Este cuento cuenta la historia de Lluís, un escarabajo pelotero que vive en la ciudad. Lluís forma bolas de estiércol para alimentar a sus crías, pero dos perros siempre lo molestan y empujan sus bolas. Un día, Lluís forma una bola enorme justo antes de que empiece a llover torrencialmente. Mientras los perros y su dueño se mojan bajo la lluvia, Lluís se ríe a salvo dentro de su gran bola de estiércol, demostrando que incluso los más pequeños a
SESIÓN DE APRENDIZAJE Leemos un texto para identificar los sinónimos y los an...
Nunca se es inútil-Lluís el escarabajo
1. S E G O N A L E C T U R A D E
L L E N G U A C A S T E L L A N A
NUNCA SE ES INÚTIL
Lluís, el escarabajo pelotero, no había tenido hasta el momento una vida fácil. La ciudad había
cambiado mucho. Desplazado de su descampado natural hacia un gran mar de hormigón, ahora sobrevivía
comiendo restos microscópicos de basura e inmundicias en el barrio de La Bordeta. En medio de los altos
edificios y rodeado por un ejército de coches, Lluís ya no podía campar a sus anchas. Años atrás había
podido desplazarse sin miedo a ser aplastado desde su cañizar preferido hasta la acequia cercana
empujando la bola de excrementos que con paciencia había formado sin miedo a ser aplastado. Ahora, sin
embargo, los constantes rumores de los coches circulando a elevada velocidad en la ciudad hacían que
viviese sumergido en un mar de nervios y de miedo sin fin.
En más de una ocasión había tenido que abandonar la enorme bola que tanto le había costado formar
y huir despavorido porque, si no lo hacía, una bici, un taxi o un autobús le convertían en papilla
inmediatamente. El estrépito en las calles era ensordecedor, y solo cuando la noche caía disponía de un
poco de tranquilidad para salir a por más estiércol con el que formar nuevas bolas y poder alimentar así a
sus crías, a sus larvas.
Aparte del bullicio y el evidente peligro que suponía la constante presencia de coches, Lluís tenía dos
enemigos que siempre se burlaban de él. Se trataba de dos bellos y esbeltos podencos, un macho y una
hembra, Judit y Joan. Su dueño los sacaba regularmente a la calle con el fin de que hiciesen sus
necesidades, pero también para que se pudiesen lucir. Los podencos miraban siempre a Lluís con
desprecio; primero lo olisqueaban y, a continuación, lo empujaban con el hocico alejándolo de la bola que
tanto le había costado moldear. Lluís estaba harto, pero sabía que solo era un escarabajo pelotero y no
podía competir con tan bellos animales.
Un buen día, bajo un cielo que amenazaba tormenta y que anunciaba lluvias torrenciales, el
escarabajo pelotero salió como siempre a hacer su tarea. Esa mañana, la bola que Lluís consiguió formar
2. era enorme, mucho más grande que él. La bola tenía un tamaño equivalente a cinco veces el cuerpo del
pequeño escarabajo. A mediodía, los podencos salieron como siempre a lucirse y a burlarse de Lluís. El
dueño de los perros los había llevado a la peluquería canina, así que Judit y Joan lucían un estupendo
corte y olían divinamente. Todo el mundo contemplaba su porte y belleza.
Entre burlas y empujones, el escarabajo Lluís consiguió conservar la enorme bola que había formado
a su lado. Los perros no se cansaban de insultar y molestar, hasta que repentinamente algo sucedió...
De pronto, como si los cielos quisieran expresar una rabia contenida, los temibles nubarrones grises
empezaron a rugir y enormes gotas de lluvia de desplomaron con fuerza hacia el suelo. Empezó a llover a
mares, a caer granizo y decenas de rayos desgarraron la atmósfera. Los podencos y su dueño no sabían
dónde meterse. Su corte de pelo, su magnífico cuerpo y sus aires de superioridad no les sirvieron para
nada: aunque intentaron esconderse y huir, la lluvia los atrapó y quedaron empapados y sucios en un
instante.
Mientras todo esto sucedía, Lluís se reía a carcajada limpia desde el interior de su bola de estiércol.
Había hecho un agujero en la esfera y se había metido dentro. Así, tranquilamente, observó calentito y
fuera de peligro cómo los dos presumidos podencos recibían su merecido y pasaban de ser perros modelo
a perros mojados en un santiamén.
Hay que tener, pues, siempre en cuenta, que quien ríe el último ríe mejor.
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