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INDICE - Unidad 1

   1- Perspectivas históricas de las vinculaciones entre filosofía
   y ciencia

      1.1. Filosofía y ciencia ......................................................................................................   2

      1.2. Tres modelos de ciencia .............................................................................................        3

        1.2.1. El modelo aristotélico ...........................................................................................       4

        1.2.2. La revolución científica: El modelo mecanicista-legalista y la matemática ........                                       7

        1.2.3. El panorama en los siglos XIX y XX ................................................................... 16

      1.3. Clasificación de las ciencias ...................................................................................... 25

      1.4. Una clave de abordaje de los problemas epistemológicos ......................................... 26



  Bibliografía

      Bibliografía recomendada ................................................................................................. 31




Epistemología - Autor: Héctor Palma                                                                                          Página Nº 1
1. Perspectivas históricas de las vinculaciones
entre filosofía y ciencia

Objetivos
        Que los estudiantes:
           Comprendan el carácter, filosófico primero e interdisciplinario después, de la epistemología.
           Comprendan las cambiantes vinculaciones a través de la historia entre filosofía y ciencia.
           Comprendan el carácter histórico del concepto de ciencia.



1.1. Filosofía y ciencia

        La relación entre filosofía y ciencia ha sido cambiante, problemática y extensa. Un primer
tipo de consideraciones debe hacerse sobre la denominación misma, porque las incumbencias disci-
plinares, es decir el objeto de estudio mismo y por ende la agenda de temas y problemas, resultan
diferentes para distintas tradiciones filosóficas y científicas. Algunos autores utilizan 'epistemología'
como sinónimo de 'teoría del conocimiento' o 'gnoseología', es decir refiriéndose a aquella parte de
la filosofía que se ocupa de reflexionar acerca del problema del conocimiento en general, sin distin-
guir entre el saber científico y los saberes de otro tipo. La tarea, entonces de la teoría del conocimien-
to o gnoseología sería indagar sobre problemas tales como el origen y la esencia del conocimiento
humano. En algunas ocasiones se ha identificado "epistemología" y "filosofía de la ciencia", mien-
tras que en otras se las diferencia señalando que la primera se ocuparía de los aspectos metodológi-
cos y lingüísticos específicos de la ciencia, mientras que la segunda tendría como objeto las deriva-
ciones y consecuencias propiamente filosóficas de la ciencia. En este Módulo usaremos "epistemo-
logía" y "filosofía de las ciencias" indistintamente.
        Una serie de continuidades y discontinuidades marca el derrotero de la reflexión acerca del
conocimiento. En rigor de verdad ella es tan antigua como la filosofía misma. Sin embargo, lejos de
poder establecerse una línea continua y sin sobresaltos, mucho han cambiado en los últimos dos mil
quinientos años los principales tópicos de la discusión: la relación e incumbencia disciplinar entre
filosofía y ciencia; el concepto mismo de ciencia; y además el desarrollo de la ciencia ha agregado




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en los últimos ciento cincuenta años una serie de problemáticas nuevas. Por eso puede decirse que la
filosofía de las ciencias, aunque hunde sus raíces en una larga tradición, tal como se la entiende hoy
es un producto del siglo XX. La filosofía siempre ha mantenido estrechos vínculos con la ciencia. A
lo largo de la historia, muchos autores contribuyeron tanto a la filosofía como a otras ramas del saber
en general, dado que el proceso de autonomía y profesionalización de la ciencia es un fenómeno muy
reciente. Tal es el caso de Aristóteles (384-322 a.C.), J. Kepler (1571-1630), R. Descartes (1596-
1650) o G. Leibniz (1646-1716), entre muchos otros. Otras veces los filósofos han elaborado concep-
ciones del mundo compatibles con las teorías científicas dominantes en ese momento, como en el
caso de I. Kant (1724-1804) y la mecánica newtoniana. El mismo Kant incursionó en ámbitos estric-
tamente científicos. En ocasiones han sido los filósofos quienes han señalado caminos teóricos o con-
ceptuales que luego se han convertido en objeto de estudio de la ciencia. Tal es el caso de los exten-
sos desarrollos en el área de la teoría del conocimiento de los siglos XVII y XVIII retomados luego
en la psicología contemporánea. Incluso los mismos científicos han reflexionado frecuentemente
sobre su actividad y sobre las implicaciones filosóficas de sus teorías, y así ocurre por ejemplo con
G. Galileo (1564-1642), I. Newton (1642-1727), Ch. Darwin (1809 -1882), A. Einstein (1879-1955),
entre muchos otros. Por último, y este es el caso más corriente, los filósofos han elaborado teorías
acerca del conocimiento humano o han desarrollado métodos que han sido seguidos, más o menos
estrictamente, por algunos científicos. Basta recordar la relación entre Platón (427-347 a.C.) y
Eudoxo (c.408-c.335 a.C.), Aristóteles y Euclides (s. IV-III a.C.) o F. Bacon (1561-1626) y la ciencia
moderna.
        La ciencia también genera problemas y derivaciones que no puede resolver y sobre los cua-
les es necesaria una reflexión filosófica. Un ejemplo es la bioética, en auge en la actualidad, que surge
de los desarrollos de las ciencias biomédicas y de la tecnología médica con sus posibilidades crecien-
tes de intervención sobre el cuerpo humano. Sin embargo también hay otras cuestiones más intere-
santes epistemológicamente. Por señalar solo algunas: la posibilidad del reduccionismo (sobre el cual
volveremos), el estatus epistemológico de algunos estudios como el psicoanálisis, el estatus ontoló-
gico de los estados mentales, el alcance de las leyes biológicas, el estatus de las partículas subatómi-
cas, el estatus cognoscitivo de modelos y metáforas en la producción de conocimiento.




1.2. Tres modelos de ciencia

        En la actualidad hay plena conciencia de que el concepto de ciencia se ha ido modificando a
través de la historia. Más allá de las diferencias de detalle, puede decirse que hay tres grandes mode-
los de ciencia a lo largo de la historia occidental: el aristotélico, el moderno que surge en el siglo XVII



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y el modelo contemporáneo, producto de los profundos cambios de fines del siglo XIX en la física y
la matemática:




1.2.1. El modelo aristotélico

          La filosofía aristotélica, que influyó de manera decisiva en el pensamiento occidental hasta
bien entrada la modernidad, puede considerarse una verdadera cosmología en la cual todos los obje-
tos y sucesos del cosmos cobran sentido. Incluso la política debe entenderse en su modelo como ins-
cripta dentro de una explicación general acerca del lugar y las relaciones que se establecen en el uni-
verso. Se trata de establecer, además de una explicación física, los fundamentos filosóficos, metafísi-
cos, últimos de toda realidad. Cada perspectiva de abordaje de la realidad -física, astronómica, polí-
tica, ética, metafísica- cobra sentido en función de la explicación, en conjunto, de la totalidad.
          Comencemos con la estructura topográfica o geométrica del Universo aristotélico, que expli-
ca las observaciones astronómicas conocidas en la Grecia antigua. El Universo estaba dividido en dos
zonas o sectores claramente diferenciados, tanto cualitativa como cuantitativamente: el mundo sublu-
nar (es decir la Tierra más el espacio que va entre ésta y la Luna) y el mundo supralunar, es decir el
espacio que va más allá de la Luna y que incluye el sol, los planetas y las estrellas. Es interesante
notar que los cometas, por su comportamiento aparentemente caótico e irregular, fueron considera-
dos durante siglos como fenómenos atmosféricos, es decir que se desarrollaban en el mundo sublu-
nar. El mundo sublunar es el mundo de lo corruptible, de lo cambiante, el mundo de la mutación cons-
tante: en él hay nacimiento, decadencia y muerte, los seres vivos así como las sociedades y las cultu-
ras, nacen, se desarrollan y mueren. En cuanto a la composición físico/química -utilizando una termi-
nología actual- de los objetos de este mundo sublunar, Aristóteles seguirá la teoría de los 'cuatro ele-
mentos'. Según esta teoría hay cuatro elementos básicos: aire, tierra, fuego y agua; los objetos com-
plejos estarían formados por diferentes combinaciones de éstos. La tierra es 'naturalmente' pesada y
el fuego liviano, mientras que el agua y el aire ocupan posiciones intermedias. De tal modo que las
diferencias en el peso de los objetos obedecen a la proporción en que intervienen los distintos ele-
mentos en la formación de cada cuerpo. Esta teoría, en lo fundamental, se mantuvo por casi veinte
siglos.
          En la cosmología aristotélica todos los objetos ocupan su 'lugar natural', es decir aquel lugar
que les corresponde por su propia constitución y su finalidad. Así, por ejemplo, los objetos pesados
caen porque 'tienden' a ocupar su lugar natural que es 'abajo', mientras que a los objetos livianos
(como por ejemplo el fuego) suben porque les corresponden los lugares más altos. El movimiento en
la Tierra y sus alrededores (el mundo sublunar) se desarrolla, entonces, en el sentido de una línea que



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pasa por el centro de la tierra y en la dirección que su mayor o menor peso determine. Es necesario
aclarar que este concepto de movimiento resulta extraño para una mentalidad moderna, ya que el
mismo no corresponde a un mero cambio posicional; el movimiento de los objetos en el mundo aris-
totélico obedece al cumplimiento de la naturaleza que le es inherente a cada uno de ellos.
        Los movimientos de los objetos tales como arrojar una piedra hacia arriba o hacia adelante,
son considerados por Aristóteles como 'violentos', es decir contrarios a la naturaleza de los cuerpos.
Tales movimientos tienen lugar sólo cuando alguna fuerza actúa para iniciarlos o para mantener el
cuerpo en un movimiento o posición 'antinatural'.
        Más allá de la Luna, el mundo supralunar tiene características completamente diferentes. Los
cuerpos celestes no se componen de ninguno de los 'cuatro elementos', sino de un 'quinto elemento' o
'éter', y su movimiento 'natural' es circular alrededor de la Tierra. La forma de estos cuerpos, a su vez,
es la de una esfera perfecta, y así como en el mundo sublunar todo está sujeto a cambio y corrupción,
en los cielos nada cambia, más allá del movimiento circular descripto. Este modelo astronómico, cono-
cido como aristotélico-ptolemaico perduró, más allá de algunos cambios no sustanciales durante veinte
siglos. Pero, así como hay 'lugares naturales' para todos los objetos del universo, también los hay para
los hombres. Cada uno de ellos ocupa el suyo en una estructura social que no es artificial, en el sentido
de que no es una creación voluntaria de los humanos, sino que responde al movimiento y conformación
natural de lo real, aunque sí sean diversos los tipos de organización existentes. El hombre es un zoón
politikón, es decir un animal social por naturaleza. Es por ello que la realización de su finalidad esen-
cial consistirá, básicamente, en conformar sociedades. Pero esta naturaleza humana (social) determina-
rá no sólo que el hombre conforme sociedades, sino que además, también determinará el lugar que ocu-
pará cada uno en la conformación de la estructura social.
        Interesa destacar de esta apretada síntesis de la cosmología aristotélica dos rasgos fundamen-
tales que por otra parte impregnan también su concepción política:
            En primer lugar el carácter jerárquico de todo lo que sucede o está en el universo. Así
        como hay objetos superiores y más perfectos (los objetos celestes), y objetos inferiores (los
        objetos del mundo sublunar), también habrá hombres mejores que ocuparán por su propia
        naturaleza un lugar de privilegio en la sociedad y hombres inferiores que se ubicarán en los
        estratos inferiores.
            En segundo lugar, el carácter teleológico de este universo: todos los objetos del mismo,
        desde los hombres hasta las piedras, tienden a ocupar el lugar que les corresponde según una
        jerarquía natural y en cumplimiento de una finalidad que les es propia y esencial. El desarro-
        llo (y el cambio) de lo real se explica a través de los conceptos de potencia y acto: cada cosa
        contiene en potencia la capacidad de desarrollar sus características esenciales, es decir aque-
        llas que le hacen ser lo que es y no otra cosa. La puesta en acto de esas potencialidades es el



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desarrollo de su finalidad esencial. Es necesario entender que para Aristóteles conocer es dar
        cuenta de las causas que intervienen en la producción de algo, pero que estas causas pueden
        ser de cuatro tipos: la causa material -la sustancia en bruto y sin desarrollar del ente que expe-
        rimenta el desarrollo-; la causa formal - o esquema del desarrollo revelado desde el principio
        al fin; la causa eficiente o causa motriz -mecanismo mediante el cual se mantiene en marcha
        el proceso de desarrollo-; y por último, y tal vez la más importante, la causa final aquella que
        hace que cada ente, si no interfiere nada se desa-rrollará tal cual está previsto en su propia
        naturaleza.
        Para Aristóteles (como así también para la mayoría de los filósofos) las capacidades de cono-
cimiento de que dispone el hombre pueden ser ordenadas jerárquicamente, de las inferiores a las
superiores, a saber: 1) sensación (aisthesis), 2) experiencia (empeiría), 3) arte (tejne), 4) ciencia (epis-
teme), 5) prudencia (frónesis), y 6) sabiduría (sofía) o filosofía primera. El camino del conocimiento
es un ascenso hacia un conocimiento racional, universal y necesario no afectado por lo limitado y
contingente. La experiencia constituye la primera universalización, debida a la memoria, a partir de
las sensaciones; el saber técnico es ya un conocimiento de relaciones racionales entre hechos -como
la medicina, la ingeniería o la arquitectura-. La ciencia, por su parte, es un saber universal y necesa-
rio producido por la deducción a partir de principios o premisas primeras. Está más allá del saber par-
ticular técnico, y por fuera del saber ético (prudencia) que regula acción humana en relación con el
bien y el mal.
        El ideal de ciencia postulado por Aristóteles resulta inductivo/deductivo en cuanto a su produc-
ción: se parte de la experiencia observacional y por inducción nos elevamos a los casos generales, pero
una vez obtenido el concepto universal lo aplicamos deductivamente a nuevos casos. Aristóteles, tam-
bién, fue el primero que sistematizó la lógica deductiva silogística (conocida hoy como lógica clásica)
y consideró a la ciencia misma como un sistema deductivo, cuyas tesis básicas son:
        "Una ciencia demostrativa es un sistema S de términos y de enunciados tal que:
        1) Todos los elementos de S conciernan a un mismo dominio de objetos reales.
        2) Todo enunciado de S es verdadero.
        3) Si ciertos enunciados pertenecen a S, toda consecuencia lógica de estos enunciados perte-
        necen por igual a S.
        4) Haya en S un número finito de términos tales que:
        a) la significación de estos términos no necesite explicación;
        b) la significación de todo otro término presente en S pueda ser definida por medio de aque-
        llos términos.
        5) Haya en S un número finito de enunciados, tales que:
        a) la verdad de esos enunciados sea evidente;



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b) todo otro enunciado de S sea una consecuencia lógica de aquellos enunciados"


        Evidentemente, en este como en cualquier sistema deductivo, la verdad queda asegurada a
partir de dos condiciones básicas: una gnoseológica -la verdad de las premisas- y una lógico instru-
mental -la correcta aplicación de las reglas de inferencia-. Sobre el segundo paso no hay problema
alguno, en tanto se efectúe mediante una cuidadosa aplicación de las reglas lógicas. El problema epis-
temológico de primer orden se refiere a la primera cuestión: la verdad de las premisas o afirmaciones
de las cuales se parte. El caso más paradigmático del este modo de ver la ciencia es la geometría eucli-
diana y en la actualidad ha quedado reducida a los sistemas axiomáticos en general.




1.2.2. La revolución científica: El modelo mecanicista-legalista
y la matemática

        Aunque no todos los historiadores y filósofos están de acuerdo con ello, sostendremos aquí la
tesis según la cual la ciencia tal como la concebimos en la actualidad tiene su origen en el siglo XVII,
a partir de la Revolución Científica inscripta en un marco de cambios generalizados en toda Europa.
La ciencia naciente tendrá cuatro ingredientes fundamentales: la valoración de la observación de la
naturaleza, y la concepción de que ésta obedece a un orden legal, expresable matemáticamente, bajo
una estructura mecánica.
        Por Revolución Científica se entiende, en sentido histórico, el período de renovación del
saber ocurrido entre los siglos XVI y XVIII, aunque en un sentido más estricto puede decirse que se
desarrolla básicamente desde mediados del siglo XVI hasta fines del XVII. Se inicia con la publica-
ción de la obra de Nicolás Copérnico, De revolutionibus orbium coelestium [Sobre la revolución de
los orbes celestes], en 1543, y de Vesalio, De fabrica corporis humani [Sobre la construcción del
cuerpo humano], del mismo año, y culmina con los Philosophiae Naturalis Principia Mathematica
[Principios matemáticos de filosofía natural] de Newton, en 1687. Se trató de una época de grandes
cambios en la cual obtiene su partida de nacimiento la filosofía moderna, cuyo rasgo fundamental, si
es que ha de tener alguno, puede circunscribirse al intento de encontrar nuevos fundamentos para un
mundo feudal que se derrumba. En este sentido la filosofía moderna, cuyo inicio algunos lo señalan
en la obra de R. Descartes (1596-1650) -y otros agregan a Th. Hobbes (1588-1679)-, encuentra como
una de sus preocupaciones primordiales la revisión de las fuentes mismas del conocimiento humano,
fuentes que habían conducido a la humanidad a permanecer convencida erróneamente durante casi
dos mil años, en cuestiones tan fundamentales como la estructura geométrica del universo, de teorí-
as que pasaron de ser sólidos edificios teóricos a constituir un montón de escombros. No es raro,



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entonces, que una de las preocupaciones del momento fuera la obtención del método adecuado para
la indagación de la naturaleza: Bacon, Galileo, Comenio (1592-1670), Spinoza (1632-1677) y
Descartes entre otros, se ocuparon del problema. La revisión de las fuentes del conocimiento huma-
no genera, dentro de la filosofía, dos grandes líneas de respuestas que caracterizarían buena parte del
pensamiento moderno: la racionalista inaugurada por Descartes, y seguida por autores como B.
Spinoza o G. Leibniz, por un lado, y la empirista iniciada por Hobbes y continuada por autores como
J. Locke (1632-1704) y D. Hume (1711-1776). La línea racionalista encontrará que la única fuente
de conocimiento confiable será la razón, como consecuencia de una desconfianza radical en el cono-
cimiento empírico. La otra línea, la empirista, encuentra, por el contrario, que la única fuente de cono-
cimiento acerca del mundo, es la de los sentidos. Esta vía desembocará, con el sesgo de una serie de
mediaciones, en lo que se llamó positivismo en el siglo XIX y neopositivismo en el siglo XX.
        Cabe consignar que Hobbes constituye también una figura central en la filosofía política, ya que
desarrolla su modelo contractualista (inaugurando lo que hoy se conoce como iusnaturalismo moderno)
según el cual los hombres son considerados iguales por naturaleza, en oposición al modelo aristotélico
donde todos, tanto el esclavo como el ciudadano, tenían su "lugar natural" en la sociedad. El movimien-
to que culminó con el acceso de la burguesía al poder político, primero en Inglaterra (con la revolución
de 1688) y luego en Francia (con la Revolución Francesa en 1789) estaba en marcha.
        Pero no se trata solamente de la sustitución de unas teorías por otras. El cambio es mucho
más profundo: durante este período y, por obra sobre todo de Galileo, Kepler, Descartes y Newton,
tiene lugar la aparición y constitución de la denominada "ciencia moderna", que se caracteriza sus-
tancialmente por el interés centrado en el conocimiento de la naturaleza, el recurso a las matemáticas
como medio de conocimiento y el uso -o cuando menos la búsqueda- de un método científico. Se ha
señalado como una de las características esenciales de la revolución científica la aparición, durante
esta época, de una verdadera comunidad científica, de la que es un ejemplo concreto la Royal Society,
de Londres, así como el establecimiento de redes de información entre los científicos, configuradas
por las visitas que los mismos se hacían unos a otros, pero sobre todo por el recurso a periódicos,
informes científicos y cartas.
        Puede decirse que el modelo de cientificidad que inaugura la Revolución Científica, hacien-
do abstracción de los desarrollos de las disciplinas particulares, pero que al mismo tiempo los posi-
bilita en la medida en que permite realizar nuevas preguntas a la naturaleza, contiene básicamente el
ya señalado recurso a la matemática y la idea fundante de que la naturaleza es similar a un mecanis-
mo, es decir lo que se ha denominado 'mecanicismo'. El mecanicismo, en una aproximación general,
es la doctrina según la cual toda realidad natural tiene una estructura comparable a la de una máqui-
na, de modo que puede explicarse basándose en modelos de máquinas. Se trata de una metáfora radi-
cal, porque constituye no sólo un modo de entender la física de los cuerpos, es decir lo que se llamó



