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Lección 10: Para el 10 de marzo de 2012

     LA PROMESA DE LA ORACIÓN




     Sábado 3 de marzo

           LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Colosenses 4:2; Romanos
           12:12; Mateo 26:34-44; Hebreos 11:6; Santiago 4:2; Juan 14:15; 1 Tesaloni-
           censes 4:3.

           PARA MEMORIZAR:
            “Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré, y él oirá mi voz” (Sal. 55:17).

           PENSAMIENTO CLAVE: En muchos lugares de la Biblia, Dios nos llama a
           orar, porque la oración es esencial en nuestro caminar con él.

     ELENA DE WHITE nos dice lo siguiente sobre la oración: “Nuestro Padre celestial
     está esperando para derramar sobre nosotros la plenitud de sus bendiciones.
     Es nuestro privilegio beber abundantemente en la Fuente de amor infinito. ¡Qué
     extraño que oremos tan poco! Dios está pronto y dispuesto a oír la oración
     sincera del más humilde de sus hijos [...]. ¿Qué pueden pensar los ángeles del
     cielo de los pobres y desvalidos seres humanos, que están sujetos a la tentación,
     cuando el gran Dios lleno de infinito amor se compadece de ellos y está presto
     para darles más de lo que pueden pedir o pensar y que, sin embargo, oran tan
     poco y tienen tan poca fe? Los ángeles se deleitan en postrarse delante de Dios,
     se deleitan en estar cerca de él. Es su mayor delicia estar en comunión con
     Dios; y con todo, los hijos de los hombres, que tanto necesitan la ayuda que
     solamente Dios puede dar, parecen satisfechos andando sin la luz del Espíritu
     ni la compañía de su presencia” (CC 93, 94).
         Esto resume todo, ¿verdad?
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68
Domingo 4 de marzo // Lección 10

EL PODER DE LA ORACIÓN
    Un día, un joven recibió una carta de un ex compañero de trabajo, que se
había jubilado varios años antes. Los dos operarios no se habían relacionado
bien: el mayor había tratado mal al otro. De todos modos, el que todavía traba-
jaba abrió la carta y comenzó a leerla. En ella decía: “Tú sabes, yo no entiendo
cómo opera la oración. Sin embargo, yo sé que debemos orar, y durante las
últimas semanas, al orar, llegué a convencerme de cuán mal te traté todo ese
tiempo. Estuve equivocado, en nada fui semejante a Cristo, y fui un muy mal tes-
timonio de mi fe. Yo sé que debería haber hecho esto hace mucho tiempo pero,
sinceramente, te pido disculpas. Tengo que reclamar el perdón de Cristo por lo
que hice, aunque no soy digno, y por eso te pido también tu perdón”.
    De muchas, esta historia ejemplifica el poder de la oración. No es tanto con-
seguir que Dios mueva montañas, aunque eso puede ocurrir. Se trata de que él
puede hacer algo aun más milagroso: cambiar el corazón humano.
    Como esa persona escribió, la oración no siempre es fácil de entender. ¿Por
qué pedirle a Dios algo, si él ya sabe todo? Dios ¿dejará de hacer algo a menos que
se lo pidamos primero? ¿Pueden nuestras oraciones cambiar lo que Dios hará?
    Aunque no entendamos cómo opera la oración, una cosa es segura: sin ella,
nuestro caminar con Dios está destinado al fracaso.

   Lee los siguientes textos. ¿Cuál es el punto que todos tienen en común?
Mat. 26:41; Luc. 18:1; 1 Tim. 2:8; 1 Tes. 5:17; 1 Ped. 4:7; Col. 4:2; Rom. 12:12.




    Como cristianos, se nos dice que debemos orar y orar a menudo. Que no
podamos comprender cómo actúa la oración es otra cosa. La mayoría de no-
sotros no entendemos cómo actúan las cosas, sean sagradas o seculares. Si
esperáramos hasta que pudiéramos comprender plenamente todas las cosas
con respecto a nuestra fe, entonces no sería realmente fe. La misma palabra
fe implica que hay elementos que están más allá de nuestra comprensión. No
obstante, una cosa de la que cualquiera que ora consistente y fervientemente –y
de acuerdo con la voluntad de Dios– puede testificar es que la oración puede
cambiar nuestras vidas, y lo hace.




