1. Es Viable el matrimonio igualitario en Colombia?
Muchas han sido las discusiones suscitadas en el país durante el primer semestre del 2013 a
propósito de la iniciativa que deja abierta la posibilidad de que dos personas del mismo sexo
puedan unirse en matrimonio o en una figura jurídica similar denominada como unión solemne.
Las voces a favor y en contra no se han hecho esperar. No es, sin embargo, un debate
homogéneo, propio de dos polos opuestos que chocan entre sí. Toda clase de posturas se han
ubicado en el espectro que va desde el lado conservador (absolutamente reacio a aceptar que tal
unión pueda tener algún tipo de legitimidad) al lado reformista (liderado por activistas en pro de
los derechos de la comunidad LGTBI). Este último exige que se le llame matrimonio y no unión
solemne al vínculo jurídico que está en discusión.
Lo que hemos tenido es una gran cantidad de argumentos de carácter idealista. Los partidarios de
la iniciativa usan frecuentemente términos como dignidad e igualdad. Los contradictores, por su
parte, aseguran que tal unión va en contra de la moral y las buenas costumbres. Esto es
consecuencia de que la cuestión dista mucho de ser resuelta mediante algún tipo de consenso de
carácter científico o algo por el estilo. A manera de ejemplo es interesante observar la cantidad de
estudios psicológicos ambiguos asegurando el carácter perjudicial o no perjudicial de la unión de
seres de igual sexo, que dicho sea de paso, lo que hace es enredar más que ayudar a la definición
de la disputa. A esto se suman concepciones desde la sociología y la antropología sobre la
naturalidad o no naturalidad de algo, la no existencia de tal naturalidad etc.
Dejemos de lado entonces estas cuestiones que pretenden trasladar el debate a un campo
universalista y enfoquémonos en nuestro caso concreto, el caso colombiano con todas sus
particularidades. Es un hecho que en los últimos años la comunidad LGTBI ha logrado un gran
avance en cuanto a ser reconocida en una sociedad que algunos llamaran machista, además de ser
fuertemente católica; lo que es en verdad un logro notable. No se exagera cuando se dice que
hace una década “salir del closet” constituía un ideal muy lejano, casi una idea romántica para la
comunidad y un escándalo para el resto de la sociedad. Gracias a la lucha incesante de estas
personas marginadas muchos aseguran que hoy tenemos una sociedad más digna.
Pero dejémonos de rodeos y vayamos a lo que nos interesa. Es viable el matrimonio igualitario en
Colombia? De una vez. No, no lo es. Al menos no en este momento. Aquí es importante aclarar
que como “no viable” debe entenderse que no es procedente catalogar a la unión de parejas
homosexuales como matrimonio. Ya se ha dicho que la llamada unión solemne garantiza
exactamente los mismos beneficios y derechos que el matrimonio tradicional, siendo así una
figura perfectamente acorde con las exigencias de la comunidad LGTBI, al menos en cuanto a las
exigencias prácticas.
2. El argumento más fuerte en contra de la iniciativa de catalogar bajo el término de unión solemne
al vínculo jurídico entre dos personas de igual sexo es que esto es un modo de discriminación.
Creo que depende desde el punto de vista que se le mire. Fácilmente podríamos asegurar que una
persona perteneciente a la comunidad LGTBI, un allegado suyo o un activista en pro de los
derechos de los homosexuales inmediatamente relacionara “unión solemne” con discriminación.
Pero ahora pongámonos en los zapatos del legislador. Como representante del pueblo colombiano
debe legislar en pro del bienestar del pueblo colombiano en su totalidad, óigase bien, en su
totalidad. A pesar de la gran oleada de voces a favor de los derechos de las minorías (hace poco un
senador de la republica dijo que el papel de la democracia es precisamente defender y garantizar
los derechos de las minorías) es una insensatez decir que el legislador solamente debe legislar
para beneficio de estos grupos minoritarios (Sin ánimo de ofender a nadie, el senador está
equivocando groseramente la concepción más clásica y tradicional de democracia).
La sociedad colombiana es una sociedad marcadamente católica, fundamentada en las enseñanzas
de la iglesia. Por tanto la moral cristiana es la moral prevaleciente en el grueso de la colectividad,
constituyendo una de sus bases. Difícil es sacar del debate (como exigen muchos) esta verdad
empíricamente comprobable. Como consecuencia de esto el matrimonio católico (valga también
las demás vertientes derivadas del cristianismo) constituye uno de los elementos básicos de la
idiosincrasia colombiana, siendo la única versión de matrimonio conocida para el grueso de la
sociedad (sacerdote, novio - novia, iglesia, hasta que la muerte los separe etc.) De esta manera el
matrimonio católico se ha instalado en el inconsciente colectivo, en la psiquis del colombiano
promedio como un ritual único, homogéneo e inamovible, Convirtiéndose así en un poderoso
mecanismo de identidad cultural, estructuración social y base de la familia, núcleo fundamental de
la sociedad colombiana. Aunque si bien es cierto, y así lo afirman una y otra vez los partidarios de
cambiar el concepto de matrimonio, que hoy en día se encuentran múltiples formas de familia,
también es cierto que desde una visión un tanto platónica, el ideal de familia sigue siendo el
mismo (madre, padre, hijos) y probablemente lo seguirá siendo durante mucho tiempo, Siendo
este ideal mucho más fuerte que cualquier realidad exterior. Es así como el matrimonio católico
triunfa sobre el matrimonio civil (figura extraña para muchos) y que meramente es un estéril
contrato burocrático.
A pesar de que en los círculos intelectuales se ha dejado de lado, como carente de valor, la
opinión del ciudadano del común, del campesino, del ama de casa, etc. Es, sin embargo, una
obligación del congreso escuchar también esas voces y otorgarles el mismo valor (más si son tan
numerosas) que el valor que se le otorga a las opiniones de intelectuales, universitarios,
progresistas, entre otros. De cualquier manera no se puede decir que el sector intelectual es uno
solo en cuanto a la cuestión del matrimonio igualitario. Dentro del campo académico se escuchan
voces de uno y otro lado. Aun así, queda la sensación de que los que estamos inmersos en la
academia y disentimos acerca de la aprobación del matrimonio igualitario somos dejados a un
lado.
3. Para terminar, insto a consolidar el respeto por una de las instituciones más básicas y
representativas de nuestra idiosincrasia popular: El matrimonio católico. La aprobación del
matrimonio igualitario sin duda generaría una ola de indignación en el grueso de la población. Así
se llame a nuestra sociedad primitiva, dinosuria, anticuada, entro otros apelativos similares, Sigue
siendo la sociedad en la que vivimos y ella es producto de un desarrollo histórico, con procesos de
larga duración y bases profundamente arraigadas, Lo que finalmente cristaliza nuestra identidad.
Cuando ocurre un cambio en la superestructura social y cultural, este debe (tiene) reflejar la
evolución o mejor, la modificación de una infraestructura profundamente enraizada. Esta
modificación debe darse tanto en el campo real como (y más importante) en el campo mental y
psíquico del individuo. Insistir en modificar a las malas tales estructuras sería totalmente
inadecuado, además de un fracaso total. Sería como intentar encajar una pieza de rompecabezas
en el lugar erróneo, aun cuando uno considere tercamente que es la pieza correcta.