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La ética profesional
La ética profesional pretende regular las actividades que se realizan en el marco de una profesión. En
este sentido, se trata de una disciplina que está incluida dentro de la ética aplicada ya que hace
referencia a una parte específica de la realidad.
Cabe destacar que la ética, a nivel general, no es coactiva (no impone sanciones legales o normativas).
Sin embargo, la ética profesional puede estar, en cierta forma, en los códigos deontológicos que regulan
una actividad profesional. La deontología forma parte de lo que se conoce como ética normativa y
presenta una serie de principios y reglas de cumplimiento obligatorio.
Podría decirse, por lo tanto, que la ética profesional estudia las normas vinculantes recogidas por la
deontología profesional. La ética sugiere aquello que es deseable y condena lo que no debe hacerse,
mientras que la deontología cuenta con las herramientas administrativas para garantizar que la
profesión se ejerza de manera ética.
La ética periodística, por ejemplo, condena que una periodista reciba dinero para publicar una noticia
tendenciosa a favor de una determinada persona, organización o empresa. En el mundo de los negocios,
por otra parte, la ética señala que un vendedor no puede realizar operaciones por afuera de la empresa
para la cual trabaja como empleado.
Ética profesional La ética profesional deriva de un concepto que se conoce como ética empresarial que
establece las condiciones en las que el ser humano debe relacionarse con su entorno. Ambas formas de
trabajo se encuentran interrelacionadas ya que es tan importante ofrecer un servicio justo y realizar una
labor responsable, como preservar el hábitat en el que lo desarrollamos.
Valores humanos
LA HONESTIDAD
Es aquella cualidad humana por la que la persona se determina a elegir actuar siempre con base en la
verdad y en la auténtica justicia (dando a cada quien lo que le corresponde, incluida ella misma).
Ser honesto es ser real, acorde con la evidencia que presenta el mundo y sus diversos fenómenos y
elementos; es ser genuino, auténtico, objetivo. La honestidad expresa respeto por uno mismo y por los
demás, que, como nosotros, "son como son" y no existe razón alguna para esconderlo. Esta actitud
siembra confianza en uno mismo y en aquellos quienes están en contacto con la persona honesta.
La honestidad no consiste sólo en franqueza (capacidad de decir la verdad) sino en asumir que la verdad
es sólo una y que no depende de personas o consensos sino de lo que el mundo real nos presenta como
innegable e imprescindible de reconocer.
LA PUNTUALIDAD
El valor que se construye por el esfuerzo de estar a tiempo en el lugar adecuado.
El valor de la puntualidad es la disciplina de estar a tiempo para cumplir nuestras obligaciones: una cita
del trabajo, una reunión de amigos, un compromiso de la oficina, un trabajo pendiente por entregar.
El valor de la puntualidad es necesario para dotar a nuestra personalidad de carácter, orden y eficacia,
pues al vivir este valor en plenitud estamos en condiciones de realizar más actividades, desempeñar
mejor nuestro trabajo, ser merecedores de confianza.
La falta de puntualidad habla por sí misma, de ahí se deduce con facilidad la escasa o nula organización
de nuestro tiempo, de planeación en nuestras actividades, y por supuesto de una agenda, pero, ¿qué
hay detrás de todo esto?
LA RESPONSABILIDAD
La responsabilidad (o la irresponsabilidad) es fácil de detectar en la vida diaria, especialmente en su
faceta negativa: la vemos en el plomero que no hizo correctamente su trabajo, en el carpintero que no
llegó a pintar las puertas en el día que se había comprometido, en el joven que tiene bajas calificaciones,
en el arquitecto que no ha cumplido con el plan de construcción para un nuevo proyecto, y en casos más
graves en un funcionario público que no ha hecho lo que prometió o que utiliza los recursos públicos
para sus propios intereses.
Sin embargo plantearse qué es la responsabilidad no es algo tan sencillo. Un elemento indispensable
dentro de la responsabilidad es el cumplir un deber. La responsabilidad es una obligación, ya sea moral o
incluso legal de cumplir con lo que se ha comprometido. La responsabilidad tiene un efecto directo en
otro concepto fundamental: la confianza.
La Decencia Constituye aquel valor que nos hace conscientes de la propia dignidad humana, a través
de él los sentidos, la imaginación y hasta el propio cuerpo son resguardados de la morbosidad y al uso
promiscuo de la sexualidad.
Si una persona abandonara este valor como guía para su vida, de seguro sufriría una transformación
tanto en su personalidad como en su vida social: de seguro se volcaría a la búsqueda del placer
mundano y continuo, muchas de sus conversaciones aludirían al tema sexual; continuamente buscaría
algo que estimule su imaginación y sentidos (revistas, películas, internet, etc.); portaría una mirada
inquieta, se enfocaría en personas físicamente atractivas...
En realidad la persona se torna superficial, en vez de considerar como importantes los aspectos
humanos de las personas (inteligencia, cualidades, sentimientos), ahora la presencia y el aspecto físico
se tornan valores fundamentales que estructuran su vida, los afectos ya no importan.
En otro sentido, faltar a la decencia produce que las relaciones interpersonales se tornen inestables y
poco duraderas, fundamentadas solo en la búsqueda de placer , con una falta de compromiso y
responsabilidad en la construcción de un núcleo maduro y sólido. Por eso no debe sorprendernos el
aumento de infidelidades y divorcios; jóvenes que cambian de pareja con mucha facilidad, madres
solteras, orfandad...
En la actualidad, la posmodernidad sustenta un modelo basado en el predominio de lo estético frente a
lo ético, y como consecuencia en determinadas empresas el poseer un buen físico y poca calidad moral
son los requisitos para obtener un empleo, debido a ello, muchas son las mujeres que pierden
“estupendas” oportunidades de trabajo, por vivir la decencia, por no permitir que se abuse de su
condición. ¿Políticas empresariales? Seguramente, toda empresa posee cierta política con respecto al
perfil de trabajador que desea, y este patrón se traslada hacia el departamento de recursos humanos.
Sencillez: Quienes poseen una fortaleza interior y un encanto penetrante y perpetuo, son seres de
personalidad sencilla. Usualmente no las percibimos con facilidad, pero la encontramos cuando
realmente, ellos nos demuestran que son únicos, recios, sin actos involuntarios, y de cualidades
evidentes y naturales. Es decir, que la sencillez nos enseña a saber quienes somos en la vida y lo que
podemos llegar a ser en ella.
Actualmente nuestra sociedad, carece de un vacío cultural propio de la falta de este valor tan grande
que es la sencillez. Esto se debe a que todo se rige según la moda, la ropa que usamos, los autos que
poseemos, si tenemos poder, y lo peor de todos si logramos humillar sin necesidad, al resto de los
individuos.
Francamente, debemos ser conscientes de que estamos dotados de inteligencia, cualidades y
habilidades que nos distinguen. Pero a veces, ello se pierde por el solo hecho de creer que nuestra vida
es una eterna competencia y comparación con el resto de los individuos. Esto determina que cada uno
de nosotros pierda su espontaneidad y frescura que nos hace únicos; convirtiéndonos en personas
intolerables.
Cabe aclarar, que este valor con frecuencia se la relaciona a las personas sencillas, con aquellos que son
tímidos e ingenuos, o en el mejor de los casos con la idea de pobreza y suciedad. Por el contrario,
ninguno de ellos atañe al valor en cuestión. Ser sencillos, es poseer humildad desde lo más profundo del
corazón y además tener lo que se necesita sin gustos superficiales.
Para ser saber si una persona es sencilla, debemos estar atentos a las distintas manifestaciones que esta
puede dar. Por ejemplo, desde su forma de hablar la persona sencilla no se convierte en el centro de
atención y evita estar en todas las conversaciones, sino por el contrario la palabra es usada con
prudencia y de manera apropiada. Es decir, que su lenguaje será comprensible y por sobre todas las
cosas acordes a la ocasión, evitando en todo momento hablar de sus logros, aciertos y reconocimientos
alcanzados.
El Respeto La vida sociedad nos hace reflexionar sobre el valor del respeto, esto trae aparejado la
necesidad de establecer algún tipo de certezas en torno a las ideas y la tolerancia. Es decir: ¿Qué hay
que saber sobre el Respeto, la Pluralidad y la Tolerancia?
Respeto, Pluralismo y Tolerancia : Cuando hablamos de respeto hablamos de los demás. De esta
manera, el respeto implica marcar los límites de las posibilidades de hacer o no hacer de cada uno y
donde comienzan las posibilidades de acción los demás. Es la base de la convivencia en sociedad.
Las leyes y reglamentos establecen las reglas básicas de lo que debemos respetar. Sin embargo, el
respeto no es sólo hacia las leyes o la conducta de las personas. Por el contrario, se relaciona con la
autoridad, como sucede con los hijos y sus padres o los alumnos con sus maestros. El respeto también
es una forma de reconocimiento, de aprecio y de valoración de las cualidades de los demás, ya sea por
su conocimiento, experiencia o valor como personas.
A su vez, el respeto tiene que ver con las creencias religiosas: ya sea porque en nuestro hogar tuvimos
una determinada formación, o porque a lo largo de la vida, hemos construido una convicción. En este
sentido, todos tenemos una posición respecto de la religión y de la espiritualidad. Como la convicción
religiosa es íntima, resulta una de las fuentes de problemas más comunes en la historia de la
humanidad.
De esto deviene el concepto de Pluralidad, esto es, la convivencia de diferentes ideas y posturas
respecto de algún tema, o de la vida misma. La pluralidad enriquece en la medida en que hay elementos
para formar una cultura. La pluralidad cultural nos permite adoptar costumbres y tradiciones de otros
pueblos, y hacerlos nuestros. Sin embargo, cuando la pluralidad se integra en el terreno de las
convicciones políticas, sociales y religiosas las cosas se dificultan.
Las dificultades con respecto a estas cuestiones conlleva a la noción de Intolerancia, es decir, “el no
tolerar”. Fácilmente, ante alguien que no piensa, no actúa, no vive o no cree como nosotros, podemos
adoptar una actitud agresiva. Esta actitud, cuando es tomada en contra de nuestras ideas se percibe
como un atropello a uno de nuestros valores fundamentales: la libertad. La intolerancia desarrolla un
grado de opresión que torna imposible la convivencia humana. ¿Y nuestra propia tolerancia? ¿Debemos
convencer a alguien que no es católico de que no está en la verdad? ¿No es acaso eso ser "intolerante"?
Humilde
Una persona humilde tiene no sólo una modesta aunque sólida conciencia de sus propios méritos, sino
también de sus limitaciones. En el momento en que piensas que ya lo has visto todo o lo sabes todo
(«he estado allí, he hecho eso y lo otro...»), el universo se percata de tu arrogancia y te envía una gran
dosis de humildad. Debes abandonar la idea de que no te queda nada por aprender. Los maestros zen
saben muy bien que, incluso para ellos, nunca acaba el camino del aprendizaje.
La humildad es la lección que más duele, pues asociada a ella aparece siempre algún tipo de pérdida. Al
universo le gusta mantener un cierto equilibrio en todo, de ahí que cuando un ego soberbio desconoce
la cortesía y la paciencia, haga aparecer la humildad para que ese ego vuelva a pisar suelo firme. Aunque
ese aguijonazo se siente a veces como una herida, se trata de un aviso muy importante para poder
mantener tu equilibrio.
Algunas personas tienen tanto éxito en la vida que lo dan por supuesto y esperan que las cosas les sean
favorables automáticamente. Cuando esto deriva en un ego descomunal que desprecia la paciencia y la
cortesía, se engendra arrogancia. Entonces, la humildad se convierte en una necesidad para ese
currículo vital. Eso es lo que le sucedió a Will.
Atractivo, atlético, de tez bronceada y mirada penetrante, Will parecía un modelo y se vestía como tal.
Las cosas le iban muy bien y todo lo que se proponía lo conseguía de acuerdo con sus deseos. Gracias a
su encanto, su inteligencia y su talento, su negocio funcionaba al máximo y el éxito se había convertido
en una constante en su vida.
Cuando Will recibió una notificación judicial, supuso que todo se resolvería tan fácilmente como
cualquier asunto de su vida y no se preocupó en absoluto por este hecho. Pero no fue así; aquella
demanda judicial acabó llevando su empresa a la ruina. Después de varios meses trató de encontrar un
trabajo, pero nadie le contrataba. Su economía declinaba. Tenía que hacer frente a muchas deudas y,
finalmente, no le quedó otra opción que declararse en quiebra. Will no podía comprender por qué la
«magia» que rodeaba su vida había dejado de funcionar; después de siete años en los que desempeñó
varios trabajos mediocres, tuvo que enfrentarse a la lección de la humildad.