   ¿Cómo comprendes la oración? ¿Cómo ha impactado tu vida? ¿Dónde estarías
   en tu caminar cristiano sin la oración?

                                                                                      69
Lección 10 // Lunes 5 de marzo

     JESÚS, EL MESÍAS QUE ORABA
        ¿Qué nos enseñan los siguientes textos acerca de Jesús y de la ora-
     ción? ¿Cuál es el contexto de estos versículos?
        Luc. 3:21, 22


        Luc. 9:28, 29


        Luc. 6:12, 13


        Heb. 5:7


        Mat. 14:23


        Luc. 22:31, 32


        Mat. 26:34-44




         Jesús, el Hijo de Dios, el que no cometió pecado, no tuvo faltas; el que vivió en
     perfecta armonía con la voluntad del Padre, tenía una poderosa vida de oración.
     (Los versículos recién citados no incluyen la oración de Jesús en Juan 17.) Si Jesús
     necesitaba orar a fin de tratar con las situaciones que afrontaba, ¿cuánto más lo
     necesitamos nosotros? El ejemplo de oración de Cristo nos dice cuán central es
     la oración en nuestra jornada con Dios. Es difícil imaginar que alguien tenga una
     relación con Dios sin que esa persona ore. Si la comunicación es vital para man-
     tener una relación con otras personas, ¿cuánto más si esa relación es con Dios?
     Jesús nos da un ejemplo. A nosotros corresponde elegir seguirlo.




        ¿Cuán sistemática es tu vida de oración? ¿Cuán fácilmente te distraes y no oras?
        ¿Oras en forma permanente o solamente cuando estás en dificultades? ¿Cómo
        puedes aprender a hacer que la oración sea más central en tu andar con Dios?

70
Martes 6 de marzo // Lección 10

LA ORACIÓN DE FE
   “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el
que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le
buscan” (Heb. 11:6). ¿Qué principios importantes nos enseña este texto con
respecto a lo que se requiere para orar, y qué significa eso para nosotros?




    En un sentido, la oración es una manera de ir a Dios, de abrirse a él. No
oramos para que Dios sepa lo que necesitamos; después de todo, Jesús mismo
dijo que “vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros
le pidáis” (Mat. 5:8). Oramos porque la oración es una manera de ejercitar y
de fortalecer nuestra fe en Dios, y hacerla más real y práctica. ¿Quién no ha
experimentado cuando una oración ferviente y sin vacilaciones, ofrecida con
un sentido de dependencia y necesidad, ha aumentado su fe, y profundizado su
relación con Dios?
    La oración es una manera de ayudarnos a vaciarnos del yo y morir cada
día. Es una manera de conectarnos con Dios en un nivel muy personal. Es una
manera de recordarnos que no somos propios, que hemos sido comprados por
precio y que, si dependiéramos solo de nosotros, caeríamos en este mundo, que
podría pisotearte en el barro y acabar contigo.

   Muy a menudo escuchamos la frase: “Buscar a Dios en oración”. ¿Qué
significa ella para ti? Ver Dan. 9:3, 4; Zac. 8:21.




    En gran medida, cada oración es un acto de fe. ¿Quién puede ver sus ora-
ciones extendiéndose al cielo? ¿Quién puede ver que Dios las recibe? A me-
nudo oramos sin ver resultados inmediatos; no obstante, continuamos teniendo
fe en que Dios nos oye y responderá de la mejor manera posible. La oración es
un acto de fe en el que vamos más allá de lo que vemos, sentimos o siquiera
entendemos plenamente.


   ¿Cuánto de tu vida de oración es un hábito estático, diferente de un hábito
   profundo y sentido de todo corazón? ¿Cómo puedes abandonar lo primero y
   llegar a lo segundo?

                                                                                 71
Lección 10 // Miércoles 7 de marzo

     PORQUE NO PEDÍS
         Una de las preguntas que a menudo hacen los que oran es: “¿Pueden mis
     oraciones realmente mover a Dios para hacer algo que, de otro modo, él no
     haría?” Es una pregunta lógica. Para responderla, todo lo que podemos hacer
     es ir a la Palabra de Dios y ver qué dice.

        Lee Santiago 4:2; Lucas 11:9 y 10; y Santiago 5:16 al 18. ¿Qué dicen
     estos textos acerca de nuestras oraciones y las acciones de Dios?