Epistemología - Autor: Héctor Palma                                                         Página Nº 8
la mecánica moderna, sino que, en ocasiones, constituye una verdadera filosofía, es decir una con-
cepción del mundo en su conjunto. En el siglo XVII, muchos filósofos e científicos se preguntarán si
no sería posible comprender mejor los movimientos y cambios de los seres naturales estudiándolos
por analogía con los que realizan las máquinas. De hecho disponían ya de unas máquinas muy espe-
ciales, los relojes mecánicos. Estas máquinas reúnen las siguientes características:
        1. Su movimiento nunca se inicia espontáneamente, pues carecen de todo principio interno
de actividad. El origen del movimiento es siempre externo. La ley de inercia consagrará esta idea al
plantear que todo cambio de estado de un cuerpo se debe a una fuerza extrínseca al cuerpo.
        2. La transmisión del movimiento de unas partes a otras se realiza siempre por contacto y nunca
a distancia. Es decir, una parte empuja a otra, que a su vez empuja a otra, y así sucesivamente.
        3. Ninguna máquina se mueve para alcanzar ciertos fines, de modo que el mundo de lo mecá-
nico está presidido por una causalidad ciega desprovista de propósito alguno. Así en un reloj las agu-
jas no avanzan para dar las horas; la finalidad está en quien lo diseña y no en el artilugio mismo.
        1. Su movimiento nunca se inicia espontáneamente, pues carecen de todo principio interno
de actividad. El origen del movimiento es siempre externo. La ley de inercia consagrará esta idea al
plantear que todo cambio de estado de un cuerpo se debe a una fuerza extrínseca al cuerpo.
        2. La transmisión del movimiento de unas partes a otras se realiza siempre por contacto y nunca
a distancia. Es decir, una parte empuja a otra, que a su vez empuja a otra, y así sucesivamente.
        3. Ninguna máquina se mueve para alcanzar ciertos fines, de modo que el mundo de lo mecá-
nico está presidido por una causalidad ciega desprovista de propósito alguno. Así en un reloj las agu-
jas no avanzan para dar las horas; la finalidad está en quien lo diseña y no en el artilugio mismo.
        Se dispone, en suma, de un ser artificial desprovisto de toda suerte de elementos animistas y
finalistas que, sin embargo, es capaz de ejecutar ciertos movimientos.
        Si bien el concepto mecanicista admitió distintas versiones, en general puede decirse que ele-
var estas consideraciones a modelo de aproximación a la naturaleza permitió cambiar el arsenal de
preguntas de los científicos. Según PYLE (1995, p. 142) la mejor manera de caracterizar la filosofía
mecánica es negativa, dado que encierra cuatro tipos de prohibiciones (estrechamente ligadas a las
tres condiciones anteriores que ha de cumplir toda máquina): la acción a distancia, la iniciación
espontánea del movimiento, la intervención de agentes causales incorpóreos y las causas finales.
Todo ello tiene que ver con la necesidad absoluta de purificar la materia de toda suerte de almas, espí-
ritus o cualquier otro tipo de agentes inmateriales, lo que se traduce en lo siguiente:
        I. Un cuerpo sólo puede recibir movimiento de otro por contacto o choque. En consecuencia,
las influencias astrales de los astrólogos, las atracciones magnéticas, las simpatías y antipatías de neo-
platónicos, herméticos y alquimistas, y demás tipos de acción a distancia han de ser rechazados. El
principio supremo que gobierna los intercambios de movimiento (mejor sería decir cantidad de movi-



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miento) establece que nada actúa allí donde no está.
        II. Ningún cuerpo Puede empezar a moverse por sí mismo de modo espontáneo. No es potes-
tad de la materia generar movimiento (ni tampoco destruirlo, tal como afirmara un principio de con-
servación de la cantidad de movimiento). Todo movimiento tiene así como causa inmediata, uno ante-
rior en otro cuerpo comunicado por impulso.
        III. Cuando se trata de estudiar el comportamiento de los cuerpos, la idea de producción de
movimiento por supuestas entidades espirituales que se hallan presentes en ellos mismos (en forma
de almas u otras semejantes) es enteramente rechazable. La única forma inteligible de acción física
es el impulso.
        IV. En un mundo mecánico todo sucede de modo similar a un reloj, en el que el movimiento
de descenso de un peso, previamente elevado a cierta altura, se transmite a unas ruedas dentadas que
a su vez lo comunican a las manecillas. El acontecer se reduce a una serie causal sucesiva según la
cual, cada hecho esta determinado por los anteriores y determina los siguientes en una cadena ininte-
rrumpida de causas y efectos. No corresponde pues, en este contexto hablar de intención, finalidad,
designio o providencia.
        Sin embargo, aunque el mecanicismo resulta el inicio de una nueva física del movimiento no
se reduce tan sólo a eso. Como concepción filosófica reduccionista, el mecanicismo sostiene que toda
realidad debe ser entendida según los modelos proporcionados por la mecánica, e interpretada sola-
mente sobre la base de las nociones de materia y movimiento local. Aunque en general las posicio-
nes mecanicistas no se limitan a ser una teoría meramente explicativa, sino que comportan un com-
promiso ontológico, no se trata de un término unívoco.
        El mecanicismo adopta una modalidad materialista y determinista en la filosofía de Hobbes,
mientras Descartes ofrece también un modelo acabado de mecanicismo pero no adhiere al materia-
lismo ya que sostiene la irreductible diferencia entre la sustancia pensante, no sometida a las leyes de
la mecánica, y la sustancia extensa, totalmente regida por éstas. Por otro lado, una versión materia-
lista de este punto de vista, es decir, negando la especificidad de la sustancia pensante como distinta
de la materia, será sustentada por La Mettrie en su teoría del hombre-máquina, por la mayoría de los
filósofos materialistas del siglo XVIII que unen materialismo y mecanicismo (especialmente
D'Holbach y Helvetius).
        En el ámbito estrictamente físico, y sin pronunciarse sobre el carácter mecánico o no de los
seres vivos, la mayoría de los filósofos y científicos de los siglos XVII y XVIII adoptaron tesis meca-
nicistas como reacción contra la escolástica, contra el animismo y las concepciones mágicas de
muchos filósofos del Renacimiento. No obstante, aunque Newton (que, por otra parte, no era mate-
rialista) considera que toda la ciencia es reductible a la mecánica, dado que en su concepción de ésta
se considera lo real desde el punto de vista de modelos matemáticos (tales como masas puntuales o



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puntos inextensos), el mecanicismo tendió a abandonar el carácter ontológico para adoptar la forma
epistemológica. Es decir, no se trataba tanto de afirmar que el mundo es una máquina, ni tan sólo una
máquina extremadamente compleja, sino que se trataba simplemente de concebirlo y explicarlo como
si lo fuera, es decir, a partir de las leyes de la mecánica sin presuponer por ello el carácter mecánico
de lo real. Ello dio lugar a un mecanicismo metodológico y al ideal de poder constituir una única cien-
cia basada en los principios de la mecánica.
        En las primeras décadas de la Revolución Científica, los más grandes y ostensibles desarro-
llos se vieron en la matemática (Descartes, Fermat y también Galileo), las ciencias naturales como la
astronomía (Galileo, Kepler), la física del movimiento (Galileo, Descartes y también Kepler), y en
anatomía y fisiología con los trabajos de A. Vesalio (1514-1564) que rompieron la autoridad de
Galeno y los trabajos de Harvey sobre la circulación de la sangre. Los desarrollos matemáticos y
sobre todo la idea de que los mismos podrían ser fundamentales para la comprensión del Universo
representaron una gran revolución conceptual. Las innovaciones de la nueva astronomía fueron tanto
conceptuales como observacionales. El uso por parte de Galileo del telescopio alteró completamente
la base observacional del conocimiento del universo, mientras Kepler introdujo órbitas no circulares
y el concepto de fuerzas en la relación sol-planetas. Asimismo fue perdiendo terreno la tradición geo-
métrica en astronomía y comenzó a prevalecer una astronomía asociada a una nueva física, que cul-
minaría con al aparición de teoría newtoniana. La mayoría de las alteraciones básicas en física ocu-
rrió en el estudio del movimiento, que vincularon los nuevos fundamentos conceptuales y una mate-
matización de la naturaleza, en mucha mayor medida que el cuestionamiento directo de la naturale-
za por los experimentos. Desde el punto de vista actual el mayor cambio conceptual durante princi-
pios del s. XVII parece haber sido la destrucción del cosmos aristotélico, el rechazo del concepto tra-
dicional de la naturaleza jerárquica del espacio, y la introducción de la nueva idea de espacio isotró-
pico, física inercial, y un espacio infinito (o al menos ilimitado). La mayor innovación en las ciencias
de la vida se centró sobre el radical descubrimiento de la circulación de la sangre, basada sobre un
cambio conceptual hecho necesario tanto por la introducción de consideraciones cuantitativas, como
así también sobre la base del presupuesto mecanicista. Así, los cambios revolucionarios en ciencia no
consistieron primariamente en la introducción de experimentos, como durante mucho tiempo creye-
ron los historiadores, sino que más bien se basó en un cambio básico de la estructura conceptual cen-
trada sobre nuevos conceptos y la introducción de nuevos métodos matemáticos.
        Descartes fue un autor fundamental en las primeras décadas de la Revolución Científica.
Interesa destacar aquí su propuesta de construir el saber como una mathesis universalis y su decidi-
do apoyo a concebir la naturaleza según un modelo mecanicista. Descartes, uno de los grandes con-
tribuyentes a los profundos cambios que se producen en el siglo XVII, construye, al igual que sus
contemporáneos, un punto de vista mecanicista, pero con un sesgo particular y más ambicioso a favor



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del mundo-máquina. La realidad natural, para Descartes, tiene un modo de funcionamiento que puede
estudiarse íntegramente desde el modelo que proporcionan las máquinas automáticas o autómatas, es
decir ciertos objetos fabricados por el hombre que incluyen el mecanismo gracias al cual tienen movi-
miento. Ello implica que la combinación de sus elementos constitutivos o estructura debe dar cuen-
ta de la función que realizan. A funciones más complicadas corresponde un mayor número de elemen-
tos debidamente dispuestos (así, por ejemplo, diríamos que el sistema nervioso de un organismo es
tanto más complejo cuanto mayor es el número de tareas que tiene encomendadas).
        El todo, ya sea un cuerpo vivo o inerte, es la suma de sus partes, y no hay nada en él que no
esté comprendido en dichas partes. Carece del menor sentido identificar la causa de su movimiento
con un principio formal irreductible, tal como hacía Aristóteles. Servirse de alma o conceptos simi-
lares para estudiar cuerpos en física, biología o medicina es introducir confusión allí donde debiera
reinar la claridad, si es que se aspira a obtener conocimiento verdadero. Dicha confusión nace preci-
samente de la mezcla indebida de elementos de distinta naturaleza, provocando con ello un desorden
que impide conocer con distinción qué es una cosa y qué es otra. Para Descartes, es preciso trazar una
nítida línea divisoria entre alma y cuerpo. Sólo los seres humanos poseen alma porque sólo ellos pien-
san, y pensar es la única función de la que no es posible dar cuenta sumando o agregando partes. En
este sentido Descartes no tiene una concepción mecanicista de la mente. Su teoría de las dos sustan-
cias, la res extensa y la res cogitans, se encuentra por debajo de esta distinción. El pensamiento es
precisamente aquello que define el alma, de manera que ser animado es sinónimo de ser racional.
Ahora bien, puesto que el pensamiento es atributo exclusivo de los seres humanos, resulta entonces
que el resto de los seres vivos (animales y plantas) y, por supuesto la materia inerte, carecen de alma.
Llegamos así a una Naturaleza desalmada o privada de alma, única que puede ser estudiada desde lo
que en sí misma es, y no desde lo que los humanos proyectan sobre ella.
        Es necesario entonces, para Descartes establecer claramente las diferencias: toda física ani-
mista es una física antropomórfica, que da cuenta de la naturaleza de los cuerpos incorporando en
ellos algo que no les pertenece, de modo tal que si se pretende conocer la materia, terrestre y celes-
te, a través de la introducción subrepticia de características propias de la mente, no se formularán pro-
posiciones sobre el objeto físico propiamente dicho, sino sobre una confusa y oscura mezcla de obje-
to físico y psicológico. Consecuentemente, la teoría de la materia y de los movimientos se verá pro-
fundamente trastocada. No es de extrañar, por tanto, que se hable de elementos materiales, definidos
por sus cualidades y tendencias, y de movimientos naturales concebidos teleológicamente, como si el
agua, la tierra, el aire y el fuego fueran capaces de proponerse fin alguno. En la Naturaleza hay movi-
miento y hay cambio, pero no cualidades, tendencias, fines o principios intrínsecos de movimiento
(llámeseles alma o de cualquier otra manera). Luego, el animismo ha de ser radicalmente desterrado.
El modo de comportamiento de lo material no es similar al de los seres animados (que son los seres



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racionales), sino al de las máquinas. Dicho breve y tajantemente, la disyuntiva sería: o todo piensa
(porque todo está animado), o únicamente los hombres piensan (porque sólo ellos tienen 'anima'). En
este segundo caso, lo que no es humano se reduce a cuerpo sin alma. Pero justamente eso son las
máquinas. En consecuencia, lo natural es mecánico. En los Principios de Filosofía, Descartes afirma
esto mismo en los siguientes términos:


     Citas

       "Para acceder al conocimiento de los cuerpos que percibimos por nuestros sentidos
      me ha sido de gran utilidad el ejemplo de cuerpos varios, hechos gracias al artificio
      de los hombres: pues no reconozco ninguna diferencia entre las máquinas que hacen
      los artesanos y los diversos cuerpos que la naturaleza ha formado por sus propios
      medios. (...) además es cierto que todas las reglas de la mecánica pertenecen a la físi-
      ca, de modo que todos las cosas que son artificiales, son por ello mismo naturales.
      Así. Por ejemplo, cuando un reloj marca las horas sirviéndose de las ruedas de las
      que está hecho. esto no es menos natural en el que es a un árbol dar sus frutos" (DES-
      CARTES, 1967, p. 330).


        La distinción aristotélica entre ser natural (la materia y sus cinco elementos, las plantas y los
animales) y ser fabricado se ha diluido hasta el punto de que lo mecánico es natural y lo natural es
mecánico. Las mismas reglas rigen uno y otro ámbito; por eso afirma Descartes que la mecánica per-
tenece a la física. Más aun, la física es mecánica. Ello pone de manifiesto el completo cambio de
enfoque respecto del modelo clásico. En las antípodas de lo que ha representado la obra de
Aristóteles, una concepción radicalmente mecanicista de la Naturaleza se abre paso.
        Pero el espíritu matemático y el uso de un modelo mecanicista atravesó las disciplinas, de
modo que puede señalarse como ejemplo claro del papel que han cumplido estos elementos, en el des-
cubrimiento de la circulación de la sangre por parte de W. Harvey. Con relación al primer aspecto,
puede señalarse que Harvey utilizó mediciones directas de la capacidad del corazón en hombres,
perros y ovejas, que multiplicadas por la frecuencia cardiaca le dieron cantidades totalmente incom-
patibles con la teoría de Galeno de la producción continua de sangre. Resultó fundamental así, el
hecho de poner en juego una visión cuantitativa -matemática- de lo viviente. La matemática en la
forma de razonamiento cuantitativo dio a Harvey una rápida comprensión de la necesidad de una
nueva fisiología y proveyó un argumento poderoso para sus ideas sobre la circulación. El camino que
recorre Harvey para su descubrimiento, tal como lo presenta en De Motus Cordis de 1628, estaba sóli-
damente basado en investigaciones anatómicas -incluyendo una gran variedad de observaciones
directas y experimentos notables como el descubrimiento de la función de las válvulas en las venas
y la estructura y acción del corazón-. A través de ciertos cálculos pudo probar que la fisiología de
Galeno era inadecuada. Harvey encontró que "el jugo de la comida que había estado comiendo" sim-



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plemente no era suficiente para suministrar "la abundancia de sangre que pasaba a través" del cora-
zón. Y por eso Harvey escribió: "comencé a recapacitar yo mismo" si la sangre "no podría tener una
clase de movimiento, como si fuera un círculo (...) y mucho tiempo después encontré que era verdad".
        La concepción de Harvey de la circulación de la sangre fue un tremendo avance en la cien-
cia humana. Mostró que el corazón con sus válvulas actúa a la manera de una bomba de agua, for-
zando a la sangre a fluir en un circuito continuo a través del cuerpo del animal. Esta fue una afrenta
directa a la doctrina de Galeno, que había dominado el pensamiento médico y biológico desde hacía
quince siglos y que consideraba que los seres vivos continuamente manufacturan sangre para enviar-
la a través del cuerpo y ser consumida por las diferentes partes para sus funciones vitales. Harvey
cambio la primacía fisiológica de los órganos por el corazón cuya función, dijo, era en gran medida
mecánica. En este sentido sostiene F. Jacob:


     Citas

     "Se suele decir que Harvey ha contribuido a la instauración del mecanicismo en el
    mundo viviente al mostrar la analogía del corazón con una bomba y la de la circula-
    ción con un sistema hidráulico. Pero se invierte así el orden de los factores. En reali-
    dad, es porque el corazón funciona como una bomba que es accesible al estudio. Es
    porque la circulación se analiza en términos de volúmenes, de flujo, de velocidad, que
    Harvey puede hacer con la sangre experiencias similares a las que realiza Galileo con
    las piedras. Ya que el mismo Harvey, cuando se plantea el problema de la generación
    que no tiene relación con esta forma de mecanicismo, no puede sacar ninguna conclu-
    sión" (JACOB, 1977, p. 63).

        Debe destacarse, finalmente, la generalizada preocupación de los autores del siglo XVII por
hallar el método adecuado para, en palabras de Descartes, "conducir bien a la razón", habida cuenta
de los errores gruesos en que la humanidad había caído desde la antigüedad y que fueron puestos al
descubierto por las nuevas teorías científicas. Tanto filósofos racionalistas como el ya citado
Descartes (en su "Discurso sobre el método", que no es otra cosa que la introducción a la física car-
tesiana, ya olvidada hoy) y B. Spinoza (en su "Ética more geométrico", una demostración axiomáti-
ca de la metafísica spinoziana) o empiristas como F. Bacon, intentan resolver el problema del méto-
do. Bacon, en su obra más conocida (Novum Organum) arremete contra las "fuentes del error" que él
llama ídola o falsa imagen:




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Citas

     "Los ídolos y las falsas nociones que han ocupado ya el entendimiento humano y han
    arraigado profundamente en él no sólo asedian las mentes humanas haciendo difícil el
    acceso a la verdad, sino que incluso en el caso de que se diera y concediera el acceso,
    esos ídolos saldrán de nuevo al encuentro, y causarán molestias en la misma restaura-
    ción de las ciencias, a no ser que los hombres, prevenidos contra ellos, se defiendan en
    la medida de lo posible.
    Son cuatro las clases de Ídolos que asedian las mentes humanas. Para mayor claridad
    les hemos puesto nombres, de forma que a la primera clase la llamamos Ídolos de la
    Tribu, a la segunda Ídolos de la Caverna, a la tercera Ídolos del Foro y a la cuarta Ído-
    los del Teatro.
    El remedio adecuado para la expulsión y alejamiento de los Ídolos es la obtención de
    Nociones y Axiomas por medio de la verdadera inducción. Sin embargo, es muy útil
    la indicación de los Ídolos, pues la doctrina de los Ídolos ocupa con respecto a la
    Interpretación de la Naturaleza el mismo papel que la doctrina de las Refutaciones
    Sofísticas con respecto a la dialéctica vulgar.
    Los Ídolos de la Tribu están fundados en la misma naturaleza humana y en la misma
    tribu o raza humana. Pues es falso afirmar que el sentido humano es la medida de las
    cosas; muy al contrario: todas las percepciones, tanto las de los sentidos como las de
    la mente, son por analogía humana y no por analogía con el universo. El entendimien-
    to humano es semejante a un espejo que refleja desigualmente los rayos de la natura-
    leza, pues mezcla su naturaleza con la naturaleza de las cosas, distorsionando y recu-
    briendo a esta última.
    Los Ídolos de la Caverna son los ídolos del hombre individual. En efecto: cada cual
    [además de las aberraciones de la naturaleza humana en general] tiene un espejo o
    caverna propia que rompe y corrompe la luz de la naturaleza ya sea por la naturaleza
    propia y singular de cada uno o por la educación y trato con los demás o por la lectu-
    ra de libros y la autoridad de aquellos que cada cual cultiva y admira, o bien por la dife-
    rencia de las impresiones, según ocurran en un ánimo ocupado de antemano y predis-
    puesto o en un ánimo tranquilo y reposado. Pues el espíritu humano [tal como apare-
    ce dispuesto en los individuos particulares] es diverso y está completamente perturba-
    do y procede de forma azarosa, por lo que muy bien dijo Heráclito que los hombres
    buscan las ciencias en mundos menores y no en el mundo mayor o común.
    Hay también Ídolos que surgen del acuerdo y de la asociación del género humano entre
    sí y a los cuales solemos llamar Ídolos del Foro, a causa del comercio y consorcio entre
    los seres humanos; pues los hombres se asocian por medio de los discursos, pero los
    nombres se imponen a las cosas a partir de la comprensión del vulgo. Así, una mala e
    inadecuada imposición de nombres mantiene ocupado el entendimiento de una mane-
    ra asombrosa. Las definiciones o explicaciones con que los doctos han acostumbrado
    a defenderse y protegerse en algunos casos son completamente incapaces de restable-
    cer la situación, sino que las palabras ejercen una extraordinaria violencia sobre el
    entendimiento y perturban todo, llevando a los hombres a innumerables e inanes con-
    troversias y ficciones.
    Finalmente están los Ídolos que inmigraron a los ánimos de los hombres desde los dife-




Epistemología - Autor: Héctor Palma                                                 Página Nº 15
rentes dogmas de las filosofías y también a partir de las perversas leyes de las demos-
   traciones, a los cuales denominaremos Ídolos del Teatro, puesto que cuantas filosofías
   se han recibido e inventado pensamos que son otras tantas fábulas compuestas y repre-
   sentadas en las cuales se forjaron mundos ficticios y teatrales. Y no hablamos tan sólo
   de las filosofías y sectas actuales o antiguas, puesto que pueden componerse y combi-
   narse otras muchas fábulas de este tipo. Ciertamente: las causas de errores completa-
   mente diferentes son, sin embargo, casi idénticas. Y tampoco decimos esto únicamente
   de las filosofías generales, sino también de muchos principios y axiomas de las cien-
   cias, los cuales se impusieron por tradición, por credulidad y por negligencia"
   (BACON, 1984, p. 85).