La Gratitud:
Muchas veces se estima que de todos los sentimientos humanos, el más efímero es la gratitud. Quizás
haya algo de cierto en esta aseveración. Ya que el saber agradecer es un valor en el que pocas veces se
piensa. Tradicionalmente nuestras abuelas nos lo decían "de gente bien nacida es ser agradecida".
Para algunas personas dar las gracias por aquellos servicios cotidianos es muy fácil: el desayuno, la ropa
limpia, la oficina aseada... Sin embargo, no siempre es así.
La gratitud implica algo más que pronunciar unas palabras de manera automática, sino que responde a
aquella actitud que nace del corazón, en aprecio a lo que alguien más ha hecho por nosotros.
Ahora bien, la gratitud no "devolver el favor": si alguien me sirve una taza de café no significa que
después debo servir a la misma persona una taza y quedar iguales... El agradecimiento no es pagar una
deuda, es reconocer la generosidad ajena.
Aquella persona agradecida busca tener otro tipo de atenciones con las personas, no piensa en pagar
por cada beneficio recibido, sino en poder devolver la muestra de afecto o cuidado que tuvo.
Una muestra sincera de agradecimiento proviene de un niño cuando con una sonrisa, un abrazo o un
beso le agradecen a sus padres aquellos obsequios o presentes ¿De qué otra manera podría agradecer y
corresponder unos niños? Y con eso, a los padres les basta.
En este sentido, estas muestras de afecto constituyen una manera visible de agradecimiento; la gratitud
nace por la actitud que tuvo la persona, más que por el bien (o beneficio) recibido.
A lo largo de nuestra vida nos rodeamos de personas por quienes tenemos especial estima, preferencia
o cariño por "todo" lo que nos han dado: padres, maestros, cónyuge, amigos, jefes... El motivo de
nuestro agradecimiento se debe al "desinterés" que tuvieron a pesar del cansancio y la rutina. Nos
dieron su tiempo, o su cuidado.
La Sinceridad:
A veces, atravesamos malas experiencias... ¿Alguna vez has sentido la desilusión de descubrir la
verdad?, ¿esa verdad que descubre un engaño o una mentira?. El sentirnos defraudados provoca
incomodidad, esta experiencia nos lleva a procurar que nunca nos suceda lo mismo, y a veces, nos
impide volver a confiar en las personas, aún sin ser las causantes de nuestra desilusión.
Sin embargo, como los demás valores, la sinceridad, no es algo que debemos esperar de los demás, es
un valor que debemos vivir para tener amigos, para ser dignos de confianza....
La sinceridad es un valor que caracteriza a las personas por su actitud congruente, que mantienen en
todo momento, basada en la veracidad de sus palabras y acciones.
Si queremos ser sinceros necesitamos decir siempre la verdad... esto que parece tan sencillo, resulta una
tarea muy dificultosa para algunas personas. ¿cuántas veces utilizamos esas mentiras piadosas en
circunstancias que consideramos poco importantes?: como el decir que estamos avanzados en el
trabajo, cuando aún no hemos comenzado, por la suposición de que es fácil y en cualquier momento
podemos estar al corriente. Obviamente, una pequeña mentira, llevará a otra más grande y así
sucesivamente... hasta que nos sorprenden.
Incluso, podemos inventar defectos o hacerlos más grandes en una persona, o cuando ocultamos el
enojo o la envidia que tenemos. Cuando, con aires de ser "franco" o "sincero", decimos con facilidad los
errores que comenten los demás, mostrando lo ineptos o limitados que son.
No obstante, la palabra no constituye el límite único y visible de este valor, también se evidencia en
nuestras actitudes. Como, por ejemplo, cuando aparentamos ser una persona que no somos,
(normalmente es según el propósito que se persiga: trabajo, amistad, negocios, círculo social...), existe
una tendencia a mostrar una personalidad ficticia: inteligentes, simpáticos, educados, de buenas
costumbres... En este momento viene a nuestra mente el viejo refrán que dice: "dime de que
presumes... y te diré de que careces"; gran desilusión causa el descubrir a la persona como era en la
realidad, alguna vez hemos dicho o escuchado: "no era como yo pensaba", "creí que era diferente", "si
fuese sincero, otra cosa sería".
La Generosidad
Generosidad Dar y darse... el valor que nos hace mejorar como seres humanos, es el de la generosidad,
dar antes que recibir. En esta época, que se exaltan como valores superiores la comodidad, el éxito
personal y la riqueza material, la generosidad parece ser lo único que verdaderamente vale la pena en
esta vida. Muchas veces el egocentrismo nos lleva a ser infelices, aunque la sociedad actual intente
persuadirnos de lo contrario. Quienes realmente han hecho algo que ha valido la pena en la historia, han
sido los seres más generosos.
Si sólo ponemos atención a nuestros deseos, a nuestro “YO”, acabamos haciendo un doble daño: a los
demás mientras se les pasa encima, y a uno mismo, porque a la postre se queda solo. Generosidad ¿qué
es? ¿es dar limosna a un niño en la calle? ¿es invertir mi tiempo en obras de caridad? Si. Definitivamente
eso es generosidad, pero también es escuchar al amigo en sus malos y buenos momentos; es llevarle un
vaso de agua al hermano, hermana, padre, madre, esposo, esposa, hijo o hija. En otras palabras,
Generosidad es pensar y actuar hacia los demás, hacia fuera, no hacia adentro.
Tiempo atrás, un grupo de jóvenes, luego de hacer muchos sacrificios tanto ellos como sus padres,
lograron viajar a Europa para ir a Roma. Sus deseos era conocer la Ciudad Eterna, además iban
acompañados por un grupo de adultos que hacían actividades con universitarios. Sin embargo, el
recorrido era agotador, tenían una agenda apretada, debían correr de aquí para allá, muchas horas en
colectivo, sumado a unas caminatas interminables. Uno de los instructores había asistido porque quería
conocer Roma a precio módico, pero el viaje comenzó a resultar insoportable. Cuando llegaron a Madrid
(su alojamiento estaba a 45 minutos de la capital española) estaba lloviendo y el autobús no pudo pasar
en un caminito, así que todos tuvieron que bajar, porque el albergue se encontraba algunos kilómetros
cuesta arriba. Tuvieron que bajar el equipaje y cargarlo bajo la lluvia, cuando llegaron a su destino,
decidieron tomar un baño, y el agua estaba fría. Este era el comienzo de un viaje que duraría casi 3
semanas, y lo peor estaba aún por llegar. El instructor quedó verdaderamente agotado, estaba exhausto
y ya ni siquiera estaba disfrutando el viaje. Lo que quería era ir a casa.
Por otra parte, otro de los instructores sentía el mismo cansancio y para él las jornadas eran aún mas
agotadoras, pues tenía veinte años más. Sin embargo, siempre estaba sonriente, siempre hacia que a los
demás el viaje les pareciera apasionante. En medio del peor humor, soltaba un chiste y todos olvidaban
las cosas difíciles. Aprovechaba cada oportunidad par conocer y hablar con cada uno de los chicos, se
preocupaba por ellos, les preguntaba que hacían, cuales eran sus objetivos.... siempre estaba
cuidándolos en silencio, se preocupaba por los intereses de aquellos jóvenes, asegurándose de que el
autobús no dejara a ninguno, viendo si estaban abrigados o regalándole a alguno de ellos un chocolate.
Los dos instructores hicieron el mismo viaje. Uno lo pasó pésimo, el otro fue increíblemente feliz. ¿Cual
fue la diferencia? La generosidad.
La Honestidad: La honestidad forma parte de aquellas cualidades mas gratas que puede poseer una
persona, ella garantiza confianza, seguridad, respaldo, confidencia, integridad. Si alguna vez debemos
hacer un listado de las cualidades que nos gustaría encontrar en las personas o mejor aún, que nos
gustaría poseer, seguramente enunciaremos la Honestidad.
En este sentido, la honestidad es una forma de vivir congruente entre lo que se piensa y la conducta que
se observa hacia el prójimo, que junto a la justicia, exige en dar a cada quien lo que le es debido. En
nuestra vida encontramos a diario actitudes deshonestas como la hipocresía, alguien que aparenta una
personalidad que no tiene para ganarse la estimación de los demás; o la mentira; el simular trabajar o
estudiar para no recibir una llamada de atención de los padres o del jefe inmediato; el no guardar en
confidencia algún asunto del que hemos hecho la promesa de no revelarlo; no cumpliendo con la
palabra dada, los compromisos hechos y la infidelidad.
Ser deshonestos nos lleva a romper los lazos de amistad establecidos, en el trabajo, la familia y en el
ambiente social en el que nos desenvolvemos. Incluso, la convivencia bajo estos parámetros se torna
imposible, pues ésta no se da, si las personas somos incapaces de confiar unos en otros.
Ser honestos significa ser sinceros en todo lo que decimos y hacemos: fieles a las promesas hechas en el
matrimonio, en la empresa o negocio en el que trabajamos y con las personas que participan de la
misma labor; actuando justamente en el comercio y en las opiniones que damos respecto a los demás.
Los que nos rodean esperan que nos comportemos de forma seria, correcta, justa, desinteresada, con
espíritu de servicio, pues saben que siempre damos un poco más de lo esperado.
La honestidad puede convertirse en un valor que se viva cotidianamente con los demás, tratando de no
perjudicar o herir susceptibilidades, lo cual se puede dar cuando les atribuimos defectos que no tienen o
juzgando con ligereza su actuar; incluso, evitando sacar provecho u obtener algún beneficio a costa de
sus debilidades o de su ignorancia; procurar no apropiarnos de aquella información importante para la
empresa en que trabajamos, o de aquel problema que nos ha confiado nuestro paciente o cliente que
ha solicitado nuestra ayuda; tratar de no generar discordia y malos entendidos entre las personas que
conocemos; señalando con firmeza el grave error que se comete al hacer calumnias y difamaciones de
quienes que no están presentes; devolviendo con oportunidad las cosas que no nos pertenecen y
restituyendo todo aquello que de manera involuntaria o por descuido hayamos dañado.
La Prudencia:
Podríamos definirla en palabras justas como una virtud, la cual nos ayuda a actuar frente a las
situaciones diarias de la vida, con mayor conciencia. Gracias a ella, nuestra personalidad concordará con
alguien decisivo, emprender, comprensivo y conservador. Es decir, la prudencia pasa inadvertida ante
nuestros ojos, ya que es muy discreta.
Tal es así, que las personas que viven esta virtud, son aquellas que toman las decisiones acertadas en el
momento y lugar adecuado; lo que se proponen lo logran con éxito, en las situaciones más difíciles
demuestran calma y serenidad, entre otras cuestiones.
Como mencionábamos anteriormente, este valor, nos ayuda a actuar correctamente ante cualquier
circunstancia, mediante la reflexión y razonamiento de los efectos que pueden producir nuestras
palabras y acciones en la misma.
Las emociones, el mal humor, las percepciones equivocadas de la realidad y la falta de la justa y
necesaria información; en la mayoría de los casos proporciona que tomemos las decisiones incorrectas.
Es decir, que posiblemente esto refleje que nos cuesta mucho reflexionar y conversar con calma en
cualquier hecho. Es decir, que la prudencia se forma en nosotros por la manera en que nos conducimos
frecuentemente, y no a través de lo que aparentamos ser.
Las consecuencias de ser imprudentes, se presentan en todos los niveles de nuestra vida; es decir, en lo
personal y colectivo. Por ello, siempre es necesario saber que todas nuestras acciones deben estar
destinadas a proteger la integridad de los demás sujetos como primer medida y como símbolo de
respeto hacia nuestra especie.
El simple hecho de lastimar a los demás, de tener preocupaciones, no poder comprender los errores de
los demás, imposibilitar la vida de los demás o ser antipáticos; son motivos comunes en donde
deberíamos centrar nuestras fuerzas, para luchar y tratar cada día de ser un poquitos más prudentes.
Detente a pensar un momento y aprecia las cosas en su justa medida. Luego observarás que todos
hacemos más grandes los problemas de los que verdaderamente son, y actuamos y por ende decimos,
cosas que por lo general luego terminamos arrepentidos.
Otra cuestión, es tratar de no aparentar ser prudentes, ya que esto significa que no somos capaces de
actuar adecuadamente, decidir y comprometernos, por el simple temor que poseemos, junto a la pereza
y las razones que creemos son valederas. Seamos sinceros con nosotros mismos y reconozcamos que
hay algo que no nos gusta o nos incomoda en determinadas circunstancias.
La inconsciencia en nuestros deberes y en el actuar cotidiano, reflejan la falta de prudencia en nuestras
vidas. Nunca pensaste que trabajar con intensidad y provecho, cumplir con las obligaciones y
compromisos, ser amables con las personas y preocuparnos por su bienestar general, son una
manifestación fiel de esta virtud humana.
