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LA HISTORIA INEDITA
DE LOS AÑOS VERDE OLIVO



CAPITULO I


Por Cristián Bofill


La novela Nuestros años verde olivo, de Roberto Ampuero, comprueba una tesis que más
de un profesional de la historia o de la prensa suscribiría: en algunos casos los
ficcionistas se han encargado mucho mejor de abordar algunos capítulos de la tragedia
colectiva chilena de las últimas décadas que los periodistas e historiadores.




La novela - lanzado en 1999 y que revela desde el terreno de la ficción el mundo del
exilio chileno en Cuba - fue el punto de partida de esta serie especial de reportajes.
Ampuero es un testigo privilegiado de esa época, ya que la vivió en medio de la alta
jerarquía castrista, y con su libro dejó al desnudo una de las falencias de quienes se
dedican a dar a conocer episodios que ayuden a los chilenos a conocer su historia.
Al contrario de otros temas cruciales -como las violaciones a los derechos humanos o los
entretelones del golpe contra Allende, sobre los cuales se han publicado valiosísimos
libros y reportajes- el verdadero alcance de la influencia de Fidel Castro en la política
chilena se ha quedado estancado en las versiones fragmentadas e ideologizadas, por lado
y lado, de los años 70 y 80.
Si bien el punto de partida de la investigación de La Tercera era el mundo descrito por
Ampuero, el tema se fue ampliando en la medida en que se constató que el peso de Cuba
en las generaciones que protagonizaron los conflictos chilenos de las últimas décadas era
mucho mayor de lo descrito en la novela.
Iniciada en abril del año pasado, la investigación se extendió por
                          casi un año y se tradujo tambien en viajes a ciudades como La
                          Habana, Berlín, Leipzig, Frankfurt, Buenos Aires, Miami y
                          Chicago. En cada rincón, se encontraron protagonistas olvidados
                          dispuestos a relatar episodios inéditos que de a poco fueron
                          tomando la forma de un verdadero eslabón perdido de la historia
                          chilena de las últimas décadas.
                          Para bien o para mal -dependiendo del punto de vista que se
                          suscriba- es imposible entender esa historia sin detenerse sobre
                          todo en la figura de Fidel Castro y su enorme influencia desde los
                          años 60 hasta los inicios de la redemocratización tras el régimen
del general (R) Augusto Pinochet.
Sería lo mismo que ignorar la influencia de Estados Unidos. Pero -al contrario de ésta,
bastante estudiada y documentada- sobre la primera hastaahora ha habido bastante
menos elementos aportados por testigos directos o archivos desclasificados, como los
relativos a la Operación Cóndor o a las actividades clandestinas de la CIA en Chile.
El histórico viraje del Partido Comunista hacia la lucha armada - pese a que fue el único
de los partidos de la Unidad Popular que durante el gobierno de Allende no sucumbió a
las tesis rupturistas - es uno de los fenómenos que, si bien responde a circunstancias
políticas chilenas, no es posible desentrañar sin penetrar en los laberintos de la política
cubana. También es imprescindible hacer escala en la ex Alemania Oriental.
La historia no contada de la izquierda chilena en el exilio se escribió en Berlín, Moscú y La
Habana, donde los comunistas chilenos fueron influidos por la visión de sus anfitriones y
comenzaron a analizar las causas de su derrota, la forma de redimir sus culpas y el
camino para enfrentar a Pinochet. Sin la ingerencia de esos tres gobiernos el proceso que
desembocó en la lucha armada - tomada por el PC en 1980- nunca hubiera sido igual.
Alemania Oriental, la Unión Soviética, pero especialmente Cuba, entregaron un elemento
vital a la hora de tomar el camino de las armas: el entrenamiento militar masivo.
Pese a su desconfianza inicial, importantes ex dirigentes del PC y ex integrantes del
Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) fueron entregando antecedentes.
Los conocimientos de todas estas personas, además, contribuyeron para encontrar, en
medio de páginas y páginas de textos políticos, valiosas pistas en obras como las
memorias de ex timoneles del PC, el ex secretario general Luis Corvalán (De lo vivido y lo
peleado) y el ex senador Orlando Millas (Una disgresión). Lo mismo se puede decir de
libros como el del ex embajador y ex dirigente del PC, José Rodríguez Elizondo (Crisis y
Renovación de las izquierdas en América Latina) y, en menor medida, del senador Jaime
Gazmuri (El Sol y la Bruma).
La mayor parte de ese trabajo de reporteo e investigación fue realizado por el periodista
Javier Ortega, quién realizó muchas entrevistas en Cuba, Alemania y Argentina, además
de lograr numerosos contactos en Chile.
Otros periodistas realizaron entrevistas en Estados Unidos y Chile. Todo ese trabajo fue
apoyado por el equipo de Proyectos Especiales de La Tercera, además de contribuciones
de otras áreas del diario. La edición final fue realizada por un equipo encabezado por la
dirección del diario.
Entre los factores que más colaboraron para persuadir a muchos testigos a contar sus
vivencias está, en primer lugar, el fin de la guerra fría y la consecuente desilusión de
muchas personas que en su momento no titubearon en arriesgar la vida por esa causa.
También ayudó -y mucho- a romper el hermetismo, la gran purga política realizada en
Cuba por Fidel Castro, en 1989, cuando fusiló al general Arnaldo Ochoa y al coronel Tony
de la Guardia -dos de sus hombres más cercanos - bajo el pretexto de que se habían
involucrado en tráfico de drogas a sus espaldas.

La purga de 1989

Con esas ejecuciones, Fidel Castro perdió la lealtad de algunos miembros de su círculo
más estrecho, varios de los cuáles se exiliaron en Estados Unidos. Varios de ellos -al
igual que Ochoa y De la Guardia, quienes cumplieron misiones en Chile durante la UP-
tenían un profundo conocimiento de las actividades cubanas en Chile desde los años 60,
70 y 80.
En esas circunstancias, aceptaron hablar ex agentes como Jorge Masetti, el ex subjefe de
su equipo de seguridad, capitán Lázaro Betancourt, el escritor Noberto Fuentes, el ex
diplomático cubano en Chile, René Núñez, Ileana de la Guardia (hija de Tony de la
Guardia) y Alina Fernández, hija de Fidel. Se trata de personas que, desde diferentes
posiciones (Masetti mantiene una fuerte enemistad con Fuentes, a quien todavía
considera un hombre cercano a Castro), ayudaron a enriquecer y cotejar informaciones.
Hubo muchos que sólo aceptaron hablar bajo la condición del anonimato. Otros, no
quisieron dar su testimonio, pese a que les fue solicitado insistentemente, entre ellos
varios que aparecen mencionados en situaciones que sienten que podrían
comprometerlos.
Otras fuentes valiosas fueron los archivos desclasificados tras el fin de la guerra fría por
los servicios secretos de Estados Unidos, la ex Alemania Oriental y la ex URSS.
De la recopilación, análisis y cruce de esas informaciones es fruto esta serie especial.
Como todo trabajo periodístico, no aspira a entregar una verdad incuestionable, sino la
versión más acuciosa y profesional posible de los hechos investigados.




                          1976 Exiliados en la RDA sufrieron la "proletarización" impuesta por el gobierno alemán a
los chilenos.




                    1979 Futuros miembros del FPMR luchan por Castro en Nicaragua.




                          1986 Fracasa el atentado contra Augusto Pinochet fraguado en Santiago y La Habana.




                    1983-1995 Nacimiento y muerte del más poderoso grupo guerrillero chileno del siglo XX,
sustentado desde sus inicios por el gobierno cubano.
Por Javier Ortega


                                  Durante una cita en el despacho del líder cubano en el
                                  Palacio de la Revolución, en junio de 1974, se gestó la
                                  creación del FPMR. A partir de ahora, decenas de jóvenes
Luis Corvalán y Volodia
                                  comunistas ingresaron a escuelas militares cubanas para
Teitelboim. Mientras el primero   formarse como oficiales del “nuevo ejército democrático
estaba detenido en la isla        chileno”.
Dawson, Teitelboim aceptó la
oferta de Castro.
                          Un caluroso día de junio de 1974 aterrizó en La Habana el
                          máximo dirigente del PC chileno en el exilio, Volodia Teitelboim,
                          quien residía en Moscú y lideraba el partido en reemplazo del
secretario general, Luis Corvalán detenido en la isla Dawson.
En el aeropuerto José Martí Teitelboim fue recibido por los dirigentes chilenos del PC en
Cuba, Rodrigo Rojas, Orel Viciani (ver recuadro) y Julieta Campusano, a cargo del flujo
de chilenos que llegaban a la isla tras el golpe militar de un año antes.
Mientras el poder de la junta militar se asentaba en Chile la golpeada izquierda intentaba
recomponerse, tanto en el exilio como dentro del país. La represión era durísima las
noticias sobre detenciones, torturas y muertes llegaban día a día. El contacto entre las
dirigencias del “exterior” y el “interior” se mantenía al costo de muchas vidas.
La principal actividad de Teitelboim fue una cita en el Palacio de la Revolución, donde
acudió con Rodrigo Rojas para entrevistarse con Fidel Castro (1).

El "nuevo ejército"

Castro los recibió en su despacho con su hermano Raúl, segundo hombre del régimen; el
jefe de la inteligencia cubana y máximo implicado en exportar de la revolución, Manuel
“Barbarroja” Piñeiro y el viceprimer ministro Carlos Rafael Rodríguez. Excepto Raúl, todos
habían estado en Chile durante la UP.
Como siempre, Castro monopolizó la palabra. A sus 48 años, seguía siendo el icono
revolucionario latinoamericano. Sus interlocutores chilenos, en cambio, estaban
marcados por una derrota que el mundo socialista les enrostraba día a día. No habían
sido capaces de resistir el golpe militar, de hacer la revolución chilena. Una “culpa” que
era más fuerte en el caso del PC: era el único partido que se había jugado a fondo por la
fracasada vía legal de la UP, camino que le había provocado fuertes roces con sus
actuales anfitriones.
“El gran error del gobierno de Allende fue no contar con una fuerza militar que lo
defendiera8, dijo Castro. “Ahora no veo ninguna posibilidad a la vía armada en Chile,
dado el profesionalismo y nivel de sus fuerzas armadas. No veo otra salida a la dictadura
militar chilena que la formación de un gran frente encabezado por Eduardo Frei
Montalva”.
Acto seguido, frente a sus perplejos interlocutores, lanzó su propuesta para revertir la
derrota: iniciar en las Fuerzas Armadas Revolucionarias cubanas (FAR) un ambicioso
proceso de formación de jóvenes comunistas chilenos, los que serían admitidos en
escuelas de elite para graduarse como oficiales de carrera.
“Estos muchachos se formarán para que no vuelva a ocurrir la derrota de 1973”,
argumentó Castro y aseguró que los nuevos militares serían “para defender al futuro
gobierno democrático... no para tomar el poder por asalto”. La última salvedad que el
comandante puso sobre la mesa fue la siguiente: “Serán militantes suyos, pero yo seré
dueño de darle la formación militar que estime conveniente”. (2)
Hasta ese momento La Habana había instruido en sus escuelas de guerrilla a centenares
de militantes chilenos del MIR, pero por primera vez ofrecóa a una formación militar
completa, cien por ciento profesional. Las FAR contaban con cientos de asesores
soviéticos, altamente calificados. “Todos nuestros oficiales piensan en ruso”, acotó,
orgulloso, Raúl Castro. (3)
Teitelboim y Rojas aceptaron y agradecieron la inesperada oferta. Concluido el
encuentro, Castro se despidió afectuosamente de los chilenos. Antes de abandonar la
sala, el comandante señaló:
-Este acuerdo lo voy a guardar yo en mi caja fuerte, porque es el acta de nacimiento de
un nuevo ejército democrático para Chile.

1 Serie de 12 entrevistas con el ex dirigente comunista de nombre político Ernesto Contreras
  Santiago, septiembre del 2000 hasta enero del 2001.
2 Ibid...Serie de entrevistas con Ernesto Contreras
3 Ibid... Serie de entrevistas con Ernesto Contreras.



El secreto mejor guardado

Según un alto dirigente del PC a quien Rodrigo Rojas le relató en detalles el encuentro
ese mismo día, negarse al ofrecimiento de Castro era “impresentable”. (4) Si bien
representaba un enorme giro en la tradición del partido, los dirigentes “aceptaron la
oferta sin mayores reflexiones ni debates y la mantuvieron en estricto secreto por largo
tiempo” señala un entrevistado.
En esa tarde caribeña comenzó a entretejerse el primer eslabón de una cadena. Seis
años después, la cadena llevaría al PC a adoptar formalmente la “vía armada” y al
nacimiento del Frente Patriótico Manuel Rodríguez.
Teitelboim y Rojas mantuvieron el estratégico acuerdo en secreto. No sólo no fue
informada la dirigencia al interior de Chile, encabezada por el ex sindicalista Víctor Díaz.
El ex senador Orlando Millas -en ese entonces tercero en la línea de mando comunista-
reconoce en sus memorias que sólo se enteró meses después y a grandes rasgos, en una
reunión en Moscú con Volodia Teitelboim, Manuel Cantero y Gladys Marín.
“Fue en esa oportunidad cuando supe del acuerdo a que habían llegado en La Habana
dirigentes de los respectivos partidos, para que contingentes de militantes comunistas
chilenos fuesen aceptados como alumnos en calidad de cadetes de la Escuela Militar de
Cuba, manteniendo sus deberes disciplinarios de afiliados a nuestra organización (...) El
asunto implicaba mucho y nunca se debatió debidamente”, relata Millas. (5) Hasta hoy el
pacto de La Habana es materia ignota para muchos dirigentes del PC.
Consultado por La Tercera, Teitelboim reconoció la existencia de un encuentro con Castro
en el cual el jefe de estado cubano ofreció adiestrar militantes del PC en las FAR.
Tambien admite que la propuesta fue aceptada. Pero señala que “la proposición no fue
para venir a combatir a Chile. Fidel propuso formar jovenes chilenos para luchar en
Nicaragua contra Somoza. Además, nosotros pensamos que era necesario tener una
autodefensa. Recuerde que se producían hechos como la Caravana de la Muerte, donde
gente indefensa fue asesinada”.
Sin embargo, el relato de Teitelboim no calza con el de dos de altos dirigentes del PC:
Luis Corvalán y Orlando Millas. En sus memorias, Corvalán señala que se impuso del
acuerdo en 1976, cuando no había ninguna guerra civil en curso en Nicaragua (sólo se
iniciaría en 1978). Millas, al describir la postura de Teitelboim sobre el entrenamiento
militar de jóvenes del PC, no hace ninguna referencia a Nicaragua e incluso ironiza a su
camarada.
“Pude advertir que Volodia abordaba esta materia con mucha seguridad. No ocultó su
vinculación con lo resuelto y que había comenzado a aplicarse. Durante decenios, había
sido uno de nuestros tribunos más conocidos (...) Ahora, se le veía en un plano diferente,
de teórico, y autor de una nueva orientación política”, escribe Millas en sus memorias (6)
Luis Corvalán señala que no tuvo otra opción que saludar el acuerdo con Castro. “Sólo
cuando salí al exilio (en 1976) me impuse del esfuerzo que habían hecho los compañeros
del exterior en la preparación de cuadros militares y cuánto había avanzado el partido en
este aspecto”, cuenta el dirigente en sus memorias (7).
4   Ibid... Serie de entrevistas con Ernesto Contreras.
5   Millas, Orlando. "Memorias. Volúmenes IV, Una disgresión". Santiago, Ediciones ChileAmérica
    CESOC, 1996. 604 pg.
6   Ibid... Memorias de Millas.
7   Corvalán, Luis. "De lo vivido y lo peleado".




Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) 1983-1995

El más poderoso grupo guerrillero chileno del siglo XX, que llegó a contar con casi medio millar de hombres, nació
oficialmente el 14 de diciembre de 1983, con un apagón que afectó a la zona central de Chile. Aunque la colectividad
nunca lo reconoció, se trataba en la práctica el aparato militar del PC, formado gracias al apoyo del gobierno cubano,
iniciado ocho años antes.
El objetivo inicial del FPMR fue derrocar a Augusto Pinochet, para lo cual inaguró modalidades guerrilleras desconocidas
en la historia chilena, como los secuestros. En 1986 el PC estableció que sería el año en que Pinochet debía ser
derrocado. Con ese fin, y con la ayuda cubana, el FPMR internó toneladas de armas y atentó contra Pinochet. Como
ambas acciones fracasaron, el PC inició la desmovilización de los frentistas. Un sector, aquél entrenado por Fidel
Castro, desoyó la orden y continuó la lucha. En 1991, el grupo asesinó al senador de la UDI Jaime Guzmán y secuestró
a Cristián Edwards, por lo que el gobierno de Patricio Aylwin inició una minuciosa labor de inteligencia a base de
infiltraciones y delaciones compensadas. El grupo sólo fue neutralizado cuando Chile reestableció relaciones
diplomáticas con La Habana


Los primeros enrolados

El histórico pacto comenzó a ponerse en práctica en 1975. Los primeros chilenos
reclutados para vestir el uniforme verde olivo fueron escogidos entre dos centenares de
jóvenes que habían llegado a la isla a estudiar medicina, en 1972. A gran parte de ese
grupo la historia le depararía un inédito camino.


Habían llegado a Cuba un año y medio antes del golpe, gracias a una invitación hecha
por Fidel Castro durante su maratónica visita a Chile, entre noviembre y diciembre de
1971. En una de sus intervenciones, Castro determinó que uno de los problemas de Chile
era la falta de médicos. Ofreció públicamente 100 cupos para que jóvenes militantes de
la UP, rigurosamente seleccionados, estudiaran gratis la carrera en la Universidad de La
Habana. Un segundo grupo conformado por otro centenar llegó a Cuba en marzo de
1973.
Casi todos eran humildes jóvenes comunistas y socialistas, aunque también había
algunos miembros de la juventud del Mapu Obrero Campesino. No había ningún miembro
del MIR, ya que ésta colectividad no formó parte de la Unidad Popular.


Para todos ellos no había sido fácil la integración a la Cuba socialista y muchos la
recuerdan como una época dura, salpicada por las disputas internas por el proceso
político chileno y por el duro estudio, que hizo a más de la mitad desertar en los primeros
años. “Los del Mapu OC eran estigmatizados por pertenecer a una colectividad pequeño-
burguesa”, cuenta un ex integrante del grupo, actualmente médico en un hospital público
santiaguino.
Un sábado de 1975, los estudiantes de medicina fueron citados a las oficinas del Comité
Chile Antifascista de La Habana, en el barrio de El Vedado. Según relata un ex miembro
del comité central del PC que residía en la isla, allí los esperaban el dirigente y ex
diputado Orel Viciani, quien a cada uno le hizo una invitación formal: dejar sus estudios
para transformarse en cadetes militares. “Nos dijeron que en ese momento, los fusiles
eran más importantes que los libros para derrotar a la dictadura”, relata uno de los
reclutados.
La gran mayoría aceptó la oferta. Habían vivido el naufragio de la UP, muchos tenían
familiares desaparecidos y querían imitar a los exitosos revolucionarios cubanos. “Había
una suerte de gran remordimiento, se hablaban cosas terribles de la represión en Chile.
En ese contexto moral, era muy difícil decir que no”, relata el mismo testigo.
Sólo en contados casos la respuesta fue negativa. El estudiante Pedro Marín argumentó
que quería aportar a la lucha, pero como médico. Se ganó el repudio de sus compañeros.
Años después, Marín se “reivindicaría” combatiendo en Nicaragua e ingresando a Chile,
donde fue apresado y torturado con salvajismo. Más tarde integraría la red del FPMR
encargada de darle asistencia médica a los combatientes. Hoy, trabaja como médico en
el norte del país.
La labor de enrolamiento del PC se selló con un fuerte golpe de imagen, una escena
ocurrida en junio de 1975, que demostraría que los chilenos no eran unos cobardes.
Ocurrió una mañana, en el barrio habanero de Siboney. Frente a la vista de todo el
alumnado del campus universitario de Girón, un centenar de jóvenes subieron con sus
pertenencias a varios buses estacionados en la puerta de la Facultad de Medicina. Eran
los enrolados que partían a un curso de formación de oficiales en la Escuela Militar
Camilo Cienfuegos.
“Los distribuyeron sobre todo en cursos de artillería terrestre y antiaérea”, relata Lázaro
Betancourt, quién convivió con varios chilenos en esa escuela militar. (8).


Años después, los chilenos se graduarían como militares cubanos. Una nueva etapa -que
los llevaría primero a combatir en la insurrección contra Somoza en Nicaragua y después
a la lucha armada contra Pinochet- comenzaba. Sin saberlo, al aceptar la oferta de
Castro, el PC había desatado una fuerza que lo aislaría políticamente y se le escaparía
definitivamente de las manos en 1987, cuando los principales mandos del FPMR
rompieron con el partido. Esto, no sin antes haber fracasado en dos tareas claves
organizadas en La Habana el año anterior: el atentado contra Pinochet y el desembarco
de armas en Carrizal Bajo.

8 Entrevista a Lázaro Betancourt, quien se desempeñó durante 20 años en la seguridad de Fidel
  Castro y en 1999 se asiló en Estados Unidos. Miami, 9 de febrero del 2001.




Las dos caras de un fracaso
En su libro Nuestros Años Verde Olivo, Roberto Ampuero describe en detalles las actividades de los dos principales
encargados del PC en La Habana en 1974, Rodrigo Rojas y Orel Viciani. Sus biografías sintetizan los diferentes caminos
que tomaron ex dirigentes del PC que se alejaron del partido tras el fracaso de su aventura armada.
Ex director de El Siglo, Rojas, quien se trasladó a Alemania Oriental a mediados de la década del 70, cayó en desgracia
en los círculos de Berlín Oriental y terminó sus días melancólicamente execrado por sus ex camaradas. Tras el regreso
de la democracia, se desempeñó como periodista de rango menor en la Secretaría General de Gobierno de 1991 a
1996, cuando sufrió un derrame cerebral. Fallecería en 1999. “Murió amargado, convencido de que lo habían
convertido en chivo expiatorio de los errores del FPMR”, relata uno de sus amigos. Viciani supo adaptarse mejor a los
nuevos tiempos. Ex diputado del PC durante la UP y encargado de reclutar a jóvenes del PC para enrolarlos en las filas
del FPMR -entre ellos a Ampuero, quien rechazó la oferta- actualmente se desempeña como jefe de la Unidad de
Control de de la Subsecretaria de Desarrollo Regional en Rancagua. Aunque se había comprometido, finalmente no
quiso dar su versión de los hechos a La Tercera, pese a insistentes pedidos.
En todo caso, en el libro de Ampuero se relata que en los 90 cumplió misiones en el ministerio del Interior, repartición
que se encargó secretamente de desarticular a los integrantes del FPMR, los mismos que él había reclutado en La
Habana.




                            Rodrigo Rojas, ex dirigente del PC en La Habana.
Por Javier Ortega


                                  Por no haber sabido hacer la revolución en su país, los
                                  exiliados chilenos eran despreciados como cobardes por la
                                  dirigencia cubana. La única vía para expiar aquella pesada
                                  culpa parecía ser el acero de las armas. Esa presión
                                  política y sicológica fue crucial en el desarrollo del FPMR.


