poesía confesional”), pudiendo interiorizarse de la carga de sentimientos y sen-
saciones incluso paradójicas que tenía Sylvia Plath, pues ella sufrió todas las contradicciones de la mujer, que en
el Siglo XX comenzó a desligarse de su rol ancestral. Aunque fue esposa y madre que sufrió pérdidas y, también,
el abandono, quiso seguir escribiendo poesía, a pesar de todo. El sentido de esta audacia quizá lo intuyó esa fría
mañana de invierno en Londres, cuando después de dejarles el desayuno servido a sus hijos, cerró la puerta de la
cocina dio el gas, e introdujo la cabeza en el horno, quizá allí, justo antes de quedarse dormida pudo por fin resol-
ver estas contradicciones.
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Selección de Poemas
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Sylvia Plath
Selección de Poemas
Por Maximiliano Díaz Santelices
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LA MOTA EN EL OJO
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Inocente como la luz del día me quedé mirando
un prado con caballos, los cuellos curvos, las crines al viento,
las colas ondeando ante el fondo
verde de los sicomoros. El sol lanzaba
destellos blancos como pináculos de capilla sobre los tejados
y mantenía los caballos, las nubes, las hojas
l
firmemente arraigados, aunque todos ellos fluían
hacia la izquierda como cañas en el mar
cuando la astilla voló y se me incrustó en el ojo,
me lo cosió de oscuro. Entonces empecé a ver
un caos de formas bajo una lluvia cálida:
caballos envueltos en el verde mutante,
l
exóticos como camellos o unicornios,
paciendo en los márgenes de una mala foto,
bestias de oasis, de tiempos mejores.
El pequeño grano me quema, me raspa el párpado:
brasa, y a su alrededor, yo misma,
caballos, planetas y espiras girando.
l
Ni las lágrimas ni el alivio del rocío
de los baños oculares pueden quitar la mota:
está pegada, ha estado pegada una semana.
Llevo esta comezón de ahora por la carne,
ciega ante lo que será y lo que fue.
Sueño que soy Edipo.
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Lo que quiero de nuevo es lo que era
antes de que la cama, antes de que el cuchillo,
antes de que el alfiler y el bálsamo
me colocaran en este paréntesis;
caballos volando al viento,
un lugar, un tiempo fuera de la mente.
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EL COLOSO
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Jamás conseguiré recomponerte del todo,
unir, pegar tus pedazos y juntarlos como es debido.
Rebuzno de mula, gruñido de cerdo y carcajadas obscenas
salen de tus enormes labios.
Esto es peor que un corral.
l
Acaso te consideras un oráculo,
portavoz de los muertos, o de algún que otro dios.
Llevo treinta años trabajando
para extraer el sedimento de tu garganta.
Sigo sin entenderlo.
l
Escalera arriba con botes de cola y Lysol
trepo como una hormiga en duelo
por encima de los campos de maleza de tu frente
para reparar las inmensas planicies de tu cráneo y limpiar
los blancos, desnudos túmulos de tus ojos.
l
Un cielo azul como la Orestíada
se arquea por encima de nosotros. Oh padre, tan solo como estás
eres hondo y denso en la historia como el foro romano.
Abro mi almuerzo sobre una colina de cipreses negros.
Tus huesos aflautados y tu pelo de acanto desbordan
l
su antigua anarquía hasta la línea del horizonte.
haría falta más de un rayo
para crear una ruina así.
De noche me acurruco en la cornucopia
de tu oreja izquierda, al abrigo del viento,
l
y cuento las estrellas rojas, y las de color ciruela.
El sol sale bajo la columna de tu lengua.
Mis horas abrazan la sombra.
Ya no atiendo el encallar de las quillas
en las piedras desnudas del embarcadero.
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De "El Coloso", 1960
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TRES MUJERES (fragmentos)
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Soy muda y oscura. Soy una semilla a punto de estallar.
La oscuridad es mi parte muerta, y está resentida:
no quiere ser más, ni diferente.
La oscuridad me cubre de azul, ahora, como a una Madonna.
¡Oh color de la distancia y del olvido!
¿Cuándo llegará en que el Tiempo rompa
y la eternidad lo sumerja, y me hunda por completo?
l
Hablo conmigo, sólo conmigo, aislada,
lavada y roja de desinfectantes, sacrificial.
La espera pesa sobre mis párpados. Yace como el sueño,
como un gran mar. Lejos, lejos, siento la ola empujar
su carga de agonía hacia mí, ineludible, la marea.
Y yo, una caracola, haciendo eco en la playa blanca
me enfrento a las voces que inundan, al terrible elemento.
l
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*
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Soy acusada. Sueño con masacres.
Soy un jardín de negras y rojas agonías. Las bebo,
odiándome, odiando y temiendo. Y ahora el mundo concibe
su fin y corre en pos de él, los brazos tendidos hacia el amor.
Un amor de muerte que todo lo enferma.
Un sol muerto tiñe el periódico. Es rojo.
Pierdo vida tras vida. La negra tierra se las bebe.
l
Ella es la vampira de todas nosotras. Así nos sostiene,
cebándonos, bondadosa. Su boca es roja.
La conozco. La conozco íntimamente.
Vieja cara de invierno, vieja cara estéril, vieja bomba de tiempo.
Los hombres la han usado vilmente. Se los comera.
Se los comerá, se los comerá, se los comerá al final.
El sol se pone. Muero. Provoco una muerte.
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*
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Por la ventana se ve la luna. Alta.
¡Cómo llena mi alma el invierno! Y esa luz de tiza
depositando su polvo en las ventanas, las ventanas de despachos vacíos,
aulas vacías, iglesias vacías. ¡Oh, cuánta vacuidad!
Y esta cesación. Esta terrible cesación de todo.
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Estos cuerpos que ahora se amontonan a mi alrededor.
Estos durmientes polares.
¿Qué azules rayos de luna congelan sus sueños?
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La siento entrar en mí, fría, ajena, como un instrumento.
Y esa insensata, dura cara en su final, esa boca dibujando una O
abierta en expresión de lamento perpetuo.
Es ella la que arrastra alrededor este mar de sangre negra
mes tras mes, con sus voces de fracaso.
Estoy desamparada como el mar en el extremo de su cordón.
Me siento intranquila. Intranquila e inútil. También yo creo cadáveres.
l
Marcharé hacia el norte. Marcharé adentrándome en una vasta oscuridad.
Me veo como una sombra, ni hombre ni mujer,
ni una mujer, feliz de ser como un hombre, ni un hombre
lo bastante insensible y plano como para no sentir
ninguna carencia. Me siento una carencia.
Levanto mis dedos. Diez estacas blancas.
Mirad, la oscuridad se escapa por las grietas.
No puedo contenerla. No puedo contener mi vida.
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Seré una heroína de lo periférico.
No se me acusará por los botones apartados,
agujeros en los talones de los calcetines, blancas caras mudas
de cartas sin contestar, enterradas en el cajón de la correspondencia.
No seré acusada, no seré acusada.
El reloj no me encontrará necesitando, ni tampoco estas estrellas
remachadas en su lugar, abismo tras abismo.
l
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*
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¿Qué es lo que arroja contra nosotras a estas almas inocentes?
Mirad, están exhaustas, casi sin vida.
En sus cunas de lona, nombres atados a sus muñecas,
pequeños trofeos de plata para los cuales han venido desde tan lejos.
Las hay con el cabello negro y abundante, las hay calvas.
Con la piel rosada o pálida, morena o roja;
comienzan a recordar sus diferencias.
l
Parece que estuviesen hechas de agua; no tienen expresión.
Sus facciones duermen, como luz en el agua inmóvil.
En sus vestiduras idénticas son los verdaderos monjes y monjas.
Las veo lloviendo sobre el mundo como estrellas:
sobre India, África, América, estas milagrosas,
estas puras, pequeñas imágenes. Huelen a leche.
Las plantas de sus pies no han tocado nada. Son
caminantes del aire.
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¿Puede la nada ser tan pródiga?
He aquí a mi hijo.
Su ojo abierto es igual a todos, de un azul vulgar.
Se vuelve hacia mí como una pequeña, ciega, luminosa planta.
Un grito. Es el gancho del que cuelgo.
Y soy un rio de leche.
Una cálida colina.
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No soy fea. Puede incluso que sea hermosa.
El espejo me devuelve una mujer sin deformidad.
Las enfermeras me devuelven la ropa y un nombre.
Es normal, dicen, que algo así suceda.
Es normal en mi vida, y en las vidas de otras.
Soy una de cada cinco, o algo así. No estoy desesperada.
Soy hermosa como una estadística. Aquí está mi lápiz de labios.
l
Pinto la antigua boca.
La antigua boca que olvidé con mi nombre.
Hace uno, dos, tres días. Fue un viernes.
Ni siquiera necesito unas vacaciones; puedo ir a trabajar hoy mismo.
Puedo amar a mi marido, que lo comprenderá.
Que me amará a través de la mancha de mi deformidad
como si yo hubiese perdido un ojo, una pierna, la lengua.
l
Y entonces me pongo de pie, la vista un poco borrosa. Echo a andar
no sobre mis piernas, sino sobre ruedas, sirven igual de bien.
Y aprendo a hablar con los dedos, sin la lengua.
El cuerpo es ingenioso.
El de una estrella de mar puede contraer los brazos
y los tritones son pródigos en piernas. Tal vez sea
igual de pródiga en lo que me falta.
l
l
De "Tres mujeres", 1962
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l
MUERTE S.A.
ll
Dos, por supuesto, son dos.
Ahora me parece perfectamente natural...
El que jamás mira hacia lo alto, cuyos ojos abultan
bajo los párpados cerrados, como los de Blake;
el que exhibe
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ESPERPENTIADigitalN°3/Verano2006
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marcas de nacimiento que son su marca registrada...
La escaldada cicatriz de agua,
el desnudo
cardenillo del cóndor.
Yo soy carne roja. Su pico
l
se cierra al sesgo; aún no soy suya.
Me comunica que salgo mal en las fotos.
Me comunica lo tiernos
que parecen los niños en su frigorífico
del hospital: una simple
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puntilla en el cuello;
luego, las estrías
de sus sudarios jónicos;
luego dos piececitos.
No sonríe ni fuma.
l
El otro sí,
con el cabello largo y laudatorio.
Hijo de perra,
masturbador de resplandores:
quiere ser amado.
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Yo me quedo quieta.
La escarcha fabrica una flor;
el rocío fabrica una estrella,
la campana de muerte,
la campana de muerte.
l
La suerte de alguien está echada.
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LESBOS
l
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¡Depravación en la cocina!
Chistan las patatas.
Todo es muy Hollywood, sin ventanas,
con la luz fluorescente pestañeando como una jaqueca terrible,
modosas tiras de papel a manera de puertas...
Telones de teatro, bucles de viuda.
Y yo, querida, soy una embustera patológica,
y mi niña -mírala, boca abajo, en el suelo,
ESPERPENTIADigitalN°3/Verano2006
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como una marioneta sin hilos, pataleando para desaparecer...
Esquizofrénica perdida,
con la carene roja y blanca, un verdadero susto,
tú sacaste sus gatitos por la ventana,
a una especie de pozo de cemento,
donde cagan y vomitan y chillan sin que ella los oiga.
Dices que no la puedes soportar,
la hija de puta es una niña.
Has fundido las lámparas como una mala radio
limpia de voces y de historia, el estático
ruido de lo nuevo.
Dices que debería ahogar a los gatitos. ¡Cómo apestan!
Dices que debería ahogar a mi niña.
Si a los dos años ya está loca, a los diez se rebanará el cuello.
El niño sonríe, caracol gordo,
desde los pulidos losanges del linóleo color naranja.
Te lo comerías. Es un chico.
Dices que tu marido no sirve para nada.
Su judía mamá le guarda el encantador sexo como una perla.
Tú tienes un niño, yo tengo dos.
Debería sentarme en una roca, frente a la costa de Cornualles,
y peinarme el cabello.
Debería llevar pantalones de tigre, debería liarme con alguien.
Deberíamos encontrarnos en otra vida, encontrarnos en el aire,
yo y tú.
l
l
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PAPITO
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l
Ya no, ya no,
ya no me sirves, zapato negro,
en el cual he vivido como un pie
durante treinta años, pobre y blanca,
sin atreverme apenas a respirar o a hacer achís.
l
Papito: he tenido que matarte.
Te moriste antes de que tuviese tiempo...
Pesado como el mármol, bolsa llena de Dios,
lívida estatua con un dedo del pie gris,
del tamaño de una foca de San Francisco.
l
Y la cabeza en el Atlántico extravagante
en que se vierte verde legumbre sobre el azul
en aguas del hermoso Nauset.
Solía rezar para recuperarte.
Ach, du.
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En la lengua alemana, en la localidad polaca
apisonada por el rodillo
de guerras y más guerras.
Pero el nombre del pueblo es corriente.
Mi amigo polaco
l
dice que hay una o dos docenas.
De modo que nunca pude distinguir dónde
pusiste pie, raíces:
nunca me pude dirigir a ti.
La lengua se me pegaba a la mandíbula.
l
Se me pegaba a un cetro de alambre de púas.
Ich, ich, ich, ich,
apenas lograba hablar.
Creía verte en todos los alemanes.
Y el lenguaje obsceno,
l
una locomotora, una locomotora
que me apartaba con desdén, como a un judío.
Judio que va hacia Dachau, Auschwitz, Belsen.
Empecé a hablar como los judíos.
Creo que bien podría ser judía yo misma.
l
Las nieves del Tirol, la clara cerveza de Viena,
no son ni muy puras ni muy auténticas.
Con mi abuela gitana y mi suerte rara
y mis naipes de Tarot, y mis naipes de Tarot,
podría ser algo judía.
l
Siempre te tuve miedo,
con tu Lutftwaffe, tu pomposa jerga
y tu recortado bigote
y tus ojos arios, azul brillante.
Hombre-panzer, hombre-panzer,: oh Tú...
l
No Dios, sino una esvástica
tan negra que por ella no hay cielo que se abra paso.
Cada mujer adora a un fascista,
con la bota en la cara, el bruto,
el bruto corazón de un bruto como tú.
l
Estás de pie junto a la pizarra, papito,
en el retrato tuyo que tengo,
un hoyo en la barbilla en lugar de uno en el pie,
pero no por ello menos diablo, no menos
el hombre negro que
l
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l
me partió de un mordisco el bonito corazón en dos.
Tenía yo diez años cuando te enterraron.
A los veinte traté de morir
para volver, volver, volver a ti.
Supuse que con los huesos bastaría.
l
Pero me sacaron de la tumba,
y me recompusieron con pegamento.
Y entonces supe lo que había que hacer.
Saqué de ti un modelo,
un hombre de negro con aire de Meinkampf,
l
e inclinación al potro y al garrote.
Y dije sí quiero, si quiero.
De modo, papito, que por fin he terminado.
El teléfono negro está desconectado de raíz,
las voces no logran que críe lombrices.
l
Si ya he matado a un hombre, que sean dos:
el vampiro que dijo ser tú
y bebió mi sangre durante un año,
siete años, si quieres saberlo.
Ya puedes descansar, papito.
l
Hay una estaca en tu negro y grasiento corazón,
y a la gente del pueblo nunca le gustaste.
Bailan y papalean encima de ti.
Siempre supieron que eras tú.
Papito, papito, hijo de puta, ya he terminado.
l
l
De "Ariel", 1965
l
l
MUJER SIN HIJOS
l
l
El útero
sacude su vagina, la luna
se vacía desde el árbol sin rumbo fijo.
l
Mi paisaje es una mano sin líneas,
las sendas se arraciman anudándose,
el nudo mismo,
l
yo, la rosa que consigues:
este cuerpo,
este marfil
l
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divino cual llanto de niño.
Arácnida, yo hilo espejos,
fiel a mi imagen,
manando solamente sangre.
¡Pruébala, es rojo oscuro!
Y mi floresta
l
mi funeral,
y esta colina o esta otra
luciente de cadavéricas bocas.
l
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De "Árboles de invierno", 1971
l
l
Los poemas han sido tomados de:
Plath, Sylvia. Antología. Madrid. Visor. 2003. Edición de Jesús Pardo (a mi entender la traducción es demasiado “libre”, por suerte trae la
versión en inglés de los poemas).
Plath, Sylvia. Ariel. Madrid. Hiperión. 1997. Traducción y notas de Ramón Buenaventura. (Viene también con la versión en inglés).
Plath, Sylvia. Soy vertical, pero preferiría ser horizontal. Madrid. Mondadori. 1999. Traducciones de J. González, J. Ritter y E. Tolaretxipi.
L
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Butaca independiente
Cine chileno: El posible mejor cine del mundo
Por Edicson Solar
Mi intención, como heredero -no sé si digno- del desaparecido Nick Belane, era hablar de que "Sin City" debiese
ser considerada una de las mejores películas del último tiempo, tiempo de bostezos e inocuas invasiones morales
y alienígenas, tiempo de “interesantes films de miradas humanas íntimas que nos recuerdan que el cine es un
arte”. Pero no puedo ser tan irresponsable. Lo lamento por mis editores, pero esta vez vamos a comentar algo
acerca de cine chileno. Alguien debe recoger la mierda y procesarla.
Comencemos. En primer lugar, pienso que nuestra filmografía se puede resumir, estudiar y cerrar en cinco filmes.
En rigor cuatro largometrajes y un documental. Perdón, el mejor documental del siglo XX. Estas cinco joyas del
séptimo negocio son, en orden creciente, "El Húsar de la muerte" (1925, Pedro Sienna); "Julio comienza en Ju-
lio" (1977, Silvio Caiozzi); "Valparaíso, mi amor" (1969, Aldo Francia); "El Chacal de Nahueltoro" (1967; Miguel
Littin) y "La Batalla de Chile" (1975, Patricio Guzmán). Con esto, lectores, bastaría. Tendríamos ganado nuestro
lugar en la gloria y seguiríamos comiendo pop corn mientras le echamos una mirada al celuloide extranjero. Sin
embargo, el emprendedor espíritu patrio y su lógica de bruto compulsivo que mueve fondos, periódicamente nos
“regala” insulsas obras primas, obras que hacen que el cine chileno “se desarrolle” y sume adeptos. Y que los co-
merciantes de la cultura audiovisual metan gente a las salas. Pero eso no tiene porque ser positivo. Hitler fue acla-
mado por las masas, Stalin es considerado –no por pocos– el santo patrono de la justicia social, la derecha suma
votos, los bailarines de Mekano mueven multitudes. ¿No te suena al brazo invisible de un monstruo que lo abarca
todo? Hay que reconocerlo: el cine chileno, siendo tan generosos como el Padre Hurtado y sus bondadosos ejecu-
tivos, es malo. No, es pésimo. No, es como las huevas. ¿Quién es el responsable?
Un cine con identidad de clase
Podemos argumentar que como buen país tercer mundista –que lo fuimos y según los cánones de la globalización
lo seguimos siendo– debemos priorizar otras áreas. Consecuencia de este raciocinio, la cultura ocupa un lugar de
menor importancia que la educación, la salud y demás “resguardos” sociales, como la compra de armas, las ase-
sorías en gestión, las franquicias tributarias para transnacionales y los subsidios para el resto de la patria propieta-
ria emprendedora, clase que, además, se hace cargo del desarrollo cultural de todo el territorio. Gracias a esta
gente bien intencionada, tenemos películas donde el bajo pueblo es: un montón de chulos calientes ("El chacotero
sentimental"); lumpen taquillero ("Monos con navaja"); analfabetos agradecidos de sus patrones ("Subterra", al
niño Ferrari le tengo preparado su buen párrafo, no se preocupen). Películas donde la historia es una anécdota
trágica, pero muy olvidable y perdonable: el golpe militar, un juego de niños con mirada cuica ("Machuca"); los
desaparecidos, una excusa para fumarse un pito sacando fotos ("Imagen Latente"); la urgencia y consecuencia de
cambios sociales, un focus group de altos ejecutivos (un noticiario estrenado en Cannes por el fallido vástago de
Miguel Enríquez); los torturadores, héroes muy humanos ("Mi mejor enemigo"). Películas donde se muestra el
subdesarrollo residual de un país desarrollado, políticamente correcto y progresista: la pasta base, una excusa
para los negocios ("Mala Leche"); la prostitución camboyana, un acto de canibalismo ("Los Debutantes"); la deses
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peración económica, un sketch para Morande con Compañía ("Taxi para Tres", "Negocio redondo", "La Fiebre del
loco"). En síntesis: un cine de clase diseñado ideológicamente para el sometimiento de la otra y no para su eman-
cipación.
En el país de la amnesia absoluta, no hay guión
En Chile hay buenos dramaturgos, algunos dignos poetas vivos y uno que otro narrador de valer. Me refiero a gen-
te como Radrigán, Achondo, Peréz, Griffero (con generosidad) y a un reducido etcétera. Estando ellos y sus traba-
jos, me pregunto por qué debemos exponernos a la escritura de niños y niñas que son incapaces de narrar en UN
SOLO TIEMPO VERBAL. ¿Puede haber cine sin actores? SI ¿Puede haber cine sin sonido? SI ¿Puede haber cine
sin una buena fotografía o montaje? SI ¿Puede haber cine sin directores-as? SI ¿Puede haber cine sin guión? NO.
Imposible. Sin embargo, todas las creaciones originales y las adaptaciones cinematográficas de algún texto litera-
rio nacional son un fiasco. Demuestran que el sujeto guionista no sabe escribir y un desconocimiento absoluto de
las realidades que retratan en “sus obras”. Por ejemplo, "Hijo de ladrón", la gran novela social chilena escrita por
ese ácrata llamado Manuel Rojas; no puede ser la mariconada que nos presentaron. Una fotografía limpia que
niega la sordidez y la pobreza que Rojas retrató como se debe. Sonido bonito y cuidada dirección de arte, actua-
ciones planas. Todo dispuesto para agenciarse un premio en algún festivalillo de la Europa bajo mundista. La igno-
rancia de sus creadores nos puede permitir pasar por alto este -por suerte- ignorado experimento. Más que mal
estamos hablando de una supuesta generación de creadores-as que con suerte leen las páginas de farándula.
Pero, "Subterra". Bueno esa es imperdonable. Aquí viene el párrafo prometido.