Autodominio
Es una actitud que nos estimula a cambiar positivamente nuestra personalidad. Esto se debe a que uno
puede controlar los impulsos de nuestro carácter y la tendencia a la comodidad mediante la voluntad.
De esta manera y serenamente seremos capaces de confrontar los contratiempos y a comprender de
una manera más paciente las relaciones personales.
Siempre que se realizan acciones totalmente inadecuadas, es justamente porque esa fuerza interior no
existe. Nuestro estado de ánimo, resulta en una convivencia poco grata, que finaliza siempre en el
impedimento de nuestros propósitos buscados.
Ahora bien, ¿de dónde proviene ese poder de autodominio? Diríamos que son valores que se forman
diariamente a través de su práctica y obviamente en el esfuerzo que uno ponga para descubrir su
personalidad y dentro de ella, aquellos rasgos poco favorables. A tal punto que las costumbres y hábitos
que poseemos, hacen que este valor brille por su ausencia, nuestra tarea en autoanalizarnos para ver
cual de ellos nos determinan e impiden vivir a pleno el autodominio.
Las formas de reacción ante determinadas circunstancias y los distintos aspectos de nuestra
personalidad, es reconocida a través del autodominio. Por ello, nuestras prácticas deben ser siempre
desde una perspectiva positiva. Estos cambios no son sencillos, ya que involucran los diferentes ámbitos
de nuestra vida (laboral, económica, familia, pareja, entre otras), por ende requieren atención y
esfuerzo para prever nuestras reacciones.
Ojo, que hay cosas muy pequeñas que también constituyen una manera excelente y oportuna para
practicar el autodominio. Y ello esta vinculado a las costumbres más radicadas en nosotros, es decir
nuestros gustos y comodidades personales. A partir de aquí, podríamos comenzar a fortalecer este
valor, mediante la capacidad de privaciones agradables para sobrellevar situaciones no placenteras.
¿Cómo podemos advertir que carecemos de ese valor, o estamos frente a personas que no lo ejercitan?
Simplemente, vemos que algunas personas quieren ser el centro de atención en cuanto lugar se les
ocurra, o absorber conversaciones y demostrar constantemente sus logros. Si en cambio, son personas
que actuamos con sencillez y no hablamos de más, es porque poseemos el valor del autodominio.
Sin embargo, uno puede preguntarse ¿cuáles son los beneficios de este valor? La respuesta es positiva y
variada, por ejemplo en la familia el autodominio es indispensable, ya que nos permite poseer una sana
convivencia, tolerar fricciones del día a día, entendernos más a través de la comprensión, serenidad,
cariño y responsabilidad ante nuestros seres.
El valor del sacrificio es aquel esfuerzo extraordinario para alcanzar un beneficio mayor, venciendo los
propios gustos, intereses y comodidad.
Debemos tener en mente que el sacrificio –aunque suene drástico el término-, es un valor muy
importante para superarnos en nuestra vida por la fuerza que imprime en nuestro carácter.
Compromiso, perseverancia, optimismo, superación y servicio, son algunos de los valores que se
perfeccionan a un mismo tiempo, por eso, el sacrificio no es un valor que sugiere sufrimiento y castigo,
sino una fuente de crecimiento personal.
¿Por qué es tan difícil tener espíritu de sacrificio? Porque estamos acostumbrados a dosificar nuestro
esfuerzo, y a pensar que “todo” lo que hacemos es más que suficiente. Dicho de otra forma: debemos
luchar contra el egoísmo, la pereza y la comodidad.
Todos somos capaces de realizar un esfuerzo superior dependiendo de nuestros intereses: las dietas
rigurosas para tener una mejor figura; trabajar horas extra e incluso fines de semana para consolidar
nuestra posición profesional; quitar horas al descanso para estudiar; ahorrar en vez de salir de
vacaciones... El problema central, es que no debemos movernos sólo por intereses pasajeros, debemos
ser constantes en nuestra actitud.
Es de suponer que el guardar la dieta, hacer ejercicio, pasar las horas con una lectura de particular
interés o por nuestra mano dar mantenimiento al automóvil, suponen un esfuerzo personal -y
dependiendo de su naturaleza un beneficio propio-, colaboran a vivir el valor del sacrificio, pero también
es sacrificio saber dejar a tempo nuestras aficiones, aplazarlas y darles su momento, para servir a los
demás y no descuidar nuestras principales obligaciones.
Efectivamente hay personas que cumplen con sus deberes y obligaciones de forma extraordinaria, pero
pocas veces llevan ese mismo esfuerzo en todos los aspectos de su vida: Pensemos en quien sólo asiste
en casa los fines de semana pero se niega a convivir con la familia, salir de paseo o dedicar un tiempo a
los hijos, argumentando cansancio y deseos de liberarse de la presión del trabajo. Pese a la realidad de
esta situación, su sacrificio está delimitado por la rutina de la oficina, ¿no es esto algo extraño?. El valor
del sacrificio contempla dar ese “extra” también en casa, en ese horario y con esas personas que desean
gozar de la compañía generalmente ausente de cualquiera de los miembros.
En muchas ocasiones caemos en actitudes que restan mérito a todo lo bueno que hacemos: expresar
constantemente nuestro cansancio o echar en cara lo mucho que hacemos y lo poco que los demás nos
comprenden. Esta forma de ser demuestra poco carácter y fortaleza interior, cuando no, un medio para
evadir algunas responsabilidades.
Son muchos los ejemplos de sacrificios comunes y corrientes, pero pocas veces se notan cuando no
existe la intención de demostrarlo: salir a trabajar habiendo pasado mala noche, o tal vez con ciertos
síntomas de enfermedad; sonreír a pesar de nuestro estado de ánimo, sea de enojo o tristeza; colaborar
en los cuidados de un enfermo; limpiar el piso de la oficina que se ensució por descuido; no asistir a la
reunión semanal para llevar a los hijos a un evento deportivo.
Amor Al hablar de la voluntad dijimos que una de las cinco formas de querer podía llamarse amor de
benevolencia. La benevolencia como actitud moral también nos es familiar: consiste en prestar
asentimiento a lo real, ayudar a los seres a ser ellos mismos.
Si pensamos un poco más en esa definición, y sobre todo en esa actitud, enseguida descubriremos que
consiste en afirmar al otro en cuanto otro. Esto también puede ser llamado amor: «amar es querer un
bien para otro». El amor como benevolencia consiste, pues, en afirmar al otro, en querer más otro, es
decir, querer que haya más otro, que el otro crezca, se desarrolle, y se haga «más grande». Esta forma
de amor no refiere al ser amado a las propias necesidades o deseos, sino que lo afirma en sí mismo, en
su alteridad. Por eso es el modo de amar más perfecto, porque es desinteresado, busca que haya más
otro. También podemos llamarlo amor-dádiva, porque es el amor no egoísta, el que ante todo afirma al
ser amado y le da lo que necesita para crecer. Por eso, amar es afirmar al otro.
Sin embargo, también existe la inclinación a la propia plenitud, un querer ser más uno mismo. Esto es
una forma de amor que podemos llamar amor-necesidad, porque nos inclina a nuestra propia
perfección y desarrollo, nos hace tender a nuestro fin, nos inclina a crecer, a ser más. Por eso podemos
llamarlo también amor de deseo. Esta forma de amor es el primer uso de la voluntad, que hemos
llamado simplemente deseo o apetito racional. Según él, amar es crecer. En cuanto la voluntad asume
las tendencias sensibles, en especial el deseo, éstas pueden llamarse también amor, en el sentido de
amor-necesidad o amor natural: «se llama amor al principio del movimiento que tiende al fin amado»,
como dijimos al clasificar los sentimientos y pasiones.
Hay que decir, sin embargo, que llamar amor al deseo de la propia plenitud, a la inclinación a ser feliz, a
la tendencia sensible y a la racional, puede hacerse siempre y cuando este deseo no se separe del amor
de benevolencia, que es la forma genuina y propia de amar de los seres humanos. La razón es la
siguiente: el puro deseo supedita lo deseado a uno mismo, es amarse a uno mismo, porque entonces se
busca la propia plenitud, y la consiguiente satisfacción, y, por así decir, se alimenta uno con los bienes
que desea y llega a poseer. Pero a las personas no se las puede amar simplemente deseándolas, porque
entonces las utilizaríamos para nuestra propia satisfacción. A las personas hay que amarlas de otra
manera: con amor de amistad o benevolencia.
Así pues, el amor se divide de un primer modo, que es considerando su forma, uso o manera, que es,
como se acaba de ver, doble: el amor-necesidad y el amor dádiva. En las acciones nacidas de la voluntad
amorosa, que se explicarán después, sucede algo realmente singular: el quinto uso de la voluntad (el
amor dádiva) refuerza y transforma los cuatro restantes, empenzando por el amor necesidad o deseo.
Hay, pues, una correspondencia del amor de benevolencia con el amor-necesidad y los restantes usos
de la voluntad, de la cual resulta que éstos se potencian al unirse con aquél. Antes de exponer esas
acciones, y para terminar la exposición general acerca del amor, son necesarias tres precisiones:
De aquí se sigue que el amor no es un sentimiento, sino un acto de la voluntad, acompañado por un
sentimiento, que se siente con mucha o poca intensidad, e incluso con ninguna. Puede haber amor sin
sentimiento, y «sentimiento» sin amor voluntario. Sentir no es querer. En las líneas que siguen se
pueden ver muchos ejemplos de actos del amor que pueden darse, y de hecho se dan, sin sentimiento
«amoroso» que los acompañe. El amor sin sentimiento es más puro, y con él es más gozoso. Pero ambos
no se pueden confundir, aunque tampoco se pueden separar.
Ese sentimiento, que no necesariamente acompaña al amor sensible o voluntario, puede llamarse
afecto. Amar es sentir afecto. El afecto es sentir que se quiere, y se reconoce fácilmente en el amor que
tenemos a las cosas materiales, las plantas y los animales, a quienes «cogemos cariño» sin esperar
correspondencia, excepto en el caso de los últimos. El afecto produce familiaridad, cercanía física, y
nace de ellas, como ocurre con todo cuanto hay en el hogar. Pero además de afectos, el amor tiene
efectos: como todo sentimiento, se manifiesta con actos, obras y acciones que testifican su existencia
también en la voluntad. Los afectos son sentimientos; los efectos son obra de la voluntad. El amor está
La Superación: Es una acción que requiere inmediatez, planeación, esfuerzo y trabajo permanente. Por
lo que simplemente el tiempo, el deseo y la propia estimulación, no llegan a un buen puerto.
Las aspiraciones que habitualmente tenemos en la vida, tienen su centro en aquellas oportunidades, su
provecho y la obtención de los frutos deseados. Por lo tanto, podríamos decir que la superación es aquel
valor que nos motiva a perfeccionarnos, ya sea desde lo humano, espiritual, profesional, económico. Por
lo cual debemos vencer todos aquellos problemas que se nos presenten. Para ello, desarrollaremos la
capacidad de lograr cada objetivo propuesto. Es decir, que la verdadera solución no tiene cantidad, sino
por el contrario, calidad.
Los seres humanos tenemos que saber que poseemos un deseo innato: la superación. Pero a veces, nos
paralizamos. ¿Por qué? Diríamos que el principal freno es nuestra persona, ya que muchas veces los
temores más profundos, nos paralizan y actuamos como simples conformistas.
Usualmente, nos encontramos con personas que hablan permanentemente de sus planes y del nuevo
rumbo que iniciarán en sus vidas, pero finalmente todo se desvanece, y quedan en palabras y deseos,
replicando los contratiempos no previstos, los cuales obstaculizaron sus objetivos. Ello demuestra lo que
mencionábamos anteriormente, y es que la superación no se logra con tiempo, sino con acciones
inmediatas y cargadas de esfuerzo y arduo trabajo.
El gran cambio lleno de beneficios materiales, no concuerda con la superación. La capacidad de
plantearnos nuevos retos, disponernos a enfrentar y resolver dificultades, es temida por las personas, ya
que el tiempo y permanencia en un determinado lugar, nos asegura estabilidad y seguridad.
Justamente, la manera más fácil de medir el progreso, es la acumulación de recursos económicos y
materiales tan necesarios. El problema es que siempre encauzamos la superación hacia ese punto. El
hecho aquí, es que existen otros aspectos fundamentales que debe tener en cuenta cualquier persona.
Comprensión. Cuando alguien se siente comprendido entra en un estado de alivio, de tranquilidad y de
paz interior. ¿Qué hacer para vivir este valor en los pequeños detalles de la vida cotidiana?