Monumento a Salvador Allende
en La Habana. Avenida de los
                          Al subir a los buses verde olivo que los llevarían a la Escuela
Presidentes, en el barrio de El
Vedado.                   Militar Camilo Cienfuegos, en 1975, los estudiantes comunistas
                          chilenos iban cantando a coro. En el campus de Girón de la
                          Universidad de La Habana, toda la Facultad de Medicina fue
testigo de la escena. La dirigencia cubana así lo había dispuesto. En la simbología
castrista, era una señal de que comenzaba el largo camino en que la izquierda chilena
expiaría sus culpas. Fue la única excepción al secretismo que, desde entonces, rodearía a
todo el proyecto.
Como ministro de Defensa y segundo hombre del régimen, Raúl Castro era el
responsable de la formación de los oficiales chilenos, a los cuales se sumaría su yerno,
Juan Maco Gutiérrez Fishmann, “El Chele”, actualmente prófugo de la justicia chilena por
su participación en el secuestro de Cristián Edwards y en el asesinato de Jaime Guzmán.
La Escuela Militar Camilo Cienfuegos era y es la más prestigiosa de Cuba. Desde ella
egresan los hombres destinados a guiar a los tres ejércitos de la isla: el del Oriente, el
del Centro y el de Occidente. Los chilenos entraron a un curso de un año destinado a
perfeccionar a oficiales jóvenes para mandos superiores. Una vez graduados, se
integraron sin distingos a la oficialidad isleña: vestían de verde olivo, cumplían turnos
guardias y estaban bajo oficiales superiores cubanos.
Casi todos pertenecían al PC. La excepción era un puñado de socialistas, “no más de
diez”, asegura un protagonista de esos días. Fidel recalcó en el acuerdo de 1974 que sólo
aceptaría socialistas en sus fuerzas armadas si el partido se lo pedía expresamente. Algo
que nunca sucedió: con la pequeña excepción de los diez socialistas que ingresaron por
decisión propia a las FAR, todos los combatientes del PS se entrenaron en los centros
para formar guerrilleros del Ministerio del Interior cubano (Minint), lugares como “Punto
Cero” y “Pinar del Río”, donde también se formaba el MIR. (Ver artículo pág. 11)
“Para Fidel Castro tener al PC chileno aceptando la vía armada era tremendamente
importante, una prueba irrefutable de que sus advertencias sobre el camino equivocado
de Allende eran correctas”, señala un ex ministro (PS) de Patricio Aylwin que conoció de
cerca esa realidad.
El punto anterior es considerado clave por todas las fuentes consultadas por La Tercera
respecto de las motivaciones emocionales del PC para embarcarse en la lucha armada,
las cuales jugaron un papel que en buena parte se explica por el clima que encontraron
en La Habana los exiliados y la represión que sufrieron en Chile a manos del nuevo
régimen.
Desde que habían llegado en sucesivas oleadas, los chilenos habían percibido dos facetas
de la solidaridad cubana. La primera era una genuina intención por acogerlos. Pese a la
mala situación económica del país, los chilenos recibieron departamentos y trabajos,
postergando incluso a los cubanos. Por todos los rincones de la isla se comentaba sobre
La Moneda incendiada, los cuerpos flotando sobre el Mapocho y los estadios deportivos
convertidos en cárceles.
Pero al mismo tiempo también existía y -con el tiempo adquiriría mayor intensidad- una
reprimenda a su fracaso, a su derrota. Esto último se traducía en enrostrarle su falta de
habilidad y, lo que es peor, de valentía para hacer su revolución. “Les faltó un Fidel y les
faltaron cojones”, es una frase que muchos chilenos escucharon. En momentos de ira,
como relata Roberto Ampuero, a los chilenos los trataban con uno de los más fuertes
epítetos en Cuba: “Comemierda”. (1)
Primero en voz baja, luego sin tapujos, las autoridades locales consideraban a la
izquierda chilena, y especialmente a los comunistas, responsable de su derrota. No había
sabido “defender sus conquistas”, era el dictamen. Los chilenos sufrieron el desprecio de
una elite gobernante que, para muchos, es sobre todo “machista-leninista” y cuyo mayor
orgullo es haber llegado al poder por las armas y ser una espina en la garganta de la
mayor potencia militar del mundo.
Fieles a la máxima de Ernest Hemingway -para quien “ser cobarde es la peor desgracia
que le puede ocurrir a un ser humano”- los dirigentes de La Habana decían que no
podían comprender que el golpe militar encontrara escasa resistencia, ni que los líderes
de la UP huyeran sin “disparar un chícharo”, como dicen los cubanos.
El propio Fidel Castro había comentado a sus cercanos que la de los chilenos no fue una
“derrota productiva”, ya que, salvo Allende, ni siquiera dejó mártires, como su fracasado
asalto al Cuartel Moncada, en 1953. Por “derrota productiva” entendía al menos un
legado de héroes caídos en combate para servir de ejemplos de lucha a los
sobrevivientes.
Esa visión crítica de la dirigencia de la UP -sobre todo de aquellos que alardearon que
iban a incendiar el país y luego huyeron sin resistir- caló hondo, especialmente en las
nuevas generaciones. Más tarde se traduciría en un desprecio de los comandantes del
FPMR por muchos jerarcas del PC, los mismos que los habían reclutado aceptando la
oferta de Castro.
Lo anterior es uno de los factores que explica la leyenda fabricada por Castro de que
Allende había sido acribillado bajando los peldaños de La Moneda, disparando su
ametralladora. “Los cubanos tienen un problema terrible con el suicidio, para ellos
supone una cobardía, una derrota, pero en Chile tiene otra connotación”, recalca el hoy
senador socialista Jaime Gazmuri en sus memorias. (2)
“La visión de los cubanos del fracaso chileno era terrible y por ello se los humillaba
constantemente”, dice el ex agente de inteligencia cubano, Jorge Masetti. “El
razonamiento en Cuba era que los chilenos eran unos pendejos, lo que en Cuba quiere
decir cobardes. Se decía que no habían defendido a Allende, que eso en Cuba no habría
pasado. Y también se decía que Allende no había seguido los consejos de Fidel de golpear
él primero a los militares”. (3)
Incluso, los comentarios llegaban a la gente común. En más de una ocasión, cuando iba
un chileno a una casa, no faltaba quien le dijera: “¿Y por qué no te quedaste a pelear?”.
Contribuyó a exacerbar este clima de recriminaciones el que, en los primeros días, todos
los chilenos fueron alojados en los más elegantes hoteles de la isla. En el Hotel
Presidente de La Habana, el ambiente inicial era tan depresivo que, durante una reunión
del comité de la Unidad Popular realizado en sus salones y después de haber escuchado
largo rato los debates, uno de los chilenos miró el desorden en que estaban las
instalaciones y dijo: “¿Y esta huevá querían hacer en Chile?”. (4)
La culpa que sentían los chilenos bajo el sol del caribe se repetía también en Moscú y en
Berlín Oriental, urbes donde se habían instalado las máximas cúpulas del PC y el PS,
respectivamente. En esas naciones, sus anfitriones les recalcarían continuamente que
ellos sí habían sabido aplicar la máxima de Lenin: “La revolución no sólo hay que
conquistarla, sino que hay que saber defenderla”.
Las cúpulas máximas de la izquierda chilena tomarían nota de esa discusión. Y es
imposible entender lo que posteriormente sería el viraje del PC hacia la vía armada sin
tener en cuenta esta fuerte presión sicológico-política.

1   Ampuero, Roberto. “Nuestros años verde olivo”. Barcelona, Editorial Planeta, 1999
2   Gazmuri, Jaime. “El sol y la bruma”. Santiago, Antártica Quebecor S.A, 2000. Pág. 85.
3   Serie de entrevistas a Jorge Masetti, ex agente de inteligencia cubano que formó parte de la elite
    política de La Habana. Buenos Aires, 4 y 5 de diciembre del 2000. Miami, 27 de noviembre del
    2000, 9 y 10 de febrero del 2001.
4   Entrevista con un actual funcionario de gobierno que vivió en La Habana, donde ocupó un alto
    cargo en el PS
La presión, por cierto, tenía mucha mayor fuerza en Cuba, la pequeña isla a pocas millas
de Estados Unidos que se presentaba como “el primer territorio libre del continente” y
que había prometido “diez, cien Vietnam”. Mientras en Alemania Oriental y la Unión
Soviética fustigaban a los chilenos desde la palestra político-teórica, en La Habana
simplemente se hablaba de “cobardes y poco hombres”.

“La visión de los cubanos del fracaso chileno era terrible y por ello se los
humillaba constantemente”, dice el ex agente de inteligencia cubano, Jorge
Masetti. “El razonamiento en Cuba era que los chilenos eran unos pendejos, lo
que en Cuba quiere decir cobardes”.

Según Masetti, el único chileno al que admiraba la cúpula cubana era a Miguel Enríquez,
el líder mirista, porque había muerto luchando. “Pero, incluso Enríquez era considerado
demasiado teórico”, precisa.
La historia de Humberto Sotomayor, el mirista que alcanzó a huir cuando el 5 de octubre
de 1974 la DINA acorraló a Enríquez, revela con exactitud esta apreciación. Al llegar
posteriormente a Cuba, Sotomayor fue sancionado y vilipendiado por no haber muerto
con su jefe. Largos años le costaría reivindicarse de este estigma, trabajando como
agente de los cubanos en diversas operaciones de riesgo por toda América Latina.
En su libro, Masetti relata que en una misión para la inteligencia cubana en México su
contacto fue Sotomayor. “Cuál no sería mi sorpresa cuando al abrirse la puerta descubro
frente a mí a un tipo que años atrás, había dado muestras de cobardía abandonando a su
jefe en medio de un enfrentamiento dándose a la fuga, sin hacer el más mínimo intento
de proteger a uno de los dirigentes revolucionarios más íntegros y capaces de nuestra
generación… No podía entender cómo los cubanos utilizaban a semejante elemento en
tareas tan delicadas”. (5)
En última instancia, el código más veraz para ser respetado por las cúpulas de La Habana
era el “test de los cojones”. Así lo recoge el actual senador Gazmuri, en sus memorias.
Según cuenta, su estrecha amistad con Manuel Piñeiro -jefe del departamento América,
encargado de exportar la revolución en el continente- se debía a sus arriesgadas salidas
clandestinas del país. “Pese a no estar de acuerdo conmigo en nada, me tenía buena
porque yo pasaba el test de los cojones”. (6)
Quien tal vez mejor representaba este fenómeno era el propio Manuel “Barbarroja”
Piñeiro. El siempre había apostado por el MIR chileno y su lucha armada irreductible.
Tambien alimentaba simpatías por el ala más radical del PS, liderada por Carlos
Altamirano. En contraste, despreciaba a los comunistas.
Los jóvenes chilenos que ingresaron a las Fuerzas Armadas cubanas se empaparían de
ese espíritu, donde los códigos de honor se basan sobre todo en el valor personal, en ser
“cojonudos”. En su libro, Norberto Fuentes describe en detalles esa mentalidad: el
aprecio por la aventura, por símbolos de poder y status, como ametralladoras UZI,
relojes Rólex, anteojos Ray-Ban, jeans y automóviles Lada con potentes motores
arreglados. (7)
No era una vida accesible para la gran mayoría de los exiliados.
Un actual diplomático de la Cancillería chilena recuerda que las penurias económicas
llevaron a la mayor parte de los chilenos a emigrar al poco tiempo, o apenas pudieron. La
excepción a la regla fueron los llamados “chilenos VIP”: figuras importantes o
emblemáticas, como la familia Allende y el ex GAP Max Marambio, sin duda el chileno
que ha escalado más alto en la jerarquía cubana.
Salir de Cuba, en todo caso, no era una tarea fácil. Había que obtener autorización del
Comité Chile Antifascista, que en la práctica era una especie de consulado con poder para
decidir el destino de los exiliados.


La desconfianza


Los organismos de inteligencia cubanos, obsesionados por evitar que se infiltraran
agentes enemigos, tenían una especial política hacia los recién llegados. Todo exiliado de
mediana importancia que llegaba a la isla era citado a una oficina del espionaje cubano
ubicado en Miramar, a la altura de la calle 40. Allí, eran sometidos a un riguroso
interrogatorio. “Teníamos que explicar nuestra biografía en detalles”, cuenta un residente
de esos años.
El entonces dirigente del Mapu Obrero Campesino, Enrique Correa, pasó algunas
temporadas en la isla. Consciente del celo de los aparatos de seguridad, tenía por
costumbre nunca hablar de temas delicados en su oficina. Correa prefería charlar en la
calle, como lo atestigua un joven exiliado al que ayudó a salir de Cuba por medio de una
invitación a una escuela de adoctrinamiento marxista en Alemania Oriental. Al igual que
él, cientos serían los jóvenes chilenos que tomarían este camino.
En este ambiente de vigilancia, dificultades y desprecio político, los dirigentes comunistas
chilenos que llevaron a sus militantes para ingresar al Ejército cubano, vieron el hecho
como una segunda oportunidad para limpiar su honor.
Dos años después, en el pleno del PC chileno realizado en Moscú, varios sentirían que la
afrenta de 1973 estaba a punto de lavarse. En el encuentro, un muchacho vestido con
uniforme de combate se cuadró ante los viejos próceres de la colectividad y, en posición
firme y tono marcial, solicitó permiso para tomar la palabra. Era Sergio Galvarino
Apablaza Guerra, el “comandante Salvador”, el primer oficial chileno salido de las
escuelas matrices de La Habana. Líder de una nueva generación cuya increíble historia y
bautismo de fuego en combate merece otro capítulo de esta saga, “Salvador” también
está prófugo por el secuestro de Cristián Edwards y el asesinato de Jaime Guzmán.

5   Masetti, Jorge. “El furor y el delirio”. Barcelona, Tusquets Editores, 1999.
6   Ibid, Gazmuri Jaime. Pág. 230. 7.- Fuentes, Norberto. “Dulces guerreros cubanos”. Tercera
    edición. Barcelona, Editorial Seix Barral, S.A, 2000. 457 pgs.
7   Fuentes, Norberto. "Dulces guerreros cubanos". Tercera edición. Barcelona, Editorial Seiz Barral,
    S.A, 2000. 457 pgs.




Por Javier Ortega


Los jóvenes comunistas chilenos fueron los primeros extranjeros a los cuales
Castro les abrió las puertas de sus escuelas militares para formar oficiales de
carrera, no meros guerrilleros. Con el tiempo, esos jóvenes se foguearían en
Nicaragua, formarían el FPMR y se distanciarían de sus líderes del PC chileno, a
quienes despreciaban como “viejos caducos”.




La llegada de los chilenos a la Escuela Militar Camilo Cienfuegos, la más elitista y
prestigiosa de Cuba, fue todo un símbolo de la importancia asignada por Fidel Castro a la
formación del “ejército democrático chileno”.
Hasta esa fecha, 1975, millares de revolucionarios de todo el mundo habían sido
instruidos en centros de adiestramiento guerrillero de la isla, como Punto Cero, donde se
formaron decenas de militantes del MIR a partir de fines de los 60. Sin embargo, al
matricular al contingente del PC en la Camilo Cienfuegos, Fidel por primera vez abrió a
un grupo extranjero las puertas de una escuela militar para oficiales de carrera. Se
trataría ahora de una formación castrense en el sentido clásico, profesional, y no de
simples insurgentes.
“Fue un gesto absolutamente inédito: ya no se trataba de especialistas en sabotajes ni
atentados, sino de la tentativa más audaz de crear un ejército paralelo en otro país”,
señala un ex dirigente del PC, actualmente retirado del partido. “Los alemanes orientales,
por ejemplo, dieron todo tipo de ayuda a la izquierda chilena, pero jamás permitieron
que un chileno vistiera su uniforme militar”.
La instrucción en la mejor de las academias militares cubanas fue una prueba difícil para
los ex estudiantes de medicina: la mitad de los postulantes reprobaron. “Los chilenos
compartían las aulas y los dormitorios con nosotros y estaban distribuidos sobre todo en
artillería terrestre y antiaérea”, recuerda el ex capitán cubano Lázaro Betancourt, quién
ingresó a la Camilo Cienfuegos en 1978 y desertó en 1999, en medio de una gira oficial a
República Dominicana, cuando integraba el selecto aparato de seguridad de Fidel Castro.
(1)
Durante su instrucción, Betancourt no convivió estrechamente con el primer grupo de
chilenos enrolados, ya que entró tres años después. Pero se encontró con muchos de
ellos a lo largo de su carrera, en diferentes
centros de adiestramiento. “Los en-trenamientos más intensos a los chilenos ocurrieron
entre 1982 y 1986. Estuve con muchos de ellos en el Centro de Entrenamiento número
8, en Pinar del Río, y en Punto Cero, en Guanabo”, recuerda el militar. “En 1985 participé
de simulaciones de golpes de mano contra cuarteles. Los chilenos tenían que atacarnos
por sorpresa. En general, eran buenos militares. Su punto débil era la lucha en la
montaña”.
Además de la Camilo Cienfuegos, varios contingentes de chilenos pasaron por al menos
cinco otras escuelas militares profesionales (Antonio Maceo, José Maceo, Instituto
Técnico Militar, la Escuela Naval Granma y La Cabaña) y por los tres principales centros
de formación de guerrilleros: Punto Cero, Cordillera de los Organos y Pinar del Río.

1   Entrevista a Lázaro Betancourt, quien se desempeñó durante 20 años en la seguridad de Fidel
    Castro y en 1999 se asiló en EE.UU. Miami, 9 de febrero del 2001.




Desde blindados hasta pilotos de helicópteros

A medida que transcurrió el tiempo, el destacamento chileno del PC se fue pareciendo
cada vez más a un pequeño ejército a medida que Castro amplió su oferta, incorporando
más centros de instrucción al proyecto. Un ex oficial chileno del Ejército cubano, hoy
radicado en Alemania, estima que en 1982 se habían formado en la isla por lo menos 200
de sus compatriotas como oficiales, distribuidos en especialidades que iban desde
blindados hasta pilotos de helicóptero.
Cuando en 1979 el contingente chileno fue enviado a luchar en la guerra civil de
Nicaragua, su número ya era considerable. En un informe del 3 de octubre de 1979, el
secretario general del PC, Luis Corvalán, expresó a un funcionario de Alemania Oriental
que los jóvenes del PC chileno entrenados en Cuba “pasaron con éxito por Nicaragua,
aunque hubo que lamentar la muerte de dos de ellos. En total, hay 76 hombres nuestros
que han alcanzado el grado de oficiales en las tropas sandinistas”, detalla un documento
secreto hecho público luego del derrumbe de la RDA. (2)
Según un ex exiliado que estuvo en Cuba en esos años y que conoció a varios reclutas, la
temida Dirección General de Inteligencia cubana (DGI) también enroló a algunos
chilenos, mediante un programa especial de ese organismo para captar a cadetes de la
Escuela Camilo Cienfuegos como agentes, sin que se enteraran sus compañeros.
Incluso, diez chilenos pasaron por la Escuela Naval cubana Granma. “Contábamos con
todas las especialidades. Si el FPMR no llegó a tener pilotos de aviones de combate fue
porque los pilotos cubanos se formaban en la Unión Soviética”, se jacta un ex frentista
que en 1991 resultó gravemente herido en una acción en Santiago, donde fue el único
sobreviviente.
Con el correr de los años, decenas de otros chilenos pasarían por las aulas militares
cubanas. La escuela José Maceo - destinada a la instrucción de tropas generales y
ubicada en Santiago de Cuba - recibió en 1983 al único contingente de chilenos llegado
íntegramente del interior de Chile. Como ese mismo año el centro trasladó sus
instalaciones a un complejo militar en la Isla de la Juventud -frente a las costas del sur
de Cuba- los miembros de esa generación fueron bautizados como “los jóvenes”.
Mientras los “camilitos” tenían una formación militar estándar que completaron con
cursos posteriores, los “jóvenes” accedieron a una formación completa de oficiales,
partiendo como cadetes y egresando de alférez. Teórica y técnicamente eran mejor
preparados.
A fin de llenar todos los cupos disponibles en la isla, muy pronto el primer contingente de
ex estudiantes de medicina se hizo pequeño, por lo que el PC chileno comenzó a mirar
hacia su militancia en otros países. Gracias a esto, en 1976 la isla empezó a recibir a
hijos de chilenos exiliados en Europa Oriental que también deseaban enrolarse. Como el
programa era secreto, estos jóvenes simplemente “desaparecían” de sus ciudades de
residencia alemanas o soviéticas. Muchas veces ni sus padres sabían que estaban en
Cuba.
Un ejemplo que marcó la senda de esta nueva oleada fue Raúl Pellegrín Friedman, el
“comandante” José Miguel, quien en 1975 se trasladó con su familia desde Frankfurt para
alistarse en la Camilo Cienfuegos. Tras destacarse en la insurrección nicaragüense,
Pellegrín entró clandestinamente a Chile a fines del 83, como encargado máximo del
naciente FPMR. Su cuerpo apareció en el río Tinguiririca en octubre de 1988, luego de
comandar el asalto al retén Los Queñes. Varios indicios apuntan a que fue delatado por
un compañero de armas que actuaba como infiltrado.


            Un ejemplo que marcó la senda de esta nueva
            oleada fue Raúl Pellegrín Friedman, el
            “comandante” José Miguel, quien en 1975 se
            trasladó con su familia desde Frankfurt para
            alistarse en la Camilo Cienfuegos.

En la segunda mitad de 1981, al ya desarrollado destacamento de chilenos en La Habana
se incorporaría una tercera generación que con el correr del tiempo sería considerada el
cuerpo de fuerzas especiales del FPMR: los llamados “búlgaros”, que habían cumplido una
acabada instrucción militar en la república socialista de Bulgaria.
Cuando llegaron a Cuba, los “búlgaros” eran sólo 13, pero se distinguieron
inmediatamente del resto por su excelente adiestramiento militar. De hecho, casi todos
asumieron como instructores en los centros castrenses de la isla.
Su origen se remonta a un centenar de campesinos chilenos que el 9 de septiembre de
1973 viajaron a la URSS para instruirse como tractoristas. Cuando vino el golpe,
quedaron olvidados en la ciudad cosaca de Saporoche. “El resultado fue para esos pobres
compañeros muy triste y a mi parecer inhumano”, relata Orlando Millas en sus
memorias. (3) En total, los chilenos que se graduaron como oficiales en Bulgaria fueron
30, pero sólo 13 aceptaron la instrucción del partido de ir a Cuba, formulada por el ex
senador Millas. Pese a que al interior de la colectividad era el mayor opositor a la vía
armada, Millas viajó especialmente a la capital búlgara, Sofía, para plantearles el desafío
a principios de 1981. A los que se negaron les advirtió que no podrían abandonar
Bulgaria, a fin de evitar que el proyecto se filtrara.
Producto de una formación mucho más pro-soviética, cuando los “búlgaros” llegaron a
Cuba tuvieron roces con los oficiales chilenos que copaban el aparato y que estaban
encabezados por “Salvador”, Sergio Galvarino Apablaza.

2   “Los documentos secretos de Honecker sobre Chile”. Revista Qué Pasa, 16 de mayo de 1996.
3   Millas, Orlando. Memorias “Una disgresión”, ediciones ChileAmérica, 1996, pg. 254. 4.- Ibid,
    entrevista a Lázaro Betancourt.




La brecha con el PC

Pese a toda esta política de instrucción masiva, el atentado a Pinochet, organizado por
Cuba y por la cúpula del PC, fue una acción muy mal evaluada por los cubanos. Según
recuerda Lázaro Betancourt, en una conferencia en Punto Cero los instructores cubanos
reconstruyeron en detalles el atentado, como parte de un curso, y lo usaron como un
ejemplo de lo que no se debe hacer.
“Inexplicablemente usaron cohetes Low, pese a que disponían de lanzacohetes rusos
RPG7, que habrían destrozado el auto de Pinochet. Lo peor es que los RPG7 fueron
encontrados intactos por la represión chilena escondidos en cuevas (se refiere a Carrizal
Bajo)”, relata Betancourt respecto del atentado, cuyos detalles inéditos serán abordados
en otro capítulo de esta serie. (4)
Pese a que los jóvenes militares mantuvieron su afiliación política, la directiva del PC en
la isla fue perdiendo el control, y al final hasta el respeto, de los jóvenes. La
consecuencia lógica fue que se convirtieron más en soldados de Castro que del PC
chileno. “Para ellos la última palabra siempre la tenía Fidel”, recuerda un ex dirigente del
PC en la isla.
Un ejemplo del distanciamiento de esa generación es lo ocurrido con el hijastro de
Volodia Teitelboim, Roberto Nordenflycht, “comandante Aurelio”, quien murió en 1989
cuando preparaba un atentado con explosivos al aeródromo de Tobalaba. Formado en
Cuba como oficial de infantería mecanizada y blindados, Nordenflycht -pese a su
parentesco- optó por el ala del FPMR que rompió con el PC en 1987.
Nordenflycht pertenecía a la primera promoción de soldados formados en Cuba, que no
sólo se forjó en un país que había hecho realidad el sueño de la revolución socialista por
las armas, sino tambien participó activamente en otra guerrilla victoriosa: la revolución
sandinista de 1979.
El papel de los jóvenes reclutas de las FAR en el triunfo de los sandinistas contribuiría
aún más a alejarlos de la tradicional cúpula del PC, que pasaron a ver con ojos cubanos:
una generación de “viejos fracasados”, que no supieron hacer la revolución como
corresponde, con armas en la mano.”
Los jóvenes muy pronto aprendieron a mirar con desdén y hasta con sorna a sus viejos
líderes partidarios. Mientras Volodia Teitelboim, Américo Zorrila y Rodrigo Rojas hablaban
con orgullo de sus “muchachos verde oliva”, los reclutas se referían a ellos como “viejos
huevones”, relata un ex integrante del FPMR formado en Bulgaria y que prestó servicios a
Cuba hasta mediados de los 80.
Lejos de hallarlos entre una cúpula dirigente que consideraban marcada por el fracaso de
Allende, los referentes de los jóvenes oficiales del PC estaban entre ellos mismos. Es
decir, entre aquellos que habían mostrado mayor valor o capacidad militar en Nicaragua,
experiencia que marcaría al FPMR desde su auge y hasta su declive.
En los campos de batalla en Nicaragua los chilenos no sólo participaron de una campaña
victoriosa -que les abrió el entusiasmo por hacer lo mismo en Chile- sino también
pelearon codo a codo con algunos de los principales militares de elite de Fidel Castro.


