47. CUADERNO DE BITÁCORA: ÁMSTERDAM-BERLÍN
Sábado 16
Era temprano cuando partimos de Villablino en dirección a
Ámsterdam. Autobús, aeropuerto y avión con caras largas debido al cansancio
(bueno, algunos no tanto) y muchos, muchos gritos (sobre todo en el despegue,
¡cómo no!).
Llegamos al hotel de Ámsterdam quizás un poco más tarde de lo que habíamos
previsto, probablemente debido a que tuvimos que esperar un montón hasta que
nos dieron las habitaciones. Hace falta decir que aquellas habitaciones se
asemejaban quizás un poco a un albergue, con tantas literas y tanta gente en un
mismo cuarto. Pero, hey, ¿quién se va a quejar después de haber dormido tirados
por los suelos en el aeropuerto?
Ese mismo día partimos a patearnos la propia ciudad, eso sí, después de
hacernos con provisiones en un supermercado cercano.
Lo que más nos llamó la atención de la ciudad de los Coffee Shops, y creo
que puedo decir que por mayoría absoluta, fue la cantidad de bicicletas que
recorrían de un lado a otro la ciudad, tanto aparcadas como en marcha (y
debemos decir que alguno de nosotros casi muere atropellado por estos peligrosos
vehículos a pedal). En cuanto a los canales, recordaba a una Venecia más fría y
más norteña, pero con el mismo espíritu romántico de la ciudad italiana.
Visitamos el Bloemenmark, conocido por el Mercado de las Flores, pero
estaba cerrado. Ya entrada la noche, hicimos un tour por el famoso Barrio Rojo.
¿Hace falta hacer algún comentario sobre este lugar? Creo que se podría describir
como una zona muy… “diferente” a lo que estamos acostumbrados.
El día acabó con la visita a la Estación Central y un par de horas de tiempo
libre que algunos emplearon en ir a bailar al ritmo de música holandesa, otros
para practicar su inglés con otros turistas, y otros para socializar con camareros.
48. Domingo 17
Empezamos esta mañana con pocos ánimos debido a lo poco
que algunos habían dormido la noche anterior, pero fuimos ganando
energías a lo largo del día.
Visitamos el Rijmuseum, uno de los museos que contiene
grandes obras de arte de autores como Rembrand, Vermeer y Hald,
entre que los que podemos destacar La lechera, La Ronda de Noche, et
alii…
Después de comer cogimos un barco que nos llevó a dar una
vuelta de hora y algo por toda la ciudad a través de los canales. Vimos
multitud de edificios muy diferentes (y estrechos) lo que estamos
acostumbrados y tan típicos de Ámsterdam, y también muchos barcos
diferentes (incluso un trasatlántico gigantesco que nos hizo sacar
nuestra vena más Titanic).
Pateamos la cuidad hasta llegar a la casa de Anna Frank, la
cual había escrito un diario mientras estaba escondida con su familia
en unos compartimentos secretos tras la casa original debido a la
persecución que sufría debido a su condición de judía. Entramos en los
pasillos y habitación pequeñas en las que ellos mismos habían estado
refugiados, y nos impactamos de lo que tuvieron que vivir allí, sin
contacto con el exterior, apenas pudiendo ver la luz del sol o utilizar el
baño durante el día.
Este día se acabó con una cena a base de bocadillos en el parque
Vondelpark, cercano al hotel.
49. Lunes 18
Nos levantamos a horas indecentes (es decir, a
las cinco de la mañana), para coger el avión con
dirección Berlín. Estábamos tan cansados que
dormimos en unas escaleras, por lo que fuimos el punto
principal de los objetivos de las cámaras de todos los
visitantes del aeropuerto.
Ya en Berlín, comprobamos de primera mano que no
por ser un país del norte tenía que hacer frío.
Visitamos el Richtal, el Parlamento alemán que seguro
que a muchos les suena por ser el hogar de cierta
canciller rubia y un poquitín malvada. Subimos hasta
la cúpula de cristal y después nos fuimos a hidratarnos
en un Starbucks cercano. Tuvimos tiempo libre para ir
de compras, hasta que una tormenta nos sorprendió a
todos. Cuando cesó la lluvia, visitamos la puerta de
Brandemburgo y posteriormente el monumento al
Holocausto, partiendo después hacia el hotel, ya
buscando nuestro merecido descanso.
50.
Martes 19
Salimos a las diez de la mañana para visitar Alexander
Platz, una famosa plaza con una especie de mini-escultura
de un planetario con las diferencias horarias de todos lo
países.Por el camino, vimos el Ayuntamiento Rojo
(denominado así por el color característico de los ladrillos
que lo forman) y el Barrio de Nikolayev, uno de los más
antiguos de Berlín y que data del silo XIII. El grupo se
disgregó una hora: algunos subieron a la catedral y otros
quedaron plácidamente descansando en un jardín cercano.
Junto de nuevo, fuimos a visitar el Pergamun Museum,
donde se encontraba el Altar de Pérgamo, el Teatro de
Mileto y la Puerta del Mercado de Istar, en la antigua
Babilonia. Posteriormente nos montamos en un autobús de
dos pisos que nos dio una vuelta por el este y por el oeste de
Berlín, para luego ir al Checkcpoint Charlie, uno de los
puestos fronterizos que separaban las dos mitades de Berlín
en el siglo pasado.
51.
Miércoles 20
Este día amaneció bajo amenaza de lluvias. Amenaza que
se cumplió cuando visitamos el campo de concentración
de Sachsenhausen, en Oranienburg. Cada uno recorrió a su
ritmo el campo, y creo que puedo decir que a todos se nos
pusieron los pelos de punta en más de una ocasión debido a
la impresión que causaba aquel lugar en el que tanto daño se
había hecho.
Dejando ya las visitas macabras, nos reunimos por la tarde
con los compañeros de Toreno para entrar en Tacheles, un
antiguo centro comercial que había sido tomado por los
graffiteros de toda la ciudad y en el que ahora no queda ni
una sola pared, suelo, puerta o escalera sin pintar. Salimos
del edificio y tuvimos una hora de tiempo libre, para después
ir a la Plaza Gendarmenmark, en la cual se encontraban 'las
iglesias gemelas'' (una era de construcción alemana y otra de
origen fancés, pero eran prácticamente una copia entre sí) y
el Koncerthaus.Acabamos el día pasando por unaa antigua
iglesia derruida tras la II Guerra Mundial, aunque nos costó
encontrarla porque estaba rodeada de andamios que a todas
luces parecían un edificio normal y corriente.
52. Jueves 21
De nuevo el grupo se disgregó, y
unos fueron a ver lo que quedaba en pie
del muro de Berlín y otros se quedaron en
el hotel, esperando al autobús que nos
llevaría al aeropuerto. El viaje se hizo
bastante largo, ya que partimos del hotel
hacia las doce de la mañana y no
llegamos a casa hasta las dos de la
mañana, pero podemos decir que estuvo
lleno de emociones. Sin embargo, estoy
segura de que la mayoría de nosotros (si
no todos), recordaremos por siempre este
viaje de fin de curso. Y si no, bueno, pues
habrá que verlo por el lado positivo. Que
no todos los días se viaja al extranjero
con toda tu clase del instituto.