1. EL HUNDIMIENTO DEL TITÁNIC CIEN AÑOS DESPUÉS
Como todo el mundo sabe, en la madrugada del 15 de abril de 1912, a las 2:20, se
hundía el Titanic en las frías aguas del Atlántico norte, cerca de Terranova. Fue el
trasatlántico más grande y lujoso hasta entonces conocido y del que se dijo que “ni Dios
podría hundirlo”. Pero, con un impacto similar de vulnerabilidad al del 11-S en 2001, la
muerte de casi 1.500 personas sobrecogió entonces al mundo entero. En un siglo que
tuvo millones de muertos en las dos grandes guerras; con numerosos exterminios
étnicos, religiosos o nacionalistas; desastres naturales de todo tipo o infinitas hambrunas
en amplias zonas del planeta, el naufragio resultó premonitorio. El hundimiento del
Titanic, prodigioso poema de Hans Magnus Ezenberger, lo dice ya en su Canto primero:
“Eso fue sólo el principio./ El principio del fin/ es siempre discreto”.
Cien años después, numerosos datos indican que la colisión pudo evitarse: parece ser
que no se le permitió al capitán reducir la velocidad de 23 nudos, excesiva para una
zona con placas frías, agravada la noche sin luna por una niebla gélida que dificultaba la
visión. De haber dispuesto de algunos segundos más, la nave hubiera podido evitar la
colisión. Y con algunos menos el choque hubiese sido frontal. Asimismo, si el oficial al
mando no hubiera virado al tiempo que daba la orden de parar el barco, permitiendo así
que impactara de frente y no como lo hizo de costado, posiblemente no se hubiese
hundido pues estaba diseñado para navegar con hasta cuatro compartimentos inundados.
Y naufragó al inundarse el quinto. La investigación posterior decretó que la nave no
hubiera colisionado con las máquinas avanzando a ralentí. Además, no se pidió socorro
hasta 47 minutos después del choque. En fin, una cadena de errores e infortunios -el
efecto Titanic- que llevaron al desastre.
Pero hoy, un siglo después de aquel trágico hundimiento, y tras los inmensos naufragios
mencionados, como ha escrito Jacques Attali, “el Titanic somos nosotros, es nuestra
triunfalista, autocomplaciente, ciega e hipócrita sociedad, despiadada con sus pobres,
una sociedad en la que (…) todos suponemos que, oculto en algún recoveco del difuso
futuro, nos aguarda un iceberg contra el que colisionaremos y que hará que nos
hundamos al son de un espectacular acompañamiento musical”. Por eso, esta
conmemoración podría fijar un marco de reflexión en torno a un pasado no tan lejano
que quizás pueda arrojar alguna luz en unos tiempos –los actuales- no tan distintos ni
tan distantes a los de 1912. Aquel barco, y la película de James Cameron lo describe a la
perfección, acabó simbolizando la arrogancia de un modelo socioeconómico lleno ya de
profundas contradicciones, entre ellas la flagrante desigualdad social que generaba y
que tan bien retrata la película. O la hipócrita moralidad, tan clasista y llena de
prejuicios, entonces imperante.
Desde aquí arranca el enfoque didáctico que el IES Mosatil de Elda está desarrollando
para conmemorar este centenario. Así, dentro del marco del programa plurilingüe que se
está llevando a cabo en el Centro desde 2007, ha organizado diversas actividades desde
los cinco departamentos de lenguas: inglés, francés, valenciano, latín y castellano. En un
proyecto con ánimo integrador con otras disciplinas científicas y humanísticas, se ha
recreado en el vestíbulo de entrada al instituto la famosa escalera del buque con algunos
personajes de cartón (el capitán y dos de sus viajeras) y una iluminación que la hace
más verosímil. Y también se ha confeccionado un calendario conmemorativo del
hundimiento del barco con fotos de los alumnos.
2. Las actividades culminan con el viaje cultural de un amplio grupo de alumnos a
Barcelona, donde se celebra este 14 de abril La noche del Titanic en el puerto de la
ciudad y donde acudirán después al Museo Marítimo a ver la exposición TITANIC,
THE EXHIBITION entre otros actos programados. Un proyecto, en fin, que ha contado
con la colaboración desinteresada de varios comerciantes eldenses emblemáticos y de la
Asociación de Padres del instituto.
Quiso el destino que, en este año del centenario, también otro barco terminase
naufragando en las costas italianas. Pero qué diferencia entre la actitud de ambos
capitanes: comparen si no la honrosa de Edward John Smith, al mando del Titanic y
último en morir, con la de Francesco Schettino, el tragicómico y hortera capitán del
Costa Concordia, de los primeros en abandonar una nave con 20 pasajeros muertos. Tan
increíble como desolador. Más que héroes o villanos, deberíamos rescatar de nuestro
fondo abisal, y poner en valor, esos ejemplos de dignidad y nobleza que tanto han
contribuido a humanizarnos. Hoy como ayer.
Rafael Carcelén