¡Quiero que me comprendas! Cuántas veces hemos tenido la necesidad de encontrar a alguien que
escuche y comparta nuestros sentimientos e ideas en un momento determinado. Cuando nos sentimos
comprendidos entramos en un estado de alivio, de tranquilidad y de paz interior. Pero, ¿somos capaces
comprender a los demás? ¿de procurar dar algo más que un simple: “si te comprendo”?
La comprensión es la actitud tolerante para encontrar como justificados y naturales los actos o
sentimientos de otro. Es en este momento nos percatamos que la comprensión va más allá de
“entender” los motivos y circunstancias que rodean a un hecho, es decir, no basta con saber que pasa,
es necesario dar algo más de nosotros mismos.
Podemos “saber “ que un empleado nuestro comete errores con cierta frecuencia, “justificamos” este
hecho debido a una falta de conocimiento, lo cual determina sus fallas como involuntarias y observamos
la necesidad urgente e inmediata de brindar la capacitación correspondiente. El justificar se convierte en
una disculpa, en una atenuante que nos hace ubicar el problema en su justa medida, por lo tanto, la
comprensión nos lleva a proponer, sugerir o establecer los medios que ayuden a los demás a superar el
estado por el que actualmente pasan.
El ser tolerantes no significa ser condescendientes con lo sucedido y hacer como si nada hubiera pasado,
la tolerancia debe traducirse como la confianza que tenemos en los demás para que superen sus
obstáculos. El padre de familia que retira todo su apoyo a los hijos hasta que mejoren sus calificaciones,
condiciona su comprensión a resultados, y no al propósito, al esfuerzo y al empeño que se pongan para
lograr el objetivo.
Ver con “naturalidad” los actos y sentimientos de los demás, es la conciencia de nuestra fragilidad, la
convicción de saber que podemos caer en la misma situación, de cometer los mismos errores y de
dejarnos llevar por el arrebato de los sentimientos.
La mayoría de las veces los sentimientos juegan un papel importante y debemos ser cuidadosos. Una
persona exaltada, triste o francamente molesta esta sujeta a la emoción momentánea, lo cual reduce su
capacidad de reflexión, con la posibilidad latente de hacer o decir cosas que realmente no piensa ni
siente. Cada vez que alguien pide comprensión, a través de palabras o actitudes, busca en nosotros un
consejo, una solución o una idea que lo haga recuperar la tranquilidad y ver con más claridad la solución
a su problema.
El comprender no debe confundirse con un “sentirse igual” que los demás, esto puede suceder con las
personas a quien les tenemos cierta estima, pero, ¿Qué pasaría con quienes no tenemos un lazo
afectivo? Es necesario enfatizar que la comprensión, es y debe ser, un producto de la razón, de pensar
en los demás, “ de ponerse en los zapatos del otro”, sin hacer diferencias entre las personas. Si alguna
vez nos hemos visto incomprendidos, recordaremos el rechazo experimentado y como nos sentimos
defraudados por la persona que no supo corresponder a nuestra confianza.
Existen un sinnúmero de oportunidades para vivir el valor de la comprensión. En las situaciones
cotidianas tenemos a tendencia a reaccionar con impulsos, por ejemplo: cuando no esta lista la camisa
que pensábamos usar; si llegamos a casa y aún no han terminado de preparar la comida; una vez más
los hijos han dejado sus juguetes esparcidos por toda la casa; los compañeros de clase que no
terminaron a tiempo su parte del trabajo en equipo; el informe para la oficina que tuvo errores y se
retrasó; etc.
La Bondad .Ser bondadosos perfecciona el espíritu de una persona, porque sabe dar y darse sin miedos
a verse defraudado, dando apoyo y entusiasmo a todos los que lo rodean. Muchas veces el concepto de
bondad se confunde con el de debilidad, a nadie le gusta ser "el buenito" de la oficina, de quien todo el
mundo se aprovecha. Sin embargo, Bondad es exactamente lo contrario, es la fortaleza que tiene quien
sabe controlar su carácter, sus pasiones y sus arranques, para convertirlos en mansedumbre.
Supone una inclinación a hacer el bien, con una comprensión profunda de la personas y sus
necesidades, siempre paciente y con ánimo equilibrado. Este valor desarrolla en cada persona la
disposición para agradar y complacer, en su justa medida, a todas las personas en todo momento. Ahora
podemos preguntarnos ¿En qué momentos nos alejamos de una actitud bondadosa? Esto se aprecia en
aquellas actitudes agresivas, cuando adoptamos malos modales o formas de hablar un tanto soberbias
utilizando palabras altisonantes, con la razón de nuestra parte o sin ella. También cuando adoptamos
una actitud indiferente ante las preocupaciones o inquietudes que tienen los demás, juzgándolas de
poca importancia o como producto de la falta de entendimiento y habilidad para resolver problemas.
¡Qué equivocados estamos al considerarnos superiores! Al hacerlo, nos convertimos en seres realmente
incapaces de escuchar con interés y tratar con amabilidad a todos los que acuden a nosotros buscando
un consejo o una solución.
De manera equivocada, nuestro ego puede regocijarse cuando alguien comete un error a pesar de las
advertencias, casi saboreando aquellas palabras de: “no quiero decir te lo dije, pero te lo dije!”
empecinados en poner “el dedo en la llaga”, insistiendo en demostrar la sabiduría de nuestros
consejos.... estas actitudes están de más, porque la persona que cometió el error, ya tiene suficiente con
haberlo reconocido y quizá en ese momento está afrontando las consecuencias.
La bondad no busca las causas sino que comprende las circunstancias que han puesto a esa persona en
la situación actual, sin esperar explicaciones ni justificación, procurando encontrar los medios para que
no ocurra nuevamente. A su vez, tiene tendencia a ver lo bueno de los demás, no por haberlo
comprobado, sino porque evita tener “prejuicios” con respecto a las actitudes de los demás, es capaz de
"sentir" de alguna manera lo que otros sienten, haciéndose solidario al ofrecer soluciones.
La Lealtad
Quizás nadie entienda mejor el valor de la lealtad que aquella persona que ha sido traicionada en algún
momento... Está claro que todas las personas esperamos la lealtad de los demás, y que a nadie le gusta
ser traicionado, o saber que un amigo habló mal de nosotros. En otro sentido, nos parece terrible
cuando, después de trabajar en un empresa muchos años, nos despiden sin pensar en todos los años
que le invertimos. Detectar la lealtad (o deslealtad) en los demás es fácil, pero ¿Cómo estoy viviendo yo
la lealtad? ¿Realmente sé qué es? ¿Qué esperan los demás de mí?
La lealtad implica un corresponder, una obligación que se tiene al haber obtenido algo provechoso.
Resulta un compromiso a defender lo que creemos y en quien creemos. Por eso, el concepto de lealtad
se entronca con temas como la Patria, el trabajo, la familia o la amistad. Cuando alguien nos ha dado
algo bueno, le debemos mucho más que agradecimiento.
La lealtad es un valor, pues quien es traidor, se queda solo. Necesitamos ser leales con aquellos que nos
han ayudado: ese amigo que nos defendió, el país que nos acoge como patria, esa empresa que nos da
trabajo. La lealtad implica defender a quien nos ha ayudado, en otras palabras “sacar la cara”.
Si somos leales, logramos llevar la amistad y cualquier otra relación a una etapa más profunda, con
madurez. Cualquiera puede tener un amigo superficial o trabajar en un sitio simplemente porque nos
pagan. Sin embargo, la lealtad implica un compromiso mayor: supone estar con un amigo en las buenas
y en las malas, es el trabajar no sólo porque nos pagan, sino porque tenemos un compromiso con la
empresa en donde trabajamos, y con la sociedad misma.
En este sentido, la lealtad es una llave que nos permite tener un autentico éxito en nuestras relaciones.
Además no es un valor fácil de encontrar. Es, por supuesto, más común aquella persona que al saber
que puede obtener algo de nosotros se nos acerque y cuando dejamos de serle útil nos abandona sin
más. Es frecuente saber que alguien frecuenta un grupo contrario porque le da más beneficios, luego,
esta persona no resulta confiable para nadie.
Existen distintas actitudes desleales:  Las críticas que se hacen las personas, resaltando los defectos, lo
limitado de sus cualidades o lo mal que realizan su trabajo.  Hablar mal de nuestros jefes, maestros o
de las instituciones que representan.  Divulgar confidencias que se nos han hecho.  Quejarnos del
modo de ser de alguien y no ayudarlo a superarse.  Dejar una amistad por razones injustificadas y de
poca trascendencia, como el modo de hablar, vestir o conducirse en público.  El poco esfuerzo que se
pone al hacer un trabajo o terminarlo.  Cobrar una suma mucho más alta a la pactada.
El Perdón
Existen momentos en que la amistad o la convivencia se fracturan por diversas causas, las peleas y las
rupturas, originan sentimientos negativos como la envidia, el rencor, el odio y el deseo de venganza. En
estas situaciones, las personas pierden la tranquilidad y la paz interior, y al hacerlo, los que están a su
alrededor sufren las consecuencias de su mal humor y la falta de comprensión.
De esta manera, debemos saber que los resentimientos nos impiden vivir plenamente, quizás un acto
que provenga del corazón puede cambiar nuestras vidas y la de aquellos que nos rodean. Así, es
necesario pasar por alto los detalles pequeños que nos incomodan, para alcanzar la alegría en el trato
cotidiano en la familia, la escuela o la oficina. Es más, debemos evitar que estos sentimientos de rencor
nos invadan, por el contrario, es necesario perdonar a quienes nos han ofendido, como un acto
voluntario de grandeza, disculpando interiormente las faltas que han cometido otros.
En ciertos momentos, podemos sentirnos heridos por acciones o actitudes de los demás, pero también
existen ocasiones en que nos sentimos lastimados sin una razón concreta, por nimiedades que lastiman
nuestro amor propio.
Debemos tener cuidado porque la imaginación o el egoísmo pueden convertirse en causa de nuestros
resentimientos:
Cuando interpretamos de manera negativa la mirada o la sonrisa de los demás.  Cuando nos
molestamos por el tono de voz de una respuesta que recibimos, que resulta a nuestro juicio, indiferente
o molesta.  Cuando el favor que otros nos hacen no se condice con nuestras expectativas.  Cuando se
le otorga una encomienda a una persona que consideramos de una “categoría menor”, para la cual nos
considerábamos más aptos, entonces consideramos esta designación injusta.
Queda claro que al ser susceptibles, creamos un problema en nuestro interior, y tal vez juzgamos a
quienes no tenían la intención de lastimarnos. Debemos tener en cuenta, que hay conductas y pautas de
acción, que al ponerlas en práctica, construimos herramientas para saber perdonar:
 Evitar "interpretar" las actitudes.  No debemos realizar juicios sin antes preguntarnos el “por qué”
nos sentimos agredidos o lastimados (de esta forma encontraremos la causa: imaginación,
susceptibilidad, egoísmo).  Si ese malentendido se originó en nuestro interior solamente, no hay que
seguir lastimándonos con pensamientos negativos como “no hay que perdonar”. Porque nos
lamentamos cuando descubrimos que no había motivo de disgusto... entonces, nosotros debemos pedir
perdón.
La Empatía
En nuestras relaciones interpersonales exigimos que los demás nos traten con respeto y comprensión,
sin embargo, nunca nos detuvimos a pensar si nosotros procuramos actuar bajo esos parámetros de
conducta. Quizás envueltos en nuestras obligaciones, apurados y acelerados por el trabajo o la escuela,
nos volvemos egoístas, olvidando que los demás pueden decirnos o comunicarnos cosas importantes
para nuestra vida y crecimiento personal. El valor de la empatía nos ayuda a recuperar el interés por las
personas que nos rodean y a consolidar la relación que tenemos con cada una de ellas.
La empatía supone un esfuerzo, aquel que realizamos para reconocer y comprender los sentimientos y
actitudes de las personas, así como las circunstancias que los afectan en un momento determinado. Sin
embargo, la empatía no es el producto del buen humor con que despertamos, ni del afecto que nos une
a las personas. Si esta combinación fuera común, siempre estaríamos disponibles para escuchar a los
demás y dejaríamos momentáneamente nuestras ocupaciones, pensamientos y preocupaciones para
atender a quienes nos rodean.
A su vez, escuchamos a menudo que la empatía es la tendencia o actitud que tenemos para ponernos en
el lugar de los demás e identificarnos plenamente con sus sentimientos. Sin embargo, esto tiene el
riesgo de dejar a la empatía en un nivel meramente emocional: "si siento lo mismo que el otro, entonces
hay verdadera empatía".