             En la segunda mitad de 1981, al ya desarrollado
             destacamento de chilenos en La Habana se
             incorporaría una tercera generación que sería el
             cuerpo de fuerzas especiales del FPMR: los llamados
             “búlgaros”, que habían cumplido una acabada
             instrucción militar en la república socialista de
             Bulgaria.

Entre éstos estaban varios destacados oficiales cubanos que habían estado en Chile
durante la UP, como los entonces coroneles de Tropas Especiales Tony de la Guardia y
Alejandro Ronda. De la Guardia y Ronda -que no escondían su profundo desprecio por la
“falta de cojones” de los líderes de la izquierda chilena durante el período de Allende-
serían vistos como símbolos a seguir por los jóvenes chilenos.
Tony de la Guardia (fusilado en 1989 por Fidel Castro) participó de muchas aventuras
armadas con chilenos. Ronda, actualmente retirado, jugó un papel aún más importante.
Dirigió la operación más ambiciosa lanzada por Fidel Castro durante el llamado “año
decisivo” (1986): el desembarco de varias toneladas de armas en Carrizal Bajo, tema
que será abordado detalladamente en otro capítulo de la serie.

4   Ibid, entrevista a Lázaro Betancourt.
Por Javier Ortega


Los jóvenes del PC no fueron los únicos chilenos que recibieron instrucción
militar en la isla. Cuando los hombres del futuro FPMR se formaban en las
FF.AA. cubanas, miristas y socialistas hacían lo mismo, aunque en las bases
clásicas de entrenamiento guerrillero.




Desde el punto de vista político, Castro había establecido un acuerdo tácito en las
relaciones de Cuba con los chilenos. Mientras su hermano Raúl, Ministro de Defensa y
segundo hombre de la isla, se hizo cargo de los jóvenes militares comunistas,
“Barbarroja” Piñeiro -el líder del Departamento América, encargado de exportar la
revolución- manejaba al MIR desde fines de los 60.
El grueso de los socialistas recibió instrucción en tácticas de guerrilla urbana. La
enseñanza era preferentemente en las calles habaneras, donde los aspirantes debían
cumplir una serie de misiones ficticias, tras lo cual eran evaluados a puertas cerradas por
sus instructores. Uno de estos lugares de entrenamiento era una casa en la calle 30 del
barrio Miramar. El 27 de enero de 197”, el secretario general del PS, Carlos Altamirano,
elevó un informe confidencial al máximo líder de la Alemania Oriental, Erich Honecker,
detallándole los avances en tal sentido: “Cincuenta a sesenta compañeros han sido
formados militarmente a lo largo de estos años en Cuba y la Unión Soviética.
Actualmente, tenemos 30 compañeros siguiendo cursos militares en Cuba”. (1)
Los miristas, en cambio, recibieron la mayor parte de su adiestramiento en técnicas de
guerrilla rural, muy apreciadas por el castrismo y cuyos cursos se dictaban en bases
especiales. La más importante era “Punto Cero”: un valle completamente cerrado, a 30
kilómetros al este de La Habana donde se enseñaban técnicas vietnamitas de combate
rural, según relata el escritor cubano Norberto Fuentes (2). Allí se fraguó la fracasada
“Operación Retorno” de 1980, mediante la cual el MIR intentó levantar un foco guerrillero
al sur de Chile, siendo desarticulados por comandos del Ejército. También en 1980 llegó
a Punto Cero un contingente de comunistas salidos clandestinamente de Chile para
entrenarse. Ellos pasarían a ser después los mandos medios del Frente, ya que los
comandantes se habían formado en el Ejército.

1   “Los documentos secretos de Honecker sobre Chile”. Revista Qué Pasa,16 de mayo de 1998.
    Entrevista a Norberto Fuentes, escritor cubano vinculado a los servicios de seguridad de Fidel
2
    Castro hasta su salida de la isla en 1994. Miami, 10 de febrero de 2001.



Revolución exportada
Varios eran los grupos subversivos latinoamericanos que en la década del 70 recibían apoyo de Cuba. De hecho,
prácticamente no hubo grupo revolucionario del continente que no tuviera a efectivos formados en suelo cubano. El
MIR chileno, el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) argentino, los Tupamaros uruguayos, el M-19 colombiano, los
“Macheteros” portorriqueños y el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) salvadoreño, son algunos de
los mejores ejemplos.
El propio Fidel Castro lo reconoció así en 1998, durante un seminario económico realizado en La Habana. “En el único
lugar donde no intentamos promover la revolución fue en México. En el resto (de los países latinoamericano), sin
excepción, lo intentamos”, sostuvo.
A partir de 1979, luego del triunfo de la revolución sandinista en Nicaragua, la política cubana de exportar su
revolución inició sus años de gloria, principalmente de la mano de Manuel “Barbarroja” Piñeiro y sus hombres del
Departamento América. Según un informe del Departamento de Inteligencia norteamericano fechado en 1987 —
desclasificado recientemente— al menos 27 grupos subversivos de América Latina mantenían nexos con la isla hasta
esa fecha.
Incluso, el analista de inteligencia cubano-americano Marcelo Fernández Zayas, quien nació en Cuba y conoció a
figuras como el Che Guevara, afirma a La Tercera: “Fidel ha intervenido en todos los países de América Latina,
incluyendo a México. Este último por orgullo no ha querido admitirlo. He tratado de calcular lo que Cuba ha gastado en
estos empeños, pero es imposible. La cifra sobrepasa los mil millones de dólares”.
El camino del Mapu

A fines de 1973, el Mapu OC inició la formación de sus cuadros en Cuba. Al igual que el
PC, reclutó a los jóvenes que habían enviado a estudiar medicina en La Habana. Pero su
objetivo era muy distinto: instruirlos para que regresaran a Chile y colaboraran en la
rearticulación del partido. Como el Mapu privilegiaba la vía política sobre la militar, la
formación de estos grupos se orientó a técnicas conspirativas tales como chequeo y
contrachequeo, con el objetivo de sobrevivir en el trabajo político clandestino.
En sus memorias el senador Jaime Gazmuri, ex líder del Mapu OC, relata: “En la época
de la clandestinidad más dura enviamos a algunos militantes a La Habana y a Moscú para
formarlos en las escuelas de cuadros de esos países. Pasaban 6 u 8 meses (...) Los
llamábamos “los salmones” porque después de un viaje tan complicados debían remontar
la corriente hasta su lugar de origen”. Según Gazmuri, fueron “poco más de un centenar”
y hasta el día de hoy los “cubanos”, -los entrenados en la isla- se reunen entre sí. (3)
Un puñado de mapucistas que se habían adiestrado en “Punto Cero” ingresó
clandestinamente a Chile, a mediados de 1975. Les habían hablado de una heroica
resistencia y combates en las calles. “Pero nos encontramos con una nula resistencia y,
peor aún, con una improvisación que llegaba a lo irresponsable”, afirma uno, que viajó a
Chile más de cinco veces entre 1975 y 1976. Entre sus misiones de mayor peligro, este
hombre recuerda la ocasión en que viajó a Italia - portando pasaporte falso y con el
constante peligro de ser apresado- para entrevistarse con el encargado de su partido en
Roma, Jaime Estévez. La cita no pudo realizarse porque Estévez se negó a ir, aduciendo
que estaba estudiando y que no deseaba volver a ser molestado.
Por razones de seguridad, los militantes del PC en las Fuerzas Armadas cubanas no
debían tener contacto con los hombres del MIR y el PS. Pero como todos eran
compatriotas en tierra extraña y unidos por el afán de derrocar a Pinochet, varios
socialistas y miristas llegaron a conocer a algunos de los que después serían
“comandantes” del Frente. Estos nexos se profundizarían luego de la caída de Somoza en
Nicaragua, donde chilenos instruidos en Cuba ayudaron en la creación del estado
sandinista.
Ni socialistas ni miristas sospecharon entonces que, diez años después, cuando la
democracia volviera a Chile, ellos mismos ayudarían a desarticular a sus camaradas del
Frente Patriótico. Instalados en el gobierno democrático de Patricio Aylwin algunos de
estos hombres -como el socialista Oscar Carpenter- serían clave a la hora de desarticular
a los grupos extremistas, incluyendo a los comandantes del Frente, los mismos con
quienes habían compartido en Cuba y Nicaragua. El tema será abordado en otro capítulo.

3   Gazmuri, Jaime. “El sol y la bruma”. Santiago, Antártica Quebecor S.A.2000. Pg. 187
Por Cristián Bofill y Pedro Schwarze *


El escritor Norberto Fuentes, que hasta 1989 integró el círculo más exclusivo
del regimén cubano, revela detalles de la relación de Fidel Castro con Chile y los
chilenos Su relato incluye la participación de oficiales de la isla en acciones
como el desembarco en Carrizal Bajo y el atentado contra Pinochet.

En su pequeño departamento en Coral Gables, el escritor cubano Norberto Fuentes
parece añorar sus días de gloria en La Habana, cuando se codeaba con lo más graneado
de la nomenclatura cubana, como el ministro de Defensa, Raul Castro, el general Arnaldo
Ochoa y los hermanos Antonio (Tony) y Patricio de la Guardia. El mismo proceso que
llevó al paredón a Ochoa y a Tony y a Patricio a una condena de 30 años de carcel, en
julio de 1989, marcó el fin del reinado de Fuentes como el escritor favorito del regimen
cubano.
Tuvo mejor suerte que varios de sus compañeros de desgracia. Estuvo sólo algunos días
en prisión y, gracias a las presiones de escritores e intelectuales extranjeros, Fidel Castro
lo dejó salir del país en 1994. En realidad, Fuentes experimentó un mejor destino que sus
amigos porque, en rigor, jamás tuvo importancia política o cargos de estatura. Pero, al
pertencer a sus círculos en calidad de cronista, coleccionó numerosos secretos a lo largo
de décadas de convivencia con Fidel Castro y muchos de sus importantes colaboradores.
Uno de sus relatos más detallados de ese período es el libro Dulces Guerreros Cubanos
(Ed. Seix Barral, 456 páginas, 1999). Tambien es autor de Hemingway en Cuba, un
elogiado relato de los años pasados por ese escritor en la isla.
Fuentes tambien convivió con varios chilenos, como Max Marambio, ex GAP, oficial de las
Fuerzas Armadas cubanas, hombre de confianza de Fidel Castro y que actualmente goza
de gran prosperidad empresarial obtenida gracias a sus inmejorables contactos en Cuba.
El siguiente es un extracto de varias horas de entrevistas concedidas por Fuentes a La
Tercera en Miami. Otras partes importantes de ese material serán reveladas en los
próximos capítulos de esta serie.


- ¿Qué sección del gobierno cubano manejaba la insurrección en América
Latina?
Fundamentalmente a través de tres departamentos. Uno era la Dirección General de
Inteligencia (DGI), que trabajó mucho con los chilenos en los 60 y 70. El otro, y más
importante, era el Departamento América, dirigído por Manuel “Barbarroja”, Piñeiro. Por
último, estaba el Grupo de Operaciones Especiales (GOE), que después pasó a ser parte
de la Dirección General de Operaciones Especiales (DGOE) que a su vez se dividía en
dos: las Tropas Especiales y el Departamento Liberación. Tropas Especiales es lo mejor
de lo mejor.


         “Así es Fidel: destruyó a Allende y ahora va a hacer
         lo mismo con Hugo Chávez en Venezuela”

- ¿Por qué tantos organismos para un sólo objetivo?
Fidel siempre tiene dos o tres medios para cada cosa. Tiene el Ministerio del Interior
(Minint), el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (Minfar), el Instituto de
Cine, el Instituto de Televisión. Como escritores tenía a García Márquez y me tenía a mí.
La idea de todo esto es crear siempre competencia, una cosa muy sabia y muy
inteligente de su parte. Fidel nunca se casa con una sola idea ni con un solo grupo.
Siempre tiene varias cosas para distribuir y organizar.


         “Vilma (esposa de Raúl Castro) me pidió que
         escribiera un libro sobre el atentado a Pinochet y
         me entregó una caja con más de 60 horas de
         testimonios grabados”.

- ¿Cuál de estos departamentos operó en Chile durante la UP?
Los primeros cubanos que llegan a Chile eran la gente de las tropas especiales. La DGI y
el Departamento América también operaron, con sus propios contactos, pero dominaba
Tropas Especiales, esencialmente con la presencia de Patricio y Tony de la Guardia.
Inmediatamente después del triunfo de Allende, los chilenos comenzaron a pedir armas y
Cuba empezó a enviarlas por las valijas diplomáticas armamento. Recuerdo que eran tres
fusiles AK 47 por valija. Iban seis o diez valijas por cada vuelo de Cubana de Aviación,
que creo que eran dos veces a la semana. Ahí deben haber metido tres o cuatro mil AK-
47, que siempre iban en las valijas. Creo que hubo cargamentos en barcos también.
+Tony, de la Guardia era el cubano encargado de distribuir las armas.


- ¿Las armas eran principalmente para el MIR?
Si, pero creo que se le dio equitativamente a todo el mundo.
Pero el MIR no era parte del gobierno y le complicaba las cosas a Allende.
Eso era parte de la estrategia. Fidel Castro se quedó deliberadamente tres semanas en
Chile (durante su gira oficial, en 1971) para joder a Allende. El mismo se lo dijo a
(general cubano Arnaldo) Ochoa y a “Tony”, (de la Guardia). Allende lo invitó por 10
días, pero Fidel estuvo tres semanas. No se movió de Chile hasta convencerse de haber
minado a cabalidad y minuciosamente los cimientos del gobierno de la Unidad Popular,
un gobierno que no había llegado al poder por la vía de la violencia revolucionaria,
situación que a Fidel no le gustaba.
Pero Allende simpatizaba con la Revolución Cubana...
Es parte de la personalidad de Fidel la necesidad de ser el único. Desde el principio jugó
para destruir a Allende. Incluso le penetró con agentes cubanos su entorno político, de
seguridad y hasta familiar (como su yerno Luis Fernandez Oña, agente de la DGI que se
casó con su hija Beatriz, quien se suicidó en La Habana en 1974). Fue un grave error de
Allende dejarse penetrar en esa forma. Así es Fidel: destruyó a Allende y ahora va a
hacer lo mismo con Hugo Chávez en Venezuela.

- ¿Eso se notó sobre todo en su gira a Chile?
Fidel se jugó una carta: fomentó una contrarrevolución. Se paseó por todo Chile
desplegando el lenguaje tremebundo de la dictadura del proletariado inevitable, de las
nacionalizaciones imprescindibles y de la lucha de clases impostergable. Sólo le faltó
celebrar los progroms, los gulags, los paredones y el rodillo aplastante soviético ante su
auditorio de comerciantes, viñateros, cultivadores de patatas, ganaderos y cerealeros, los
que quedaban cada vez más palidecientes y aterrados ante el futuro inmediato que él les
describía. Cuando Fidel viajó a Chile, “Tony”, era el jefe del grupo operativo que
garantizaba su seguridad en el norte del país, desde Santiago hasta Iquique. Años
después, muerto de la risa,+Tony, me describíó al Fidel de Chile como un Testigo de
Jehová anunciando el apocalipsis.


         "En su parte cubana la operación y el desembarco
         del arsenal en las costas chilenas (Carrizal Bajo) fue
         todo un exito. El descalabro fue de los chilenos".

- ¿Cómo fue la integración de los chilenos que llegaron a Cuba tras el Golpe?
La mayoría tenía una vida bastante modesta en Cuba, una de las razones por las que
muchos se fueron. Pero hubo otros que se hicieron oficiales de las Fuerzas Armadas,
gente muy revolucionaria, muy dedicada a sus tareas. Hubo realmente muchos chilenos
a los que se les entregó las tareas de importancia y que se hicieron cubanos en el mejor
sentido de la palabra.

- ¿Cual fue el chileno que más alto llegó?
Sin ninguna duda, Max Marambio, conocido como “el guatón”. Participó de numerosas
misiones con Tony de la Guardia, entre otras facetas de su curriculum que yo supongo no
le gusta que se ventilen en Chile. La última vez que lo vi fue en su departamento en
Paris, en 1987. Era un departamento de millonario, a la altura de los negocios de todo
tipo que ha hecho en su larga carrera en los servicios de seguridad cubano.


- ¿Cual era la relación de Castro con los dirigentes del FPMR?
Los jovenes chilenos del FPMR eran los soldados de Fidel, que eran oficiales de las
Fuerzas Armadas cubanas. Eran militares cubanos.


- ¿Qué sabe de las dos principales acciones del FPMR contra Pinochet: la
internación de armas en Carrizal Bajo y el atentado en su contra?
El desembarco de Carrizal Bajo lo dirigió el general Alejandro Ronda, jefe de Tropas
Especiales. Pese a que al final los arsenales fueron descubiertos, en su parte cubana la
operación y el desembarco del arsenal en las costas chilenas (Carrizal Bajo) fue todo un
éxito. El descalabro fue de los chilenos.


- ¿Y el atentado contra Pinochet?
Cuba tambien dirigió la operación, cuyo fracaso fue nuevamente un error de los chilenos.
Sobre este tema casi escribí un libro, a pedido de Vilma Espín, la mujer de Raul Castro.
Pero al final el proyecto se abortó.


- ¿En qué circunstancias le pidieron que escribiera el libro?
Fue despues de un viaje que hice a Nueva York, en diciembre de 1988. Llegué a un cóctel
en el Palacio de la Revolución y mientras estaba conversando con Raul Castro se me
acercó Vilma. Dijo que había escuchado recientemente grabaciones del atentado y que
era una historia digna de una novela policiaca, que merecía ser escrita por alguien como
yo. Me dijo tambien que sería un libro como el de García Marquez sobre la ida de Littin a
Chile. No le di ninguna importancia, lo consideré una “monería” de Vilma, una tontería de
mujeres. Le dije que lo iniciaría despues de mi regreso de Angola, donde iba a pasar el
Año Nuevo. Al llegar, me encontré con una caja enviada por Vilma que contenía cintas de
audio con unas 60 horas grabadas.


- ¿Examinó las cintas?
No tenía ningún ínteres en el tema. Las dejé en un rincón, pero a los pocos días llegó un
chileno que conocíamos como “Manolo” a decirme que para el Frente era muy importante
que escribiera el libro. Pero yo estaba escribiendo otro sobre Angola, tarea a la que me
dediqué los cinco meses siguientes. Los cassetes quedaron ahí hasta que detuvieron a
Ochoa a los De la Guardia y yo cai en desgracia. Uno de esos días llegó a mi
departamento Alcibiades Hidalgo - jefe de gabinete de Raul Castro - y me exigió que le
devolviera las cintas. A mí no me interesaban antes y mucho menos ahora que ya tenía
suficientes problemas. Le dije: aquí están, llévatelas.




Más de 40 entrevistados, algunos de ellos en más de 15 ocasiones, además de
una veintena de libros y cientos de archivos desclasificados de la CIA, la RDA y
la Unión Soviética, constituyeron la base de esta investigación. Salvo los
archivos norteamericanos, todas estas fuentes surgieron al interior del mundo
de la izquierda.




                  Alina Fernández

                   Nacida en La Habana en 1957, es hija de Fidel Castro y de Natalia
                   Revuelta. Sólo a los diez años se enteró que el líder de la Revolución,
                   quien acostumbraba a visitarla, era su padre.
                   Hasta su salida de Cuba, Alina vivió en la isla, y fue parte del pequeño
                   mundo de privilegiados en torno a Fidel. En ese ambiente, también
                   conoció a chilenos del FPMR, uno de ellos estaba casado con su prima,
Mariela, hija de Raúl Castro. Su nombre: Juan Gutiérrez Fischmann, “El Chele”, hoy
buscado por el asesinato de Jaime Guzmán.
En 1994 Alina abandonó el país. Radicada en Madrid, se convirtió en una detractora del
régimen de su padre. Autora del libro Alina, memorias de la hija rebelde de Fidel Castro,
La Tercera la entrevistó telefónicamente en dos ocasiones, en diciembre y enero del
                  2001.

                  Ileana de la Guardia

                  La hija mayor de Antonio de la Guardia, el oficial cubano fusilado en
                  1989, tenía 24 años al momento de la muerte de su padre. Junto a su
                  esposo, el ex agente Jorge Masetti, logró salir de Cuba en 1990. Hoy
                  vive en Miami, donde se dedica, entre otras cosas, a denunciar al
                  régimen castrista sobre la base de la información que le entregó el
hermano gemelo de su padre, el general Patricio de la Guardia, condenado a 30 años de
cárcel en la purga de 1989.
Durante su vasta carrera militar, los gemelos De la Guardia fueron los combatientes de
mayor confianza de Fidel. De hecho, bajo el gobierno de la UP fueron los cubanos de
mayor rango instalados en Chile.
Ileana es autora del libro El nombre de mi padre, donde cuestiona la versión oficial sobre
el juicio más polémico de las últimas décadas en Cuba. Habló con La Tercera en varias
ocasiones, entre el 8,9, y 10 de febrero de este año, en Miami.

              Jorge Masetti

               Ex agente de inteligencia de Castro, la historia de Masetti -argentino de
               nacimiento- se funde con la de la Revolución Cubana. Su padre, Ricardo
               Masetti, fue amigo del Che Guevara y fundador de la agencia de noticias
               Prensa Latina. Tras su muerte, en 1965, Masetti se educó en La Habana
               bajo los vigilantes ojos de uno de los hombres más influyentes del régimen
               de Castro: Manuel “Barbarroja” Piñeiro, jefe del Departamento América
quien lo apadrinó .
En 1974 Masetti se convirtió en agente de los servicios de inteligencia cubanos,
desplegando sus acciones en toda Latinoamérica. Si cercania con la nomenclatura cubana
se acrecentó por su matrimonio con Ileana, la hija de Antonio de la Guardia, uno de los
oficiales más cercanos a Fidel y que operó en Chile durante la UP.
En 1989 “Tony” de la Guardia fue fusilado en La Habana, acusado por Castro de
narcotráfico. En 1990 Masetti se exilió en Francia. En 1993 publicó el libro El furor y el
delirio, donde revela las operaciones encubiertas del gobierno cubano. Hoy reside en
Miami. La Tercera lo entrevistó en Buenos Aires, el 4 y 5 de diciembre del 2000, y en
Miami. En esta última ciudad concedió dos largas entrevistas, el 27 de noviembre del
2000 y el 8,9 y10 de febrero del 2001.

Lázaro Betancourt

El ex capitán de Tropas Especiales -la unidad de elite a cargo de la seguridad de Fidel
Castro- pidió asilo a las autoridades estadounidenses en República Dominicana, en abril
de 1999, mientras acompañaba como escolta a Castro durante una visita oficial a ese
país.
Betancourt (38 años) reside hoy en Miami. Durante los 16 años que se desempeñó en
Tropas Especiales, llegó a ser el segundo jefe antiterrorista de la escolta de Castro.
Como militar de alto rango, Betancourt conoció de cerca a varios chilenos comunistas
que ingresaron a las FAR cubanas a partir de 1975, primero en la Escuela Militar Camilo
Cienfuegos y después como instructor de guerrilla en la base Punto Cero, Guanabo. La
                   Tercera lo entrevistó en Miami, el 9 de febrero del 2001.

