Existe un amplio consenso en la importancia de las relaciones entre el ámbito escolar y el familiar, la coordinación y comunicación entre ambos escenarios se hace imprescindible y más si cabe cuando hablamos de alumnos con hiperactividad.
Cómo comunicarse con la familia de un niño hiperactivo
1.
2. Resolver las dificultades escolares requiere de una óptica de
conjunto y una atenta mirada a las relaciones entre los
intervinientes, adoptando una comunicación positiva, abierta y
continua para una adecuada búsqueda de soluciones desde el
trabajo colaborativo. En la actualidad vivimos un momento
socioeducativo muy cambiante en el que la educación escolar
amplía sus líneas de actuación hacia el ámbito familiar,
buscando establecer unidad entre familia y escuela a la hora de
llevar a cabo todo el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Sabemos que en numerosas ocasiones las dificultades
académicas y/o actitudinales del alumnado dentro del aula
suelen acabar enraizadas en dinámicas, pautas y situaciones
familiares que escapan y van más allá de la intervención
academicista dentro del aula. Es por ello que la familia y la
escuela deben conocerse, compartir planteamientos y trabajar en
la misma dirección. Los padres deben saber cómo es su hijo en
la escuela, qué hace, cómo se relaciona y a qué dedica el tiempo.
Los profesores deben entender que cada niño es único en tanto
que producto de un entorno familiar específico que presenta
rutinas, costumbres y hábitos propios e intransferibles, y que no
hay dos familias iguales del mismo modo que tampoco hay dos
alumnos iguales.
3. Una de las funciones básicas del profesor, especialmente del
tutor ayudado por el responsable de la orientación, es
asegurarse de que la familia y la escuela están coordinadas en
sus esfuerzos educativos. Y una de las mejores maneras de
conseguirlo es favorecer la participación e implicación de los
padres en la educación de sus hijos. Es común que el docente
encuentre en su trabajo con los alumnos dificultades, problemas
y demandas que solo puede resolver con el consenso y la
colaboración del entorno familiar.
Normalmente la escuela orienta a los padres y las madres a
través de un instrumento crucial de trabajo en la escuela con las
familias, que son las entrevistas familiares. Una entrevista con la
familia del alumno/a debe consistir en una reunión a la que
deben concurrir tanto el padre como la madre, el profesorado y,
en los casos en que se estime oportuno, otras personas como el
jefe de estudios, la dirección, orientadores, etc. Esta reunión
debe perseguir objetivos concordantes entre la familia y los
profesores y tener como fin la búsqueda conjunta de soluciones.
Durante los intercambios de información con los padres (ya se
trate de entrevistas personales, informes escritos,
comunicaciones telefónicas, etc.), el docente debe seguir una
serie de reglas básicas (Bazdresch Parada, 2000):
4. Las condiciones para el desarrollo de la
entrevista son muy importantes. Es muy
relevante ajustarse a los horarios de las familias,
sobre todo para aquellas que trabajan. El lugar
debe ser acogedor, cómodo y apropiado al tipo
de encuentro. Así por ejemplo, el aula es ideal
para que los padres se familiaricen con el
entorno en el que se educan sus hijos, pero el
despacho es más apropiado para tratar
cuestiones problemáticas dada su neutralidad. La
cita tiene que ser convocada con el suficiente
margen de tiempo como para que la familia
pueda organizarse.
5. Es fundamental, en la medida en que
tradicionalmente el padre suele estar ausente de
estas reuniones y la madre asume la
participación en estos encuentros, perdiéndose
con ello una importante fuente de reflexión y de
recursos de la figura paterna. Es vital que los
hijos con dificultades vean un trabajo de equipo
entre sus padres que aparecen ante ellos unidos
en tareas parentales reflexionando sobre las
diferentes opiniones y criterios, y estableciendo,
con la ayuda de los profesionales, un clima de
diálogo constructivo.
6. Que permita correr el riesgo a la familia de
exponerse, de mostrar parcelas íntimas sin
temor a la descalificación o a la
culpabilización. Es importante potenciar lo
mejor de cada uno de ellos. El docente debe
ser empático y cercano con los padres para
fomentar la interacción.