         Por mucho que nos cambie la oración, e impacte nuestra relación con Dios
     y con los demás, la Biblia es muy clara al decir que nuestras oraciones están re-
     lacionadas con lo que Dios hace. Pedimos y él responde, de una manera u otra.

        Lee Génesis 18:22 al 33. ¿Cómo vemos que este principio actúa aquí?




         Otra vez, cualesquiera que sean las dificultades filosóficas asociadas con
     nuestra comprensión de esta verdad, Dios responde a las oraciones humanas.
     Él dijo que lo hace, y tenemos que aceptar su palabra.

         “Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y
     oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos;
     entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su
     tierra” (2 Crón. 7:14). ¿Qué nos enseña este texto acerca de la oración?




          Sin embargo, nota que Dios no sanará su tierra solamente porque ellos lo
     pidan. Están llamados a orar, pero orar es solo un aspecto de un reavivamiento
     general de su parte.
          Tal vez, el ejemplo más importante de este principio es el siguiente: “Si con-
     fesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y
     limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9). Aquí vemos un vínculo sólido entre
     la oración (en este caso, confesión) y la acción de Dios en nuestra vida. Confe-
     samos nuestros pecados, y él los perdona: un proceso que también resulta en
     la limpieza que hace de nuestra maldad. La idea clara que está implícita aquí es
     que, si no oramos y no confesamos, no seremos perdonados. Sin duda, en estos
     casos, Dios actúa en respuesta a nuestras oraciones.

72
Jueves 8 de marzo // Lección 10

CUMPLIR LAS CONDICIONES
    Alguien está consumiendo una comida abundante, llena de grasa que baña
con una gaseosa. Termina su comida con una gran porción de helado de cho-
colate, cubierto con salsa de chocolate. Esa noche, antes de ir a dormir (con un
pequeño refrigerio antes de eso), se arrodilla para orar. Parte de su oración es:
“Señor, por favor, ayúdame a perder peso”.
    ¿Qué está mal en este cuadro?
    Podemos esperar que Dios responda nuestras oraciones, pero hay cosas que
necesitamos hacer. Necesitamos vivir nuestras oraciones; es decir, necesitamos
hacer todo lo que esté de nuestra parte para que sean respondidas. Esto no es
humanismo, ni es mostrar falta de fe. Por el contrario, es parte de vivir por fe.
    “Si toleramos la iniquidad en nuestro corazón [...] el Señor no nos oirá; pero
siempre será aceptada la oración del alma arrepentida y contrita. Cuando se
hayan corregido todos los pecados conocidos, podemos creer que Dios contes-
tará nuestras peticiones. Nuestros propios méritos nunca nos recomendarán al
favor de Dios: son los méritos de Jesús lo que nos salva, y su sangre la que nos
limpia; sin embargo, nosotros tenemos una obra que hacer para cumplir con las
condiciones de aceptación” (CC 95).
    La autora no dice que tenemos que ser perfectos para que Dios responda
nuestras oraciones. Además, nuestra aceptación ante Dios no se basa en nues-
tros méritos, sino solo en los méritos de Cristo. Lo que ella dice es que necesi-
tamos una actitud de fe, humildad y entrega a la voluntad de Dios, para que él
pueda obrar en nuestras vidas.

   ¿Cómo nos ayudan los siguientes textos a entender lo que significa
“cumplir con las condiciones? Ver Heb. 10:38; Deut. 4:29; Luc. 9:23; Juan
14:15; 1 Tes. 4:3.




    Tal vez, una condición necesaria para una vida efectiva de oración es
nuestro propio sentido de necesidad; de impotencia; de que somos pecadores
que necesitamos gracia, y que nuestra única esperanza está en el Señor. Ser
arrogantes, y estar seguros y llenos de nosotros mismos, es una receta para un
desastre espiritual.




   ¿Por qué cosas estás orando fervientemente? Mientras oras, pregúntate: ¿Qué
   podría hacer en forma diferente, que me brindara la respuesta que quiero con
   tanta desesperación?

