La pintura rupestre de la Prehistoria se caracterizó por figuras aisladas sin composición, naturalismo visual e intelectual, gran tamaño, policromía y trazos gruesos. En la pospaleolítica hubo composiciones dinámicas formando escenas, contornos finos, monocromía, planitud y esquematización perdiendo la función mágica. Ejemplos importantes son las cuevas de Altamira y Lascaux del Paleolítico y el abrigo de Valltorta del Mesolítico.