1.2.3. El panorama en los siglos XIX y XX

        Como se ha visto en la apretada síntesis de la sección anterior es posible encontrar reflexio-
nes sobre el conocimiento científico ya desde la antigüedad. Sin embargo, y a pesar de ello, se con-
siderará aquí que la epistemología se inicia con pensadores de la segunda mitad del siglo XIX y se
consolida institucionalmente en el siglo XX con el Círculo de Viena y algunos adherentes y seguido-
res. Su concreción fue resultado de procesos de diverso origen, significación y alcance tanto en la
ciencia como en la filosofía. Ellos dieron lugar a una relación inédita entre filosofía y ciencia en el
siglo XX, relación que presupone por un lado el proceso irreversible de la consolidación autónoma
de la ciencia divorciada definitivamente de la 'filosofía de la naturaleza' y, por otro, la constitución de
una nueva disciplina filosófica, la 'filosofía de la ciencia', que llevará a cabo una tarea también inédi-
ta en el análisis, ya no solamente del conocimiento en un sentido general, sino de ese tipo particular
de conocimiento que es el conocimiento científico. Se señalarán a continuación, brevemente, los ras-
gos más sobresalientes que contribuyeron a la concreción de este complejo proceso.


La profesionalización de la ciencia

        Si bien las grandes sociedades científicas (fundamentalmente la Royal Society inglesa, la
Academie des Sciences francesa) existían desde el siglo XVII, no habrían de alcanzar un papel pre-
ponderante en la investigación científica hasta mucho más adelante, debido probablemente al carác-
ter no profesional de sus integrantes, no demasiado numerosos por cierto, y a su carácter un tanto eli-
tista y excluyente. La misma instrucción científica en las universidades se centraba casi exclusiva-
mente en las matemáticas y en las disciplinas científicas ya desarrolladas, todas de fuerte estructura
matemática (Mecánica, Astronomía, etc.). No incluía, sin embargo, entrenamiento en la investigación
experimental, ni eran objeto de enseñanza las disciplinas que estaban aún en proceso de constitución
y que sólo disponían de muchos resultados experimentales y de teorías cualitativas y empíricas (así



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la física, la química, etc.). Pero, la creciente confianza en la ciencia, impulsada por la Ilustración y la
Revolución Francesa, condujo de manera creciente a la institucionalización y profesionalización
estricta de los científicos. A partir de la creación de la Politécnica de París, en 1794, se abre un perio-
do en que surgen nuevas universidades, o se reforman las existentes, para introducir en ellas las nue-
vas disciplinas y el entrenamiento en la investigación de laboratorio. El resultado es la unión de la
enseñanza y el diseño de la investigación, la constitución de una comunidad científica estable, profe-
sionalizada y claramente definida y el aumento de la comunicación entre los practicantes de la cien-
cia. Lo más importante es que se hace efectivo el principio de la investigación socialmente organiza-
da, frente a las iniciativas individuales y privadas predominantes hasta ese momento. Una de las con-
secuencias importantes de este proceso será el desarrollo e interconexión entre las distintas discipli-
nas o áreas de conocimiento.


El desarrollo de nuevas disciplinas y ramas de la ciencia

        La culminación de la Revolución Científica llevada a cabo por Newton con la nueva física y
la generalización de las leyes de la mecánica tanto a los fenómenos terrestres como a los celestes
marcó a fuego el desarrollo posterior de la ciencia en el sentido de lograr integrar los nuevos fenó-
menos que se fueron detectando dentro del modelo newtoniano de partículas y fuerzas en interacción.
Se vuelve hegemónica una concepción mecanicista-materialista según la cual, la ciencia proporcio-
naba un conocimiento inmediato de la realidad, sus observaciones eran fiables y podía dar cuenta de
cualquier fenómeno merced a la combinación legalifome y causal de partículas y fuerzas materiales.
En un clima de optimismo creciente se suponía que todos los aspectos de la materia y, si se quiere,
de la realidad podían ser explicados desde esos supuestos. La primera mitad del s. XIX supone la inte-
gración en esa concepción de numerosos aspectos que hasta ese momento se habían considerado pro-
piedades no sistematizadas de la materia y, por tanto, particulares de los cuerpos y objeto de explica-
ción de la filosofía natural. El desarrollo es especialmente espectacular en física, donde la combina-
ción entre la experimentación precisa y la teoría matemática abstracta permiten una profundidad de
conocimiento y una potencia de aplicación sin precedentes (cf. entre otros BERNAL, 1954; RAN-
DALL, 1940; COHEN, 1989).
        Campos y dominios nuevos pasan a ser controlados por la ciencia, conectándose y explicán-
dose los numerosos datos y fenómenos que la filosofía experimental de la naturaleza había ido reco-
pilando y clasificando pacientemente a lo largo del s. XVIII. Así, la electricidad y el magnetismo se
unificaron, primero experimentalmente y luego teóricamente; poco después se observaron sus cone-
xiones con la luz. Al mismo tiempo la óptica ondulatoria reformulada por Young y Fresnel es reco-
nocida y se unifican los conceptos de calor y trabajo, dando origen a la termodinámica.



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También la química alcanza un desarrollo inusitado. Ya disponía de fundamentos teóricos
desde comienzos de siglo (la conservación de la masa y la nomenclatura química de Lavoisier, ade-
más de la controvertida, por aquel entonces, teoría atómica de Dalton) y se desarrollaba, simultánea-
mente, clasificando sustancias y resolviendo problemas teóricos (síntesis química, peso atómico,
etc.). La aplicación de la teoría a la experimentación facilitaría el desarrollo de la química orgánica
y, junto con la observación controlada, la tabla periódica de los elementos que permite predecir las
propiedades de elementos que posteriormente se irían descubriendo.
        También la biología se desprende definitivamente de los preceptos aristotélicos, fundamen-
talmente (aunque no exclusivamente) merced a la biología evolucionista darwiniana (JACOB, 1970).
Algo similar ocurre con las ciencias de la tierra a partir de Hutton y Lyell (GOULD, 1992).
        El siglo XIX marca el surgimiento, ya con una impronta netamente moderna de las ciencias
sociales. Es decir, aquellos aspectos del ser humano que exceden lo biológico, comienzan a ser obje-
to de estudio científico, extendiéndose el alcance de la ciencia a dominios hasta entonces exclusivos
de la filosofía cuando no de la religión.
        El divorcio entre ciencia y filosofía se fue profundizando a la par de los crecientes contactos
entre disciplinas concretas. De algún modo la irrupción de las geometrías no euclidianas viene a ter-
minar con la idea de que podía alcanzarse un conocimiento verdadero del mundo sin necesidad de
recurrir a la experiencia, es decir a través de conocimientos sintéticos a priori. Más allá de esta pro-
clama antikantiana, se pone de manifiesto la insuficiencia de la evidencia de axiomas y postulados
como criterio de verdad, al tiempo que comienza a crecer la idea que sirve de fundamento a los sis-
temas axiomáticos modernos.
        Poco a poco va cimentándose la creencia en que la única forma de adquirir conocimiento es
la experimentación combinada con la matematización, cuando sea posible, y el descubrimiento de
leyes. Al mismo tiempo el modelo de ciencia por antonomasia resulta la física newtoniana y sus deri-
vaciones, que se convierte en el núcleo en torno al cual se aglutinan las otras ciencias, tanto como
proveedora del 'método científico' como por ser considerada modelo de cientificidad. Se consolida el
optimismo en cuanto a que la investigación continuada acabará llevando inevitablemente a la unidad
de la ciencia.


La ruptura de los límites de la experiencia ordinaria y del sentido
común

        En paralelo con los desarrollos señalados, se produce un cambio cualitativo en el carácter de
la ciencia -fundamentalmente las naturales-, en la medida en que comienzan, y ya de una manera ya
irreversible, a dejar de ocuparse de los fenómenos de la experiencia ordinaria para dar cuenta de las



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entidades y leyes que ella misma postula para explicar la realidad, utilizando de manera creciente e
insoslayable conceptos que hacen referencia a entidades inobservables: "(...) en suma, [los científi-
cos] buscaron validar el objetivo de comprender el mundo visible postulando un mundo invisible
cuyo comportamiento era la causa de lo observable" (LAUDAN, 1984, p. 150). Además, la disponi-
bilidad de instrumental cada vez más poderoso y preciso amplía desmesuradamente la experiencia
disponible, también contradiciendo muchas veces la experiencia ordinaria y, por otro lado, favore-
ciendo la reconstrucción ideal y simplificada de algunos fenómenos en los laboratorios. La coheren-
cia entre los nuevos desarrollos teóricos con los de otros campos científicos prevalece por sobre la
correspondencia con el sentido común y la experiencia ordinaria. Este distanciamiento llega a su
punto culminante con la crisis del paradigma newtoniano y el desarrollo posterior de la Teoría de la
Relatividad y la Mecánica Cuántica. Esta crisis que se produce en las últimas décadas del siglo XIX
afecta los aspectos considerados hasta ese entonces más fiables del conocimiento científico: la con-
cepción mecanicista-materialista como marco conceptual básico, la física clásica y la matemática. Por
ello mismo el carácter de esta crisis afecta no solamente a una teoría o conjunto de teorías, sino tam-
bién a la estructura global de la ciencia, de sus conexiones internas, de la fiabilidad y eficacia de la
experimentación y de la utilización de los modelos matemáticos. De modo tal que es el propio des-
arrollo de la ciencia, según sus propias pautas autónomas, la que lleva a la crisis de la visión meca-
nicista del mundo, que constituyera su origen filosófico general, en tanto concepción general del
mundo.
         Los problemas concretos que llevaron a esta situación se pueden resumir, básicamente, en
tres puntos (SÁNCHEZ NAVARRO, 1988):


         Los problemas del éter y el concepto de campo: en este caso las dificultades se originan a par-
         tir de la integración entre electricidad y magnetismo. El problema consistía en que las 'fuer-
         zas' eléctricas y magnéticas eran atractivas y repulsivas al mismo tiempo y actuaban perpen-
         dicularmente al flujo de corriente y dependiendo de la velocidad de la carga, algo difícil de
         explicar mecánicamente. La propuesta de las líneas de fuerza de Faraday llevaba ya implíci-
         to el concepto de campo. Cuando Maxwell matematiza la teoría se observa que la noción fun-
         damental es, precisamente, la de campo, no las de carga o partícula. Para dar una explicación
         mecánica se recurre al éter mecánico por analogía con el éter luminífero usado en la óptica
         ondulatoria. Al desarrollar la teoría del campo electromagnético, Maxwell encuentra que la
         velocidad de propagación de las ondas electromagnéticas es la misma que la velocidad de la
         luz, así que identifica la luz con una vibración electromagnética en el éter. Cuando Hertz
         detecta experimentalmente las ondas electromagnéticas, se considera una confirmación de la
         teoría del campo electromagnético. El problema estaba en el éter: si se interpretaba mecáni-



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camente tenía que ser muy elástico y poco denso para cumplir los requisitos de la óptica y, al
        mismo tiempo, rígido y continuo para satisfacer las exigencias del modelo de átomo vortex
        de Lord Kelvin, lo que era inconcebible; si se interpretaba matemáticamente, se dejaba de
        cumplir el requisito de explicación mecánica. El experimento de Michelson y Morley com-
        plicó aun más la situación, pues o la Tierra estaba inmóvil, o el éter no existía. Todo ello
        acabó llevando a la teoría de Lorentz, que proponía una física basada en conceptos electro-
        magnéticos y con un éter sin propiedades mecánicas (finalmente la teoría de campos acaba-
        ría absorbiendo la mecánica). El primer golpe al mecanicismo estaba dado.
        Irreversibilidad y Mecánica Estadística: el segundo problema arrancaba de la segunda ley de
        la Termodinámica. Esta afirmaba la irreversibilidad de los procesos térmicos. Puesto que el
        calor se entendía mecánicamente como el movimiento de las partículas de un cuerpo, la cues-
        tión era construir un modelo mecánico de la ley. Para Lord Kelvin, la ley afirmaba la disipa-
        ción de la energía y no daba ningún modelo mecánico para los procesos térmicos. Clausius,
        sin embargo, intentaba construir modelos mecánicos para las leyes de la Termodinámica
        basándose en movimientos moleculares. Así recurre al concepto de entropía que denotaba el
        carácter direccional de los procesos físicos. El problema se presentaba en la teoría cinética
        que concebía los gases como partículas en movimiento. Para dar cuenta de las propiedades
        de la materia y de la estructura molecular se requería una teoría estadística del movimiento
        molecular. Y eso, a su vez, llevaba o bien a la violación de la ley de la entropía (pues habría
        moléculas individuales frías que transferirían calor a otras calientes) o bien a la interpretación
        estadística de la segunda ley de la Termodinámica, lo que afectaba al determinismo fuerte exi-
        gido por la concepción mecanicista.
        La radiación térmica y el concepto de energía: finalmente, el tercer problema provenía del
        intento de encontrar una formula de la distribución de la energía según las longitudes de onda
        en todo el intervalo de longitudes de onda de la radiación térmica. Wien había propuesto una
        formula que describía la distribución en las ondas cortas y predecía el máximo característico
        del espectro de la radiación, pero fallaba en las ondas largas. A su vez, Rayleigh propuso otra
        que describía muy bien la distribución para las ondas largas, pero de ella se deducía que cuan-
        to más corta fuera la longitud de onda, mayor debía ser la intensidad de radiación sin limita-
        ción alguna, hasta llegar a la 'catástrofe ultravioleta'. La propuesta de solución de Planck con-
        sistió en encontrar una formula de interpolación que permitía la conexión de la parte adecua-
        da de cada una de las otras dos. El problema era que la explicación de la ecuación de Planck
        exigía que la energía no fuera continua, sino 'cuantizada'. Así formuló su hipótesis de los
        quanta, que tampoco encajaba en los supuestos mecanicistas. Junto con estas, se produjeron
        otras dificultades como el efecto fotoeléctrico, los espectros de rayas, etc., que acabarían lle-



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vando a la Teoría de la Relatividad y la Mecánica Cuántica. El resultado de todo ello fue la
        crisis de la concepción mecanicista-materialista y, poco después, de toda la física clásica.
        Estos tres complejos procesos llevaron a la crisis de la concepción mecanicista-materialista
y, poco después, de toda la física clásica. Crisis que no se reducía a desnudar la necesidad de sustitu-
ción de unas teorías por otras, sino que, además generó una serie de interrogantes y discusiones de
naturaleza filosófica: ¿cuál es el status ontológico de las entidades postuladas por la ciencia?; ¿cuál
es la relación entre la realidad física y las teorías?, ¿cómo se determina la verdad o la aceptabilidad
de éstas?; ¿cuál es el status de los modelos teóricos?; ¿deben ser modelos mecánicos o pueden ser
simplemente matemáticos?; ¿qué papel ha de asignarse a los modelos estadísticos?; ¿y a los analógi-
cos?, etc. Los conceptos y teorías envueltos en la crisis de la física clásica están muy lejos del cono-
cimiento ordinario y, lo que es más importante, la crisis se produce porque las restricciones impues-
tas a la ciencia por el sentido común bajo la forma del mecanicismo-materialista estaban siendo vio-
ladas. La articulación de la ciencia con el conocimiento natural y la experiencia ordinaria es, a partir
de ahora, una tarea de la propia ciencia que los relativizará y modificará tras un proceso más o menos
largo. Lo que se comienza a pedir de la filosofía no es que proporcione un conocimiento por sí o una
síntesis abarcadora de los conocimientos proporcionados por la ciencia, sino que ayude a clarificar
los problemas que la actividad científica genera. Las primeras respuestas ante los problemas y la cri-
sis planteada provienen de los científicos, pero constituyen el origen de la filosofía de la ciencia dado
que se trata de verdaderos problemas que la ciencia no podrá resolver a través de sus prácticas habi-
tuales y que generan cuestiones fundamentales, propias de la filosofía.
        Puesto que los problemas se plantean en un momento de crisis, todas las respuestas van a
tener un componente falibilista que, desde entonces, será una característica distintiva de la ciencia: el
conocimiento científico no es, ni puede llegar a ser un conocimiento absoluto.
        Así, para Hertz las afirmaciones de la física se refieren a sectores limitados de la naturaleza
y su validez se limita a ellos. Lo que la física, y por extensión la ciencia, pretende es construir imá-
genes de los fenómenos, imágenes que son invención humana, y no construir un cuadro exhaustivo
de la naturaleza que penetre en la esencia de las cosas. Sus imágenes son decidibles por la satisfac-
ción de ciertas condiciones intrínsecas, como la coherencia y la concordancia con los hechos experi-
mentales conocidos, no por la correspondencia con las esencias de las cosas.
        Por su parte, para Planck la ciencia debe dar una imagen ordenada y coherente del mundo.
Desarrollándose progresivamente va adecuándose cada vez más, en un proceso sin fin, a la estructu-
ra del mundo real, pero sólo llega a ella por aproximación. En este caso, la dificultad está en que hay
un desacuerdo entre el mundo real y el de los fenómenos de la experiencia ordinaria. En consecuen-
cia, la creencia en la realidad perdurable de la naturaleza es imprescindible para el desarrollo teórico
de la ciencia, pero, al mismo tiempo, la realidad que aparece como punto de referencia final es incog-



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noscible. Sólo queda un conocimiento aproximativo y sin final, a menos que se muestre de hecho que
no se puede seguir perfeccionando la ciencia (una posición semejante es la de Meyerson con su dis-
tinción entre leyes descriptivas y predictivas de los fenómenos y leyes causales explicativas que
determinan la identidad de lo que persiste a través de los cambios de la naturaleza).
        Tanto Hertz como Planck están guiados por sus propias investigaciones. El primero por su
trabajo experimental sobre las ondas electromagnéticas que favorecía la teoría del campo electromag-
nético; el segundo por la justificación de los 'quanta', aun más increíbles que la 'teoría del campo'.
        Pero esa misma separación entre las teorías científicas, los fenómenos y la realidad 'teórica'
llevaba a otros autores a rechazar el realismo, incluso el más moderado, en favor de posiciones empi-
ristas o convencionalistas. Avenarius y Mach defendían un empirismo sensitivista según el cual todas
las ideas son rastreables hasta llegar a las sensaciones que las originaron. Los conceptos teóricos son,
entonces, ficciones mentales que ayudan instrumentalmente a la sistematización y organización de las
observaciones y las impresiones sensoriales, pero sólo éstas tienen existencia real. Los conceptos teó-
ricos se justifican por razones de simplicidad, economía, sencillez, etc. Así, sólo tienen validez cogni-
tiva las afirmaciones del conocimiento empírico que pueden basarse en impresiones sensoriales. Podría
pensarse que este empirismo llevaría al rechazo de los nuevos conceptos que violaban el sentido
común, como el 'campo electromagnético', etc., pero su función era la contraria: si no hay entidades
teóricas y la única función de los conceptos teóricos es ayudar a la sistematización de la experiencia,
tanto da el éter como el campo electromagnético. Puesto que el primero no cumple ninguna función y
sólo sirve de obstáculo, mientras el segundo sistematiza y tiene consecuencias observables, la elección
es evidente. Sobre esta misma base, Mach (KOLAKOWSKI, 1988) llegaba a discutir la relevancia de
nociones tan arraigadas en el sentido común y en el mecanicismo como el espacio y el tiempo absolu-
tos. Sobre estos supuestos, Ostwald llegó a construir una teoría físico-química basada en el concepto
de energía y sin hacer ninguna mención a átomos o moléculas (pese a que Ostwald, en otros aspectos,
no era un empirista, sino un energetista). Ciertamente, el interés básico de Mach y Avenarius era la dis-
puta con los neokantianos y lo que buscaban era eliminar las 'formas' transcendentes y las entidades
extrañas que estos introducían en física (KOLAKOWSKI, 1988; SUPPE, 1974), pero, una vez embar-
cados en esa tarea, tenían que rechazar también las numerosas entidades introducidas para satisfacer
las exigencias de la explicación mecánica (en especial los átomos inobservables).
        Por su parte, Duhem y Poincaré mantenían posiciones convencionalistas que intentaban evi-
tar las dudas sobre el status ontológico de las entidades teóricas y, al mismo tiempo, reflejaban los
elementos arbitrarios y los componentes formalistas (simplicidad, sencillez, coherencia, etc.) que
intervenían en la construcción de teorías. Las leyes, en última instancia, eran convenciones que se
mantenían por decisiones metodológicas. El único requisito era que se salvaran los fenómenos, pero,
puesto que las teorías se aplican en bloque, basta con introducir en ellas los reajustes necesarios para



Epistemología - Autor: Héctor Palma                                                        Página Nº 22
que lo consigan. Así las razones para mantener una teoría no son empíricas, sino metodológicas, y su
                                  rechazo es, igualmente, resultado de una convención.
                                           Más interesante aun es la polémica sobre los modelos y la explicación mecánica. El proble-
                                  ma central es si las teorías deben construir modelos físicos o matemáticos. Puesto que, en cualquier
                                  caso, se asume el mecanicismo como visión del mundo, lo que está en discusión es cuál es la rela-
                                  ción de estos modelos con la realidad: si meramente reflejan su estructura o si, además, deben incor-
                                  porar compromisos con la existencia de ciertas entidades y si han de entenderse como homomórficos,
                                  aproximados o isomórficos con los sistemas reales. Pero también se incluye el problema de la rela-
                                  ción entre ciencia, observación y sentido común cuando se discute la naturaleza de los modelos esta-
                  Pastilla        dísticos y la exigencia de construir modelos analógicos para salvar la explicación mecánica. Incluso
Se denomina modelo analógi-
co a cualquier objeto mate-       entra en juego la cuestión de cuál es la teoría en torno a la que debe articularse el resto de la física. Durante
rial, sistema o proceso, desti-
nado a reproducir de la mane-
ra más fiel posible, en otro      varios años Lord Kelvin, Clausius, Maxwell y Boltzmann estuvieron envueltos en esta disputa.
medio, la estructura o trama
de relaciones del original, por
ejemplo: modelo hidráulico
de circuito eléctrico.


