1. Ana de Rotterdam
El siguientes es el testamento que Ana de Rotterdam le dejó a su hijo,
Isaías, el 24 de enero, 1539 d. de J.C. Se lo presentó a él a las nueve de
la mañana cuando ella se preparaba para morir por el nombre y el
testimonio de Jesús. Rumbo a su muerte, Anna dijo al gentío allí
congregado: —Aquí tengo un niño de quince meses. ¿Quién lo quiere?
Voy a dar todo mi dinero al que le da un hogar (Anneken era de una
familia adinerada, pero había dejado todo para servir a Jesús) Un
panadero con seis hijos tomó al niño entonces, junto con el bolsillo de
dinero. Y así se despidió de su hijo, en la ciudad de Rotterdam.
Isaías, recibe tu testamento: Oye, hijo mío, la instrucción de tu madre;
abre tus oídos para oír las palabras de mi boca (Proverbios 1.8). Hoy yo
voy por el camino por el cual pasaron los profetas, los apóstoles y los
mártires, y beberé de la copa que todos ellos bebieron (Mateo 20.23).
Yo voy por el camino por el cual pasó Cristo Jesús, ese Verbo divino,
lleno de gracia y verdad, el Pastor de las ovejas, que es la vida. Él
mismo caminó por esta senda, y no por otra, y tuvo que beber de esta
copa, como dijo: ―Tengo que beber de esa copa y ser bautizado con ese
bautismo; y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla!‖ Habiendo
pasado por allí, llama a sus ovejas, y sus ovejas oyen su voz y le siguen
dondequiera que él vaya. Éste es el camino a la fuente verdadera (Juan
10.27; 4.14). Por esta senda caminaron los del real sacerdocio que
salieron de las tinieblas a su luz admirable y entraron en siglos de la
eternidad; y tuvieron que beber de esta copa (1 Pedro 2.9).
Por este camino pasaron los muertos que están bajo el altar, que
claman diciendo: ―¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas
y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra? Y se les dieron
vestiduras blancas, y se les dijo que descansasen todavía un poco de
tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus
hermanos, que también habían de ser muertos como ellos‖ (Apocalipsis
6.9–11). Éstos también bebieron de la copa, y han partido para gozar el
eterno descanso del Señor. Por aquí también caminaron los
veinticuatro ancianos que están alrededor del trono de Dios, que echan
sus coronas y arpas ante el trono del Cordero, y se postran ante él y
2. dicen: Señor, sólo tú eres digno de recibir la gloria y la honra y el poder;
que vengarás la sangre de tus siervos y ministros, y ganarás la victoria.
Engrandecido sea tu nombre, todopoderoso, que eras, eres, y serás
(Apocalipsis 4.8, 10–11).
Por este camino pasaron también aquellos que eran marcados por el
Señor, y recibieron la señal en la frente (Ezequiel 9.6); que fueron
escogidos de entre todas las naciones, que no se contaminaron con
mujeres (entiende eso), y siguen al Cordero por dondequiera que él va
(Apocalipsis 14.4).
Todos estos tuvieron que beber de la copa amarga, y así lo tendrán que
hacer todos aquellos que quieren completar el número y ser parte del
cumplimiento de Sion, la novia del Cordero, que es la nueva Jerusalén
que desciende del cielo (Apocalipsis 21.2), esa ciudad y ese trono de
Dios donde se verá la gloria del gran Rey, cuando se celebre la fiesta de
los tabernáculos en los días de eterno gozo y descanso (Zacarías 14.16).
Ninguno de éstos pudo lograr esto sin primero sufrir juicio y castigo en
la carne. Pues Cristo Jesús, la eterna verdad, fue el primero, pues dice
que él fue el Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo
(Apocalipsis 13.8).Y Pablo dice que le agradó al Padre llamar, elegir y
justificar a todos los que él predestinó desde la eternidad, y les
transformó según la imagen de su Hijo (Romanos 8.29–30). Nuestro
bendito Salvador también dice: ―El discípulo no es más que su maestro,
ni el siervo más que su señor. Bástale al discípulo ser como su maestro,
y al siervo como su señor‖ (Mateo 10.24–25). También Pedro dice:
―Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si
primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no
obedecen al evangelio de Dios?
Y: Si el justo con dificultad se salva, ¿en dónde aparecerá el impío y el
pecador?‖ (1 Pedro 4.17–18). Lee también Proverbios 11.31:
―Ciertamente el justo será recompensado en la tierra; ¡cuánto más el
impío y el pecador!‖ Con esto puedes ver, hijo mío, que nadie puede
llegar a la vida, excepto por este camino. Por eso, entra por la puerta
estrecha, recibe el castigo e instrucción del Señor, carga con su yugo y
3. llévalo con gozo desde tu juventud, con acción de gracias, regocijo y
honor. Pues el Señor castiga a todo hijo que acepta y recibe (Hebreos
12.6). Pablo sigue diciendo: ―Pero si se os deja sin disciplina, de la cual
todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos‖. Y no
recibirán la herencia de los hijos de Dios.