Ferrari: en "Subterra" Baldomero Lillo retrató la difícil vida de los mineros del carbón, hecho causado por la explota-
ción capitalista, así como muchos escritores lo han hecho con otras realidades opresivas: Icaza, con los indios del
Guayas (para tu información, un río que existe en Ecuador); Escorza, Mariateguí y Arguedas, con el Perú profundo,
ese mismo al que debe pertenecer la mujer que lava tus ropas; Amado, otro tanto con ese Brasil pobre y bucólico;
y por suerte un etcétera global bastante extenso. En la obra de Lillo, a la cual se le puede criticar cierta unidireccio-
nalidad ideológica, los Cousiño y los Goyenechea no son los protagonistas. Los explotadores ocupan el lugar que
les corresponde en "Subterra". Y no es el de “generadores de oportunidades y promotores del desarrollo comunita-
rio”. Muy por el contrario, los patrones eran quienes hacían de la vida de los mineros del carbón un ensayo para el
cementerio. Te recuerdo que a lo largo de su historia, la gente de Lota fue un problemazo para todos los gobiernos
de turno, pues formaban el último núcleo de organización legítimamente obrera que existió en Chile. En 1997 la
mina se cerró. Hecho de profundo simbolismo histórico que tú das a conocer con un neutro párrafo al final de tu
miserable telefilme. Debiste sopesar lo que hacías y el tipo de director que pretendes ser (supongo que quieres
tomar el relevo al Francia de "Valparaíso, mi amor" o al Littin de "El Chacal de Nahueltoro") y si emprendiste de la
tarea de filmar “Subterra” por lo menos hay que guardar formas y ciertos respetos. Casi 3 minutos de agradeci-
mientos, del tipo yanacona, perro faldero o empleado del mes, a empresas y empresarios que financiaron tu arte
donde las verdaderas víctimas eran extras. Disfrazados de obreros victorianos, los cesantes de Lota le dieron algo
de realidad a tu fantasía arribista. Tu historia es la más clara manifestación de la abyección moral y ética que hace
de Chile el cumpleaños infantil que a Herodes le gustaría animar. Pero siempre hay una oportunidad de cambiar de
rumbo. No hagas nada con Santa María de Iquique. No vaya ser que los milicos mueran junto a los trabajadores en
un acto de solidaridad o que fueran unos subalternos yanquis –en rigor debiesen ser ingleses, te doy el dato– quie-
nes se tomaron más atribuciones que las que correspondían e impidieron el diálogo entre los trabajadores y esos
honestos visionarios dueños de la pampa salitrera. No hagas nada con Neltume –espero que ni siquiera sepas lo
que es Neltume–, no vaya ser que los guerrilleros, en tu fantástica visión rebelde, sean un grupo de cabros chicos
jugando a los pistoleros a los que unos humildes oficiales de ejército, traumatizados por los abusos a los derechos
humanos, matan por error. No hagas nada con los mapuches, no vaya ser que termines armando un western con
diligencias y aparezca un Roy Rogers o un John Wayne, junto a españoles que quieren alfabetizar a esa gente
semi desnuda. Ni te atrevas en tocar a Recabarren, ni a Clotario Blest, no vaya ser que se transformen en unos
Hoffa de mala muerte. Juro, que si lo haces, todo lo que aprendí en una escuela de cuadros lo aplico en el avant
premiere. No hagas nada con el golpe, no vaya ser que los desaparecidos sean una mentira para ensuciar a nues-
tro heroico ejército. Olvídate de Allende, Enríquez, Manuel Rodríguez o Carrera. ¿Para qué?. Si ya tenemos mu-
chas y buenas películas de superhéroes. Ferrari, contrata un profesor de Castellano y que te adapté una novela de
José Luis Rosasco o de Fuguet. Así tu estilo de quedar bien con los de arriba no se transformará en un escupo en
el ojo para los de abajo. Y por favor, usa la autopista central y evita mirar hacia una población. No vaya ser que te
inspires en algo tan freak como la pobreza.
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Gracias a tipos como Ferrari, regla sin excepción del cine chileno actual, podemos concluir que el desconocimiento
de la realidad, la alienación social, un grado de estupidez y la ausencia de oficio generan un círculo de viciosos y
viciosas poco entretenido, que apuesta a al gran axioma de nuestra transición: verdades a medias e impunidad
histórica. Aplicado al cine: la realidad que alguien ve por mí para que yo la interprete y de esa manera la establez-
ca como oficial. Curiosamente, una verdad de clase.
Como una forma de paliar este raro efecto, aquí van tres consejos para ustedes, niñas y niños con sensibilidad de
guionista.
a) Para establecer situaciones dramáticas sólidas, constrúyanlas desde acciones físicas básicas, para de esa ma-
nera anular físicamente a los personajes y obligarlos –ustedes chicos funcionan sobre la lógica de recibir o dar
órdenes, no sobre el debate de ideas– a desarrollarse desde lo psicológico.
b) Para construir buenos argumentos no se necesitan buenas intenciones –dudo que personas como ustedes
tengan otro fin en la vida que alimentar el ego y llegar a tener una cuenta corriente mucho más interesante que la
de papá o mamá, pero les doy el beneficio de la duda-, lo que si se necesitan son buenas acciones a las cuales –
esto es difícil y me da la impresión que el arancel que pagan en sus universidades privadas no alcanza para suplir
el escaso potencial intelectual que exhiben en sus patéticos manuscritos- deberán encontrar el significado. No
hablemos de semiótica, ni semiología, ni sentido común, o de algún cruce de datos que les permitiese profundizar
esos extensos planos inercia de una cancha polvorienta bajo el sol de enero que tanto les gusta usar. Es más sim-
ple: el protagonista (de preferencia he de suponer Vicuña) besa en la mejilla a su amigo y dice:
-Jugado, Quaquer. (Ustedes utilizan esos apodos, tan Liguria yo no soy).
Ya está escrito. Ahora lean lo que han hecho. Lo mejor sería que lo borrasen, pero bueno, está escrito. Realicen la
siguiente pregunta: ¿Por qué mi personaje besa en la mejilla a su amigo Quaquer? Junten las respuestas, que
seguramente serán varias y ordénenlas cronológicamente. Ya está. Ese es vuestro argumento. Mover a un huevón
taquillero de aquí para allá. No hay más. Sus mentes tejen historias del tipo: un taxista se une a una pareja de
asaltantes y…; una pandilla de narcotraficantes es objeto de una mexicana y…; un locutor de radio escucha las
historias de sus radioescuchas y…; una pareja de hermanos sureños trabaja para un proxeneta y…; una pareja de
aristócratas humanitarios quieren dar luz a un sucio poblado de analfabetos, resentidos e ignorantes mineros del
carbón y…; una niña de la Garra Blanca y un niño de Los de Abajo se echan un polvo y…; un niño bueno, lindo y
rico se ve obligado a ser amigo de un niño pelusa, negro y pobre durante la nefasta Unidad Popular y…; etc. El
problema de ustedes es que no saben que hacer con lo que viene después de la y…; fácil, pongan los significados
de las acciones.
Asúmanse como lo que son: gente básica, gente unidireccional, gente que está en la vida para vivirla desde porta-
das, entrevistas y making off. No hagan nada más. Sean sinceros con ustedes, con quienes van actuar esas cosas
y con quienes nos veremos obligados a verlas por solidaridad patriotera: hay que apoyar el cine chileno, el cine
chileno es bueno, quedo bonita la película, no tenemos nada que envidiar del cine extranjero, la hicimos con muy
pocos recursos, y un largo catálogo de frases sacadas de la Biblia del país del lugar común. Ustedes son los em-
bajadores de ese planetita unineural. Entonces hagan buenas postales de su verdadera patria. La gente creativa
vive en el país de nunca jamás. Ustedes son de nuestra nación enemiga. Ustedes son del lugar común. Sientan
orgullo de lo que son y dejen de decir a un país agobiado de vivir con un salario y vida mínima que no tienen plata
para hacer el verdadero arte.
c) Podemos pasar por alto el hecho que el sujeto guionista sea incapaz de estructurar una situación dramática.
También pasar por alto los argumentos. El referente de estos niños criados por la tan reverenciada televisión
ochentera, época preciosa con mala música y degollamientos, es muy potente. El sujeto guionista cree que hacer
un guión de cine es hacer un libreto de televisión. En su lógica y mundo se encuentran cerca. Lo que no podemos
tolerar son los diálogos y los textos en off (over). YA ES SUFICIENTE. Hasta los textos de Cecilia Bolocco en
"Morelia" se hacen un bálsamo al compararse con los de Carolina Fadic en "Monos con Navaja", Berta Lasalla en
"Subterra", Tamara Acosta en "El Chacotero sentimental" y "Machuca" –lo siento, compañera Acosta, pero usted
mejor que nadie sabe que las mujeres de población no hablan como usted-, Patricia López (ex camboyana o wa-
rrior sexual del establishment criollo convertida a mina mística sensible) en todas sus mamarias actuaciones, Sigrid
Alegría en "Sexo con Amor" y un largo etcétera.
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Niñas y niños, les recuerdo que el país al cual ustedes narran de manera realista carece de acentos étnicos y es
abundante en los acentos sociales. La riqueza de lenguaje no es un gran mérito patrio. Cuando uno habla, lo hace
desde la vivencia y la rutina. No con diamantes en la boca ni pensando cada punto y coma que ustedes otorgan a
sus personajes “reales, humanos y entrañables” que nos han obsequiado. Les doy un truco de diálogo: improvisa-
ción condicionada. El personaje A habla con el personaje B acerca de los cafés con piernas, mientras esperan que
baje de su departamento el personaje C, que luego de haber aspirado unas líneas de coca habla por celular con su
hermano, personaje D, acerca de quien ganó el último reality show. NO ESCRIBAN EL DIÁLOGO. SUGIERAN UN
TEMA Y QUE LOS ACTORES INTERACTÚEN DE ACUERDO A ESTE. Les aseguro que tendremos situaciones
mucho más reales e interesantes que los diálogos acerca de… ahora se acuerdan de los locos… ahora que esta-
mos todos locos…
En síntesis: la ausencia de guión en el cine chileno encuentra sus raíces en la ausencia de métodos vivenciales y
exploratorios de investigación y reflexión, que permitan acceder a un nivel acabado de conocimiento y visiones
como herramienta genérica de creación. Sólo desde ese punto de partida la creatividad, la inspiración y el hedor a
arte se legitiman. Dicho de otra forma, cuando se escriba desde el conocimiento, y no desde el simbiote prejuicio,
nos encontraremos ante un guionista y, lo que de verdad es importante, frente a un guión. Pero de ello no hay
mucha esperanza. Aún.
Nosotros, el auditorio
En párrafos anteriores hemos tocado la identidad (objetivo) ideológica del cine chileno, la ausencia de guión (con
especial dedicatoria a Ferrari) en esta disciplina y nos queda la relación producto–auditorio. ¿Qué busca el cine
chileno?. ¿Sustentabilidad, asertividad, incorporar el riesgo país en la aventura creativa? Cualquiera sea la res-
puesta, mientras ese tufillo a celuloide sea rentable todos seremos cómplices. El estado financiará a su destaca-
mento de publicistas para mantenernos en un estado opiáceo absoluto, lobotomizados en el gran expendio de
prozac que es Chile. El empresariado, por su parte, mantendrá su rótulo de progresismo a punta de unas cuantas
monedas arrojadas al azar. Total, la crítica especializada no existe, ni hay miradas divergentes. Pareciera que se
hubiese publicado un DFL obligando a la patriotería barata (soy un enemigo de la patria, señores), a decir que todo
lo que contenga el escudo patrio en sus créditos es un fantástico producto de la industria chilena de cine.
Les recuerdo, también, que esto no es una industria, todavía no, es sólo un buen negocio a contrata. Una industria
implica organización, no solo ejecutiva sino de base. Una industria implica competencia y aquí se uniforman año
tras año los discursos fílmicos. Así, después de tanto mal film político, todos ordenaditos bajo la verdad oficial,
nadie se va atrever a tocar el tema de los derechos humanos. Ya nos debe haber quedado claro cual debe ser el
punto de vista para la interpretación conciliadora de nuestra historia pasada. Guzmán es una isla en un océano de
amnésicos. Helvio Soto yace bajo tierra. Littin solo busca dinero. Caiozzi plagia a Greenaway o al manierista en
boga. Y el resto no existe. Para qué hablar de nuestros sucesos políticos recientes. He de suponer que por el bien
de la imagen país, no hay ningún resentido interesado en narrar esas mentiras que enlodaron la imagen de pro-
hombres en el marco del caso Spiniak. Hecha "Subterra", quién es capaz de cuestionar la economía en Chile. Los
que debiesen tener los huevos y ovarios para hacer esas cosas no los tienen. Y quienes sí lo tienen venden celula-
res y fríen papas para alimentar a sus vástagos. Ganaron esta batalla. Pero les recuerdo que pelearon solos y en
tiempo de tregua. Es triste, pero en este contexto no tendremos nunca una buena escena de los verdaderos to-
pless o de cafés con piernas, no tendremos un buen film de paranoias fascistas como la seguridad ciudadana. No
tendremos buenas parodias ni nada. Ellos, los dueños de la manzana, se repartieron los temas y nos cagaron con
las historias que a todos nos gustaría ver. Ni siquiera buenos plagiadores tenemos: Olguín no es Craven, ni Argen-
to ni Romero; Olguín es un pobre pendejo adulado por una pandilla de periodistas mendigos. Los cuarentones ya
perdieron. Ganaron plata, pero se las robó un emprendedor contable. Manga de huevones, se supone que ustedes
hacen cine, no juntar plata para esa vejez que se les viene encima. El niño Lópéz, el empresario freak light, no es
nada. Un plagiador absoluto de un Álex de la Iglesia en franca decadencia, echando mano a películas de Kevin
Smith para convencernos fácilmente de su genialidad. No niñito, los que entendemos tus hobbys sabemos que
eres pura copia. Y así se los digo a todos: APRENDAN A COPIAR.
Ya he enunciado, desde mi punto de vista, los ripios de nuestro séptimo arte. Por favor, agreguen una exagerada
devoción por contar todo lento y en cámara lenta y más lento aún, como Tarkovsky, modelo de nuestro “mundo
fílmico” ochentero. No obstante, no se debe olvidar que el ruso trato de decir algo en su soporífera imaginería. En
Chile, se recurre a la misma estética para decir nada. Y me queda la generación digital. Sólo una cosa, intimidad
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no es pasear a una actriz de teleseries en calzones y sin maquillaje por un departamento, planteándose qué ha
sido de su vida y fracasos frente al espejo, lágrimas con un soundtrack electrónico. Espiritualidad no es reírse con
un mimo. Profundidad no es darle un beso a un amigo. Hacer cine independiente y con miradas personales no es
hacer un video para la familia y los amigos. Solo una cosa: no califican para examen de primer año. Pero todos
ustedes, chupaubres fiscales, los cobardes que prefieren vivir al alero del rey de turno, los oportunistas de la histo-
ria, los plagiadores de siempre, los artistas de lo lento y las minas digitales; pueden estar tranquilos. Estamos ar-
mados, pero con pistolas de agua, cuchillos romos y balas de salva. El negocio está a salvo. Gracias a ustedes, el
cine chileno puede ser el mejor cine del mundo y de la historia. Es una oportunidad histórica la que tenemos por
delante. Tenemos la posibilidad de tener el mejor cine. Exclusivamente porque el cine chileno no existe.
L
l
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Poesía chilena actual
Santiago Versos
Selección esperpéntica
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Gregorio Alayón / Maracay, Venezuela, 1983
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A LA PLAZA CAMILO MORI
ll
Nos subimos cuatro
maltrechos, repletos de edulcorantes
cepas, alambiques y destilerías.
l
Nos subimos cuatro,
atrás la pelirroja
un desvergonzado, un desvirginizado ,
adelante la marsellesa con el chofer
rodeados por pinos de cartón.
l
En un taxi que pasó por la Biblioteca Nacional.
l
Hablando de Miss Venezuela,
portadas de libros, posiciones sexuales
pasando entre nigerianos,
diarios viejos y atropellando perros en la calzada.
l
El taxímetro marca 850 pesos
la pelirroja más bella que nunca
sentada entre los crucificados
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l
el de la izquierda molestando a la marsellesa,
el otro siente el Mapocho correr por sus venas,
la pelirroja esta más bella que nunca.
l
Estamos casi en los mil pesos
oímos espuma caer en el asfalto,
vemos poetas colgando de grúas.
l
Llegamos a la plaza Camilo Mori
bajamos rebeldes, regios, maltrechos y soberbios
desde un taxi que pasó por la Biblioteca Nacional.
l
l
l
DOMINGO EN LA TARDE
l
De las alcantarillas y ventilaciones
me jalan manos velludas
que me desabrochan los cordones,
prometiéndome un domingo sin iglesia.
l
Asexuados maniquíes y peluqueros
juegan a las escondidas
mientras el notario con su garfio
escupe mi certificado de nacimiento.
l
Busco entre mujeres corpulentas
con labios llenos de semáforos
y uñas galvanizadas
una mirada que me diga donde estoy.
l
Busco entre baños químicos
y sus respectivos inquilinos
alguna versión moderna del anticristo,
pero no hay ninguna oferta
que incluya una botella de ron.
l
Textos enviados por su autor.
l
Maximiliano Díaz Santelices / Santiago, 1960
l
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PASEO
l
Invierno y frío en las calles de Santiago
donde payasos venden un número ganador
mujeres amarradas a los escaparates
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y hombres fieles a una erección polarizada
junto a un café repiten
quejas a alguna triste.
l
Por ahí transitas, con ese andar lento buscándola
“El Paseo Ahumada con Lihn muerto ya no existe”
-piensas- y caminas entre mercaderes y almas agusanadas
cruzas frente al lugar donde estaba
el “Café Paula” de tu niñez
época en que el micro pasaba por la plaza de armas
y tu madre te traía los días de pago
(hace más de treinta años)
todo ese tiempo ha pasado como el día
que se hace nostalgia hacia el poniente
donde el sol deja
esquinas vacías ahora de arrebatos
sin el furor de la estación del metro
en el último adiós durante esa navidad cetrina.
l
Todo ha pasado, pero las historias deambulan
como tú los escaparates repetidos de la tarde
en la distorsión de la memoria que todo lo modela
construyendo un pasado de espejismos
cuánto tiempo colgando de este antiguo andamiaje
abochornado con el pelo más cano y la barba casi blanca
por la noche que se acerca cruel entre tanto edificio
arrojando las sombras de la torre
entre tanta quimera arrumbada en maletas inservibles
o cuadernos o bodegas mayores clausuradas a la calle
y a todos los vientos que nos rondan.
l
Todavía queda la muchedumbre ignota de las financieras
rogando por un pedazo de paraíso
(en 48 cuotas) -en fin-
en un semáforo te enfrentas a otros rostros
en la clausura de otro día
sin que aparezca en algún libro
o se interese por ti por eso la buscas
incluso por estas calles donde ya no está
y es inútil que te sumerjas en tu nostalgia
de Ahumada con Huérfanos
o en el “Dominó” y su “italiano”
es inútil que tomes ese bus oscuro
y entre los obreros dormitando quieras encontrarla
ya aparecerá si quiere o si no tendrás que seguir oliendo
su antiguo cabello en la almohada y seguir borroneando papeles.
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La noche ha llegado,
poco a poco, te alejas del centro en el bus hacia el norte
por las ventanas rotas entra un viento helado
que recibes de pie cansado
las poblaciones oscuras forman un paisaje de basural
donde tampoco está, pues allí la televisión manda
transmitiendo su mensaje hipnótico en 525 líneas.
ll
(Texto inédito)
l
l
Paula Ilabaca / Santiago, 1979
l
ll
LA DAMA DE RATA
l
la mañana de la vez camina en sentido
contrario es astuto lo sé
unos hombres plantan postes erectos
sus hermosas canciones me miran de reojo
no diré más
todas nuestras voces caben
en las costras cafés sobre el asfalto
yo sabía canciones de ratas yo
sabía hacerlos dormir
la calle es la promesa de los hechos
unos hombres alfombran para mí la ciudad
gritan cariños a la más bella
eyaculan miles de regalos de cemento
el vientre me crece y digo que no
me siento en la vereda a parir ratas
me toman el pulso río sí soy de verdad
aquí me tienen las ratas
se pasean agarradas del pelo
me preguntan relamidas cuánto las amo
se encaraman mordiendo lo que pisan
hambre mamá hambre
suban mis niñas pequeñas
hace tiempo que camino por acá
yo sabía canciones de ratas yo
me cruzó en la calle escondiendo la cola
ser rata es oler desde muy lejos
los hombres se inclinan ante la que lleva bigotes
l
L
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LA CIUDAD LUCÍA (fragmento)
l
2.- mientras duerme la ciudad se estira como ángel que duerme y no sabe que la ciudad lucía se estira y dice mira
las plantaciones eléctricas mira los arreboles que se opacaron al crepúsculo mira todas las huellas de la acera
demonio en el sueño donde todavía yace la penumbra cómo la sirena ambulatoria le canta la frente mientras duer-
me sobre la torre y la ciudad sueña con un ángel marrón que duerme de lado y respira por la boca todos los demo-
nios de la luz se agachan y se suben a la colchoneta lucía canta y quién lo cuidará esta noche a mi niña marrón a
mi ángel quién lo va a arrancar de la pesadilla por el pasillo no pasea mira como me diluye y espera y no me deja
entrar y me tira a la ciudad que me doblega y me tira un poco de cemento y eyacula una avenida por donde cami-
no mira como duele mira mientras sueño que me tiro junto a
l
l
De: "Completa", Contrabando del bando en contra, 2004
l
lFrancisco Quiroz / Valparaíso, 1964
lll
lll
1:30 AM
l
Lanzó al vacío un escupitajo rojinegro de sonido hueco que rebotó en el asfalto. Se detuvo junto a un poste de
alumbrado eléctrico y observó la hora en su reloj. Semáforo en verde cruzó avenida San Diego. Silbó un fragmento
de The pigs of the wing y observó una luna seca
Un cortejo de sombras, como carnaval, en Serrano 444 y polvorientas palomas
Se sentó en el borde de la pileta
La cordillera: un vacío claroscuro; a su espalda, la Iglesia del Sagrado Sacramento
Púsose de pie y articuló una oración ininteligible. Quizás dijo algo para sí o dialogó secretamente con su Dios
Con paso cansino se dirigió hacia el portón de la iglesia. En su vestón llevaba una petaca de mezcal que bebió de
una sola buena vez. Su garganta y vísceras ardieron
Por cierto, en ausencia brillaba su Dios.