                                                                                     73
Lección 10 // Viernes 9 de marzo

         PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: “La oración es el aliento del alma. Es el
     secreto del poder espiritual. No puede ser sustituida por ningún otro medio de
     gracia y conservar, sin embargo, la salud del alma. La oración pone al corazón
     en inmediato contacto con la Fuente de la vida, y fortalece los tendones y los
     músculos de la experiencia religiosa” (OE 268).
         “Cuando no recibimos al instante las mismas cosas que hemos pedido, de-
     bemos creer aún que el Señor oye y que contestará nuestras oraciones. Somos
     tan cortos de vista y propensos a errar que, algunas veces, pedimos cosas que
     no serían una bendición para nosotros, y nuestro Padre celestial responde con
     amor nuestras oraciones dándonos lo que es para nuestro mayor bien: lo que
     nosotros mismos desearíamos si, con visión divinamente iluminada, pudié-
     ramos ver todas las cosas como realmente son. Cuando nos parezca que nues-
     tras oraciones no son contestadas, debemos aferrarnos a la promesa; porque el
     tiempo de recibir contestación seguramente vendrá, y recibiremos la bendición
     que más necesitamos. Pero es presunción pretender que nuestras oraciones
     sean contestadas siempre en la forma precisa y según la cosa particular que
     deseamos. Dios es demasiado sabio para equivocarse y demasiado bueno para
     negar algo bueno a los que andan en integridad. Así que no temas confiar en él,
     aunque no veas la inmediata respuesta a tus oraciones” (CC 96).

           PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
         1. ¿Qué dices cuando alguien pregunta: “¿Por qué orar, si Dios sabe todas las
     cosas por adelantado?”
         2. ¿Quién no ha luchado alguna vez con el tema de las oraciones contes-
     tadas y no contestadas? Por ejemplo, alguien ora para que su automóvil no se
     rompa en un viaje y, cuando el auto no se daña, atribuyen las circunstancias
     felices a las oraciones contestadas. Eso es bueno. Pero ¿qué dices a la persona
     que también oró, en este caso para que su hijito no muriera, y sin embargo el
     niño muere? ¿Cómo entendemos estas cosas? ¿Podemos entenderlas?
         3. ¿Cuál es el lugar del Espíritu Santo en nuestra vida de oración?
         4. Imagina que llega una persona nueva a la clase, y pregunta: “¿Pueden
     enseñarme lo que significa orar? ¿Cómo debería yo orar? ¿Por qué debería orar?
     ¿Qué tengo que esperar cuando oro y qué no?” ¿Cómo le responderías?