                  Norberto Fuentes

                    Escritor cubano y autor de una premiada biografía de Ernest
                    Hemingway, Fuentes perteneció hasta 1989 al círculo más estrecho de
                    Fidel Castro. Participó en varias acciones bélicas del Ejército Cubano -
                    estuvo en Nicaragua y en Africa - y fue condecorado. Amigo personal
                    del coronel de “Tropas Especiales”, Antonio de la Guardia, recorrió
                    junto a él Europa y se internó en el mundo del tráfico de armas.
Al estallar el caso Ochoa/De la Guardia, que culminó con el fusilamiento de ambos
uniformados, a Fuentes se le prohibió salir de Cuba y estuvo preso. Debido a la presión
internacional, logró salir de la isla en 1994. Hoy vive en Miami. Su último libro, Dulces
guerreros cubanos (1999) revela algunos de los secretos mejor guardados del sistema
cubano. Su figura no despierta unanimidad en el exilio cubano. Masetti, por ejemplo, lo
acusa de estar todavía al servicio de Castro. La Tercera lo entrevistó en Miami en cuatro
ocasiones, las dos primeras en noviembre de 1999 y las restantes en febrero del 2001.
Rafael Nuñez

               Ex director del Organismo Internacional del Ministerio de Comercio
               Exterior cubano, este ex diplomático mantuvo estrechos nexos con la
               realidad chilena desde fines de la década del 60. Entre otros cargos, fue
               vicepresidente de la misión cubana en Chile durante la Unctad y estuvo
               siete meses en el país durante el gobierno de Allende, trabajando en la
               Cepal.
               Luego de caer en desgracia política, estuvo preso entre 1976 y 1988 en
La Habana. Hoy vive exiliado en Estados Unidos. Fue entrevistado por La Tercera el 11 de
febrero del 2001, en Miami.




Los que pidieron reserva

Tanto como los que hablaron con su nombre, en la reconstrucción de esta historia colaboró una veintena de otros
entrevistados, todos ellos como testigos directos de los hechos. Ellos entregaron sus testimonios bajo la condición de
que sus nombres se mantuvieran en reserva. La Tercera sólo identificó a algunos con el nombre político que utilizaban
en el pasado. La siguiente es una nómina de algunos de los que más material aportaron a esta serie:


“Ernesto Contreras”: ex miembro del comité central del PC y uno de los diseñadores de la Política de Rebelión Popular
de Masas (PRPM) que dio nacimiento al FPMR. Estuvo en Cuba en 1974, en la dirección del PC en la isla. Luego de
residir en Alemania Oriental se trasladó clandestinamente a Santiago y fue pieza clave en la implementación de la
PRPM. Se alejó del partido en 1990. Hoy trabaja en una empresa privada.


Ex frentista establecido en Europa: formado como oficial en el Ejército Búlgaro, este hombre llegó a La Habana en
1981, donde se integró al dispositivo militar del PC. Luego de tomar parte en las acciones más espectaculares del
FPMR, resultó gravemente herido en una acción. Hoy vive en Europa.



“Carlos”: ex militante del PC, se formó como paramilitar en la base cubana de Punto Cero. De regreso en Chile, ayudó
a la implementación de la vía insurreccional del PC. Cuando se dividió el FPMR, encabezó el grupo que se mantuvo en
el partido, en su calidad de “comandante” militar. Se fue del PC en 1990. Hoy vive en Santiago.


“Manuel”: militante del Mapu OC, se formó en técnicas conspirativas en la base cubana de Punto Cero, en 1974. Volvió
a Chile para cumplir misiones clandestinas de alto riesgo. Posteriormente, se estableció en La Habana, donde trabó
amistad con varios miembros del FPMR. Actualmente trabaja como médico en un hospital santiaguino.


“Alberto”: dirigente de una colectividad de izquierda exiliado en Alemania Oriental. Como otros compatriotas, fue
contactado por la Stasi, la policía secreta de la RDA, y se convirtió por un tiempo en colaborador. Desencantado del
socialismo, se trasladó a Alemania Federal, donde se vinculó a los servicios de inteligencia germano-occidentales. Hoy
vive en Santiago.


“Víctor”: ex oficial del FPMR formado como militar de carrera en Europa Oriental. Antes de ingresar clandestinamente a
Chile estuvo en Cuba y en Nicaragua, donde luchó contra la guerrilla “contra”. Cuando sobrevino la división del FPMR
permaneció leal al PC. Hoy vive en Santiago, donde mantiene contactos con otros ex frentistas.




Por Roberto Ampuero *


El escritor chileno relata la ocasión en que casi fue reclutado como parte del
aparato militar que luego se transformó en el FPMR y critica el manto de
silencio que ha predominado sobre el tema hasta hoy.
Tuve por primera vez la certeza de que presenciaba momentos históricos el día en que vi
desde la distancia el bombardeo aéreo de La Moneda, en cuyo interior resistía Salvador
Allende. Tuve una sensación semejante en 1975, en una tarde asfixiante y húmeda de La
Habana, cuando dirigentes del Partido Comunista chileno me citaron a una mansión de El
Vedado para reclutarme como cadete para las escuelas militares de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Cuba. Seríamos, supuestamente, los oficiales del ejército popular de
un futuro Chile socialista.
Ese día perdí definitivamente la confianza en la racionalidad de la dirigencia. Los aparatos
de seguridad del régimen militar habían desatado una represión criminal y
desarticuladora en contra de la izquierda, y en ese momento, dos años después del
“golpe”, el partido apostaba por la “crítica de las armas”, la misma que había desechado
sabiamente en el pasado. Ahora se proponía no sólo derrotar a las fuerzas armadas
chilenas sino también instaurar el socialismo. Cuba era el ejemplo a seguir y la prueba de
que aquello era posible.


         En una tarde asfixiante y húmeda de La Habana,
         dirigentes del Partido Comunista chileno me citaron
         a una mansión de El Vedado para reclutarme como
         cadete para las escuelas militares de las Fuerzas
         Armadas Revolucionarias de Cuba.

Guiado por un fogonazo de racionalidad, que se alimentaba de la convicción de que en
Chile no bastarían unas columnas de rebeldes barbudos para derrotar al Ejército chileno
y de que la Cuba de Castro no podía servir de forma alguna como modelo democrático ni
económico para Chile, rompí desilusionado con la tienda política. Quizás a eso le deba
que aún esté entre los vivos.
Muchos compatriotas jóvenes, militantes de partidos de izquierda, ingresaron entonces
voluntariamente a las FAR cubanas, se hicieron oficiales y combatieron en guerras de
Centroamérica y Africa. Suponían tal vez que esa experiencia en los trópicos les serviría
más tarde para tomar el poder en Chile. Algunos cayeron en tierras lejanas, otros
decidieron olvidar para siempre ese pasado y hay quienes realizaron acciones armadas y
terroristas en el país. Todos ellos son piezas de un sorprendente y vasto plan, fraguado
por políticos, que fracasó, significó frustraciones y también sangre, y del cual la mayoría
de los chilenos nada sabe.
Si bien esa tarde habanera intuí que me hacían partícipe de un proyecto delirante —
desembarcar en un futuro no lejano un ejército chileno revolucionario en nuestras costas
para derrotar a la dictadura de Augusto Pinochet—, no fue sino muchos años más tarde
que caí en la cuenta de que debía relatar ese episodio o nunca nadie lo conocería. No se
trataba de impedir el olvido, porque sólo se puede olvidar aquello que se conoció, sino de
algo más básico: relatar lo desconocido. Así nació la novela “Nuestros años verde olivo”.
En 1996, mientras residía en Estados Unidos, comencé a escribirla convencido de que era
inconcebible que trascurridos veinte años del surgimiento del embrión del ejército del
exilio, nadie hubiese hablado al respecto. Parecía que la necesidad —muy justa, por
cierto— de esclarecer la violación a los derechos humanos durante el régimen militar
había eclipsado la memoria de la izquierda. Ibamos conociendo gradualmente la historia
de la derecha bajo la dictadura militar, pero un manto de silencio cubría la otra historia,
ésa de los errores, los actos heroicos y condenables de la izquierda.
Bajo la dictadura, el relato de la historia había sido abordado como patrimonio privado de
un sector de la sociedad. La historia que se enseñaba en los colegios y universidades
desvirtuaba gran parte de lo que había ocurrido en los años setenta y ochenta. El
régimen y sus ideólogos eran los únicos propietarios de la historia, los encargados de
difundir su discurso, de destacar ciertos aspectos y de ocultar otros.
En sectores de la izquierda, especialmente en aquel identificado con la vía armada, se
impuso el mismo concepto autoritario de narrar la historia. Y ese concepto exigía
mantener en secreto la creación en Cuba del nuevo ejército chileno. Primero, porque la
lucha contra la dictadura así lo exigía, después, ya en democracia, porque el relato de
esa experiencia, en verdad el silencio, era propiedad exclusiva de esa izquierda. Ella era
la única indicada y legitimada para difundirlo, valorarlo u ocultarlo.


           Supongo que el silencio sobre esa etapa de nuestra
           historia se debe a que algunos intentan esconder su
           responsabilidad.

Llama la atención que a sus dirigentes no les inquietó la idea de que los países tienen
derecho a conocer toda su historia, y que es inadmisible que instituciones relevantes de
una sociedad se arroguen la potestad de ocultar su historia, aunque constituya parte
esencial de la historia nacional. Supongo que el silencio sobre esa etapa de nuestra
historia se debe a que algunos intentan esconder su responsabilidad. Constituye, desde
luego, la versión izquierdista de la postura derechista de “mejor demos vuelta la hoja y
miremos hacia el futuro”.
“Nuestros años verde olivo” pretendía colocar sobre el tapete una etapa trascendental y
oculta de nuestra historia, a la que ni los historiadores, ni los políticos ni los periodistas
habían dirigido una mirada escrutadora. Supuse que una novela podía dar el primer paso
en la indagación de esa historia, y que el siguiente lo intentarían quienes estuviesen
convencidos de que allí se encerraba algo valioso para entender nuestro presente y
avanzar en la reconciliación nacional.
Cuando este periódico me informó que mi novela le había servido de estímulo e hilo
conductor a un grupo de periodistas para iniciar una acuciosa investigación de esa
historia, en especial aquélla relacionada con el papel de la revolución cubana en la
política chilena, sentí que mi obra comenzaba a dar los frutos esperados: echar a andar
la indagación histórica para que el país pudiera extraer conclusiones y lecciones.
No conozco la totalidad de la investigación, sólo los capítulos que el lector encuentran en
este suplemento, pero tengo la impresión de estar ante una obra investigativa ágil,
responsable, fundamentada y profunda, que sitúa al periodismo investigativo chileno en
un nuevo nivel. Me enorgullece que “Nuestros años verde olivo” haya desencadenado una
investigación de estas proporciones. La historia no es patrimonio de nadie y todos tienen
derecho a conocerla. Es obvio que los reportajes generarán controversia, pero el debate
sobre los años verde olivo de la izquierda es preferible al manto de silencio que algunos
intentan mantener. Es preferible y necesario.

* Roberto Ampuero militaba en el PC cuando se exilió en Cuba tras el Golpe. Se casó con la hija de uno de
los hombres de confianza de Fidel, lo que lo vinculó a la clase influyente de La Habana. También vivió en
Alemania Oriental. Ya alejado del PC, en 1999 escribió Nuestros Años verde Olivo, donde recrea todos los
años que vivió en la isla.
CAPITULO II


BAUTIZO DE FUEGO:
FIDEL MANDA A LOS CHILENOS
A NICARAGUA

Una invitación a la guerra
“Estos sí que tienen cojones”, fue la reacción de Fidel Castro tras reunirse con
medio centenar de chilenos entrenados en las Fuerzas Armadas Revolucionarias
a fines de 1978, a quienes les ofreció ir a combatir a Nicaragua. Con esta
invitación, los hombres del PC calmarían la inquietud que se anidaba entre sus
filas, descorazonadas por no poder ir a combatir a Chile.

Por Javier Ortega


En 1978, tres años después de que en Cuba se iniciara el plan de formación militar para
jóvenes exiliados chilenos en las Fuerzas Armadas Revolucionarias, cundía el desánimo
entre los uniformados del PC. Pese a la generosa oferta de Fidel Castro de entrenarlos en
los institutos militares de la isla para crear “un nuevo ejército democrático para Chile”, la
desazón de no poder ir a combatir contra Pinochet había hecho mella incluso entre los
líderes de estos jóvenes. El propio “Salvador” -Sergio Galvarino Apablaza, futuro jefe
máximo del Frente Patriótico Manuel Rodríguez-, barajaba en esa época la posibilidad de
abandonar las filas. Otros tantos ya habían expresado sus deseos de cursar su baja,
relata un ex comunista formado en Cuba.
Sin embargo, un acontecimiento internacional se convertiría en la “válvula de escape”
para las fuerzas chilenas del PC. A fines de 1978, Fidel Castro necesitaba reforzar la
ofensiva sandinista contra Somoza con oficiales calificados. La Habana había jugado un
papel crucial en la insurrección -financió y entrenó a los tres grupos que formaban el
Frente Sandinista de Liberación Nacional, creado a sus instancias-, pero no podía enviar
un contingente cubano para no provocar una fuerte reacción de Estados Unidos.
Limitado a proporcionar abastecimiento logístico, Castro movilizó a una serie de
“voluntarios” latinoamericanos controlados por Cuba. Nicaragua era un trofeo muy
preciado por el líder cubano, ya que estaba en vías de convertirse en el único país
latinoamericano -después de Cuba- donde mostraba la viabilidad de que la izquierda
llegara al poder por la vía de las armas.

El “no” que marcó al MIR

El primer pensamiento de Castro fue “invitar” al MIR chileno para ir a luchar en tierra
nicaragüense. De todos los movimientos procrastristas de América Latina, este grupo
siempre había sido considerado el hijo predilecto de La Habana.
Nacidos bajo el influjo de la revolución cubana, los miristas cumplían con todos los
requisitos pedidos por La Habana a sus seguidores: arrojo, radicalismo y lealtad
irrestricta a la senda revolucionaria castrista. El MIR adoptó su bandera rojinegra en
homenaje al Movimiento 26 de Julio cubano y durante la UP había compartido todas las
tesis de La Habana respecto de que no existía la senda pacífica hacia el socialismo.
Después del 11 de septiembre habían optado por una fiera -y suicida- resistencia
armada, echando mano a “los fierros” tal como dictaba la manera cubana. Los líderes del
movimiento chileno cumplían con el prototipo del revolucionario romántico acuñado por
Fidel y el Che Guevara en la Sierra Maestra: brillantes, ilustrados y bien parecidos. En La
Habana eran conocidos como la vanguardia “más sexy de América Latina”, según recoge
el escritor mexicano Jorge Castañeda en su obra (1).
Por ello, cuando el movimiento decretó un “repliegue táctico” tras la muerte de Miguel
Enríquez en 1974, la isla recibió con los brazos abiertos a los diezmados cuadros que
llegaron desde Chile. Los miristas comenzaron a preparar su vuelta al país en la llamada
Operación Retorno en 1980 (ver recuadro) bajo los atentos ojos cubanos que pusieron a
su disposición los centros de adiestramiento guerrilleros de Punto Cero y en la Cordillera
de los Organos, en la zona occidental de la isla, relata el escritor Norberto Fuentes (2).
Fue entonces cuando el propio Fidel le planteó a la cúpula mirista en Cuba que fueran a
combatir a Nicaragua. Sin embargo, según relata un ex combatiente chileno, Castro
recibió un balde de agua fría en el encuentro. “Nuestros cuadros se están preparando
para ir a luchar a Chile y no a Nicaragua”, fue la respuesta de sus interlocutores, al
rechazar la invitación del comandante cubano. La postura del MIR se comentaría
profusamente en los círculos de la nomenclatura cubana, siendo considerada una afrenta
para Castro.
El episodio marcaría el inicio del declive de la influencia del MIR en Cuba y, por ende, en
su lucha contra el régimen militar chileno. “En ese momento se quebró la confianza entre
los seguidores de Miguel Enríquez y La Habana”, afirma un ex frentista que se enteró de
los hechos por boca de los propios cubanos.

1   Castañeda, Jorge. La Utopía Desarmada, Editorial Ariel, S.A. 1995
    Entrevista a Norberto Fuentes, escritor cubano vinculado a los servicios de seguridad de
2
    Fidel Castro hasta su salida de la isla en 1994. Miami, 10 de febrero de 2001.




“Estos sí que tienen cojones”

Poco después, a fines de 1978, Castro se reunió en La Habana con medio centenar de
comunistas chilenos egresados de las escuelas militares cubanas. También estaba
presente Manuel “Barbarroja” Piñeiro, estrecho colaborador de Fidel y jefe del
Departamento América. Aquel encuentro efectuado en una amplia sala de audiencias
pasaría de boca en boca entre los chilenos que vestían el uniforme verde olivo hasta
convertirse en una leyenda.
Según relata un ex frentista que prestó servicios en Cuba y hoy reside en Europa, Castro
destinó sus primeras palabras “a elogiosos comentarios sobre el entrenamiento de los
chilenos y al valor que los sandinistas estaban demostrando en el combate y la
posibilidad de que fueran derrotados por falta de especialistas militares”.
Enseguida le planteó directamente a la audiencia la posibilidad de marchar en apoyo de
los revolucionarios nicaragüenses.
En la sala se produjo un silencio. “De repente, uno de los presentes comenzó a cantar la
Internacional con el puño izquierdo en alto. Entonces, varios se pusieron de pie y lo
siguieron, cantando con fuerza. Todos terminaron a coro, algunos emocionados hasta las
lágrimas”, relata el ex frentista.
Frente a tal reacción, Fidel hizo como que echaba pie atrás. Dijo que la decisión aún no
estaba tomada; argumentó que tenía que consultar con la dirigencia del PC chileno, y
que si ésta no estaba de acuerdo, él no podría hacer nada. La audiencia casi se vino
abajo. “Empezaron a gritar que iban a ir igual. Vociferaron que al diablo con los ‘viejos’
del partido”.
Satisfecho, Castro comenzó a caminar de un lado para otro. Y mirando a “Barbarroja”
Piñeiro le comentó, lo suficientemente fuerte como para que lo oyera la audiencia: “Estos
sí que tienen cojones”.
La suerte estaba echada. El PC chileno no podría impedir que sus muchachos cumplieran
con su bautismo de fuego en Nicaragua. Los jóvenes habían establecido su primera señal
de independencia frente a la vieja guardia del partido. Y Castro contaba por fin con
combatientes extranjeros para Nicaragua. Allá lucharía casi un centenar de chilenos,
entre ellos “Salvador” -Sergio Galvarino Apablaza- y Raúl Pellegrín, el líder máximo del
primer destacamento del Frente que llegó a Chile en 1983.

La fracasada operación retorno
                              En la mañana del 27 de junio de 1981, en una zona rural de Neltume, “boinas
                              negras” del Ejército chileno emergieron de la vegetación y se dejaron caer sobre un
                              puñado de tiendas de campaña. Se trataba del campamento guerrillero Toqui
                              Lautaro, levantado por combatientes del MIR que habían vuelto del extranjero en
                              1980, con la misión de inaugurar en Chile la guerra de guerrillas. La acción dio inicio
                              a una serie de escaramuzas que, cuatro meses después, dejaría un saldo de siete
                              miristas muertos. Tras ello, casi la totalidad de los 30 miristas ingresados
                              clandestinamente morirían, marcando el fracaso de la Operación Retorno que el MIR
había fraguado en Cuba desde 1977.
En 1977 el MIR decidió volver a pasar a la ofensiva y, como a lo largo de toda su trayectoria, todos sus pasos
estratégicos fueron planificados en Cuba. El escritor cubano Norberto Fuentes -vinculado a los aparatos de
inteligencia de Fidel Castro hasta su salida del país en 1994- afirma que el entrenamiento mirista se efectuó en la
base de Punto Cero y en la Cordillera de los Organos, al oeste de la isla. “La idea al principio era crear los focos
guerrilleros en plena Cordillera de los Andes, pero se hicieron pruebas y el equipo que se necesitaba doblaba el
peso de los guerrilleros. Bastaría que el Ejército chileno estableciera un cerco para que se congelaran todos”,
relata Fuentes (3).


Finalmente, se optó por establecer dos focos en la Cordillera de la Costa: el Frente Uno de Neltume, en la
provincia de Valdivia, y el Frente Dos, en la Cordillera de Nahuelbuta. Cuando fueron descubiertos, la retirada del
campamento de Nahuelbuta se efectuó sin bajas. Pero el ataque a Neltume fue una completa sorpresa.
Reagrupados en una columna, los miristas intentaron retroceder hacia un depósito de armas. Casi todos cayeron
en sucesivas operaciones rastrillo. Uno de sus sobrevivientes, Jaime Castillo Petrucci, fue detenido en 1993 en
Perú, acusado de dirigir el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA).


Razones del fracaso


Una de las versiones más difundidas respecto al fracaso de la Operación Retorno es la que asegura que los
planes fueron filtrados desde Cuba a la CIA y a la CNI por el entonces encargado del Departamento América para
Chile, Héctor “Humberto” Sánchez. Este hombre, que coordinaba la acción conspirativa entre la isla y Santiago,
fue detenido en La Habana a comienzos de 1994. La izquierda chilena siempre ha interpretado este hecho como
la prueba de su delación. “Se decía en Cuba que él entregaba a la CIA las fotocopias de los pasaportes
adulterados de los miristas que se aprestaban a ingresar a Chile”, sostiene un socialista que vivió durante años
en Cuba. Sin embargo, según cuenta un alto ex agente de inteligencia cubano, el encarcelamiento de Sánchez se
debió, en realidad, a un escándalo sexual montado por sus pares del organismo Tropas Especiales. El episodio
estuvo vinculado al secuestro de un oficial argentino en Panamá, en 1982, en el que participaron Sánchez y el
Departamento América. Al enterarse de lo sucedido, el ministro del Interior, José Abrantes, montó en cólera. El
momento fue aprovechado por Tropas Especiales -eterno rival del Departamento América- para desvestir, con
ropaje de escándalo, las peculiaridades sexuales de “Humberto” Sánchez, quien terminó encarcelado.
La debacle de la Operación Retorno también abarcó a las ciudades, donde cayeron muchos de los contactos y
apoyos de los guerrilleros. Según cuenta un actual funcionario de gobierno que vivió en La Habana, en Cuba
quedó un grupo de más de cuarenta niños y adolescentes abandonados a su suerte, hijos de los miristas
muertos. Varios de los sobrevivientes del desmembrado MIR pasarían a una nueva etapa: el bandidaje y las
operaciones encubiertas por encargo


3    Ibid., entrevista a Norberto Fuentes.
Bautismo de fuego en Nicaragua
                                           Al menos 76 chilenos del PC lucharon junto a las
                                           tropas insurgentes de Nicaragua durante 1979.
                                           Después de ganarse la fama de militares “duros” y
                                           profesionales, en la hora del triunfo entraron con las
                                           tropas victoriosas a Managua. El paso militar por la
                                           guerra de Nicaragua marcó al FPMR desde su
De todos los extranjeros que ayudaron      nacimiento en La Habana hasta su declive en Chile.
a los sandinistas, los chilenos eran los
únicos que poseían una formación
militar rigurosa, con sólidos              El Batallón Chile avanzaba con dificultad. El fuego de la
conocimientos en artillería terrestre y    artillería y la aviación enemiga interfería continuamente en
antiaérea, especialización a la que
pertenecía el grueso del contingente
                                           su desplazamiento bajo el tórrido sol de Nicaragua. Pese a
enviado por La Habana.                     ello, el casi centenar de chilenos destinados al Batallón
                                           Chile, en el Frente Sur marchaba entusiasmado bajo las
                                           órdenes del mítico comandante Edén Pastora. Estaban
                                           luchando por la revolución, y con el lenguaje aprendido en
La Habana: el de las armas.
El destacamento del Partido Comunista chileno había comenzado a desembarcar en
Nicaragua a inicios de 1979, proveniente de Cuba. Muy luego -en mayo de ese año- el
Frente Sandinista inició su ofensiva final, convirtiendo la lucha de guerrillas en una
batalla regular. Desde el sur del país, las tropas chilenas participaron en las batallas más
cruciales contra el gobierno dictatorial de Anastasio Somoza y, pocos meses después,
entrarían victoriosas a Managua.
Durante los seis meses de enfrentamientos, los chilenos se ganaron la fama de
profesionales y “duros”. Después del triunfo sandinista en julio de ese año, muchos
permanecieron en el país ayudando a la formación del nuevo Estado socialista. Al volver
a La Habana, su bautismo de fuego en Nicaragua les permitiría demostrarles a los
cubanos que ellos eran una generación de comunistas distinta a la que había sido
derrotada en la UP.