                                  Desarrollo de la biología, las ciencias sociales e interacciones

                                           Finalmente otros dos factores fundamentales están representados por el desarrollo de la bio-
                                  logía y, sobre todo, el nacimiento de las ciencias sociales, que permiten al conocimiento científico
                                  irrumpir en un campo hasta entonces exclusivo de la filosofía (y, en ciertos aspectos, de la religión):
                                  el estudio del ser humano.
                                           F. Jacob, haciendo una lectura 'interna' de la historia de la ciencia biológica, señala que el pro-
                                  ceso se resuelve en los siguientes pasos:


                                       Citas

                                        "Desde el siglo XVI vemos así aparecer en cuatro ocasiones una nueva organización
                                       (de lo viviente), una estructura de orden cada vez superior: primero, a principios del
                                       siglo XVII, la combinación de las superficies visibles, (...); después, a finales del siglo
                                       XVIII la 'organización', la estructura de orden dos que engloba órganos y funciones y
                                       termina por resolverse en células; le sigue, a comienzos del siglo XX los cromosomas
                                       y los genes; finalmente, a mediados de este siglo la molécula de ácido nucleico"
                                       (JACOB, 1970).


                                           Pero, además, es necesario tener en cuenta que en la biología del siglo XIX, se ha producido
                                  no sólo una revolución interna, sino la que ha sido, probablemente, la más grande revolución cultu-
                                  ral de Occidente provocada por una teoría científica: la aparición de la teoría darwiniana de la evolu-
                                  ción. Merced a lo que Freud calificó como la "segunda herida narcisista" de la humanidad, finalmen-



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te se termina de expulsar del ámbito de lo natural los residuos aristotélico-bíblicos de un mundo tele-
ológico. La diversidad de especies y sus cambios comienzan a tener su explicación a través de meca-
nismos naturales.
        Finalmente, el siglo XIX es el de la consolidación de las ciencias sociales modernas, las cua-
les luego del impulso inicial de la 'física social' de A. Comte, fueron poco a poco generando sus pro-
pios campos cada vez más específicos y delimitados. La impronta de la física newtoniana como
modelo de investigación, metodológico y de cientificidad, marcará a fuego durante muchas décadas
las principales líneas de desarrollo de las incipientes ciencias sociales. A partir de la segunda mitad
del siglo XIX comienza a crecer la influencia de la biología evolucionista darwiniana sobre otras
áreas de las ciencias sociales dando lugar a un sinnúmero de explicaciones naturalistas (evolucionis-
tas) en los ámbitos propios de la antropología, sociología, psicología (GOULD, 1986, HARRIS,
1985; TIMASHEFF, 1955).
        Puede hacerse una lectura global de las interacciones entre ciencias naturales y sociales a par-
tir del surgimiento de la ciencia moderna señalando:


        a) desde la Revolución Científica, las ciencias naturales y la matemática han sido las que pro-
        veyeron los modelos utilizados por las actualmente llamadas ciencias sociales.
        b) hay, básicamente, dos líneas de influencias fundamentales: una que tiene como proveedo-
        ra de modelos a la física que se inicia primero merced a los éxitos de la física de Newton y
        otra que se apoya en las ciencias biológicas y que fue creciendo en importancia a medida que
        se fue consolidando la biología en general y la biología evolucionista -y teorías asociadas- en
        particular. Estas dos líneas se han ido consolidando desde la Revolución Científica en ade-
        lante y durante el siglo XIX se pudo asistir al apogeo de ambas, siendo profusamente utiliza-
        das en las incipientes ciencias sociales aunque con algunas especificidades: mientras que por
        una parte la física matemática, consistente en la nueva mecánica racional más la física de la
        energía, tenía una profunda influencia sobre la economía, los modelos provenientes de las
        ciencias biológicas, tales como por ejemplo la teoría celular y la teoría de la evolución, resul-
        taron sumamente influyentes en el área de las teorías de la morfología social y la conducta.


        Como quiera que sea, la ciencia va adquiriendo características inéditas, a la par que se apro-
pia de campos reservados hasta ese momento a la filosofía, cuando no a la religión, y culmina pre-
sentándose como la única forma genuina de conocimiento.




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1.3. Clasificación de las ciencias

        Los intentos de clasificar las ciencias y los saberes son tan antiguos como la reflexión misma
sobre el conocimiento y también bastante diversos. Vemos a continuación sólo algunos de ellos.
        En la Edad Media hubo múltiples clasificaciones deudoras de diferentes tradiciones, como
por ejemplo la de Hugo de San Víctor (1096-1141) que dividía la filosofía en ciencia teórica (teolo-
gía, matemática y física, por un lado, y aritmética, música geometría y astronomía, por el otro), en
ciencia práctica (ética), en ciencia mecánica (artes mecánicas) y lógica (subdividida en gramática y
ciencia disertiva).
        Ya en la modernidad, F. Bacon clasificó las ciencias según las facultades humanas: memoria,
razón y fantasía. La memoria da su origen a la historia (subdividida en sagrada, civil y natural); la
razón da origen a la ciencia (subdividida en teología natural, ciencias de la naturaleza y ciencias del
hombre). La fantasía da origen a la poesía.
        A. Comte (1798-1857) concibió una jerarquía de las ciencias según su grado de "positividad",
ordenándolas en una serie que comienza con la matemática y sigue con la astronomía, la física, la quí-
mica, la biología y la sociología, con la filosofía como la ciencia más comprensiva.
        W. Dilthey (1833-1911) señala que hay dos grandes grupos de ciencias: las naturales y las del
espíritu. En la misma tradición que distingue entre naturaleza y cultura, H. Rickert divide las ciencias
en nomotéticas (las que se basan en leyes: matemática, lógica, y en general, las ciencias naturales) e
ideográficas (las que estudian acontecimientos individuales: la historia).
        La variedad de clasificaciones muestra dos cuestiones importantes: por un lado, el carácter
histórico y por tanto provisorio de cualquier clasificación que hace que aparezcan áreas de estudios
nuevos y que otras consideradas científicas en algún momento dejen de serlo; pero, por otro lado, hay
que tener en cuenta que no se trata de una mera estipulación, sino que estas taxonomías y clasifica-
ciones expresan relaciones de poder y también de prestigio. Aquí adoptaremos, con la provisoriedad
del caso, la clasificación que elaboró el Círculo de Viena, en ciencias formales y fácticas, según la
definición de R. Carnap: "La distinción entre ciencias formales y fácticas es la siguiente: las prime-
ras sólo contienen enunciados analíticos mientras que las segundas incluyen, además, enunciados sin-
téticos".




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1.4. Una clave de abordaje de los problemas epistemológicos

                                           Esta Unidad 1 se propone, en primer lugar, explicitar cuál será el hilo conductor de la asig-
                                   natura y, en segundo lugar, sentar algunos conceptos básicos, en ocasiones mediante definiciones esti-
                                   pulativas o caracterizaciones preliminares que se irán desarrollando a lo largo del curso, y en otras
                                   ocasiones mediante breves desarrollos de temas imprescindibles para la comprensión de lo que sigue.
                                           El primer problema que se le presenta a una asignatura como esta -problema que no ocurre
                                   en otras áreas de la ciencia- es explicar y delimitar un objeto de estudio sobre el cual no hay consen-
                                   so entre los autores. La delimitación misma del objeto, lejos de ser un compromiso preliminar, es
                                   parte principal de la agenda de investigaciones. Por eso, es necesario y conveniente, antes que
                                   emprender la tarea de hacer una descripción, ir aproximándose a nuestro objeto de manera paulatina
                                   y observando las distintas posiciones que aportaron al estado de las discusiones actuales.
                                           Podemos definir, provisoriamente, a la Epistemología como el estudio filosófico de ese tipo
                                   especial de conocimiento que llamamos ciencia. Sin embargo, semejante definición resulta no sólo
                                   provisoria, sino también problemática y, sin una serie de aclaraciones, algo vacua.
                                           El fenómeno moderno que llamamos "ciencia" es sumamente complejo y multifacético y, de
                                   hecho, las disputas teóricas sobre la cuestión están lejos de estar saldadas. En una primera aproxima-
                                   ción y, cuando menos analíticamente, hay que señalar dos niveles o ámbitos de problemas que se
                                   encuentran relacionados con la ciencia (que, por otra parte, se corresponden a su vez con disputas que
                                   han dado lugar a extensos debates que formarán la parte central de este curso).
                                           En primer lugar el análisis correspondiente a la ciencia como producto, bajo el supuesto de
                                   que el resultado final del trabajo de los científicos son las teorías, leyes y conceptos científicos. El
                                   principal ámbito de problemas abordados corresponde a la estructura de las teorías y a la relación de
                                   éstas con el mundo empírico.
                                           El segundo nivel de análisis -el problema de la ciencia como proceso- corresponde al desarro-
                                   llo histórico y el progreso de la ciencia a través del tiempo, es decir a los aspectos históricos, socio-
                                   lógicos y psicológicos de la ciencia.
                                           Esta distinción ha recibido diferentes tratamientos y denominaciones. H. Reichenbach, por
                                   ejemplo, en el primer capítulo de Experience and prediction (REICHENBACH, 1938) estableció dos
                   Pastilla        distinciones que cobraron fama y aceptación rápidamente. La primera, entre las relaciones internas y
Reichenbach llamaba relacio-
nes internas a las que se dan      externas del conocimiento. La ciencia estrictamente hablando, para estos pensadores, estaba consti-
entre las afirmaciones de la
teoría en su reconstrucción
racional y entre éstas y la evi-   tuida por los contenidos y relaciones internas, ya que la conciben sólo como producto, desentendién-
dencia empírica; externas, a
las que van más allá de estos      dose de los problemas de la producción del saber.
factores lógicos y empíricos y
se relacionan con elementos
relativos a los comportamien-              La segunda distinción establecida por Reichenbach, complementaria de algún modo de la pri-
tos de la comunidad científica.




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mera, es la que se establece entre el contexto de descubrimiento y el contexto de justificación. Al pri-
mero corresponderían los aspectos los aspectos históricos, sociales y subjetivos que rodean a la acti-
vidad de los científicos. No interesaría, según este punto de vista, para la justificación de hipótesis
y/o teorías, todo cuanto se refiere a su invención, los avatares que provocaron su generación. Es irre-
levante, para la investigación científica, la manera como se halla o descubre una hipótesis (proceso
creativo, observación de hechos, inducción, etc.) porque, en definitiva, no se considera que esta tarea
sea propiamente obra de la razón, sino de la imaginación. Se trata de una cuestión psicológica, socio-
lógica o histórica, no propiamente epistemológica y por ello el abordaje de esas problemáticas será
tarea de la sociología, la historia o la psicología. Por otro lado, todo cuanto se refiere a las razones
por las que, en ciencia, debe aceptarse una hipótesis, es una cuestión que se considera mucho más
relevante que la que supone el contexto de descubrimiento de la misma. La justificación de una hipó-
tesis -la demostración de que es racional considerarla verdadera- sería obra propiamente de la razón
y lo que permitiría hablar propiamente de una lógica de la ciencia. Si se acepta esta distinción entre
contextos es evidente que la epistemología deberá analizar los principios, presupuestos y métodos
científicos desde el punto de vista de su alcance, su verdad y su validez. Entonces se harán pregun-
tas como: ¿Cuáles son los principios sobre los que descansa el conocimiento científico? ¿Es la induc-
ción el principal método científico? ¿O es la deducción? ¿O más bien una combinación de ambos?
¿O no hay un método científico sino distintos métodos científicos según las distintas disciplinas cien-
tíficas? ¿Cuál es la base de la validez de dichos métodos científicos?.
        También se analizará la estructura conceptual de la ciencia con preguntas como: ¿Qué es un
concepto científico? ¿Qué es un concepto teórico y qué es un concepto observacional? ¿Qué es una ley
científica? ¿Cuál es la naturaleza de las leyes científicas? ¿Qué es una teoría científica, cuál es su estruc-
tura?, etc. Se tratará en suma de la reconstrucción racional del producto de la actividad científica.
        La enorme influencia de estos planteos provenientes de la filosofía de la ciencia generó no
sólo una distinción conceptual, sino también una clara demarcación disciplinar. Así, esta verdadera
'división del trabajo', era asumida también por la sociología de la ciencia, que prestaba atención a los
aspectos institucionales de la ciencia, desde las condiciones externas que favorecen su constitución y
desarrollo como institución hasta su legitimación y la evaluación social de los descubrimientos cien-
tíficos, pero sin pretender ninguna injerencia relevante en su contenido cognitivo. Un claro ejemplo
es la sociología mertoniana, especialmente interesada en las normas y organización de la ciencia en
tanto institución social, sus relaciones con otras instituciones y su integración o desintegración en la
estructura social. R. Merton sostiene que el contenido de la ciencia, su justificación y validación, su
desarrollo y cambios específicos, quedan fuera del campo de la sociología y obedecen a lo que llama
'normas técnicas'. Los contenidos de la ciencia dependen sólo de su función -el aumento del conoci-
miento- y de sus métodos técnicos. En suma, los "imperativos institucionales derivan del objetivo y



Epistemología - Autor: Héctor Palma                                                            Página Nº 27
los métodos", pero no al revés. Faltaban aún varias décadas para que la sociología comenzara a recla-
mar la palabra sobre los contenidos cognitivos de la ciencia en general. La evaluación de los conte-
nidos cognitivos de la ciencia todavía era de pura incumbencia de la filosofía.
        Quizá, simplificando un tanto las cosas, la historia de la reflexión epistemológica en el siglo
XX pueda leerse como un desbaratamiento paulatino y progresivo de la distinción tajante y excluyen-
te entre contextos. Pero sobre esta cuestión quisiéramos dejar sentado algún criterio.
        La epistemología tradicional no sólo sostiene que es posible pensar una ciencia descontextua-
lizada y a expensas de los agentes que la producen sino que sencillamente resta entidad a la pregun-
ta misma. Por ello cabe preguntarse cuál es el sentido, desde el punto de vista de la filosofía, de inda-
gar acerca del sujeto que produce ciencia. De hecho deben ser posibles otras respuestas para rescatar
y dar entidad a tal pregunta. La historia de los estudios sobre la ciencia y de la epistemología en par-
ticular de los últimos treinta o cuarenta años podrían considerarse, justamente, una serie de intentos
por otorgar pertinencia y legitimidad a esta pregunta.


     Leer Atento

    El criterio de pertinencia, creemos, se ubica en la misma línea que la epistemología tra-
    dicional, aunque de hecho con una valoración y respuestas diferentes: la pregunta por
    el sujeto que hace ciencia sólo cobra sentido filosófico en la medida en que la respues-
    ta que se le dé a la misma, resulte relevante epistémicamente.

        De hecho, la filosofía de la ciencia tradicional ha considerado la injerencia del sujeto como
una interferencia en la producción del conocimiento; interferencia que, en el mejor de los casos podía
y debía ser eliminada mediante diversos tipos de procedimientos metodológicos. De esta manera los
comportamientos de esos sujetos, sean considerados individual o colectivamente, podían explicar tan
solo los errores de la ciencia o el marco histórico general que acompañó su surgimiento. Por ello la
revalorización del sujeto que produce ciencia, en suma, el análisis del contexto de descubrimiento
tiene sentido en la medida en que pueda descubrirse que las prácticas en las cuales se produce el cono-
cimiento científico resulten relevantes en cuanto al contenido y legitimación de ese producto.
        En la actualidad la filosofía ha perdido la hegemonía en la reflexión sobre la ciencia y se
habla, en cambio, de estudios sobre la ciencia que incluyen perspectivas muy diversas:


        la sociología del conocimiento científico, que, a diferencia de la sociología de la ciencia tra-
        dicional, se ocupa no tanto del estudio de la comunidad científica en tanto comunidad, sino
        de los resultados que produce esa comunidad en relación con las prácticas que le dan origen;
        la antropología de laboratorios, que analiza con herramientas antropológicas el tipo de rela-
        ciones que se establecen al interior de laboratorios científicos también en relación con el tipo



Epistemología - Autor: Héctor Palma                                                        Página Nº 28
de producto que surge de ellos, es decir la "verdad" científica;
        la retórica de la ciencia, que en sus versiones más extremas considera que la ciencia no es
        más que un discurso persuasivo como la literatura y que su objetivo es ganar el consenso
        entre los pares;
        la psicología de la ciencia, que intenta dar cuenta de los procesos mentales por los cuales un
        científico produce en un momento determinado algo novedoso;
        la historia de la ciencia, ya no como deposito de anécdotas, sino como insumo indispensable
        para lograr la contextualizacion que permita entender la ciencia actual;
        los estudios interdisciplinarios CTS (ciencia, tecnología y sociedad);
        los estudios sobre política científica e innovación tecnológica;
        las llamadas epistemologías naturalizadas, que basadas en los estudios científicos mismos -
        psicológicos, sociológicos e históricos- esperan dar cuenta de la verdad científica;
        las filosofías especiales de la ciencia que, aunque en una perspectiva de menor alcance que
        la filosofía general de la ciencia, han proliferado y se ocupan de los problemas que surgen de
        las investigaciones científicas pero a los que la ciencia no puede dar respuesta (filosofía de la
        biología, de la física, de las ciencias sociales, de la matemática, etc.) .


        En este panorama tan complejo y heterogéneo, resultado de prácticamente un siglo de deba-
tes, la distinción entre contextos resulta aceptable -como adelantáramos más arriba- sólo analítica-
mente y la prioridad de la filosofía en el análisis metacientífico resulta no sólo extemporánea sino
fundamentalmente insuficiente.


     Leer Atento

    De modo tal que el abordaje epistemológico debe admitir y utilizar los estudios sobre
    la ciencia, de modo tal que incluya tanto el análisis y la reconstrucción racional de las
    teorías, leyes y conceptos científicas -la ciencia como producto, objeto de la filosofía
    de la ciencia tradicional-, como así también el desarrollo histórico de la ciencia y las
    vinculaciones del producto científico específico con el contexto social -la ciencia como
    proceso.


        No se trata de ni de una sumatoria de temas y perspectivas diferentes, ni de una especie de
eclecticismo ramplón, sino del imprescindible análisis de las estrechas conexiones, relaciones causa-
les y correlaciones entre estos ámbitos. Un curso de epistemología, debe ubicarse, hoy, en la intersec-
ción de estos múltiples abordajes.




Epistemología - Autor: Héctor Palma                                                        Página Nº 29
Leer Atento

    En ese sentido, hemos elegido, para la mejor comprensión de los temas y problemas
    involucrados, desarrollarlos bajo la forma de una reconstrucción histórico-conceptual,
    es decir a través de algunos de los principales debates y posiciones controvertidas.



                            PRINCIPALES PROBLEMAS DE LA UNIDAD 1

         CARÁCTER FILOSÓFICO DE LA EPISTEMOLOGÍA
         HISTORICIDAD DEL CONCEPTO DE CIENCIA
         LO INTERNO Y LO EXTERNO A LA CIENCIA:
         LOS CONTEXTOS DE DESCUBRIMIENTO Y DE JUSTIFICACIÓN
         EL ESTADO ACTUAL DE LA CUESTIÓN: LOS ESTUDIOS SOBRE LA CIENCIA




     Actividad

    1.Escriba y guarde hasta el final de la cursada, en no más de dos carillas y en lo posi-
    ble sin hacer uso de bibliografía especializada, lo que usted piensa sobre:

         A)El concepto de ciencia.
         B)Las diferencias y semejanzas entre ciencias naturales y sociales.
         C)La relación que hay, si es que la hay, entre ciencia y contexto histórico



     Lectura Recomendada

    EGGERS LAN, C. (1995), El nacimiento de la matemática en Grecia, Eudeba, Buenos Aires.
    COHEN, I. (1989), Revolución en la ciencia, Gedisa, Barcelona.
    WHITEHEAD, A. (1949), La ciencia y el mundo moderno, Losada, Buenos Aires.
    JACOB, F. (1986), La lógica de lo viviente, Salvat, Barcelona.
    LAKATOS, I. y MUSGRAVE, A. (1975), La crítica y el desarrollo del conocimiento,
    Grijalbo, Barcelona.




