El pastor de llamas atrapó y desplumó a un cóndor que se comía sus llamas. Luego recibió citatorios por robo de ropa, aunque él insistía en que solo le quitó las plumas al cóndor. Finalmente fue llevado ante el rey cóndor, a quien le devolvió las plumas quitadas, resolviéndose así el malentendido.
1. EL PASTOR DE LLAMAS Y EL CONDOR
Dice que había un hombre que tenía muchas llamas,
pero el cóndor siempre se las comía. De una en una, las
iba acabando.
El hombre ya estaba muy molesto, de modo que un
día se las ingenio para atrapar al cóndor; y una vez que
lo hubo cogido, le saco toda las plumas.
Todo desplumado, calato lo había dejado. Y así, pelado,
lo soltó.
Tiempo después, recibió sorprendido un oficio en el
cual le reclamaban por un robo y le ordenaban acudir
ante las autoridades,
¿Quién me está mandando este oficio? Se preguntaba ¿a
quién le he robado su ropa? No hizo caso, y por supuesto,
tampoco se presentó.
Pasaron unos días y esta vez le enviaron una orden de
captura.
¿Yo a quien le voy quitar nada? Yo nunca he robado se
repetía.
Y tampoco hizo caso en esta oportunidad.
2. Entonces llegaron las autoridades máximas con un
nuevo oficio y con este documento si se lo llevaron.
Antes de partir, uno de los viejos le ordenó:
¡Lleva la ropa que has robado ¡
¡Pero si yo no he quitado su ropa a nadie!
Refutaba. Yo solo le he quitado sus plumas a un cóndor y
así pelado le he soltado porque castigaba a mi ato y se
comía mis llamas.
¡Eso que as quitado, eso tiene que llevar! Le insistió el
viejo y partieron.
Lo hicieron caminar por los cerros. Lejos se lo llevaron.
Hasta hacerlo desaparecer.
Después de mucho andar, justo luego de voltear una
loma, se encontraron con una casa.
Entraron a una especie de habitación y allí ¡imposible de
creerlo!, !que sorpresa!, había muchos cóndores sentado
en ruedo. Es el centro del circulo se hallaba totalmente
desplumado, temblando de frio.
El entonces, el rey de los cóndores lo interrogo:
¿Por qué has robado su traje a este señor?
Por que se comía mis llamas. Por eso le arranque las
plumas y lo pele
Se apresuro a aclarar.
3. Bien, ¿Has traído su ropa de vuelta?
Volvió el poderoso cóndor a preguntar ¡sí! ¡Sí! La estoy
trayendo y entrego el atado de plumas,
El cóndor pelado presuroso espeso a emplumarse
nuevamente con ellas.
Cuando hubo concluida de vestirse los