Por eso la empatía es un valor que se vive habitualmente, totalmente independiente de nuestro estado
de ánimo y disposición interior. Se facilita en la medida que conocemos a las personas, la relación
frecuente nos permite descubrir los motivos de enojo, alegría o desánimo de nuestros semejantes y su
modo de actuar. Por ejemplo, esto se puede evidenciar claramente entre padres e hijos, en las parejas y
con los amigos donde la relación es muy estrecha, quienes parecen haber adquirido el "poder de
adivinar" que sucede antes de haber escuchado una palabra, teniendo siempre a la mano la respuesta y
el consejo adecuados para la ocasión.

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MODULO DE TALENTO HUMANO - RECURSOS HUMANOS
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NIC 40 PROYECTO TESIS
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La ética profesional

  • 1. La ética profesional La ética profesional pretende regular las actividades que se realizan en el marco de una profesión. En este sentido, se trata de una disciplina que está incluida dentro de la ética aplicada ya que hace referencia a una parte específica de la realidad. Cabe destacar que la ética, a nivel general, no es coactiva (no impone sanciones legales o normativas). Sin embargo, la ética profesional puede estar, en cierta forma, en los códigos deontológicos que regulan una actividad profesional. La deontología forma parte de lo que se conoce como ética normativa y presenta una serie de principios y reglas de cumplimiento obligatorio. Podría decirse, por lo tanto, que la ética profesional estudia las normas vinculantes recogidas por la deontología profesional. La ética sugiere aquello que es deseable y condena lo que no debe hacerse, mientras que la deontología cuenta con las herramientas administrativas para garantizar que la profesión se ejerza de manera ética. La ética periodística, por ejemplo, condena que una periodista reciba dinero para publicar una noticia tendenciosa a favor de una determinada persona, organización o empresa. En el mundo de los negocios, por otra parte, la ética señala que un vendedor no puede realizar operaciones por afuera de la empresa para la cual trabaja como empleado. Ética profesional La ética profesional deriva de un concepto que se conoce como ética empresarial que establece las condiciones en las que el ser humano debe relacionarse con su entorno. Ambas formas de trabajo se encuentran interrelacionadas ya que es tan importante ofrecer un servicio justo y realizar una labor responsable, como preservar el hábitat en el que lo desarrollamos. Valores humanos
  • 2. LA HONESTIDAD Es aquella cualidad humana por la que la persona se determina a elegir actuar siempre con base en la verdad y en la auténtica justicia (dando a cada quien lo que le corresponde, incluida ella misma). Ser honesto es ser real, acorde con la evidencia que presenta el mundo y sus diversos fenómenos y elementos; es ser genuino, auténtico, objetivo. La honestidad expresa respeto por uno mismo y por los demás, que, como nosotros, "son como son" y no existe razón alguna para esconderlo. Esta actitud siembra confianza en uno mismo y en aquellos quienes están en contacto con la persona honesta. La honestidad no consiste sólo en franqueza (capacidad de decir la verdad) sino en asumir que la verdad es sólo una y que no depende de personas o consensos sino de lo que el mundo real nos presenta como innegable e imprescindible de reconocer. LA PUNTUALIDAD El valor que se construye por el esfuerzo de estar a tiempo en el lugar adecuado. El valor de la puntualidad es la disciplina de estar a tiempo para cumplir nuestras obligaciones: una cita del trabajo, una reunión de amigos, un compromiso de la oficina, un trabajo pendiente por entregar. El valor de la puntualidad es necesario para dotar a nuestra personalidad de carácter, orden y eficacia, pues al vivir este valor en plenitud estamos en condiciones de realizar más actividades, desempeñar mejor nuestro trabajo, ser merecedores de confianza. La falta de puntualidad habla por sí misma, de ahí se deduce con facilidad la escasa o nula organización de nuestro tiempo, de planeación en nuestras actividades, y por supuesto de una agenda, pero, ¿qué hay detrás de todo esto? LA RESPONSABILIDAD La responsabilidad (o la irresponsabilidad) es fácil de detectar en la vida diaria, especialmente en su faceta negativa: la vemos en el plomero que no hizo correctamente su trabajo, en el carpintero que no llegó a pintar las puertas en el día que se había comprometido, en el joven que tiene bajas calificaciones, en el arquitecto que no ha cumplido con el plan de construcción para un nuevo proyecto, y en casos más graves en un funcionario público que no ha hecho lo que prometió o que utiliza los recursos públicos para sus propios intereses. Sin embargo plantearse qué es la responsabilidad no es algo tan sencillo. Un elemento indispensable dentro de la responsabilidad es el cumplir un deber. La responsabilidad es una obligación, ya sea moral o incluso legal de cumplir con lo que se ha comprometido. La responsabilidad tiene un efecto directo en otro concepto fundamental: la confianza. La Decencia Constituye aquel valor que nos hace conscientes de la propia dignidad humana, a través de él los sentidos, la imaginación y hasta el propio cuerpo son resguardados de la morbosidad y al uso promiscuo de la sexualidad.
  • 3. Si una persona abandonara este valor como guía para su vida, de seguro sufriría una transformación tanto en su personalidad como en su vida social: de seguro se volcaría a la búsqueda del placer mundano y continuo, muchas de sus conversaciones aludirían al tema sexual; continuamente buscaría algo que estimule su imaginación y sentidos (revistas, películas, internet, etc.); portaría una mirada inquieta, se enfocaría en personas físicamente atractivas... En realidad la persona se torna superficial, en vez de considerar como importantes los aspectos humanos de las personas (inteligencia, cualidades, sentimientos), ahora la presencia y el aspecto físico se tornan valores fundamentales que estructuran su vida, los afectos ya no importan. En otro sentido, faltar a la decencia produce que las relaciones interpersonales se tornen inestables y poco duraderas, fundamentadas solo en la búsqueda de placer , con una falta de compromiso y responsabilidad en la construcción de un núcleo maduro y sólido. Por eso no debe sorprendernos el aumento de infidelidades y divorcios; jóvenes que cambian de pareja con mucha facilidad, madres solteras, orfandad... En la actualidad, la posmodernidad sustenta un modelo basado en el predominio de lo estético frente a lo ético, y como consecuencia en determinadas empresas el poseer un buen físico y poca calidad moral son los requisitos para obtener un empleo, debido a ello, muchas son las mujeres que pierden “estupendas” oportunidades de trabajo, por vivir la decencia, por no permitir que se abuse de su condición. ¿Políticas empresariales? Seguramente, toda empresa posee cierta política con respecto al perfil de trabajador que desea, y este patrón se traslada hacia el departamento de recursos humanos. Sencillez: Quienes poseen una fortaleza interior y un encanto penetrante y perpetuo, son seres de personalidad sencilla. Usualmente no las percibimos con facilidad, pero la encontramos cuando realmente, ellos nos demuestran que son únicos, recios, sin actos involuntarios, y de cualidades evidentes y naturales. Es decir, que la sencillez nos enseña a saber quienes somos en la vida y lo que podemos llegar a ser en ella. Actualmente nuestra sociedad, carece de un vacío cultural propio de la falta de este valor tan grande que es la sencillez. Esto se debe a que todo se rige según la moda, la ropa que usamos, los autos que poseemos, si tenemos poder, y lo peor de todos si logramos humillar sin necesidad, al resto de los individuos. Francamente, debemos ser conscientes de que estamos dotados de inteligencia, cualidades y habilidades que nos distinguen. Pero a veces, ello se pierde por el solo hecho de creer que nuestra vida es una eterna competencia y comparación con el resto de los individuos. Esto determina que cada uno de nosotros pierda su espontaneidad y frescura que nos hace únicos; convirtiéndonos en personas intolerables. Cabe aclarar, que este valor con frecuencia se la relaciona a las personas sencillas, con aquellos que son tímidos e ingenuos, o en el mejor de los casos con la idea de pobreza y suciedad. Por el contrario,
  • 4. ninguno de ellos atañe al valor en cuestión. Ser sencillos, es poseer humildad desde lo más profundo del corazón y además tener lo que se necesita sin gustos superficiales. Para ser saber si una persona es sencilla, debemos estar atentos a las distintas manifestaciones que esta puede dar. Por ejemplo, desde su forma de hablar la persona sencilla no se convierte en el centro de atención y evita estar en todas las conversaciones, sino por el contrario la palabra es usada con prudencia y de manera apropiada. Es decir, que su lenguaje será comprensible y por sobre todas las cosas acordes a la ocasión, evitando en todo momento hablar de sus logros, aciertos y reconocimientos alcanzados. El Respeto La vida sociedad nos hace reflexionar sobre el valor del respeto, esto trae aparejado la necesidad de establecer algún tipo de certezas en torno a las ideas y la tolerancia. Es decir: ¿Qué hay que saber sobre el Respeto, la Pluralidad y la Tolerancia? Respeto, Pluralismo y Tolerancia : Cuando hablamos de respeto hablamos de los demás. De esta manera, el respeto implica marcar los límites de las posibilidades de hacer o no hacer de cada uno y donde comienzan las posibilidades de acción los demás. Es la base de la convivencia en sociedad. Las leyes y reglamentos establecen las reglas básicas de lo que debemos respetar. Sin embargo, el respeto no es sólo hacia las leyes o la conducta de las personas. Por el contrario, se relaciona con la autoridad, como sucede con los hijos y sus padres o los alumnos con sus maestros. El respeto también es una forma de reconocimiento, de aprecio y de valoración de las cualidades de los demás, ya sea por su conocimiento, experiencia o valor como personas. A su vez, el respeto tiene que ver con las creencias religiosas: ya sea porque en nuestro hogar tuvimos una determinada formación, o porque a lo largo de la vida, hemos construido una convicción. En este sentido, todos tenemos una posición respecto de la religión y de la espiritualidad. Como la convicción religiosa es íntima, resulta una de las fuentes de problemas más comunes en la historia de la humanidad. De esto deviene el concepto de Pluralidad, esto es, la convivencia de diferentes ideas y posturas respecto de algún tema, o de la vida misma. La pluralidad enriquece en la medida en que hay elementos para formar una cultura. La pluralidad cultural nos permite adoptar costumbres y tradiciones de otros pueblos, y hacerlos nuestros. Sin embargo, cuando la pluralidad se integra en el terreno de las convicciones políticas, sociales y religiosas las cosas se dificultan. Las dificultades con respecto a estas cuestiones conlleva a la noción de Intolerancia, es decir, “el no tolerar”. Fácilmente, ante alguien que no piensa, no actúa, no vive o no cree como nosotros, podemos adoptar una actitud agresiva. Esta actitud, cuando es tomada en contra de nuestras ideas se percibe como un atropello a uno de nuestros valores fundamentales: la libertad. La intolerancia desarrolla un grado de opresión que torna imposible la convivencia humana. ¿Y nuestra propia tolerancia? ¿Debemos convencer a alguien que no es católico de que no está en la verdad? ¿No es acaso eso ser "intolerante"?
  • 5. Humilde Una persona humilde tiene no sólo una modesta aunque sólida conciencia de sus propios méritos, sino también de sus limitaciones. En el momento en que piensas que ya lo has visto todo o lo sabes todo («he estado allí, he hecho eso y lo otro...»), el universo se percata de tu arrogancia y te envía una gran dosis de humildad. Debes abandonar la idea de que no te queda nada por aprender. Los maestros zen saben muy bien que, incluso para ellos, nunca acaba el camino del aprendizaje. La humildad es la lección que más duele, pues asociada a ella aparece siempre algún tipo de pérdida. Al universo le gusta mantener un cierto equilibrio en todo, de ahí que cuando un ego soberbio desconoce la cortesía y la paciencia, haga aparecer la humildad para que ese ego vuelva a pisar suelo firme. Aunque ese aguijonazo se siente a veces como una herida, se trata de un aviso muy importante para poder mantener tu equilibrio. Algunas personas tienen tanto éxito en la vida que lo dan por supuesto y esperan que las cosas les sean favorables automáticamente. Cuando esto deriva en un ego descomunal que desprecia la paciencia y la cortesía, se engendra arrogancia. Entonces, la humildad se convierte en una necesidad para ese currículo vital. Eso es lo que le sucedió a Will. Atractivo, atlético, de tez bronceada y mirada penetrante, Will parecía un modelo y se vestía como tal. Las cosas le iban muy bien y todo lo que se proponía lo conseguía de acuerdo con sus deseos. Gracias a su encanto, su inteligencia y su talento, su negocio funcionaba al máximo y el éxito se había convertido en una constante en su vida. Cuando Will recibió una notificación judicial, supuso que todo se resolvería tan fácilmente como cualquier asunto de su vida y no se preocupó en absoluto por este hecho. Pero no fue así; aquella demanda judicial acabó llevando su empresa a la ruina. Después de varios meses trató de encontrar un trabajo, pero nadie le contrataba. Su economía declinaba. Tenía que hacer frente a muchas deudas y, finalmente, no le quedó otra opción que declararse en quiebra. Will no podía comprender por qué la «magia» que rodeaba su vida había dejado de funcionar; después de siete años en los que desempeñó varios trabajos mediocres, tuvo que enfrentarse a la lección de la humildad. La Gratitud: Muchas veces se estima que de todos los sentimientos humanos, el más efímero es la gratitud. Quizás haya algo de cierto en esta aseveración. Ya que el saber agradecer es un valor en el que pocas veces se piensa. Tradicionalmente nuestras abuelas nos lo decían "de gente bien nacida es ser agradecida". Para algunas personas dar las gracias por aquellos servicios cotidianos es muy fácil: el desayuno, la ropa limpia, la oficina aseada... Sin embargo, no siempre es así. La gratitud implica algo más que pronunciar unas palabras de manera automática, sino que responde a aquella actitud que nace del corazón, en aprecio a lo que alguien más ha hecho por nosotros.