Si tú, pues, deseas entrar en el cielo y en la herencia de los santos, ciñe
tus lomos, y sigue en pos de ellos; escudriña las escrituras, y ellas te
mostrarán el camino que ellos tomaron (Juan 5.39). El ángel que habló
con el profeta dijo: ―Existe el caso de una ciudad edificada y situada en
un buen lugar, y llena de todo lo mejor. Pero la entrada a ella es
angosta, y está ubicada de tal forma que sería muy fácil caerse de ella,
pues al lado derecho hay un fuego, y a su izquierda, agua muy
profunda. Y el único sendero para entrar pasa por en medio del agua y
del fuego, y es tan angosto que sólo un hombre puede pasar a la vez. Si
esta ciudad le fuera dada a un hombre como herencia, y si nunca pasara
el peligro que hay en la entrada, ¿cómo pudiera recibir esta herencia?‖
(2 Esdras 7.6–9).
Fíjate, hijo mío, que este camino no tiene desvíos; no existen en este
camino pequeños senderos curvos; el que se aparta a la derecha o a la
izquierda, hereda la muerte. Éste es el camino que muy pocos hallan, y
aun menos caminan por él. Porque hay quienes perciben que éste es el
camino a la vida, pero les es demasiado difícil; la carne no quiere sufrir
tanto.
Por eso, hijo mío, no les prestes atención a las multitudes, ni camines
en sus caminos. Apártate de sus caminos, pues ellos van rumbo al
infierno, como la oveja al matadero. Como dice Isaías: ―Por eso
ensanchó su interior el Seol, y sin medida extendió su boca; y allá
descenderá la gloria de ellos, y su multitud‖ (Isaías 5.14). ―Porque aquel
no es pueblo de entendimiento; por tanto, su Hacedor no tendrá de él
misericordia‖ (Isaías 27.11). Pero dónde tú oyes hablar de una manada
pobre y humilde (Lucas 12.32) que el mundo desprecia y rechaza, únete
a ellos. Porque donde tú oyes hablar de la cruz, allí está Cristo; no te
apartes de allí. Huye de la oscuridad de este mundo; únete a Dios.
Teme sólo a él, guarda sus mandamientos, observa y cumple todos sus
4. mandatos. Escríbelos sobre la tabla de tu corazón, átalos a tu frente,
habla noche y día de su ley, y serás un bello árbol en los atrios del
Señor, una planta amada que crece en Sion (Salmo 92.13). Toma el
temor de Dios por padre, y la sabiduría será la madre de tu
entendimiento. Si sabes esto, hijo mío, eres bienaventurado si lo haces
(Juan 13.17). Observa lo que el Señor te ordena, y consagra tu cuerpo a
su servicio, para que en ti su nombre sea santificado, alabado,
engrandecido y glorificado.
No tengas pena confesarlo ante los hombres. No les tengas miedo a los
hombres. Es mejor perder tu vida que apartarte de la verdad. Y si
pierdes tu cuerpo, que es terrenal, el Señor tu Dios tiene otro mejor
preparado para ti en el cielo (2 Corintios 5.1).
Por tanto, mi hijo, esfuérzate por ser justo hasta la muerte, y ponte toda
la armadura de Dios. Sé israelita piadoso, aplasta bajo los pies toda
injusticia, el mundo, y todo lo que está en él, y ama sólo lo de arriba (1
Juan 2.15). Recuerda que no eres de este mundo, así como tu Señor y
Maestro no lo era (Juan 15.19). Sé discípulo fiel de Cristo; porque nadie
puede orar a menos que llegue a ser su discípulo (Colosenses 1.7; Juan
9.31). Aquellos que dijeron: ―Hemos dejado todo‖ también dijeron:
―Enséñanos a orar‖ (Lucas 18.28; 11.1). Por éstos oró Jesús, no por el
mundo (Juan 17.9). Cuando los del mundo oran, oran a su padre, el
diablo, y desean que se haga su voluntad, y así es. Por eso, hijo mío, no
llegues a ser como ellos; más bien recházalos y huye de ellos, y no
tengas parte ni compañerismo con ellos (Roma-nos 12.2; 2 Pedro 1.4).
No consideres lo que ven tus ojos, sino busca sólo las cosas de arriba
(Colosenses 3.1). Hijo mío, está atento a mi amonestación, y no te
apartes de ella. Que el Señor te haga crecer en su temor, y llene tu
entendimiento con su Espíritu (2 Pedro 3.18). Conságrate al Señor, mi
hijo; consagra toda tu conducta en el temor de Dios (Levítico 20.7). Y
todo lo que hagas, hazlo para la gloria de su nombre. Honra al Señor
con el trabajo de tus manos, y permite que la luz del evangelio brille en
ti. Ama a tu vecino. Con un corazón sincero y afectuoso, dale de tu pan
al hambriento, viste al desnudo, y no tengas dos de una cosa, pues
siempre hay alguien a quien le falta (Mateo 26.11). De la abundancia
5. que el Señor te da por medio del sudor de tu rostro, dale a aquellos que
sabes que aman al Señor (Génesis 3.19; Salmo 112.9). No retengas en tu
posesión estas bendiciones hasta el siguiente día, y el Señor bendecirá
el trabajo de tus manos y te dará su bendición por herencia
(Deuteronomio 28.12). Hijo mío, conforma tu vida al evangelio, y el
Dios de paz santifique tu alma y cuerpo para su gloria. Amén
(Filipenses 1.27; 1 Tesalonicenses 5.23).
Oh, santo Padre, santifica al hijo de tu sierva en tu verdad y mantenlo
alejado del mal, por causa de tu nombre, oh, Señor.
Después de esto selló su fe con su sangre, y así, como una heroína fiel
y seguidora de Cristo Jesús, fue recibida como miembro de los testigos
de Dios que fueron sacrificados.