                         Ceremonia de comandantes sandinistas en Managua, después de la
                         victoria. El tercero, de izquierda a derecha, es Raúl Pellegrín, quien
                         tenía 21 años y combatió como “comandante Benjamín”. Pellegín
                         murió en 1988, en el asalto al Retén Los Queñes.




                         El líder natural de los jóvenes del PC, Sergio Galvarino Apablaza,
                         “comandante Salvador” lideró el Batallón Chile. Posteriormente,
                         Apablaza dirigiría el FPMR y hoy está prófugo por el asesinato de Jaime
                         Guzmán.
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Las historia inedita de los años verde olivo

  • 1. http://docs.tercera.cl/especiales/2001/verdeolivo/capitulo01/index.htm LA HISTORIA INEDITA DE LOS AÑOS VERDE OLIVO CAPITULO I Por Cristián Bofill La novela Nuestros años verde olivo, de Roberto Ampuero, comprueba una tesis que más de un profesional de la historia o de la prensa suscribiría: en algunos casos los ficcionistas se han encargado mucho mejor de abordar algunos capítulos de la tragedia colectiva chilena de las últimas décadas que los periodistas e historiadores. La novela - lanzado en 1999 y que revela desde el terreno de la ficción el mundo del exilio chileno en Cuba - fue el punto de partida de esta serie especial de reportajes. Ampuero es un testigo privilegiado de esa época, ya que la vivió en medio de la alta jerarquía castrista, y con su libro dejó al desnudo una de las falencias de quienes se dedican a dar a conocer episodios que ayuden a los chilenos a conocer su historia. Al contrario de otros temas cruciales -como las violaciones a los derechos humanos o los entretelones del golpe contra Allende, sobre los cuales se han publicado valiosísimos libros y reportajes- el verdadero alcance de la influencia de Fidel Castro en la política chilena se ha quedado estancado en las versiones fragmentadas e ideologizadas, por lado y lado, de los años 70 y 80. Si bien el punto de partida de la investigación de La Tercera era el mundo descrito por Ampuero, el tema se fue ampliando en la medida en que se constató que el peso de Cuba en las generaciones que protagonizaron los conflictos chilenos de las últimas décadas era mucho mayor de lo descrito en la novela.
  • 2. Iniciada en abril del año pasado, la investigación se extendió por casi un año y se tradujo tambien en viajes a ciudades como La Habana, Berlín, Leipzig, Frankfurt, Buenos Aires, Miami y Chicago. En cada rincón, se encontraron protagonistas olvidados dispuestos a relatar episodios inéditos que de a poco fueron tomando la forma de un verdadero eslabón perdido de la historia chilena de las últimas décadas. Para bien o para mal -dependiendo del punto de vista que se suscriba- es imposible entender esa historia sin detenerse sobre todo en la figura de Fidel Castro y su enorme influencia desde los años 60 hasta los inicios de la redemocratización tras el régimen del general (R) Augusto Pinochet. Sería lo mismo que ignorar la influencia de Estados Unidos. Pero -al contrario de ésta, bastante estudiada y documentada- sobre la primera hastaahora ha habido bastante menos elementos aportados por testigos directos o archivos desclasificados, como los relativos a la Operación Cóndor o a las actividades clandestinas de la CIA en Chile. El histórico viraje del Partido Comunista hacia la lucha armada - pese a que fue el único de los partidos de la Unidad Popular que durante el gobierno de Allende no sucumbió a las tesis rupturistas - es uno de los fenómenos que, si bien responde a circunstancias políticas chilenas, no es posible desentrañar sin penetrar en los laberintos de la política cubana. También es imprescindible hacer escala en la ex Alemania Oriental. La historia no contada de la izquierda chilena en el exilio se escribió en Berlín, Moscú y La Habana, donde los comunistas chilenos fueron influidos por la visión de sus anfitriones y comenzaron a analizar las causas de su derrota, la forma de redimir sus culpas y el camino para enfrentar a Pinochet. Sin la ingerencia de esos tres gobiernos el proceso que desembocó en la lucha armada - tomada por el PC en 1980- nunca hubiera sido igual. Alemania Oriental, la Unión Soviética, pero especialmente Cuba, entregaron un elemento vital a la hora de tomar el camino de las armas: el entrenamiento militar masivo. Pese a su desconfianza inicial, importantes ex dirigentes del PC y ex integrantes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) fueron entregando antecedentes. Los conocimientos de todas estas personas, además, contribuyeron para encontrar, en medio de páginas y páginas de textos políticos, valiosas pistas en obras como las memorias de ex timoneles del PC, el ex secretario general Luis Corvalán (De lo vivido y lo peleado) y el ex senador Orlando Millas (Una disgresión). Lo mismo se puede decir de libros como el del ex embajador y ex dirigente del PC, José Rodríguez Elizondo (Crisis y Renovación de las izquierdas en América Latina) y, en menor medida, del senador Jaime Gazmuri (El Sol y la Bruma). La mayor parte de ese trabajo de reporteo e investigación fue realizado por el periodista Javier Ortega, quién realizó muchas entrevistas en Cuba, Alemania y Argentina, además de lograr numerosos contactos en Chile. Otros periodistas realizaron entrevistas en Estados Unidos y Chile. Todo ese trabajo fue apoyado por el equipo de Proyectos Especiales de La Tercera, además de contribuciones de otras áreas del diario. La edición final fue realizada por un equipo encabezado por la dirección del diario. Entre los factores que más colaboraron para persuadir a muchos testigos a contar sus vivencias está, en primer lugar, el fin de la guerra fría y la consecuente desilusión de muchas personas que en su momento no titubearon en arriesgar la vida por esa causa. También ayudó -y mucho- a romper el hermetismo, la gran purga política realizada en Cuba por Fidel Castro, en 1989, cuando fusiló al general Arnaldo Ochoa y al coronel Tony de la Guardia -dos de sus hombres más cercanos - bajo el pretexto de que se habían involucrado en tráfico de drogas a sus espaldas. La purga de 1989 Con esas ejecuciones, Fidel Castro perdió la lealtad de algunos miembros de su círculo más estrecho, varios de los cuáles se exiliaron en Estados Unidos. Varios de ellos -al igual que Ochoa y De la Guardia, quienes cumplieron misiones en Chile durante la UP- tenían un profundo conocimiento de las actividades cubanas en Chile desde los años 60,
  • 3. 70 y 80. En esas circunstancias, aceptaron hablar ex agentes como Jorge Masetti, el ex subjefe de su equipo de seguridad, capitán Lázaro Betancourt, el escritor Noberto Fuentes, el ex diplomático cubano en Chile, René Núñez, Ileana de la Guardia (hija de Tony de la Guardia) y Alina Fernández, hija de Fidel. Se trata de personas que, desde diferentes posiciones (Masetti mantiene una fuerte enemistad con Fuentes, a quien todavía considera un hombre cercano a Castro), ayudaron a enriquecer y cotejar informaciones. Hubo muchos que sólo aceptaron hablar bajo la condición del anonimato. Otros, no quisieron dar su testimonio, pese a que les fue solicitado insistentemente, entre ellos varios que aparecen mencionados en situaciones que sienten que podrían comprometerlos. Otras fuentes valiosas fueron los archivos desclasificados tras el fin de la guerra fría por los servicios secretos de Estados Unidos, la ex Alemania Oriental y la ex URSS. De la recopilación, análisis y cruce de esas informaciones es fruto esta serie especial. Como todo trabajo periodístico, no aspira a entregar una verdad incuestionable, sino la versión más acuciosa y profesional posible de los hechos investigados. 1976 Exiliados en la RDA sufrieron la "proletarización" impuesta por el gobierno alemán a los chilenos. 1979 Futuros miembros del FPMR luchan por Castro en Nicaragua. 1986 Fracasa el atentado contra Augusto Pinochet fraguado en Santiago y La Habana. 1983-1995 Nacimiento y muerte del más poderoso grupo guerrillero chileno del siglo XX, sustentado desde sus inicios por el gobierno cubano.
  • 4. Por Javier Ortega Durante una cita en el despacho del líder cubano en el Palacio de la Revolución, en junio de 1974, se gestó la creación del FPMR. A partir de ahora, decenas de jóvenes Luis Corvalán y Volodia comunistas ingresaron a escuelas militares cubanas para Teitelboim. Mientras el primero formarse como oficiales del “nuevo ejército democrático estaba detenido en la isla chileno”. Dawson, Teitelboim aceptó la oferta de Castro. Un caluroso día de junio de 1974 aterrizó en La Habana el máximo dirigente del PC chileno en el exilio, Volodia Teitelboim, quien residía en Moscú y lideraba el partido en reemplazo del secretario general, Luis Corvalán detenido en la isla Dawson. En el aeropuerto José Martí Teitelboim fue recibido por los dirigentes chilenos del PC en Cuba, Rodrigo Rojas, Orel Viciani (ver recuadro) y Julieta Campusano, a cargo del flujo de chilenos que llegaban a la isla tras el golpe militar de un año antes. Mientras el poder de la junta militar se asentaba en Chile la golpeada izquierda intentaba recomponerse, tanto en el exilio como dentro del país. La represión era durísima las noticias sobre detenciones, torturas y muertes llegaban día a día. El contacto entre las dirigencias del “exterior” y el “interior” se mantenía al costo de muchas vidas. La principal actividad de Teitelboim fue una cita en el Palacio de la Revolución, donde acudió con Rodrigo Rojas para entrevistarse con Fidel Castro (1). El "nuevo ejército" Castro los recibió en su despacho con su hermano Raúl, segundo hombre del régimen; el jefe de la inteligencia cubana y máximo implicado en exportar de la revolución, Manuel “Barbarroja” Piñeiro y el viceprimer ministro Carlos Rafael Rodríguez. Excepto Raúl, todos habían estado en Chile durante la UP. Como siempre, Castro monopolizó la palabra. A sus 48 años, seguía siendo el icono revolucionario latinoamericano. Sus interlocutores chilenos, en cambio, estaban marcados por una derrota que el mundo socialista les enrostraba día a día. No habían sido capaces de resistir el golpe militar, de hacer la revolución chilena. Una “culpa” que era más fuerte en el caso del PC: era el único partido que se había jugado a fondo por la fracasada vía legal de la UP, camino que le había provocado fuertes roces con sus actuales anfitriones. “El gran error del gobierno de Allende fue no contar con una fuerza militar que lo defendiera8, dijo Castro. “Ahora no veo ninguna posibilidad a la vía armada en Chile, dado el profesionalismo y nivel de sus fuerzas armadas. No veo otra salida a la dictadura militar chilena que la formación de un gran frente encabezado por Eduardo Frei Montalva”. Acto seguido, frente a sus perplejos interlocutores, lanzó su propuesta para revertir la derrota: iniciar en las Fuerzas Armadas Revolucionarias cubanas (FAR) un ambicioso proceso de formación de jóvenes comunistas chilenos, los que serían admitidos en escuelas de elite para graduarse como oficiales de carrera. “Estos muchachos se formarán para que no vuelva a ocurrir la derrota de 1973”, argumentó Castro y aseguró que los nuevos militares serían “para defender al futuro gobierno democrático... no para tomar el poder por asalto”. La última salvedad que el comandante puso sobre la mesa fue la siguiente: “Serán militantes suyos, pero yo seré dueño de darle la formación militar que estime conveniente”. (2) Hasta ese momento La Habana había instruido en sus escuelas de guerrilla a centenares de militantes chilenos del MIR, pero por primera vez ofrecóa a una formación militar completa, cien por ciento profesional. Las FAR contaban con cientos de asesores
  • 5. soviéticos, altamente calificados. “Todos nuestros oficiales piensan en ruso”, acotó, orgulloso, Raúl Castro. (3) Teitelboim y Rojas aceptaron y agradecieron la inesperada oferta. Concluido el encuentro, Castro se despidió afectuosamente de los chilenos. Antes de abandonar la sala, el comandante señaló: -Este acuerdo lo voy a guardar yo en mi caja fuerte, porque es el acta de nacimiento de un nuevo ejército democrático para Chile. 1 Serie de 12 entrevistas con el ex dirigente comunista de nombre político Ernesto Contreras Santiago, septiembre del 2000 hasta enero del 2001. 2 Ibid...Serie de entrevistas con Ernesto Contreras 3 Ibid... Serie de entrevistas con Ernesto Contreras. El secreto mejor guardado Según un alto dirigente del PC a quien Rodrigo Rojas le relató en detalles el encuentro ese mismo día, negarse al ofrecimiento de Castro era “impresentable”. (4) Si bien representaba un enorme giro en la tradición del partido, los dirigentes “aceptaron la oferta sin mayores reflexiones ni debates y la mantuvieron en estricto secreto por largo tiempo” señala un entrevistado. En esa tarde caribeña comenzó a entretejerse el primer eslabón de una cadena. Seis años después, la cadena llevaría al PC a adoptar formalmente la “vía armada” y al nacimiento del Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Teitelboim y Rojas mantuvieron el estratégico acuerdo en secreto. No sólo no fue informada la dirigencia al interior de Chile, encabezada por el ex sindicalista Víctor Díaz. El ex senador Orlando Millas -en ese entonces tercero en la línea de mando comunista- reconoce en sus memorias que sólo se enteró meses después y a grandes rasgos, en una reunión en Moscú con Volodia Teitelboim, Manuel Cantero y Gladys Marín. “Fue en esa oportunidad cuando supe del acuerdo a que habían llegado en La Habana dirigentes de los respectivos partidos, para que contingentes de militantes comunistas chilenos fuesen aceptados como alumnos en calidad de cadetes de la Escuela Militar de Cuba, manteniendo sus deberes disciplinarios de afiliados a nuestra organización (...) El asunto implicaba mucho y nunca se debatió debidamente”, relata Millas. (5) Hasta hoy el pacto de La Habana es materia ignota para muchos dirigentes del PC. Consultado por La Tercera, Teitelboim reconoció la existencia de un encuentro con Castro en el cual el jefe de estado cubano ofreció adiestrar militantes del PC en las FAR. Tambien admite que la propuesta fue aceptada. Pero señala que “la proposición no fue para venir a combatir a Chile. Fidel propuso formar jovenes chilenos para luchar en Nicaragua contra Somoza. Además, nosotros pensamos que era necesario tener una autodefensa. Recuerde que se producían hechos como la Caravana de la Muerte, donde gente indefensa fue asesinada”. Sin embargo, el relato de Teitelboim no calza con el de dos de altos dirigentes del PC: Luis Corvalán y Orlando Millas. En sus memorias, Corvalán señala que se impuso del acuerdo en 1976, cuando no había ninguna guerra civil en curso en Nicaragua (sólo se iniciaría en 1978). Millas, al describir la postura de Teitelboim sobre el entrenamiento militar de jóvenes del PC, no hace ninguna referencia a Nicaragua e incluso ironiza a su camarada. “Pude advertir que Volodia abordaba esta materia con mucha seguridad. No ocultó su vinculación con lo resuelto y que había comenzado a aplicarse. Durante decenios, había sido uno de nuestros tribunos más conocidos (...) Ahora, se le veía en un plano diferente, de teórico, y autor de una nueva orientación política”, escribe Millas en sus memorias (6) Luis Corvalán señala que no tuvo otra opción que saludar el acuerdo con Castro. “Sólo cuando salí al exilio (en 1976) me impuse del esfuerzo que habían hecho los compañeros del exterior en la preparación de cuadros militares y cuánto había avanzado el partido en este aspecto”, cuenta el dirigente en sus memorias (7).
  • 6. 4 Ibid... Serie de entrevistas con Ernesto Contreras. 5 Millas, Orlando. "Memorias. Volúmenes IV, Una disgresión". Santiago, Ediciones ChileAmérica CESOC, 1996. 604 pg. 6 Ibid... Memorias de Millas. 7 Corvalán, Luis. "De lo vivido y lo peleado". Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) 1983-1995 El más poderoso grupo guerrillero chileno del siglo XX, que llegó a contar con casi medio millar de hombres, nació oficialmente el 14 de diciembre de 1983, con un apagón que afectó a la zona central de Chile. Aunque la colectividad nunca lo reconoció, se trataba en la práctica el aparato militar del PC, formado gracias al apoyo del gobierno cubano, iniciado ocho años antes. El objetivo inicial del FPMR fue derrocar a Augusto Pinochet, para lo cual inaguró modalidades guerrilleras desconocidas en la historia chilena, como los secuestros. En 1986 el PC estableció que sería el año en que Pinochet debía ser derrocado. Con ese fin, y con la ayuda cubana, el FPMR internó toneladas de armas y atentó contra Pinochet. Como ambas acciones fracasaron, el PC inició la desmovilización de los frentistas. Un sector, aquél entrenado por Fidel Castro, desoyó la orden y continuó la lucha. En 1991, el grupo asesinó al senador de la UDI Jaime Guzmán y secuestró a Cristián Edwards, por lo que el gobierno de Patricio Aylwin inició una minuciosa labor de inteligencia a base de infiltraciones y delaciones compensadas. El grupo sólo fue neutralizado cuando Chile reestableció relaciones diplomáticas con La Habana Los primeros enrolados El histórico pacto comenzó a ponerse en práctica en 1975. Los primeros chilenos reclutados para vestir el uniforme verde olivo fueron escogidos entre dos centenares de jóvenes que habían llegado a la isla a estudiar medicina, en 1972. A gran parte de ese grupo la historia le depararía un inédito camino. Habían llegado a Cuba un año y medio antes del golpe, gracias a una invitación hecha por Fidel Castro durante su maratónica visita a Chile, entre noviembre y diciembre de 1971. En una de sus intervenciones, Castro determinó que uno de los problemas de Chile era la falta de médicos. Ofreció públicamente 100 cupos para que jóvenes militantes de la UP, rigurosamente seleccionados, estudiaran gratis la carrera en la Universidad de La Habana. Un segundo grupo conformado por otro centenar llegó a Cuba en marzo de 1973. Casi todos eran humildes jóvenes comunistas y socialistas, aunque también había algunos miembros de la juventud del Mapu Obrero Campesino. No había ningún miembro del MIR, ya que ésta colectividad no formó parte de la Unidad Popular. Para todos ellos no había sido fácil la integración a la Cuba socialista y muchos la recuerdan como una época dura, salpicada por las disputas internas por el proceso político chileno y por el duro estudio, que hizo a más de la mitad desertar en los primeros años. “Los del Mapu OC eran estigmatizados por pertenecer a una colectividad pequeño- burguesa”, cuenta un ex integrante del grupo, actualmente médico en un hospital público santiaguino. Un sábado de 1975, los estudiantes de medicina fueron citados a las oficinas del Comité Chile Antifascista de La Habana, en el barrio de El Vedado. Según relata un ex miembro del comité central del PC que residía en la isla, allí los esperaban el dirigente y ex diputado Orel Viciani, quien a cada uno le hizo una invitación formal: dejar sus estudios para transformarse en cadetes militares. “Nos dijeron que en ese momento, los fusiles eran más importantes que los libros para derrotar a la dictadura”, relata uno de los reclutados. La gran mayoría aceptó la oferta. Habían vivido el naufragio de la UP, muchos tenían familiares desaparecidos y querían imitar a los exitosos revolucionarios cubanos. “Había una suerte de gran remordimiento, se hablaban cosas terribles de la represión en Chile. En ese contexto moral, era muy difícil decir que no”, relata el mismo testigo.
  • 7. Sólo en contados casos la respuesta fue negativa. El estudiante Pedro Marín argumentó que quería aportar a la lucha, pero como médico. Se ganó el repudio de sus compañeros. Años después, Marín se “reivindicaría” combatiendo en Nicaragua e ingresando a Chile, donde fue apresado y torturado con salvajismo. Más tarde integraría la red del FPMR encargada de darle asistencia médica a los combatientes. Hoy, trabaja como médico en el norte del país. La labor de enrolamiento del PC se selló con un fuerte golpe de imagen, una escena ocurrida en junio de 1975, que demostraría que los chilenos no eran unos cobardes. Ocurrió una mañana, en el barrio habanero de Siboney. Frente a la vista de todo el alumnado del campus universitario de Girón, un centenar de jóvenes subieron con sus pertenencias a varios buses estacionados en la puerta de la Facultad de Medicina. Eran los enrolados que partían a un curso de formación de oficiales en la Escuela Militar Camilo Cienfuegos. “Los distribuyeron sobre todo en cursos de artillería terrestre y antiaérea”, relata Lázaro Betancourt, quién convivió con varios chilenos en esa escuela militar. (8). Años después, los chilenos se graduarían como militares cubanos. Una nueva etapa -que los llevaría primero a combatir en la insurrección contra Somoza en Nicaragua y después a la lucha armada contra Pinochet- comenzaba. Sin saberlo, al aceptar la oferta de Castro, el PC había desatado una fuerza que lo aislaría políticamente y se le escaparía definitivamente de las manos en 1987, cuando los principales mandos del FPMR rompieron con el partido. Esto, no sin antes haber fracasado en dos tareas claves organizadas en La Habana el año anterior: el atentado contra Pinochet y el desembarco de armas en Carrizal Bajo. 8 Entrevista a Lázaro Betancourt, quien se desempeñó durante 20 años en la seguridad de Fidel Castro y en 1999 se asiló en Estados Unidos. Miami, 9 de febrero del 2001. Las dos caras de un fracaso En su libro Nuestros Años Verde Olivo, Roberto Ampuero describe en detalles las actividades de los dos principales encargados del PC en La Habana en 1974, Rodrigo Rojas y Orel Viciani. Sus biografías sintetizan los diferentes caminos que tomaron ex dirigentes del PC que se alejaron del partido tras el fracaso de su aventura armada. Ex director de El Siglo, Rojas, quien se trasladó a Alemania Oriental a mediados de la década del 70, cayó en desgracia en los círculos de Berlín Oriental y terminó sus días melancólicamente execrado por sus ex camaradas. Tras el regreso de la democracia, se desempeñó como periodista de rango menor en la Secretaría General de Gobierno de 1991 a 1996, cuando sufrió un derrame cerebral. Fallecería en 1999. “Murió amargado, convencido de que lo habían convertido en chivo expiatorio de los errores del FPMR”, relata uno de sus amigos. Viciani supo adaptarse mejor a los nuevos tiempos. Ex diputado del PC durante la UP y encargado de reclutar a jóvenes del PC para enrolarlos en las filas del FPMR -entre ellos a Ampuero, quien rechazó la oferta- actualmente se desempeña como jefe de la Unidad de Control de de la Subsecretaria de Desarrollo Regional en Rancagua. Aunque se había comprometido, finalmente no quiso dar su versión de los hechos a La Tercera, pese a insistentes pedidos. En todo caso, en el libro de Ampuero se relata que en los 90 cumplió misiones en el ministerio del Interior, repartición que se encargó secretamente de desarticular a los integrantes del FPMR, los mismos que él había reclutado en La Habana. Rodrigo Rojas, ex dirigente del PC en La Habana.