Epistemología - Autor: Héctor Palma                                               Página Nº 30
Bibliografía recomendada
EGGERS LAN, C. (1995), El nacimiento de la matemática en Grecia, Eudeba, Buenos Aires.
COHEN, I. (1989), Revolución en la ciencia, Gedisa, Barcelona.
WHITEHEAD, A. (1949), La ciencia y el mundo moderno, Losada, Buenos Aires.
JACOB, F. (1986), La lógica de lo viviente, Salvat, Barcelona.
LAKATOS, I. y MUSGRAVE, A. (1975), La crítica y el desarrollo del conocimiento, Grijalbo,
Barcelona.




Epistemología - Autor: Héctor Palma                                            Página Nº 31

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Unidad 1

  • 1. INDICE - Unidad 1 1- Perspectivas históricas de las vinculaciones entre filosofía y ciencia 1.1. Filosofía y ciencia ...................................................................................................... 2 1.2. Tres modelos de ciencia ............................................................................................. 3 1.2.1. El modelo aristotélico ........................................................................................... 4 1.2.2. La revolución científica: El modelo mecanicista-legalista y la matemática ........ 7 1.2.3. El panorama en los siglos XIX y XX ................................................................... 16 1.3. Clasificación de las ciencias ...................................................................................... 25 1.4. Una clave de abordaje de los problemas epistemológicos ......................................... 26 Bibliografía Bibliografía recomendada ................................................................................................. 31 Epistemología - Autor: Héctor Palma Página Nº 1
  • 2. 1. Perspectivas históricas de las vinculaciones entre filosofía y ciencia Objetivos Que los estudiantes: Comprendan el carácter, filosófico primero e interdisciplinario después, de la epistemología. Comprendan las cambiantes vinculaciones a través de la historia entre filosofía y ciencia. Comprendan el carácter histórico del concepto de ciencia. 1.1. Filosofía y ciencia La relación entre filosofía y ciencia ha sido cambiante, problemática y extensa. Un primer tipo de consideraciones debe hacerse sobre la denominación misma, porque las incumbencias disci- plinares, es decir el objeto de estudio mismo y por ende la agenda de temas y problemas, resultan diferentes para distintas tradiciones filosóficas y científicas. Algunos autores utilizan 'epistemología' como sinónimo de 'teoría del conocimiento' o 'gnoseología', es decir refiriéndose a aquella parte de la filosofía que se ocupa de reflexionar acerca del problema del conocimiento en general, sin distin- guir entre el saber científico y los saberes de otro tipo. La tarea, entonces de la teoría del conocimien- to o gnoseología sería indagar sobre problemas tales como el origen y la esencia del conocimiento humano. En algunas ocasiones se ha identificado "epistemología" y "filosofía de la ciencia", mien- tras que en otras se las diferencia señalando que la primera se ocuparía de los aspectos metodológi- cos y lingüísticos específicos de la ciencia, mientras que la segunda tendría como objeto las deriva- ciones y consecuencias propiamente filosóficas de la ciencia. En este Módulo usaremos "epistemo- logía" y "filosofía de las ciencias" indistintamente. Una serie de continuidades y discontinuidades marca el derrotero de la reflexión acerca del conocimiento. En rigor de verdad ella es tan antigua como la filosofía misma. Sin embargo, lejos de poder establecerse una línea continua y sin sobresaltos, mucho han cambiado en los últimos dos mil quinientos años los principales tópicos de la discusión: la relación e incumbencia disciplinar entre filosofía y ciencia; el concepto mismo de ciencia; y además el desarrollo de la ciencia ha agregado Epistemología - Autor: Héctor Palma Página Nº 2
  • 3. en los últimos ciento cincuenta años una serie de problemáticas nuevas. Por eso puede decirse que la filosofía de las ciencias, aunque hunde sus raíces en una larga tradición, tal como se la entiende hoy es un producto del siglo XX. La filosofía siempre ha mantenido estrechos vínculos con la ciencia. A lo largo de la historia, muchos autores contribuyeron tanto a la filosofía como a otras ramas del saber en general, dado que el proceso de autonomía y profesionalización de la ciencia es un fenómeno muy reciente. Tal es el caso de Aristóteles (384-322 a.C.), J. Kepler (1571-1630), R. Descartes (1596- 1650) o G. Leibniz (1646-1716), entre muchos otros. Otras veces los filósofos han elaborado concep- ciones del mundo compatibles con las teorías científicas dominantes en ese momento, como en el caso de I. Kant (1724-1804) y la mecánica newtoniana. El mismo Kant incursionó en ámbitos estric- tamente científicos. En ocasiones han sido los filósofos quienes han señalado caminos teóricos o con- ceptuales que luego se han convertido en objeto de estudio de la ciencia. Tal es el caso de los exten- sos desarrollos en el área de la teoría del conocimiento de los siglos XVII y XVIII retomados luego en la psicología contemporánea. Incluso los mismos científicos han reflexionado frecuentemente sobre su actividad y sobre las implicaciones filosóficas de sus teorías, y así ocurre por ejemplo con G. Galileo (1564-1642), I. Newton (1642-1727), Ch. Darwin (1809 -1882), A. Einstein (1879-1955), entre muchos otros. Por último, y este es el caso más corriente, los filósofos han elaborado teorías acerca del conocimiento humano o han desarrollado métodos que han sido seguidos, más o menos estrictamente, por algunos científicos. Basta recordar la relación entre Platón (427-347 a.C.) y Eudoxo (c.408-c.335 a.C.), Aristóteles y Euclides (s. IV-III a.C.) o F. Bacon (1561-1626) y la ciencia moderna. La ciencia también genera problemas y derivaciones que no puede resolver y sobre los cua- les es necesaria una reflexión filosófica. Un ejemplo es la bioética, en auge en la actualidad, que surge de los desarrollos de las ciencias biomédicas y de la tecnología médica con sus posibilidades crecien- tes de intervención sobre el cuerpo humano. Sin embargo también hay otras cuestiones más intere- santes epistemológicamente. Por señalar solo algunas: la posibilidad del reduccionismo (sobre el cual volveremos), el estatus epistemológico de algunos estudios como el psicoanálisis, el estatus ontoló- gico de los estados mentales, el alcance de las leyes biológicas, el estatus de las partículas subatómi- cas, el estatus cognoscitivo de modelos y metáforas en la producción de conocimiento. 1.2. Tres modelos de ciencia En la actualidad hay plena conciencia de que el concepto de ciencia se ha ido modificando a través de la historia. Más allá de las diferencias de detalle, puede decirse que hay tres grandes mode- los de ciencia a lo largo de la historia occidental: el aristotélico, el moderno que surge en el siglo XVII Epistemología - Autor: Héctor Palma Página Nº 3
  • 4. y el modelo contemporáneo, producto de los profundos cambios de fines del siglo XIX en la física y la matemática: 1.2.1. El modelo aristotélico La filosofía aristotélica, que influyó de manera decisiva en el pensamiento occidental hasta bien entrada la modernidad, puede considerarse una verdadera cosmología en la cual todos los obje- tos y sucesos del cosmos cobran sentido. Incluso la política debe entenderse en su modelo como ins- cripta dentro de una explicación general acerca del lugar y las relaciones que se establecen en el uni- verso. Se trata de establecer, además de una explicación física, los fundamentos filosóficos, metafísi- cos, últimos de toda realidad. Cada perspectiva de abordaje de la realidad -física, astronómica, polí- tica, ética, metafísica- cobra sentido en función de la explicación, en conjunto, de la totalidad. Comencemos con la estructura topográfica o geométrica del Universo aristotélico, que expli- ca las observaciones astronómicas conocidas en la Grecia antigua. El Universo estaba dividido en dos zonas o sectores claramente diferenciados, tanto cualitativa como cuantitativamente: el mundo sublu- nar (es decir la Tierra más el espacio que va entre ésta y la Luna) y el mundo supralunar, es decir el espacio que va más allá de la Luna y que incluye el sol, los planetas y las estrellas. Es interesante notar que los cometas, por su comportamiento aparentemente caótico e irregular, fueron considera- dos durante siglos como fenómenos atmosféricos, es decir que se desarrollaban en el mundo sublu- nar. El mundo sublunar es el mundo de lo corruptible, de lo cambiante, el mundo de la mutación cons- tante: en él hay nacimiento, decadencia y muerte, los seres vivos así como las sociedades y las cultu- ras, nacen, se desarrollan y mueren. En cuanto a la composición físico/química -utilizando una termi- nología actual- de los objetos de este mundo sublunar, Aristóteles seguirá la teoría de los 'cuatro ele- mentos'. Según esta teoría hay cuatro elementos básicos: aire, tierra, fuego y agua; los objetos com- plejos estarían formados por diferentes combinaciones de éstos. La tierra es 'naturalmente' pesada y el fuego liviano, mientras que el agua y el aire ocupan posiciones intermedias. De tal modo que las diferencias en el peso de los objetos obedecen a la proporción en que intervienen los distintos ele- mentos en la formación de cada cuerpo. Esta teoría, en lo fundamental, se mantuvo por casi veinte siglos. En la cosmología aristotélica todos los objetos ocupan su 'lugar natural', es decir aquel lugar que les corresponde por su propia constitución y su finalidad. Así, por ejemplo, los objetos pesados caen porque 'tienden' a ocupar su lugar natural que es 'abajo', mientras que a los objetos livianos (como por ejemplo el fuego) suben porque les corresponden los lugares más altos. El movimiento en la Tierra y sus alrededores (el mundo sublunar) se desarrolla, entonces, en el sentido de una línea que Epistemología - Autor: Héctor Palma Página Nº 4
  • 5. pasa por el centro de la tierra y en la dirección que su mayor o menor peso determine. Es necesario aclarar que este concepto de movimiento resulta extraño para una mentalidad moderna, ya que el mismo no corresponde a un mero cambio posicional; el movimiento de los objetos en el mundo aris- totélico obedece al cumplimiento de la naturaleza que le es inherente a cada uno de ellos. Los movimientos de los objetos tales como arrojar una piedra hacia arriba o hacia adelante, son considerados por Aristóteles como 'violentos', es decir contrarios a la naturaleza de los cuerpos. Tales movimientos tienen lugar sólo cuando alguna fuerza actúa para iniciarlos o para mantener el cuerpo en un movimiento o posición 'antinatural'. Más allá de la Luna, el mundo supralunar tiene características completamente diferentes. Los cuerpos celestes no se componen de ninguno de los 'cuatro elementos', sino de un 'quinto elemento' o 'éter', y su movimiento 'natural' es circular alrededor de la Tierra. La forma de estos cuerpos, a su vez, es la de una esfera perfecta, y así como en el mundo sublunar todo está sujeto a cambio y corrupción, en los cielos nada cambia, más allá del movimiento circular descripto. Este modelo astronómico, cono- cido como aristotélico-ptolemaico perduró, más allá de algunos cambios no sustanciales durante veinte siglos. Pero, así como hay 'lugares naturales' para todos los objetos del universo, también los hay para los hombres. Cada uno de ellos ocupa el suyo en una estructura social que no es artificial, en el sentido de que no es una creación voluntaria de los humanos, sino que responde al movimiento y conformación natural de lo real, aunque sí sean diversos los tipos de organización existentes. El hombre es un zoón politikón, es decir un animal social por naturaleza. Es por ello que la realización de su finalidad esen- cial consistirá, básicamente, en conformar sociedades. Pero esta naturaleza humana (social) determina- rá no sólo que el hombre conforme sociedades, sino que además, también determinará el lugar que ocu- pará cada uno en la conformación de la estructura social. Interesa destacar de esta apretada síntesis de la cosmología aristotélica dos rasgos fundamen- tales que por otra parte impregnan también su concepción política: En primer lugar el carácter jerárquico de todo lo que sucede o está en el universo. Así como hay objetos superiores y más perfectos (los objetos celestes), y objetos inferiores (los objetos del mundo sublunar), también habrá hombres mejores que ocuparán por su propia naturaleza un lugar de privilegio en la sociedad y hombres inferiores que se ubicarán en los estratos inferiores. En segundo lugar, el carácter teleológico de este universo: todos los objetos del mismo, desde los hombres hasta las piedras, tienden a ocupar el lugar que les corresponde según una jerarquía natural y en cumplimiento de una finalidad que les es propia y esencial. El desarro- llo (y el cambio) de lo real se explica a través de los conceptos de potencia y acto: cada cosa contiene en potencia la capacidad de desarrollar sus características esenciales, es decir aque- llas que le hacen ser lo que es y no otra cosa. La puesta en acto de esas potencialidades es el Epistemología - Autor: Héctor Palma Página Nº 5
  • 6. desarrollo de su finalidad esencial. Es necesario entender que para Aristóteles conocer es dar cuenta de las causas que intervienen en la producción de algo, pero que estas causas pueden ser de cuatro tipos: la causa material -la sustancia en bruto y sin desarrollar del ente que expe- rimenta el desarrollo-; la causa formal - o esquema del desarrollo revelado desde el principio al fin; la causa eficiente o causa motriz -mecanismo mediante el cual se mantiene en marcha el proceso de desarrollo-; y por último, y tal vez la más importante, la causa final aquella que hace que cada ente, si no interfiere nada se desa-rrollará tal cual está previsto en su propia naturaleza. Para Aristóteles (como así también para la mayoría de los filósofos) las capacidades de cono- cimiento de que dispone el hombre pueden ser ordenadas jerárquicamente, de las inferiores a las superiores, a saber: 1) sensación (aisthesis), 2) experiencia (empeiría), 3) arte (tejne), 4) ciencia (epis- teme), 5) prudencia (frónesis), y 6) sabiduría (sofía) o filosofía primera. El camino del conocimiento es un ascenso hacia un conocimiento racional, universal y necesario no afectado por lo limitado y contingente. La experiencia constituye la primera universalización, debida a la memoria, a partir de las sensaciones; el saber técnico es ya un conocimiento de relaciones racionales entre hechos -como la medicina, la ingeniería o la arquitectura-. La ciencia, por su parte, es un saber universal y necesa- rio producido por la deducción a partir de principios o premisas primeras. Está más allá del saber par- ticular técnico, y por fuera del saber ético (prudencia) que regula acción humana en relación con el bien y el mal. El ideal de ciencia postulado por Aristóteles resulta inductivo/deductivo en cuanto a su produc- ción: se parte de la experiencia observacional y por inducción nos elevamos a los casos generales, pero una vez obtenido el concepto universal lo aplicamos deductivamente a nuevos casos. Aristóteles, tam- bién, fue el primero que sistematizó la lógica deductiva silogística (conocida hoy como lógica clásica) y consideró a la ciencia misma como un sistema deductivo, cuyas tesis básicas son: "Una ciencia demostrativa es un sistema S de términos y de enunciados tal que: 1) Todos los elementos de S conciernan a un mismo dominio de objetos reales. 2) Todo enunciado de S es verdadero. 3) Si ciertos enunciados pertenecen a S, toda consecuencia lógica de estos enunciados perte- necen por igual a S. 4) Haya en S un número finito de términos tales que: a) la significación de estos términos no necesite explicación; b) la significación de todo otro término presente en S pueda ser definida por medio de aque- llos términos. 5) Haya en S un número finito de enunciados, tales que: a) la verdad de esos enunciados sea evidente; Epistemología - Autor: Héctor Palma Página Nº 6
  • 7. b) todo otro enunciado de S sea una consecuencia lógica de aquellos enunciados" Evidentemente, en este como en cualquier sistema deductivo, la verdad queda asegurada a partir de dos condiciones básicas: una gnoseológica -la verdad de las premisas- y una lógico instru- mental -la correcta aplicación de las reglas de inferencia-. Sobre el segundo paso no hay problema alguno, en tanto se efectúe mediante una cuidadosa aplicación de las reglas lógicas. El problema epis- temológico de primer orden se refiere a la primera cuestión: la verdad de las premisas o afirmaciones de las cuales se parte. El caso más paradigmático del este modo de ver la ciencia es la geometría eucli- diana y en la actualidad ha quedado reducida a los sistemas axiomáticos en general. 1.2.2. La revolución científica: El modelo mecanicista-legalista y la matemática Aunque no todos los historiadores y filósofos están de acuerdo con ello, sostendremos aquí la tesis según la cual la ciencia tal como la concebimos en la actualidad tiene su origen en el siglo XVII, a partir de la Revolución Científica inscripta en un marco de cambios generalizados en toda Europa. La ciencia naciente tendrá cuatro ingredientes fundamentales: la valoración de la observación de la naturaleza, y la concepción de que ésta obedece a un orden legal, expresable matemáticamente, bajo una estructura mecánica. Por Revolución Científica se entiende, en sentido histórico, el período de renovación del saber ocurrido entre los siglos XVI y XVIII, aunque en un sentido más estricto puede decirse que se desarrolla básicamente desde mediados del siglo XVI hasta fines del XVII. Se inicia con la publica- ción de la obra de Nicolás Copérnico, De revolutionibus orbium coelestium [Sobre la revolución de los orbes celestes], en 1543, y de Vesalio, De fabrica corporis humani [Sobre la construcción del cuerpo humano], del mismo año, y culmina con los Philosophiae Naturalis Principia Mathematica [Principios matemáticos de filosofía natural] de Newton, en 1687. Se trató de una época de grandes cambios en la cual obtiene su partida de nacimiento la filosofía moderna, cuyo rasgo fundamental, si es que ha de tener alguno, puede circunscribirse al intento de encontrar nuevos fundamentos para un mundo feudal que se derrumba. En este sentido la filosofía moderna, cuyo inicio algunos lo señalan en la obra de R. Descartes (1596-1650) -y otros agregan a Th. Hobbes (1588-1679)-, encuentra como una de sus preocupaciones primordiales la revisión de las fuentes mismas del conocimiento humano, fuentes que habían conducido a la humanidad a permanecer convencida erróneamente durante casi dos mil años, en cuestiones tan fundamentales como la estructura geométrica del universo, de teorí- as que pasaron de ser sólidos edificios teóricos a constituir un montón de escombros. No es raro, Epistemología - Autor: Héctor Palma Página Nº 7
  • 8. entonces, que una de las preocupaciones del momento fuera la obtención del método adecuado para la indagación de la naturaleza: Bacon, Galileo, Comenio (1592-1670), Spinoza (1632-1677) y Descartes entre otros, se ocuparon del problema. La revisión de las fuentes del conocimiento huma- no genera, dentro de la filosofía, dos grandes líneas de respuestas que caracterizarían buena parte del pensamiento moderno: la racionalista inaugurada por Descartes, y seguida por autores como B. Spinoza o G. Leibniz, por un lado, y la empirista iniciada por Hobbes y continuada por autores como J. Locke (1632-1704) y D. Hume (1711-1776). La línea racionalista encontrará que la única fuente de conocimiento confiable será la razón, como consecuencia de una desconfianza radical en el cono- cimiento empírico. La otra línea, la empirista, encuentra, por el contrario, que la única fuente de cono- cimiento acerca del mundo, es la de los sentidos. Esta vía desembocará, con el sesgo de una serie de mediaciones, en lo que se llamó positivismo en el siglo XIX y neopositivismo en el siglo XX. Cabe consignar que Hobbes constituye también una figura central en la filosofía política, ya que desarrolla su modelo contractualista (inaugurando lo que hoy se conoce como iusnaturalismo moderno) según el cual los hombres son considerados iguales por naturaleza, en oposición al modelo aristotélico donde todos, tanto el esclavo como el ciudadano, tenían su "lugar natural" en la sociedad. El movimien- to que culminó con el acceso de la burguesía al poder político, primero en Inglaterra (con la revolución de 1688) y luego en Francia (con la Revolución Francesa en 1789) estaba en marcha. Pero no se trata solamente de la sustitución de unas teorías por otras. El cambio es mucho más profundo: durante este período y, por obra sobre todo de Galileo, Kepler, Descartes y Newton, tiene lugar la aparición y constitución de la denominada "ciencia moderna", que se caracteriza sus- tancialmente por el interés centrado en el conocimiento de la naturaleza, el recurso a las matemáticas como medio de conocimiento y el uso -o cuando menos la búsqueda- de un método científico. Se ha señalado como una de las características esenciales de la revolución científica la aparición, durante esta época, de una verdadera comunidad científica, de la que es un ejemplo concreto la Royal Society, de Londres, así como el establecimiento de redes de información entre los científicos, configuradas por las visitas que los mismos se hacían unos a otros, pero sobre todo por el recurso a periódicos, informes científicos y cartas. Puede decirse que el modelo de cientificidad que inaugura la Revolución Científica, hacien- do abstracción de los desarrollos de las disciplinas particulares, pero que al mismo tiempo los posi- bilita en la medida en que permite realizar nuevas preguntas a la naturaleza, contiene básicamente el ya señalado recurso a la matemática y la idea fundante de que la naturaleza es similar a un mecanis- mo, es decir lo que se ha denominado 'mecanicismo'. El mecanicismo, en una aproximación general, es la doctrina según la cual toda realidad natural tiene una estructura comparable a la de una máqui- na, de modo que puede explicarse basándose en modelos de máquinas. Se trata de una metáfora radi- cal, porque constituye no sólo un modo de entender la física de los cuerpos, es decir lo que se llamó Epistemología - Autor: Héctor Palma Página Nº 8