  • 6. Ahora bien, la gratitud no "devolver el favor": si alguien me sirve una taza de café no significa que después debo servir a la misma persona una taza y quedar iguales... El agradecimiento no es pagar una deuda, es reconocer la generosidad ajena. Aquella persona agradecida busca tener otro tipo de atenciones con las personas, no piensa en pagar por cada beneficio recibido, sino en poder devolver la muestra de afecto o cuidado que tuvo. Una muestra sincera de agradecimiento proviene de un niño cuando con una sonrisa, un abrazo o un beso le agradecen a sus padres aquellos obsequios o presentes ¿De qué otra manera podría agradecer y corresponder unos niños? Y con eso, a los padres les basta. En este sentido, estas muestras de afecto constituyen una manera visible de agradecimiento; la gratitud nace por la actitud que tuvo la persona, más que por el bien (o beneficio) recibido. A lo largo de nuestra vida nos rodeamos de personas por quienes tenemos especial estima, preferencia o cariño por "todo" lo que nos han dado: padres, maestros, cónyuge, amigos, jefes... El motivo de nuestro agradecimiento se debe al "desinterés" que tuvieron a pesar del cansancio y la rutina. Nos dieron su tiempo, o su cuidado. La Sinceridad: A veces, atravesamos malas experiencias... ¿Alguna vez has sentido la desilusión de descubrir la verdad?, ¿esa verdad que descubre un engaño o una mentira?. El sentirnos defraudados provoca incomodidad, esta experiencia nos lleva a procurar que nunca nos suceda lo mismo, y a veces, nos impide volver a confiar en las personas, aún sin ser las causantes de nuestra desilusión. Sin embargo, como los demás valores, la sinceridad, no es algo que debemos esperar de los demás, es un valor que debemos vivir para tener amigos, para ser dignos de confianza.... La sinceridad es un valor que caracteriza a las personas por su actitud congruente, que mantienen en todo momento, basada en la veracidad de sus palabras y acciones. Si queremos ser sinceros necesitamos decir siempre la verdad... esto que parece tan sencillo, resulta una tarea muy dificultosa para algunas personas. ¿cuántas veces utilizamos esas mentiras piadosas en circunstancias que consideramos poco importantes?: como el decir que estamos avanzados en el trabajo, cuando aún no hemos comenzado, por la suposición de que es fácil y en cualquier momento podemos estar al corriente. Obviamente, una pequeña mentira, llevará a otra más grande y así sucesivamente... hasta que nos sorprenden. Incluso, podemos inventar defectos o hacerlos más grandes en una persona, o cuando ocultamos el enojo o la envidia que tenemos. Cuando, con aires de ser "franco" o "sincero", decimos con facilidad los errores que comenten los demás, mostrando lo ineptos o limitados que son. No obstante, la palabra no constituye el límite único y visible de este valor, también se evidencia en nuestras actitudes. Como, por ejemplo, cuando aparentamos ser una persona que no somos, (normalmente es según el propósito que se persiga: trabajo, amistad, negocios, círculo social...), existe
  • 7. una tendencia a mostrar una personalidad ficticia: inteligentes, simpáticos, educados, de buenas costumbres... En este momento viene a nuestra mente el viejo refrán que dice: "dime de que presumes... y te diré de que careces"; gran desilusión causa el descubrir a la persona como era en la realidad, alguna vez hemos dicho o escuchado: "no era como yo pensaba", "creí que era diferente", "si fuese sincero, otra cosa sería". La Generosidad Generosidad Dar y darse... el valor que nos hace mejorar como seres humanos, es el de la generosidad, dar antes que recibir. En esta época, que se exaltan como valores superiores la comodidad, el éxito personal y la riqueza material, la generosidad parece ser lo único que verdaderamente vale la pena en esta vida. Muchas veces el egocentrismo nos lleva a ser infelices, aunque la sociedad actual intente persuadirnos de lo contrario. Quienes realmente han hecho algo que ha valido la pena en la historia, han sido los seres más generosos. Si sólo ponemos atención a nuestros deseos, a nuestro “YO”, acabamos haciendo un doble daño: a los demás mientras se les pasa encima, y a uno mismo, porque a la postre se queda solo. Generosidad ¿qué es? ¿es dar limosna a un niño en la calle? ¿es invertir mi tiempo en obras de caridad? Si. Definitivamente eso es generosidad, pero también es escuchar al amigo en sus malos y buenos momentos; es llevarle un vaso de agua al hermano, hermana, padre, madre, esposo, esposa, hijo o hija. En otras palabras, Generosidad es pensar y actuar hacia los demás, hacia fuera, no hacia adentro. Tiempo atrás, un grupo de jóvenes, luego de hacer muchos sacrificios tanto ellos como sus padres, lograron viajar a Europa para ir a Roma. Sus deseos era conocer la Ciudad Eterna, además iban acompañados por un grupo de adultos que hacían actividades con universitarios. Sin embargo, el recorrido era agotador, tenían una agenda apretada, debían correr de aquí para allá, muchas horas en colectivo, sumado a unas caminatas interminables. Uno de los instructores había asistido porque quería conocer Roma a precio módico, pero el viaje comenzó a resultar insoportable. Cuando llegaron a Madrid (su alojamiento estaba a 45 minutos de la capital española) estaba lloviendo y el autobús no pudo pasar en un caminito, así que todos tuvieron que bajar, porque el albergue se encontraba algunos kilómetros cuesta arriba. Tuvieron que bajar el equipaje y cargarlo bajo la lluvia, cuando llegaron a su destino, decidieron tomar un baño, y el agua estaba fría. Este era el comienzo de un viaje que duraría casi 3 semanas, y lo peor estaba aún por llegar. El instructor quedó verdaderamente agotado, estaba exhausto y ya ni siquiera estaba disfrutando el viaje. Lo que quería era ir a casa. Por otra parte, otro de los instructores sentía el mismo cansancio y para él las jornadas eran aún mas agotadoras, pues tenía veinte años más. Sin embargo, siempre estaba sonriente, siempre hacia que a los demás el viaje les pareciera apasionante. En medio del peor humor, soltaba un chiste y todos olvidaban las cosas difíciles. Aprovechaba cada oportunidad par conocer y hablar con cada uno de los chicos, se preocupaba por ellos, les preguntaba que hacían, cuales eran sus objetivos.... siempre estaba cuidándolos en silencio, se preocupaba por los intereses de aquellos jóvenes, asegurándose de que el autobús no dejara a ninguno, viendo si estaban abrigados o regalándole a alguno de ellos un chocolate. Los dos instructores hicieron el mismo viaje. Uno lo pasó pésimo, el otro fue increíblemente feliz. ¿Cual fue la diferencia? La generosidad.
  • 8. La Honestidad: La honestidad forma parte de aquellas cualidades mas gratas que puede poseer una persona, ella garantiza confianza, seguridad, respaldo, confidencia, integridad. Si alguna vez debemos hacer un listado de las cualidades que nos gustaría encontrar en las personas o mejor aún, que nos gustaría poseer, seguramente enunciaremos la Honestidad. En este sentido, la honestidad es una forma de vivir congruente entre lo que se piensa y la conducta que se observa hacia el prójimo, que junto a la justicia, exige en dar a cada quien lo que le es debido. En nuestra vida encontramos a diario actitudes deshonestas como la hipocresía, alguien que aparenta una personalidad que no tiene para ganarse la estimación de los demás; o la mentira; el simular trabajar o estudiar para no recibir una llamada de atención de los padres o del jefe inmediato; el no guardar en confidencia algún asunto del que hemos hecho la promesa de no revelarlo; no cumpliendo con la palabra dada, los compromisos hechos y la infidelidad. Ser deshonestos nos lleva a romper los lazos de amistad establecidos, en el trabajo, la familia y en el ambiente social en el que nos desenvolvemos. Incluso, la convivencia bajo estos parámetros se torna imposible, pues ésta no se da, si las personas somos incapaces de confiar unos en otros. Ser honestos significa ser sinceros en todo lo que decimos y hacemos: fieles a las promesas hechas en el matrimonio, en la empresa o negocio en el que trabajamos y con las personas que participan de la misma labor; actuando justamente en el comercio y en las opiniones que damos respecto a los demás. Los que nos rodean esperan que nos comportemos de forma seria, correcta, justa, desinteresada, con espíritu de servicio, pues saben que siempre damos un poco más de lo esperado. La honestidad puede convertirse en un valor que se viva cotidianamente con los demás, tratando de no perjudicar o herir susceptibilidades, lo cual se puede dar cuando les atribuimos defectos que no tienen o juzgando con ligereza su actuar; incluso, evitando sacar provecho u obtener algún beneficio a costa de sus debilidades o de su ignorancia; procurar no apropiarnos de aquella información importante para la empresa en que trabajamos, o de aquel problema que nos ha confiado nuestro paciente o cliente que ha solicitado nuestra ayuda; tratar de no generar discordia y malos entendidos entre las personas que conocemos; señalando con firmeza el grave error que se comete al hacer calumnias y difamaciones de quienes que no están presentes; devolviendo con oportunidad las cosas que no nos pertenecen y restituyendo todo aquello que de manera involuntaria o por descuido hayamos dañado. La Prudencia: Podríamos definirla en palabras justas como una virtud, la cual nos ayuda a actuar frente a las situaciones diarias de la vida, con mayor conciencia. Gracias a ella, nuestra personalidad concordará con alguien decisivo, emprender, comprensivo y conservador. Es decir, la prudencia pasa inadvertida ante nuestros ojos, ya que es muy discreta. Tal es así, que las personas que viven esta virtud, son aquellas que toman las decisiones acertadas en el momento y lugar adecuado; lo que se proponen lo logran con éxito, en las situaciones más difíciles demuestran calma y serenidad, entre otras cuestiones.