(Texto inédito)
Eduardo Barahona / Santiago, 1979
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RASGADURAS Y BOTONES
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tus piernas
no me hacen gracia
pero son suficientes para caminar
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lentre las tiras de papel que se han engrifado
en una postura hostil me reduzco
y creo que todo es colgar desde nuestros cuellos carteles
con nombres y problemas
subvalorados
encerramos lo peor en la parte trasera
cerca de nosotros
el botón de nuestra ira está a punto de caerse
l
explotar un poco más esa veta
seca y pobre
esas tristes mujeres de senos caducos y culos mal usados
con cara de hombres y cejas mal sacadas
l
cómo poner ácido en mi boca
la cena primigenia convertida en fermentos y respiraciones
de carne y agua
l
celulares entre las manos
no son más que artefactos de reemplazo
l
prueba otro cuerpo
otra piel
verás que te aporreas con todos por igual
l
la sincronización
no es tema de competencia
a la hora de rendirse
duele una cierta herida
por toda la frente duele el pene de nuestro padre
el morbo
que dejó marca llamada sien
l
un tipo me aprieta la mano con su espalda contra el fierro
en el metro a las dos de la tarde
los botones de su chaqueta dejarán marca en mis dedos
doloroso responde con marcas de mis puños en su estómago
cada uno se está poniendo viejo al mejor estilo que puede
l
me dicen jecco
sentado sobre una piedra
me caliento en el sol del desierto
en espera de ser comido al anochecer
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De: "Fábulas del emigrante", Contrabando del bando en contra, 2005
l
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Ojo ajeno
Poesía universal
Por Sergio Sarmiento
o
Por calle Rosas caminaban las tres, una al lado de la otra, conversando preciosas tonterías. To-
das tenían un espléndido culo: un culo blanco, un culo azul, un culo negro, bellos trozos de carne
resaltados por ajustadas telas, maravillas que la tecnología moderna obsequia a nuestros macha-
cados sentidos. Polilla, seguí su luz por un buen rato. Y no pude decidirme por ninguna. Segura-
mente andaban en busca de algún regalo de cumpleaños infantil, o tenían sus mentes atrofiadas,
pues cada cierto tiempo se quedaban cuchicheando ante las vitrinas de las jugueterías, observan-
do muñecas, juegos de tacitas, monos de peluche, cintillos y ciudades en miniatura, con rostros
que mezclaban deliciosamente la ternura y la estulticia. Supuestamente yo, poetastro vagabundo
en busca de inspiración & documentación, debía estar en el museo de bellas artes, admirando las
coloridas fotocopias de Warhol, o en alguna librería de las caras, sufriendo ante alguna edición
Visor, cuyo precio en estas latitudes –y de acuerdo a mi estado económico– me resultaría inalcan-
zable. Por ejemplo, “Los talleres del tiempo”, de Carlos Germán Belli, de quién sólo poseo
“Sextinas y otros poemas”, un libro que nunca me gustó, ni entendí demasiado, pero que de todas
formas me interesa, pues el peruano logró decir la vieja nada de una manera diferente. También
podría haberme refugiado en la Biblioteca Nacional, y junto a los contrahechos bustos de filósofos
y escritores clásicos –Aristóteles se parece a Tribilín- pedir libros de esos que nadie tiene, Boris
Calderón, Arturo Alcayaga, Romeo Murga, y leer y escribir notas para artículos, poemas y relatos
que seguramente sólo un granado grupo de resentidos ha de apreciar. Pero estaba en calle Ro-
sas, alejado de la cultura, la sensibilidad posmoderna & las bellas artes, mirando el rítmico conto-
nearse de las apretadas carnes, atractivos capullos de temporada en el pináculo de sus formas,
significantes ciertamente más sugerentes que versos y prosas. La del culo blanco vestía una blusa
del mismo color, ropaje albo que contrastaba con su pelo negro y brilloso. Su culo era el más per-
fectamente moldeado, un culo suave, fresco, romántico, turgente, dulzón y soleado. Era un poema
de San Pablo Neruda. El culo azul, por su parte, presentaba una formación angulosa, lo que le
daba un aspecto de mayor vigor. Se trataba de un culo que podría saltar barreras y hacer algún
tipo de acrobacias en algún motel barato, pero con nombre francés. En la parte superior, su dueña
llevaba una polera amarilla de algodón, sin mangas. Su cabello, rubio y corto, pacía sobre un cue-
llo alto y fino, quizá más excitante que el mismo culo. Era un poema mandragórico. Por último, el
culo negro, el culo dark. Ni perfecto ni agresivo, más bien angosto, estrecho en relación con los
otros, con ciertos asomos de angustia. En la parte superior, una camisa con incrustaciones metáli-
cas, ajustada y semitransparente, dejaba ver un sostén también negro, con abundante encaje. La
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cabellera, rojiza y parda, casi punkie, ardía bajo el cielo. Era un poema de Lautreamont. Los culos-
poemas avanzaban y se detenían ante alguna vitrina de manera cíclica. Yo hacía lo mismo. Y
parándome detrás los observaba con disimulo, viéndome obligado muchas veces -para no ser
sorprendido- a posar mis ojos ante diversas figuritas plásticas, carros de bomberos, mini estacio-
nes de gasolina, armas extraterrestres, juguetes que nunca tuve, me fueron negados, pues mi
infancia fue pobre y más bien triste. Contemplando los culos de izquierda a derecha, de derecha a
izquierda, arriba abajo, abajo arriba, no podía decidir cuál de ellos me gustaba más. En realidad,
quería los tres. Pero sabía que estaba perdiendo el tiempo. Las muchachas ni siquiera se percata-
ban de mi presencia, no me pescaban. No soy un tipo monstruoso, es verdad, pero tampoco un
figurín de temporada. Debo reconocerlo: soy un hombre medio, es decir, soy polvo, soy hojas
secas, soy nada. Detenidas ante las vitrinas, las dueñas de mi deseo observaban por allá una
bolsita repleta de animalitos plásticos, por acá un traje de las seductoras “Chicas superpoderosas”
y, en otra tienda, un mini coche para nenitas de goma. Las muchachas eran bellas y la poesía –se
supone- persigue la belleza en cualquiera de sus estados: salvaje o procesada, inocente o manci-
llada, moral o amoral, con jeans o sin jeans. Tenía la mente convertida en un embarcadero de
avispas cuando de pronto los lindos culos entraron en una tienda. Me quedé en la entrada, estáti-
co intentando columbrar sus magníficas proporciones desde una nueva perspectiva. Luego se me
perdieron de vista. Seguramente estaban en algún recoveco de la tienda, dando de mamar a una
muñequita de moda. Pasaron unos cinco minutos y nada. No salían. Me acerqué a la puerta del
local. Las malditas se fugaban por una puerta que daba a la otra calle. Adiós culos-poemas, adiós
belleza. Resignado, seguí mi rumbo, que en realidad no era ninguno, pensando que en estos tiem-
pos de imágenes y no de palabras, la única poesía universal válida es un culo femenino, escalofrío
siempre nuevo, significante esencial, dador de armonías y equilibrios, instigador de la vida, lazo
del universo con la existencia humana.
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La morgue
Escribieron en Chile un día
Por Sparky
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Últimos días de invierno. La calefacción ha fallado y buscando calor me arrimo a una ventana de este edificio,
construcción donde arriban aquellos cuyo aliento mutó en asfixia, en verbo envuelto en plástico negro. En la vere-
da, menguados rayos de sol entintan techumbres y fachadas, crismas, paraderos, árboles y negros carteles escri-
tos con tiza: hay pan, no hay pan, etcétera. Tengo frío. Y pocas ganas de encontrarme a solas con algún libro ya
rígido, cuerpo varado que debería hojear para detectar posibles causas de muerte: asfixia, locura, paro cardíaco,
estupidez, derrame cerebral, incontinencia del habla, neovanguardismo vacío, experimentación sin sentido. Enton-
ces, alejándome de tan gélido ambiente, para calentar los huesos bajo hasta la vereda y camino hacia el quiosco
de diarios, pequeña construcción de madera, casi una animita, junto a la cual el quiosquero barre / lustra el cemen-
to silbando una canción de amor culposo y traidor. Miro los titulares de la prensa nacional. Y nada me atrae. Como
en una teleserie, anodinas noticias giran en torno a un guión escrito por el capital y sus aliados. Farándula, fútbol,
política, crímenes y desfalcos, nada nuevo. Para no perder del todo el viaje compro The Clinic, en cuya portada y
contraportada se hace leña de un agusanado árbol caído: la siciliana familia Pinochet. Pago y camino hasta una
placita que sirve de entrada al cementerio general, fantasmagórico lugar poblado por entes de piedra. Allí, bajo un
indeciso sol, hojeo el pasquín. Y tras pasar por las diferentes secciones, me encuentro con la columna “Escribieron
un día en Chile”, donde Alejandro Zambra opina sobre literatura “amateur” como él la denomina, aunque en reali-
dad se trata de literatura de farándula, es decir, gente que aparece en tv: políticos, animadores, cantantes, astrólo-
gas, modelos, etc., pues el adjetivo “amateur” es más amplio y quizá en él quepa hasta el propio Zambra, quien
escribe esta columna y el 99% de los escritores chilenos, dado que pocos en nuestro país pueden considerarse
escritores “profesionales” (quizá todo escritor verdadero sea siempre un “amateur”).
Leyendo la columna me entero que justamente esta es la última entrega que Zambra hace al pasquín, cansado de
rastrear subliteratura. Buena noticia, pues aunque confiesa que su objetivo –bastante fome- fue construir una es-
pecie de “libro negro de la literatura chilena”, bosquejando de paso una “historia de la vanidad nacional”, está claro
que el objetivo era otro: producir una sección llamativa, rentable para el periódico, donde Zambra pudiese ironizar
a gusto con libros que no ofrecen gran desafío: poemas de Krishna Navas, una novela de Fernando Villegas, ver-
sos de un tal “juez Aránguiz”, textos de Zulma, etc., demostrándonos lo idiotas que son. Y no era necesario, pues
lo sabíamos de antemano. Ojalá Zambra, que ha escrito páginas bastante más dignas en otros medios, se dedique
ahora a opinar sobre aquellos autores que hacen intentos serios y menos ingenuos en el ámbito literario, autores
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que –es sabido- no tienen acceso a los medios, pues es gente que no mueve la colita en la rasca fiesta nacional
del ego inflable. Logrados o no logrados, buenos o malos, prescindibles o imprescindibles, los trabajos de estos
autores requieren retroalimentación, crítica y difusión. Además, en ellos es posible encontrar, en ocasiones, textos
de buena laya. Y eso Zambra, junto a sus ambiciosos amigos portalianos, debe saberlo.
Camino de vuelta, mientras los fantasmas de piedra observan fijamente la llegada de un nuevo cortejo fúnebre,
platinada carroza espantando un par de gorriones parados sobre el pavimento, pienso que publicar una segunda
parte de “Escribieron en Chile un día”, posibilidad que Zambra insinúa, sería una torpeza. El asunto no funcionó. Y
listo. Ahora, si The Clinic necesita vender más papel impreso y eso se consigue siendo inteligente a costa de los
tontos, es entendible, hay que alimentarse y pagar cuotas, hay que mantener el refrigerador con la panza abultada.
La poesía puede seguir esperando, la poesía es paciente, la poesía es catatónica. Llego al edificio y antes de en-
trar miro hacia la calle, recostado sobre una silla de playa, el quiosquero, que también gana sus pesitos con la
venta del pasquín, fuma mientras toma un agradable baño de sol. Entro. Y sigue estando frío. Parece que nunca
arreglarán la calefacción.
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Aprendiendo a vivir
Renunciar a la belleza
Por Robinson X
Quizá lleves muchos, demasiados años, viviendo en calidad de allegado en el mundo de la literatura, quizá hasta
hayas publicado un poemario del que nunca hubo noticia, piedra hundida en el mar, intentando, hermano, herma-
na, decir algo que valga la pena. Y no pasa nada: la belleza, definitivamente, no se excita con tus palabras. Solita-
rio en tu habitación, cada noche lavas un par de copas, descorchas una botella de vino, aderezas el ambiente con
jazz cool, te pajeas con Miles Davis, lees dos o tres páginas del ABC de Pound y luego la invitas a un trago, embo-
rrachémonos, huachita, propones. Pero ella siempre se va con otro u otra. Y tú la ves pasar, la ves alejarse son-
riendo unida a mano ajena, a piel extraña. La maldita ni siquiera te guiña un ojo, la maldita ni siquiera se digna a
rechazar tu invitación. Y esa permanente negativa va minando tu voluntad, te enferma, te aísla, te transforma en
un montón de basura antisocial, en un perdedor nato. Lo que pasa, a fin de cuentas, es algo bien simple: no tienes
ojos o gafas para conocer la belleza, para entenderla, para imaginarla desnuda: jamás serás un vidente.
Pensando en tu caso, que es bastante patético, lectorcito, lectorcita, he desarrollado un conjunto acciones concre-
tas que te permitirán terminar con tu condición de allegado en el mundo de la literatura y reintegrarte a la sociedad,
ser –sin ningún tipo de angustia- el hombre masa que siempre has sido, el simplón que transita entre simplones
que han acordado la existencia de un paisaje común, de una vida común, de un pensamiento común, trocando la
imposibilidad de la belleza por la certeza de lo “bonito”. Y siempre manteniendo un excelente estado de ánimo, no
de felicidad, que eso es demasiado, pero sí de comodidad y satisfacción.
Quema de libros
Siguiendo al confesor de Alonso Quijano, el cura Pero Pérez, en primer lugar aconsejo la quema de todo impreso
nocivo que poseas en tu domicilio. No se trata, en todo caso, de una purga indiscriminada, pues podrás conservar
revistas de moda, vivienda, decoración, gastronomía, vida saludable y viajes, también catálogos de multitiendas,
distribuidoras automotrices, bancos, agencias de turismo y otros servicios que hacen “más fácil”, “más libre” y “más
moderna” la existencia humana. En cuanto a la quema, el primer ítem a eliminar es el más dañino, inútil y de difícil
combustión, es decir, la poesía; luego todo libro de filosofía que haya llegado hasta tus manos, partiendo por el
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loquito de Nietzsche. Finalmente, deshazte de todo lo demás: novelas, cuentos, ensayos, tratados, teatro, cróni-
cas, historia, enciclopedias, diccionarios e incluso esta misma revista, si es que posees alguna de sus añejas edi-
ciones en papel. Es recomendable sacar adelante esta labor en invierno: la alta temperatura del proceso paliará el
frío ambiente, otorgándole al fin una utilidad a esas palabras que nunca quisieron rozar tu inteligencia. Cuando el
fuego se estabilice, pon la tetera en el centro, prepara un tecito y bebiendo reflexiona acerca del lamentable es-
pectáculo que Quijano dio a sus seres queridos.
Lectura alternativa
Tras la quema, es obvio, poco material tendrás para leer. Eso te hará sentir incómodo, desasosegado y con angus-
tia. Pero no sufras: ingiere la mitad de una tableta ansiolítica, ravotril, a modo de sugerencia, y luego echa mano al
material que se salvó de la purga, papelería que te servirá para re-integrarse a la sociedad. Conoce cómo se vis-
ten, dónde viajan, qué comen, cómo viven, qué opinan los seres humanos que gozan de todo aquello que tú has
dejado de lado, viviendo a la sombra de la realidad, buscando una luz (la metáfora de la historia, según Borges)
que nunca aparece. Entiende, por ejemplo, por qué un automóvil con butacas de cuero otorga mayor libertad que
uno con butacas normales y por qué uno con butacas normales de todas formas da más libertad que andar a pie.
Cuando tengas la respuesta, celebra bebiendo una cerveza, pues estarás dejando de ser un espectro.
Delete
Sin asco, pues aquí hay que utilizar la sabia sentencia popular proactiva “se pensó y se hizo”, enciende el compu-
tador y elimina todos aquellos archivos con textos literarios de tu autoría o ajenos. Utiliza el comando “delete”.
Luego, como medida precautoria, vacía la papelera de reciclaje. Enseguida, haz una segunda hoguera y quema
los textos escritos de manera manual (manchas de lápiz bic sobre cuadernos “El Galeón”), observaciones en terre-
no que tanta concentración y tiempo te han hecho malgastar. Pon otra vez la tetera sobre el fuego y prepara, esta
vez, salchichas cocidas, las que acompañarás con pan, pepinillos y mayonesa. Entiende por qué ese sabor es tan
precioso.
Avisos clasificados
Esta es la etapa más compleja del proceso. Ten la valentía de levantarte temprano un día domingo, enseguida ve
al kiosco de diarios más cercano y compra los tres kilos de papel para envolver que se conocen como “El Mercu-
rio”. De regreso a casa arroja el periódico a un basurero, quedándote sólo con los avisos clasificados, las revistas
de multitiendas y la sección “Artes y Letras”. Con paciencia recorre los avisos clasificados, busca algo que te inter-
ese, vendedor de sepulturas, afp, isapre, comida rápida, créditos de consumo, etc. No rehuyas aquellos avisos que
solicitan personas “ágiles y dinámicas”. Tú eres ágil, tú eres dinamismo en estado puro. Una vez marcados los
posibles empleos, relájate leyendo las revistas de multitiendas. En ellas, sección lencería, podrás encontrar un
nuevo concepto de belleza, la belleza del cuerpo femenino o masculino bien trabajado, que exhibe calzoncillos,
calzones y sostenes intentando producir secreciones / desembolsos en el público objetivo. Conoce ese ideal, el
ideal del hombre masa. Y aprópiatelo. Finalmente, cuando estés exhausto de esa belleza adquirible en cuotas,
belleza que no viene del cielo profundo ni surge del abismo, hinca el diente a la sección “Artes y Letras”, estás
autorizado, pues no es material peligroso, no es inflamable, no se calienta con la lucidez.
Currículum
El computador, que antes fue un nido de torpes textos incapaces de resistir la más mínima hermenéutica, reforma-
teado se transformará en un amigo útil, fiel y sencillo. Puedes llamarlo “Joe”, “Pepe” o “Mary Sue”. Primero, haz tu
currículum, cuidando no anotar tu “experiencia literaria”. La literatura no es considerada trabajo, sino pereza y trau-
mas reposando sobre un catre llamado resentimiento. Quizá sea verdad. No lo sé, pues el poeta, el narrador tam-
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bién come, también llena el carrito del supermercado, también paga la cuenta de la luz. Volviendo al tema del currí-
culum, si posees poca experiencia laboral, o eres de los enfermos extremos, esos que nunca han trabajado, no te
preocupes, inventa algunos trabajitos, ojalá en empresas menores. Si no conoces empresas, invéntalas también.
Nadie averigua nada.
Amistades literarias
Seguramente tienes un grupo de amigos, supuestamente sensibles e inteligentes, que comparten tu afición por la
literatura, un grupo compuesto por anormales que buscan echarse un polvo con la belleza y nunca pueden, se
quedan dormitando o garabateando solitarios sobre la sábana en blanco, pues la chica, siendo bastante casquiva-
na, también tiene sus preferidos, tiene su gusto, tiene su estilo. Aléjate de esas juntas perniciosas, pertenecer a un
grupo de despechados sólo puede conducirte a la frustración, al odio social, al caos interno y, en casos extremos,
al alcoholismo y a la mendicidad.
Laurita
La belleza es inalcanzable. La Laurita, tu vecina, no. La belleza es profunda. La Laurita, tu vecina, no. La belleza
es hija de la muerte. Tu vecina, La Laurita, no. La belleza es frígida. La Laurita, tu vecina, no. ¿Alo, Laurita?
TV
Ocurrirá muchas veces que te sientes aburrido, no sabes qué hacer. Antes leías, antes escribías, antes soñabas
con el verso justo y la metáfora perfecta. Antes delirabas intentando crear un poema que iluminase el corazón
humano. Pamplinas. Eso es para los videntes. Pero no te preocupes, hay una amiga que te quiero presentar: se
llama televisión y sí que ilumina: es eléctrica. Además, al igual que la belleza, está en todas partes. La diferencia
radica en que la televisión es instantánea. Aprietas el comando “power” y ya está, se entregó. Generosa, se embo-
rracha con todos, no como la belleza, que necesita un cerebro dorado con angustia y lucidez para abrir sus piernas
magníficas. Cuando sientas que tu mente está en otro lugar, cuando te sorprendas uniendo dos o más palabras,
cuando sientas que el viento sopla en tu flaco bosque interno, no lo pienses ni un segundo: enciende el televisor y
tirado sobre un sofá alcanza un rápido y eficaz nirvana contemplando las delicias de la vida unicelular.
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Profeta de las catacumbas
Vicio verdadero
Por Pablo Jerez
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¿Recuerdan que hasta mi último mensaje me mantenía oculto entre los evangélicos de Renca, simulando ser un
drogadicto más en la caterva de arrepentidos monstruitos? ¿No se acuerdan? Revisen el número anterior, herma-
nos. Pues bien, de la simulación pasé al vicio verdadero y al final todo terminó con el incendio de Villa Los Jotes.
