La revolución rusa de 1905 se debió a la crisis económica, la derrota militar contra Japón y el malestar social. Obreros, estudiantes, soldados y oficiales participaron en manifestaciones, huelgas y levantamientos como el del acorazado Potemkin, a pesar de la violenta represión del domingo sangriento. Como consecuencia, el zar emitió un manifiesto que convertía Rusia en un estado liberal pero el zarismo siguió dominando en la práctica hasta la revolución de 1917.