        RESUMEN: Sin duda, hay muchas cosas acerca de la oración que no cap-
     tamos. Pero, los que oran saben de seguro esto: la oración cambiará su vida
     hacia lo mejor.
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  • 1. Lección 10: Para el 10 de marzo de 2012 LA PROMESA DE LA ORACIÓN Sábado 3 de marzo LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Colosenses 4:2; Romanos 12:12; Mateo 26:34-44; Hebreos 11:6; Santiago 4:2; Juan 14:15; 1 Tesaloni- censes 4:3. PARA MEMORIZAR: “Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré, y él oirá mi voz” (Sal. 55:17). PENSAMIENTO CLAVE: En muchos lugares de la Biblia, Dios nos llama a orar, porque la oración es esencial en nuestro caminar con él. ELENA DE WHITE nos dice lo siguiente sobre la oración: “Nuestro Padre celestial está esperando para derramar sobre nosotros la plenitud de sus bendiciones. Es nuestro privilegio beber abundantemente en la Fuente de amor infinito. ¡Qué extraño que oremos tan poco! Dios está pronto y dispuesto a oír la oración sincera del más humilde de sus hijos [...]. ¿Qué pueden pensar los ángeles del cielo de los pobres y desvalidos seres humanos, que están sujetos a la tentación, cuando el gran Dios lleno de infinito amor se compadece de ellos y está presto para darles más de lo que pueden pedir o pensar y que, sin embargo, oran tan poco y tienen tan poca fe? Los ángeles se deleitan en postrarse delante de Dios, se deleitan en estar cerca de él. Es su mayor delicia estar en comunión con Dios; y con todo, los hijos de los hombres, que tanto necesitan la ayuda que solamente Dios puede dar, parecen satisfechos andando sin la luz del Espíritu ni la compañía de su presencia” (CC 93, 94). Esto resume todo, ¿verdad? Distribuída por: RECURSOS ESCUELA SABATICA 68
  • 2. Domingo 4 de marzo // Lección 10 EL PODER DE LA ORACIÓN Un día, un joven recibió una carta de un ex compañero de trabajo, que se había jubilado varios años antes. Los dos operarios no se habían relacionado bien: el mayor había tratado mal al otro. De todos modos, el que todavía traba- jaba abrió la carta y comenzó a leerla. En ella decía: “Tú sabes, yo no entiendo cómo opera la oración. Sin embargo, yo sé que debemos orar, y durante las últimas semanas, al orar, llegué a convencerme de cuán mal te traté todo ese tiempo. Estuve equivocado, en nada fui semejante a Cristo, y fui un muy mal tes- timonio de mi fe. Yo sé que debería haber hecho esto hace mucho tiempo pero, sinceramente, te pido disculpas. Tengo que reclamar el perdón de Cristo por lo que hice, aunque no soy digno, y por eso te pido también tu perdón”. De muchas, esta historia ejemplifica el poder de la oración. No es tanto con- seguir que Dios mueva montañas, aunque eso puede ocurrir. Se trata de que él puede hacer algo aun más milagroso: cambiar el corazón humano. Como esa persona escribió, la oración no siempre es fácil de entender. ¿Por qué pedirle a Dios algo, si él ya sabe todo? Dios ¿dejará de hacer algo a menos que se lo pidamos primero? ¿Pueden nuestras oraciones cambiar lo que Dios hará? Aunque no entendamos cómo opera la oración, una cosa es segura: sin ella, nuestro caminar con Dios está destinado al fracaso. Lee los siguientes textos. ¿Cuál es el punto que todos tienen en común? Mat. 26:41; Luc. 18:1; 1 Tim. 2:8; 1 Tes. 5:17; 1 Ped. 4:7; Col. 4:2; Rom. 12:12. Como cristianos, se nos dice que debemos orar y orar a menudo. Que no podamos comprender cómo actúa la oración es otra cosa. La mayoría de no- sotros no entendemos cómo actúan las cosas, sean sagradas o seculares. Si esperáramos hasta que pudiéramos comprender plenamente todas las cosas con respecto a nuestra fe, entonces no sería realmente fe. La misma palabra fe implica que hay elementos que están más allá de nuestra comprensión. No obstante, una cosa de la que cualquiera que ora consistente y fervientemente –y de acuerdo con la voluntad de Dios– puede testificar es que la oración puede cambiar nuestras vidas, y lo hace. ¿Cómo comprendes la oración? ¿Cómo ha impactado tu vida? ¿Dónde estarías en tu caminar cristiano sin la oración? 69