Ardieron las mediaguas por un descuido mío, pues olvidé apagar las velas del altar instalado en el ropero, tras
sufrir una pálida: mezclé vino químico con paraguaya prensada. La vecina pinochetista tuvo una muerte horrenda:
la pilló el fuego purificador amarrada a su camastro de bronce; de la boca del cráneo calcinado extrajeron un afiche
de su ídolo socarrón, fotografiado en el esplendor almidonado de su culto imperial. ¡Aleluya por el fuego perpetuo
del Santísimo! No se supo quién cometió el vejamen, espero no haber sido yo, aunque sólo Dios lo sabe, pues
poco recuerdo de mi último trance místico. Me sentí obligado a donar las joyas papales para la reconstrucción de la
Villa. Ahí mismo, entre las fumarolas y el llanto de guaguas huérfanas, me entregué a la autoridad de bomberos
con estas palabras: “Yo soy el que soy, comandante. La INTERPOL me busca por terrorista moral, instigador de
magnicidios y suplantador de la curia romana, pero no soy más que un pobre cura oriundo de Talca, derrotado esta
vez por el vicio. Estoy enfermo y necesito un tratamiento. Por favor, no avise en la diócesis, prefiero ir a la cárcel o
al manicomio con tal de no caer, otra vez, en las garras de la que debiera ser nuestra santa madre". Luego le expli-
qué que los guardianes del dogma salvan de la justicia terrenal a los curitas pobres caídos en descrédito, para usar
sus cuerpos en experimentos de demonología. A los de alta jerarquía, en cambio, los envían a lujosos claustros
en los alrededores del Vaticano, con acceso a TV cable y señales porno. ¡Gloria al inmaculado cuerpo de bombe-
ros! Imagínese, mi comandante: ¡caer en ese infierno, talleres de exorcismo, donación involuntaria de órganos,
crucifixiones, cuando mi único error ha sido mezclarme con los pobres tal como lo manda el flaco INRI! ¡Jamás
abusé de las niñitas del coro, lo juro, nunca me comí a ninguna de las ovejas que he pastoreado, no merezco ter-
minar en las mazmorras de la teología oficialista! ¡Gloria al sexo libre entre adultos y al libre pensamiento! El co-
mandante de bomberos creyó ser Dioclesiano, pues ordenó a sus esbirros que me inmovilizaran, mientras ocultaba
las joyas de la reconstrucción en los bolsillos de su chaquetón de cuero. Me saetearon como a San Sebastián,
pero no con flechas sino con agua y viéndome que sobreviví, igual que al santo intentaron matarme por segunda
vez. A palos. Dos demonios verdes, montados en alazanes apocalípticos, casi hacen rodar mi cabeza hasta las
cloacas de Villa Los Jotes.
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Al día siguiente, desperté en una celda cómodamente acolchada, rodeado de tres anticristos que se entretenían
metiendo sus dedos en mis narices y levantando los apósitos que cubrían mi cráneo. Me hice amigo de ellos re-
citándoles en latín las bienaventuranzas. Y se durmieron. Luego de unos días me gané la confianza de los médi-
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cos y me permitieron salir al patio dos veces por semana. Era un sicótico pasivo. Aquí me he encontrado con una
sor Teresa de Calcuta, cinco Teresitas de Los Andes, tres Franciscos de Asís, ninguno de Porras y veintinueve
apóstoles -todos bipolares- quienes le generan un problema no menor al único Mesías, pues no ha llegado ningún
Judas, sólo un Hitler, un par de Nerones y un Don Francisco. Un enfermero ha dicho ser la Virgen María y cuentan
que el director del hospital tiene pacto con el Enemigo. Yo pienso: ¿quién a estas alturas no tiene un pacto, aun-
que sea de silencio, con el Maligno Artífice? Hijos meus, no olviden incendiar todas las naves cuando llegue el día
del juicio. Desde las catacumbas de Av. La Paz, a la espera de que los ángeles desciendan de alguna micro Renca
-El Parral cualquier día sábado, se despide vuestro hermano de siempre, Esperpentia Mediatrix. ¡Aleluya por la
ciencia química y Gloria al fuego que caerá del cielo!
NOTA DE LOS EDITORES: a riesgo de ser considerados bajo la influencia del Genio de la Mancha o de su maes-
tro, el ilustre no vidente de Buenos Aires, debemos advertir que el artículo “El Vicio Verdadero”, firmado por el Pro-
feta de las Catacumbas, nos parece apócrifo. ¿Por qué pensamos esto queridísimo y desocupado lector? Para
saberlo deberás leer hasta el final esta nota.
(1) En la primavera del 2003, en el Nº5 de nuestra esperpéntica edición en papel, apareció por primera vez un
artículo del autodenominado Profeta de las Catacumbas. En ese primer mensaje nos comunicó los objetivos de
estas misivas: “Aquí haremos teología creativa, experimentación divina, exorcismo a las ratas del Vaticano”. ¿Qué
pasó con nuestro teólogo creativo, con nuestro exorcista de ratas vaticanas?, ¿desapareció tras “El vicio verdade-
ro”?, ¿se convirtió en un drogadicto pirómano? ¿o estamos frente a una siniestra maquinación de aquellos mismos
que nuestro Profeta quiere denunciar con el fin de desacreditarlo?
(2) Otro objetivo que se planteaba en esa misma carta era: “durante los próximos números sistematizaré mis de-
nuncias, porque allí donde hay sombra, yo voy a iluminar la tiniebla”, pero en su artículo aparte de denunciar a un
comandante de bomberos corrupto, ¿hay más denuncias? Claramente no. Entonces ¿el Profeta ha decidido hacer
denuncias de poca monta, iluminando las tinieblas con un fósforo?
(3) Es verdad que en el Nº 7 de la revista apareció otra misiva, en la cual declaraba su cruzada alcohólica, por lo
que este nuevo artículo parece una continuación del mencionado, pero también decía que permanecía oculto tras
la apariencia de un poblador periférico por miedo a la INTERPOL y a la curia romana. ¿Cómo podemos entender
entonces que diga, a todo el que quiera leer, que se encuentra confinado en el Hospital Psiquiátrico de Av. La
Paz? ¿No sería esto un suicidio para el verdadero Profeta, que quería permanecer oculto en la clandestinidad?
(4) La pregunta que Ud. debe tener, paciente lector, si es que ha llegado a este punto de la explicación es ¿por
qué publicamos una carta a todas luces falsa? La respuesta no se hará esperar. La publicamos justamente, porque
esto demuestra que nuestro auténtico Profeta estaba en lo cierto en sus primeras arremetidas contra el demonio
secular, pues manos negras se han tomado el trabajo de suplantarlo para desacreditar su imagen y confundirlo
simplemente con un loco. Es lo que hoy se conoce metafóricamente como “asesinato de imagen”. No sería la
primera vez que ocurre esto en la historia.
Profeta, estés donde estés, esperamos tu pronto regreso a través de tus lúcidas crónicas, para que pongas en su
lugar a aquel de manos enjoyadas que te suplantó y envió la apócrifa carta a nuestro esperpéntico correo.
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Crónica ciudadana
E l e s f u e r z o
Por Renato Fonseca
lSoy un hombre de trabajo. Todo lo que tengo lo he ganado a punta de esfuerzo y sacrificio, quitándole horas al
sueño, a la familia y al recreo. Cuando salí del liceo comercial, institución de la que egresé con excelentes califica-
ciones, mi tesón me llevó a buscar un camino propio, un camino independiente, pues no deseaba terminar de tinte-
rillo en alguna oficina de mala muerte, como ocurrió con tantos de mis compañeros. Así, sin ninguna vergüenza, el
trabajo dignifica al ser humano, montado sobre un triciclo me dediqué a vender abarrotes en una población margi-
nal. Eso fue hace veinte años. Hoy soy propietario de un minimarket en Nuñoa. Poseo, además, un automóvil y
una camioneta, también una casa de material sólido en Santiago y una cabaña en Las Cruces. El negocio está
bien surtido y las ventas son bastante buenas. En mi expendio trabajan cuatro personas. Florita, una mujer modes-
ta y honrada, viuda hace más de diez años, que es feliz ganando poco, lleva la caja y la contabilidad. Néstor, un
mapuchito bien básico, pero extremadamente leal, maneja la camioneta y se encarga de los pedidos. Luisa y Cris-
tián atienden público, turnándose, a fin de mantener el local abierto desde las siete de la mañana hasta las doce
de la noche.
Gracias al empeño con que he desarrollado mi trabajo he podido –hasta hoy- financiar la educación de mis hijos.
Ambos estudian en la Universidad Casa Real, una entidad privada que tuvo a bien acogerlos pese a sus malas
notas en enseñanza media. Rodolfo estudia Derecho. Laurita, educadora de párvulos. Alguien podría decir que soy
un hombre feliz. Y, en cierto sentido, lo soy. Vivo solo, vivo tranquilo y sin presiones desde hace siete años, cuan-
do mi matrimonio se hizo trizas. ¿Razones? Mi mujer no soportaba la excesiva devoción con que me entregaba al
trabajo. Al mismo trabajo con el que he podido darles todo a ella y a mis hijos, no como el irresponsable de mi
padre, que se hizo humo cuando yo y mis hermanos éramos chicos, perro en leva tras una mina ordinaria y calen-
tona, dejándonos en la miseria. No, yo creo en el trabajo. En el sudor. En la persistencia. Y eso no le gustaba a
Sara, la loca. Ella quería pasarlo bien. Hacer una vida bohemia. Tres meses después del nacimiento de Rodolfo,
nuestro primer hijo, la sorprendí fumando marihuana. Tal como se escucha: ma-ri-hua-na. Estaba tirada en la cama
a las doce del día, escuchando música para jóvenes. No aceptaba el paso del tiempo. Nadie en su sano juicio
puede fumar marihuana a los veintisiete. Reconozco, eso sí, que cuando nos conocimos ella jugaba a ser rockera
y yo también. Pero el tiempo pasa y no se puede ser adolescente toda la vida. En ese tiempo, ella vegetaba en la
casa, oscilando entre el ocio, la domesticidad y la frustración. Mientras yo trabajaba concentrado en el progreso,
que cada vez se nota más. Un par de años después, tras el nacimiento de Laurita, la cosa se puso color de hormi-
ga. Depresión post-parto, así le llaman a la flojera. Y Sara se puso peor. Comenzó a beber y a consumir cocaína.
Todos lo viernes quería una fiesta. Yo, por la familia, cerraba más temprano, tipo 11 y llevaba cerveza o pisco sour
a casa. Sentados ante la mesa del comedor, bajo una lámpara hindú, escuchando música de Credence, de Led
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Zepellin e incluso de Metálica, nos mirábamos las caras y bebíamos un buen rato, comiendo snacks. Yo lo hacía
por ella, por nuestra relación, por los chiquillos. Yo no soy bueno para el trago ni para la coca. Yo no soy un hom-
bre bohemio. Después de un rato comenzaba el show. Sara quería bailar, Sara quería dar vueltas en auto gritando
a todo pulmón: ¡estoy loca!, la cabeza asomada por la ventanilla, Sara quería ir a un pub de avenida Suecia y co-
merse un lolito, Sara quería tener sexo sobre la escala, sobre la mesa, sobre la lavadora, como si mi vida fuese
una vulgar comedia erótica. Después, se metió con Emilio, nuestro vecino, con Hernán Fredes, un vendedor de
AFP, con el Toño, un ex compañero de liceo, con Marta, la profesora de artes de Laurita. Así pasaron los años.
Mientras yo trabajaba, Sara vivía en un carnaval.
Hasta que ocurrió lo que tenía que ocurrir. Un viernes no volví a casa. Me quedé en el local, tirado sobre una col-
choneta instalada en la bodega. Y no volví más. Mis hijos, hasta hoy, me visitan en el minimarket. Allí conversamos
sus buenos minutos, básicamente de sus estudios. Antes de irse, me piden plata. Todo el mundo necesita plata
para respirar. Yo les doy sus buenos billetes, total las cosas andan bien, está subiendo la curva de ventas, la pros-
peridad es inminente. Lo mejor, en todo caso, es que nadie me critica, nadie me huevea, nadie me dice que soy un
avaro incapaz de disfrutar el dinero que gano, nadie me dice que soy un puto obsesivo de mierda. Mi mundo está
en calma. Además, aunque parezca poco creíble, Sara ni se lo debe imaginar, también tengo mis diversiones.
Pagadas, por supuesto. Y todo funciona de maravillas. No hay cuestionamientos ni demencia. No hay calentura
enfermiza tampoco. Yo no soy como mi padre. Simplemente me ausento unas horas del local, siempre de improvi-
so, para que el personal no se malacostumbre, y me voy a una casa de masajes en el centro. Casi siempre me
atiendo con Karina, que es bien blanquita y simpática. Karina me lo chupa un buen rato, mientras pienso en los
pedidos y en los cheques por cubrir. Me organizo mientras ella hace su trabajo. Luego, cuando todo está en orden,
cuando sé el saldo que tendré en la cuenta corriente la próxima semana, cuando tengo claro el pedido de cocaco-
las para el viernes, me arrastro sobre ella y me libero. La otra vez le conté el asunto de Sara con las drogas. Tonti-
to, me dijo, cada vez que me acuesto contigo estoy volada. No importa, tú estas trabajando, señalé. Maniático, me
respondió. Y quizá tenga razón.
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Crónica ciudadana
El paraíso perdido
Por Lisandro Bugueño
Nunca supimos quién lo descubrió, la cuestión es que un día el Jhonny me avisó que habían encontrado el paraí-
so. Al principio pensé que otra vez estaba volao, hablando leseras. “No huevón si es cierto, te voy a mostrar el
paraíso en el liceo” me dijo. Y eso sí que era tener suerte. En un principio lo usábamos solo el Jhonny, el Brian y
yo, y nos metíamos a fumar en los recreos. Era difícil subir, pero con un poco de práctica lo hacíamos re’bien y
nadie nos cachó. Allí se estaba mejor que en cualquier parte, a pesar de que en los días de sol hacía mucho calor
y en los días fríos parecía que nos íbamos a congelar, pero, poco a poco, comenzó a convertirse en nuestra
“segunda casa” –como decía el Inspector Naranjo, el perro, al referirse a nuestro liceo-. Claro, siempre y cuando
tuviésemos primero una. Ninguno de nosotros tenía realmente una casa, bueno sí, un lugar donde dormir y comer
y ver tele, un lugar donde todo el día te retaban sí, pero casa no. Por eso el paraíso era nuestra casa, allí soñába-
mos, allí nos pajéabamos en grupo echando competencia a ver quién llegaba más lejos. Más de alguna vez llora-
mos mandando a la mierda la vida que nos había tocado. Era nuestro refugio, un verdadero útero diría el Flores, el
perno y poeta del curso.
Un día teníamos una prueba y el Brian no quiso bajar. Ahí mismo supimos que iban a comenzar los problemas.
Con el Johnny le dijimos que nos iban a cachar y que nos iban a expulsar del paraíso dije yo, recordando un libro
que la profe de castellano un día nos citó y que no sé por qué recordé en ese momento. Bueno, la cuestión en que
nosotros fuimos a dar la prueba y al Brian nunca lo cacharon. Entonces, descubrimos que ese paraíso podía servir-
nos pa’ más cosas. En abril se nos ocurrió comenzar a explorarlo y nos dimos cuenta que nuestro paraíso recorría
casi todo el liceo. El único cuidado que había que tener era caminar por los largueros, esos palos regruesos que
había en el piso, porque si no te podía ir guarda abajo y eso sería el fin de todo. Tuvimos que conseguir linternas y
cada vez que bajábamos tener cuidado de limpiar muy bien nuestro uniforme, pues siempre quedábamos llenos de
tierra. Un día hallamos una colchoneta botá en el patio, desas que usábamos pa´ gimnasia y la camuflamos y bien
tarde; cuando solo quedaba el cuidador, la subimos. Era mortal, recreo que había allí estábamos. Claro que no
faltaron los sapos así que, poco a poco, tuvimos que contarle el secreto a varios más. Pero, eso sí, cada uno deb-
ía conseguirse sus propias cuestiones: linternas, colchonetas, cigarros, incluso las botellas de pisco que circula-
ban o los pitos.
En julio, antes de las vacaciones, casi todo el tercero “g” había subido, incluyendo las minas, que encontraron
súper choro tener un refugio allí mismo, frente a los ojos de todos, sin que nadie nos cachara. Una tarde el Brian
se acercó a pedirme un favor. En el recreo quería subir con su polola, pero solo. Yo debía estar de guardia y no
dejar que alguien entrase. Recuerdo que la novedá ya había pasado, así que no tuve muchos problemas para
decirle a 2 ó 3 que llegaron, que no se podía, que esperáramos unos días, porque parece que alguien le había ido
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con el cuento al perro Naranjo y andaba muy cachúo. “Cero problema” me dijeron y se fueron a fumar al baño.
Mientras tanto, el Brian había inaugurado, otra vez, una variante nueva para nuestro paraíso: un motel.
Un lunes de octubre el viejo de educación física, en el acto cívico, habló con todo el colegio. Dijo que habían des-
aparecido 12 colchonetas y que, mientras no aparecieran, íbamos a tener que hacer los ejercicios en el suelo,
porque ni el colegio, ni la municipalidad tenían presupuesto para reemplazar el material robado. Ahí supimos que,
tarde o temprano, alguien nos iba a denunciar. Bueno, la cosa fue más temprano que tarde y sucedió así. Durante
varias semanas habíamos dejado de subir, a lo mejor así no se rochaba, incluso habíamos tratado de devolver
alguna de las colchonetas, pero esto resultó más difícil que subirlas, así que las dejamos casi todas juntas, en un
rincón, por si surgía la oportunidad. Ese día el Brian había desaparecido y a nosotros nos habían llevado al labora-
torio para ver otro video, uno que por fin, era interesante, pues se trataba de la reproducción animal. Como siem-
pre el Chistopher tiró su talla y le dijo a la profe que él se ofrecía para una demostración práctica y mientras la
profe se ponía roja con la talla y lo echaba pa fuera, sentimos un tremendo ruido proveniente del techo, algo, no
sabíamos qué, cayó sobre los mesones del laboratorio, por suerte no había nadie en ellos. Cuando el polvo se
disipó pudimos ver otro polvo: sobre seis colchonetas rojas, azules y verdes venían aterrizando el Brian arriba de la
Cintya, él con los pantalones abajo, todavía en las nubes moviendo sus blancas nalgas y acabando. Ella con el
jumper en la cintura y con los calzones en la mano, con los ojos muy abiertos mirándonos con una expresión de
angustia que nunca voy a olvidar. La misma expresión que debió haber tenido Eva cuando, junto con Adán, fueron
expulsados del paraíso.