7. No es preciso, ni tiene sentido, ser indiscreto
haciendo a los padres del niño cuestiones
que se adentren en demasía en su vida
privada o en su relación de pareja. No
aportan en realidad ninguna información
significativa para la educación de los
pequeños.
8. El profesorado debe constituir un auténtico modelo de cómo ser buenos
comunicadores. Evitar conjeturas, juicios de valor y simplificaciones,
para los padres sus hijos son muy importantes, y por ello son
susceptibles, sensibles e influenciables ante cualquier detalle
relacionado con ellos. Se debe tener especial cuidado con los
comentarios que se hacen ante las apreciaciones e informes de los
padres, y con las explicaciones reduccionistas (tipo causa-efecto), sobre
la conducta de sus hijos. Así mismo, tratar de que el tono emocional de
la conversación familiar sea adecuado, desalentando la alteración
emocional entre las personas. Para que se produzca una adecuada
comunicación y se puedan beneficiar ambos contextos de sus
aportaciones, es necesario crear un contexto en el que los profesores
han de prepararse para establecer un diálogo en el que los padres se
sientan escuchados como expertos en sus hijos, y a la vez confieran la
autoridad necesaria a los profesores como expertos en educación. Un
diálogo en el que ambos agentes tienen mucho que aprender uno de
otro. Para ello es necesario desarrollar ciertas habilidades como la
escucha, liberarse de prejuicios, valorar los intentos de cambio, ser
capaces de pedir ayuda a los padres, no culpabilizar, y detectar y
transmitir los indicadores de lo que hacen bien.
9. Un lenguaje demasiado técnico y retórico es
innecesario y puede llegar a ser perjudicial,
pues establece distancia con los padres y,
además, habrá casos en los que éstos no
saquen nada en claro del encuentro. Se debe
ser lo más llano y claro posible para favorecer
la interacción y la comprensión mutua.
10. Es necesario que las comunicaciones no
verbales no entren en contradicción con el
discurso verbal para no evitar confusiones.
Así, por ejemplo, si el tema que se trata es
serio, se ha de hablar con total seriedad.
Mostrar "flexibilidad" y "firmeza" en función
de la situación que afrontemos en cada
momento.
11. Los profesionales han de estar atentos a las
dificultades que la vida familiar conlleva, no
olvidando que durante el ciclo vital de la
familia, ésta debe afrontar estrés, crisis,
cambios que de hecho inciden en cada uno
de sus miembros y, por supuesto, en el
alumnado.
12. Se deben evitar posturas derrotistas y los
contrastes con otros compañeros del niño. El
maestro tiene que transmitir tranquilidad,
partir de la idea de que toda situación puede
ser reconducida si se trabaja adecuadamente,
hacer comprender a los padres que cada niño
tiene su propio ritmo madurativo y que por
tanto, toda comparación de su hijo con otros
es simplemente absurda y engañosa.
13. Es crucial el trabajo en equipo que deben
realizar maestros/as, profesorado,
orientadores, maestros, especialistas de
pedagogía terapéutica y de audición y
lenguaje, etc., para afrontar las dificultades
escolares del alumnado y para encarar juntos
las conversaciones con las familias.
14. Pedir información sobre enunciados
generales, vagos, imprecisos, formulados por
los miembros de la familia, buscando
objetivos consensuados por los participantes
(plantear tareas posibles y realizables por
parte de la familia).
15. La LOE en su artículo 71 establece que
"corresponde a las administraciones
educativas adoptar las medidas oportunas
para que los padres de estos alumnos (con
necesidades específicas de apoyo educativo)
reciban el adecuado asesoramiento
individualizado, así como la información
necesaria que les ayude en la educación de
sus hijos".
16. Sáinz Gutiérrez, N. y cols. Entrevista familiar
en la escuela. Ediciones Pirámide, 2011.
LEY ORGÁNICA 2/2006, de 3 de mayo, de
Educación.