  • 8. Por Javier Ortega Por no haber sabido hacer la revolución en su país, los exiliados chilenos eran despreciados como cobardes por la dirigencia cubana. La única vía para expiar aquella pesada culpa parecía ser el acero de las armas. Esa presión política y sicológica fue crucial en el desarrollo del FPMR. Monumento a Salvador Allende en La Habana. Avenida de los Al subir a los buses verde olivo que los llevarían a la Escuela Presidentes, en el barrio de El Vedado. Militar Camilo Cienfuegos, en 1975, los estudiantes comunistas chilenos iban cantando a coro. En el campus de Girón de la Universidad de La Habana, toda la Facultad de Medicina fue testigo de la escena. La dirigencia cubana así lo había dispuesto. En la simbología castrista, era una señal de que comenzaba el largo camino en que la izquierda chilena expiaría sus culpas. Fue la única excepción al secretismo que, desde entonces, rodearía a todo el proyecto. Como ministro de Defensa y segundo hombre del régimen, Raúl Castro era el responsable de la formación de los oficiales chilenos, a los cuales se sumaría su yerno, Juan Maco Gutiérrez Fishmann, “El Chele”, actualmente prófugo de la justicia chilena por su participación en el secuestro de Cristián Edwards y en el asesinato de Jaime Guzmán. La Escuela Militar Camilo Cienfuegos era y es la más prestigiosa de Cuba. Desde ella egresan los hombres destinados a guiar a los tres ejércitos de la isla: el del Oriente, el del Centro y el de Occidente. Los chilenos entraron a un curso de un año destinado a perfeccionar a oficiales jóvenes para mandos superiores. Una vez graduados, se integraron sin distingos a la oficialidad isleña: vestían de verde olivo, cumplían turnos guardias y estaban bajo oficiales superiores cubanos. Casi todos pertenecían al PC. La excepción era un puñado de socialistas, “no más de diez”, asegura un protagonista de esos días. Fidel recalcó en el acuerdo de 1974 que sólo aceptaría socialistas en sus fuerzas armadas si el partido se lo pedía expresamente. Algo que nunca sucedió: con la pequeña excepción de los diez socialistas que ingresaron por decisión propia a las FAR, todos los combatientes del PS se entrenaron en los centros para formar guerrilleros del Ministerio del Interior cubano (Minint), lugares como “Punto Cero” y “Pinar del Río”, donde también se formaba el MIR. (Ver artículo pág. 11) “Para Fidel Castro tener al PC chileno aceptando la vía armada era tremendamente importante, una prueba irrefutable de que sus advertencias sobre el camino equivocado de Allende eran correctas”, señala un ex ministro (PS) de Patricio Aylwin que conoció de cerca esa realidad. El punto anterior es considerado clave por todas las fuentes consultadas por La Tercera respecto de las motivaciones emocionales del PC para embarcarse en la lucha armada, las cuales jugaron un papel que en buena parte se explica por el clima que encontraron en La Habana los exiliados y la represión que sufrieron en Chile a manos del nuevo régimen. Desde que habían llegado en sucesivas oleadas, los chilenos habían percibido dos facetas de la solidaridad cubana. La primera era una genuina intención por acogerlos. Pese a la mala situación económica del país, los chilenos recibieron departamentos y trabajos, postergando incluso a los cubanos. Por todos los rincones de la isla se comentaba sobre La Moneda incendiada, los cuerpos flotando sobre el Mapocho y los estadios deportivos convertidos en cárceles. Pero al mismo tiempo también existía y -con el tiempo adquiriría mayor intensidad- una reprimenda a su fracaso, a su derrota. Esto último se traducía en enrostrarle su falta de habilidad y, lo que es peor, de valentía para hacer su revolución. “Les faltó un Fidel y les faltaron cojones”, es una frase que muchos chilenos escucharon. En momentos de ira,
  • 9. como relata Roberto Ampuero, a los chilenos los trataban con uno de los más fuertes epítetos en Cuba: “Comemierda”. (1) Primero en voz baja, luego sin tapujos, las autoridades locales consideraban a la izquierda chilena, y especialmente a los comunistas, responsable de su derrota. No había sabido “defender sus conquistas”, era el dictamen. Los chilenos sufrieron el desprecio de una elite gobernante que, para muchos, es sobre todo “machista-leninista” y cuyo mayor orgullo es haber llegado al poder por las armas y ser una espina en la garganta de la mayor potencia militar del mundo. Fieles a la máxima de Ernest Hemingway -para quien “ser cobarde es la peor desgracia que le puede ocurrir a un ser humano”- los dirigentes de La Habana decían que no podían comprender que el golpe militar encontrara escasa resistencia, ni que los líderes de la UP huyeran sin “disparar un chícharo”, como dicen los cubanos. El propio Fidel Castro había comentado a sus cercanos que la de los chilenos no fue una “derrota productiva”, ya que, salvo Allende, ni siquiera dejó mártires, como su fracasado asalto al Cuartel Moncada, en 1953. Por “derrota productiva” entendía al menos un legado de héroes caídos en combate para servir de ejemplos de lucha a los sobrevivientes. Esa visión crítica de la dirigencia de la UP -sobre todo de aquellos que alardearon que iban a incendiar el país y luego huyeron sin resistir- caló hondo, especialmente en las nuevas generaciones. Más tarde se traduciría en un desprecio de los comandantes del FPMR por muchos jerarcas del PC, los mismos que los habían reclutado aceptando la oferta de Castro. Lo anterior es uno de los factores que explica la leyenda fabricada por Castro de que Allende había sido acribillado bajando los peldaños de La Moneda, disparando su ametralladora. “Los cubanos tienen un problema terrible con el suicidio, para ellos supone una cobardía, una derrota, pero en Chile tiene otra connotación”, recalca el hoy senador socialista Jaime Gazmuri en sus memorias. (2) “La visión de los cubanos del fracaso chileno era terrible y por ello se los humillaba constantemente”, dice el ex agente de inteligencia cubano, Jorge Masetti. “El razonamiento en Cuba era que los chilenos eran unos pendejos, lo que en Cuba quiere decir cobardes. Se decía que no habían defendido a Allende, que eso en Cuba no habría pasado. Y también se decía que Allende no había seguido los consejos de Fidel de golpear él primero a los militares”. (3) Incluso, los comentarios llegaban a la gente común. En más de una ocasión, cuando iba un chileno a una casa, no faltaba quien le dijera: “¿Y por qué no te quedaste a pelear?”. Contribuyó a exacerbar este clima de recriminaciones el que, en los primeros días, todos los chilenos fueron alojados en los más elegantes hoteles de la isla. En el Hotel Presidente de La Habana, el ambiente inicial era tan depresivo que, durante una reunión del comité de la Unidad Popular realizado en sus salones y después de haber escuchado largo rato los debates, uno de los chilenos miró el desorden en que estaban las instalaciones y dijo: “¿Y esta huevá querían hacer en Chile?”. (4) La culpa que sentían los chilenos bajo el sol del caribe se repetía también en Moscú y en Berlín Oriental, urbes donde se habían instalado las máximas cúpulas del PC y el PS, respectivamente. En esas naciones, sus anfitriones les recalcarían continuamente que ellos sí habían sabido aplicar la máxima de Lenin: “La revolución no sólo hay que conquistarla, sino que hay que saber defenderla”. Las cúpulas máximas de la izquierda chilena tomarían nota de esa discusión. Y es imposible entender lo que posteriormente sería el viraje del PC hacia la vía armada sin tener en cuenta esta fuerte presión sicológico-política. 1 Ampuero, Roberto. “Nuestros años verde olivo”. Barcelona, Editorial Planeta, 1999 2 Gazmuri, Jaime. “El sol y la bruma”. Santiago, Antártica Quebecor S.A, 2000. Pág. 85. 3 Serie de entrevistas a Jorge Masetti, ex agente de inteligencia cubano que formó parte de la elite política de La Habana. Buenos Aires, 4 y 5 de diciembre del 2000. Miami, 27 de noviembre del 2000, 9 y 10 de febrero del 2001. 4 Entrevista con un actual funcionario de gobierno que vivió en La Habana, donde ocupó un alto cargo en el PS
  • 10. La presión, por cierto, tenía mucha mayor fuerza en Cuba, la pequeña isla a pocas millas de Estados Unidos que se presentaba como “el primer territorio libre del continente” y que había prometido “diez, cien Vietnam”. Mientras en Alemania Oriental y la Unión Soviética fustigaban a los chilenos desde la palestra político-teórica, en La Habana simplemente se hablaba de “cobardes y poco hombres”. “La visión de los cubanos del fracaso chileno era terrible y por ello se los humillaba constantemente”, dice el ex agente de inteligencia cubano, Jorge Masetti. “El razonamiento en Cuba era que los chilenos eran unos pendejos, lo que en Cuba quiere decir cobardes”. Según Masetti, el único chileno al que admiraba la cúpula cubana era a Miguel Enríquez, el líder mirista, porque había muerto luchando. “Pero, incluso Enríquez era considerado demasiado teórico”, precisa. La historia de Humberto Sotomayor, el mirista que alcanzó a huir cuando el 5 de octubre de 1974 la DINA acorraló a Enríquez, revela con exactitud esta apreciación. Al llegar posteriormente a Cuba, Sotomayor fue sancionado y vilipendiado por no haber muerto con su jefe. Largos años le costaría reivindicarse de este estigma, trabajando como agente de los cubanos en diversas operaciones de riesgo por toda América Latina. En su libro, Masetti relata que en una misión para la inteligencia cubana en México su contacto fue Sotomayor. “Cuál no sería mi sorpresa cuando al abrirse la puerta descubro frente a mí a un tipo que años atrás, había dado muestras de cobardía abandonando a su jefe en medio de un enfrentamiento dándose a la fuga, sin hacer el más mínimo intento de proteger a uno de los dirigentes revolucionarios más íntegros y capaces de nuestra generación… No podía entender cómo los cubanos utilizaban a semejante elemento en tareas tan delicadas”. (5) En última instancia, el código más veraz para ser respetado por las cúpulas de La Habana era el “test de los cojones”. Así lo recoge el actual senador Gazmuri, en sus memorias. Según cuenta, su estrecha amistad con Manuel Piñeiro -jefe del departamento América, encargado de exportar la revolución en el continente- se debía a sus arriesgadas salidas clandestinas del país. “Pese a no estar de acuerdo conmigo en nada, me tenía buena porque yo pasaba el test de los cojones”. (6) Quien tal vez mejor representaba este fenómeno era el propio Manuel “Barbarroja” Piñeiro. El siempre había apostado por el MIR chileno y su lucha armada irreductible. Tambien alimentaba simpatías por el ala más radical del PS, liderada por Carlos Altamirano. En contraste, despreciaba a los comunistas. Los jóvenes chilenos que ingresaron a las Fuerzas Armadas cubanas se empaparían de ese espíritu, donde los códigos de honor se basan sobre todo en el valor personal, en ser “cojonudos”. En su libro, Norberto Fuentes describe en detalles esa mentalidad: el aprecio por la aventura, por símbolos de poder y status, como ametralladoras UZI, relojes Rólex, anteojos Ray-Ban, jeans y automóviles Lada con potentes motores arreglados. (7) No era una vida accesible para la gran mayoría de los exiliados. Un actual diplomático de la Cancillería chilena recuerda que las penurias económicas llevaron a la mayor parte de los chilenos a emigrar al poco tiempo, o apenas pudieron. La excepción a la regla fueron los llamados “chilenos VIP”: figuras importantes o emblemáticas, como la familia Allende y el ex GAP Max Marambio, sin duda el chileno que ha escalado más alto en la jerarquía cubana. Salir de Cuba, en todo caso, no era una tarea fácil. Había que obtener autorización del Comité Chile Antifascista, que en la práctica era una especie de consulado con poder para decidir el destino de los exiliados. La desconfianza Los organismos de inteligencia cubanos, obsesionados por evitar que se infiltraran agentes enemigos, tenían una especial política hacia los recién llegados. Todo exiliado de
  • 11. mediana importancia que llegaba a la isla era citado a una oficina del espionaje cubano ubicado en Miramar, a la altura de la calle 40. Allí, eran sometidos a un riguroso interrogatorio. “Teníamos que explicar nuestra biografía en detalles”, cuenta un residente de esos años. El entonces dirigente del Mapu Obrero Campesino, Enrique Correa, pasó algunas temporadas en la isla. Consciente del celo de los aparatos de seguridad, tenía por costumbre nunca hablar de temas delicados en su oficina. Correa prefería charlar en la calle, como lo atestigua un joven exiliado al que ayudó a salir de Cuba por medio de una invitación a una escuela de adoctrinamiento marxista en Alemania Oriental. Al igual que él, cientos serían los jóvenes chilenos que tomarían este camino. En este ambiente de vigilancia, dificultades y desprecio político, los dirigentes comunistas chilenos que llevaron a sus militantes para ingresar al Ejército cubano, vieron el hecho como una segunda oportunidad para limpiar su honor. Dos años después, en el pleno del PC chileno realizado en Moscú, varios sentirían que la afrenta de 1973 estaba a punto de lavarse. En el encuentro, un muchacho vestido con uniforme de combate se cuadró ante los viejos próceres de la colectividad y, en posición firme y tono marcial, solicitó permiso para tomar la palabra. Era Sergio Galvarino Apablaza Guerra, el “comandante Salvador”, el primer oficial chileno salido de las escuelas matrices de La Habana. Líder de una nueva generación cuya increíble historia y bautismo de fuego en combate merece otro capítulo de esta saga, “Salvador” también está prófugo por el secuestro de Cristián Edwards y el asesinato de Jaime Guzmán. 5 Masetti, Jorge. “El furor y el delirio”. Barcelona, Tusquets Editores, 1999. 6 Ibid, Gazmuri Jaime. Pág. 230. 7.- Fuentes, Norberto. “Dulces guerreros cubanos”. Tercera edición. Barcelona, Editorial Seix Barral, S.A, 2000. 457 pgs. 7 Fuentes, Norberto. "Dulces guerreros cubanos". Tercera edición. Barcelona, Editorial Seiz Barral, S.A, 2000. 457 pgs. Por Javier Ortega Los jóvenes comunistas chilenos fueron los primeros extranjeros a los cuales Castro les abrió las puertas de sus escuelas militares para formar oficiales de carrera, no meros guerrilleros. Con el tiempo, esos jóvenes se foguearían en Nicaragua, formarían el FPMR y se distanciarían de sus líderes del PC chileno, a quienes despreciaban como “viejos caducos”. La llegada de los chilenos a la Escuela Militar Camilo Cienfuegos, la más elitista y prestigiosa de Cuba, fue todo un símbolo de la importancia asignada por Fidel Castro a la formación del “ejército democrático chileno”. Hasta esa fecha, 1975, millares de revolucionarios de todo el mundo habían sido instruidos en centros de adiestramiento guerrillero de la isla, como Punto Cero, donde se formaron decenas de militantes del MIR a partir de fines de los 60. Sin embargo, al matricular al contingente del PC en la Camilo Cienfuegos, Fidel por primera vez abrió a un grupo extranjero las puertas de una escuela militar para oficiales de carrera. Se trataría ahora de una formación castrense en el sentido clásico, profesional, y no de simples insurgentes. “Fue un gesto absolutamente inédito: ya no se trataba de especialistas en sabotajes ni atentados, sino de la tentativa más audaz de crear un ejército paralelo en otro país”, señala un ex dirigente del PC, actualmente retirado del partido. “Los alemanes orientales, por ejemplo, dieron todo tipo de ayuda a la izquierda chilena, pero jamás permitieron que un chileno vistiera su uniforme militar”.
  • 12. La instrucción en la mejor de las academias militares cubanas fue una prueba difícil para los ex estudiantes de medicina: la mitad de los postulantes reprobaron. “Los chilenos compartían las aulas y los dormitorios con nosotros y estaban distribuidos sobre todo en artillería terrestre y antiaérea”, recuerda el ex capitán cubano Lázaro Betancourt, quién ingresó a la Camilo Cienfuegos en 1978 y desertó en 1999, en medio de una gira oficial a República Dominicana, cuando integraba el selecto aparato de seguridad de Fidel Castro. (1) Durante su instrucción, Betancourt no convivió estrechamente con el primer grupo de chilenos enrolados, ya que entró tres años después. Pero se encontró con muchos de ellos a lo largo de su carrera, en diferentes centros de adiestramiento. “Los en-trenamientos más intensos a los chilenos ocurrieron entre 1982 y 1986. Estuve con muchos de ellos en el Centro de Entrenamiento número 8, en Pinar del Río, y en Punto Cero, en Guanabo”, recuerda el militar. “En 1985 participé de simulaciones de golpes de mano contra cuarteles. Los chilenos tenían que atacarnos por sorpresa. En general, eran buenos militares. Su punto débil era la lucha en la montaña”. Además de la Camilo Cienfuegos, varios contingentes de chilenos pasaron por al menos cinco otras escuelas militares profesionales (Antonio Maceo, José Maceo, Instituto Técnico Militar, la Escuela Naval Granma y La Cabaña) y por los tres principales centros de formación de guerrilleros: Punto Cero, Cordillera de los Organos y Pinar del Río. 1 Entrevista a Lázaro Betancourt, quien se desempeñó durante 20 años en la seguridad de Fidel Castro y en 1999 se asiló en EE.UU. Miami, 9 de febrero del 2001. Desde blindados hasta pilotos de helicópteros A medida que transcurrió el tiempo, el destacamento chileno del PC se fue pareciendo cada vez más a un pequeño ejército a medida que Castro amplió su oferta, incorporando más centros de instrucción al proyecto. Un ex oficial chileno del Ejército cubano, hoy radicado en Alemania, estima que en 1982 se habían formado en la isla por lo menos 200 de sus compatriotas como oficiales, distribuidos en especialidades que iban desde blindados hasta pilotos de helicóptero. Cuando en 1979 el contingente chileno fue enviado a luchar en la guerra civil de Nicaragua, su número ya era considerable. En un informe del 3 de octubre de 1979, el secretario general del PC, Luis Corvalán, expresó a un funcionario de Alemania Oriental que los jóvenes del PC chileno entrenados en Cuba “pasaron con éxito por Nicaragua, aunque hubo que lamentar la muerte de dos de ellos. En total, hay 76 hombres nuestros que han alcanzado el grado de oficiales en las tropas sandinistas”, detalla un documento secreto hecho público luego del derrumbe de la RDA. (2) Según un ex exiliado que estuvo en Cuba en esos años y que conoció a varios reclutas, la temida Dirección General de Inteligencia cubana (DGI) también enroló a algunos chilenos, mediante un programa especial de ese organismo para captar a cadetes de la Escuela Camilo Cienfuegos como agentes, sin que se enteraran sus compañeros. Incluso, diez chilenos pasaron por la Escuela Naval cubana Granma. “Contábamos con todas las especialidades. Si el FPMR no llegó a tener pilotos de aviones de combate fue porque los pilotos cubanos se formaban en la Unión Soviética”, se jacta un ex frentista que en 1991 resultó gravemente herido en una acción en Santiago, donde fue el único sobreviviente. Con el correr de los años, decenas de otros chilenos pasarían por las aulas militares cubanas. La escuela José Maceo - destinada a la instrucción de tropas generales y ubicada en Santiago de Cuba - recibió en 1983 al único contingente de chilenos llegado íntegramente del interior de Chile. Como ese mismo año el centro trasladó sus instalaciones a un complejo militar en la Isla de la Juventud -frente a las costas del sur de Cuba- los miembros de esa generación fueron bautizados como “los jóvenes”. Mientras los “camilitos” tenían una formación militar estándar que completaron con cursos posteriores, los “jóvenes” accedieron a una formación completa de oficiales, partiendo como cadetes y egresando de alférez. Teórica y técnicamente eran mejor
  • 13. preparados. A fin de llenar todos los cupos disponibles en la isla, muy pronto el primer contingente de ex estudiantes de medicina se hizo pequeño, por lo que el PC chileno comenzó a mirar hacia su militancia en otros países. Gracias a esto, en 1976 la isla empezó a recibir a hijos de chilenos exiliados en Europa Oriental que también deseaban enrolarse. Como el programa era secreto, estos jóvenes simplemente “desaparecían” de sus ciudades de residencia alemanas o soviéticas. Muchas veces ni sus padres sabían que estaban en Cuba. Un ejemplo que marcó la senda de esta nueva oleada fue Raúl Pellegrín Friedman, el “comandante” José Miguel, quien en 1975 se trasladó con su familia desde Frankfurt para alistarse en la Camilo Cienfuegos. Tras destacarse en la insurrección nicaragüense, Pellegrín entró clandestinamente a Chile a fines del 83, como encargado máximo del naciente FPMR. Su cuerpo apareció en el río Tinguiririca en octubre de 1988, luego de comandar el asalto al retén Los Queñes. Varios indicios apuntan a que fue delatado por un compañero de armas que actuaba como infiltrado. Un ejemplo que marcó la senda de esta nueva oleada fue Raúl Pellegrín Friedman, el “comandante” José Miguel, quien en 1975 se trasladó con su familia desde Frankfurt para alistarse en la Camilo Cienfuegos. En la segunda mitad de 1981, al ya desarrollado destacamento de chilenos en La Habana se incorporaría una tercera generación que con el correr del tiempo sería considerada el cuerpo de fuerzas especiales del FPMR: los llamados “búlgaros”, que habían cumplido una acabada instrucción militar en la república socialista de Bulgaria. Cuando llegaron a Cuba, los “búlgaros” eran sólo 13, pero se distinguieron inmediatamente del resto por su excelente adiestramiento militar. De hecho, casi todos asumieron como instructores en los centros castrenses de la isla. Su origen se remonta a un centenar de campesinos chilenos que el 9 de septiembre de 1973 viajaron a la URSS para instruirse como tractoristas. Cuando vino el golpe, quedaron olvidados en la ciudad cosaca de Saporoche. “El resultado fue para esos pobres compañeros muy triste y a mi parecer inhumano”, relata Orlando Millas en sus memorias. (3) En total, los chilenos que se graduaron como oficiales en Bulgaria fueron 30, pero sólo 13 aceptaron la instrucción del partido de ir a Cuba, formulada por el ex senador Millas. Pese a que al interior de la colectividad era el mayor opositor a la vía armada, Millas viajó especialmente a la capital búlgara, Sofía, para plantearles el desafío a principios de 1981. A los que se negaron les advirtió que no podrían abandonar Bulgaria, a fin de evitar que el proyecto se filtrara. Producto de una formación mucho más pro-soviética, cuando los “búlgaros” llegaron a Cuba tuvieron roces con los oficiales chilenos que copaban el aparato y que estaban encabezados por “Salvador”, Sergio Galvarino Apablaza. 2 “Los documentos secretos de Honecker sobre Chile”. Revista Qué Pasa, 16 de mayo de 1996. 3 Millas, Orlando. Memorias “Una disgresión”, ediciones ChileAmérica, 1996, pg. 254. 4.- Ibid, entrevista a Lázaro Betancourt. La brecha con el PC Pese a toda esta política de instrucción masiva, el atentado a Pinochet, organizado por Cuba y por la cúpula del PC, fue una acción muy mal evaluada por los cubanos. Según recuerda Lázaro Betancourt, en una conferencia en Punto Cero los instructores cubanos reconstruyeron en detalles el atentado, como parte de un curso, y lo usaron como un ejemplo de lo que no se debe hacer. “Inexplicablemente usaron cohetes Low, pese a que disponían de lanzacohetes rusos