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Esperpentia digital n°3

  • 1. Literatura, Arte y Realidad Edición Digital N°3 Verano 2006 L
  • 2. 2 Sumario Verano 2006 Titanes del ring Sylvia Plath: Soy muda y oscura Reseña y selección de textos por Maximiliano Díaz Santelices Página 3 Butaca independiente Cine chileno: El posible mejor cine del mundo por Edicson Solar Página 16 Poesía chilena actual Santiago Versos Selección esperpéntica Página 21 Ojo ajeno Poesía universal Por Sergio Sarmiento Página 27 La morgue Escribieron en Chile un día Por Sparky Página 29 Aprendiendo a vivir Renunciar a la belleza Por Robinson X Página 31 Profeta de las catacumbas Vicio verdadero Por Pablo Jerez Página 34 Crónica ciudadana E l esfuerzo Por Renato Fonseca Página 36 Crónica ciudadana El paraíso perdido Por Lisandro Bugueño Página 38 Fotografía digital Verano en Playa Ancha Por Sparky Página 40
  • 3. 3 Revista ESPERPENTIA Literatura, Arte y Realidad Fundada el año 2000 Dirección y Edición Sergio Sarmiento M. Diagramación Sparky Colaboraron en este número Maximiliano Díaz Santelices Edicson Solar Pablo Jerez Lugar de origen Batuco, Santiago, Chile Periodicidad 100% irregular Correo electrónico esperpentia@yahoo.com Los artículos que contiene la presente edición se publicaron originalmente en el sitio web: www.esperpentia.cl Edición Digital N°3 VERANO 2006 PERMITIDA SU REPRODUCCIÓN CITANDO LA FUENTE
  • 4. 4 Titanes del Ring Sylvia Plath: Soy muda y oscura Reseña y selección de textos por Maximiliano Díaz Santelices “Soy muda y oscura. Soy una semilla / a punto de estallar” Cada cierta cantidad de años, un poeta tiene que cumplir el rito de matarse. Casi como deber social, la poesía debe pagar su cuota al mercado de la oferta y la demanda. Desde ese minuto comienza el morbo que atrae a mu- chos lectores hacia una obra que antes les hubiese sido indiferente, también se inicia la especulación (sobre todo si el suicida es joven) acerca de lo que habría podido escribir si hubiese seguido vivo. En fin, la muerte prematura le da a la obra del que eligió “la salida de emergencia” otra connotación, otra lectura que, evidentemente, antes no existía, incluso a algunos los erige como íconos de la inconformidad, de la rebeldía o simplemente del dolor perma- nente de estar vivos. Es el caso, entre otros, de Alfonsina Storni, Alejandra Pizarnik, Violeta Parra, Anne Sexton, Sylvia Plath (hemos nombrado a propósito solo mujeres, pues la crónica de hoy tratará sobre una de ellas y sus múltiples voces). El suicidio de la poeta norteamericana Sylvia Plath (1932 – 1963) a la edad de 30 años, la constituyó en una poeta de culto en lengua inglesa, tanto así que su novela autobiográfica “La campana de Cristal” vendió 80.000 ejempla- res el año de su muerte (¿no hay mejor marketing que la muerte anticipada? Bueno, hay varios que lo han intenta- do, pero sin éxito) Además muchos o muchas admiradores(as) de último minuto, que culparon a su ex-esposo, el poeta Ted Hughes del suicidio de Plath (después que la abandonó dejándola sola y a cargo de sus dos pequeños hijos), vieron en ella un símbolo de las reivindicaciones feministas. Fue en ese instante, después del acta de defun- ción, que la poesía de Plath comenzó a editarse (por el mismo Hughes) a difundirse y a leerse en serio, desde otra perspectiva. Solo algunos años antes (1956) los dos poetas habían formado un matrimonio “ideal”, viviendo juntos en departa- mentos pequeños, pero atiborrados de libros, sin dinero, pero pródigos de felicidad, mochileando o en automóvil, casi como los personajes de Jack Kerouac, por los Estados Unidos y por Europa, escribiendo, leyendo. Hasta que en 1960 nació su primer hijo, ese mismo año también Plath editó (en vida) su primer y único libro de poemas “El Coloso”, del que después diría: “La verdad es que francamente, estos poemas me aburren”, la crítica de la época calificó el libro de “sólido, pero bajo la sombra de la poesía de su marido”. Sylvia y Ted trataron de organizarse repartiéndose las labores de crianza, la sombra aceitosa de lo doméstico al fin y al cabo teñía sus vidas, porque la verdadera cuestión como dice Parra es ¿quién lava los platos? ESPERPENTIADigitalN°3/Verano2006
  • 5. 5 También, como todos, tuvieron su “Pequeña casa en la pradera”, pues habían llenado una vivienda, en la campiña inglesa, de libros y versos, dejando crecer los sueños de una pareja de poetas, en una bucólica existencia rodea- dos de naturaleza, animales y poesía, aunque poco a poco tuvieron que enfrentarse a “la realidad”: un aborto, una apendicitis, otro embarazo, el adulterio de Ted y las preguntas que seguramente Sylvia se hizo: ¿qué es más im- portante: los hijos, el matrimonio, la poesía?, ¿qué soy, madre o poeta? En 1962 nace su segundo hijo, vuelta a Londres a un departamento muy frío, además en octubre de ese año Hughes la abandona definitivamente por otra poeta: Assia Guttman, quien años más tarde también se suicidaría (“Solo se aprende aprende aprende / de los propios propios errores” como diría Rojas). Son años en que escribe poemas que hablan de toda su angustia (editados paradójicamente –como ya sabemos- por su ex Ted Hughes, según algunos para beneficio propio). Estos textos son: “Tres mujeres”(1968) y los que posteriormente formarán parte de su libro “Ariel”(1965), “Cruzando el agua” (1971) y “Árboles de invierno” (1971), escritos en su mayoría antes que los niños despertasen, a eso de las cuatro de la mañana, según propia confesión. Arrastraba así un gran problema (no solo de ella, sino de su género), pues todavía resultaba muy difícil ser inteligente, culta, sensible, pero confinada a sus atávicos deberes, de esposa y madre que tenía que compartir sus obligaciones domésticas con el hecho de escribir ¿Cómo criar hijos, tener una familia, hacer feliz al esposo y escribir poemas? ¿En qué tiempo? En relación a su poesía, esta nace siempre de una experiencia individual, cualquier sensación podía provocar y despertar en Plath una serie de asociaciones simbólicas, pero sin un afán intelectual. Especialmente sensible se encontraba al estar embarazada o en las semanas previas a su muerte, donde cualquier situación podía ser con- vertida en poesía. Este era el primer impulso, una epifanía cotidiana que podía ser tan insignificante como “La mota en el ojo”, el recuerdo de su padre muerto a los ocho años (“El Coloso” y “Papaíto”), hasta hechos trascen- dentes como tener un hijo o perderlo (“Tres Mujeres”), pero debajo de estas experiencias comunes a la mayoría de las personas, se alojaba la mirada “vidente” de la poeta que, a través de imágenes a veces herméticas o simples, explorando recursos técnicos e imaginativos, ineludiblemente debió bucear en la interioridad del ser humano, abis- mo no necesariamente grato, pues tuvo que enfrentarse a sus monstruos, que en el fondo son los monstruos de todos: la relación con su padre, el dolor, la muerte, el suicidio, la maternidad, el amor, el engaño, la ruptura, en fin, la paradoja que significa estar vivo con toda su carga de absurdo, del cual ni la poesía puede salvar. En pocas palabras, una vida que hay que vivirla, aunque no valga la pena y se tenga una clara vocación para el suicidio (en 1953 ya se había intentado matar). En la selección de poemas que hemos hecho, como siempre ha primado lo arbitrario y lo subjetivo, no hay ningún orden salvo el del gusto propio. Sin embargo, hemos tratado de mostrar los aviesos fantasmas que rondaban la poesía y la mente alucinada de Sylvia Plath, junto con cierta temática recurrente. En este sentido, quisiéramos destacar el poema “Tres mujeres”, del cual presentamos un fragmento, este texto dialogado fue hecho para ser leído en un programa radial, es así como la primera vez que se presentó fue el 19 de agosto de 1962 en la BBC. Está basado en la experiencia de la maternidad y sus problemáticas. Su estilo es bastante directo y conversacio- nal, a pesar de la construcción de imágenes muy poderosas e imaginativas. Las voces son de tres mujeres que esperan en una sala de la maternidad el momento del alumbramiento: la primera, una esposa que nunca habla de su marido; la segunda, una secretaria con un marido indiferente; la tercera, una muchacha soltera. El tema de la maternidad también se puede distinguir en otros poemas seleccionados, como también la obsesión por el padre, la muerte, etc. Quizá lo más interesante de todo esto es la verdad que hay detrás de estos textos, hay tal comunicación (a pesar de ciertas traducciones) que el lector parece estar frente a una “confesión” (algunos críticos han llamado a este estilo “poesía confesional”), pudiendo interiorizarse de la carga de sentimientos y sen- saciones incluso paradójicas que tenía Sylvia Plath, pues ella sufrió todas las contradicciones de la mujer, que en el Siglo XX comenzó a desligarse de su rol ancestral. Aunque fue esposa y madre que sufrió pérdidas y, también, el abandono, quiso seguir escribiendo poesía, a pesar de todo. El sentido de esta audacia quizá lo intuyó esa fría mañana de invierno en Londres, cuando después de dejarles el desayuno servido a sus hijos, cerró la puerta de la cocina dio el gas, e introdujo la cabeza en el horno, quizá allí, justo antes de quedarse dormida pudo por fin resol- ver estas contradicciones. l Selección de Poemas l ESPERPENTIADigitalN°3/Verano2006
  • 6. 6 Sylvia Plath Selección de Poemas Por Maximiliano Díaz Santelices l l LA MOTA EN EL OJO l l Inocente como la luz del día me quedé mirando un prado con caballos, los cuellos curvos, las crines al viento, las colas ondeando ante el fondo verde de los sicomoros. El sol lanzaba destellos blancos como pináculos de capilla sobre los tejados y mantenía los caballos, las nubes, las hojas l firmemente arraigados, aunque todos ellos fluían hacia la izquierda como cañas en el mar cuando la astilla voló y se me incrustó en el ojo, me lo cosió de oscuro. Entonces empecé a ver un caos de formas bajo una lluvia cálida: caballos envueltos en el verde mutante, l exóticos como camellos o unicornios, paciendo en los márgenes de una mala foto, bestias de oasis, de tiempos mejores. El pequeño grano me quema, me raspa el párpado: brasa, y a su alrededor, yo misma, caballos, planetas y espiras girando. l Ni las lágrimas ni el alivio del rocío de los baños oculares pueden quitar la mota: está pegada, ha estado pegada una semana. Llevo esta comezón de ahora por la carne, ciega ante lo que será y lo que fue. Sueño que soy Edipo. l ESPERPENTIADigitalN°3/Verano2006
  • 7. 7 l Lo que quiero de nuevo es lo que era antes de que la cama, antes de que el cuchillo, antes de que el alfiler y el bálsamo me colocaran en este paréntesis; caballos volando al viento, un lugar, un tiempo fuera de la mente. l l l EL COLOSO l l Jamás conseguiré recomponerte del todo, unir, pegar tus pedazos y juntarlos como es debido. Rebuzno de mula, gruñido de cerdo y carcajadas obscenas salen de tus enormes labios. Esto es peor que un corral. l Acaso te consideras un oráculo, portavoz de los muertos, o de algún que otro dios. Llevo treinta años trabajando para extraer el sedimento de tu garganta. Sigo sin entenderlo. l Escalera arriba con botes de cola y Lysol trepo como una hormiga en duelo por encima de los campos de maleza de tu frente para reparar las inmensas planicies de tu cráneo y limpiar los blancos, desnudos túmulos de tus ojos. l Un cielo azul como la Orestíada se arquea por encima de nosotros. Oh padre, tan solo como estás eres hondo y denso en la historia como el foro romano. Abro mi almuerzo sobre una colina de cipreses negros. Tus huesos aflautados y tu pelo de acanto desbordan l su antigua anarquía hasta la línea del horizonte. haría falta más de un rayo para crear una ruina así. De noche me acurruco en la cornucopia de tu oreja izquierda, al abrigo del viento, l y cuento las estrellas rojas, y las de color ciruela. El sol sale bajo la columna de tu lengua. Mis horas abrazan la sombra. Ya no atiendo el encallar de las quillas en las piedras desnudas del embarcadero. l l De "El Coloso", 1960 l ESPERPENTIADigitalN°3/Verano2006
  • 8. 8 l TRES MUJERES (fragmentos) l l * l Soy muda y oscura. Soy una semilla a punto de estallar. La oscuridad es mi parte muerta, y está resentida: no quiere ser más, ni diferente. La oscuridad me cubre de azul, ahora, como a una Madonna. ¡Oh color de la distancia y del olvido! ¿Cuándo llegará en que el Tiempo rompa y la eternidad lo sumerja, y me hunda por completo? l Hablo conmigo, sólo conmigo, aislada, lavada y roja de desinfectantes, sacrificial. La espera pesa sobre mis párpados. Yace como el sueño, como un gran mar. Lejos, lejos, siento la ola empujar su carga de agonía hacia mí, ineludible, la marea. Y yo, una caracola, haciendo eco en la playa blanca me enfrento a las voces que inundan, al terrible elemento. l l * l Soy acusada. Sueño con masacres. Soy un jardín de negras y rojas agonías. Las bebo, odiándome, odiando y temiendo. Y ahora el mundo concibe su fin y corre en pos de él, los brazos tendidos hacia el amor. Un amor de muerte que todo lo enferma. Un sol muerto tiñe el periódico. Es rojo. Pierdo vida tras vida. La negra tierra se las bebe. l Ella es la vampira de todas nosotras. Así nos sostiene, cebándonos, bondadosa. Su boca es roja. La conozco. La conozco íntimamente. Vieja cara de invierno, vieja cara estéril, vieja bomba de tiempo. Los hombres la han usado vilmente. Se los comera. Se los comerá, se los comerá, se los comerá al final. El sol se pone. Muero. Provoco una muerte. l l * l Por la ventana se ve la luna. Alta. ¡Cómo llena mi alma el invierno! Y esa luz de tiza depositando su polvo en las ventanas, las ventanas de despachos vacíos, aulas vacías, iglesias vacías. ¡Oh, cuánta vacuidad! Y esta cesación. Esta terrible cesación de todo. l ESPERPENTIADigitalN°3/Verano2006
  • 9. 9 l Estos cuerpos que ahora se amontonan a mi alrededor. Estos durmientes polares. ¿Qué azules rayos de luna congelan sus sueños? l La siento entrar en mí, fría, ajena, como un instrumento. Y esa insensata, dura cara en su final, esa boca dibujando una O abierta en expresión de lamento perpetuo. Es ella la que arrastra alrededor este mar de sangre negra mes tras mes, con sus voces de fracaso. Estoy desamparada como el mar en el extremo de su cordón. Me siento intranquila. Intranquila e inútil. También yo creo cadáveres. l Marcharé hacia el norte. Marcharé adentrándome en una vasta oscuridad. Me veo como una sombra, ni hombre ni mujer, ni una mujer, feliz de ser como un hombre, ni un hombre lo bastante insensible y plano como para no sentir ninguna carencia. Me siento una carencia. Levanto mis dedos. Diez estacas blancas. Mirad, la oscuridad se escapa por las grietas. No puedo contenerla. No puedo contener mi vida. l Seré una heroína de lo periférico. No se me acusará por los botones apartados, agujeros en los talones de los calcetines, blancas caras mudas de cartas sin contestar, enterradas en el cajón de la correspondencia. No seré acusada, no seré acusada. El reloj no me encontrará necesitando, ni tampoco estas estrellas remachadas en su lugar, abismo tras abismo. l l * l ¿Qué es lo que arroja contra nosotras a estas almas inocentes? Mirad, están exhaustas, casi sin vida. En sus cunas de lona, nombres atados a sus muñecas, pequeños trofeos de plata para los cuales han venido desde tan lejos. Las hay con el cabello negro y abundante, las hay calvas. Con la piel rosada o pálida, morena o roja; comienzan a recordar sus diferencias. l Parece que estuviesen hechas de agua; no tienen expresión. Sus facciones duermen, como luz en el agua inmóvil. En sus vestiduras idénticas son los verdaderos monjes y monjas. Las veo lloviendo sobre el mundo como estrellas: sobre India, África, América, estas milagrosas, estas puras, pequeñas imágenes. Huelen a leche. Las plantas de sus pies no han tocado nada. Son caminantes del aire. ESPERPENTIADigitalN°3/Verano2006
  • 10. 10 l ¿Puede la nada ser tan pródiga? He aquí a mi hijo. Su ojo abierto es igual a todos, de un azul vulgar. Se vuelve hacia mí como una pequeña, ciega, luminosa planta. Un grito. Es el gancho del que cuelgo. Y soy un rio de leche. Una cálida colina. l l * l No soy fea. Puede incluso que sea hermosa. El espejo me devuelve una mujer sin deformidad. Las enfermeras me devuelven la ropa y un nombre. Es normal, dicen, que algo así suceda. Es normal en mi vida, y en las vidas de otras. Soy una de cada cinco, o algo así. No estoy desesperada. Soy hermosa como una estadística. Aquí está mi lápiz de labios. l Pinto la antigua boca. La antigua boca que olvidé con mi nombre. Hace uno, dos, tres días. Fue un viernes. Ni siquiera necesito unas vacaciones; puedo ir a trabajar hoy mismo. Puedo amar a mi marido, que lo comprenderá. Que me amará a través de la mancha de mi deformidad como si yo hubiese perdido un ojo, una pierna, la lengua. l Y entonces me pongo de pie, la vista un poco borrosa. Echo a andar no sobre mis piernas, sino sobre ruedas, sirven igual de bien. Y aprendo a hablar con los dedos, sin la lengua. El cuerpo es ingenioso. El de una estrella de mar puede contraer los brazos y los tritones son pródigos en piernas. Tal vez sea igual de pródiga en lo que me falta. l l De "Tres mujeres", 1962 l l MUERTE S.A. ll Dos, por supuesto, son dos. Ahora me parece perfectamente natural... El que jamás mira hacia lo alto, cuyos ojos abultan bajo los párpados cerrados, como los de Blake; el que exhibe l ESPERPENTIADigitalN°3/Verano2006
  • 11. 11 marcas de nacimiento que son su marca registrada... La escaldada cicatriz de agua, el desnudo cardenillo del cóndor. Yo soy carne roja. Su pico l se cierra al sesgo; aún no soy suya. Me comunica que salgo mal en las fotos. Me comunica lo tiernos que parecen los niños en su frigorífico del hospital: una simple l puntilla en el cuello; luego, las estrías de sus sudarios jónicos; luego dos piececitos. No sonríe ni fuma. l El otro sí, con el cabello largo y laudatorio. Hijo de perra, masturbador de resplandores: quiere ser amado. l Yo me quedo quieta. La escarcha fabrica una flor; el rocío fabrica una estrella, la campana de muerte, la campana de muerte. l La suerte de alguien está echada. l l l LESBOS l l ¡Depravación en la cocina! Chistan las patatas. Todo es muy Hollywood, sin ventanas, con la luz fluorescente pestañeando como una jaqueca terrible, modosas tiras de papel a manera de puertas... Telones de teatro, bucles de viuda. Y yo, querida, soy una embustera patológica, y mi niña -mírala, boca abajo, en el suelo, ESPERPENTIADigitalN°3/Verano2006
  • 12. 12 como una marioneta sin hilos, pataleando para desaparecer... Esquizofrénica perdida, con la carene roja y blanca, un verdadero susto, tú sacaste sus gatitos por la ventana, a una especie de pozo de cemento, donde cagan y vomitan y chillan sin que ella los oiga. Dices que no la puedes soportar, la hija de puta es una niña. Has fundido las lámparas como una mala radio limpia de voces y de historia, el estático ruido de lo nuevo. Dices que debería ahogar a los gatitos. ¡Cómo apestan! Dices que debería ahogar a mi niña. Si a los dos años ya está loca, a los diez se rebanará el cuello. El niño sonríe, caracol gordo, desde los pulidos losanges del linóleo color naranja. Te lo comerías. Es un chico. Dices que tu marido no sirve para nada. Su judía mamá le guarda el encantador sexo como una perla. Tú tienes un niño, yo tengo dos. Debería sentarme en una roca, frente a la costa de Cornualles, y peinarme el cabello. Debería llevar pantalones de tigre, debería liarme con alguien. Deberíamos encontrarnos en otra vida, encontrarnos en el aire, yo y tú. l l l PAPITO l l Ya no, ya no, ya no me sirves, zapato negro, en el cual he vivido como un pie durante treinta años, pobre y blanca, sin atreverme apenas a respirar o a hacer achís. l Papito: he tenido que matarte. Te moriste antes de que tuviese tiempo... Pesado como el mármol, bolsa llena de Dios, lívida estatua con un dedo del pie gris, del tamaño de una foca de San Francisco. l Y la cabeza en el Atlántico extravagante en que se vierte verde legumbre sobre el azul en aguas del hermoso Nauset. Solía rezar para recuperarte. Ach, du. ESPERPENTIADigitalN°3/Verano2006
  • 13. 13 l En la lengua alemana, en la localidad polaca apisonada por el rodillo de guerras y más guerras. Pero el nombre del pueblo es corriente. Mi amigo polaco l dice que hay una o dos docenas. De modo que nunca pude distinguir dónde pusiste pie, raíces: nunca me pude dirigir a ti. La lengua se me pegaba a la mandíbula. l Se me pegaba a un cetro de alambre de púas. Ich, ich, ich, ich, apenas lograba hablar. Creía verte en todos los alemanes. Y el lenguaje obsceno, l una locomotora, una locomotora que me apartaba con desdén, como a un judío. Judio que va hacia Dachau, Auschwitz, Belsen. Empecé a hablar como los judíos. Creo que bien podría ser judía yo misma. l Las nieves del Tirol, la clara cerveza de Viena, no son ni muy puras ni muy auténticas. Con mi abuela gitana y mi suerte rara y mis naipes de Tarot, y mis naipes de Tarot, podría ser algo judía. l Siempre te tuve miedo, con tu Lutftwaffe, tu pomposa jerga y tu recortado bigote y tus ojos arios, azul brillante. Hombre-panzer, hombre-panzer,: oh Tú... l No Dios, sino una esvástica tan negra que por ella no hay cielo que se abra paso. Cada mujer adora a un fascista, con la bota en la cara, el bruto, el bruto corazón de un bruto como tú. l Estás de pie junto a la pizarra, papito, en el retrato tuyo que tengo, un hoyo en la barbilla en lugar de uno en el pie, pero no por ello menos diablo, no menos el hombre negro que l ESPERPENTIADigitalN°3/Verano2006
  • 14. 14 l me partió de un mordisco el bonito corazón en dos. Tenía yo diez años cuando te enterraron. A los veinte traté de morir para volver, volver, volver a ti. Supuse que con los huesos bastaría. l Pero me sacaron de la tumba, y me recompusieron con pegamento. Y entonces supe lo que había que hacer. Saqué de ti un modelo, un hombre de negro con aire de Meinkampf, l e inclinación al potro y al garrote. Y dije sí quiero, si quiero. De modo, papito, que por fin he terminado. El teléfono negro está desconectado de raíz, las voces no logran que críe lombrices. l Si ya he matado a un hombre, que sean dos: el vampiro que dijo ser tú y bebió mi sangre durante un año, siete años, si quieres saberlo. Ya puedes descansar, papito. l Hay una estaca en tu negro y grasiento corazón, y a la gente del pueblo nunca le gustaste. Bailan y papalean encima de ti. Siempre supieron que eras tú. Papito, papito, hijo de puta, ya he terminado. l l De "Ariel", 1965 l l MUJER SIN HIJOS l l El útero sacude su vagina, la luna se vacía desde el árbol sin rumbo fijo. l Mi paisaje es una mano sin líneas, las sendas se arraciman anudándose, el nudo mismo, l yo, la rosa que consigues: este cuerpo, este marfil l ESPERPENTIADigitalN°3/Verano2006
