En esta precentación encontramos como atr vez del muraismo tambien se pudo hacer historia mostrando varios pensamientos con ayuda de pensamientos extrajeros
2. ¿QUÉ ES?
Es el nombre que dio la crítica de arte Teresa del Conde al conjunto de artistas mexicanos y
extranjeros radicados en México, que en la década de los 50 comenzaron a reaccionar contra lo
que percibían como los gastados valores de la Escuela Mexicana de Pintura, la cual aglutinaba a los
muralistas mexicanos
3. La llegada de las vanguardias y los remanentes de un contexto revolucionario. Es en este ir y venir que a
principios de la segunda mitad de siglo surgió una generación de artistas quienes buscaban escindirse
de los valores predominantes en el arte, dominado por la Escuela Mexicana de Pintura. El muralismo,
caracterizado por un nacionalismo exacerbado y un énfasis en lo popular, en lo mítico y en lo
revolucionario, empezó a desgastarse. Los valores postrevolucionarios perdían su causa cada vez más.
Por tanto, de forma necesaria y casi inevitable, nació una generación que promovía un arte con un
contenido mucho más apolítico y que respondía al contexto cambiante de la época. Se generó una
ruptura por los artistas jóvenes, definida por un cambio tanto formal como ideológico. Se buscaba la
vinculación con las tendencias internacionales, originalidad, nuevas formas de percibir el arte y
separarse de uno que había empezado como revolucionario pero que con el tiempo se había
convertido en académico
surgimiento
4. La generación de los 50 estuvo marcada por su oposición a la Escuela Mexicana de Pintura y los
organismos oficiales que la legitimaban.
Es gracias a esta generación que la pintura mural deja de ser representativa, y aunque los primeros pintores
no ofrecían verdaderas salidas, como Tamayo o Mérida, fueron el inicio de la lucha contra el Muralismo.
Posteriormente se encontraron con una situación más favorable. Se consolidó la ruptura y se habla de
neofigurativos y abstractos. Alberto Gironella, José Luis Cuevas, Francisco Corzas, como representantes de
lo neofigurativo, y Lilia Carrillo, Enrique Echeverría, Pedro Coronel y Vicente Rojo de los abstractos.
Los 50’s
Sin título (1959),
Fernando García
Ponce
Hombre con guitarra
(1950), Rufino
Tamayo
5. A década de los 60 estuvo alejada de la polémica, tuvo mucho más apertura, mayor información y más
oportunidades de viajar y conocer, con lo que se consolidó una generación que aunque no era uniforme,
ni se sabía como generación de la ruptura, -dada la primacía que se le da a la individualidad- compartían
intereses ideológicos. Esta generación se contagió de las vanguardias europeas; buscaban a un México
que fuera parte del progreso. Las generaciones jóvenes apoyaban una renovación, no sólo porque los
convencía sino porque la necesitaban.
Los 60’s
El ojo de
adivino
(1965),
Carlos
Meěrida
6. La ruptura si bien fue construida, también fue real. Compartió ciertos valores a pesar de no ser jamás
uniforme ni homogénea. No hubo una verdadera línea ni un verdadero movimiento que se reflejará
plásticamente. Sin embargo, fueron el producto de luchar contra el nacionalismo, el resultado de la
batalla contra la escuela mexicana de pintura, a pesar de hacerlo de una manera individual. No
tenían una continuidad, empezaron de la nada, pues no encontraban referentes con qué identificarse
de la vieja escuela mexicana.
Los pintores de esta generación tuvieron todavía unos años posteriores para construirse a sí mismos
como ruptura. Es cierto que innovaron y se defendieron, que crearon espacios y voltearon a ver lo que
en el mundo estaba pasando, pero también es cierto que gran parte de esto fue su propia visión
retrospectiva. No obstante, aun siendo homogéneos o no, las generaciones de los 50 – que alcanzaría
su consolidación en los 60- dieron una gran batalla teórica, terminaron con una etapa y comenzaron
otra, hicieron del arte una renovación contribuyendo a un rico y variado panorama del arte mexicano.
La ruptura