  • 9. la mecánica moderna, sino que, en ocasiones, constituye una verdadera filosofía, es decir una con- cepción del mundo en su conjunto. En el siglo XVII, muchos filósofos e científicos se preguntarán si no sería posible comprender mejor los movimientos y cambios de los seres naturales estudiándolos por analogía con los que realizan las máquinas. De hecho disponían ya de unas máquinas muy espe- ciales, los relojes mecánicos. Estas máquinas reúnen las siguientes características: 1. Su movimiento nunca se inicia espontáneamente, pues carecen de todo principio interno de actividad. El origen del movimiento es siempre externo. La ley de inercia consagrará esta idea al plantear que todo cambio de estado de un cuerpo se debe a una fuerza extrínseca al cuerpo. 2. La transmisión del movimiento de unas partes a otras se realiza siempre por contacto y nunca a distancia. Es decir, una parte empuja a otra, que a su vez empuja a otra, y así sucesivamente. 3. Ninguna máquina se mueve para alcanzar ciertos fines, de modo que el mundo de lo mecá- nico está presidido por una causalidad ciega desprovista de propósito alguno. Así en un reloj las agu- jas no avanzan para dar las horas; la finalidad está en quien lo diseña y no en el artilugio mismo. 1. Su movimiento nunca se inicia espontáneamente, pues carecen de todo principio interno de actividad. El origen del movimiento es siempre externo. La ley de inercia consagrará esta idea al plantear que todo cambio de estado de un cuerpo se debe a una fuerza extrínseca al cuerpo. 2. La transmisión del movimiento de unas partes a otras se realiza siempre por contacto y nunca a distancia. Es decir, una parte empuja a otra, que a su vez empuja a otra, y así sucesivamente. 3. Ninguna máquina se mueve para alcanzar ciertos fines, de modo que el mundo de lo mecá- nico está presidido por una causalidad ciega desprovista de propósito alguno. Así en un reloj las agu- jas no avanzan para dar las horas; la finalidad está en quien lo diseña y no en el artilugio mismo. Se dispone, en suma, de un ser artificial desprovisto de toda suerte de elementos animistas y finalistas que, sin embargo, es capaz de ejecutar ciertos movimientos. Si bien el concepto mecanicista admitió distintas versiones, en general puede decirse que ele- var estas consideraciones a modelo de aproximación a la naturaleza permitió cambiar el arsenal de preguntas de los científicos. Según PYLE (1995, p. 142) la mejor manera de caracterizar la filosofía mecánica es negativa, dado que encierra cuatro tipos de prohibiciones (estrechamente ligadas a las tres condiciones anteriores que ha de cumplir toda máquina): la acción a distancia, la iniciación espontánea del movimiento, la intervención de agentes causales incorpóreos y las causas finales. Todo ello tiene que ver con la necesidad absoluta de purificar la materia de toda suerte de almas, espí- ritus o cualquier otro tipo de agentes inmateriales, lo que se traduce en lo siguiente: I. Un cuerpo sólo puede recibir movimiento de otro por contacto o choque. En consecuencia, las influencias astrales de los astrólogos, las atracciones magnéticas, las simpatías y antipatías de neo- platónicos, herméticos y alquimistas, y demás tipos de acción a distancia han de ser rechazados. El principio supremo que gobierna los intercambios de movimiento (mejor sería decir cantidad de movi- Epistemología - Autor: Héctor Palma Página Nº 9
  • 10. miento) establece que nada actúa allí donde no está. II. Ningún cuerpo Puede empezar a moverse por sí mismo de modo espontáneo. No es potes- tad de la materia generar movimiento (ni tampoco destruirlo, tal como afirmara un principio de con- servación de la cantidad de movimiento). Todo movimiento tiene así como causa inmediata, uno ante- rior en otro cuerpo comunicado por impulso. III. Cuando se trata de estudiar el comportamiento de los cuerpos, la idea de producción de movimiento por supuestas entidades espirituales que se hallan presentes en ellos mismos (en forma de almas u otras semejantes) es enteramente rechazable. La única forma inteligible de acción física es el impulso. IV. En un mundo mecánico todo sucede de modo similar a un reloj, en el que el movimiento de descenso de un peso, previamente elevado a cierta altura, se transmite a unas ruedas dentadas que a su vez lo comunican a las manecillas. El acontecer se reduce a una serie causal sucesiva según la cual, cada hecho esta determinado por los anteriores y determina los siguientes en una cadena ininte- rrumpida de causas y efectos. No corresponde pues, en este contexto hablar de intención, finalidad, designio o providencia. Sin embargo, aunque el mecanicismo resulta el inicio de una nueva física del movimiento no se reduce tan sólo a eso. Como concepción filosófica reduccionista, el mecanicismo sostiene que toda realidad debe ser entendida según los modelos proporcionados por la mecánica, e interpretada sola- mente sobre la base de las nociones de materia y movimiento local. Aunque en general las posicio- nes mecanicistas no se limitan a ser una teoría meramente explicativa, sino que comportan un com- promiso ontológico, no se trata de un término unívoco. El mecanicismo adopta una modalidad materialista y determinista en la filosofía de Hobbes, mientras Descartes ofrece también un modelo acabado de mecanicismo pero no adhiere al materia- lismo ya que sostiene la irreductible diferencia entre la sustancia pensante, no sometida a las leyes de la mecánica, y la sustancia extensa, totalmente regida por éstas. Por otro lado, una versión materia- lista de este punto de vista, es decir, negando la especificidad de la sustancia pensante como distinta de la materia, será sustentada por La Mettrie en su teoría del hombre-máquina, por la mayoría de los filósofos materialistas del siglo XVIII que unen materialismo y mecanicismo (especialmente D'Holbach y Helvetius). En el ámbito estrictamente físico, y sin pronunciarse sobre el carácter mecánico o no de los seres vivos, la mayoría de los filósofos y científicos de los siglos XVII y XVIII adoptaron tesis meca- nicistas como reacción contra la escolástica, contra el animismo y las concepciones mágicas de muchos filósofos del Renacimiento. No obstante, aunque Newton (que, por otra parte, no era mate- rialista) considera que toda la ciencia es reductible a la mecánica, dado que en su concepción de ésta se considera lo real desde el punto de vista de modelos matemáticos (tales como masas puntuales o Epistemología - Autor: Héctor Palma Página Nº 10
  • 11. puntos inextensos), el mecanicismo tendió a abandonar el carácter ontológico para adoptar la forma epistemológica. Es decir, no se trataba tanto de afirmar que el mundo es una máquina, ni tan sólo una máquina extremadamente compleja, sino que se trataba simplemente de concebirlo y explicarlo como si lo fuera, es decir, a partir de las leyes de la mecánica sin presuponer por ello el carácter mecánico de lo real. Ello dio lugar a un mecanicismo metodológico y al ideal de poder constituir una única cien- cia basada en los principios de la mecánica. En las primeras décadas de la Revolución Científica, los más grandes y ostensibles desarro- llos se vieron en la matemática (Descartes, Fermat y también Galileo), las ciencias naturales como la astronomía (Galileo, Kepler), la física del movimiento (Galileo, Descartes y también Kepler), y en anatomía y fisiología con los trabajos de A. Vesalio (1514-1564) que rompieron la autoridad de Galeno y los trabajos de Harvey sobre la circulación de la sangre. Los desarrollos matemáticos y sobre todo la idea de que los mismos podrían ser fundamentales para la comprensión del Universo representaron una gran revolución conceptual. Las innovaciones de la nueva astronomía fueron tanto conceptuales como observacionales. El uso por parte de Galileo del telescopio alteró completamente la base observacional del conocimiento del universo, mientras Kepler introdujo órbitas no circulares y el concepto de fuerzas en la relación sol-planetas. Asimismo fue perdiendo terreno la tradición geo- métrica en astronomía y comenzó a prevalecer una astronomía asociada a una nueva física, que cul- minaría con al aparición de teoría newtoniana. La mayoría de las alteraciones básicas en física ocu- rrió en el estudio del movimiento, que vincularon los nuevos fundamentos conceptuales y una mate- matización de la naturaleza, en mucha mayor medida que el cuestionamiento directo de la naturale- za por los experimentos. Desde el punto de vista actual el mayor cambio conceptual durante princi- pios del s. XVII parece haber sido la destrucción del cosmos aristotélico, el rechazo del concepto tra- dicional de la naturaleza jerárquica del espacio, y la introducción de la nueva idea de espacio isotró- pico, física inercial, y un espacio infinito (o al menos ilimitado). La mayor innovación en las ciencias de la vida se centró sobre el radical descubrimiento de la circulación de la sangre, basada sobre un cambio conceptual hecho necesario tanto por la introducción de consideraciones cuantitativas, como así también sobre la base del presupuesto mecanicista. Así, los cambios revolucionarios en ciencia no consistieron primariamente en la introducción de experimentos, como durante mucho tiempo creye- ron los historiadores, sino que más bien se basó en un cambio básico de la estructura conceptual cen- trada sobre nuevos conceptos y la introducción de nuevos métodos matemáticos. Descartes fue un autor fundamental en las primeras décadas de la Revolución Científica. Interesa destacar aquí su propuesta de construir el saber como una mathesis universalis y su decidi- do apoyo a concebir la naturaleza según un modelo mecanicista. Descartes, uno de los grandes con- tribuyentes a los profundos cambios que se producen en el siglo XVII, construye, al igual que sus contemporáneos, un punto de vista mecanicista, pero con un sesgo particular y más ambicioso a favor Epistemología - Autor: Héctor Palma Página Nº 11
  • 12. del mundo-máquina. La realidad natural, para Descartes, tiene un modo de funcionamiento que puede estudiarse íntegramente desde el modelo que proporcionan las máquinas automáticas o autómatas, es decir ciertos objetos fabricados por el hombre que incluyen el mecanismo gracias al cual tienen movi- miento. Ello implica que la combinación de sus elementos constitutivos o estructura debe dar cuen- ta de la función que realizan. A funciones más complicadas corresponde un mayor número de elemen- tos debidamente dispuestos (así, por ejemplo, diríamos que el sistema nervioso de un organismo es tanto más complejo cuanto mayor es el número de tareas que tiene encomendadas). El todo, ya sea un cuerpo vivo o inerte, es la suma de sus partes, y no hay nada en él que no esté comprendido en dichas partes. Carece del menor sentido identificar la causa de su movimiento con un principio formal irreductible, tal como hacía Aristóteles. Servirse de alma o conceptos simi- lares para estudiar cuerpos en física, biología o medicina es introducir confusión allí donde debiera reinar la claridad, si es que se aspira a obtener conocimiento verdadero. Dicha confusión nace preci- samente de la mezcla indebida de elementos de distinta naturaleza, provocando con ello un desorden que impide conocer con distinción qué es una cosa y qué es otra. Para Descartes, es preciso trazar una nítida línea divisoria entre alma y cuerpo. Sólo los seres humanos poseen alma porque sólo ellos pien- san, y pensar es la única función de la que no es posible dar cuenta sumando o agregando partes. En este sentido Descartes no tiene una concepción mecanicista de la mente. Su teoría de las dos sustan- cias, la res extensa y la res cogitans, se encuentra por debajo de esta distinción. El pensamiento es precisamente aquello que define el alma, de manera que ser animado es sinónimo de ser racional. Ahora bien, puesto que el pensamiento es atributo exclusivo de los seres humanos, resulta entonces que el resto de los seres vivos (animales y plantas) y, por supuesto la materia inerte, carecen de alma. Llegamos así a una Naturaleza desalmada o privada de alma, única que puede ser estudiada desde lo que en sí misma es, y no desde lo que los humanos proyectan sobre ella. Es necesario entonces, para Descartes establecer claramente las diferencias: toda física ani- mista es una física antropomórfica, que da cuenta de la naturaleza de los cuerpos incorporando en ellos algo que no les pertenece, de modo tal que si se pretende conocer la materia, terrestre y celes- te, a través de la introducción subrepticia de características propias de la mente, no se formularán pro- posiciones sobre el objeto físico propiamente dicho, sino sobre una confusa y oscura mezcla de obje- to físico y psicológico. Consecuentemente, la teoría de la materia y de los movimientos se verá pro- fundamente trastocada. No es de extrañar, por tanto, que se hable de elementos materiales, definidos por sus cualidades y tendencias, y de movimientos naturales concebidos teleológicamente, como si el agua, la tierra, el aire y el fuego fueran capaces de proponerse fin alguno. En la Naturaleza hay movi- miento y hay cambio, pero no cualidades, tendencias, fines o principios intrínsecos de movimiento (llámeseles alma o de cualquier otra manera). Luego, el animismo ha de ser radicalmente desterrado. El modo de comportamiento de lo material no es similar al de los seres animados (que son los seres Epistemología - Autor: Héctor Palma Página Nº 12
  • 13. racionales), sino al de las máquinas. Dicho breve y tajantemente, la disyuntiva sería: o todo piensa (porque todo está animado), o únicamente los hombres piensan (porque sólo ellos tienen 'anima'). En este segundo caso, lo que no es humano se reduce a cuerpo sin alma. Pero justamente eso son las máquinas. En consecuencia, lo natural es mecánico. En los Principios de Filosofía, Descartes afirma esto mismo en los siguientes términos: Citas "Para acceder al conocimiento de los cuerpos que percibimos por nuestros sentidos me ha sido de gran utilidad el ejemplo de cuerpos varios, hechos gracias al artificio de los hombres: pues no reconozco ninguna diferencia entre las máquinas que hacen los artesanos y los diversos cuerpos que la naturaleza ha formado por sus propios medios. (...) además es cierto que todas las reglas de la mecánica pertenecen a la físi- ca, de modo que todos las cosas que son artificiales, son por ello mismo naturales. Así. Por ejemplo, cuando un reloj marca las horas sirviéndose de las ruedas de las que está hecho. esto no es menos natural en el que es a un árbol dar sus frutos" (DES- CARTES, 1967, p. 330). La distinción aristotélica entre ser natural (la materia y sus cinco elementos, las plantas y los animales) y ser fabricado se ha diluido hasta el punto de que lo mecánico es natural y lo natural es mecánico. Las mismas reglas rigen uno y otro ámbito; por eso afirma Descartes que la mecánica per- tenece a la física. Más aun, la física es mecánica. Ello pone de manifiesto el completo cambio de enfoque respecto del modelo clásico. En las antípodas de lo que ha representado la obra de Aristóteles, una concepción radicalmente mecanicista de la Naturaleza se abre paso. Pero el espíritu matemático y el uso de un modelo mecanicista atravesó las disciplinas, de modo que puede señalarse como ejemplo claro del papel que han cumplido estos elementos, en el des- cubrimiento de la circulación de la sangre por parte de W. Harvey. Con relación al primer aspecto, puede señalarse que Harvey utilizó mediciones directas de la capacidad del corazón en hombres, perros y ovejas, que multiplicadas por la frecuencia cardiaca le dieron cantidades totalmente incom- patibles con la teoría de Galeno de la producción continua de sangre. Resultó fundamental así, el hecho de poner en juego una visión cuantitativa -matemática- de lo viviente. La matemática en la forma de razonamiento cuantitativo dio a Harvey una rápida comprensión de la necesidad de una nueva fisiología y proveyó un argumento poderoso para sus ideas sobre la circulación. El camino que recorre Harvey para su descubrimiento, tal como lo presenta en De Motus Cordis de 1628, estaba sóli- damente basado en investigaciones anatómicas -incluyendo una gran variedad de observaciones directas y experimentos notables como el descubrimiento de la función de las válvulas en las venas y la estructura y acción del corazón-. A través de ciertos cálculos pudo probar que la fisiología de Galeno era inadecuada. Harvey encontró que "el jugo de la comida que había estado comiendo" sim- Epistemología - Autor: Héctor Palma Página Nº 13
  • 14. plemente no era suficiente para suministrar "la abundancia de sangre que pasaba a través" del cora- zón. Y por eso Harvey escribió: "comencé a recapacitar yo mismo" si la sangre "no podría tener una clase de movimiento, como si fuera un círculo (...) y mucho tiempo después encontré que era verdad". La concepción de Harvey de la circulación de la sangre fue un tremendo avance en la cien- cia humana. Mostró que el corazón con sus válvulas actúa a la manera de una bomba de agua, for- zando a la sangre a fluir en un circuito continuo a través del cuerpo del animal. Esta fue una afrenta directa a la doctrina de Galeno, que había dominado el pensamiento médico y biológico desde hacía quince siglos y que consideraba que los seres vivos continuamente manufacturan sangre para enviar- la a través del cuerpo y ser consumida por las diferentes partes para sus funciones vitales. Harvey cambio la primacía fisiológica de los órganos por el corazón cuya función, dijo, era en gran medida mecánica. En este sentido sostiene F. Jacob: Citas "Se suele decir que Harvey ha contribuido a la instauración del mecanicismo en el mundo viviente al mostrar la analogía del corazón con una bomba y la de la circula- ción con un sistema hidráulico. Pero se invierte así el orden de los factores. En reali- dad, es porque el corazón funciona como una bomba que es accesible al estudio. Es porque la circulación se analiza en términos de volúmenes, de flujo, de velocidad, que Harvey puede hacer con la sangre experiencias similares a las que realiza Galileo con las piedras. Ya que el mismo Harvey, cuando se plantea el problema de la generación que no tiene relación con esta forma de mecanicismo, no puede sacar ninguna conclu- sión" (JACOB, 1977, p. 63). Debe destacarse, finalmente, la generalizada preocupación de los autores del siglo XVII por hallar el método adecuado para, en palabras de Descartes, "conducir bien a la razón", habida cuenta de los errores gruesos en que la humanidad había caído desde la antigüedad y que fueron puestos al descubierto por las nuevas teorías científicas. Tanto filósofos racionalistas como el ya citado Descartes (en su "Discurso sobre el método", que no es otra cosa que la introducción a la física car- tesiana, ya olvidada hoy) y B. Spinoza (en su "Ética more geométrico", una demostración axiomáti- ca de la metafísica spinoziana) o empiristas como F. Bacon, intentan resolver el problema del méto- do. Bacon, en su obra más conocida (Novum Organum) arremete contra las "fuentes del error" que él llama ídola o falsa imagen: Epistemología - Autor: Héctor Palma Página Nº 14
  • 15. Citas "Los ídolos y las falsas nociones que han ocupado ya el entendimiento humano y han arraigado profundamente en él no sólo asedian las mentes humanas haciendo difícil el acceso a la verdad, sino que incluso en el caso de que se diera y concediera el acceso, esos ídolos saldrán de nuevo al encuentro, y causarán molestias en la misma restaura- ción de las ciencias, a no ser que los hombres, prevenidos contra ellos, se defiendan en la medida de lo posible. Son cuatro las clases de Ídolos que asedian las mentes humanas. Para mayor claridad les hemos puesto nombres, de forma que a la primera clase la llamamos Ídolos de la Tribu, a la segunda Ídolos de la Caverna, a la tercera Ídolos del Foro y a la cuarta Ído- los del Teatro. El remedio adecuado para la expulsión y alejamiento de los Ídolos es la obtención de Nociones y Axiomas por medio de la verdadera inducción. Sin embargo, es muy útil la indicación de los Ídolos, pues la doctrina de los Ídolos ocupa con respecto a la Interpretación de la Naturaleza el mismo papel que la doctrina de las Refutaciones Sofísticas con respecto a la dialéctica vulgar. Los Ídolos de la Tribu están fundados en la misma naturaleza humana y en la misma tribu o raza humana. Pues es falso afirmar que el sentido humano es la medida de las cosas; muy al contrario: todas las percepciones, tanto las de los sentidos como las de la mente, son por analogía humana y no por analogía con el universo. El entendimien- to humano es semejante a un espejo que refleja desigualmente los rayos de la natura- leza, pues mezcla su naturaleza con la naturaleza de las cosas, distorsionando y recu- briendo a esta última. Los Ídolos de la Caverna son los ídolos del hombre individual. En efecto: cada cual [además de las aberraciones de la naturaleza humana en general] tiene un espejo o caverna propia que rompe y corrompe la luz de la naturaleza ya sea por la naturaleza propia y singular de cada uno o por la educación y trato con los demás o por la lectu- ra de libros y la autoridad de aquellos que cada cual cultiva y admira, o bien por la dife- rencia de las impresiones, según ocurran en un ánimo ocupado de antemano y predis- puesto o en un ánimo tranquilo y reposado. Pues el espíritu humano [tal como apare- ce dispuesto en los individuos particulares] es diverso y está completamente perturba- do y procede de forma azarosa, por lo que muy bien dijo Heráclito que los hombres buscan las ciencias en mundos menores y no en el mundo mayor o común. Hay también Ídolos que surgen del acuerdo y de la asociación del género humano entre sí y a los cuales solemos llamar Ídolos del Foro, a causa del comercio y consorcio entre los seres humanos; pues los hombres se asocian por medio de los discursos, pero los nombres se imponen a las cosas a partir de la comprensión del vulgo. Así, una mala e inadecuada imposición de nombres mantiene ocupado el entendimiento de una mane- ra asombrosa. Las definiciones o explicaciones con que los doctos han acostumbrado a defenderse y protegerse en algunos casos son completamente incapaces de restable- cer la situación, sino que las palabras ejercen una extraordinaria violencia sobre el entendimiento y perturban todo, llevando a los hombres a innumerables e inanes con- troversias y ficciones. Finalmente están los Ídolos que inmigraron a los ánimos de los hombres desde los dife- Epistemología - Autor: Héctor Palma Página Nº 15