  • 9. Como mencionábamos anteriormente, este valor, nos ayuda a actuar correctamente ante cualquier circunstancia, mediante la reflexión y razonamiento de los efectos que pueden producir nuestras palabras y acciones en la misma. Las emociones, el mal humor, las percepciones equivocadas de la realidad y la falta de la justa y necesaria información; en la mayoría de los casos proporciona que tomemos las decisiones incorrectas. Es decir, que posiblemente esto refleje que nos cuesta mucho reflexionar y conversar con calma en cualquier hecho. Es decir, que la prudencia se forma en nosotros por la manera en que nos conducimos frecuentemente, y no a través de lo que aparentamos ser. Las consecuencias de ser imprudentes, se presentan en todos los niveles de nuestra vida; es decir, en lo personal y colectivo. Por ello, siempre es necesario saber que todas nuestras acciones deben estar destinadas a proteger la integridad de los demás sujetos como primer medida y como símbolo de respeto hacia nuestra especie. El simple hecho de lastimar a los demás, de tener preocupaciones, no poder comprender los errores de los demás, imposibilitar la vida de los demás o ser antipáticos; son motivos comunes en donde deberíamos centrar nuestras fuerzas, para luchar y tratar cada día de ser un poquitos más prudentes. Detente a pensar un momento y aprecia las cosas en su justa medida. Luego observarás que todos hacemos más grandes los problemas de los que verdaderamente son, y actuamos y por ende decimos, cosas que por lo general luego terminamos arrepentidos. Otra cuestión, es tratar de no aparentar ser prudentes, ya que esto significa que no somos capaces de actuar adecuadamente, decidir y comprometernos, por el simple temor que poseemos, junto a la pereza y las razones que creemos son valederas. Seamos sinceros con nosotros mismos y reconozcamos que hay algo que no nos gusta o nos incomoda en determinadas circunstancias. La inconsciencia en nuestros deberes y en el actuar cotidiano, reflejan la falta de prudencia en nuestras vidas. Nunca pensaste que trabajar con intensidad y provecho, cumplir con las obligaciones y compromisos, ser amables con las personas y preocuparnos por su bienestar general, son una manifestación fiel de esta virtud humana. Autodominio Es una actitud que nos estimula a cambiar positivamente nuestra personalidad. Esto se debe a que uno puede controlar los impulsos de nuestro carácter y la tendencia a la comodidad mediante la voluntad. De esta manera y serenamente seremos capaces de confrontar los contratiempos y a comprender de una manera más paciente las relaciones personales. Siempre que se realizan acciones totalmente inadecuadas, es justamente porque esa fuerza interior no existe. Nuestro estado de ánimo, resulta en una convivencia poco grata, que finaliza siempre en el impedimento de nuestros propósitos buscados. Ahora bien, ¿de dónde proviene ese poder de autodominio? Diríamos que son valores que se forman diariamente a través de su práctica y obviamente en el esfuerzo que uno ponga para descubrir su
  • 10. personalidad y dentro de ella, aquellos rasgos poco favorables. A tal punto que las costumbres y hábitos que poseemos, hacen que este valor brille por su ausencia, nuestra tarea en autoanalizarnos para ver cual de ellos nos determinan e impiden vivir a pleno el autodominio. Las formas de reacción ante determinadas circunstancias y los distintos aspectos de nuestra personalidad, es reconocida a través del autodominio. Por ello, nuestras prácticas deben ser siempre desde una perspectiva positiva. Estos cambios no son sencillos, ya que involucran los diferentes ámbitos de nuestra vida (laboral, económica, familia, pareja, entre otras), por ende requieren atención y esfuerzo para prever nuestras reacciones. Ojo, que hay cosas muy pequeñas que también constituyen una manera excelente y oportuna para practicar el autodominio. Y ello esta vinculado a las costumbres más radicadas en nosotros, es decir nuestros gustos y comodidades personales. A partir de aquí, podríamos comenzar a fortalecer este valor, mediante la capacidad de privaciones agradables para sobrellevar situaciones no placenteras. ¿Cómo podemos advertir que carecemos de ese valor, o estamos frente a personas que no lo ejercitan? Simplemente, vemos que algunas personas quieren ser el centro de atención en cuanto lugar se les ocurra, o absorber conversaciones y demostrar constantemente sus logros. Si en cambio, son personas que actuamos con sencillez y no hablamos de más, es porque poseemos el valor del autodominio. Sin embargo, uno puede preguntarse ¿cuáles son los beneficios de este valor? La respuesta es positiva y variada, por ejemplo en la familia el autodominio es indispensable, ya que nos permite poseer una sana convivencia, tolerar fricciones del día a día, entendernos más a través de la comprensión, serenidad, cariño y responsabilidad ante nuestros seres. El valor del sacrificio es aquel esfuerzo extraordinario para alcanzar un beneficio mayor, venciendo los propios gustos, intereses y comodidad. Debemos tener en mente que el sacrificio –aunque suene drástico el término-, es un valor muy importante para superarnos en nuestra vida por la fuerza que imprime en nuestro carácter. Compromiso, perseverancia, optimismo, superación y servicio, son algunos de los valores que se perfeccionan a un mismo tiempo, por eso, el sacrificio no es un valor que sugiere sufrimiento y castigo, sino una fuente de crecimiento personal. ¿Por qué es tan difícil tener espíritu de sacrificio? Porque estamos acostumbrados a dosificar nuestro esfuerzo, y a pensar que “todo” lo que hacemos es más que suficiente. Dicho de otra forma: debemos luchar contra el egoísmo, la pereza y la comodidad. Todos somos capaces de realizar un esfuerzo superior dependiendo de nuestros intereses: las dietas rigurosas para tener una mejor figura; trabajar horas extra e incluso fines de semana para consolidar nuestra posición profesional; quitar horas al descanso para estudiar; ahorrar en vez de salir de vacaciones... El problema central, es que no debemos movernos sólo por intereses pasajeros, debemos ser constantes en nuestra actitud.
  • 11. Es de suponer que el guardar la dieta, hacer ejercicio, pasar las horas con una lectura de particular interés o por nuestra mano dar mantenimiento al automóvil, suponen un esfuerzo personal -y dependiendo de su naturaleza un beneficio propio-, colaboran a vivir el valor del sacrificio, pero también es sacrificio saber dejar a tempo nuestras aficiones, aplazarlas y darles su momento, para servir a los demás y no descuidar nuestras principales obligaciones. Efectivamente hay personas que cumplen con sus deberes y obligaciones de forma extraordinaria, pero pocas veces llevan ese mismo esfuerzo en todos los aspectos de su vida: Pensemos en quien sólo asiste en casa los fines de semana pero se niega a convivir con la familia, salir de paseo o dedicar un tiempo a los hijos, argumentando cansancio y deseos de liberarse de la presión del trabajo. Pese a la realidad de esta situación, su sacrificio está delimitado por la rutina de la oficina, ¿no es esto algo extraño?. El valor del sacrificio contempla dar ese “extra” también en casa, en ese horario y con esas personas que desean gozar de la compañía generalmente ausente de cualquiera de los miembros. En muchas ocasiones caemos en actitudes que restan mérito a todo lo bueno que hacemos: expresar constantemente nuestro cansancio o echar en cara lo mucho que hacemos y lo poco que los demás nos comprenden. Esta forma de ser demuestra poco carácter y fortaleza interior, cuando no, un medio para evadir algunas responsabilidades. Son muchos los ejemplos de sacrificios comunes y corrientes, pero pocas veces se notan cuando no existe la intención de demostrarlo: salir a trabajar habiendo pasado mala noche, o tal vez con ciertos síntomas de enfermedad; sonreír a pesar de nuestro estado de ánimo, sea de enojo o tristeza; colaborar en los cuidados de un enfermo; limpiar el piso de la oficina que se ensució por descuido; no asistir a la reunión semanal para llevar a los hijos a un evento deportivo. Amor Al hablar de la voluntad dijimos que una de las cinco formas de querer podía llamarse amor de benevolencia. La benevolencia como actitud moral también nos es familiar: consiste en prestar asentimiento a lo real, ayudar a los seres a ser ellos mismos. Si pensamos un poco más en esa definición, y sobre todo en esa actitud, enseguida descubriremos que consiste en afirmar al otro en cuanto otro. Esto también puede ser llamado amor: «amar es querer un bien para otro». El amor como benevolencia consiste, pues, en afirmar al otro, en querer más otro, es decir, querer que haya más otro, que el otro crezca, se desarrolle, y se haga «más grande». Esta forma de amor no refiere al ser amado a las propias necesidades o deseos, sino que lo afirma en sí mismo, en su alteridad. Por eso es el modo de amar más perfecto, porque es desinteresado, busca que haya más otro. También podemos llamarlo amor-dádiva, porque es el amor no egoísta, el que ante todo afirma al ser amado y le da lo que necesita para crecer. Por eso, amar es afirmar al otro. Sin embargo, también existe la inclinación a la propia plenitud, un querer ser más uno mismo. Esto es una forma de amor que podemos llamar amor-necesidad, porque nos inclina a nuestra propia perfección y desarrollo, nos hace tender a nuestro fin, nos inclina a crecer, a ser más. Por eso podemos llamarlo también amor de deseo. Esta forma de amor es el primer uso de la voluntad, que hemos llamado simplemente deseo o apetito racional. Según él, amar es crecer. En cuanto la voluntad asume las tendencias sensibles, en especial el deseo, éstas pueden llamarse también amor, en el sentido de
  • 12. amor-necesidad o amor natural: «se llama amor al principio del movimiento que tiende al fin amado», como dijimos al clasificar los sentimientos y pasiones. Hay que decir, sin embargo, que llamar amor al deseo de la propia plenitud, a la inclinación a ser feliz, a la tendencia sensible y a la racional, puede hacerse siempre y cuando este deseo no se separe del amor de benevolencia, que es la forma genuina y propia de amar de los seres humanos. La razón es la siguiente: el puro deseo supedita lo deseado a uno mismo, es amarse a uno mismo, porque entonces se busca la propia plenitud, y la consiguiente satisfacción, y, por así decir, se alimenta uno con los bienes que desea y llega a poseer. Pero a las personas no se las puede amar simplemente deseándolas, porque entonces las utilizaríamos para nuestra propia satisfacción. A las personas hay que amarlas de otra manera: con amor de amistad o benevolencia. Así pues, el amor se divide de un primer modo, que es considerando su forma, uso o manera, que es, como se acaba de ver, doble: el amor-necesidad y el amor dádiva. En las acciones nacidas de la voluntad amorosa, que se explicarán después, sucede algo realmente singular: el quinto uso de la voluntad (el amor dádiva) refuerza y transforma los cuatro restantes, empenzando por el amor necesidad o deseo. Hay, pues, una correspondencia del amor de benevolencia con el amor-necesidad y los restantes usos de la voluntad, de la cual resulta que éstos se potencian al unirse con aquél. Antes de exponer esas acciones, y para terminar la exposición general acerca del amor, son necesarias tres precisiones: De aquí se sigue que el amor no es un sentimiento, sino un acto de la voluntad, acompañado por un sentimiento, que se siente con mucha o poca intensidad, e incluso con ninguna. Puede haber amor sin sentimiento, y «sentimiento» sin amor voluntario. Sentir no es querer. En las líneas que siguen se pueden ver muchos ejemplos de actos del amor que pueden darse, y de hecho se dan, sin sentimiento «amoroso» que los acompañe. El amor sin sentimiento es más puro, y con él es más gozoso. Pero ambos no se pueden confundir, aunque tampoco se pueden separar. Ese sentimiento, que no necesariamente acompaña al amor sensible o voluntario, puede llamarse afecto. Amar es sentir afecto. El afecto es sentir que se quiere, y se reconoce fácilmente en el amor que tenemos a las cosas materiales, las plantas y los animales, a quienes «cogemos cariño» sin esperar correspondencia, excepto en el caso de los últimos. El afecto produce familiaridad, cercanía física, y nace de ellas, como ocurre con todo cuanto hay en el hogar. Pero además de afectos, el amor tiene efectos: como todo sentimiento, se manifiesta con actos, obras y acciones que testifican su existencia también en la voluntad. Los afectos son sentimientos; los efectos son obra de la voluntad. El amor está La Superación: Es una acción que requiere inmediatez, planeación, esfuerzo y trabajo permanente. Por lo que simplemente el tiempo, el deseo y la propia estimulación, no llegan a un buen puerto. Las aspiraciones que habitualmente tenemos en la vida, tienen su centro en aquellas oportunidades, su provecho y la obtención de los frutos deseados. Por lo tanto, podríamos decir que la superación es aquel valor que nos motiva a perfeccionarnos, ya sea desde lo humano, espiritual, profesional, económico. Por lo cual debemos vencer todos aquellos problemas que se nos presenten. Para ello, desarrollaremos la capacidad de lograr cada objetivo propuesto. Es decir, que la verdadera solución no tiene cantidad, sino por el contrario, calidad.
  • 13. Los seres humanos tenemos que saber que poseemos un deseo innato: la superación. Pero a veces, nos paralizamos. ¿Por qué? Diríamos que el principal freno es nuestra persona, ya que muchas veces los temores más profundos, nos paralizan y actuamos como simples conformistas. Usualmente, nos encontramos con personas que hablan permanentemente de sus planes y del nuevo rumbo que iniciarán en sus vidas, pero finalmente todo se desvanece, y quedan en palabras y deseos, replicando los contratiempos no previstos, los cuales obstaculizaron sus objetivos. Ello demuestra lo que mencionábamos anteriormente, y es que la superación no se logra con tiempo, sino con acciones inmediatas y cargadas de esfuerzo y arduo trabajo. El gran cambio lleno de beneficios materiales, no concuerda con la superación. La capacidad de plantearnos nuevos retos, disponernos a enfrentar y resolver dificultades, es temida por las personas, ya que el tiempo y permanencia en un determinado lugar, nos asegura estabilidad y seguridad. Justamente, la manera más fácil de medir el progreso, es la acumulación de recursos económicos y materiales tan necesarios. El problema es que siempre encauzamos la superación hacia ese punto. El hecho aquí, es que existen otros aspectos fundamentales que debe tener en cuenta cualquier persona. Comprensión. Cuando alguien se siente comprendido entra en un estado de alivio, de tranquilidad y de paz interior. ¿Qué hacer para vivir este valor en los pequeños detalles de la vida cotidiana? ¡Quiero que me comprendas! Cuántas veces hemos tenido la necesidad de encontrar a alguien que escuche y comparta nuestros sentimientos e ideas en un momento determinado. Cuando nos sentimos comprendidos entramos en un estado de alivio, de tranquilidad y de paz interior. Pero, ¿somos capaces comprender a los demás? ¿de procurar dar algo más que un simple: “si te comprendo”? La comprensión es la actitud tolerante para encontrar como justificados y naturales los actos o sentimientos de otro. Es en este momento nos percatamos que la comprensión va más allá de “entender” los motivos y circunstancias que rodean a un hecho, es decir, no basta con saber que pasa, es necesario dar algo más de nosotros mismos. Podemos “saber “ que un empleado nuestro comete errores con cierta frecuencia, “justificamos” este hecho debido a una falta de conocimiento, lo cual determina sus fallas como involuntarias y observamos la necesidad urgente e inmediata de brindar la capacitación correspondiente. El justificar se convierte en una disculpa, en una atenuante que nos hace ubicar el problema en su justa medida, por lo tanto, la comprensión nos lleva a proponer, sugerir o establecer los medios que ayuden a los demás a superar el estado por el que actualmente pasan. El ser tolerantes no significa ser condescendientes con lo sucedido y hacer como si nada hubiera pasado, la tolerancia debe traducirse como la confianza que tenemos en los demás para que superen sus obstáculos. El padre de familia que retira todo su apoyo a los hijos hasta que mejoren sus calificaciones, condiciona su comprensión a resultados, y no al propósito, al esfuerzo y al empeño que se pongan para lograr el objetivo.