  • 15. 15 divino cual llanto de niño. Arácnida, yo hilo espejos, fiel a mi imagen, manando solamente sangre. ¡Pruébala, es rojo oscuro! Y mi floresta l mi funeral, y esta colina o esta otra luciente de cadavéricas bocas. l l De "Árboles de invierno", 1971 l l Los poemas han sido tomados de: Plath, Sylvia. Antología. Madrid. Visor. 2003. Edición de Jesús Pardo (a mi entender la traducción es demasiado “libre”, por suerte trae la versión en inglés de los poemas). Plath, Sylvia. Ariel. Madrid. Hiperión. 1997. Traducción y notas de Ramón Buenaventura. (Viene también con la versión en inglés). Plath, Sylvia. Soy vertical, pero preferiría ser horizontal. Madrid. Mondadori. 1999. Traducciones de J. González, J. Ritter y E. Tolaretxipi. L ESPERPENTIADigitalN°3/Verano2006
  • 16. 16 Butaca independiente Cine chileno: El posible mejor cine del mundo Por Edicson Solar Mi intención, como heredero -no sé si digno- del desaparecido Nick Belane, era hablar de que "Sin City" debiese ser considerada una de las mejores películas del último tiempo, tiempo de bostezos e inocuas invasiones morales y alienígenas, tiempo de “interesantes films de miradas humanas íntimas que nos recuerdan que el cine es un arte”. Pero no puedo ser tan irresponsable. Lo lamento por mis editores, pero esta vez vamos a comentar algo acerca de cine chileno. Alguien debe recoger la mierda y procesarla. Comencemos. En primer lugar, pienso que nuestra filmografía se puede resumir, estudiar y cerrar en cinco filmes. En rigor cuatro largometrajes y un documental. Perdón, el mejor documental del siglo XX. Estas cinco joyas del séptimo negocio son, en orden creciente, "El Húsar de la muerte" (1925, Pedro Sienna); "Julio comienza en Ju- lio" (1977, Silvio Caiozzi); "Valparaíso, mi amor" (1969, Aldo Francia); "El Chacal de Nahueltoro" (1967; Miguel Littin) y "La Batalla de Chile" (1975, Patricio Guzmán). Con esto, lectores, bastaría. Tendríamos ganado nuestro lugar en la gloria y seguiríamos comiendo pop corn mientras le echamos una mirada al celuloide extranjero. Sin embargo, el emprendedor espíritu patrio y su lógica de bruto compulsivo que mueve fondos, periódicamente nos “regala” insulsas obras primas, obras que hacen que el cine chileno “se desarrolle” y sume adeptos. Y que los co- merciantes de la cultura audiovisual metan gente a las salas. Pero eso no tiene porque ser positivo. Hitler fue acla- mado por las masas, Stalin es considerado –no por pocos– el santo patrono de la justicia social, la derecha suma votos, los bailarines de Mekano mueven multitudes. ¿No te suena al brazo invisible de un monstruo que lo abarca todo? Hay que reconocerlo: el cine chileno, siendo tan generosos como el Padre Hurtado y sus bondadosos ejecu- tivos, es malo. No, es pésimo. No, es como las huevas. ¿Quién es el responsable? Un cine con identidad de clase Podemos argumentar que como buen país tercer mundista –que lo fuimos y según los cánones de la globalización lo seguimos siendo– debemos priorizar otras áreas. Consecuencia de este raciocinio, la cultura ocupa un lugar de menor importancia que la educación, la salud y demás “resguardos” sociales, como la compra de armas, las ase- sorías en gestión, las franquicias tributarias para transnacionales y los subsidios para el resto de la patria propieta- ria emprendedora, clase que, además, se hace cargo del desarrollo cultural de todo el territorio. Gracias a esta gente bien intencionada, tenemos películas donde el bajo pueblo es: un montón de chulos calientes ("El chacotero sentimental"); lumpen taquillero ("Monos con navaja"); analfabetos agradecidos de sus patrones ("Subterra", al niño Ferrari le tengo preparado su buen párrafo, no se preocupen). Películas donde la historia es una anécdota trágica, pero muy olvidable y perdonable: el golpe militar, un juego de niños con mirada cuica ("Machuca"); los desaparecidos, una excusa para fumarse un pito sacando fotos ("Imagen Latente"); la urgencia y consecuencia de cambios sociales, un focus group de altos ejecutivos (un noticiario estrenado en Cannes por el fallido vástago de Miguel Enríquez); los torturadores, héroes muy humanos ("Mi mejor enemigo"). Películas donde se muestra el subdesarrollo residual de un país desarrollado, políticamente correcto y progresista: la pasta base, una excusa para los negocios ("Mala Leche"); la prostitución camboyana, un acto de canibalismo ("Los Debutantes"); la deses ESPERPENTIADigitalN°3/Verano2006
  • 17. 17 peración económica, un sketch para Morande con Compañía ("Taxi para Tres", "Negocio redondo", "La Fiebre del loco"). En síntesis: un cine de clase diseñado ideológicamente para el sometimiento de la otra y no para su eman- cipación. En el país de la amnesia absoluta, no hay guión En Chile hay buenos dramaturgos, algunos dignos poetas vivos y uno que otro narrador de valer. Me refiero a gen- te como Radrigán, Achondo, Peréz, Griffero (con generosidad) y a un reducido etcétera. Estando ellos y sus traba- jos, me pregunto por qué debemos exponernos a la escritura de niños y niñas que son incapaces de narrar en UN SOLO TIEMPO VERBAL. ¿Puede haber cine sin actores? SI ¿Puede haber cine sin sonido? SI ¿Puede haber cine sin una buena fotografía o montaje? SI ¿Puede haber cine sin directores-as? SI ¿Puede haber cine sin guión? NO. Imposible. Sin embargo, todas las creaciones originales y las adaptaciones cinematográficas de algún texto litera- rio nacional son un fiasco. Demuestran que el sujeto guionista no sabe escribir y un desconocimiento absoluto de las realidades que retratan en “sus obras”. Por ejemplo, "Hijo de ladrón", la gran novela social chilena escrita por ese ácrata llamado Manuel Rojas; no puede ser la mariconada que nos presentaron. Una fotografía limpia que niega la sordidez y la pobreza que Rojas retrató como se debe. Sonido bonito y cuidada dirección de arte, actua- ciones planas. Todo dispuesto para agenciarse un premio en algún festivalillo de la Europa bajo mundista. La igno- rancia de sus creadores nos puede permitir pasar por alto este -por suerte- ignorado experimento. Más que mal estamos hablando de una supuesta generación de creadores-as que con suerte leen las páginas de farándula. Pero, "Subterra". Bueno esa es imperdonable. Aquí viene el párrafo prometido. Ferrari: en "Subterra" Baldomero Lillo retrató la difícil vida de los mineros del carbón, hecho causado por la explota- ción capitalista, así como muchos escritores lo han hecho con otras realidades opresivas: Icaza, con los indios del Guayas (para tu información, un río que existe en Ecuador); Escorza, Mariateguí y Arguedas, con el Perú profundo, ese mismo al que debe pertenecer la mujer que lava tus ropas; Amado, otro tanto con ese Brasil pobre y bucólico; y por suerte un etcétera global bastante extenso. En la obra de Lillo, a la cual se le puede criticar cierta unidireccio- nalidad ideológica, los Cousiño y los Goyenechea no son los protagonistas. Los explotadores ocupan el lugar que les corresponde en "Subterra". Y no es el de “generadores de oportunidades y promotores del desarrollo comunita- rio”. Muy por el contrario, los patrones eran quienes hacían de la vida de los mineros del carbón un ensayo para el cementerio. Te recuerdo que a lo largo de su historia, la gente de Lota fue un problemazo para todos los gobiernos de turno, pues formaban el último núcleo de organización legítimamente obrera que existió en Chile. En 1997 la mina se cerró. Hecho de profundo simbolismo histórico que tú das a conocer con un neutro párrafo al final de tu miserable telefilme. Debiste sopesar lo que hacías y el tipo de director que pretendes ser (supongo que quieres tomar el relevo al Francia de "Valparaíso, mi amor" o al Littin de "El Chacal de Nahueltoro") y si emprendiste de la tarea de filmar “Subterra” por lo menos hay que guardar formas y ciertos respetos. Casi 3 minutos de agradeci- mientos, del tipo yanacona, perro faldero o empleado del mes, a empresas y empresarios que financiaron tu arte donde las verdaderas víctimas eran extras. Disfrazados de obreros victorianos, los cesantes de Lota le dieron algo de realidad a tu fantasía arribista. Tu historia es la más clara manifestación de la abyección moral y ética que hace de Chile el cumpleaños infantil que a Herodes le gustaría animar. Pero siempre hay una oportunidad de cambiar de rumbo. No hagas nada con Santa María de Iquique. No vaya ser que los milicos mueran junto a los trabajadores en un acto de solidaridad o que fueran unos subalternos yanquis –en rigor debiesen ser ingleses, te doy el dato– quie- nes se tomaron más atribuciones que las que correspondían e impidieron el diálogo entre los trabajadores y esos honestos visionarios dueños de la pampa salitrera. No hagas nada con Neltume –espero que ni siquiera sepas lo que es Neltume–, no vaya ser que los guerrilleros, en tu fantástica visión rebelde, sean un grupo de cabros chicos jugando a los pistoleros a los que unos humildes oficiales de ejército, traumatizados por los abusos a los derechos humanos, matan por error. No hagas nada con los mapuches, no vaya ser que termines armando un western con diligencias y aparezca un Roy Rogers o un John Wayne, junto a españoles que quieren alfabetizar a esa gente semi desnuda. Ni te atrevas en tocar a Recabarren, ni a Clotario Blest, no vaya ser que se transformen en unos Hoffa de mala muerte. Juro, que si lo haces, todo lo que aprendí en una escuela de cuadros lo aplico en el avant premiere. No hagas nada con el golpe, no vaya ser que los desaparecidos sean una mentira para ensuciar a nues- tro heroico ejército. Olvídate de Allende, Enríquez, Manuel Rodríguez o Carrera. ¿Para qué?. Si ya tenemos mu- chas y buenas películas de superhéroes. Ferrari, contrata un profesor de Castellano y que te adapté una novela de José Luis Rosasco o de Fuguet. Así tu estilo de quedar bien con los de arriba no se transformará en un escupo en el ojo para los de abajo. Y por favor, usa la autopista central y evita mirar hacia una población. No vaya ser que te inspires en algo tan freak como la pobreza. ESPERPENTIADigitalN°3/Verano2006
  • 18. 18 Gracias a tipos como Ferrari, regla sin excepción del cine chileno actual, podemos concluir que el desconocimiento de la realidad, la alienación social, un grado de estupidez y la ausencia de oficio generan un círculo de viciosos y viciosas poco entretenido, que apuesta a al gran axioma de nuestra transición: verdades a medias e impunidad histórica. Aplicado al cine: la realidad que alguien ve por mí para que yo la interprete y de esa manera la establez- ca como oficial. Curiosamente, una verdad de clase. Como una forma de paliar este raro efecto, aquí van tres consejos para ustedes, niñas y niños con sensibilidad de guionista. a) Para establecer situaciones dramáticas sólidas, constrúyanlas desde acciones físicas básicas, para de esa ma- nera anular físicamente a los personajes y obligarlos –ustedes chicos funcionan sobre la lógica de recibir o dar órdenes, no sobre el debate de ideas– a desarrollarse desde lo psicológico. b) Para construir buenos argumentos no se necesitan buenas intenciones –dudo que personas como ustedes tengan otro fin en la vida que alimentar el ego y llegar a tener una cuenta corriente mucho más interesante que la de papá o mamá, pero les doy el beneficio de la duda-, lo que si se necesitan son buenas acciones a las cuales – esto es difícil y me da la impresión que el arancel que pagan en sus universidades privadas no alcanza para suplir el escaso potencial intelectual que exhiben en sus patéticos manuscritos- deberán encontrar el significado. No hablemos de semiótica, ni semiología, ni sentido común, o de algún cruce de datos que les permitiese profundizar esos extensos planos inercia de una cancha polvorienta bajo el sol de enero que tanto les gusta usar. Es más sim- ple: el protagonista (de preferencia he de suponer Vicuña) besa en la mejilla a su amigo y dice: -Jugado, Quaquer. (Ustedes utilizan esos apodos, tan Liguria yo no soy). Ya está escrito. Ahora lean lo que han hecho. Lo mejor sería que lo borrasen, pero bueno, está escrito. Realicen la siguiente pregunta: ¿Por qué mi personaje besa en la mejilla a su amigo Quaquer? Junten las respuestas, que seguramente serán varias y ordénenlas cronológicamente. Ya está. Ese es vuestro argumento. Mover a un huevón taquillero de aquí para allá. No hay más. Sus mentes tejen historias del tipo: un taxista se une a una pareja de asaltantes y…; una pandilla de narcotraficantes es objeto de una mexicana y…; un locutor de radio escucha las historias de sus radioescuchas y…; una pareja de hermanos sureños trabaja para un proxeneta y…; una pareja de aristócratas humanitarios quieren dar luz a un sucio poblado de analfabetos, resentidos e ignorantes mineros del carbón y…; una niña de la Garra Blanca y un niño de Los de Abajo se echan un polvo y…; un niño bueno, lindo y rico se ve obligado a ser amigo de un niño pelusa, negro y pobre durante la nefasta Unidad Popular y…; etc. El problema de ustedes es que no saben que hacer con lo que viene después de la y…; fácil, pongan los significados de las acciones. Asúmanse como lo que son: gente básica, gente unidireccional, gente que está en la vida para vivirla desde porta- das, entrevistas y making off. No hagan nada más. Sean sinceros con ustedes, con quienes van actuar esas cosas y con quienes nos veremos obligados a verlas por solidaridad patriotera: hay que apoyar el cine chileno, el cine chileno es bueno, quedo bonita la película, no tenemos nada que envidiar del cine extranjero, la hicimos con muy pocos recursos, y un largo catálogo de frases sacadas de la Biblia del país del lugar común. Ustedes son los em- bajadores de ese planetita unineural. Entonces hagan buenas postales de su verdadera patria. La gente creativa vive en el país de nunca jamás. Ustedes son de nuestra nación enemiga. Ustedes son del lugar común. Sientan orgullo de lo que son y dejen de decir a un país agobiado de vivir con un salario y vida mínima que no tienen plata para hacer el verdadero arte. c) Podemos pasar por alto el hecho que el sujeto guionista sea incapaz de estructurar una situación dramática. También pasar por alto los argumentos. El referente de estos niños criados por la tan reverenciada televisión ochentera, época preciosa con mala música y degollamientos, es muy potente. El sujeto guionista cree que hacer un guión de cine es hacer un libreto de televisión. En su lógica y mundo se encuentran cerca. Lo que no podemos tolerar son los diálogos y los textos en off (over). YA ES SUFICIENTE. Hasta los textos de Cecilia Bolocco en "Morelia" se hacen un bálsamo al compararse con los de Carolina Fadic en "Monos con Navaja", Berta Lasalla en "Subterra", Tamara Acosta en "El Chacotero sentimental" y "Machuca" –lo siento, compañera Acosta, pero usted mejor que nadie sabe que las mujeres de población no hablan como usted-, Patricia López (ex camboyana o wa- rrior sexual del establishment criollo convertida a mina mística sensible) en todas sus mamarias actuaciones, Sigrid Alegría en "Sexo con Amor" y un largo etcétera. ESPERPENTIADigitalN°3/Verano2006
  • 19. 19 Niñas y niños, les recuerdo que el país al cual ustedes narran de manera realista carece de acentos étnicos y es abundante en los acentos sociales. La riqueza de lenguaje no es un gran mérito patrio. Cuando uno habla, lo hace desde la vivencia y la rutina. No con diamantes en la boca ni pensando cada punto y coma que ustedes otorgan a sus personajes “reales, humanos y entrañables” que nos han obsequiado. Les doy un truco de diálogo: improvisa- ción condicionada. El personaje A habla con el personaje B acerca de los cafés con piernas, mientras esperan que baje de su departamento el personaje C, que luego de haber aspirado unas líneas de coca habla por celular con su hermano, personaje D, acerca de quien ganó el último reality show. NO ESCRIBAN EL DIÁLOGO. SUGIERAN UN TEMA Y QUE LOS ACTORES INTERACTÚEN DE ACUERDO A ESTE. Les aseguro que tendremos situaciones mucho más reales e interesantes que los diálogos acerca de… ahora se acuerdan de los locos… ahora que esta- mos todos locos… En síntesis: la ausencia de guión en el cine chileno encuentra sus raíces en la ausencia de métodos vivenciales y exploratorios de investigación y reflexión, que permitan acceder a un nivel acabado de conocimiento y visiones como herramienta genérica de creación. Sólo desde ese punto de partida la creatividad, la inspiración y el hedor a arte se legitiman. Dicho de otra forma, cuando se escriba desde el conocimiento, y no desde el simbiote prejuicio, nos encontraremos ante un guionista y, lo que de verdad es importante, frente a un guión. Pero de ello no hay mucha esperanza. Aún. Nosotros, el auditorio En párrafos anteriores hemos tocado la identidad (objetivo) ideológica del cine chileno, la ausencia de guión (con especial dedicatoria a Ferrari) en esta disciplina y nos queda la relación producto–auditorio. ¿Qué busca el cine chileno?. ¿Sustentabilidad, asertividad, incorporar el riesgo país en la aventura creativa? Cualquiera sea la res- puesta, mientras ese tufillo a celuloide sea rentable todos seremos cómplices. El estado financiará a su destaca- mento de publicistas para mantenernos en un estado opiáceo absoluto, lobotomizados en el gran expendio de prozac que es Chile. El empresariado, por su parte, mantendrá su rótulo de progresismo a punta de unas cuantas monedas arrojadas al azar. Total, la crítica especializada no existe, ni hay miradas divergentes. Pareciera que se hubiese publicado un DFL obligando a la patriotería barata (soy un enemigo de la patria, señores), a decir que todo lo que contenga el escudo patrio en sus créditos es un fantástico producto de la industria chilena de cine. Les recuerdo, también, que esto no es una industria, todavía no, es sólo un buen negocio a contrata. Una industria implica organización, no solo ejecutiva sino de base. Una industria implica competencia y aquí se uniforman año tras año los discursos fílmicos. Así, después de tanto mal film político, todos ordenaditos bajo la verdad oficial, nadie se va atrever a tocar el tema de los derechos humanos. Ya nos debe haber quedado claro cual debe ser el punto de vista para la interpretación conciliadora de nuestra historia pasada. Guzmán es una isla en un océano de amnésicos. Helvio Soto yace bajo tierra. Littin solo busca dinero. Caiozzi plagia a Greenaway o al manierista en boga. Y el resto no existe. Para qué hablar de nuestros sucesos políticos recientes. He de suponer que por el bien de la imagen país, no hay ningún resentido interesado en narrar esas mentiras que enlodaron la imagen de pro- hombres en el marco del caso Spiniak. Hecha "Subterra", quién es capaz de cuestionar la economía en Chile. Los que debiesen tener los huevos y ovarios para hacer esas cosas no los tienen. Y quienes sí lo tienen venden celula- res y fríen papas para alimentar a sus vástagos. Ganaron esta batalla. Pero les recuerdo que pelearon solos y en tiempo de tregua. Es triste, pero en este contexto no tendremos nunca una buena escena de los verdaderos to- pless o de cafés con piernas, no tendremos un buen film de paranoias fascistas como la seguridad ciudadana. No tendremos buenas parodias ni nada. Ellos, los dueños de la manzana, se repartieron los temas y nos cagaron con las historias que a todos nos gustaría ver. Ni siquiera buenos plagiadores tenemos: Olguín no es Craven, ni Argen- to ni Romero; Olguín es un pobre pendejo adulado por una pandilla de periodistas mendigos. Los cuarentones ya perdieron. Ganaron plata, pero se las robó un emprendedor contable. Manga de huevones, se supone que ustedes hacen cine, no juntar plata para esa vejez que se les viene encima. El niño Lópéz, el empresario freak light, no es nada. Un plagiador absoluto de un Álex de la Iglesia en franca decadencia, echando mano a películas de Kevin Smith para convencernos fácilmente de su genialidad. No niñito, los que entendemos tus hobbys sabemos que eres pura copia. Y así se los digo a todos: APRENDAN A COPIAR. Ya he enunciado, desde mi punto de vista, los ripios de nuestro séptimo arte. Por favor, agreguen una exagerada devoción por contar todo lento y en cámara lenta y más lento aún, como Tarkovsky, modelo de nuestro “mundo fílmico” ochentero. No obstante, no se debe olvidar que el ruso trato de decir algo en su soporífera imaginería. En Chile, se recurre a la misma estética para decir nada. Y me queda la generación digital. Sólo una cosa, intimidad ESPERPENTIADigitalN°3/Verano2006
  • 20. 20 no es pasear a una actriz de teleseries en calzones y sin maquillaje por un departamento, planteándose qué ha sido de su vida y fracasos frente al espejo, lágrimas con un soundtrack electrónico. Espiritualidad no es reírse con un mimo. Profundidad no es darle un beso a un amigo. Hacer cine independiente y con miradas personales no es hacer un video para la familia y los amigos. Solo una cosa: no califican para examen de primer año. Pero todos ustedes, chupaubres fiscales, los cobardes que prefieren vivir al alero del rey de turno, los oportunistas de la histo- ria, los plagiadores de siempre, los artistas de lo lento y las minas digitales; pueden estar tranquilos. Estamos ar- mados, pero con pistolas de agua, cuchillos romos y balas de salva. El negocio está a salvo. Gracias a ustedes, el cine chileno puede ser el mejor cine del mundo y de la historia. Es una oportunidad histórica la que tenemos por delante. Tenemos la posibilidad de tener el mejor cine. Exclusivamente porque el cine chileno no existe. L l ESPERPENTIADigitalN°3/Verano2006
  • 21. 21 l Poesía chilena actual Santiago Versos Selección esperpéntica l Gregorio Alayón / Maracay, Venezuela, 1983 l l A LA PLAZA CAMILO MORI ll Nos subimos cuatro maltrechos, repletos de edulcorantes cepas, alambiques y destilerías. l Nos subimos cuatro, atrás la pelirroja un desvergonzado, un desvirginizado , adelante la marsellesa con el chofer rodeados por pinos de cartón. l En un taxi que pasó por la Biblioteca Nacional. l Hablando de Miss Venezuela, portadas de libros, posiciones sexuales pasando entre nigerianos, diarios viejos y atropellando perros en la calzada. l El taxímetro marca 850 pesos la pelirroja más bella que nunca sentada entre los crucificados ESPERPENTIADigitalN°3/Verano2006