  • 16. rentes dogmas de las filosofías y también a partir de las perversas leyes de las demos- traciones, a los cuales denominaremos Ídolos del Teatro, puesto que cuantas filosofías se han recibido e inventado pensamos que son otras tantas fábulas compuestas y repre- sentadas en las cuales se forjaron mundos ficticios y teatrales. Y no hablamos tan sólo de las filosofías y sectas actuales o antiguas, puesto que pueden componerse y combi- narse otras muchas fábulas de este tipo. Ciertamente: las causas de errores completa- mente diferentes son, sin embargo, casi idénticas. Y tampoco decimos esto únicamente de las filosofías generales, sino también de muchos principios y axiomas de las cien- cias, los cuales se impusieron por tradición, por credulidad y por negligencia" (BACON, 1984, p. 85). 1.2.3. El panorama en los siglos XIX y XX Como se ha visto en la apretada síntesis de la sección anterior es posible encontrar reflexio- nes sobre el conocimiento científico ya desde la antigüedad. Sin embargo, y a pesar de ello, se con- siderará aquí que la epistemología se inicia con pensadores de la segunda mitad del siglo XIX y se consolida institucionalmente en el siglo XX con el Círculo de Viena y algunos adherentes y seguido- res. Su concreción fue resultado de procesos de diverso origen, significación y alcance tanto en la ciencia como en la filosofía. Ellos dieron lugar a una relación inédita entre filosofía y ciencia en el siglo XX, relación que presupone por un lado el proceso irreversible de la consolidación autónoma de la ciencia divorciada definitivamente de la 'filosofía de la naturaleza' y, por otro, la constitución de una nueva disciplina filosófica, la 'filosofía de la ciencia', que llevará a cabo una tarea también inédi- ta en el análisis, ya no solamente del conocimiento en un sentido general, sino de ese tipo particular de conocimiento que es el conocimiento científico. Se señalarán a continuación, brevemente, los ras- gos más sobresalientes que contribuyeron a la concreción de este complejo proceso. La profesionalización de la ciencia Si bien las grandes sociedades científicas (fundamentalmente la Royal Society inglesa, la Academie des Sciences francesa) existían desde el siglo XVII, no habrían de alcanzar un papel pre- ponderante en la investigación científica hasta mucho más adelante, debido probablemente al carác- ter no profesional de sus integrantes, no demasiado numerosos por cierto, y a su carácter un tanto eli- tista y excluyente. La misma instrucción científica en las universidades se centraba casi exclusiva- mente en las matemáticas y en las disciplinas científicas ya desarrolladas, todas de fuerte estructura matemática (Mecánica, Astronomía, etc.). No incluía, sin embargo, entrenamiento en la investigación experimental, ni eran objeto de enseñanza las disciplinas que estaban aún en proceso de constitución y que sólo disponían de muchos resultados experimentales y de teorías cualitativas y empíricas (así Epistemología - Autor: Héctor Palma Página Nº 16
  • 17. la física, la química, etc.). Pero, la creciente confianza en la ciencia, impulsada por la Ilustración y la Revolución Francesa, condujo de manera creciente a la institucionalización y profesionalización estricta de los científicos. A partir de la creación de la Politécnica de París, en 1794, se abre un perio- do en que surgen nuevas universidades, o se reforman las existentes, para introducir en ellas las nue- vas disciplinas y el entrenamiento en la investigación de laboratorio. El resultado es la unión de la enseñanza y el diseño de la investigación, la constitución de una comunidad científica estable, profe- sionalizada y claramente definida y el aumento de la comunicación entre los practicantes de la cien- cia. Lo más importante es que se hace efectivo el principio de la investigación socialmente organiza- da, frente a las iniciativas individuales y privadas predominantes hasta ese momento. Una de las con- secuencias importantes de este proceso será el desarrollo e interconexión entre las distintas discipli- nas o áreas de conocimiento. El desarrollo de nuevas disciplinas y ramas de la ciencia La culminación de la Revolución Científica llevada a cabo por Newton con la nueva física y la generalización de las leyes de la mecánica tanto a los fenómenos terrestres como a los celestes marcó a fuego el desarrollo posterior de la ciencia en el sentido de lograr integrar los nuevos fenó- menos que se fueron detectando dentro del modelo newtoniano de partículas y fuerzas en interacción. Se vuelve hegemónica una concepción mecanicista-materialista según la cual, la ciencia proporcio- naba un conocimiento inmediato de la realidad, sus observaciones eran fiables y podía dar cuenta de cualquier fenómeno merced a la combinación legalifome y causal de partículas y fuerzas materiales. En un clima de optimismo creciente se suponía que todos los aspectos de la materia y, si se quiere, de la realidad podían ser explicados desde esos supuestos. La primera mitad del s. XIX supone la inte- gración en esa concepción de numerosos aspectos que hasta ese momento se habían considerado pro- piedades no sistematizadas de la materia y, por tanto, particulares de los cuerpos y objeto de explica- ción de la filosofía natural. El desarrollo es especialmente espectacular en física, donde la combina- ción entre la experimentación precisa y la teoría matemática abstracta permiten una profundidad de conocimiento y una potencia de aplicación sin precedentes (cf. entre otros BERNAL, 1954; RAN- DALL, 1940; COHEN, 1989). Campos y dominios nuevos pasan a ser controlados por la ciencia, conectándose y explicán- dose los numerosos datos y fenómenos que la filosofía experimental de la naturaleza había ido reco- pilando y clasificando pacientemente a lo largo del s. XVIII. Así, la electricidad y el magnetismo se unificaron, primero experimentalmente y luego teóricamente; poco después se observaron sus cone- xiones con la luz. Al mismo tiempo la óptica ondulatoria reformulada por Young y Fresnel es reco- nocida y se unifican los conceptos de calor y trabajo, dando origen a la termodinámica. Epistemología - Autor: Héctor Palma Página Nº 17
  • 18. También la química alcanza un desarrollo inusitado. Ya disponía de fundamentos teóricos desde comienzos de siglo (la conservación de la masa y la nomenclatura química de Lavoisier, ade- más de la controvertida, por aquel entonces, teoría atómica de Dalton) y se desarrollaba, simultánea- mente, clasificando sustancias y resolviendo problemas teóricos (síntesis química, peso atómico, etc.). La aplicación de la teoría a la experimentación facilitaría el desarrollo de la química orgánica y, junto con la observación controlada, la tabla periódica de los elementos que permite predecir las propiedades de elementos que posteriormente se irían descubriendo. También la biología se desprende definitivamente de los preceptos aristotélicos, fundamen- talmente (aunque no exclusivamente) merced a la biología evolucionista darwiniana (JACOB, 1970). Algo similar ocurre con las ciencias de la tierra a partir de Hutton y Lyell (GOULD, 1992). El siglo XIX marca el surgimiento, ya con una impronta netamente moderna de las ciencias sociales. Es decir, aquellos aspectos del ser humano que exceden lo biológico, comienzan a ser obje- to de estudio científico, extendiéndose el alcance de la ciencia a dominios hasta entonces exclusivos de la filosofía cuando no de la religión. El divorcio entre ciencia y filosofía se fue profundizando a la par de los crecientes contactos entre disciplinas concretas. De algún modo la irrupción de las geometrías no euclidianas viene a ter- minar con la idea de que podía alcanzarse un conocimiento verdadero del mundo sin necesidad de recurrir a la experiencia, es decir a través de conocimientos sintéticos a priori. Más allá de esta pro- clama antikantiana, se pone de manifiesto la insuficiencia de la evidencia de axiomas y postulados como criterio de verdad, al tiempo que comienza a crecer la idea que sirve de fundamento a los sis- temas axiomáticos modernos. Poco a poco va cimentándose la creencia en que la única forma de adquirir conocimiento es la experimentación combinada con la matematización, cuando sea posible, y el descubrimiento de leyes. Al mismo tiempo el modelo de ciencia por antonomasia resulta la física newtoniana y sus deri- vaciones, que se convierte en el núcleo en torno al cual se aglutinan las otras ciencias, tanto como proveedora del 'método científico' como por ser considerada modelo de cientificidad. Se consolida el optimismo en cuanto a que la investigación continuada acabará llevando inevitablemente a la unidad de la ciencia. La ruptura de los límites de la experiencia ordinaria y del sentido común En paralelo con los desarrollos señalados, se produce un cambio cualitativo en el carácter de la ciencia -fundamentalmente las naturales-, en la medida en que comienzan, y ya de una manera ya irreversible, a dejar de ocuparse de los fenómenos de la experiencia ordinaria para dar cuenta de las Epistemología - Autor: Héctor Palma Página Nº 18
  • 19. entidades y leyes que ella misma postula para explicar la realidad, utilizando de manera creciente e insoslayable conceptos que hacen referencia a entidades inobservables: "(...) en suma, [los científi- cos] buscaron validar el objetivo de comprender el mundo visible postulando un mundo invisible cuyo comportamiento era la causa de lo observable" (LAUDAN, 1984, p. 150). Además, la disponi- bilidad de instrumental cada vez más poderoso y preciso amplía desmesuradamente la experiencia disponible, también contradiciendo muchas veces la experiencia ordinaria y, por otro lado, favore- ciendo la reconstrucción ideal y simplificada de algunos fenómenos en los laboratorios. La coheren- cia entre los nuevos desarrollos teóricos con los de otros campos científicos prevalece por sobre la correspondencia con el sentido común y la experiencia ordinaria. Este distanciamiento llega a su punto culminante con la crisis del paradigma newtoniano y el desarrollo posterior de la Teoría de la Relatividad y la Mecánica Cuántica. Esta crisis que se produce en las últimas décadas del siglo XIX afecta los aspectos considerados hasta ese entonces más fiables del conocimiento científico: la con- cepción mecanicista-materialista como marco conceptual básico, la física clásica y la matemática. Por ello mismo el carácter de esta crisis afecta no solamente a una teoría o conjunto de teorías, sino tam- bién a la estructura global de la ciencia, de sus conexiones internas, de la fiabilidad y eficacia de la experimentación y de la utilización de los modelos matemáticos. De modo tal que es el propio des- arrollo de la ciencia, según sus propias pautas autónomas, la que lleva a la crisis de la visión meca- nicista del mundo, que constituyera su origen filosófico general, en tanto concepción general del mundo. Los problemas concretos que llevaron a esta situación se pueden resumir, básicamente, en tres puntos (SÁNCHEZ NAVARRO, 1988): Los problemas del éter y el concepto de campo: en este caso las dificultades se originan a par- tir de la integración entre electricidad y magnetismo. El problema consistía en que las 'fuer- zas' eléctricas y magnéticas eran atractivas y repulsivas al mismo tiempo y actuaban perpen- dicularmente al flujo de corriente y dependiendo de la velocidad de la carga, algo difícil de explicar mecánicamente. La propuesta de las líneas de fuerza de Faraday llevaba ya implíci- to el concepto de campo. Cuando Maxwell matematiza la teoría se observa que la noción fun- damental es, precisamente, la de campo, no las de carga o partícula. Para dar una explicación mecánica se recurre al éter mecánico por analogía con el éter luminífero usado en la óptica ondulatoria. Al desarrollar la teoría del campo electromagnético, Maxwell encuentra que la velocidad de propagación de las ondas electromagnéticas es la misma que la velocidad de la luz, así que identifica la luz con una vibración electromagnética en el éter. Cuando Hertz detecta experimentalmente las ondas electromagnéticas, se considera una confirmación de la teoría del campo electromagnético. El problema estaba en el éter: si se interpretaba mecáni- Epistemología - Autor: Héctor Palma Página Nº 19
  • 20. camente tenía que ser muy elástico y poco denso para cumplir los requisitos de la óptica y, al mismo tiempo, rígido y continuo para satisfacer las exigencias del modelo de átomo vortex de Lord Kelvin, lo que era inconcebible; si se interpretaba matemáticamente, se dejaba de cumplir el requisito de explicación mecánica. El experimento de Michelson y Morley com- plicó aun más la situación, pues o la Tierra estaba inmóvil, o el éter no existía. Todo ello acabó llevando a la teoría de Lorentz, que proponía una física basada en conceptos electro- magnéticos y con un éter sin propiedades mecánicas (finalmente la teoría de campos acaba- ría absorbiendo la mecánica). El primer golpe al mecanicismo estaba dado. Irreversibilidad y Mecánica Estadística: el segundo problema arrancaba de la segunda ley de la Termodinámica. Esta afirmaba la irreversibilidad de los procesos térmicos. Puesto que el calor se entendía mecánicamente como el movimiento de las partículas de un cuerpo, la cues- tión era construir un modelo mecánico de la ley. Para Lord Kelvin, la ley afirmaba la disipa- ción de la energía y no daba ningún modelo mecánico para los procesos térmicos. Clausius, sin embargo, intentaba construir modelos mecánicos para las leyes de la Termodinámica basándose en movimientos moleculares. Así recurre al concepto de entropía que denotaba el carácter direccional de los procesos físicos. El problema se presentaba en la teoría cinética que concebía los gases como partículas en movimiento. Para dar cuenta de las propiedades de la materia y de la estructura molecular se requería una teoría estadística del movimiento molecular. Y eso, a su vez, llevaba o bien a la violación de la ley de la entropía (pues habría moléculas individuales frías que transferirían calor a otras calientes) o bien a la interpretación estadística de la segunda ley de la Termodinámica, lo que afectaba al determinismo fuerte exi- gido por la concepción mecanicista. La radiación térmica y el concepto de energía: finalmente, el tercer problema provenía del intento de encontrar una formula de la distribución de la energía según las longitudes de onda en todo el intervalo de longitudes de onda de la radiación térmica. Wien había propuesto una formula que describía la distribución en las ondas cortas y predecía el máximo característico del espectro de la radiación, pero fallaba en las ondas largas. A su vez, Rayleigh propuso otra que describía muy bien la distribución para las ondas largas, pero de ella se deducía que cuan- to más corta fuera la longitud de onda, mayor debía ser la intensidad de radiación sin limita- ción alguna, hasta llegar a la 'catástrofe ultravioleta'. La propuesta de solución de Planck con- sistió en encontrar una formula de interpolación que permitía la conexión de la parte adecua- da de cada una de las otras dos. El problema era que la explicación de la ecuación de Planck exigía que la energía no fuera continua, sino 'cuantizada'. Así formuló su hipótesis de los quanta, que tampoco encajaba en los supuestos mecanicistas. Junto con estas, se produjeron otras dificultades como el efecto fotoeléctrico, los espectros de rayas, etc., que acabarían lle- Epistemología - Autor: Héctor Palma Página Nº 20
  • 21. vando a la Teoría de la Relatividad y la Mecánica Cuántica. El resultado de todo ello fue la crisis de la concepción mecanicista-materialista y, poco después, de toda la física clásica. Estos tres complejos procesos llevaron a la crisis de la concepción mecanicista-materialista y, poco después, de toda la física clásica. Crisis que no se reducía a desnudar la necesidad de sustitu- ción de unas teorías por otras, sino que, además generó una serie de interrogantes y discusiones de naturaleza filosófica: ¿cuál es el status ontológico de las entidades postuladas por la ciencia?; ¿cuál es la relación entre la realidad física y las teorías?, ¿cómo se determina la verdad o la aceptabilidad de éstas?; ¿cuál es el status de los modelos teóricos?; ¿deben ser modelos mecánicos o pueden ser simplemente matemáticos?; ¿qué papel ha de asignarse a los modelos estadísticos?; ¿y a los analógi- cos?, etc. Los conceptos y teorías envueltos en la crisis de la física clásica están muy lejos del cono- cimiento ordinario y, lo que es más importante, la crisis se produce porque las restricciones impues- tas a la ciencia por el sentido común bajo la forma del mecanicismo-materialista estaban siendo vio- ladas. La articulación de la ciencia con el conocimiento natural y la experiencia ordinaria es, a partir de ahora, una tarea de la propia ciencia que los relativizará y modificará tras un proceso más o menos largo. Lo que se comienza a pedir de la filosofía no es que proporcione un conocimiento por sí o una síntesis abarcadora de los conocimientos proporcionados por la ciencia, sino que ayude a clarificar los problemas que la actividad científica genera. Las primeras respuestas ante los problemas y la cri- sis planteada provienen de los científicos, pero constituyen el origen de la filosofía de la ciencia dado que se trata de verdaderos problemas que la ciencia no podrá resolver a través de sus prácticas habi- tuales y que generan cuestiones fundamentales, propias de la filosofía. Puesto que los problemas se plantean en un momento de crisis, todas las respuestas van a tener un componente falibilista que, desde entonces, será una característica distintiva de la ciencia: el conocimiento científico no es, ni puede llegar a ser un conocimiento absoluto. Así, para Hertz las afirmaciones de la física se refieren a sectores limitados de la naturaleza y su validez se limita a ellos. Lo que la física, y por extensión la ciencia, pretende es construir imá- genes de los fenómenos, imágenes que son invención humana, y no construir un cuadro exhaustivo de la naturaleza que penetre en la esencia de las cosas. Sus imágenes son decidibles por la satisfac- ción de ciertas condiciones intrínsecas, como la coherencia y la concordancia con los hechos experi- mentales conocidos, no por la correspondencia con las esencias de las cosas. Por su parte, para Planck la ciencia debe dar una imagen ordenada y coherente del mundo. Desarrollándose progresivamente va adecuándose cada vez más, en un proceso sin fin, a la estructu- ra del mundo real, pero sólo llega a ella por aproximación. En este caso, la dificultad está en que hay un desacuerdo entre el mundo real y el de los fenómenos de la experiencia ordinaria. En consecuen- cia, la creencia en la realidad perdurable de la naturaleza es imprescindible para el desarrollo teórico de la ciencia, pero, al mismo tiempo, la realidad que aparece como punto de referencia final es incog- Epistemología - Autor: Héctor Palma Página Nº 21
  • 22. noscible. Sólo queda un conocimiento aproximativo y sin final, a menos que se muestre de hecho que no se puede seguir perfeccionando la ciencia (una posición semejante es la de Meyerson con su dis- tinción entre leyes descriptivas y predictivas de los fenómenos y leyes causales explicativas que determinan la identidad de lo que persiste a través de los cambios de la naturaleza). Tanto Hertz como Planck están guiados por sus propias investigaciones. El primero por su trabajo experimental sobre las ondas electromagnéticas que favorecía la teoría del campo electromag- nético; el segundo por la justificación de los 'quanta', aun más increíbles que la 'teoría del campo'. Pero esa misma separación entre las teorías científicas, los fenómenos y la realidad 'teórica' llevaba a otros autores a rechazar el realismo, incluso el más moderado, en favor de posiciones empi- ristas o convencionalistas. Avenarius y Mach defendían un empirismo sensitivista según el cual todas las ideas son rastreables hasta llegar a las sensaciones que las originaron. Los conceptos teóricos son, entonces, ficciones mentales que ayudan instrumentalmente a la sistematización y organización de las observaciones y las impresiones sensoriales, pero sólo éstas tienen existencia real. Los conceptos teó- ricos se justifican por razones de simplicidad, economía, sencillez, etc. Así, sólo tienen validez cogni- tiva las afirmaciones del conocimiento empírico que pueden basarse en impresiones sensoriales. Podría pensarse que este empirismo llevaría al rechazo de los nuevos conceptos que violaban el sentido común, como el 'campo electromagnético', etc., pero su función era la contraria: si no hay entidades teóricas y la única función de los conceptos teóricos es ayudar a la sistematización de la experiencia, tanto da el éter como el campo electromagnético. Puesto que el primero no cumple ninguna función y sólo sirve de obstáculo, mientras el segundo sistematiza y tiene consecuencias observables, la elección es evidente. Sobre esta misma base, Mach (KOLAKOWSKI, 1988) llegaba a discutir la relevancia de nociones tan arraigadas en el sentido común y en el mecanicismo como el espacio y el tiempo absolu- tos. Sobre estos supuestos, Ostwald llegó a construir una teoría físico-química basada en el concepto de energía y sin hacer ninguna mención a átomos o moléculas (pese a que Ostwald, en otros aspectos, no era un empirista, sino un energetista). Ciertamente, el interés básico de Mach y Avenarius era la dis- puta con los neokantianos y lo que buscaban era eliminar las 'formas' transcendentes y las entidades extrañas que estos introducían en física (KOLAKOWSKI, 1988; SUPPE, 1974), pero, una vez embar- cados en esa tarea, tenían que rechazar también las numerosas entidades introducidas para satisfacer las exigencias de la explicación mecánica (en especial los átomos inobservables). Por su parte, Duhem y Poincaré mantenían posiciones convencionalistas que intentaban evi- tar las dudas sobre el status ontológico de las entidades teóricas y, al mismo tiempo, reflejaban los elementos arbitrarios y los componentes formalistas (simplicidad, sencillez, coherencia, etc.) que intervenían en la construcción de teorías. Las leyes, en última instancia, eran convenciones que se mantenían por decisiones metodológicas. El único requisito era que se salvaran los fenómenos, pero, puesto que las teorías se aplican en bloque, basta con introducir en ellas los reajustes necesarios para Epistemología - Autor: Héctor Palma Página Nº 22