  • 14. Ver con “naturalidad” los actos y sentimientos de los demás, es la conciencia de nuestra fragilidad, la convicción de saber que podemos caer en la misma situación, de cometer los mismos errores y de dejarnos llevar por el arrebato de los sentimientos. La mayoría de las veces los sentimientos juegan un papel importante y debemos ser cuidadosos. Una persona exaltada, triste o francamente molesta esta sujeta a la emoción momentánea, lo cual reduce su capacidad de reflexión, con la posibilidad latente de hacer o decir cosas que realmente no piensa ni siente. Cada vez que alguien pide comprensión, a través de palabras o actitudes, busca en nosotros un consejo, una solución o una idea que lo haga recuperar la tranquilidad y ver con más claridad la solución a su problema. El comprender no debe confundirse con un “sentirse igual” que los demás, esto puede suceder con las personas a quien les tenemos cierta estima, pero, ¿Qué pasaría con quienes no tenemos un lazo afectivo? Es necesario enfatizar que la comprensión, es y debe ser, un producto de la razón, de pensar en los demás, “ de ponerse en los zapatos del otro”, sin hacer diferencias entre las personas. Si alguna vez nos hemos visto incomprendidos, recordaremos el rechazo experimentado y como nos sentimos defraudados por la persona que no supo corresponder a nuestra confianza. Existen un sinnúmero de oportunidades para vivir el valor de la comprensión. En las situaciones cotidianas tenemos a tendencia a reaccionar con impulsos, por ejemplo: cuando no esta lista la camisa que pensábamos usar; si llegamos a casa y aún no han terminado de preparar la comida; una vez más los hijos han dejado sus juguetes esparcidos por toda la casa; los compañeros de clase que no terminaron a tiempo su parte del trabajo en equipo; el informe para la oficina que tuvo errores y se retrasó; etc. La Bondad .Ser bondadosos perfecciona el espíritu de una persona, porque sabe dar y darse sin miedos a verse defraudado, dando apoyo y entusiasmo a todos los que lo rodean. Muchas veces el concepto de bondad se confunde con el de debilidad, a nadie le gusta ser "el buenito" de la oficina, de quien todo el mundo se aprovecha. Sin embargo, Bondad es exactamente lo contrario, es la fortaleza que tiene quien sabe controlar su carácter, sus pasiones y sus arranques, para convertirlos en mansedumbre. Supone una inclinación a hacer el bien, con una comprensión profunda de la personas y sus necesidades, siempre paciente y con ánimo equilibrado. Este valor desarrolla en cada persona la disposición para agradar y complacer, en su justa medida, a todas las personas en todo momento. Ahora podemos preguntarnos ¿En qué momentos nos alejamos de una actitud bondadosa? Esto se aprecia en aquellas actitudes agresivas, cuando adoptamos malos modales o formas de hablar un tanto soberbias utilizando palabras altisonantes, con la razón de nuestra parte o sin ella. También cuando adoptamos una actitud indiferente ante las preocupaciones o inquietudes que tienen los demás, juzgándolas de poca importancia o como producto de la falta de entendimiento y habilidad para resolver problemas. ¡Qué equivocados estamos al considerarnos superiores! Al hacerlo, nos convertimos en seres realmente incapaces de escuchar con interés y tratar con amabilidad a todos los que acuden a nosotros buscando un consejo o una solución. De manera equivocada, nuestro ego puede regocijarse cuando alguien comete un error a pesar de las advertencias, casi saboreando aquellas palabras de: “no quiero decir te lo dije, pero te lo dije!”
  • 15. empecinados en poner “el dedo en la llaga”, insistiendo en demostrar la sabiduría de nuestros consejos.... estas actitudes están de más, porque la persona que cometió el error, ya tiene suficiente con haberlo reconocido y quizá en ese momento está afrontando las consecuencias. La bondad no busca las causas sino que comprende las circunstancias que han puesto a esa persona en la situación actual, sin esperar explicaciones ni justificación, procurando encontrar los medios para que no ocurra nuevamente. A su vez, tiene tendencia a ver lo bueno de los demás, no por haberlo comprobado, sino porque evita tener “prejuicios” con respecto a las actitudes de los demás, es capaz de "sentir" de alguna manera lo que otros sienten, haciéndose solidario al ofrecer soluciones. La Lealtad Quizás nadie entienda mejor el valor de la lealtad que aquella persona que ha sido traicionada en algún momento... Está claro que todas las personas esperamos la lealtad de los demás, y que a nadie le gusta ser traicionado, o saber que un amigo habló mal de nosotros. En otro sentido, nos parece terrible cuando, después de trabajar en un empresa muchos años, nos despiden sin pensar en todos los años que le invertimos. Detectar la lealtad (o deslealtad) en los demás es fácil, pero ¿Cómo estoy viviendo yo la lealtad? ¿Realmente sé qué es? ¿Qué esperan los demás de mí? La lealtad implica un corresponder, una obligación que se tiene al haber obtenido algo provechoso. Resulta un compromiso a defender lo que creemos y en quien creemos. Por eso, el concepto de lealtad se entronca con temas como la Patria, el trabajo, la familia o la amistad. Cuando alguien nos ha dado algo bueno, le debemos mucho más que agradecimiento. La lealtad es un valor, pues quien es traidor, se queda solo. Necesitamos ser leales con aquellos que nos han ayudado: ese amigo que nos defendió, el país que nos acoge como patria, esa empresa que nos da trabajo. La lealtad implica defender a quien nos ha ayudado, en otras palabras “sacar la cara”. Si somos leales, logramos llevar la amistad y cualquier otra relación a una etapa más profunda, con madurez. Cualquiera puede tener un amigo superficial o trabajar en un sitio simplemente porque nos pagan. Sin embargo, la lealtad implica un compromiso mayor: supone estar con un amigo en las buenas y en las malas, es el trabajar no sólo porque nos pagan, sino porque tenemos un compromiso con la empresa en donde trabajamos, y con la sociedad misma. En este sentido, la lealtad es una llave que nos permite tener un autentico éxito en nuestras relaciones. Además no es un valor fácil de encontrar. Es, por supuesto, más común aquella persona que al saber que puede obtener algo de nosotros se nos acerque y cuando dejamos de serle útil nos abandona sin más. Es frecuente saber que alguien frecuenta un grupo contrario porque le da más beneficios, luego, esta persona no resulta confiable para nadie. Existen distintas actitudes desleales:  Las críticas que se hacen las personas, resaltando los defectos, lo limitado de sus cualidades o lo mal que realizan su trabajo.  Hablar mal de nuestros jefes, maestros o de las instituciones que representan.  Divulgar confidencias que se nos han hecho.  Quejarnos del modo de ser de alguien y no ayudarlo a superarse.  Dejar una amistad por razones injustificadas y de
  • 16. poca trascendencia, como el modo de hablar, vestir o conducirse en público.  El poco esfuerzo que se pone al hacer un trabajo o terminarlo.  Cobrar una suma mucho más alta a la pactada. El Perdón Existen momentos en que la amistad o la convivencia se fracturan por diversas causas, las peleas y las rupturas, originan sentimientos negativos como la envidia, el rencor, el odio y el deseo de venganza. En estas situaciones, las personas pierden la tranquilidad y la paz interior, y al hacerlo, los que están a su alrededor sufren las consecuencias de su mal humor y la falta de comprensión. De esta manera, debemos saber que los resentimientos nos impiden vivir plenamente, quizás un acto que provenga del corazón puede cambiar nuestras vidas y la de aquellos que nos rodean. Así, es necesario pasar por alto los detalles pequeños que nos incomodan, para alcanzar la alegría en el trato cotidiano en la familia, la escuela o la oficina. Es más, debemos evitar que estos sentimientos de rencor nos invadan, por el contrario, es necesario perdonar a quienes nos han ofendido, como un acto voluntario de grandeza, disculpando interiormente las faltas que han cometido otros. En ciertos momentos, podemos sentirnos heridos por acciones o actitudes de los demás, pero también existen ocasiones en que nos sentimos lastimados sin una razón concreta, por nimiedades que lastiman nuestro amor propio. Debemos tener cuidado porque la imaginación o el egoísmo pueden convertirse en causa de nuestros resentimientos: Cuando interpretamos de manera negativa la mirada o la sonrisa de los demás.  Cuando nos molestamos por el tono de voz de una respuesta que recibimos, que resulta a nuestro juicio, indiferente o molesta.  Cuando el favor que otros nos hacen no se condice con nuestras expectativas.  Cuando se le otorga una encomienda a una persona que consideramos de una “categoría menor”, para la cual nos considerábamos más aptos, entonces consideramos esta designación injusta. Queda claro que al ser susceptibles, creamos un problema en nuestro interior, y tal vez juzgamos a quienes no tenían la intención de lastimarnos. Debemos tener en cuenta, que hay conductas y pautas de acción, que al ponerlas en práctica, construimos herramientas para saber perdonar:  Evitar "interpretar" las actitudes.  No debemos realizar juicios sin antes preguntarnos el “por qué” nos sentimos agredidos o lastimados (de esta forma encontraremos la causa: imaginación, susceptibilidad, egoísmo).  Si ese malentendido se originó en nuestro interior solamente, no hay que seguir lastimándonos con pensamientos negativos como “no hay que perdonar”. Porque nos lamentamos cuando descubrimos que no había motivo de disgusto... entonces, nosotros debemos pedir perdón. La Empatía En nuestras relaciones interpersonales exigimos que los demás nos traten con respeto y comprensión, sin embargo, nunca nos detuvimos a pensar si nosotros procuramos actuar bajo esos parámetros de conducta. Quizás envueltos en nuestras obligaciones, apurados y acelerados por el trabajo o la escuela,
  • 17. nos volvemos egoístas, olvidando que los demás pueden decirnos o comunicarnos cosas importantes para nuestra vida y crecimiento personal. El valor de la empatía nos ayuda a recuperar el interés por las personas que nos rodean y a consolidar la relación que tenemos con cada una de ellas. La empatía supone un esfuerzo, aquel que realizamos para reconocer y comprender los sentimientos y actitudes de las personas, así como las circunstancias que los afectan en un momento determinado. Sin embargo, la empatía no es el producto del buen humor con que despertamos, ni del afecto que nos une a las personas. Si esta combinación fuera común, siempre estaríamos disponibles para escuchar a los demás y dejaríamos momentáneamente nuestras ocupaciones, pensamientos y preocupaciones para atender a quienes nos rodean. A su vez, escuchamos a menudo que la empatía es la tendencia o actitud que tenemos para ponernos en el lugar de los demás e identificarnos plenamente con sus sentimientos. Sin embargo, esto tiene el riesgo de dejar a la empatía en un nivel meramente emocional: "si siento lo mismo que el otro, entonces hay verdadera empatía". Por eso la empatía es un valor que se vive habitualmente, totalmente independiente de nuestro estado de ánimo y disposición interior. Se facilita en la medida que conocemos a las personas, la relación frecuente nos permite descubrir los motivos de enojo, alegría o desánimo de nuestros semejantes y su modo de actuar. Por ejemplo, esto se puede evidenciar claramente entre padres e hijos, en las parejas y con los amigos donde la relación es muy estrecha, quienes parecen haber adquirido el "poder de adivinar" que sucede antes de haber escuchado una palabra, teniendo siempre a la mano la respuesta y el consejo adecuados para la ocasión.