  • 14. RPG7, que habrían destrozado el auto de Pinochet. Lo peor es que los RPG7 fueron encontrados intactos por la represión chilena escondidos en cuevas (se refiere a Carrizal Bajo)”, relata Betancourt respecto del atentado, cuyos detalles inéditos serán abordados en otro capítulo de esta serie. (4) Pese a que los jóvenes militares mantuvieron su afiliación política, la directiva del PC en la isla fue perdiendo el control, y al final hasta el respeto, de los jóvenes. La consecuencia lógica fue que se convirtieron más en soldados de Castro que del PC chileno. “Para ellos la última palabra siempre la tenía Fidel”, recuerda un ex dirigente del PC en la isla. Un ejemplo del distanciamiento de esa generación es lo ocurrido con el hijastro de Volodia Teitelboim, Roberto Nordenflycht, “comandante Aurelio”, quien murió en 1989 cuando preparaba un atentado con explosivos al aeródromo de Tobalaba. Formado en Cuba como oficial de infantería mecanizada y blindados, Nordenflycht -pese a su parentesco- optó por el ala del FPMR que rompió con el PC en 1987. Nordenflycht pertenecía a la primera promoción de soldados formados en Cuba, que no sólo se forjó en un país que había hecho realidad el sueño de la revolución socialista por las armas, sino tambien participó activamente en otra guerrilla victoriosa: la revolución sandinista de 1979. El papel de los jóvenes reclutas de las FAR en el triunfo de los sandinistas contribuiría aún más a alejarlos de la tradicional cúpula del PC, que pasaron a ver con ojos cubanos: una generación de “viejos fracasados”, que no supieron hacer la revolución como corresponde, con armas en la mano.” Los jóvenes muy pronto aprendieron a mirar con desdén y hasta con sorna a sus viejos líderes partidarios. Mientras Volodia Teitelboim, Américo Zorrila y Rodrigo Rojas hablaban con orgullo de sus “muchachos verde oliva”, los reclutas se referían a ellos como “viejos huevones”, relata un ex integrante del FPMR formado en Bulgaria y que prestó servicios a Cuba hasta mediados de los 80. Lejos de hallarlos entre una cúpula dirigente que consideraban marcada por el fracaso de Allende, los referentes de los jóvenes oficiales del PC estaban entre ellos mismos. Es decir, entre aquellos que habían mostrado mayor valor o capacidad militar en Nicaragua, experiencia que marcaría al FPMR desde su auge y hasta su declive. En los campos de batalla en Nicaragua los chilenos no sólo participaron de una campaña victoriosa -que les abrió el entusiasmo por hacer lo mismo en Chile- sino también pelearon codo a codo con algunos de los principales militares de elite de Fidel Castro. En la segunda mitad de 1981, al ya desarrollado destacamento de chilenos en La Habana se incorporaría una tercera generación que sería el cuerpo de fuerzas especiales del FPMR: los llamados “búlgaros”, que habían cumplido una acabada instrucción militar en la república socialista de Bulgaria. Entre éstos estaban varios destacados oficiales cubanos que habían estado en Chile durante la UP, como los entonces coroneles de Tropas Especiales Tony de la Guardia y Alejandro Ronda. De la Guardia y Ronda -que no escondían su profundo desprecio por la “falta de cojones” de los líderes de la izquierda chilena durante el período de Allende- serían vistos como símbolos a seguir por los jóvenes chilenos. Tony de la Guardia (fusilado en 1989 por Fidel Castro) participó de muchas aventuras armadas con chilenos. Ronda, actualmente retirado, jugó un papel aún más importante. Dirigió la operación más ambiciosa lanzada por Fidel Castro durante el llamado “año decisivo” (1986): el desembarco de varias toneladas de armas en Carrizal Bajo, tema que será abordado detalladamente en otro capítulo de la serie. 4 Ibid, entrevista a Lázaro Betancourt.
  • 15. Por Javier Ortega Los jóvenes del PC no fueron los únicos chilenos que recibieron instrucción militar en la isla. Cuando los hombres del futuro FPMR se formaban en las FF.AA. cubanas, miristas y socialistas hacían lo mismo, aunque en las bases clásicas de entrenamiento guerrillero. Desde el punto de vista político, Castro había establecido un acuerdo tácito en las relaciones de Cuba con los chilenos. Mientras su hermano Raúl, Ministro de Defensa y segundo hombre de la isla, se hizo cargo de los jóvenes militares comunistas, “Barbarroja” Piñeiro -el líder del Departamento América, encargado de exportar la revolución- manejaba al MIR desde fines de los 60. El grueso de los socialistas recibió instrucción en tácticas de guerrilla urbana. La enseñanza era preferentemente en las calles habaneras, donde los aspirantes debían cumplir una serie de misiones ficticias, tras lo cual eran evaluados a puertas cerradas por sus instructores. Uno de estos lugares de entrenamiento era una casa en la calle 30 del barrio Miramar. El 27 de enero de 197”, el secretario general del PS, Carlos Altamirano, elevó un informe confidencial al máximo líder de la Alemania Oriental, Erich Honecker, detallándole los avances en tal sentido: “Cincuenta a sesenta compañeros han sido formados militarmente a lo largo de estos años en Cuba y la Unión Soviética. Actualmente, tenemos 30 compañeros siguiendo cursos militares en Cuba”. (1) Los miristas, en cambio, recibieron la mayor parte de su adiestramiento en técnicas de guerrilla rural, muy apreciadas por el castrismo y cuyos cursos se dictaban en bases especiales. La más importante era “Punto Cero”: un valle completamente cerrado, a 30 kilómetros al este de La Habana donde se enseñaban técnicas vietnamitas de combate rural, según relata el escritor cubano Norberto Fuentes (2). Allí se fraguó la fracasada “Operación Retorno” de 1980, mediante la cual el MIR intentó levantar un foco guerrillero al sur de Chile, siendo desarticulados por comandos del Ejército. También en 1980 llegó a Punto Cero un contingente de comunistas salidos clandestinamente de Chile para entrenarse. Ellos pasarían a ser después los mandos medios del Frente, ya que los comandantes se habían formado en el Ejército. 1 “Los documentos secretos de Honecker sobre Chile”. Revista Qué Pasa,16 de mayo de 1998. Entrevista a Norberto Fuentes, escritor cubano vinculado a los servicios de seguridad de Fidel 2 Castro hasta su salida de la isla en 1994. Miami, 10 de febrero de 2001. Revolución exportada Varios eran los grupos subversivos latinoamericanos que en la década del 70 recibían apoyo de Cuba. De hecho, prácticamente no hubo grupo revolucionario del continente que no tuviera a efectivos formados en suelo cubano. El MIR chileno, el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) argentino, los Tupamaros uruguayos, el M-19 colombiano, los “Macheteros” portorriqueños y el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) salvadoreño, son algunos de los mejores ejemplos. El propio Fidel Castro lo reconoció así en 1998, durante un seminario económico realizado en La Habana. “En el único lugar donde no intentamos promover la revolución fue en México. En el resto (de los países latinoamericano), sin excepción, lo intentamos”, sostuvo. A partir de 1979, luego del triunfo de la revolución sandinista en Nicaragua, la política cubana de exportar su revolución inició sus años de gloria, principalmente de la mano de Manuel “Barbarroja” Piñeiro y sus hombres del Departamento América. Según un informe del Departamento de Inteligencia norteamericano fechado en 1987 — desclasificado recientemente— al menos 27 grupos subversivos de América Latina mantenían nexos con la isla hasta esa fecha. Incluso, el analista de inteligencia cubano-americano Marcelo Fernández Zayas, quien nació en Cuba y conoció a figuras como el Che Guevara, afirma a La Tercera: “Fidel ha intervenido en todos los países de América Latina, incluyendo a México. Este último por orgullo no ha querido admitirlo. He tratado de calcular lo que Cuba ha gastado en estos empeños, pero es imposible. La cifra sobrepasa los mil millones de dólares”.
  • 16. El camino del Mapu A fines de 1973, el Mapu OC inició la formación de sus cuadros en Cuba. Al igual que el PC, reclutó a los jóvenes que habían enviado a estudiar medicina en La Habana. Pero su objetivo era muy distinto: instruirlos para que regresaran a Chile y colaboraran en la rearticulación del partido. Como el Mapu privilegiaba la vía política sobre la militar, la formación de estos grupos se orientó a técnicas conspirativas tales como chequeo y contrachequeo, con el objetivo de sobrevivir en el trabajo político clandestino. En sus memorias el senador Jaime Gazmuri, ex líder del Mapu OC, relata: “En la época de la clandestinidad más dura enviamos a algunos militantes a La Habana y a Moscú para formarlos en las escuelas de cuadros de esos países. Pasaban 6 u 8 meses (...) Los llamábamos “los salmones” porque después de un viaje tan complicados debían remontar la corriente hasta su lugar de origen”. Según Gazmuri, fueron “poco más de un centenar” y hasta el día de hoy los “cubanos”, -los entrenados en la isla- se reunen entre sí. (3) Un puñado de mapucistas que se habían adiestrado en “Punto Cero” ingresó clandestinamente a Chile, a mediados de 1975. Les habían hablado de una heroica resistencia y combates en las calles. “Pero nos encontramos con una nula resistencia y, peor aún, con una improvisación que llegaba a lo irresponsable”, afirma uno, que viajó a Chile más de cinco veces entre 1975 y 1976. Entre sus misiones de mayor peligro, este hombre recuerda la ocasión en que viajó a Italia - portando pasaporte falso y con el constante peligro de ser apresado- para entrevistarse con el encargado de su partido en Roma, Jaime Estévez. La cita no pudo realizarse porque Estévez se negó a ir, aduciendo que estaba estudiando y que no deseaba volver a ser molestado. Por razones de seguridad, los militantes del PC en las Fuerzas Armadas cubanas no debían tener contacto con los hombres del MIR y el PS. Pero como todos eran compatriotas en tierra extraña y unidos por el afán de derrocar a Pinochet, varios socialistas y miristas llegaron a conocer a algunos de los que después serían “comandantes” del Frente. Estos nexos se profundizarían luego de la caída de Somoza en Nicaragua, donde chilenos instruidos en Cuba ayudaron en la creación del estado sandinista. Ni socialistas ni miristas sospecharon entonces que, diez años después, cuando la democracia volviera a Chile, ellos mismos ayudarían a desarticular a sus camaradas del Frente Patriótico. Instalados en el gobierno democrático de Patricio Aylwin algunos de estos hombres -como el socialista Oscar Carpenter- serían clave a la hora de desarticular a los grupos extremistas, incluyendo a los comandantes del Frente, los mismos con quienes habían compartido en Cuba y Nicaragua. El tema será abordado en otro capítulo. 3 Gazmuri, Jaime. “El sol y la bruma”. Santiago, Antártica Quebecor S.A.2000. Pg. 187
  • 17. Por Cristián Bofill y Pedro Schwarze * El escritor Norberto Fuentes, que hasta 1989 integró el círculo más exclusivo del regimén cubano, revela detalles de la relación de Fidel Castro con Chile y los chilenos Su relato incluye la participación de oficiales de la isla en acciones como el desembarco en Carrizal Bajo y el atentado contra Pinochet. En su pequeño departamento en Coral Gables, el escritor cubano Norberto Fuentes parece añorar sus días de gloria en La Habana, cuando se codeaba con lo más graneado de la nomenclatura cubana, como el ministro de Defensa, Raul Castro, el general Arnaldo Ochoa y los hermanos Antonio (Tony) y Patricio de la Guardia. El mismo proceso que llevó al paredón a Ochoa y a Tony y a Patricio a una condena de 30 años de carcel, en julio de 1989, marcó el fin del reinado de Fuentes como el escritor favorito del regimen cubano. Tuvo mejor suerte que varios de sus compañeros de desgracia. Estuvo sólo algunos días en prisión y, gracias a las presiones de escritores e intelectuales extranjeros, Fidel Castro lo dejó salir del país en 1994. En realidad, Fuentes experimentó un mejor destino que sus amigos porque, en rigor, jamás tuvo importancia política o cargos de estatura. Pero, al pertencer a sus círculos en calidad de cronista, coleccionó numerosos secretos a lo largo de décadas de convivencia con Fidel Castro y muchos de sus importantes colaboradores. Uno de sus relatos más detallados de ese período es el libro Dulces Guerreros Cubanos (Ed. Seix Barral, 456 páginas, 1999). Tambien es autor de Hemingway en Cuba, un elogiado relato de los años pasados por ese escritor en la isla. Fuentes tambien convivió con varios chilenos, como Max Marambio, ex GAP, oficial de las Fuerzas Armadas cubanas, hombre de confianza de Fidel Castro y que actualmente goza de gran prosperidad empresarial obtenida gracias a sus inmejorables contactos en Cuba. El siguiente es un extracto de varias horas de entrevistas concedidas por Fuentes a La
  • 18. Tercera en Miami. Otras partes importantes de ese material serán reveladas en los próximos capítulos de esta serie. - ¿Qué sección del gobierno cubano manejaba la insurrección en América Latina? Fundamentalmente a través de tres departamentos. Uno era la Dirección General de Inteligencia (DGI), que trabajó mucho con los chilenos en los 60 y 70. El otro, y más importante, era el Departamento América, dirigído por Manuel “Barbarroja”, Piñeiro. Por último, estaba el Grupo de Operaciones Especiales (GOE), que después pasó a ser parte de la Dirección General de Operaciones Especiales (DGOE) que a su vez se dividía en dos: las Tropas Especiales y el Departamento Liberación. Tropas Especiales es lo mejor de lo mejor. “Así es Fidel: destruyó a Allende y ahora va a hacer lo mismo con Hugo Chávez en Venezuela” - ¿Por qué tantos organismos para un sólo objetivo? Fidel siempre tiene dos o tres medios para cada cosa. Tiene el Ministerio del Interior (Minint), el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (Minfar), el Instituto de Cine, el Instituto de Televisión. Como escritores tenía a García Márquez y me tenía a mí. La idea de todo esto es crear siempre competencia, una cosa muy sabia y muy inteligente de su parte. Fidel nunca se casa con una sola idea ni con un solo grupo. Siempre tiene varias cosas para distribuir y organizar. “Vilma (esposa de Raúl Castro) me pidió que escribiera un libro sobre el atentado a Pinochet y me entregó una caja con más de 60 horas de testimonios grabados”. - ¿Cuál de estos departamentos operó en Chile durante la UP? Los primeros cubanos que llegan a Chile eran la gente de las tropas especiales. La DGI y el Departamento América también operaron, con sus propios contactos, pero dominaba Tropas Especiales, esencialmente con la presencia de Patricio y Tony de la Guardia. Inmediatamente después del triunfo de Allende, los chilenos comenzaron a pedir armas y Cuba empezó a enviarlas por las valijas diplomáticas armamento. Recuerdo que eran tres fusiles AK 47 por valija. Iban seis o diez valijas por cada vuelo de Cubana de Aviación, que creo que eran dos veces a la semana. Ahí deben haber metido tres o cuatro mil AK- 47, que siempre iban en las valijas. Creo que hubo cargamentos en barcos también. +Tony, de la Guardia era el cubano encargado de distribuir las armas. - ¿Las armas eran principalmente para el MIR? Si, pero creo que se le dio equitativamente a todo el mundo. Pero el MIR no era parte del gobierno y le complicaba las cosas a Allende. Eso era parte de la estrategia. Fidel Castro se quedó deliberadamente tres semanas en Chile (durante su gira oficial, en 1971) para joder a Allende. El mismo se lo dijo a (general cubano Arnaldo) Ochoa y a “Tony”, (de la Guardia). Allende lo invitó por 10 días, pero Fidel estuvo tres semanas. No se movió de Chile hasta convencerse de haber minado a cabalidad y minuciosamente los cimientos del gobierno de la Unidad Popular, un gobierno que no había llegado al poder por la vía de la violencia revolucionaria, situación que a Fidel no le gustaba. Pero Allende simpatizaba con la Revolución Cubana... Es parte de la personalidad de Fidel la necesidad de ser el único. Desde el principio jugó para destruir a Allende. Incluso le penetró con agentes cubanos su entorno político, de
  • 19. seguridad y hasta familiar (como su yerno Luis Fernandez Oña, agente de la DGI que se casó con su hija Beatriz, quien se suicidó en La Habana en 1974). Fue un grave error de Allende dejarse penetrar en esa forma. Así es Fidel: destruyó a Allende y ahora va a hacer lo mismo con Hugo Chávez en Venezuela. - ¿Eso se notó sobre todo en su gira a Chile? Fidel se jugó una carta: fomentó una contrarrevolución. Se paseó por todo Chile desplegando el lenguaje tremebundo de la dictadura del proletariado inevitable, de las nacionalizaciones imprescindibles y de la lucha de clases impostergable. Sólo le faltó celebrar los progroms, los gulags, los paredones y el rodillo aplastante soviético ante su auditorio de comerciantes, viñateros, cultivadores de patatas, ganaderos y cerealeros, los que quedaban cada vez más palidecientes y aterrados ante el futuro inmediato que él les describía. Cuando Fidel viajó a Chile, “Tony”, era el jefe del grupo operativo que garantizaba su seguridad en el norte del país, desde Santiago hasta Iquique. Años después, muerto de la risa,+Tony, me describíó al Fidel de Chile como un Testigo de Jehová anunciando el apocalipsis. "En su parte cubana la operación y el desembarco del arsenal en las costas chilenas (Carrizal Bajo) fue todo un exito. El descalabro fue de los chilenos". - ¿Cómo fue la integración de los chilenos que llegaron a Cuba tras el Golpe? La mayoría tenía una vida bastante modesta en Cuba, una de las razones por las que muchos se fueron. Pero hubo otros que se hicieron oficiales de las Fuerzas Armadas, gente muy revolucionaria, muy dedicada a sus tareas. Hubo realmente muchos chilenos a los que se les entregó las tareas de importancia y que se hicieron cubanos en el mejor sentido de la palabra. - ¿Cual fue el chileno que más alto llegó? Sin ninguna duda, Max Marambio, conocido como “el guatón”. Participó de numerosas misiones con Tony de la Guardia, entre otras facetas de su curriculum que yo supongo no le gusta que se ventilen en Chile. La última vez que lo vi fue en su departamento en Paris, en 1987. Era un departamento de millonario, a la altura de los negocios de todo tipo que ha hecho en su larga carrera en los servicios de seguridad cubano. - ¿Cual era la relación de Castro con los dirigentes del FPMR? Los jovenes chilenos del FPMR eran los soldados de Fidel, que eran oficiales de las Fuerzas Armadas cubanas. Eran militares cubanos. - ¿Qué sabe de las dos principales acciones del FPMR contra Pinochet: la internación de armas en Carrizal Bajo y el atentado en su contra? El desembarco de Carrizal Bajo lo dirigió el general Alejandro Ronda, jefe de Tropas Especiales. Pese a que al final los arsenales fueron descubiertos, en su parte cubana la operación y el desembarco del arsenal en las costas chilenas (Carrizal Bajo) fue todo un éxito. El descalabro fue de los chilenos. - ¿Y el atentado contra Pinochet? Cuba tambien dirigió la operación, cuyo fracaso fue nuevamente un error de los chilenos. Sobre este tema casi escribí un libro, a pedido de Vilma Espín, la mujer de Raul Castro. Pero al final el proyecto se abortó. - ¿En qué circunstancias le pidieron que escribiera el libro?
  • 20. Fue despues de un viaje que hice a Nueva York, en diciembre de 1988. Llegué a un cóctel en el Palacio de la Revolución y mientras estaba conversando con Raul Castro se me acercó Vilma. Dijo que había escuchado recientemente grabaciones del atentado y que era una historia digna de una novela policiaca, que merecía ser escrita por alguien como yo. Me dijo tambien que sería un libro como el de García Marquez sobre la ida de Littin a Chile. No le di ninguna importancia, lo consideré una “monería” de Vilma, una tontería de mujeres. Le dije que lo iniciaría despues de mi regreso de Angola, donde iba a pasar el Año Nuevo. Al llegar, me encontré con una caja enviada por Vilma que contenía cintas de audio con unas 60 horas grabadas. - ¿Examinó las cintas? No tenía ningún ínteres en el tema. Las dejé en un rincón, pero a los pocos días llegó un chileno que conocíamos como “Manolo” a decirme que para el Frente era muy importante que escribiera el libro. Pero yo estaba escribiendo otro sobre Angola, tarea a la que me dediqué los cinco meses siguientes. Los cassetes quedaron ahí hasta que detuvieron a Ochoa a los De la Guardia y yo cai en desgracia. Uno de esos días llegó a mi departamento Alcibiades Hidalgo - jefe de gabinete de Raul Castro - y me exigió que le devolviera las cintas. A mí no me interesaban antes y mucho menos ahora que ya tenía suficientes problemas. Le dije: aquí están, llévatelas. Más de 40 entrevistados, algunos de ellos en más de 15 ocasiones, además de una veintena de libros y cientos de archivos desclasificados de la CIA, la RDA y la Unión Soviética, constituyeron la base de esta investigación. Salvo los archivos norteamericanos, todas estas fuentes surgieron al interior del mundo de la izquierda. Alina Fernández Nacida en La Habana en 1957, es hija de Fidel Castro y de Natalia Revuelta. Sólo a los diez años se enteró que el líder de la Revolución, quien acostumbraba a visitarla, era su padre. Hasta su salida de Cuba, Alina vivió en la isla, y fue parte del pequeño mundo de privilegiados en torno a Fidel. En ese ambiente, también conoció a chilenos del FPMR, uno de ellos estaba casado con su prima, Mariela, hija de Raúl Castro. Su nombre: Juan Gutiérrez Fischmann, “El Chele”, hoy buscado por el asesinato de Jaime Guzmán. En 1994 Alina abandonó el país. Radicada en Madrid, se convirtió en una detractora del régimen de su padre. Autora del libro Alina, memorias de la hija rebelde de Fidel Castro, La Tercera la entrevistó telefónicamente en dos ocasiones, en diciembre y enero del 2001. Ileana de la Guardia La hija mayor de Antonio de la Guardia, el oficial cubano fusilado en 1989, tenía 24 años al momento de la muerte de su padre. Junto a su esposo, el ex agente Jorge Masetti, logró salir de Cuba en 1990. Hoy vive en Miami, donde se dedica, entre otras cosas, a denunciar al régimen castrista sobre la base de la información que le entregó el
  • 21. hermano gemelo de su padre, el general Patricio de la Guardia, condenado a 30 años de cárcel en la purga de 1989. Durante su vasta carrera militar, los gemelos De la Guardia fueron los combatientes de mayor confianza de Fidel. De hecho, bajo el gobierno de la UP fueron los cubanos de mayor rango instalados en Chile. Ileana es autora del libro El nombre de mi padre, donde cuestiona la versión oficial sobre el juicio más polémico de las últimas décadas en Cuba. Habló con La Tercera en varias ocasiones, entre el 8,9, y 10 de febrero de este año, en Miami. Jorge Masetti Ex agente de inteligencia de Castro, la historia de Masetti -argentino de nacimiento- se funde con la de la Revolución Cubana. Su padre, Ricardo Masetti, fue amigo del Che Guevara y fundador de la agencia de noticias Prensa Latina. Tras su muerte, en 1965, Masetti se educó en La Habana bajo los vigilantes ojos de uno de los hombres más influyentes del régimen de Castro: Manuel “Barbarroja” Piñeiro, jefe del Departamento América quien lo apadrinó . En 1974 Masetti se convirtió en agente de los servicios de inteligencia cubanos, desplegando sus acciones en toda Latinoamérica. Si cercania con la nomenclatura cubana se acrecentó por su matrimonio con Ileana, la hija de Antonio de la Guardia, uno de los oficiales más cercanos a Fidel y que operó en Chile durante la UP. En 1989 “Tony” de la Guardia fue fusilado en La Habana, acusado por Castro de narcotráfico. En 1990 Masetti se exilió en Francia. En 1993 publicó el libro El furor y el delirio, donde revela las operaciones encubiertas del gobierno cubano. Hoy reside en Miami. La Tercera lo entrevistó en Buenos Aires, el 4 y 5 de diciembre del 2000, y en Miami. En esta última ciudad concedió dos largas entrevistas, el 27 de noviembre del 2000 y el 8,9 y10 de febrero del 2001. Lázaro Betancourt El ex capitán de Tropas Especiales -la unidad de elite a cargo de la seguridad de Fidel Castro- pidió asilo a las autoridades estadounidenses en República Dominicana, en abril de 1999, mientras acompañaba como escolta a Castro durante una visita oficial a ese país. Betancourt (38 años) reside hoy en Miami. Durante los 16 años que se desempeñó en Tropas Especiales, llegó a ser el segundo jefe antiterrorista de la escolta de Castro. Como militar de alto rango, Betancourt conoció de cerca a varios chilenos comunistas que ingresaron a las FAR cubanas a partir de 1975, primero en la Escuela Militar Camilo Cienfuegos y después como instructor de guerrilla en la base Punto Cero, Guanabo. La Tercera lo entrevistó en Miami, el 9 de febrero del 2001. Norberto Fuentes Escritor cubano y autor de una premiada biografía de Ernest Hemingway, Fuentes perteneció hasta 1989 al círculo más estrecho de Fidel Castro. Participó en varias acciones bélicas del Ejército Cubano - estuvo en Nicaragua y en Africa - y fue condecorado. Amigo personal del coronel de “Tropas Especiales”, Antonio de la Guardia, recorrió junto a él Europa y se internó en el mundo del tráfico de armas. Al estallar el caso Ochoa/De la Guardia, que culminó con el fusilamiento de ambos uniformados, a Fuentes se le prohibió salir de Cuba y estuvo preso. Debido a la presión internacional, logró salir de la isla en 1994. Hoy vive en Miami. Su último libro, Dulces guerreros cubanos (1999) revela algunos de los secretos mejor guardados del sistema cubano. Su figura no despierta unanimidad en el exilio cubano. Masetti, por ejemplo, lo acusa de estar todavía al servicio de Castro. La Tercera lo entrevistó en Miami en cuatro ocasiones, las dos primeras en noviembre de 1999 y las restantes en febrero del 2001.
