La santidad nace de la fe en Dios y de dejar que el Espíritu Santo actúe en nosotros. Aunque Dios nos ama individualmente y desea nuestra santidad, depende de nosotros dejar atrás los apegos terrenales y permitir que la gracia de Dios nos libere del pecado para participar en la santidad. El camino de la santidad requiere poner nuestra confianza en Dios ante las pruebas en lugar de perder la calma.