  • 3. Lección 10 // Lunes 5 de marzo JESÚS, EL MESÍAS QUE ORABA ¿Qué nos enseñan los siguientes textos acerca de Jesús y de la ora- ción? ¿Cuál es el contexto de estos versículos? Luc. 3:21, 22 Luc. 9:28, 29 Luc. 6:12, 13 Heb. 5:7 Mat. 14:23 Luc. 22:31, 32 Mat. 26:34-44 Jesús, el Hijo de Dios, el que no cometió pecado, no tuvo faltas; el que vivió en perfecta armonía con la voluntad del Padre, tenía una poderosa vida de oración. (Los versículos recién citados no incluyen la oración de Jesús en Juan 17.) Si Jesús necesitaba orar a fin de tratar con las situaciones que afrontaba, ¿cuánto más lo necesitamos nosotros? El ejemplo de oración de Cristo nos dice cuán central es la oración en nuestra jornada con Dios. Es difícil imaginar que alguien tenga una relación con Dios sin que esa persona ore. Si la comunicación es vital para man- tener una relación con otras personas, ¿cuánto más si esa relación es con Dios? Jesús nos da un ejemplo. A nosotros corresponde elegir seguirlo. ¿Cuán sistemática es tu vida de oración? ¿Cuán fácilmente te distraes y no oras? ¿Oras en forma permanente o solamente cuando estás en dificultades? ¿Cómo puedes aprender a hacer que la oración sea más central en tu andar con Dios? 70
  • 4. Martes 6 de marzo // Lección 10 LA ORACIÓN DE FE “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Heb. 11:6). ¿Qué principios importantes nos enseña este texto con respecto a lo que se requiere para orar, y qué significa eso para nosotros? En un sentido, la oración es una manera de ir a Dios, de abrirse a él. No oramos para que Dios sepa lo que necesitamos; después de todo, Jesús mismo dijo que “vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis” (Mat. 5:8). Oramos porque la oración es una manera de ejercitar y de fortalecer nuestra fe en Dios, y hacerla más real y práctica. ¿Quién no ha experimentado cuando una oración ferviente y sin vacilaciones, ofrecida con un sentido de dependencia y necesidad, ha aumentado su fe, y profundizado su relación con Dios? La oración es una manera de ayudarnos a vaciarnos del yo y morir cada día. Es una manera de conectarnos con Dios en un nivel muy personal. Es una manera de recordarnos que no somos propios, que hemos sido comprados por precio y que, si dependiéramos solo de nosotros, caeríamos en este mundo, que podría pisotearte en el barro y acabar contigo. Muy a menudo escuchamos la frase: “Buscar a Dios en oración”. ¿Qué significa ella para ti? Ver Dan. 9:3, 4; Zac. 8:21. En gran medida, cada oración es un acto de fe. ¿Quién puede ver sus ora- ciones extendiéndose al cielo? ¿Quién puede ver que Dios las recibe? A me- nudo oramos sin ver resultados inmediatos; no obstante, continuamos teniendo fe en que Dios nos oye y responderá de la mejor manera posible. La oración es un acto de fe en el que vamos más allá de lo que vemos, sentimos o siquiera entendemos plenamente. ¿Cuánto de tu vida de oración es un hábito estático, diferente de un hábito profundo y sentido de todo corazón? ¿Cómo puedes abandonar lo primero y llegar a lo segundo? 71
  • 5. Lección 10 // Miércoles 7 de marzo PORQUE NO PEDÍS Una de las preguntas que a menudo hacen los que oran es: “¿Pueden mis oraciones realmente mover a Dios para hacer algo que, de otro modo, él no haría?” Es una pregunta lógica. Para responderla, todo lo que podemos hacer es ir a la Palabra de Dios y ver qué dice. Lee Santiago 4:2; Lucas 11:9 y 10; y Santiago 5:16 al 18. ¿Qué dicen estos textos acerca de nuestras oraciones y las acciones de Dios? Por mucho que nos cambie la oración, e impacte nuestra relación con Dios y con los demás, la Biblia es muy clara al decir que nuestras oraciones están re- lacionadas con lo que Dios hace. Pedimos y él responde, de una manera u otra. Lee Génesis 18:22 al 33. ¿Cómo vemos que este principio actúa aquí? Otra vez, cualesquiera que sean las dificultades filosóficas asociadas con nuestra comprensión de esta verdad, Dios responde a las oraciones humanas. Él dijo que lo hace, y tenemos que aceptar su palabra. “Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra” (2 Crón. 7:14). ¿Qué nos enseña este texto acerca de la oración? Sin embargo, nota que Dios no sanará su tierra solamente porque ellos lo pidan. Están llamados a orar, pero orar es solo un aspecto de un reavivamiento general de su parte. Tal vez, el ejemplo más importante de este principio es el siguiente: “Si con- fesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9). Aquí vemos un vínculo sólido entre la oración (en este caso, confesión) y la acción de Dios en nuestra vida. Confe- samos nuestros pecados, y él los perdona: un proceso que también resulta en la limpieza que hace de nuestra maldad. La idea clara que está implícita aquí es que, si no oramos y no confesamos, no seremos perdonados. Sin duda, en estos casos, Dios actúa en respuesta a nuestras oraciones. 72