  • 22. 22 l el de la izquierda molestando a la marsellesa, el otro siente el Mapocho correr por sus venas, la pelirroja esta más bella que nunca. l Estamos casi en los mil pesos oímos espuma caer en el asfalto, vemos poetas colgando de grúas. l Llegamos a la plaza Camilo Mori bajamos rebeldes, regios, maltrechos y soberbios desde un taxi que pasó por la Biblioteca Nacional. l l l DOMINGO EN LA TARDE l De las alcantarillas y ventilaciones me jalan manos velludas que me desabrochan los cordones, prometiéndome un domingo sin iglesia. l Asexuados maniquíes y peluqueros juegan a las escondidas mientras el notario con su garfio escupe mi certificado de nacimiento. l Busco entre mujeres corpulentas con labios llenos de semáforos y uñas galvanizadas una mirada que me diga donde estoy. l Busco entre baños químicos y sus respectivos inquilinos alguna versión moderna del anticristo, pero no hay ninguna oferta que incluya una botella de ron. l Textos enviados por su autor. l Maximiliano Díaz Santelices / Santiago, 1960 l l PASEO l Invierno y frío en las calles de Santiago donde payasos venden un número ganador mujeres amarradas a los escaparates ESPERPENTIADigitalN°3/Verano2006
  • 23. 23 l y hombres fieles a una erección polarizada junto a un café repiten quejas a alguna triste. l Por ahí transitas, con ese andar lento buscándola “El Paseo Ahumada con Lihn muerto ya no existe” -piensas- y caminas entre mercaderes y almas agusanadas cruzas frente al lugar donde estaba el “Café Paula” de tu niñez época en que el micro pasaba por la plaza de armas y tu madre te traía los días de pago (hace más de treinta años) todo ese tiempo ha pasado como el día que se hace nostalgia hacia el poniente donde el sol deja esquinas vacías ahora de arrebatos sin el furor de la estación del metro en el último adiós durante esa navidad cetrina. l Todo ha pasado, pero las historias deambulan como tú los escaparates repetidos de la tarde en la distorsión de la memoria que todo lo modela construyendo un pasado de espejismos cuánto tiempo colgando de este antiguo andamiaje abochornado con el pelo más cano y la barba casi blanca por la noche que se acerca cruel entre tanto edificio arrojando las sombras de la torre entre tanta quimera arrumbada en maletas inservibles o cuadernos o bodegas mayores clausuradas a la calle y a todos los vientos que nos rondan. l Todavía queda la muchedumbre ignota de las financieras rogando por un pedazo de paraíso (en 48 cuotas) -en fin- en un semáforo te enfrentas a otros rostros en la clausura de otro día sin que aparezca en algún libro o se interese por ti por eso la buscas incluso por estas calles donde ya no está y es inútil que te sumerjas en tu nostalgia de Ahumada con Huérfanos o en el “Dominó” y su “italiano” es inútil que tomes ese bus oscuro y entre los obreros dormitando quieras encontrarla ya aparecerá si quiere o si no tendrás que seguir oliendo su antiguo cabello en la almohada y seguir borroneando papeles. l ESPERPENTIADigitalN°3/Verano2006
  • 24. 24 l La noche ha llegado, poco a poco, te alejas del centro en el bus hacia el norte por las ventanas rotas entra un viento helado que recibes de pie cansado las poblaciones oscuras forman un paisaje de basural donde tampoco está, pues allí la televisión manda transmitiendo su mensaje hipnótico en 525 líneas. ll (Texto inédito) l l Paula Ilabaca / Santiago, 1979 l ll LA DAMA DE RATA l la mañana de la vez camina en sentido contrario es astuto lo sé unos hombres plantan postes erectos sus hermosas canciones me miran de reojo no diré más todas nuestras voces caben en las costras cafés sobre el asfalto yo sabía canciones de ratas yo sabía hacerlos dormir la calle es la promesa de los hechos unos hombres alfombran para mí la ciudad gritan cariños a la más bella eyaculan miles de regalos de cemento el vientre me crece y digo que no me siento en la vereda a parir ratas me toman el pulso río sí soy de verdad aquí me tienen las ratas se pasean agarradas del pelo me preguntan relamidas cuánto las amo se encaraman mordiendo lo que pisan hambre mamá hambre suban mis niñas pequeñas hace tiempo que camino por acá yo sabía canciones de ratas yo me cruzó en la calle escondiendo la cola ser rata es oler desde muy lejos los hombres se inclinan ante la que lleva bigotes l L ESPERPENTIADigitalN°3/Verano2006
  • 25. 25 l l LA CIUDAD LUCÍA (fragmento) l 2.- mientras duerme la ciudad se estira como ángel que duerme y no sabe que la ciudad lucía se estira y dice mira las plantaciones eléctricas mira los arreboles que se opacaron al crepúsculo mira todas las huellas de la acera demonio en el sueño donde todavía yace la penumbra cómo la sirena ambulatoria le canta la frente mientras duer- me sobre la torre y la ciudad sueña con un ángel marrón que duerme de lado y respira por la boca todos los demo- nios de la luz se agachan y se suben a la colchoneta lucía canta y quién lo cuidará esta noche a mi niña marrón a mi ángel quién lo va a arrancar de la pesadilla por el pasillo no pasea mira como me diluye y espera y no me deja entrar y me tira a la ciudad que me doblega y me tira un poco de cemento y eyacula una avenida por donde cami- no mira como duele mira mientras sueño que me tiro junto a l l De: "Completa", Contrabando del bando en contra, 2004 l lFrancisco Quiroz / Valparaíso, 1964 lll lll 1:30 AM l Lanzó al vacío un escupitajo rojinegro de sonido hueco que rebotó en el asfalto. Se detuvo junto a un poste de alumbrado eléctrico y observó la hora en su reloj. Semáforo en verde cruzó avenida San Diego. Silbó un fragmento de The pigs of the wing y observó una luna seca Un cortejo de sombras, como carnaval, en Serrano 444 y polvorientas palomas Se sentó en el borde de la pileta La cordillera: un vacío claroscuro; a su espalda, la Iglesia del Sagrado Sacramento Púsose de pie y articuló una oración ininteligible. Quizás dijo algo para sí o dialogó secretamente con su Dios Con paso cansino se dirigió hacia el portón de la iglesia. En su vestón llevaba una petaca de mezcal que bebió de una sola buena vez. Su garganta y vísceras ardieron Por cierto, en ausencia brillaba su Dios. (Texto inédito) Eduardo Barahona / Santiago, 1979 L RASGADURAS Y BOTONES l tus piernas no me hacen gracia pero son suficientes para caminar ESPERPENTIADigitalN°3/Verano2006
  • 26. 26 l lentre las tiras de papel que se han engrifado en una postura hostil me reduzco y creo que todo es colgar desde nuestros cuellos carteles con nombres y problemas subvalorados encerramos lo peor en la parte trasera cerca de nosotros el botón de nuestra ira está a punto de caerse l explotar un poco más esa veta seca y pobre esas tristes mujeres de senos caducos y culos mal usados con cara de hombres y cejas mal sacadas l cómo poner ácido en mi boca la cena primigenia convertida en fermentos y respiraciones de carne y agua l celulares entre las manos no son más que artefactos de reemplazo l prueba otro cuerpo otra piel verás que te aporreas con todos por igual l la sincronización no es tema de competencia a la hora de rendirse duele una cierta herida por toda la frente duele el pene de nuestro padre el morbo que dejó marca llamada sien l un tipo me aprieta la mano con su espalda contra el fierro en el metro a las dos de la tarde los botones de su chaqueta dejarán marca en mis dedos doloroso responde con marcas de mis puños en su estómago cada uno se está poniendo viejo al mejor estilo que puede l me dicen jecco sentado sobre una piedra me caliento en el sol del desierto en espera de ser comido al anochecer l l De: "Fábulas del emigrante", Contrabando del bando en contra, 2005 l l ESPERPENTIADigitalN°3/Verano2006
  • 27. 27 Ojo ajeno Poesía universal Por Sergio Sarmiento o Por calle Rosas caminaban las tres, una al lado de la otra, conversando preciosas tonterías. To- das tenían un espléndido culo: un culo blanco, un culo azul, un culo negro, bellos trozos de carne resaltados por ajustadas telas, maravillas que la tecnología moderna obsequia a nuestros macha- cados sentidos. Polilla, seguí su luz por un buen rato. Y no pude decidirme por ninguna. Segura- mente andaban en busca de algún regalo de cumpleaños infantil, o tenían sus mentes atrofiadas, pues cada cierto tiempo se quedaban cuchicheando ante las vitrinas de las jugueterías, observan- do muñecas, juegos de tacitas, monos de peluche, cintillos y ciudades en miniatura, con rostros que mezclaban deliciosamente la ternura y la estulticia. Supuestamente yo, poetastro vagabundo en busca de inspiración & documentación, debía estar en el museo de bellas artes, admirando las coloridas fotocopias de Warhol, o en alguna librería de las caras, sufriendo ante alguna edición Visor, cuyo precio en estas latitudes –y de acuerdo a mi estado económico– me resultaría inalcan- zable. Por ejemplo, “Los talleres del tiempo”, de Carlos Germán Belli, de quién sólo poseo “Sextinas y otros poemas”, un libro que nunca me gustó, ni entendí demasiado, pero que de todas formas me interesa, pues el peruano logró decir la vieja nada de una manera diferente. También podría haberme refugiado en la Biblioteca Nacional, y junto a los contrahechos bustos de filósofos y escritores clásicos –Aristóteles se parece a Tribilín- pedir libros de esos que nadie tiene, Boris Calderón, Arturo Alcayaga, Romeo Murga, y leer y escribir notas para artículos, poemas y relatos que seguramente sólo un granado grupo de resentidos ha de apreciar. Pero estaba en calle Ro- sas, alejado de la cultura, la sensibilidad posmoderna & las bellas artes, mirando el rítmico conto- nearse de las apretadas carnes, atractivos capullos de temporada en el pináculo de sus formas, significantes ciertamente más sugerentes que versos y prosas. La del culo blanco vestía una blusa del mismo color, ropaje albo que contrastaba con su pelo negro y brilloso. Su culo era el más per- fectamente moldeado, un culo suave, fresco, romántico, turgente, dulzón y soleado. Era un poema de San Pablo Neruda. El culo azul, por su parte, presentaba una formación angulosa, lo que le daba un aspecto de mayor vigor. Se trataba de un culo que podría saltar barreras y hacer algún tipo de acrobacias en algún motel barato, pero con nombre francés. En la parte superior, su dueña llevaba una polera amarilla de algodón, sin mangas. Su cabello, rubio y corto, pacía sobre un cue- llo alto y fino, quizá más excitante que el mismo culo. Era un poema mandragórico. Por último, el culo negro, el culo dark. Ni perfecto ni agresivo, más bien angosto, estrecho en relación con los otros, con ciertos asomos de angustia. En la parte superior, una camisa con incrustaciones metáli- cas, ajustada y semitransparente, dejaba ver un sostén también negro, con abundante encaje. La ESPERPENTIADigitalN°3/Verano2006
  • 28. 28 cabellera, rojiza y parda, casi punkie, ardía bajo el cielo. Era un poema de Lautreamont. Los culos- poemas avanzaban y se detenían ante alguna vitrina de manera cíclica. Yo hacía lo mismo. Y parándome detrás los observaba con disimulo, viéndome obligado muchas veces -para no ser sorprendido- a posar mis ojos ante diversas figuritas plásticas, carros de bomberos, mini estacio- nes de gasolina, armas extraterrestres, juguetes que nunca tuve, me fueron negados, pues mi infancia fue pobre y más bien triste. Contemplando los culos de izquierda a derecha, de derecha a izquierda, arriba abajo, abajo arriba, no podía decidir cuál de ellos me gustaba más. En realidad, quería los tres. Pero sabía que estaba perdiendo el tiempo. Las muchachas ni siquiera se percata- ban de mi presencia, no me pescaban. No soy un tipo monstruoso, es verdad, pero tampoco un figurín de temporada. Debo reconocerlo: soy un hombre medio, es decir, soy polvo, soy hojas secas, soy nada. Detenidas ante las vitrinas, las dueñas de mi deseo observaban por allá una bolsita repleta de animalitos plásticos, por acá un traje de las seductoras “Chicas superpoderosas” y, en otra tienda, un mini coche para nenitas de goma. Las muchachas eran bellas y la poesía –se supone- persigue la belleza en cualquiera de sus estados: salvaje o procesada, inocente o manci- llada, moral o amoral, con jeans o sin jeans. Tenía la mente convertida en un embarcadero de avispas cuando de pronto los lindos culos entraron en una tienda. Me quedé en la entrada, estáti- co intentando columbrar sus magníficas proporciones desde una nueva perspectiva. Luego se me perdieron de vista. Seguramente estaban en algún recoveco de la tienda, dando de mamar a una muñequita de moda. Pasaron unos cinco minutos y nada. No salían. Me acerqué a la puerta del local. Las malditas se fugaban por una puerta que daba a la otra calle. Adiós culos-poemas, adiós belleza. Resignado, seguí mi rumbo, que en realidad no era ninguno, pensando que en estos tiem- pos de imágenes y no de palabras, la única poesía universal válida es un culo femenino, escalofrío siempre nuevo, significante esencial, dador de armonías y equilibrios, instigador de la vida, lazo del universo con la existencia humana. l l ESPERPENTIADigitalN°3/Verano2006
  • 29. 29 La morgue Escribieron en Chile un día Por Sparky l Últimos días de invierno. La calefacción ha fallado y buscando calor me arrimo a una ventana de este edificio, construcción donde arriban aquellos cuyo aliento mutó en asfixia, en verbo envuelto en plástico negro. En la vere- da, menguados rayos de sol entintan techumbres y fachadas, crismas, paraderos, árboles y negros carteles escri- tos con tiza: hay pan, no hay pan, etcétera. Tengo frío. Y pocas ganas de encontrarme a solas con algún libro ya rígido, cuerpo varado que debería hojear para detectar posibles causas de muerte: asfixia, locura, paro cardíaco, estupidez, derrame cerebral, incontinencia del habla, neovanguardismo vacío, experimentación sin sentido. Enton- ces, alejándome de tan gélido ambiente, para calentar los huesos bajo hasta la vereda y camino hacia el quiosco de diarios, pequeña construcción de madera, casi una animita, junto a la cual el quiosquero barre / lustra el cemen- to silbando una canción de amor culposo y traidor. Miro los titulares de la prensa nacional. Y nada me atrae. Como en una teleserie, anodinas noticias giran en torno a un guión escrito por el capital y sus aliados. Farándula, fútbol, política, crímenes y desfalcos, nada nuevo. Para no perder del todo el viaje compro The Clinic, en cuya portada y contraportada se hace leña de un agusanado árbol caído: la siciliana familia Pinochet. Pago y camino hasta una placita que sirve de entrada al cementerio general, fantasmagórico lugar poblado por entes de piedra. Allí, bajo un indeciso sol, hojeo el pasquín. Y tras pasar por las diferentes secciones, me encuentro con la columna “Escribieron un día en Chile”, donde Alejandro Zambra opina sobre literatura “amateur” como él la denomina, aunque en reali- dad se trata de literatura de farándula, es decir, gente que aparece en tv: políticos, animadores, cantantes, astrólo- gas, modelos, etc., pues el adjetivo “amateur” es más amplio y quizá en él quepa hasta el propio Zambra, quien escribe esta columna y el 99% de los escritores chilenos, dado que pocos en nuestro país pueden considerarse escritores “profesionales” (quizá todo escritor verdadero sea siempre un “amateur”). Leyendo la columna me entero que justamente esta es la última entrega que Zambra hace al pasquín, cansado de rastrear subliteratura. Buena noticia, pues aunque confiesa que su objetivo –bastante fome- fue construir una es- pecie de “libro negro de la literatura chilena”, bosquejando de paso una “historia de la vanidad nacional”, está claro que el objetivo era otro: producir una sección llamativa, rentable para el periódico, donde Zambra pudiese ironizar a gusto con libros que no ofrecen gran desafío: poemas de Krishna Navas, una novela de Fernando Villegas, ver- sos de un tal “juez Aránguiz”, textos de Zulma, etc., demostrándonos lo idiotas que son. Y no era necesario, pues lo sabíamos de antemano. Ojalá Zambra, que ha escrito páginas bastante más dignas en otros medios, se dedique ahora a opinar sobre aquellos autores que hacen intentos serios y menos ingenuos en el ámbito literario, autores ESPERPENTIADigitalN°3/Verano2006
  • 30. 30 que –es sabido- no tienen acceso a los medios, pues es gente que no mueve la colita en la rasca fiesta nacional del ego inflable. Logrados o no logrados, buenos o malos, prescindibles o imprescindibles, los trabajos de estos autores requieren retroalimentación, crítica y difusión. Además, en ellos es posible encontrar, en ocasiones, textos de buena laya. Y eso Zambra, junto a sus ambiciosos amigos portalianos, debe saberlo. Camino de vuelta, mientras los fantasmas de piedra observan fijamente la llegada de un nuevo cortejo fúnebre, platinada carroza espantando un par de gorriones parados sobre el pavimento, pienso que publicar una segunda parte de “Escribieron en Chile un día”, posibilidad que Zambra insinúa, sería una torpeza. El asunto no funcionó. Y listo. Ahora, si The Clinic necesita vender más papel impreso y eso se consigue siendo inteligente a costa de los tontos, es entendible, hay que alimentarse y pagar cuotas, hay que mantener el refrigerador con la panza abultada. La poesía puede seguir esperando, la poesía es paciente, la poesía es catatónica. Llego al edificio y antes de en- trar miro hacia la calle, recostado sobre una silla de playa, el quiosquero, que también gana sus pesitos con la venta del pasquín, fuma mientras toma un agradable baño de sol. Entro. Y sigue estando frío. Parece que nunca arreglarán la calefacción. l l l ESPERPENTIADigitalN°3/Verano2006
  • 31. 31 L Aprendiendo a vivir Renunciar a la belleza Por Robinson X Quizá lleves muchos, demasiados años, viviendo en calidad de allegado en el mundo de la literatura, quizá hasta hayas publicado un poemario del que nunca hubo noticia, piedra hundida en el mar, intentando, hermano, herma- na, decir algo que valga la pena. Y no pasa nada: la belleza, definitivamente, no se excita con tus palabras. Solita- rio en tu habitación, cada noche lavas un par de copas, descorchas una botella de vino, aderezas el ambiente con jazz cool, te pajeas con Miles Davis, lees dos o tres páginas del ABC de Pound y luego la invitas a un trago, embo- rrachémonos, huachita, propones. Pero ella siempre se va con otro u otra. Y tú la ves pasar, la ves alejarse son- riendo unida a mano ajena, a piel extraña. La maldita ni siquiera te guiña un ojo, la maldita ni siquiera se digna a rechazar tu invitación. Y esa permanente negativa va minando tu voluntad, te enferma, te aísla, te transforma en un montón de basura antisocial, en un perdedor nato. Lo que pasa, a fin de cuentas, es algo bien simple: no tienes ojos o gafas para conocer la belleza, para entenderla, para imaginarla desnuda: jamás serás un vidente. Pensando en tu caso, que es bastante patético, lectorcito, lectorcita, he desarrollado un conjunto acciones concre- tas que te permitirán terminar con tu condición de allegado en el mundo de la literatura y reintegrarte a la sociedad, ser –sin ningún tipo de angustia- el hombre masa que siempre has sido, el simplón que transita entre simplones que han acordado la existencia de un paisaje común, de una vida común, de un pensamiento común, trocando la imposibilidad de la belleza por la certeza de lo “bonito”. Y siempre manteniendo un excelente estado de ánimo, no de felicidad, que eso es demasiado, pero sí de comodidad y satisfacción. Quema de libros Siguiendo al confesor de Alonso Quijano, el cura Pero Pérez, en primer lugar aconsejo la quema de todo impreso nocivo que poseas en tu domicilio. No se trata, en todo caso, de una purga indiscriminada, pues podrás conservar revistas de moda, vivienda, decoración, gastronomía, vida saludable y viajes, también catálogos de multitiendas, distribuidoras automotrices, bancos, agencias de turismo y otros servicios que hacen “más fácil”, “más libre” y “más moderna” la existencia humana. En cuanto a la quema, el primer ítem a eliminar es el más dañino, inútil y de difícil combustión, es decir, la poesía; luego todo libro de filosofía que haya llegado hasta tus manos, partiendo por el ESPERPENTIADigitalN°3/Verano2006
  • 32. 32 l loquito de Nietzsche. Finalmente, deshazte de todo lo demás: novelas, cuentos, ensayos, tratados, teatro, cróni- cas, historia, enciclopedias, diccionarios e incluso esta misma revista, si es que posees alguna de sus añejas edi- ciones en papel. Es recomendable sacar adelante esta labor en invierno: la alta temperatura del proceso paliará el frío ambiente, otorgándole al fin una utilidad a esas palabras que nunca quisieron rozar tu inteligencia. Cuando el fuego se estabilice, pon la tetera en el centro, prepara un tecito y bebiendo reflexiona acerca del lamentable es- pectáculo que Quijano dio a sus seres queridos. Lectura alternativa Tras la quema, es obvio, poco material tendrás para leer. Eso te hará sentir incómodo, desasosegado y con angus- tia. Pero no sufras: ingiere la mitad de una tableta ansiolítica, ravotril, a modo de sugerencia, y luego echa mano al material que se salvó de la purga, papelería que te servirá para re-integrarse a la sociedad. Conoce cómo se vis- ten, dónde viajan, qué comen, cómo viven, qué opinan los seres humanos que gozan de todo aquello que tú has dejado de lado, viviendo a la sombra de la realidad, buscando una luz (la metáfora de la historia, según Borges) que nunca aparece. Entiende, por ejemplo, por qué un automóvil con butacas de cuero otorga mayor libertad que uno con butacas normales y por qué uno con butacas normales de todas formas da más libertad que andar a pie. Cuando tengas la respuesta, celebra bebiendo una cerveza, pues estarás dejando de ser un espectro. Delete Sin asco, pues aquí hay que utilizar la sabia sentencia popular proactiva “se pensó y se hizo”, enciende el compu- tador y elimina todos aquellos archivos con textos literarios de tu autoría o ajenos. Utiliza el comando “delete”. Luego, como medida precautoria, vacía la papelera de reciclaje. Enseguida, haz una segunda hoguera y quema los textos escritos de manera manual (manchas de lápiz bic sobre cuadernos “El Galeón”), observaciones en terre- no que tanta concentración y tiempo te han hecho malgastar. Pon otra vez la tetera sobre el fuego y prepara, esta vez, salchichas cocidas, las que acompañarás con pan, pepinillos y mayonesa. Entiende por qué ese sabor es tan precioso. Avisos clasificados Esta es la etapa más compleja del proceso. Ten la valentía de levantarte temprano un día domingo, enseguida ve al kiosco de diarios más cercano y compra los tres kilos de papel para envolver que se conocen como “El Mercu- rio”. De regreso a casa arroja el periódico a un basurero, quedándote sólo con los avisos clasificados, las revistas de multitiendas y la sección “Artes y Letras”. Con paciencia recorre los avisos clasificados, busca algo que te inter- ese, vendedor de sepulturas, afp, isapre, comida rápida, créditos de consumo, etc. No rehuyas aquellos avisos que solicitan personas “ágiles y dinámicas”. Tú eres ágil, tú eres dinamismo en estado puro. Una vez marcados los posibles empleos, relájate leyendo las revistas de multitiendas. En ellas, sección lencería, podrás encontrar un nuevo concepto de belleza, la belleza del cuerpo femenino o masculino bien trabajado, que exhibe calzoncillos, calzones y sostenes intentando producir secreciones / desembolsos en el público objetivo. Conoce ese ideal, el ideal del hombre masa. Y aprópiatelo. Finalmente, cuando estés exhausto de esa belleza adquirible en cuotas, belleza que no viene del cielo profundo ni surge del abismo, hinca el diente a la sección “Artes y Letras”, estás autorizado, pues no es material peligroso, no es inflamable, no se calienta con la lucidez. Currículum El computador, que antes fue un nido de torpes textos incapaces de resistir la más mínima hermenéutica, reforma- teado se transformará en un amigo útil, fiel y sencillo. Puedes llamarlo “Joe”, “Pepe” o “Mary Sue”. Primero, haz tu currículum, cuidando no anotar tu “experiencia literaria”. La literatura no es considerada trabajo, sino pereza y trau- mas reposando sobre un catre llamado resentimiento. Quizá sea verdad. No lo sé, pues el poeta, el narrador tam- ESPERPENTIADigitalN°3/Verano2006