  • 23. que lo consigan. Así las razones para mantener una teoría no son empíricas, sino metodológicas, y su rechazo es, igualmente, resultado de una convención. Más interesante aun es la polémica sobre los modelos y la explicación mecánica. El proble- ma central es si las teorías deben construir modelos físicos o matemáticos. Puesto que, en cualquier caso, se asume el mecanicismo como visión del mundo, lo que está en discusión es cuál es la rela- ción de estos modelos con la realidad: si meramente reflejan su estructura o si, además, deben incor- porar compromisos con la existencia de ciertas entidades y si han de entenderse como homomórficos, aproximados o isomórficos con los sistemas reales. Pero también se incluye el problema de la rela- ción entre ciencia, observación y sentido común cuando se discute la naturaleza de los modelos esta- Pastilla dísticos y la exigencia de construir modelos analógicos para salvar la explicación mecánica. Incluso Se denomina modelo analógi- co a cualquier objeto mate- entra en juego la cuestión de cuál es la teoría en torno a la que debe articularse el resto de la física. Durante rial, sistema o proceso, desti- nado a reproducir de la mane- ra más fiel posible, en otro varios años Lord Kelvin, Clausius, Maxwell y Boltzmann estuvieron envueltos en esta disputa. medio, la estructura o trama de relaciones del original, por ejemplo: modelo hidráulico de circuito eléctrico. Desarrollo de la biología, las ciencias sociales e interacciones Finalmente otros dos factores fundamentales están representados por el desarrollo de la bio- logía y, sobre todo, el nacimiento de las ciencias sociales, que permiten al conocimiento científico irrumpir en un campo hasta entonces exclusivo de la filosofía (y, en ciertos aspectos, de la religión): el estudio del ser humano. F. Jacob, haciendo una lectura 'interna' de la historia de la ciencia biológica, señala que el pro- ceso se resuelve en los siguientes pasos: Citas "Desde el siglo XVI vemos así aparecer en cuatro ocasiones una nueva organización (de lo viviente), una estructura de orden cada vez superior: primero, a principios del siglo XVII, la combinación de las superficies visibles, (...); después, a finales del siglo XVIII la 'organización', la estructura de orden dos que engloba órganos y funciones y termina por resolverse en células; le sigue, a comienzos del siglo XX los cromosomas y los genes; finalmente, a mediados de este siglo la molécula de ácido nucleico" (JACOB, 1970). Pero, además, es necesario tener en cuenta que en la biología del siglo XIX, se ha producido no sólo una revolución interna, sino la que ha sido, probablemente, la más grande revolución cultu- ral de Occidente provocada por una teoría científica: la aparición de la teoría darwiniana de la evolu- ción. Merced a lo que Freud calificó como la "segunda herida narcisista" de la humanidad, finalmen- Epistemología - Autor: Héctor Palma Página Nº 23
  • 24. te se termina de expulsar del ámbito de lo natural los residuos aristotélico-bíblicos de un mundo tele- ológico. La diversidad de especies y sus cambios comienzan a tener su explicación a través de meca- nismos naturales. Finalmente, el siglo XIX es el de la consolidación de las ciencias sociales modernas, las cua- les luego del impulso inicial de la 'física social' de A. Comte, fueron poco a poco generando sus pro- pios campos cada vez más específicos y delimitados. La impronta de la física newtoniana como modelo de investigación, metodológico y de cientificidad, marcará a fuego durante muchas décadas las principales líneas de desarrollo de las incipientes ciencias sociales. A partir de la segunda mitad del siglo XIX comienza a crecer la influencia de la biología evolucionista darwiniana sobre otras áreas de las ciencias sociales dando lugar a un sinnúmero de explicaciones naturalistas (evolucionis- tas) en los ámbitos propios de la antropología, sociología, psicología (GOULD, 1986, HARRIS, 1985; TIMASHEFF, 1955). Puede hacerse una lectura global de las interacciones entre ciencias naturales y sociales a par- tir del surgimiento de la ciencia moderna señalando: a) desde la Revolución Científica, las ciencias naturales y la matemática han sido las que pro- veyeron los modelos utilizados por las actualmente llamadas ciencias sociales. b) hay, básicamente, dos líneas de influencias fundamentales: una que tiene como proveedo- ra de modelos a la física que se inicia primero merced a los éxitos de la física de Newton y otra que se apoya en las ciencias biológicas y que fue creciendo en importancia a medida que se fue consolidando la biología en general y la biología evolucionista -y teorías asociadas- en particular. Estas dos líneas se han ido consolidando desde la Revolución Científica en ade- lante y durante el siglo XIX se pudo asistir al apogeo de ambas, siendo profusamente utiliza- das en las incipientes ciencias sociales aunque con algunas especificidades: mientras que por una parte la física matemática, consistente en la nueva mecánica racional más la física de la energía, tenía una profunda influencia sobre la economía, los modelos provenientes de las ciencias biológicas, tales como por ejemplo la teoría celular y la teoría de la evolución, resul- taron sumamente influyentes en el área de las teorías de la morfología social y la conducta. Como quiera que sea, la ciencia va adquiriendo características inéditas, a la par que se apro- pia de campos reservados hasta ese momento a la filosofía, cuando no a la religión, y culmina pre- sentándose como la única forma genuina de conocimiento. Epistemología - Autor: Héctor Palma Página Nº 24
  • 25. 1.3. Clasificación de las ciencias Los intentos de clasificar las ciencias y los saberes son tan antiguos como la reflexión misma sobre el conocimiento y también bastante diversos. Vemos a continuación sólo algunos de ellos. En la Edad Media hubo múltiples clasificaciones deudoras de diferentes tradiciones, como por ejemplo la de Hugo de San Víctor (1096-1141) que dividía la filosofía en ciencia teórica (teolo- gía, matemática y física, por un lado, y aritmética, música geometría y astronomía, por el otro), en ciencia práctica (ética), en ciencia mecánica (artes mecánicas) y lógica (subdividida en gramática y ciencia disertiva). Ya en la modernidad, F. Bacon clasificó las ciencias según las facultades humanas: memoria, razón y fantasía. La memoria da su origen a la historia (subdividida en sagrada, civil y natural); la razón da origen a la ciencia (subdividida en teología natural, ciencias de la naturaleza y ciencias del hombre). La fantasía da origen a la poesía. A. Comte (1798-1857) concibió una jerarquía de las ciencias según su grado de "positividad", ordenándolas en una serie que comienza con la matemática y sigue con la astronomía, la física, la quí- mica, la biología y la sociología, con la filosofía como la ciencia más comprensiva. W. Dilthey (1833-1911) señala que hay dos grandes grupos de ciencias: las naturales y las del espíritu. En la misma tradición que distingue entre naturaleza y cultura, H. Rickert divide las ciencias en nomotéticas (las que se basan en leyes: matemática, lógica, y en general, las ciencias naturales) e ideográficas (las que estudian acontecimientos individuales: la historia). La variedad de clasificaciones muestra dos cuestiones importantes: por un lado, el carácter histórico y por tanto provisorio de cualquier clasificación que hace que aparezcan áreas de estudios nuevos y que otras consideradas científicas en algún momento dejen de serlo; pero, por otro lado, hay que tener en cuenta que no se trata de una mera estipulación, sino que estas taxonomías y clasifica- ciones expresan relaciones de poder y también de prestigio. Aquí adoptaremos, con la provisoriedad del caso, la clasificación que elaboró el Círculo de Viena, en ciencias formales y fácticas, según la definición de R. Carnap: "La distinción entre ciencias formales y fácticas es la siguiente: las prime- ras sólo contienen enunciados analíticos mientras que las segundas incluyen, además, enunciados sin- téticos". Epistemología - Autor: Héctor Palma Página Nº 25
  • 26. 1.4. Una clave de abordaje de los problemas epistemológicos Esta Unidad 1 se propone, en primer lugar, explicitar cuál será el hilo conductor de la asig- natura y, en segundo lugar, sentar algunos conceptos básicos, en ocasiones mediante definiciones esti- pulativas o caracterizaciones preliminares que se irán desarrollando a lo largo del curso, y en otras ocasiones mediante breves desarrollos de temas imprescindibles para la comprensión de lo que sigue. El primer problema que se le presenta a una asignatura como esta -problema que no ocurre en otras áreas de la ciencia- es explicar y delimitar un objeto de estudio sobre el cual no hay consen- so entre los autores. La delimitación misma del objeto, lejos de ser un compromiso preliminar, es parte principal de la agenda de investigaciones. Por eso, es necesario y conveniente, antes que emprender la tarea de hacer una descripción, ir aproximándose a nuestro objeto de manera paulatina y observando las distintas posiciones que aportaron al estado de las discusiones actuales. Podemos definir, provisoriamente, a la Epistemología como el estudio filosófico de ese tipo especial de conocimiento que llamamos ciencia. Sin embargo, semejante definición resulta no sólo provisoria, sino también problemática y, sin una serie de aclaraciones, algo vacua. El fenómeno moderno que llamamos "ciencia" es sumamente complejo y multifacético y, de hecho, las disputas teóricas sobre la cuestión están lejos de estar saldadas. En una primera aproxima- ción y, cuando menos analíticamente, hay que señalar dos niveles o ámbitos de problemas que se encuentran relacionados con la ciencia (que, por otra parte, se corresponden a su vez con disputas que han dado lugar a extensos debates que formarán la parte central de este curso). En primer lugar el análisis correspondiente a la ciencia como producto, bajo el supuesto de que el resultado final del trabajo de los científicos son las teorías, leyes y conceptos científicos. El principal ámbito de problemas abordados corresponde a la estructura de las teorías y a la relación de éstas con el mundo empírico. El segundo nivel de análisis -el problema de la ciencia como proceso- corresponde al desarro- llo histórico y el progreso de la ciencia a través del tiempo, es decir a los aspectos históricos, socio- lógicos y psicológicos de la ciencia. Esta distinción ha recibido diferentes tratamientos y denominaciones. H. Reichenbach, por ejemplo, en el primer capítulo de Experience and prediction (REICHENBACH, 1938) estableció dos Pastilla distinciones que cobraron fama y aceptación rápidamente. La primera, entre las relaciones internas y Reichenbach llamaba relacio- nes internas a las que se dan externas del conocimiento. La ciencia estrictamente hablando, para estos pensadores, estaba consti- entre las afirmaciones de la teoría en su reconstrucción racional y entre éstas y la evi- tuida por los contenidos y relaciones internas, ya que la conciben sólo como producto, desentendién- dencia empírica; externas, a las que van más allá de estos dose de los problemas de la producción del saber. factores lógicos y empíricos y se relacionan con elementos relativos a los comportamien- La segunda distinción establecida por Reichenbach, complementaria de algún modo de la pri- tos de la comunidad científica. Epistemología - Autor: Héctor Palma Página Nº 26
  • 27. mera, es la que se establece entre el contexto de descubrimiento y el contexto de justificación. Al pri- mero corresponderían los aspectos los aspectos históricos, sociales y subjetivos que rodean a la acti- vidad de los científicos. No interesaría, según este punto de vista, para la justificación de hipótesis y/o teorías, todo cuanto se refiere a su invención, los avatares que provocaron su generación. Es irre- levante, para la investigación científica, la manera como se halla o descubre una hipótesis (proceso creativo, observación de hechos, inducción, etc.) porque, en definitiva, no se considera que esta tarea sea propiamente obra de la razón, sino de la imaginación. Se trata de una cuestión psicológica, socio- lógica o histórica, no propiamente epistemológica y por ello el abordaje de esas problemáticas será tarea de la sociología, la historia o la psicología. Por otro lado, todo cuanto se refiere a las razones por las que, en ciencia, debe aceptarse una hipótesis, es una cuestión que se considera mucho más relevante que la que supone el contexto de descubrimiento de la misma. La justificación de una hipó- tesis -la demostración de que es racional considerarla verdadera- sería obra propiamente de la razón y lo que permitiría hablar propiamente de una lógica de la ciencia. Si se acepta esta distinción entre contextos es evidente que la epistemología deberá analizar los principios, presupuestos y métodos científicos desde el punto de vista de su alcance, su verdad y su validez. Entonces se harán pregun- tas como: ¿Cuáles son los principios sobre los que descansa el conocimiento científico? ¿Es la induc- ción el principal método científico? ¿O es la deducción? ¿O más bien una combinación de ambos? ¿O no hay un método científico sino distintos métodos científicos según las distintas disciplinas cien- tíficas? ¿Cuál es la base de la validez de dichos métodos científicos?. También se analizará la estructura conceptual de la ciencia con preguntas como: ¿Qué es un concepto científico? ¿Qué es un concepto teórico y qué es un concepto observacional? ¿Qué es una ley científica? ¿Cuál es la naturaleza de las leyes científicas? ¿Qué es una teoría científica, cuál es su estruc- tura?, etc. Se tratará en suma de la reconstrucción racional del producto de la actividad científica. La enorme influencia de estos planteos provenientes de la filosofía de la ciencia generó no sólo una distinción conceptual, sino también una clara demarcación disciplinar. Así, esta verdadera 'división del trabajo', era asumida también por la sociología de la ciencia, que prestaba atención a los aspectos institucionales de la ciencia, desde las condiciones externas que favorecen su constitución y desarrollo como institución hasta su legitimación y la evaluación social de los descubrimientos cien- tíficos, pero sin pretender ninguna injerencia relevante en su contenido cognitivo. Un claro ejemplo es la sociología mertoniana, especialmente interesada en las normas y organización de la ciencia en tanto institución social, sus relaciones con otras instituciones y su integración o desintegración en la estructura social. R. Merton sostiene que el contenido de la ciencia, su justificación y validación, su desarrollo y cambios específicos, quedan fuera del campo de la sociología y obedecen a lo que llama 'normas técnicas'. Los contenidos de la ciencia dependen sólo de su función -el aumento del conoci- miento- y de sus métodos técnicos. En suma, los "imperativos institucionales derivan del objetivo y Epistemología - Autor: Héctor Palma Página Nº 27
  • 28. los métodos", pero no al revés. Faltaban aún varias décadas para que la sociología comenzara a recla- mar la palabra sobre los contenidos cognitivos de la ciencia en general. La evaluación de los conte- nidos cognitivos de la ciencia todavía era de pura incumbencia de la filosofía. Quizá, simplificando un tanto las cosas, la historia de la reflexión epistemológica en el siglo XX pueda leerse como un desbaratamiento paulatino y progresivo de la distinción tajante y excluyen- te entre contextos. Pero sobre esta cuestión quisiéramos dejar sentado algún criterio. La epistemología tradicional no sólo sostiene que es posible pensar una ciencia descontextua- lizada y a expensas de los agentes que la producen sino que sencillamente resta entidad a la pregun- ta misma. Por ello cabe preguntarse cuál es el sentido, desde el punto de vista de la filosofía, de inda- gar acerca del sujeto que produce ciencia. De hecho deben ser posibles otras respuestas para rescatar y dar entidad a tal pregunta. La historia de los estudios sobre la ciencia y de la epistemología en par- ticular de los últimos treinta o cuarenta años podrían considerarse, justamente, una serie de intentos por otorgar pertinencia y legitimidad a esta pregunta. Leer Atento El criterio de pertinencia, creemos, se ubica en la misma línea que la epistemología tra- dicional, aunque de hecho con una valoración y respuestas diferentes: la pregunta por el sujeto que hace ciencia sólo cobra sentido filosófico en la medida en que la respues- ta que se le dé a la misma, resulte relevante epistémicamente. De hecho, la filosofía de la ciencia tradicional ha considerado la injerencia del sujeto como una interferencia en la producción del conocimiento; interferencia que, en el mejor de los casos podía y debía ser eliminada mediante diversos tipos de procedimientos metodológicos. De esta manera los comportamientos de esos sujetos, sean considerados individual o colectivamente, podían explicar tan solo los errores de la ciencia o el marco histórico general que acompañó su surgimiento. Por ello la revalorización del sujeto que produce ciencia, en suma, el análisis del contexto de descubrimiento tiene sentido en la medida en que pueda descubrirse que las prácticas en las cuales se produce el cono- cimiento científico resulten relevantes en cuanto al contenido y legitimación de ese producto. En la actualidad la filosofía ha perdido la hegemonía en la reflexión sobre la ciencia y se habla, en cambio, de estudios sobre la ciencia que incluyen perspectivas muy diversas: la sociología del conocimiento científico, que, a diferencia de la sociología de la ciencia tra- dicional, se ocupa no tanto del estudio de la comunidad científica en tanto comunidad, sino de los resultados que produce esa comunidad en relación con las prácticas que le dan origen; la antropología de laboratorios, que analiza con herramientas antropológicas el tipo de rela- ciones que se establecen al interior de laboratorios científicos también en relación con el tipo Epistemología - Autor: Héctor Palma Página Nº 28
  • 29. de producto que surge de ellos, es decir la "verdad" científica; la retórica de la ciencia, que en sus versiones más extremas considera que la ciencia no es más que un discurso persuasivo como la literatura y que su objetivo es ganar el consenso entre los pares; la psicología de la ciencia, que intenta dar cuenta de los procesos mentales por los cuales un científico produce en un momento determinado algo novedoso; la historia de la ciencia, ya no como deposito de anécdotas, sino como insumo indispensable para lograr la contextualizacion que permita entender la ciencia actual; los estudios interdisciplinarios CTS (ciencia, tecnología y sociedad); los estudios sobre política científica e innovación tecnológica; las llamadas epistemologías naturalizadas, que basadas en los estudios científicos mismos - psicológicos, sociológicos e históricos- esperan dar cuenta de la verdad científica; las filosofías especiales de la ciencia que, aunque en una perspectiva de menor alcance que la filosofía general de la ciencia, han proliferado y se ocupan de los problemas que surgen de las investigaciones científicas pero a los que la ciencia no puede dar respuesta (filosofía de la biología, de la física, de las ciencias sociales, de la matemática, etc.) . En este panorama tan complejo y heterogéneo, resultado de prácticamente un siglo de deba- tes, la distinción entre contextos resulta aceptable -como adelantáramos más arriba- sólo analítica- mente y la prioridad de la filosofía en el análisis metacientífico resulta no sólo extemporánea sino fundamentalmente insuficiente. Leer Atento De modo tal que el abordaje epistemológico debe admitir y utilizar los estudios sobre la ciencia, de modo tal que incluya tanto el análisis y la reconstrucción racional de las teorías, leyes y conceptos científicas -la ciencia como producto, objeto de la filosofía de la ciencia tradicional-, como así también el desarrollo histórico de la ciencia y las vinculaciones del producto científico específico con el contexto social -la ciencia como proceso. No se trata de ni de una sumatoria de temas y perspectivas diferentes, ni de una especie de eclecticismo ramplón, sino del imprescindible análisis de las estrechas conexiones, relaciones causa- les y correlaciones entre estos ámbitos. Un curso de epistemología, debe ubicarse, hoy, en la intersec- ción de estos múltiples abordajes. Epistemología - Autor: Héctor Palma Página Nº 29
  • 30. Leer Atento En ese sentido, hemos elegido, para la mejor comprensión de los temas y problemas involucrados, desarrollarlos bajo la forma de una reconstrucción histórico-conceptual, es decir a través de algunos de los principales debates y posiciones controvertidas. PRINCIPALES PROBLEMAS DE LA UNIDAD 1 CARÁCTER FILOSÓFICO DE LA EPISTEMOLOGÍA HISTORICIDAD DEL CONCEPTO DE CIENCIA LO INTERNO Y LO EXTERNO A LA CIENCIA: LOS CONTEXTOS DE DESCUBRIMIENTO Y DE JUSTIFICACIÓN EL ESTADO ACTUAL DE LA CUESTIÓN: LOS ESTUDIOS SOBRE LA CIENCIA Actividad 1.Escriba y guarde hasta el final de la cursada, en no más de dos carillas y en lo posi- ble sin hacer uso de bibliografía especializada, lo que usted piensa sobre: A)El concepto de ciencia. B)Las diferencias y semejanzas entre ciencias naturales y sociales. C)La relación que hay, si es que la hay, entre ciencia y contexto histórico Lectura Recomendada EGGERS LAN, C. (1995), El nacimiento de la matemática en Grecia, Eudeba, Buenos Aires. COHEN, I. (1989), Revolución en la ciencia, Gedisa, Barcelona. WHITEHEAD, A. (1949), La ciencia y el mundo moderno, Losada, Buenos Aires. JACOB, F. (1986), La lógica de lo viviente, Salvat, Barcelona. LAKATOS, I. y MUSGRAVE, A. (1975), La crítica y el desarrollo del conocimiento, Grijalbo, Barcelona. Epistemología - Autor: Héctor Palma Página Nº 30
  • 31. Bibliografía recomendada EGGERS LAN, C. (1995), El nacimiento de la matemática en Grecia, Eudeba, Buenos Aires. COHEN, I. (1989), Revolución en la ciencia, Gedisa, Barcelona. WHITEHEAD, A. (1949), La ciencia y el mundo moderno, Losada, Buenos Aires. JACOB, F. (1986), La lógica de lo viviente, Salvat, Barcelona. LAKATOS, I. y MUSGRAVE, A. (1975), La crítica y el desarrollo del conocimiento, Grijalbo, Barcelona. Epistemología - Autor: Héctor Palma Página Nº 31