  • 22. Rafael Nuñez Ex director del Organismo Internacional del Ministerio de Comercio Exterior cubano, este ex diplomático mantuvo estrechos nexos con la realidad chilena desde fines de la década del 60. Entre otros cargos, fue vicepresidente de la misión cubana en Chile durante la Unctad y estuvo siete meses en el país durante el gobierno de Allende, trabajando en la Cepal. Luego de caer en desgracia política, estuvo preso entre 1976 y 1988 en La Habana. Hoy vive exiliado en Estados Unidos. Fue entrevistado por La Tercera el 11 de febrero del 2001, en Miami. Los que pidieron reserva Tanto como los que hablaron con su nombre, en la reconstrucción de esta historia colaboró una veintena de otros entrevistados, todos ellos como testigos directos de los hechos. Ellos entregaron sus testimonios bajo la condición de que sus nombres se mantuvieran en reserva. La Tercera sólo identificó a algunos con el nombre político que utilizaban en el pasado. La siguiente es una nómina de algunos de los que más material aportaron a esta serie: “Ernesto Contreras”: ex miembro del comité central del PC y uno de los diseñadores de la Política de Rebelión Popular de Masas (PRPM) que dio nacimiento al FPMR. Estuvo en Cuba en 1974, en la dirección del PC en la isla. Luego de residir en Alemania Oriental se trasladó clandestinamente a Santiago y fue pieza clave en la implementación de la PRPM. Se alejó del partido en 1990. Hoy trabaja en una empresa privada. Ex frentista establecido en Europa: formado como oficial en el Ejército Búlgaro, este hombre llegó a La Habana en 1981, donde se integró al dispositivo militar del PC. Luego de tomar parte en las acciones más espectaculares del FPMR, resultó gravemente herido en una acción. Hoy vive en Europa. “Carlos”: ex militante del PC, se formó como paramilitar en la base cubana de Punto Cero. De regreso en Chile, ayudó a la implementación de la vía insurreccional del PC. Cuando se dividió el FPMR, encabezó el grupo que se mantuvo en el partido, en su calidad de “comandante” militar. Se fue del PC en 1990. Hoy vive en Santiago. “Manuel”: militante del Mapu OC, se formó en técnicas conspirativas en la base cubana de Punto Cero, en 1974. Volvió a Chile para cumplir misiones clandestinas de alto riesgo. Posteriormente, se estableció en La Habana, donde trabó amistad con varios miembros del FPMR. Actualmente trabaja como médico en un hospital santiaguino. “Alberto”: dirigente de una colectividad de izquierda exiliado en Alemania Oriental. Como otros compatriotas, fue contactado por la Stasi, la policía secreta de la RDA, y se convirtió por un tiempo en colaborador. Desencantado del socialismo, se trasladó a Alemania Federal, donde se vinculó a los servicios de inteligencia germano-occidentales. Hoy vive en Santiago. “Víctor”: ex oficial del FPMR formado como militar de carrera en Europa Oriental. Antes de ingresar clandestinamente a Chile estuvo en Cuba y en Nicaragua, donde luchó contra la guerrilla “contra”. Cuando sobrevino la división del FPMR permaneció leal al PC. Hoy vive en Santiago, donde mantiene contactos con otros ex frentistas. Por Roberto Ampuero * El escritor chileno relata la ocasión en que casi fue reclutado como parte del aparato militar que luego se transformó en el FPMR y critica el manto de silencio que ha predominado sobre el tema hasta hoy.
  • 23. Tuve por primera vez la certeza de que presenciaba momentos históricos el día en que vi desde la distancia el bombardeo aéreo de La Moneda, en cuyo interior resistía Salvador Allende. Tuve una sensación semejante en 1975, en una tarde asfixiante y húmeda de La Habana, cuando dirigentes del Partido Comunista chileno me citaron a una mansión de El Vedado para reclutarme como cadete para las escuelas militares de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba. Seríamos, supuestamente, los oficiales del ejército popular de un futuro Chile socialista. Ese día perdí definitivamente la confianza en la racionalidad de la dirigencia. Los aparatos de seguridad del régimen militar habían desatado una represión criminal y desarticuladora en contra de la izquierda, y en ese momento, dos años después del “golpe”, el partido apostaba por la “crítica de las armas”, la misma que había desechado sabiamente en el pasado. Ahora se proponía no sólo derrotar a las fuerzas armadas chilenas sino también instaurar el socialismo. Cuba era el ejemplo a seguir y la prueba de que aquello era posible. En una tarde asfixiante y húmeda de La Habana, dirigentes del Partido Comunista chileno me citaron a una mansión de El Vedado para reclutarme como cadete para las escuelas militares de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba. Guiado por un fogonazo de racionalidad, que se alimentaba de la convicción de que en Chile no bastarían unas columnas de rebeldes barbudos para derrotar al Ejército chileno y de que la Cuba de Castro no podía servir de forma alguna como modelo democrático ni económico para Chile, rompí desilusionado con la tienda política. Quizás a eso le deba que aún esté entre los vivos. Muchos compatriotas jóvenes, militantes de partidos de izquierda, ingresaron entonces voluntariamente a las FAR cubanas, se hicieron oficiales y combatieron en guerras de Centroamérica y Africa. Suponían tal vez que esa experiencia en los trópicos les serviría más tarde para tomar el poder en Chile. Algunos cayeron en tierras lejanas, otros decidieron olvidar para siempre ese pasado y hay quienes realizaron acciones armadas y terroristas en el país. Todos ellos son piezas de un sorprendente y vasto plan, fraguado por políticos, que fracasó, significó frustraciones y también sangre, y del cual la mayoría de los chilenos nada sabe. Si bien esa tarde habanera intuí que me hacían partícipe de un proyecto delirante — desembarcar en un futuro no lejano un ejército chileno revolucionario en nuestras costas para derrotar a la dictadura de Augusto Pinochet—, no fue sino muchos años más tarde que caí en la cuenta de que debía relatar ese episodio o nunca nadie lo conocería. No se trataba de impedir el olvido, porque sólo se puede olvidar aquello que se conoció, sino de algo más básico: relatar lo desconocido. Así nació la novela “Nuestros años verde olivo”. En 1996, mientras residía en Estados Unidos, comencé a escribirla convencido de que era inconcebible que trascurridos veinte años del surgimiento del embrión del ejército del exilio, nadie hubiese hablado al respecto. Parecía que la necesidad —muy justa, por cierto— de esclarecer la violación a los derechos humanos durante el régimen militar había eclipsado la memoria de la izquierda. Ibamos conociendo gradualmente la historia de la derecha bajo la dictadura militar, pero un manto de silencio cubría la otra historia, ésa de los errores, los actos heroicos y condenables de la izquierda. Bajo la dictadura, el relato de la historia había sido abordado como patrimonio privado de un sector de la sociedad. La historia que se enseñaba en los colegios y universidades desvirtuaba gran parte de lo que había ocurrido en los años setenta y ochenta. El régimen y sus ideólogos eran los únicos propietarios de la historia, los encargados de difundir su discurso, de destacar ciertos aspectos y de ocultar otros. En sectores de la izquierda, especialmente en aquel identificado con la vía armada, se impuso el mismo concepto autoritario de narrar la historia. Y ese concepto exigía mantener en secreto la creación en Cuba del nuevo ejército chileno. Primero, porque la lucha contra la dictadura así lo exigía, después, ya en democracia, porque el relato de
  • 24. esa experiencia, en verdad el silencio, era propiedad exclusiva de esa izquierda. Ella era la única indicada y legitimada para difundirlo, valorarlo u ocultarlo. Supongo que el silencio sobre esa etapa de nuestra historia se debe a que algunos intentan esconder su responsabilidad. Llama la atención que a sus dirigentes no les inquietó la idea de que los países tienen derecho a conocer toda su historia, y que es inadmisible que instituciones relevantes de una sociedad se arroguen la potestad de ocultar su historia, aunque constituya parte esencial de la historia nacional. Supongo que el silencio sobre esa etapa de nuestra historia se debe a que algunos intentan esconder su responsabilidad. Constituye, desde luego, la versión izquierdista de la postura derechista de “mejor demos vuelta la hoja y miremos hacia el futuro”. “Nuestros años verde olivo” pretendía colocar sobre el tapete una etapa trascendental y oculta de nuestra historia, a la que ni los historiadores, ni los políticos ni los periodistas habían dirigido una mirada escrutadora. Supuse que una novela podía dar el primer paso en la indagación de esa historia, y que el siguiente lo intentarían quienes estuviesen convencidos de que allí se encerraba algo valioso para entender nuestro presente y avanzar en la reconciliación nacional. Cuando este periódico me informó que mi novela le había servido de estímulo e hilo conductor a un grupo de periodistas para iniciar una acuciosa investigación de esa historia, en especial aquélla relacionada con el papel de la revolución cubana en la política chilena, sentí que mi obra comenzaba a dar los frutos esperados: echar a andar la indagación histórica para que el país pudiera extraer conclusiones y lecciones. No conozco la totalidad de la investigación, sólo los capítulos que el lector encuentran en este suplemento, pero tengo la impresión de estar ante una obra investigativa ágil, responsable, fundamentada y profunda, que sitúa al periodismo investigativo chileno en un nuevo nivel. Me enorgullece que “Nuestros años verde olivo” haya desencadenado una investigación de estas proporciones. La historia no es patrimonio de nadie y todos tienen derecho a conocerla. Es obvio que los reportajes generarán controversia, pero el debate sobre los años verde olivo de la izquierda es preferible al manto de silencio que algunos intentan mantener. Es preferible y necesario. * Roberto Ampuero militaba en el PC cuando se exilió en Cuba tras el Golpe. Se casó con la hija de uno de los hombres de confianza de Fidel, lo que lo vinculó a la clase influyente de La Habana. También vivió en Alemania Oriental. Ya alejado del PC, en 1999 escribió Nuestros Años verde Olivo, donde recrea todos los años que vivió en la isla.
  • 25. CAPITULO II BAUTIZO DE FUEGO: FIDEL MANDA A LOS CHILENOS A NICARAGUA Una invitación a la guerra “Estos sí que tienen cojones”, fue la reacción de Fidel Castro tras reunirse con medio centenar de chilenos entrenados en las Fuerzas Armadas Revolucionarias a fines de 1978, a quienes les ofreció ir a combatir a Nicaragua. Con esta invitación, los hombres del PC calmarían la inquietud que se anidaba entre sus filas, descorazonadas por no poder ir a combatir a Chile. Por Javier Ortega En 1978, tres años después de que en Cuba se iniciara el plan de formación militar para jóvenes exiliados chilenos en las Fuerzas Armadas Revolucionarias, cundía el desánimo entre los uniformados del PC. Pese a la generosa oferta de Fidel Castro de entrenarlos en los institutos militares de la isla para crear “un nuevo ejército democrático para Chile”, la desazón de no poder ir a combatir contra Pinochet había hecho mella incluso entre los líderes de estos jóvenes. El propio “Salvador” -Sergio Galvarino Apablaza, futuro jefe máximo del Frente Patriótico Manuel Rodríguez-, barajaba en esa época la posibilidad de abandonar las filas. Otros tantos ya habían expresado sus deseos de cursar su baja, relata un ex comunista formado en Cuba. Sin embargo, un acontecimiento internacional se convertiría en la “válvula de escape” para las fuerzas chilenas del PC. A fines de 1978, Fidel Castro necesitaba reforzar la ofensiva sandinista contra Somoza con oficiales calificados. La Habana había jugado un papel crucial en la insurrección -financió y entrenó a los tres grupos que formaban el Frente Sandinista de Liberación Nacional, creado a sus instancias-, pero no podía enviar un contingente cubano para no provocar una fuerte reacción de Estados Unidos. Limitado a proporcionar abastecimiento logístico, Castro movilizó a una serie de “voluntarios” latinoamericanos controlados por Cuba. Nicaragua era un trofeo muy preciado por el líder cubano, ya que estaba en vías de convertirse en el único país latinoamericano -después de Cuba- donde mostraba la viabilidad de que la izquierda llegara al poder por la vía de las armas. El “no” que marcó al MIR El primer pensamiento de Castro fue “invitar” al MIR chileno para ir a luchar en tierra nicaragüense. De todos los movimientos procrastristas de América Latina, este grupo siempre había sido considerado el hijo predilecto de La Habana. Nacidos bajo el influjo de la revolución cubana, los miristas cumplían con todos los requisitos pedidos por La Habana a sus seguidores: arrojo, radicalismo y lealtad irrestricta a la senda revolucionaria castrista. El MIR adoptó su bandera rojinegra en
  • 26. homenaje al Movimiento 26 de Julio cubano y durante la UP había compartido todas las tesis de La Habana respecto de que no existía la senda pacífica hacia el socialismo. Después del 11 de septiembre habían optado por una fiera -y suicida- resistencia armada, echando mano a “los fierros” tal como dictaba la manera cubana. Los líderes del movimiento chileno cumplían con el prototipo del revolucionario romántico acuñado por Fidel y el Che Guevara en la Sierra Maestra: brillantes, ilustrados y bien parecidos. En La Habana eran conocidos como la vanguardia “más sexy de América Latina”, según recoge el escritor mexicano Jorge Castañeda en su obra (1). Por ello, cuando el movimiento decretó un “repliegue táctico” tras la muerte de Miguel Enríquez en 1974, la isla recibió con los brazos abiertos a los diezmados cuadros que llegaron desde Chile. Los miristas comenzaron a preparar su vuelta al país en la llamada Operación Retorno en 1980 (ver recuadro) bajo los atentos ojos cubanos que pusieron a su disposición los centros de adiestramiento guerrilleros de Punto Cero y en la Cordillera de los Organos, en la zona occidental de la isla, relata el escritor Norberto Fuentes (2). Fue entonces cuando el propio Fidel le planteó a la cúpula mirista en Cuba que fueran a combatir a Nicaragua. Sin embargo, según relata un ex combatiente chileno, Castro recibió un balde de agua fría en el encuentro. “Nuestros cuadros se están preparando para ir a luchar a Chile y no a Nicaragua”, fue la respuesta de sus interlocutores, al rechazar la invitación del comandante cubano. La postura del MIR se comentaría profusamente en los círculos de la nomenclatura cubana, siendo considerada una afrenta para Castro. El episodio marcaría el inicio del declive de la influencia del MIR en Cuba y, por ende, en su lucha contra el régimen militar chileno. “En ese momento se quebró la confianza entre los seguidores de Miguel Enríquez y La Habana”, afirma un ex frentista que se enteró de los hechos por boca de los propios cubanos. 1 Castañeda, Jorge. La Utopía Desarmada, Editorial Ariel, S.A. 1995 Entrevista a Norberto Fuentes, escritor cubano vinculado a los servicios de seguridad de 2 Fidel Castro hasta su salida de la isla en 1994. Miami, 10 de febrero de 2001. “Estos sí que tienen cojones” Poco después, a fines de 1978, Castro se reunió en La Habana con medio centenar de comunistas chilenos egresados de las escuelas militares cubanas. También estaba presente Manuel “Barbarroja” Piñeiro, estrecho colaborador de Fidel y jefe del Departamento América. Aquel encuentro efectuado en una amplia sala de audiencias pasaría de boca en boca entre los chilenos que vestían el uniforme verde olivo hasta convertirse en una leyenda. Según relata un ex frentista que prestó servicios en Cuba y hoy reside en Europa, Castro destinó sus primeras palabras “a elogiosos comentarios sobre el entrenamiento de los chilenos y al valor que los sandinistas estaban demostrando en el combate y la posibilidad de que fueran derrotados por falta de especialistas militares”. Enseguida le planteó directamente a la audiencia la posibilidad de marchar en apoyo de los revolucionarios nicaragüenses. En la sala se produjo un silencio. “De repente, uno de los presentes comenzó a cantar la Internacional con el puño izquierdo en alto. Entonces, varios se pusieron de pie y lo siguieron, cantando con fuerza. Todos terminaron a coro, algunos emocionados hasta las lágrimas”, relata el ex frentista. Frente a tal reacción, Fidel hizo como que echaba pie atrás. Dijo que la decisión aún no estaba tomada; argumentó que tenía que consultar con la dirigencia del PC chileno, y que si ésta no estaba de acuerdo, él no podría hacer nada. La audiencia casi se vino abajo. “Empezaron a gritar que iban a ir igual. Vociferaron que al diablo con los ‘viejos’ del partido”. Satisfecho, Castro comenzó a caminar de un lado para otro. Y mirando a “Barbarroja” Piñeiro le comentó, lo suficientemente fuerte como para que lo oyera la audiencia: “Estos sí que tienen cojones”.
  • 27. La suerte estaba echada. El PC chileno no podría impedir que sus muchachos cumplieran con su bautismo de fuego en Nicaragua. Los jóvenes habían establecido su primera señal de independencia frente a la vieja guardia del partido. Y Castro contaba por fin con combatientes extranjeros para Nicaragua. Allá lucharía casi un centenar de chilenos, entre ellos “Salvador” -Sergio Galvarino Apablaza- y Raúl Pellegrín, el líder máximo del primer destacamento del Frente que llegó a Chile en 1983. La fracasada operación retorno En la mañana del 27 de junio de 1981, en una zona rural de Neltume, “boinas negras” del Ejército chileno emergieron de la vegetación y se dejaron caer sobre un puñado de tiendas de campaña. Se trataba del campamento guerrillero Toqui Lautaro, levantado por combatientes del MIR que habían vuelto del extranjero en 1980, con la misión de inaugurar en Chile la guerra de guerrillas. La acción dio inicio a una serie de escaramuzas que, cuatro meses después, dejaría un saldo de siete miristas muertos. Tras ello, casi la totalidad de los 30 miristas ingresados clandestinamente morirían, marcando el fracaso de la Operación Retorno que el MIR había fraguado en Cuba desde 1977. En 1977 el MIR decidió volver a pasar a la ofensiva y, como a lo largo de toda su trayectoria, todos sus pasos estratégicos fueron planificados en Cuba. El escritor cubano Norberto Fuentes -vinculado a los aparatos de inteligencia de Fidel Castro hasta su salida del país en 1994- afirma que el entrenamiento mirista se efectuó en la base de Punto Cero y en la Cordillera de los Organos, al oeste de la isla. “La idea al principio era crear los focos guerrilleros en plena Cordillera de los Andes, pero se hicieron pruebas y el equipo que se necesitaba doblaba el peso de los guerrilleros. Bastaría que el Ejército chileno estableciera un cerco para que se congelaran todos”, relata Fuentes (3). Finalmente, se optó por establecer dos focos en la Cordillera de la Costa: el Frente Uno de Neltume, en la provincia de Valdivia, y el Frente Dos, en la Cordillera de Nahuelbuta. Cuando fueron descubiertos, la retirada del campamento de Nahuelbuta se efectuó sin bajas. Pero el ataque a Neltume fue una completa sorpresa. Reagrupados en una columna, los miristas intentaron retroceder hacia un depósito de armas. Casi todos cayeron en sucesivas operaciones rastrillo. Uno de sus sobrevivientes, Jaime Castillo Petrucci, fue detenido en 1993 en Perú, acusado de dirigir el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA). Razones del fracaso Una de las versiones más difundidas respecto al fracaso de la Operación Retorno es la que asegura que los planes fueron filtrados desde Cuba a la CIA y a la CNI por el entonces encargado del Departamento América para Chile, Héctor “Humberto” Sánchez. Este hombre, que coordinaba la acción conspirativa entre la isla y Santiago, fue detenido en La Habana a comienzos de 1994. La izquierda chilena siempre ha interpretado este hecho como la prueba de su delación. “Se decía en Cuba que él entregaba a la CIA las fotocopias de los pasaportes adulterados de los miristas que se aprestaban a ingresar a Chile”, sostiene un socialista que vivió durante años en Cuba. Sin embargo, según cuenta un alto ex agente de inteligencia cubano, el encarcelamiento de Sánchez se debió, en realidad, a un escándalo sexual montado por sus pares del organismo Tropas Especiales. El episodio estuvo vinculado al secuestro de un oficial argentino en Panamá, en 1982, en el que participaron Sánchez y el Departamento América. Al enterarse de lo sucedido, el ministro del Interior, José Abrantes, montó en cólera. El momento fue aprovechado por Tropas Especiales -eterno rival del Departamento América- para desvestir, con ropaje de escándalo, las peculiaridades sexuales de “Humberto” Sánchez, quien terminó encarcelado. La debacle de la Operación Retorno también abarcó a las ciudades, donde cayeron muchos de los contactos y apoyos de los guerrilleros. Según cuenta un actual funcionario de gobierno que vivió en La Habana, en Cuba quedó un grupo de más de cuarenta niños y adolescentes abandonados a su suerte, hijos de los miristas muertos. Varios de los sobrevivientes del desmembrado MIR pasarían a una nueva etapa: el bandidaje y las operaciones encubiertas por encargo 3 Ibid., entrevista a Norberto Fuentes.
  • 28. Bautismo de fuego en Nicaragua Al menos 76 chilenos del PC lucharon junto a las tropas insurgentes de Nicaragua durante 1979. Después de ganarse la fama de militares “duros” y profesionales, en la hora del triunfo entraron con las tropas victoriosas a Managua. El paso militar por la guerra de Nicaragua marcó al FPMR desde su De todos los extranjeros que ayudaron nacimiento en La Habana hasta su declive en Chile. a los sandinistas, los chilenos eran los únicos que poseían una formación militar rigurosa, con sólidos El Batallón Chile avanzaba con dificultad. El fuego de la conocimientos en artillería terrestre y artillería y la aviación enemiga interfería continuamente en antiaérea, especialización a la que pertenecía el grueso del contingente su desplazamiento bajo el tórrido sol de Nicaragua. Pese a enviado por La Habana. ello, el casi centenar de chilenos destinados al Batallón Chile, en el Frente Sur marchaba entusiasmado bajo las órdenes del mítico comandante Edén Pastora. Estaban luchando por la revolución, y con el lenguaje aprendido en La Habana: el de las armas. El destacamento del Partido Comunista chileno había comenzado a desembarcar en Nicaragua a inicios de 1979, proveniente de Cuba. Muy luego -en mayo de ese año- el Frente Sandinista inició su ofensiva final, convirtiendo la lucha de guerrillas en una batalla regular. Desde el sur del país, las tropas chilenas participaron en las batallas más cruciales contra el gobierno dictatorial de Anastasio Somoza y, pocos meses después, entrarían victoriosas a Managua. Durante los seis meses de enfrentamientos, los chilenos se ganaron la fama de profesionales y “duros”. Después del triunfo sandinista en julio de ese año, muchos permanecieron en el país ayudando a la formación del nuevo Estado socialista. Al volver a La Habana, su bautismo de fuego en Nicaragua les permitiría demostrarles a los cubanos que ellos eran una generación de comunistas distinta a la que había sido derrotada en la UP. Ceremonia de comandantes sandinistas en Managua, después de la victoria. El tercero, de izquierda a derecha, es Raúl Pellegrín, quien tenía 21 años y combatió como “comandante Benjamín”. Pellegín murió en 1988, en el asalto al Retén Los Queñes. El líder natural de los jóvenes del PC, Sergio Galvarino Apablaza, “comandante Salvador” lideró el Batallón Chile. Posteriormente, Apablaza dirigiría el FPMR y hoy está prófugo por el asesinato de Jaime Guzmán.