  • 33. 33 l bién come, también llena el carrito del supermercado, también paga la cuenta de la luz. Volviendo al tema del currí- culum, si posees poca experiencia laboral, o eres de los enfermos extremos, esos que nunca han trabajado, no te preocupes, inventa algunos trabajitos, ojalá en empresas menores. Si no conoces empresas, invéntalas también. Nadie averigua nada. Amistades literarias Seguramente tienes un grupo de amigos, supuestamente sensibles e inteligentes, que comparten tu afición por la literatura, un grupo compuesto por anormales que buscan echarse un polvo con la belleza y nunca pueden, se quedan dormitando o garabateando solitarios sobre la sábana en blanco, pues la chica, siendo bastante casquiva- na, también tiene sus preferidos, tiene su gusto, tiene su estilo. Aléjate de esas juntas perniciosas, pertenecer a un grupo de despechados sólo puede conducirte a la frustración, al odio social, al caos interno y, en casos extremos, al alcoholismo y a la mendicidad. Laurita La belleza es inalcanzable. La Laurita, tu vecina, no. La belleza es profunda. La Laurita, tu vecina, no. La belleza es hija de la muerte. Tu vecina, La Laurita, no. La belleza es frígida. La Laurita, tu vecina, no. ¿Alo, Laurita? TV Ocurrirá muchas veces que te sientes aburrido, no sabes qué hacer. Antes leías, antes escribías, antes soñabas con el verso justo y la metáfora perfecta. Antes delirabas intentando crear un poema que iluminase el corazón humano. Pamplinas. Eso es para los videntes. Pero no te preocupes, hay una amiga que te quiero presentar: se llama televisión y sí que ilumina: es eléctrica. Además, al igual que la belleza, está en todas partes. La diferencia radica en que la televisión es instantánea. Aprietas el comando “power” y ya está, se entregó. Generosa, se embo- rracha con todos, no como la belleza, que necesita un cerebro dorado con angustia y lucidez para abrir sus piernas magníficas. Cuando sientas que tu mente está en otro lugar, cuando te sorprendas uniendo dos o más palabras, cuando sientas que el viento sopla en tu flaco bosque interno, no lo pienses ni un segundo: enciende el televisor y tirado sobre un sofá alcanza un rápido y eficaz nirvana contemplando las delicias de la vida unicelular. l l l ESPERPENTIADigitalN°3/Verano2006
  • 34. 34 Profeta de las catacumbas Vicio verdadero Por Pablo Jerez l ¿Recuerdan que hasta mi último mensaje me mantenía oculto entre los evangélicos de Renca, simulando ser un drogadicto más en la caterva de arrepentidos monstruitos? ¿No se acuerdan? Revisen el número anterior, herma- nos. Pues bien, de la simulación pasé al vicio verdadero y al final todo terminó con el incendio de Villa Los Jotes. Ardieron las mediaguas por un descuido mío, pues olvidé apagar las velas del altar instalado en el ropero, tras sufrir una pálida: mezclé vino químico con paraguaya prensada. La vecina pinochetista tuvo una muerte horrenda: la pilló el fuego purificador amarrada a su camastro de bronce; de la boca del cráneo calcinado extrajeron un afiche de su ídolo socarrón, fotografiado en el esplendor almidonado de su culto imperial. ¡Aleluya por el fuego perpetuo del Santísimo! No se supo quién cometió el vejamen, espero no haber sido yo, aunque sólo Dios lo sabe, pues poco recuerdo de mi último trance místico. Me sentí obligado a donar las joyas papales para la reconstrucción de la Villa. Ahí mismo, entre las fumarolas y el llanto de guaguas huérfanas, me entregué a la autoridad de bomberos con estas palabras: “Yo soy el que soy, comandante. La INTERPOL me busca por terrorista moral, instigador de magnicidios y suplantador de la curia romana, pero no soy más que un pobre cura oriundo de Talca, derrotado esta vez por el vicio. Estoy enfermo y necesito un tratamiento. Por favor, no avise en la diócesis, prefiero ir a la cárcel o al manicomio con tal de no caer, otra vez, en las garras de la que debiera ser nuestra santa madre". Luego le expli- qué que los guardianes del dogma salvan de la justicia terrenal a los curitas pobres caídos en descrédito, para usar sus cuerpos en experimentos de demonología. A los de alta jerarquía, en cambio, los envían a lujosos claustros en los alrededores del Vaticano, con acceso a TV cable y señales porno. ¡Gloria al inmaculado cuerpo de bombe- ros! Imagínese, mi comandante: ¡caer en ese infierno, talleres de exorcismo, donación involuntaria de órganos, crucifixiones, cuando mi único error ha sido mezclarme con los pobres tal como lo manda el flaco INRI! ¡Jamás abusé de las niñitas del coro, lo juro, nunca me comí a ninguna de las ovejas que he pastoreado, no merezco ter- minar en las mazmorras de la teología oficialista! ¡Gloria al sexo libre entre adultos y al libre pensamiento! El co- mandante de bomberos creyó ser Dioclesiano, pues ordenó a sus esbirros que me inmovilizaran, mientras ocultaba las joyas de la reconstrucción en los bolsillos de su chaquetón de cuero. Me saetearon como a San Sebastián, pero no con flechas sino con agua y viéndome que sobreviví, igual que al santo intentaron matarme por segunda vez. A palos. Dos demonios verdes, montados en alazanes apocalípticos, casi hacen rodar mi cabeza hasta las cloacas de Villa Los Jotes. l Al día siguiente, desperté en una celda cómodamente acolchada, rodeado de tres anticristos que se entretenían metiendo sus dedos en mis narices y levantando los apósitos que cubrían mi cráneo. Me hice amigo de ellos re- citándoles en latín las bienaventuranzas. Y se durmieron. Luego de unos días me gané la confianza de los médi- ESPERPENTIADigitalN°3/Verano2006
  • 35. 35 cos y me permitieron salir al patio dos veces por semana. Era un sicótico pasivo. Aquí me he encontrado con una sor Teresa de Calcuta, cinco Teresitas de Los Andes, tres Franciscos de Asís, ninguno de Porras y veintinueve apóstoles -todos bipolares- quienes le generan un problema no menor al único Mesías, pues no ha llegado ningún Judas, sólo un Hitler, un par de Nerones y un Don Francisco. Un enfermero ha dicho ser la Virgen María y cuentan que el director del hospital tiene pacto con el Enemigo. Yo pienso: ¿quién a estas alturas no tiene un pacto, aun- que sea de silencio, con el Maligno Artífice? Hijos meus, no olviden incendiar todas las naves cuando llegue el día del juicio. Desde las catacumbas de Av. La Paz, a la espera de que los ángeles desciendan de alguna micro Renca -El Parral cualquier día sábado, se despide vuestro hermano de siempre, Esperpentia Mediatrix. ¡Aleluya por la ciencia química y Gloria al fuego que caerá del cielo! NOTA DE LOS EDITORES: a riesgo de ser considerados bajo la influencia del Genio de la Mancha o de su maes- tro, el ilustre no vidente de Buenos Aires, debemos advertir que el artículo “El Vicio Verdadero”, firmado por el Pro- feta de las Catacumbas, nos parece apócrifo. ¿Por qué pensamos esto queridísimo y desocupado lector? Para saberlo deberás leer hasta el final esta nota. (1) En la primavera del 2003, en el Nº5 de nuestra esperpéntica edición en papel, apareció por primera vez un artículo del autodenominado Profeta de las Catacumbas. En ese primer mensaje nos comunicó los objetivos de estas misivas: “Aquí haremos teología creativa, experimentación divina, exorcismo a las ratas del Vaticano”. ¿Qué pasó con nuestro teólogo creativo, con nuestro exorcista de ratas vaticanas?, ¿desapareció tras “El vicio verdade- ro”?, ¿se convirtió en un drogadicto pirómano? ¿o estamos frente a una siniestra maquinación de aquellos mismos que nuestro Profeta quiere denunciar con el fin de desacreditarlo? (2) Otro objetivo que se planteaba en esa misma carta era: “durante los próximos números sistematizaré mis de- nuncias, porque allí donde hay sombra, yo voy a iluminar la tiniebla”, pero en su artículo aparte de denunciar a un comandante de bomberos corrupto, ¿hay más denuncias? Claramente no. Entonces ¿el Profeta ha decidido hacer denuncias de poca monta, iluminando las tinieblas con un fósforo? (3) Es verdad que en el Nº 7 de la revista apareció otra misiva, en la cual declaraba su cruzada alcohólica, por lo que este nuevo artículo parece una continuación del mencionado, pero también decía que permanecía oculto tras la apariencia de un poblador periférico por miedo a la INTERPOL y a la curia romana. ¿Cómo podemos entender entonces que diga, a todo el que quiera leer, que se encuentra confinado en el Hospital Psiquiátrico de Av. La Paz? ¿No sería esto un suicidio para el verdadero Profeta, que quería permanecer oculto en la clandestinidad? (4) La pregunta que Ud. debe tener, paciente lector, si es que ha llegado a este punto de la explicación es ¿por qué publicamos una carta a todas luces falsa? La respuesta no se hará esperar. La publicamos justamente, porque esto demuestra que nuestro auténtico Profeta estaba en lo cierto en sus primeras arremetidas contra el demonio secular, pues manos negras se han tomado el trabajo de suplantarlo para desacreditar su imagen y confundirlo simplemente con un loco. Es lo que hoy se conoce metafóricamente como “asesinato de imagen”. No sería la primera vez que ocurre esto en la historia. Profeta, estés donde estés, esperamos tu pronto regreso a través de tus lúcidas crónicas, para que pongas en su lugar a aquel de manos enjoyadas que te suplantó y envió la apócrifa carta a nuestro esperpéntico correo. lll ll l ESPERPENTIADigitalN°3/Verano2006
  • 36. 36 Crónica ciudadana E l e s f u e r z o Por Renato Fonseca lSoy un hombre de trabajo. Todo lo que tengo lo he ganado a punta de esfuerzo y sacrificio, quitándole horas al sueño, a la familia y al recreo. Cuando salí del liceo comercial, institución de la que egresé con excelentes califica- ciones, mi tesón me llevó a buscar un camino propio, un camino independiente, pues no deseaba terminar de tinte- rillo en alguna oficina de mala muerte, como ocurrió con tantos de mis compañeros. Así, sin ninguna vergüenza, el trabajo dignifica al ser humano, montado sobre un triciclo me dediqué a vender abarrotes en una población margi- nal. Eso fue hace veinte años. Hoy soy propietario de un minimarket en Nuñoa. Poseo, además, un automóvil y una camioneta, también una casa de material sólido en Santiago y una cabaña en Las Cruces. El negocio está bien surtido y las ventas son bastante buenas. En mi expendio trabajan cuatro personas. Florita, una mujer modes- ta y honrada, viuda hace más de diez años, que es feliz ganando poco, lleva la caja y la contabilidad. Néstor, un mapuchito bien básico, pero extremadamente leal, maneja la camioneta y se encarga de los pedidos. Luisa y Cris- tián atienden público, turnándose, a fin de mantener el local abierto desde las siete de la mañana hasta las doce de la noche. Gracias al empeño con que he desarrollado mi trabajo he podido –hasta hoy- financiar la educación de mis hijos. Ambos estudian en la Universidad Casa Real, una entidad privada que tuvo a bien acogerlos pese a sus malas notas en enseñanza media. Rodolfo estudia Derecho. Laurita, educadora de párvulos. Alguien podría decir que soy un hombre feliz. Y, en cierto sentido, lo soy. Vivo solo, vivo tranquilo y sin presiones desde hace siete años, cuan- do mi matrimonio se hizo trizas. ¿Razones? Mi mujer no soportaba la excesiva devoción con que me entregaba al trabajo. Al mismo trabajo con el que he podido darles todo a ella y a mis hijos, no como el irresponsable de mi padre, que se hizo humo cuando yo y mis hermanos éramos chicos, perro en leva tras una mina ordinaria y calen- tona, dejándonos en la miseria. No, yo creo en el trabajo. En el sudor. En la persistencia. Y eso no le gustaba a Sara, la loca. Ella quería pasarlo bien. Hacer una vida bohemia. Tres meses después del nacimiento de Rodolfo, nuestro primer hijo, la sorprendí fumando marihuana. Tal como se escucha: ma-ri-hua-na. Estaba tirada en la cama a las doce del día, escuchando música para jóvenes. No aceptaba el paso del tiempo. Nadie en su sano juicio puede fumar marihuana a los veintisiete. Reconozco, eso sí, que cuando nos conocimos ella jugaba a ser rockera y yo también. Pero el tiempo pasa y no se puede ser adolescente toda la vida. En ese tiempo, ella vegetaba en la casa, oscilando entre el ocio, la domesticidad y la frustración. Mientras yo trabajaba concentrado en el progreso, que cada vez se nota más. Un par de años después, tras el nacimiento de Laurita, la cosa se puso color de hormi- ga. Depresión post-parto, así le llaman a la flojera. Y Sara se puso peor. Comenzó a beber y a consumir cocaína. Todos lo viernes quería una fiesta. Yo, por la familia, cerraba más temprano, tipo 11 y llevaba cerveza o pisco sour a casa. Sentados ante la mesa del comedor, bajo una lámpara hindú, escuchando música de Credence, de Led l ESPERPENTIADigitalN°3/Verano2006
  • 37. 37 Zepellin e incluso de Metálica, nos mirábamos las caras y bebíamos un buen rato, comiendo snacks. Yo lo hacía por ella, por nuestra relación, por los chiquillos. Yo no soy bueno para el trago ni para la coca. Yo no soy un hom- bre bohemio. Después de un rato comenzaba el show. Sara quería bailar, Sara quería dar vueltas en auto gritando a todo pulmón: ¡estoy loca!, la cabeza asomada por la ventanilla, Sara quería ir a un pub de avenida Suecia y co- merse un lolito, Sara quería tener sexo sobre la escala, sobre la mesa, sobre la lavadora, como si mi vida fuese una vulgar comedia erótica. Después, se metió con Emilio, nuestro vecino, con Hernán Fredes, un vendedor de AFP, con el Toño, un ex compañero de liceo, con Marta, la profesora de artes de Laurita. Así pasaron los años. Mientras yo trabajaba, Sara vivía en un carnaval. Hasta que ocurrió lo que tenía que ocurrir. Un viernes no volví a casa. Me quedé en el local, tirado sobre una col- choneta instalada en la bodega. Y no volví más. Mis hijos, hasta hoy, me visitan en el minimarket. Allí conversamos sus buenos minutos, básicamente de sus estudios. Antes de irse, me piden plata. Todo el mundo necesita plata para respirar. Yo les doy sus buenos billetes, total las cosas andan bien, está subiendo la curva de ventas, la pros- peridad es inminente. Lo mejor, en todo caso, es que nadie me critica, nadie me huevea, nadie me dice que soy un avaro incapaz de disfrutar el dinero que gano, nadie me dice que soy un puto obsesivo de mierda. Mi mundo está en calma. Además, aunque parezca poco creíble, Sara ni se lo debe imaginar, también tengo mis diversiones. Pagadas, por supuesto. Y todo funciona de maravillas. No hay cuestionamientos ni demencia. No hay calentura enfermiza tampoco. Yo no soy como mi padre. Simplemente me ausento unas horas del local, siempre de improvi- so, para que el personal no se malacostumbre, y me voy a una casa de masajes en el centro. Casi siempre me atiendo con Karina, que es bien blanquita y simpática. Karina me lo chupa un buen rato, mientras pienso en los pedidos y en los cheques por cubrir. Me organizo mientras ella hace su trabajo. Luego, cuando todo está en orden, cuando sé el saldo que tendré en la cuenta corriente la próxima semana, cuando tengo claro el pedido de cocaco- las para el viernes, me arrastro sobre ella y me libero. La otra vez le conté el asunto de Sara con las drogas. Tonti- to, me dijo, cada vez que me acuesto contigo estoy volada. No importa, tú estas trabajando, señalé. Maniático, me respondió. Y quizá tenga razón. L l ESPERPENTIADigitalN°3/Verano2006
  • 38. 38 L Crónica ciudadana El paraíso perdido Por Lisandro Bugueño Nunca supimos quién lo descubrió, la cuestión es que un día el Jhonny me avisó que habían encontrado el paraí- so. Al principio pensé que otra vez estaba volao, hablando leseras. “No huevón si es cierto, te voy a mostrar el paraíso en el liceo” me dijo. Y eso sí que era tener suerte. En un principio lo usábamos solo el Jhonny, el Brian y yo, y nos metíamos a fumar en los recreos. Era difícil subir, pero con un poco de práctica lo hacíamos re’bien y nadie nos cachó. Allí se estaba mejor que en cualquier parte, a pesar de que en los días de sol hacía mucho calor y en los días fríos parecía que nos íbamos a congelar, pero, poco a poco, comenzó a convertirse en nuestra “segunda casa” –como decía el Inspector Naranjo, el perro, al referirse a nuestro liceo-. Claro, siempre y cuando tuviésemos primero una. Ninguno de nosotros tenía realmente una casa, bueno sí, un lugar donde dormir y comer y ver tele, un lugar donde todo el día te retaban sí, pero casa no. Por eso el paraíso era nuestra casa, allí soñába- mos, allí nos pajéabamos en grupo echando competencia a ver quién llegaba más lejos. Más de alguna vez llora- mos mandando a la mierda la vida que nos había tocado. Era nuestro refugio, un verdadero útero diría el Flores, el perno y poeta del curso. Un día teníamos una prueba y el Brian no quiso bajar. Ahí mismo supimos que iban a comenzar los problemas. Con el Johnny le dijimos que nos iban a cachar y que nos iban a expulsar del paraíso dije yo, recordando un libro que la profe de castellano un día nos citó y que no sé por qué recordé en ese momento. Bueno, la cuestión en que nosotros fuimos a dar la prueba y al Brian nunca lo cacharon. Entonces, descubrimos que ese paraíso podía servir- nos pa’ más cosas. En abril se nos ocurrió comenzar a explorarlo y nos dimos cuenta que nuestro paraíso recorría casi todo el liceo. El único cuidado que había que tener era caminar por los largueros, esos palos regruesos que había en el piso, porque si no te podía ir guarda abajo y eso sería el fin de todo. Tuvimos que conseguir linternas y cada vez que bajábamos tener cuidado de limpiar muy bien nuestro uniforme, pues siempre quedábamos llenos de tierra. Un día hallamos una colchoneta botá en el patio, desas que usábamos pa´ gimnasia y la camuflamos y bien tarde; cuando solo quedaba el cuidador, la subimos. Era mortal, recreo que había allí estábamos. Claro que no faltaron los sapos así que, poco a poco, tuvimos que contarle el secreto a varios más. Pero, eso sí, cada uno deb- ía conseguirse sus propias cuestiones: linternas, colchonetas, cigarros, incluso las botellas de pisco que circula- ban o los pitos. En julio, antes de las vacaciones, casi todo el tercero “g” había subido, incluyendo las minas, que encontraron súper choro tener un refugio allí mismo, frente a los ojos de todos, sin que nadie nos cachara. Una tarde el Brian se acercó a pedirme un favor. En el recreo quería subir con su polola, pero solo. Yo debía estar de guardia y no dejar que alguien entrase. Recuerdo que la novedá ya había pasado, así que no tuve muchos problemas para decirle a 2 ó 3 que llegaron, que no se podía, que esperáramos unos días, porque parece que alguien le había ido ESPERPENTIADigitalN°3/Verano2006
  • 39. 39 l con el cuento al perro Naranjo y andaba muy cachúo. “Cero problema” me dijeron y se fueron a fumar al baño. Mientras tanto, el Brian había inaugurado, otra vez, una variante nueva para nuestro paraíso: un motel. Un lunes de octubre el viejo de educación física, en el acto cívico, habló con todo el colegio. Dijo que habían des- aparecido 12 colchonetas y que, mientras no aparecieran, íbamos a tener que hacer los ejercicios en el suelo, porque ni el colegio, ni la municipalidad tenían presupuesto para reemplazar el material robado. Ahí supimos que, tarde o temprano, alguien nos iba a denunciar. Bueno, la cosa fue más temprano que tarde y sucedió así. Durante varias semanas habíamos dejado de subir, a lo mejor así no se rochaba, incluso habíamos tratado de devolver alguna de las colchonetas, pero esto resultó más difícil que subirlas, así que las dejamos casi todas juntas, en un rincón, por si surgía la oportunidad. Ese día el Brian había desaparecido y a nosotros nos habían llevado al labora- torio para ver otro video, uno que por fin, era interesante, pues se trataba de la reproducción animal. Como siem- pre el Chistopher tiró su talla y le dijo a la profe que él se ofrecía para una demostración práctica y mientras la profe se ponía roja con la talla y lo echaba pa fuera, sentimos un tremendo ruido proveniente del techo, algo, no sabíamos qué, cayó sobre los mesones del laboratorio, por suerte no había nadie en ellos. Cuando el polvo se disipó pudimos ver otro polvo: sobre seis colchonetas rojas, azules y verdes venían aterrizando el Brian arriba de la Cintya, él con los pantalones abajo, todavía en las nubes moviendo sus blancas nalgas y acabando. Ella con el jumper en la cintura y con los calzones en la mano, con los ojos muy abiertos mirándonos con una expresión de angustia que nunca voy a olvidar. La misma expresión que debió haber tenido Eva cuando, junto con Adán, fueron expulsados del paraíso. l L ESPERPENTIADigitalN°3/Verano2006
  • 40. 40 l Fotografía digital Verano en Playa Ancha Por Sparky / Verano 2003 ESPERPENTIADigitalN°3/Verano2006
  • 41. 41 Taxidermista (1) ll Taxidermista (2) Arena blanca, mar azul y metafísica Musa bajo el sol ESPERPENTIADigitalN°3/Verano2006
  • 42. 42 Crecimiento económico Delicias de otros veranos Vigilantes Título de dominio ESPERPENTIADigitalN°3/Verano2006
  • 43. 43 Microempresario en acción Viajero en ruinas (1) Viajero en ruinas (2) Naufragio ESPERPENTIADigitalN°3/Verano2006
  • 44. 44 Paréntesis La diversión recién comienza La persecución de la sombra Esbozo del autor ESPERPENTIADigitalN°3/Verano2006
  • 45. 45 La revista que nunca estará de moda www.esperpentia.cl