  • 6. Jueves 8 de marzo // Lección 10 CUMPLIR LAS CONDICIONES Alguien está consumiendo una comida abundante, llena de grasa que baña con una gaseosa. Termina su comida con una gran porción de helado de cho- colate, cubierto con salsa de chocolate. Esa noche, antes de ir a dormir (con un pequeño refrigerio antes de eso), se arrodilla para orar. Parte de su oración es: “Señor, por favor, ayúdame a perder peso”. ¿Qué está mal en este cuadro? Podemos esperar que Dios responda nuestras oraciones, pero hay cosas que necesitamos hacer. Necesitamos vivir nuestras oraciones; es decir, necesitamos hacer todo lo que esté de nuestra parte para que sean respondidas. Esto no es humanismo, ni es mostrar falta de fe. Por el contrario, es parte de vivir por fe. “Si toleramos la iniquidad en nuestro corazón [...] el Señor no nos oirá; pero siempre será aceptada la oración del alma arrepentida y contrita. Cuando se hayan corregido todos los pecados conocidos, podemos creer que Dios contes- tará nuestras peticiones. Nuestros propios méritos nunca nos recomendarán al favor de Dios: son los méritos de Jesús lo que nos salva, y su sangre la que nos limpia; sin embargo, nosotros tenemos una obra que hacer para cumplir con las condiciones de aceptación” (CC 95). La autora no dice que tenemos que ser perfectos para que Dios responda nuestras oraciones. Además, nuestra aceptación ante Dios no se basa en nues- tros méritos, sino solo en los méritos de Cristo. Lo que ella dice es que necesi- tamos una actitud de fe, humildad y entrega a la voluntad de Dios, para que él pueda obrar en nuestras vidas. ¿Cómo nos ayudan los siguientes textos a entender lo que significa “cumplir con las condiciones? Ver Heb. 10:38; Deut. 4:29; Luc. 9:23; Juan 14:15; 1 Tes. 4:3. Tal vez, una condición necesaria para una vida efectiva de oración es nuestro propio sentido de necesidad; de impotencia; de que somos pecadores que necesitamos gracia, y que nuestra única esperanza está en el Señor. Ser arrogantes, y estar seguros y llenos de nosotros mismos, es una receta para un desastre espiritual. ¿Por qué cosas estás orando fervientemente? Mientras oras, pregúntate: ¿Qué podría hacer en forma diferente, que me brindara la respuesta que quiero con tanta desesperación? 73
  • 7. Lección 10 // Viernes 9 de marzo PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: “La oración es el aliento del alma. Es el secreto del poder espiritual. No puede ser sustituida por ningún otro medio de gracia y conservar, sin embargo, la salud del alma. La oración pone al corazón en inmediato contacto con la Fuente de la vida, y fortalece los tendones y los músculos de la experiencia religiosa” (OE 268). “Cuando no recibimos al instante las mismas cosas que hemos pedido, de- bemos creer aún que el Señor oye y que contestará nuestras oraciones. Somos tan cortos de vista y propensos a errar que, algunas veces, pedimos cosas que no serían una bendición para nosotros, y nuestro Padre celestial responde con amor nuestras oraciones dándonos lo que es para nuestro mayor bien: lo que nosotros mismos desearíamos si, con visión divinamente iluminada, pudié- ramos ver todas las cosas como realmente son. Cuando nos parezca que nues- tras oraciones no son contestadas, debemos aferrarnos a la promesa; porque el tiempo de recibir contestación seguramente vendrá, y recibiremos la bendición que más necesitamos. Pero es presunción pretender que nuestras oraciones sean contestadas siempre en la forma precisa y según la cosa particular que deseamos. Dios es demasiado sabio para equivocarse y demasiado bueno para negar algo bueno a los que andan en integridad. Así que no temas confiar en él, aunque no veas la inmediata respuesta a tus oraciones” (CC 96). PREGUNTAS PARA DIALOGAR: 1. ¿Qué dices cuando alguien pregunta: “¿Por qué orar, si Dios sabe todas las cosas por adelantado?” 2. ¿Quién no ha luchado alguna vez con el tema de las oraciones contes- tadas y no contestadas? Por ejemplo, alguien ora para que su automóvil no se rompa en un viaje y, cuando el auto no se daña, atribuyen las circunstancias felices a las oraciones contestadas. Eso es bueno. Pero ¿qué dices a la persona que también oró, en este caso para que su hijito no muriera, y sin embargo el niño muere? ¿Cómo entendemos estas cosas? ¿Podemos entenderlas? 3. ¿Cuál es el lugar del Espíritu Santo en nuestra vida de oración? 4. Imagina que llega una persona nueva a la clase, y pregunta: “¿Pueden enseñarme lo que significa orar? ¿Cómo debería yo orar? ¿Por qué debería orar? ¿Qué tengo que esperar cuando oro y qué no?” ¿Cómo le responderías? RESUMEN: Sin duda, hay muchas cosas acerca de la oración que no cap- tamos. Pero, los que oran saben de seguro esto: la oración cambiará su vida hacia lo mejor. Distribuída por: RECURSOS ESCUELA SABATICA 74